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Cuestiones Teológicas

versión impresa ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.38 no.90 Bogotá jul./dic. 2011

 

EXPERIENCIA Y CULTURA CRISTIANA


El Papa Benedicto XVI, en sus palabras de acogida al nuevo embajador de Brasil ante la Santa Sede, señaló que una sana laicidad no debe considerar la religión como un simple sentimiento individual relegado a la esfera de lo privado. El Santo Padre, respetuoso como el que más de la libertad personal, no intenta imponer una visión del mundo sino invitar a la reflexión sobre la importancia de reconocer el papel configurador que ha jugado el cristianismo en la vida social, especialmente en Occidente, sobre todo en lo referente al bien común, la justicia social, la promoción de la dignidad humana y la educación.

Este tema nos remite a la enseñanza de Juan Pablo II sobre las raíces cristianas de Europa. Recordemos lo que dijo en Santiago de Compostela en 1982: "Te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual, en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades". En aquella ocasión decía también el sucesor de San Pedro que Europa se fue formando como continente unificado espiritualmente alrededor de la memoria del Apóstol Santiago y, por tanto, en un clima de peregrinación, como alguna vez lo expresó Goethe.

Precisamente en una conferencia sobre el sentido de la peregrinación jacobea, Monseñor Julián Barrio, arzobispo de Santiago de Compostela, afirma que la configuración de la identidad occidental está profundamente enraizada en valores del cristianismo tales como la dignidad de la persona humana, la justicia y la libertad, la laboriosidad y el amor a la familia, el respeto y la solidaridad. Agreguemos nosotros que estos valores no sólo configuraron la cristiandad medieval sino que reaparecieron, traducidos a su versión secular, en los ideales de la Revolución Francesa: Libertad, igualdad y fraternidad.

En su reciente discurso ante el parlamento alemán el Papa Benedicto XVI sintoniza con su inmediato predecesor al referirse al "patrimonio cultural de Europa" y en concreto a la creencia en un Dios creador de todo, sobre la que reposan los conceptos de inviolabilidad de la dignidad humana, igualdad de todos los hombres ante la ley, así como la idea de derechos humanos. Estos conceptos de la razón constituyen la memoria cultural de Occidente y de ser ignorados o considerados como meras antiguallas se estaría privando a la cultura de su integridad.

La cultura europea nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma; del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Ahora bien, Latinoamérica nace también de un encuentro que alcanza su concreción icónica en la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, síntesis plástica de la fe cristiana y las etnias indígenas.

En efecto, los pueblos mesoamericanos lograron comprender el mensaje de la Virgen de Guadalupe: su rostro mestizo y en actitud de profunda oración, que es como un anticipo de nuestra identidad porque en 1531 no había aún mestizos de la edad de esta mujer en México; sus manos juntas, blanca la derecha y morena la izquierda, como simbolizando la unión de dos razas distintas; el cabello suelto, signo azteca de la gravidez que también se nota en su vientre y, sobre todo, la flor de cuatro pétalos, símbolo náhuatl de la presencia de Dios, origen de la vida y plenitud del espacio y del tiempo; el azul turquesa del manto, signo de la vida y de la nobleza del portador y el rosa del traje, imagen del amanecer; las estrellas o mensajes divinos; el moño negro evoca la fecundidad; los rayos solares rectos, signo de que lleva al Niño-sol en su vientre y que ella es su aurora, y los rayos solares curvos, que indican que se trata de una "doncella entera" que le da el ritmo a la vida; la luna es el centro del universo; el estar pisando la luna negra significa que la verdad aplasta al mal; la posición de danza es signo de alegría; el broche con la cruz potenzada es el sentido de la vida; la forma oval de la imagen alude a la fuente de la vida; la mirada de la Virgen hacia el Norte indica respeto y cuidado y la mirada del caballero-águila (ángel) al sur es calidez y protección; el collar de donde pende el óvalo-cruz recuerda a los conducidos al sacrificio.

En fin, todo en la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe habla de la experiencia del pueblo indígena mexicano y es no sólo una maravillosa síntesis cultural sino un anuncio inculturado del Evangelio y una invitación a acoger los valores comunes de los diversos pueblos y muy especialmente a Jesucristo "la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente americano" (Ecclesia in America, 10).

El Papa Juan Pablo II al término del sínodo para América escribió que "el mayor don que América ha recibido del Señor es la fe, que ha ido forjando su identidad cristiana" (Ecclesia in America, 14). En el caso concreto de América Latina esa identidad se ha ido concretando en sus valores: en la solidaridad y el sentido familiar, el fervor, la alegría y el optimismo, la sensibilidad frente al necesitado y la capacidad de entrega, la laboriosidad, la creatividad, el espíritu de lucha y libertad, la necesidad de renovación y la esperanza, entre otros.

Estos valores que engalanan nuestra idiosincrasia deben ser custodiados como un tesoro y defendidos de todo aquello que les reste brillo y centralidad en la vida personal y social, por ejemplo del individualismo que nos desvincula del prójimo e impide la unidad que es la médula misma de la cultura cristiana; por ello el episcopado latinoamericano reunido en Puebla nos recodó que cada bautizado es impulsado por el Espíritu de Amor a salir de sí mismo, a abrirse a los hermanos y a vivir en comunidad, que es donde se hace presente el Señor Jesús resucitado (Puebla 564).

En esta edición ofrecemos al lector un abanico de artículos que exploran la multiforme realidad de la cultura cristiana: Son ellos: "La dimensión cultural del acontecimiento cristiano" de Agostino Molteni, "El paradigma cristiano de pensamiento. La revolución cultural del cristianismo" de Adolfo Galeano, "cultura, modo de relación" de Hernando Uribe Carvajal, "La verdad en Maurice Blondel y su aporte al quehacer teológico" de César Augusto Baracaldo Vega, "la cuestión ecológica en contexto de creación. Ideas para una antropología teológica" de Amparo Novoa Palacios, "Análisis pragmalingüístico de 1 Cor 9, 24-27. El deporte en perspectiva paulina" de Tomas Bolano Mercado, "El actuar yahvista de las mujeres de egipto" de Jairo Alberto Henao, y "El quehacer desde la pedagogía pastoral del sacerdote de la Arquidiócesis de Medellín" de Luis Guillermo Orozco.

Con este número monográfico de nuestra revista esperamos contribuir a la reflexión teológica para que el Evangelio siga siendo fermento de libertad y de auténtico progreso cultural.

Luis Fernando Fernández Ochoa