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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

versión impresa ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.56 no.161 Bogotá ene./jun. 2014

 

Reseña

Eloy Bueno de la Fuente*

* Especialista en Teología Dogmática por la Facultad de Teología de Burgos, Licenciado en Teología Dogmática por la Universidad Santo Tomás en Roma, Doctor en Misionología por la Pontificia Universidad Urbaniana de Roma y Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Ha escrito un gran número de libros y artículos. Es Catedrático de Cristología y de Teoría del Conocimiento en la Facultad de Teología del Norte de España, Burgos-España.


Sáez Cruz, Jesús. Sobre el problema de la realidad.
Málaga: Original Writing Spain, 2013.

Aunque puede ser acusada de tarea «irónica y trágica»1 (por inútil y obsoleta) y frente a posturas como la ontología débil o posmetafísca, o incluso, sin miedo a decir «estamos fuera de la modernidad», es un testimonio de la tarea permanente de salvar la realidad, de ser fieles a la realidad, como repite el autor. Y también de salvar a la inteligencia, es decir, «nosotros mismos»2 (pues el destino de la realidad y de la inteligencia van a la par). Y con ello se salva la realidad y la dignidad humana, incluso de toda una civilización.

Este proyecto de salvar la realidad y la inteligencia se origina porque hay admiración y problematicidad. Y siempre que esto se relega, se atenta contra la realidad y se abdica de la propia responsabilidad. Y esto hay que decirlo ante el escenario público y en el seno de la Iglesia, donde siempre resurgen estas tentaciones de desvalorizar el esfuerzo metafísico de pensamiento.

Para llevarlo adelante, lo único que aquí se presupone es una actitud radical, que está siempre en marcha. Y, como decía Aristóteles (Met. II, 2) es esta la ciencia que buscamos (que puede ser llamada de muchos modos, y el mismo Aristóteles usa varias formulaciones). También afirma Aristóteles que no es decoroso que al filósofo se le impongan criterios, sino que debe ser él quien gobierne el criterio de los demás. No todo es igual ni se puede ser indiferente a todo, porque ello oscurecería la búsqueda humana de la verdad, siempre abierta a lo que otros han pensado y a lo que está sucediendo en el devenir social.

Siempre en contacto con la vida, pero en toda su amplitud y complejidad con todas sus dimensiones, para que no se pierda nada. Como se ve en los dos extremos, que a mi modo de ver es con los que se contrapone, y que son peligros reales que oscurecen la inteligencia:

  • La separación o división de la realidad, que sería un empobrecimiento; en lo que incluye tanto a Platón como Kant, pues ambos se alejan de la realidad, estableciendo «zonas de realidad irreconciliables»3.

  • La absorción de todo en una unidad, bajo la cual cae tanto el materialismo más abstracto, como Hegel, quien incluso reduce Dios a saber o a razón, y no a acto de amor4.

Frente a ello, el autor, siguiendo fundamentalmente a Zubiri, pero también a Appel5 y a Ricoeur6, propone una «filosofía de la realidad transcendental»7; pero (y ello lo subraya con fuerza) entendiendo la transcendentalidad como momento físico8 de las cosas reales. Para el autor, la metafísica es el saber de la física transcendentalidad de lo real.

Este saber se sitúa, por un lado, en el momento radical9 previo a toda interpretación. Esta opción radical, que va a lo originario, es la que permite la vida de la inteligencia y también una inteligente expresión interpretativa de la vida y su complejidad, sin unilateralidades, generalidades o caminos que no llegan a esa radicalidad.

Pero conviene precisar mejor este momento radical de aprehensión de la física realidad. Por un lado, lo físico no es sinónimo de observable empíricamente10, pues incluye también lo biológico y lo psíquico real (todo lo real)11. Desde esta posición se pueden criticar posiciones no tan radicales, como Heidegger, que a pesar de su fenomenología u ontología existencial no pasará de quedarse en un vago «pensar el ser»12. O bien, como Husserl, que en su intento de volver a las cosas mismas fracasa por la primacía indebida de la conciencia (en la intencionalidad) y por la primacía del objeto sobre la misma realidad13. Sospecha que incluso se dirige a M. Henry14 que intenta ser más radical que Huserl. También se critica a la escolástica de planteamiento aristotélico-tomista15, porque en virtud de la abstracción solo alcanza un concepto, pero no la realidad misma, es decir, la física realidad sentida como tal; o porque mantiene el concepto de «materia prima»16,concepto obsoleto einútil.

La transcendentalidad de lo real, precisamente por ser un momento de física transcendentalidad, es lo que hace posible (o mejor exige) un método que es la «marcha»17 misma de la inteligencia.

Esta descubre en lo real la tensión dinámica entre «independencia» y «respectividad»18. Igualmente, el método justifica la división estructural de la obra entre momento «descriptivo»19 y «explicativo»20, esto es, entre la fidelidad a lo real21 y la libertad y creatividad hermenéutica (sin traicionar a lo real)22. Porque la realidad es abierta23 y la marcha de la inteligencia (a base de esbozos) es, por tanto, «histórica»24 y avanza hacia la realidad profunda25.

De este modo es posible dar toda su importancia al estudio de la persona como realidad26, incluso en ámbitos, como el de la causalidad, «causalidad personal»27, de las que parecía desterrada.

Así evita la violencia de la razón28 (y a esto puede ayudar el estudio acerca de la analogía de la realidad)29, pues la violencia metafísica consiste en hacerse portavoz de la realidad para obligarla a decir lo que no está diciendo30.

Esta filosofía deja espacio a la aportación del cristianismo (o de la visión de la realidad desde la fe en Cristo Jesús), no por apologética o controversia, sino por la relación entre inteligencia y realidad31. Grecia fracasó en su intento de naturalizar el logos y el ser humano32. El cristianismo introduce los conceptos de persona y libertad33. Y desde la idea de creación34, aporta la verdad de un Dios amor, que es generoso. Por esto, es amor35 y no saber. Esto mismo puede decirse frente a otras corrientes de pensamiento que vendrán después.

Frente a la teología, que vive tantas veces de dualidades muy lejanas36 a la física transcendentalidad, propone esta obra una «teología de la razón sentiente»37 que sea capaz de captar al Dios que no está lejano de la realidad sentida, en su física transcendentalidad, sino que es fundamento de la misma38.

El libro supone, en definitiva, una gran síntesis metafísica en el que se afrontan los problemas de la realidad desde la perspectiva transcendental, no por vía del conocimiento abstractivo, sino como momento físico de todo lo real. La novedad principal está en el enfoque y en la profundidad de la mirada, con lo que puede enriquecer los tratados de metafísica o de filosofía primera, carentes frecuentemente de seriedad y actualidad.

Notas

1Jesús Sáez Cruz, Sobre el problema de la realidad (Málaga: Original Writing Spain, 2013), 15.
2Ibíd., 157.
3Ibíd., 71.
4Cf. Ibíd., 109-111; 501-503.
5Cf. Ibíd., 55; 452-458.
6Cf. Ibíd., 55; 334-337.
7Ibíd., 86.
8Ibíd., 87.
9Cf. Ibíd., 52-169.
10Cf. Ibíd., 317-32.
11Ibíd., 87-88.
12Ibíd., 79-81.
13Ibíd., 116-120.
14Ibíd., 160-161.
15Ibíd., 100-102.
16Ibíd., 286; cf. 313-314.
17Ibíd., 132-140.
18Ibíd.,198-207.
19Ibíd., 151-265.
20Ibíd., 266-494; cf. 144-145.
21Ibíd., 260-265.
22Ibíd., 126-127; 144-150.
23Ibíd., 145; cf. 178-170.
24Ibíd., 136-140.
25Ibíd., 147; 266- 494, 500-506.
26Cf. Ibíd., 459-494.
27Ibíd., 411-413.
28Ibíd., 128-130; 496.
29Cf. Ibíd., 347-348.
30Cf. Ibíd., 148, 497.
31Cf. Ibíd., 93-95.
32Cf. Ibíd., 35-36.
33Cf. Ibíd., 36; 459-461.
34Cf. Ibíd., 36-47.
35Cf. Ibíd., 37; 502.
36Cf. Ibíd., 16, 498.
37Ibíd., 93-94.
38Cf. Ibíd., 364-369; 412.