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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

versión impresa ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.57 no.163 Bogotá ene./jun. 2015

 

Revisitando la catolicidad: desafíos a la unidad de la Iglesia en un mundo «fragmentado»

Revisiting Catholicity: Challenges to the Unity of the Church in a «Sliver» world

Sandra Arenas*

* Sandra Arenas es Doctora en Teología. Obtuvo el bachillerato (BA-STB) y el Magíster (MA-STL) en Teología en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Obtuvo el Doctorado en Teología (Ph. D.- STD) en la Facultad de Teología y Estudios Religiosos de la Universidad Católica de Lovaina-Bélgica (KU Leuven) en 2013. Actualmente es profesora en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Chile. Sus áreas de especialidad son: Historia del Concilio Vaticano II, Eclesiología y Ecumenismo. Contacto: searenas@uc.cl

Para citar este artículo: Arenas, Sandra. «Revisitando la catolicidad: desafíos a la unidad de la Iglesia en un mundo "fragmentado"». Franciscanum 163, Vol. LVII (2015): 303-324.

recibido: 16 de abril de 2014
aceptado: 5 de junio de 2014


Resumen

El debate teológico contemporáneo al interior del catolicismo llama a recuperar una concepción cualitativa de catolicidad con el objetivo de corregir el clásico énfasis en su extensión geográfica. Las tendencias a identificar catolicidad con universalidad, o a confundir universalidad con uniformidad y a igualar continuidad con inmutabilidad, impiden que la Iglesia pueda desplegar una comprensión más holística de catolicidad. Enfrentando los desafíos de la globalización, el cristianismo puede ofrecer un camino alternativo de unidad en diversidad lo cual parece ser una traducción actual de la categoría teológica tradicional de catolicidad de la Iglesia. Este artículo se centrará entonces en el rol y el significado de la construcción de comunidad y de unidad de la Iglesia frente a los desafíos que presenta la globalización.

Palabras clave : Catolicidad, unidad de la Iglesia, globalización, construcción de comunidad, ecumenismo.


Abstract

Contemporary Catholic theological debate on catholicity claims to recover a qualitative conception of catholicity, in order to correct its classical emphasis on its geographical breadth. The tendencies to identify catholicity with universality, to confuse universality with uniformity and to equate continuity with immutability, prevented the Church from developing a holistic approach to catholicity. In facing the challenge of globalization, Christianity can offer an alternative way of togetherness in diversity, which seems to be the current translation of the theological category of the catholicity of the Church. This article's focus will be therefore on the role and significance of community building and the Church's unity in regard to sustaining creation and addressing globalization.

Keywords : Catholicity, Church unity, Globalization, Community building, Ecumenism.


Introducción

Asistimos a tiempos tan globalizados como fragmentados. Parecíamos superar el aislamiento, pero los augurios de épocas no solo de mayores sino de mejores relaciones en diversos niveles se han enfrentado a la necesidad de rediseñar una unidad diversa, hemos tenido que repensar nuestras relaciones comunitarias. Desde un punto de vista eclesiológico, esta tarea supone reimaginar la unidad visible de la Iglesia incluyendo las diferencias y tomando en cuenta los contextos.

Enfrentando los desafíos de la globalización, el cristianismo puede ofrecer un camino alternativo de unidad en diversidad, lo que parece ser la actual traducción de la categoría teológica tradicional de «catolicidad» de la Iglesia. Esto es lo que el teólogo belga Gustave Thils significó con el llamado a actualiser la catholicité de l'Eglise1. La unidad de la Iglesia implicaría una pluralidad de formas, de ritos, de estilos de vida eclesial, de espiritualidades y énfasis doctrinales. Consecuentemente, en esta eclesiología, las diferencias no implican que el otro deba -necesariamente- estar equivocado en sus convicciones religiosas privadas o institucionales; por el contrario, las diversidades son consideradas como la condición de posibilidad para recrear el rostro de la Iglesia.

Desde la perspectiva de Thils, proponemos en primer lugar, que la búsqueda de una verdadera catolicidad debería ser focalizada en sus concreciones locales y contextuales más que en sus idealizaciones universales. Al mismo tiempo, advertiremos que el proceso de actualizar la catolicidad de la Iglesia es un tema de aprendizaje ecuménico, como un proceso eclesiológico holístico. Tomar esto en cuenta nos permitiría superar la perspectiva tan limitada como anacrónica de ver la catolicidad solo como una característica universal y estática de la Iglesia.

Habiendo dicho esto, en la segunda parte sostendremos que el proceso de actualización de la catolicidad de la Iglesia es capaz de enfrentar los efectos de la globalización a través de un discernimiento del mandamiento cristiano a la oikoumene, a saber, la unidad de la humanidad así como de la creación en su conjunto. Este mandamiento -a nuestro modo de ver- estaría de hecho situado en el corazón de la misión sacramental de la Iglesia.

1. Aggiornando la catolicidad: ¿universal vs local?

Después de hacer un cuidadoso análisis de la evolución teológica del concepto de catolicidad, ya en la década del 40 Gustave Thils hizo un visionario llamado a actualiser la catholicité de l'Eglise. Condicionada por contextos controvertidos y debido a la fijación en la universalidad, la enseñaza magisterial y la teología católica por siglos se habría focalizado más que en los cualitativos, en los elementos cuantitativos de la catolicidad de la Iglesia, a saber: temporalidad (la inmutable enseñanza doctrinal en fidelidad a la enseñanza de los apóstoles), espacialidad (universalidad geográfica) y cantidad numérica2. Poco antes del Concilio Vaticano II, los elementos cualitativos de la catolicidad fueron casi por completo pasados por alto. La fuerte tendencia a identificar catolicidad con universalidad, a confundir universalidad con uniformidad y a igualar continuidad con inmutabilidad, impidieron que la Iglesia desarrollara una aproximación holística de la catolicidad.

1.1 Hacia una comprensión holísitica de la catolicidad, considerando las «localidades»

El debate teológico contemporáneo sobre la catolicidad, al interno del catolicismo, clama por recuperar una concepción cualitativa para corregir el clásico énfasis de la contrareforma, aquel de la extensión geográfica. Regularmente escuchamos reclamos acerca de una suerte de acrítica identificación de catolicidad y universalidad. Un análisis cuidadoso de las fuentes patrísticas ha mostrado que la plenitud denotada por katholikos refirió a la plenitud de fe mucho más que a la universalidad geográfica. Por lo tanto, catolicidad expresó simultáneamente la cualidad de la Iglesia de cohesión y su expansión geográfica. Históricamente de hecho, catolicidad habría referido o a su geográfica-universal y temporal extensión, a la adaptabilidad de la Iglesia a todas las culturas y personas, o a la autenticidad, totalidad y plenitud de la verdad presente en la Iglesia3.

Los debates mencionados se centraron alrededor de la recuperación de los aspectos cualitativos de la catolicidad manteniendo el focus sobre dos temas interconectados: re-pensar (1) la relación entre la catolicidad de la Iglesia y su unidad, y (2) la catolicidad de la Iglesia y la historia. Aquí claramente asistimos a dos diferentes teologías de la Iglesia4.

Por un lado, las teoréticas exploraciones de la preexistencia de la Iglesia -la cual afirma tanto su unidad interna como su trascendencia- enfatiza que la Iglesia -como una especie de comunión a escala mundial- se encuentra en una suerte de alianza vertical tanto a esta unidad interna como a esta Iglesia universal trascendente. Solo esto puede garantizar su sobrevivencia como cuerpo en contra de la amenaza de desintegración de cara al relativismo. De esta manera, se impone reafirmar la prioridad de la universal por sobre la local.

Por otro lado, también existen reflexiones eclesiológicas sobre la catolicidad que manifiestan la preocupación fundamental de la radical histórica y existencial naturaleza de la interacción de Dios con las personas, así, se resalta la importancia del diálogo y el valor de lo local y de lo particular.

Ahora bien ¿es posible conciliar estas -al parecer- opuestas maneras de entender la catolicidad de la Iglesia?

Pareciera que repensar la relación entre la catolicidad de la Iglesia y su unidad ha determinado el camino en el cual catolicidad ha sido concretamente vinculada a la historia. De hecho, históricamente hablando, ha habido dos aproximaciones teológicas al tema catolicidad-unidad. Una base teológica diferente sostiene esas perspectivas y, como consecuencia, son delineadas opuestas prácticas eclesiales y ecuménicas. Estas perspectivas difieren en que la primera identifica plenamente la catolicidad de la Iglesia y su unidad -como universalidad- y, la segunda, hace una clara distinción de los términos.

De esta manera, en el primer caso, cuando nosotros identificamos plenamente catolicidad con universalidad, la unidad de la Iglesia corre el riesgo de ser vista solamente como una condición, un medio, como nada más que un elemento formal aunque indispensable de la catolicidad de la Iglesia. Esta identificación conlleva un pesimismo antropológico donde las culturas están fundamentalmente caídas. El espacio eclesial es representado como un centro luminoso donde ha sido abrazada la plenitud de verdad revelada. En este escenario muy poco espacio es dejado para la apertura ecuménica, es decir, a la consideración de cualquier suerte de eclesialidad en otras confesiones cristianas.

Cuando, por otro lado, intentamos distinguir universalidad de catolicidad, y catolicidad de la unidad de la Iglesia, las diversidades -incluyendo localidades y contextos- llegan a ser consideradas como un componente esencial de la unidad de la Iglesia. Esta aproximación conlleva una antropología más optimista, la cual fuertemente afirma la acción de Dios en la historia y en las iglesias. Desde esta perspectiva, cada localidad es un potencial portador tanto de la riqueza que contribuye a una mayor plenitud de toda la Iglesia, como de los aspectos nostálgicos que requieren corrección y conversión5.

Las localidades y diversidades son en el mejor de los casos, vistas como un material pasivo para ser transformado y conformado con una centralizada -como mediación- verdad cristiana. Esto variaría si y solo si la catolicidad fuera también entendida en un sentido más complementario, es decir, como añadiendo dimensiones de pluralidad e integración a la unidad. De esta manera, la localidad aparecería como una realización de la unidad de la Iglesia más que una amenaza a esta6.

1.2 Hacia una comprensión holística de catolicidad desde una correcta consideración de sus vínculos con la universalidad

Se nos impone a este punto preguntarnos si la consideración del lugar central de las localidades excluye el carácter universal que la Iglesia como tal tiene. Ciertamente la respuesta es no, es decir, es claro que la catolicidad de la Iglesia refiere también a la universalización de la comunidad cristiana, sin embargo, es crucial que recordemos que este universalismo refiere a una persona como el elemento esencial de identidad, y por ello este universalismo va más allá de cualquier restrictiva consideración de expansión geográfica. De esta manera y habiendo advertido que el «universalismo cristiano» puede solo ser aprehendido cristológicamente, se impone la siguiente pregunta ¿qué significará en este contexto «identidad esencial» en tiempos en que se presta mayor atención a las localidades dentro y entre las iglesias?, ¿significa esto que un programa eclesiológico debería apelar a la unidad como un valor dogmático y así esta aparecería tendiente a la uniformidad de pensamiento y prácticas eclesiales?

A nuestro modo de ver, la distinción que hace Thils entre la unidad como valor dogmático y unidad en su condición histórica puede aportarnos alguna vía de solución. En el primer caso, es decir, en la consideración de la unidad como valor dogmático, la unidad de la Iglesia sería vista de acuerdo a la voluntad de Dios -acá es enfatizada la realidad trascendente de la Iglesia-; mientras en el segundo caso, las concreciones históricas-contextuales-locales, son tomadas seriamente7. Esta lúcida distinción previene de confundir la así llamada «identidad esencial» o con (re) unificación o con uniformidad. Como un resultado de esto, pensamos que los esfuerzos teológicos de sistematizar el significado dogmático de la unidad de la Iglesia (el cual depende radicalmente de la voluntad de Dios) deberían tomar seriamente en cuenta sus representaciones históricas, especialmente donde la unidad de la Iglesia es concretizada.

Las comunidades locales se muestran de alguna manera como las fundaciones de la unidad visible: su fe, su estructura sacramental así como su estilo de vida. Desde esta perspectiva, la así llamada catolicidad cualitativa se muestra como la mejor manera de subrayar tanto el elemento sobrenatural-trascendente de la catolicidad como su encarnación en las legítimas diversidades. Esto es lo que Lumen Gentium 13 enfatiza en tres puntos: (1) la catolicidad es vista como subsistiendo en la Iglesia católica más que siendo identificada con esta, lo cual implica un reconocimiento que la Iglesia de Cristo subsiste también en otras Iglesias8; (2) contiene una amplia noción de catolicidad que no solo abraza a los cristianos fuera de la Iglesia católica romana sino en último término, a toda la humanidad; y finalmente (3) se considera la inculturación como una faceta importante de la catolicidad9. Consecuentemente la catolicidad provee de una idea de la Iglesia universal que abraza una diversidad global, existe un imperativo de unidad que debe ser alcanzado en la local y un ideal de totalidad que abraza diferencias.

En este punto es preciso advertir que el desarrollo de la teología de la Iglesia local fue ocasionado por el reconocimiento de las celebraciones eucarísticas locales como una encarnación de la Iglesia de Cristo. Inspirado por las teologías de la tradición ortodoxa, la recuperación de la eclesiología eucarística le dio a la teología católica la oportunidad de afirmar su catolicidad global permitiendo que las Iglesias locales pasen de ser consideradas solo como partes de una organización eclesiástica para llegar a ser tratadas como plenos sujetos eclesiológicos. Una expresión concreta de esto puede ser vista en las así llamadas eclesiologías práxicas.

El mayor de los riesgos en una perspectiva que descuide una comprensión complementaria del componente local y del universal de catolicidad, es entender la situación contemporánea como una amenaza a la unidad. Una concepción más integrada de catolicidad, sin embargo, provee bases más sólidas para enfrentar la globalización, conectando apropiadamente catolicidad e historia.

2. Actualizando la catolicidad: asumiendo el mandamiento cristiano de la oikoumene en un mundo globalizado

En el siglo XX, tanto el crecimiento del Movimiento Ecuménico como el desarrollo de las llamadas eclesiologías práxicas, desafiaron una hermenéutica de catolicidad más bien particularista. Esto dio un impulso a repensar tanto sus dimensiones cualitativas como su concreción histórica.

Esto también ha implicado un proceso de aprendizaje ecuménico que ha ayudado a entender mejor la relación entre la catolicidad de la Iglesia y la historia presente.

2.1 La atención ecuménica hacia la catolicidad de la Iglesia como un proceso de aprendizaje

Al interno del Movimiento Ecuménico, el proceso de aprendizaje antes mencionado, se ha desarrollado de manera diversa. Por un lado, la atención ecuménica hacia la catolicidad alrededor de mediados del siglo XX, vio la catolicidad a la luz de la lucha por la unidad entre Iglesias divididas. En este contexto, la catolicidad de la Iglesia, apareció como algo menos que la concurrencia de Iglesias locales, que mantuvo una suerte de quieta comunión a través del reconocimiento mutuo de las doctrinas, los ministerios y los sacramentos. Por otro lado, tan pronto como fueron advertidas las limitaciones de esta aproximación doctrinal, al interno de los círculos ecuménicos la discusión se centró también en la necesidad de refundar la catolicidad de la Iglesia sobre principios sociales y éticos en esta sociedad fragmentada.

Dentro de estos círculos, entendiendo la catolicidad de forma inclusiva, ha surgido el llamado a la recatolización dentro y entre las Iglesias. De hecho, este llamado ha implicado un proceso de aprendizaje en tres modos:

1) Dado que este, así llamado, clamor por la recatolización como un llamado común a regresar a la comprensión más temprana de catolicidad, aquella que tomó seriamente en cuenta la «localidad», el llamado de Thils a actualiser la catholicité de l'Eglise podría ser correctamente relacionado a esto. Como hemos mencionado antes, las tempranas comunidades cristianas reconocieron un centro doctrinal cristológico que funcionó como motor para la expansión de las comunidades. Esto definió el desarrollo en la comprensión y práctica de las fronteras de la Iglesia en los primeros siglos, fue un proceso que marcó una cierta ortodoxia entendida como una identidad esencial, como las bases de su contenido. Tomando en cuenta la distinción que hace Thils entre el significado dogmático e histórico-contextual de unidad, la «identidad esencial» acá referiría a la unidad en su condición histórica más que a su valor dogmático. Esto es lo que la «recatolización» consideraría como primordial.

2) El proceso de actualización de la catolicidad así como el de recatolización se sustentan sobre la presuposición teológica de que la catolicidad de la Iglesia es siempre incompleta y clama por completud. Desde esta perspectiva, la catolicidad debiera siempre ser considerada como un desafío, esto es, como una tarea más que como algo ya logrado.

La eclesiología de los carismas del Concilio Vaticano II enfatiza lo mismo. El famoso párrafo de Lumen Gentium 8 así como el 12 del mismo documento pueden ser interpretados en esta línea. La unidad católica dependería no de una estructura externa o institucional sino bajo esos carismas dados a las comunidades, al pueblo de Dios en su conjunto10. Esta aproximación teológica sugiere que la catolicidad no tiene un carácter estático, sino más bien dinámico; implicaría un proceso continuo de posicionar esos carismas que contienen verdadera eclesialidad.

3) De esta manera, el paradigma eclesiológico de acuerdo a Thils debe moverse de la catholicité-mission hacia la catholicité-plénitude. Lejos de ser un llamado a la uniformidad institucional y/o teológica, este es un llamado a las comunidades cristianas a reconocer y emplear sus carismas, sus riquezas, a desarrollar sus cualidades eclesiásticas y culturales para conseguir la extensión visible de la Iglesia universal, la oikoumenè11. Esta realidad ha sido parafraseada de manera diversa como «diversidad carismática» (Cullman), «variedad en unidad y unidad en variedad» (Schaffs), «pluralismo cultural» (Congar), «Plenitud en diversidad» (Sullivan), «legítima diversidad» (LG 13), entre otras expresiones afines. En todos los casos mencionados, la plenitud de la catolicidad impulsa al cristianismo hacia la diversidad, mientras la diversidad hace que la plenitud sea concreta, real, aunque no completa.

Esta aproximación ecuménica inclusiva de catolicidad toma la diversidad seriamente, no solo ad intra sino también ad extra, como expansión que atraviesa los horizontes marcados por el cristianismo. En esto, no puede haber imposiciones, la vida cristiana no depende de una solución política a través de la aplicación de fuerzas externas sino más bien, esta depende de la integridad de las comunidades comprometidas con una diversidad reconciliada en y a través de Cristo en un mundo globalizado12. Dicho esto, pasamos a nuestra próxima sección sobre la relación entre catolicidad y globalización.

2.2 Enfrentando la globalización a través de una comprensión más integral de catolicidad

Para evitar un modelo monolítico de unidad, la Iglesia deviene consciente de que es parte a la vez de un mundo cristiano diverso y de una pluralidad de culturas y personas que llaman por un abierto e integrado modelo de Iglesia. Esta consciencia implica una estructura dialógica vis-à-vis las comunidades eclesiales y la historia. A la luz de esto, algunos autores han reflexionado sobre la oikumene como el fundamento teológico para la globalización13mientras muchos otros se han referido a la catolicidad como la base teológica para la globalización14. Avery Dulles, por ejemplo, sostiene que el ecumenismo y la catolicidad están imbricados porque ambos tienen que ver con la identidad cristiana básica como fundamento de nuestra apertura al carácter esencial de la diversidad. De esta manera, él argumenta que ambos están directamente y profundamente relacionados con la globalización15¿Cuál es el significado de esto para nuestra vida eclesial mientras enfrentamos la realidad sensible y atenta a las dimensiones globales y demandas de nuestra admitida vida eclesial plural? ¿Entendemos acríticamente la búsqueda secular por la unidad como «catolicidades seculares»?16.

En un volumen de Theological Studies del 2008 titulado «Theology and Globalization», Vincent Miller caracterizó los desafíos de la globalización desde la perspectiva de la catolicidad17.

Su aproximación ayuda a entender la catolicidad como una fuente teológica para proveer de una respuesta eclesial a los desafíos de la globalización. Convencido de que esa respuesta debe cuidar tanto el significado teológico de catolicidad como sus concreciones histórico-sociales, Miller defiende críticamente el fenómeno de la globalización, no leyendo en este fenómeno pura negatividad. En esta línea, su aproximación teológica confronta las advertencias de las teologías contextuales o teo-práxicas que han dado forma al giro eclesiológico característico del siglo XX.

De hecho, en la medida en que las teologías contextuales emergieron, una noción decontextualizada y universal de catolicidad perdió su fuerza. Esto ha implicado que nunca más las diferencias confesionales fueron el centro y la única amenaza a la catolicidad de la Iglesia. Existen otras, podríamos decir amenazas internas a la catolicidad de la Iglesia. Esto deviene patente particularmente en contextos donde las nuevas realidades eclesiales elevan la demanda de repensar las categorías eclesiológicas. El fuerte desarrollo de los nuevos movimientos constituyó uno de los más importantes paradigmas eclesiológicos con el horizonte de vincular de mejor manera la historia y la presencia de la Iglesia universal en ella.

A través de esta triple caracterización de la globalización, Miller deja claro que la globalización desafía a las comunidades cristianas cuando vincula homogeneización, heterogeneización18y desterritorialización. Desde un punto de vista teológico, estos serían efectos del proceso de globalización. En la literatura teológica, homogeneización ha sido ampliamente debatida como el principal o incluso el único efecto de la globalización, abordado normalmente como una búsqueda secular negativa para lograr la unidad en términos de uniformidad. Homogeneización significa, de acuerdo a Miller, la erosión de culturas locales a través de la imposición de una cultura particular dominante.

En reacción a esto, es posible deducir los resultados concretos de este proceso, por ejemplo, en la experiencia de las Comunidades Eclesiales de Base de América Latina (CEBs). La emergencia de las CEBs proviene de la convicción eclesiológica de que la Iglesia local es en ella misma expresión de la Iglesia tal y como esta es. Por ello, es en y a través de las iglesias locales que la Iglesia se revela, en sus múltiples y diversas formas de cultura en las cuales ella vive y celebra su fe19.

La tendencia secular más o menos extendida a homogeneizar culturas ha encontrado su significado eclesial en la tendencia siempre presente a crear una vida eclesial uniforme. Esta tendencia está presente no solo en la esfera ad intra del catolicismo, sino también ad extra de él. Por otro lado, la globalización como heterogeneización, desde la perspectiva de Miller, refiere al hecho de que el horizonte global no es traer comunión, sino polarización y división. La fragmentación, dentro de este proceso, ha sido el principal objetivo logrado, la heterogeneización nunca debiera ser vinculada con catolicidad. Desde este punto de vista, globalización no debiera ser considerada como una clase de catolicismo global20.

La desterritorialización, en la perspectiva de Miller, intensifica la heterogeneización. Mantener identidades aparece como el clamor principal incluso si esto implicaría eventualmente alguna pérdida de la perspectiva comunitaria. Si esto se aplica a las comunidades cristianas, las iglesias nunca más aparecerían como un sacramento de la salvación de Dios sino más bien como comunidades sectarias que controlan su identidad; esto ciertamente amenaza la capacidad de la Iglesia para estar presente en cualquier lugar21. Ambas, la heterogeneización y la desterritorialización potencian a las comunidades a focalizarse en sus propias identidades. Este no es un mal principio; al revés, hay algunos aspectos positivos para ser considerados. La experiencia eclesial de América Latina parece confirmar esto; lejos de ser llamada a la fragmentación ellas han sido consistentemente una expresión de regresar a la búsqueda original para conseguir la unidad cristiana, lo que contextualmente incluye las diferencias aunque respetando la identidad esencial.

En esta misma línea de argumentación, Miller considera que la catolicidad «provee ambos la medida y los medios para abordar esas dinámicas culturales: un ideal de unidad como una armonía de las diferencias que desafía el sectarismo dominante, y un llamado a la plenitud de la salvación que no encaja con una pureza abstraída del vínculo concreto con el mundo»22.

La catolicidad es vista como extensión geográfica, como comunión de diferencia y como profundidad/hondura (depth)23. Vinculado a la globalización, la extensión geográfica resulta intuitivamente ser el aspecto más obvio de la catolicidad porque las tecnologías de la globalización permiten una plena realización de la koinonía de la Iglesia en su conjunto. Sin embargo, como ya hemos enfatizado, el llamado a la universalidad y a la extensión geográfica también necesita vínculos en lo local, particular. Como comunión en la diferencia, la catolicidad nos permitiría enfrentar el actual desterritorializado modelo de comunión, en donde las diferencias parecen ser enfrentadas de manera relativista. Esto último no refiere a una suerte de sacralización, ni de las culturas ni de ninguna forma de eclesialidad dentro de ellas; por el contrario, cada expresión local de eclesialidad o de catolicidad tiene que ser discernida en la línea de la «identidad esencial» a la que hemos referido. Por lo tanto, este será siempre un proceso de aprendizaje desde y dentro de las iglesias.

Miller piensa que el llamado a vincular la diversidad de las culturas humanas es también un llamado a entrar en la profundidad de cada una de ellas. Así, nosotros no podemos simplemente «de-sacralizar» las culturas o la búsqueda secular por la unidad. Si esto es hecho, implicará establecer vínculos con la hermenéutica eclesiológica de la relación de Iglesia-Mundo, que ya ha sido superada.

Desde el punto de vista católico, esta perspectiva es enfatizada en la Constitución Pastoral del Vaticano II Gaudium et Spes y por la enseñanza magisterial más reciente. No hay pura negatividad en el mundo dado que Dios se ha dado en la historia. En palabras de Schreiter es importante tanto leer los signos de los tiempos y discernir qué nuevas oportunidades y peligros presenta la globalización para las iglesias y para la misión de ellas en el mundo24. En nuestra opinión, esta lectura y discernimiento tienen que ser hechas en comunidad y entre las comunidades, lo cual implica un tipo de discernimiento que es comunitario, como una auténtica expresión de catolicidad.

Luego, tomando en serio la historia, la noción de catolicidad como «depth» ofrece recursos para elaborar tanto una respuesta a la heterogeneización encontrada en la catolicidad como extensión geográfica como en la comunión de diferencias, y además provee de herramientas para establecer vínculos entre los desterritorializados aspectos de la globalización.

En la misma perspectiva, Dulles clama que el pleno desarrollo de su dimensión «depth», la Iglesia no debería ni buscar la completa identificación con el mundo, ni considerar el mundo como enteramente negativo25. Tal como ya hemos anotado, la Iglesia local puede funcionar como un locus para la experiencia concreta de unidad. En la perspectiva de Miller, esto funciona como un espacio heurístico donde se presta particular atención a lo particular de cada cultura y sociedad en su encuentro con el Evangelio26.

Cuestiones conclusivas

Así como Schreiter ha -a nuestro juicio- acertadamente apuntado, la reflexión sobre las notas de la Iglesia siempre aumenta cuando la Iglesia necesita redefinir su identidad y encontrar una nueva orientación27. El proceso actual de globalización y el desarrollo simultáneo de la sociedad civil parece constituir este tiempo de reorientación. Luego, reflexionar acerca de la catolicidad de la Iglesia aparece justificado.

Actualizar la catolicidad de la Iglesia engloba una comprensión cualitativa de catolicidad, incluso si la catolicidad no solo reside en acentuar su extensión espacial, ni su cantidad en términos numéricos. Esto tampoco solo reside en la variedad cultural y social o en la continuidad en el tiempo.

En esta visión teológica global, la catolicidad significa que ad intra la Iglesia radicalmente se mueve más allá de cualquier clase de particularismo o uniformidad y, asume a la vez una pluralidad en materia de ritos, estilo de existencia eclesial, espiritualidades, sistemas teológicos y énfasis doctrinales, mientras siempre cuida de su «identidad esencial»28. Consecuentemente, las diferencias en este tipo de eclesiología no significan que el otro esté necesariamente equivocado en sus convicciones religiosas privadas o institucionales o en sus prácticas eclesiales.

De esta manera, el proceso de actualización de la catolicidad de la Iglesia es de facto un proceso de eclesiogénesis entre cristianos como un elemento esencial de la verdadera Iglesia de Cristo.

El proceso de actualización de la catolicidad de la Iglesia implica la toma de consciencia de que las iglesias ad extra son desafiadas a vivir su catolicidad en el contexto de diversidad y localidad. Esto implica más que discernir implicancias e imperativos; esto también tiene que ver con encarnar la catolicidad en ethos, en estructuras, en prácticas y políticas en la esfera de la vida entera y plena, aunque imperfecta. La Iglesia tiene que, concreta y sinceramente actualizar todas las diversidades tanto en su estructura como en la vida cotidiana para dar cuenta y respetar la presencia del Espíritu Santo y sus regalos29.

Por esta razón es que las comunidades locales aparecen como estructuras que expresan la catolicidad de la Iglesia y pueden ser entendidas como formas concretas que se sitúan en contra de los efectos desterritorializadores de la globalización, un lugar donde la Iglesia puede asumir e integrar lo local. Cuanto más la catolicidad provee una idea de lo universal que engloba diversidad, existe un imperativo de unidad que debe conectar con lo local y un ideal de totalidad que integra diferencias.

Es claro que la unidad de la humanidad en este mundo envuelve la dimensión socio-política. La homogeneización y la heterogeneización aparecen como dos caras de la misma moneda; ambas acarrean fragmentación y desunión. ¿Cuál es el rol de las iglesias para superar la ruptura y crear unidad?

Las eclesiologías que son práxico-orientadas así como el crecimiento del movimiento ecuménico han desafiado una hermenéutica más bien particularista de catolicidad, impulsando a repensar sus dimensiones cualitativas así como su concreción particular. La catolicidad implica que la Iglesia funciona en tensión entre mantener sus ojos focalizados en lo universal y, en relación a y en un sentido producido para y por un contexto particular. Las iglesias deben poner atención a y reconocer donde Dios actúa fuera de sus estructuras visibles, institucionales.

Sin embargo, la Iglesia visible refleja ruptura e incompletud, aunque participe de la plenitud de la Iglesia invisible que será revelada en el cielo. Esta catolicidad de vida implicará algo más que uniformidad eclesial o doctrinal. Requerirá que aprendamos cómo vivir de acuerdo a la verdad que nos hace libres.

Notas

1 Encontramos esta aproximación tanto en sus tempranos como en sus recientes trabajos. No es nuestra intención exponer la eclesiología de Gustave Thils de manera exhaustiva; nos hemos limitado a analizar los siguientes trabajos: G. Thils, La notion de catholicité de l'Eglise à l'époque moderne [BETL, 13] (Leuven: University Press - Peeters, 1936) 5-73; Les notes de l'Eglise dans l'apologétique catholique depuis la Réforme (Louvain: Gembloux: 1937) 211-254; Histoire doctrinale du mouvement œcuménique (Paris-Louvain: Desclée-Warny, 1963); Syncrétisme ou catholicité? (Tournay : Casterman, 1967); Unité catholique ou centralisation à outrance ? (Louvain: Eglise Vivante, 1969).

2 G. Thils, Les notes de l'Eglise dans l'apologétique catholique depuis la Réforme, op. cit. 211-254.

3 Por ejemplo, Cirilo de Jerusalén delineó algunos aspectos de la catolicidad de la Iglesia como sigue: se extiende sobre todo el mundo, está unida en doctrina, incluye a toda la humanidad, y se extiende en el tiempo. Explica el significado de catolicidad como ha sido usado en el Credo, es decir, como la reunión de todos en unidad. Acá, la catolicidad es entendida como una cualidad interna [Catech. 18:23] (Migne P.G. 33 c. 1044). Vicente de Lerins sostiene, por su parte, que la Iglesia como católica comprende casi todas las cosas universalmente, abarca aquello que ha sido creído en todos lados, siempre y por todos. Katholikos significa antes de nada, totalidad e integridad interna de la vida de la Iglesia. Totalidad no es solo communion empírica. Ecclesia catholica nunca refirió a la Iglesia repartida por todo el mundo. Esto no ha querido significar en palabras de Ignacio de Antioquía: «Where there is a bishop, let there be the whole multitude; just as where Jesus Christ is, there too is the Catholic Church» (Ignat Smyrn. 8:2). Parece que solo en el Este, durante los conflictos en contra de los donatistas, la palabra catholica fue usada en el sentido de universalidad, en oposición al provincialismo geográfico de los donatistas. Ver para esto, por ejemplo, W. Beinert, Ökumenische Leitbilder und Alternativen in Handbuch der Ökumenik, III/ (Paderborn: Bonifatius, 1987), 129-131.

4 El debate contemporáneo Ratzinger-Kasper sobre la Iglesia local-universal ha dejado en evidencia la tension. Ver Solange Lefebvre, «Conflicting Interpretations of the Council: The Ratzinger-Kasper Debate», The New Pontificate: a Time for Change?, Concilium 1 (2006) 95-105.

5 Congar afirma lo mismo: «La catholicité purifie les diversités humaines en se les assimilant pour se les incorporer, elle les fait mourir à leur trop grand particularisme» Yves Congar, «Chrétiens désunis: principes d'un oecuménisme catholique», en Unam Sanctam 1 (Paris : CERF, 1937), 142.

6 Kasper, por ejemplo, cree que el modelo que más funciona en la relación entre la Iglesia local y la universal es la variedad en la unidad y la unidad en la variedad. Una aproximación metodológicamente balanceada sobre la interacción entre los presupuestos teóricos y prácticos es ciertamente el respeto por historicidad; esto permitiría la posibilidad de una nueva síntesis a través del encuentro de los clamores de la verdad cristiana y el contexto en los cuales ella es expresada.

7 Cf. G. Thils, Unité Catholique ou Centralisation a Outrance?, op. cit., 92-93.

8 Un excelente panorama histórico sobre la doctrina conciliar del «subsistit in» en Karim Schelkens, «Lumen Gentium's ‘subsistit in' Revisited: The Catholic Church and Christian Unity after Vatican II», Theological Studies 69 (2008): 875-893.

9 «From moralizing advice to greater attentiveness to needs. From wrote doctrinal answers to questions people had stopped asking», Ian Linden, Global Catholicism. Diversity and Change since Vatican II (London: Hurst & Company, 2009), 87.

10 Creeemos que Dulles se refirió específicamente a Lumen Gentium cuando describió catolicidad como «present, though imperfect, reality» en la communion romana. Cf. A. Dulles, The Catholicity of the Church (Oxford: Clarendon Press, 1985), 168. La misma aproximación sería acentuada más adelante referiéndose a Unitatis Redintegratio 4 cuando dice que la Iglesia ha sido católica desde el principio pero que ella nunca ha tenido gran éxito en expresar «the fullness of her catholicity in every respect in actual life». Cf. Ibíd., 269.

11 Cf. g. Thils, Histoire doctrinale du mouvement œcuménique, op. cit., 271-272.

12 Desde el Vaticano II, el enfoque cristológico ha sido normalmente acentuado. De acuerdo a De Lubac, «católico» sugiere la idea de un todo orgánico, de una realidad que no está fragmentada sino que torna hacia un centro que asegura su unidad. De Lubac apunta a que esto tomará lugar donde sea que se diere la diferenciación interna o el área de expansión. Cf. H. de Lubac, The motherhood of the Church (San Francisco: CA, Ignatius Press, 1982), 173-174. Todo el cosmos, desde el punto de vista de Dulles, tiene en Cristo su centro de unidad, de coherencia y cumplimiento. Cf. A. Dulles, The Catholicity of the Church, op. cit., 168.

13 Por ejemplo, M. Kline y G. J. Bekker, «Engaging the Other in the Global Village», Theological Education 26/1 (1990): 50-62. M. S. Burrows, «Globalization, Pluralism and Ecumenics: the old Question of Catholicity in a New Cultural Horizon», Journal of Ecumenical Studies 29/3-4 (1992): 346-367. Ch. Duraisingh, «Contextual and Catholic: Conditions for Cross-Cultural Hermeneutics», Anglican Theological Review 82 (2000): 679-702.

14 R. Marzheuser, «Globalization and Catholicity», Journal of Ecumenical Studies 32/2 (1995): 179-193.R.J. Schreiter, The New Catholicity: Theology Between the Global and the Local (Maryknoll N.Y: Orbis Books, 1997). A. Dulles, «The Catholicity of the Church and Globalization», Seminarium 40 (2000): 259-268. R.J. Schreiter, «Globalization, Postmodernity, and the New Catholicity», en For all People: Global Theologies in Contexts, eds., E.M.W. Pedersen, H. Lam & P. Lodberg, 13-31 (Grand Rapids, Mi.: Eerdmans, 2002). P. De Mey, «Is the Connection of “Catholicity” and “Globalization” Fruitful? An Assessment of Recent Reflections on the Notion of Catholicity», ET Bulletin 13 (2002): 169-181. N. Koopman, «Confessing and Embodying the Catholicity of the Church in the Context of Glocality», Scripture 94 (2007): 29-39. Vincent Miller, «Where is the Church», Theological Studies 69/2 (June 2008) 412-432.

15 Cavanaugh, sin embargo, arguye que la catolicidad provee una mejor y fundamentalmente diversa concepción de universalidad de aquella que promueve el capitalismo, la cual sirve a una falsa concepción de catolicidad. Cf. W.T. Cavanaugh, «The City: Beyond Secular Parodies», in Radical orthodoxy: a New Theology, ed., J. Milbank, C. Pickstock & G. Ward (London-New York: Routledge, 1999), 182-200.

16 Tratando de recuperar las dimensiones cualitativas en un mundo globalizado y pluralista, la cuarta Asamblea del WCC realizada en Uppsala en 1968 introdujo el concepto de «secular catholicities» para referirse a las fuerzas seculares de la globalización como un regalo de Dios a la Iglesia y como una tarea para la Iglesia. Cf. The Uppsala Report (Geneva: World Council of Churches, 1968), 11-18. Para algunos autores la globalización habría sido abordada con demasiado optimismo. Cf. A. Dulles, The Catholicity of the Church, op. cit.,, 26-29 y también «The catholicity of the Church and globalization», op. cit. Dulles sostiene que la Iglesia reconoce que su catolicidad, basada en la gracia y la fe, no puede ser impuesta en la sociedad secular. Por lo tanto, la búsqueda secular por la unidad debe ser evangélicamente evaluada. Un tratamiento menos optimista sobre globalización se observará 30 años más tarde en el documento Harare donde este fenómeno es fundamentalmente visto en oposición al encargo Cristiano por él. Cf. Together on the Way: Official Report of the Eight Assembly of the World Council of Churches (Geneva: WCC publications, 1998).

17 Cf. Vincent Miller, op. cit.

18 Glocalization es entendido como el proceso de interacción e interdependencia entre niveles locales y globales.

19 Cf. J. Sánchez, «Las Comunidades Eclesiales de Base, una alternativa de comunión en un mundo globalizado», Revista Iberoamericana de Teología 5 (2009). En un mundo globalizado, caracterizado por enormes cambios sociales y culturales, las Comunidades Cristianas Eclesiales de Base, que beben de sus propios contextos y traducen su fe en y desde ellos, ofrecen una alternativa tanto eclesial como social para encarnar la hermandad/fraternidad/sororidad y la solidaridad. Un enfoque no católico lo encontramos en G. Cook, The Expectation of the Poor: Latin American Base Ecclesial Communities in Protestant Perspective (Maryknoll, N.Y.: Orbis Books, 1985).

20 Linden diría que la communion sin ninguna clase de exclusiones habría sido el leitmotiv de este proceso. Cf. Ian Linden, op. cit. Mardones, sin embargo, sostiene que el principal desafío en esta era pos-moderna es precisamente entrar en diálogo con «the fragments», cf. J.M. Mardones, Postmodernidad y cristianismo. El desafío del fragmento (Bilbao: Sal Terrae, 1988), especialmente el Epílogo.

21 En este punto, la afirmación de Marzheuser de que la globalización podría eventualmente encontrarse en casa en la catolicidad y viceversa, al menos debería ser cuestionada. Cf. R. Marzheuser, op. cit.

22 Vincent Miller, op. cit. 421. [traducción nuestra].

23 La cuádruple caracterización de catolicidad de Dulles of the Church se encuentra detrás de esto. Las dimensiones creacionales y vertical/trinitaria de catolicidad (height and depth) sostienen los aspectos de expansión temporal y los deberes misioneros (breadth and length). De acuerdo a esta perspectiva, el tratamiento tradicional de la catolicidad en sus aspectos especial y temporal deben ser enraizados en sus dimensiones verticales, donde los esfuerzos dialécticos para mantener el equilibrio en esos dos órdenes teológicos aparezcan al menos, como difíciles. Cf. A. Dulles, The Catholicity of the Church, op. cit., especialmente 30-105.

24 Cf. Schreiter, The New Catholicity: Theology Between the Global and the Local, op. cit., 8.

25 Cf. A. Dulles, The Catholicity of the Church, op. cit., 66.

26 Cf. Vincent Miller, op. cit., 426.

27 Schreiter, The New Catholicity: Theology Between the Global and the Local, op. cit., 119.

28 Schreiter, The New Catholicity: Theology Between the Global and the Local, op. cit., 119.

29 Thils enfatiza que dado que la catolicidad es en realidad un misterio de unidad y diversidad, la catolicidad de la Iglesia debe ser considerada como un regalo y también como una misión, como una tarea para ser realizada. La catolicidad de la Iglesia implica identidad y diversidad, cohesión y expansión precisamente por la acción del Espíritu Santo. Cf., G. Thils, syncrétisme ou catholicité?, op. cit., 82.


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