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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.56 no.161 Bogotá Jan./June 2014

 

El reto de reinventar la vida. Acompañamiento pastoral a mujeres en la adversidad

The challenge of re-inventing life. Pastoral accompaniment to women in adversity

Susana Becerra Melo*

* Magíster en Teología, Pontificia Universidad Javeriana; Magister en Planeación Socioeconómica, Universidad Santo Tomás; Licenciada en Teología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Profesora asistente, Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana; investigadora del grupo Teología y mundo contemporáneo, en el tema de Pastoral Urbana. Miembro fundadora del Programa Interdisciplinario Vidas Móviles de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá-Colombia. Contacto: sbecerra@javeriana.edu.co.

Aceptado: 18 de junio de 2013 Arbitrado: 21 de octubre de 2013


Resumen

Elartículo parte del testimonio de violación sexualy desplazamiento forzado de una mujer en el contexto del conflicto armado colombiano. Frente a tal infamia el texto, a partir del método hermenéutico y de una mirada de género, se pregunta si es posible para la mujer experimentar la salvación de Dios, respuesta que se busca a partir del testimonio de Mileidys y del estudio pragmático de la parábola del Buen Samaritano, donde se plantea una pastoral de la compasión, centrada en la sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. La experiencia de salvación de Mileidys comienza cuando ella descubre, en el rostro sufriente de otra mujer, la compasión que la lleva a actuar de manera nueva, recreando de esta manera su vida y haciéndose portadora de la compasión que la lleva a experimentar la salvación de Dios.

Palabras clave: Mujeres, víctimas de abuso sexual, migraciones, compasión, salvación.


Abstract

The article narrates the testimony of rape and forced displacement of a woman in the context of the Colombian armed conflict. The hermeneutical method and the approach to gender will help clarify the question brought up by the text whether this woman is capable of experiencing God's salvation after she has suffered this infamy. The answer is evidenced through Mileidys' testimony and the pragmatic study of the Parable of the Good Samaritan, where a pastoral of compassion is based on the sensitivity faced by human suffering. Mileidys' experiences salvation when she discovers compassion on the suffering face of another woman who leads her to act in a different manner, giving a new sense to her life which makes her become a compassionate human being who has experienced the salvation of God.

Keywords: Women, victims of sexual abuse, displaced forced, compassion, salvation.


Introducción

Este artículo es fruto de una investigación en el cual se plantea la salvación de Dios a partir de la vida desgarrada de las mujeres víctimas de la violación sexual y el desplazamiento forzado en el contexto del conflicto armado colombiano. Estas mujeres al ser expulsadas de su lugar de origen llegan a buscar refugio en la localidad de Ciudad Bolívar de Bogotá, donde deben volver a comenzar sus vidas.

El artículo parte de uno de los tres testimonios de mujeres que se recogieron para desarrollar la investigación completa1. Es el testimonio de Mileidys, quien al narrar su experiencia, no solo da a conocer el horror que tuvo que enfrentar al ser violada permanentemente y luego desplazada a la ciudad, sino que también, ella busca que a través de su testimonio ninguna otra mujer tenga que padecer esta infamia.

Mileidys, es una mujer creyente, y fruto de su experiencia de violación y desplazamiento forzado, se siente abandonada por Dios y por los estamentos del Estado. Cuando ella tiene que huir, al resquebrajamiento de su cuerpo roto2 se suma la incertidumbre y la angustia por su nueva vida en un barrio popular en las goteras de Bogotá. Ella sin conocidos ni amigos, sin recursos ni trabajo, en un contexto de pobreza, estigmatizaciones y señalamientos, y en donde la sobrevivencia como «responsabilidad de preservar la vida»3 está en sus manos.

En estas circunstancias, Mileidys enfrenta una experiencia límite de dolor4, se confronta con toda su historia y se pregunta ¿Si después de tanto sufrimiento, es posible alcanzar la salvación, o por el contrario Dios se avergüenza de ella y la rechaza?

En Colombia la violencia sexual contra las mujeres es una de las causas que encabezan el desplazamiento forzado. Es muy difícil aportar cifras al respecto, pero los informes son contundentes, de hecho, «La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Relatora Especial sobre la violencia contra la mujer de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, la Corte Constitucional de Colombia y numerosas organizaciones nacionales e internacionales coinciden en su dictamen; la violencia sexual contra las mujeres (y las niñas) en el conflicto colombiano es empleada de forma sistemática y generalizada»5.

Por lo anterior y en continuación con la investigación, en este artículo se va a responder a la pregunta: ¿Cómo experimenta Mileidys, la salvación-revelación de Dios? Y ¿Cómo logra ella reinventar la vida para recomenzar de nuevo en la ciudad?

Estas preguntas tienen sus raíces en el trabajo que como profesora inicié en el año 2006 con el programa de responsabilidad social de la Universidad Javeriana «Vidas Móviles»6 en el acompañamiento a personas en situación de desplazamiento forzado. No fue intencional, pero a la convocatoria asistieron mayoritariamente mujeres y gracias a esta coincidencia se evidenciaron tres aspectos del desplazamiento forzado que fueron determinantes para el desarrollo de la investigación:

  1. Un rostro concreto, el de la mujer. Si bien los varones y las mujeres son víctimas indiscriminadas del desplazamiento forzado, la mujer, como sobreviviente es la que recibe la mayor responsabilidad y el impacto más fuerte como desplazada. De hecho la investigadora Martha Bello, afirma que tres de cada diez hogares víctimas del desplazamiento forzado en Colombia tienen a la mujer como la cabeza visible y única responsable del hogar. Y seis personas de cada diez desplazados son mujeres7.

  2. El sufrimiento es narrado por mujeres creyentes, quienes son capaces de sobreponerse y enfrentar con valentía los nuevos retos que la ciudad y su condición de mujeres les impone.

  3. La experiencia religiosa de Dios que cada una de ellas trae a la ciudad las postra aún más en su sufrimiento o las ayuda a liberarse. Para unas, Dios agrava aún más su sufrimiento porque al lado de su cuerpo roto, ellas se sienten culpables, sucias, pecadoras y señaladas por el mismo Dios en el cielo o por sus pastores en la tierra. Algunas sienten que las cosas pasan porque es lo que corresponde con su naturaleza de ser mujeres. Para otras, Dios es la fuerza que las levanta, las anima y las fortalece en el camino de reinventar su vida.

En la primera parte del artículo se presenta de manera resumida el testimonio de Mileidys, en la segunda, a partir del análisis diferencial se analiza el testimonio para responder a la pregunta: ¿Cómo asume Mileidys su vida en la ciudad y cómo experimenta allí la salvación? En la tercera parte y utilizando las herramientas de la hermenéutica bíblica crítico feminista, se analizará el texto de la parábola del Buen Samaritano en relación con el testimonio de Mileidys con miras a ofrecer unos lineamientos pastorales para el acompañamiento a las mujeres en situación de desplazamiento, que es el objetivo final de este artículo, seguido de unas conclusiones con las cuales no se pretende concluir el proceso iniciado, sino abrirlo a nuevas posibilidades de investigación.

1. Punto de partida: la experiencia de Mileidys8

A los 14 años comenzó mi tragedia cuando me convertí en la mujer de un guerrillero. Él fue mi compañero y el padre de mis tres hijos, un varón y dos niñas. El me maltrataba (...) me violaba y me obligaba a tener relaciones sexuales con sus compañeros de combate, dizque porque esa era una manera de ayudar a la revolución (...).

(...) Después de eso9 yo quedaba tirada en el piso, me sentía sucia y con ganas de morir. A veces yo no quería ni levantarme. Él me ponía un arma en la cabeza y me decía que si yo decía algo, me mataba. (...) Cuando yo le comentaba a mi madre, lo que me pasaba, me decía: Aguante, mija, aguante, que para eso es su marido (...).

(...)Yo viví un infierno, y resulté matando a mi marido, una cosa era que él y sus compañeros me violaran a mí, y otra que él violara a nuestra hija, y eso si no se lo perdoné y cuando lo pillé en esas, me abalancé sobre él, no sé de dónde saqué fuerza, pero yo le quité su arma y con esa misma le solté todas las balas, fue una pesadilla, pero le juro que era la única manera que mis hijas y yo teníamos para huir de ese hombre (...).

De la vereda nos tocó salir con lo que teníamos puesto, sin ropa, sin dinero y sin nada, pues si nos quedábamos, lo único que nos esperaba era la muerte. Yo agarré a mis hijas y comencé a correr y correr; primero por esa selva que yo conocía, y luego atravesamos el río. Así salimos y alcanzamos a tomar un bus que nos trajo a Bogotá (...).

En Ciudad Bolívar, la vida es dura para una mujer campesina y sola. La comida es escasa y los arriendos muy caros; la gente es envidiosa y yo no me siento segura en ninguna parte (...) Cuando observo a mis hijas y veo que también sufren por el frío y el hambre me desespero y no sé qué hacer. Hay días que me pongo a recordar mi pasado, lloro y tengo muchas pesadillas. La verdad es que yo llegué a Bogotá con el cuerpo roto y el alma muerta. Pero a los meses de estar aquí, me encontré con un hombre que me ofreció que me fuera a vivir con él; en su casa me siento más segura, porque sin un hombre en este barrio, nadie lo respeta a uno.

Yo vivo a la defensiva y no me dejo de nadie. En la cuadra donde vivo, hay una señora que tiene sus hijos en el mismo colegio donde estudian las mías y son muy groseros, no hacen sino gritarles a mis niñas que son unas desplazadas y las humillan. Yo fui donde la mamá y le pedí que educara a sus hijos o si no, no respondía, porque no iba a permitir que humillaran a mis niñas, pero las siguieron molestando y las hacían llorar.

Entonces, yo pensé que solo había una manera de arreglar ese problemita. Entonces afilé un cuchillo que envolví en un papel periódico y lo metí en un bolsillo del saco, y me fui para «Vidas Móviles», donde tenía consejería espiritual con un teólogo y en esa consulta yo no me hallaba, y quería que el padre terminara rápido para irme donde mi vecina a cobrarle cuentas. Cuando salí de «Vidas Móviles», me fui directamente donde la vecina, yo tenía claro lo que iba a decir y a hacer. Cuando golpeé en la puerta, ella me abrió; yo la vi que estaba llorando, y me sentí muy mal, y a mí se me olvidó lo que iba a hacer, y le pregunté ¿qué le pasaba? Ella comenzó a llorar más y entonces le dije que fuéramos a tomarnos un café. Al escuchar a mi vecina descubrí que teníamos sufrimientos parecidos. Ella también era víctima de maltrato y violación por parte de su marido (...).

Fue a partir de esta experiencia que comprendí todas las enseñanzas que me brindaba el padre Jairo en «Vidas Móviles» y descubrí que al no matar a mi vecina Dios nos estaba salvando a las dos; a mí de ser de nuevo una asesina y a ella de la amargura. Desde ese momento somos amigas y nos ayudamos en todo.

Ahora con la ayuda de Dios, quiero poder ayudar a otras mujeres que como yo han sido violadas y desplazadas de su tierra, me gustaría colocar una Fundación (...)10.

2. El testimonio como herramienta de reflexión teológica

El testimonio es una herramienta de investigación de tipo etnográfico utilizado por las ciencias sociales. A diferencia de la historia de vida, el testimonio es un recurso motivado por el investigador e implica su presencia como oyente e interlocutor. En tal sentido, el material que le sirve de base al testimonio está restringido a la entrevista.

    El testimonio se puede reestructurar y ordenar por temas por parte del investigador, pero se transcribe tal y como fue narrado por el hablante11 sin complementar con otras fuentes. Se trabajan solo aquellas partes de la entrevista que atañen al tema de la investigación, sin agotar otras facetas del relato12.

Tal como lo recuerda la teóloga española, Mercedes Navarro:

    Los seres humanos tienen dos formas de ordenar la experiencia y construir la realidad: el argumento, es decir la modalidad argumentativa, y el relato, es decir la modalidad narrativa. La forma primera responde a la pregunta de cómo conocer la verdad y su finalidad es convencer de la verdad de sus hipótesis a través de la argumentación, por eso utiliza la verificación y la falsación de hipótesis. La modalidad narrativa, por su parte, responde a la pregunta de cómo dar sentido o significado a la experiencia que se narra13.

Y es lo que nos interesa rescatar del relato de Mileidys.

El testimonio recoge la memoria del pasado que se actualiza en el presente. Y en palabras de Hanna Arendt, «recodar es lo que da hondura a la existencia»14. «Sin recuerdos, se está como desconectado en el tiempo, y sin vínculos el sujeto queda desamparado, expuesto (...) Se hace memoria para resistir»15. El recordar y narrar lo que se hizo en un momento dado ayuda a resistir y enfrentar el sufrimiento. Despierta a la esperanza necesaria para comenzar de nuevo, tarea que con admirable heroísmo realizan varias de las mujeres víctimas de la violencia sexual y el desplazamiento forzado en la localidad de Ciudad Bolívar.

A nivel teológico, el relato es lo que permite recordar, hacer memoria: El recuerda no olvides (Dt 9.7) del Antiguo Testamento y el hagan esto en memoria mía (Lc 22, 19b) del Nuevo Testamento, conforman esta tradición, y como ha escrito Ricardo Foster:

    La memoria en el judaísmo no significa la exaltación de un pasado ejemplar sino la presencia selectiva de lo impostergable, ayer, hoy y mañana. Continuidad no en un sentido escatológico, como cumplimiento inexorable de un destino o una promesa, continuidad, más bien, como expresión de lo frágil, de aquello que se puede perder, ejercicio de la rememorización que salva en el presente, aquello que de ninguna manera tiene garantizada la permanencia, ni en el tiempo, ni en el recuerdo de los hombres. En este sentido lo propiamente judío de la memoria se relaciona con lo amenazado, con lo que permanece en estado de interperie y que la historia de los vencedores –como decía Benjamin– desplaza hacia el olvido16.

Se trata de una memoria colectiva que recupera las actuaciones de Dios. Que hace entender una nueva perspectiva del sufrimiento pasado que otorga sentido al presente. En el Nuevo Testamento la memoria tiene el papel activo de «rememorar el misterio de Cristo crucificado», dado que humanamente se tiende a olvidar lo desagradable, el crucificado se convierte en memoria subversiva que alienta a la vida, porque en definitiva nos recuerda que la muerte no tiene ningún poder sobre la vida.

Por lo anterior, tal como lo afirma J. B. Metz, la memoria no solo está llamada a narrar el sufrimiento sino a rescatarnos del olvido, porque la narración es el lenguaje que posibilita recordar a las víctimas del sufrimiento humano17, es un lenguaje que posibilita transmitir el sufrimiento de aquellos y aquellas que padecieron en sus propios cuerpos las atrocidades de la violencia y del horror tal y como ellas la vivieron.

Partir del testimonio de una mujer que padeció la violación sexual y el desplazamiento forzado, es partir de la experiencia de las víctimas, lo que en palabras de Melich, «le permitirá al lector re-vivir en el tiempo y en el espacio la experiencia del horror vivido por las víctimas y reconocer en ellos la ausencia y los silencios de aquellos que no sobrevivieron para contar su drama, es decir de los ausentes»18.

2.1 Premisas para el análisis de los testimonios

Para hacer el análisis de los testimonios, se tendrán en cuenta las siguientes premisas:

  • El enfoque diferencial19 que se asume para el desarrollo de este artículo a partir de una mirada de género20. Este enfoque reconoce que los efectos de la violencia impactan de manera diferente, según se trate del género (varón o mujer), de edad (niño, o adulto), origen étnico (indígena, afrodescendiente, campesina o citadina). El enfoque permite evidenciar las condiciones y las situaciones de desigualdad que se dan a nivel de impacto entre varones y mujeres y sustenta la necesidad de realizar acompañamientos diferenciados.

  • En segundo lugar se comprende el desplazamiento forzado como un proceso multidimensional y complejo, fruto de intereses económicos, que favorecen la expulsión de la población civil de sus territorios. Las personas más afectadas por este conflicto son mujeres (niñas y adultas), cuyos cuerpos deben pasar por variadas y complejas rupturas, tanto en las condiciones materiales como en sus subjetividades. El entrecruce de dos planos de su experiencia: el antes y el después (en términos espacio temporales) o destrucción y desarraigo, o supervivencia y reconstrucción (en términos conceptuales), aportan a una comprensión más integral de esta devastadora realidad21.

  • La tercera premisa fundamental es acompañar a la mujer víctima22de la violación sexual y el desplazamiento forzado en su proceso de reconstruirse como sujeto social23 con capacidad de tomar sus propias decisiones en la construcción de su proyecto vital. En esta premisa juega un papel fundamental la experiencia de fe que vive Mileidys. Ella reconoce que el acompañamiento de un sacerdote, fue fundamental para descubrir el rostro compasivo de Dios. De esta manera cuando ella misma experimenta la compasión al encontrarse con el rostro de la mujer que supuestamente iba a matar, le cambia totalmente el rumbo de su vida, porque al descubrir a una mujer que sufre incluso más que ella, acontece algo sorprendente: Mileidys se constriñe, ante su vecina y en vez de matarla, la hace su amiga y este hecho es la clave fundamental para entender cómo la salva Dios y cómo recomenzar su vida.

2.2 ¿Cómo narrar el sufrimiento?

Resulta difícil seguir adelante sin decir una palabra sobre mi experiencia en el acompañamiento a mujeres desplazadas, porque como mujer, investigadora y creyente me descubro profundamente conmovida por la violencia sexual de la que son víctimas estas mujeres.

Siento mucha responsabilidad al pretender decir algo sobre Mileidys. Las lágrimas compartidas, la dificultad en algunos momentos para comunicar su sufrimiento, y las hondas secuelas que este delito dejó en ella, hace que ante el tema me esfuerce por buscar las palabras pertinentes para adentrarme de manera compasiva en ellos, y esta resulta ser la parte más difícil, porque no se trata simplemente de sacar a la luz, el testimonio de una mujer que sufre, sino de narrar el lugar de Dios en esta experiencia de desgarramiento y dolor.

Los patrones autoritarios propios del sistema patriarcal definen el concepto que estos tienen sobre la mujer, y con frecuencia están asociados a una creencia religiosa que la culpabiliza como la tentadora de los varones. De esta manera, la mujer tiende a creer que lo que le sucede es castigo de Dios.

Y es aquí donde quiero encontrar las palabras que den cuenta de la experiencia de un Dios compasivo, que no convalida desde ningún punto de vista la violencia ni el maltrato contra la mujer. Lo que sucede es que en nuestra cultura, la violencia contra la mujer es una práctica muy arraigada y en el contexto del conflicto armado cumple un papel fuertemente simbólico que responde a un continuum de violencia que históricamente ha estado presente en la vida de la mujer.

2.3 Las marcas24 del pasado, presente y futuro en el testimonio de mileidys

Mileidys es una mujer campesina de 34 años, que desde los 14, lo único que ha conocido es la violencia. En su cuerpo lleva las marcas de múltiples dolores. Entre ellas: la marca de la casa (antes del desplazamiento); la marca de la ciudad (después del desplazamiento) y por último la marca de los sueños o la perspectiva de futuro.

2.3.1 La marca de la casa (antes del desplazamiento)

En la vida de Mileidys, la esfera de lo masculino y lo femenino están bien delimitados, de la misma manera que lo están el ámbito de lo privado y de lo público. Sus roles como mujer la ubican en el ámbito de lo privado, (especialmente de la casa). Mientras que los roles desempeñados por su marido lo ubican en el ámbito de lo público, especialmente del afuera, de la calle. La casa señala, para Mileidys, la frontera entre el dentro y el fuera, en cuanto que sus roles están definidos por la vida y las relaciones que allí se dan.

Para Mileidys, la casa no solo es su hábitat, sino también el lugar donde la viola25 y la somete su marido, donde él ejerce su autoridad como jefe de hogar y Mileidys solo es una pertenencia más. Su compañero la viola y la ofrece a sus compañeros cada vez que se le antoja. En la casa, ni Mileidys, ni sus hijas están seguras. Allí es donde ella llora sus amarguras y busca liberación.

Melba Arias, quien ha investigado el tema de la violación femenina, afirma que «la violación sexual es la máxima agresión que se le hace a una mujer y la peor forma de destrucción ejecutada sobre su dignidad e integridad corporal»26. Por lo anterior, lo ocurrido a Mileidys y a su hija, es una marca perenne en sus cuerpos que las lanza a un mundo, no solo lleno de pobreza y estigmatizaciones en la ciudad, sino también de inseguridades y miedos, que difícilmente podrán ser superados por ellas, mientras vivan.

2.3.2 La marca de la ciudad (después del desplazamiento)

La segunda marca tiene que ver con la huida y la llegada a la ciudad. Y si entendemos el desplazamiento forzado como una expulsión; o «un acto de ruptura física y abrupta con el territorio y con el grupo social de pertenencia»27, la llegada a la ciudad ocurre en condiciones límite que van a afectar de manera radical la vida toda de la familia y especialmente la de Mileidys, quien en la ciudad se convierte en mujer cabeza de hogar y en su única proveedora.

Cuando Mileidys se quejaba por los tratos de su marido y buscaba consuelo en su madre, lo único que escuchaba de ella, era: «Aguante mija. Pídale a Dios que le dé mucha resignación»28. Con esa respuesta, lo que pareciera estar diciendo su madre es: usted es mujer y aguantar es lo propio de su naturaleza, así lo hemos hecho todas las mujeres de esta familia y usted no puede ser diferente.

Mileidys, a lo largo de su historia y en palabras de Chittister, ha sido «todo lo que una mujer debería ser, y todo lo que una mujer no debería ser»29. Ha sido, según lo impuesto por la cultura patriarcal: buena, hija, esposa y madre, porque cumplió con el rol que se espera de ella. Siguió el guión.

En este sentido parece ser que lo único que Mileidys no ha sido es ella misma, y ahora en la ciudad, libre del rol que históricamente le ha tocado vivir, sin recursos económicos, ni conocidos, contempla la posibilidad de otra vida para ella y para sus hijas. Sueña con comenzar de nuevo.

En la ciudad, Mileidys se encuentra con muchas dificultades y sus sufrimientos no terminan, solo cambian de carácter. Ahora en el barrio, es a ella a quien le toca asumir otras responsabilidades que la obligan a abrirse a nuevos roles y nuevas posibilidades de ser mujer y madre.

En la ciudad Mileidys se descubre con otras habilidades que no sabía que las tenía. Ella aprende a trabajar en Bogotá, a buscar direcciones sin perderse; se propone golpear puertas y consigue ayudas y orientación. También decide aceptar a un hombre como compañero sentimental a cambio de un techo y seguridad para ella y sus hijas.

En este contexto Mileidys, se enfrenta a una experiencia que le cambia el rumbo de su vida. La pregunta es: ¿Qué es lo que la hace cambiar? ¿Qué es lo que hace que de estar dispuesta a asesinar a su vecina (para lo cual se prepara), ella se convierta en su amiga? La respuesta está en su propio testimonio: «cuando golpeé en la puerta, ella me abrió (la vecina), y yo vi que estaba llorando, y me sentí muy mal, y a mí se me olvidó lo que iba a hacer, y le pregunté qué le pasaba. Ella comenzó a llorar y entonces le dije que fuéramos a tomarnos un café»30.

A Mileidys le cambian los planes, cuando ella se encuentra cara a cara con el rostro sufriente de su vecina. El testimonio dice que a ella se le olvidó lo que iba a hacer y le preguntó qué le pasaba y al enterarse de su dolor, entonces se compadeció de ella y la invitó a tomar un café. Al acercarse, a su vecina que sufre, Mileidys es capaz de ver y al ver siente compasión por su víctima, quien también sufre, y esta persona que sufre es el milagro que cambia su vida. Mileidys en vez de cumplir su amenaza, se hace su prójima y se transforma en su amiga.

Para Mileidys, el rostro sufriente de su vecina, es suficiente para transformarla en una mujer compasiva, a pesar de que ella misma por las circunstancias que ya tuvo que atravesar y en las cuales se vio obligada a matar a su marido, se sienta un ser despreciable capaz de sobrepasar cualquier límite. Pero –este ser despreciable– es capaz de constreñirse ante el dolor de una mujer que sufre y actúa de manera contraria a la que había planeado. Así se salvan las dos: Mileidys del odio y la venganza que la había podido convertir nuevamente en una asesina, y la vecina de la soledad y la amenaza de muerte.

Según el relato, las dos mujeres se encuentran y se descubren más allá de lo que ellas mismas sabían de sí mismas. Se reconocen como mujeres que sufren y ese es el comienzo del cambio. Sentir en su propia experiencia la compasión por quien sufre.

Mileidys, ofrece a su vecina la medicina que toda víctima ansía: una mano solidaria con fuerza para levantar, una mirada amiga capaz de constreñirse, una palabra reconciliadora capaz de perdonar. La vecina desde su vulnerabilidad convierte a su victimaria31 y evita que se cometa otro crimen. En los dos casos anteriores hay salvación, porque las dos mujeres logran descentrarse de sus propios dolores, colocan su mirada en quien sufre y desde ahí reconstruyen sus proyectos de vida.

A partir de esta experiencia se entiende la afirmación de Ignacio de Ellacuría: «la salvación, es siempre salvación de alguien y en ese alguien de algo»32 es decir, que en la corporeidad rota de las dos mujeres acontece la salvación cuando la victimaria es convertida por su víctima, es movida a la compasión y misericordia, se sensibiliza ante el sufrimiento. Por lo cual, para Mileidys, el rostro sufriente de su vecina es revelación. Dios mismo se autocomunica a través de la mujer que clama en su dolor.

En este contexto la revelación se entiende como acto de amor de un Dios que comunica su misterio dentro de las coordenadas del espacio y el tiempo y en la historia concreta de Mileidys y su vecina. Al respecto la Dei Verbum afirma que Dios se revela «con gestos y palabras, hechos y sentido»33 y es así como Mileidys puede comprender que a través de su constreñimiento y su acto solidario ante una persona que sufre, Dios mismo se manifiesta salvándola.

En la perspectiva de las víctimas, la acción salvadora de Dios, se manifiesta a través de su mediador Jesucristo, y en Él, se ubica en el lugar mismo de quienes sufren, subsistiendo y padeciendo personalmente en ellas; y sus cuerpos, son el cuerpo doliente de Dios mismo, o el lugar donde el mismo Dios sufre. «De esta manera el sufrimiento se convierte en el lugar donde Dios se revela y desde el cual llama a la salvación. Esto sí que es un signo de los tiempos, el más clamoroso y significante»34.

2.3.3 La marca de los sueños: perspectivas de futuro

En la Biblia la vida humana no es un simple hecho fisiológico. «Es ante todo relación y comunicación. Una persona existe porque ha recibido la vida como don de Dios»35. Pero además la persona en la Biblia se reconoce como parte de una comunidad, y está en relación permanente consigo mismo, con los demás, con el cosmos y con Dios. Para la Biblia «vivir es convivir, existir humanamente es ser capaz de comunicarse»36.

Vivir, entonces es la posibilidad de decidir, de tomar parte en, de participar en, de construir con otros y otras, escenarios donde la vida fluya y se fortalezca. El apasionamiento, la opción por la vida como la opción prioritaria del Dios de la vida, alimentará y forjará relaciones nuevas guiadas por la compasión. Donde el respeto y la protección de la vida frene todo tipo de violencia, y cada vez menos las mujeres sigan siendo víctimas anónimas de la violencia.

En la ciudad, Mileidys enriquece su relación con Dios y comienza a preocuparse por el sufrimiento de otras mujeres que como ella han sido víctimas del desplazamiento forzado y la violación sexual. Logra superar algunos temores y se descubre como una mujer con mayor autonomía y con capacidad de liderazgo para emprender proyectos solidarios, y así ella se va construyendo como sujeto37. Se visibiliza y comienza a trabajar porque otras mujeres también lo sean.

De esta manera Mileidys rompe con la lógica de exclusión, y opresión que históricamente ha marcado la vida de las mujeres y se propone que las relaciones entre los varones y las mujeres estén basadas en relaciones simétricas de reconocimiento mutuo. Porque tal como lo afirma J. B. Metz, solo la compasión, es decir, «la sensibilidad ante el sufrimiento (...) solo la dedicación de los unos hacia los otros, excluidos y destrozados por el sufrimiento impuesto quiebra el espiral de la violencia»38 que imponen las estructuras patriarcales.

Mileidys sueña con una comunidad, donde la solidaridad forje hombres y mujeres comprometidos en la transformación del sufrimiento injustamente infligido. «Donde la pasión por la vida sea pasión por el reconocimiento mutuo, por la libertad y por la igualdad entre los géneros. En donde la compasión, como ejercicio que moldea las relaciones humanas convoque permanentemente a la conversión39. Por lo anterior, ella junto con su vecina comenzaron dos cosas nuevas:

  1. Se decidieron a colocar entre las dos un negocio, lo cual no resultó fácil por la precariedad en los recursos, pero lo siguen luchando.

  2. Las dos se vincularon a los procesos de acompañamiento a las mujeres en situación de adversidad en el Programa «Vidas Móviles» y junto con otras tres mujeres y la asesoría de una profesora están luchando por crear una fundación que no solo acompañe de manera integral a las mujeres, sino que también las forme en emprendimiento social.

3. Lineamientos para el acompañamiento en clave de compasión a partir de la parábola del Buen Samaritano

La parábola del Buen Samaritano se seleccionó porque es uno de los textos del Nuevo Testamento más trabajados por exégetas40 clásicos y por teólogos y pastoralistas41 de diferentes tendencias. Se trata de un relato que en la tradición de la Iglesia católica es un paradigma para entender el actuar compasivo y misericordioso de Dios ante el sufrimiento de hombres y mujeres.

El relato Lucas, 10, 29-37

    25 Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?»

    26 Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»

    27 Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas = y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.»

    28 Le dijo entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.»

    29 Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?»

    30 Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.

    31 Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.

    32 De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.

    33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión;

    34 y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.

    35 Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: «Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva».

    36 ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?»

    37 Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Entonces Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo.»

3.2 La pastoral de la compasión

La parábola del Buen Samaritano aporta luces para plantear una pastoral de la compasión centrada en el acompañamiento a las mujeres víctimas de la violación sexual y el desplazamiento forzado.

Es una pastoral que asume su quehacer como «acción humana»42 que en el decir de Hannah Arendt responde a lo específico de la condición humana a partir de tres acciones: labor, trabajo y la acción humana propiamente dicha.

Para Arendt la labor se refiere a aquella actividad humana cuyo motivo esencial es atender a las necesidades de la vida, que transcurren de manera rutinaria y mecánica, como respirar, dormir, etc. En segundo lugar, el trabajo es entendido como aquella actividad realizada por la mano del hombre para transformar materia prima en objetos duraderos para generar riqueza. Y en tercer lugar está la acción, la única actividad humana donde no median objetos sino sujetos y crea las condiciones para el recuerdo, esto es, para la historia. La acción moviliza a la persona a crear y configurar el propio relato, a vivir la pluralidad. La acción por excelencia, según Arendt, es nacer y el recién llegado posee la capacidad de empezar algo nuevo, es decir, de actuar, de tomar la iniciativa43 porque es ahí donde el hombre desarrolla la capacidad que le es más propia: La libertad. En el concepto de acción de Arendt, está implícito el concepto de sujeto. El ser humano actúa y decide porque es propio de la vida. Solo la muerte puede terminar con esta posibilidad44.

Por lo anterior, la pastoral de la compasión reconoce que la mujer desplazada y violentada no es sujeto como una condición dada, se hace sujeto y la tarea de la acción pastoral es visibilizarla, es decir, recrear la propia existencia y comenzar de nuevo donde ella sea reconocida y visibilizada45.

Para identificar los lineamientos del acompañamiento pastoral, se va a partir de cinco acciones que el samaritano realiza ante el hombre caído: 1) se acerca y ve al hombre herido, 2) venda sus heridas, curándolas con aceite y vino 3) lo carga en su propia cabalgadura y lo lleva a una posada segura, 4) paga la cuenta, 5) lo cuida personalmente e involucra a otros en su cuidado46. Veamos cada uno de estos pasos por separado:

3.1.1 Acercarse para ver

En la experiencia bíblica el ver implica detenerse, acercarse, observar, y actuar. De hecho, la Sagrada Escritura diferencia entre el ver de los ídolos, quienes tienen ojos pero no ven (Sal 135, 16) y el ver de Dios, quien ve todo lo que está bajo el cielo (Job 28,24), en particular a los hijos de Adán (Sal 33, 13s), cuyos riñones y corazones sondea (Sal 7, 10) Dios escogió a un pueblo del que se hizo ver (Núm 14,14), hasta manifestarse plenamente en su hijo Jesucristo47.

La acción salvadora de Dios comienza con el ver: «He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído sus quejas contra los opresores, me he fijado en sus sufrimientos y he bajado a liberarlos» (Ex 3, 7s). La salvación comienza con el ver de Dios. Dios se acerca, «baja» en el lenguaje bíblico, de su lugar sagrado a otro lugar sagrado: «el sufrimiento de los humildes» y al fijarse en ese sufrimiento actúa y emprende la acción liberadora48. La salvación implica, por tanto, a un pueblo que gime y clama a Dios, y a un Dios que los escucha y baja para liberarlos.

En la parábola se identifican por lo menos dos maneras diferentes de ver, la primera el ver del sacerdote y el levita, y la segunda el ver del buen samaritano. La primera es la experiencia de dos hombres que viendo no quieren ver, para evitar comprometerse, así justifican su respuesta; el levita y el sacerdote, son dos personas que sirven al Templo y seguramente gozan de buena reputación. De ellos se dice que «ven al hombre herido, dan un rodeo y siguen de largo».

La segunda forma de ver es la que sorprende. El samaritano ve al hombre herido y al verle tiene compasión49, se le «conmueven las entrañas» (splankhnizein) y actúa en consecuencia y este es el centro del relato (v. 33). Es la verdadera esencia del amor en relación con el prójimo: la compasión.

Por lo anterior, la experiencia de Mileidys, se podría leer como una actualización de la parábola del Buen Samaritano, en la cual la vecina es la persona caída en desgracia, y Mileidys, a pesar de tener sus propios problemas actúa compasivamente. El ver de Mileidys la lleva a reconocer a su vecina para reivindicarla, levantarla y visibilizarla. Tarea fundamental de cualquier proceso de acompañamiento, a estas mujeres.

3.1.2 Vendar las heridas: curándolas con aceite y vino.

Vendar y curar son dos acciones que responden a los primeros auxilios que debe recibir alguien que ha sido herido. El samaritano se acerca y descubre a una persona que sufre y lo cura aplicándole vino y aceite, que eran las medicinas comunes en esa época. El aceite se utilizaba para aliviar el dolor (Is 1, 6) y el vino para desinfectar las heridas50.

¿Cómo vendar y curar el cuerpo a una mujer que ha sido violada, maltratada y abandonada a su suerte con el desplazamiento forzado? Tal como lo afirma Mercedes Navarro, «la violación sexual, es una violencia contra el cuerpo de la mujer en cuanto mujer. Es una agresión de un género contra otro género, que ataca todo el ser de la mujer, pero de manera especial el interior de su cuerpo. Es un lenguaje corporal de autoafirmación masculina cuya radical debilidad busca defenderse contra ellas»51.

El maltrato se caracteriza porque ataca el exterior del cuerpo de la mujer, de esta forma el abuso y la violencia son totales52. Los violadores no solo penetran de manera violenta a la mujer, sino que también castigan sus cuerpos antes y después de la violación, con el objetivo de maltratar y producir intenso dolor hasta humillarlas y dominarlas. Mileidys, es humillada continuamente por su marido y obligada bajo amenaza de muerte a aceptar que otros hombres también la violen, sin que ella pueda negarse o defenderse.

Con frecuencia, las mujeres que son víctimas de la violación sexual y el maltrato también son abandonadas o dejadas a su suerte tras la expulsión de su territorio, El abandono es una acción final, después de ejecutar sobre su cuerpo todo tipo de atrocidades53.

En Colombia, las mujeres víctimas de la violación sexual y el desplazamiento forzado huyen de la periferia al centro, del campo a la ciudad (en dirección contraria a la parábola de Lucas), con su cuerpo roto y el alma muerta, se sienten temerosas, ya que sus vidas han transcurrido principalmente dentro de sus casas, y desconocen el mundo de fuera. Los caminos desconocidos y solitarios las atemorizan, porque conocen historias de mujeres que han sido violadas y torturadas por allí. ¿Cómo sanar estas heridas?

Mileidys es movida a la compasión, que en palabras de Gustavo Gutiérrez54 es el hesed (misericordia), uno de los aspectos característicos del amor fiel de Yahvé; y también utiliza el término hebreo rahamim, que se refiere a las entrañas, al seno materno, allí donde la mujer acoge y da vida. Se trata del mismo vocablo que utiliza la Sagrada Escritura para hablar de las entrañas de Dios: «¡Si es mi hijo querido Efraín, mi niño, mi encanto! ¡Cada vez que le reprendo me acuerdo de ello, se me conmueven las entrañas y cedo a la compasión!» (Jr 31,20).

En palabras de Fernando torres, esta vinculación «entre hesed (misericordia) y rahamim (seno materno-útero) abre a una nueva perspectiva de divinidad y de humanidad, es la perspectiva de la maternidad universal; es el sustento de vida buena que se define, se desarrolla y se nutre como el principio femenino de la vida»55.

Lo anterior es clave para el acompañamiento, porque vendar y sanar los cuerpos rotos de las mujeres implica reconocer que muchas de sus heridas tienen que ver con su condición de ser mujer, y que hay todo un proceso cultural que hay que empezar a conmover para transformarlo en semillas de vida buena para todos y todas. Por eso al rescatar esta dimensión femenina de Dios, es posible, que también se pueda romper con la lógica patriarcal dominante, en donde en nombre del dios-varón se justifican las atrocidades que se cometen contra las mujeres. La pregunta que se plantea es cómo nutrir este principio femenino de vida en una sociedad masculinizada, en donde la violencia sexual contra la mujer es aceptada como normal y la violencia del varón se tiende a justificar.

En la perspectiva de la compasión, no se admite ningún tipo de violencia contra el varón ni contra la mujer, ya que unos y otros se necesitan mutuamente para nutrir la vida y construir relaciones de reciprocidad, donde el reconocimiento mutuo y el actuar misericordioso sea el imperativo que marque las relaciones entre unos y otros.

3.1.1 Carga con el herido y lo lleva a una posada segura

Para el samaritano no es suficiente curar el cuerpo del herido, también lo levanta, lo carga en su propia cabalgadura y lo lleva a una posada segura. Tres acciones que enmarca la dirección de un acompañamiento que quiere estar lejos del asistencialismo que genera dependencia y sometimiento.

Levantar, cargar y llevar, tres verbos que no solo implican a la persona que sufre sino también a la que acompaña. Para levantar, cargar y llevar se necesitan fuerza, decisión, preparación y algo más y que es lo que hace la diferencia en los procesos de acompañamiento: la compasión, (splankhnizein), que significa literalmente que se le revuelven las entrañas.

El desplazamiento y la violencia sexual rompe de manera abrupta la vida de la mujer y la coloca a la intemperie en la más absoluta vulnerabilidad, circunstancia que tiende a agravarse, por su experiencia religiosa y la lleva a culpabilizarse, a sentirse pecadora y no querida por Dios. De tal manera que para levantar a la mujer hay que tomar en cuenta esta realidad, porque solo en la medida en que se sana esta relación es posible comenzar su recuperación de manera integral.

Para Mileidys, llevar a su vecina a la tienda fue la posibilidad de ofrecerle una posada, un lugar, para que pudieran hablar, y fue gracias a ese hablar que las dos se encontraron y se reconocieron como mujeres con realidades similares y con posibilidades de ayudarse mutuamente.

A las mujeres que han vivido la experiencia de la violación sexual no es suficiente con levantarlas, también hay que cargarlas. Es decir, hay que hacer un trayecto con ella hasta llegar a la posada donde se sientan seguras y con capacidad de enfrentar la adversidad, lo que exige un acompañamiento espiritual, porque en una violación están implicadas muchas ideas religiosas que marcan definitivamente la vida de las mujeres.

Acompañar a las mujeres en el proceso de descubrir al Dios misericordioso que las habita, es acompañarlas a descubrir dentro de ellas mismas las entrañas de misericordia que las reconcilia consigo mismas y les da la sabiduría para emprender proyectos solidarios con esos otros y otras que también sufren.

3.1.4 Cuidar durante la noche: El samaritano, cuidó toda la noche de él

Las mujeres víctimas del conflicto armado requieren una posada que las proteja de los peligros que la noche acarrea para ellas, pues ellas saben que todas son violables, y en la noche es cuando las mujeres son más vulnerables, porque con frecuencia es cuando los grupos armados las violan y las maltratan.

Se trata de pensar en un acompañamiento compasivo que blinde a la mujer contra todo tipo de violencia, especialmente la violación sexual, y promueva entre varones y mujeres unas relaciones simétricas que fortalezcan el respeto mutuo para hacer de la sexualidad una oportunidad para una mayor humanización y reconocimiento entre unos y otros.

3.1.5 Paga la cuenta e involucra a otros

Para el samaritano, pagar la cuenta es darle un reconocimiento al hombre que fue herido, esa persona tiene un nombre y una historia que el samaritano da a conocer, visibiliza en la posada segura su realidad para que nunca más se vuelva a repetir.

Para el samaritano la situación del hombre herido es también su responsabilidad, por eso se constriñe ante su clamor y lo acompaña hasta su recuperación total. El samaritano que transita por esos caminos peligrosos, sabe que el sufrimiento de la persona caída y dejada casi muerta a la vera de un camino no solo es una realidad que se repite frecuentemente en medio de la impunidad, sino que también es provocado, es decir, tiene unos responsables, y la víctima debe ser reparada.

En el contexto del conflicto armado, las mujeres son usadas como armas de guerra, para humillar y someter al enemigo. Los actores armados las violan en grupo y las torturan y las humillan. Mileidys es una sobreviviente, y a través de ella es posible conocer los testimonios de otras mujeres que no sobrevivieron a estos vejámenes. Por tanto, no se trata solo de combatir la violencia contra las mujeres, sino ante todo de promover la conversión profunda de las estructuras patriarcales que históricamente han tendido no solo a promover la sumisión y el sometimiento de las mujeres sino a justificar y mantener este tipo de relaciones.

No es suficiente con que la víctima perdone a sus victimarios, los victimarios deben reparar a sus víctimas. Ellos, actúan bajo las sombras, favorecidos por la impunidad, y con frecuencia suelen quedar exonerados de culpas, por eso los delitos se repiten y perpetúan, en las mismas personas, en este caso en las mujeres. Por lo anterior y tal como lo afirma la Corte Constitucional en Colombia, reparar a las mujeres víctimas de la violencia sexual, implica: a) Promover la restitución de los derechos humanos de las mujeres (empoderamiento y reconexión de las mujeres con su realidad social comunitaria, familiar, cultural y económica). b) El resarcimiento de los daños causados por los actos de violencia directos o indirectos y c) La corrección de las discriminaciones que favorecen la continuidad de la victimización de las mujeres en la sociedad56.

El samaritano, no escatima ningún esfuerzo, pero como tiene que regresar a sus labores cotidianas, se despide no sin antes involucrar al posadero en el cuidado del herido. El samaritano espera regresar y sigue comprometido con el hombre caído, aunque es consciente que él solo no puede, y que es necesario que otras personas y/ organizaciones se involucren para logar su recuperación y el reintegro de nuevo a la sociedad.

El hombre herido que seguramente era un judío, descubrirá que el samaritano –esa persona indeseable– para los de su grupo fue quien lo salvó, y esto mismo hará que las divisiones entre personas que imponen las mismas culturas se relativicen y se priorice la compasión como clave de encuentro y acompañamiento a las víctimas, sin importar su género, edad, u origen étnico.

La vida pública de Jesús estuvo marcada por la compasión, el evangelio tiene innumerables ejemplos en los cuales Jesús se compadece de las personas que por diferentes motivos sufren. En este caso por las mujeres que en su tiempo también vivieron la experiencia del sometimiento y la exclusión. Por lo anterior, es necesario que la compasión, entendida como inclusión, equidad y reconocimiento sea generadora de nuevas comunidades, donde el reconocimiento de la mujer sea su bandera.


Conclusiones

De acuerdo con lo desarrollado hasta aquí y a fin de recoger, más que de concluir, puesto que todavía quedan muchas preguntas abiertas, vamos a intentar responder ¿Cómo experimenta Mileidys la experiencia de salvación en su vida? o ¿Cómo reinventa la vida esta mujer, víctima de la violación sexual y el desplazamiento forzado?

  1. Lo primero es tener claro que la salvación es don de Dios y es ofrecida a toda la creación y, por tanto, también a la mujer concreta que clama y padece. Por lo anterior «todo discurso sobre la salvación tiene que desembocar en un discurso sobre la resurrección de los cuerpos y por tanto de la carne»57, es decir, en un discurso sobre un nuevo comienzo, o sobre la posibilidad de reinventar de nuevo la vida, realidad testimoniada por Mileidys, a lo largo de su relato.

  2. A partir de la experiencia del Dios compasivo que se manifiesta en la parábola del Buen Samaritano y de la praxis de Jesús a lo largo del Evangelio de Lucas, es claro que Dios no requiere del sufrimiento de la mujer para salvarla, y bajo ninguna circunstancia convalida la desigualdad ni la opresión contra ella.

  3. En la parábola solamente aquel que se compadeció es señalado como prójimo. Y decir «prójimo» es decir una igual a mí, aunque las estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas reafirmen y defiendan la superioridad de un género sobre el otro género.

  4. Esta realidad de violencia se puede transformar cuando tanto los varones, como las mujeres estemos en capacidad de experimentar, reflexionar críticamente, y juzgar la injusta situación de la mujer y reaccionar para denunciar y transformar, para defender y levantar... Así comienza a jalonarse la salvación.

  5. Plantear el tema de la salvación, en la corporeidad rota de las mujeres, implica una experiencia de fe que moviliza a la pasión por la vida, fortalecida por una praxis de la compasión, la cual, debe ser profundamente evangélica y política. Se trata de una compasión que reacciona ante el sufrimiento de las víctimas de la opresión y la injusticia, para rechazarlo, denunciarlo y combatirlo.

  6. En un país marcado por la violencia y la muerte como es Colombia58, donde diariamente más de 60 familias son desplazadas y llegan a los barrios marginados de la capital colombiana, y una de cada cinco mujeres es violada, es imposible plantear la salvación sin un proceso que dé razón de las causas que la producen para trabajar en su erradicación.

  7. Para Hanna Arendt, la violencia y la degradación –en este caso de la mujer– a causa de un poder opresor, es la consecuencia de la ausencia de reflexión y de la falta de aplicación de la facultad de juzgar, lo que posibilita que se cometan tantas atrocidades. Arendt, siguiendo a Kant, insiste que «ante tantas atrocidades que se cometen se reflexione ubicándose en el lugar del otro»59. En este caso de la mujer que padece y, desde su clamor, nos llama a una reflexión profunda que lleve a una transformación de las estructuras que históricamente han mantenido la violencia contra la mujer.

  8. La salvación comienza cuando se reconoce que hay otro u otra que también sufre, se identifican sus causas y se combate el espiral de la violencia que somete y agrede a la mujer. Es necesario resistir a las estructuras que fabrican la muerte y el sufrimiento de los y las inocentes. José Martí, el reconocido poeta cubano, afirmaba con gran razón que presenciar un crimen y no hacer nada es cometerlo60.


Notas

1La investigación parte de tres testimonios de mujeres, quienes hacen parte del Grupo Manos de Esperanza, el cual ha sido acompañado durante algo más de tres años, por la autora. Si bien la investigación se centra en estos relatos, la investigadora conoce la experiencia de desplazamiento forzado y violación sexual de cerca de 30 mujeres.
2Cuerpo roto por la violencia sexual. «Pero es una historia invisibilizada que aparece poco en los documentos oficiales. La violencia sexual se presenta con mayor gravedad y se considera como inexistente a la luz pública, pues se ha tratado apenas de manera marginal». Sonia Fisco «Atroces realidades: la violencia sexual contra la mujer en el conflicto armado colombiano», Papel Político 17 (2005): 126.
3La responsabilidad de preservar la vida es una frase de Kaplan citada por Thompson, refiriéndose a la participación de las mujeres en las revueltas en Inglaterra en el siglo XVIII. Citado por Flor Edilma Osorio, Territorialidades en suspenso, desplazamiento forzado, identidades y resistencias (Bogotá: Codhes, 2009), 74.
4Flor Edilma Osorio, sostiene que las mujeres son las que reciben el mayor impacto como sobrevivientes del conflicto armado colombiano. Ibíd., 74.
5Oxfam Internacional, «Violencia sexual en Colombia, un arma de guerra», (2009), consultada en marzo 10, 2011, http://www.oxfam.org/sites/...oxfam.../bp-sexual-violence-colombia-sp.pdf.
6«Vidas Móviles» es un programa en el cual participan docentes y estudiantes de diferentes facultades de la Universidad Javeriana, para orientar, atender y acompañar a personas y familias en situación de desplazamiento forzado en la localidad de Ciudad Bolívar en la ciudad de Bogotá.
7Martha Nubia Bello, «Desplazamiento Forzado, Dinámicas de guerra, exclusión y desarraigo en Colombia», en Desplazamiento Forzado en Colombia, Dinámicas de Guerra, exclusión y desarraigo (Bogotá: acnur- Universidad Nacional, 2004), 124.
8Registro N.° 02, Testimonio de Mileidys, archivo de la investigadora, Bogotá, abril de 2009.
9«Eso» es una expresión que utiliza Mileydis para referirse a la violación sexual.
10Registro N.° 02. Testimonio de Mileidys. Archivo de la investigadora, Bogotá, abril de 2009, 8.
11El hablante es la manera como la etnografía nombra a la persona que comunica su experiencia a través de la conversación y/o entrevista.
12Socorro Vásquez Cardozo, «Historias o Relatos de Vida: de lo individual a lo colectivo en la investigación
social», Universitas Humanística Vol. 59 (2005): 63.
13Mercedes Navarro Puerto, Cuando la Biblia cuenta: claves de narrativa (Madrid: ppc, 2003), 116-117.
14Hanna Arendt, Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, trad. Ana Poljak
(Barcelona: Ed. Península, 1996):104.
15Obras completas de Paul Celan, trad. José Luis Reina Palazón (Madrid: Trotta, 2002), 497.
16Ricardo Foster, El exilio de la palabra. En torno a lo judío (Buenos Aires: Eudeba, 1999), 8-9.
17Cf. Johannes Baptist Metz, La fe en la historia y la sociedad. Esbozo de una teología política fundamental para nuestro tiempo (Madrid: Cristiandad, 1979), 89.
18Joan-Carles mèlich, La ausencia del testimonio. Ética y pedagogía en los relatos del Holocausto (Barcelona: Anthropos, 2001), 33.
19El enfoque diferencial que se privilegia en este estudio se centra en la equidad de género propuesta por Donny Meertens, «Género, desplazamiento, derechos», en Desplazamiento forzado en Colombia, dinámicas de guerra, exclusión y desarraigo (Bogotá: ACNUR-Universidad Nacional, 2004): 197-204.
20Género es la categoría central de la teoría feminista. La noción de género surge a partir de la idea de que lo femenino y lo masculino no son hechos naturales o biológicos, sino construcciones culturales (...). Rosa Cobo, «Género». En 10 palabras clave sobre mujer, Rosa Cobo, Ed. (Estella: Verbo Divino, 1995), 55.
21Donny Meertens, op. cit., 30.
22Aquí se entiende víctima en el mismo sentido expuesto por la Asamblea General de Naciones Unidas, donde se conceptualizó por primera vez la víctima en un documento internacional: «Se entenderán por víctimas las personas que, individual o colectivamente, hayan sufrido daños, inclusive lesiones físicas y mentales o sufrimiento emocional, pérdida financiera, o menoscabo sustancial de los derechos fundamentales como consecuencia de acciones u omisiones que violen la legislación penal vigente en los estados miembros, incluido el abuso de poder. Se incluirá a los familiares o personas a su cargo que tengan relación inmediata con la víctima directa y a las personas que hayan sufrido daños al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización», Asamblea General de Naciones Unidas, «Declaración sobre los Principios Fundamentales de Justicia para las Víctimas de Delitos y de Abuso de Poder», 1985, consultada en julio 10, 2010, http://www2.ohchr.org/spanish/law/delitos.htm. Aquí la víctima es la mujer abusada y desplazada. Tanto la violación sexual como el desplazamiento forzado son delitos frutos del abuso del poder.
23Parafraseando a Franz Hinkelammert, diríamos que la mujer desplazada no es sujeto como una condición dada, ella se hace sujeto. «El sujeto es ausencia y es potencialidad (...) se visibiliza, es el viviente que hay que recuperar». Franz Hinkelammert, El sujeto y la ley. El retorno del sujeto reprimido (San José: Editorial Universidad Nacional de Costa Rica, 2005), 21-22 y 29.
24«Marca», es una categoría tomada de la teóloga, María del Socorro Vivas. Ella lo utiliza para hacer referencia a las marcas de las mujeres que en la Biblia han realizado papeles protagónicos en la historia de Israel, «aún desde su actitud silenciosa y en apariencia pasiva». María del Socorro Vivas, mujeres que buscan liberación (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2011), 125.
25En términos generales, la violación se configura por la ausencia del consentimiento de la víctima y por el empleo de la fuerza bruta por parte del agresor.
26Melba Arias Londoño, Cinco formas de violencia contra la mujer (Bogotá: Colombia Nueva. 1990), 56.
27Flor Edilma Osorio, op. cit., 30.
28Registro 02, op. cit., 1.
29Joan D. Chittister, Doce momentos en la vida de toda mujer. La historia de Rut hoy (Salamanca: Sígueme S.A.U., 2004), 38.
30Registro 02, op. cit., 2.
31Esta capacidad de la víctima para convertir al victimario se hace patente en el evangelio de Marcos, en la confesión del centurión, quien frente al cuerpo crucificado de Jesús, que acaba de expirar, afirma: «verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios» (Mc 15, 39). La clave de esta afirmación es que está hecha por quien tiene el poder para matar o para salvar. Esta persona es capaz de reconocer frente al cuerpo de la víctima, su dignidad de Hijo de Dios. Gustavo Baena, «Dios del lado de los pobres: un desafío a la esperanza», en Dar razón de nuestra esperanza. memorias del Congreso de Teología (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2007), 57.
32Ignacio Ellacuría, «La Iglesia de los pobres, sacramento histórico de salvación», en Mysterium Liberationis. Conceptos fundamentales de teología de la Liberación. Ed. Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino (Madrid: Trotta, 1990), 128.
33Concilio Vaticano II, «Constitución Dei Verbum», en Vaticano II Documentos, 113-133 (Madrid: bac, 1980), n. 2.
34Gustavo Baena, op. cit., 52-53.
35Silvio José Báez, Cuando Dios calla (Madrid: Editorial de Espiritualidad, 2009), 29.
36Ibíd., 30.
37Algunas teólogas feministas insisten en el hecho de que la condición de sujeto de la mujer no es algo que esté dado. «Con frecuencia la mujer no se define a sí misma, sino que ella es designada por los varones desde una posición de poder que no es la suya. La lucha de la mujer desde los inicios de la Ilustración y la Revolución francesa, es por visibilizarse como sujeto, con una identidad propia, desde la cual sea posible definirse, para ello la mujer tiene que des-identificarse del género y ubicarse en un lugar propio, desde el cual podrá hablar con su auténtica voz». Gloria Comensaña, «La violencia contra las mujeres como mal radical», Revista Venezolana de Estudios de la Mujer 1, Vol. 3 (2006), consultada en julio 10, 2010, http://www.scielo.org.ve/scielo.php?pid=S131637012006000100002&script=sci_arttext.
38J. B. Metz, Memoria Passionis, una evocación provocadora en una sociedad pluralista (Santander: Sal Terrae, 2007), 177.
39Margit Eckholt, «Con pasión y compasión, Movimientos de búsqueda de teólogas Latinoamericanas», Teología y Vida 48, 1 (2007): 9.
40Fitzmyer afirma que el texto de la parábola del Buen Samaritano, ha sido objeto de múltiples interpretaciones. Joseph Fitzmyer, El Evangelio según San Lucas. Tomo III (Madrid: Cristiandad, 1978): 280-281.
41En la tradición de la teología de la liberación es conocida la obra de Luis Pérez Aguirre. La opción entrañable ante los despojados de sus derechos (Santander: Sal Terrae, 1992).
42El concepto de acción humana está tomado de Hannah Arendt en su clásico texto La condición humana, donde desarrolla su perspectiva de acción, (Barcelona: Paidós, 1993), 21-36.
43Ibíd., 22.
44Ibíd., 25.
45Ibíd., 23.
46Esta organización está inspirada en el texto: Fidel Oñoro, ¿Cómo hacerse prójimo del necesitado? La praxis de la misericordia del Buen samaritano. Apoyo para la Lectio Divina. Bogotá, julio 11 del 2012, consultada en septiembre 13, 2012, http://homiletica.org/fidelonoroCicloC.htm.
47Leon Dufour, Vocabulario de teología bíblica (Barcelona: Herder 1965), 928.
48Jon Sobrino, El principio misericordia. Bajar de la cruz a los pueblos crucificados (Santander: Sal Terrae 1992), 24.
49La compasión es la capacidad de constreñirse y sentir dolor por quien sufre. El dolor en las entrañas por el sufrimiento del otro o de la otra, lleva a reaccionar en su favor.
50José Carlos Bermejo, Sufrimiento y exclusión desde la fe, espiritualidad y acompañamiento (Santander: Sal Terrae, 2005), 62.
51El análisis de los verbos: violar, maltratar y abandonar, está tomado de la biblista Mercedes Navarro en Cuerpos invisibles, cuerpos necesarios, cuerpos de mujeres en la Biblia. Exégesis y psicología (Estella: Verbo Divino, 2002), 159-160.
52Ibíd., 159.
53Ibíd., 160.
54El concepto de principio femenino de vida está tomado de Fernando Torres, quien hace un desarrollo muy interesante de la compasión en esta perspectiva femenina, tema clave para esta investigación. Fernando Torres, misericordia, sustento de vida buena, Fundamentos bíblicos de la pedagogía de Jesús (Bogotá: 2010): 100. (Documento en borrador facilitado por el autor).
55Ídem.
56Cf. República de Colombia. Corte Constitucional Sala Segunda de Revisión. «Auto N.º 092 de 2008», consultada en febrero 12, 2011, http://www.colombiaaprende.edu.co/html/productos/1685/articles-301395_destacado.pdf.
57Olegario González de Cardenal, La entraña del cristianismo (Salamanca: Secretariado Trinitario 2001), 859.
58Cf. Susana Becerra, «El cuerpo de la mujer violada y desplazada, lugar donde acontece la revelación-salvación de Dios: Una mirada de género», Trabajo de grado para optar al título de Magíster en Teología (Bogotá: Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana, 2012), 79-164. El capítulo III aporta una caracterización detallada de la mujer violada y forzada a desplazarse en Colombia. Los datos son contundentes.
59Gloria Comensaña, op. cit.
60Luis Pérez Aguirre, op. cit., 86.

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