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Cuestiones Teológicas

Print version ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.42 no.98 Bogotá July/Dec. 2015

 

EDITORIAL

Pbrq. Iván Darío Toro Jaramillo*

* Doctor en Teología y Filosofía de la Universidad de Navarra España. Sus áreas de interés investigativo han versado sobre la metodología de la investigación, la educación en la administración y la responsabilidad social. Recientemente ha sido nombrado como Director (E) de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín, Colombia). Anteriormente se desempeñaba como el Coordinador de la Maestría en Ciencias y Doctorado en Administración de la Universidad de Medellín. Correo electrónico: idtoro@udem.edu.co.


Un nuevo número de la revista Cuestiones teológicas permite seguir pensando la Teología. En este sentido sugiero considerar, como propuesta: 1. El lugar de la Teología en la Universidad: ¿cuál debe ser su impacto e incidencia?; 2. La Teología en contexto: ¿cómo hacer teología en contextos actuales?, y 3. La investigación en Teología: ¿cómo producir conocimiento teológico?, para lo cual la publicación de esta revista debe convertirse en una posibilidad de pensar la Teología y apoyar estas iniciativas académicas.

1. LA TEOLOGÍA EN LA UNIVERSIDAD

Lo cambios son cada vez más acelerados en nuestro mundo y debemos saber responder a las nuevas condiciones de nuestra sociedad, a los nuevos contextos y realidades, así como también a las nuevas formas de comprender el conocimiento -sociedad del conocimiento, sociología del conocimiento, gestión del conocimiento, complejidad -, en relación con la aparición de nuevas formas de entender la realidad e incluso los nuevos lenguajes. En todo esto, ¿cuál es el lugar de la Teología en la Universidad? La pregunta hace que interroguemos a la Teología, al quehacer teológico y a la formación del teólogo.

Las actuales circunstancias exigen una fuerte y segura formación del teólogo. Vivimos una realidad frente a la cual "el espíritu cristiano no puede permanecer insensible". La carta apostólica Novo Millennio Ineunte propuesta por el Papa como programa de acción teológica y pastoral, escrita en un tono supremamente positivo de cara al futuro, invitaba "a abrirnos con confianza al futuro" (1), pues la Iglesia debe "asumir con nuevo ímpetu su misión evangelizadora" (2). Incluso se pueden parafrasear las palabras del Papa pensando en la situación colombiana: "Es necesario pensar en el futuro que nos espera", y lo que queramos hacer debemos traducirlo en "fervientes propósitos y en líneas de acción concretas."

Cuando se piensa en la Teología, en la formación del teólogo, en la evangelización y la pastoral, habría que asegurar que "no se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva" (29). Se trata, pues, de lo mismo aunque en condiciones de tiempo, contextos y culturas distintas; lo que exige nuevas búsquedas, lenguajes, planteamientos, exigencias, teniendo entonces presente lo complejo de la realidad, para señalar adecuadamente "las etapas del camino futuro" (29). Responder a esta exigencia en forma acertada en la formación del teólogo hoy, conlleva a una gran responsabilidad de la que es necesario ocuparse.

El mundo de la universidad se caracteriza por acontecer en medio de una paradoja que refleja la tensión entre lo viejo y lo nuevo, entre la tradición y la innovación. Poco o casi nada ha cambiado en la universidad, principalmente en relación con su estructura y organización; sin embargo, ella reclama la necesidad de cambios y de innovación. Por un lado, son instituciones muy conservadoras, tienden a mantener unas mismas estructuras, pues a pesar de los siglos conversan bajo el mismo modelo de las universidades medievales; pero por otro lado están siendo obligadas a realizar grandes cambios de acuerdo con las actuales circunstancias del entorno mundial.

Incluso los cambios que se producen hoy en la sociedad deben incidir en una nueva forma de gestionar la universidad, de modo que afecte tanto las estructuras como las estrategias. El mundo de hoy requiere como nunca del conocimiento, y por lo tanto de la universidad y de la investigación, pero para cumplir con esos desafíos la universidad tiene que propiciar una transformación innovadora, también en la acción pedagógica así como en su gestión.

A partir de la segunda mitad del siglo pasado, la universidad en América Latina viene sufriendo un considerable proceso de expansión, tanto en relación con el crecimiento de la matrícula como también en relación con el número de instituciones de educación superior. A esta expansión la acompañó un proceso de diversificación que se se reflejó en los noventa con el tamaño de las instituciones de educación superior y, fundamentalmente, por su composición interna y su alto grado de complejidad.

Teniendo en cuenta todos los posibles progresos de nuestras sociedades contemporáneas, y así como la universidad requiere profundos cambios, estos también se exigen para el Programa de Teología, tanto en su estructura como en la estrategia, que conduzcan a acciones concretas. Por ejemplo:

  1. Hay que hacer continuas investigaciones sobre el currículo. En pedagogía, en Columba, se han hecho todos los inventos y se han probado todos los cambios posibles, y los resultados no han sido los mejores. A diferencia de lo que comúnmente se hace - revisar y ajustar el plan de estudios o proponer nuevas didácticas, agregar o quitar algunos cursos, revisar la intensidad horaria de los cursos, los años de estudio, cambiar un curso de un semestre a otro, cambiar metodologías, formas de evaluación y objetivos de los cursos -, lo que se requiere es llevar a cabo una investigación completa y permanente sobre el currículo, de tal forma que se conozca mejor el conocimiento teológico y de este modo se produzca más conocimiento teológico, para lo cual se necesita la investigación, así como también acertar en una adecuada innovación curricular. En este aspecto es en el que precisamente las facultades de teología y de filosofía han permanecido siendo las más conservadoras.

  2. La investigación es esencial en el universitario de hoy, asunto que ha sido particularmente difícil en las facultades de teología, como también ha sido complicado el reconocimiento de la forma como se investiga y aquello sobre lo cual se investiga en teología. Las grandes dificultades están en que la universidad tradicional y conservadora no solo no estaba preparada para la investigación, por ser universidades más de docencia, sino que tampoco se tiene todavía el convencimiento, ni los medios, ni los recursos, ni las posibilidades para hacer investigación. Aun en nuestro medio tenemos dificultades para producir conocimiento teológico a partir de la investigación.

  3. Un tercer elemento fundamental es la verdadera formación humanística, que supera la limitación tecnocrática y ofrece una visión integrada y ética para afrontar y comprender el cambio. La formación científica y profesional de alta calidad es parte obligatoria del quehacer universitario, pero la formación humanística es la que ha de permitir la consecución de una visión global y comprehensiva de la vida contemporánea y de los cambios que el futuro traerá aparejado. Esta necesaria formación humanista, que damos por supuesta en las facultades de filosofía y de teología, en muchos casos es escasa, lo que conduce a graves consecuencias en la formación. Esta carencia de formación humanista puede hacer del teólogo un especialista, un tecnócrata de la teología o de la pastoral. También esto explica en buena parte por qué no producimos conocimiento teológico o no legamos de manera acertada a la pastoral y la evangelización.

Colombia pretende hacer parte de la OCDE y como los demás países de América Latina busca seguir creciendo y poder insertarse en una economía mundial, ser más competitiva y alcanzar un alto nivel en la educación dado el hecho que la producción y distribución del conocimiento depende en gran medida de recursos humanos calificados. La educación es un factor fundamental para lograr el desarrollo. La educación superior debe considerarse un asunto de importancia nacional. El Estado tiene que responsabilizarse de las decisiones políticas y financieras que toma en relación con la educación. Hay que decir que los gobiernos deben saber que únicamente con educación superior basada en la investigación (I+D+i+E) y en la aplicación del conocimiento hay desarrollo económico y social.

Si la educación superior es pieza fundamental para las transformaciones sociales, el logro de la equidad y la justicia social, la universidad debe transformarse para que en ella se produzcan profundos cambios cualitativos; de lo contrario difícilmente saldremos de las situaciones de pobreza, de injusticia y de guerra. Si la universidad no actúa ahora, en poco tiempo la sociedad le "pasará factura" al haber sido incapaz de transformarse y transformar la sociedad en la que se encuentra inserta. .

Saberes como la filosofía y la teología, y aun otros como la historia y la literatura, son en cierto modo ajenos no solo a las sociedades en las que las ciencias ocupan un lugar de mayor interés y preocupación -sociedades grandemente desarrolladas e industrializadas-, o a aquellas sociedades en las que interesan más las cosas -sociedades del bienestar, del tener y consumir-, sino también en aquellas sociedades en las que debido a los grandes conflictos y desórdenes que vive solo hay tiempo y razón para la guerra -son sociedades atrasadas, de profundas desigualdades sociales y de grandes carencias. No es la nuestra una sociedad de grandes desarrollos industriales o en la que las ciencias y los desarrollos tecnológicos sean una prioridad, es más bien una sociedad que carece de muchas cosas y está más dedicada al conflicto.

Existe, pues, una relación entre estos saberes -el saber filosófico, teológico y otros como el histórico- y la sociedad. Tratar esta relación es cuestión básica para poder comprender la historia de Occidente, y en el caso concreto que más nos preocupa, para entender la situación de nuestra sociedad. Sin el saber filosófico y el saber teológico no hay cultura ni sociedad occidental. A lo largo de toda esta historia de Occidente el saber filosófico y teológico han estado presentes en cada época con sentidos precisos. Desvelar estos sentidos ha sido justamente lo que busca hacer la historia del saber filosófico y la historia del saber teológico, así como también la historia del saber histórico.

Tal vez el lugar más propio o apropiado para hacer que los distintos saberes y ciencias realicen la investigación y alcancen logros y progresos significativos en este campo es la universidad. El acceso a la universidad no debe estar determinado o condicionado por la simple evaluación de conocimientos o destrezas en el manejo de ciertos datos o información. Como tampoco se permanece en la universidad con el objeto de acumular o asimilar un conocimiento. La universidad como lugar de transmisión de conocimientos, de datos o información, aunque sean concretos, específicos o especializados, no se justifica plenamente hoy. El centro de la universidad no puede seguir siendo la comunicación o transmisión del conocimiento. Ya no se permanece en la universidad para conseguir un determinado conocimiento o saber y adquirir ciertas destrezas o habilidades en relación con el conocimiento aprendido. La discusión acerca de lo que debe ser lo académico en la universidad -lo que constituye los programas académicos-debe discutirse ahora con base en otras consideraciones y teniendo en cuenta que lo que realmente justifica ahora todo conocimiento o saber es la investigación.

2. LA TEOLOGÍA EN CONTEXTO

¿Qué es la teología en contexto?, ¿cuáles son los contextos de la teología?, ¿qué son los contextos? La teología en contexto debe tener en cuenta los contextos de la universidad y de la sociedad, pues la teología todavía sigue encerrada en sí misma. Se piensa como un saber muy específico o particular, alejado del resto de saberes; en parte porque la teología sigue enseñándose muy clásicamente y porque no se ha dado cuenta del contexto, o contextos, en que está. No es suficiente pensar solo en lo interdisciplinar, es necesario avanzar hacia otros límites en los que el acercamiento de la teología con los otros saberes en el contexto de la universidad y de la sociedad sea cada vez mayor.

Si bien el desarrollo de la teología académica aparece vinculado al origen mismo de la universidad (siglo XIII), dándose una amplia evolución del conocimiento teológico al lado de los métodos teológicos, a partir de la reforma tridentina la teología en América Latina terminó por establecerse en los seminarios a partir del siglo XVII. De este modo, en gran parte del continente solo se recibe la formación teológica en los seminarios y se convierte en una teología de eclesiásticos para la formación del clero.

En los pocos casos en los que la teología volvió a las universidades, conservó el estilo de la teología de los eclesiásticos, propia de los seminarios, que observa el método escolástico y ha terminado por ser una teología que se repite sin renovarse y sin haber hecho el esfuerzo de acercar la reflexión teológica al contexto latinoamericano.

Son muchos los contextos en los que se expresa la realidad latinoamericana, siendo diversos los acentos y las formas como se ha ido elaborando la reflexión teológica en el continente latinoamericano. La reflexión latinoamericana ha sido rica en esta teología contextual y su aporte ha sido significativo para el conocimiento y los métodos teológicos.

La reflexión que se ha hecho de la teología desde América Latina, tanto desde el continente mismo como desde otros lugares, ya cuenta con una tradición que permite el reconocimiento de distintos autores y textos. La historiografía de la teología latinoamericana da cuenta de esta tradición teológica en el continente, permitiendo el reconocimiento de tendencias, corrientes y movimientos de pensamiento.

Sin embargo, la tradición académica ha dejado poca huella en la cultura religiosa de nuestros pueblos. El saber teológico permanece enclaustrado, no afecta ni enriquece la experiencia religiosa, tal vez porque no ha entrado en la dinámica de la acción comunicativa/discursiva, porque carece de tradición escrita, o porque a la teología, al menos en nuestro medio, le falta pasar por el período de la Ilustración.

Los aspectos epistemológicos del método de la teología latinoamericana hicieron de esta una teología en contexto, que se expresa en la conocida frase del "ver, juzgar, actuar", que alcanzó a ser conocida ampliamente, incluso en los ambientes europeos. Fue enorme el impacto alcanzado por esta teología y su método, principalmente a partir de las reflexiones de la Conferencia de Medellín (1968). Toda la teología posterior y el método empleado estarán marcados por esta tendencia, incluso gran parte de las Conferencias Episcopales Latinoamericanas, como los documentos de los episcopados nacionales, seguirán esta forma de reflexión teológica y de método teológico.

En algunos casos esta teología de América Latina se parcializó o adoptó otros métodos distintos que hicieron desviar la reflexión teológica, provocando su descrédito y desaprobación. Han sido difíciles los años posteriores para la teología de América Latina, pues en algunos sectores de la Iglesia se creó un ambiente de desconfianza que impidió que la reflexión continuara y llegara a madurar. En este sentido casi no hubo oportunidad para la teología en América Latina, pues históricamente al lado de tantos siglos de reflexión, estudio y decantación de la teología en Europa, no era posible que en pocos años alcanzáramos en el continente una madurez teológica.

3. LA INVESTIGACIÓN EN TEOLOGÍA

Un contexto necesario hoy de la teología es el contexto de la investigación. ¿Qué es investigación?, ¿qué es investigar?, ¿qué es investigar en teología? Muy poco se ha dicho acerca de la investigación en teología, en comparación con lo que se ha alcanzado a decir en otros saberes y disciplinas; más bien lo que se ha hecho es seguir o aplicar las búsquedas metodológicas realizadas por los otros campos de las ciencias a problemas teológicos.

En nuestro mundo académico, en una gran mayoría de casos, los problemas que se consideran de investigación, y que incluso vienen acompañados por preguntas, no son realmente tales. En otras palabras, frecuentemente solo se plantean pseudo-problemas y no se tienen propiamente preguntas de investigación. De ahí viene la exigencia de hacer que en los semilleros de investigación se aprenda a reconocer lo que es un problema de investigación y cuándo se tienen preguntas de investigación. Si en las maestrías no se aprende a encontrar además de problemas y preguntas de investigación, y a abordarlos metodológicamente, es seguro que nunca se llegarán a tener investigaciones propiamente dichas, a formular problemas de investigación y a contar con buenos doctorados. La experiencia así lo demuestra.

Más aún, la problemática se acentúa si se tienen en cuenta las actuales condiciones de la investigación, particularmente las que vienen expuestas por COLCIENCIAS, que hace más difícil el poder tener grupos de investigación e investigadores bien escalafonados, pues al privilegiar las investigaciones en aquellas ciencias STEM, lo que se ha hecho es desconocer lo que en otros campos del conocimiento se tiene y el valor de la investigación específica.

Si bien en general, y de modo particular en el plano de las ciencias naturales, el pensamiento ha realizado enormes progresos, habiéndose llegado a un gran conocimiento, los progresos mismos de la ciencia más avanzada, como la física, continúan mostrando que todavía faltan asuntos por resolver, cuestiones que todavía siguen pendientes. De igual modo, el saber filosófico y teológico, a pesar de su antigüedad y de los grandes desarrollos que ha tenido, siguen siendo saberes en los que cabe todavía preguntar, pues siguen existiendo asuntos sin resolver todavía. Sin embargo, cada vez podemos desarrollar más el pensar, y hacerlo en el marco de la cultura y de la universidad. Es en este marco donde el espíritu humano elabora y organiza su conocimiento utilizando los medios culturales de que dispone.

Siempre se ha dado un cierto desarrollo de la teoría del conocimiento teológico, principalmente desde la época de la modernidad con Melchor Cano, y cada época debe preocuparse por elaborar y presentar esta teoría del conocimiento teológico de acuerdo con la situación de la conciencia científica y especialmente teológica del momento. Esta teoría del conocimiento teológico no debe limitarse a presentar lo que de hecho hace la teología, sino que debe asumir una pauta crítica de cómo hacer teología, es decir cómo pensar la teología: hacer investigación teológica. Un conocimiento del conocimiento teológico es una de las grandes tareas puestas hoy para el teólogo.

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