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Cuestiones Teológicas

Print version ISSN 0120-131X

Cuest. teol. vol.45 no.103 Bogotá Jan./June 2018

https://doi.org/10.18566/cueteo.v45n103.a08 

Notas y comentarios

Inocencio III de contemptu mundi sive de miseria conditionis humanae Libri Tres Introducción, traducción y notas de Gonzalo Soto-Posada


Introducción

1.

Papa del 1198 al 1216, Inocencio III, de nombre Lotario, hijo de Thrassimond, conde de Segni y de Claricia, de la familia de los Scotti, nació en Gavignano en el año 1160. Perteneció a la alta nobleza romana. Recibió en Roma, en el monasterio de san Andrés en Celio, su primera formación intelectual y espiritual. Fue canónigo de san Pedro. Orientó su vida a la carrera eclesiástica. En la universidad de París recibió una sólida formación académica teniendo como maestro a Pedro de Corbeil. En Bolonia se abrió al conocimiento del derecho gracias a la orientación del maestro Uguccione de Pisa y su Summa super decreto. Regresó a Roma en 1185 con el objetivo de hacer una carrera eclesiástica llena de honores y poder. Es hecho cardenal por Clemente III (1187- 1191). A la muerte de Celestino III es elevado al solio pontificio en el que permanece 18 años, llevando a su plenitud la monarquía papal y su plenitudo potestatis en lo espiritual y temporal tanto en Roma, como en Italia y el resto de Europa. Coronó como emperador y rey de Sicilia a Federico II Barbarroja, sometiendo a Sicilia y al sacro imperio romano germánico a su control y el resto de Europa, no sin luchas y enfrentamientos con las autoridades alemanas, francesas, inglesas, españolas, portuguesas, húngaras, polacas, escandinavas.

Persiguió con ahínco la unión con las Iglesias orientales separadas definitivamente de Roma desde el siglo XI. Sus intentos fueron fallidos, máximo con la conquista de Constantinopla durante la cuarta cruzada y la fundación del reino latino de Constantinopla, hecho que incidió fuertemente en la no unión de las Iglesias. Inocencio consideró que este reino expandió el influjo romano sobre Oriente. No fue así pues pronto Constantinopla es reconquistada por los bizantinos, y la toma de Jerusalén por los cruzados fue un fracaso.

Respecto a la herejía, su posición fue radical: exterminarla de raíz. Bogomilos, cátaros, albigenses fueron destruidos brutalmente.

Sobresalió como predicador y sus sermones causaron gran impacto en sus auditores.

Aprobó en 1210 la regla de san Francisco de Asís.

Convocó el Concilio de Letrán en noviembre de 1215, que marcó el apogeo de su pontificado1. Este concilio determina, entre otras cosas, la comunión y la confesión anual.

Hans Küng2 anota que con Inocencio III se consolida el paradigma eclesial romano de la Iglesia como poder y centralización romana. Es una Iglesia universal pontificia3 y un papismo autoritario4 . No puede ser el papa juzgado por nadie, solo por Dios5. La Iglesia romana tiene la primacía absoluta. Roma es el poder eclesial para efectos de la fe, del derecho, de la disciplina y de la organización eclesial. Todo se hace derecho, y romanización significa jurisdicción6 y canonistas profesionales7 . El papa deviene gobernante supremo, legislador absoluto y juez supremo de la Iglesia8 . Se politiza la Iglesia y el papa posee el dominio del mundo9 . Estamos ante una hierocracia papal10 y el papado es una institución de soberanía absoluta11 .

2.

Sus ideas teológico-políticas fueron muy claras y distintas: primacía absoluta y universal del papado sobre la cristiandad, el papa como vicario de Cristo en la tierra y representante directo e inmediato de Dios, primacía de la Iglesia romana sobre todas las Iglesias, catolicidad y romanidad son una y la misma cosa, los obispos son los delegados del papa, el papado tiene el derecho soberano de disponer de los bienes de la Iglesia, la magistratura de toda disciplina eclesiástica reside en el papa.

Representante de Dios en la tierra, rey de reyes y señor de señores, el papa participa del poder universal de Dios y tiene la soberanía universal sobre los poderes terrenales; él es la roca de toda la Iglesia; lo que el alma es al cuerpo lo es el sacerdocio al poder real; el vicario de Cristo en la tierra tiene todos los poderes, las dos espadas, el sol del poder frente a la luna de los demás poderes; él debe hacer reinar en todo lugar la virtud, la justicia, la paz; está para mandar sobre naciones y reinos; concede la autoridad imperial del sacro Imperio romano germánico.

3.

Su primera obra fue compuesta hacia 1194-1195. Tenía alrededor de 35 años. Fue su célebre De contemptu mundi sive De miseria humanae conditionis. Revela, por su contenido, una sólida preparación. En el prólogo, se afirma, que quiere ser un pequeño tratado ascético moral en el que se describe la basura de la condición humana para dejar de lado el orgullo.

Es un tema bíblico, de tal modo que hay más de 550 citas bíblicas. Usa también fuentes patrísticas, escolásticas y clásicas con autoridad y precisión. El tema de fondo es la miserable condición humana en todas las circunstancias, desde el nacimiento hasta el juicio final.

Consta de tres libros. El primero intitulado del inicio miserable de la condición humana. Allí determina la condición miserable de la naturaleza humana en razón de su cuerpo y de sus pasiones. Toda la vida es un conjunto de vicisitudes y avatares llenas de dolor y sufrimiento que hacen que toda la vivencia humana se llene de sombras. El segundo lleva por título del progreso culpable de la condición humana. El hombre crea su infelicidad y miseria. Atado a las riquezas, honores y placeres deviene avaro, lujurioso, orgulloso, injusto, incontinente y repleto de vanidad. El tercero está dedicado a la decadencia lamentable del hombre. Es una meditatio mortis y sobre las postrimerías del hombre, en especial el infierno y sus penas.

Es un libro de espiritualidad que tiene mucha influencia desde el siglo XIII hasta el siglo XVII, pues medita sobre los aspectos fundamentales de la existencia y sus experiencias límite. Tiene un éxito inmediato, lo que se revela en sus más de 600 manuscritos y sus numerosas ediciones, la primera de las cuales fue en 1478. Sobra decir que toda la meditación está untada de pesimismo.

Su segunda obra es el De missarum mysteriis (sobre los misterios de la misa). Es un ejercicio que reúne la tradición litúrgica romana y la teología de París. Expresa un profundo respeto y veneración por la Sagrada Eucaristía, en especial por la consagración, el corazón mismo del sacrificio eucarístico. Formula con claridad la transubstanciación y los efectos del sacramento como alimento espiritual y como símbolo de unidad de la Iglesia, cuerpo místico de Cristo.

La tercera obra que queremos señalar es el De quadripartita specie nuptiarum. Es un extenso e intenso comentario del salmo 44. Sobresalen sus reflexiones sobre la eucaristía, y un texto que hizo carrera en la liturgia de la iglesia: ¡O magnum et salutare convivium, in quo caro Christi comeditur, et sanguis Christi potatur! (¡Oh grande y saludable banquete, en el que se come la carne de Cristo y se bebe su sangre!).

Traducción12

Sobre el desprecio del mundo o la miseria de la condición humana

Libro primero

Prólogo

Al Señor Padre queridísimo, por gracia de Dios obispo del Puerto del Tíber, Lotario diácono indigno, gracia en el presente y gloria en el futuro.

Escaso de ocio, que entre muchas angustias como aquellas que recientemente conocí y viví, no del todo me pasa el ocio. Pero para derribar la soberbia, cabeza de todos los vicios (Eccli. X)13, describí la vileza de la condición humana. El título del presente opúsculo que dediqué a vuestro nombre, te ruego y suplico que, si algo de digno en él encuentra vuestra discreción, todo se debe a la gracia divina. Si vuestra solicitud sugiere, con el favor de Cristo, escribiré otro opúsculo sobre la dignidad de la naturaleza humana14. Así, elevado me humillaré, de modo que se exalte al humilde.

Capítulo primero

Del inicio de la miserable condición humana

¿Por qué salí del vientre de mi madre, para ver trabajo y dolor y que se consuman en la confusión mis días? (Jer. XX)15. Si tales cosas de sí habló Jeremías, a quien Dios santificó en el útero (Jer. I)16, ¿qué diré yo de mí a quien mi madre engendró en el pecado? ¿Ay de mí, exclamaré, madre mía, que me engendraste, hijo de la amargura y del dolor? ¿Por qué no morí en la vulva de mi madre? ¿Salido del útero por qué no perecí? ¿Por qué sacado de las rodillas, me lactaste? (Job. III)17. Nací en la combustión [al. confusión] y en el alimento de fuego (Isa. IX)18. Ojalá hubiera muerto en el útero, y mi sepulcro hubiese sido mi madre y su vulva concebida eternamente (Jer. XX)19. Pues hubiera sido como si no fuese, del útero trasladado al sepulcro (Job. X)20. ¿Quién dará a mis ojos una fuente de lágrimas (Jer. IX)21, para llorar el ascenso miserable de la repetida condición humana y la salida condenable de la disolución humana? Pues consideré con lágrimas de qué está hecho el hombre: qué hace el hombre, qué hará (al. cuál será su futuro). Formado sanamente de la tierra, concebido en la culpa, nacido para el dolor, vuelve depravadas las cosas no permitidas, feas las que son decentes, vanas las ordenadas, convierte el alimento en fuego, las comidas en gusanos, es una masa de putrefacción. Lo expondré más plenamente, lo diré con más claridad. El hombre está formado de polvo, fango y cenizas; y lo que es más vil, de semen inmundísimo; concebido en la comezón de la carne, en el fervor de la libido, en la pestilencia de la lujuria y lo que más deprimente, en la mancha del pecado. Nacido para el trabajo, el dolor y el temor y lo que es más miserable, para la muerte. Hace lo depravado, ofendiendo a Dios, al prójimo, a sí mismo; actúa torpemente haciendo sucia la fama, la conciencia, la persona. Convierte en vanas las cosas seria, útiles y necesarias. El alimento lo vuelve fuego que siempre quema y arde hasta extinguirse. Las comidas se trasforman en gusanos, que siempre roen y comen sin parar. Es una masa de putrefacción que siempre hiede y es suciedad horrible.

Capítulo segundo

De la vileza de la materia del mismo hombre

Formó Dios al hombre del limo de la tierra, que es el más vil entre los demás elementos, como consta por Gen. II. Los planetas y las estrellas las hizo de fuego, los soplos y los vientos de aire, los peces y volátiles de agua, los hombres y bestias de carga de tierra. Si consideras los seres acuáticos hallarás que el hombre es más vil; si miras los seres aéreos, sabrás que es más vil; si atiendes a los seres ígneos, lo considerarás vil en grado sumo, pues no se iguala con los celestes ni se prefiere a los terrestres ya que es parejo a los jumentos y su semejante. Como dice el Eclesiastés III: Una misma cosa es el aniquilamiento de los hombres y de las bestias y su condición igual y nada tiene el hombre más noble que el jumento. De la tierra salieron y a la tierra parejamente vuelven22 . Estas son palabras no de cualquier hombre sino del sapientísimo Salomón ¿Qué es el hombre sino lodo y ceniza? De ahí que el hombre diga a Dios: recuerda, te ruego, que como lodo me hiciste y en el polvo me convertirás (Job 10)23. Por lo mismo, Dios le dice al hombre: polvo eres y en polvo te has de convertir (Gen. III)24. Soy igual, dice Job, al lodo y fui asimilado a las cenizas y al polvo (Job. XXX)25. El fango se hace de agua y polvo, ambos permanentes. La ceniza se fabrica de limo y fuego, ambos separados. Expresado el misterio, otras cosas mejores pueden decirse. ¿Por qué la soberbia del lodo? ¿De qué se vanagloriará el polvo? ¿De dónde se gloriará la ceniza?

Capítulo III

De la división de la concepción

Si a lo anterior te atreves a responder que Adam mismo fue formado del limo de la tierra, tú, en cambio, fuiste procreado del semen humano. Sí, pero aquél fue hecho de tierra virgen; tú, de semen inmundo. Como dice Job XIV: ¿quién puede hacer limpio lo concebido de semen inmundo?26 ¿Qué es el hombre para ser inmaculado y aparecer como justo, si nació de mujer? He aquí que fui concebido en iniquidad y en pecado me concibió mi madre (Psal. L)27. No se trata de una sola iniquidad ni de un solo delito, sino de muchas iniquidades y muchos delitos. Son los delitos e iniquidades propias y los delitos e iniquidades de los otros.

Capítulo IV

De la concepción del infante

Existe una doble concepción. Una se hace gracias al semen; la otra, por las naturalezas. La primera se realiza en medio de los pecados; la segunda, por medio de los pactos. Los padres delinquen en la primera; la prole contrata en la segunda. ¿Quién no sabe que el coito, incluso matrimonial, de ningún modo se hace sin el prurito de la carne, sin el fervor de la lujuria, sin la pestilencia de la libido? Por lo cual, el semen concebido huele a pestilencia, se mancha y se vicia, de modo que el alma infundida se unta de la ruina del pecado, la mancha de la culpa, la suciedad de la iniquidad. Es que el licor puesto en el vaso corrupto se corrompe y deviene poluto y manchado. Hay que saber que el alma humana tiene tres naturales potencias o tres fuerza naturales: la racional que discierne el bien del mal; la irascible que rechaza el mal; la concupiscible que apetece el bien. Estas tres fuerzas se corrompen por tres vicios opuestos. La fuerza racional por la ignorancia, que no discierne el bien del mal; la fuerza irascible por la iracundia que tira lejos el bien; la concupiscible por la concupiscencia que apetece el mal. La primera genera el delito; la última pare el pecado; la de la mitad engendra el delito y el pecado. Pues es un delito no hacer lo que se debe hacer y pecado hacer lo que no se debe hacer. Estos tres vicios se reúnen por la carne corrupta y por tres naturales halagos. En el comercio carnal, la mirada de la razón se adormece, de modo que se siembra la ignorancia; el comezón de la libido se irrita y propaga la iracundia; el afecto de la voluptuosidad se sacia y genera la concupiscencia. Es la tiranía de la carne, la ley de los miembros, el estimulante del pecado, el abatimiento de la naturaleza, el alimento de la muerte, sin los cuales nadie nace y nadie muere. Si pasa la culpa, sin embargo permanece el acto. Son las palabras de Juan (I Joan. I): si pues ¿Por qué si dijéramos que no tenemos pecado, nos seducimos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros?28. ¡Oh grave necesidad e infeliz condición! Antes de pecar, el pecado nos sujeta; antes de delinquir, el delito nos posee: por un hombre entró el pecado en este mundo, y por el pecado la muerte atravesó a todos los hombres (Rom. V)29. Si no: los padres comerán uvas agrias y lo dientes de los hijos quedarán insensibles (Jer. XXXI; Ezech. XVIII.)30.

Capítulo V

De qué se alimenta el feto en el útero

Si atiendes al alimento del que se nutre el feto no es otro que la sangre de la menstruación, que cesa en la mujer después de la concepción, de modo que de ella se alimenta el recién concebido. Quien lleva un ser tan detestable e inmundo, porta algo que por su contacto los frutos de la tierra no germinan, los árboles se secan, las hierbas se mueren, pierden el fruto los árboles, y si los perros se lo comen se contagian de la rabia. Los fetos concebidos contraen el vicio del semen, de modo que los leprosos y los elefanticos nacen de esta corrupción. De donde la ley mosaica considera inmunda la mujer que sufre la menstruación (Lev. 10); y si alguien accede a la que menstrua, se manda que sea muerto (Lev. XII). Y por la inmundicia de la menstruación se ordena que la mujer que pare un niño no pueda ingresar en el templo durante cuarenta días; si es niña, ochenta días.

Capítulo VI

De la imbecilidad del infante

¿Por qué se dio la luz al miserable y la vida a aquéllos que viven en la amargura de la vida? (Job. III). Felices los que mueren antes de nacer. Primero sentir la muerte que ser conscientes de la vida. Ciertos nacen tan deformes y prodigiosos, que no son hombres, sino que parecen abominaciones, para los cuales mejor hubiera sido si nunca se vieran, porque son monstruos y se muestran como tales. Muchos nacen de miembros disminuidos y de sentidos corrompidos, tristeza de los amigos, infamia de los padres, vergüenza de los vecinos. ¿Qué diré de aquéllos que nacen sin ciencia, sin palabra, sin virtud? Lábiles, débiles, imbéciles, distantes de los brutos, que tienen menos que ellos. Inmediatamente nacen se arrastran; nosotros, por el contrario, caminamos con los pies erectos y sin raptar con las manos curvas.

Capítulo VII

De la deformación del parto y de la expulsión del niño

Todos nacemos arrojados. El niño recién nacido dice A; la niña E.

Diciendo E o A, todos nacen de Eva

¿Qué es pues Eva sino ay de mí? De ambos es la interjección de dolor, expresando la magnitud de éste. Ésta, antes del vigor del pecado, era fuerte; después del pecado mereció llamarse Eva, por lo cual oyó estas palabras:

parirás en dolor (Gen. III)31. No hay dolor como el de las parturientas. Raquel murió con el intenso dolor del parto y al morir llamó a su hijo Benón, es decir, hijo del dolor (Gen. XXXI). La esposa de Pinjás, al llegar los dolores, parió y pereció y en el mismo artículo de muerte llamó a su hijo Ikabod32. La mujer como el náufrago, cuando pare, tiene tristeza; cuando parió un niño, ya no recuerda los dolores a causa de la alegría, porque dio a luz un hombre en el mundo (Joan. XVI)33 . Concibe pues con inmundicia y pestilencia, pare con tristeza y dolor, nutre con angustia y trabajo, custodia con asiduidad y temor.

Capítulo VIII

De la desnudez del hombre

Desnudo se entra y desnudo se sale. Pobre se accede y pobre se retira. Desnudo, dice Job, salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí (Job. I)34. Nada portamos a este mundo y sin duda nada podemos llevarnos de él (Tim. VI)35. Si alguno comparece al entrar, mire de qué aprovecha la vestimenta. Se dice fea, se oye más fea, se ve horrible. La piel delgada es cruenta con la sangre. Ésta es aquella acerca de la cual Tamar dice en el parto: Por lo cual dividida está la cerca a causa de ti. Y por ello lo llamó Faros, que significa división (Gen. XXXVIII)36.

Capítulo IX

Qué fruto produce el hombre

¡Oh indignidad vil de la condición humana, oh indigna condición de la vileza humana! Investiga hierbas y árboles que producen flores, follaje y frutos. El investigador, en cambio, da pelos, lombrices y liendres. Los primeros se trasforman en óleo, vino y bálsamo; el segundo, todo lo vuelve esputo, orina y estiércol. Árboles y flores perfuman con la suavidad del olor; el hombre es pura pestilencia. Cuál es el árbol, tal es el fruto: pues no puede un árbol malo dar frutos buenos (Matth. VII y XII)37. ¿Qué es el hombre según su forma sino un árbol invertido? Sus raíces son los pelos; su tronco, la cabeza y el cuello; su madera, el pecho con el vientre; sus ramas, las tibias; su follaje, los dedos y las articulaciones. El hombre, como anota Job, no es en definitiva sino una hoja que el viento arrebata y una espiga que seca el sol38.

Capítulo X

De las incomodidades de la senectud y la brevedad de la vida humana

En los tiempos primordiales de la condición humana el hombre vivía 90 años y más (Gen. VI)39. Pero, paulatinamente, declinando la vida del hombre, dijo el Señor a Noé: no permanecerá mi espíritu en el hombre eternamente, porque es carne. Serán sus días ciento veinte años (Gen. VI)40. Lo cual puede entenderse tanto del fin de la vida como del espacio de penitencia. Desde entonces, reduciéndose más y más la vida humana, dice el salmista: nuestros días son de setenta años. Si llegan a ochenta en los más potentes y más, son de labor y dolor (Psal. LXXXIX)41. ¿Acaso no terminará en breve tiempo lo poco de mis días? (Job. X)42. Nuestros días pasan velozmente como es cortada la tela del que teje (Job. VII)43. El hombre nacido de mujer vive breve tiempo lleno de múltiples miserias. Como una flor sale y desaparece, y huye como sombra, y nunca permanece en el mismo estado (Job. XIV)44. Pocos, pues, llegan a cuarenta y muy pocos a sesenta.

Capítulo XI

De las incomodidades de la vejez

Si alguno arriba a la vejez, inmediatamente, su corazón se aflige, su cabeza se debilita, el espíritu languidece, el aliento huele mal, el rostro se arruga, la estatura se curva, los ojos se nublan, las articulaciones vacilan, las narices derraman sus líquidos, los cabellos se caen, el tacto tiembla, el movimiento se pierde, los dientes se pudren, los oídos ensordecen. El anciano es provocado fácilmente y difícilmente se arrepiente; cree inmediatamente y deja de creer tardíamente, es tenaz y libidinoso, triste y quejoso, veloz para hablar y tardo en oír, pero no para la ira, alaba los antiguos y desprecia los modernos, vitupera el presente, añora el pasado, suspira y ansía, es torpe y se enferma. Como dice el poeta Horacio: Muchas incomodidades rodean al anciano (Horat. De arte poet).

Ciertamente, ni los ancianos se gloríen de los jóvenes, ni los jóvenes sean insolentes contra los ancianos, porque lo que somos, éste lo fue y seremos alguna vez lo que éste es.

Capítulo XII

Del trabajo de los mortales

El ave nace para volar, y el hombre para trabajar (Job. V)45. Todos sus días están llenos de trabajos y fatigas, ni por la noche reposa su mente. ¿Y qué es esto sino vanidad? No hay ninguno sin trabajo bajo el sol, ni sin defecto bajo la luna, ni vanidad bajo el tiempo. El tiempo es la morada de las cosas mudables. Vanidad de vanidades y todo vanidad (Eclesiastés I)46. Cuán variados son los estudios de los hombres y cuán variados sus ejercicios. Sin embargo, uno es el fin de todo y uno mismo el efecto, la labor y la fatiga del espíritu. Ocupación grande fue creada para todos los hombres y un yugo grave sobre los hijos de Adán, desde el día de su salida del vientre materno hasta el día de su sepultura en la madre de todos (Eccli. XL)47 .

Capítulo XIII

Del estudio de los sabios

Que los sabios penetren, investiguen las alturas del cielo, las amplitudes de la tierra, las profundidades del mar, que traten de todas las cosas, aprendan siempre y enseñen. ¿Qué hallarán de esta tarea sino trabajo, dolor y aflicción del espíritu? Conoció esta experiencia quien dijo: dediqué mi corazón a conocer la prudencia y la doctrina, los errores y la estulticia, y aprendí que era trabajo y aflicción del espíritu porque la sabiduría extrema es indignación y quien añade la ciencia agrega dolor (Eccle. I)48. Conviene, pues, al que indaga y pasa las noches en vigilia, trabajo y sudor que sepa que nada es tan vil, tan fácil, para que lo entienda plenamente el hombre y lo comprenda ampliamente, a no ser que lo sepa perfectamente, porque nada se conoce en perfección, aunque se adquiera una refutación indubitable. Ya que: el cuerpo que se corrompe, agrava al alma y deprime la vida terrena el saber el sentido de muchas cosas (Sap. IX)49. Escucha lo que sobre esto piensa Salomón: todas las cosas difíciles no las puede explicar el hombre con su sabiduría (Eccle.I)50. Y continúa: es que el hombre con sus días y noches de sueño no agarra con sus ojos y no puede hallar ninguna razón de las obras de Dios. Y cuánto más trabaja en investigar tanto menos encuentra (Eccle. VIII)51. Así que: desfallecen los que buscan con la investigación, porque llegará el hombre a un corazón alto y exaltará a Dios (Psal. LXIII)52. Por lo tanto: el que busca la majestad es oprimido por la gloria (Prov. XXV)53. Es que el que entiende mucho duda y el que parece saber para sí más, más pierde el juicio. De modo que la ciencia es saber que no se sabe: hizo Dios al hombre recto y él mismo se inmiscuyó en infinitas cuestiones (Eccli. VII)54.

Capítulo XIV

De los variados estudios de los hombres

Corren y recorren los mortales por setos y senderos, suben montes, pasan colinas, atraviesan rocas, anhelan los Alpes, franquean las fosas, ingresan en las cavernas, escudriñan las vísceras de la tierra, los profundos mares, los ríos desconocidos, las selvas sombrías, los lugares solitarios, se exponen a los vientos y chaparrones, a los truenos y rayos, a las olas y tempestades, a las ruinas y precipicios. Forjan y atizan los metales, esculpen y pulen las piedras, talan los bosques y alisan las maderas, tejen telas y trenzan vestidos, cosen y remiendan, edifican casas, plantan huertos y cultivan los campos, cavan viñas, encienden hornos, construyen molinos, pescan, cazan y acechan aves. Meditan y piensan, aconsejan y ordenan, se quejan y litigan, se alborotan y hurtan, engañan y comercian, contienden y pelean, realizan innumerables cosas semejantes, de modo que acumulan fuerzas, multiplican las artes, cortejan el lucro, conquistan honores, adquieren dignidades, extienden los poderes y todo ello es trabajo y aflicción de la mente.

Si no me crees, créele a Salomón: glorifiqué mis obras, me hice casas y me planté viñas, hice huertos y frutales, donde sembré todo género de árboles, construí piscinas de aguas para que irrigaran la selva de los árboles que germinan, poseí esclavos y esclavas, tuve una prole abundante, rebaños y grandes greyes de ovejas, más allá de todos los que hubo antes de mí en Jerusalén, acumulé oro y plata y joyas de reyes y provincias. Tuve cantores y cantoras así como todo tipo de delicias de los hijos de los hombres, copas y jarras para verter el vino en los banquetes y aventajé a todos los que fueron antes de mí en Jerusalén en fuerza y poder. Cuando me volví a todo lo que hicieron mis manos y a los trabajos que inútilmente hice con mis sudores, vi en todo vanidad y aflicción del ánimo y nada permanente bajo el sol (Eccl. II)55.

Capítulo XV

De las muchas y diversas ansiedades

¡Oh, cuánta ansiedad ahoga a los mortales, el cuidado los aflige, los molesta la inquietud, el miedo los espanta, el temblor los sacude, el horror los rodea, el dolor los aflige, la tristeza los perturba, la tribulación los entristece! El pobre y el rico, el amo y el esclavo, el casado y el célibe, el bueno y el malo, a todos los entristecen los tormentos y están repletos de las aflicciones mundanas. Cree al maestro experto: si fuese impío, ¡ay de mí! Si justo, no levantaré la cabeza saturado de aflicción y miseria (Job X)56.

Capítulo XVI

De la miseria del rico y del pobre

Los pobres son apretados por el hambre, afligidos por la fatiga, por la falta de alimentos, por la sed, el frío, la desnudez; no valen nada, languidecen, son rechazados y turbados. ¡Oh condición miserable de la mendicidad! Si pide, el pudor lo invade y si no, es consumido por la miseria; es llevado de todas formas por la necesidad a hacerlo. Alegan que Dios es malo porque no divide correctamente; recriminan al prójimo de maligno pues no subsidia plenamente. Se indigna, murmura, maldice. Advierte sobre esto la sentencia del Sabio: es mejor morir que mendigar (Eccli. XL)57. Es que el pobre es odioso para su prójimo (Prov. XIV)58. Todavía más: todos los días de los pobres son malos, los hermanos del hombre pobre lo odian y los amigos lo apartan lejos (Prov. XIX)59. Porque mientras seas feliz tendrás muchos amigos; si los tiempos fuesen nublados, estarás solo (Ovid. Trist. I, IX, 3).

¡Oh pudor! La persona es estimada según su fortuna de modo que según sea su fortuna vale la persona. Es afamado en cuanto rico, en tanto pobre es rechazado. El rico nada en la abundancia, su jactancia se desenfrena, corre según sus deseos y arriba hasta lo ilícito. Hacen que sus penas se multipliquen al tenor del deleite de sus culpas. Trabaja adquiriendo, teme poseyendo, se duele cuando pierde, su mente siempre se fatiga, vive solícita y se aflige. Pues donde está tu tesoro allí está tu corazón (Matth. VI)60. Pero de esto hablaremos más extensamente en lo que sigue.

Capítulo XVII

De la miseria de los siervos y señores

El siervo administra, teme en demasía, se estremece ante el futuro, las plagas lo afligen, lo expolian de auxilios. Si no tiene quiere tener y si tiene es obligado a no tener. La culpa del señor es la pena del siervo; la culpa del siervo, botín del señor. Al fin y al cabo, lo que deliran los reyes, lo sufren los aqueos (Hor. Ep. I, II, 14).

La caza del león es un asno montés en el desierto como los pobres son el pasto para los ricos. ¡Oh extrema condición de la servidumbre! La naturaleza los engendró libres, mas la fortuna los hizo siervos (Eccli. XIII)61. El siervo es llevado a padecer y nadie impide que padezca. Es compelido al dolor y nadie comparte su pena. Así, el mismo no se pertenece de modo que nadie es para sí. Miserables los que van detrás de los ejércitos porque es terrible vivir del botín ajeno. Conviene temer al señor porque es cruel y por la corrupción de los testaferros. Si es blando es bueno olvidarlo por la insolencia de los sometidos. El miedo severo aflige y la vileza de los mansos causa desdén. La crueldad engendra el odio y la familiaridad, el desprecio. El cuidado familiar fatiga y la solicitud doméstica molesta. Conviene, pues, siempre estar preparado, provisto en todas partes, para poder precaver las insidias de los malignos, rechazar las injurias de los perseguidores, lanzar lejos a los enemigos, proteger a los ciudadanos. No es suficiente su malicia diaria, ya que el día al día comunica su mensaje y la noche a la noche su noticia (Psal. XVIII)62. Conducen sus días trabajando y gastan sus noches insomnes.

Capítulo XVIII

De la miseria del célibe y del casado

Si no puede el fuego no quemar, no puede la carne no desear porque mientras más se castigue nunca Jebuseo puede exclamar: aunque expulses el natural a golpes de horca, él volverá siempre (Hor. Ep. I, X, 24). No todos entienden estas palabras, pero el que pueda entender, que entienda (Matth. XVI) 63 . Pues cuando Dios mismo prescribió ciertos ornamentos pontificales con que Moisés y Arón vistieron a sus hijos, no mandó nada respecto a las mujeres, pero dijo que las mismas usasen dichos ornamentos cuando ingresaran al tabernáculo del Testimonio (Exod. XVIII)64. Y el Apóstol dice: no queráis defraudaros el derecho mutuo, a no ser por algún tiempo de común acuerdo, para dedicaros a la oración; y después volved a cohabitar, no sea que os tiente Satanás por vuestra incontinencia. Pues es mejor casarse que abrasarse (I Cor. VII)65. El ángel de Satanás lucha contra la continencia, estimula carnalmente, golpea gravemente, agita el fuego de la naturaleza con el soplo de la sugestión, acerca a la materia, distribuye las capacidades y administra la oportunidad.

Pelea asimismo y el rostro que es visto inmediatamente, fácilmente es deseado. De donde, cuando David después del mediodía deambulaba por el palacio de la casa real, viendo a Betsabé bañándose, envió y la trajo y durmió con ella, pues era una mujer muy hermosa (IIReg. XII)66. Ciertamente quien tiene esposa se ocupa de las cosas mundanas y está dividido. Se distrae en muchas angustias y se desgarra en muchas ocupaciones, de modo que tiene que buscar y suministrar lo necesario a su esposa, hijos, siervos y esclavos. Tiene así las tribulaciones de la carne (I Cor. VII)67. La esposa demanda vestiduras preciosas y un ajuar rico como frecuentemente sucede, de modo que muchos maridos sean ricos y llenos de fortuna. Ella, por lo demás, noches y días llora, suspira, habla y murmura. Pues tres son las cosas que no permiten que el hombre permanezca en la casa: el humo, las goteras y una mala esposa. Ella se comporta honradamente y por todos es alabada; yo, por el contrario, soy despreciada y de todos olvidada, sola y miserable por el pacto de las mujeres. Sola quiere ser amada, ser alabada, liga su amor de alguien al odio de otro, sospecha la alabanza de uno y la bajeza de otro. Ama todo lo que ama y odia lo que odia. Quiere vencer sin que valga ser vencida68. No admite ser sierva sino que trama ser dominadora; quiere poder todo y nada puede. Si es hermosa fácilmente es idolatrada; si fea difícilmente se desea. Es difícil de custodiar pues es amada por muchos; y es molesto poseer lo que nadie se digna tener. Unas veces en la figura, otras en el ingenio, otras en la gracia, otras solícita en la liberalidad; si por alguien es tomada, es perseguida por todas partes. El caballo y el asno, el buey y el perro, el vestido y la cama, el cáliz y la jarra primero se prueban, luego se comparan. La esposa, sin embargo, apenas se muestra, para que nadie se desagrade al ser conducida, siempre que se presenta hay que tenerla. Si es fea, si sucia, si enferma, si fatua, si soberbia, si iracunda, si viciosa, a no ser por la sola fornicación, la esposa no puede ser repudiada por el varón. Pero si es abandonada no puede allegarse a otra, ni dejada puede copular con otras. Pues cualquiera que despidiese a su mujer, si no es por causa de adulterio, la expone a ser adúltera; y el que se casare con la repudiada, es asimismo adúltero (Matth. V)69. Asimismo, si la esposa se separa del marido, debe permanecer sin casarse o reconciliarse con su esposo; de modo semejante, el marido no repudie a su mujer (I Cor. VII)70. Es demasiado grave el peso del cónyuge, ya que, como dice Salomón, es tonto e impío quien tiene una adúltera (Prov. XVIII)71. Es amo de su torpeza quien vela el crimen de su esposa. Si en verdad deja a la adúltera, sin que sea castigada su culpa, porque viviendo aquélla es obligado a contenerse, de modo que los discípulos de Cristo dijeron: si tal es la condición del hombre con su mujer, no vale la pena casarse (Matth. XIX)72. ¿Quién alguna vez pudo ecuánimemente sostener a una rival? Sospecho que lo aflige con vehemencia la celotipia, pues escrito está: serán dos en una sola carne (Gen. III)73 Pero el celo del varón no soporta a dos en una carne.

Capítulo XIX

De la miseria de los buenos y de los malos

No hay que gozar con los impíos, dice el Señor, porque por las cosas que peca el hombre, por ellas será atormentado (Isa. XXXVIII, XXXVII)74, pues el gusano de la conciencia nunca muere y el fuego de la razón nunca se extingue (Isa. CXVI)75, ya que vi a aquellos que obran la iniquidad y siembran dolor y son temidos, perecen con el soplo de Dios y el espíritu de su ira los consumirá (Job. IV)76. Es que la soberbia infla, la envidia roe, la avaricia estimula, la ira quema, la gula oprime, la lujuria disuelve, la mentira ata, el homicidio mancha. Así ocurre con los demás signos de los vicios, que son el goce de los hombres e instrumento de castigo divino.

Como dice Horacio (Ep. I, II, 57): el envidioso pudre las cosas abundantes de uno y otro. Ningún tirano de Sicilia inventó un tormento mayor que la envidia.

Porque el vicio corrompe la naturaleza, tal como lo atestigua el Apóstol, cuando dice: por lo cual, Dios los abandonó a los deseos de su depravado corazón, a los vicios de la impureza, en tanto grado que deshonraron ellos mismos sus cuerpos. Pues como no quisieron reconocer a Dios, Dios los entregó a un réprobo sentido, de suerte que han hecho acciones indignas del hombre (Rom. I)77.

Pero, los que viven piadosamente en Cristo, padecen la persecución (II Tim. III)78. Puesto que los santos son expertos en burlas y azotes, cadenas y cárceles, son lapidados, segregados, tentados, asesinados con la espada por el Señor. Rodeados de vestidos de piel de cabra, de pieles de caprinos, necesitados, angustiados, afligidos, para los cuales el mundo no era digno. Vagan en soledad, en los montes, en cavernas, en antros de la tierra (Hebr. II)79.

De ahí los peligros en los ríos, con los ladrones, de todo género, de los falsos hermanos. En el trabajo, en la fatiga, en muchas vigilias, en el hambre y la sed, en el frío y en la desnudez (II Cor. II). Es que el justo se niega a sí mismo (Luc. IX)80, crucificando sus miembros con los vicios y las concupiscencias (Gal. V)81, de modo que el mundo sea crucificado para sí mismo y él mismo en el mundo, no teniendo esta ciudad como permanente, sino buscando la futura (Hebr. XIII)82. Vive en el siglo como en un exilio, encerrado en el cuerpo como en una cárcel. Pues peregrino soy yo sobre la tierra y peregrino como todos mis padres (Psal. CXVIII)83. Porque afloja un poco conmigo y déjame respirar, antes que yo parta y deje de existir (Psal. XXXVIII)84. Ya que ¡Ay de mí, que mi destierro se ha prolongado! He habitado entre los moradores de Cedar. Largo tiempo ha estado mi alma peregrinando (Psal. CXIX)85. Así que ¿quién se debilita sin que me debilite yo? ¿Quién se escandaliza y yo no me quemo? (II Cor. II). Porque los pecados de los vecinos son el calor de los justos. Esto es fresco, pues Caleb dio en dote a Axa su hija (Jos. XV).

Capítulo XX

De los enemigos del hombre

Lucha es la vida del hombre sobre la tierra (Job. VII)86 ¿Y no es una verdadera pelea cuando son muchos los enemigos que siempre y por todas partes están ahí, para agarrar, perseguir y perecer, como son el demonio, el hombre, el mundo y la carne? El demonio con los vicios y la concupiscencia, el hombre con las bestias, el mundo con los elementos, la carne con los sentidos. Pues la carne tiene deseos contrarios a los del espíritu y el espíritu los tiene contrarios a los de la carne (Gal. V)87. Verdaderamente, no es nuestra pelea solamente contra hombres de carne y sangre, sino contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo (Ephes. VI)88. Porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, buscando a quien devorar (I Pet. V)89. Se encienden las flechas ígneas del enemigo. Y la muerte entra por las ventanas (Hier. IX). El ojo combate contra el alma (Thren. III). Y el orbe de la tierra lucha contra los insensatos (Sap. V)90. Puesto que se levantará un pueblo contra otro pueblo y un reino contra otro reino. Y habrá grandes terremotos en varias partes y pestilencias y hambres y aparecerán en el cielo cosas espantosas y prodigios extraordinarios (Luc. XXI)91.

La tierra producirá espinas y abrojos (Gen. III)92, el agua tormentas y agitaciones acuáticas; el aire tempestades y truenos; el fuego relámpagos y fulgores. Así que maldita la tierra por obra tuya, germinará espinas y abrojos para ti. Con el sudor de tu frente ganarás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque eres tierra y en tierra te convertirás (ibid.)93. . Asediada está tu viña porque el jabalí del bosque la ha destruido y se apacienta en ella esa fiera solitaria (Psalm. LXXIX)94. Lobo y oso, leopardo y león (Hier. V), tigre y onagro, cocodrilo y grifo, serpiente y culebra, basilisco y áspid, gusano y dragón, escorpiones y víboras, piojos y liendres hormigas y pulgas, moscos y moscas, tábanos y avispas, peces y volátiles nos rodean. Fuimos creados para dominar los peces del mar y los volátiles del cielo y todos los animales que se mueven en la tierra, y ahora somos sus presas y en alimento de ellos nos hemos convertido (Gen. I)95. Pues escrito está: les enviaré los dientes de las bestias, con el furor de los que arrebatan de la tierra y de las serpientes (Deut. III)96.

Capítulo XXI

De la cárcel del alma, que es el cuerpo

¿Infeliz es el hombre, quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom, VII)97. Ciertamente no quiere dejar la cárcel, quien no quiere salir del cuerpo; pues la cárcel del alma es el cuerpo. Por lo que el salmista dice: Saldrá de la cárcel mi alma (Psal. CXLI)98. Nunca reposo y tranquilidad, nunca paz y seguridad, por todas partes temor y temblor, por todas partes trabajo y dolor. Mientras viva la carne, habrá dolor y mi alma siempre se lamentará.

Capítulo XXII

De la corta alegría del hombre

¿Quién alguna vez o en forma total un único día pasó alegre en su deleite, sin que lo turbase en alguna parte de la jornada un reato de conciencia, o un ímpetu de su ira o un movimiento de su concupiscencia? ¿A quién no enfureció el livor de la envidia o el ardor de la avaricia, o el tumor de la soberbia? ¿A quién no conmovió algún daño u ofensa? ¿A quién finalmente no ofendió la cara, el oído o el acto de alguien? Ninguna ave de la tierra es semejante al cisne negro. Escucha sobre esto la sentencia del Sabio: desde la mañana hasta la tarde el tiempo es mutable (Eccli. XVIII)99. O: Varios pensamientos le acaecen y la mente se absorbe en muchas cosas (Job. XX)100. Y: tocan el tímpano y la cítara y gozan con el sonido del órgano y pasan sus días óptimamente y, de pronto, descienden en los infiernos (Job. XXI)101.

Capítulo XXIII

Del dolor inesperado

Siempre a la humana alegría le sucede una tristeza repentina. Y lo que comienza en gozo termina con la afición. Ciertamente la felicidad mundana es salpicada por muchas amarguras. Por ello, hay que conocer lo que ya se dijo: la risa se mezcla con el dolor y los grandes gozos son ocupados por el luto (Prov. XIV)102. En ello dan testimonio los hijos de Job, que cuando comían y bebían vino en la casa de su hermano primogénito, de repente un viento vehemente venido de la región del desierto conmovió los cuatro ángulos de la casa y ésta cayó matando a todos (Job. I)103. Con sobrada razón el padre exclamó: Se ha convertido en luto mi cítara y mi órgano en la voz de los dolientes (Job. XXX)104. Así, es mejor ir a la casa del lloro, que a la casa del banquete (Eccle. VI)105. Atiende, por lo mismo, este saludable consejo: en los días gozosos no olvidar los tristes (Eccle. II)106. Pues si te acuerdas de los novísimos, no pecarás para siempre (Eccle. VIII)107.

Capítulo XXIV

De la vecindad de la muerte

Siempre el último día es el primero, pero nunca se piensa que el primer día es el último. De modo que conviene siempre vivir como si siempre fuese preciso morir. Porque escrito está: acuérdate que la muerte no tarda (Eccle. XIV)108. El tiempo pasa y la muerte se acerca. Mil años ante los ojos del que muere son como el día de ayer que ya pasó. Los tiempos futuros siempre nacen. Los presentes siempre mueren y lo que ya pasó, está totalmente muerto. Pues morimos mientras vivimos y cuando cesamos de morir, entonces dejamos de vivir. Es mejor, por lo tanto, morir en vida que vivir muertos. Porque nada es la vida mortal sino la muerte que vive. De donde Salomón exclamó: alabé más a los muertos que a los vivos y de unos y otros juzgué más feliz al que todavía no había nacido (Eccle. IV)109 . La vida huye velozmente y no puede ser retenida. La muerte ocurre instantáneamente y no vale impedirla. Lo cual es de admirar, pues cuanto más crece la vida, más decrece y porque cuando la vida más avanza tanto más se acerca al final.

Capítulo XXV

Del terror de los sueños

El tiempo que se nos ha concedido de quietud no es sereno pues nos aterran los sueños y conturban las visiones. Y aunque no sean verdaderamente tristes o terribles o laboriosos, sin embargo entristecen, aterran y fatigan en tanto algunas veces lloramos y con frecuencia perturban a los que vigilan. Si es alegre lo que ven verdaderamente, de ningún modo se entristecen los que no duermen, pero aquellos sueños se alejan. Es lo que afirma Eliphas Themanites: en el horror de la visión nocturna, cuando el sopor suele ocupar a los hombres, el pavor y el temblor me agarran y todos mis huesos se estremecen y cuando el espíritu del sueño pasa, se horrorizan los pelos de mi carne110 . Escucha las palabras de Job: si yo digo: puesto en mi lecho hallaré consuelo y experimentaré alivio en mi cama, hablando y discurriendo conmigo mismo, tú me aterrarás con sueños espantosos y me harás estremecer con horribles visiones111 . Nabucodonosor tuvo un sueño que lo estremeció muchísimo y las visiones de la estatua lo perturbaron (Dan. II)112. A los sueños siguen muchos cuidados y donde hay muchos sueños abundan las vanidades. Los sueños hicieron vagar a muchos y desaparecieron esperándolos. Aparecen frecuentemente imágenes torpes en los sueños de las cuales como ilusiones nocturnas no sólo se mancha la carne sino que el alma también deviene salpicada de ellas. De donde el Señor dice en el Levítico XIX: si hay entre vosotros un hombre que se mancha en un sueño nocturno, que sea sacado del campamento y no retorne sino se lava con agua antes de la víspera y después del tramonto del sol regrese al campamento.

Capítulo XXVI

De la compasión de los amigos

¡Oh cuánto dolor nos turba, cuánto temblor nos agita, cuando sentimos los daños de los amigos y tememos los peligros de los padres! Más sano en el temor que enfermo perturbado por el malestar Más libre por el afecto del dolor que afligido con repugnancia por efecto de la enfermedad. De ahí que sea verdadero lo de Ovidio: el amor es una cosa llena de ansioso temor.

¿Qué pecho tan férreo, qué corazón de piedra cuando el gemido no se expresa, las lágrimas no se derraman, cuando los vecinos o amigos se ven enfermos o desgraciados, cuando al paciente no se le compadece y al que se duele no se le consuela? El mismo Jesús cuando vio a María y a los judíos que con ella venían al sepulcro, llorando, de espíritu temeroso, se turbó; pleno de lágrimas estaba no porque hubiera muerto sino más bien porque muerto recordó las miserias de la vida. Siéntase culpablemente duro y duramente culpable quien llora la muerte corporal de su amigo y no su muerte espiritual relativa al alma.

Capítulo XXVII

De los infortunios súbitos

De repente cuando no se sospecha acaece el infortunio, irrumpe la calamidad, invade la enfermedad, viene la muerte a la que nadie puede evadir. Por lo mismo, no te jactes de cosa que has de hacer el día de mañana, pues no sabes lo que dará de sí el día siguiente (Prov. XXVII)113. Ni sabe el hombre su fin; sino que como los peces se prenden con el anzuelo y como las aves caen en el lazo, así los hombres son sorprendidos por la adversidad, que los sobrecoge de repente (Eccle. IX)114.

Capítulo XXVIII

De las innumerables especies de amarguras

Siempre, desde siglos, todos los géneros de amarguras, todas las especies de pasiones, la sabiduría física puede investigar, así como la humana fragilidad puede tolerar. ¿Dije tolerancia intolerable de las enfermedades o tolerancia intolerable? Lo mejor es unir ambas cosas. Pues intolerable es la dureza a causa de las pasiones y tolerable por la necesidad de padecer. Cada día más y más se corrompe la naturaleza humana. Así hubo muchas cosas que antiguamente fueron experimentos saludables que por los defectos de los mismos hoy devinieron mortíferos. Envejecen los dos mundos, tanto el macrocosmos como el microcosmos, es decir, el mundo mayor y el mundo menor. Y cuando más prolijamente se produce la senectud de ambos, tanto más se deteriora la naturaleza de los dos.

Capítulo XXIX

De los diversos géneros de tormentos

¿Qué diré de los miserables, que son sometidos a innumerables géneros de tormentos? Golpeados con látigos, degollados con espadas, quemados con llamas, lapidados, destrozadas sus uñas, suspendidos del patíbulo, atormentados por los tigres, flagelados por escorpiones, reducidos con cadenas, sofocados con lazos, reducidos en cárceles, macerados con ayunos, precipitados y hundidos en aguas, desollados y descuartizados, despedazados y traspasados, que van a la muerte y van sin remedio, a la espada, al hambre, a la cautividad. Juicio cruel, suplicio inhumano, triste espectáculo. Son dados como alimento a las aves del cielo, a las bestias de la tierra y a los peces del mar. ¡Ay, ay, ay, madres miserables, que engendrasteis hijos infelices! (Jer. XV)115.

Capítulo XXX

De cierto crimen en que una mujer se comió a su infante

Conviene recordar aquel horrible crimen que José de Judea describe cuando el sitio de Jerusalén116. Cierta mujer llena de propiedades y de noble origen, con la restante multitud, que había concurrido a Jerusalén, llevaba el suceso común del cerco con todos. Sus demás propiedades eran vejadas en su residencia de la ciudad, cuando fue invadida por los tiranos. Si algo quedaba de los grandes recursos, que era conducido en torno al alimento cotidiano, los invasores lo raptaban con sus soldados y ladrones, por lo que la gran labor fatigaba a la mujer con cierta indignación rayando en la insania. Los asesinos instigaban su muerte con maldiciones y algarabía. Ninguno de ellos, ni irritado ni misericordioso, quería borrarla de la existencia y buscaba de ella los alimentos que por otros eran buscados hasta requerir la abundancia. El hambre era horrible y se requerían vísceras y entrañas, apremiando el furor del hambre por la falta de alimentos. Usando de pésimos consejos se armó contra los mismos juramentos de la naturaleza. Bajo sus pechos estaba su párvulo hijo y mirándolo dijo: infeliz eres de la madre. ¿Oh infeliz hijo te reservaré, en medio del hambre, la guerra y el robo, para los depredadores? No puede esperarse ninguna vida arrasados por el yugo de la servidumbre romana. Ven, pues, oh mi niño, sé el alimento de tu madre, la ira de los invasores, el cuento para los siglos que vienen, que sólo estará presente para tragedia de los judíos. Y habiendo dicho esto, sin circunloquios y en forma inmediata degolló a su hijo, lo puso al fuego, lo asó, se comió una mitad, la otra la conservó oculta. Y he aquí que inmediatamente los invasores irrumpieron sintiendo el olor de la carne asada, amenazaron de muerte sino les mostraba pronto los alimentos que habían sentido ya preparados. Entonces ella dijo: os reservé la mejor parte. Y al instante les mostró los miembros que habían sido ocultos. Un horror grande los invadió repentinamente, hicieron pedazos los miembros ocultos y su voz, hasta entonces, llena de ánimo firme y duró se desplomó.

La mujer, con el rostro fiero, les dice a los invasores más brutalmente: mío es el parto, mío es el hijo, mío es el asesinato, comed, pues yo ya comí primero del que engendré. No queráis ejecutar, ya a una madre devota, ya a una mujer tierna, que si os vence la piedad, maldecid mis alimentos, que ya son mi carne, y yo de nuevo comeré de ellos. Ante todo ello, aquellos, aterrados y temblando, se retiran y dejaron de todas las propiedades sólo este alimento a la mísera madre

Capítulo XXXI

Que algunas veces se castiga al inocente y se absuelve al culpable

Nadie se considere desprovisto de la pena y piense que está inmune de la culpa. Quien está de pie, vea que no caiga (I Cor. X)117. Pues frecuentemente el inocente es condenado y el culpable absuelto. El piadoso es castigado y el impío es honrado: Jesús es crucificado y Barrabás librado. Hoy el varón justo y tranquilo es juzgado inútil, el religioso hipócrita, el simple tonto. Porque la simplicidad del justo es objeto de mofa (Job. XII)118. La lámpara es apreciada según los pensamientos de los ricos.

Libro segundo

En donde se determina el ascenso de la conversión de la culpabilidad humana.

Capítulo I

De lo que suele afectar comúnmente a los hombres

Tres cosas suelen afectar a los hombres: los poderes, los deseos, los honores. De los poderes salen las acciones depravadas, de los deseos, las turbias, de los honores, las vanas. De ahí que el apóstol Juan nos diga: no queráis amar el mundo, ni las cosas que en el mundo están. Porque todo lo que está en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida (I Joan. II)119. La concupiscencia de la carne lleva a las voluptuosidades, la concupiscencia de los ojos, a los poderes, la soberbia de la vida, a los honores. Los poderes generan deseos y avaricia; los deseos dan a luz la gula y la lujuria; los honores nutren la soberbia y la jactancia.

Capítulo II

Del deseo

No hay nada más detestable que el avaro y nada más inicuo que amar el dinero (Eccli. X)120. Son palabras del sabio que confirma el Apóstol diciendo: porque los que pretenden enriquecerse caen en tentación y en el lazo del diablo y en muchos deseos inútiles y perniciosos, que hunden a los hombres en el abismo de la muerte y de la perdición. La raíz de todos los males es el deseo (I Tim. VI)121. El deseo comete sacrilegios y robos, ejecuta rapiñas y ganancias, genera guerras y homicidios. Vende y compra simoníacamente, pide y recibe inicuamente, injustamente negocia y presta usurera mente, insta al dolo y ambiciona el fraude. Disuelve el pacto y viola el juramento. Corrompe el testimonio y pervierte el juicio.

Capítulo III

De los dones inicuos

Consulta al profeta evangélico Isaías: todos gustan de regalos, corren tras el interés, no hacen justicia al huérfano y no encuentra apoyo en ellos la causa de la viuda (Isa. I)122. No los preceden las retribuciones porque no juzgan en el amor de la justicia sino que les anteceden los dones, porque juzgan con el amor del dinero. Siempre persiguen la abundancia o las promesas o la esperanza y por ello no cuidan del huérfano, ya que este no da largueza ni puede prometer ni de él se puede esperar.

¡Oh príncipes infieles, amigos del robo, todos amáis los regalos, seguís las retribuciones, nunca alejáis las manos del don, a no ser que primero expulséis el deseo del corazón! De vosotros dice el profeta: sus príncipes están como lobos para arrebatar la presa y buscar usuras para su avaricia (Ezech. XXII)123. Pues, sus príncipes se dejan cohechar en los juicios y sus sacerdotes predican por interés y por el dinero adivinan sus profetas (Mich. III)124. He aquí que el Señor preceptuó por Moisés en la ley todo lo contrario: constituirás jueces y magistrados en todas las ciudades para que juzguen al pueblo con juicio recto, sin inclinarse más a una parte que a otra. No serás aceptador de personas ni de dádivas, porque los regalos ciegan los ojos de los sabios y pervierten los dictámenes de los justos; administrarás la justicia con rectitud y vivirás (Deut. XVI)125. Dos cosas dice: lo justo y justamente. Ciertamente es justo lo que justo es, e injusto, lo injusto. En otras palabras, se persigue injustamente lo que es justo y justamente lo injusto.

Capítulo IV

De la acepción de personas

Ay de vosotros, que corruptos en los ruegos o en el precio, que llevados por el amor o el odio, que llamáis mal al bien y bien al mal; y tomáis las tinieblas por la luz y la luz por las tinieblas (Isa. V)126, matando las almas que no son muertas y dando por vivas las que no viven (Ezech. XIII)127. Pues vosotros no prestáis atención a los méritos de las causas sino a los méritos de las personas; no a los juramentos sino a los regalos; no a la justicia sino al dinero; no lo que la razón dicta sino el afecto de la voluntad; no lo que la ley sanciona sino lo que la mente desea. No inclináis el ánimo a la justicia sino la justicia al ánimo; no lo que está permitido para beber sino que se permite lo que se bebe. Nunca en vosotros el ojo es simple para que todo el cuerpo sea brillante (Matth. VI)128 sino que siempre mezcláis algo al fermento, por lo que toda la masa se corrompe (I Cor. V)129. Sois negligentes morosamente con la causa de los pobres, pero promovéis con apuro la causa de los ricos. Con aquellos mostráis rigor; con estos dispensáis mansedumbre. A aquellos los miráis con dificultad, a estos los tratáis con favores. A aquellos escucháis negligentemente, a estos oís sutilmente. Clama el pobre y nadie lo escucha, habla el rico y todos aplauden. Habla el rico y todos callan y ensalzan su dicho hasta las nubes. Habla el pobre y dicen: ¿quién es este? Y si da un paso en falso lo empujan hasta dar con él en tierra Eccli. XIII)130. Clama potentemente el paciente y nadie lo oye; vocifera y no hay quien lo juzgue. Pero si tomáis fuertemente la causa de los pobres, los alentáis remisamente. En cambio, cuando asumís la causa de los ricos los ayudáis pertinazmente. Despreciáis a los pobres, honráis a los ricos. A estos apreciáis con reverencia, a aquellos aplastáis implacablemente. Porque si entrando en vuestra congregación un hombre con sortija de oro y ropa preciosa y entrando al mismo tiempo un pobre con un mal vestido, ponéis los ojos en el que viene con vestido brillante y le decís: siéntate tú aquí en este buen lugar, diciendo por el contrario al pobre: tú estate allí en pie o siéntate acá a mis pies, ¿no es claro que formáis un tribunal injusto dentro de vosotros mismos y os hacéis jueces de sentencias injustas? (Jac. II)131. Pues de vosotros y contra vosotros dice el profeta: con fraudes se han engrandecido y se han hecho ricos. Se engrosaron y engordaron y han violado pésimamente mis preceptos. No han administrado justicia a la viuda, ni han defendido la causa del huérfano y no hicieron justicia al pobre (Jer. V)132 . De ahí que la ley prescriba: ninguna distinción haréis de personas: del mismo modo oiréis al pequeño y al grande. Ni guardaréis miramiento a nadie, pues vosotros sois jueces en lugar de Dios (Deut. I)133. Como se dice en Actos, X: no hay acepción de personas ante Dios134 .

Capítulo V

De la venta de la justicia

Vosotros no dispensáis gratis la gracia ni devolvéis justamente la justicia, a no ser que venga sin que provenga y no la dais sino que la vendéis. Frecuentemente dilatáis la justicia, de modo que los litigantes ven aplazados sus procesos porque mayor es el número de los gastos que el fruto de la sentencia. ¿Qué podéis responder en el ámbito del juicio, cuando está prescrito: ¿gratis recibisteis, dad gratis? (Matth. X)135. Captáis la ganancia en vuestras arcas, el daño en vuestra conciencia y el dinero, pero hacéis cautiva el alma. Verdaderamente está dicho: ¿de qué le sirve al hombre el ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O con qué cambio podrá el hombre rescatarla una vez perdida? (Matth. XVI)136. Como canta el Salmo 45: ¿el hermano no perdona, perdonará el hombre? No se aplacó Dios ni el precio de la redención del alma trabajó eternamente y vivirá hasta el fin. Oíd ricos lo que contra vosotros dice el apóstol Santiago: ¡Ea, pues, oh ricos!, levantad el grito en vista de las desdichas que han de sobreveniros. Podridos están vuestros bienes y vuestras ropas han sido roídas de la polilla. El oro y la plata vuestras se han enmohecido y el orín de estos metales dará testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como un fuego. Os habéis atesorado ira para los últimos días. Sabed que el jornal que no pagasteis a los trabajadores, que segaron vuestras mieses, está clamando contra vosotros; y el clamor de ellos ha penetrado los oídos del Señor de los ejércitos (Jac. V)137. Por lo cual la Verdad dice: no queráis amontonar tesoros para vosotros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen y donde los ladrones los desentierran y roban (Matth. 6)138.

Capítulo VI

Del insaciable deseo de la libido

¡Oh fuego inextinguible! ¡Oh libido insaciable! ¿Quién alguna vez estuvo satisfecho con el primer deseo libidinoso? Cuando se alcanza lo querido se desea más ampliamente, se tiene siempre más deseo y nunca se le pone fin a los hábitos de la libido. Insaciable es el ojo de la concupiscencia y nunca quedará satisfecho con parte de la iniquidad realizada. Es que el avaro jamás se saciará de dinero y quien ama ciegamente las riquezas ningún fruto sacará de ellas (Eccle. V)139. El infierno y la perdición nunca se llenan como los ojos insaciables de los hombres. Porque la sanguijuela de la concupiscencia tiene dos hijas, las cuales están diciendo siempre: dame, dame (Prov. XXX)140. De ahí lo de Juvenal: crece el amor al dinero con la misma riqueza141.

Capítulo VII

Por qué la concupiscencia no puede ser saciada

¡Quieres, oh concupiscencia, saber por qué siempre estás vacía , por qué nunca te llenas? Advierte: no está plena tu medida, porque cuanto más contiene, todavía es capaz de cosas más amplias. Pero el ánimo humano es capaz de Dios porque: quien está unido con el Señor es con él un mismo espíritu (I Cor. VI)142. Aunque tenga muchas cosas, todavía anhela más. Pero el alma humana es capaz de Dios porque quien está unido con el Señor es con él un mismo espíritu (I Cor. VI)143. Puede contener mucho, nunca está pleno, a no ser que tenga a Dios, del cual es siempre capaz. Por lo tanto, si quieres, oh concupiscencia, ser saciada debes dejar de ser libidinoso, porque mientras fueres deseoso no puedes saciarte. Es lo de la Verdad: ¿qué compañía puede haber entre la luz y las tinieblas? ¿O qué concordia entre Cristo y Belial?144. De ahí que nadie puede servir a Dios y al dinero (Matth. VI)145.

Capítulo VIII

Del falso nombre de las riquezas

¡Oh falsa felicidad de las riquezas que convierte verdaderamente al rico en un hijo infeliz! Pues ¿qué más infelicidad que las obras del mundo que remiten a la riqueza?

Ciertamente son opuestos el rico y el pobre. Pero los deseos del mundo no sólo arrastran sino que llevan a la pobreza. Con razón dice Salomón que más sacia lo necesario al pobre que lo mucho al rico, porque donde hay muchas riquezas allí abundan muchos que se las devoran (Eccle.V)146. Hay muchos magnates indigentes como frecuentemente lo experimentamos. Los deseos, por lo mismo, no hacen al hombre rico sino pobre.

Capítulo IX

Ejemplos contra la concupiscencia

¡A cuántos seduce la concupiscencia y pierde la avaricia! La burra de Balaam es un buen argumento al frotar los pies del que la conducía, pues seducido por la concupiscencia de las promesas se dispuso a maldecir a Israel (Num. XXII). El pueblo lapidó a Akán porque había tomado el oro y la plata del anatema (Jos. VII). Nabot fue aniquilado para que Akab poseyera su viña (III Reg. XXI). La lepra poseyó a Giezi porque pidió y recibió el oro y la plata y los vestidos bajo el nombre de Eliseo (IV Reg. V). Judas se ahorcó porque vendió y entregó a Cristo (Matth. XXVII). Ananías y Safira murieron súbitamente porque defraudaron a los apóstoles con el precio del campo (Act. V). Así, se ha construido Tiro una fortaleza, ha amontonado plata como polvo y oro como barro de las calles. He aquí que el Señor va a apoderarse de ello: hundirá en el mar su poderío, y ella misma será devorada por el fuego (Zach. IX)147.

Capítulo X

De la superflua solicitud de los deseos

¿Por qué quién convoca a reunir, no puede hacerse presente cuando hace la convocación? Pues, como la flor, brota y se marchita y huye como la sombra sin pararse (Job. XIV)148. ¿Por qué desea tantas cosas cuando con pocas se basta? Mientras tengamos comida y vestido estemos contentos con eso (I Tim. VI)149. ¿Por qué busca lo necesario con tanta preocupación cuando se ofrece sin gran dificultad? Escucha lo que sobre esto dice la Verdad: no andéis, pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo ello. Buscad primero su Reino y su justicia y todas esas cosas se os darán por añadidura (Matth. VI; Luc. XII)150. De ahí que nunca vi al justo abandonado ni a su linaje mendigando el pan (Psal. XXXVI)151.

Capítulo XI

De la avaricia

Tántalo sintió sed en las olas y el avaro vacía sus deseos152, el cual tanto tiene cuanto no tiene, ya que nunca usa de lo adquirido sino que siempre busca ávidamente cosa por adquirir. Sabiamente lo dice Salomón: hay quien se hace el rico y nada tiene y quien se hace el pobre y tiene gran fortuna (Prov. XIII)153. El avaro y el infierno comen y no digieren, reciben y no devuelven. El avaro no se compadece de los que padecen, ni ayuda a los miserables ni tiene compasión de ellos, ofende a Dios, se ofende a sí mismo, ofende al prójimo. Retiene lo debido a Dios, niega lo necesario al prójimo, sustrae para sí las cosas oportunas. Ingrato con Dios, impío con el prójimo, cruel consigo mismo. Pues, Para el hombre mezquino no es buena la riqueza, para el envidioso ¿de qué sirve el dinero? El que es malo para sí, ¿para quién será bueno? No logrará contento en medio de sus tesoros (Eccli. XIV)154 De ahí lo de Juan: si alguno que posee bienes en la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y cierra su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? (I Joan. III)155 . Porque no ama a su prójimo como a sí mismo, lo consume la privación de alimento y lo hace perecer la pobreza; ni ama a Dios sobre todas las cosas, ya que prefiere el oro y antepone la plata.

Capítulo XII

Por qué la avaricia sea una servidumbre de los ídolos

Rectamente lo define el Apóstol: la avaricia es un servicio de los ídolos (Ephes. VI)156. Así como el idólatra sirve a la imagen, así el avaro sirve a su tesoro. Pues aquél diligentemente amplía el culto de la idolatría y éste libre mente aumenta el cúmulo de las riquezas. Aquél con toda diligencia rinde culto a la imagen y éste con sumo cuidado custodia su tesoro. Aquél pone la esperanza en el ídolo y éste la pone en el dinero. Aquél teme mutilar la imagen y éste disminuir su tesoro.

Capítulo XIII

De algunas propiedades de la avaricia

El avaro está listo para pedir, tardo para dar y frondoso para negar. Si algo gasta pierde todo, está triste, quejumbroso y moroso, solícitamente suspira y ansía, es preso de la duda y gasta contra su voluntad. Encumbra lo dado y se envilece para dar. Da para lucrarse y no se lucra para dar. Es amplio con lo ajeno y parco con lo propio. Agota la gula para llenar las arcas. Extenúa el cuerpo para expandir el lucro. Tiene mano para dar colectivamente y recibir abundantemente. Cerrado para dar y abierto para recibir. Es que las riquezas de los injustos se esfumarán como un torrente (Eccli. XL)157, pues quien mal reúne, rápidamente dispersa. Justamente, las cosas que se hacen mal se extinguen mal. No se accede al bien porque no se hace el bien. El avaro está perdido en vida tanto ahora como en la futura.

Capítulo XIV

De la inicua posesión de las riquezas

Es verdadero lo que argumenta el Sabio: a muchos perdió el oro y la plata (Eccli. VIII)158. Y más adelante arguye: quien ama el oro no se justifica (Eccli. XXXI)159. Lo dice claramente el Salmo LXXII, 12: miradlos; ésos son los impíos y siempre tranquilos aumentan su riqueza. De ahí que la Verdad misma prescriba a los apóstoles: no os procuréis oro ni plata ni dinero en vuestras fajas (Matth. X)160. Porque como el camello no puede entrar por el ojo de una aguja, así es difícil al rico entrar en el reino de los cielos (Matth. XIX)161. Pues, estrecha es la vía y angosta la puerta que conduce a la vida (Matth. VII)162. En este sentido, el Apóstol siguiendo la regla de la Verdad dice: la plata y el oro no los tengo conmigo (Act. III)163. Lo de Isaías: ¡ay, los que juntáis casa con casa y campo a campo anexionáis, hasta ocupar todo el sitio! (Isa. V)164. Y continúa: se llenó su tierra de plata y oro y no tienen límite sus tesoros (Isa. II)165. Por lo mismo, a causa de su avaricia estoy irritado y le herí (Isa. LVII)166.

Capítulo XV

De los deseos lícitos

Abraham fue rico, Job opulento, David suntuoso y Abraham lo fue porque la Escritura dice: y creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia (Gen. XV)167. De Job dice: un hombre cabal, recto, que temía a Dios y se apartaba del mal (Job I)168. De David acota: el Señor encontró un varón según su corazón (I Reg. XVI)169. Otros fueron: como quienes nada tienen, aunque todo lo poseemos (II Cor. VI)170. De ahí lo del Profeta: a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón (Psal. LXI)171. Porque nosotros somos los que poseemos todo como si nada tuviésemos, según las palabras del Salmista: los ricos quedan pobres y hambrientos (Psal. XXXIII)172. Pues es más fácil que halles quien ama las riquezas y no tiene que quien tiene y no las ama; es difícil estar en el fuego y no arder y más difícil es tener riquezas y no amarlas. Escucha, por lo mismo, al profeta Jeremías: porque desde el más chiquito de ellos hasta el más grande, todos andan buscando su provecho, y desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el fraude (Jer. VI)173.

Capítulo XVI

De la incertidumbre de las riquezas

Todo concupiscente y avaro se apoya y pone en movimiento contra la naturaleza. Ésta nos trae pobres al mundo y pobres nos arroja en el mundo; desnudos nos recibe en la tierra y desnudos nos acogerá. El concupiscente, no obstante, desea y tiene cuidado de hacerse rico en el mundo. Dice, con el Evangelio, voy a demoler mis graneros y edificaré otros más grandes y reuniré allí mi trigo y todos mis bienes (Luc. XII)1174. Pero se le olvida lo que se le dice: ¡necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán? (Ibid.)175. Pues, acumulas tesoros e ignoras para quién lo haces (Psal. XXXVIII)176. Así que durmieron su sueño y todos los varones ricos nada hallaron en sus manos (Psal. LXXV)177. Lo de Job: cuando el rico duerme nada se lleva consigo; abrirá los ojos y nada encontrará (Job XXVII)178. Así lo canta el salmista: no temas cuando el hombre se enriquece, cuando crece el boato de su casa. Que a su muerte nada ha de llevarse, su boato no bajará con él (Psal. XLVIII)179. Todo lo dejará en manos ajenas y su sepulcro será su casa para siempre. Lo atestigua el Sabio: quien amontona a expensas de sí mismo, para otros amontona, con sus bienes se regalarán otros (Eccli. XIV)180. ¡Oh dolor!, a quien tenía un enemigo, éste lo heredará.

Capítulo XVII

De la gula

El fundamento de la vida humana es el agua y el pan; el vestido y la casa lo protegen de su torpeza (Eccli. XXIX)181.

Al goloso no le bastan los frutos de los árboles, ni las clases de legumbres, ni las raíces de las hierbas, ni los peces del mar, ni las animales de la tierra, ni las aves del cielo; busca pigmentos, compara aromas, se nutre de animales cebados, toma los alimentos sin discreción que estudiadamente se cocinan con el hacer de los cocineros y que son preparados suntuosamente por el que oficia de servidor. Alguien aplasta y cultiva, otro mezcla y confecciona, otro convierte la materia y sustancia del alimento en accidente, otro cambia la naturaleza en arte, para que la hartura se convierta en agotamiento, la fatiga llame de nuevo el apetito, suscitando la gula, no para sustentar la naturaleza, no para suplir las necesidades, sino para expandir la avidez. Por lo demás, tan breve es el deseo de la gula, que espacialmente apenas se necesitan cuatro dedos y temporalmente apenas otros tantos momentos. Se menosprecia el término medio y se afecta el desbordamiento, en la diversidad de sabores, en la variedad de alimentos. La avidez no conoce límites, y la voracidad excede la medida, no obstante la mente se abruma, el estómago se turba, los sentidos se oprimen. De donde viene la no salud y la no sanidad, sino la enfermedad y la muerte. Oye sobre esto la sentencia del Sabio: no seas insaciable en todo placer, y no te abalances sobre la comida, porque en el exceso de alimento hay enfermedad, y la intemperancia acaba en cólicos. Por intemperancia han muerto muchos (Eccli. XXXVII)182. Y Pablo acota: la comida para el vientre y el vientre para la comida. Mas lo uno y lo otro destruirá Dios (I Cor. VI)183.

Capítulo XVIII

Ejemplos contra la gula

La gula exige un tributo caro que se torna cosa muy vil; porque en cuanto son más delicados los alimentos tanto más fastidiosos son los deshechos. Turbio sale lo que turbio se ingiere, expresándose en un soplo horrible tanto superior como inferior y emitiendo un abominable sonido. La gula cerró el paraíso (Gen. III)184, vendió la primogenitura de Esaú (Gen. XXV), degolló al Bautista (Marc. VI). El príncipe Nabuzardam incendió el templo con sus cocineros y Jerusalén se destruyó (IV Reg. XXV). Baltasar en un banquete vio una mano contra una pared escribiendo: Mane, Thecel, Pharesy la misma noche fue asesinado por los caldeos (Dan. V). Se sentó el pueblo a comer y beber y se levantaron a jugar (Exod. XXXII)185, pero todavía estaban sus alimentos en su boca y la ira de Dios vino contra ellos (Psal. LXXII). Quienes comían manjares deliciosos desfallecen por las calles (Lam. IV)186. El rico que comía todos los días espléndidamente, fue sepultado en el infierno (Luc. XVI).

Capítulo XIX

De la ebriedad

¿Qué más turbio que el ebrio? cuyo hálito en la boca, temblor en el cuerpo llevan a prometer muchas cosas y a que los ojos se le salgan, que se aliena de mente y se transforma en el rostro?. Como rezan los Proverbios (XXXII): no hay secreto donde reina la ebriedad. Y Horacio canta: ¿a quién no hicieron elocuente los fecundos cálices? (Ep. I, V, 19).

Ciertamente no es suficiente el vino, ni el jugo de dátiles fermentado, ni la cerveza, Hay que hacer estudiadamente el vino mezclado con miel, el sirope, el vino mezclado con finas especias, con mucho trabajo, gran solicitud, tomado no módicamente sino con controversias, riñas, peleas, debates. El vino bebido en exceso, como dice el Sabio, comporta mucha irritación, ira y ruina (Eccli. XXXI)187. Las fornicaciones surgen de él: la fornicación, el vino y la ebriedad excitan el corazón (Ose. IV)188. Por lo cual, dice el Apóstol: no os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje (Ephes. V)189. Y Salomón: arrogante es el vino, tumultuosa la bebida (Prov. XX)190. Los hijos de Rakab y el hijo de Zacarías no bebieron el vino, ni el jugo de dátiles fermentado, ni todo lo que pudiera emborrachar (Jer. XXXV; Luc. I).

Capítulo XX

Ejemplos contra la ebriedad

La ebriedad llevó a desnudarse a Noé y a mostrar sus partes venerables (Gen. IX), llevó a las hijas de Lot a cometer incesto con su padre (Gen. XIX), hizo que Absalón borracho matara al hijo del rey (II Reg. XIII), Judit degolló al príncipe del ejército, Holofermes (Jud. XIII). Es cierto lo que dice Salomón: porque borracho y glotón se empobrecen (Prov. XXIII)191. E Isaías: ¡Ay! de los que os levantáis temprano para daos a la bebida y beber hasta la noche, hasta que el vino os queme. La cítara, la lira, el tímpano y la flauta y el vino abundan en vuestros banquetes. ¡Ay! que sois poderosos para beber el vino y varones fuertes para mezclar hasta que la ebriedad os tome (Isa. LI)192. Y sigue Isaías: lo que hubo fue jolgorio y alegría, matanza de bueyes y degüello de ovejas, comer carne y beber vino: ¡comamos y bebamos que mañana moriremos! Entones me reveló al oído Yahveh Sebaot: no será expiada esta culpa hasta que muráis. Ha dicho el Señor Yahveh de los ejércitos (Isa. XXII)193. Y continúa Isaías: ¡Ai, corona de arrogancia, borrachos de Efraín. Sacerdotes y profetas desatinan por el licor, se ahogan en vino, divagan por causa del licor, desatinan en sus visiones, titubean en sus decisiones (Isa. XXVIII)194

¡Oh! pudor, cuando para anunciar la palabra de Dios, pedida la bendición a cierto presbítero, eructando la comida de la víspera y la ebriedad de la noche, dice con alta voz: la bebida de tus siervos bendiga el rey de los ángeles195.

Capítulo XXI

De la lujuria

Ciertamente una madre torpe engendra una hija más torpe, por lo es justo lo dicho por el Apocalipsis: y el manchado siga manchándose (Apoc. XXII)196. Muy bien lo advierte Oseas: todos ellos, adúlteros, son como un horno ardiente, que el panadero deja de atizar. Los príncipes enferman por el ardor del vino (Ose. VII)197. Pues su vientre se siembra opíparamente y se abraza libremente a Venus. ¡Oh extrema torpeza de la libido que no sólo afemina la mente, sino que también enerva el cuerpo, no sólo mancha el alma sino que daña la persona! Todo pecado que comete el hombre queda fuera de su cuerpo, mas el que fornica, peca contra su propio cuerpo (I Cor. VI)198, Siempre la preceden el ardor y la petulancia, siempre reúne el hedor y la inmundicia, siempre se siguen el dolor y la penitencia. Por lo mismo, dice Salomón: miel destilan los labios de la meretriz, su paladar es más suave que el aceite, pero al fin es amarga como el ajenjo, mordaz como espada de dos filos (Prov. V)199.

Capítulo XXII

De la generalidad de la lujuria

El enemigo es familiar, habita no lejos sino cerca; no es exterior sino interior, pues mira su fuerza en los riñones, en los músculos del vientre su vigor (Job XL)200. Nunca se fuga sino cuando se fuga; nunca se engrandece sino cuando es macerada. Como causa requiere libertad y abundancia; como efecto exige poder y buena disposición. Corrompe toda edad, confunde todo sexo, disuelve todo orden, pervierte todo grado. Es que invade a los jóvenes y ancianos, a los hombres y las mujeres, a los prudentes y sencillos, a los superiores e inferiores, a la generación suprema de los sacerdotes, que se deleitan en la noche con Venus y en la mañana veneran a la Virgen. Se dice torpemente, se hace muy torpe, es lícito decir lo que no complace que se haga. En la noche el hijo de Venus agita en los cuartos, en la mañana el hijo de la Virgen se ofrece en el altar.

Capítulo XXIII

De las diversas especies de la lujuria y sus penas.

¿Quién podrá explicar suficientemente las múltiples especies de la lujuria? Ella arruinó a Pentápolis y su región adyacente (Gen. XIX). Los sodomitas y Siquem con su pueblo perecieron por ella, los raptores de Dina (Gen. XXIV), Her y Onán hijos de Judá murieron por ella en forma inmunda, a Judeo y la Madianita traspasó con la espada (Num. XXV), a los fornicadores de la tribu de Benjamín borró por la esposa del levita (Judic. XIX; XX); a los adúlteros, hijos del sacerdote Elí, abatió en la guerra como estupradores (I Reg. II, IV). Por ella, Amnon fue muerto en un banquete (II Reg. XIII).

Ella mató a Urías (II Reg. XI)201, lapidó a los presbíteros (Dan. XIII), maldijo a Rubén (Gen. XXXV, XLIX), sedujo a Sansón (Jud. XIX), pervirtió a Salomón (III Reg. XI). Es verdadero lo que se dice que a causa de las mujeres perecieron muchos. Pues vino y mujeres pervierten a los inteligentes, el que va a prostitutas es aún más temerario (Eccli XIX))202. Es que la lujuria dejó a muchos heridos; ciertamente ella mató a muchos, las vías del infierno son su casa, penetra en el interior del muerto (Prov. VII). Ella enerva a los varones, disminuye los sentidos, consume los días y vacía las fuerzas.

Capítulo XXIV

Del coito contra la naturaleza

La lujuria opera una forma ignominiosa a la que el Apóstol no se confunde en nombrar: por eso los entregó Dios a pasiones infames; pues sus mujeres invirtieron las relaciones naturales por otras contra la naturaleza; igualmente los hombres, abandonando el uso natural de la mujer, se abrasaron en deseos los unos por los otros, cometiendo la infamia de hombre contra hombre (Rom. I)203. ¿Qué más turbio se hace en esta fealdad? ¿Qué más criminal que en este crimen? Pues en la ley casi como compañeros se unen en coito el macho con el macho y el hombre con la bestia. Así se lee en el Levítico: no te acostarás con varón como con mujer; es abominación. No te unirás con bestia haciéndote impuro por ella (Lev. XVIII)204. A uno y otro se prescribe una pena igual: si alguien se acuesta con varón, como se hace con mujer, ambos han cometido abominación: morirán sin remedio. Mataréis también a la bestia (Lev. XX)205. Quien tenga oídos oiga, por el contrario quien pierda el juicio, que recobre sus sentidos.

Capítulo XXV

De la pena de este crimen

La pena enseña lo que esta culpa merece. Entonces el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego del cielo (Gen. XIX)206. No quiso, pues, el Señor la ejecución de quienes cometieron esta pena a través de ángeles u hombres sino que el mismo se reservó la venganza de este crimen, según aquello: a mí me toca la venganza y yo retribuyo (Deut. XXXII)207. Y por lo mismo hizo llover el Señor por el mismo Señor, no lluvia ni rocío sino azufre y fuego. Azufre sobre la pestilencia de la lujuria, fuego sobre el ardor de la concupiscencia, en cuanto la pena debe ser semejante a la culpa. No se dice envió sino llovió ya que con la misma palabra se hace notar la magnitud y la abundancia de la pena. También la esposa de Lot, porque miró hacia atrás, se convirtió en una estatua de sal y las ciudades y todas las regiones circunvecinas volvió en un mar muerto y en un valle de sal. Es que es tremendo caer en las manos del Dios vivo (Hebr. X)208, que cuanto mayor exhiba la paciencia de su longanimidad, tanto más duro arroja la venganza de su severidad.

Capítulo XXVI

Del ambicioso

Ciertamente Cupido reúne y conserva las fuerzas del avaro; el guloso degusta las voluptuosidades, el lujurioso las ejerce; el ambicioso aspira a los honores y el soberbio las alza. El ambicioso siempre es temeroso, siempre atento para no decir ni hacer lo que a los ojos de los hombres desagrada, simula humildad, afecta honestidad, exhibe afabilidad, muestra benignidad, sigue detrás y es condescendiente, a todos honra, se inclina ante todos, frecuenta las curias, visita a los aristócratas, se levanta respetuosamente ante todos, abraza, aplaude y adula, conociendo muy bien los versos de Ovidio: aunque no haya polvo, sin embargo se lo sacude.

Listo y férvido para reconocer donde hay placer, remiso y tibio para enfrentar lo que le desagrada. Reprueba las cosas malas, detesta las inicuas, pero todas las aprueba y reprueba para ser juzgado idóneo, ser aceptado, para ser alabado por los hombres y aprobado por cada uno. La realidad es que vive en una lucha dura dentro de sí, en un conflicto difícil, mientras la iniquidad impulsa el ánimo, y la ambición intenta contener el mal, haciendo lo que ella sugiere y realizando las cosas que no permite. Se divierten mutuamente la madre y la hija, la iniquidad y la ambición, mientras la madre lo hace abiertamente y la hija ocultamente no pone resistencia. Ésta reivindica para sí lo público y aquélla el secreto. Sin embargo, el ambicioso libremente obra de príncipe en lo que ambiciona y dice: ¡Oh! Cuándo reinará el que es severo en la justicia, piadoso en la misericordia, que no destruye en el amor y en el odio, que no se corrompe por la petición o el precio, que cree a los fieles y reposa con las súplicas, que sea humilde y benigno, abundante y manso, constante, sabio, paciente y astuto.

Capítulo XXVII

De la abundante concupiscencia de los ambiciosos

¡Quién no se aprovecha de este arte, recurre a otros, invoca a Simón209, accede a Giezi210, quiere brillar ganando, lo que por sí no tiene lo obtiene suplicando y prometiendo, ofreciendo y tributando, oh pudor! La gracia que gratis alcanza, lo que obtiene bien o mal, no puede iluminar al ser alcanzada. No desiste de ello sino que insiste e invade el honor violentamente, agarra impudentemente la dignidad, con la ayuda de los amigos, el auxilio de los vecinos, de modo que se infla por el ardor de la condenación, por la presencia del deseo, en tanto no aborrece el cisma ni teme el escándalo. Pero Giezi deviene leproso (IV Reg. V) y Simón perece a causa del dinero (Act. VIII). Y Core ardió con sus cómplices en el fuego y a Dathan y Abirón se los tragó la tierra (Num. VI)211. Así que ninguno asuma para sí este honor a no ser que sea llamado por Dios como Arón (Hebr. V)212.

Capítulo XXVIII

Del ejemplo de la ambición

El ejemplo claro de la ambición se halla en Absalón que, cuando aspiraba al reino, se hizo con un carro, caballos y cincuenta hombres que corrían delante de él. Se levantaba Absalón temprano y se colocaba a la vera del camino de la puerta, y a los que tenían algún pleito y venían donde el rey para el juicio, les llamaba Absalón y les decía: ¿no eres tú de...? Él respondía: tu siervo es de tal tribu de Israel. Absalón le decía: mira, tu causa es justa y buena, pero nadie te escuchará de parte del rey. Y añadía Absalón: ¡quien me pusiera por juez de esta tierra! Podrían venir a mí todos los que tienen pleitos o juicios y yo le haría justicia. Cuando alguno se acercaba a él y se postraba, le tendía la mano, le retenía y le besaba. Así hacía Absalón con todos los israelitas que iban al tribunal. Absalón robaba así el corazón de los hombres de Israel. Él se levantó y se fue a Hebrón. Envió Absalón mensajeros a todas las tribus de Israel diciendo: cuando oigáis sonar el cuerno decid: ¡Absalón se ha proclamado rey en Hebrón! Así la conjuración se fortalecía y los partidarios de Absalón iban aumentando213.

Capítulo XXIX

De la breve y miserable vida de los magnates

He aquí que se sublima en alto, se avanza hacia lo sumo, brotan los cuidados, se acumulan las solicitudes, se extienden los ayunos, se producen las vigilias, por todo lo cual la naturaleza se corrompe, el espíritu se enferma. El sueño se deteriora, el apetito se pierde, la virtud se debilita, el cuerpo se extenúa. En sí mismo deficiente no divide sus días sino que concluye una vida miserable en un fin más miserable. Es verdadero lo del poeta: las cosas grandes se arruinan en sí mismas, es negado permanecer largo tiempo en lo alto. se alzan en alto y caen como el deslizamiento más grave214.

Más verdadero es lo que dice el profeta: he visto al impío muy arrogante empinarse como un cedro del Líbano; pasé de nuevo y ya no estaba, lo busqué y no se le encontró (Psal. XXXVI)215. Y Jeremías canta: antes que se cumplan sus días perecerá, se estrella como viña en la primera flor de su racimo de uvas y como oliva arrojando su flor (Jer. XV). Oye sobre esto la sentencia del Sabio: breve es la vida de todo violento potentado (Eccli. X)216.

Capítulo XXX

De las diversas propiedades de los soberbios

El ambicioso está listo para el honor, se llena de soberbia, desencadena la jactancia y no cuida del ser útil sino que se gloría de estar adelante; presume ser el mejor porque se hincha como superior. Hace el bien no lentamente sino virtuosamente, no dignamente sino honestamente. Desprecia a los amigos principales, ignora a los conocidos la víspera, se burla de los compañeros antiguos, desvía el rostro, eleva la vista, alza la cerviz, enseña el orgullo grandemente cuando habla, medita cosas sublimes. No tolera el estar debajo, pone en agitación el estar delante, es enemigo de los superiores. No tolera las cosas molestas, no difiere lo concebido, precipitado y audaz, glorioso y arrogante, grave e inoportuno.

Capítulo XXXI

De la soberbia y caída de Lucifer

¡Oh soberbia insoportable entre todas, odiosa para todos, entre todos los vicios tú siempre eres la primera, tú siempre eres la última! Pues todo pecado que te suceda lo haces un todo y lo que te está apartado lo envías.

Pues escrito está: el principio de todo pecado es la soberbia (Eccli. X)217 Y Job (XVIIII)218 añade: es la muerte primogénita. Pues ésta entre las mismas cosas primordiales se erigió en creatura contra el Creador, en ángel contra Dios, pero sin demora fue arrojado hacia abajo porque no permaneció en la verdad, de la inocencia pasó al pecado, de las delicias a las miserias, del cielo empíreo al aire caliginoso. Escucha al profeta: ¿cómo caíste del cielo, ¡oh Lucifer!, tú que tanto brillabas por la mañana? ¿Cómo fuiste precipitado por tierra, tú que has sido la ruina de las naciones? Tú que decías en tu corazón: escalaré el cielo; sobre las estrellas de Dios levantaré mi trono, me sentaré sobre el Monte del testamento situado al lado del septentrión; sobrepujaré la altura de las nubes, semejante seré al Altísimo219. Y Ezequiel comenta: eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza. En Edén estabas, en el jardín de Dios. Toda suerte de piedras preciosas formaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, malaquita, esmeralda, en oro estaban labrados los aretes y adornos labrados que llevabas, aderezados desde el día de tu creación. Querubín protector de alas desplegadas te había hecho yo, estabas en el monte santo de Dios, caminabas entre piedras de fuego. Fuiste perfecto en tu conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se halló en ti iniquidad. Y has pecado y yo te he degradado del monte de Dios. Tu corazón se ha pagado de tu belleza. Yo te he precipitado en tierra (Ezech. XXI)220. Y continúa: en el paraíso de Dios no hubo cedros más empinados que él; no igualaron los abetos su copa; ni los plátanos emparejaron con sus ramas; no hubo en el paraíso de Dios un árbol semejante a él, ni de tanta hermosura. Y porque yo lo hice tan hermoso y de tantas y tan frondosas ramas (Ezech. XXXI)221. De ahí lo de Job: el mismo es el rey sobre todos los hijos de la soberbia (Job XLI)222. El mismo es un dragón descomunal rojo con siete cabezas y diez cuernos y en las cabezas tenía siete diademas y su cola traía arrastrando la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Así fue abatido aquel dragón descomunal, aquella antigua serpiente, que se llama diablo y Satanás, que anda engañando a la tierra y fue lanzado y arrojado a la tierra y sus ángeles con él (Apoc. XII)223. Del cual la Verdad dice: yo estaba viendo a Satanás caer del cielo a manera de relámpagos (Luc. X)224. Al fin y al cabo, cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado (Luc. XIV)225.

Capítulo XXXII

De la arrogancia de los hombres

¡Oh! soberbia presunción y presuntuosa soberbia, que no sólo a los ángeles quisiste adecuar a Dios sino que también a los hombres presumiste deificar. Ciertamente, a quienes exaltó, humilló y a quienes ensalzó hundió. De ahí lo que el Señor dice al profeta: Hijo del hombre, di al príncipe de Tiro. Esto dice el Señor Dios: porque se ha engreído tu corazón y has dicho: yo soy un Dios, cuando eres hombre y no Dios. Por lo cual, yo haré venir contra ti gentes extranjeras, las más fuertes de las naciones. Y te matarán y morirás de la muerte de aquéllos que mueren en combate naval (Ezech. XXVIII)226. Nabucodonosor que se jactó de su poderío con soberbia y dijo: ¿no es ésta la gran Babilonia que yo he edificado para capital de mi reino con la fuerza de mi poderío y el esplendor de mi gloria? No había aun acabado el rey de decir esto, cuando vino súbito una voz del cielo que dijo: a ti, ¡oh rey Nabucodonosor!, se te dice: tu reino te ha sido quitado y habitarás con las bestias y fieras, heno comerás como el buey y pasarán de este manera por ti siete tiempos, hasta tanto que conozcas que el Altísimo tiene dominio sobre el reino de los hombres y lo da a quien place. En aquel mismo punto se cumplió en Nabucodonosor esta sentencia (Dan. IV)227. Por lo tanto, es verdadero lo que se dice en el Salmo: el hombre en la opulencia no comprende, a las bestias mudas se asemeja (Psal. XLVIII)228. La soberbia torre volqué y confundí las lenguas (Gen. XI), derribé a Goliat (I Reg. XVII), suspendí a Aman (Esther VII), maté a Nicanor (II Mach. XV), hice perecer a Antíoco (I Mach. IX), sumergí al Faraón (Exod. XIV), desaparecí a Senaquerib (IV Reg. XIX), corté la cabeza de Holofermes (Judith XIII). En fin: derribó Dios los tronos de los príncipes soberbios, arrancó de raíz las naciones soberbias (Eccli. XIX)229.

Capítulo XXXIII

De la abominación de la soberbia

Cuán detestable sea la soberbia que el mismo Señor lo atestigua por boca del profeta, al decir: Yo detesto la soberbia de Jacob (Amos. VI)230. Y continúa: este juramento ha hecho el Señor contra la soberbia de los hijos de Jacob: yo juro que no me olvidaré jamás de todo lo que han hecho (Amos. VIII)231. De donde entre aquellas cosas que el Señor odia, seis las abomina y detesta el alma de la séptima, poniendo Salomón como primera: los ojos altaneros (Prov. VI)232, ello es la soberbia. E Isaías acota: porque el día del Señor de los ejércitos va a aparecer terrible para todos los soberbios y altaneros y para todos los arrogantes y serán humillados; y para todos los cedros más altos más altos y erguidos del Líbano y para todas las encinas de Basán y para todos los montes encumbrados y para todos los collados elevados y para todas las torres eminentes y para todas las murallas fortificadas. Y la arrogancia de los hombres será abatida y humillada la altivez de los magnates (Isa. II)233. Y continúa: por esto ensanchó el infierno su seno y abrió su inmensa boca y en ella caerán sus campeones y el pueblo y cuanto hay en él de ilustre y glorioso (Isa. V)234. Y añade: el Señor de los ejércitos ordenó esto, para hollar la soberbia de todos los jactanciosos (Isa. XXIII)235. Y Job también dice: aunque se remonte hasta el cielo su altivez y su cabeza toque con las nubes, al fin será arrojado fuera como basura (Job. XX)236.

Capítulo XXXIV

Contra la arrogancia de los soberbios

Casi todo vicioso ama a su semejante; sin embargo, el soberbio odia al que está elevado. De donde las palabras de Salomón: entre los soberbios hay continuas reyertas (Prov. XIII)237. Y agrega: donde hay soberbia, allí hay peleas (Prov. V)238. El soberbio hace lo insólito, siente fastidio por lo acostumbrado, se cree grande si se digna hablar, es sobresaliente si surge y es estimado. Estima más la dignidad por sí mismo que el mismo efecto de la dignidad. Nunca quiere utilizar el afecto de la paternidad sino el mando de la dominación. Aprecia su soberbia, arrogancia e indignación más que su fortaleza. Revuela en su alma lo que se lee en el Evangelio: se suscitó entre los discípulos una contienda sobre quién de ellos sería considerado el mayor. Mas Jesús les dijo: los reyes de las naciones los tratan con imperio y los que tienen autoridad sobre ellas los tratan como bienhechores. No habéis de ser así vosotros; antes bien el mayor de entre vosotros, pórtese como el menor; y el que tiene la precedencia, como sirviente (Luc. XXII)239. Y como Pedro, el príncipe de los apóstoles, hay que repetir: ni porque queréis tener señorío sobre el clero sino siendo verdaderamente dechados de la grey (Petr. V)240. Es lo que dice el salmo: del Señor es la tierra y cuanto ella contiene; el mundo y todos sus habitantes (Psal. XXIII)241. Uno es, pues, Dios y uno el Señor. Los demás no son señores sino servidores a los cuales se les prohíbe el dominio y se les indica el servicio. Oye sobre esto al Sabio: ¿te han hecho rey? No te engrías; pórtate entre ellos como uno de tantos (Eccli. XXXII)242.

Capítulo XXXV

Contra el fraude y ejemplo de los ambiciosos

Los hijos del Zebedeo, que por medio de su madre, pidieron el honor de Cristo, recibieron esta respuesta: dispón que estos dos hijos míos tengan su asiento en tu reino, uno a tu derecha y otro a la izquierda. A lo cual Jesús contestó: no sabéis lo que pedís. No es, pues, por el honor, sino por el servicio cómo se arriba al reino. De ahí que Jesús continúe: no me toca concederlo a vosotros; como si dijera: ciertamente mío es el dar, pero no a vosotros, ello es, a los ambiciosos, como sois vosotros (Matth. XX)243. Pues la potestad es de Dios, y el soberbio no reina por Dios, según aquello del profeta: ellos reinaron, pero no por mí; fueron príncipes, mas yo no los reconocí (Ose. VIII)244.

Capítulo XXXVI

De las propiedades de los arrogantes

El soberbio ama los primeros asientos en los banquetes y las primeras sillas en las sinagogas y ser saludados en la plaza y que los hombres les den el título de maestros (Matth. XXIII)245.

No en nombre de la persona sino en nombre de la fortuna quiere ser llamado. No como hombre sino como señor quiere ser honrado. Se siente dignamente, marcha altivamente, quiere estar por encima de todos, que cada uno se incline ante él. Cierto filósofo queriendo eludir la arrogancia de su rey, al ver que se había sentado con dignidad en su trono real, postrado en tierra lo adoró e inmediatamente sin ser invitado, ascendió y se sentó junto al rey. Admirado el rey de lo que había hecho indagó y conoció que era filósofo. El filósofo entonces respondió: o eres Dios u hombre; si Dios, debí adorarte; si hombre, bien pude sentarme junto a ti. El rey, volviéndose hacia el filósofo le dijo: si hombre soy no debiste adorarme; si Dios soy, no debiste sentarte junto a mí. Sabiamente respondió éste; prudentemente aquél se burló.

Capítulo XXXVII

Del cuidado superfluo

A nuestros primeros padres les hizo Dios túnicas de piel después del pecado (Gen. III)246. Y Cristo dice a los cristianos: no tengáis dos túnicas (Matth. X)247. Y según el consejo de Juan: quien tenga dos túnicas dé una al que no la tiene (Luc. III)248. Pero, el soberbio, para que lo vean magnífico, cuida de vestirse con dos, se pone sobre sí túnicas blandas, se adorna con las más preciosas. Sin embargo, ¿qué es el hombre adornado preciosamente sino un sepulcro blanqueado por fuera y por dentro lleno de suciedad? (Matth. XXIII)249. El jacinto y la púrpura, la grana y el lino se pudren en lodo; el oro y la plata, las piedras y las gemas se marchitan en fango. La dignidad y la potestad se transforman en polvo; el honor y la gloria devienen ceniza. ¿Qué de los pergaminos distinguidos y de las magníficas orlas?

El rico que se ponía púrpura y lino, fue sepultado en el infierno (Luc. XVI)250. Dina, la hija del patriarca Jacob, antes de marcharse, como dice Josefo251, para merecer el vestido de las mujeres provinciales (Gen. XXXIV), permaneció virgen. Cuando salió, Siquem, hijo del rey Hemor, la violó violentamente. Holofermes, que se sentaba en un lecho que era de púrpura y lino, oro y esmeraldas, piedras preciosas, fue degollado por Judith, la cual antes de usar una manta, tomó con deleite el ornato del rey (Judith. XIII). Oye sobre esto el consejo del Sabio: no os gloriéis nunca del vestido (Eccli. II) 252. Y al Apóstol: no con vestidos preciosos (I Tim. II)253 Y a Pedro (I Petr. III) 254: que vuestro adorno no esté en el exterior, en peinados, joyas y modas.

Capítulo XXXVIII

Contra los adornos superfluos

Oye lo que dice el Señor a través del profeta contra los adornos superfluos: Dice Yahveh: por cuanto son altivas las hijas de Sión, y andan con cuello estirado y guiñando los ojos, y andan a pasitos menudos, y con sus pies hacen tintinear las ajorcas, rapará el Señor el cráneo de las hijas de Sión, y Yahveh destapará su desnudez. Aquel día quitará el Señor el adorno de las ajorcas, los solecillos y las lunetas; los aljófares, las lentejuelas y los cascabeles; los peinados, las cadenillas de los pies, los ceñidores, los pomos de olor y los amuletos, los anillos y aretes de nariz, los vestidos preciosos, los mantos, los chales, los bolsos, los espejos, las ropas finas, los turbantes y las mantillas. Por debajo del bálsamo habrá hedor, por debajo de la faja, soga, por debajo de la peluca, rapadura, y por debajo del traje, refajo de arpillera (Isa. III)255

He aquí la justa pena que se hace por la culpa, de modo que sean castigadas en lo que pecaron.

Sobre esto escucha todavía otro profeta: ¡Oh Tiro!, para hacer la vela que pende del mástil, se tejió para ti el rico lino de Egipto con varios colores: el jacinto y la púrpura de las islas de Elisa formaron tu pabellón. Colmillos de elefante y el ébano recibías en tus adentros. Por la multitud de tus obras nadabas en gemas, púrpura, telas bordadas, lino fino, sedería, piedras preciosas en tus mercados. Los de Dedán te vendían las alfombras para tus estrados; fuiste populosa y glorificada en demasía. Ahora has sido destrozada en medio del mar, tus riquezas han caído al fondo de las aguas. A la nada has sido reducida y nunca jamás volverán a existir (Ezech. XXVII)256.

Capítulo XXXIX

Que más se exponen los vestidos que las virtudes

Como cierto filósofo, con un vestido despreciable, visitase el salón del príncipe y largo tiempo fue rechazado y no admitido y cuantas veces intentó entrar, tantas veces aconteció ser repelido, cambió el vestido y asumió los adornos. Entonces, a la primera voz, la entrada se abrió al que venía. Y avanzando hacia el príncipe, que portaba el palio, comenzó reverentemente a besarlo. Admirado el príncipe sobre ello y preguntando por qué lo hacía, el filósofo respondió: honro al que me honra, porque lo que la virtud no pudo, el vestido lo obtuvo. ¡Oh! vanidad de vanidades, más se honran los vestidos que las virtudes, más la belleza que la honestidad

Capítulo XL

De los afeites de los colores 257

La forma artificial cubre y el aspecto físico natural se reviste, de modo que los artificios del hombre superan el arte del Creador. No así, no así. Contemplad, dice el Señor, los lirios del campo cómo crecen y florecen. Ellos no labran ni tampoco hilan; sin embargo, yo os digo que ni Salomón, en medio de toda su gloria, se vistió con tanto primor como uno de estos lirios258 . Falsificado está ausente comparado con el color original. De modo que el color falso acicala el rostro y la boca se corrompe con un olor abominable. Lo dice muy bien el Salmo XXXVIII: verdaderamente que es la suma vanidad todo hombre viviente259 . Pues ¿qué más vano que los cabellos del pecho, que más superficial que la cabellera, que teñir las mejillas, que ungir la cara, que alargar las cejas? Cuando ciertamente engañoso es el donaire y vana la hermosura260 . Es más: toda carne es heno y toda su gloria como la flor del prado (Isa. XL)261 , porque como heno se han de secar muy pronto (Psal. XXXVI)262. Así que me adelanto al adorno de alguien para que no se vea más feo que verdadero de lo que se juzga a otros. ¿Qué más vano que adornar la mesa con manteles llenos de colores, repleta con cuchillos de marfil, vasos de oro y copas de plata, tazas y vasijas, servilletas, cántaros y escalas, bandejas y cucharas, tenedores y sillones, jarras y jarros, cofres y abanicos? ¿Qué es eso de sobresalir pintando las piezas, enriquecer las pértigas, ocultar el vestíbulo, extender el pavimento, arreglar el lecho inflándolo de plumas, cubriéndolo de seda, encerrándolo con cortinas e incluso con canapé? Pues escrito está: puesto que cuando muera nada llevará consigo, ni le seguirá su gloria (Psal. XLVIII)263.

Capítulo XLI

De la inmundicia del corazón

No hay quien se digne gloriarse de la limpieza porque en muchas cosas ofendemos a todos (Jac. III)264 . Y si dijéremos que no tenemos pecado, nosotros mismos nos engañamos, y no hay verdad en nosotros (I Joan. I)265. ¿Quién hay que pueda decir aquello del Apóstol: pues si bien no me remuerde la conciencia de cosa alguna, no por eso me tengo por justificado? (I Cor. IV)266. ¿Quién es éste para que lo alabemos? He aquí que mira cómo ni aun entre sus mismos santos ninguno es acá inmutable y ni los cielos están limpios a sus ojos (Job XV)267; y en los ángeles halló culpa (Job IV)268. ¿Cuánto más un hombre inútil y abominable, que se bebe como agua la maldad?269 . Lo del Génesis: le pesó haber creado al hombre en la tierra. Porque mucha era la malicia de los hombres en la tierra y todo pensamiento del hombre en todo tiempo estaba dirigido hacia el mal. Y, por lo mismo, con el tacto intrínseco de corazón en el dolor, borró al hombre que había creado270 . Ciertamente, por la abundancia de los vicios, se enfriará la caridad de muchos (Matth. 24)271. Y los salmos anuncian: todos declinaron y se hicieron simultáneamente inútiles; no hay quien haga el bien, ni siquiera uno (Psal. XIII, LI)272. Casi toda la vida de los mortales está repleta de pecados mortales, de modo que apenas vale la pena encontrarlos. Hay quienes no se inclinan sino a la izquierda, quienes no retornan del vómito, quienes no se pudren sino en el estiércol. De manera que más bien se gozan en el mal que han hecho y hacen gala de su maldad (Prov. II)273. Están llenos de malicia en toda iniquidad, de fornicación, de avaricia, de maldad, de envidia, homicidios, competencia, dolo, malignidad, murmuraciones, detractores, hostiles a Dios, peleadores, soberbios, alzados, inventores de males, no obedecen a sus padres, necios, descompuestos, sin afección, sin compromiso, sin misericordia (Rom. I)274. De tales y peores está repleto este mundo, abundan los herejes y cismáticos, los pérfidos y los tiranos, los simoníacos y los hipócritas, los ambiciosos y libidinosos, los raptores y los salteadores, los violentos y los verdugos, los usureros y los falsarios, los impíos y los sacrílegos, los traidores y los mentirosos, los aduladores y los falaces, los gárrulos y los sagaces, los gulosos y los ebrios, los adúlteros y los incestuosos, los blandos y los inmundos, los perezosos y los negligentes, los vanos y los monstruosos, los impetuosos y los iracundos, los impacientes y los inconstantes, los hechiceros y los augures, los perjuros y los que maldicen, los presuntuosos y los arrogantes, los incrédulos y los desesperados. Finalmente, todo está envuelto en vicios universales. Verdaderamente, como el humo que se deshace y la cera que se derrite así los pecadores perecerán ante el rostro de Dios (Psal. LXII)275 .

Capítulo XLII

De los dolores que padecen los malos en la muerte

Los malos padecen al menos cuatro males cuando mueren. El primer dolor es la angustia corpórea, tanta y tan grave, cuanta y cual como no fue, ni en la presente vida antes de su acabose. Que en ciertos, aunque no en todos, aparece con un dolor altísimo que los desgarra. Porque es fuerte e incomparable la violencia cuando aquellos nexos y lazos vitales entre el cuerpo y el alma se rompen. De donde el profeta lamentándose dice: me rodearon los dolores de la muerte (Psal. CXIV)276. Pues no hay miembro ni parte del cuerpo, que no esté envuelto en un inexplicable dolor.

El segundo dolor se da, cuando ya fatigado el cuerpo y agotadas sus fuerzas, el alma muy libremente ve entonces en un momento desfilar todo lo bueno y lo malo que hizo, de modo que todo aparece a sus ojos interiores. Es tanto el dolor y la retractación277 es tan grave, que el alma está cogida de una máxima turbación como si se odiase a sí misma. Lo del salmo: los torrentes de la iniquidad me perturbaron (Psal. XVII)278. Estos torrentes vienen con mucho ímpetu y parecen demoler279 todo, de modo que en la muerte verá el malo súbitamente todas las obras buenas o malas que hizo.

El tercer dolor es, cuando ya comienza el alma justamente a juzgar y para sí por todas sus iniquidades y comienza a ver inminente todos los tormentos debidos de la gehena. De ahí la sentencia del salmo: me rodearon los dolores de la muerte y los peligros del infierno me invadieron (Psal. XVII)280.

El cuarto dolor viene, cuando el alma todavía en el cuerpo ve los espíritus malignos, de tal modo preparados para raptarla, que el alma miserable pronta a salir del cuerpo, cuanto puede se refugia para redimir el tiempo de su cautividad antes de salir del cuerpo. Por lo que dice el profeta Sofonías: muchos clamores salen de la primera puerta y muchos aullidos de la segunda (cap. I)281. Se dice la primera puerta, cuando el alma mala sale del cuerpo e inmediatamente es raptada por los espíritus a los suplicios eternos. Se dice la segunda puerta, cuando después del día del juicio, cuerpo y alma son castigados sin fin. Los malos son castigados tanto en la primera separación del cuerpo y del alma como son castigados después del juicio. Así dice el profeta Jeremías: doble contrición los desgarra (XVII)282.

Capítulo XLIII

De la venida de Cristo en el día de la muerte de cada hombre

Ve tanto el bueno como el malo, antes de que el alma abandone el cuerpo, a Cristo crucificado. El malo lo ve para su confusión al enrojecer por no ser redimido por la sangre de Cristo, tal como lo exige su culpa. De ahí que el Evangelio diga de los malos: dirigirán sus ojos hacia aquel a quien traspasaron (Joan. XIX)283, lo que debe entenderse de la venida de Cristo en el juicio y de su llegada el día de la muerte de cada hombre. Pero, el bueno lo ve para su exultación. Lo que queda expresado en las palabras del Apóstol: hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo (I Tim. VI)284, ello es, en el día de la muerte, cuando285 aparezca, tanto para buenos como para malos, Cristo crucificado. El mismo Cristo en el Evangelio de Juan dice: si yo quiero que se quede hasta mi venida (Joan. XXI)286. Pues hay cuatro llegadas de Cristo, dos visibles y dos invisibles. La primera visible fue en la carne, cuando nació de una Virgen. La segunda visible es en el juicio, cuando juzgará a buenos y malos y colocará las ovejas a la derecha y los cabritos a la izquierda. El primer advenimiento invisible se hace en la mente del justo, por la gracia; de donde Cristo del varón justo dice: y vendremos a él y haremos mansión dentro de él287. Por lo tanto, el alma del justo es sede y habitáculo de Dios, como está escrito: el alma del justo es sede de Dios, porque Dios habita en él por la gracia. La segunda venida invisible está en la muerte de cada uno de los fieles; de donde Juan en el Apocalipsis, deseando liberar de la cárcel del cuerpo para Cristo dice: ven Señor Jesús (Apoc. XXII)288, es decir, en mi muerte; así se dice que en el día de su muerte, al encuentro de él vendrá Cristo.

Libro tercero

De la miseria de la condición humana

Capítulo I

De la putrefacción de los cadáveres

Saldrá su espíritu del cuerpo, y volverán a ser polvo: entonces se desvanecerán como humo todos sus proyectos (Psal, CXLV)289. Cuantos y cuantas de los mortales piensan en la incertidumbre de la provisión mundana, pero en el momento de la muerte repentina, todo lo que pensaban se evanesce: como sombra que huye, así voy desapareciendo; y soy sacudido como las langostas (Psal. CVIII)290. Sale su espíritu, no voluntariamente sino a pesar suyo, porque con dolor deja lo que con amor posee, quiere, no quiere, viene para él el fin que no puede postergar (Job XIV), y la tierra vuelve a la tierra. Pues está escrito: tierra eres y en tierra te convertirás (Gen. III)291. Ciertamente es algo natural que lo material se disuelva en materia. Lo del Salmo CIII: les quitas el espíritu, dejan de ser, y vuelven a parar en el polvo de que salieron292. Lo que ratifica el Eclesiástico: cuando muera el hombre, serpientes, sabandijas y gusanos eso será lo que heredará (XIX)293. Y aclara Job: dormirán juntos en el polvo del sepulcro y quedarán cubiertos de gusanos294 . E Isaías acota: porque como a un vestido, así los roerá a ellos el gusano, y como a la lana, los devorará la polilla295. Y Job añade: siendo así que he de quedar reducido a putrefacción y ser como una ropa roída por la polilla296 . Al fin y al cabo: he dicho a la podredumbre: tú eres mi padre; y a los gusanos: vosotros sois mi madre y mi hermana (Job XVII)297. Más radicalmente: el hombre es todo podredumbre; el hijo del hombre es un gusano (Job XXV)298. ¡Qué padre tan torpe, qué madre tan vil, qué hermana tan abominable! Concebido es el hombre de la sangre putrefacta por el ardor de la libido, al cual en el cadáver de la libido sólo asisten los tétricos gusanos. Vivo generará cabellos y lombrices; muerto, gusanos y moscas. Vivo produce estiércol y vómito; muerto, putrefacción y hedor. Vivo engorda un único hombre; muerto, muchos gusanos. ¿Qué más fétido que el cadáver humano? ¿Qué más horrible que un hombre muerto? Al hombre, en la vida, era muy grato el abrazo; en la muerte, se tornará molesto. ¿Qué, pues, aprovechan las riquezas? ¿Qué los banquetes? ¿Qué las delicias? ¿Qué los honores? Las riquezas no liberarán de la muerte, los banquetes no defenderán de la muerte, ni las delicias de los gusanos ni los honores de los hedores. Quien se sentaba glorioso en el trono yace despreciado en el túmulo. Quien lucía adornado en el aula, desnudo luce sucio en la tumba. Quien se alimentaba deliciosamente en los convites, ahora es consumido por los gusanos en el sepulcro.

Capítulo II

De la triste memoria de los condenados

El fuego y el gusano castigarán la carne del impío (Eccl. VII)299. Por lo tanto, es algo doble, interior y exterior. Interior, que roe y quema el corazón, exterior, que roe y quema el cuerpo. Pues, como dice Isaías (LXVI): cuyo gusano no muere nunca y cuyo fuego jamás se apagará300 . Y anota Judit (XVI): Enviará fuego y gusanos sobre sus carnes, para que se abrasen y sufran penas eternas301 . El gusano lacerá la conciencia de tres maneras: afligirá la memoria, turbará en la tarde con la penitencia302, atormentará con la angustia. Vendrán a su mente sus pecados y sus iniquidades, diciendo: ¿De qué nos ha servido la soberbia? ¿O qué provecho nos ha traído la vana ostentación de nuestras riquezas? Pasaron como sombra todas aquellas cosas. O cual nave que surca las olas del mar, de cuyo tránsito no hay que buscar vestigio (Sap. IV)303. Así nacimos, y continuamente dejamos de ser; ciertamente no vale ostentar ningún signo de la virtud, pues nos consumimos en nuestra malignidad. Pensarán con gran turbación, lo que con demasiada delectación hicieron, para que el estímulo de la memoria atormente con penas, a los que el aguijón de la maldad estimuló a la culpa.

Capítulo III

De la penitencia inútil de los condenados

Dirán para sí los que hacen penitencia: descarriados hemos ido del camino de la verdad; no nos ha alumbrado la luz de la justicia (Sap. V)304. Entonces comenzarán a decir a los montes: caed sobre nosotros; y a los collados: sepultadnos (Luc. XXIII)305. Harán penitencia por su pena, pero no tendrán perdón. Pues es justo para los que no quisieron hacer el bien cuando pudieron. Cuando quisieron no pudieron. Porque les dio Dios un lugar de penitencia y abusaron de ello. Por lo que el rico que era atormentado en el fuego, decía a Abrahán: te ruego, ¡oh padre!, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, donde tengo cinco hermanos, a fin de que los advierta y ellos mismos no vengan a este lugar de tormentos. Y cuando Abrahán le respondió: tienen a Moisés y a los profetas: escúchenlos, él añadió: no, ¡oh padre Abrahán!, pero si alguno de los muertos fuere a ellos, harán penitencia (Luc. XVI)306. Hacía penitencia en el infierno; pero porque conocía que era inútil, rogaba que se lo anunciasen a sus hermanos. Es que es fructuoso hacer penitencia en este siglo, pues aprovecha al hombre arrepentirse, cuando puede pecar.

Capítulo IV

De las diversas penas del infierno

Las penas del infierno son diversas según los diferentes pecados. La primera pena es el fuego; la segunda es el frío. De éstas dijo el Señor: allí será el llanto y el crujir de dientes (Matth. XIII)307. El llanto por el humo del fuego; el crujir de dientes por el frío. La tercera es el hedor. De estas tres se dice en el salmo X: el fuego, el azufre y el viento tempestuoso son el cáliz que les tocará308. La cuarta remite a los gusanos que no desaparecen; de donde Isaías: cuyo gusano no muere nunca y cuyo fuego jamás se apagará (Isa. LXVI)309. La quinta, martillos resonantes: Así dice Salomón: aparejados están los terribles juicios de Dios para castigar a los burlones y los mazos para machacar los cuerpos de los insensatos (Prov. X)310. La sexta, las tinieblas palpables exteriores e interiores. De ahí lo de Job: tierra de miseria y de tinieblas, en donde tiene su asiento la sombra de la muerte y donde todo está sin orden y en un caos sempiterno (Job X)311. Y en otra parte: Iré a la tierra tenebrosa y cubierta de las negras sombras de la muerte (Ibid)312. Y en el Salmo: no verán jamás la luz (Psal, XLVIII)313. En otra parte reza: los impíos perecen en tinieblas (I Reg. II)314. La séptima es la confusión de los pecadores. Entonces, como se lee en Daniel, serán abiertos los libros (Dan. VII)315 , ello es, las conciencias de los hombres serán conocidas por todos. La octava es la visión horrible de los demonios, que se verán en el sacudimiento de las chispas que ascienden del fuego. La novena, las cadenas ígneas, por las cuales los impíos en sus individuales miembros serán atados.

La primera pena es de los concupiscentes, la segunda de los maliciosos, la tercera de los lujuriosos, la cuarta de los envidiosos y llenos de odio, la quinta de aquellos que en este siglo no merecieron ser castigados con flagelos, porque tentaron y exacerbaron al Señor (Psal. LXXVII)316en la multitud de sus iniquidades. De donde escrito está: el pecador ha exasperado al Señor, no reposará según la multitud de su ira (Psal. X)317. La sexta la de aquellos que, ambulando en las tinieblas, se olvidaron de venir a la luz verdadera que es Cristo. La séptima de los que confesaron sus pecados y se olvidaron de hacer penitencia. La octava la de aquellos que en este siglo vieron los males y los hicieron libremente. La novena la de aquellos que por sus vicios singulares cayeron, que anduvieron tras sus deseos y fueron detrás de sus concupiscencias.

Capítulo V

De la inefable angustia de los condenados

A cuyo aspecto se apoderará de éstos la turbación y un temor horrendo, arrojando gemidos de su angustiado corazón y diciendo: éstos son los que en otro tiempo fueron el blanco de nuestros escarnios y a quienes proponíamos como un ejemplar de oprobio. ¡Insensatos de nosotros! Su tenor de vida nos parecía una necedad y su fin sin honor. Mirad cómo son contados en el número de los hijos de Dios y cómo su suerte es estar con los santos (Sap. V)318. Será el suplicio de los malos ver la gloria de los bienaventurados fuertemente después del fin del juicio. Los salvados verán a los réprobos en los tormentos, según aquello: se alegrará el justo al ver la venganza (Psal. LVII)319. Los réprobos no verán a los bienaventurados en la gloria, según aquello: el impío será borrado y no verá la gloria de Dios (Isa. XXVI)320. Es que: así discurren en el infierno los pecadores. Porque la esperanza del impío es como la pelusa que arrebata el viento; o cual espuma ligera que la tempestad deshace; o como humo que disipa el viento; o como la memoria del huésped que va de paso y sólo se detiene un día (Sap. V)321.

Capítulo VI

Del fuego de la gehena

El fuego de la gehena no se nutre con leños ni se prende con soplos sino que es creado por Dios como inextinguible desde el origen del mundo: lo devorará un fuego que no se enciende (Job XX)322. Se cree que está bajo la tierra según aquello de Isaías: el infierno allá abajo se conmovió a tu llegada (Isa. XIV)323. Sin embargo, todo lugar es pena para los réprobos que siempre lleva consigo el tormento y por todas partes inflige un suplicio. Lo dice Ezequiel (XXVII): haré salir de en medio de ti un fuego que te devorará324. El fuego de la gehena siempre arderá y nunca brillará; siempre quemará y nunca se consumirá; siempre obrará y nunca faltará, pues siempre habrá sobre los infiernos una suma oscuridad de tinieblas, una inmensa crudeza de penas, una infinita eternidad de miserias. Muy bien lo acota Mateo (XXII): atado de pies y manos arrojadle fuera a las tinieblas, donde no habrá sino llanto y crujir de dientes325. Cada miembro particular por sus pecados recibirá un tormento y será castigado en aquel en el que pecaron. Porque está escrito: por aquellas cosas en que uno peca, por esas mismas es atormentado (Sap. XI)326. Así, quien pecó en la lengua, será atormentado en la lengua. Por lo que exclama: ¡Padre mío Abrahán!, compadécete de mí y envíame a Lázaro, para que mojando la punta de su dedo en agua, me refresque la lengua, pues me abrazo en estas llamas (Luc. XVI)327. Por los dedos se entiende la operación, pues obramos con ellos. Como si dijera: si una mínima obra tuviera de Lázaro, menor pena sentiría.

Capítulo VII

De las tinieblas del infierno

Los réprobos son envueltos no sólo por tinieblas exteriores sino interiores, porque carecen tanto de luz espiritual como corporal. Pues escrito está: el impío será borrado y no verá la gloria de Dios (Isa. XXVI)328, que sólo entonces será: luz sempiterna (Isa. LX)329. Es que los réprobos tolerarán tanta angustia en las penas que apenas será posible pensarlas por fuera de ellas. Sin embargo, dirigirán el ímpetu de su pensamiento que sentirán la fuerza del dolor. Cierto discípulo se apareció a su maestro después de la muerte. Cuando el maestro captó que estaba condenado, le preguntó si algunas cuestiones se hacían en los infiernos. Aquél, se dice, le respondió: en los infiernos se busca sólo lo que no sea la pena. Por lo que Salomón dice: puesto que ni obra, ni pensamiento, ni sabiduría, ni ciencia ha lugar en los infiernos, hacia el cual vas corriendo (Eccle. IX)330. Habrá tanto olvido en la mente del réprobo, tanta ceguera del ánimo, tanta confusión de la razón, que raramente o nunca pueden agarrar al meditar algo de Dios, de modo que puedan aspirar a confesar algo. Pues, el muerto, como si nada fuese, no puede ya alabarle y merecer la vida eterna (Eccli. VII)331. De ahí lo del salmo 113: no te alabarán los muertos, ni cuantos descienden al infierno332 . Y lo de Isaías: porque no han de cantar tus glorias los que están en el infierno, ni han de entonar las alabanzas los que están en poder de la muerte (Isa. XXXVIII)333.

Capítulo VIII

De la confusión de las penas

Déjame, pues, lamentarme de mi dolor por un momento; antes que yo me vaya allá de donde no volveré, a aquella tierra tenebrosa y cubierta de las negras sombras de la muerte y donde todo está sin orden y en un caos sempiterno (Job X)334. El orden ciertamente estará en la cantidad de las penas porque en la medida en que fueren medidos, se les recompensará (Luc. VI)335. De modo que si pecaron más gravemente, más gravemente serán juzgados. Lo de Sabiduría VI: pues aquellos que ejercen potestad sobre otros, serán juzgados con extremo rigor336 . Pero, el orden no está en la cantidad de las cosas, porque de las aguas de las nieves se transitará a un calor máximo (Job I). Así, de un cambio súbito de contrarios se sigue un castigo más grave. Conocí experimentalmente porque me he quemado que si uno tiene frío sentirá luego un dolor más ardiente.

Capítulo IX

De la perpetuidad de los tormentos

Como los rebaños de ovejas serán metidos en el infierno, la muerte se cebará en ellos eternamente (Psal. XLIII)337. Se dice esto a semejanza de los asnos que no arrancan de raíz las hierbas, sino que toman las partes superiores, de modo que de nuevo las hierbas renazcan como pasto. Así los impíos como los pastos en la muerte, resurgirán de la muerte para morir eternamente. Lo de Ovidio: así el hígado no consumido de Ticio siempre renace y no perece, para que pueda siempre perecer (Pont. I, II, 41).

Entonces será la muerte inmortal, entonces vivirán los muertos, que están privados de la vida muertos. Buscan la muerte y no la hallarán, porque perdieron y tuvieron la vida. Escucha a Juan en el Apocalipsis: durante aquel tiempo los hombres buscarán la muerte y no la encontrarán; y desearán morir y la muerte irá huyendo de ellos (Apo. IX)338. ¡Oh muerte, cuán dulce eres para los que fuiste amarga, con deseo optarán por ti, los que a ti sola aborrecieron!

Capítulo X

Por qué los réprobos nunca serán liberados de las penas

Ninguno se halague y diga, porque Dios no se airará para siempre ni eternamente se indignará (Psal. CII)339. Pues para todos es benéfico el Señor y su misericordia se extiende sobre todas sus obras (Psal. CXLIV)340. Así, cuando está airado no se olvida de perdonar ni odiará a alguno de los que hizo (Sap. II). Asumen erróneamente lo que dice el Señor por el profeta Isaías: y serán reunidos todos y hacinados en un haz y echados en el lago y allí serán encerrados en una cárcel y después de muchos días serán visitados (Isa. XXIV)341. Ya que el hombre pecó en el tiempo y Dios no lo castigará eternamente.

¡Oh esperanza vana, oh falsa presunción¡ No se debe creer el engaño con frustrado error que con algún precio venga la redención, pues en el infierno no hay ninguna redención. Porque serán congregados los pecadores en el lago y encerrados en la cárcel, es decir, en el infierno, en el cual sin los cuerpos serán torturados hasta el día del juicio y después de muchos días, cuando resurjan con sus cuerpos en el último día, serán visitados, no para la salvación sino para la venganza, puesto que después del día del juicio serán castigados más duramente. Es lo que escribe el salmo LXXXVIII: yo castigaré con la vara de mi justicia sus maldades y con el azote sus pecados342 . Es que con los predestinados Dios temporalmente se aíra, porque a cualquiera que recibe por hijo suyo, le azota y le prueba con adversidades (Hebr. XII)343, de los que está escrito: no durará para siempre su enojo, etc. (Psal. CIIJ344 . Sin embargo, a los réprobos Dios los castiga eternamente, porque es justo, ya que el impío al prevaricar eternamente, Dios lo castiga eternamente. Pues la facultad de pecar aquél la puede abandonar, pero él mismo no la dejó. De ahí que esté escrito: porque la soberbia de aquellos que te aborrecen va siempre creciendo (Psal. LXXIII)345. No se humillarán los réprobos ya desesperados de la indulgencia, sino que la malignidad del odio tanto crece en ellos, que quieren totalmente no ser, por lo que saben que son infelices. Maldecirán al Altísimo y blasfemarán al excelso, quejándose por ser malignos, lo que crea en ellos el castigo y nunca se inclinarán al perdón. Oye a Juan en el Apocalipsis: y cayó del cielo sobre los hombres granizo y los hombres blasfemaron de Dios por la plaga del granizo, plaga que fue en extremo grande (cap. XVI)346. La voluntad del condenado pierde el efecto de la potestad, pero siempre tiene el afecto de la malignidad y ella será el suplicio en el infierno, que en el mundo fue el pecado: allí está el pecado pero no el mérito de la pena. El impío siempre tendrá en sí el reato de la culpa, siempre sentirá contra sí ser castigado por la pena, porque por la penitencia no le será borrada. La indulgencia de Dios no estará presente. La justicia grande pertenece al que ha de juzgar, de modo que no carezcan en la gehena del suplicio, los que nunca quisieron carecer en la vida del pecado. Ciertamente quisieran, si pudieran vivir sin fin; sin embargo, quieren los que nunca dejaron de pecar mientras estuvieron con vida.

Capítulo XI

Testimonios de los suplicios eternos

¿Quién, dice Isaías, de nosotros podrá habitar con las llamas eternas? (Isa. XXXIII)347 Éstos son humo en mi nariz, fuego que abraza siempre y no se extingue sino que sube sempiternamente (Isa. LXV)348. Jeremías también dice: os daré en oprobio sempiterno e ignominia eterna, cuya memoria jamás será borrada (Jer. XXIII)349. Y Daniel añade: y la muchedumbre de aquellos que duermen en el polvo de la tierra, despertará: unos para la vida eterna y otros para la ignominia, la cual tendrán siempre delante de sí (Dan. XII)350. También Salomón: muerto el impío, muere también su esperanza (Prov. XI)351. Con estos ejemplos vendrá su perdición y será triturado sin medicina ulterior. Es lo del Apóstol Juan: si alguno adorare la bestia y a su imagen, éste ha de beber también el vino de la ira de Dios y ha de ser atormentado con fuego y sulfuro y el humo de sus tormentos estará subiendo por los siglos de los siglos, sin que tengan descanso alguno de día ni de noche, los que adoraron la bestia y su imagen (Apoc. XIV)352. Estas cosas las confirma la Verdad, de modo que a los condenados en el juicio sentenciosamente reprobará, diciendo: id malditos al fuego eterno, que está preparado para el diablo y sus ángeles (Matth. XXV)353. Si según el divino juicio: todo se decidirá por disposición de dos o tres testigos (Deut. XIX)354, cuánto más en la boca de tantos varones se constatará la verdad de lo propuesto.

Capítulo XII

Del día del juicio

Mirad que va a llegar el día del Señor, día horroroso y lleno de indignación, de ira y de furor, para convertir la tierra en un desierto y borrar de ella a los pecadores. Porque las más resplandecientes estrellas del cielo no despedirán la luz acostumbrada; se oscurecerá el sol al nacer y la luna no alumbrará con su luz. Y castigaré la tierra por sus maldades y a los impíos por su iniquidad; y pondré fin a la soberbia de los infieles y abatiré la arrogancia de los fuertes. Por esto todos los brazos perderán su vigor y energía y todos los corazones de los hombres desfallecerán. Se verán agitados de tormentos y dolores y gemirán como mujer que está de parto; cada uno quedará atónito mirando a su vecino; sus rostros se pondrán secos (Isa. III)355. Y Sofonías añade: Día de ira aquel, día de tribulación y de congoja, día de calamidad y de miseria, día de tinieblas y de oscuridad, día de nublados y de tempestades, día del terrible sonido de la trompeta, pues el Señor a toda prisa exterminará a todos los habitantes de la tierra (Soph. I)356. Y Lucas acota: y os sobrecoja de repente aquel día que será como un lazo que sorprenda a todos los que moran sobre la superficie de la tierra (Luc. XXI)357. Porque como el relámpago sale del oriente y se deja ver un instante hasta el occidente así será el adven im ien to del Hijo del hombre (Matth. XXIV)358. Pues el día del Señor, como el ladrón de noche, vendrá. Y los impíos estarán diciendo que hay paz y seguridad, entonces los sobrecogerá de repente la ruina, como el dolor de parto a la que está encinta, sin que puedan evitarla (I Thess. V)359.

Capítulo XIII

De la tribulación que precede al juicio

Porque será tan terrible la tribulación entonces, como no la hubo semejante desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Ya no acortarse aquellos días, ninguno se salvará (Matth. XXIV)360. Se levantará un pueblo contra otro pueblo y un reino contra otro reino. Y habrá grandes terremotos en varias partes y pestilencias y hambres y aparecerán en el cielo cosas espantosas y prodigios extraordinarios. Se verán fenómenos prodigiosos en el sol, la luna y las estrellas y en la tierra estarán consternadas y atónitas las gentes por los estruendos del mar y de las olas, secándose los hombres de temor y sobresalto por las cosas que han de sobrevenir a todo el universo (Luc. XXI)361. Porque aparecerán falsos Cristos y falsos profetas y harán alarde de grandes maravillas y prodigios, de manera que aun los escogidos, si fuera posible, caerían en error (Matth. XXIV)362Entones aparecerá el hombre del pecado, el hijo de la perdición, el cual se opondrá a Dios y se alzará contra todo lo que se dice Dios o se adora, hasta llegar a poner su asiento en el templo de Dios, dando a entender que es Dios. A quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca (II Thess. II)363. Entonces será enviado el profeta Elías, antes que venga el día grande y tremendo del Señor y él reunirá el corazón de los padres con el de los hijos y el de los hijos con el de los padres (Malach. IV)364. Con lo cual vendrá Enoch: entonces yo daré orden a dos testigos míos y harán oficio de profetas, cubiertos de sacos, por espacio de mil doscientos sesenta días. Mas después que concluyeren de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo, moverá guerra contra ellos y los vencerá y les quitará la vida. Y sus cadáveres yacerán en las plazas de la gran ciudad que se llama místicamente Sodoma y Egipto, donde asimismo el Señor de ellos fue crucificado. Y después de tres días y medio el aliento de la vida entrará en ellos (Apoc. I)365.

Capítulo XIV

De los signos que preceden al juicio

Pero después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, la luna no alumbrará y las estrellas caerán del cielo y las virtudes del cielo temblarán. Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, a cuya vista todos los pueblos de la tierra prorrumpirán en llanto (Matth. XXIV)366. Y los reyes de la tierra y los príncipes y los tribunos y los ricos y los poderosos, así esclavos como libres, se esconderán en las grutas o entre las peñas de los montes y dirán a los montes y peñascos: caed sobre nosotros y escondednos de la cara de aquel Señor que está sentado sobre el trono y de la ira de Cordero, porque llegado es el día grande de la cólera de ambos, ¿y quién podrá soportarla? (Apoc. VI)367. Y enviará a sus ángeles, que a voz de trompeta sonora congregarán a sus escogidos de los cuatro partes del mundo, desde un horizonte del cielo hasta el otro (Matth. XXIV)368. Entonces el mismo Señor a la orden del arcángel y al sonido de la trompeta, descenderá del cielo (I Thesse. IV)369. Y todos los que están en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios y saldrán los que hicieron buenas obras a resucitar para la vida eterna; pero los que las hicieron malas, resucitarán para ser condenados (Joan. V)370. La muerte y el infierno entregarán los muertos que tenían dentro (Apoc. XX)371. Mirad cómo viene sentado sobre las nubes del cielo y han de verle todos los ojos y los mismos que lo traspasaron y todos los pueblos de la tierra llorarán (Apoc. I)372. Y entonces será cuando verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con gran poder y majestad (Luc. XXI)373. Vendrá entonces el Señor en el juicio, no sólo con los ángeles y los apóstoles sino con los senadores de su pueblo; de donde el dicho de Salomón: el varón noble en sus puertas, sentado entre los senadores del país (Prov. XXXI)374. Se sentarán, pues, los mismos: sobre doce sillas y juzgarán las doce tribus de Israel (Matth. X)375. Lo de Daniel: estaba yo observando, hasta tanto se pusieron unas sillas y el anciano de muchos días se sentó; eran sus vestiduras blancas como la nieve y como lana limpia los cabellos de su cabeza; de llamas de fuego era su trono y fuego encendido las ruedas de éste. Salía de delante de él un impetuoso río de fuego; eran millares de millares los que le servían y mil millones los que asistían ante su presencia (Dan. VII)376. De ahí lo del salmista: vendrá Dios manifiestamente; vendrá nuestro Dios y no callará. Llevará delante de sí un fuego devorador; alrededor de él una tempestad horrorosa (Psal. LXLVI)377. Es más: rodeado está de una densa y oscura nube; justicia y juicio son el sostén de su trono (Psal. XLIX)378. Y el salmo XLIX acota: Citará desde arriba cielo y tierra para juzgar a su pueblo379 . Es lo de Mateo XXV: y hará comparecer delante de él a todas las naciones; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, poniendo a las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda380.

Capítulo XV

Del poder, sabiduría y justicia del juez

¡Oh! cuánto será el temor y el temblor, cuánto el llanto y el gemido, ya que las columnas del cielo se estremecen y tiemblan a una mirada suya (Job XXVI)381y los ángeles de la paz llorarán amargamente (Isai. XXXIII)382. ¿Qué harán, pues, los pecadores? Cuando Pedro nos dice: que el justo a duras penas se salvará, ¿a dónde irán el impío y el pecador? (I Petr. IV)383. Por lo cual clama el Profeta: no entres en juicio con tu siervo; porque ningún viviente puede aparecer justo en tu presencia (Psal. CXLII)384. Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir ¡oh Señor¡ en tu presencia? (Psal. CXX)385. ¿Quién, pues, no temerá al juez poderosísimo, sapientísimo, y justísimo? Poderosísimo, de quien nadie puede huir; sapientísimo, de quien nadie puede esconderse; justísimo, a quien nadie puede corromper. De ahí lo de Job: si se trata de poder es poderosísimo, sabio de corazón, fuerte en vigor; si de la equidad en juzgar, nadie osa dar testimonio en favor de mí; si yo quisiera justificarme, me condenará mi propia boca; si yo me quisiera manifestar inocente, él me convencerá de reo, aun cuando yo fuese inocente (Job IX)386. Porque el Señor habló y quedaron hechas las cosas; mandó y quedaron creadas (Psal. CXLVIII)387. Él llama las estrellas y ellas responden: estamos presentes (Baruch. III)388. Él que hace que los ángeles sean veloces como los vientos y sus ministros activos como fuego abrasador (Psal. CIII)389. Pues, ¿quién puede resistir a su voluntad? (Rom. IX)390. De modo que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno (Phil. II)391. De Él nadie puede huir como dice el Profeta: si subo al cielo, allí estás tú; si bajo al infierno, allí te encuentro (Psal. CXXXVIII)392. Por lo mismo, él escudriña los corazones y los riñones (Jer. XVIII)393. Y todas las creaturas están desnudas y abiertas a sus ojos (Hebr. IV)394. Así que él: cuenta las gotas de la lluvia y las arenas del mar (Eccli. I)395. Es que Dios es el Señor de las ciencias, presiente todo, es consciente de lo que lo rodea, indaga oculto lo oculto de todos. A él nadie puede escondérsele, como dice el Apóstol: no hay creatura invisible a su vista (Hebr. IV)396. Él mismo es un juez justo, fuerte y longánimo (Psal. VII)397, que ni a las súplicas, ni a los precios, ni al amor, ni al odio deja el sendero de la rectitud. Siempre marcha por la vía real, ningún mal le queda sin castigar, ningún bien sin reparar398. Por ello, nadie puede corromperlo, como muy bien lo advierte el salmo LXI: Tú das a cada uno según sus obras399.

Capítulo XVI

Del juicio divino

¿Quién no temerá aquel examen en el cual el mismo será acusador, abogado y juez? Acusará diciendo: tuve hambre y no me distéis de comer; sed y no me distéis de beber. Será abogado añadiendo: siempre que dejasteis de hacerlo con alguno de estos mis pequeños hermanos, dejasteis de hacerlo conmigo. Juzgará arrojando: apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno (Matth. XXV)400. No habrá testigos necesarios en aquel juicio, porque entonces serán manifiestas a plena luz lo que está en los escondrijos de las tinieblas (I Cor. IV)401. Pues no habrá nada oculto que no sea revelado (Matth. X)402. Entonces serán abiertos los libros de las conciencias (Dan. VII) y los muertos serán juzgados de lo que está escrito en los libros, según sus obras: puesto que sus obras los van acompañando (Apoc. XIV)403. ¡Cuánto será el pudor en los pecadores, cuánta la confusión, cuando sus crímenes horribles sean manifiestos y claros a todos¡ Lo de Isaías: bienaventurados aquellos a quienes sus iniquidades les son perdonadas y sus pecados encubiertos (Isa. LVIII)404. Esta sentencia nunca podrá ser revocada, porque: el Padre dio a su Hijo todo juicio (Joan. XXII)405. Así que: el que abre y ninguno cierra; cierra y ninguno abre (Apoc. III)406. Pues, la boca del Señor habló (Isa. LVIII)407.

Capítulo XVII

Que nada sirve a los condenados

Entonces no aprovechan los poderes, los honores no defienden, los amigos no apoyan. Pues está escrito: su plata y su oro no valdrán para liberarlos en el día de la ira del Señor (Ezech. VII)408. Con razón dice el Apocalipsis: entonces llorarán y harán duelo sobre ella los reyes de la tierra, al ver el humo de su incendio a causa del temor de sus tormentos (Apoc. XVIII)409. ¿Qué hacéis en el día del furor del Señor, en el día de la visitación y de la calamidad, que viene de lejos? ¿A qué auxilio huiréis? Es lo que leemos en Gálatas: cada uno llevará su peso (Gal. VI)410. Y Ezequiel clama: el alma que pecó morirá (Ezech. XVIII)411. ¡Oh¡ qué juicio tan duro y severo, en el cual no sólo de los hechos, sino de cualquier palabra ociosa que hablaren los hombres han de dar cuenta el día del juicio (Matth. XII)412. Por lo que hasta del cuarto nuevo se exigirá el débito con usura (Matth. XVIII)413. Pues ¿quién podrá huir de la ira de Dios que os amenaza? (Luc. III)414. Así que: enviará el Hijo del hombre a sus ángeles y quitarán de su reino a todos los escandalosos y a cuantos obran la maldad y los arrojarán en el horno del fuego; allí será el llanto y crujir de dientes (Matth. XIII)415. Y haced gavillas de la cizaña para el fuego (Matth. XIII)416.

Gemidos y alaridos, lutos y dolores, rechinamiento y clamor, temor y temblor, dolor y trabajo, ardor y fetidez, oscuridad y ansiedad, amargura y asperidad, calamidad y miseria, angustia y tristeza, olvido y confusión, torsiones y picadas, amarguras y terrores, hambre y sed, frío y bochorno, azufre y fuego ardiente por los siglos de los siglos. Así que nos libre Dios, que es bendito por los siglos de los siglos. Amén.

1 Cf. Gerardo Laveaga. El sueño de Inocencio. México: mr. Ediciones, 2006. Michele Macarrone. Innocent III. Dictionnaire de Spiritualité. Tomo VII. Segunda parte, c. 1767-1773. E. Amann. Innocente III. Dictionnaire de Théologie Catholique. Tomo VII. Segunda parte, c. 1961-1981.

Cómo citar este artículo en APA: Soto Posada, G. (2018). Introducción, traducción y notas a De contemptu mundi sive de miseria conditionis humanae. Libri tres. Revista Cuestiones Teológicas, 45(103), 179-254.

1 Cf. Enrique Denzinger. El magisterio de la Iglesia. Barcelona: Herder, 1995, p. 153-159.

2El Cristianismo. Madrid: Trotta, 1997, p. 399-413.

3Ibid., p. 400.

4Idem.

5Ibid., p. 401.

6Ibid., p. 402.

7Ibid., p. 403.

8Ibid., p. 404.

9Ibid., p. 406.

10Idem.

11Ibid., p. 413.

12 Seguimos la siguiente edición: De contemptu mundi sive de miseria conditionis humanae. Migne, Patrología Latina, tomo 217. París, 1890, cc. 702-746.

13 Es el capítulo 10 del Eclesiástico, una excelente meditación sobre el orgullo.

14 Es el Libro sobre la dignidad de la condición humana, que no se ha hallado.

15 Es el versículo 18 del capítulo 20 de Jeremías. La Biblia de Jerusalén traduce: ¿para qué haber salido del seno, a ver pena y aflicción, y a consumirse en la vergüenza mis días?

16 Es el versículo 5 del capítulo 1 de Jeremías. La Biblia de Jerusalén traduce: antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí.

17 Son los versículos 11-12 del capítulo 3 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: ¿por qué no morí cuando salí del seno, o no expiré al salir del vientre? ¿Por qué me acogieron dos rodillas? ¿Por qué hubo dos pechos para que mamara?

18 Es el versículo 17 del capítulo 9 de Isaías. La Biblia de Jerusalén traduce: porque ha ardido como fuego la maldad, zarza y espino devora, y va a prender en las espesuras del bosque: ya se estiran en columna de humo.

19 Es el versículo 17 del capítulo 20 de Jeremías. La Biblia de Jerusalén traduce: ¡oh, que no me haya hecho morir desde el vientre y hubiese sido mi madre mi sepultura, con seno preñado eternamente!

20 Es el versículo 19 del capítulo 10 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: sería como si no hubiera existido, del vientre se me habría llevado hasta la tumba.

21 Es el versículo 1 del capítulo 9 de Jeremías. La Biblia de Jerusalén traduce: ¡quién... convirtiera mis ojos en manantial de lágrimas!

22 Son los versículos 19-20 del capítulo 3 del Eclesiastés. La Biblia de Jerusalén traduce: porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad. Todos caminan hacia una misma meta: todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo.

23 Es el versículo 9 del capítulo 10 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: Recuerda que me hiciste como se amasa el barro, y que al polvo has de devolverme.

24 Es el versículo 19 del capítulo 3 de El Génesis. La Biblia de Jerusalén traduce. Porque eres polvo y al polvo tornarás.

25 Es el versículo 19 del capítulo 30 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: me ha tirado en el fango, soy como el polvo y la ceniza.

26 Es el versículo 4 del capítulo XIV de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: Mas, ¿quién podrá sacar lo puro de lo impuro? ¡Ninguno!

27 Es el versículo 7 del Salmo 50. La Biblia de Jerusalén traduce: mira que en culpa yo nací, pecador me concibió mi madre.

28 Es el versículo 8 del capítulo 1 de la Primera carta de Juan. La Biblia de Jerusalén traduce: si decimos: no tenemos pecado, nos engañamos y la verdad no está en nosotros.

29 Es el versículo 12 del capítulo 5 de la Carta a los Romanos. La Biblia de Jerusalén traduce: por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres.

30 Es el versículo 29 del capítulo 31 de Jeremías. La Biblia de Jerusalén traduce: los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos sufren la dentera. Se repite en Ezequiel 18, 2.

31 Es el versículo 16 del capítulo 3 de El Génesis. La Biblia de Jerusalén traduce: con dolor parirás los hijos.

32 Según La Biblia de Jerusalén Ikabot traduce ¿dónde está la gloria?

33 Es el versículo 21 del capítulo 16 del evangelio de Juan. La Biblia de Jerusalén traduce: La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo.

34 Es el versículo 21 del capítulo 1 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: desnudo salí del seno de mi madre, desnudo allí retornaré.

35 Es el versículo 7 del capítulo 6 de la primera carta a Timoteo. La Biblia de Jerusalén traduce: porque nosotros no hemos traído nada al mundo y nada podemos llevarnos de él.

36 Es el versículo 29 del capítulo 38 de El Génesis. La Biblia de Jerusalén traduce: ¡cómo te has abierto brecha¡ Y le llamó Peres.

37 Versículo 18 del capítulo 7 y versículo 33 del capítulo 12 de Mateo. La Biblia de Jerusalén traduce: ni un árbol malo producir frutos buenos.

38 Este capítulo, como se puede deducir, es un trabajo desde lo que Foucault llama episteme de la semejanza según el capítulo segundo de las palabras y las cosas.

39 Es el versículo 4 del capítulo 5 de El Génesis. Hay una confusión en la citación de Inocencia III.

40 Versículo 3 del capítulo 6 de El Génesis. La Biblia de Jerusalén traduce: entonces dijo Yahveh: no permanecerá para siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne; que sus días sean ciento veinte años.

41 Versículo 10 del salmo 89: La Biblia de Jerusalén traduce: los años de nuestra vida son unos setenta, u ochenta, si hay vigor; mas son la mayor parte trabajo y vanidad, pues pasan presto y nosotros nos volamos.

42 Versículo 20 del capítulo 10 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: ¿no son bien pocos los días de mi existencia?

43 Versículo 6 del capítulo 7 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: mis días han sido más raudos que la lanzadera, han desaparecido al acabarse el hilo.

44 Versículos 1 y 2 del capítulo 14 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: el hombre, nacido de mujer, corto de días y harto de tormentos. Como la flor, brota y se marchita, y huye como la sombra sin pararse.

45 Versículo 7 del capítulo 5 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: es el hombre quien la aflicción engendra, como levantan el vuelo los hijos del relámpago.

46 Versículo 2 del capítulo 1 del Eclesiastés. La Biblia de Jerusalén traduce: vanidad de vanidades, todo vanidad.

47 Versículo 1 del capítulo 40 del Eclesiástico. La Biblia de Jerusalén traduce: grandes trabajos han sido creados para todo hombre, un yugo pesado hay sobre los hijos de Adán, desde el día que salieron del vientre de su madre, hasta el día de retorno a la madre de todo.

48 Versículos 17 y 18 del capítulo 1 del Eclesiastés. La Biblia de Jerusalén traduce: he aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer la locura y la necedad, he comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos, pues: donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula ciencia, acumula dolor.

49 Versículo 15 del capítulo 9 del libro de la Sabiduría. La Biblia de Jerusalén traduce: pues un cuerpo corruptible agobia el alma y esta tienda de tierra abruma el espíritu lleno de preocupaciones.

50 Versículo 8 del capítulo 1 del Eclesiastés. La Biblia de Jerusalén traduce: todas las cosas dan fastidio.

51 Versículos 16 y 17 del capítulo 8 del Eclesiastés. La Biblia de Jerusalén traduce: pues ni de día ni de noche concilian los ojos el sueño, fui viendo que el ser humano no puede descubrir todas las obras de Dios, las obras que se realizan bajo el sol. Por más que se afane el hombre en buscar, nada descubre.

52 Versículos 7 y 8 del Salmo 63. La Biblia de Jerusalén traduce: y escrutará nuestros secretos. Él los escruta, aquel que escruta lo íntimo del hombre, el corazón profundo.

53 Versículo 27 del capítulo 25 del libro de los Proverbios. La Biblia de Jerusalén traduce: ni buscar gloria y más gloria.

54 Versículo 30 del capítulo 7 del Eclesiastés. La Biblia de Jerusalén traduce: Dios hizo sencillo al hombre, pero él se complicó con muchas razones.

55 Versículos 4-11 del capítulo 2 del Eclesiastés. La misma traducción, con matices diferentes, hace la Biblia de Jerusalén.

56 Versículo 15 del capítulo 10 de Job. La Biblia de Jerusalén traduce: Si soy culpable, ¡desgraciado de mí! Y si soy inocente, no levanto la cabeza, ¡yo saturado de ignominia, borracho de aflicción!

57 Versículo 29 del capítulo 40 del Eclesiástico. La Biblia de Jerusalén traduce: más vale morir que mendigar.

58 Versículo 20 del capítulo 14 de los Proverbios. La Biblia de Jerusalén traduce: Incluso a su vecino es odioso el pobre.

59 Versículo 7 del capítulo 19 de los Proverbios. La Biblia de Jerusalén traduce: los hermanos del pobre le odian todos, ¡cuánto más se alejarán de él los amigos!

60 Versículo 21 del capítulo 6 de Mateo. La Biblia de Jerusalén traduce: porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.

61 Es el tema del capítulo 13 del Eclesiástico: es peligrosa la convivencia con el orgulloso, el rico y el potentado. El pobre es explotado por el rico.

62 El tema del salmo 18 es la magnificencia de Yahve y su ley y el perdón de los pecados.

63 Versículo 12 del capítulo 19 de Mateo. Hay un error en la citación de Inocencio III.

64 En realidad, lo relativo a los ornamentos pontificales se halla en el capítulo 39.

65 Versículos 5 y 9 del capítulo 7 de la I Carta a los Corintios. En este capítulo Pablo alude a las cargas del matrimonio y las ventajas de la virginidad. La Biblia de Jerusalén traduce: no os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia. Mejor es casarse que abrasarse.

66 En realidad, el episodio se narra en el capítulo 11 del segundo libro de Los Reyes, más específicamente en el versículo 4 y 2.

67 Versículo 28 del capítulo 7 de la primera Carta a los Corintios. La Biblia de Jerusalén traduce: Pero todos ellos tendrán su tribulación en la carne.

68 Jerónimo. Adversus Jovinianum.

69 Versículo 32 del capítulo 5 del evangelio de Mateo. Forma parte del sermón de la montaña.

70 Versículo 11 del capítulo 7 de la primera carta a los Corintios.

71 Versículo 22 del capítulo 18 de los Proverbios.

72 Versículo 10 del capítulo 19 del evangelio de Mateo. Allí expone Jesús la indisolubilidad del matrimonio.

73 Versículo 24 del capítulo 2 del Génesis. Hay confusión en la cita de Inocencio III.

74 En realidad es el versículo 22 del capítulo 48 de Isaías y el versículo 17 del capítulo 11 de la Sabiduría.

75 En realidad es el versículo 43 del capítulo 9 de Marcos.

76 Versículos 8 y 9 del capítulo 4 de Job.

77 Versículos 24 y 28 del capítulo 1 de la carta a los Romanos.

78 Versículo 12 de la segunda carta a Timoteo. La Biblia de Jerusalén traduce: y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones.

79 En realidad son los versículos 36-38 del capítulo 11 de la carta a los hebreos.

80 Versículo 23 del capítulo 9 del evangelio de Lucas.

81 Versículo 24 del capítulo 5 de la carta a los Gálatas.

82 Versículo 14 del capítulo 13 de la carta a los Hebreos.

83 Versículo 19 del salmo 118.

84 Versículo 14 del salmo 38.

85 Versículos 5 y 6 del salmo 119. Los habitantes de Cedar, árabes del desierto sirio, son para el salmista sinónimos de bárbaros.

86 Versículo 1 del capítulo 7 de Job.

87 Versículo 17 del capítulo 5 de la carta a los Gálatas.

88 Versículo 12 del capítulo 6 de la carne a los Efesios.

89 Versículo 8 del capítulo 5 de la primera carta de Pedro.

90 Versículo 21 del capítulo 5 del libro de la Sabiduría.

91 Versículos 10 y 11 del evangelio de Lucas.

92 Versículo 18 del capítulo 3 de El Génesis.

93 Versículos 18 y 19 del capítulo 3 de El Génesis.

94 Versículo 14 del salmo 79.

95 Versículo 30 del capítulo 1 del Génesis.

96 En realidad es el versículo 24 del capítulo 32 del Deuteronomio.

97 Versículo 24 del capítulo 7 de la carta a los Romanos.

98 Versículo 8 del salmo 141.

99 Versículo 26 del capítulo 18 del Eclesiástico.

100 Versículo 2 del capítulo 20 del libro de Job.

101 Versículos 12 y 13 del capítulo 21 del libro de Job.

102 Versículo 13 del capítulo 14 de Los Proverbios.

103 Alusión a los versículos 18 y 19 del capítulo 1 del libro de Job.

104 Versículo 31 del capítulo 30 del libro de Job.

105 Versículo 3 del capítulo 7 del Eclesiastés. Hay una confusión en la citación de Inocencio III.

106 No se halló el versículo en el Eclesiastés. Es del Eclesiástico 11, 27.

107 No se encontró el versículo en el Eclesiastés. Es del Eclesiástico 7, 40.

108 No es del Eclesiastés sino del Eclesiástico 14, 12.

109 Versículos 2 y 3 del capítulo 4 del Eclesiastés

110 Elifaz de Temán es uno de los interlocutores de Job. La cita se halla en Job 4, 13.

111 Versículos 13 y 14 del capítulo 7 del libro de Job.

112 Es la visión de la estatua.

113 Versículo 1 del capítulo 27 del libro de los Proverbios.

114 Versículo12 del capítulo 9 del Eclesiastés.

115 Versículo 10 del capítulo 15 de Jeremías.

116De bello Judaico, lib. VII, c. 13. Se refiere a María de Betezuba.

117 Versículo 12 del capítulo 10 de la I Corintios.

118 Versículo 4 del capítulo 12 de Job.

119 Versículos 15 y 16 de la primera carta de Juan.

120 Versículos 9 y 10 del capítulo 10 del Eclesiástico.

121 Versículos 9 y 10 del capítulo 6 de la primera carta a Timoteo.

122 Versículo 23 del capítulo 1 de Isaías.

123 Versículo 27 del capítulo 22 de Ezequiel.

124 Versículo 11 del capítulo 3 de Miqueas.

125 Versículos 18, 19 y 20 del capítulo 16 del Deuteronomio.

126 Versículo 20 del capítulo 5 de Isaías.

127 Versículo 19 del capítulo 13 de Ezequiel.

128 Versículo 22 del capítulo 6 de Mateo.

129 Versículo 6 del capítulo 5 de la primera a los Corintios.

130 Versículos 28 y 29 del capítulo 13 del Eclesiástico.

131 Versículos 2 al 4 del capítulo 2 de la carta de Santiago.

132 Versículos 27 y 28 del capítulo 5 de Jeremías.

133 Versículo 17 del capítulo 1 del Deuteronomio.

134 Versículo 34 del capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles.

135 Versículo 8 del capítulo 10 de Mateo.

136 Versículo 28 del capítulo 16 de Mateo.

137 Versículos 1-4 del capítulo 5 de la carta de Santiago.

138 Versículo 19 del capítulo 6 de Mateo.

139 Versículo 9 del capítulo 5 del Eclesiastés.

140 Versículo 15 del capítulo 30 de los Proverbios.

141 XIV, 139.

142 Versículo 17 del capítulo 6 de la primera carta a los Corintios.

143 Versículo 17 del capítulo 6 de la primera carta a los Corintios.

144 Versículos 14 y 15 del capítulo 6 de la segunda carta a los Corintios.

145 Versículo 24 del capítulo 6 de Mateo.

146 Versículo 10 del capítulo 5 del Eclesiastés.

147 Versículos 3 y 4 del capítulo 9 de Zacarías.

148 Versículo 2 del capítulo 14 de Job.

149 Versículo 8 del capítulo 6 de la primera carta a Timoteo.

150 Versículos 25-34 del capítulo 6 de Mateo; versículos 29-31 del capítulo 12 de Lucas.

151 Versículo 25 del Salmo 36.

152 Horacio.

153 Versículo 7 del capítulo 13 de los Proverbios.

154 Versículos 3 y 5 del capítulo 14 del Eclesiástico.

155 Versículo 17 del capítulo 3 de la primera carta de Juan.

156 En realidad es el versículo 5 del capítulo 5 de la carta a los Efesios.

157 Versículo 13 del capítulo 40 del Eclesiástico.

158 Versículo 3 del capítulo 8 del Eclesiástico.

159 Versículo 5 del capítulo 31 del Eclesiástico.

160 Versículo 9 del capítulo 10 de Mateo.

161 Es el tema del peligro de las riqueza que va de los versículos 23 al 26 del capítulo 19 de Mateo.

162 Versículo 14 del capítulo 7 de Mateo.

163 Versículo 6 del capítulo 3 de los Hechos de los Apóstoles.

164 Versículo 8 del capítulo 5 de Isaías.

165 Versículo 7 del capítulo 2 de Isaías.

166 Versículo 17 del capítulo 57 de Isaías.

167 Versículo 6 del capítulo 15 de El Génesis.

168 Versículo 1 del capítulo 1 de Job.

169 En realidad es el versículo 4 del capítulo 11 de del libro tercero de los Reyes.

170 Versículo 10 del capítulo 6 de la segunda carta a los Corintios.

171 Versículo 11 del salmo 61.

172 Versículo 11 del salmo 33.

173 Versículo 13 del capítulo 6 de Jeremías.

174 Versículo 18 del capítulo 12 de Lucas.

175 Versículo 20 del mismo capítulo de Lucas.

176 Versículo 7 del salmo 38.

177 Versículo 6 del salmo 75.

178 Versículo 19 del capítulo 27 de Job.

179 Versículos 18-19 del salmo 48.

180 Versículo 4 del capítulo 14 del Eclesiástico.

181 Versículo 28 del capítulo 29 del Eclesiástico.

182 Versículos 32-34 del capítulo 37 del Eclesiástico.

183 Versículo 13 del capítulo 6 de la primera carta a los Corintios.

184 Es el relato de la caída.

185 Versículo 6 del capítulo 32 del Éxodo.

186 Versículo 5 de la cuarta lamentación de Jeremías.

187 Versículo 38 del capítulo 31 del Eclesiástico.

188 Versículo 11 del capítulo 4 de Oseas.

189 Versículo 18 del capítulo 4 de la carta a los Efesios.

190 Versículo 1 del capítulo 20 de los Proverbios.

191 Versículo 21 del capítulo 23 de los Proverbios.

192 En realidad es Isaías 5, 11.

193 Versículos 13 y 14 del capítulo 22 de Isaías.

194 Versículos 1 y 7 del capítulo 28 de Isaías.

195 Crítica radical a la poesía de los goliardos.

196 Versículo 11 del capítulo 22 del Apocalipsis.

197 Versículos 4 y 5 del capítulo 7 de Oseas.

198 Versículo18 del capítulo 6 de la primera carta a los Corintios.

199 Versículos 3-4 del capítulo 5 de los Proverbios.

200 Versículo 11 del capítulo 40 de Job.

201 Es el conocido episodio de Betsabé, esposa de Urías y de la que se enamoró David.

202 Versículo 2 del capítulo 19 del Eclesiástico.

203 Versículos 26-27 del capítulo primero de la carta a los Romanos.

204 Versículos 22-23 del capítulo 18 del Levítico.

205 Versículos 13 y 15 del capítulo 20 del Levítico.

206 Versículo 24 del capítulo 19 del Génesis.

207 Versículo 35 del capítulo 32 del Deuteronomio.

208 Versículo 31 del capítulo 10 de la carta a los Hebreos.

209 Referencia a Simón el mago, de donde viene simonía: el que vende los dones de Dios. Véase Hechos 8, 20; 20, 35.

210 Se refiere al ministro de Eliseo: IVReg. 4, 25.

211 El episodio se halla, no en Números 6 sino en el capítulo 16. Es paradigma de la ambición y su castigo.

212 Versículo 4 del capítulo 5 de la carta a los Hebreos.

213 Versículos 1-13 del capítulo 15 de segunda Reyes. En la Biblia de Jerusalén corresponde al libro segundo de Samuel.

214 Versos de Lucano y Claudiano.

215 Versículos 35-36 del Salmo 36.

216 Versículo 11 del capítulo 10 del Eclesiástico.

217 Versículo 15 del capítulo 10 del Eclesiástico.

218 Versículo 13 del capítulo 18 de Job.

219 Versículos 12-15 del capítulo 14 de Isaías.

220 En realidad, son los versículos12-17 del capítulo 28 de Ezequiel.

221 Versículos 8-9 del capítulo 31 de Ezequiel.

222 Versículo 25 del capítulo 41 de Job.

223 Versículos 3, 4, 9 del capítulo 12 del Apocalipsis.

224 Versículo 18 del capítulo 10 de Lucas.

225 Versículo 11 del capítulo 14 de Lucas.

226 Versículos 2, 7, 8 del capítulo 28 de Ezequiel.

227 Versículos 27, 28, 29 y 30 del capítulo cuarto de Daniel.

228 Versículo 13 del salmo 48.

229 En realidad son los versículos 17 y 18 del capítulo 10 del Eclesiástico.

230 Versículo 8 del capítulo 6 de Amós.

231 Versículo 7 del capítulo 8 de Amós.

232 Versículo 17 del capítulo 6 de los Proverbios.

233 Versículos 15-17 del capítulo 2 de Isaías.

234 Versículo 14 del capítulo 5 de Isaías.

235 Versículo 9 del capítulo 23 de Isaías.

236 Versículos 6-7 del capítulo 20 de Job.

237 Versículo 10 del capítulo 13 de los Proverbios.

238 En realidad, es el versículo 2 del capítulo 11 de los Proverbios.

239 Versículos 24-26 del capítulo 22 de Lucas.

240 Versículo 3 del capítulo 5 de la primera carta del Pedro.

241 Versículo 1 del salmo 23.

242 Versículo 1 del capítulo 32 del Eclesiástico.

243 Versículos 20-23 del capítulo 20 de Mateo.

244 Versículo 4 del capítulo 8 de Oseas.

245 Versículos 6-7 del capítulo 23 de Mateo.

246 Versículo 21 del capítulo 3 del Génesis.

247 Versículo 10 del capítulo 10 de Mateo.

248 Versículo 11 del capítulo 3 de Mateo. Se refiere a la predicación y consejos de Juan el Bautista.

249 Versículo 27 del capítulo 23 de Mateo.

250 Versículos 19-31 del capítulo 16. Es la parábola del rico Epulón y del pobre Lázaro

251De Antiquit. C. 28.

252 En realidad es el versículo 4 del capítulo 11 del Eclesiástico.

253 Versículo 9 del capítulo 2 de la carta primera a Timoteo.

254 Versículo 3 del capítulo 3 de la primera carta de Pedro.

255 Versículos 16-24 del capítulo 3 de Isaías.

256 Versículos 7, 15, 16, 20, 25, 34, 36 del capítulo 27 de Ezequiel.

257 Otras versiones traen de los ojos.

258 Versículos 28-29 del capítulo 6 de Mateo.

259 Versículo 6.

260 Versículo 30 del capítulo 31 de los Proverbios.

261 Versículo 6 del capítulo 40 de Isaías.

262 Versículo 2 del salmo 36.

263 Versículo 18.

264 Versículo 2 del capítulo 3 de la carta de Santiago.

265 Versículo 8 del capítulo 1 de la primera carta de Juan.

266 Versículo 4 del capítulo 4 de la primera carta a los Corintios.

267 Versículo 15 del capítulo 15 del libro de Job.

268 Versículo 18 del capítulo 4 del libro de Job.

269 Versículo 16 del capítulo 15 del libro de Job.

270 Versículos 5-7 del capítulo 6 del Génesis.

271 Versículo 12 del capítulo 24 de Mateo.

272 Versículo 1 del salmo 13; versículo 4 del salmo 51.

273 Versículo 14 del capítulo 2 de los Proverbios.

274 Versículos 29-31 del capítulo1 de la carta a los Romanos.

275 Versículo 9 del salmo 57.

276 Versículo 3 del salmo 114.

277 Otras ediciones traen recuerdos.

278 Versículo 5 del salmo 17.

279 Otras ediciones traen destruir.

280 Versículos 5-6 del salmo 17.

281 Versículo 10 del capítulo 1 de Sofonías.

282 Versículo 18.

283 Versículo 37 del capítulo 19 de Juan.

284 Versículo 14 del capítulo 6 de la primera carta a Timoteo.

285 Otras ediciones ponen porque.

286 Versículo 23 del capítulo 21 de Juan.

287 Versículo 23 del capítulo 14 de Juan.

288 Versículo 20.

289 Versículo 4 del salmo 145.

290 Versículo 23 del salmo 108.

291 Versículo 19 del capítulo 3 del Génesis.

292 Versículo 29.

293 En realidad es el versículo 13 del capítulo 10.

294 Versículo 26 del capítulo 21 de Job.

295 Versículo 8 del capítulo 51 de Isaías.

296 Versículo 28 del capítulo 13 de Job.

297 Versículo 14 del capítulo 17 de Job.

298 Versículo 6 del capítulo 25 de Job.

299 Versículo 19 del capítulo 7 del Eclesiástico.

300 Versículo 24.

301 Versículo 21.

302 Otras versiones traen: exacerbará la pena.

303 En realidad son los versículos 8-10 del capítulo 5 de la Sabiduría.

304 Versículo 6 del capítulo 5 de la Sabiduría.

305 Versículo 30 del capítulo 23 de Mateo.

306 Versículos 27-30 del capítulo 16 de Lucas.

307 Versículos 42 y 50 del capítulo 13 de Mateo.

308 Versículo 7.

309 Versículo 24 del capítulo 66 de Isaías.

310 En realidad es el versículo 29 del capítulo 19 de los Proverbios.

311 Versículo 22 del capítulo 10 de Job.

312 Versículo 21 del capítulo 10 de Job.

313 Versículo 20 del salmo 48.

314 En realidad es Samuel 2, 9.

315 Versículo 10 del capítulo 7 de Daniel.

316 Versículo 41 y 56 del salmo 77.

317 Versículo 4 del salmo 10.

318 Versículos 2-5 del capítulo 5 del libro de la Sabiduría.

319 Versículo 11 del salmo 57.

320 Versículo 10 del capítulo 26 de Isaías.

321 Versículos14-15 del capítulo 5 del libro de la Sabiduría.

322 Versículo 26 del capítulo 20 de Job.

323 Versículo 9 del capítulo 14 de Isaías.

324 Versículo 18.

325 Versículo 13.

326 Versículo 17 del capítulo 11 del libro de la Sabiduría.

327 Versículo 24 del capítulo 16 de Lucas.

328 Versículo 10 del capítulo 26 de Isaías.

329 Versículo 19 del capítulo 60 de Isaías.

330 Versículo 10 del capítulo 9 del Eclesiastés.

331 En realidad es el versículo 26 del capítulo 17 del Eclesiástico.

332 Versículo 17.

333 Versículo 18 del capítulo 38 de Isaías.

334 Versículos 20-22 del capítulo 10 de Job.

335 Versículo 38 del capítulo 6 de Lucas.

336 Versículo 6.

337 Versículo 15 del salmo 48.

338 Versículo 6 del capítulo 9 del Apocalipsis.

339 Versículo 9 del salmo 102.

340 Versículo 9 del salmo 144.

341 Versículo 22 del capítulo 24 de Isaías.

342 Versículo 33.

343 Versículo 6 del capítulo 12 de la carta a los Hebreos.

344 Versículo 9 del salmo 102.

345 Versículo 23 del salmo 73.

346 Versículo 21.

347 Versículo 14 del capítulo 33 de Isaías.

348 Versículo 5 del capítulo 65 de Isaías.

349 Versículo 40 del capítulo 23 de Jeremías.

350 Versículo 2 del capítulo 12 de Daniel.

351 Versículo 7 del capítulo 11 de los Proverbios.

352 Versículos 9-11 del capítulo 12 del Apocalipsis.

353 Versículo 41 del capítulo 25 de Mateo.

354 Versículo 15 del capítulo 19 del Deuteronomio.

355 En realidad son los versículos 7-11 del capítulo 13 de Isaías.

356 Versículos 15-18 del capítulo 1 de Sofonías.

357 Versículos 34-35 del capítulo 21 de Lucas.

358 Versículo 27 del capítulo 24 de Mateo.

359 Versículos 2-3 de la primera carta a los Tesalonicences.

360 Versículos 21-22 del capítulo 24 de Mateo.

361 Versículos 10-11 y 25-26 del capítulo 21 de Lucas.

362 Versículo 24 del capítulo 24 de Mateo.

363 Versículos 3-4 y 8 del capítulo 2 dela segunda carta a los Tesalonicenses.

364 Versículos 5-6 del capítulo 4 de Malaquías.

365 En realidad es el capítulo 11, versículos 3, 7, 8, 11 del Apocalipsis.

366 Versículos 29-30 del capítulo 24 de Mateo.

367 Versículos 15-17 de capítulo 6 del Apocalipsis.

368 Versículo 32 del capítulo 24 de Mateo.

369 Versículo16 del capítulo 4 de la primera carta a los Tesalonicenses.

370 Versículos 28-29 del capítulo 5 de Juan.

371 Versículo 13 del capítulo 20 del Apocalipsis.

372 Versículo 7 del capítulo 1 del Apocalipsis.

373 Versículo 27 del capítulo 21 de Lucas.

374 Versículo 23 del capítulo 31 de los Proverbios.

375 En realidad es el versículo 28 del capítulo 19 de Mateo.

376 Versículos 9-10 del capítulo 7 de Daniel.

377 En realidad es el versículo 3 del salmo 49.

378 En realidad es el versículo 2 del salmo 96.

379 Versículo 4 del salmo 49.

380 Versículos 32-33 del capítulo 25 de Mateo.

381 Versículo 11 del capítulo 26 de Job.

382 Versículo 7 del capítulo 33 de Isaías.

383 Versículo 18 de la primera carta de Pedro.

384 Versículo 2 del salmo 142.

385 En realidad es el versículo 2 del salmo 130.

386 Versículos 4, 19-21 del capítulo 9 de Job.

387 Versículo 5 del salmo 148.

388 Versículo 35 del capítulo 3 de Baruc.

389 Versículo 4 del salmo 103.

390 Versículo 19 del capítulo 9 de la carta a los Romanos.

391 Versículo 10 del capítulo 2 de la carta a los Filipenses.

392 Versículo 8 del salmo 138.

393 En realidad es el versículo 10 del capítulo 17 de Jeremías.

394 Versículo 13 del capítulo 4 de la carta a los Hebreos.

395 Versículo 2 del capítulo 1 del Eclesiástico.

396 Versículo 13 del capítulo 4 de la carta a los Hebreos.

397 Versículo 12 del salmo 7.

398 Boecio lib. V De consol. Philosoph.

399 Versículo 13.

400 Versículos 35, 41 y 45 del capítulo 25 de Mateo.

401 Versículo 5 del capítulo 4 de la primera carta a los Corintios.

402 Versículo 26 del capítulo 10 de Mateo.

403 Versículo 13 del capítulo 14 del Apocalipsis.

404 En realidad es el salmo 31, versículo 1.

405 En realidad es el versículo 22 del capítulo 5 de Juan.

406 Versículo 7 del capítulo 3 del Apocalipsis.

407 Versículo 14 del capítulo 58 de Isaías.

408 Versículo19 del capítulo7 de Ezequiel.

409 Versículos 9-10 del capítulo 18 del Apocalipsis.

410 Versículo 5 del capítulo 6 de la carta a los Gálatas.

411 Versículo 20 del capítulo 18 de Ezequiel.

412 Versículo 36 del capítulo 12 de Mateo.

413 No se halló el versículo. Debe ser tomado de alguna expresión del derecho romano. El cuarto es la cuarta parte de una cosa.

414 Versículo 7 del capítulo 3 de Lucas.

415 Versículos 41-42 del capítulo 13 de Mateo.

416 Versículo 30 del capítulo 13 de Mateo.

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