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Cuestiones Teológicas

Print version ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.39 no.92 Bogotá July/Dec. 2012

 

ÉL HIJO ÚNICO DEL PADRE NOS HA HECHO LA EXÉGESIS (JUAN 1,18)
Unas consideraciones a propósito de la Verbum Domini

The Only Begotten Son of the Father has Explained God (Jn 1,18)
Some Considerations on Verbum Domini

Hernán Cardona Ramírez*


* Doctor en Teología por la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín). Docente en la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín, Colombia). Miembro del grupo Biblia y Teología. Miembro de la asociación bíblica Salesiana (Roma).
Correo electrónico: hernan.cardona@upb.edu.co

Artículo recibido el 8 de noviembre de 2011 y aprobado para su publicación el 28 de junio de 2012.


Resumen

A partir de la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini, el artículo examina el texto de Juan 1, 18. Se comparan múltiples traducciones del citado pasaje a fin de proponer una traducción adicional que hace recaer en Jesús la auténtica exégesis. Esta condición hace posible diferenciar la concepción cristiana de Dios respecto de la concepción judía y griega: su desarrollo en los evangelios muestra la vida de Jesús como la Palabra del Padre.

Palabras clave: Juan, Jesús, Verbum Domini, Hijo de Dios, Judaísmo.


Abstract

This article studies the text of John 1,18 in the light of the Verbum Domini Postsinodal Apostolic Exhortation. Several translations of the passage are compared in order to propose another translation which devolves upon Jesus the authentic exegesis. It is under this condition that we may diferentiate the Christian conception of God from the Jewish and Greek conceptions: its development in the gospels shows the life of Jesus as the Word of the Father.

Key words: John, Jesus, Verbum Domini, Son of God, Exegesis.


INTRODUCCIÓN

La Iglesia Católica ya desde antes del sínodo de la Palabra (Octubre de 2008, en la ciudad del Vaticano) y luego de la publicación de la Exhortación Apostólica Postsinodal "Verbum Domini" (30 septiembre de 2010), ha retomado el camino de presentar la palabra de Dios (en definitiva, Jesús mismo), como el núcleo de todo su ser y quehacer cotidiano.

La Verbum Domini (en adelante VD) del Papa Benedicto XVI, en el número cinco presenta como el hilo conductor de su Exhortación Apostólica, el pasaje evangélico de Juan 1,1-18 (cf. VD 2010). El texto es conocido en el ámbito de la liturgia, y en el mundo de la exégesis bíblica, como "el prólogo de Juan" o "el prólogo del cuarto evangelio".

Y la tercera parte del documento vaticano, denominada en la versión castellana como "Verbum mundo", trae como epígrafe programático de la sección, el verso de Juan 1,18, en la gran mayoría de las traducciones bíblicas con esta transcripción: "A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer".

EL VERSÍCULO DE JUAN 1,18

La Exhortación Apostólica, un poco más adelante, en el número noventa, hace caer en cuenta al lector de una paradoja, presente en este verso de Juan 1,18. Incluso el texto la llama "la paradoja fundamental de la fe cristiana". ¿Por qué? Porque de un lado se afirma "a Dios, nadie lo ha visto jamás" (Jn 1,18; cf. 1Jn 4,12). Y dicha afirmación se puede leer desde muchas perspectivas; en síntesis, las imágenes, conceptos o palabras humanas, en modo alguno definen o miden la realidad infinita del Altísimo. Él permanece como el "Deus semper maior" (Dios siempre mayor).

Pero por otro lado, el prólogo del Cuarto Evangelio, afirma: realmente el Verbo "se hizo carne" (Jn 1,14). El Hijo unigénito, quien está en el seno del Padre, ha revelado a Dios, a quien "nadie ha visto jamás" (cf. Jn 1,18). Él nos lo ha dado a conocer. Jesús el Cristo acampa entre nosotros lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14), las cuales recibimos por medio de Él (cf. Jn 1,17); en efecto, "de su plenitud todos hemos recibido gracia tras gracia" (Jn 1,16).

De este modo, el evangelista, en el Prólogo, contempla al Verbo desde su estar junto a Dios, luego en su hacerse carne y, por último, en su retorno al seno del Padre, mientras lleva consigo nuestra misma humanidad, aquella asumida por Él para siempre. Al salir del Padre y al volver a Él (cf. Jn 13,3; 16,28; 17,8.10), el Verbo se presenta ante nosotros como "Narrador" de Dios (cf. Jn 1,18). Jesús de Nazaret es el "exegeta" de Dios a quien "nadie ha visto jamás". "Él es imagen del Dios invisible" (Col 1,15).

Con base en esta realidad, según el texto, Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios (VD, No. 14); en efecto, como han recordado los Padres durante el Sínodo de la Palabra, la "especificidad del cristianismo se manifiesta en el acontecimiento Jesucristo, culmen de la Revelación, mediador del encuentro entre el ser humano y Dios. Él, quien nos ha revelado a Dios (cf. Jn 1,18), es la Palabra definitiva y única, y ella ha sido entregada a la humanidad.

Sólo Jesús, el Hijo único-amado, en su condición divina (Dios) goza de total intimidad con Dios (de cara a Dios), y expresa cuanto él es. El proyecto de Jesús, es el Abba. Sólo un ser divino comprende a Dios; y el Padre Dios está de manera incondicional en favor del hombre, al cual, por amor (ágape), le comunica su propia vida en el Hijo único.

Porque Jesús explica con su persona y su actividad cuanto es el Padre, por eso Él es el exegeta del Abba. Él es el punto de partida, el único dato de experiencia al alcance del ser humano para conocer de verdad a Dios Padre. Un Dios carente de correspondencia con cuanto Jesús revela, es un invento humano sin valor. Jesús es, de modo inseparable, la verdad del hombre y la verdad de Dios (cf. Concilio Vaticano II, 2006, p. 151-152).

La Palabra hecha debilidad (cf. Jn 1,14), en cuanto ser humano (VD, No. 32), ratifica el hecho histórico como una dimensión constitutiva de la fe cristiana. La historia de la salvación no es una mitología, sino una verdadera historia y, por tanto, se debe estudiar con los métodos de la seria investigación histórica. Por eso, el Cuarto Evangelio, en Jn 6,30-35, muestra la superioridad de Jesús si se compara con Moisés; existe una gran diferencia entre quien habló cara a cara con Dios (cf. Ex 33,11) y quien revela a Dios (cf. Jn 1,18; cf. VD, No. 33) como su Abba, porque es su Hijo único.

Moisés y los variados intermediarios de la antigua alianza, de acuerdo con la presentación hecha de ellos por la Biblia hebrea, sólo tuvieron un conocimiento mediato de Dios (Éx 33,20-23). Por eso la Torá no consiguió reflejar de manera completa la realidad divina. De ordinario, las explicaciones sobre Dios dadas antes de Jesús eran parciales; el Antiguo Testamento era sólo un momento, o una fase del tiempo del Mesías, presentada con antelación en nuestra historia (cf. Pérez & Trebolle, 2006, p 71-76).

La teología del hombre-imagen de Dios queda superada; ahora el proyecto de Dios sobre el ser humano es mucho más alto: es el Hombre-Hijo, a quien el Padre comunica su propia vida-amor. Por lo anterior, el Otro y el otro (uno con mayúscula para referirse a Dios, y otro con minúscula para referirse al semejante, al prójimo), la alteridad, el hermano y la hermana, pasan a ser el criterio del reconocimiento de Dios en esta historia (Levinas, 1993, p. 10, 15).

Con base en estas citas de la Verbum Domini, es posible llegar a esta afirmación, como ya lo insinúa el No. 90: "Jesús de Nazaret, es el exegeta del Abbá (del Padre)". Y exegeta no sólo porque explica, narra, cuenta, quién es el Padre, sino sobre todo y de manera eminente, porque aproxima y sumerge al ser humano en la comunión con la Trinidad para siempre.

En el Cuarto Evangelio, la exégesis del Abba por excelencia es Jesús, sus palabras son acciones saludables y su praxis habla por sí sola. Existe un testigo de la condición divina del ser humano: Jesús. Él, con su obra y su palabra, nos descubre el sentido y el significado del proyecto divino sobre los seres humanos y, con él, revela la inmensidad del amor de Dios. Pero ¿esta afirmación tiene implicaciones para nosotros? ¿Cómo es el Hijo, exegeta en el Cuarto Evangelio?

TRADUCCIONES MÁS COMUNES DE JUAN 1,18

Para responder de una manera adecuada, cómo es Jesús narrador o exégeta de Dios Padre, conviene, en orden a la claridad y a la precisión, mirar desde el texto griego, lengua en la cual ha sido escrito en su origen el Cuarto Evangelio, cuál es el sentido primario de la frase en Jn 1,18:

    Θεὸν οὐδεὶς ἑώρακε πώποτε ὁ μονογενὴς υἱός ὁ ὢν εἰς τὸν κόλπον τοῦ πατρός ἐκεῖνος ἐξηγήσατο

    Entre las traducciones más comunes en nuestro medio se pueden citar:

    θεον (A Dios) ουδεις (nadie) εωρακεν (ha visto) πωποτε (en ningún tiempo) o (el) μονογενης (unigénito) υιος (Hijo) o (el) ων (siendo) εις (hacia dentro) τον (a el) κολπον (seno) του (de el) πατρος (Padre) εκεινος (aquél) εξηγησατο (explicó). (Texto bizantino griego. Interlineal Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    θεον (A Dios) ουδεις (nadie) εωρακεν (ha visto) πωποτε (en ningún tiempo) μονογενης (unigénito) θεος (dios) o (el) ων (estando) εις (hacia dentro) τον (a el) κολπον (seno) του (de el) πατρος (Padre) εκεινος (aquél) εξηγησατο (explicó). (Texto Interlineal, griego español, versión Nestle-Aland (2001). Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Elojim nadie le vio jamás: el ben Unigénito, que está en el seno del Av, él [nos le] declaró. (Brit Xadasha, Judía Ortodoxa. Rev. Philippe E. Globe. 1999. Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le vio jamás; el Hijo único, que es Dios y vive en íntima unión con el Padre, nos le ha dado a conocer. (Nuevo Testamento. Fernando Arcas y Alfonso Fernández. Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, Dios, el que está en el seno del Padre, él es quien lo dio a conocer. (Fray Serafín de Ausejo, 1975. Y Biblia Castilian 2003. Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, quien es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer. (Biblia al día. Mundo Hispano 1989. Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado. (Esta traducción se encuentra en tres versiones bíblicas: Nueva Biblia de Jerusalén 2008, Biblia de Jerusalén, tercera edición, 1998, Biblia de Jerusalén 1976. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto a Dios jamás, pero Dios-Hijo único nos lo dio a conocer; él está en el seno del Padre y nos lo dio a conocer. (Esta traducción en dos versiones bíblicas: Biblia Latinoamericana 1995; Biblia Latinoamericana 1972. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre. Él nos lo dio a conocer. (La Biblia de Nuestro Pueblo, Claretianos, 2006. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios; pero su Hijo único, que está siempre con el Padre, nos lo ha dado a conocer. (Versión bíblica Castellano antiguo. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer (Dios habla hoy, 1996. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, nos lo ha dado a conocer. (Esta traducción se encuentra en dos versiones bíblicas: Dios Habla Hoy. Edición en castellano peninsular 2002. Dios habla hoy. Con deuterocanónicos. Edición para España, 2002. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. (El libro del pueblo de Dios, 1981. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito, el que está en el seno del Padre, él mismo lo dio a conocer. (La Sagrada Biblia, NT. Ediciones EUNSA. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie ha visto jamás; el unigénito Hijo, el que es dentro al seno del Padre, aquél ha declarado. (Sagrada Biblia. Versión de la LXX al Español. Por Guillermo Jünemann. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer. (La Biblia de las Américas. 1997. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le vio jamás; Cristo, Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, ése le ha dado a conocer. (Biblia Nacar-Colunga. 1985. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer. (La Nueva Biblia de los Hispanos, 2005. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios ningún hombre lo ha visto jamás; el dios unigénito que está en [la posición del] seno para con el Padre es el que lo ha explicado. (Nuevo Mundo de las Sagradas Escrituras. 2006. (La Nueva Biblia de los Hispanos, 2005. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo unigénito, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer. (La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. 1984. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le vio jamás (1 Juan 4:12). El unigénito hijo, que fue al seno del Padre, aquél le declaró. (Pablo Besson. Nuevo Testamento. 1919. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios, pero el Hijo único, quien él mismo es Dios, nos lo ha dado a conocer. Él está lo más cercano al Padre. (Palabra de Dios para todos. 2006. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto jamás a Dios; el Unigénito Dios, el que está en el seno de su Padre, Él lo ha declarado. (Versión Peshita en Español. 2007. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. (Reina Valera, 1960. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le vio jamás: el unigénito hijo que está en el seno del Padre, él nos le declaró. (Reina Valera, 1865. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le vio jamás; el Unigénito hijo, que está en el seno del Padre, él [nos lo] declaró. (Reina Valera, 2000. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que está en el Padre, nos lo ha dado a conocer. (La Santa Biblia. Martín Nieto. Ediciones Paulinas. 1964. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    Nadie ha visto a Dios jamás; el Hijo único, Dios, que estaba al lado del Padre, lo ha explicado (o descrito). Luis Alonso Schökel. Biblia del Peregrino. EGA-Mensajero, 1990. P. 1838.

    A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que es Dios y que está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer (Biblia de América. Madrid, La casa de la Biblia, 1994. P. 1599).

    A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado. (Sagrada Biblia Versión Universidad de Jerusalén, 2001. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le vio jamás: el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él mismo lo ha declarado. (Los santos evangelios. P. Felipe Scío de san Miguel. Valencia, 1790. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie lo ha visto jamás; es el Hijo único, que es Dios y está al lado del Padre, quien lo ha explicado. (Nueva Biblia Española. Luis Alonso Schökel-Juan Mateos. Madrid: Cristiandad, 1975. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie le ha visto jamás: El hijo unigénito, existente desde siempre en el seno del Padre, él mismo es quien le ha hecho conocer a los hombres. ( Versión de la Biblia de Felix Torres Amat. 1825. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie jamás le ha visto: el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. (Biblia Versión Moderna. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    A Dios nadie lo ha visto nunca; el Dios Hijo Unigénito, el que está en el regazo del Padre, ése [lo] reveló. ( F. Cantera - M. Iglesias. Sagrada Biblia. Versión crítica sobre los textos hebreo, arameo y griego. Madrid: BAC, 2003. P. 1200).

    Personne n'a jamais vu Dieu; Dieu Fils unique, qui est dans le sein du Père, nous l'a dévoilé. (La Bible. TOB. Édition intégrale. Paris. Les Édition du Cerf, 1995. P. 2546).

    No man has ever seen God at any time; the only unique Son, or the only begotten God, Who is in the bosom [in the intimate presence] of the Father, He has declared Him [He has revealed Him and brought Him out where He can be seen; He has interpreted Him and He has made Him known]. (Amplified Bible. Nueva Biblia Internacional. 2005. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    No man hath seen God at any time; the only begotten Son, who is in the bosom of the Father, he hath declared him. (Version Wesley's New Testament, 1775. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    No man has seen God at any time; the only begotten Son, who is in the bosom of the Father, he has declared him. (Esta traducción se encuentran en dos versiones: King James Version. 2000. Y, King James Versión, Clarifed New Testament. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    No man has ever seen God; but the firstborn of God, who is in the bosom of his Father, he has declared him. (Holy Bible from the Ancient Eastern. Texts: Aramaic of the Peshita. 2003. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    No one has ever seen God; the only God, who is at the Father's side, he has made him known. (The English Standard Version Holy Bible, 2001. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    No one has ever seen God. The only Son, God, who is at the Father's side, has revealed him. (The New American Bible, 1987. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

    No one has seen God at any time. The only begotten Son, who is in the bosom of the Father, He has declared Him. (VW, English Version, 2003. En: Biblia electrónica e-sword. Versión digital libre 2011).

ALGUNOS COMENTARIOS AL TEXTO GRIEGO DE JUAN 1,18.

Después de mirar las diversas posibilidades de traducción, este artículo opta por la siguiente versión, y presenta algunos de los argumentos para sustentar la propuesta:

    "A Dios nadie lo vio jamás, el Hijo único, quien está vuelto hacia el seno del Padre, él nos ha hecho la exégesis". Juan 1,18.

Se trata de una opción cercana a la traducción ofrecida hace poco por Luis Alonso Schökel y por Juan Mateos (1975).

La fuerte afirmación, según la cual, nadie ha visto jamás a Dios es un rechazo polémico de las numerosas pretensiones, quizá judías y gnósticas, al final del s. I ec, para las cuales, los grandes profetas o santos de Israel (por ejemplo, Moisés), como el ilustre mensajero-salvador gnóstico, habían visto a Dios. Pero también recoge diversas aseveraciones de la Biblia Hebrea donde se refuerza el mismo argumento: la imposibilidad de ver a Dios (Ex 33,20; 19,21; Dt 4,12.15; Jue 13,22; Is 6,5) (López-Salvá, 2006, p. 307-330).

Si bien, en la Biblia, hay lugares donde alguien constata o dice haber visto a Dios (Ex 24,9-10; 33,11; Num 12,8; Dt 34,10), la afirmación nueva de Jn 1,18 ofrece una relectura bien exigente, desde la cual se relativizan esos textos anteriores o al menos se miran desde otra perspectiva. Ya desde Jn 1,16, el evangelio subraya la diferencia existente entre la revelación de Dios aportada por la alianza de Moisés y aquella revelación hecha presente en la persona de Jesús. La primera revelación recibe su esencia de la Torá, compuesta por una serie de instrucciones para la vida, leyes, mandatos y prohibiciones. Por su naturaleza, la Torá era la herencia exclusiva de los judíos.

En el caso de Jesús, la revelación está marcada y caracterizada por "la gracia y la verdad"1. La gracia representa un don de Dios Padre del todo libre e inmerecido; la verdad significa aquí cuánto es genuino, real y seguro. La ley antigua prescribía cuánto un ser humano debía hacer, pero no le daba la fuerza necesaria para obrar de esa manera. En cambio la gracia es una fuerza proveniente desde lo más profundo del corazón en el ser humano y por ello transforma y capacita a cada persona para vivir como hijo e hija de Dios Padre.

La gracia no se recibe independiente de la persona de Jesús, porque él es el exégeta, el hermeneuta, el intérprete del Padre y nos dispensa sus bendiciones. De hecho, Jn 1,17 menciona a Moisés, pero Jesús es superior (Rivas, 2006, p. 135). En otros lugares, los escritos joánicos repetirán una sentencia idéntica: Jn 5,37; 6,46; 1Jn 4,12.20.

El hijo, vuelto hacia el Padre, nos pone en paralelo con Jn 1,1. Sin embargo en Jn 1,1 se hace un énfasis en la relación íntima entre la Palabra y Dios, mientras en el v. 18, el centro de la reflexión lo recoge esa íntima conexión entre el Hijo y el Padre. La frase griega del v. 18 "eis ton kolpon" no indica una experiencia de inhabitación.

El vocablo griego "kolpon" significa: regazo, seno o pecho, es decir, una parte exterior del cuerpo (cf. Jn 13,23). Por lo tanto, durante toda su existencia histórica, Jesús, el Hijo único de Dios, estuvo vuelto hacia el seno del Padre. Jesús como un niño reposa de nuevo en el seno del Padre, incluso busca abrigo en él (Van Tilborg, 2005, p. 33). Jesús es Hijo de Dios Padre, y en su manera de proceder, el cuarto evangelio evidencia dicha realidad. Hablar de regazo, seno, pecho... descubre la intimidad existente entre el Padre y el Hijo, como entre el hijo y la madre (Rut 4,16; 1Re 3,20), la esposa y el esposo (Gen 16,5; Dt 13,7; 28,54-56).

La última palabra del verso 18, identifica un momento verbal griego, "exêgêsato" procedente del verbo griego "exêgeomai", representado con amplitud en la literatura helenista (de manera especial en argumentos de carácter religioso), y cuyo significado básico destaca: contar con detalle, relatar por completo, recontar una narración... contar, relatar, informar... Con este sentido usa el verbo griego la obra lucana en las cinco ocasiones de las cuales hace gala: Lc 24,35; Hech 10,8; 15,12.14; 21,19. La sexta y última ocasión en la cual el Nuevo Testamento usa este verbo griego es aquí en Juan 1,18 (cf. en más detalle Kittel, 2006, p. 907-909).

Cuando ahondamos en el uso de "exêgêsato" procedente del verbo griego "exêgeomai", y del sustantivo "exêgêsis", entre los griegos, constatamos una utilización técnica de las expresiones, para señalar la declamación de los poetas, la promulgación de las leyes, identificar la enseñanza religiosa de los sacerdotes, y sobre todo, para dar a conocer las revelaciones de los dioses y diosas en el ámbito religioso. En este contexto, el délfico Apolo es llamado "exêgêtês".

También el mismo verbo y su respectivo sustantivo se usan para hablar de las obras de los dioses y de las diosas. Quizá esta corriente llegó al judaísmo por la pluma de Flavio Josefo, escritor judío del s. I ec, quien dio el título de "exêgoumenoi" o "exêgêtai" de la ley, a dos renombrados rabinos de su época (Kittel, 2006, p. 908).

La utilización de "exêgêsato" en Juan 1,18, levanta algunas dificultades sobre todo de tipo sintáctico, pues en este caso no desarrolla un complemento, para decir "el Hijo nos lo ha contado, o nos lo ha dado a conocer". El lector podría preguntar: ¿Qué nos contó? ¿Qué nos dio a conocer? Para algunos autores el complemento es el resto del evangelio, presentado ya no en un himno como ocurre en Jn 1,1-18, sino en un amplio contenido en prosa (Jn 2-21), donde se nos narra el proceder de Dios con los seres humanos en esta historia, mediante el don de Jesús el Hijo (Vv. 14-17).

Sin embargo, cuando preferimos en la traducción "El Hijo nos ha hecho la exégesis", la fuerza para el lector recae no tanto en la narración en la cual se puede introducir como protagonista, con gran beneficio personal y comunitario, sino ahora en la contemplación del Hijo, hacerse hijo en el Hijo, compartir su filiación.

El Hijo único es quien está capacitado para revelar, para hacer la exégesis del Abba. Incluso este verbo es el mismo usado en los textos sapienciales de la Biblia de los Setenta (LXX) para describir contextos afines a Juan 1,18. Basten por el momento dos ejemplos: Sir 43,31: ¿"Quién ha visto a Dios como para poder describirlo"? "La Sabiduría está escondida a los ojos de todos los vivientes... pero Dios la vio y la reveló (Job 28,21.27).

En verdad, nadie ha visto a Dios, según Jn 1,18 pero sí hay un protagonista de esta historia: quien hace la exégesis de las relaciones de Dios Padre con los seres humanos y con la realidad. La prosa del evangelio próxima a ser desenvuelta (Jn 2-21) muestra cómo la atención del Hijo se centra, sin ningún asomo de fractura, en su Abba (Padre), y ésta exégesis la contagia Jesús a los suyos. Por eso el Hijo está vuelto desde el inicio hacia el seno del Padre.

La narración como relato es superada por la presencia de una persona, por su anuncio-testimonial en cuanto trasmite una experiencia vital, contagia una manera de ser, un estilo de vida, una realidad personal. De hecho, el relato surge para conservar esta praxis. La vida precede la norma y la narración. Jesús es la revelación única, de una vez por todas, del Abba en la historia humana. Dios se nos da a conocer en y mediante Jesús el Cristo. En este contexto, Juan 1,18 es una respuesta intencional cristiana ante el debate con los judíos y con los gnósticos. Ahora el único exegeta del Abba es Jesús.

JUAN 1,18: EN EL CONTEXTO DE LA BIBLIA

En la presentación del cuarto evangelio, después de Jn 1,18, donde termina el afamado himno del prólogo evangélico, proliferan los relatos en prosa, mezclados con algunos discursos. Pero Jn 1,18, al insistir en la relación Padre-Hijo, invita a centrarnos en las personas mucho más allá de los relatos.

De hecho, las narraciones desde la tradición oral y en ese paso de "boca en boca", pueden perder elementos originales, en su proceso de configuración, y asimilar otros datos por el camino de su ordenación. Cada uno recibe el relato de acuerdo con su capacidad de asimilación. En Jesús, no hay equívocos (Jn 14,6-7), en él están completos los elementos constitutivos de la filiación del ser humano y permanecen para siempre (Ska et al, 2001, p. 5-8).

Jesús es judío, creció en la tradición de los mayores, dentro de las dimensiones ofrecidas por la Biblia hebrea a los practicantes del judaísmo. En la Biblia hebrea, la religión o la relación religiosa no se entienden desde el encuentro del hombre con Dios sino dentro de un proceso contrario, es Dios quien busca al pueblo, el ser humano allí es comunitario y la única explicación ofrecida por la tradición (Dt 7,7-9) es ésta: Dios buscó a Israel sólo por amor. El amor de ofrenda u oblación es la única motivación para esta elección divina (AAVV, 1995, p. 44-50).

De otro lado, según Jn 1,1, al inicio de la creación ya existía la Palabra; sin duda esta experiencia mira con respeto sus orígenes judíos. En Génesis 1,1 existía "Elohim" (Dios). Y allí Dios crea por la Palabra, y aquí en Jn 1, gracias a la Palabra hay nueva creación y se vencen las tinieblas de la humanidad. En Génesis, el culmen de la creación es el ser humano; aquí en Juan 1, los seres humanos podemos ser "hijos de Dios" (Jn 1,12), no por la carne ni por la sangre, sino por nacer de Dios, por ser hijos e hijas en el Hijo, en Jesús el Hijo de Dios. Se trata de un regalo de Dios a los seres humanos sólo por amor (agápe)2.

A Dios siempre le hemos interesado, él se preocupa desde el inicio por el ser humano. Él reveló su gloria (Ex 19,16-25), con la Torá del Sinaí y por medio de Moisés (Ex 20,2-26). Pero ahora, en la plenitud de los tiempos, podemos ver y degustar en esta historia la gloria de Dios, en Jesús el Hijo. En él, el Padre nos entrega un doble don: la norma es Jesús y Él le da sentido pleno a la Torá. Y como el Hijo es el único quien ha visto al Padre, entonces, él nos revelará, nos hará la exégesis de la acción amorosa de Dios, en el seno de la historia humana (Moloney, 2005, p. 64-65).

Si comparamos la presentación de Dios Padre, realizada por Jesús en esta historia, con las diversas imágenes de la Biblia Hebrea, encontramos una relación desde el punto de vista del vocabulario. En verdad, allá y aquí Dios se nos presenta como "creador". Sin embargo, en el caso de Jesús, en el Hijo único existe una novedad, la cual se constituye a la vez en la gran originalidad del Nuevo Testamento.

Con Jesús se revela cómo Dios Padre crea al hombre; por ese motivo, estamos delante de la realidad más original de la Sagrada Escritura. Dios crea en Hijo (en griego, sin artículo, como en Hb 1,1-2), en filiación. Este proceso de la manera como Dios Padre procede con un ser humano, queda al descubierto en la praxis de Jesús. Por lo tanto la misma acción salvífica o saludable de Jesús identifica la acción creadora de Dios. Es por allí por donde funciona la divinidad de Jesús. La divinidad de Jesús no es un concepto, una idea, por el contrario, se trata de un actuar divino. Y la divinidad es aquella revelada por Jesús. El Hijo del Padre nos revela una divinidad, por eso es exegeta.

En este orden de ideas, Dios no es un concepto, ni se asemeja a numerosas ideas forjadas sobre él. Dios, para muchos, es una realidad y cada cual la concibe a su manera. Los griegos a su manera, la Biblia hebrea a su manera y Jesús también tiene su modo. Pero en medio de estas posibilidades, el ser más autorizado para hablar de Dios es Jesús porque él trasparenta la divinidad. Jesús revela la divinidad y la evidencia en su praxis, hablan sus acciones, sus actitudes con los demás, sus maneras concretas de ser (Baena, 2011, p. 1021-1065).

La concepción de la manera como Dios procede con Jesús y con un ser humano, no se le debe a la Biblia hebrea. El hecho de encontrar varias percepciones y tendencias no fundamenta un politeísmo, o la creencia en varios dioses; más bien quedan en evidencia maneras de captación. Se trata del mismo Dios, pero captado por varios grupos según su disposición y su capacidad de comprensión.

La manera como el Dios Padre de Jesús procede con los seres humanos tampoco se le debe en su origen a Pablo de Tarso, uno de los primeros escritores del Nuevo Testamento y tal vez el personaje con mayor influencia en la redacción del texto (de veintisiete obras, catorce se encuentran de manera directa en relación con Pablo). Sin embargo, Pablo sí es un importante intérprete y exegeta de Jesús. Pero la verdad de Dios en el Nuevo Testamento no se debe a Pablo porque su estructura mental es por entera judía (Cardona, 2009, p. 10-21).

La concepción de Dios típica de los Sumos Sacerdotes, los Escribas, los Letrados, la Comunidad judía del siglo I ec, es muy diferente a la de Jesús, incluso de hecho ese fue uno de los motivos para llevarlo a la muerte. La concepción forjada por Jesús fue considerada falsa por lo judíos y en abierta contravía con la ancestral fe judía (cf. Mc 14,61-62).

La religión de ordinario se define como: "la relación del hombre con Dios", pero esta descripción no cabe sin más en el Judaísmo y en el Cristianismo. En este último caso es Dios quien toma la iniciativa, y no los seres humanos. Por ejemplo, es el caso con el Dios de Moisés. Cuando Moisés sale de Egipto, él todavía no cree en el Dios del éxodo, sino en el Dios de su Padre, de su grupo; él viene a creer en el Dios liberador después de la liberación de Egipto, y más tarde la comprensión del evento desde la fe, le atribuye a este Dios la salida de la esclavitud desde Egipto (Ska, 2011, p. 38-48).

El Dios del éxodo se les manifiesta a Moisés y al pueblo en el desierto, sin ellos buscarlo, es un Dios hasta ahora desconocido. En la Historia de las religiones se conoce al Dios de Israel, el Dios del éxodo, sólo desde el momento en el cual Él establece relaciones con el Pueblo de Israel.

En un tiempo posterior (s. III ac-s. II dc), a propósito del encuentro del judaísmo con la realidad integral del helenismo (mundo griego), la percepción de Dios (incluso en el Nuevo Testamento), podría estar marcada por la mentalidad griega, la cual en verdad permea numerosos pasajes del texto bíblico, y sin embargo, aquí encontramos una diferencia esencial.

La captación de Dios entre los griegos es mucho más lejana si se compara con los datos de la Biblia Hebrea. Para Platón, uno de los primeros y más importantes filósofos escritores de Grecia, dios es grande y poderoso, pero cuando quiere hablar de su acción y de su manera de crear, Platón recurre a un mito. Por ello, la concepción de Dios es muy vaga, no hay claridad en su exposición si se compara con la tradición hebrea.

Platón se propuso demostrar la existencia de Dios, y argumenta con dos razones de gran peso: El Orden y el Movimiento, y sobre todo, la existencia de un solo Dios. Este planteamiento sería después (s. IV dc) una base para San Agustín quien se apoyará en Platón para algunos criterios tradicionales de la religión Cristiana.

Con el orden y el movimiento Platón intentó explicar la idea de la creación. Para el filósofo griego, el Universo fue creado por el Demiurgo, quien para dotarlo de Inteligencia compuso un alma dentro del cuerpo del mundo, fabricó el Universo con dicha alma, llamándola Alma del Mundo y desenvuelve así el principio ordenador del Caos. El Demiurgo compuso el Universo con cuatro elementos: tierra, fuego, agua y el aire. A estos cuatro elementos les corresponden los cuatro cuerpos geométricos más simples (cf. Platón, 1872, p. 129-264; argumento, por Azcárate: 131-145, Timeo: 147-264):

    Así, pues, el Dios, habiendo decidido formar el mundo lo más posible a semejanza del más bello de los seres inteligentes y de un Ser en todo perfecto, ha hecho de él un viviente único, visible, conteniendo en su interior a todos los vivientes que son, por naturaleza, de la misma clase que él (Timeo, 30, c).

Para el pensamiento filosófico de Grecia, Dios es el creador del mundo. Esta concepción es quizá la más antigua en la historia de la filosofía; el primero en expresarla fue Anaxágoras, para quien la inteligencia era como la divinidad en cuanto ordena el mundo.

A su vez, según Platón, el concepto de Dios era el primer motor o guía de todos los movimientos en el universo. Esta misma analogía fue recogida he impulsada por Aristóteles. Para el discípulo del filósofo ateniense, Dios es el primer motor con el cual comienza la cadena de los movimientos, o la causa primera desde donde se inician las series causales. Para Aristóteles, Dios concebido como causa final es el creador del orden del universo.

En la filosofía, este concepto de Dios es producto de la creación humana, es un fruto cultural. Cuando el hombre inventa el concepto de Dios, le entra la preocupación por demostrar su existencia. En este esfuerzo filosófico la única acción práctica para el hombre de ideas es seguir en la especulación.

PARA JESÚS, HIJO DEL PADRE, DIOS ES ABBA

Para Jesús, contrario a los ya mencionados planteamientos de algunas tendencias de la filosofía griega, Dios creador se ubica dentro de la criatura, en su conciencia, en su corazón, allí donde el ser humano cada día toma sus decisiones (cf. Lc 17,20-21). El dios de los griegos anda por otro lado; el Dios de la Biblia Hebrea es más cercano, pero no está metido dentro del hombre. Si el Dios de Jesús crea desde adentro, se limita al espacio dejado por la creatura. Como una paradoja, Dios queda limitado, se agacha y se encoje para crear desde el pequeño espacio facilitado por el ser humano.

El Dios revelado por Jesús es un Dios inmanente a la criatura y desde su inmanencia en la criatura es Creador. O sea, si Dios es Creador, lo es desde la pequeñez, desde la humildad, desde la condición de la criatura. Se mete dentro de la criatura para ser Dios y esto es contradictorio para la Filosofía. Sólo a Jesús se le ocurre semejante afirmación.

De otro lado, de la manera como se concibe a Dios, de esa manera se procede, esta es la realidad de Jesús. Y con el Abba (incluso con todo el Dios de la Biblia) sucede un hecho particular; independiente de nuestra comprensión o captación, Él obra en nosotros desde la humildad y la sencillez, y su acción es permanente. Y esta capacidad del Dios de Jesús de hacerse pequeño y débil (cf. Jn 1,14), como una propuesta contradictoria para muchas disciplinas, es la omnipotencia y el poder Dios. Aquí se produce una transformación radical en la tradicional e histórica escala de valores.

Jesús muestra la omnipotencia de Dios porque es pequeño, humilde, aguanta, tiene paciencia infinita. Según la Crítica Histórica, lo más fidedigno en Jesús es su captación del Abba. Para el Maestro de Nazaret, Dios, su Abba, es humilde, pequeño (cf. La parábola del grano de mostaza: Marcos 4,30-32), y esta comprensión es una de las claves más originales en el Nuevo Testamento. Era una manera muy distinta de pensar en Dios dentro de la religión judía. Jesús se atrevió a sentir a Dios y a hablar de él de manera diferente (Bultmann, 1987, p. 55-75).

El Judaísmo de la época de Jesús (s. I ec), era una religión provisional. No se debe confundir el Judaísmo con todo Israel. La religión es una institución. La definición genérica de la religión como "la relación del hombre con Dios" es una descripción muy vaga. Una religión es una experiencia de Dios vuelta "institución", cuya finalidad consiste en hacer suceder de nuevo esa experiencia de Dios en personas y comunidades concretas.

La institución crea normas fijas, procedimientos estables para favorecer la repetición de esa experiencia de Dios. El cristianismo es una institución donde se favorece y se impulsa la experiencia del resucitado, y esa es la razón de ser y el fundamento de la Iglesia. La Iglesia es una institución para promover cada día la experiencia del resucitado. En cambio, la experiencia del éxodo de Moisés se hizo institución en una monarquía, y por ello la monarquía es la religión de Israel.

El judaísmo es una religión provisional porque parte de la experiencia de Moisés, pero, después el exilio en Babilonia (597-538 aec), ya no es una monarquía sino la comunidad judía (s. V aec). La comunidad judía espera otra vez la institución de la monarquía, y ya con la monarquía como gobierno desaparecería el Judaísmo. Pero este hecho nunca ocurrió hasta hoy, y por eso los judíos esperan todavía hoy la realización histórica de la monarquía.

El Judaísmo, así como se presenta en la época de Jesús, es una religión cuya norma de fe es la tradición o la fideddad a las tradiciones. Después del Exilio, para la comunidad judía (ella así lo decidió) el punto de referencia fueron sólo los libros anteriores al final del exilio. Se trataba de los libros sagrados, sobre todo el Pentateuco, los Profetas, los Salmos. Estos libros se volvieron norma para la comunidad judía.

Cuando la comunidad judía quiere autointerpretarse, aparecen los libros. En Israel, en el tiempo de la monarquía, el punto de referencia no eran los textos, sino la experiencia de Dios de los Profetas (Ska, 2011, p. 61-112). En cambio, para la Comunidad judía, el punto de referencia son los textos y los interpretan los rabinos. El judaísmo en sentido estricto y desde la perspectiva recién expuesta, no tiene teología sino una espiritualidad de la Tradición (Ska, 2011, p. 46-60).

El Judaísmo es una religión no-bíblica, es una religión talmúdica, y el Talmud es una sucesiva interpretación de textos de la Biblia. El libro más importante en la religión judía es la Mishná. El Judaísmo en la época de Jesús está cansado de esperar una época mesiánica, o sea, el restablecimiento de la monarquía. En la época de Jesús hay muchas corrientes de autointerpretación dentro del Judaísmo y casi todas coinciden: se debe apresurar la caída de la época de la no-salvación (la salvación es el regreso de la monarquía) y planean un aceleramiento en la Comunidad judía de los últimos tiempos para presionar delante del Señor la venida de esa salvación: la monarquía.

Se conforma, de esta manera, una Comunidad muy estricta, la cual se inició con el padre de los Macabeos (Matatías) en el año 163 a. C. Ellos se interesan por preparar una Comunidad para los últimos tiempos, para los tiempos definitivos. El paradigma de acción para las personas y para la comunidad es la manera como se procede en el día sábado, una jornada bien estricta para los judíos, la cual debía marcar los demás días de la semana. ¿Cuál era la norma del sábado, sobre todo en la Comunidad de Qumrán, la más estricta en la fe judía por aquel tiempo?

El día sábado todos deben estar limpios, tan puros como el Sumo Sacerdote en función. ¿Qué pasó con esta exigencia? Creció el número de normas para la comunidad y los Escribas las aumentaron. Cada vez había más normas de pureza legal. Este hecho desencadenó otro proceso: cuando hay más normas hay menos gente dentro de la comunidad.

Para los judíos de la época de Jesús, en términos globales, se consideraban impuros: los niños, las mujeres, los iletrados, los campesinos y trabajadores, los enfermos, los curtidores de pieles, los fabricantes de tiendas, los comerciantes con productos paganos... Por eso quedan pocos dentro de la asamblea porque, en su gran mayoría, los judíos están o se sienten excluidos.

¿Qué hace Jesús ante semejante realidad? Con la concepción experiencial de Dios Creador, toma posición: salvar cuanto está por fuera de la comunidad judía. Salió a buscar al otro, a los otros, comenzando por los excluidos, marginados y abandonados por la praxis socio-política y religiosa de un gran grupo del judaísmo. La comunidad de Jesús es una comunidad salvífica. En la comunidad judía, sólo se salva quien está dentro y es puro. El judaísmo acabó por convertirse en un fin en sí mismo, cuando en realidad era sólo un medio para alcanzar la meta: la comunión con Dios.

Jesús, por su lado, es un judío capaz de echarse al hombro cuanto se quedó por fuera de la comunidad judía. Jesucristo toma conciencia de Dios su Padre (Abba) y se responsabiliza de Dios, y en él, de quienes han sido postrados y lacerados por la estricta comunidad judía liderada por hombres de ley, distantes de los pobres. La Comunidad judía es divina porque es del Señor. Y Jesús busca no hacer quedar mal a Dios su Padre, por eso salva cuanto no arropa la comunidad judía y es responsable con Dios para obrar de esa manera. Jesucristo es la mano de Dios capaz de llegar hasta donde no llega su propia religión: la religión de la comunidad judía marcada con fuerza por las prescripciones de la Torá.

Jesús es entonces exegeta del Padre en su comportamiento. Ningún ser humano, ningún hermano ni hermana, se queda por fuera de la realidad de la salvación, porque Dios no deja de amar, esa es su esencia (1Jn 4,8.16). Cuando Jn 1,18, en la Exhortación Apostólica Verbum Domini, se erige como la impronta de la tercera parte "Verbum Mundo", recoge de manera impactante cuanto se ha expuesto. Nada ni nadie del mundo es ajeno a Jesús ni a su Padre, esta es la exégesis novedosa. Y tal vez la única manera de ser exegeta, hermeneuta e intérprete de un Dios papá y mamá en este mundo plural de hoy, consiste en ser anuncio testimonial de una experiencia capaz de abarcar a todos, sólo por el hecho de existir: con un amor cuya única medida es amar sin medida.

CONCLUSIÓN

El himno de Juan 1,1-18 comenzó con la Palabra "junto a Dios" (v. 1); ella recorre su periplo por la historia, y ahora Jesús, el Hijo Único, termina su jornada "en el seno del Padre" ( V. 18). El desarrollo del entero evangelio mostrará la vida de Jesús como la Palabra del Padre, hasta cuando el discípulo experimente idéntica realidad: "Tú eres mi Señor y mi Dios" (cf. Juan 20,28).

La nueva comunidad queda embebida del resucitado, impregnada de la pascua, transpira por todos sus poros la experiencia de Dios, manifiesta en el servicio alegre y comprometido con los seres humanos, en especial, con los pobres y los débiles.

De esta forma el cuarto evangelio, por completo, queda envuelto entre dos anuncios testimoniales: "Jesús es Dios para beneficio (salud) de la humanidad" (cf. Jn 1,1 y Jn 20,28). Con este criterio, de ser hijos en el Hijo, es decir, segunda persona de la Trinidad, ora y aprehende la comunidad creyente este Cuarto Evangelio.

Pero la asamblea cristiana no se detiene en los triunfalismos, al contrario, es bien consciente de la polémica dentro de la cual vive: enfrenta persecuciones de judíos y de romanos, polemiza con tendencias gnósticas, el martirio está a for de piel, la separación de las tinieblas y la luz envuelta en el rechazo de muchos judíos a la "Palabra" hacen memoria permanente del juicio y la condena de Jesús. Sin embargo, no falta la otra cara de la moneda: la pascua se puede contemplar y llega hasta la experiencia gozosa de la resurrección (Rivas, 2006, p. 136).

La palabra de una persona emana de su corazón, de la abundancia del corazón hablan los labios (Mt 15,18-20; Mc 7,20-23). En su calidad de Palabra de Dios hecha carne, Jesús no sólo personifica la plenitud de la divinidad (Col 1,19), además revela la realidad de Dios en cuanto los seres humanos son capaces de captarla.

La palabra de Dios hecha carne, Jesús el Hijo Único, revela a Dios Padre de manera inmediata, sin intermediario alguno; por eso, ver y conocer a Jesús, es ver y conocer al Padre (Jn 14,6-7). En este caso el proceso de la revelación no pierde ningún elemento en su transmisión. El Padre habla y actúa en la persona de Jesús, y a su vez el Hijo mora de manera permanente en el seno de Dios su Padre (Jn 1,18). Jesús es por excelencia el exegeta del Abba.


Pie de página

1Ver las entradas Charis (gracia) y Alêtheia (verdad). Cf., respectivamente Berger, 1998, p. 2052-2060; Hübner, 1996, p. 171-180.
2Ver la entrada Agapê (amor de ofrenda). Schneider, 1996, p. 24-36.

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