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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.57 no.164 Bogotá July/Dec. 2015

 

Regalos del Resucitado. Un comentario de Jn 20, 19-23*

Gifts of the Risen. A comment in Jn 20, 19-23

Manuel Tenjo Cogollo**
Uniminuto - Bogotá - Colombia

* El artículo de reflexión realizado en el semillero de investigación del grupo Palabra, Pueblo y Vida de Uniminuto, parte del análisis de Jn 20, 19-23 para presentar los regalos que Jesús resucitado trae a la comunidad de discípulos para dar paz, alegría y sanación, de manera que se vea impulsada por el Espíritu de Dios a conducir al perdón en medio de las circunstancias de oscuridad y encerramiento. El camino metodológico va del análisis narrativo del texto al comentario bíblico que facilite la reflexión en la comunidad de discípulos para dinamizar una mayor comprensión de los contenidos del texto analizado.

** Profesional en Teología, Pontificia Universidad Javeriana (1994). Magíster en Teología, Pontificia Universidad Javeriana (2010). Magíster en Bioética, Universidad Libre Internacional de las Américas (2014). Profesor de Ciencias Bíblicas e investigador del Instituto Bíblico Pastoral Latinoamericano de Uniminuto. Profesor de la Fundación Universitaria Claretiana. Participa en el grupo de investigación Palabra, Pueblo y Vida de Uniminuto. Contacto: mtenjo@uniminuto.edu, manueltenjo@yahoo.com.

Para citar este artículo: Tenjo Cogollo, Manuel. «Regalos del resucitado. Un comentario de Jn 20,19-23». Franciscanum 164, Vol. LVII (2015): 255-280.

Enviado: 18 de septiembre de 2014 Aceptado: 27 de octubre de 2014


Resumen

La experiencia de Jesús resucitado es siempre novedosa y sorprendente, de manera que debe presentarse con aspectos constructivos como el cumplimiento de promesas y regalos tanto personales como comunitarios, que impulsen procesos comunitarios y abran campos de pastoral dinamizados por la fuerza del Resucitado. A partir del comentario bíblico de Jn 20, 19-23 se presenta la posibilidad de crecer en ámbitos pastorales y comunitarios con personas sanadas, en paz, bajo el impulso del Espíritu Santo que conduzca a fortalecer las relaciones con el perdón y la misión.

Palabras clave: Resucitado, regalos, promesas, cumplimiento.


Abstract

The experience of the Risen Jesus is always innovative and surprising, so that it must be shown with constructive aspects such as the fulfillment of promises and gifts both personal and communitarian, which can boost community processes to open some pastoral fields empowered by the strength of the Risen. From the biblical commentary of Jn 20,19-23 the ability to grow in pastoral and community settings with healed, in peace people is given, under the impulse of the Holy Spirit that leads to strengthen the relationships with both forgiveness and the mission.

Keywords: Risen, gifts, promises, performance.


Introducción

La experiencia de la repetición conduce a memorizar con facilidad, pero después genera unos paradigmas estáticos que no permiten ver más allá de lo establecido. Este fenómeno también ocurre en la lectura de la Biblia, pues la repetición de interpretación y de predicación del mismo texto, una y otra vez, conduce a perder la novedad del mensaje.

La lectura de Jn 20, 19-23, en la predicación y en la homilía tradicional, ha estado marcada por el personaje Tomás, que aparece en los vv. 24-29, de manera que los elementos fundamentales del texto se quedan con aplicaciones sencillas y, en ocasiones, un «poco superficiales» a partir de la segunda parte de la perícopa y dejando de lado la intencionalidad del evangelio de Juan en los vv. 30-31. Se corre el riesgo de presentar análisis parcializados, incompletos y con aplicaciones poco transformadoras.

Se busca partir de un análisis narrativo de Jn 20, 19-23 para proponer una comprensión crítica desde la perspectiva de los regalos que el Resucitado realiza a la comunidad de discípulos, esto conduce a detenerse en la fuerza y el movimiento de las palabras clave, que llevan a una comprensión del texto en su dinamismo interno. De manera que el análisis de Jn 20, 19-23 se ubica dentro de la eficacia del capítulo 20 y observa el movimiento que se desarrolla internamente, donde una parte inicial condensa los elementos que se desarrollarán en la segunda parte. Las escenas de la resurrección están organizadas de manera que relacionan directamente en un movimiento de acción-reacción, haciendo que la actividad sea creciente y se proyecte a la misión más allá de la experiencia sensorial de Jesús resucitado.

1. División de Jn 20

Fijar los límites del texto de estudio (Jn 20, 19-23) y el lugar que ocupa en Jn 201 nos permite conocer el dinamismo interno. Se puede organizar el material de Jn 20 teniendo en cuenta dos elementos notables: por días y por escenas, como se describe a continuación.

1.1 Los días del resucitado

Teniendo en cuenta las nominaciones temporales se pueden ver dos días: «el primer día de la semana» (v.1) y «ocho días después» (v.26), y a partir de allí podemos organizar el material de la siguiente manera:

vv. 1-25: «el primer día de la semana»

vv. 1-10: la tumba vacía (de madrugada)
vv. 11-18: aparición de Jesús a María Magdalena (tal vez... al medio día)
vv. 19-25: aparición de Jesús a los discípulos (al atardecer)

vv. 26-29: «ocho días después»

vv. 30-31: conclusión del libro

Esta ha sido la propuesta tradicional de los exégetas2, pero no se va a utilizar, porque interesa el dinamismo ver-creer, como elemento importante para desarrollar la propuesta de recibir los regalos del Resucitado en clave de cumplimiento a promesas realizadas anteriormente.

1.2 Las escenas de la resurrección

Analizando Jn 20 por escenas3, se divide el texto teniendo en cuenta las relaciones entre los verbos: «ver y creer», de la siguiente manera:

1. a escena: vv. 1-10: María Magdalena, Simón Pedro y el otro discípulo ven la tumba vacía

2. a escena: vv. 11-18: María Magdalena cuenta que ha visto al Señor

3. a escena: vv. 19-23: Los discípulos ven al Señor

4. a escena: vv. 24-25: Tomás no ve y no cree

5. a escena: vv. 26-29: Tomás ve y cree en el Señor y Dios

6. a escena: vv. 30-31: Conclusión del libro: creer en Jesús el Cristo

Las siguientes son algunas observaciones que surgen a partir de la organización de Jn 20 en seis escenas:

  1. La relación por pares de escenas. Es notable una relación directa entre la primera y la segunda escena por la participación de María Magdalena, la cercanía a la tumba vacía, la relación con los discípulos -hermanos de Jesús que reciben el mensaje de parte de la mujer-. Se maneja la relación entre ver la tumba vacía y proclamar: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto» en dos oportunidades (vv. 2.13) y tener el encuentro personal con Jesús Resucitado para anunciarlo a los «hermanos» del Señor (v. 17).

    La tercera escena tiene relación con la sexta escena, pues tienen la tarea de la misión en el v. 21: «como el Padre me envió, también yo os envío» y la del v. 31 donde señala que las palabras escritas en el libro son «para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios». Se observa el dinamismo de salir a anunciar a Jesús como Señor y Dios (vv. 24.31). El creer conduce a «tener vida» con el Resucitado.

    La cuarta y la quinta escenas tienen una participación importante de Tomás que comienza sin creer en el testimonio de la comunidad y termina viviendo el encuentro personal con Jesús resucitado para confesarlo como «Señor mío y Dios mío» (v. 28). Se dinamiza la relación entre ver para creer, pues la clave de Jesús es creer para ver.

  2. La relación con las confesiones de fe. La primera escena termina con una confesión de fe: «habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos» (v. 9). De igual manera, la segunda escena termina con otra confesión por parte de María Magdalena4, pues ella: «dijo a los discípulos que había visto al Señor» (v. 18).

    Sin embargo, entre la tercera escena y la cuarta existe una relación de tensión, pues los discípulos confiesan ante Tomás: «hemos visto al Señor» (v. 24), pero este se resiste a recibir el testimonio de la comunidad sobre la resurrección del Señor, hasta que lo vea y lo toque, no creerá (v. 25). La confesión positiva de la comunidad de discípulos se opone a la negación de Tomás.

    La quinta escena termina con la confesión de fe de Tomás: «Señor mío y Dios mío» (v. 28) y con la confesión de fe de futuras generaciones de cristianos, a quienes Jesús declara: «Dichosos los que no han visto y han creído» (v. 29). La sexta escena termina con una confesión de fe universal: «para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre» (v. 31).

    La secuencia de confesiones de fe confiere al texto un carácter kerigmático «acorde con el propósito de todo el evangelio»5, señalando la importancia vital de la comunidad de discípulos que anuncia al Resucitado para que muchos crean y tengan vida.

Este esquema por escenas es el que se sigue en el análisis bíblico, pues facilita identificar las relaciones de Jn 20, evidencia el movimiento del texto y abre perspectivas de interpretación narrativa permitiendo formular conclusiones y aplicaciones tanto personales como comunitarias.

1.3 La escena central

La tercera escena, los vv. 19-23, narra que los discípulos ven al Señor, ocupa un lugar central, donde confluyen la primera y segunda escenas, al mismo tiempo que abre las posibilidades de la cuarta y quinta escenas, para desenvolverse en la sexta como conclusión del libro. Es decir, establece el nudo del dinamismo de Jn 20 y sus relaciones con el resto del cuarto evangelio.

Por todo lo anterior, revisten un interés particular los vv. 19-23, porque allí se observa el encuentro comunitario con Jesús resucitado, llevando siete regalos que superan las estrechas mentes «encerradas por miedo» (v. 19) y que los conduce a vivir en la oscuridad. Se encuentra una vital importancia en la tercera escena y ayuda a reflexionar sobre la fuerza del Resucitado en todos tiempos y particularmente en los que manifiestan mayor miedo y oscuridad. El comentario analítico que sigue se centra en Jn 20, 19-23 desde donde se presentan «los regalos del Resucitado» para que los creyentes se proyecten a la transformación comunitaria y social.

2. Los regalos del resucitado

2.1 Descripción de la escena en Jn 20, 19-23

Abordar la lectura analítica de Jn 20, 19-23 conduce a mirar la forma como se desarrolla el relato, de la siguiente manera: los discípulos de Jesús se encuentran encerrados por un motivo particular: «por miedo a los judíos» (v. 19). Esta actitud manifiesta que los discípulos de Jesús se encuentran participando de la oscuridad de la tumba y se han quedado con la muerte del Señor.

En medio de la oscuridad del atardecer y de la cerrazón de las puertas «se presentó Jesús en medio de ellos» (v. 19), mostrando que la Resurrección supera los obstáculos locativos, mentales y culturales, trayendo una novedad creadora de un nuevo orden.

Los discípulos ven las manifestaciones de Jesús que saluda trayendo paz y mostrando «las manos y el costado» (v. 20), revelando que el crucificado es el mismo Resucitado, conduciendo a que ellos se alegraran «de ver al Señor» (v. 20).

Posteriormente Jesús habla todo el tiempo (vv. 21-23), dejando regalos e instrucciones de la actividad que deben seguir guiados por el Espíritu Santo.

Los discípulos se alegran al «ver al Señor» (v. 20) y reciben el mandato directo de «recibir el Espíritu Santo» (v. 22) y de «perdonar los pecados» (v. 23). Jesús es el protagonista porque Él se manifiesta resucitado «en medio de ellos» (v. 19), les muestra «las manos y el costado» (v. 20), les dice algunas instrucciones, «sopla sobre ellos» (v. 21) y el texto no señala que desaparece. Da la impresión que se queda con la comunidad de discípulos. De manera que Jesús es el protagonista activo y los discípulos tienen receptividad que posteriormente se volverá acción por los imperativos de Jesús, por el anuncio a Tomás (v. 24) y por la conclusión del libro que se vuelve la misión de la comunidad (vv. 30-31).

2.2 Obstáculos para experimentar al resucitado

La experiencia de la resurrección de Jesús tiene obstáculos puestos por la condición humana: «al atardecer del primer día de la semana» y «el miedo a los judíos» (v. 19), lo que conduce a tener «las puertas cerradas». A continuación se describen los elementos señalados:

  1. «al atardecer». El atardecer o anochecer está mostrando la dialéctica de luz/oscuridad o día/noche, típicas expresiones en el Evangelio de Juan6. La luz-día es símbolo de Dios y de su actividad a través de Jesús (cfr. 1, 4; 8, 12). Las tinieblas-noche representan todo lo que se opone a los valores propuestos por Dios (cfr. 1, 5; 3, 19; 9, 4; 13, 30). Los hombres son libres de buscar la luz (que se identifica con Dios, 1, 5; y con Jesucristo, 8, 12) o de rechazarla para vivir en la oscuridad (1, 5; 3, 19-20). «El hombre que se decide por Dios está ya decididamente en camino hacia la salvación escatológica (8, 12; 12, 46), mientras que el hombre que prefiere las tinieblas tiene una existencia orientada ya hacia la perdición»7. De manera que las tinieblas/ oscuridad se encuentran reprobadas por Dios y quien se obstina en permanecer voluntariamente en ella se encuentra, por tanto, lejos de la voluntad divina, como se verá en el v. 23: «a quienes les retengan los pecados, les quedan retenidos».

    Jesús se presenta resucitado a los discípulos que se encuentran encerrados y en la oscuridad, para dar luz a su esperanza y dinamizar su existencia, de manera que se unan a trabajar de día en las obras del Padre (8, 4). Jesús resucita «el primer día se la semana (...) de madrugada» (20, 1) para señalar que comienza una nueva creación8 llena de la luz de un nuevo día, en consonancia con lo afirmado en la sanación del ciego de nacimiento: «yo soy la luz del mundo» (8, 5).

    La oscuridad existencial puede constituirse en un obstáculo para vivir la experiencia de la resurrección de Jesús, como le ocurre a Tomás (20,24-25), sin embargo, el Señor supera ese obstáculo para rescatar a sus discípulos de la oscuridad, tristeza, miedo y encierro.

  2. «el miedo a los judíos». La expresión «miedo» representa lo que acobarda al discípulo para que no dé testimonio del Señor Jesús como se espera de él9.

    En el cuarto evangelio encontramos a Nicodemo que busca a Jesús de noche (3, 1-2), en 7, 13, que la gente no habla de Jesús «abiertamente por miedo a los judíos». De igual manera vemos a José de Arimatea que permanece «en secreto por miedo a los judíos» (19, 38). El «miedo» destruye el heroísmo de los discípulos de Jesús, pues sienten la aflicción que impide proclamar libremente al Señor.

    Los discípulos de Jesús se encuentran encerrados porque temen a las acciones de las autoridades judías; no han tenido un encuentro personal con Jesucristo Resucitado para empezar a dar testimonio del Señor, por tanto, el miedo paraliza las decisiones y las acciones de los que no han experimentado el dinamismo de la nueva creación que comienza con «el primer día de la semana».

  3. «las puertas cerradas». Junto al miedo y la oscuridad aparece otro elemento que refuerza la experiencia de muerte de los discípulos de Jesús: «las puertas cerradas», con un matiz locativo: las puertas tienen tranca o llave por dentro como lo muestra la palabra griega kleió10. La expresión aparece en dos ocasiones en Jn 20, en el v. 19 y en el v. 26. La primera para hablar de la condición de la comunidad de discípulos sin Tomás y la segunda para señalar a la comunidad con Tomás.

    Cerrar las puertas no es una mera acción locativa, es también la disposición del corazón para abrirse a Dios y al hermano como lo muestra 1Jn 3, 17. La cerrazón del corazón se manifiesta de manera individual (como Tomás v. 25) y también comunitaria (v. 19), lo que impide abrirse a la acción creadora de la Resurrección de Jesús.

De manera que existen condiciones humanas que impiden experimentar y comprender la novedad de la Resurrección de Jesús: la cerrazón del corazón causada por el miedo y la oscuridad. Estas categorías van en la dirección de manifestar el sufrimiento comunitario al anunciar al Señor Resucitado y las maneras como se puede superar11. Las expresiones son muy fuertes y redundantes, para mostrar el contraste tan grande que viene a traer Jesús irrumpiendo «en medio» de los discípulos en dos oportunidades (vv. 19.26), revelando su nueva condición y dando la misión a su comunidad que empieza a participar de su resurrección.

2.3 Los regalos del resucitado en Jn 20, 19-23

Jesús toma la iniciativa de manifestarse resucitado, primero a María Magdalena (vv. 14.16), luego a la comunidad de discípulos sin Tomás (v. 19) y después a la comunidad con Tomás (vv. 26-27), siempre trayendo algún regalo y mayor comprensión del sentido de su muerte y resurrección.

En los vv. 20-23 vemos a Jesús Resucitado que dona siete regalos a la comunidad de discípulos para conducirlos a que se conviertan en testigos de la nueva relación con el Señor12. Los regalos del Resucitado se manifiestan como confirmaciones de promesas realizadas por Jesús a lo largo del Evangelio de Juan, especialmente en el libro de la gloria (13-19). A continuación se analiza cada regalo por separado con sus elementos de cumplimiento, encaminado a dinamizar el kerigma del cuarto evangelio.

  1. «La paz con ustedes». Es el saludo y la despedida de los judíos evocando la bendición que Dios pide a Moisés que imparta a su pueblo (Nm 6, 24-26), como lo íntegro, lo completo y la suma de bendiciones divinas. Esta expresión aparece dos veces en nuestra perícopa de estudio (v. 19.21) y una más cuando Jesús saluda a la comunidad con Tomás (v. 26).

    Sin embargo, la paz que da Jesús, «no es como la que da el mundo» (14, 27), en el sentido de la ausencia de conflicto o de supremacía de un pueblo que garantiza la paz de las naciones como esperaban los judíos13. Es primordialmente la señal de la nueva alianza que Dios establece con el pueblo renovado por el Espíritu Santo: «concluiré con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna» (Ez 37, 26).

    La paz es promesa de Jesús y cumplimiento del Resucitado para salir victorioso en los momentos de tribulación (16, 33), pues se tiene la comunión con el Padre y con los hermanos (16, 32).

    Los discípulos de Jesús tendrán que enfrentar una misión con conflictos con el mundo, sin embargo, el Maestro promete a la comunidad paz en medio de las tribulaciones (16, 32-33), de manera que el primer regalo del Resucitado consiste en mantener la paz divina en medio de los conflictos de la misión, pues Él mismo ha sufrido la violencia por la persecución, ha comprado la paz que ahora puede entregar como don14.

    La paz que da Jesús es creciente y con manifestaciones diversas, pues en Jn 20 se encuentra la expresión: «La paz con ustedes» en tres ocasiones y en cada una existe un avance sobre la experiencia anterior, como se presenta a continuación:

    • En el primer saludo de paz (v. 20) Jesús trae la sanación de las heridas de la crucifixión y de toda forma de violencia, y la alegría como cumplimiento y plenitud de las promesas del Señor.

    • En el segundo saludo de paz (v. 21) Jesús trae la misión para el mundo, acompañado del soplo de la nueva creación, sellado por el Espíritu Santo y llevando al perdón de los pecados.

    • En el tercer saludo de paz (v. 26) Jesús conduce a la profesión de fe de Tomás y del fruto de la misión: «los que sin ver han creído» (v. 29).

  2. «Les mostró las manos y el costado». Jesús da a conocer las heridas gloriosas de su crucifixión15. El mensaje directo consiste en señalar que el crucificado es el mismo resucitado. En Jn 20 se describe que Jesús «les mostró las manos y el costado» (v. 20) a la comunidad de discípulos, además a Tomás le dice: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado» (v. 27). La iniciativa es de Jesús que resalta las heridas sanadas de las manos y del costado, de manera que produce una respuesta positiva de los destinatarios: la alegría de la comunidad de discípulos (v. 20) y la profesión de fe de Tomás (v. 28).

    Las heridas ya no duelen, ya están sanadas por la resurrección. Recuerdan la donación de amor por los amigos (15, 13), además recuerdan las promesas en las que Jesús señala que «no los dejará huérfanos» (14, 18), sino que volverá a estar con los discípulos (14, 3.18-19). La resurrección de Jesús trae el segundo regalo: la sanación de las heridas causadas por la persecución violenta de quien vive la verdad, por eso pueden ser tocadas pero ya no duelen, porque son la muestra del amor y de la comunión con Jesús Resucitado y con su Padre (14, 20).

    Al mismo tiempo, las heridas de Jesús, recuerdan la posibilidad de darle un sentido redentor al sufrimiento, como se fue entendiendo en Is 53, 5-12 y manifestado como señal de la nueva alianza entre Dios y el nuevo pueblo. Sin duda el evangelista Juan recuerda que Jesús muere como el Siervo de Dios y como el Cordero de Dios16, por tanto, que Jesús muestre las heridas a sus discípulos puede hacer recordar que «por sus llagas hemos sido sanados» (Is 53,5), marcando que el sufrimiento sirve de transfundo para la redacción de los relatos de la pasión de Jesús, pero resaltando el sentido redentor del sufrimiento del inocente: «pues él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes» (Is 53, 12; cf. vv. 6.8.10.11), para sanar, rescatar y conducir a la vida gloriosa a los que padecen con el Señor.

  3. «Se alegraron». Después del primer saludo de paz y que Jesús mostrara su heridas, viene el regocijo de los discípulos al «ver al Señor» (v. 20). La alegría es fruto de tomar consciencia de las bendiciones de Dios, es una promesa mesiánica y señal de la nueva alianza17 que conduce a reconocer las acciones divinas en el nuevo pueblo de Dios y en este caso «es el gozo de la resurrección»18.

    Desde el comienzo del Evangelio de Juan la alegría muestra el cumplimiento y plenificación de la Palabra de Dios. La alegría

    «ha alcanzado la plenitud» (3, 29), como amigo del novio (Juan Bautista) que «se alegra mucho con la voz del novio» al experimentar el cumplimiento en Jesús19.

    Jesús había prometido la alegría a sus discípulos en distintos momentos, por ejemplo, cuando termina la alegoría de la vid, señala que les enseña «para que mi gozo esté en ustedes, y para que su gozo sea colmado» (15, 11), tendiendo una sola alegría. Vemos especialmente la promesa de la alegría después de pasar por el llanto de la soledad y el abandono: «En verdad, en verdad les digo que llorarán y se lamentarán, y el mundo se alegrará. Estarán tristes, pero su tristeza se convertirá en gozo» (16, 20), y después pone una analogía: «La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo» (16. 21), señalando la tristeza de la crucifixión y la alegría de la resurrección. Cuando Jesús se presenta resucitado a sus discípulos se cumple su promesa de dar una alegría que inunda el corazón y por tanto «nadie se la podrá quitar» (16, 22), es decir, una alegría plena y contagiosa (cfr. 17, 13). El reconocimiento de Jesús Resucitado trae alegría a la comunidad de discípulos, a Tomás y a todos los que «sin ver han creído» (20, 29).

    La primera paz que trae Jesús tiene dos componentes complementarios: la sanación gloriosa de las heridas de la crucifixión y la alegría por tener al Señor Resucitado en medio de la comunidad de discípulos. Podemos ver que la alegría también se da porque se han vencido los obstáculos que bloquean la relación con Jesús Resucitado y que ya hemos explicado: la oscuridad, el miedo y el encerramiento (cfr. 20, 19)20. Se manifiesta la alegría porque ha llegado el cumplimiento y la plenitud de la Palabra de Dios en la comunidad de discípulos.

  4. «Como el Padre me envío, también yo los envío». En el v. 21

    vemos que Jesús vuelve a decir: «La paz con ustedes», desencadenando otra serie de regalos: el envío, el soplo, el Espíritu Santo y el perdón de los pecados. Son cuatro regalos del Resucitado después del segundo de paz que apuntan hacia la misión que comienza.

    El envío a anunciar el Evangelio es una promesa mesiánica, pues los anunciadores irán con júbilo a proclamar el comienzo de la nueva alianza de la renovación del pueblo y serán recibidos con alegría como señala Isaías: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: "Ya reina tu Dios!"»(Is 52, 7).

    El envío que realiza Jesús a sus discípulos lo hace en una equivalencia similar con que Él fue enviado por el Padre21, manifestando un teocentrismo cristológico de la relación Padre-Hijo, como lo señala Jesús en la oración del capítulo 17: «Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo» (17, 18).

    • La misión hace recordar la elección de los discípulos: «yo los elegí a ustedes y los he destinado para que vayan y den fruto» (15, 16). La misión de la comunidad que experimenta al Resucitado muestra varias características:

    • La misión debe ser llevada hasta el final, por eso Jesús les muestra «las manos y el costado».

    • La misión se realiza en medio del mundo, pero sin pertenecerle a él (17, 16).

    • Los discípulos deben dar testimonio de la verdad (18, 37).

    • Los discípulos realizarán obras como las de Jesús y aún mayores (5, 36; 10, 25.38; 14, 12).

    • La misión se realiza en un mundo hostil a Dios y por eso los discípulos serán odiados como lo hicieron con Jesús (15, 18-20).

    • Los discípulos son respaldados con la autoridad del Padre y portadores de las bendiciones de quien los envía (13, 20).

    • La experiencia de Jesús Resucitado los sana del miedo y los capacita para que los discípulos vayan en paz con la disposición de dar mucho fruto (12, 24-25).

    La misión requiere de hombres nuevos, re-creados el primer día de la Resurrección y capacitados para mostrar al Padre en todas sus obras22. Es un gran regalo ser enviado por el Padre como envío a su Hijo: por amor, para la salvación y para conducir a una vida plena (3,16).

  5. «Sopló sobre ellos». Jesús realiza una acción simbólica que muestra el comienzo de la nueva creación23, porque en Gn 2, 7 se muestra que Dios «formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida» y vuelve a afirmarse en Sab 15, 11 cuando señala que Dios al hombre «le infundió un espíritu vivificante». De manera que el «soplo» que realiza Jesús sobre sus discípulos muestra el comienzo del nuevo hombre y, por tanto, se da inicio al nuevo pueblo de Dios, sobre el cual profetiza Ezequiel diciendo: «Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan» (Ez 37, 9), y de inmediato «revivieron y se incorporaron sobre sus pies» (Ez 37, 10). En este «primer día» comienza y se prolonga hasta la plenitud el tiempo mesiánico24.

    El «soplo» de la nueva creación, que da origen al hombre nuevo, como señala Brown25, y al nuevo pueblo de Dios es el quinto regalo del Resucitado, y es el Espíritu Santo quien confirma e inaugura la nueva alianza. Además el envío necesita hombres nuevos que construyan una comunidad que da testimonio del Resucitado, como cuando hablan a Tomás y le dicen: «hemos visto al Señor» (v. 24), de igual manera María Magdalena una vez que tiene el encuentro con el Señor Resucitado cuenta que lo había visto (v. 18), y se espera que aquellos que crean en Jesús den testimonio que Él es «el Cristo, el Hijo de Dios» (v. 31), manifestando la nueva humanidad.

  6. «Reciban el Espíritu Santo». La tercera acción que trae el segundo saludo de paz y que constituye el sexto regalo del Resucitado es la donación del Espíritu Santo.

    La evocación inicial de la presencia del Espíritu es el cumplimiento de la nueva alianza señalada por el profeta Ezequiel de parte de Dios: «infundiré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en su suelo, y sabrán que yo, Yahveh, lo digo y lo hago» (Ez 37, 14); de manera que comenzará el nuevo pueblo renovado, vivificado y establecido por la acción del Espíritu de Dios. También en Ez 36, 26-27, se manifiesta la promesa en la que Dios va a dar al pueblo «un espíritu nuevo» que es el Espíritu de Dios: «infundiré mi espíritu en ustedes», con la intención de crear un pueblo con un «corazón nuevo» dócil a la voluntad de Dios y dispuesto a dejarse crear por Él.

    Señala Carrillo que Jesús «comunica el Don del Espíritu Santo como fruto de la obra salvífica que el Padre le había encomendado: 4, 34; 6, 38-40; 17, 4; 19, 30»26. De manera que se cumple otra promesa del Señor a sus discípulos.

    Juan Bautista había dado testimonio (1, 32.34) en el que señala un mensaje divino: «Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo» (1, 33), de manera que es Jesús quien tiene la misión de sumergir en la experiencia del Espíritu de Dios.

    Después el evangelista Juan va a redactar otros momentos en los que Jesús promete el Espíritu Santo, por ejemplo:

    • Jesús promete el Espíritu a Nicodemo que está en Jerusalén y le consulta de noche (3, 2-8) y lo presenta al Espíritu como «el viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va» (3, 8).

    • También, Jesús promete el Espíritu a la multitud en la fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén como «ríos de agua viva» (7, 37-39) que recibirán los que crean y tengan sed.

    • Jesús promete el Espíritu a sus discípulos estando en Jerusalén presentándolo como «otro Paráclito», como «Espíritu de la verdad» (14, 15-18) que estará con los discípulos «para siempre», «porque mora en» ellos y no los abandonará nunca.

    • Después Jesús señala a los discípulos que «el Espíritu Santo, que el Padre enviará en» su nombre realizará varias actividades: «les enseñará todo y les recordará» lo que Jesús le ha dicho (14, 26-27).

    • Continuando con el discurso de despedida de Jesús a sus discípulos, vuelve a prometerles que vendrá «el Paráclito» que Él enviará «de junto al Padre», con la misión pues «el Espíritu de la verdad dará testimonio de» Jesús (16, 26).

    • En 16, 7, Jesús promete al Paráclito que enviará si se va, y por eso conviene para los discípulos que el Maestro se vaya al Padre, pasando por la cruz.

    • Por último, Jesús vuelve a prometer «el Espíritu de la verdad» con la misión de guiar «a la verdad completa», pues «hablará y anunciará lo que ha de venir», además «dará gloria» a Jesús (16, 13-14).

    Esas promesas sobre el Espíritu tienen dos cumplimientos en el Evangelio de Juan:

    • El primer cumplimiento de la donación se realiza cuando Jesús termina su misión muriendo en la cruz: «e inclinando

      la cabeza entregó el espíritu» (19, 30). La obra de Jesús se ve completada con la salvación del pecado y de la muerte, la máxima manifestación del amor de un amigo, la entrega de su vida al Padre y la comunicación del Espíritu Santo que había recibido27. Señala Mateos: «el Espíritu que Jesús entrega es el fundamento de la nueva alianza; Él realiza el reino universal y constituye el nuevo pueblo (19, 25-27)»28. De esta manera se completa la creación del hombre nuevo anunciado a Nicodemo (3, 6), pero con la proyección de amar como lo hace Jesús (13, 34; 15, 12) para formar el nuevo pueblo de Dios. Podemos ver que el primer cumplimiento de la donación del Espíritu está uniendo la creación, la alianza, la pascua que ahora empieza su plenificación.

      El evangelista Juan añade a la muerte de Jesús «que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua» (19, 34). El cuerpo de Jesús se ha entregado totalmente, ha sido herido en las manos, en los pies y en el costado y de allí sale «sangre» que puede significar: el Cordero que ha sido sacrificado para quitar los pecados (1, 36), la apertura a la vida plena (6, 45-54), el alimento vivificante (6, 55), el principio de unidad entre Jesús y el creyente (6, 56), la primicia de la resurrección escatológica (6,54). Carrillo señala «el ofrecimiento del sacramento de la Eucaristía, fuente de vida eterna y de unión mutua, y arras de la futura resurrección gloriosa»29. También sale «agua» del costado de Jesús, que puede significar directamente al Espíritu Santo con el que es bautizado el Maestro (1, 31-32), que promete Jesús como el nuevo nacimiento del agua (3, 5.8), al mismo tiempo que fue prometido a la Samaritana (4, 10.23) y que en 7, 39 será entregado como agua cuando Jesús sea glorificado. Carrillo señala que el agua «hace referencia tácita al bautismo cristiano»30.

    • El segundo cumplimiento ocurre el primer día se la semana, cuando Jesús Resucitado se presenta a los discípulos y después del simbolismo del soplar les dice: «reciban el Espíritu Santo» (20, 22). Jesús muestra las heridas de las manos y el costado, por donde ha salido sangre y agua, da la misión con la autoridad del Padre, sopla sobre ellos para que asuman su nueva naturaleza y vayan con la fuerza del Espíritu Santo, ese mismo que salió de su costado y que fue prometido como «ríos de agua viva» (7, 38)31. Jesús inaugura la época del Espíritu que conducirá a la plenitud la misión de sus discípulos una vez más consagrados al Padre (17, 17-18) por la acción del Paráclito. Ahora es el Espíritu que realizará todo a través de la comunidad de discípulos: dará testimonio de Jesús, los conducirá a la verdad completa, les enseñará cosas nuevas, les recordará las enseñanzas del Maestro, vivirá en y con los discípulos, les dará seguridad frente al mundo, velará porque todo se haga para la gloria del Señor32.

    Después que Jesús da el Espíritu a los discípulos (v. 22) no vuelve a aparecer en todo el resto del capítulo 20, pero sí se observan las acciones del Paráclito a través de la comunidad que da testimonio de Jesús: «Hemos visto al Señor» (v. 24), de Tomás que realiza su confesión de fe y le es revelada la verdad: «Señor mío y Dios mío» (v. 28), de los que en el futuro recibirán el anuncio y creerán sin haber visto (v. 29) y de los que leerán lo escrito en «este libro» y, por tanto, creerán «que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios» (v.v. 30-31), siendo conducidos a «tener vida».

  7. «Perdonen los pecados». Posterior de todo el recorrido de bendiciones después del saludo de la paz y de la donación del Espíritu Santo, viene el séptimo regalo: el perdón de los pecados. Jn 20, 23 tiene unos verbos en imperativo y una redacción en paralelismo antitético: «A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos». La primera frase está en positivo y la segunda está en negativo, tal vez con la intención de reforzar la idea fundamental: perdonar pecados33.

    Es necesario comprender «pecado» en el Evangelio de Juan. Según 1, 29; 8, 21.23.34, el pecado consiste en vincularse o esclavizarse de manera voluntaria en el orden injusto34, en sus principios y acciones. El pecado conduce a hacerse enemigo del ser humano y opositor a la realización con una vida plena; a los que obran de esa manera, Jesús les dice que «su pecado permanece» (9, 41).

    En el cuarto evangelio, Jesús enseña a sus discípulos la manera de tratar con el pecado, según lo evidencian los siguientes ejemplos:

    • Jesús ve a «un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo» (5, 5) y por tanto oprimido y a quien se le ha negado el acceso a las bendiciones de Dios. Jesús sana al paralítico y después cuando «lo encuentra en el Templo» el Señor le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor» (5, 14), de manera que le pide que rompa con su conducta anterior para no caer más bajo.

    • Jesús denuncia las obras opresoras de los judíos que impiden que las personas salgan adelante, por eso el Maestro le dice a los discípulos: «El mundo no puede odiarlos; a mí sí me aborrece, porque doy testimonio de que sus obras son perversas» (7, 7).

    • Jesús devuelve la dignidad a los que nunca la han tenido y las diversas creencias buscan mantener en situaciones infrahumanas. El Maestro le enseña a los discípulos que el ciego de nacimiento no está en esa condición por el pecado propio o de sus padres, sino «para que se manifiesten en él las obras de Dios» (9, 1-3).

    Es observable que el pecado conduce al desorden que se manifiesta viviendo en la oscuridad, el miedo y causando violencia. Teniendo en cuenta el relato del ciego de nacimiento, «los que ven» son los que creen ver y se bastan a sí mismos, se enceguecen y buscan destruir a quienes no piensan y actúan como ellos, por eso Jesús les dice: «como ustedes dicen: "vemos" su pecado permanece» (9, 41)35.

    Es necesario comprender qué es «perdonar» para Jesús. Teniendo en cuenta que Jesús anuncia la vida (5, 21.26; 6, 54; 10, 19), perdonar es ordenar la vida y encaminarla hacia la justicia, es decir, perdonar es dar vida nueva, plena, resucitada. De manera que el perdón conduce al orden, es decir, a vivir en la luz, en la libertad y por tanto en la verdad, sin embargo, este nuevo orden exige la aceptación de Jesús como la luz del mundo que da vida plena (1, 4.9; 3, 19; 8, 12; 9, 4-5; 12, 35.36.46), manifestándose en los creyentes de la siguiente manera:

    • Camina en la luz que conduce a la vida (8, 12).

    • Se constituye en hombre nuevo, en nueva creación (9, 6).

    • Crece procesualmente en la fe al Señor (9, 11.17.33.38)

    • Escucha a Jesús y sale de la tumba oscura (11, 43-44).

    • Se convierte en hijo de la luz (12, 36).

    • Va por el camino seguro (14, 6).

    • Resucita con Jesús (20, 20).

    • Es constituido en agente del perdón (20, 23).

    La retención de los pecados «supone que el hombre pecador persiste en un estado voluntario de pecado (...) a causa de su obstinación»36. De manera que los discípulos deben perdonar a «los judíos» (v. 19) como elemento importante para desarrollar la misión (v. 23), porque conduce a superar el miedo y el ence-rramiento37, danto testimonio de la acción del Resucitado en la comunidad.

    En virtud del Espíritu Santo recibido, los discípulos continúan la obra de Jesús: compartiendo la vida en el Espíritu Santo y perdonando pecados, es decir, al orden que el Padre quiere: «que crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre» (20, 31). Por tanto, el perdón de los pecados es un regalo que conduce a la plenitud del encuentro con el Padre a través de su Hijo Jesucristo y a la misión de anunciar a «Jesús el Cristo, el hijo de Dios» (v. 31).

Conclusiones

Es notable el contexto de alianza que se ve en todo el relato de Jn 20, 19-23, porque se proclaman elementos fundamentales de la nueva alianza en Is 53 y Ez 37, a saber: la sanación de las heridas y el sentido redentor del sufrimiento, la paz y la alegría, la vuelta de los desterrados que han recibido el anuncio de la renovación del pueblo de Dios, la presencia y acción del Espíritu Santo que sopla haciendo todo nuevo y restaurando el orden por el perdón de los pecados. La resurrección de Jesús trae el comienzo de la nueva creación en el hombre y en el nuevo pueblo de Dios, al mismo tiempo que se proyecta escatológicamente hacia la plenitud de la vida.

También se puede ver la cantidad de elementos que muestran el cumplimiento de las promesas de Dios en el Antiguo Testamento y las promesas de Jesús en el Evangelio de Juan. La experiencia de Jesús Resucitado trae el cumplimiento y la plenitud novedosa que supera el miedo con el perdón de los pecados, la fuerza creciente de la paz para perseverar en medio de la misión, la nueva creación movida por las acciones sorprendentes del Espíritu Santo; todo esto fue anunciado durante el ministerio de Jesús y llevado a la abundancia de una nueva revelación «el primer día de la semana». La Palabra de Jesús es Palabra de Dios que llega a su cumplimiento y adquiere un renovado dinamismo a partir de la resurrección del Señor y la misión de la comunidad de discípulos.

Todo el relato está en función de la misión de los discípulos en comunidad, porque deben dar testimonio de Jesús resucitado y conducir a proclamar que Él es el Cristo, el Hijo de Dios y porque Jesús crea una comunidad donde se experimenta la salvación. Para lograr el cometido es necesario superar los encerramientos por el miedo a las persecuciones judías, tener la paz que trae la sanación y el impulso para la misión, el soplo de la nueva creación impulsado por la fuerza del Espíritu Santo para llevar el perdón de los pecados que conduce a ordenar la vida según la voluntad del Padre. Los discípulos de Jesús continúan la misión de Jesús (20, 21) manifestando el amor gratuito y generoso del Padre (9, 4), con la seguridad de ser escuchados y conducirán a los creyentes a la vida plena (5, 24).

La experiencia de Jesús resucitado es personal como la de Tomás, comunitaria como la de los discípulos que se alegran al tener al Señor en medio de ella y con proyección universal de acuerdo a lo señalado por Jesús: «dichosos los que no han visto y han creído» (20, 29). Sin embargo, el encuentro personal con Jesús Resucitado siempre envía a la misión en comunidad.

Una persona que tiene la experiencia de Jesús Resucitado realiza su confesión de fe y se une a la misión, pues la comunidad de discípulos proclama a Tomás: «hemos visto al Señor» (20, 24), después Tomás proclama: «Señor mío y Dios mío» (20, 28) y termina con la proclamación universal: «Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios» (20, 31). La comunidad de discípulos ejerce un servicio de mediación para tener el encuentro con Jesús el Señor, además de un espacio donde se vive la salvación del pecado y, por tanto, es ambiente propicio para experimentar la libertad, la felicidad en el amor y la proyección en el servicio.

Existen realidades de oscuridad, miedo y encerramiento, que exigen a la actividad pastoral promover la experiencia con Jesucristo Resucitado para desarrollar un dinamismo comunitario, para que la misión llegue a todas las personas que ordenan su vida por el perdón y se muevan bajo la fuerza del Espíritu Santo. Deben presentarse más los siete regalos del Resucitado en 20, 19b-23, que los tres impedimentos de 20, 19a, para mostrar los elementos atractivos de una comunidad resucitada. Si presentamos a Jesús como Señor de la vida, que da regalos en abundancia para llevar a la plenitud, es más interesante que predicar sobre el miedo a las represalias, pues supone el castigo y aísla (Cf. 1 Jn 4,18). Es mucho mejor enseñar y testimoniar el amor que sana y libera.


Notas

1 En adelante las citas del Evangelio de Juan solamente aparecerán con el capítulo y el versículo. Los pasajes citados de otros libros de la Biblia serán citados completamente.
2 Cf. Juan José Bartolomé, Cuarto Evangelio. Cartas de Juan. Introducción y comentario (Madrid: CCS, 2002), 364. Raymond Brown, El Evangelio según Juan, XII-XXI (Madrid: Cristiandad, 2000), 1423. Salvador Carrillo Alday, El Evangelio de San Juan (Estella: Verbo Divino, 2010), 331. J. Mateos y J. Barreto, El Evangelio de Juan. Análisis lingüístico y comentario exegético (Madrid: Cristiandad, 1992), 60.
3 Cf. Raymond Brown, op. cit, 1453.
4 Cf. La presentación de la mujer en Jn 20, 15 señalada por Wilton Sánchez Castelblanco, «Jesús y la mujer adúltera. Análisis exegético-teológico de Jn 7, 53-8,11», Franciscanum 154, Vol. LII (2010): 41.
5 Ibíd., 46.
6 Cf. J. Mateos y J. Barreto, op. cit., 60.
7 Ibíd, 61.
8 Cf. Ibíd., 867.
9 Cf. William Barclay, Palabras griegas del Nuevo Testamento, (El Paso: Casa Bautista de Publicaciones, 2002), 94.
10 Pedro Ortiz, Concordancia manual y diccionario griego-español del Nuevo Testamento (Madrid: Sociedad Bíblica, 1997), 248.
11 Cf. Aplicado a casos concretos de sufrimiento se puede leer a Guillermo Herrera Gil, «El sufrimiento humano como posibilidad para la fe en la realidad del VIH/SIDA», Franciscanum 160, Vol. LV (2013): 198.
12 El evangelista en Jn 20, utiliza la palabra Jesús (11x), pero cuando los discípulos hablan se expresan llamándolo Señor (6x), Rabbuní-Maestro (1x), Dios (1x), Cristo (1x), e hijo de Dios (1).
13 Cf. Salvador Carrillo Alday, op. cit., 331.
14 Cf. William Hendriksen, El Evangelio según san Juan (Michigan: Libros Desafío, 1981), 556.
15 Cf. Salvador Carrillo Alday, op. cit., 498.
16 16 Cf. J. Mateos y J. Barreto, op. cit, 106-109; 832-836.
17 Is 52, 8-9 muestra el gozo como manifestación de la llegada de la nueva alianza, pues el nuevo pueblo: «da gritos de júbilo».
18 Cf. J. Mateos y J. Barreto, op. cit., 106-109; 832-836.
19 Cf. Wilton Sánchez Castelblanco, La voz como modo de revelación. Investigación exegético-teológica del término φwnh en el cuarto evangelio (Roma: Pontifica Universitá Gregoriana, 2009), 182-183.
20 Cf. J. Mateos y J. Barreto, op. cit., 870.
21 Para una ampliación de las diferencias entre el envío de Jesús y el envío de los discípulos puede leerse a Raymond Brown, op. cit., 1476-1477.
22 Cf. Juan José Bartolomé, op. cit., 364.
23 Cf. Sjef Van Tilborg, Comentario al Evangelio de Juan (Estella: Ed. Verbo Divino, 2005), 416.
24 Cf. J. Mateos y J. Barreto, op. cit., 871. Raymond Brown, op. cit., 1478.
25 Cf. Raymond Brown, op. cit., 1478.
26 Salvador Carrillo Alday, op. cit., 500.
27 Cf. J. Mateos y J. Barreto, op. cit., 828.
28 Ídem.
29 Salvador Carrillo Alday, op. cit., 478.
30 Ibíd., 479.
31 Cf. Sjef Van Tilborg, op. cit., 416.
32 Cf. J. Mateos y J. Barreto, op. cit., 872.
33 Cf. Raymond Brown, op. cit., 1484.
34 J. Mateos y J. Barreto, op. cit., 873.
35 Salvador Carrillo Alday, op. cit. 291.
36 Ibíd., 501.
37 Cf. Raymond Brown, op. cit., 1484-1485.

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