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Cuestiones Teológicas

Print version ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.40 no.93 Bogotá Jan./June 2013

 

MEDIO SIGLO DE ECUMENISMO: RETOS DEL FUTURO

Half Century of Ecumenism: Challenges for the Future

Meio século de ecumenismo: desafios do futuro

Carlos Arboleda Mora*


* Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín, Colombia). Magíster en Historia por la Universidad Nacional de Colombia (Medellín). Magíster en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana (Roma). Profesor interno de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades de la Universidad Pontificia Bolivariana. Director del Grupo de Investigación: "Religión y Cultura" (UPB, Medellín). Miembro del Círculo Latinoamericano de Fenomenología (Clafen).
Correo electrónico: carlos.arboleda@upb.edu.co

Artículo recibido el 19 de noviembre de 2012 y aprobado para su publicación el 15 de abril de 2013.


Resumen

Este artículo hace una mirada a la historia del ecumenismo universal en sus primeros cincuenta años, se presentan las etapas recorridas y las dificultades que se han presentado. Si se analiza este recorrido se pueden ver los retos que se afrontan hacia el futuro como son la pentecostalización de todo el cristianismo, el diálogo con los mismos grupos pentecostales, la curación de las heridas históricas, la búsqueda de nuevos métodos ecuménicos y la posibilidad de hacer evangelización en medio del diálogo. Se termina con unas propuestas ecuménicas para la nación colombiana.

Palabras clave: Ecumenismo, Pentecostalización, Historia del ecumenismo, Ecumenismo colombiano, Iglesia.


Abstract

The following paper displays a view on the history of universal ecumenism in its first fifty years of existence. It presents the stages that have been covered and the problems that have been faced. By analysing these stages, the challenges for the future might be recognised: the pentecostalization of the entire Christian Church, the dialogue with the Pentecostal groups, the healing of historical wounds, the search for new ecumenical methods and the possibility to evangelize while having the dialogue. The paper concludes with some ecumenical proposals for the Colombian nation.

Key words: Ecumenism, Pentecostalization, History of Ecumenism, Colombian Ecumenism, Iglesia.


Resumo

Este artigo examina a história do ecumenismo universal em seus primeiros cinquenta anos, apresenta as etapas percorridas e as dificuldades que se manifestaram. Se for analisado este percurso, podem ser vistos os desafios que se enfrentam rumo ao futuro, como o são a pentecostalização de todo o cristianismo, o diálogo com os próprios grupos pentecostais, a cura das feridas históricas, a busca de novos métodos ecumênicos e a possibilidade de fazer evangelização em meio ao diálogo. E se termina com umas propostas ecumênicas para a nação colombiana.

Palavras-chave: Ecumenismo, Pentecostalização, História do ecumenismo, Ecumenismo colombiano, Iglesia.


En el siglo XXI, a cincuenta años del inicio oficial del movimiento ecuménico en la Iglesia católica, América Latina presenta unos retos especiales para recorrer el camino de la unidad de los cristianos. Estos retos están enmarcados en los siguientes hechos: un movimiento ecuménico todavía lento por la consideración de que el continente seguía siendo mayoritariamente católico, una presencia de una nueva cultura (mediática, posmetafísica, individualista, secular) y un alto número de personas que continúan en situación de precariedad económica y humana, que exigen una respuesta creativa y novedosa de los cristianos. Si el cristianismo quiere seguir siendo vital en el continente ha de repensarse para encontrar la forma de que sea entendido y plausible y uno de los primeros pasos es buscar la unidad entre los diversos grupos e iglesias cristianos. Pero también deberá repensar su teología, sus estrategias y sus lenguajes.

LOS INICIOS DEL ECUMENISMO

El Concilio vaticano II marcó oficialmente el inicio del ecumenismo en la Iglesia. Antes del Concilio había algunas iniciativas privadas o regionales en su favor (Octavario de oración por la unidad, revista «Irénikon, Conferencias de Malinas...) pero prevalecía una "teología de la exclusión" según la cual, ortodoxos y protestantes --cismáticos y heréticos, en la terminología usada entonces--estaban simplemente fuera de la Iglesia. El ecumenismo se entendía como el "regreso" de los hijos que se habían alejado de la madre y no faltaron actitudes agresivas entre las iglesias cristianas (Arboleda, 2011).

El Concilio, con el decreto Unitatis redintegratio, reconoce una real, aunque incompleta, comunión eclesial entre todos los bautizados y entre las iglesias y comunidades eclesiales. Esta renovada perspectiva, en perfecta armonía con la antigua eclesiología de los padres, tuvo enormes consecuencias por el nuevo modo como los católicos se relacionaron con los demás cristianos y con sus comunidades, y por la plena adhesión de la Iglesia católica al movimiento ecuménico.

El decreto conciliar Unitatis Redintegratio fue dado en Roma el 21 de noviembre de 1964. Este decreto conciliar tiene como objetivo promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos ya que una sola es la Iglesia de Cristo. Algunas ideas de este decreto son:

En el capítulo primero hace remembranza de algunos momentos críticos de diferencias en las primeras comunidades cristianas, se pasa a hacer referencia explícita de la problemática posterior donde sí hubo una nefasta separación en la Iglesia; actualmente esos creyentes no pueden ser reprimidos sino acogidos con respeto y amor. Porque quienes han recibido el bautismo quedan incorporados a la unión en Cristo, así no sea de manera perfecta en la Iglesia católica.

En el capítulo segundo la práctica del ecumenismo, se dice que al restablecimiento de la unidad de la Iglesia deben contribuir todos los cristianos, de fuera y de dentro de la Iglesia, desde los más sencillos hasta los más doctos. Es de suma importancia que se tenga en cuenta, por parte de todos los que integran este interés ecuménico, una verdadera conversión de corazón hacia la caridad. Por lo que los integrantes de la Iglesia piden perdón a los hermanos separados así como ellos los han perdonado en otras ocasiones. Hay que destacar que más pronto se acercará la Iglesia hacia la unión, cuanto más viva la integridad del evangelio. Insiste en el ecumenismo espiritual entre todos los cristianos, que se ejecuta mediante la oración personal y comunitaria, como resultado de esa conversión de corazón y del interés mutuo de unión.

En el capítulo tercero, Las iglesias y las comunidades eclesiales separadas de la sede apostólica romana. Se alude a las divisiones. Las primeras escisiones tuvieron lugar en Oriente, por las declaraciones dogmáticas de los concilios de Éfeso y de Calcedonia o en tiempos posteriores por la ruptura de la comunidad eclesiástica entre los patriarcados orientales y la sede romana. Cinco siglos después sobrevienen otras en la misma Iglesia occidental, como secuela de los acontecimientos que ordinariamente se designan con el nombre de la Reforma.

Es preciso reconocer la riqueza litúrgica de las iglesias de Oriente, en las que veneran muchos santos y a la virgen María como en la Iglesia católica. Estas iglesias, aunque separadas, mantienen sacramentos por su sucesión apostólica como el sacerdocio y la eucaristía, por lo que se aconseja la comunicación en funciones sagradas, con la aprobación de la respectiva autoridad eclesiástica. Además, se debe reconocer en ellos la fuente de la vida religiosa, llamada así actualmente en Occidente y que tuvo su origen en los movimientos monacales de Oriente y de toda su riqueza espiritual. Todas estas tradiciones deben ser conocidas, veneradas y conservadas para mantener fielmente la plenitud de la tradición cristiana. Por otra parte, las comunidades eclesiales y las iglesias que se han separado de la Iglesia católica durante y al final de la Edad media (la Reforma), están unidas a la Iglesia por unos puntos en común muy significativos: la fe en Jesucristo, estudio y aprecio de la Sagrada Escritura, vida sacramental bautismal y la vida con Cristo.

En estos años se han alcanzado resultados visibles en el ecumenismo como el establecimiento de más de 186 iniciativas de diálogos con otras confesiones cristianas, realización de acuerdos significativos con otros cristianos sobre todo en el campo de la justificación (Declaración conjunta luterano-católica sobre la doctrina de la justificación -31 de octubre de 1999), y de la cristología (Declaración cristológica común entre la Iglesia católica y la Iglesia asiria del Oriente (1994). En 1964, el encuentro de Pablo VI con el patriarca de Constantinopla Atenágoras puso de manifiesto el deseo de la Iglesia católica romana por acercarse al resto de iglesias cristianas. Juan Pablo II multiplicó los gestos de aproximación: encuentros con el patriarca de Constantinopla (1979), con el primado anglicano y con la reina Isabel II (1982), y visita a la sede del Consejo ecuménico de las iglesias en Ginebra (1984). Se colaboró en la traducción ecuménica de la Biblia, realizada por católicos, ortodoxos y protestantes; los acuerdos sobre el bautismo, la eucaristía y el ministerio eclesial (1982). Desde la 5.ª Asamblea de Nairobi del CMI (1975), se ha intensificado el compromiso ecuménico del cristianismo en el ámbito político, social y cultural (antirracismo, paz y ecología). En forma clara y eficaz, Benedicto XVI ha continuado la línea ecuménica del Concilio vaticano II y de su predecesor Juan Pablo II.

LAS ETAPAS VIVIDAS EN EL ECUMENISMO

En estos cincuenta años de ecumenismo es preciso distinguir tres etapas en el proceso. Una primera etapa de entusiasmo en la que se creía que la unidad estaba cerca, se cayó en una especie de "irenismo" que consideraba que era fácil superar las diferencias entre los cristianos y que bastaba la buena voluntad de las partes. Se tenía una visión idealista de la unidad de las iglesias. Luego vino una segunda etapa que algunos llamaron el "invierno ecuménico" causado por las críticas internas de cada comunidad eclesial a lo que se consideraba una unidad que cedía demasiado de lo propio de cada confesión y por la visibilización de problemas prácticos después de la caída del comunismo. Esta etapa ayudó al ecumenismo a bajarse de las nubes y a darse cuenta de que la unidad necesitaba esfuerzo y atención a problemas concretos y reales. Por otra parte, el surgimiento de movimientos integristas o fundamentalistas que insistían en la unicidad de la propia verdad, cerró el camino al diálogo en varias iglesias cristianas. La tercera etapa, en la que estamos, es la de un realismo positivo: las iglesias buscan la unidad pero parten de su propia identidad; se está de acuerdo con que es posible, por ahora, trabajar juntos en el ecumenismo práctico, en la lucha por los derechos humanos, la oración en común, la defensa del planeta, etc. Los diálogos teológicos continúan con el criterio de mirar a la Iglesia todavía una (siglo I-IV) para encontrar formas de consenso y metodologías de unidad. Se busca hoy lo que se llama un consenso diferenciado que remplaza al ecumenismo del simple consenso de las décadas anteriores. Pero no se espera una unidad visible a corto plazo mientras no haya modelos claros y criterios hermenéuticos histórico-teológicos comunes.

LOS NUEVOS DESAFÍOS Y MÉTODOS DEL ECUMENISMO

En América Latina ha habido un proceso gradual hacia el ecumenismo tal como se ve en las conferencias del Celam.

En la conferencia de Medellín (1968) se insistía en el ecumenismo espiritual a través de celebraciones ecuménicas donde la oración ocupaba un papel fundamental. (CM (Conclusiones) 9, 14) En Puebla (1979) se trató el tema y se llamó al diálogo entre las diferentes confesiones cristianas (DP 1098). En Santo Domingo (1992) se propuso buscar caminos más eficaces para alcanzar la unidad en la verdad y el ecumenismo como una prioridad pastoral (SD 132-135), con una gran preocupación por el crecimiento de los grupos sectarios. Se sugiere distinguir entre las religiones no cristianas que vienen de fuera del continente y que van teniendo una creciente presencia, de aquellas autóctonas: "buscar ocasiones de diálogo con las religiones afroamericanas y de los pueblos indígenas, atentos a descubrir en ellas las semillas del Verbo, con un verdadero discernimiento cristiano, ofreciéndoles el anuncio integral del evangelio y evitando cualquier forma de sincretismo religioso" (SD 138).

Pero será el Documento de Aparecida (2007) el que asume el ecumenismo y el diálogo interreligioso como se ve en los números 227 a 234 del documento. Se parte de un hecho inédito en las anteriores conferencias: el reconocimiento explícito de la diversidad cultural y del pluralismo religioso (DA 56, 59, 100, 170). El Documento de Aparecida reconoce el "nuevo pluralismo religioso" y que se debe hacer un esfuerzo para distinguir el trabajo ecuménico del interreligioso. Este trabajo urge dada la globalización y la creciente inmigración como los grandes cambios culturales (y religiosos) que afectan la transmisión de la fe. Por lo tanto, este creciente pluralismo religioso del continente, así como una eclesiología de comunión, hacen cada vez más necesario el diálogo ecuménico y el interreligioso. Es iluminador que este documento reconozca de manera explícita la diversidad religiosa y cultural de América Latina. Constata que hay comunidades que se han ido formando por la llegada de distintas denominaciones cristianas y otros grupos religiosos. Y propone "Asumir la diversidad cultural, que es un imperativo del momento, implica superar los discursos que pretenden uniformar la cultura, con enfoques basados en modelos únicos" (DA 59).

Frente a este hecho sociológico, se propone un ecumenismo basado en la eclesiología de comunión que conduce al diálogo:

    La comprensión y la práctica de la eclesiología de comunión nos conduce al diálogo ecuménico. La relación con los hermanos y hermanas bautizados de otras iglesias y comunidades eclesiales es un camino irrenunciable para el discípulo y misionero, pues la falta de unidad representa un escándalo, un pecado y un atraso del cumplimiento del deseo de Cristo: "Que todos sean uno, lo mismo que lo somos tú y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado (Jn 17, 21) (DA 227).

Es preciso resaltar que se da importancia al diálogo con los judíos y las religiones monoteístas (DA 235-237), teniendo en cuenta la Declaración Nostra aetate del Concilio y el documento Diálogo y anuncio (1991. El anuncio del Evangelio y el diálogo hacen parte de su misión, constituyen una forma de acoger la gracia de Dios y le da suma trascendencia al testimonio- compromiso. La llamada universal a la salvación y su concreción en Jesucristo y el Espíritu no se contraponen. El diálogo, lejos de hacer perder la identidad cristiana, la supone.

El diálogo interreligioso, además de su carácter teológico, tiene un especial significado en la construcción de la nueva humanidad: abre caminos inéditos de testimonio cristiano, promueve la libertad y dignidad de los pueblos, estimula la colaboración por el bien común, supera la violencia motivada por actitudes religiosas fundamentalistas, educa a la paz y a la convivencia ciudadana: es un campo de bienaventuranzas que son asumidas por la Doctrina Social de la Iglesia (DA 239).

DA señala la importancia de continuar con los diálogos, atender las sugerencias del directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo y del documento La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral, aclarar las confusiones que se dan respecto a los interlocutores del diálogo ecuménico e interreligioso y la necesidad de seguir avanzando en este camino de diálogo y unidad (DA 231-234).

Hay que reconocer los cambios fundamentales en los últimos años en el movimiento ecuménico señalados por Mons. Kurt Koch (2012, 3-12):

  • Hay un aumento del ecumenismo "desde abajo" que favorece la acción en común y que poco a poco va haciendo la "recepción" de los acuerdos teológicos del ecumenismo de "arriba". Aquí se va procediendo con el "consenso diferenciado" de trabajar con las cosas que tenemos en común pero teniendo en cuenta las perspectivas que nos separan pero que no son causa, ni deben serlo, de enfrentamientos.

  • Se busca en todas las iglesias la propia identidad confesional, pues el ecumenismo se hace desde la claridad de los principios de las iglesias y no desde la confusión irénica de ideas. Esto será una oportunidad de conocimiento y enriquecimiento mutuo y de plantear el diálogo desde el piso sólido de lo que cada iglesia confiesa.

  • Las iglesias protestantes están pidiendo hoy un mutuo reconocimiento, es decir, que se las considere iglesias en paridad de condiciones. Esto es resultado de la opción por la diferencia propia del mundo contemporáneo. Pero aceptar esto sería viciar el objetivo del ecumenismo. Más bien se puede proponer una unidad en lo fundamental cristiano y una aceptación de la diversidad de tradiciones y modos. Será fundamental en este caso una profundización de la eclesiología en sus aspectos de sacramento, unidad y comunión.

  • Otro problema grave hoy son las posturas de algunas iglesias que, por deseo de responder a la cultura contemporánea, adoptan ciertas líneas éticas como aceptar el matrimonio homosexual, la adopción de hijos por parejas homosexuales, la ordenación de mujeres y de gais practicantes. En este campo urge una profunda reflexión sobre la teología moral en mirada ecuménica.

  • Finalmente, hoy aparecen nuevos participantes en el diálogo que no se tenían en cuenta en el pasado. Hay una ampliación de los diálogos ecuménicos con las iglesias orientales a los que no se les había prestado suficiente atención. Pero es importantísimo el diálogo con el movimiento pentecostal que se ha convertido en la segunda fuerza cristiana en el mundo después del catolicismo romano y que se ha constituido en la "experiencia pastoral más efectiva del siglo XX". El fenómeno de la "pentecostalización de las iglesias" no puede ser ajeno a las preocupaciones del movimiento ecuménico y de la Iglesia católica romana en América Latina.

Se visualizan así en América Latina unos desafíos interesantes:

El primero es el crecimiento rápido de los grupos pentecostales y carismáticos, unido a la pentecostalización de amplios grupos católicos. No se trata solamente de un crecimiento cuantitativo sino de la aparición de una mentalidad pentecostal que ha ido penetrando en todas las iglesias tradicionales cristianas tanto la católica como las reformadas. Aquí urge un trabajo duro para hacer una reflexión teológica sobre las posturas pentecostales que llevan a la desteologización de las doctrinas, la desinstitucionalización jerárquica y la emotivización del culto. Los movimientos pentecostales tienden a un cristianismo individual, sin vínculos con el compromiso social, y hacen una interpretación literal de las Escrituras sin contextualización. Pero aparecen algunos elementos permitirían un diálogo fecundo sobre todo en el campo de la experiencia de Dios, la solidaridad con los pobres, la pequeña comunidad y el papel del laico. "Tenemos ya una comunión en la gracia de Jesucristo. Unos y otros creemos que la Escritura es central...Compartimos la misma fe en la paternidad de Dios, el señorío de Jesucristo...en el poder para el testimonio que nos ha dado el Espíritu Santo, la naturaleza permanente de Pentecostés, el amor que Dios ha derramado mediante el Espíritu. Ambos reconocemos el carácter único de la salvación; creemos que todo el que alcanza salvación la obtiene mediante Jesucristo; el perdón de los pecados, la promesa de la vida eterna, el papel significativo de los carismas, los diez mandamientos y las bienaventuranzas". Pero hay luces y sombras en el pentecostalismo:

    Entre los aspectos positivos podemos mencionar el redescubrimiento del Espíritu Santo, el hecho que una conversión personal a Jesucristo sea requerida de forma explícita y de manera continua; el énfasis en la oración; y el redescubrimiento de los carismas y los dones. En contraste, es ciertamente negativo que el Pentecostalismo y los pentecostales subrayen su experiencia y su espiritualidad como la única producida por Dios mismo e indispensable para todos los cristianos; no es raro entonces que no concedan ni estén dispuestos a reconocer la misma importancia y categoría a otras experiencias cristianas (Usma, 2007).

Así que el diálogo con ellos exigirá una alta dosis de creatividad y de autorreflexión.

Otro desafío es la curación y sanación de las heridas históricas que vuelven lento el encuentro con el protestantismo histórico. Hay todavía una historia de resentimientos y dolores históricos por las agrias relaciones entre las iglesias, sobre todo en la época de inicios del siglo XX. Esto, unido a que no se ha considerado el ecumenismo como una prioridad pastoral y a una idea falseada de lo que es la apologética católica. Han frenado el diálogo, se necesita una espiritualidad de oración y conversión para favorecer de nuevo el encuentro entre hermanos de diversas confesiones. Una labor de encuentro en la oración como también de estudios históricos y de encuentros académicos que ayuden a sanar y comprender la historia. Enseñar, contextualizar e implementar en la práctica documentos oficiales como La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral o Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo es un buen camino de trabajo: "En el ámbito de las diócesis el panorama no es muy alentador: la falta de personal, de preparación específica, de recursos económicos y de otro tipo, indican que la actividad ecuménica se deja con frecuencia a la iniciativa espontánea de los fieles" (El ecumenismo hoy , 2004).

Una tercera tarea es la asimilación de que no hay contradicción entre diálogo y anuncio. Algunos creen que si se dialoga se frena la evangelización y si se evangeliza se excluye el diálogo. En verdad son complementarios. La misión de la Iglesia se extiende a todos mediante el diálogo y mediante el anuncio como dos caminos de la misma misión. El amor lleva a compartir con la influencia del Espíritu y siguiendo el ejemplo de Jesús que se ofreció por toda la humanidad (Diálogo y anuncio, 1991). En este horizonte, el movimiento ecuménico en América Latina debe articularse con la nueva evangelización. Esta es la respuesta a los desafíos de una nueva cultura. Un análisis de esta nueva cultura exigirá su profundo conocimiento para hacer un anuncio del evangelio en términos comprensibles para los hombres de hoy que los lleve a pasar de "este mundo" a vivir la experiencia de "otro mundo". Todo arranca de un testimonio de la experiencia de Dios transmitido por medio del lenguaje de esta época. Sin legítima experiencia de Dios no habrá testimonio de Dios y sin lenguaje adecuado no habrá credibilidad para la experiencia. Las iglesias cristianas han de buscar y encontrar juntas ese lenguaje que permita comunicar su común experiencia de Dios en Jesucristo. Una común experiencia que, con un lenguaje actual, brinde un testimonio unánime y creíble. Aquí será fundamental, además de la experiencia de vida de fe de las comunidades, el trabajo de los teólogos para comprender la Revelación como una donación del amor de Dios que eleva al hombre a sus máximos posibles para darle sentido a su vida, y no simplemente como la adhesión intelectual a unas verdades conceptuales encerradas en los límites de una determinada confesión institucional. Trabajar por el hombre como ser humano e imagen de Dios, por un proyecto humanizador común que respete la dignidad humana y sus derechos y defender la vida, son elementos de una acción práctica, ética y común que puede unir a las diversas confesiones.

EL CASO COLOMBIANO

En Colombia el movimiento ecuménico ha marchado a paso lento por las siguientes razones:

  • Hay todavía una historia de resentimientos y dolores históricos por las agrias relaciones entre las iglesias, sobre todo en la época de 1946 hasta 1957 (Arboleda 2006). Ciertos proselitismos agresivos cierran la puerta hoy a un entendimiento dialogal entre las confesiones cristianas.

  • No se ha considerado al ecumenismo como una prioridad pastoral por la urgencia de solución del conflicto armado que se considera más urgente.

  • No hay adecuada formación ecuménica de sacerdotes y pastores. Solamente en los últimos 20 años se ha logrado que la conciencia ecuménica se inculque en los centros de formación católicos y protestantes, aunque con reticencias.

  • La cultura colombiana sigue siendo muy católica en sus aspectos socio-culturales y el pluralismo religioso, aunque se reconoce legalmente, socioculturalmente se sigue mirando con suspicacia en las representaciones populares.

  • No se han implementado en la práctica documentos oficiales como La dimensión ecuménica en la formación de quienes trabajan en el ministerio pastoral o Directorio para la aplicación de los principios y normas sobre el ecumenismo. "En el ámbito de las diócesis el panorama no es muy alentador: la falta de personal, de preparación específica, de recursos económicos y de otro tipo, indica que la actividad ecuménica se deja con frecuencia a la iniciativa espontánea de los fieles" (El ecumenismo hoy, 2004).

Sin embargo, hay iniciativas: los colectivos ecuménicos de Medellín y Bogotá, el trabajo del secretariado permanente del Episcopado colombiano y del Consejo episcopal latinoamericano y los grupos ecuménicos laicos. Sin embargo, estos dos últimos han tenido dificultades en la realización de sus objetivos como son las dificultades en la continuidad de sus secretarios ejecutivos, dificultad para conformar equipos de expertos e investigadores permanentes sobre el tema, la ausencia en algunos países de poco interés por el diálogo ecuménico muchas veces obstaculizado por la presencia del fenómeno sectario, comisiones nacionales de ecumenismo a veces más nominales que efectivas y desinterés por el tema ecuménico (Urrea, 2012).

Como propuestas hacia el futuro están:

  • El reconocimiento y aceptación de la existencia de la diversidad religiosa y cultural en el país, como lo reconoció la Constitución política de 1991, entendida como un hecho dado que merece una reflexión y una posición pastoral de la Iglesia católica. Es un cambio que afecta a la Iglesia y que "tiene serias implicaciones en el ámbito teológico y pastoral, el cual debe ser analizado, no como un fenómeno pasajero, sino como una realidad que continuará haciéndose presente cada día con mayor vitalidad" (Urrea, 2012).

  • La creación de los secretariados o comisiones diocesanos de ecumenismo que animen la actitud ecuménica, la celebración de la semana de oración por la unidad de los cristianos, la formación de grupos o colectivos ecuménicos en las diócesis.

  • La formación ecuménica de sacerdotes, religiosos y laicos atendiendo a las directrices del Vaticano y de la Ratio Studiorum para los seminarios.

  • La potenciación de las estructuras nacionales para el ecumenismo de tal manera que no se queden en reuniones de expertos sino que se derramen e irriguen la pastoral popular en las parroquias para que se convierta en una línea transversal de la nueva evangelización.

Pero, sobre todo, la necesidad de crear una actitud ecuménica que permita encontrarnos, conocernos, dialogar y alcanzar la unidad visible de la Iglesia.


REFERENCIAS

Arboleda, C. (2006). Guerra y religión en Colombia. Medellín: UPB.         [ Links ]

_____. (2011). Pluralismo, tolerancia y religión en Colombia. Medellín: UPB.         [ Links ]

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Urrea, J.C. (2012). La sección de ecumenismo y diálogo interreligioso: el camino recorrido, logros, debilidades y principales desafíos. Bogotá: Celam. Recuperado de http://www.celam.org/Images/img_noticias/doc24f90692be7546_19042012_236pm.pdf         [ Links ]

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