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vol.27 número58Rodríguez, Angélica. Naturaleza biopragmática de la moral. Lenguaje y mente, condiciones necesarias de la institución moral. Medellín: Editorial Universidad Pontificia Bolivariana y Editorial Universidad Autónoma de Manizales, 2018. 415 pp. índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Escritos

versão impressa ISSN 0120-1263

Escritos - Fac. Filos. Let. Univ. Pontif. Bolivar. vol.27 no.58 Bogotá jan./jun. 2019  Epub 13-Set-2019

https://doi.org/10.18566/escr.v27n58.a08 

Traducción

De natura rerum. Isidoro de Sevilla

Gonzalo Soto Posada* 

* Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, Italia. Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia Bolivariana y profesor e investigador de la misma Universidad. Correo electrónico: gonzalosoto@une.net.co https://orcid.org/0000-0002-2077-4965


Introducción

Ignoramos la fecha exacta de su nacimiento y el lugar. Probablemente es el año 560 en la ciudad de Cartagena, de la que era duque su padre Severiano. Su familia se traslada a Sevilla, otra de las posibles ciudades de nacimiento de Isidoro. Tuvo tres hermanos: Leandro, Florentina y Fulgencio, todos santos. Huérfano muy joven, queda su educación en manos de su hermano Leandro, arzobispo de Sevilla, quien le da una sólida formación en la cultura cristiana y clásica. Isidoro aprovecha esta formación para combatir la herejía arriana expandida en España entre los godos invasores, y logra su conversión celebrada en el tercer concilio de Toledo del 589. Reemplaza a su hermano Leandro como arzobispo de Sevilla. Su actividad es muy fuerte convocando un sínodo de la provincia de Cartagena y presidiendo el cuarto concilio nacional de Toledo del 633, clave para la vida religiosa, civil y política de España. Muere el 4 de abril del 636.

Fecunda fue su actividad intelectual, así como su erudición. Fue una enciclopedia viva pues no hubo tema que no fuese abordado por él; desde sus célebres Etimologías, hasta sus tratados filosóficos, teológicos, exegéticos e históricos. En todos ellos se ocupa de temáticas como la inspiración para efectos de la Escritura, su canon, la interpretación, los dogmas, la predestinación, la transubstanciación, los sacramentos, el alma y un inmenso etcétera.

De esta extensa e intensa producción sobresale su Tratado sobre la naturaleza, De natura rerum. Escrito probablemente entre el 612 y el 615, el texto da cuenta de los fenómenos naturales y sus causas; es la cosmología física de Isidoro que, además, está siempre acompañada de una interpretación mística alegórica de cada hecho natural. Es también un desmonte de las supersticiones astrológicas de la astrologia tan presentes en la península ibérica, por influjo, entre otros, de los priscilianos y las interpretaciones catastróficas de hechos naturales desde el Apocalipsis.

Más que Lucrecio, a quien conoce, es la tradición bíblica la que guía el tratado y sus 48 capítulos, así como la historia de la salvación. Es la cristianización del saber cosmológico antiguo.

Prefacio

SANCTIISIDORIHISPALENSIS EPISCOPI DE NATURA RERUM AD SISEBUTUM REGEM LIBER1

LIBRO DE SAN ISIDORO DE SEVILLA OBISPO SOBRE LA NATURALEZA DE LAS COSAS AL REY SISEBUTO2

Isidoro a su señor e hijo Sisebuto.

1. Mientras reconozco que tú eres un aventajado en ingenio y facundia y en varias flores de las letras, sin embargo, inviertes un cuidado más amplio solicitándome para ti que sobre la naturaleza de las cosas o de las causas te provea. Yo, con ánimo y estudio, no me demoro en satisfacer tu anhelo estudiando el curso de los que sobre ello escribieron. Te explico algunas cosas sobre la razón de los días y de los meses, los límites de los años, la vicisitud de los tiempos, la naturaleza de los elementos, el curso del sol y la luna y ciertas causas de los astros, de las tempestades y sus signos, de los vientos y de la posición de la tierra y de los calores alternos del mar.

2. Todo, con base en los hombres de la Antigüedad y sobre todo prefiriendo lo escrito por los varones católicos, lo anotamos en una pequeña tablilla. Pues conocer la naturaleza de las cosas no es una ciencia supersticiosa, si se considera sana y sobriamente. Sin que, por la investigación de lo verdadero por todos los modos, estuvieran ausentes y lejos estas cosas y se pudiera decir lo que aquel rey sabio pronunció: el mismo me dio la ciencia verdadera de estas cosas que son para saber la disposición del cielo, los poderes de los elementos, los cambios de las estaciones, la división de los tiempos, el curso de los años, la disposición de las estrellas.

3. Por lo cual, comenzando por el día cuya primera procreación está presente en el orden de las cosas visibles, y siguiendo las cosas que opinaron ya los gentiles, ya los eclesiásticos, podamos proseguir sobre las mismas causas y sentidos y poniéndolas por escrito para que la fe avance por la autoridad de las mismas tesis dichas.

Capítulo I

De los días

1. El día es la presencia del sol de oriente, hasta que venga el ocaso. El día suele denominarse gemelo: propiamente desde la salida del sol hasta que salga de nuevo; abusivamente desde la salida del sol hasta que venga el ocaso. Los espacios del día son dos: diurno y nocturno; el día tiene 24 horas; el espacio es de 12 horas.3

2. Abusivamente, tres son las partes del día: mañana, mediodía y caída o término.4 Algunos piensan que los inicios del día remiten a la salida del sol; otros, al ocaso; otros, a la media noche. Pues los caldeos colocan el inicio del día en la salida del sol, llamando todo este espacio un día.5 Sin embargo, los egipcios ponen el origen del día desde el inicio de la noche siguiente.6 Los romanos, en cambio, lo fijan en la media noche hasta terminar la media noche.

3. El día en el comienzo de las obras de Dios tenía su salida por la luz para significar la caída del hombre. Ahora, por el contrario, de las tinieblas a la luz, para que el día no se obscurezca en la noche sino que la noche comience a brillar en el día, como está escrito que la luz se aclare en el día,7 porque de las tinieblas de los delitos fue liberado el hombre para llegar a la luz de la ciencia y de la fe. Proféticamente el día significa la ciencia de la divina ley; la noche remite a la ceguera de la ignorancia según el profeta Oseas, que dice: asimilé tu madre a la noche, mi pueblo se hizo como no teniendo la ciencia. Así el día siempre significa la prosperidad del siglo; la noche, la adversidad.

4. Los días fastos son aquellos en los que se administra justicia como se dice días nefastos a los que no se permite tratar de negocios públicos.8 Los días festivos son los dedicados a las cosas divinas y en los que conviene que los hombres se abstengan de peleas. Los días laborables son los contrarios a las fiestas, es decir, sin culto religioso. Los festivos son de ocio y de religión. Los días negros son los llamados comunes.9 Los días siderales remiten a aquellos en que las estrellas se mueven y los hombres no pueden navegar. Los días justos son los aplicados a los treinta días continuos.10 Los días praeliares o de combate son aquellos en los que la religión o voluntad divina permitía desgarrar al enemigo en la guerra, de los cuales está escrito en el libro de los reyes que: el tiempo en el cual suelen los reyes hacer la guerra.11

5. Los días intercalares son cinco, que según los egipcios subsisten a los doce meses, comenzando por el día noveno de las Kalendas de Septiembre y terminan en el quinto de las Kalendas de los recuerdos.12 Los días epactas o intercalares son once que por los años singulares se acrecientan según el curso lunar. Pues mientras en un año 12 lunas suman 374 días, restan en el curso del año 11 días salares, a los que los Egipcios llamaron epactas, por aquello que para hallar la luna por todo el año los añadieron.13 Los días solsticiales son aquellos en los que el sol permanece creciendo en el espacio de los días o de las noches.14 Los días equinocciales son los días en los que el día y la noche se desarrollan en espacios iguales de horas.15

Capítulo II

De la noche

1. No es la ausencia de sol ya que nuevamente del ocaso a la salida adviene. La sombra de las tierras16 hace la noche que creamos se da para el descanso del cuerpo, no para el oficio de algunas obras.17 En dos maneras se toma en la Escritura la noche, ya como la presencia de la tribulación, ya como la obscuridad del corazón ciego. La noche se dice a nocendo, ello es, de perjudicar, pues daña los ojos.

2. Las partes de la noche son siete:18 crepúsculo, véspero, conticinio, obscuridad, galicinio o alba, crepúsculo y mañana. El crepúsculo se dice como creperum o duda porque decimos hesitación entre la luz y las tinieblas. Véspero o tarde como estrella del oriente, pues este es su nombre.

3. Conticinio porque todos callan, ya que guardar silencio (contiscere) es callar. Intempesta, ello es, inoportuna, cuando nada puede hacerse y todo reposa. Galicinio se dice pues el gallo que anuncia la luz. Crepúsculo matutino como si se dijera retirada de la noche que se llama llegada.

Capítulo III

De la semana

1. La semana, en griegos y romanos, se desenvuelve en el curso de siete días. En los hebreos, son siete años. Lo declara Daniel de las setenta semanas. Consta de siete ferias. Feria se dice a fando, es decir, que puede ser dicho, como fari, decir, pues en la creación del mundo para cada día dijo Dios fiat, hágase. Se tiene que el día sábado es el inicio de las ferias. De ahí que el día del Sol se llame la primera feria pues es el primer día de las ferias. El día de la Luna es el segundo día porque es el segundo día de las ferias, es decir, del sábado, que es feriado. Así los demás días asumieron el nombre de tal número.

2. Según los Romanos estos días tomaron su nombre de los planetas, es decir, de las estrellas errantes El primer día lo llamaron del sol, que es el príncipe de todas las estrellas como el mismo día es la cabeza de todos los días. El segundo de la luna que en esplendor y magnitud está próximo al sol19 y de él cambia la luz. El tercero de la estrella Marte que es llamada Pyrois, es decir, de uno de los caballos del sol. El cuarto de la estrella Mercurio a la que llaman cierto brillante blanco círculo. El quinto de la estrella Júpiter que llaman Phaethonta, es decir, Faetonte, hijo del sol y de Cimene. El sexto de la estrella Venus a la que llamaron Lucero porque brilla más que todos los astros. El séptimo de la estrella Saturno, localizada en el séptimo cielo que hace su curso en treinta años.

3. Los gentiles de estas siete estrellas dieron los nombres a los días significando con ello que algo hacían para sí, al decir que tenían el espíritu del sol, de la luna el cuerpo, de Mercurio la lengua y la sabiduría, de Venus la voluptuosidad, de marte el fervor, de Júpiter la temperancia, de Saturno la lentitud. Tal es la estulticia de los gentiles que fingieron para sí tales ridículas representaciones.

Capítulo IV

De los meses

1. El mes es el circuito de la luz solar y su repetición o el curso de lo nuevo a lo nuevo. De cuya figura en sumo grado se entiende el curso de esta vida que en sus aumentos opera como el mes 8 y se acaba con certeras disminuciones. Los antiguos definieron el mes como todo el tiempo que la luna extiende el círculo Zodiacal.

2. Los gentiles impusieron los nombres a sus meses, ya de sus dioses, ya de las causas, ya del número. Comenzaron por Marzo y mantuvieron el orden del mismo del año que comienza; este Marzo lo llamaron así en honor de Rómulo porque lo creyeron ser hijo de Marte. Abril, de ningún nombre de sus dioses, sino de la cosa propia lo nombraron, como si dijeran Aperilem, que abre, porque entonces se abre en flor la mayor parte de los brotes.20

3. Mayo estimaron los mayores llamarlo así por Maya, madre de Mercurio. Junio se llama de este modo por Juno, hermana o cónyuge de Júpiter. Otros dijeron llamarse así pues de la misma manera que Mayo viene de los mayores, Junio deriva de los jóvenes. Julio de Julio César. Agosto recibe su nombre de Octavio Augusto, pues antes los llamaban Julio Quintilis y Augusto Sextilis, es decir, Julio quinto y Agosto sexto. Pero ahora son denominados por los Césares Julio y Augusto.

4. Septiembre toma su nombre en cuanto es el séptimo mes a partir de Marzo, inicio de la primavera. De la misma manera recibieron su nombre Octubre, Noviembre y Diciembre, meses caracterizados por las lluvias y la primavera. Enero por el nombre de Jano fue llamado así, pero también porque es la puerta o inicio del año. Febrero lo llamaron de esta manera por las fiestas Februales sagradas de las Lupercalia. Por lo tanto, según los antiguos Latinos diez meses constituían el año. Los Romanos añadieron Enero y Numa Pompilio agregó Febrero, distinguiendo doce meses en el año.

5. Muchos aseveran que Anco rey de los Sabinos fue el primero en dividir el año en meses, Idus y Kalendas e instituyó los días intercalares. En los códices de las Sagradas Escritura se muestra también que antes del diluvio el año fue dividido en doce meses. Así se lee: el agua disminuyó hasta el undécimo mes. En el undécimo mes, el primer día del mes, aparecieron las cimas de los montes.21 De esta manera se enumeraron los meses como ahora. Pero no desde las Kalendas, sino con el comienzo y el fin de la luna.

6. Kalendas se dice de a colendo, cultivar, pues entre los antiguos siempre se cultivaba al principio de los meses. Idus se dice a diebus, de los días o ab idulio, en relación con los Idus. Nonas se dice a nundinis, que ocurre cada nueve días. Los meses en su totalidad, entre los Latinos, de las Kalendas toman su principio. Entre los Hebreos, de la vuelta de la luna que nace.

7. En los Egipcios, el inicio de los meses es cuatro o cinco días antes de las Kalendas, según lo que expone el esquema que sigue:

De ahí se vuelve al cuarto día de las Kalendas de Septiembre; por tal razón se completan los 375 días de los doce meses de los Egipcios. Se agregan cinco días que son llamados epagoménos o intercalares o añadidos. De los que se recuerda en el cuadro superior.

Capítulo V

De la armonía de los meses

1. Enero con Diciembre se dan la mano en la medida de las horas. Febrero con Noviembre consumen un espacio igual. Marzo y Octubre coinciden. Abril iguala a Septiembre. Mayo y Agosto concuerdan. Junio es igual a Julio.

Capítulo VI

De los años

1. El año es el circuito del sol y la vuelta por doce meses.22 De ahí que figuradamente el nombre signifique todo el tiempo de esta vida, como dice Isaías: predicar el año aceptable del Señor.23 Porque no fue aquel en que el Señor predicó sino todo el tiempo, como dice el Apóstol: he aquí entonces el tiempo propicio.24 Al fin de este año añadió el día del juicio: predicar el año del Señor y el día de la retribución.25

2. Año, muchos dicen que deriva de anun, es decir, de círculo. De donde viene annuli, anillos, en diminutivo. El principio del año 11 algunos anotan que procede de bruma, el solsticio de invierno en que los días son más cortos y breves, como los pueblos Romanos. Otros, del equinoccio de primavera, como los Hebreos. Algunos, del solsticio, como los Griegos. Ciertos pueblos, como los Egipcios, del otoño. Los sabios pensaron que el año en parte es civil, en parte natural, en parte grande. El año civil es el que por la vuelta del único astro, se acaba en doce meses.

3. El año natural se da cuando la luna se superpone al sol, de modo que entre la órbita del sol y nuestros ojos se hace un intermedio y se produce en todo el sol tinieblas, lo que se llama eclipse; cuya razón largo tiempo fue oscura hasta que cierto filósofo milesio la aclaró.26 El gran año ocurre cuando todas las estrellas, en ciertos tiempos y con medidas completas, regresan 12 a su lugar y ordenamiento. Este año, según los antiguos, termina y se cumple en el sexcentésimo año.27

4. El año solsticial sucede cuando por todos los signos completa el sol su órbita, de donde asume recorrer el inicio de su curso.28 Es el mismo año solar o civil que se desarrolla en 375 días. El año lunar común es el que, cumplidos sus doce meses lunares, desemboca en 374 días. El año intercalar se desenvuelve en 13 lunas y consta de 384 días, en el que, por ser el año más largo, hay que postergar la Pascua. El año bis sestil proviene de un único día que por un cuatrienio de cuadrantes se deduce su duración. El año jubilar es el de la redención, que por siete semanas de años se teje en 49 años, en el que según la ley suenan las trompetas y a todos se les devuelven sus antiguas posesiones.29

5. Las Olimpíadas, entre los Griegos, constituyen el año cuarto, por los combates en Olimpo, de donde viene la costumbre de contar cada cuatro años los años. De ahí que surja el fin del tiempo del combate a causa del curso del sol cuatrienal y porque en cada año individual se consumían tres horas para completar en un día el cuatrienio. En este tiempo se enviaban circos a anunciar a las ciudades, no sólo por todas partes sino a todos los géneros, de toda edad y sexo.30

6. Entre los Romanos es el lapso de un quinquenio. Es llamado lustro porque el censo se hacía en la república por el quinquenio. Luego, hechos el censo y el sacrificio, la ciudad de Roma se purificaba. Los ciclos de quince años fueron invento de los Romanos, que por los años individuales arribaban al décimo quinto, volviendo de nuevo al principio del primer año.

7. La era fue implantada desde tiempos de César Augusto. Se llama la era porque se proclamaba que el tributo del orbe retornaba al pueblo romano. La era se daba desde el día de las Kalendas de Enero. Cuando el año era bisiesto se declaraba, con base en el curso de la luna, el que iniciaba el día sexto de las Kalendas de Marzo hasta el día anterior a las Kalendas. Entre los Egipcios, el año comenzaba sin el bisiesto el cuarto día de las Kalendas de Septiembre; con el bisiesto, iniciaba el día tercero de las Kalendas ya mencionadas.

Capítulo VII

De los tiempos

1. Como dice Ambrosio, los tiempos son las sucesiones de los cambios, en las cuales el sol en la dimensión certera de su curso, distingue en su difundida variedad el disco del sol. Los tiempos, no obstante, son los movimientos de las estrellas. De ahí que al instituirlas, Dios dijo: y que sean los signos, de tiempos, días y años.31 Es decir, en algún movimiento móvil, del cual uno es primero, otro posterior, por lo que no pueden existir simultáneamente. Entre los Hebreos, el tiempo es el año completo, como lo afirma Daniel: por un tiempo y tiempos y medio tiempo.32 Por un tiempo se significa un año, por tiempos, dos años y por medio tiempo, seis meses.

2. Entre los latinos, los tiempos son cuatro en un único año: invierno, primavera, verano y otoño. El invierno acaece cuando el sol mora en las regiones del meridiano, el sol se ausenta más largamente, la tierra se congela y se comprime y los espacios de la noche son más alargados que los del día. Todo ello se traduce en el nacimiento de vientos invernales y demasiada nieve y lluvias. La primavera se da cuando el sol, desciendo de las regiones meridionales, vuelve sobre la tierra y se igualan las noches y los días, se reduce la temperie del aire, se favorece todo, de modo que se repiten los partos, germina la tierra, las semillas sembradas resurgen en los surcos y todos los géneros que en las tierras y en las aguas se dan con una sucesión de frutos se prolijan.

3. El verano acaece cuando el sol se erige sobre el septentrión, produce los espacios diurnos y reduce y restringe las noches. De modo que el uso asiduo y mayor del aire une y mezcla, por lo que el mismo aire más ampliamente se evapora y desecado en el humor tierra deviene polvo y hace que las semillas crezcan y se recogen a madurar los jugos verdes y los frutos de las selvas. Entonces porque el sol estival enardece de ardores y hace sombras menores en el meridiano y de desde lo alto ilumina este lugar. El otoño viene cuando nuevamente el sol desciende de lo alto del cielo, rompe la magnitud de los calores y paulatinamente relajado y desaparecido el calor, viene la temperie, con la consiguiente tempestad de los vientos y el torbellino de las tormentas y la fuerza de los rayos y truenos sonantes.

4. Dado que se dan vicisitudes en ciertas distinciones según la exposición hecha anteriormente, ahora cualitativamente ordenamos los mismos tiempos en círculos naturales ligados mutuamente. La primavera consta del humor fuego; el verano, de fuego y sequedad; el otoño, de sequedad y frío; el invierno, de frío. De modo que se dice que de acuerdo con los tiempos se dan los movimientos de los temperamentos. De ahí este esquema:

Mundus: mundo

Annus: Año

Oriens: Oriente

Septentr.: Septentrión

Occidens: Occidente

Meridies: Meridión

Ver: Primavera

Hiems: Invierno

Autunus: Otoño

Aestas: Verano

Humidum: Húmedo

Calidum: Cálido

Calida: Cálida

Sicca: Seca

Siccus: Seco

Frigidus: Frío

Frigida: Fría

Humida: Húmeda

Humidum: Húmedo

Frigidus: Frío

Frigida: Fría

5. Los principios de estos tiempos son los siguientes: la primavera comienza el día octavo de las Kalendas de Marzo, durando 91 días. El verano se inicia el día noveno de las Kalendas de Junio con 91 días de duración. El otoño toma principio el día décimo de las Kalendas de Septiembre, con una duración de 93 días. El invierno principia el séptimo día de las Kalendas de Diciembre, durando 90 días. De ahí los 375 días del año. Estas son las diferencias naturales de los tiempos.

6. Alegóricamente, el tiempo invernal simboliza la tribulación pues es el tiempo de las tempestades y torbellinos de los siglos. El verano remite a la persecución de la fe cuando la doctrina se seca en la aridez de la perfidia. La primavera es la novedad de la fe o la paz, cuando después de la tribulación del invierno, vuelve la tranquilidad a la Iglesia, cuando por la novedad del mes, se celebra la pascua del cordero, cuando la tierra se llena de flores pues la Iglesia se decora con las asambleas de los santos.

7. Así, el año se explica por el ámbito del sol y de los meses. Los tiempos de los cambios se dan por las sucesiones. Por el incremento del mes lunar viene la vejez. La semana se termina por los siete días. El día y la noche significan las sucesiones alternas de las luces y las sombras recurrentes. La hora se completa por los movimientos y los momentos.

Capítulo VIII

Del solsticio y del equinoccio

1. Dos son los solsticios: el primero es el invernal en el octavo día de las Kalendas de Enero, en el que el sol permanece y crecen los días. El otro es el de verano, en el octavo día de las kalendas de Julio, el sol se mantiene y crecen las noches. Contrarios a estos hay dos equinoccios: uno primaveral, en el octavo día de las Kalendas de Abril, en el que crecen los días; el otro es el otoñal, en el octavo día de las kalendas de Octubre donde los días disminuyen.

2. El solsticio se dice, como si se dijera parada del sol; el equinoccio porque entonces el día y la noche se dan la mano en una equidad de doce horas en sus espacios coiguales. El solsticio estival se llama así pues es como una antorcha, ya que en este día la lámpara del sol toma la mayor claridad e infunde calor en demasía a la llegada del verano.

Capítulo IX

Sobre el mundo

1. El mundo es la totalidad integral, que consta de cielo y tierra. Del cual dice el apóstol Pablo: pasa, pues, la figura de este mundo.33 Místicamente hablando, el mundo es el hombre, porque como aquel está constituido por los cuatro elementos, de modo que consta de cuatro humores mezclados en un temperamento.34

2. Así, los antiguos constituyeron al hombre en comunión con la disposición del mundo. Ciertamente, en griego kósmos significa mundo y el hombre es llamado mikrócosmos, es decir, un mundo menor. Algunas veces en la Escritura, por mundo se significa a los pecadores, de los que está escrito: y el mundo no lo conoció.35

3. La formación del mundo se demuestra del siguiente modo: el mundo es levantado en la región septentrional y luego se inclina hacia la austral. Su cabeza y casi su rostro es la región oriental, y su última parte es la septentrional. Pues las partes del mundo son cuatro: la primera es el oriente; la segunda, la meridional; la tercera, el occidente. La última y la extrema es la septentrional.36 De ahí las palabras de Lucano: así yace la parte inferior del mundo, que zona nivosa y perpetuos inviernos oprimen.37

Capítulo X

De los cinco círculos

1. En la definición del mundo dicen los filósofos que existen cinco círculos, a los que los griegos llaman zonas, en los que se divide el orbe de la tierra.38 A las que Virgilio, en las Geórgicas, muestra, diciendo: cinco zonas ocupan el cielo.39 Sin embargo, pintémoslas al modo de nuestra mano derecha: el pulgar es el círculo Ártico, inhabitable a causa del frío; el segundo dedo es el círculo estival, habitable en cuanto temperado; el dedo medio es el círculo equinoccial, tórrido e inhabitable; el cuarto dedo es el círculo invernal, temperado y habitable; el quinto dedo es el círculo Antártico, frío e inhabitable.

2. El primero de estos es el septentrional; el segundo, el solsticial; el tercero, el equinoccial; el cuarto, el invernal; el quinto, el austral. De los que habla Varrón comentando: la esfera celeste está ceñida por cinco zonas, los inviernos devastan las más bajas, los calores las de la mitad, entre los dos extremos y la zona central son habitadas las tierras, que nunca el ardor del sol podrá consumir con su llama poderosa.

La figura siguiente distingue estos círculos:

Primer círculo: el ártico, frío e inhabitable.

Segundo círculo: el estival, temperado y habitable.

Tercer círculo: el equinoccial, tórrido e inhabitable.

Cuarto círculo: el invernal, temperado y habitable.

Quinto círculo: el antárquico, frío e inhabitable.

3. El equinoccial es inhabitable, pues el sol, al correr en el medio del cielo, esparce demasiado calor en estos lugares, de modo que los frutos no nacen porque la tierra está demasiado abrasada y los hombres por el ardiente calor no los pueden habitar. Al contrario, los círculos septentrional y austral entre sí unidos no son habitables, pues el curso del sol en forma amplia se aleja de ellos y en forma exhaustiva el rigor del cielo y de los vientos con vientos gélidos los vuelve desolados.

4. El círculo solsticial que está colocado entre el septentrional y estival y este, puesto en el Occidente, entre el estival y austral, son habitables y temperados, porque cuentan, uno con el rigor frío y el otro con el calor. Virgilio habla de ellos en estos términos: entre estas zonas extremas y la del medio otras dos fueron concedidas a los débiles mortales como un don de los dioses.40

5. Los que están cercanos al círculo estival son los Etíopes, quemados por el arrasador calor.

Capítulo 11

De las partes del mundo

Las partes del mundo son cuatro: fuego, aire, agua, tierra. De las cuales, esta es su naturaleza: el fuego es tenue, sutil y móvil; el aire, móvil, sutil y pesado; el agua, pesada, obtusa y móvil; la tierra, pesada, obtusa, inmóvil. La tierra pesada, obtusa e inmóvil se liga con el agua por su pesadez y obtusidad; el agua con el aire por su pesadez y movilidad; el aire con el fuego por ser agudos y móviles. La tierra y el fuego se separan, pero se conjuntan por sus dos elementos medios, agua y aire. Así, para que se entienda plenamente lo dicho, la siguiente figura lo expresa con claridad:

Esta figura es un sólido según la geometría.

El fuego es tenue, agudo y móvil.

El aire es móvil, agudo y espeso.

La tierra es espesa, redonda e inmóvil.

El agua es espesa, redonda y móvil.

2. San Ambrosio,41 por lo demás, distingue los mismos elementos por las cualidades que mutuamente se mezclan en cierta comunión de naturaleza, con estas palabras: la tierra es seca y fría; el agua, fría y húmeda; el aire, cálido y húmedo; el fuego, cálido y seco. Por estas cualidades intermezcables se entrecruzan todas las cosas. Pues la tierra siendo seca y fría se une con el agua por compartir la cualidad de fría. Asimismo, el agua con el aire por el humor, pues el aire es húmedo. El agua por los dos brazos del frío y del humor se une con la tierra y con el aire, ya que la tierra es fría y el aire, húmedo.

También el aire, en medio de dos elementos en lucha por la naturaleza, ello es, entre el agua y el fuego. Con ambos se reconcilia por el humor del agua y el calor del fuego. El fuego, como es cálido y seco se une por el calor al aire y por la sequedad se asocia con la tierra. De modo que por este circuito convienen comparable a la concordia de un coro. De donde los Griegos dicen stoicheia, a lo que los Latinos llaman elementos, por lo que convienen y se unen. La siguiente figura circular describe esta diversa comunión de estos elementos:42

El mundo:

Seco y cálido: el fuego.

Cálido y húmedo: el aire.

Húmeda y fría: la tierra.

Fría y seca: la tierra.

Que, a nivel del mundo, se asemejan respectivamente al verano, la primavera, el invierno y el otoño. Y a nivel del hombre con los humores: bilis amarilla o cólera, sangre, flema y bilis negra o melancolía.

Capítulo XII

Del cielo

1. El cielo, en sentido espiritual, es la Iglesia que en la noche de esta vida brilla con las virtudes de los santos como en la claridad de las estrellas. En plural, entendemos por el nombre de cielo, todos los santos y ángeles. También entendemos por cielos los profetas y apóstoles, de los cuales está escrito: los cielos narran la gloria de Dios:43 porque ellos anunciaron al mundo el advenimiento y la muerte así como la resurrección y la gloria de Cristo.

2. Del nombre de cielo acota san Ambrosio en los libros que escribió de la creación del mundo: cielo se dice en griego con la palabra ouranós; entre los latinos se traduce por cielo (caelum) porque al tener las luces impresas de las estrellas como signos esculpidos, como si se dijera cincelado (caelatum), es como la plata que refulge con signos eminentes y es, por lo mismo, llamada cincelada (caelatum).44 Es tal la naturaleza sutil del cielo que la Escritura también lo demuestra cuando dice: afirmó el firmamento como el humo.45

3. Sus partes son: el vacío del cielo, el eje, el clima, los puntos cardinales, la bóveda celeste, los polos, los hemisferios.

El vacío es aquel en el que el cielo se contiene. De ahí lo de Ennio: apenas el vacío del cielo se llena con los terrores celestes.46 El eje es una línea recta que se extiende por el medio del globo terráqueo. El clima es una región cardinal o parte del cielo como la región oriental y la región meridional. Los puntos cardinales son las partes extremas del eje. La bóveda celeste es el extremo del cielo. Los polos, las partes extremas terminadas en punta de los círculos celestes en los que se apoya la esfera; de estos, uno es el polo boreal que mira hacia el Aquilón; el otro, el austral colocado en la parte opuesta de la tierra. Los hemisferios son dos, de los cuales, uno está sobre la tierra y el otro, debajo de la tierra.

4. Los sabios piensan que el cielo gira del oriente al occidente en un día y una noche. Dijeron que es redondo, voluble o circular y ardiente. Descubrieron que su esfera está sobre las aguas para que gire sobre ellas y de este modo tempere su calor. Afirman que la esfera no tiene principio ni fin. De ahí su redondez como un círculo, por lo que es muy difícil determinar donde comienza y donde termina. De tal manera que en forma igual está concentrada y mira de modo similar todo hasta el punto que se halla equidistante en todos sus puntos del centro de la tierra. Por esta misma igualdad es estable, sin inclinarse hacia ninguna parte y en ningún soporte se apoya.

5. Dando muchos argumentos sobre la perfección de esta esfera o círculo, Platón insinúa razonablemente la necesidad de un Fabricador de la obra del mundo.47 Primero, porque el zodíaco guiado por los cinco ángulos de sus líneas consta de una sola línea; segundo, porque no tiene principio ni fin; tercero, porque se hace a partir de un punto, lo que deriva en que posee el movimiento por sí. De ahí que carezca de algún indicio de ángulos y que incluya en sí todas las figuras de las estrellas y que tenga un movimiento inerrable, si bien hay seis movimientos que pueden errar: adelante, atrás, a derecha, a izquierda, arriba y abajo. Finalmente, porque se realiza necesariamente que esta línea no pueda ser conducida más allá del círculo.

6. Como dijimos, dos son los polos sobre los que el cielo gira. El Boreal llamado Aquilón. Aquí se hallan Las Arcti u Osas, es decir, las septentriones, que siempre nos aparecen. Su contrario es Notius, que se llama austral. Este es disimulado, como dice Cicerón, por la tierra y en griego se dice aphanés, es decir, el invisible. Es tanta la celeridad del polo que si los astros no corrieran en sentido inverso de su curso precipitado, sería la ruina del mundo. Es tanta su volubilidad precipitada que el curso de los astros la atempera. De ahí los versos de Lucano: los astros moderan solos la fuga del Olimpo y al gravitar en sentido inverso resisten la potencia del polo por la ley data al mundo.48

Capítulo XIII

De los siete planetas celestes y sus revoluciones.

San Ambrosio, en su libro Hexamerón, se expresa así: leemos en David: alabadlo cielos de los cielos. Si es uno o muchos, se discute, pues algunos afirman que son muchos; otros, más allá de uno, lo niegan. Los filósofos dicen que hay siete cielos o planetas con un movimiento armonioso. Piensan que a sus órbitas está ligado todo y que ligados y conexos giran hacia atrás y en movimiento contrario a los demás.49 En los libros eclesiásticos se lee los cielos de los cielos y el apóstol Pablo fue raptado hasta el tercer cielo. Pero, de su número no presuma nada para sí la temeridad humana. Dios no los hizo informes ni confusos, sino con cierta razón en su orden los distinguió. Pues el cielo del círculo superior tiene su término bien fijado y en espacios iguales muestra o extiende su centro y en ello constituye las virtudes de las creaturas espirituales. El artesano del mundo, Dios, dotó su naturaleza de aguas temperadas para que no se diera una conflagración del fuego superior hacia los elementos inferiores. Luego, solidificó el círculo del cielo inferior no con movimiento uniforme sino múltiple, llamándolo firmamento para que sustentase las aguas superiores.

Capítulo XIV

De las aguas que están sobre los cielos.

Esta es la sentencia de Ambrosio: los sabios de este mundo argumentan que las aguas sobre los cielos no pueden existir. Agregan también que dado que el orbe del cielo es redondo, voluble y ardiente, en este circuito voluble no puede de ningún modo haber aguas. Pues es necesario que resbalen y se deslicen cuando el orbe se inclina de lo superior a lo inferior y por ello de ningún modo pueden permanecer dichas aguas, ya que el eje del cielo con su movimiento rápido, al inclinarse, las derramaría al girar.

Sin embargo, que estos sabios dejen de decir insensateces y reconozcan confundidos que el que ha creado todo de la nada pudo establecer en el cielo aquella naturaleza de las aguas con solidez glacial. ¿Pues cuando ellos dicen que el orbe refulgente de las estrellas ardientes gira, acaso la divina Providencia no cuidó necesariamente que entre el orbe interior y el orbe superior del cielo las aguas se desbordaran y temperasen los incendios del eje hirviente?50

Capítulo XV

De la naturaleza del sol.

1. Estas son las palabras de Ambrosio en el libro Hexamerón: los filósofos niegan que el sol sea de naturaleza cálida porque es blanco, no rojo y rutilante bajo la forma del fuego y por ello no es de naturaleza ígnea. Si tuviera calor, ello acaece por el exceso en el movimiento de su rotación. Por lo que piensan que nada del humor calor consume porque este que es el humor, o disminuye o se agota mucho, no teniéndolo como natural. Pero nada hacen al proponer esta solución pues no interesa si el calor que tiene por naturaleza surja de la pasión o de otra causa.51

2. Nosotros creemos que el sol tiene la virtud de iluminar y de vaporizar. Por lo tanto, es ígneo. El fuego, por lo mismo, ilumina y quema.52 Algunos afirman que el fuego del sol se nutre del agua y de este elemento contrario recibe la fuerza de la luz y del vapor. Por ello, vemos frecuentemente el sol húmedo y expandiendo el rocío. En lo que hay un indicio evidente que el elemento acuoso es tomado para temperarlo.53

3. Este en lo que pertenece a su naturaleza. Pero, desde el sentido espiritual, el sol es Cristo, como está escrito en Malaquías: pues a vosotros creyentes se os levantará el sol de justicia y la salvación en sus alas.54 Con mérito, Cristo es llamado sol pues su salida es hecha pedazos según la carne y según el espíritu de su ocaso surge de nuevo. Asimismo, el sol ilumina y quema y en tiempos sombríos calienta a los sanos y enciende con la fragancia del doble calor a los enfermos. También Cristo ilumina a los creyentes con el espíritu vivificante y a los que lo niegan quemará con el ardor del fuego eterno.

Capítulo XVI

De la extensión del sol y de la luna

1. De nuevo, en la misma obra, el citado Doctor así se expresa: el radio del sol a ninguno está más cercano, de ninguno está más lejos. De modo semejante, el globo de la luna es igual para todos. El sol es semejante para los de la India que para los de Bretaña. En el mismo momento se ve para ambos cuando sale; no cuando se inclina hacia el Ocaso en que aparece menor para los orientales; ni para los occidentales cuando sale se contempla inferior que para los orientales. Cuanto dista el oriente del ocaso así dista mutuamente. Pero el sol de ninguno dista, a ninguno está más presente y a ninguno más remoto.55

2. Y continúa el santo: que ninguno se perturbe si ve el sol cuando sale del tamaño de un codo de altura. Es conveniente considerar el espacio que hay entre el sol y la tierra que apenas es oportuno darse cuenta que su apariencia se debe a nuestra debilidad en el ojo y a cierta indisposición para ver su tamaño.56 Los sabios explican que el sol es más grande que la tierra.

3. Dicen que la luna es menor que el sol; todo lo que es cercano a nosotros parece mayor y lo que se aleja hace languidecer la visión. Vemos que la luna está más cerca de nosotros y que en su apariencia no es mayor que el sol. Por lo mismo, como el sol es mucho mayor que la luna, él nos parece más grande. Si se aproxima más cerca de nosotros, mucho más grande nos parece.

Capítulo XVII

Del curso del sol

1. Los antiguos, Arato e Higinio, afirman que el sol se mueve por sí mismo, de modo que no permanece con el mundo girando en un lugar. Pues si se mantuviese fijo fuese necesario que en el mismo lugar en que se oculta y surge en el cual la víspera salió, se asemejase a las demás estrellas que se elevan y se ocultan. Por lo demás, si fuera así, la consecuencia era que los días y las noches fuesen iguales y que el espacioso día hodierno fuese tan largo como el que viene.

2. También la noche por semejante razón siempre permaneciese igual, pero porque vemos que los días no son iguales y vemos que el sol en otro lugar mañana se oculta y al día siguiente lo mismo, piensan los filósofos que él de ninguna manera con el mundo fijo gira sino que él por sí se mueve. Cuando, después que la rueda ardiente se hunde en el Océano, por vías desconocidas regresa para nosotros al lugar de donde salió y completado el círculo de la noche, de nuevo irrumpe rápido a su lugar. Y por una línea oblicua e incurvada se encamina por el Austro hacia el Bóreas y así retorna al Oriente. En la época invernal corre hacia el meridiano. En el verano se halla vecino del septentrión. Pero cuando corre por el Austro se encuentra más vecino de la tierra. Y cuando el septentrión, se levanta más alto.

3. Al cual curso Dios le ha señalado diversas regiones y tiempos, para que no se detenga siempre en los mismos lugares y se consuma por el cotidiano calor. Como dice Clemente, toma diversos cursos, en los que la templanza del aire se dispersa en razón de las estaciones y se conserva el orden de las vicisitudes y cambios.57 Pues cuando el sol sube a las regiones superiores, viene la templanza de la primavera; cundo se halla en lo más alto del cielo se dan los calores del verano; cayendo de nuevo, se da el equilibrio del otoño; cuando retorna a los lugares inferiores aparece el rigor glacial del cielo y nos entrega el frío invernal.

4. Por la misma razón se suceden las horas. Cuando asciende aparece el día; cuando se oculta, la noche. Lo mismo ocurre con la numeración de los meses y años; con las vicisitudes de las estaciones y cuando es un moderador bueno, se engendran las vicisitudes moderadas de las estaciones. Cuando, según la voluntad de Dios, se da una corrección de los mortales, se enciende el aire y quema vehemente el mundo con sus llamas y al perturbarse el aire, vienen las plagas de los hombres y se genera la corrupción de las tierras, la peste de los animales y las epidemias para los mortales por todo el año. 5. Si el sol surge por el Austro, ello es, por el meridiano, tiene su viaje y recorrida la parte austral va en forma invisible retornando a su lugar de partida, ciertamente es que este mundo está hecho a imagen de la Iglesia en que nuestro Señor Jesucristo, sol eterno, recorre su parte por lo que es llamado Meridiano. No es llamado Aquilón, la región del adversario, hasta que venga el juicio final y nos diga: la luz de la Justicia no brilló para nosotros, y el Sol no salió para nosotros.58 Pero, a los que temen al Señor, el Sol de Justicia surge y la salvación está en sus alas, como está escrito.59 En contrapartida, para los malos, en pleno mediodía está la noche, tal como se lee: mientras esperan la luz, las tinieblas se hicieron para ellos; en tanto atienden el fulgor, anduvieron en una noche oscura.60

Capítulo XVIII

De la luz de la luna

1. Afirma san Agustín en la exposición del Salmo diez: se indaga de donde tenga la luz la luna. Se registran dos tesis, pero cuál de ellas sea la verdadera, hay dudas de que alguno pueda saberlo.61 Algunos dicen que tiene luz propia al ser una parte de su globo luminosa, otra oscura y mientras se mueve en su círculo, la parte luminosa paulatinamente se vuelve hacia la tierra, de modo que pueda ser vista por nosotros y por lo mismo brilla con una luz en forma de cuerno.

2. Pues si modelas una pelota, en media parte blanca y en la otra oscura, entonces esta parte oscura, si la tienes ante tus ojos, nada blanco verás. Cuando comienzas paulatinamente a volver hacia tus ojos la parte blanca, verás primero el cuerno lleno de blancura. Luego crecerá lentamente hasta que la parte blanca se halle ante tus ojos y nada verás oscuro de la otra parte.

Pero, si paulatinamente la giras, comienza la oscuridad a aparecer y la blancura disminuye, hasta que nuevamente vuelvas al cuerno. Así, toda la blancura se aleja de los ojos y solo puede verse nuevamente la parte oscura. De modo, dicen, que lo que pasa es que la luz de la luna crece hasta el décimo quinto día y nuevamente disminuye hasta el trigésimo día y retorna al cuerno hasta que nada de luz en ella aparezca.

3. Por el contrario, otros opinan que la luna no brilla con luz propia sino que recibe la luz del sol. El sol se encuentra en un lugar superior a ella. De ahí que brille en su parte superior cuando se halla bajo el sol. En su inferior, cuando vuelve hacia la tierra, está oscura. Pero, cuando comienza a alejarse del sol, se ilumina por aquella parte que mira hacia la tierra, comenzando con los cuernos. Así, paulatinamente, alejándose más largamente del sol, la parte inferior se ilumina, hasta que la luna alcance su décimo quinta día. Después de la mitad del mes, cuando comienza por un semicírculo a acercarse al sol, cuanto más brilla en su parte superior, tanto más de esta parte que mira hacia la tierra, no puede recibir los rayos del sol y, por lo mismo, parece decrecer.

4. Lo cual es evidente para cualquiera que conozca que la luna no aumenta a nuestros ojos sino alejándose del sol. Y disminuye cuando se acerca al sol por la otra parte. Por ello, recibe la luz y cuando está bajo el sol, siempre la luz es exigua. Cuando más lejos se retira, se hace amplia y plena en su ámbito. Si la luna tuviera luz propia, sería necesario que permaneciera siempre igual y no comenzase a disminuir el día treinta. Y si tuviera luz propia, nunca se daría un eclipse.

5. Por lo demás, místicamente hablando, la luna tiene la forma de este mundo, porque como ésta completando cada mes su ciclo para entrar en decadencia, así el mundo al correr hacia la conflación de los tiempos cae en los defectos de cada día. Asimismo, la luna en sus elementos y en la variedad de sus fases desaparece para crecer y crece para desaparecer, así el cambio del astro con sus alternados turnos nos enseña que los hombres nacen para morir y mueren para nacer. Cuando ella envejece, además, muestra la muerte de los cuerpos; cuando aumenta, indica la eternidad de las almas.

6. Algunas veces la luna representa a la Iglesia, porque como ella es iluminada por el sol, del mismo modo la Iglesia es iluminada por Cristo. Y como la luna crece y decrece, así la Iglesia tiene sus caídas y sus nacimientos. Además, con sus defectos crece y merece ampliarse por ellos, pues mientras disminuye con las persecuciones es coronada por el martirio de sus confesores. Por otra parte, la luna abunda en el rocío y es el jefe de las sustancias húmedas, de mismo modo la Iglesia lo hace por el bautismo y las predicaciones. La luna, con sus crecimientos, hace que crezcan todos los frutos62 y disminuyendo, ellos disminuyen, hasta tal punto que la Iglesia con su crecimiento nos hace crecer a todos. Cuando padece persecución disminuye y nosotros con ella padecemos y disminuimos.

7. Así como la luna tiene siete formas, la Iglesia, en correspondencia, tiene la misma cantidad de gracias según los méritos.

La primera figura de la luna tiene dos cuernos.

La segunda es cortada.63

La tercera es la mitad de la mayor.

La cuarta es llena y plena.

La quinta es nuevamente la mitad de la plena.

La sexta es de nuevo cortada.

La séptima es de dos cuernos, es decir, creciente.

Del mismo modo es la distribución en número de los carismas, que por el Espíritu santo se confieren a toda la Iglesia. La séptima es la mitad, lo mismo que la vigésima segunda; las dos en su orbe son medias. Del mismo modo las restantes son proporcionales.

Capítulo XIX

Del curso de la luna

1. Para algunos, como Higinio, la luna necesariamente se mueve, no es inmóvil, lo cual se entiende más fácilmente que de la luz del sol.64 Como recibe la luz del sol y así nos parece que brilla, no hay duda que se mueve y no permanece quieta. Vecina de la tierra, su órbita es más breve y el viaje que el sol realiza en 365 días, ella lo recorre en treinta días. De ahí que los antiguos hayan puesto los meses en la órbita lunar y los años, en la del sol.

2. De esta forma, la luna al realizar su curso en doce ciclos de treinta días, consuma un año según los Hebreos, agregados algunos días. Entre los Romanos, en el día intercalar del año bisiesto, cada cuatro años, se agrega un día. Así, aumentando y decreciendo, por cierto arte admirable de la Providencia, todo lo que nace se alimenta y crece. Pues los elementos se compadecen con su decrecimiento y en su proceder, los que se vaciaron se acumulan, como el cerebro de los animales marítimos, ya que los erizos de mar y las ostras se hallan más plenos con el crecimiento de la luna.

Capítulo XX

Del eclipse de sol

1. Dicen los sabios que el sol corre más alto y que la luna se halla más próxima a la tierra. Esta, mientras se halla más abajo del signo o de la línea por donde trascurre el sol y se pone delante del sol, hace que las tinieblas cubran todo su disco. Lo que solo sucede en la luna nueva. Pues entonces la luna se encuentra en la misma parte del signo por la que el sol va y, por lo mismo, está más próxima a este y parece que en su oposición oscurezca a nuestros ojos la luz. Como si alguien opone su mano extendida a sus ojos, cuánto más hace ello, menos puede ver; cuánto más lejos la aparta más podrán aparecer ante su vista todas las cosas.

2. Por una razón semejante cuando la luna arriba al lugar o línea del sol, entonces se le ve próxima a él y sus rayos se oscurecen ante nuestros ojos, de manera que la luz no puede ser arrojada. Pero cuando la luna se aleja de este lugar, entonces el sol expulsa su luz y la trasmite a nuestros ojos. Por lo cual la luna se pone delante del sol como la tierra se opone a la luna. Cuando las luces de ambos astros no llegan a la tierra, se dice que se extinguen. Otros afirman que se produce una carencia del sol, si la apertura del aire, por la que el sol difunde sus rayos, se contrae o se obstruye. Es lo que dicen los físicos y sabios del mundo.

3. Nuestros doctores dijeron que místicamente el misterio de este eclipse se completó en Cristo cuando roto en forma insólita el curso del pacto eterno, perturbados los elementos perdieron su orden, este sol verdadero, estremeciéndose por el hecho de una conjuración sacrílega y las tinieblas de los errores metidas en el pueblo judío, paulatinamente se escondió a sí mismo por la muerte y depuesto de la cruz se oscureció en el sepulcro lejos de las miradas, hasta que al tercer día en forma sagrada se presentó a este mundo, es decir, a las naciones, con la potencia de su claridad. Y refulgiendo como el sol en todo su poder iluminó las tinieblas de este siglo oscuro.

Capítulo XXI

Del eclipse de luna

1. La luna no carece de nada, pero se oscurece; ni siente disminución del cuerpo, pero la tierra se coloca delante, la cubre con su sombra y padece una pérdida de luz. Pues los filósofos defienden que no tiene luz propia sino que es iluminada por el sol. Ya que dista del sol una cierta dimensión, puede ser atravesada si algo recto la lanza por el centro de la tierra, de modo que puede acontecer que el sol se halle bajo la tierra y la luna sobre la tierra. Y puesto que hasta el círculo lunar se extienden las sombras de la tierra, de da, por lo mismo, que alguna vez los rayos del sol no lleguen a ella por la interposición de la masa de la tierra o su sombra.

2. Esto lo sufre la luna del décimo quinto día hasta que ella supere el centro y la sombra de la tierra que se pone delante, vea el sol o sea vista por el sol. Se sabe que la luna recibe la luz de los rayos del sol y cuando puesta delante de la tierra no ve el sol, entonces pierde la luz. Pues dicen los estoicos que toda la tierra está encerrada por montañas de las que la sombra se hace y la luna desparece súbitamente. De ahí los versos de Lucano: ya Febo el disco repleto del reflejo de su hermano, palidece súbitamente alcanzado bruscamente por la sombra de la tierra.65

3. Figuradamente por el defecto de la luna se comprenden las persecuciones de la Iglesia cuando la matanza de los mártires y la efusión de la sangre, como en aquella ausencia y oscuridad, parece verse la cruenta cara en la luna, hasta el punto que los débiles se aterran por el nombre de cristiano. Pero como esta después de ocultarse brilla con claridad diáfana, de modo que parece no haber sentido ningún detrimento, así la Iglesia, después por la confesión de los mártires que vertieron su sangre por Cristo, con mayor claridad de la fe refulge y decorada por una luz más insigne se difunde a sí misma más ampliamente en todo el orbe.

Capítulo XXII

Del curso de las estrellas

1. Ciertamente, giran con el universo las estrellas, no el universo que permanece estable mientras giran las estrellas errantes al azar. Excepto aquellas que son llamadas planetas, ello es, vagabundas y errantes, que con movimiento incierto y ordenado giran. Las demás, que son llamadas fijas, en lugares fijos giran con el universo. Los planetas, llamados errantes, discurren por todo el universo con movimiento variado.

2. Las estrellas, en partes diversas, se mueven entre sí.66 Pues unas giran más alto, otras en forma inferior. De donde, aquellas que son más cercanas a la tierra, nos parecen mayores que aquellas que ruedan cerca del cielo. Con la lejanía de lugar, la visión languidece. Acaece entonces, que en un intervalo largo que establece entre sí distancias de los círculos, algunas más aceleradamente, otras más lentamente, al exordio de su curso retornan.

3. Pues se estima que ciertas estrellas salen más aceleradamente y se ocultan más tarde; otras, salen más tarde que las demás y llegan más rápidamente a su ocaso. Otras, salen parejo y no se ocultan simultáneamente. Pero todas a su tiempo a su curso propio regresan. Las estrellas, perturbadas con los rayos del sol, devienen anormales, o retrógradas, o estacionarias, según lo recuerda un poeta al decir: el sol divide el tiempo del siglo, cambia el día en noche, con sus rayos potentes detiene el ir de los astros, y retarda sus cursos errantes tornándolos en estacionarios.67

Capítulo XXIII

De la posición de la siete estrellas errantes

1. En el ámbito de las siete órbitas celestes, la luna se constituye la primera en el círculo de la esfera inferior, de manera que puesta próxima a la tierra, de noche nos exhiba su luz más fácilmente. En el segundo círculo se halla la estrella Mercurio, parejo en velocidad al sol, pero, como afirman los filósofos, con una fuerza contraria. En el tercer círculo se encuentra Lucifer, llamada por los gentiles Venus, porque de las cinco estrellas es la que más luz tiene. Como dijimos, en cierto modo como el sol y la luna, ella hace sombra.

2. En el cuarto círculo se ubica el sol que es más brillante que todas las demás estrellas, y se halla en el centro para conferir la luz tanto a los planetas inferiores como superiores. La razón divina así lo dispuso porque lo que es más brillante que todo debe hallarse en el centro. En el quinto círculo está la estrella Pyrois, a la que llaman Marte. En el sexto nos encontramos con Phaeton, llamada Júpiter. En el cielo superior, en el vértice del mundo, está puesta la estrella de Saturno. Al ocupar el cielo superior es la más sublime de todas; no obstante, su naturaleza es fría, como lo afirma Virgilio: allá donde se retira la estrella fría de Saturno.68

3. Estas estrellas son llamadas errantes no porque ellas anden errantes sino porque nos hacen errantes. En griego, estas estrellas son llamadas planetas. Pues con el sol y la luna todos tenemos conocimiento del orto y el ocaso, por lo mismo que el sol y la luna ruedan con revolución directa. Pero, los planetas retroceden o devienen anómalos, ello es, cuando añaden o quitan fragmentos a su revolución. Así pues, cuando se quitan, se llaman retrógradas; son estacionarias cuando permanecen.

4. Los años de cada estrella son los que se contienen en la esfera que se dibuja en lo que sigue abajo. Realizadas sus revoluciones vuelven a sus mismos signos y partes. Pues la luna hace su revolución en ocho años; mercurio en 23; Lucifer en nueve años; el sol en 19 años; Pyrois o Marte en quince años; Faetón en doce; Saturno en treinta. Estas órbitas y posición de estas estrellas se muestran en la figura siguiente, ruta de los planetas:

Capítulo XXIV

De la luz de las estrellas

1. Afirman que las estrellas no tienen luz propia, sino que son iluminadas por el sol. Ni nunca se alejan del cielo, solo que el sol las oculta. Todas las estrellas se oscurecen con el sol naciente, no caen. Pues mientras el sol envía los signos de su orto, todos los fuegos de las estrellas se desvanecen con el fulgor de su luz. De manera que fuera del fuego del sol ningún esplendor de las estrellas se ve. De ahí que se llame sol porque aparece solo, oscurecidas todas las estrellas. Lo cual del sol nada admirable es, cuando la luna llena fulge toda la noche y los demás astros no brillan. Eso sí se prueba que hay estrellas de día en el cielo por el eclipse de sol, porque cuando el sol es oscurecido por el disco lunar puesto delante, se ven con gran claridad los astros en el cielo.

2. Según el sentido místico, las estrellas no son otra cosa que los santos varones, de los que está dicho: Dios numera la multitud de las estrellas.69 Pues así como todas las estrellas son iluminadas por el sol, así los santos son glorificados por la gloria del reino celeste de Cristo. Y como por el fulgor del sol y la fuerza máxima de su luz se debilitan las estrellas, así todo el esplendor de los santos en comparación con la gloria de Cristo viene oscurecido. Y de la misma forma que las estrellas difieren entre sí en claridad, así la diversidad de los justos se debe a la distinción de sus méritos.

Capítulo XXV

De la caída de las estrellas

1. Falsa y vulgar es la opinión que considera que las estrellas caen de noche. Sabemos que partículas ígneas van por el aire, arrastradas por los vientos imitan la luz de una estrella errante. Pero, las estrellas permanecen inmóviles y fijas en el cielo.

2. El poeta, pues, lo afirma al decir: frecuentemente verás estrellas con el viento amenazante caer del cielo arrojadas, dejando tras de sí en las sombras nocturnas, largas estelas de blanca luz.70

Y de nuevo afirma: caídas del alto aire disperso, las estrellas en su caída dejan surcos, incluidas las estrellas que fijas en el alto polo habitan?71

Pero, estos poetas se adhieren voluntariamente a la opinión del vulgo. Los filósofos, en cambio, a los que incumbe buscar cuidadosamente buscar la naturaleza del mundo, acotan lo que arriba ha sido recordado.

Capítulo XXVI

De los nombres de los astros

1. Se lee en Job en boca del Señor: ¿puedes tú anudar los lazos de las Pléyades o disipar el giro circular de Arturo? ¿Acaso puedes hacer aparecer a Lucifer en su tiempo y a Véspero hacer salir sobre los hijos de la tierra?72 Y nuevamente en otro pasaje: quien hace Arturo, Orión y La Híadas.73 Cuando leemos estos nombres de las estrellas en las Escrituras no mostramos un consentimiento a las vanas extravagancias, que con falsas opiniones han dado nombres a los astros tomados de los vocablos de los hombres o de otras creaturas. Los sabios de los gentiles han nominado las estrellas con nombres, como lo han hecho con los días.

2. Si la Sagrada Escritura utiliza estos nombres, no aprueba las vanas fábulas que se les atribuyen, sino que haciendo de las cosas visibles figuras de las cosas invisibles, usa estos nombres para el conocimiento pues son más ampliamente expandidos, de modo que se conozca lo desconocido y en forma fácil se hagan más conocidos a los sentidos humanos.

3. Arturo es lo que los latinos apelan Septentrión, que brillando en los siete rayos de sus estrellas, rota en su misma revolución. Se le llama Carro (Plaustrum) porque a modo de un vehículo gira elevando tres estrellas hacia el cenit e inclinando cuatro hacia abajo. Colocado en el eje del cielo siempre aparece y nunca se oculta. Cuando la noche acaba, siempre él se vuelve en sí mismo.

4. Por este Arturo o Septentrión se debe entender la Iglesia que brilla en sus siete virtudes. Pues como en el eje del cielo, Arturo siempre se inclina para erigirse de nuevo, así la Iglesia humillada por diversas calamidades, enseguida se levanta por la fe y las virtudes. Y del mismo modo que tres estrellas más cuatro conforman a Arturo, la Iglesia se hace plena por la fe en la Trinidad y las operaciones de las cuatro virtudes principales. Y es que por la fe y sus obras el hombre se justifica.

5. La estrella de Bostes o Boyero es la que sigue a Septentrión o el Carro. Los antiguos la denominaron Arctophylas u Osa Menor. Por lo cual, la apelan también Septentrión. Es la que miran principalmente los que saben navegar. De la que Lucano dice: allí donde el veloz Boyero; que una vez salido, inmediatamente se oculta.74

6. Las Pléyades son una multitud de estrellas a las que también llamamos Racimo por la multiplicidad de estrellas. Se dice que son siete, pero nadie puede observar más de seis. Surgen del oriente y al acercarse la claridad del día el orden de sus estrellas se dispersa. Las Pléyades son llamadas así por su pluralidad porque los griegos apelan a la pluralidad pleióteta.75 Los latinos las han denominado Vergiliae porque tienen su orto en primavera (ver). Ello se predica más que de las demás pues con su salida significan el verano; con su ocaso anuncian el invierno, lo que no es entregado por otros signos.

7. Con estas estrellas, en cuanto son siete y brillan espléndidamente, se simbolizan todos los santos fulgentes con la virtud septiforme del espíritu. Si bien se avecinan sin tocarse muestran los predicadores de Dios, próximos en la caridad y divididos en el tiempo.

8. Orión es una estrella. Se llama Orión por la espada. De donde los latinos la llaman Jugula, es decir, astro degollador. Estrella armada, como se ve, y terrible por la luz de sus estrellas. Es de gran dificultad ignorarla pues incluso por el resplandor de su fulgor atrae los ojos de los inexpertos. Estos Oriones tienen su orto en el tiempo invernal provocando lluvias y tempestades y perturbando las tierras y los mares.

9. Los oriones significan los mártires. Pues así como aquellos nacen en el cielo en tiempo invernal, estos aparecen en la Iglesia en tiempo de las persecuciones. Apareciendo los Oriones, el mar y la tierra son perturbados; cuando los mártires nacen, los corazones de los terrenales e infieles son agitados por la tempestad.

10. Lucifer, estrella brillante, que parece ser la más grande y la más clara de todas. Como el sol y la luna, esta derrama su sombra. Precede al sol naciente y en la mañana anuncia que las tinieblas de la noche dispersa con la luz de su fulgor. Es figura de Cristo que, como Lucifer, manifiesta el misterio de la Encarnación, por el cual la luz de la fe, como el día que he de venir, se hace visible.

11. Lucifer es bipartito: es parte sagrada, como dice el Señor en el Apocalipsis hablando de sí y de la Iglesia: Yo soy el origen y la raíz de David, Estrella espléndida y matutina.76 Y añade: el que vence recibirá la estrella matutina.77 Pero, por otra parte, se identifica a Lucifer con el diablo, de quien está escrito: ¿cómo caíste del cielo, Lucifer, tú que salías por la mañana?78 Y quien fue puesto en el cielo sobre las estrellas de Dios, cayendo del cielo hecho pedazos.

12. Véspero es la estrella occidental que conduce la noche. Sigue al tramonto del sol y precede las tinieblas que resultan. Es figura del Anticristo que como Véspero se alza, tal como dice Job,79 sobre los hijos de la tierra para ofuscar el corazón de los hombres carnales con la venida de la ciega noche. Lo cual tiene como autor a Dios porque por la infidelidad que precede, por la cual renunciaron a creer en Cristo, merecieron recibir el Anticristo.

13. El cometa es una estrella que expande una cabellera (comas) de luz. Cuando aparece muestra que un reino cambia o que surgen guerras o pestilencias. Del que Prudencio dice: arriba el triste cometa.80 Y Lucano: ...y el cometa que cambia los reinos terrestres.81 Y Virgilio: ni los cometas de mal agüero tantas veces ardieron.82

Los astrólogos dicen que todas las estrellas errantes en determinados tiempos devienen cometas y según sus movimientos anuncian acontecimientos felices o contrarios.

14. Sirio es una estrella que el vulgo llama Perro. Es llamada así por el candor de sus llamas, que brilla sobre todas las demás estrellas. Cuando se produce su orto incendia el mundo del ardor de su calor y su hervor agota los frutos. Asimismo, los cuerpos se enferman al corromper el aire de fuego abrazador. De esta estrella surgen y se denominan los días Caniculares porque estos más calientan de ardores que la totalidad del verano.

Capítulo XXVII

Si las estrellas tienen alma.

1. Suelen buscar, como dice san Agustín,83 si el sol, la luna y las otras estrellas sean sólo cuerpos o tengan como rectores suyos ciertos espíritus. Si tienen, si por ellos son inspirados vitalmente, como los canes son animados por las almas de los animales, o solo por su presencia sin ninguna mezcla. Y mientras el movimiento de cualquier cuerpo no puede darse sin el alma, las estrellas que, con tanto orden y tanta proporción se mueven, de modo que su curso de ningún modo es impedido, si son animadas y parecen racionales, es cosa que no puede comprenderse fácilmente.

2. Salomón dice del sol: sale el sol y el sol se pone, corre hacia su lugar y allí vuelve a salir.84 De este modo, muestra que el sol es un espíritu y que es un ser animado, respira, vive y sus órbitas anuales cumple puntualmente. Como lo dice también el poeta: mientras tanto el sol recorre su gran órbita anual.85 Y en otro pasaje canta: el luminoso globo de la luna y el astro solar mueve y aviva desde el interior el espíritu.86

Por lo cual, si los cuerpos de las estrellas tienen almas, se pregunta qué será de ellos en la resurrección futura.

Capítulo XXVIII

De la noche

1. Ambrosio dice en el Hexamerón: se pregunta cómo la sombra de la tierra ocupa el espacio del aire que hace para nosotros la noche, cuando el sol se aleja de nosotros, produce el día e ilumina los lugares inferiores del eje septentrional. Pues todo cuerpo hace sombra y naturalmente la sombra se adhiere al cuerpo, por la misma razón que los pintores se esfuerzan por representar las sombras de los cuerpos que van a pintar, de modo que el ser del arte no interrumpa la fuerza de la naturaleza.87

2. Por lo tanto, como en el día, cuando de parte del sol algún cuerpo de hombre o de árbol se interpone, de manera que la luz en aquella parte que se refleja hace que la sombra se dé, así cuando se acaba el día, el sol llega al lugar donde se dice que se oculta, allí se separa de nosotros por la magnitud de las montañas, de modo que interpuesta la tierra se oscurece el aire de la parte septentrional y por lo tanto la noche se hace para nosotros por esta misma sombra de las tierras.88

Capítulo XXIX

Del trueno

1. El trueno se genera por el estrépito de las nubes. Concebidos en el seno de las nubes, los espíritus de los vientos son derramados. Cuando vehemente chocan y son arrojados y por la movilidad de su poder en alguna parte son echados hacia afuera, con gran murmullo crepitan, son emitidos y arriban a nuestros oídos como el sonido del fragor en los establos de las cuadrigas cuando éstas son lanzadas.

2. En otro sentido, el trueno es una advertencia desde lo alto de la voz divina o una clara predicación de los santos, que resuena con fuerte clamor por todo el orbe de las tierras en los oídos de los fieles, para que el mundo amonestado pueda reconocer su culpa.

Capítulo XXX

De los rayos

1. Advierten los investigadores de las causas naturales que de la colisión y choque de las nubes se generan los rayos, como cuando de los pedernales más duros, al chocar mutuamente, surge de ellos el fuego o del mismo modo que si el leño se frota con el leño produce fuego. De donde las afirmaciones de Papinio: los relámpagos frotados hacia adelante brotan cada vez.89

Por esta razón, cuando las nubes colisionan mutuamente, inmediatamente emiten los rayos.

2. A partir de aquí siguen los truenos que son tardíos en el sonido, agitados con la claridad precedente de la luz, son emitidos con el rayo. Pero el sonido penetra más tardíamente los oídos que el esplendor del rayo los ojos, como el hacha que poda un árbol el golpe es percibido antes que el sonido arribe a los oídos. Así, los rayos nacen del frotar de las nubes. Pues nunca en un cielo sereno nacen rayos. De ahí lo de Virgilio: nunca cayeron rayos en un cielo sereno.90

3. El rayo está hecho de nube, lluvia y viento. Porque cuando el viento es agitado vehementemente en las nubes, entra en calor y se enciende. De ahí, como se dijo, el rayo y el trueno se producen simultáneamente. Pero aquel se ve más rápidamente porque es claro; este se oye más tardíamente. Luego de la emisión del rayo, se da la violencia de los vientos y de esta forma el furor de la tempestad que se contiene en las nubes se agita y se lanza sobre las tierras.

4. Lucrecio dice que los rayos constan de minutas partículas, que son penetrables. En todos los lugares donde el rayo cae emite un olor de sulfuro.91 Y Virgilio añade: Y ampliamente cerca de los lugares despiden olor de sulfuro.92 Y Lucano acota: y el hierro que daña ha exhalado sulfuro en el éter.93

5. Por los rayos místicamente se entienden los milagros de los santos admirables por la claridad de sus signos y poderes y que penetran lo íntimo del corazón. Se dice que los lugares altos sienten más ampliamente el furor de los vientos y del rayo. De ahí lo de Horacio: los rayos hieren los altos montes.94

Sin embargo, los lugares en extremo más altos están seguros de las tempestades, como el Olimpo, que por su altura no siente ni el ímpetu de los vientos ni las heridas de los rayos, porque excede las nubes.

Capítulo XXXI

Del arco

1. Clemente Romano, prelado y mártir, escribe estas palabras: el arco se forma en el aire por la imagen del sol. Pues el sol resplandece en las nubes que se enrarecen, imprime directamente sus rayos difundiéndolos en la humedad de las nubes, se hace una reflexión de la luz y de su esplendor en las nubes, en las que forma una especie de arco que brilla con su fulgor. Así como en la cera impresa se forma la imagen del anillo, del mismo modo las nubes toman la figura del sol por la redondez que les hace de frente, forman un círculo y pintan la efigie de un arco. Esto no siempre aparece sino cuando las nubes del cielo se enrarecen. Pues cuando las nubes se reúnen y espesan nuevamente, inmediatamente se hace la forma de un arco. Porque en la densidad de las nubes el aire del arco se resuelve en un giro imperfecto. Finalmente, sin el sol y las nubes nunca aparece el arco porque del tipo de los rayos del sol es como se forma su figura.

2. El arco tiene cuatro colores y con ello toma las cualidades de todos los elementos. Del cielo toma el color ígneo; de las aguas, el purpúreo; del aire, el blanco; de la tierra, el negro. Este arco, puesto que toma del sol el resplandor en las nubes, significa la gloria de Cristo en los profetas y resplandece con los doctores. Otros dicen que consta de dos colores, el acuoso y el ígneo, afirmando significar los dos juicios. Uno, por el cual antiguamente los impíos perecieron en el diluvio; el otro, por el cual, luego los pecadores serán quemados en el infierno.

Capítulo XXXII

De las nubes

1. Hay que observar del libro de Job, que agarrado este aire visible, se congela y congelado se convierte en nubes. Estas son las palabras de Job: frecuentemente el aire se reúne en las nubes y el viento que pasa las hace dispersar95 Y Virgilio canta: se levantan los vientos y el aire se espesa en nubes96

Por nubes hay que entender los santos predicadores que dispensan a los creyentes la lluvia de la divina palabra.

2. El aire inane y tenue simboliza las mentes vagas de los hombres que, condensado en nubes, solidifica las mentes de los fieles agarradas en la inconsistencia para llevarlas a la fe. Y como del aire inconsistente se derivan las nubes pluviales, así los santos predicadores son reunidos para conducir a la fe desde la vanidad del mundo. Las nubes son llamadas así porque ocultan el éter, como si de dijera nuptae, porque cubren su rostro como las nuevas esposas. De ahí el nombre de Neptumo en cuanto vela con sus nubes marítimas la tierra.

Capítulo XXXVIII

De las lluvias

1. Se lee en el profeta Amós: el que convoca las aguas del mar y las derrama sobre la faz de la tierra.97 Las aguas amargas del mar se suspenden por el calor del aire en vapores sutiles, como ocurre con la calabaza medicinal, que con el calor del círculo superior tira hacia arriba el humor y la sangre. De esta manera, las aguas del mar suspendidas por finos vapores en el aire paulatinamente se condensan y se vierten calentadas por el fuego del sol sobre todos los lugares en el dulce sabor de las lluvias.

2. Luego, cuando la nube deviene pesada por la fuerza de los vientos, disueltas por el calor del sol, caen sobre la faz de la tierra. Las aguas del mar son arrebatadas por las nubes y pueden devenir dulces en las lluvias, calentadas por el fuego del sol. Otros afirman que no solo las nubes de las aguas del mar se condensan sino que también los vapores exhalados de la tierra crecen en nubes y condensados y calentados hacen surgir las nubes en lo alto. De modo que cuando las mismas vuelven a deslizarse se difunden como lluvias.

3. Las nubes, como dijimos, simbolizan los apóstoles y doctores. Las lluvias de las nubes son las palabras de los apóstoles que casi gota a gota, es decir, en sentencias vienen e infunden abundantemente la fecundidad de la doctrina.

Capítulo XXXIV

De la nieve

1. Dice Ambrosio que las aguas congeladas por los soplos gélidos de los vientos se solidifican en nieve y roto el aire se funde la nieve.

Capítulo XXXV

Del granizo

1. Por la misma razón se produce la coagulación del granizo. Las aguas de las nubes con el rigor de los vientos se comprimen en hielo y endurecen. De ahí que el hielo mismo, en parte por el fragor de los vientos se convierte en fragmentos, en parte fundida por el vapor del sol se dirige a la tierra. Si se ve redondo, se produce por el calor del sol y la demora del aire que se detiene, mientras recorre el largo espacio de las nubes hacia la tierra.

2. Figuradamente, el granizo es la dureza de la perfidia, fría por el embotamiento de la malicia. La nieve son los hombres incrédulos, fríos y perezosos y vueltos nada por el embotamiento de la mente. También significa los hombres congelados en el amor que, aunque conservan la pureza cándida del bautismo, no hierven en el espíritu de la caridad.

Capítulo XXXVI

De los vientos

1. El viento es el aire removido y agitado, según lo de Lucrecio: pues hay viento donde hay aire removido por una agitación.98

Incluso en un lugar tranquilísimo y quieto de todo viento puede probarse con un pequeño abanico, con el que también se pueden echar lejos las moscas, que agitamos el aire y sentimos el soplo. Cuando, al ocurrir en forma oculta, cierto movimiento de los cuerpos celestes y terrenos por el gran espacio del mundo, se denomina viento recibiendo diversos nombres de las distintas partes del cielo.

2. Hay algunos que sostienen que se produce viento porque hay aire de las aguas y del aire nacen los vientos. Pues Clemente dice: ya que en los montes altos que se tienen en ciertos lugares y de ellos el aire comprimido y apretado, expulsado por orden divina, se convierte en vientos, con los cuales su soplo hace nacer el germen de los frutos y tempera el ardor del verano, cuando las Pléyades abrazadas por los calores del sol se hacen fuego.99

3. Los vientos figuradamente son los espíritus de los ángeles, que son enviados por el mundo entero para llevar los secretos de Dios para la salvación del género humano. Asimismo, algunas veces los vientos suelen indicar los espíritus incitadores que con el soplo de la mala sugestión incitan los corazones de los inicuos con los deseos terrenales, según lo que está escrito: un viento ardiente lo quitará.100

Capítulo XXXVII

De los nombres de los vientos

1. El primer viento cardinal es el Septentrión, frío y níveo; sopla directamente del eje y hace áridos los frutos y secas las nubes. Este es el Aparctias o viento del norte. Circius o Thrascias que resuena a derecha del Septentrión, hace las nieves y las coagulaciones del granizo. El Aquilón, también llamado Bóreas, sopla de lo alto, gélido y seco, sin lluvia, no dispersa las nubes sino que las comprime. Consecuentemente y no sin mérito se asemeja al diablo, que empuja los corazones de los gentiles al frío de la iniquidad.

2. El segundo de los vientos cardinales es el Subsolano o Apeliotes. Resuena de la salida del sol y es temperado. Es el viento del este. Se halla a la derecha del Subsolano. Disuelve todo y lo seca. El Eurus viene del lado izquierdo del Subsolano, irrigando el Oriente de nubes. Es el viento del sudeste.

3. El tercero de los vientos es el Auster. Es el de la región meridional, llamado también Notus. Sopla desde el abajo, húmedo, cálido y fulmíneo genera amplias nubes y lluvias en abundancia. Es el viento del mediodía. El Euroaster es un viento cálido, que sopla a derecha del Auster. El Libonotus o Austroafricus es un viento temperado, cálido y que sopla a izquierda del Auster. Es el viento del Sudoeste.

4. El cuarto viento cardinal es el Zephirus, llamado también Favonio, que sopla del interior del Occidente. Este con su agradable fuerza relaja el rigor del invierno, produce las flores. Es el viento del Oeste que anuncia la primavera. El Africus, llamado Lips sopla a la derecha del Zephirus. Viento del Sudoeste. Genera tempestades, lluvias, hace que las nubes colisionen, que el sonido de los truenos se produzca, intensifica el rostro de los fulgores y el impulso de los rayos. Corus o Argestes, sopla de la parte izquierda del Favonius. Cuando ruge produce las nubes en el Oriente y el sereno en la India. Es el viento del Noroeste. He aquí el cuadro:

5. Tranquillus101 los denomina con vocablos propios a los soplos de determinados lugares, que en número son: en Siria Syria, en Cilicia Carbasus, en Propóntide Thracidas, en Ática Sciron, en Galicia Circius, en España Sucronensis. Son innumerables los vientos denominados según los ríos, lagos o regiones. Dos son, sin embargo, fuera de estos que por todas partes se dan y que, más que vientos, son soplos: la brisa y los vientos que soplan del mar.

Capítulo XXXVIII

De los signos de la tempestad y del tiempo sereno

1. La tempestad es el remolino del juicio divino, como lo advierte el profeta: Dios en la tempestad y en el remolino camina.102 El tiempo sereno es el gozo de la luz eterna. Tranquillus expone los signos de las tempestades a los navegantes en sus Prados así: el cambio de la tempestad se observa en lo más áspero, cuando en la navegación nocturna chispea en los remos y en el timón en el agua. En el Auster hay una mutación del viento, cuando vuelan los peces voladores y las golondrinas, cuando los delfines se muestran todos en los saltos y golpean el agua con sus colas. Ya que el viento siempre surge en donde aquellos se dirigen. No es cosa admirable que los animales adivinen los cambios bajo los remolinos de agua. Pues siempre las aguas se inclinan con el movimiento del aura incipiente, de modo que el cambio de las ondas del mar lo sienten primero los habitantes del mar. Así luchan a causa del ímpetu, ya por el miedo a ser arrastrados en el litoral, ya naturalmente para que las olas no precipiten sus cabezas en forma opuesta. ¿Quépues? ¿Temen solo los delfines esta molestia? Los otros peces también; pero éstos sólo aparecen porque saltan.103

2. Por otra parte, dice Varrón que es signo de la tempestad cuando fulgura de parte del Aquilón y truena de parte de Euro.104 Nigidio también afirma: si la luna tiene manchas negras en la cima del cuerno, habrá lluvias en las primeras partes del mes. Si están en el medio, cuando los cuernos de ella están repletos, habrá tiempo sereno. Si se pone roja como el oro, muestra que habrá vientos; porque los vientos devienen por la densidad del aire que, puesta adelante, hace enrojecer el sol y la luna. Asimismo, su sus cuernos son cubiertos de nubes, habrá en el futuro tempestad.105

3. Arato asevera que si el cuerno de la luna se orienta más directamente al Aquilón, este Aquilón es una amenaza. Del mismo modo, si en el cuerno está más elevado el Austral, el Notus amenaza. La cuarta luna es signo muy cierto de que habrá futuros soplos. De donde Virgilio dice: si al cuarto día (este presagio es infalible) ves la luna pura y luminosa, si traza en el cielo un arco neto y brillante, en todo aquel día y los siguientes, hasta concluir el mes no habrá lluvia ni viento.106

4. El mismo Virgilio continúa: ¿su disco naciente está sembrado de manchas y la mitad velado por una oscura nube? Entonces recela lluvias.107 El mismo Varrón asevera: si al salir se ve cóncavo. De modo que brilla en la mitad y parte de sus rayos van hacia el Auster, parte hacia el Aquilón, habrá una tempestad húmeda y llena de vientos.108

5. Él mismo continúa: si el sol enrojece al ocultarse, habrá buen tiempo en el día: si empalidece, significa que habrá tempestades.109 Y Nigidio agrega: si el sol se pone pleno de nubes negras, significa que habrá viento en el Aquilón.110 El mismo Señor dice en el Evangelio: al atardecer decís: va a hacer buen tiempo, porque el cielo tiene un rojo de fuego, y a la mañana: hoy habrá tormenta porque el cielo tiene un rojo sombrío.111 Y continúa: cuando el viento Auster del sur sopla, habrá bochorno.112

Capítulo XXXIX

De la pestilencia

1. La peste es una enfermedad ampliamente difundida y su contagio, a quien toca, mancha y ensucia. Esta enfermedad no tiene espacio temporal, de modo que solo toca esperar la vida o la muerte. Su duración no tiene tiempo y viene la muerte. Su causa, dicen algunos, es la siguiente: cuando, por los pecados de los hombres, la peste y la enfermedad atacan, entonces debe existir alguna causa, ya la sequedad, ya la fuerza del calor, ya la intemperancia de las lluvias, ya la corrupción del aire. Así, perturbada la templanza del orden natural, se infectan los elementos, viene la corrupción del aire, los soplos pestilentes, aparece la peste y se contaminan los hombres y los demás animales.113 De ahí los versos de Virgilio: cuando de pronto sobrevino, por la corrupción del aire, una horrible peste, mortífera para los hombres, los árboles y las mieses.114

2. Otros afirman que muchas semillas pestíferas de las cosas son llevadas al aire. Y suspendidas en las partes externas del cielo, son transportadas, ya por los vientos, ya por las nubes. Después llevadas por todos los lugares, o caen por todas partes corrompiendo con la muerte todos los gérmenes de todos los animales; o suspendidas permanecen en el aire y al aspirar los vientos las absorbemos en el cuerpo en forma integral deshaciendo con la enfermedad el cuerpo, ya cubierto de úlceras, ya expirando de una manera repentina. Pues del mismo modo que la novedad del cielo o los cuerpos de las aguas perturban a los que arriban a un lugar, de manera que se enferman, así también el aire corrupto que viene de otras partes del cielo se daña con un súbito estrago y extingue la vida de repente.

Capítulo XL

Del océano

1. Muchos filósofos se preguntan por qué el Océano vuelve sobre sí en los sucesivos veranos. Algunos afirman que en las profundidades del Océano hay ciertos espíritus de los vientos como narices en el mundo por las que respira, ya con un acceso y receso que vuelve alternativamente, de modo que evaporado el espíritu se derriten los mares y se reducen volviendo sobre sí mismos. Otros quieren que con el crecimiento de la luna el Océano crece como si ciertas aspiraciones lo trajeran hacia atrás y nuevamente con el mismo impulso y hacia atrás se refundiera en su propia medida.

2. Algunos sostienen que con las ondas del Océano los astros se nutren y el sol del Océano agota el agua con sus fuegos y la expande sobre las estrellas para temperarlas porque son ígneas. Por lo tanto, dicen que al vaciarse sus olas, se sube el nivel del Océano. Pero, sea que con el espíritu de los vientos se eleven las aguas o crezcan con el curso de la luna o decrezcan tirando el sol, esto solo lo sabe Dios, del cual es obra el mundo y al que solo es conocida toda la fundamentación del cosmos.

3. El Océano muestra una magnitud incomparable y una latitud intransitable. Lo que Clemente, discípulo de los Apóstoles, indica muy bien, cuando dice: el Océano es intransitable y los mundos que están más allá de él.115 Los filósofos aseveran que después del Océano no hay tierra alguna sino solo se contiene en el denso aire de las nubes el mar, como en la tierra en su parte inferior. Es lo de Lucano: cuando el mar envolvió a todas las gentes, cuando Tetis no quiso aguantar ningunas riberas, satisfecha de no tener más límites que el cielo, a la sazón, además, tan imponente masa de agua hubiera crecido hasta los astros, si el señor de las divinidades celestes no hubiera comprimido las ondas con nubes.116

Capítulo XLI

Por qué el mar no crece

1. El problema es por qué el mar no se hace mayor recibiendo tanta abundancia de ríos y, no obstante, no crece. Al respecto, Clemente obispo aclara que es porque naturalmente el agua salada consume en sí el agua dulce que recibe, de tal manera que hace que el elemento salado del mar al recibir tantas aguas dulces de agua de ninguna manera se agota. Agrega asimismo que los vientos son arrastrados y su vapor es asumido por el calor del sol. Finalmente vemos que los lagos y las lagunas en poco espacio de tiempo son consumidos Dpor los vientos y el calor del sol. Así que Salomón dice: al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir.117

2. Por eso se entiende que el mar no crezca, ya que también por ocultos conductos las aguas retornan a sus fuentes y vuelven corriendo al curso habitual por sus caudales. De esta forma, el mar fue hecho para recibir el curso de todos los ríos. Si bien su altitud es diversa es igual su superficie. De donde se cree que ella es llamada superficie plana; no sin razón los físicos dicen que el mar es más alto que la tierra.

Capítulo XLII

Por qué el mar tiene aguas saladas

1. De nuevo, el doctor Ambrosio nos enseña diciendo: el mar, dicen los antiguos, tiene aguas saladas y amargas por una razón: aquellas aguas que de los diversos ríos en él desembocan, son absorbidas por el calor del sol y los soplos de los vientos y consumidas por el vapor diurno y cuanto es arrastrado de los caudales de todos los ríos cada día se evapora. De modo que por razón del sol, se asegura, se hace algo que absorbe lo que es puro y ligero y permanece lo que es pesado y terrestre que es amargo e impotable.118

Capítulo XLIII

Del Nilo

1. Egipto siempre tiene sol debido al calor del aire; nunca recibe lluvias o nubes y sus lugares, el río Nilo inunda en el tiempo de verano, lo cual provoca el uso de las lluvias. El mismo río nace entre el Auster y el Levante. Los vientos etesios se ubican del lado del Zephirus, es decir, del Occidente y tienen una duración limitada. Nacen en el mes de Mayo, su inicio es débil pero con el correr de los días aumenta.

2. Soplan de la hora sexta a la décima. Su soplo se resiste a las olas y se opone también a las entradas, por las cuales el río desemboca en el mar, con cúmulos de arenas. Las olas del Nilo se inflan y son empujadas a revertir hacia atrás. De esta manera, las aguas son arrojadas y regresan al sur o Auster. Acumuladas el Nilo irrumpe en Egipto. Aquietados los Etesios, rotos los cúmulos de arenas, de nuevo el Nilo vuelve a su cauce.

Capítulo XLIV

De los nombres del mar y de los ríos

1. En los Prata Tranquillus asevera: el mar externo es el Océano; el interno, el que fluye del Océano; el superior y el inferior los que bañan a Italia. De estos, el superior se llama Adriático y el inferior Etrusco.119

2. Estrecho es una angostura, casi un mar hirviendo, como el de Sicilia y el de Cádiz. Estuarios son todos los lugares por los que el mar alternativamente, ya accede, ya retrocede. Alto propiamente hablando es el mar profundo. Vados son aquellos sitios en los cuales el mar puede estar, a los que Virgilio llama brevia y los griegos brachya.

3. Golfos se llaman las mayores hondonadas del mar, como el Caspio, el Arábico, el Índico. Las menores son las bahías como las de Pesto, Amiclea y semejantes. Los oleajes calmados son los movimientos del mar que fluctúan sin tempestad. Nevio en su Guerra Púnica dice así: Las naves de carga estaban repletas en los lugares calmados,120 como si él dijera a lo ancho.

4. Las escolleras o muelles sobresalen y entran en el mar. De las que Pacuvio afirma: Todos los lugares ocultos empujados por la escollera elevada.121 El oleaje ciego (Sinus) que todavía no es espumoso es el que se infla. Del que Atta en una de sus Togatas dice así: por el pueblo hacen oleajes ciegos por discordia.122 Y Augusto asevera: arribamos a Nápoles con un oleaje ciego.123

5. Litoral es lo que el oleaje lava. Río es todo curso de agua que incluso fluye dulcemente. Torrente es un arroyo que crece con las lluvias y se diseca con la sequedad. Respecto a él, Pacuvio dice: el calor ígneo inflamó el torrente de agua.124 Las desembocaduras son las salidas de los ríos al mar. Las caídas son proyecciones de las aguas, tales como las del río Anio que se precipita en forma máxima.

Capítulo XLV

De la posición de la tierra

1. Sobre cómo la tierra fundada sobre el aire permanece en sus pesos, así se expresa Ambrosio: sobre la cualidad y posición de la tierra es suficiente saber lo que dice la Escritura a través de Job que Dios la suspendió de la nada.125 Los filósofos opinan también en forma semejante que la tierra se sostiene en el aire denso y como una esponja ella se mantiene en su masa inmóvil. Así, con movimiento igual, suspendida como un remo con alas, de todas partes se apoya, de modo que no puede inclinarse hacia una parte.

2. Sin embargo, si es sostenida por la densidad del aire, si ella está suspendida sobre el agua, porque está escrito: Dios la fundó sobre las aguas,126 o cómo el aire flexible puede sustentar tanta masa terrena, o cómo las aguas sostienen tanto peso, cómo no se hunde, o cómo se tiene en un equilibrio igual sin inclinarse hacia una parte, esto ningún mortal puede saberlo, ni a nosotros discutir o indagar sobre la magnífica excelencia del arte divino, pues consta que la tierra por mandato de la majestad divina permanece estable ya sobre las aguas, ya sobre las nubes. Es lo que dice Salomón: ¿quién puede contar sus obras o quién puede investigar sus maravillas?127 Por lo mismo, lo que es secreto para la naturaleza de los mortales debe dejarse al poder divino.

Capítulo XLVI

De los terremotos

1. Los sabios dicen que la tierra es como una esponja y el viento que se forma circula y va por sus cavernas. De modo que de tanto ir, la tierra no puede detenerlo y acaecen vientos que forman temblores y ruidos. Por lo mismo, si se busca con fuerza un camino para salir, no pudiendo la tierra sostenerlo, inmediatamente tiembla y se resquebraja, cuando actúa el viento. Así, se hacen los terremotos y el viento encerrado sacude todas las cosas.

2. De donde dice Salustio: los vientos precipitados por las cavernas de la tierra, montañas y colinas dislocadas hicieron caer.128 Por lo tanto, como dijimos, el temblor de tierra se produce o por la fuerza del viento por las cavernas de la tierra, o por la ruina de las cosas inferiores y el movimiento del agua. Es lo que dice Lucano: abierta la tierra temblaron los Alpes con sacudidas extraordinarias .129

3. El terremoto se produce frecuentemente donde se ubican las cavernas de la tierra, en la cuales ingresan los vientos y se hacen los terremotos. Donde es arenoso o sólida la tierra, allí no hay terremotos. Místicamente hablando, el terremoto se asimila al juicio, cuando los pecadores y los hombres terrenales serán conmovidos y golpeados por el espíritu de la boca de Dios. Esto significa que el terremoto es la conversión a la fe de los hombres terrenales. Es lo que está escrito: sus pies permanecieron y la tierra se conmovió,130 ciertamente para creer.

Capítulo XLVII

Del monte Etna

1. Sobre el monte Etna Justino en su libro De las Historias escribió y dice: el suelo de Sicilia es ligero y frágil, penetrable por cavernas y caños, que está expuesta totalmente a los soplos de los vientos. Y con fuegos generados y nutridos que se convierten en la materia natural del suelo, de modo que los estratos están repletos de azufre y betún. Lo cual hace que el fuego interno frecuentemente y en muchos lugares vomite ya vapores, ya humo, y llamas.

2. De donde el incendio del monte Etna dura durante tantos siglos y mientras más el viento penetra por los respiraderos de las cavernas, más bota piedras y arena. Además, en forma continua, se dan los combustibles de las islas Eólidas, de tal suerte que las ondas producen un incendio. Y, de otra manera, el fuego no hubiera podido durar tantos siglos, a no ser alimentado por tales humores y nutrientes.131

3. Así nacieron las fábulas de Escila y Caribdis. De ahí sus sonidos repletos de ruidos, los monstruos, los fantasmas que tornan, mientras los navegantes, alejados con grandes vórtices del mar, arrojados, piensan que las ondas ruidosas, que el torbellino caluroso entrechoca, los engulle y traga. Por la misma causa el monte Etna crea fuegos perpetuos. Pues, aquel choque de aguas arrastrado trae consigo un espíritu desde el fondo del mar que asfixiado allí retiene por largo tiempo, hasta que difundido por las cavernas de la tierra, sirve para nutrir el fuego.

4. Místicamente, el Etna es un ejemplo de la gehena, cuyo fuego perpetuo exhala un incendio para castigar a los pecadores, que serán torturados por los siglos de los siglos. Pues, como estos montes desde tanto tiempo hasta ahora, siguen perseverando en sus llamas hirvientes de tal forma que nunca pueden extinguirse, así aquel fuego infernal para torturar los cuerpos de los condenados nunca tendrá fin.

Capítulo XLVIII

De las partes de la tierra

1. Ahora definiremos la posición de la tierra y expondremos en orden los lugares en que el mar aparece difundido. La tierra, como asevera Higino, está colocada en la región media del mundo y equidistante de todas las partes del cielo, se coloca en el centro.132 Respecto al océano se halla difundido por los alrededores de la esfera y baña casi todos los confines del orbe. De modo que se estima que los signos de las estrellas al ocultarse caen allí.

2. La región de la tierra se divide en tres partes, de las cuales una parte es llamada Europa, otra Asia y la tercera África. Europa está separada de África por los confines extremos del océano y las columnas de Hércules. Asia y Libia se separan de Egipto por la desembocadura del río Nilo llamado Canópico. Europa se divide de Asia por el río Tanais133 que arroja un doble lago, llamado Meótide.134 Asia, como dice el bienaventurado Agustín,135 se extiende desde el Meridión hasta el Septentrión por el Oriente. Europa lo hace desde el Septentrión hasta Occidente. África del occidente hasta el Meridión.

3. Así se puede deducir que la mitad del orbe tiene dos partes: Europa y África; la otra mitad es Asia. Pero, aquellas dos partes son hechas por el océano que hace penetrar las tierras de las aguas y que constituyen el mar Grande o Mediterráneo. Los geómetras estimaron que la medida de toda la tierra es de ciento ochenta mil estadios.

1Seguimos la siguiente edición: Migne. Patrología Latina. Tomo 83, c. 963-1018. La edición tiene el cuidado del sacerdote jesuita Faustino Arévalo de 1797. También hemos consultado la edición bilingüe latín-francés de Jacques Fontaine. Traité de la nature. Bordeaux, 1960.

2Sisebuto fue rey visigodo en España de la primavera del 612 a febrero de 621.

3Se repite lo mismo en Las Etimologías, libro V.

4De ello trata más plenamente en Las Etimologías en el citado libro V.

5Lo mismo en Las Etimologías. Todo está tomado de Macrobio, I Saturn. Cap. 3.

6Cfr. Mario Servio Honorato, V Aen.

7II Carta a los Corintios, 4.

8Cfr. Macrobio, I, 16. Etimologías, VI.

9Eran los días después de las kalendas, las nonas y los idus, también llamados postriduani porque se empezaba de nuevo desde la nada.

10Son los treinta días de plazo para que el deudor pague lo que debe o también los treinta días que corrían desde la declaración de la guerra hasta la salida de las tropas.

11Corresponde a II Samuel, 11, 1.

12Son los que se introducen cada cuatro años después del 23 de Febrero y forman los años bisiestos.

13En otras palabras, son el número de días en que el año solar excede al «año» lunar común de doce lunaciones.

14Es decir, son los solsticios como los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, y la duración del día o de la noche son las máximas del año, respectivamente.

15Dicho de otro modo, son los equinoccios como los momentos del año en los que el Sol está situado en el plano del Ecuador celeste.

16Cfr. Ambrosio. IV Hexam., cap. 3.

17Çfr. Ambrosio, I, 10.

18Cfr. Etimologías, V.

19Cfr. Cicerón, Somn. Scip.

20Cfr. Agustín, Contra Faustum, XVIII, 5; Macrobio, I Satur., 12.

21Génesis 8, 5.

22Cfr. Macrobio, In Somn., I, 6.

23Is. 61, 2.

24II Cor. 6, 2.

25Luc. 4, 19.

26Alusión a Tales de Mileto.

27Cfr. Etimologías, V.

28Cfr. Ambrosio, IV, 5.

29Ver Levítico 25.

30Cfr. Etimologías, V, 37.

31Gén 1, 14.

32Dan 7, 25.

33I Corintios 7, 31.

34Típico modo de trabajar desde la episteme de la semejanza según Foucault.

35Juan 1, 10.

36Cfr. Etimologías, III, 30 y 41.

37Farsalia IV, 105. Jacques Fontaine añade unos versos de Virgilio: alrededor de ella, en las extremidades, se extienden a derecha e izquierda, regiones recubiertas de un hielo cerúleo (Geórgicas I, 235); es decir, a ambos lados, dos zonas extremas se extienden a diestra y siniestra, azuladas y endurecidas por el hielo.

38Son los paralelos de la tierra. Cfr. Etimologías III, 45; XIII, 6. Plinio, VI, 33.

39I Geórgicas, 322.

40Geórgicas I, 237-238

41Hex. 3, 4, 18.

42Paradigmático trabajo desde la episteme de la semejanza estableciendo semejanzas entre el mundo, el año y el hombre, lo que lleva a pensar el hombre como microcosmos.

43Salmo 18, 2.

44II, 4.

45Isaías 51, 6.

46Anales, 545.

47Timeo 34a.

48La guerra civil, 10, 199-200.

49Hex. 2, 2, 6.

50Hex. 2,3,9.

51Hex. 2, 3, 9.

52Hex. 4, 3, 9.

53Es tesis de Ambrosio: Hex. 2, 3, 13.

54Hex. 3, 20.

55Hex. 4, 6, 25.

56Hex. 4, 6, 26.

57Clemente, 8, 5.

58Sabiduría 5, 6.

59Malaquías 3, 20.

60Isaías 59, 9.

61In Psalm. 10, 3.

62Fontaine trae fluctus, mareas, no fructus, frutos. El mismo Arévalo sugiere esta variante basándose en los textos de Draconio.

63Fontaine traduce sectilem por croissant.

64Higinio, astr. 4, 14.

65Farsalia I, 538-539.

66Cfr. Etimologías, III, 60-70.

67Lucano, Farsalia 10, 201-202.

68Geórgicas I, 336.

69Salmo 146, 4.

70Virgilio, Geórgicas I, 365-368.

71Lucano, Farsalia 5, 561-564.

72Job 38, 31-32.

73Job 9, 9.

74Farsalia 3, 252.

75Fontaine trae apo ton pliston: la mayor parte.

7622, 16.

772, 28.

78Isaías 14, 12.

7938, 32.

80Cath. 12, 21.

81Farsalia I, 529.

82Geórgicas I, 488.

83Gen. ad litt. 2, 18.

84Eccl. 1, 6.

85Virgilio, Eneida 3, 284.

86Virgilio, Eneida 6, 725-726.

87Hex. 4, 3, 11.

88Hex. 9, 10.

89Teb. I, 354 y 361.

90Geórgicas I, 487-488.

91De rerum natura 2, 383-387.

92Eneida 2, 698.

93Farsalia 7, 160.

94Carm. 2, 10, 11.12.

95Job 37, 21.

96Eneida 5, 20.

979, 6.

98De rerum natura 6, 685.

99Clemente 8, 3.

100Job 27, 21.

101Cayo o Gayo Suetonio Tranquilo, comúnmente conocido como Suetonio, fue un historiador y biógrafo romano durante los reinados de los emperadores Trajano y Adriano.

102Nahum. 1, 5.

103Suetonio, fragmento 185.

104Varrón, fragmento de Ora marítima aut ex Libris navalibus.

105Nigidio, fragmento 105.

106Geórgicas I, 432 y ss.

107Geórgicas I, 441-444.

108Número 2.

109Del libro sobre la navegación.

110Fragmento 106.

111Mateo 16, 2.

112Lucas 12, 55.

113Clemente 8, 45.

114Eneida 3, 138-139.

115En Rufino, Orígenes, princ. 2, 3, 6.

116Farsalia 5, 623-627.

117Eclesiastés 1, 7.

118Hex. 2, 3, 14d.

119Suetonio, fragmento 157.

120Nevio, carm., fragmento 48.

121Trag. 394.

122Fragmento incierto.

123Epist., fragmento 45.

124Trag. 13.

125Hex. I, 6, 22; Job 25, 7.

126Salmo 135, 6.

127Eclesiástico 18, 4.

128Hist. 2, 28.

129Farsalia I, 645.

130Zacarías 14, 4.

1314, 1, 2-6.

132Astr. I, 8.

133Es el actual río Don.

134Hoy es el mar Azof.

135Ciudad de Dios 16, 17.

Cómo citar esta traducción en MLA: Soto Posada, G. Trad. "De Natura Rerum. Isidoro de Sevilla". Escritos 27. 58 (2019): 143-197. doi: http://dx.doi.org/10.18566/escr.v27n58.a08

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Recibido: 30 de Octubre de 2018; Aprobado: 15 de Enero de 2019

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