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Cuestiones Teológicas

Print version ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.43 no.100 Bogotá July/Dec. 2016

https://doi.org/10.18566/cueteo.v43n100.a01 

http://dx.doi.org/10.18566/cueteo.v43n100.a01

EDITORIAL

Dr. Gonzalo Soto Posada

En su ya secular transitar, la revista Cuestiones Teológicas hace referencia a una creación de la universidad medieval: la quaestio. Esta, como sabemos, es el uso de la tradición para innovarla con el respondeo dicendum quod. Dicho juego de tradición e innovación ha sido lúcido y lucido en el trasegar de la revista pues como decían los medievales, somos enanos sobre hombros de gigantes y así podemos dirigir la mirada más lejos y con mejores perspectivas. Se parte del sic et non para crear tesis haciendo utilización del uso de la tradición y del ingenio de la creación, como pedía Abelardo.

La revista, en este horizonte, ha sacado agua de su propio pozo y no ha sido una mera repetición de lo ya dicho. Como sabía Gregorio Magno, la tradición crece con sus lectores. Este crecimiento no ha sido otro que el juego hermenéutico de crear nuevas perspectivas, sin olvidar la tradición. Es la fusión de horizontes gadameriana y el explicar más para comprender mejor de Ricoeur, olvidando la separación entre explicar y comprender. La revista ha explicado comprendiendo. De ahí su aporte a la tradición milenaria de la teología como logos sobre Dios que hace arder los corazones de los lectores como en el viaje de Jesús con sus dos interlocutores de Emaús. Peregrinar a Emaús como un buscar hallando y un hallar buscando; este es el telón de fondo de la indagación teológica.

Esta indagación ha sido apofática y catafática como lo enseñó el Pseudo Dionisio Areopagita en sus obras. Sabemos de Dios sin saber, con sus múltiples nombres sin nombre. Por lo visible se va a lo invisible sabiendo que Dios es el inefable, el inabarcable en la vía de unión con Él. Todo deviene mística como henosis pasando por la catarsis y la iluminación en el constante diálogo fe-razón como Fidens quaerens intellectum. Esta comprensión de la fe como credo ut intelligas e intelligo ut credas ha sido el motor de la revista. La fe y la razón se diferencian para unirse en la coincidencia de opuestos. Los paradigmas desarrollados por Pablo en Atenas y Corinto siempre han tenido en cuenta la locura de la cruz, para no vaciarla de sentido. Desde allí, la revista ha evangelizado la cultura e inculturado el Evangelio estableciendo un fecundo diálogo entre la fe y las culturas como alas para llegar a la verdad del sentido de la vida.

Es que la teología es un modo de vida produciendo conceptos, un arte de vivir que hace de la vida una obra de arte. Por eso, la revista ha sido una Poética de la existencia como una creación conceptualmente vivida. Ciencia teológica y virtud ética se unen para, como en la oración del Aquinate, se comprenda, retenga, aprenda, interprete y exprese. La gracia no suprime la naturaleza sino que la completa. El teólogo graciosamente conceptual avanza en su labor poética conjugando el verbo poien en una triple acepción: recta ratio intelligibilium, recta ratio agibilium y recta ratio factibilium. Desde esta tríada, la teología comprende, vive y hace conceptos teniendo en la Palabra Encarnada la Palabra por excelencia. Esta Palabra Encarnada ilumina a todo hombre y al teólogo en su trabajo vitalmente hermenéutico. Como Hermes, une lo divino y lo humano creando una totalidad envolvente de comprensión, explicación y vida.

Esta totalidad envolvente es una askesis como ejercicio espiritual que pone a la mano conceptos, preceptos y afectos. De este modo se produce una catarsis del pathos gracias al Logos como peregrinos hacia la Jerusalén celestial, desde el ya pero todavía no del Reino de Dios construido desde el ágape, tal como lo canta bellamente Pablo en el capítulo 13 de su Primera carta a los Corintios.

Si la teología es ágape ello implica cuidar de sí mismos, de los otros, de las cosas y de lo divino. Es así epimeleia que conjuga su verbo epimelesthai. La semántica del cuidado de sí apunta a expresiones como prestar atención a sí mismo, volver la mirada hacia sí mismo, examinarse, vigilarse a sí mismo, volverse hacia sí, retrotraerse, retirarse en sí mismo, descender a lo más profundo de sí mismo, concentrarse en sí mismo, instalarse en sí mismo como en una ciudadela, sanar, curarse, amputarse, abrir los abscesos, reivindicarse, liberarse, emanciparse, rendirse culto, honrarse, respetarse, avergonzarse ante sí mismo, ser dueño de sí mismo, complacerse consigo mismo, autosatisfacerse. Esta semántica viene puntualizada por expresiones muy ricas en contenido de Séneca. Recordamos algunas: sibi vacare: dedicar toda la vida a su cuidado; se formare: ocuparse en formarse; sibi vindicare: reivindicarse en la posesión de sí mismo ; se facere: cuidarse en hacerse ; se ad studia revocare: dedicarse al estudio; sibi applicare: aplicarse a sí mismo ; suum fieri:preocuparse en hacerse a sí mismo ; in se recédere: volver a sí mismo ; ad se recúrrere: dedicarse a sí mismo; secum morari: morar en sí; ad seproperare: apresurarse por sí mismo.

Esta semántica hace que la teología sea no sólo un saber sino, ante todo, una forma de vida. Es lo que significa la expresión griega epiméleia heautoú y su verbo epimelesthai, expresiones que son traducidas al latín por cura sui y curare; en español, cuidado de sí y cuidarse a sí mismo. Quien conjuga estos verbos y vive su vida desde estas categorías, la convierte en un arte de la existencia. Es la gran herencia que Grecia le dejó a la teología. La edad de oro de su tratamiento es la época imperial, siglos I y II de nuestra era, que lleva hasta sus últimas consecuencias el momento socrático-platónico, estableciendo unas técnicas de sí como tecnologías del yo que convierten la teología en una ética y estética de la existencia.

Ello implica pedagogía (paideia), consejos de conducta, dirección espiritual, elaboración de modelos de vida, ascesis, anachoresis, cuidado del alma y del cuerpo, dieta, erótica, búsqueda de la verdad, práctica de la virtud, Phronesis, meditación, programación de las actividades diarias, examen de conciencia, ejercicios espirituales, formación más que información... Técnicas que entran en la teología por la influencia griega y que luego son resemantizadas por el cristianismo desde el ágape y el Dios de Jesucristo.

Esta labor teológica como epimeleia es también epistrophé y metanoia como conversión. Es la parábola del hijo pródigo como canto a la misericordia del Padre. Hacer teología es una tarea de conversión y vuelta al Padre. Este regreso al Padre es soteriológico y escatológico. La teología es un poema de salvación que musicaliza las bondades del Padre.

Todo lo dicho establece un estatuto para la teología: retornar al Padre es retornar a sí mismos, a los otros y a las cosas. Este cuádruple regreso implica el conocimiento de sí mismos, la dignidad de los otros como hijos de Dios y el cuidado de las cosas a la manera franciscana, viendo en todo los vestigios de Dios. No por casualidad, investigar es in vestigium ire: ir tras el vestigio. Para el caso teológico, es ir tras las huellas de Dios presentes en la Creación y a través de ellas transitar hacia el Padre. Lo imperfecto supone lo Perfecto y la visión beatífica se anticipa desde la tierra gracias al trance teológico. Este trance teológico empapa de espiritualidad el ejercicio teológico, espiritualidad que reclama la prosoche como meditación constante de los misterios de la fe. Esta meditación es contemplación iniciática que debe llevar a Dios en tanto psicagogía y ataraxia. Ambas producen la emendatio como un ethos del vivir, haciendo de la teología una etopoyética.

Para todo ello se requiere exégesis y eixégesis. Como exégesis interpreta; como eixégesis dota de sentido la existencia creando hábitos de vida que valorizan el proyecto vital, entendido como faena tremebunda. La teología también, por lo anterior, es terapia del alma. Vana es su palabra si no cura las enfermedades del espíritu.

Situados en esta perspectiva, la teología adquiere un talante: la veri dicción, el hablar francamente, el decir la verdad. Deviene parrhesia y pedagogía pues Cristo es su maestro interior. Por ello, es pastoral.

Cerremos recordando el bello texto agustiniano que habla de su conversión. Reza así: "¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y ver que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no lo estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no serían. Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi sordera; exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y abraséme en tu paz".

Bello reto para hacer teología.

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