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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.58 no.166 Bogotá July/Dec. 2016

 

Inculturación y teología espiritual en Gustavo Gutiérrez*

Inculturation and Spiritual Theology in Gustavo Gutiérrez

Orlando Solano Pinzón**
Ricardo Acero Montañez***
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá-Colombia

*Artículo de reflexión a partir de un proyecto de investigación realizado sobre espiritualidad de la liberación que abordaba el periodo comprendido entre 1979 y 1992. El proyecto fue aprobado y financiado por la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana entre los años 2014 y 2015.
** Licenciado en Filosofía de la Universidad Santo Tomás, sede Bogotá, profesional, licenciado, magíster y Doctor en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana, sede Bogotá. Docente de tiempo completo de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Miembro del grupo de investigación Academia. Contacto: o.solano@javeriana.edu.co.
***Teólogo de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino in - Urbe. Magíster en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Con estudios en: Filosofía y Humanidades del Seminario Intermisional Colombiano San Luis Beltrán. Estudios artísticos en la Academia de Arte Romero-Bogotá; en la Associazione Russia Cristiana San Vladimir-Siracusa y en la Escuela Artística «Neomanierismo Italiano», Escuela de Bruno D'Arcevia-Roma. Actualmente es docente de tiempo completo en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana. Miembro del grupo de investigación Academia. Contacto: acero-j@javeriana.edu.co.

Para citar este artículo: Solano Pinzón, Orlando y Acero Montañez, Ricardo. «Inculturación y teología espiritual en Gustavo Gutiérrez». Franciscanum 166, Vol. LVIII (2016): 295-315.


Resumen

El presente escrito busca dar cuenta del carácter de inculturación de la espiritualidad que se hace presente en la obra: Beber en su propio pozo de Gustavo Gutiérrez, evidenciando la apropiación de los elementos propios de la cultura a través de los cuales se expresó la acción del Espíritu en las comunidades eclesiales presentes en América Latina. Dicho aporte puede ser fuente de inspiración para dar cuenta de las múltiples manifestaciones del Espíritu que pueden estarse forjando al interior de la sociedad y ser referente importante ante la necesidad de inculturar tanto la teología como la espiritualidad hoy.

Palabras clave: Espíritu, espiritualidad de la liberación, inculturación de la espiritualidad, comunidades eclesiales, Gustavo Gutiérrez.


Abstract

This paper attempts to provide an account of inculturation nature of the spirituality present in the work: Drink in its own well by Gustavo Gutierrez, which evidences the appropriation of culture elements where the Spirit's action was expressed in the ecclesial communities present in Latin America. This contribution can be a source of inspiration to give an account of multiple manifestations of the Spirit that can be forged within the society, and also be an important benchmark in order to face the current need to in-culture both theology and spirituality.

Keywords: Spirit, Spirituality of Liberation, Inculturation of spirituality, Ecclesial Communities, Gustavo Gutiérrez.


Introducción

Beber en su propio pozo constituye la síntesis de teología espiritual que Gustavo Gutiérrez logró sistematizar a partir de la experiencia vital y contacto directo con comunidades eclesiales de base de América Latina. Dicha obra no es solo expresión de la unión entre espiritualidad y teología, disuelta durante muchos años en la historia de la teología, sino que permite evidenciar un trabajo de gran sensibilidad espiritual para dar cuenta de la novedad del Espíritu en medio de la realidad social latinoamericana y lograr inculturar dicha novedad a partir de elementos constitutivos de la cultura popular, en la cual emerge.

El presente artículo busca dar cuenta del trabajo de inculturación de la espiritualidad de la liberación realizado por Gustavo Gutiérrez en su obra: Beber en su propio pozo. Para tal efecto, abordaremos la comprensión de la categoría inculturación, posteriormente haremos una breve descripción del personaje y la obra objeto de estudio, a continuación explicitaremos los elementos de inculturación que están presentes en dicha obra y por último cerraremos con una conclusión.

1. Noción de inculturación

Antes de proceder a realizar el ejercicio de inculturación de la espiritualidad, por parte de Gustavo Gutiérrez, conviene evocar la comprensión de la expresión «inculturación», que ya ha sido abordada en una publicación anterior1, pero que es oportuno describirla brevemente para contextualizar mejor el tema central de nuestro escrito.

Según Andrés Tornos, el concepto inculturación fue creado por Herskovits, con el cual buscaba expresar

    El modo normal de ocurrir las relaciones individuo/cultura en un proceso continuado e incesante, desde una primera fase en que el individuo, para poder convivir sanamente con sus semejantes, ha de impregnarse de todo lo implicado en la cultura, hasta una fase de madurez en que él podrá influir con originalidad en esa misma cultura, no solo comportarse pasivamente frente a ella2.

Dicho concepto al pasar al lenguaje teológico fue asociado con la palabra e idea de encarnación, que es eminentemente creadora y, por tanto, excluye la equiparación con la simple adaptación3. Particularmente, el padre Arrape en el año 1978 hace público el concepto en el ambiente eclesiástico, con ocasión de un sínodo sobre catequesis, asumiendo la categoría inculturación en clave de encarnación:

    La inculturación es la encarnación de la vida y del mensaje cristianos en un espacio cultural concreto, de suerte que no solo esta experiencia se exprese con los elementos propios de la cultura en cuestión, sino que esta misma experiencia se transforme en un principio de inspiración, norma y fuerza de unificación a la vez, que transforme y recree esta cultura, para situarnos en el origen de una nueva creación4.

1.1 Inculturación de la espiritualidad

Una vez abordada la categoría inculturación, conviene evocar la comprensión que Gutiérrez tiene sobre la espiritualidad y explicitar lo que entendería por inculturación de la espiritualidad. Para nuestro autor en cuestión, la espiritualidad es el dominio del Espíritu5 , es una forma concreta movida por el Espíritu, de vivir el evangelio. «Una manera precisa de vivir "ante el Señor" en solidaridad con todos los hombres, "con el Señor" y ante los hombres»6.

En este orden de ideas, cuando hablamos de inculturación de la espiritualidad estamos haciendo referencia al proceso de apropiación de una matriz cultural, que en el caso de Gutiérrez es la cultura popular presente en los pueblos latinoamericanos, para vivir, repensar, decir y celebrar desde ella, la manera como se desoculta Dios en los acontecimientos de la historia que viven las mujeres y los hombres que comparten dicha matriz. Si bien el lenguaje a través del cual se recibe y expresa el desocultarse de Dios siempre se queda corto, pueden, de manera analógica, hacerse acercamientos provisorios, debido a que el lenguaje humano7 está abierto a hacer presente y comunicar una realidad que lo trasciende8.

2. Gustavo Gutiérrez y la síntesis espiritual

Aunque el autor y su obra no se pueden separar, para efectos de la exposición haremos alusión en un primer momento al personaje y posteriormente a la obra objeto de nuestro estudio.

2.1 El personaje

Gustavo Gutiérrez (1928), como muchos otros teólogos latinoamericanos contemporáneos, no puede comprenderse sin la unión entre su itinerario vital e intelectual. Su ser de teólogo refleja la persona que es y la realidad social y humana que le circunda. Por ello ha afirmado: «se cree en Dios a partir de una situación histórica determinada; el creyente forma parte (...) de un tejido cultural y social, [luego], se intenta pensar esa fe»9.

El hecho de provenir de una familia indígena, le permitió conocer de primera mano el dolor indebido de los pobres que están condenados a morir antes de tiempo. Además, su experiencia infantil y juvenil que le pone desde muy pronto en contacto con el dolor que experimenta, a raíz de sus quebrantos de salud, provoca en él una sintonía particular con el mundo y el entorno del sufrimiento, el padecimiento de tantos seres humanos en situación de pobreza. Esta particular disposición permite comprender mejor los antecedentes del ejercicio de inculturación que plasmará en su obra Beber en su propio pozo.

Al narrar su experiencia personal en una obra intitulada Densidad del presente, reconoce la importancia de la realidad del pobre en su vida:

    El pobre, con sus carencias y sus riquezas, hizo irrupción en mi vida. Un pueblo que sufre una situación de injusticia y explotación y que es al mismo tiempo profundamente creyente. El trabajo con lo que podemos llamar genéricamente comunidades eclesiales de base, expresión de la entrada del pueblo pobre en la Iglesia, me puso en relación con un mundo en el que, a pesar de que tenía mucho de reencuentro con mis propias raíces, siento que apenas empiezo a dar los primeros pasos10.

Unido a la experiencia personal de cercanía a la realidad de los pobres, desde la que realizó el hallazgo del Dios del Evangelio, es importante hacer referencia a la excelente formación teológica recibida en Europa, que aporta a la consolidación de su estilo particular de encarnar la fe, de pensar y de escribir.

    Refiriéndose a su formación teológica él mismo afirma:

    El estudio de la primera cuestión de la Suma de santo Tomás, el aporte de Melchor Cano sobre los lugares teológicos, el clásico libro de Gardeil sobre estos asuntos me apasionaron. Devoré en unas vacaciones el artículo «Teología» de Y. Congar en el Diccionario de Teología Católica; su perspectiva histórica me sacó de un modo casi exclusivamente racional de enfocar el estudio teológico, abriéndome a otras orientaciones (la Escuela de Tubinga, por ejemplo). Más tarde la lectura de un libro, de discreta circulación, de M.D. Chenu, La escuela de Le Saulchoir, me descubrió el alcance de la historia humana y la vida misma de la Iglesia como un lugar teológico (...) Este interés hizo que en los tratados de teología que estudié estuviese muy atento al aspecto metodológico y a la relación de la teología con las fuentes de la Revelación. A ello contribuyó de manera particular la insistencia de muchos de mis profesores de Lyon en la Sagrada Escritura11.

El sentido de toda su vida y su obra queda así explícito con sus propias palabras. La estrecha relación entre su itinerario vital, su experiencia espiritual y su producción intelectual dan buena cuenta de ello. Además, estos aspectos biográficos van a permitir comprender mejor el esfuerzo por encarnar la acción del Espíritu y dar cuenta de dicha acción a partir de las experiencias más significativas propias de un ambiente cultural popular, que serán sistematizadas en la obra a la cual nos referiremos a continuación.

2.2 Beber en su propio pozo

La obra objeto de nuestro estudio es expresión de una profunda experiencia espiritual, por esta razón afirma Gutiérrez que «en toda gran espiritualidad tenemos al inicio un nivel de experiencia. Luego una reflexión sobre esa vivencia, lo que permite proponerla al conjunto de la comunidad cristiana como un modo de seguir a Cristo»12. En este sentido, para Gutiérrez, la reflexión teológica de una experiencia implica asumirla «confrontándola con la palabra del Señor, con el pensamiento de su tiempo, así como con otras maneras de entender el seguimiento»13.

Debido a que Beber en su propio pozo busca recoger la experiencia espiritual que está en la base de la teología de la liberación, es oportuno afirmar que dicha experiencia en América Latina está mediada por las distintas formas de presencia de Dios que, según Gutiérrez, «condicionan las formas de nuestro encuentro con él. [Por tanto] si la humanidad, si cada hombre es el templo vivo de Dios, a Dios lo encontramos en el encuentro con los hombres, en el compromiso con el devenir histórico de la humanidad»14. Lo anterior, permite comprender la hondura de la experiencia de Dios y, por ende, de la espiritualidad de la liberación que se hizo evidente y se consolidó en el encuentro con los pobres.

Ahora bien, si el punto de partida tanto de la espiritualidad como de la teología de la liberación lo constituyó el encuentro con Dios en los pobres, el detonante surgirá en un primer momento de la conciencia de opresión que entre los mismos pobres se irá consolidando unido a su anhelo de liberación15. En un segundo momento la reflexión de fe conducirá a quienes vivieron el encuentro con Dios en los pobres, a la comprensión que la opción por Dios se hace en la opción por el pobre y su anhelo de liberación16.

En este orden de ideas, es posible comprender que la liberación no emerge como un slogan, sino que surge de un hondo movimiento histórico que poco a poco va siendo acogida por la comunidad cristiana como un signo de los tiempos, como un imperativo al compromiso para el cual la Escritura, que presenta la obra de Cristo como una liberación, proporcionará el marco de interpretación17.

Ahora bien, esta categoría de liberación no se entiende como un hecho puntual, sino como un dinamismo, por tanto, se asume como un proceso que se convierte en lugar teológico relevante dentro de la reflexión y vida cristianas. La participación en este proceso, según Gutiérrez, «permite adquirir una vivencia más concreta de esa situación de dominación, percibir su densidad, y lleva a desear conocer mejor sus mecanismos»18.

Si «toda gran espiritualidad está ligada a los grandes movimientos históricos de su época»19, la espiritualidad de la liberación tiene como contexto de gestación los movimientos de liberación presentes en las diferentes latitudes del continente, que en medio de las condiciones de inhumana pobreza y explotación20 se van haciendo conscientes de su condición de explotación y sometimiento y aspiran a la liberación de todo aquello que limita el ejercicio de su libertad e impide realizarse a sí mismos como humanos21.

En otras palabras, los pobres de América Latina se pusieron en movimiento en la lucha por la afirmación de su dignidad humana y de su condición de hijos e hijas de Dios, y en ese movimiento se dio una experiencia espiritual, es decir, se dio el lugar y el tiempo de un encuentro con el Señor, a partir del cual se esboza una ruta en el seguimiento de Jesucristo y se consolida la formación de un hombre nuevo por fuerza del Espíritu.

Esta experiencia espiritual constituye el objeto del cual busca dar razón Gutiérrez en la obra en cuestión. Más aún, esta experiencia impide cualquier referencia a caminos trillados, propios de una espiritualidad cristiana que fue presentada durante mucho tiempo como una cuestión de minorías, de carácter individualista, en función de asegurar un estado de perfección a partir del apartamiento del mundo y sus quehaceres cotidianos22.

La novedad de la experiencia espiritual permitió comprender que el seguimiento de Jesús abarca la totalidad de la existencia, por ello, «la espiritualidad no se restringe a los aspectos así llamados religiosos: la oración, el culto. No es algo sectorial, sino total»23.

Además, se presenta no a través de una ruta individual, sino al interior de una aventura comunitaria. Según Gutiérrez:

    La espiritualidad que nace en América Latina es la de la Iglesia de los pobres a la que llamaba Juan XXIII, la de una comunidad eclesial que, sin perder nada de la perspectiva universal, intenta hacer efectiva su solidaridad con los más desposeídos de este mundo (.). Espiritualidad, profunda y rigurosamente pascual, que tiene en cuenta todo aquello que explota y margina al pobre y se alimenta por eso de la victoria contra la muerte antes de tiempo (...). Seguimiento de Jesús que se alimenta del testimonio de la Resurrección que significa la muerte de la muerte y que se nutre también de los esfuerzos liberadores de los pobres por afirmar su derecho irrecusable a la vida24.

La afirmación fundamental que está en la base de toda la obra en cuestión es que en América Latina existe un pozo con agua de vida, que lo han ido llenando con su fe, su esperanza, con su compromiso y con su gozo, con sus lágrimas y su sangre muchas veces, los cristianos del pueblo pobre que se han comprometido con la liberación. Porque existe este pozo de vida cristiana puede haber espiritualidad; porque esa vida cristiana es novedosa puede haber una nueva espiritualidad.

3. Beber en su propio pozo como experiencia de inculturación de la espiritualidad

En un apartado anterior se había comentado que en la base de una espiritualidad se encuentra un nivel de experiencia y posteriormente viene la reflexión sobre dicha experiencia. Este apartado busca dar cuenta de la forma como se gestó la reflexión sobre la experiencia de Dios en el encuentro con el pobre y su anhelo de liberación. Para ello conviene recordar que, según Gutiérrez,

    Una espiritualidad significa una reordenación de los grandes ejes de la vida cristiana en función de ese presente. Lo nuevo está en la síntesis que opera, en provocar la profundización de ciertos temas, en hacer saltar a la superficie aspectos desconocidos u olvidados, y, sobre todo, en la forma como todo eso es hecho vida, oración, compromiso, gesto25.

A partir del encuentro con Dios en el encuentro con los pobres, se hizo evidente la necesidad de una espiritualidad que alimentara esta experiencia fundamental, para la cual como ya se afirmó, la forma tradicional de expresar la espiritualidad cristiana no permitía conectar con dicha experiencia. Gutiérrez en su libro Teología de la liberación. Perspectivas, había mostrado que en América latina, aquellos que optaron por participar, en el proceso de liberación, «en muchos aspectos de su vida actual, no tienen detrás de ellos una tradición teológica y espiritual. Ellos mismos la están forjando»26.

En este sentido, el pueblo oprimido y creyente en medio de las dificultades propias de una injusta opresión se hace poco a poco agente de una forma particular de ser cristiano, de una espiritualidad. La honestidad frente a la realidad vivida, la fidelidad a los imperativos que emergen desde lo hondo de dicha realidad y la disposición para dejarse llevar por aquello que evidencia lo real; harán que el pueblo pobre deje de ser consumidor de espiritualidades que podrían tener valor e importancia, «pero que corresponden a otras experiencias y vaya forjando un camino propio para ser fiel al Señor y fiel a las vivencias de los más pobres»27.

En esta forma de ser fiel al Señor dentro del proceso de liberación serán las experiencias más significativas vividas en el pueblo pobre, las que van a configurar su particular espiritualidad. Gustavo Gutiérrez, quien vivió la experiencia de inserción en las comunidades eclesiales y se implicó en el proceso de liberación, entendió que dentro de su labor teológica lo primero era escuchar: «Escuchar interminablemente las vivencias humanas y religiosas de quienes han hecho suyos los sufrimientos, esperanzas y luchas de un pueblo.

Oír no como inclinación condescendiente, sino para aprender sobre el pobre y sobre Dios»28.

Gutiérrez es consciente de que la forma de expresar la vivencia de la acción del Espíritu al interior de las comunidades eclesiales no tiene pretensión de ofertarse como algo definitivo, sino como un esbozo de una realidad que está siempre en construcción. Al respecto afirma: «Para ilustrar nuestro ensayo de dibujar el perfil de lo que nace entre nosotros hilvanaremos textos que buscan expresar las vivencias espirituales en el corazón de la solidaridad con los pobres y despojados (...). Es solo un intento de aproximación»29.

Los rasgos de la espiritualidad que de la experiencia de las comunidades eclesiales surgen están íntimamente correlacionados, en cuanto configuran un modo particular de apropiar la existencia, de inculturar la acción del Espíritu en la cultura popular dentro del proceso de liberación. Sobre estos rasgos afirma Gutiérrez: «Quisiéramos que las palabras que siguen no traicionen, aunque inevitablemente empequeñezcan, la forma como se vive en este subcontinente de muerte prematura e injusta la presencia del Dios de la vida»30. A continuación abordaremos brevemente cada uno de ellos:

3.1 Conversión

«La conversión es el punto de partida de todo camino espiritual»31. Pero dentro del proceso de liberación adquiere una particularidad, ya que dicha conversión surge del encuentro con Cristo presente en los pobres y se constituye en el centro integrador de la espiritualidad de la liberación. Gutiérrez la concibe como «una transformación radical de nosotros mismos y un pensar, sentir y vivir como Cristo presente en el hombre despojado y alienado»32.

En este sentido, la conversión implica la exigencia de un estilo de vida que frente a la realidad que se vive en América Latina, involucra una acción comprometida y solidaria con el proceso de liberación de los pobres y explotados, que incluye la transformación del medio socio- económico, político, cultural, humano en que se encuentran. Además, dicha conversión requiere de una revisión de las propias estructuras de la Iglesia y de la vida de sus miembros33.

La conversión se vive no como un hecho puntual, sino como un proceso permanente34 en medio de los conflictos que implican rupturas referidas a categorías mentales, a la forma de relacionarnos con los demás, de afrontar la vida, de encarnar la fe. En fin, ruptura «con todo aquello que trabe una solidaridad real y profunda con aquellos que sufren, en primer lugar, una situación de miseria e injusticia»35.

Por último, toda experiencia de conversión remite a una conciencia del pecado personal y social, es decir, de todo aquello que impide la comunión con Dios, el encuentro con los hermanos y el adecuado uso y cuidado de la creación. La realidad que viven los pueblos latinoamericanos, permite asumir una consciencia más aguda sobre el pecado y la necesidad acuciante de pedir perdón y buscar la reconciliación36. Al respecto Gutiérrez evoca un testimonio que surge de agentes de pastoral, sacerdotes, religiosas y pastores de Bolivia:

    Nos sentimos culpables por el silencio ante los acontecimientos que agitan el país. Ante hechos como la represión, las detenciones, la crisis económica, la expulsión de su trabajo de tantos empleados, los asesinatos y las torturas, nos hemos callado como si no fuéramos de este mundo37.

3.2 Gratuidad

La espiritualidad de la liberación está impregnada de una vivencia de gratuidad38, que constituye el terreno de la libertad, del amor, de la contemplación, de la oración39 y la donación ilimitada, que supone el señorío y la responsabilidad ante la historia. En este clima de gratuidad, creer en Dios es, según Gutiérrez: «vivir nuestra vida como un don suyo y ver todo lo que en ella ocurre como manifestaciones de ese don»40.

En este orden de ideas, la vivencia de la gratuidad no es una evasión, sino el clima en que baña una eficacia histórica buscada cada vez más ardorosamente por aquello mismo que nos revela la gratuidad: el amor preferencial de Dios por el pobre. En efecto, «No hay nada más exigente que la gratuidad porque ella pone a prueba "la sinceridad de nuestra caridad"»41.

Dicha gratuidad estimula el compromiso en la búsqueda de resultados con base en cálculos y el conocimiento relacional y causal de la realidad, que explicita la capacidad de amar como Dios ama. Pero simultáneamente crece la vivencia de la gratuidad, no como un refugio ante la impotencia histórica, sino como una exigencia de compromiso real y eficaz. Al respecto, Gutiérrez afirmará que el compromiso con el proceso de liberación de los pobres y explotados debe ser lúcido, realista y concreto, más aún, «no solo con generosidad, sino también con análisis de situación y con estrategia de acción»42.

3.3 Alegría

La alegría como rasgo de la espiritualidad de la liberación está ligada a las raíces de la cultura latinoamericana en cuanto pueblo festivo. El talante cristiano de dicha experiencia de alegría y, por ende, su sentido liberador «nace del don ya recibido y todavía esperado, que se expresa en el presente, pese a la dureza y a las tensiones de la lucha por la construcción de una sociedad justa»43. Este talante de esperanza es vivido en el pueblo en la alegría, que no es fácil, pero es real. No es la alegría superficial de la inconsciencia indolente o la resignación negadora de la realidad, sino aquella que nace de la esperanza de que el maltrato y el sufrimiento serán vencidos. «Se trata de una alegría pascual que corresponde a un tiempo de martirio»44.

Esta referencia a la realidad del martirio, con la cual se encuentran quienes luchan por la vida en el proceso de liberación que viven las comunidades pobres, permite conectar con la experiencia pascual, con la esperanza de resurrección que alimenta el trabajo denodado en favor de la vida. Lo anterior, debido a que la muerte adelantada que padecen los seguidores de Cristo en su búsqueda de ser fieles a su fe, no tiene la última palabra, el martirio se convierte en germen de vida al interior de las comunidades45.

Esta experiencia de alegría está asociada también a la experiencia de conversión al prójimo y en él al Señor, que anteriormente habíamos afirmado que está asociada al compromiso histórico por la liberación, como signo de esperanza que se afianza a partir del anuncio profético de la fe encarnada de aquellos que dan su vida en la lucha contra la muerte46.

Es oportuno cerrar este apartado con un testimonio que evoca Gutiérrez de las comunidades cristianas del Quinché:

    En los días de noche buena, año nuevo y otras fiestas, han venido hasta acá algunos padres y han hecho misa en varios pueblos. Esto nos da mucha alegría pero también estamos con pena porque los pueden matar.

Nosotros deseamos que ellos vengan, que venga monseñor Gerardi, los padres y las hermanas, pero no ahora. Queremos que sigan vivos, que se cuiden para que puedan seguir ayudando al pueblo ahora y después así como lo han hecho siempre47.

3.4 Pobreza espiritual

La pobreza espiritual es comprendida por Gutiérrez como la «actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de quien todo lo espera del Señor»48, la cual define la postura total de la existencia humana frente a Dios, los hombres y las cosas, desde una actitud de libertad ante ellas49. Más aún, podría comprenderse como una actitud vital, global y sintética, que dinamiza la totalidad y el detalle de nuestra vida. De ahí que se conciba que la pobreza espiritual encuentra en las bienaventuranzas evangélicas, su más alta expresión50.

Ahora bien, dicha pobreza espiritual se encarna en el compromiso con los pobres reales y es condición para vivir con convicción el desinterés por los bienes materiales, pues, solo si hay una apertura y disponibilidad, es posible comprometerse con los otros51. En cuanto a la comprensión y caracterización de la pobreza real, Gutiérrez señala:

    La vida del pobre es, sin duda, una situación de hambre y de explotación, de insuficiente atención a su salud y falta de vivienda digna, de acceso difícil a la educación escolar, de bajos salarios y desempleo, de luchas por sus derechos y represión52.

Este talante de compromiso que surge de la comprensión de la pobreza espiritual es tan fuerte en la espiritualidad de la liberación, que Gutiérrez llega a afirmar que «solo rechazando la pobreza y haciéndose pobre para protestar contra ella, podrá la Iglesia predicar algo que le es propio: la "pobreza espiritual"; es decir, la apertura del hombre y de la historia al futuro prometido por Dios»53.

Por último, es importante hacer mención de otra forma de caracterizar la infancia espiritual refiriéndola a la figura de María, cuya presencia es cercana para la vida de las comunidades eclesiales al interior de las cuales es invocada como madre del Señor y sobre todo, modelo en el seguimiento de Jesús. La referencia al canto del Magnificat que Lucas pone en sus labios, evoca en las comunidades la que está llamada a ser la práctica de los cristianos en cuanto «se entrelazan la confianza y la entrega a Dios con la voluntad de compromiso y cercanía a sus predilectos: los humildes y hambrientos»54.

3.5 Comunidad

La experiencia espiritual que emerge en América Latina es una experiencia comunitaria que se concreta en las diferentes comunidades eclesiales que se van convirtiendo en focos de evangelización y en motores de liberación y desarrollo55. Dado el carácter narrativo de la obra en cuestión, los testimonios permiten comprender mejor la hondura de la experiencia que se busca sistematizar. Al respecto Gutiérrez evoca el testimonio de un militante que escribe a su párroco al tomar una decisión de compromiso con su comunidad:

    Hermano, no estás ausente ni tú ni la comunidad en lo irrevocable de mi entrega. Me marcho. Tal vez no nos veamos más, pero yo estaré presente en la lucha y en la comunidad, en la Iglesia y en la montaña, en las calles y en toda palabra que nuestros pastores digan. Lo que más anhelaba es que hubiéramos celebrado una misa juntos, comulgar juntos y que me perdonaras mis múltiples pecados (...). Aunque es duro creo que es mi deber como cristiano que donde haya personas que sufren, dé testimonio del Señor y de lo que tanto hemos predicado: el amor, la comunidad56.

El testimonio antes citado permite comprender el auge de la dimensión comunitaria de la experiencia de fidelidad a la acción del Espíritu. Sin embargo, para Gutiérrez la comunidad se viabiliza cuando se da la experiencia de soledad que hace posible la comunión y genera comunidad, como encuentro profundo con Dios57. Ahora bien, la soledad a la que se hace referencia está al margen de cualquier amaño de individualismo y, por el contrario, está orientada por el imperativo de comunión. Según Gutiérrez, «hay un solo a solo con uno mismo y con Dios -por duro que pueda ser en ciertos momentos- que es condición de una auténtica comunidad»58.

La vida en comunidad es posible por y hace evidente la acción del Espíritu, en tanto que «solo en comunidad podemos escuchar, acoger y anunciar el don y la gracia del Señor, el llamado privilegiado a superar todo lo que rompa la comunión fraterna (.). La comunidad es también instancia donde se hace memoria de la muerte y resurrección del Señor»59.

En el seno de las comunidades eclesiales que se reúnen en torno de la celebración eucarística60, se gesta una manera de ser fiel a la acción del Espíritu, una espiritualidad que se enriquece con las experiencias de compromiso existencial en los caminos concretos del proceso de liberación. Además, se consolida la vocación teológica, en tanto se suscita y se ejerce en el seno de la comunidad la función de dar razón de la fe, de hacerla más inteligible y de iluminar a la luz de la Palabra la vida de la comunidad. Al respecto afirma Gutiérrez desde su propia experiencia:

    La tarea del teólogo consiste entonces en aportar a la comunidad lo que un entrenamiento académico le haya podido dar, como un mejor conocimiento y familiaridad con la Sagrada Escritura, la tradición y la enseñanza eclesial, la teología contemporánea. La teología no es una tarea individual, sino una función eclesial. Ella se hace desde la palabra de Dios recibida y vivida en la Iglesia, en orden a su anuncio a toda persona humana y en especial a los desheredados de este mundo (.). Contrariamente a lo que muchos piensan, la experiencia muestra que la cercanía a las comunidades eclesiales de base obliga a un gran rigor en el quehacer teológico61.

Conclusión

El lenguaje narrativo con el cual está elaborada la obra abordada, permite comprender con facilidad el talante encarnado de la fe y el esfuerzo de inculturación realizado por Gutiérrez, para poder dar cuenta de la acción del Espíritu en la vida de las comunidades sin falsear la experiencia espiritual.

Para dar cuenta del trabajo de inculturación fue necesario situar los antecedentes de la obra en cuestión, referidos a los datos biográficos del autor, a su contexto y a su obra, debido a que permiten hacerse una idea de la importancia de estos elementos en el momento de sistematizar una experiencia espiritual en función de quienes la viven. En el caso de Gutiérrez, de su particular sensibilidad frente a la realidad que padecen los pobres en el continente, de su deseo de ser fiel al Dios revelado en Jesucristo y de su esfuerzo por aprovechar lo mejor de su formación para poder elaborar una reflexión profunda de la acción del Espíritu, presente en las comunidades eclesiales de los pueblos de América Latina. Estas ideas permiten comprender mejor la función del teólogo como testigo dentro del proceso de inculturación de la teología espiritual.

La conversión que impulsa a una acción solidaria; la gratuidad que exige eficacia; la alegría en medio del sufrimiento y que se enraíza en la experiencia pascual; la infancia espiritual que remite a la lucha contra la pobreza real; y la comunidad fruto de la soledad como experiencia del encuentro profundo con el Señor, no fungen en Gutiérrez como simples conceptos para adornar el discurso sobre la acción del Espíritu. Por el contrario, son expresión de un ejercicio humilde, que se reconoce en construcción, pero que busca aprovechar las experiencias más significativas vividas por las comunidades (inculturación) para dar cuenta del dinamismo del Espíritu, con la intención consciente de no falsearlo o alterarlo.

Inculturar la espiritualidad no es una apuesta novedosa de hacer teología espiritual, sino la apuesta hermenéutica que debe estar presente en toda teología espiritual, para que no redunde en discursos ilegibles, desentendidos de los problemas reales que viven las comunidades eclesiales, que constituyen el lugar eclesial del quehacer teológico. La teología de los Padres de la Iglesia da cuenta de que desde los inicios, la teología espiritual se asumió en clave de encarnación y por ello, de inculturación.

Para terminar, es posible afirmar que la teología de Gustavo Gutiérrez no se explica ni se comprende sino desde una espiritualidad encarnada, y por ello, profundamente arraigada en las circunstancias de la historia, que en el caso de América Latina está marcada por la pobreza y la opresión. En este sentido, es posible afirmar que su teología es una teología espiritual.


Notas

1 Orlando Solano Pinzón, «Aporte del "De vita Moysis" de Gregorio de Nisa a la inculturación de la teología hoy», Franciscanum 163, Vol. LVII (2015): 325-360.
2 Andrés Tornos, Inculturación. Teología y método (Madrid: Comillas, 2001), 178-179.
3 Cf. Orlando Solano Pinzón, «Aporte del "De vita Moysis" de Gregorio de Nisa...», 329.
4 Citado por Orlando Solano Pinzón, «Aporte del "De vita Moysis" de Gregorio de Nisa...», 328.
5 «Si "la verdad nos hará libres" (Jn 8, 32), el Espíritu que "nos llevará a la verdad completa" (Jn 16, 3), nos conducirá a la libertad plena. A la libertad de todo lo que nos impide realizarnos como hombres e hijos de Dios, y a la libertad para amar y entrar en comunión con Dios y con los demás. Nos llevará por el camino de la liberación, porque "donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Cor 3, 17)». Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación (Salamanca: Sígueme, 1972), 266-267.
6 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 267.
7 No en vano Heidegger comprende el lenguaje básicamente como el medio privilegiado en el que se despliega la referencia del ser al hombre. En este sentido se sitúa la famosa frase «El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre». Martín Heidegger, Carta sobre el humanismo (Madrid: Taurus, 1966), 7.
8 Para mayor información ver: Víctor Codina, Los caminos del oriente cristiano. Iniciación a la teología oriental (Santander: Sal Terrae, 1997), 32.
9 Gustavo Gutiérrez, El Dios de la vida (Lima: Instituto Fray Bartolomé de las Casas, 1989), 18.
10 Gustavo Gutiérrez, Densidad del presente (Salamanca: Sígueme, 2003), 23.
11 Gustavo Gutiérrez, Densidad del presente, 7.
12 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo. En el itinerario espiritual de un pueblo (Lima: CEP, 1983), 83.
13 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 84.
14 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 250-251.
15 «Caracterizar la situación de los países pobres como dominados y oprimidos, lleva a hablar de una liberación económica, social, política. Pero está, además, en juego una visión mucho más integral y honda de la existencia humana y de su devenir histórico. Una profunda y vasta aspiración a la liberación anima hoy la historia humana. Liberación de todo aquello que limita o impide al hombre la realización de sí mismo, de todo aquello que traba el acceso a -o el ejercicio de- su libertad». Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 52-53.
16 Esta experiencia de encuentro con Dios es los pobres, que se fue gestando en la solidaridad y el incremento de comunidades cristianas activas y responsables en los sectores populares, permitió comprender que los pobres evangelizan. Para mayor información ver: Gustavo Gutiérrez, «Pobres y liberación en Puebla», Diakonía 10 (1979): 61.
17 «"Cristo nos ha liberado para que gocemos de libertad" (Gal 5, 1), nos dice Pablo. Liberación del pecado, en tanto que este representa un repliegue egoísta sobre sí mismo. Pecar es, en efecto, negarse a amar a los demás y, por consiguiente, al Señor mismo. El pecado, ruptura de amistad con Dios y con los otros, es, para la Biblia, la causa última de la miseria, de la injusticia, de la opresión en que viven los hombres». Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 66.
18 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 113. «El hombre latinoamericano al participar en su propia liberación toma gradualmente las riendas de su iniciativa histórica y se percibe como dueño de su propio destino; además, en la lucha revolucionaria se libera de una manera u otra del tutelaje de una religión alienante que tiende a la conservación del orden». Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 101.
19 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 45.
20 Para mayor información sobre la caracterización de la realidad latinoamericana, Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 123.
21 «Surgida de un hondo movimiento histórico, esta aspiración a la liberación comienza a ser acogida en la comunidad cristiana como un signo de los tiempos. Como un llamado a un compromiso y a una interpretación. El mensaje bíblico, que presenta la obra de Cristo como una liberación, nos proporciona el marco de esa interpretación». Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 66.
22 Para mayor información ver: Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 26.29.
23 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 117.
24 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 50.
25 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 267.
26 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 178.
27 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 48.
28 Gustavo Gutiérrez, Densidad del presente, 23.
29 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 127..
30 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 127.
31 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 124.
32 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 268.
33 Gustavo Gutiérrez, «Pobres y liberación en Puebla», 66-67.
34 Para mayor información sobre la conversión como proceso, ver: Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 125.
35 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 269.
36 Para mayor información sobre el tema del perdón y la reconciliación, ver: Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 130-138.
37 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 127.
38 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 143.
39 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 144.
40 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 148.
41 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 142.
42 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 268.
43 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 271.
44 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 149.
45 Para mayor información sobre la relación entre alegría y pascua, Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 153.
46 «Todo anuncio profético de la liberación total viene acompañado de una invitación a participar en el gozo escatológico: "Y será Jerusalén mi alegría y mi pueblo mi gozo" (Is 65,19). Alegría que debe llenar nuestra existencia, haciéndonos atentos tanto al don de la liberación integral del hombre y de la historia, como al detalle de nuestra vida y de la de los demás». Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 271.
47 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 153.
48 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 164.
49 «La pobreza espiritual es la actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de quien todo lo espera del Señor (cf. Mt 5). Aunque valoriza los bienes de este mundo no se apega a ellos y reconoce el valor superior de los bienes del reino». Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 385.
50 Para Gutiérrez, «La infancia espiritual es una de las nociones más importantes del evangelio, ella es la postura de quien acepta el don de la filiación divina y responde a él forjando la fraternidad». Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 164.
51 Gutiérrez afirma que la pobreza espiritual o evangélica es «solidaridad con el pobre y rechazo de la situación de despojo en que se hallan las grandes mayorías del subcontinente». Gustavo Gutiérrez, «Pobres y liberación en Puebla», 52.
52 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 161.
53 Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 385.
54 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 165.
55 Según Gutiérrez, «Dios convoca, y se encarna en la comunidad de fe que se entrega al servicio de todos los hombres». Gustavo Gutiérrez, Teología de la liberación, 30.
56 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 169.
57 Se trata de la dimensión mística de toda espiritualidad.
58 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 170.
59 Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 172.
60 Para mayor información sobre la relación Eucaristía/Comunidad Gustavo Gutiérrez, Beber en su propio pozo, 173-174.
61 Gustavo Gutiérrez, Densidad del presente, 25.

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Enviado: 19 de agosto de 2015
Aceptado: 26 de septiembre de 2015

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