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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.58 no.166 Bogotá July/Dec. 2016

 

El pensamiento social del papa Francisco*

The social thought of Pope Francisco

Damián Pachón Soto**
Universidad Santo Tomás
Bogotá-Colombia

*Este artículo forma parte de la línea de investigación en Historia del pensamiento y la cultura en Colombia y en América Latina, del grupo de Investigación Fray Bartolomé de las Casas, de la Universidad Santo Tomás.
**Miembro del Grupo de Investigación en Teoría Política Contemporánea (Teopoco) de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras y de la Maestría en Filosofía Latinoamericana de la Universidad Santo Tomás. Candidato a Doctor y DEA (suficiencia Investigadora) por la misma universidad. Investigador Asociado I de Colciencias. Autor de 12 libros. Contacto: damianpachon@usantotomas.edu.co.

Para citar este artículo: Pachón Soto, Damián. «El pensamiento social del papa Francisco». Franciscanum 166, Vol. LVIII (2016): 317-337.


Resumen

En este ensayo se explora el pensamiento social del Papa en tres aspectos principales: el diagnóstico que el Pontífice hace del mundo actual y de sus crisis; los principales aspectos de su pensamiento económico y ecológico; y, finalmente, se alude la relación que hay entre el pensamiento del Papa y algunos de los filósofos más importantes del siglo pasado y del actual, aludiendo básicamente a la necesidad de redefinir el sentido del crecimiento económico, la noción de bienes comunes y su propuesta ecológica. Así se sustenta que el Papa francisco aboga básicamente por una Iglesia pastoral, de la calle, en diálogo con la ciencia, las ciencias humanas y la filosofía con miras a una transformación radical de nuestras formas de vida.

Palabras clave: Papa Francisco, pensamiento social, economía, ecología, filosofía.


Abstract

In this essay the social thought of the Pope is explored, especially three main aspects: the diagnosis that the Pontiff makes about the world nowadays and its crisis; the main aspects of his economic and ecological thinking; and finally, the relationship between the Pope's thinking and some of the most important philosophers of the last century and the current ones, basically referring to the need of redefining the meaning of the economic growth, the notion of commonwealth, as well as his ecological proposal. This way it is claimed that the Pope Francisco advocates for a pastoral Church, in dialogue with science, humanities and philosophy towards a radical transformation of our lifestyles.

Keywords: Pope Francisco, social thought, economics, ecology, philosophy.


Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está solo para preparar las almas para el cielo. Sabemos que Dios quiere la felicidad de sus hijos también en esta tierra1.

En su encíclica Evangelii Gaudium sostiene el papa Francisco: «prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades»2. Estas palabras y las del epígrafe citado, reflejan bien el talante del Papa y el nuevo rumbo que ha querido imprimirle a la Iglesia, esto es, una Iglesia comprometida con los problemas del mundo, con las angustias y la vida de la gente del planeta, de esta «casa común» en la que todos vivimos y en la que todos habitamos, tal como la llama en su encíclica Laudato si. Esta actitud es la que ha hecho del Pontífice un líder mundial moral, tal como sostiene Leonardo Boff, pero es también la actitud que le ha generado críticas de los sectores opulentos y de derecha más conservadores en el mundo -esa «minoría feliz» como él las llama-, que han visto en el mensaje del Papa una amenaza a sus privilegios e intereses.

De ahí la importancia de resaltar desde la academia el papel crucial que está jugando el papa Francisco en las discusiones actuales más importantes, aspecto en el que confluye con gran parte del pensamiento crítico filosófico y político de la actualidad. En este sentido, es necesario resaltar su mensaje sencillo, asequible a la comunidad cristiana y no cristiana, el cual es un pensamiento social que abarca temas que van desde la ecología hasta la política, pasando por el espinoso tema de la economía y la biotecnología. Por «pensamiento social» entiendo aquí una reflexión sobre la sociedad, donde esta es tomada como objeto de estudio, de investigación, lo cual implica tener en cuenta sus múltiples aspectos económicos, políticos, culturales, ambientales, etc. En este sentido, me quiero referir básicamente a tres aspectos fundamentales de su mensaje evangélico: 1) el diagnóstico de los tiempos actuales; 2) el fundamento y los contenidos de sus propuestas para hacer frente a las múltiples crisis que vivimos hoy y, 3) finalmente, su relación con parte del pensamiento crítico actual.

1. El diagnóstico: la crisis antropológica y la desertificación espiritual y ambiental del mundo

Para el Papa «hoy suele hablarse de un exceso de diagnóstico que no siempre está acompañado de propuestas superadoras y realmente aplicables»3. Con todo, su opción no es asumir sin más ese presunto exceso de diagnóstico, sino desde el evangelio realizar su propio análisis de la situación global actual y de sus múltiples crisis. En este sentido, el Papa advierte que la Iglesia debe abrirse a las ciencias, a la interdisciplinariedad, y aprender de ellas, para tener una visión compleja de los problemas que acucian a las sociedades actuales. Aclarando con gran apertura y sensatez que no «es función del Papa ofrecer un análisis detallado y completo sobre la realidad contemporánea»4, y que «[s]obre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de las opiniones»5 . Sin embargo, exhortando a todos a que estudien «los signos de los tiempos». Es decir, deja claro que ni la Iglesia ni el Papa tienen el «monopolio en la interpretación de la realidad social»6.

Hechas las anteriores aclaraciones, el papa Francisco detalla que en las sociedades actuales la mayoría de los hombres y las mujeres viven precariamente el día a día, en la pobreza y en la violencia, en la inequidad, indignamente, lo cual genera miedo y desesperación. La actual es para el Papa una sociedad donde impera una «economía de exclusión», donde los excluidos no son «"explotados" sino considerados desechos "sobrantes"»7. Es decir, es una «cultura del descarte» donde las personas son consideradas bienes de consumo, que se pueden usar y luego tirar. En estricto sentido, eso se debe a la lógica misma de la economía, basada en la competitividad y la eficiencia, al consumismo y a una «cultura del bienestar que nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado»8. Esa economía de la competitividad no cuestiona el crecimiento económico y supone la «teoría del derrame» según la cual el crecimiento «favorecido por la libertad de mercado logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo»9. Sin embargo, esta teoría denominada «Teoría de la filtración» por el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz, es falsa, pues los beneficios no necesariamente se irrigan a la totalidad de la sociedad, sino que benefician a ciertos sectores10. En el fondo de esta problemática está una profunda

    crisis antropológica: ¡La negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (...) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano11.

La actual no es una economía al servicio de la vida, sino del capital que defiende la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera, de ahí que «niegue el derecho de control de los Estados»12. Por eso se instaura una tiranía invisible que impone sus reglas y sus leyes a la inerme población. Ese culto al dinero y esa dictadura de la economía han generado otras patologías sociales como el aumento de la corrupción y problemas como la evasión fiscal «que han asumido dimensiones mundiales»13.

El Papa pone sobre el tapete un problema fundamental de las sociedades actuales: el tema de la inequidad y la violencia. Para el Pontífice hay una relación directa entre la primera y la segunda, pues la inequidad «genera la reacción violenta de los excluidos»14. Y esa violencia se agrava porque el mal es estructural, es el «mal cristalizado en las estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor»15. Así las cosas, el Papa pone el dedo en la llaga al mostrar que la pobreza no se debe a gente vaga y perezosa que no trabaja, sino en poner de presente que «el sistema social y económico es injusto en su raíz»16. Ya decía el filósofo alemán Herbert Marcuse que la escasez no cae del cielo sino que esta ha sido organizada para no satisfacer las necesidades de todos los individuos, es decir, se debe a una especial estructuración de la sociedad capitalista17.

De ahí que la violencia para el Papa no se soluciona con una mayor seguridad, sino combatiendo la inequidad y la pobreza. Es decir, no es lo que hoy se ha llamado «securitización»18 lo que va a generar paz social, sino ante todo, un nuevo orden y una nueva lógica de la economía que combata la exclusión social.

    Así la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Solo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos19.

Esta reflexión resulta supremamente actual si pensamos el fenómeno del terrorismo y la política preventiva de los Estados Unidos a partir del 11-S, la cual ha seguido atizando los conflictos en Oriente, y hoy mismo, en el interior de Europa. Como se sabe, la lucha contra el terrorismo ha sido usada también para demonizar la protesta social que tiene causas muy distintas a la amenaza terrorista, de tal manera que la securitización general de la sociedad termina siendo un mecanismo ideológico y represivo que oculta la pobreza y la inequidad social mundial.

Por otro lado, parte de esa crisis antropológica implica la desertificación espiritual del mundo, es decir, la pérdida de valores, de solidaridad, fraternidad, hermandad y quiebre de los lazos sociales entre las personas, etc., ocasionados por una sociedad veloz, rápida, egoísta e individualista: «vivimos en una sociedad de la información que nos satura indiscriminadamente de datos, de todos en el mismo nivel, y termina llevándonos a una tremenda superficialidad a la hora de plantear las cuestiones morales»20. De ahí el relativismo y la ausencia de ética en el mundo actual, producto también de la secularización de las sociedades21, a la vez que la sociedad de la comunicación destruye los lazos culturales y amenaza la institución familiar.

Ahora, uno de los temas que más simpatía ha causado y que más atención ha llamado del pensamiento social del Papa es su pensamiento ambiental. En su exhortación apostólica nos dice: «La tierra es nuestra casa común y todos somos hermanos»22. «Amamos este magnífico planeta donde Dios nos ha puesto y amamos a la humanidad que lo habita»23. El problema es que el hombre actual, con su ambición, su egoísmo, su irracionalidad, con su afán productivista y ánimo de lucro; con su acción industrial y usos tecnológicos está destruyendo esa casa común, nuestro oikos, nuestro hogar. Por eso la encíclica Laudato si, acomete reflexiones fundamentales que involucran:

    La íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica al nuevo paradigma y a la forma de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida24.

Este amplio e integral catálogo de temas y de intereses es lo que hace del papa Francisco, un auténtico pensador de nuestro tiempo, un hombre que ha aprovechado su posición, tan humildemente asumida, para luchar por los pobres del mundo, de su Iglesia y así buscar la felicidad de los mismos en la tierra. Por eso, el compromiso con la casa común lo lleva a hablar de la contaminación, las basuras, los desechos, la contaminación del agua, los efectos nocivos de la minería, la pérdida de la biodiversidad, la desertificación del suelo por el monocultivo y la agricultura extensiva, el calentamiento global, etc., así como del deterioro de la calidad de la vida humana y la degradación social25. Así se reconoce que la crisis ambiental es también una crisis social, que la pobreza tiene efectos sobre la destrucción del ambiente y que el daño ambiental degrada también la vida humana; que el problema ambiental implica incluir el tema económico, político, la discusión en torno a la justicia, etc. En fin, lo que hace el Pontífice es un tratamiento integral y holístico de la ecología, esto es, de las relaciones de los seres con su medio. Sobre los fundamentos teológicos de esta lectura trataré seguidamente.

2. La obra divina y el cuidado del mundo: perspectivas desde el evangelio

Para el Papa los problemas actuales requieren, como ya se dijo, de la interdisciplinariedad, lo que implica escuchar a las demás disciplinas. En este empeño, un diálogo entre la religión y la ciencia puede aportar a la solución de los problemas, lo mismo que «acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad»26. Es decir, el Papa incluye aquí el aprendizaje mutuo entre las culturas, el diálogo, y los aportes desde las distintas formas de ver y entender el mundo, o lo que se ha llamado en el pensamiento latinoamericano: interculturalidad27. Es la acción mancomunada de todos, desde todos los saberes y experiencias de vida, la que puede ofrecer soluciones, perspectivas y esperanzas a la crisis actual. Con todo, esa apertura no obsta para que desde el evangelio se expongan algunos puntos de vista fundamentales para solventar los problemas. Es aquí cuando el Papa acude a las Escrituras, a los santos y a la Doctrina Social de la Iglesia para fundamentar sus posiciones.

El punto de partida es el relato de la creación en el génesis. Dios creó el cielo, la tierra y todo lo que existe sobre ella. Cada criatura es producto del amor divino y es ese acto creador el que le ha dado el valor y la dignidad a todo lo existente. De ese acto depende su valor y su significado. Cada cosa es producto del pensamiento de Dios y en esta narración simbólica del Génesis aparecen claramente tres relaciones: la relación con Dios, con el prójimo y con la tierra28. Pero estas relaciones se han roto gracias al pecado. Fue con la caída, con la soberbia del hombre que no supo verse como criatura limitada como se quebraron esas relaciones. De ahí que el deber del hombre de «dominar», cuidar y labrar la tierra se desnaturalizó también y provocó un conflicto. El Pontífice aclara que no hay en el pensamiento judío-cristiano un mandato de explotar salvajemente la naturaleza, pues el deber del hombre era el de «labrar y cuidar» el jardín del mundo, cultivarlo, preservarlo, custodiarlo, etc., lo que «implica una relación de reciprocidad responsable entre el ser humano y la naturaleza»29. Desde este punto de vista, lo que ha hecho el hombre actual con la naturaleza, así como las guerras, debe verse como un pecado, porque implica la destrucción de la obra de Dios, de la casa común, del mundo que el Creador le ha dado al hombre para vivir. Por eso, la Biblia manda a una perfecta comunidad con el reino de todo lo vivo, de ahí que no haya lugar en las Escrituras para el «antropocentrismo despótico que se desatienda de las demás criaturas»30. Sostiene el Papa: «el fin último de las demás criaturas no somos nosotros. Pero todas avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios, en una plenitud trascendente donde Cristo resucitado abraza e ilumina todo»31. Es decir, lo que se pone de presente en esta concepción es la de un mundo como gran obra de un ser creador, de un arquitecto o artesano que creó la naturaleza, tal como Francis Bacon, Galileo y Leibniz, entre otros, lo comprendieron. Por eso: «Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros»32. La naturaleza es un libro cuyas letras son la multitud de criaturas presentes en el cosmos, dice Francisco citando a Juan Pablo II.

Así las cosas, nuestra casa común es sagrada y a ella nos debemos. Es ahí donde el evangelio y la Iglesia juegan un papel fundamental. Por eso la Iglesia debe procurar por la vida de todas las criaturas y por realizar la felicidad del hombre también sobre la tierra. Y en esa labor pastoral de la Iglesia, el pobre juega un lugar privilegiado. Por eso el Papa recuerda que: «para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios le otorga su primera misericordia»33. Esto es así porque el Reino de Dios le pertenece a los pobres, a quienes han sido desechados y descartados. A ellos se les debe amor desinteresado, por su saber, su cultura, su fe, su modo de vivir, etc., sin ser usados para fines políticos o personales, es decir, sin ser instrumentalizados.

Ahora, si los pobres y desamparados son, por decirlo así, el sujeto privilegiado de la acción pastoral, del evangelio mismo, el Papa enuncia dos programas necesarios para luchar contra la degradación de su vida. Estos programas surgen del papel positivo y propositivo que debe jugar la Iglesia. El primero de ellos se refiere a la «inclusión social de los pobres» y, el segundo, a «la paz y el diálogo social»34. El primer punto requiere un cambio de las estructuras económicas existentes, donde se escuche el clamor y el gemido de los pobres, de tal manera que se garanticen los derechos humanos de las personas y de los pueblos, donde todos tengan alimento, pues lo hay suficiente para todos; donde el hombre pueda vivir dignamente. Lograr estos fines requiere una «distribución del ingreso», de la riqueza social, resolver las causas estructurales de la pobreza, pues «la inequidad es raíz de los males sociales»35. De tal manera que se requiere cambiar el concepto de economía que manejan las sociedades actuales. La economía, resignificada, es para el Papa: «el arte de alcanzar una adecuada administración de la casa común, que es el mundo entero»36. Desde este punto de vista, para el Papa, como para el filósofo italiano Giorgio Agamben37, la economía es un paradigma de gestión, sin embargo, una gestión responsable de lo común. Este nuevo paradigma económico implica: a) no confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado, b) la recuperación de la soberanía estatal, c) el control del libre mercado por el Estado, d) asegurar el bienestar económico de todos los países y no solo de unos pocos38; e), abandonar el paradigma eficientista de la tecnocracia, buscando un desarrollo integral de la persona, f) «desacelerar un determinado ritmo de producción y de consumo»39, dando origen a otro modelo de desarrollo y de progreso, de tal manera que se cuide el medio ambiente40 y h) regular la actividad financiera especulativa y la economía ficticia.

El fundamento de la nueva economía, la cual debe estar al servicio de la plenitud humana, es «la dignidad de la persona humana y el bien común»41. Este es el horizonte último de la economía y también de la política, la cual debe ser dignificada y puesta al servicio de la vida. Para el Papa es claro que la política debe escuchar a todos los sectores sociales y algo muy importante, no debe someterse a la economía42. Esta es, entre otras cosas, una forma de evitar que la economía se ponga por encima de la democracia y de los procesos de participación de las comunidades, pues «El dinero debe servir y no gobernar»43.

En cuanto al segundo punto, «el bien común y la paz social», el Papa es claro en afirmar que la paz social no es mera ausencia de violencia, ni un trato favorable para unos pocos, sino ante todo debe tener en cuenta la inclusión social, los derechos humanos, la dignidad de la persona, y buscar el «desarrollo integral de todos»44. Por su parte, la construcción del bien común y de la paz social, debe tener en cuenta 4 principios ineludibles45. El primero, que «el tiempo es superior al espacio»46, es decir, que se deben emprender obras de largo aliento, a largo plazo, superando el inmediatismo y los criterios cuantitativos; el segundo, la prevalencia de la unidad sobre el conflicto, aprovechando este último como un nuevo eslabón para la paz47; el tercero, asumiendo que la realidad es más importante que la idea, con lo cual se quiere decir que se debe atender al mundo, a la circunstancia, abandonando la retórica y las palabras grandilocuentes, pues lo que convoca es la «realidad iluminada por el razonamiento»48, pues: «No poner en práctica, no llevar a la realidad la palabra, es edificar sobre arena, permanecer en la pura idea y degenerar en intimismos y gnosticismos que no dan fruto, que esterilizan su dinamismo»49. El último principio se refiere a lo que los filósofos llaman una verdad de razón, esto es, que «el todo es superior a la parte»50, con lo cual se quiere significar las justas relaciones entre lo local y lo global, a la certeza de que el trabajo en lo pequeño, en lo cercano, también contribuye a lo macro; a la unión de lo individual y lo comunitario, lo cual enriquece a ambos. Todo esto debe estar alimentado por el diálogo social e interreligioso (con el judaísmo y el islam) que contribuya a la paz.

3. El papa Francisco y el pensamiento crítico actual

Recientemente ha escrito Leonardo Boff: «No es importante que el papa Francisco no use el término teología de la liberación. Lo importante es que hable y actúe de manera liberadora»51. Estas palabras ponen sobre el tapete la conflictiva relación que ha tenido el Vaticano con la teología de la Liberación. Sin embargo, a pesar de las diferencias doctrinales, es claro que el Papa confluye en varios aspectos con esta vertiente de la teología nacida en los años sesenta del siglo pasado en América Latina, justo en el calor de la revolución cubana, la revolución cultural y con el aparecimiento de la sociología de la liberación, la filosofía de la liberación y la teoría de la dependencia.

La teología de la liberación, que no es una corriente homogénea, comprendió que «estos pueblos no sufren el subdesarrollo por casualidad, sino que positivamente son mantenidos ahí por y para el desarrollo económico e insolidario de los pueblos más poderosos»52. De ahí la necesidad de que el evangelio luche por la liberación de los oprimidos, los pobres, las víctimas del sistema, los desamparados, los excluidos. Esa liberación, si bien toma connotaciones altamente politizadas, alude a un «anhelo y proceso para superar toda esclavitud o dependencia económica, social y cultural»53. Por eso la teología de la liberación concebía, según Jesús Espeja, tres niveles de acción: en lo socioeconómico buscando asegurar los derechos de las personas y luchando contra la pobreza y la injusticia; en lo político buscando la autodeterminación y la autonomía de los Estados subdesarrollados y en lo teológico buscando construir una espiritualidad nueva. La liberación en los dos primeros niveles no es suficiente, pues: «hay una total alienación clavada en el corazón del hombre, un egoísmo que crea sus interpretaciones ideológicas para mantener su posición segura en lo económico y en lo político»54, por eso: «la liberación del Evangelio alcanzará simultáneamente a los tres niveles: tratar de cambiar el corazón del hombre, cambiando a la vez la organización económica y política»55. La forma de realizar este proyecto partía de escuchar la sociedad, las realidades concretas situadas, la vida de los hombres sufrientes de carne y hueso. La teología como doctrina sistemática viene después, pues lo que interesa a la teología de la liberación es el contacto, el trabajo con las comunidades, en fin, la praxis evangélica... de ahí su marcado carácter pastoral. Es un camino que va desde «la sociedad a la teología»56.

La teología de la liberación unía praxis evangélica con acción liberadora, sacaba a la Iglesia de su solipsismo frente a los problemas concretos de los creyentes, escuchaba otras ciencias sociales como la sociología y concebía que «la historia de la salvación es la entraña misma de la historia humana»57 como sostuvo Gustavo Gutiérrez. Así, la Iglesia no solo prepara almas para el cielo, sino que concibe el reino de Dios en la tierra misma. En esta concepción reforzar la espiritualidad del hombre, sus valores, con el ejemplo de Cristo es fundamental para liberar a los pobres y oprimidos.

De tal manera que quien lea las encíclicas del Papa, puede encontrar estos mismos aspectos en su mensaje evangélico. Como ha dicho Boff, puede que el Papa no se reconozca y se identifique explícitamente con esta corriente teológica, pero su mensaje es claramente liberador.

Ese proyecto liberador del Papa, por llamarlo así, lo une con propuestas de gran parte del pensamiento crítico actual, de alternativas que buscan otro mundo posible que supere la catástrofe ambiental que amenaza en convertir la tierra en un desierto superpoblado. Quisiera referirme brevemente a tres aspectos: a) la redefinición del concepto de crecimiento económico, b) la noción de bienes comunes y c) la ecológica con la nueva forma de vida.

Es clara la apuesta del Papa por redefinir el modelo económico neoliberal que tenemos: este modelo se basa, entre otros, en el credo del crecimiento económico. Este credo implica para mantenerse una clara degradación y uso de los recursos naturales con lo cual se agrava el problema ambiental. Como sabemos, hoy en día muchos países no firman los tratados ambientales porque esto implicaría limitar la posibilidad de crecimiento. Es lo que sucede con la minera de oro a la extracción de carbón. Los Estados prefieren asumir el costo del deterioro ambiental al del crecimiento. Sin embargo, no se define la finalidad del crecimiento. Esta, como dice el Papa, debe ser la dignidad humana y el bien común, es decir, el crecimiento debe tener un fin noble y es la mejora de la vida de todos los ciudadanos. Este crecimiento se mide en términos del Producto Interno Bruto, que básicamente mide las economías de acuerdo al nivel de sus exportaciones e importaciones. Pero como ha dicho André Gorz:

    Nada garantiza que el crecimiento del PIB aumente la disponibilidad de productos que necesita la población. En los hechos, ese crecimiento responde, en primer lugar, a una necesidad del capital, o a las necesidades de la población (...) trae con frecuencia beneficios a una minoría en detrimento de la mayoría, y en vez de mejorar la calidad de vida y del medio ambiente, la deteriora58.

Como dice Gorz, el crecimiento está a favor del neoliberalismo, por eso su resignificación solo puede detenerse con una economía diferente. Por esta razón el Papa propone un «desarrollo sostenible e integral»59, aclarando que no basta conciliar, «en un término medio, el cuidado de la naturaleza con la renta financiera»60. Hoy la academia le apuesta no solo a superar el mito del crecimiento, sino a redefinir las necesidades humanas. Desde luego, estas requieren satisfactores que no siempre tienen que ser materiales. Al respecto ha dicho Erich Fromm: «Necesitamos determinar qué necesidades se originan en nuestro organismo, cuáles son resultado del progreso cultural, cuáles expresiones del desarrollo del individuo, cuáles son sintéticas, impuestas por la industria al individuo»61. Es decir, debe eliminarse lo que Herbert Marcuse llamaba «las falsas necesidades». En este aspecto, resulta útil el catálogo de necesidades que ha elaborado el economista chileno Manfred Max-Neef, donde el desarrollo se refiere a las personas y no a los objetos. Por eso se necesita un Desarrollo a escala humana, basado en necesidades como la subsistencia, la protección, el afecto, el entendimiento, la participación, el ocio, la libertad, la creación y la identidad. Por eso la propuesta del chileno aboga por un desarrollo endógeno, comunitario, de interdependencia y no de competencia62. En este sentido, van las exhortaciones del Papa, las cuales se pueden resumir en la apuesta de Enrique Dussel: «Debemos imaginar nuevas instituciones y sistemas económicos que permitan la reproducción y crecimiento de la vida humana y no del capital (.). Hay que fijar los ojos en las nuevas experiencias populares de economía social alternativas»63.

El segundo aspecto en que el Papa coincide con el pensamiento crítico es en lo referido al tema de los bienes comunes. En este sentido, el principio del bien común es central y unificador de la ética social, no solo es el fin de la política, sino que debe buscar el logro más pleno y más fácil de la propia perfección. Busca el desarrollo integral del ser humano y el desarrollo social, es decir, le apuesta al desarrollo de la diada individuo-sociedad. Aquí no solo la propiedad privada tiene una función social, es decir, encaminada al bien común, sino que el «medio ambiente» mismo es un bien colectivo «patrimonio de toda la humanidad (.) quien se apropia algo es solo para administrarlo en bien de todos»64. Así las cosas, el medio ambiente como sistema interdependiente, complejo, interconectado, es condición de posibilidad de la vida humana misma, por eso debemos cuidarlo, pues de su perpetuación y vitalidad depende la vida de las futuras generaciones. Por eso la justicia generacional es un imperativo. Y, por eso, frente al calentamiento global, el Pontífice sostiene que debemos concebir el «clima como bien común»65. Así que la situación climática actual atañe a todos y superar la crisis ambiental debe ser producto de una conciencia universal que se materialice en prácticas específicas.

Esta noción de bien común, como objetivo de la política, viene desde Aristóteles y traspasa la tradición escolástica. Mientras que la noción de «bienes comunes» es una reivindicación actual de algunos filósofos, entre ellos, Antonio Negri. Alude a que debemos defender el agua, la tierra, el aire, el conocimiento, el material genético, etc., como bienes de todos, como «recursos» que no son de las corporaciones o los intereses privados. Se trata de evitar la expropiación de aquello de lo cual depende nuestra existencia, proceso de expropiación que se inició con el Renacimiento y con la acumulación originaria del capital que desposeyó a los siervos y campesinos de las zonas comunes, privándolos de sus medios de vida para reducirlos a vendedores de su propia corporalidad y someterlos al trabajo asalariado que convierte a toda persona en cosa que se vende y, muy especialmente, en consumidor66. Se trata, entonces, de reivindicar bienes de todos y de construir lo común como interrelación, comunicación de singularidades y cooperación, como reconocimiento del otro, lo cual «rechaza una concentración del poder»67 y crea nuevas maneras de gobierno. En este sentido, hay que construir lo común como proyecto político. De tal manera que si cambiamos la noción de economía y nos empoderamos por medio de la construcción de lo común, estaremos creando otro mundo posible.

El tercer punto notoriamente donde el papa Francisco converge con el pensamiento actual es en su ecológica. Entendida como la relación entre los organismos vivientes y el medio donde se desarrollan, el Papa se ha esforzado por dar una concepción integral de la misma. El ambiente no está allá afuera, sino que estamos insertados en él. Por eso, el Papa habla de una ecología ambiental, social, económica, cultural y de la vida cotidiana. Esto implica el cuidado de la naturaleza, los saberes y patrimonios indígenas, de las comunidades, pero también cuidar los espacios en que nos movemos cotidianamente, como la ciudad, los transportes, la casa misma donde habitamos. El ambiente, concebido complejamente, en armonía con el hombre.

La naturaleza, en este sentido, no es algo fuera de nosotros. Estamos inmersos en ella, somos parte de ella. De ahí la necesidad de pensar, estudiar y prever los efectos de las decisiones económicas y su impacto sobre los seres vivos. Esta concepción de la naturaleza y la vida fue la que promovió en Colombia el filósofo Darío Botero Uribe: somos un pedazo de cosmos, la naturaleza viene de la vida y come vida, es un río de vida en el cual navegamos, de ahí que no debamos interrumpir los circuitos vitales, ni la fluidez vital de los ecosistemas. A esta concepción se lleva concibiendo la vida como una, como universalidad vivificante de la cual participamos68.

Finalmente, esta ecológica llama a un cambio de comportamiento, a una trasformación de nuestros estilos de vida, nuestras prácticas y nuestros hábitos. No solo se requiere transvalorar el exitismo, el consumismo, la competencia rapaz, el individualismo y el egoísmo, implica una sub-versión vitalista radical que perturbe la manera tanática como comprendemos el mundo. Esta subversión vitalista radical requiere cambiar nuestras maneras de pensar, sentir y desear, sustituyendo así la modulación de los afectos y los deseos que el capitalismo libidinal nos impone, por nuevos agenciamientos de la subjetividad. Para llegar a esta revolución vital la educación crítica y la pedagogía son fundamentales, sostiene el Papa, así como la necesidad de que la ética controle el poder de la técnica y los poderes derivados de la ciencia y sus aplicaciones69. Por lo demás, se necesita valorar riquezas que tienen valor intrínseco y no material, como dice Gorz, tales como:

    La calidad del medio de vida, la calidad de la educación, los lazos de solidaridad, las redes de ayuda y asistencia mutua, la extensión de los saberes comunes y de conocimientos prácticos, la cultura que se refleja y se desarrolla en las interacciones de la vida cotidiana; todas estas cuestiones no pueden adquirir forma de mercancía, no son intercambiables contra ningún otro bien, no tienen precio (...) de ellas dependen la calidad y el sentido de la vida de una sociedad y de una civilización70.

Esto debe ir unido a una espiritualidad basada en el amor, la ayuda mutua, la compasión, la cooperación, la solidaridad, la vida fraterna, la alegría, la felicidad y la hermandad. Recordando, además, que este es también uno de los principios de la teología de la liberación. Pero también se requieren acciones concretas, por más pequeñas que sean, que contribuyan a un cambio real en la manera como entendemos la vida, y como nos relacionamos con el ambiente día a día. Es un llamado a nuevas prácticas limpias, donde se pueden hacer cosas simples: «evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos (...) compartir un mismo vehículo entre varias personas»71, etc. De las pequeñas acciones también depende la supervivencia de la obra de Dios en la que habitamos: nuestra casa común.

Son todas las anteriores consideraciones lo que evidencia que el Papa quiere una Iglesia militante, práxica; comprometida con la felicidad de los más débiles en este mundo y en diálogo con la filosofía, las ciencias y las humanidades de nuestro tiempo, así como dispuesta al diálogo interreligioso y con otras culturas. Convencido como lo estaba el filósofo y psicoanalista Erich Fromm de que: «la supervivencia física de la especie humana depende de un cambio radical del corazón humano»72.


Notas

1 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium (Bogotá: Paulinas, 2014), n. 182.
2 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 49.
3 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 50.
4 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 51.
5 Francisco. Laudato si. El cuidado de la casa común (Bogotá: San Pablo, 2015), n. 61.
6 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, 184.
7 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 53.
8 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 54.
9 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 54.
10 Cf. Joseph Stiglitz, El malestar en la globalización (Madrid: Suma de Letras, 2004), 164.
11 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 55.
12 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 56.
13 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 56.
14 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 59.
15 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 59.
16 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 59.
17 Cf. Herbert Marcuse, Eros y civilización (Barcelona: Seix Barral, 1969), 46.
18 Cf. Jean Baudrillard, Las estrategias fatales (Barcelona: Anagrama, 2000), 37.
19 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 60.
20 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 64.
21 No es interés aquí discutir el problema de las ventajas o desventajas del proceso de secularización en la modernidad, solo se quiere indicar que para el Papa ese proceso es el causante de la crisis espiritual del mundo y de la pérdida de los valores.
22 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 183.
23 Francisco. Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 183.
24 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 16.
25 Cf. Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 43-47.
26 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 63.
27 Cf. Edwin Cruz Rodríguez, Pensar la interculturalidad: una invitación desde Abya-Yala/América Latina (Quito: Ediciones Abya-Yala, 2013), 37.
28 Cf. Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 66.
29 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 67.
30 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 68.
31 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 83.
32 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 84.
33 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 198..
34 Cf. Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 238-258.
35 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 202.
36 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 206.
37 Cf. Giorgio Agamben, El reino y la gloria. Por una genealogía teológica de la economía y del gobierno (Valencia: Pre-Textos, 2008), 33.
38 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 206.
39 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 191.
40 Cf. Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 191.
41 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 218.
42 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 189.
43 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 58.
44 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 219.
45 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 221.
46 Cf. Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 222-225.
47 Cf. Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 226-230.
48 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 232.
49 Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 233.
50 Cf. Francisco, Exhortación apostólica. Evangelii Gaudium, n. 234-237.
51 Leonardo Boff, «El papa Francisco y la teología de la liberación», Fe adulta, consultada en diciembre 3, 2015, www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/3635-el-Papa-francisco-y-la-teologia-de-la-liberacion.html.
52 Jesús Espeja, ¿Qué es eso de teología de la liberación? (Bogotá: El Búho, 1986), 12.
53 Jesús Espeja, ¿Qué es eso de teología de la liberación?, 13.
54 Jesús Espeja, ¿Qué es eso de teología de la liberación?, 17.
55 Jesús Espeja, ¿Qué es eso de teología de la liberación?, 17.
56 Jesús Espeja, ¿Qué es eso de teología de la liberación?, 20.
57 Jesús Espeja, ¿Qué es eso de teología de la liberación?, 27.
58 André Gorz, Ecológica (Buenos Aires: Capital Intelectual, 2011), 104 .
59 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 13.
60 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 194.
61 Erich Fromm, ¿Tener o ser? (México: fce, 2013), 190.
62 Manfred Max-Neef, La economía descalza (Estocolmo, Buenos Aires, Montevideo: cepaur y nordan, 1985), 64.
63 Enrique Dussel, 20 tesis de política (México: Siglo XXI, 2006), 104.
64 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 95.
65 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 23-26.
66 Karl Marx, El capital, Vol. I (México: FCE, 1975), 627.
67 Antonio Negri, Marx, la biopolítica y lo común (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012), 200.
68 Darío Botero Uribe, Vitalismo cósmico (Bogotá: Corteza de Roble Editorial, 2007), 66 ss.
69 Hay que decir que en aspectos como el de la biotecnología o la tecno-genética, el Papa no asume una actitud conservadora o de rechazo. Se mantiene abierto a las posibilidades de su uso siempre y cuando se sopesen los efectos y se tenga en cuenta las consecuencias de su aplicación. En otros aspectos álgidos, como el aborto, su actitud es decididamente opuesta.
70 André Gorz, Ecológica, 125.
71 Francisco, Laudato si. El cuidado de la casa común, n. 211.
72 Erich Fromm, ¿Tener o ser?, 31.

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Recibido: 5 de diciembre de 2015
Aceptado: 21 de enero de 2015

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