Introducción
El interés de esta investigación es hacer una aproximación a Lc 8,1-3 desde el discipulado en perspectiva laical, mirando cómo en este pasaje bíblico se valida el discipulado de las mujeres y desde allí resaltar su vinculación como seguidoras de Jesús que cuesta a veces reconocerles. El texto se presenta en cinco partes, con unos preliminares al tema del discipulado laical y una conclusión. En principio se realiza una aproximación al lugar de la mujer y el discipulado en Lucas, posteriormente se hace una ubicación histórica del discipulado femenino, para mirar cómo a partir de la sociología del conocimiento, exactamente el tema de la desviación social, se presenta el discipulado de la mujer como modelo para fundamentar el lugar de los laicos en la iglesia.
Preliminares al tema del discipulado laical
Este artículo no desconoce que desde la teología en los últimos años se ha trabajado el tema de los laicos a partir de los documentos del Concilio Vaticano II1 y algunas Conferencias Episcopales posteriores2. Es interesante que además del Concilio, la Exhortación Apostólica Christifideles laici planteó el tema de superar la condición pasiva y receptora de la acción de los laicos en la iglesia, pero viendo su misión en el mundo (en los asuntos temporales), contribuyendo a su santificación3. Manuel Guerra hace un análisis de los estudios de Alexandre Faivre que señala la ausencia de la categoría laicos en la iglesia4, argumentando cómo en el cristianismo no se hacía ninguna distinción al respecto, a tal punto que no se podría hablar de mujeres laicas, pues no corresponde con la realidad histórica. El término era simplemente cristianos o cristianas, entendido desde la perspectiva de seguidores de Jesucristo que se han hecho discípulos. En el contexto latinoamericano se ha estimado el discipulado como un imperativo de la evangelización; a partir de la Conferencia de Medellín y Puebla, sin olvidar la Conferencia de Aparecida; puesto que por mucho tiempo se ha calificado América Latina como un continente de pobres y por ende un lugar teológico para insistir en la opción de Dios y de Jesucristo por los más frágiles del sistema, haciendo del discipulado una condición necesaria en la evangelización5.
Otro elemento, en cuanto al discipulado, es que varios textos de seguimiento en el evangelio se han circunscrito desde un carácter de consagración exclusiva en la vida religiosa o sacerdotal a lo largo de la historia. Esto ha derivado en que la mayoría de los cristianos comprometidos con el evangelio se han desentendido y han sido relegados del llamado, generando en ellos una actitud pasiva frente al destino y misión de la iglesia; incluso durante la edad media y mitad del siglo xx fueron considerados como cristianos de segunda clase, siendo un privilegio ser sacerdote o religioso/a6.
Además de las reflexiones y trabajos al respecto, el discipulado laical se sigue teniendo como un tema de menor categoría, especialmente en la participación de la vida de la iglesia; con todo, se habla de la importancia de los laicos en ella y del interés en su formación. No obstante, el sacerdocio y la vida consagrada, por antonomasia, siguen considerándose los lugares para hablar y vivir el discipulado, el seguimiento a Cristo. Sin embargo, en la distinción que se ha mantenido a lo largo de los años y siglos, que se concreta en laicos y consagrados (especialmente presbíteros), en el estudio de Lc 8,1-3 se reconoce otro modelo de discipulado. Este discipulado se presenta como alternativa frente al discipulado oficial, que se fue decantando por el presbiterado o la vida consagrada en la iglesia católica.
En el estudio de este discipulado no se tiene en cuenta a la mujer, se queda limitada a la vida religiosa femenina y su falta de reconocimiento en ocasiones eclipsa su presencia en los inicios del cristianismo, negándosele un lugar como lo presentan algunos autores7. Hay condiciones históricas, sociales y políticas fuertemente arraigadas que se han encargado de relegar el papel de la mujer; entre distintas instancias se encuentra también un tipo de segregación por parte de la iglesia católica. Elizabeth Schüsler Fiorenza considera que las causas se deben a concepciones patriarcales y androcéntricas. El hombre creó el estereotipo de la mujer como ser inferior, pasivo y dependiente, siendo tan consolidado en la cultura que hasta la misma mujer lo ha interiorizado8. Se trata entonces de señalar cómo el evangelio presenta otra perspectiva de estas concepciones tan arraigadas culturalmente. Así, a continuación se realiza una contextualización general del evangelio, fundamental para posteriormente argumentar el discipulado de los laicos a partir de los discípulos que no son discípulos en Lc 8,1-3.
1. Aproximación al lugar de la mujer y el discipulado en Lucas
En este apartado se hará una aproximación a la comunidad en el evangelio, que permite comprender la recurrencia de la mujer en él y cómo deja entrever el lugar de la mujer en el mundo grecorromano, favoreciendo la comprensión de su inclusión en la comunidad, ya que el evangelio es apertura a los gentiles. En esta perspectiva se presenta el discipulado que establece Jesús y el carácter del mismo, en cuya presentación se suscribe el discipulado particular que establece Jesús en el evangelio.
1.1 La comunidad en el evangelio, apertura al mundo grecorromano
Los especialistas en el evangelio de Lucas sitúan la comunidad en el mundo grecorromano inclinándose, últimamente, como lugar la ciudad de Roma9, teniendo en cuenta las indicaciones que al respecto presenta la obra Lucana en general Lc 2,1 y Hch 28,18ss)10. La comunidad estaba formada por hombres y mujeres de clase popular, se considera que varios eran libertos de distintos pueblos conquistados por el imperio romano11. Los destinatarios del evangelio eran conocedores de la religión judía, aun cuando no fueran judíos, pues esta tenía muchos adeptos en el mundo grecorromano. Sin embargo, por la circuncisión no se anexaban a la religión. Por esta razón cuando el cristianismo naciente les ofrece la posibilidad de hacerse hijos de Dios, pueblo de Israel y destinatarios de la salvación no dudan en convertirse a la fe en Jesucristo12, formando una comunidad que vivió en el imperio con la propuesta contracultural que había empezado Jesús en Galilea13. Por tanto, el evangelio refleja las diferencias étnicas y sociales que se presentaban entre los seguidores de Jesús, resaltando algunos temas que permiten sociológicamente hacer una aproximación a la comunidad y sus puntos de crecimiento, por ejemplo la riqueza, la limosna, el honor, la procedencia, la mujer, el seguimiento, etc14. Estas evidencias del evangelio posibilitan la aproximación, en este trabajo, al lugar de la mujer y el seguimiento entre los discípulos de Jesús.
En cuanto a la redacción del evangelio con respecto a las mujeres, se encuentra que este es el que más referencias e historias de mujeres tiene15; la razón estaría en que para el autor es central tener una apertura al mundo helenístico, reflejando que varias mujeres de este contexto entraban a formar parte de la comunidad y sus condiciones eran más favorables que las de las mujeres judías16. Es por ello que Lucas hace memoria de la relación del Jesús histórico con las mujeres; pero aun cuando puede estar planteando modelos femeninos para la enseñanza a las mujeres convertidas al cristianismo, no excede lo permitido y admitido por la sociedad grecorromana en cuanto al lugar de la mujer17.
Sobre la situación y el lugar de la mujer en el siglo primero autores como Antonio Piñero señalan que las mujeres estaban restringidas al ámbito doméstico y bajo la supervisión del varón. Desde la perspectiva lucana y más concretamente para la época en que se redacta el evangelio, es importante preguntarse por la mujer en el grupo de Jesús y específicamente en el círculo de sus seguidores, puesto que Lucas retrotrae siguiendo a Marcos (15,40 41) la historicidad del seguimiento de las mujeres en el ministerio de Jesús, fundamental para el tema de estudio.
Lo anterior resulta sugerente puesto que tradicionalmente se ha considerado que el llamado al seguimiento, al discipulado, era básicamente para varones, no se veía un lugar para la mujer en este. Si ellas estaban en el discipulado era porque tenían que atender la casa, servir a los varones y ofrecer hospitalidad, tal como se describe la acción de Martha, en Lc 10,38-42 o la suegra de Pedro Mc 1,29-31; y su labor estaba relacionada con el servicio (diakonein) a la mesa18. Pero, aunque algunas investigaciones consideren que «diakonein» en las mujeres tiene que ver con las actividades domésticas, lo más probable es que el texto de Lc 8,1-3 le esté dando un nuevo significado e importancia a lo que ellas estaban haciendo por Jesús19. Antes de mirar el tema, es preciso acercarse brevemente al lugar de la mujer en el mundo grecorromano para percibir mejor el lugar que Lucas le da en el evangelio.
1.2 Mujeres en el mundo grecorromano
En este punto se señala, sucintamente, la condición de la mujer a partir de la valoración aristotélica y su nivel social (mujeres de la elite, esclavas, trabajadoras/comerciantes y pobres) en el mundo grecorromano. Dentro de los muchos aportes que pueden ofrecer las investigaciones20 sobre la valoración de la mujer en el siglo primero, socio-históricamente ella es evaluada bajo los parámetros aristotélicos de ser inferior, de naturaleza débil, dependiente de un varón, incapaz de autogobernarse; y por su misma naturaleza corporal se asocia su comportamiento a la falta de control, a la irracionalidad, el engaño, la seducción, etc.21.
Es entendible que bajo estos parámetros masculinos se le aparte a la mujer del ámbito público y social. Por lo mismo, esa actitud se vea reflejada en el Nuevo Testamento, cuyo surgimiento se da en el imperio grecorromano que aceptaba estas características atribuidas a la mujer22. Por consiguiente, en algunos ambientes se le excluía de la vida política y religiosa; evidenciado en la disposición del espacio físico para hombres y mujeres en aquel contexto23. Un ejemplo de lo anterior era la ubicación de una zona para los varones y otra para las mujeres en la sinagoga y en el templo del mundo judío. En el mismo entorno judío, a nivel intelectual, la mujer no podía acceder a la lectura y menos al estudio de la Ley y los Profetas; su presencia no era fundamental para la celebración del culto sinagogal24, pero paradójicamente las mujeres que tenían bienes colaboraban econó micamente con el sostenimiento de la sinagoga25.
En el mundo romano el lugar de la mujer era más favorable, aunque solo para aquellas que pertenecían a la élite26 o que eran comerciantes. Innegable es la participación de la mujer romana al final de la República y comienzos del Imperio, si bien no les daban cargos políticos; ellas ejercían su influencia a través de sus esposos y en algunas ciudades fueron recordadas como benefactoras. Si se compara la vida de la mujer romana con la de la griega u otra cultura (judía, por ejemplo), ella era libre pero no al punto de serlo como un varón romano. Asimismo, se ha de tener presente que la memoria guardada de varias mujeres fue realizada por varones con claras intencionalidades políticas, que se movían entre el honor o la vergüenza. A pesar de lo anterior, no se puede desconocer la in fluencia de la mujer en el desarrollo de los acontecimientos del siglo primero, puesto que algunas fueron matronas con acceso al dinero y al poder, lo que permite evidenciar que de la misma manera que prosperaron los hombres lo hicieron también las mujeres, aun a pesar del ambiente desfavorable para ellas27.
En la literatura romana, al lado de la descripción de la clase alta, aparecen datos sobre las mujeres de este grupo social y su lugar en él. Junto a ellas también se encuentran referencias de las mujeres de clase baja28. Se trataba de mujeres que habían sido esclavas y habían comprado su libertad (libertas) o trabajadoras/comerciantes que se encontraban en los mercados y las plazas. Estas últimas servían como tenderas, artesanas o en el ámbito doméstico. Sin embargo, en esa época la labor que distinguía a todas las mujeres, incluso a las de la élite, era hilar la lana. Si bien no eran tan adineradas algunas mujeres, en ese contexto, fueron patronas/matronas de gremios de hombres (colegium), a quienes ayudaban económicamente; a ellas se les permitía pertenecer a comunidades religiosas y funerarias; y en el mundo judío, como se mencionaba antes, hay inscripciones que señalan a las mujeres como patronas de las sinagogas29.
Otro trabajo que desempeñaban las mujeres era el de camareras y su elección estaba dada por su capacidad de atraer clientes a las tabernas que se encontraban en las ciudades; estas normalmente tenían en el piso superior habitaciones dedicadas a la prostitución. En las excavaciones arqueológicas se han encontrado restos de una taberna y, un dato interesante, son algunos graffitis referentes a mujeres sometidas a aquel oficio, donde se puede leer que se les pagaba el valor de «una hogaza de pan»; eran formas naturalmente exageradas de descalificar e insultar a las mujeres. Por último, está el destino de las mujeres pobres, ellas tenían peor suerte que las esclavas y lo más probable es que se dedicaran a la prostitución30 bajo los arcos fuera de los burdeles. La diferencia entre estas mujeres estaba en el «lugar», espacio físico y las condiciones en que ejercían la prostitución; las más pobres estaban en situaciones más precarias y con mayor vulnerabilidad31.
1.3 Discipulado
Con las breves referencias a la imagen de la mujer en el ambiente grecorromano del siglo primero, se hará una definición de la categoría discípulo, para tener un acercamiento a la posible comprensión que quiso transmitir la tradición Lucana en su evangelio, conociendo el tipo de receptores en el mundo femenino y, en general, de quienes formaban la comunidad. En esta presentación se tendrá en cuenta, según el punto anterior, que las mujeres grecorromanas socialmente gozaban de cierto grado de libertad y elección, un punto importante en el contexto socio-cultural en el que se circunscribe el evangelio de Lucas, específicamente cuando se menciona el tema de las mujeres que estaban cerca de Jesús.
Para centrarse brevemente en el discipulado es esencial mencionar que, dentro de los seguidores de Jesús, se pueden encontrar tres grupos: 1) la multitud que lo seguía atraída por su praxis y enseñanza; estos eran los más lejanos; 2) un grupo intermedio, formado por quienes permanecían en sus casas, pero que acogían a Jesús y sus discípulos, y les colaboraban en la misión itinerante; 3) los discípulos que estaban más cerca de Jesús, le acompañaban en su misión de llevar la buena noticia del Reino a todos32. La memoria del discipulado se hace desde la definición de la identidad y está naturalmente unida a la imagen de Jesús.
La categoría discípulo es otorgada generalmente a los seguidores de Jesús, de manera concreta a los varones, sin desconocer que los evangelios también la abordan en perspectiva genérica, es decir, considerando un grupo amplio en el contexto (Le 10,1-12)33. El término discípulo (μαθητής)34 no se remonta a la tradición veterotestamentaria haciéndolo más interesante, ya que el uso dado por los autores de los evangelios no tiene una referencia al Antiguo Testamento. Autores como John Meier señalan que la palabra Discípulo (μαθητής), no se puede encontrar en la LXX y tampoco en la Biblia Hebrea35.
¿Pero qué implicaciones tiene? Siguiendo a Meier, se puede ver que la palabra «discípulo» pertenece al ambiente del siglo primero. El término se encuentra fuera de los evangelios; por ejemplo, en Flávio Josefo a finales del siglo i d.c, «antes de la época del Jesús histórico no es posible señalar ningún autor que hable de discípulos asimilables de algún modo a los reunidos en torno a Jesús»36. En general, según Meier, la palabra puede ser un influjo del ambiente helenístico en Palestina, no obstante, en el caso de Jesús pudo ser más cercano al modelo proveniente de Juan el Bautista, quien también tenía discípulos, solo que Juan estaba en el Jordán esperando que ellos llegaran, Jesús iba por ciudades y aldeas llamándolos37.
Los testimonios ofrecidos (atestación múltiple) dejan ver ese rasgo claro del discipulado: «hacerse discípulo de Jesús parte de la iniciativa suya de dirigir una imperiosa invitación a seguirlo»38. Por ello, los casos en que se puede ejemplarizar el uso del término «discípulo, discipulado» en el siglo i d.C. quizá solo sea el de Juan el Bautista y el de Flavio Josefo, sin olvidar que este último fue quien decidió buscar un guía espiritual. Sin embargo, en esos casos no es el «maestro» quien busca y llama a los discípulos para que lo sigan, sino que es el «discípulo» quien toma la iniciativa39. Sin desconocer que los evangelios narran que los fariseos tenían discípulos y en Juan se les menciona como discípulos de Moisés (Jn 9,28c), lo que quiere decir que era un estilo de la época.
En la tradición de los evangelios y la caracterización del «discípulo», la categoría se ciñe a quienes realmente siguieron a Jesús, sin olvidar que es propio de él tomar la iniciativa y llamar a que lo sigan40. En este sentido Jesús se aparta del estilo tradicional de los Rabinos, maestros de la época y del mismo Juan el Bautista.
1.4 Carácter del discipulado en Jesús
Respecto al discipulado que establece Jesús se pueden concretar algunas características en su configuración: 1) que se forma en ambientes no religiosos y la respuesta al llamado se da entre los excluidos de la institución religiosa judía, en medio de los pobres y trabajadores, por ejemplo Lc 5,1-11; 2) el discipulado que Jesús estableció iba más allá de solo vivir con el maestro, aprendiendo de él y repitiendo después lo aprendido; este exigía la negación de sí mismo y la capacidad de afrontar la adversidad y el peligro que el seguimiento implicaba41, de ahí que el discípulo debía ser como el maestro, ser capaz de arrostrar la adversidad y el sufrimiento con entereza (Lc 9,23-26; 3). En la sección literaria de Lc 9,51-19,28 se van desarrollando paulatinamente las exigencias del discipulado42. La comunidad de discípulos que se organizaba debía tener una actitud de radical apertura a los otros, incluyendo a los desposeídos y vulnerados por la sociedad Lc 10,25-37; 16,19-31; 19,1-10.
Esta última característica es muy importante, pues revela la razón de ser del discipulado en torno a Jesús que anuncia el Reino mostrando el rostro de Dios y su opción por los seres humanos, a quienes acoge sin que estén vinculados religiosamente, pero que en Lucas señalan la restauración de Israel43. Esta restauración en el fondo sella la cercanía de Dios y hace memoria de Aquel que camina con su pueblo, que está en la historia no solo de los vencedores, sino también de quienes para la historia no tienen lugar y los estigmatiza como los vencidos.
El discipulado tenía como lugar la vida cotidiana de la época. Algunos pasajes bíblicos al respecto se sitúan en medio de la pesca, la siembra, la casa y/o también en la fragilidad frente a la enfermedad o al sufrimiento, como se ha mencionado.
Sin negar el proceso de institucionalización que ocurrió a finales de siglo primero en la iglesia naciente, se han quedado unas distinciones en el tema del seguimiento que parecen dar mayor importancia a los discípulos varones cuyos nombres aparecen en los evangelios; entre ellos están Pedro y Andrés, Santiago y Juan. No obstante el evangelio, con cierta reserva, presenta los nombres de algunas discípulas (seguidoras) de Jesús, como María Magdalena, Juana y Susana que, al ser mujeres, su discipulado se presenta con menor relevancia; pero, aun sin el reconocimiento oficial de «discípulas», forman parte del grupo de aquellos discípulos que no se reconocen como discípulos en el evangelio de Lucas44. También se puede ver que a lo largo de la predicación Jesús «llamó a personajes poco convencionales como Levi, el recaudador de impuestos, a enfermos, excluidos sociales como la mujer intrusa y prostitutas entre otros»45.
2. Ubicación histórica del discipulado femenino en Lc 8,1-3: las mujeres como discípulas
A partir de la aproximación a la mujer y las características del discipulado o seguimiento a Jesús es interesante plantearse la razón por la cual históricamente este se ha considerado emi nentemente masculino. ¿Cuál es la causa que llevó a que en los evangelios solo se utilizara la palabra «discípulo» para los varones? ¿Las fuentes que se tienen solo apoyan el discipulado de varones o se puede ver en ellas a las mujeres como discípulas de Jesús?46. Para mirar el tema de las mujeres como discípulas47 y como para digma de los discípulos, que no son considerados discípulos, es importante centrar el pasaje en el Ministerio de Jesús, según lo describe Lucas.
En el evangelio de Lucas, a diferencia de los otros evangelios, aparecen las mujeres que siguen (ἀκολουθέω) a Jesús desde Galilea, según la sección 4,14-9,50; esta mención de las mujeres que lo acompañaban desde Galilea se hará más expresamente en Lc 23,4948. Esta forma de organizar el ministerio de Jesús y nombrar a las mujeres es un indicio de que ellas estaban como algo más que proveedoras o simples servidoras.
Específicamente en Lc 8,1-349, hay algunas consideraciones de la historia de la redacción que vale tener en cuenta para la argumentación. Justamente, para establecer la verosimilitud del seguimiento de las mujeres, discípulas que no son reconocidas como discípulas, se entrevé en la obra Lucana algunos hechos importantes: 1) desde algunos elementos de la crítica redaccional y 2) desde la fundamentación bíblico-teológico.
2.1 Las mujeres en Lucas: ¿un comentario redaccional?
Se puede notar en el tercer evangelio un esfuerzo del autor por presentar el cristianismo como una religión que no va en contra del imperio romano, por ende, tiene razones para ser tenida como «respetable»; puesto que al evangelista le interesa mostrar además que el cristianismo sí corresponde con la definición y concepto que se tenía en el imperio de «religión», evitando que este fuera visto como una superstición50. De esta forma, no es probable que Lc 8,1-3 sea parte únicamente del estilo redaccional, sino que ha de tener una raíz histórica, por cuanto se hace más difícil desconocer un acto contracultural de Jesús teniendo en cuenta el lugar de la mujer en el siglo primero y lo que ello implicaba para la iglesia naciente en aquel ambiente; por ello se considera que el criterio de discontinuidad es el más acertado para este texto.
En otra consideración este discipulado, al ser un hecho histórico, la comunidad no podía negarlo y, por tanto, conserva el dato según lo describe en 8,3 narrándolo genéricamente como mujeres que ayudaban con sus bienes y servían a Jesús. También en los otros evangelios se mencionan mujeres que «seguían» a Jesús, le ayudaban con sus bienes y estuvieron con él en la crucifixión51. De igual forma, siguiendo a Meier, la pregunta que él plantea es si estas características o rasgos del seguimiento de las mujeres no son acaso una prueba del «discipulado» y de la fidelidad a Jesús incluso en la cruz52, teniendo presente que estuvieron con él desde Galilea (ministerio) hasta Jerusalén (pasión, muerte y resurrección).
Por otra parte, no se desconoce que para autores como Francois Bovon o Joseph Fitzmyer, Lc 8, 1-3 solo tiene un acento redaccional, típico del estilo Lucano. Es simplemente un sumario, que no está arraigado en un hecho histórico, sino que es una composición literaria53. Otra objeción que puede aparecer al respecto, tiene que ver con la persona de Jesús, si bien se muestra contracultural, no se puede extrapolar su actuación de esa época pues, al parecer, para la sensibilidad de la gente no es concebible que Jesús llamara a unas mujeres como discípulas, esto sería contravenir la verdad histórica54.
No obstante, siguiendo el criterio de discontinuidad, el llamado «sumario» recoge una acción de Jesús que no se puede silenciar; señalando que las mujeres son algo más que «servidoras domésticas» que ofrecen sus bienes en agradecimiento55.
El seguimiento de las mujeres está relacionado con el diaconado y es específicamente femenino; por lo tanto, se podía tener como actitud normal sabiendo que las mujeres están en el ámbito del servicio doméstico, en la vida de un hombre del siglo I; pero ante esto es posible argumentar que justo el pasaje de estudio no está en el espacio de la casa, por el contrario, está en un espacio abierto, durante el viaje de misión56. Sin embargo, Bovon considera que en Lc 8,1-3 para la iglesia naciente la labor de los hombres es llevar el evangelio, mientras que la labor de las mujeres es aportar con su «servicio» encargándose de consolidar la vida de la comunidad.
Como ya se ha visto es una forma de minimizar ese «servicio» y más aún a las mujeres que lo realizan.
Del mismo modo, con respecto al significado del seguimiento, se considera que en las mujeres sucede por causa de las curaciones milagrosas en ellas realizadas y en los varones por vocación57. Pero paradójicamente también un varón fue curado y no es reconocido como discípulo:
El llamativo caso de María Magdalena, a la que Jesús había librado mediante un exorcismo de la posesión que la atormentaba, puede sugerir a veces que las mujeres curadas por Jesús consideraban sus curaciones como equivalentes a ser llamadas al seguimiento, una interpretación que él aceptaba. Una especie de paralelo podría verse en la curación del ciego Bartimeo (Mc 10,46-52), relato donde, aunque no hay ninguna llamada explícita por parte de Jesús, el simple hecho de la curación lleva a Bartimeo a seguir a Jesús «por el camino del discipulado»58.
Este breve texto también refleja un cambio en la comunidad cristiana, para quien sociológicamente pudo ser incomoda esta actitud de Jesús: ¡tener discípulas en su grupo, de quienes se sabe pocas cosas!, pero tampoco es extraño puesto que también hay una lista de los Doce de quienes solo aparece su nombre59 y, en el texto de estudio, María Magdalena es mencionada con una breve descripción dentro del ministerio de Jesús, siguiéndolo hasta la crucifixión Lc 23,49.55 y en la resurrección 24,6.10. Es decir, que para Lucas las mujeres están desde el comienzo en Galilea hasta el final del ministerio de Jesús60.
Pese a que la palabra «discípula» no esté junto al nombre de una mujer en los evangelios, siguiendo el desarrollo de los textos es casi innegable tal «discipulado»61, contrario a lo que argumentan algunos autores, como se ha señalado. Si bien, en la forma literaria Lucana, no se menciona la palabra discípula (μαθήτρια), sino en Hch 9,36 refiriéndose a Tabita62, el hecho histórico del seguimiento y el discipulado femenino hace parte de la propuesta contracultural que presentó Jesús, con su opción en el anuncio del Reino y que cabe dentro de «aquellos hechos» que fueron escandalosos para sus contemporáneos; sin olvidar que Jesús es hijo de su tiempo. Recordar que también fue considerado borracho, glotón, amigo de recaudadores de impuestos, etc. (Mc 3,20-30 y Jn 8,48). Así, por más sumario que sea el pasaje o acto redaccional del autor, estos rasgos de mujeres discípulas son verosímiles, pues es un acontecimiento que no podía quedar en el silencio, por consiguiente, los textos muestran que Jesús permitió que lo siguieran y sirvieran las mujeres, tal como lo describe Lc 8,l-363.
Por su parte, Nuria Calduch, aclara a nivel textual cómo los verbos: recorría, proclamando y anunciando (διώδευεν, κηρύσσων καὶ εὐαγγελιζόμενος) que aparecen en el pasaje de Lc 8,1-3 visualizan que el texto está centrado en Jesús y las mujeres, dado el uso del pronombre (αυτοίς) que también aparece en singular (αὐτὸς), cuando se analiza a nivel de la crítica textual. La variante textual del último versículo (autō) aparece en los unciales ﬡΑLΨ64.
En primer lugar, el texto griego presenta una variante textual de cierta importancia. En el último versículo algunos manuscritos presentan esta lectura: «Y otras muchas que les (autõis) asistían con sus bienes» en vez de «Y otras muchas que le (autõ) asistían con sus bienes». Mientras en el primer caso las mujeres asisten a todo el grupo (a Jesús y a los doce), en el segundo asisten solo a Jesús. Nuestra elección se basa en la preponderancia de Jesús en el plano gramatical: los tres verbos principales del primer versículo (recorrer, proclamar y anunciar) se refieren a él y, por consiguiente, él es el sujeto de la proposición. Por lo que se refiere a los doce, no hay ningún verbo que se refiera a ellos, sino que únicamente se usa la expresión «estaban con él»65.
Sin desconocer al respecto lo que otros investigadores han dicho sobre el tema, pero señalando que algunos autores antes habían planteado que hace referencia a Jesús y las mujeres, o también a las mujeres y los apóstoles66. Asimismo, cuando en la perícopa se habla de las mujeres que han sido curadas por Jesús, tanto de espíritus malos como de enfermedades (ἀσθενειῶν=debilidad), está confirmando el anuncio del Reino, curar, pues en Lucas la curación de enfermedades está en función de la misión y esta tiene un significado teológico para el evangelio67.
En cuanto al tema del servicio, las indicaciones de Nuria Calduch, respecto al pronombre y al significado del verbo servir (διηκoνουν) de las mujeres, muestra la relación con Jesús y no con el grupo68. Sin olvidar que el uso dado por Lucas de este verbo, servir (διηκoνουν)69, difiere de Marcos y Mateo, que está en relación con la preparación de la comida y el servicio a la mesa, pero sin hacer distinción de correspondencia, es decir, que esta actividad la realizaban hombres y mujeres, en el contexto Lucano70.
Otro elemento que expone Nuria Calduch es que, al considerar el pasaje bíblico como un sumario, entendiendo este como información breve de un hecho que se extiende en el tiempo, las mujeres están presentes aun cuando no se les mencione concretamente en Lucas y su presencia en el texto sea considerada como «sumario»71. Finalmente, si se considera que las mujeres seguían a Jesús por la sanación recibida es legítimo recordar que los gestos o actos de Jesús, que favorecen la construcción del discipulado, son las curaciones, los exorcismos; la inclusión que hace de los marginados en las comidas; de hecho esto posibilita que posteriormente los discípulos puedan continuar lo que Jesús había realizado, siguiendo el ejemplo del maestro72.
Concluyendo, en Lc 8,1-3, hay tres elementos que fundamentan el discipulado de las mujeres que no son reconocidas como discípulas, estos son: 1) los tres verbos que se utilizan para hablar de la acción de Jesús están relacionados con el pronombre ( αÚτÓς y αuτοiς). 2) la relación que existe entre la curación teológica (en función de la misión y el anuncio del Reino de Dios) del sustantivo «enfermedades» (ἀσθενειῶν = debilidad) y quienes han sido receptoras de la gracia de Dios a través de Jesús; 3) El servir (διηκoνουν), que no implica únicamente una servicio doméstico, exclusivo de las mujeres como se suele interpretar, al pertenecer al ámbito de la casa; en Lucas es realizado tanto por hombres como por mujeres, y 4) ver que el «sumario» también tiene una connotación de información breve que se extiende en el tiempo y no solo se limita a ser un estilo redaccional Lucano. Estos datos permiten visibilizar este discipulado no reconocido como tal por la tradición.
Este texto es el único que da testimonio de la presencia de las mujeres en el ministerio de Jesús desde Galilea y no solo como esclavas o servidoras, sino también como los Doce/apóstoles; ellas escuchaban las enseñanzas de Jesús, fueron enviadas a predicar el Evangelio y a sanar (10,1-16. 17-20)73. Es indudable un seguimiento de verdaderas discípulas que rompe con la sensibilidad de los destinatarios de aquella época, evidenciando que el anuncio del Evangelio es una tarea que le compete en iguales condiciones a hombres y mujeres. Lo anterior se puede corroborar al encontrar en Lucas dos envíos de misión, probablemente el segundo envío de los setenta y dos Lc 10,1, es para relativizar el monopolio de los Doce sobre la misión, pues el texto dice que Jesús no solo encargó esa tarea a los Doce, sino también a otros74.
Este llamado, este seguimiento en función del Reino, seguía vinculado a la vida cotidiana, sin necesidad de apartarse o separarse para seguir a Jesús. Cuando el evangelio habla de dejarlo todo por el Reino, se refiere al cambio de paradigma social, pues las estructuras sociales en lugar de humanizar deshumanizaban al estigmatizar a los pobres, enfermos y pecadores. Por consiguiente, cuando se percibe en el texto o en la tradición cristiana el silencio e intento de invisibilizar a la mujer en las relecturas e interpretaciones, no significa ausencia, pues se han de tener presentes las condiciones y cargas mentales impuestas socialmente que imposibilitan reconocer su lugar e importancia en los procesos de evangelización en la iglesia naciente y aun en el seguimiento al Jesús histórico.
2.2 Nivel bíblico-teológico
Lucas presenta narraciones en las que empareja la acción de hombres y mujeres, a manera de ejemplo está la parábola del pastor que tiene 100 ovejas y pierde una (Lc 15,1-7); a continuación narra la parábola de una mujer que pierde una moneda (Lc 15,8-10).
Para hablar de la acción de Dios, Lucas emplea la acción de un hombre y una mujer. Varios ejemplos se pueden encontrar a este respecto, en el evangelio75. Es interesante preguntarse por la causa de este estilo literario en forma de binas; emparejar relatos en los que aparecen hombres y mujeres. Parece que no es una simple lógica de redacción, sino que responde a un querer más profundo.
La razón puede estar en que para Lucas es fundamental presentar el cristianismo unido al Antiguo Testamento; ¿cómo lo hace? dándole un carácter de cumplimiento de las Escrituras. Desde el comienzo plantea la línea de cumplimiento a partir de la tradición profética, específicamente Isaías y Joel; pero ¿qué hay en estos profetas que ha tomado Lucas?
Especialistas como Patrick Gray ven que este estilo en Lucas no solo responde a una búsqueda sociológica del lugar de la mujer en el imperio romano y el cristianismo, sino al tema que presenta Isaías y Joel sobre la restauración del pueblo de Dios, una vez estando el Hijo de Dios; no significa que esta sea la justificación teológica para hablar de las binas o emparejamiento que forma Lucas. Sin embargo, el uso que hace de los profetas Isaías y Joel, confirma cómo Dios cumple sus promesas, señalando la plenitud que alcanzan hombres y mujeres con la llegada del Reino de Dios. Es la forma como muestra la restauración de Israel y es la razón por la cual es importante la presencia de las mujeres, pues ellas son reconocidas como «hijas de Abraham». No obstante, Patrick Gray considera que Lucas no se está refiriendo a todas las mujeres sino a las judías76, pero también puede ser que con la referencia a Abraham, esté incorporando a todas las mujeres teniendo en cuenta que él representa una inclusión y un concepto más universal de Dios.
Aun sabiendo que para el momento de la redacción final del evangelio Lucas ya sabía y conocía el papel decisivo de las mujeres en el surgimiento de la iglesia primitiva, al silenciar a las mujeres en varios textos está mostrando que, con todo, aún ellas mantenían un rol subordinado al varón (tal como la cultura de la época lo tenía establecido) y la mención que el Evangelista hace de las mujeres esté muy relacionada con la profecía de Isaías y Joel77.
Si las mujeres en Lucas solo hacen parte de un signo de la restauración de Israel, no significa que estén excluidas de su carácter de discípulas en el seguimiento a Jesús y, bajo esta perspectiva, ellas también recobran un lugar teológico en el discipulado y la misión evangelizadora, tanto es así que Lucas en su narración binaria o emparejamientos tiene dos relatos en los que se mencionan a los discípulos que acompañaban a Jesús, los Doce 6,12-16 y las discípulas 8,1-3; «en cada uno de estos casos Lucas muestra cómo la historia de Jesús y la iglesia primitiva cumple las expectativas proféticas»78. Seguramente esa mención binaria, de los pasajes anteriores, es un referente contestatario frente al mundo religioso judío, señalando también el énfasis profético de la acción de Jesús, pues la instrucción religiosa era para los hijos varones, las hijas no eran obligadas aprender la Torá; Jesús no realiza ninguna clase de diferencia entre hombres y mujeres79. Por tanto el rol de las mujeres, aunque sea considerado en silencio, es activo y se muestra desafiante para una comunidad que quiere presentar la propuesta del Reino de Dios.
Con lo anterior se evidencia un punto de inclusión, pues Lucas conoce el decisivo rol de las mujeres en el desarrollo de la iglesia y es una forma teológica de explicar que la mujer (siendo hija de Abraham) encuentra su propio lugar en la iglesia y aún más porque, siguiendo a Patrick Gray, el énfasis en la mujer hace parte del tema de la restauración de Israel, sin olvidar que dentro de los destinatarios del evangelio se encontraban mujeres de procedencia romana. Por ello, proféticamente, las mujeres son presentadas junto a los hombres, ya que hacen parte del tema de la restauración del pueblo de Dios80. De igual manera, en los relatos de Lucas, se puede ver que en general la historia de Jesús y de la naciente iglesia cumple con las expectativas proféticas81.
2.3 Las mujeres en la iglesia primitiva
Se puede indicar que a lo largo del Evangelio y, posteriormente, en el libro de los Hechos, se observa cómo el desarrollo de la evangelización se realiza con el liderazgo de algunas mujeres. En el cristianismo de las primeras generaciones las mujeres tenían un papel importante. Como se menciona, en el libro de los Hechos además de Priscila 18, 18.26, está Lidia Hch 16,14-15.40; la madre de Juan Marcos 12,12; las hijas de Felipe 21,9. No obstante, a nivel literario, es indudable el arraigo tan fuerte que el contexto socio cultural del mundo grecorromano ejercía con su organización patriarcal; en la literatura parece que la mujer solo era presentada en función del varón cuando se pretendía enaltecerlo, en dicha literatura.
Algunos autores consideran que los textos donde aparece una mujer, ella solo cumple un papel literario y está en beneficio de la exaltación del varón o del deshonor del mismo82. Pero no se desconoce el papel contracultural que realizó el cristianismo en sus inicios, por ello es posible otorgar un lugar a la mujer en el anuncio del evangelio, quizá aproximándose más a una tradición difícil de marginar al ser plasmado por escrito.
Aun cuando aparecen mujeres misioneras en la obra lucana, por ejemplo Prisca, no significa que muchas mujeres lo fueran, pero sí hay testimonios de algunas que ejercieron el papel de evangelizadoras de ciudad en ciudad, si bien lo corriente era que lo hicieran en sus propias ciudades y comunidades, pues tenían la facilidad de entrar en las casas de otras mujeres. También está la literatura intertestamentaria, en ella se reconoce que en el cristianismo la mujer tuvo una labor importante y no pocas de ellas fueron patronas-matronas en algunas comunidades83.
3. Una lectura de Lc 8,1-3 desde la desviación como alternativa social
Una vez realizada la aproximación al texto de Lc 8,1-3, teniendo como referencia que en él aparecen hombres y mujeres seguidores de Jesús, además de la ubicación textual del mismo y la caracterización del discipulado, a continuación se hace un acercamiento a partir de la sociología del conocimiento, específicamente del modelo sociológico de la autoestigmatización84 y en este el tema de desviación social85, como una propuesta alternativa para el laicado.
¿Qué se está entendiendo como desviado social y cuál sería el aporte a esta investigación? Básicamente, desviado social se llama a quien se aparta de las normas establecidas por la institución social, considerando su actuar como una desavenencia que altera el orden. En el transcurso de este artículo se puede ver que la actitud de Jesús, en el texto de estudio, está inquietando el orden social apartándose de las normas socialmente aceptadas, pues es claro que un hombre no anda recorriendo ciudades y pueblos (Lc 8,1,1) con un grupo de mujeres.
El evangelio indica cómo Jesús está desafiando un orden social que estigmatiza y excluye, y, al mismo tiempo, presenta con su praxis un mundo alternativo al ya construido86. El mundo grecorromano erigido no incluye en su construcción la actuación de hombres y mujeres con el mismo reconocimiento y dignidad, por el contrario, tiene muy establecida la separación, el nivel y lugar de participación. De esta forma, el orden social y religioso establece quiénes pueden estar en comunidad y quiénes pueden ser gratos a Dios. Sin embargo, Jesús está legitimando el seguimiento de las mujeres, pues ellas fueron curadas de malos espíritus y enfermedades; causales que ya las hacía excluidas socialmente, con una carga de estigmatizadas87. El punto está en la alternativa social que propone Jesús y el cristianismo naciente, aceptar en su grupo a las mujeres a la par que a los hombres, construir y establecer relaciones sociales desde otro ámbito.
La sociología de la desviación hace más plausible el discipulado de las mujeres en condiciones de igualdad, pues el Reino se construye de esta manera y se hace posible cuando se entra en diálogo con la diferencia (hombres y mujeres/ clérigos y laicos). La desviación social no pretende alterar el orden por alterarlo, sino pretende recuperar las condiciones más ecuánimes entre los seres humanos en su condición de hijos de Dios y, según Lucas, hijas de Abraham.
4. El laicado bajo la perspectiva del discipulado
Con la aproximación al discipulado de las mujeres desde distintas perspectivas (redaccional, bíblico-teológica y sociológica), se puede comprender mejor el lugar y papel de los discípulos que no son discípulos a la luz de Lc 8,1-3, pues se cuenta con los argumentos que fundamentan un estilo de discipulado, en el ámbito contextual de la época. Hasta aquí se puede advertir que el discipulado, bajo la perspectiva del texto de estudio, está marcando un estilo de discipulado laical, pues posibilita visualizar cuál fue el espacio social donde surgió y, en el fondo, cuál fue el interés que lo propició, uniéndolo a la labor evangelizadora de hombres y mujeres en el cristianismo naciente.
Es evidente que el evangelio presenta una propuesta de restauración del pueblo de Dios a través del Reino. Estas categorías van delineando quiénes y cuáles pueden ser las características del seguimiento o discipulado. Siendo el Reino y la restauración del pueblo de Dios se puede llamar inclusión e igualdad, sin distinción de género, raza, cultura, idioma, etc. De igual forma se presenta como una alternativa social a los valores de la época. Otros textos evidencian esta propuesta de Jesús, cuyo interés es mostrar la opción de Dios por los pobres, pecadores y excluidos, ya sea por razones religiosas o económicas. Jesús anuncia que el Dios de Israel incluye a todos y de esta manera señala el camino de la igualdad humana y de la solidaridad88. Jesús elige y presenta una opción que se contrapone a la oficial, sin exclusión. Así, los evangelios testifican que los receptores fueron los excluidos del sistema, ellos mostraron mayor interés y disponibilidad para comprometerse con el Reino, que abarca toda la vida del ser humano y, por ello, son los elegidos de Dios en Jesucristo.
Cuando han sido elegidos y toman la decisión de hacerse discípulos, los evangelios señalan que este «discipulado se hace desde abajo»89 y, a la luz de Lc 8,1-3, realmente es evidente esa opción, sin pretender descontextualizar a Jesús de su tiempo, de su época y de su condición de judío. Lucas va mostrando que son las mujeres quienes acompañan a Jesús desde Galilea 23,49.55 y, entre los excluidos y vulnerados de la época, parece que fueron quienes más disposición tuvieron para acoger su propuesta, no obstante la elección de Dios es por todos90. El discipulado se hace desde abajo, desde los considerados no aptos según los criterios del poder político y religioso, y desde la igualdad, con la actitud bondadosa de Dios, propiciando un cambio, apartándose de los límites establecidos para reparar al ser humano etiquetado, estigmatizado por su condición y en este caso a las mujeres.
En Lucas, Jesús propone de-construir las barreras que se establecían para acercarse a Dios y, por lo tanto, para sentirse incluido y elegido por él. La propuesta de discipulado se construye claramente con una visión de igualdad, legitimando la visión de Dios sobre el ser humano. Cuando se lee el relato de elección del grupo de los «Doce», se tiene que pensar más que en una jerarquización enfatizada a lo largo de la historia, es en un sentido de inclusión. Se trata de incorporar en el símbolo de los «Doce» a todo el pueblo de Israel, por ende, el estilo de emparejamiento que utiliza Lucas en el caso de 6,12-17 y 8,1-3, además del discipulado de iguales, está la perspectiva profética de restauración del pueblo de Dios. De hecho, con las evidencias dejadas en los textos a través de las parábolas y la enseñanza de Jesús en general, con certeza se puede decir que esa jerarquización no pudo estar dentro del proyecto del Reino. Socialmente esto también queda corroborado, pues con ese gesto renuncia a la condición de «normal» y propende por el descenso en la escala social, pues esta es arbitraria91.
El proyecto de Jesús se presenta como alternativo y contracultural frente a estas estructuras jerárquicas del imperio (incluyendo el mundo judío) que no favorecían, por un lado, la vida digna del ser humano y, por otro, la relación con Dios, a quien se le tenía apartado de lo cotidiano. Desde la lógica del imperio esto implica replantear los valores deshumanizantes que este tiene y contraponer unos valores que impliquen y dignifiquen. El discipulado de iguales ofrece la posibilidad del seguimiento a «todos», sin jerarquías, sin exclusividades, apartando los vestigios de opresión y subordinación, propios del imperio. Así consigue desafiar a la sociedad desde los márgenes, presentando su proyecto como una desviación social. De esta manera Jesús está anulando el poder de control sobre las mujeres en la sociedad, desenmascarando las estrategias de opresión ejercidas en ellas y restableciéndolas de cara a Dios y a la sociedad.
Recuperar la propuesta discipular que presenta el evangelio de Lucas, en principio, plantea el carácter igualitario del llamado y, por consiguiente, la invitación al seguimiento y a la construcción del Reino. Jesús incluye, está sería la actitud clave en el discipulado Lc 8,1-3, resaltando que los anteriores elementos aparecen en el texto de estudio y, de otra parte, generan una desviación desde la configuración social.
Bajo la anterior perspectiva es innegable la necesidad de sustraer el tema del discipulado de dos connotaciones que han estado a lo largo de la historia: la primera, es que los discípulos son necesariamente varones y dadas las condiciones sociales, políticas y religiosas no pueden ser mujeres. Y la segunda, que el discipulado no se circunscribe a un ambiente religioso y menos para una expresión religiosa concreta. Que posteriormente haya terminado en esto no quiere decir que así comenzó o que su finalidad fue de carácter religioso, tal como se ha venido exponiendo en este trabajo.
5. Aproximación al discipulado de inclusión
¿Qué implica este discipulado de igualdad e inclusión en una comunidad? La cercanía del Reino y de Dios finalmente tiene unas consecuencias comunitarias, es decir, hay una nueva manera de organizar la vida, de darle sentido a esta. Aquellos discípulos no reconocidos como discípulos se comprometen con la visión que presenta Jesús de Dios y, al mismo tiempo, del ser humano, del valor de su «diferencia» y de las múltiples posibilidades de buen vivir que esta riqueza ofrece. Por lo mismo, implica replantearse las estructuras sociales y de la comunidad que se apartan poco a poco del proyecto de Jesús.
¿Cuáles son los rasgos o elementos que permiten entrever este discipulado de iguales? Una vez realizado el reconocimiento del otro como un par dialogante, la característica de inclusión era el compartir la mesa. En varios textos de Lucas se evidencia la importancia de esta práctica. La praxis de Jesús es la que justifica esta decisión en la iglesia primitiva, de compartir con gente que no era del pueblo de Israel dada la conversión de varios gentiles al cristianismo. Por otro lado, replantear las estructuras sociales, no como un capricho o simple movimiento socio-religioso sino designando nuevos significados, subvirtiendo el sentido de un mecanismo de control, de cara a nuevas formas de vivir la realidad de Dios en la realidad cotidiana.
La memoria que hay en el evangelio, de esta práctica de Jesús, fue un recurso para defenderse no tanto de otros grupos como los fariseos, sino de las críticas de los otros cristianos92 y del mundo social que tenía muy establecidos los roles. Estas controversias evidencian una disparidad de opiniones en el seno del movimiento cristiano, en su búsqueda de fidelidad al proyecto de Dios93 y, de la misma manera, señala que no fue fácil aceptar la diferencia y sobre todo aceptar discípulos que no eran varones.
¿Qué lugar ocupan las mujeres en este discipulado? Es evidente que las mujeres galileas desempeñaron un papel decisivo en la proclamación del evangelio a los no judíos, así como en la presencia y acompañamiento a Jesús después de ser arrestado y ejecutado. Estas mujeres galileas no huyeron y fueron las primeras en expresar la bondad del poder de Dios que resucitó a Jesús, al crucificado. En este acontecimiento se exalta además de la presencia de María de Magdala a Juana la mujer del intendente de Herodes, presentada como de elevada posición social. Es indudable la importancia de Juana, como lo muestra la inserción que hace de su nombre en la lista marcana de Lc 24,1094. Reconociendo que las mujeres siguieron a Jesús desde Galilea hasta Jerusalén, la propuesta que presenta el evangelio en el discipulado está ligada al compartir con él (Lc 8,1-3) en condiciones de igualdad sin «unificación», sino como un reconocimiento de los diferentes dones que poseen los seres humanos, convirtiéndose en posibilidades de nuevas formas de construir la vida en un mundo que constantemente está excluyendo, legitimando posiciones dominantes y de subordinación, con la certeza de que es la mejor manera de construir la sociedad.
Es pertinente mencionar que no es lo mismo igualdad y unificación, puesto que en varias prácticas eclesiales se confunden estas categorías y se pretende mostrar que cuando se está unificando se está llevando a cabo la igualdad. Este tipo de posturas son deslegitimadas por la actitud de Jesús y su propuesta discipular de inclusión. Jesús, según el evangelio, reconoce el valor de las diferencias y se presenta alternativo a las estructuras del imperio grecorromano. Los roles en la comunidad cristiana son espacios de inclusión e igualdad y servicio, no obstante siguen siendo instancias de poder y de legitimación del mismo, especialmente en cuanto al género se refiere. Es claro que en varias ocasiones la iglesia se ha alejado de la actitud y enseñanza de Jesús en cuanto al discipulado.
El movimiento de Jesús animó a través del discipulado de iguales para que quienes estaban con él (Lc 8,1-3) se volvieran sujetos de la historia, de esa historia de Dios con su pueblo. Simultáneamente, los discípulos encuentran en Jesús su propia identidad y dignidad, que supera el dominio o control desde fuera pero que tampoco se somete a ningún liberador, simplemente asumen su rol en su contexto sin dominios ni sumisión, sino en una acción que favorezca la presencia del Reino95.
Evaluar o juzgar el discipulado ofrece y exige revisar la visión alternativa y desafiante que presentan textos como el de este estudio, pues es la posibilidad de recuperar la riqueza y novedad del seguimiento, reconociendo el papel fundamental de aquellos que no son considerados discípulos pero que lo son, tal como las mujeres en el evangelio de Lucas o los laicos en la iglesia. Sin olvidar que el discipulado concreto, en el que los discípulos seguían literalmente a Jesús, se caracterizaba por estar cerca de él, escucharle y verle realizar signos que manifestaban un cambio en la comprensión del mundo y de Dios: el Reino96, y es precisamente lo que ocurre en Lc 8,1-3 e incluso en el texto de Marta y María Lc 10,38-42. En el discipulado del movimiento de Jesús es importante retomar que él llama a quienes el mundo consideraba «perdedores sociales», y son ellos quienes tuvieron disponibilidad para dar la vida por el Reino.
Conclusión
Un primer rasgo que presenta el evangelio con respecto al discipulado es su carácter no institucional, por el contrario, es abierto y dirigido a todos los seres humanos. Sin desconocer que a lo largo de la historia se le ha dado una categoría de género: el «discípulo» es varón; y se ha ido perdiendo la obviedad de un discipulado en la vida cotidiana, sin estar sujeto a una vinculación específica. Siguiendo a Lucas es para todo el pueblo de Dios, con un inminente signo de inclusión.
En el evangelio de Lucas se ha visto que una de sus características es la participación de hombres y mujeres en la realización del Reino, en la restauración del pueblo de Dios. Significa que todos contribuyen en la comunidad a la hora de anunciar el evangelio y de liderar los procesos de fortalecimiento de la iglesia primitiva. En la actualidad, paradójicamente, en la iglesia se ha silenciado paulatinamente tanto a las mujeres como a los laicos en general, considerando que necesitan ser acompañados, dirigidos. Siguen siendo como se veía en el siglo primero. La mujer continúa bajo el lente Aristotélico, menores de edad que necesitan ser tutelados, incapaces de tomar decisiones y de participar significativamente en la toma de decisiones e incluso de aportar acertadamente, por temor a perder el control sobre ellos (los laicos).
Naturalmente, esta actitud no corresponde con la actitud de Jesús, como se ha venido señalando. Es muy alentador insistir en el discipulado realizado en las primeras comunidades cristianas como camino de constante crecimiento, evitando las falsas posturas a-históricas. No se trata de invertir los roles, sino de establecer un diálogo de iguales, buscando hacer presente el Reino en cada una de las comunidades.
Sin duda, seguir a Jesús implica de-construir esos parámetros culturales y esa separación de ministerios dentro de la comunidad cristiana. No es desconocido para la mayoría de los laicos que el discipulado vs seguimiento continua con la concepción de ser para un grupo de elegidos. Sin embargo, hasta aquí el texto presenta la figura del discipulado a partir de otro prototipo, de otra forma de ser discípulo, de igual forma hay que recordar o señalar:
Los términos que Jesús utilizó para referirse a sus enviados no proceden de los oficios religiosos o civiles de la época, sino de oficios comunes. Los discípulos son llamados para ser pescadores, jornaleros o pastores. Algunos de estos oficios tenían, incluso, connotaciones negativas en la cultura de Jesús97.
Para reconocer el discipulado de los laicos ayuda mucho la distinción que se puede encontrar entre los grupos de seguidores de Jesús, así como se encuentran en el evangelio tres tipos de discipulado, análogamente se pueden encontrar tres tipos de discípulos entre los laicos: 1) aquellos laicos que son cristianos por tradición. 2) los laicos que participan y colaboran fielmente con la iglesia, pero que no están directamente participando en el destino de esta y 3) los laicos que están más cerca de la iglesia, participan activamente en ella, en la catequesis, en los grupos, en las actividades, no obstante su participación en la toma de decisiones no es muy relevante.
El texto de Lc 8,1-3 desde la sociología de la desviación implica en el ámbito laical, primero, plantearse la pregunta por el tipo de seguimiento que se está realizando, segundo, hacer conciencia que posiblemente se aleje de los parámetros establecidos social y religiosamente, pero que por el contrario recupera el lugar de participación en condiciones de igualdad de los laicos en los destinos de la comunidad-de la iglesia.
Desde la orientación que presenta el cristianismo naciente, la pertenencia a la comunidad no connota ningún mérito o cargo especial. El llamado y el discipulado no establecen diferencias, es más, no tiene implicaciones de género, es para todos. Asimismo, quienes son discípulos, quienes se llaman cristianos, no han de establecer jerarquías ni distinciones especiales por el servicio prestado. Dentro de la comunidad todos son elegidos, en función de la Promesa (Gál 3,29)98.
Es significativo, en el valor del discipulado a nivel del cristianismo primitivo en general, la participación de hombres y mujeres en la toma de decisiones, en la enseñanza y el liderazgo. Se puede pensar en una visión romántica de la primera época, con todo, hay evidencias en los textos del Nuevo Testamento que corroboran esa participación, además del texto de estudio están también las cartas paulinas de primera generación o la comunidad joánica de primera generación. Así, estas comunidades le daban cabal cumplimiento al contenido de la palabra «ekklesia» (asamblea). Por otro lado, como se ha insistido, «el evangelio señala que Jesús no concibió la misión de sus discípulos como un quehacer organizado y estable, sino en términos de un trabajo temporal, que se realiza al servicio de otro»99. El discipulado, bajo esta perspectiva, evita perpetuarse en los roles que se cumplen dentro de la comunidad, de la «ekklesia».
En el mundo de Dios las mujeres y los hombres no establecen ya unas relaciones de dominación y dependencia patriarcal, sino de personas que viven en la presencia del Dios vivo. Al pensar que las estructuras del patriarcado son, incuestionablemente, una dimensión del mundo de Dios, se está en un error, así también los cristianos posteriores han estado en el error al mantener las estructuras patriarcales que limitan la participación responsable de los laicos en la iglesia100. La comunidad de discípulos en Lucas restringe las exigencias de la familia patriarcal, del mundo grecorromano y constituye una nueva comunidad familiar, comunidad que se presenta contracultural frente al sistema, como un discipulado desde abajo.
En Lc 6,12 Jesús comienza su ministerio en Galilea, elige 12 apóstoles, varones. «En 8,1-3, en otro momento de su ministerio, cuando Jesús aparece viajando por toda Galilea, Lucas introduce a mujeres seguidoras de Jesús: Jesús caminaba de pueblo en pueblo acompañado de los Doce y algunas mujeres. Y a continuación, como sucedía en 6,12, pone los nombres de estas primeras seguidoras, Juana, Susana y María Magdalena. Y a continuación comienza el sermón de las parábolas»101.
En cuanto al estilo binario de composición, es admisible que «esas historias tuvieran una función catequética, para instruir y animar a la vivencia de la fe»102. Probablemente con esa enseñanza Lucas quería proponer un comportamiento a las mujeres de su comunidad, en la forma de ser creyentes y seguidoras de Jesús, que favorecía a la comunidad, como discípulas103.
El estudio de Lc 8,1-3 propone un fortalecimiento del laicado, desde el reconocimiento de otro discipulado, expresado bajo la elección también de mujeres proponiendo paradigmas nuevos, que favorecen un laicado con identidad. Se ha señalado a lo largo de esta investigación ese tipo de discipulado, para recuperar el discipulado de los laicos en la iglesia en perspectiva no-clerical. El espacio está dado, pero se ha de recuperar el lugar, no con pretensiones de poder o de sustitución, sino de colaboración en el anuncio del Evangelio, para generar mejores condiciones de vida para todos. Si existe la distinción entre clérigos y laicos, ha de existir la colaboración con idoneidad y formación por parte de los dos.
De hecho, el pasaje de estudio tiene la gran bondad de mostrar la actitud de Jesús que no impone, sino que invita a los discípulos a salir de esa posición (típica del imperio y de la religión del momento) de conducción y dominio, para que sean agentes de esa nueva relación con Dios en la historia.