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Escritos

Print version ISSN 0120-1263

Escritos - Fac. Filos. Let. Univ. Pontif. Bolivar. vol.23 no.51 Bogotá July/Dec. 2015

 

TERESA DE LA PARRA Y GABRIELA MISTRAL: UNA RELACIÓN INTELECTUAL

TERESA DE LA PARRA AND GABRIELA MISTRAL: AN INTELLECTUAL RELATIONSHIP

TERESA DE LA PARRA E GABRIELA MISTRAL: UMA RELAÇÃO INTELECTUAL

Froilán José Ramos Rodríguez*

* D.N.I. 17.228.895. Magíster Scientiarum en Historia (2012). Profesor-Investigador de la Universidad Simón Bolívar (Venezuela), adscrito al Departamento de Formación General y Ciencias Básicas. Investigador del Centro de Investigaciones Históricas "Mario Briceño Iragorry", UPEL-IPC. Actualmente, en el programa de postgrado de la Universidad de los Andes de Chile. Correos: froilanr@usb.ve, fjramos2@miuandes.cl.

Artículo recibido el 20 de marzo de 2015 y aprobado para su publicación el 30 de noviembre de 2015.


RESUMEN

Este ensayo analiza la relación que existió entre dos importantes escritoras americanas del siglo XX: la venezolana Teresa de la Parra (1889-1936) y la chilena Gabriela Mistral (1889-1957). Desde una perspectiva histórica, se devela la relación intelectual y afectiva, así como intereses literarios, sociales y personales, a través de una serie de documentos dispersos: cartas (algunas publicadas, otras inéditas) y artículos publicados dedicados por Mistral a de la Parra. Estos documentos representan un testimonio de la estrecha amistad entre ambas, lo cual contribuye a comprender mejor los contactos intelectuales y sentimentales de las dos escritoras, pioneras latinoamericanas en el campo literario de los años veinte del siglo pasado.

PALABRAS CLAVE: Teresa de la Parra, Gabriela Mistral, Relación, Escritoras, Latinoamérica.


ABSTRACT

This paper analyzes the relationship that existed between Latin American writers, the Venezuelan Teresa de la Parra (1889-1936) and the Chilean Gabriela Mistral (1889-1957). From a historical perspective, revealer an intellectual and emotional relationship, as well as literary, social and personal interests: through a series of scattered documents: letters (some published another unpublished) and published articles by Mistral dedicated to de la Parra. These documents represent a testimony to the close friendship between the two, which helps to better understand the intellectual and sentimental contacts two writers, Latin American pioneers in literary field in the twenties of the last century.

KEYWORDS: Teresa de la Parra, Gabriela Mistral, Relationship, Writers, Latin America.


RESUMO

Este ensaio analisa a relação que existiu entre duas importantes escritoras americanas do século XX: a venezuelana Teresa de la Parra (1889-1936) e a chilena Gabriela Mistral (1889-1957). A partir de uma perspectiva histórica, a relação intelectual e afetiva se descortina, assim como interesses literários, sociais e pessoais, através de uma série de documentos dispersos: cartas (algumas publicadas, outras inéditas) e artigos publicados, dedicados por Mistral à de la Parra. Estes documentos representam um testemunho da estreita amizade entre ambas, o que contribui para melhor compreender os contatos intelectuais e sentimentais das duas escritoras, pioneiras latino-americanas no campo literário nos anos vinte do século passado.

PALAVRAS-CHAVE: Teresa de la Parra, Gabriela Mistral, Relação, Escritoras, América Latina.


Introducción

A comienzos del siglo XX, se contaban pocas damas en el campo literario americano, dentro de ellas, se encontraban la chilena Gabriela Mistral y la venezolana Teresa de la Parra, quienes aportaron obras importantes como los poemarios Desolación y Tala de Mistral, y las novelas Ifigenia y Memorias de Mamá Blanca de la Parra. No obstante, ha sido poco conocida la relación que existió entre ambas escritoras, lo que conlleva a preguntarse: ¿Qué pensaban ellas sobre América Latina?, ¿qué vínculos llegaron a constituir?, ¿cuáles eran sus preocupaciones?, entre otras.

En este sentido, el artículo recorre los principales rasgos biográficos de ambas escritoras, y se sustenta en los diversos documentos producidos por ellas, a lo largo de varios años, desde que se conocieron en París a mediados de los años veinte hasta la muerte de la Parra en 1936. De su epistolario, una parte de las cartas se halla en la Sala Archivo del Escritor en la Biblioteca Nacional de Chile, en forma de manuscritos, y otras han sido publicadas. Asimismo, se encuentran dos "recados" (artículos) publicados por Mistral sobre de la Parra, uno en 1929 y otro en 1938, y las memorias de la poetisa.

Vidas paralelas (1889-1922)

1889 fue el año de nacimiento de las futuras escritoras. Aunque en lugares y contextos distintos, ambas tuvieron, desde temprana edad, contacto con el medio americano, la vida de campo, la profundidad del continente. No llegaron a conocerse en esta primera etapa de sus vidas, pero las experiencias acumuladas, cada una por su parte, junto con las inquietudes personales por escribir, las llevaron a explorar un campo, hasta entonces concentrado por los hombres.

Lucila Godoy Alcayaga1 nació en Vicuña, Coquimbo, el 7 de abril de 1889. Hija de Jerónimo Godoy y Petronila Alcayaga. Pronto, a los tres años su padre abandonó el hogar. En 1899, se mudaron al pueblo de La Unión (Pisco Elqui). Por estos años, su primera instrucción la recibió de su hermana Emeliana Molina Alcayaga.

Desde muy temprana edad, Lucila ejerció como profesora ayudante en la Escuela de la Compañía Baja en La Serena en 1904, al tiempo que enviaba colaboraciones a periódicos locales El Coquimbo y La Voz de Elqui. A pesar de no recibir una educación profesional por carecer de recursos económicos, en 1910 convalidó sus conocimientos en la Escuela Normal No. 1 de Santiago, recibiendo el diploma de Profesora de Castellano.

A partir de este momento, Lucila se dedicó al magisterio docente (Munizaga; Ocampo López), por vocación de enseñar y para contribuir al sostenimiento del hogar familiar, al mismo tiempo que cultivaba la poesía para sí. Por estos años, ganó el primer premio en los Juegos Florales, por su "Sonetos de la Muerte" en 1914, en la misma fecha que comienza a aparecer con el seudónimo Gabriela Mistral2.

Sin embargo, fue la docencia su principal sostén económico y motivo de dedicación de Lucila. De esta manera, ejerció como directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas en 1918, de otra institución en Temuco en 1920, y luego el Liceo No. 6 de Santiago. Aunque estas experiencias la llevaron a recorrer y conocer parte de la larga geografía chilena, del norte caluroso y al sur helado, la relación con el gremio docente santiaguino no fue buena, lo cual influyó en su marcha hacia el exterior.

Seis meses después que Lucila, el 5 de octubre de 1889, nació Ana Teresa del Rosario Parra Sanojo3 en París, Francia. Hija de Rafael Parra Hernáiz, cónsul venezolano en Berlín, e Isabel Sanojo Ezpelosín, ambos provenientes de familias tradicionales. En 1891, la familia regresó a Venezuela, Ana Teresa creció en la Hacienda de Tazón, suroeste de Caracas, en medio del ambiente de campo, transcurrieron los primeros años junto a sus hermanos Miguel, Luis Felipe, Isabel, Elia y María.

Entre 1891 y 1899, su primera instrucción quedó al cuidado de una preceptora que le enseñó a leer, escribir, contar y recitar fabulas en francés. En 1899, la familia se trasladó a España, Ana Teresa fue internada en el Colegio del Sacré Coeur (Palacios 36-37), donde llegó a dominar el francés, leer a autores franceses y españoles y realizar viajes a Francia, ya en agosto de 1908 aparecieron sus versos en el Boletín del Sagrado Corazón.

Durante este periodo de 1909 a 1923, residió mayormente en Caracas, dedicada a la lectura, al cine y al teatro (Palacios 46). Para 1915 viajó nuevamente a Francia, Ana Teresa ya había escrito para sí, y comenzó a publicar sus primeros relatos en la revista francesa La vie latine (Ballesteros Rosas 114), con el seudónimo Fru-Frú, en el diario caraqueño El Universal y en la revista Actualidades.

Escritoras y americanas

A pesar de constituir un período relativamente corto, de 1922 a 1928, estos seis años representan un momento importante para ambas damas. Por un lado, se convierten en escritoras, al publicar sus primeras obras, cada vez más conocidas en América y Europa. Por otro lado, fue un tiempo intenso lleno de viajes, de uno a otro lado del Atlántico, y de una extensa actividad intelectual, al departir entre diferentes conferencias y tertulias en

París. Todo ello significó la consagración para ambas como pioneras en la literatura latinoamericana.

En 1922, Mistral fue invitada por el secretario de Educación de México, José Vasconcelos, a participar en la reforma educacional del país, este fue un momento importante por dos razones: por un lado, el reconocimiento a su labor como educadora, que, además, supuso la oportunidad de llevar a cabo sus propuestas sobre el fortalecimiento de la educación rural; y por otro lado, la ocasión de poder publicar sus libros, con lo cual su nombre como escritora comenzó a extenderse por todo el mundo de habla hispana.

Es en este período, en el que aparecen sus obras Desolación (1922), Lectura para Mujeres (1923), Ternura (1924) y Nubes blancas (1934), con las cuales la reflexión y sensibilidad mistralianos4 se proyectaron hacia un continente que las sintió como propias, América y lo americano. De la mano del reconocimiento de su obra, Gabriela inició una agitada agenda que la llevó a dictar conferencias y discursos en Estados Unidos, Francia, Suiza, España, Italia, Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, entre otros.

A lo largo de su vida, Mistral mantuvo relación epistolar, intelectual y afectiva, con distintos escritores e intelectuales latinoamericanos y europeos. Buena parte de la correspondencia ha sido publicada5, mientras otra permanece inédita. Con respecto a los intelectuales venezolanos6, Gabriela cultivó una relación especial, de mutua admiración, no sólo con Teresa, sino también con don Rómulo Gallegos, Mariano Picón-Salas y Félix Armando Núñez Beauperthuy.

Hacia 1932, Mistral ingresó en el servicio diplomático de Chile -siendo la primera mujer en hacerlo-, ejerció como cónsul en Roma, en Madrid, en Lisboa, en Petrópolis, Brasil, y más tarde en Veracruz, México (19481950). En 1945 se le otorgó el Premio Nobel de Literatura -fue la primera mujer y la primera latinoamericana en recibirlo-. A partir de esta fecha, su vida estuvo marcada por reconocimientos y homenajes en distintos países, doctorados honoris causa de diversas universidades, así como el Premio Nacional de Literatura de Chile en 1951. No obstante, la salud de Gabriela comenzó a debilitarse, el 10 de enero de 1957, murió en Nueva York.

Por su parte, en este período Teresa de la Parra7 publicó su primera novela Ifigenia, diario de una señorita que escribía porque se fastidiaba (1924), con la cual ganó el prestigioso Premio de la Compañía Franco-Ibero-Americana, consistente en 10.000 francos -una elevada suma en aquella época-, más tarde apareció su segunda novela Memorias de Mamá Blanca (1928), con la cual se consolida como una escritora8 original y reconocida en los círculos literarios latinoamericanos de París, España y América.

Asimismo, esta etapa de la vida de Teresa coincide con dos hechos importantes para su carrera: por un lado, su amiga doña Emilia Ibarra la hace heredera de una significativa fortuna, que le permitirá dedicarse por completo a su vocación literaria, y residir en Europa plenamente; y por otro lado el éxito de su primera novela, le permite hacerse de un nombre propio en la comunidad intelectual latinoamericana residente en la capital francesa.

De igual forma, los éxitos y reconocimientos alcanzados le permitieron a Teresa mudarse a París, y desarrollar una intensa actividad intelectual de viajes, tertulias y conferencias, que la llevan a visitar Alemania, Italia, Suiza, España, Estados Unidos, Cuba, Panamá y Colombia, especialmente significativa por la receptividad del público colombiano9 fue su gira por el país neogranadino, en el que dictó la conferencias sobre la participación, la conquista, la colonia y la independencia10.

Durante su vida, Teresa cultivó amistad con distintos intelectuales iberoamericanos11, como el español Miguel de Unamuno, el mexicano Alfonso Reyes, los chilenos Gabriela Mistral y Carlos Morla Lynch, la cubana Lydia Cabrera, entre otros. A comienzo de los años treinta, Teresa se entera de su padecimiento de tuberculosis, se interna en el Gran Hotel de Leysin en Suiza, luego se traslada a Madrid, donde muere el 23 de abril de 1936.

Teresa y Gabriela, relación intelectual (1927-1936)

Teresa de la Parra y Gabriela Mistral se conocieron, probablemente, hacia 1927 en París. Ambas habían llegado a residir en Europa, por distintos motivos, y gustaban de la tertulia literaria en los círculos de intelectuales latinoamericanos residenciados en la ciudad junto al Sena. Desde un primer momento, hubo empatía entre ambas damas, conservando una estrecha amistad durante años. Mistral le dedicó un largo "recado" al conocer a de la Parra:

Teresa de la Parra ha de contar unos 26 o 28 años: no más. Es probable que Minerva haya sido como ella [...]

Sin embargo, la que así acriolla la tertulia en veinte minutos, es una mujer vestida por Paquin o Ducet, y con la joya hecha para ella por el joyero de la Rue de la Paix. Su sombrero puede hacer voltearse en la calle a Madame Sorel. Le da gusto al boulevard con cuanto lleva encima; costumbre adentro lo burla, quedándose con lo suyo. Es entera española de Caracas o hacendada del llano [...]12.

De las palabras de la poetisa chilena, se desprende la impresión que había generado Teresa en ella, coincidente con otros contemporáneos suyos, al resaltar la belleza, jovialidad y elegancia de la dama venezolana, a la cual observaba más joven, considerando que tenían la misma edad; a su vez, destaca en su conversación deslumbrar en las tertulias, al ser indisoluble lo criollo y lo europeo en Teresa, son la expresión de un mismo ser, y se demuestra en toda ella, su persona y su pensamiento.

Asimismo, escribió luego Gabriela:

Teresa de la Parra no contaba a los colegas azorados del éxito fulminante que fué "Ifigenia", su formación literaria, muy interesante por ciertas coincidencias de su caso con el de los mejores americanos. Al igual de Sarmiento leyó sin orden nuestra América, donde lo mejor y lo pésimo se entreveran en las lecturas del aprendiz, pero un instinto seguro la dejó pronto con lo bueno: al igual de Juana de Ibarbourou, se encontró un día escribiendo, no versos sino prosa [...].13

El mismo año del paso de Teresa al reino de Hades, Gabriela escribió sus "Dos recados sobre Teresa de la Parra", un extenso artículo reproducido en varios medios en América, en el cual lega a la posteridad dos momentos en los que conoció y compartió, con singular aprecio, a la dama venezolana, el primero en el París de los años veinte, en el que admira a una hermosa y culta escritora americana, de la cual elogia su belleza física, educación cultivada y escritura original; después, ya los años treinta, contempla a una mujer que afronta una dolorosa enfermedad, que le arrebata prematuramente su vida, aunque conservando su elegancia, "su siempre perfecto decoro".

En una carta de Teresa de la Parra a Gabriela Mistral, probablemente de 1933, desde Fuenfría (noviembre 25), le dice:

[...] Fueron diez días y diez noches en una especie de estado agónico con crisis de asfixia que es algo peor -por la angustia trágica de la falta de aire- peor que todo dolor. Me parecía Gabriela en aquellos días que por primera vez visitaba un país extraño que hasta entonces solo conocía de nombre en forma abstracta: el sufrimiento. Tenía un sentimiento de inmenso amor por toda la multitud que sufre y que ha sufrido; un especie de sentimiento cósmico, en el que me sentía sumergida como en el mar. [...]14

A medida que avanza la enfermedad de Teresa, y los escasos resultados de mejorías, le escribe a Gabriela, lo íntimo y cercano que experimenta, son momentos difíciles, que suponen templanza personal, es una época en la que Teresa tiende a aislarse en busca de tratamiento en España y Suiza, entre 1931 y 1936, pero guarda una honda y sincera confianza hacia Gabriela, al punto de contarle la angustia, vicisitudes y estados de ánimo que le deja su aflicción.

Más adelante, Teresa le dice a Gabriela:

¿Cómo está instalada Gabriela? ¿Cómo está su salud? ¿Tiene al lado suyo quien la atienda y cuide con cariño? Dígame esto que es muy importante.

[...]
Me despido pues ya tarde. Le mando un abrazo muy cariñoso y mi vieja amistad que nunca la deja sola

Teresa.15

A pesar de su delicado estado de salud, y del aislamiento al que se ha sometido en Leysin, Suiza, Teresa expresa su preocupación e insiste en saber por Gabriela, su cuidado y su atención. Esto es un punto interesante, pues una dama enferma y recluida, sin posibilidad de cura cercana, se desprende de las angustias e incertidumbres de sí misma, de su salud, para velar y cuidar, en la distancia, por su ser querido, por ella, en este caso, su amiga Gabriela Mistral.

Asimismo, conforme avanza la enfermedad, Gabriela se preocupa mucho más por la salud de Teresa, mientras ejerce de cónsul en Madrid en 1935 y 1936, escribió una serie de cartas a Lydia Cabrera, quien se hallaba asistiendo a de la Parra. En ellas revela toda su angustia e inquietud por conocer el estado de la venezolana. Gabriela, en carta a Lydia y Teresa en 1935, escribió: "Me dejó ahurie, perpleja, esa noticia de que mi Teresa le había vuelto su mal" (43).

Más adelante, la poetisa chilena dice:

No entiendo cómo ha sido eso de mi Teresa de nuevo malita y menos aun comprendo que se fuese... a París. Si ha esperado allá el Otoño, si lo espera puede agravarse: tierra baja, húmeda y del peor aire del mundo.

Mi ignorancia absoluta del mal me hace quedarme sin explicación de lo que ha pasado. Necesito que mi Lydia se dé el trabajo de escribirme en detalle. No lo puedo pedir a la enfermita, lo pido a ella.

Continúa Mistral en la misma carta:

¿Ha ensayado mi Teresa esos métodos naturistas con un técnico de ellos? Yo creo a lo menos en sus curas de sol. Nuestra gente es muy reacia de ellas y no he logrado convencer ni a los míos más próximos. Pero hace maravillas ese Sol de los Incas y de los parsis. Mi Teresa ha probado ya mucha ciencia de tisana y venda. (Hiriart 44)

En estas líneas se evidencia la profunda preocupación de Gabriela por la enfermedad de Teresa, se siente abrumada por la realidad, por saber qué pasa con la salud de Teresa, a la que llama "la enferma querida" (Hiriart 45). Resulta sorprendente, cómo Mistral se muestra incrédula ante los tratamientos médicos, y se expresa en términos sencillos sobre los beneficios del sol, un vínculo de las creencias del campo, del interior hispanoamericano. Al final, expone en la misma misiva que, se mudará Portugal en busca de calma ante el clima de guerra y censura que vive España, dice: "Si mi Teresa mejora ¿no irían a Portugal?" (Hiriart 45).

En otra carta, Gabriela se preocupa más por la salud de la novelista, les escribe a Teresa y Lydia en 1935, indicando que ha buscado una opción de buen colima de verano para la salud de Teresa, en un ambiente de campo en Ciudad Lineal (a 40 minutos del centro de Madrid), dice: "Sigo pensando mal de ese clima para Teresa. Un abrazo" Gabriela (Hiriart 49).

Más tarde, al enterarse de la partida de Teresa en 1936, Gabriela escribió a Lydia:

es la única vez que a mí me duele haber dejado España. Yo pude allá ver y asistir a nuestra Teresa adorada, si no tomo el camino de Lisboa; y yo pude acompañarla a Ud. en esta horrible pena como no hay otra. -----La noticia me dejó en una especie de estupor. A Ud. le daría cosa semejante este golpe final. La sabíamos enferma de gravedad innegable, mirábamos el fracaso de sistema y sistema, y no creíamos. Yo no he creído esto nunca, no se me volvió consciencia jamás aquella salud perdida que siempre pensamos salvable y hasta salvada. (Hiriart 61)

Para Gabriela, su ausencia en el sepulcro de Teresa fue una pena importante. Sus palabras dejan entrever que está presente en ella el dolor por no poder haber despedido, física y simbólicamente, a su amiga. De igual forma, se reprocha y cuestiona el fracaso de los tratamientos, la pérdida irreparable que significa la muerte. Más adelante, en la misma carta (a Lydia, Lisboa 11 de mayo de 1936), escribió la chilena:

Yo no sabía, aunque creyese saberlo, cuánto y cuánto quería a Teresa, hasta dónde era ella criatura entrañable mía, un poco mi orgullo, otro mi delicia, otro mi ternura. Había llegado a ser tan perfecta que la memoria de ella que me ha dejado es algo cristalino si no fuese a la vez vital; es algo como la presencia de un ángel, constante tibia y ligera. Dios mío, más la quería que a personas con quienes viví años, y no hay nada tan idiota como el que en años suyos y míos de Europa no viviésemos juntas para habernos dado este cariño natural y sobrenatural. Ahora lo siento en mí inútil y sin uso, como esos tesoros que no dan de comer y de vivir. (Hiriart 61-62).

Las palabras de Mistral son elocuentes y apasionadas. Se refieren al estado de ánimo en que la ha dejado la pérdida de Teresa de la Parra. Son la búsqueda por encontrar el auténtico significado de Teresa en ella, expresa el nivel de profundidad del afecto existente. Al final, hay un reproche a sí misma, por no haber podido dedicar más tiempo, incluso años, a compartir ese "cariño" al que señala la poetisa.

Continuó Mistral cuestionándose al decir:

Yo no sé dónde, cómo, por qué, esa criatura pudo coger semejante mal, y no entiendo este "retiro" de ella, este escamoteo, porque para vivir estaba hecha. Sabía vivir como la que más; lo había aprendido, no de la gente, por cierto, del chorro de gracia que cayó sobre ella tampoco sé en cuál momento de su vida. Porque mi reencuentro con ella en Barc. me devolvió a la Teresa de París más otra, inefable, que era una industria clara de la gracia (62).

Estas líneas de Mistral develan la consternación de preguntarse cómo su amiga, cómo a una mujer joven y llena de vida, pudo enfermarse, y cómo las circunstancias le arrebataron la compañía de Teresa. También hay nostalgia en Gabriela al rememorar los momentos que habían compartido juntas, los reencuentros en España.

Luego, hay un sentido más espiritual, dice la poetisa:

Esté donde esté, tal vez Teresa nos vea y le dé gozo sabernos juntas. Maravillosa niña, maravilla pura, yo habría preferido no conocerla nunca a tener esta consciencia horrible de que no la veo más ni la tengo más ni la disfruto más en todo el bien y el regalo inefable que ella era una vez vista y sabida. Dios mío, quién entiende, ni desde la fe más profunda, este venir de la carne y este irse sin dejar señas ni darlas ni aplacarnos con mensaje alguno! A ella, a mi Teresa, le habría dado alegría saber que yo recupero a Jesucristo lenta y hondamente. (Hiriart 62-63)

Estas líneas, únicas, revelan el punto más espiritual del momento en que se hallaba Mistral a la ausencia de Teresa de la Parra. Están presentes dos sensaciones en la poetisa chilena. Por un lado, el imaginarse el lugar en que se encuentra la escritora venezolana, si la está observando, si está cerca de ella; y por otro lado, el reencontrarse con la fe cristiana, sabiendo que Teresa fue católica, especialmente más espiritual durante los últimos años de su vida.

En otra misiva, Mistral le escribió a la escritora argentina Victoria Ocampo [Lisboa, Portugal, 21 agosto 1936]:

Tomo en cuenta que usted quiere publicar allí artículos de mujeres sobre mujeres. Así ya la cosa cambia. Van dos recados -había que fundirlos en uno- sobre aquella venezolana, que tanto quise y que se nos murió, Teresa de la Parra, de quien le hablé en Madrid dándole a leer un relato suyo de infancia16 que le admiro mucho. (Mistral y Ocampo 56-57)

Luego de la muerte de Teresa, Mistral publicó otro "recado" sobre la venezolana, una larga reflexión sobre su vida, obra y memoria, el cual fue reproducido por varios diarios de toda América, como El Tiempo17 de Bogotá, El Repertorio Americano de San José de Costa Rica, entre otros. Un significativo reflejo de lo que habían llegado a representar ambas mujeres, tanto para sí como para Iberoamérica. Gabriela escribió:

Antes le repugnaba, ahora le entristecía infinitamente el ma. Oía crujir el mundo del lado de Europa por culpa de la ceguera de los poderosos y de la cólera atolondrada de los hambrientos. Y echaba sus ojos, junto conmigo, hacia la América Latina consulta ansiosa de nuestro "pasado mañana"...

Me parecía Teresa en este punto de su vida criatura tan preciosa que yo le seguía los actos menudos ávidamente por no perderle nada. (Mistral, Poesía y Prosa 402)

En el extenso "recado" de despedida, Gabriela plasmó varias de las últimas etapas de su vida con Teresa, su trayectoria intelectual, su enfermedad, sus angustias y las de su tiempo, ante el resurgir de la guerra en Europa. Algo que llama la atención, es que Teresa y Gabriela se vieron esporádicamente desde que se conocieron, mantuvieron su cercanía intelectual y afectiva a través de cartas, pero en los últimos meses finales sus estados de ánimo fueron más sensibles y espirituales, en la medida que la enfermedad de Teresa avanzaba, y que Gabriela se hallaba en la península ibérica, este período de dedicación las volvió mucho más cercanas, al saber, implícitamente, que la vida se le iba a Teresa.

Con el pasar de los años, los éxitos continuaron en la carrera de Mistral, su fama se hizo mundial con el Nobel en 1945, pero su sencillez personal se mantuvo inalterada. En 1947, María Parra de Bunimovitch, hermana menor de Teresa, le envió una carta desde Caracas:

Aunque no he tenido el gusto y el honor de conocerla personalmente, por mi hermana Teresa que la admiraba y quería profundamente la conozco y aprovecho para darle las gracias de parte de mamá y de nosotros por su gran cariño por Teresa y por los términos tan elogiosos en que se ha expresado Ud. siempre de ella.18

Con estas palabras francas, María de Bunimovitch recogió los lazos cercanos que habían crecido entre Teresa y Gabriela, al agradecerle a Mistral por sus escritos y memorias dedicados a de la Parra. Marca, también, la pervivencia en el tiempo de los recuerdos de gratitud, sinceridad y aprecio entre ambas.

Más tarde, en sus memorias, Gabriela Mistral (Bendita 138) rememoraba aquel 1936:

Mala, muy mala noticia saber la muerte de Teresa de la Parra, la grande y querida criatura venezolana. Yo no sabía cuánto, cómo, hasta dónde, quise a esta Teresa, porque mi vida de buena india, de buena salvaje, es muy subterránea e inconsciente, y el conocer ahora la trascendencia de este cariño mio, me ha hecho pensar, cómo la quería y en qué estado de ánimo tan menesteroso me ha dejado su muerte.

Las palabras de la poetisa austral son sensiblemente abrumadoras, acerca del hondo pesar que le causó la muerte de Teresa de la Parra, quien como ella, suramericana también, había llevado la intelectualidad femenina y la palabra escrita de la mujer, a otro nivel, a una preocupación profunda por el devenir de las damas americanas, y por extensión, implícita, la de todo un continente de habla latina. Cada una sus letras, sin ser empalagosas, recogen una intensidad y fulgor, de lo que había significado su amistad.

Un acercamiento a dos escritoras americanas

Un análisis comparativo entre las dos escritoras americanas, Teresa de la Parra y Gabriela Mistral, permite explorar y ahondar en el mundo interior de ambas, como contemporáneas e intelectuales preocupadas de su continente y de las mujeres. Si bien no es el objeto central de este trabajo, se considera importante examinar varios aspectos importantes que compartieron ambas autoras. En este sentido, sus cartas y sus obras han develado parte de sus preocupaciones, y sobre todo su cercana amistad, pero entender aspectos importantes en sus vidas, puede contribuir a comprender mejor esta relación.

Teresa y Gabriela pertenecieron a otro mundo, al medio rural del siglo XIX, a la nostalgia por el campo. Desde distintas posiciones, ambas llevaban consigo y en su literatura, la nostalgia por sus tierras lejanas, por sus vidas sencillas en el ambiente rural. Teresa por su hacienda familiar de la infancia, y la todavía Caracas de techos de tejas. Mientras que Gabriela extrañaba la simpleza campestre, del Chile rural de su juventud. Ambas se encontraron en la transición del mundo hacia la modernidad urbana (Larraín 167), y con ella la desaparición de sus infancias rurales, acompañado con la intensidad de sus vidas en Europa a partir de los años veinte.

Otro aspecto en común en la literatura ha sido la utilización de seudónimos literarios (Torres Marín). Desde una temprana fecha, aparecieron: "Gabriela Mistral" desde 1908; "Fru-Frú" en 1915, y "Teresa de la Parra" desde 1922. Estos refieren dos puntos relevantes, por un lado, su condición de jóvenes damas escritoras en un mundo latinoamericano marcado por el predominio del hombre -en muchos casos con signos machistas-, en la que estas mujeres son pioneras, pero representan una pequeña minoría. Por otro lado, la decisión de un seudónimo, en especial en el campo de la literatura, fue algo usual, pero encierra la situación, interna y externa, de no querer mostrar la identidad propia, de inseguridad, y temor al público. En ambos casos, los de Gabriela y Teresa, es probable que hayan tomado tal decisión como un mecanismo de sentirse más seguras de sí mismas, sobre todo, en los comienzos.

Por otra parte, se encuentra el tema del feminismo (Solé Romeo), muy controvertido durante la década de los veinte del siglo pasado, el cual presentó distintas posiciones. Desde inicios de la centuria, las mujeres inglesas habían representado el movimiento pionero que demandaba el reconocimiento de los derechos de las mujeres en la sociedad, como el sufragio por ejemplo. Sin embargo, en América Latina las cosas eran muy distintas. Los movimientos feministas eran escasos y pequeños, y sobre todo representados por algunas damas de la elite social19 -como el caso de Chile-.

En este sentido, tanto en Mistral como en de la Parra, se observan, ciertamente, una defensa constante de la mujer en la sociedad americana, como lo demuestran los poemas de la chilena y las novelas de la venezolana, se expresa un feminismo mesurado, razonado y argumentado, que también se manifestó en sus discursos, en los que Mistral abogó por las mujeres (Lectura para mujeres) más indefensas, las damas carentes de recursos que trabajaban en distintas labores manuales, mientras que de la Parra las proyectó con un sentido histórico como baluarte de valores y de una herencia cultural, de esas mujeres madres, hijas y esposas presentes en todas las etapas de la historia americana (Influencia de las mujeres en la formación del alma americana): la Conquista, la Colonia, la República. Por esto, de acuerdo con Boesner (8) ambas mujeres se pueden ubicar en un feminismo moderado de la primera mitad del siglo XX.

Del mismo modo, hay una preocupación permanente por descubrir qué es América y a los americanos en las obras de Mistral (Vargas Saavedra, Recados) y de la Parra (Febres). Si bien en Mistral se hace más evidente una angustia por lo social, en de la Parra la aparente superficialidad esconde una búsqueda de la identidad latinoamericana. Esta constante las llevó a plasmar cantos y escenas al valle de Elqui y al valle de Caracas, a Chile y a Venezuela, pero al final termina siendo una búsqueda por un todo americano. Una inquietud presente en sus continuos viajes, que trasciende la poesía o la novela, y que se adentra, en distintas formas de escritura, a la necesidad de comunicarse en castellano a esta región y masa humana, a la que ellas intentan aproximarse, y que llaman "Indoamérica", "Hispanoamérica", "América latina", "Iberoamérica". Los nombres son diversos y ricos en significados, pero también indican una duda por responder.

En un terreno más personal, hay dos rasgos que sobresalen en las vidas de la Parra y Mistral: la ausencia del padre y la independencia femenina. Ambas escritoras crecieron en familias sin la presencia paterna (llamada actualmente hogares disfuncionales), en las que la madre debió hacerse cargo de los hijos, su cuidado y educación, lo cual motivó los viajes desde temprana edad en búsqueda de mejores posibilidades. Si bien la familia de Teresa, con cuantiosos recursos, pudo financiar sus estudios en Europa; y la de Gabriela, por el contrario, carente de medios económicos, tuvo que demostrar capacidad de esfuerzo, el hecho de que ambas hayan crecido sin la figura del padre y haberse mudado tempranamente varias veces, marcan una experiencia en común, y quizá lo más impactante sea el estado de inseguridad que deja en las personas que experimentan dichas carencias y mudanzas.

Asimismo, estos mismos hechos pudieron influir, determinantemente, en sus vidas adultas. Mistral debió trabajar desde muy joven, se independizó económicamente y permaneció soltera el resto de su vida. Igualmente, de la Parra tuvo la oportunidad de vivir del patrimonio familiar, luego de una herencia, y en parte de su labor como escritora, lo que le permitió cierta independencia, en especial desde 1922, y se mantuvo soltera. Probablemente, la no presencia del padre haya influido en la decisión de las dos escritoras de no casarse, aún cuando en el caso de Mistral tuvo un joven cercano hacia 1910.

Consideraciones finales

Los documentos dejado por Gabriela Mistral y Teresa de la Parra, a través de "recados" y cartas, develan la fuerte relación que existió entre ambas escritoras, en las que se puede observar una estrecha amistad, afecto y admiración mutua, así como intereses intelectuales por los temas que cada una de ellas trabajaba. De este modo, la comprensión de la relación epistolar entre ambas escritoras puede contribuir a una mayor comprensión de otras facetas de estas damas no solo como escritoras sino como intelectuales preocupadas de su mundo y realidad americana, así como su interés común por América y los americanos. Precisamente, esta faceta de intelectuales y no solo de mujeres escritoras, debe ser uno de los objetos más importantes a investigar.

Por otra parte, todavía existe un cúmulo relevante de material inédito de Gabriela Mistral y Teresa de la Parra. Los papeles de Mistral fueron donados por la Señora Doris Dana al Gobierno de Chile a fines del siglo XX, muchos archivos permanece sin publicar. Por su parte, de los papeles de la Parra, a pesar de su prematura muerte, quedan por revisar su anunciado trabajo sobre Bolívar, su diario de convalecencia y cartas. De este material inédito de ambas escritoras, podrían surgir nuevos documentos sobre su relación epistolar.

Teresa de la Parra y Gabriela Mistral representan una generación de la escritoras pioneras, que se atrevieron a darle una voz femenina a la literatura americana de comienzos del siglo XX, cuyas vidas y trabajos literarios plasman muchos aspectos interesantes por redescubrir y repensar, por sus puntos de coincidencia en temas como el feminismo, lo criollo americano, la tradición, la tristeza interior de las mujeres latinoamericanas ante sus sociedades, entre otros, que pueden aportar una visión comparativa de dos autoras contemporáneas.


Pie de página

1 Existen diversos estudios biográficos sobre Gabriela Mistral, dentro de éstos: Scarpa; Szmulewicz; Horan; Vargas Saavedra.
2 Utilizó el seudónimo Gabriela Mistral en honor de sus dos poetas preferidos, el italiano Gabriele D'Annunzio, y el francés Frédéric Mistral. [En Esta América Nuestra, 2007: 12].
3 De los estudios biográficos sobre Teresa de la Parra, se encuentran: Díaz Sánchez; Bosch; Lemaitre; Norris; Palacios; Mueller.
4 Existen abundantes estudios sobre la obra de Mistral, dentro de éstos: Quezada; Rubio; Rojo; Cuneo; Falabella.
5 Se han editado cartas de Mistral a intelectuales de México, Uruguay y Argentina: Tan de Usted: epistolario entre Gabriela Mistral y Alfonso Reyes, 1991; El ojo atravesado: correspondencia entre Gabriela Mistral y escritores uruguayos, 2005; Gabriela Mistral y Victoria Ocampo. Esta América Nuestra: correspondencia 1926-1956, 2007.
6 La Biblioteca Nacional de Chile (BNC) conserva cartas inéditas de Mistral con Gallegos y Picón-Salas. Sobre Mistral y Núñez, se puede consultar: García Riera, y Hodge Dupré.
7 No se sabe con exactitud el motivo del cambio de nombre, pero la variación guarda correspondencia con el original. Probablemente, la conservación de su "Teresa" haya sido influenciada por la tradición familiar, su tatarabuela fue doña Teresa de Jerez de Aristiguieta, prima de Bolívar y madre de Carlos Soublette, además de su inspiradora de infancia, Santa Teresa de Jesús, a la cual leyó extensamente.
8 Sobre la obra de Teresa de la Parra, se puede consultar: Picón-Salas; Garrels; Salomone y Cisternas.
9 Así lo recogieron los diarios Ahora y La Tarde, de mayo de 1930.
10 Estas fueron recogidas y publicadas con el título Tres conferencias inéditas (1961), representan un interesante para explorar la visión de Teresa de la Parra sobre el papel de la mujer en la historia americana.
11 Parte de las cartas de Teresa de la Parra fueron publicadas durante su vida en diarios: "A Don Miguel de Unamuno", El Universal (Caracas), 19 de diciembre de 1926; "Carta de Teresa de la Parra al poeta Arciniegas", El Universal (Caracas), 31 de diciembre de 1927; otras cartas fueron recogidas póstumamente en Epistolario íntimo, 1953; Obras Completas, 1965; y en Obras, 1982.
12 Gabriela Mistral. "Teresa de la Parra (Gente americana)". [Manuscrito] en Sala Archivo Escritor. Biblioteca Nacional de Chile. El Mercurio, Santiago, 23 de junio de 1929.
13 Gabriela Mistral. "Dos recados sobre Teresa de la Parra". Repertorio Americano, San José de Costa Rica, 26 de septiembre de 1936.
14 BNC. Sala Archivo de Escritor (SAE). Carta de Teresa de la Parra a Gabriela Mistral. (Fuenfría, noviembre 25, 1933). [Manuscrito].
15 Ibídem. El subrayado aparece en la carta, de puño y letra de Teresa de la Parra.
16 Este "relato de infancia" se refiere a la novela Memorias de Mamá Blanca.
17 "La Muerte de Teresa de la Parra", El Tiempo, 18 de septiembre de 1936.
18 BNC. SAE. Carta de María Parra de Bunimovitch a Gabriela Mistral (Caracas, diciembre 10, 1947). [Manuscrito].
19 El autor lo llama "feminismo aristocrático" (Subercaseaux 85).


Fuentes de Archivo

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