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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.60 no.170 Bogotá July/Dec. 2018  Epub Dec 26, 2020

https://doi.org/10.21500/01201468.3904 

TEOLOGÍA

La tensión entre una espiritualidad desde abajo y una espiritualidad desde arriba. Paradojas de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia*

The tension between bottom-up and top- down spiritualities. Paradoxes of the Apostolic Exhortation Amoris Laetitia.

Lorena Basualto Porra1  **

1Universidad Católica Silva Henríquez Santiago-Chile


Resumen

El artículo busca analizar la paradoja que se puede descubrir en Amoris Laetitia entre una espiritualidad desde abajo y una espiritualidad desde arriba. El Papa Francisco busca romper esta tensión entre el ideal y la realidad a través del desarrollo de una espiritualidad familiar que se encuentra con Dios a partir de las flaquezas, de la incapacidad e incluso de, los pecados. Ahora bien, cuando se refiere a temas propios de la moral conyugal y familiar, no puede sino articularlo desde arriba, es decir, desde un ideal determinado que muchas veces prescinde del acercamiento fenomenológico, sin embargo, la paradoja encuentra caminos de solución a través de su concepción de la conciencia y el discernimiento.

Palabras clave: Familia; espiritualidad; moral; conciencia; discernimiento

Abstract

This article analyzes the paradox that is found in Amoris Laetitia between a spirituality that goes bottom-up and a spirituality that goes top-down. Pope Francis tries to break this tension between the ideal and reality through a spirituality of the family that finds God in weaknesses, incapacities and even sin. Now then, when he makes reference to moral themes concerning spouses and families, he must start from a top-down perspective, that is, from a determined ideal that leaves out the phenomenological approach. However, the paradox finds ways of solutions through its conception of conscience and discernment.

Keywords: Family; spirituality; morality; conscience; discernment

Introducción

Los Sínodos de la Familia, convocados por el Papa Francisco, suscitaron en el Pueblo de Dios renovadas reflexiones y debates sobre diversas problemáticas que comprometen al matrimonio y la familia1. El primero, realizado en el 2014, desarrolló la temática de «Los desafíos de la familia en el contexto de la evangelización»; el segundo, efectuado en el 2015, trató el tema de «La vocación y la misión de la familia en la iglesia y el mundo contemporáneo»2. Ambos Sínodos contaron con la participación de obispos de todo el mundo, diversos expertos, además de matrimonios y teólogos laicos3.

Ambas asambleas instalaron diversas problemáticas y, a la vez, despertaron la esperanza de que el Magisterio se pronunciara sobre cuestiones controvertidas que aquejan al Pueblo de Dios en materia de moral familiar, tales como la situación de los divorciados vueltos a casar4, la praxis moral sostenida por la Humane Vitae, la convivencia prematrimonial, la educación de los hijos y las uniones homosexuales, entre otras5. Como suele suceder en estos casos, las expectativas van desde los que buscan cambios radicales hasta los que luchan por mantener las costumbres tradicionales, por lo que el texto final suele no dejar conforme ni a un sector ni a otro6.

El presente artículo nace de una lectura que busca indagar en Amoris Laetitia aquellos aspectos que permiten configurar una teología de la familia, que el Magisterio Pontificio ha venido impulsando desde el Concilio Vaticano II7. En esa búsqueda, uno de los aspectos que fue emergiendo en una lectura exploratoria a la Exhortación es la tensión entre un planteamiento de los temas de familia, manteniendo los pies en la tierra, como expresa el mismo Papa Francisco y, además, el anhelo de perfección familiar8. Esta tensión se refleja en la autocrítica que hace el mismo Papa cuando señala que el Magisterio ha «presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales»9.

El artículo, por tanto, pretende desarrollar si el Papa Francisco logra superar la tensión entre el ideal y la realidad, o si se entrampa en un lenguaje de antaño que no le permite la renovación. La hipótesis que surge del análisis de la Exhortación es que en la espiritualidad de la familia el Papa argentino logra esbozar una espiritualidad desde abajo, es decir, una realidad familiar que se encuentra con Dios a partir de sus propias debilidades. Sin embargo, permanecen resabios de una espiritualidad desde arriba cuando se refiere a temas propios de la moral conyugal y familiar, es decir, desde una praxis que busca alcanzar un ideal que prescinde de una familia situada en contexto.

Para llevar adelante el objetivo propuesto, se analizará la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia focalizando los temas de la espiritualidad y la moral familiar, utilizando como sustento epistemológico el enfoque de los autores Grün y Dufner, quienes presentan la tensión de la experiencia cristiana entre una espiritualidad desde arriba y una espiritualidad desde abajo10.

La investigación se ordenará en tres apartados, a saber, espiritualidad del matrimonio y la familia, la moral del matrimonio y la familia, para, finalmente, presentar la paradoja de una espiritualidad desde abajo y una moral desde arriba.

1. Espiritualidad del matrimonio y la familia en Amoris Laetitia

Desde el Concilio Vaticano II, el matrimonio se ha considerado una vocación a la santidad, la cual adquiere características particulares propias de su estado de vida11. Inspirado en este pensamiento, el Papa Francisco plantea en Amoris Laetitia que la espiritualidad del matrimonio y la familia se debe reflexionar considerado su cotidianidad12, al respecto señala:

La presencia del Señor habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos. Cuando se vive en familia, allí es difícil fingir y mentir, no podemos mostrar una máscara. Si el amor anima esa autenticidad, el Señor reina allí con su gozo y su paz. La espiritualidad del amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad de dones y de encuentros que madu- ran la comunión, Dios tiene su morada. Esa entrega asocia «a la vez lo humano y lo divino», porque está llena del amor de Dios. En definitiva, la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino13.

Del texto del Papa se desprende que la presencia de Dios en la familia se vive justamente en la realidad concreta: sufrimientos, alegrías y afanes cotidianos. Esta constatación se ajusta a la postura de Grün y Dufner, quienes han denominado espiritualidad desde abajo al hecho que la persona se encuentra con Dios en las Escrituras y en la Iglesia, pero también «habla por nosotros mismos a través de nuestros pensamientos y sentimientos, por nuestro cuerpo, por nuestros sueños, hasta por nuestras mismas heridas y presuntas flaquezas»14. Esta espiritualidad requiere de la aceptación de la propia verdad, de reconciliarse con la terrenalidad ya que busca la humildad que se relaciona con humus, tierra, por tanto, se trata de que la persona desde su precariedad profunda descubra el lugar donde se puede encontrar con Dios15. Es lo que señalaba siglos atrás Nicolás de Cusa, con toda su tradición agustiniana y renana, cuando en su libro De visione Dei afirmaba que en este diálogo con Dios el ser humano experimentaba el encuentro con el Misterio, que le decía «sé tú mismo y yo seré tuyo»16, es decir, no hay que huir de sí mismo o negarse, sino por el contrario, si Dios ha creado al ser humano es porque se alegra en su creatura17.

Desde esta perspectiva, la familia se constituye en el lugar privilegiado de la espiritualidad desde abajo pues, como señala el Papa Francisco, al interior de la familia cada uno de sus miembros no puede fingir, no puede mentir, no puede esconderse, por lo que la familia se hace el lugar de la autenticidad. Por este motivo, el Papa afirma que si esta autenticidad es animada por el amor, da como fruto el gozo y la paz que se experimentan en las distintas relaciones familiares, ya sea esponsal, filial o fraternal. Por esto Francisco señala que «una comunión familiar bien vivida es un verdadero camino de santificación en la vida ordinaria y de crecimiento místico, un medio para la unión íntima con Dios»18.

Así pues, el Papa presenta dos pilares fundamentales de la espiritualidad familiar: la cotidianidad y la autenticidad. A su vez, y retomando la cita con la que se inició el apartado, el Papa la va a definir como «una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino»19. Se utilizará esta cita en los apartados siguientes para sistematizar la presentación que hace Francisco sobre la espiritualidad familiar, ordenando el relato que sigue en dos acápites, a saber, la espiritualidad familiar del vínculo y la habitación del amor divino en la familia.

1.1 Espiritualidad familiar del vínculo

La afirmación del Papa, en cuanto que la espiritualidad familiar es una espiritualidad del vínculo, se sostiene desde el presupuesto de que el ser humano tiene una innata dimensión social, donde la primera y originaria comunidad de la persona es el matrimonio y la familia, por tanto, la espiritualidad se encarna en la comunión familiar20. Al respecto afirma Francisco:

Una comunión familiar bien vivida es un verdadero camino de santificación en la vida ordinaria y de crecimiento místico, un medio para la unión íntima con Dios. Porque las exigencias fraternas y comunitarias de la vida en familia son una ocasión para abrir más y más el corazón, y eso hace posible un encuentro con el Señor cada vez más pleno21.

Esta espiritualidad del vínculo, afirma el Papa Francisco, posee su sustento teológico en aquel principio que señala San Juan: «A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud»22. De esta manera, el centro de la espiritualidad matrimonial y familiar es el amor que se experimenta entre cada uno de los miembros de la familia, de allí que el Papa señale que la vida familiar sea una ocasión «para abrir más y más el corazón»23.

Ahora bien, especialmente en el matrimonio, este abrir el corazón se manifiesta en que todos los días se hace la opción de pertenecer completamente a una persona, de modo que esta relación permanezca en el tiempo, pues se asume el desafío de envejecer juntos. De esta manera, cada cónyuge se hace ícono de Dios en cuanto a la fidelidad e instrumento de cercanía al Señor, como forma de encarnar la promesa de Cristo de permanecer con la humanidad hasta el fin del mundo24. Asimismo, es necesario que los esposos tomen conciencia de sus límites en el amar. Como dice Francisco, cada uno descubre que el otro no es una propiedad, sino que ambos pertenecen al Señor y se conectan con la fuente del amor que es Dios de forma singular, lo cual permite que los esposos se amen verdaderamente25.

Ahora bien, es interesante señalar que Francisco cuando habla del amor conyugal no renuncia al eros, pues señala que el amor esponsal está plasmado por el mundo de las emociones y por su manifestación corporal en la vida sexual. Ambas dimensiones, lo corporal y lo espiritual, son altamente valoradas por el Papa, al punto de afirmar que todos los místicos cuando buscan referirse al amor sobrenatural lo hacen desde los símbolos del amor matrimonial porque expresan justamente la totalidad y la fusión sin perder identidad26. Así pues, en esta espiritualidad del vínculo, la vivencia sexual del matrimonio se comprende como un lenguaje interpersonal27, donde la dimensión erótica del amor se vive como un verdadero don de Dios que embellece el encuentro de los esposos, constituyéndose en «una pasión sublimada por un amor que admira la dignidad del otro»28.

Tomarse en serio el cuerpo, que en la vida matrimonial adquiere gran importancia como expresión de amor donativo, está en estrecha relación con la llamada espiritualidad desde abajo, pues ella sostiene que el itinerario hacia Dios pasa por la realidad corporal; en cambio, la espiritualidad desde arriba pretende llegar a Dios prescindiendo del cuerpo, muchas veces, como si nuestra realidad humana fuera solamente espiritual y no integral29.

Ahora bien, este nosotros, que se construye desde el tú y yo, se abre a nuevas dimensiones cuando el amor se hace realmente fecundo, donde varón y mujer deciden formar una familia. Tomar esta decisión «es animarse a ser parte del sueño de Dios, es animarse a soñar con él, es animarse a construir con él, es animarse a jugarse con él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta solo»30.

De este modo, el matrimonio se abre al sueño de Dios porque, sustancialmente, se trata del sueño del amor que tiene su constatación práctica en la familia, de allí que este sueño se va a concretizar cuando ambos sueñan a su hijo durante nueve meses31. Así, el amor de los padres es prefigura del amor de Dios que espera al niño, aceptándolo sin condiciones y acogiéndolo gratuitamente32. Por tanto, los padres van a ser para su hijo quienes le muestren la belleza de los vínculos humanos, donde le reconocen su condición de otro, único y libre, regalándole un nombre y enseñándole el lenguaje del amor que se expresa a través del cuerpo33. Esta familia nuclear suele crecer con la llegada de nuevos hijos y así el niño tiene la experiencia no solo del amor filial, sino también del fraternal, que le enseña a despojarse de individualismo para, justamente, comprender la fraternidad como una actitud necesaria para la vida que luego se vierte en la sociedad34.

A la luz de la espiritualidad del vínculo, Francisco llama a la familia «el hospital más cercano»35, puesto que es el lugar donde sus miembros se sanan de las dolencias o heridas que muchas veces otros o la sociedad les proporciona. De ahí que la familia es la primera que contiene en el sufrimiento y, a la vez, se comporta como un amortiguador social de tantas amenazas que atentan contra la familia. Como señaló el Papa Francisco en su viaje apostólico a Sri Lanka y Filipinas, amenazas que van desde los desastres naturales producidos por el calentamiento global, la crisis económica, la pobreza, los procesos migratorios, el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida y, lo que el Papa llama, las nuevas colonizaciones ideológicas, que promueven una forma de vida familiar que no se condice con las vivencias de los pueblos originarios y la enseñanza del evangelio sobre la familia36.

Finalmente, el Papa también denomina a la familia con la imagen del «pastoreo misericordioso», pues cada uno de sus integrantes37 están llamados a cuidar del otro y contemplarlo con los ojos de Cristo, reconociendo en cada uno su dignidad, fruto del amor inmenso del Padre.

1.2 Habitación del amor divino en la familia

En este segundo apartado se desarrollará la segunda parte de la cita que ha servido de hilo conductor del discurso, en cuanto que «la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino»38. Se tratará, entonces, el tema de la habitación divina, es decir, de qué modo Dios está presente en la familia.

El Papa Francisco reflexiona sobre la familia desde el eje del amor. Desde allí expresa que Dios habita en la familia desde la concepción del Dios cristiano que es Trinitario, es decir, es comunión de amor y la familia es justamente comunión de personas39. Al respecto, Francisco señala al citar a Juan Pablo II en Puebla: «Nuestro Dios, en su misterio más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia que es el amor. Este amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo»40. De esta manera, afirma Francisco, «la familia no es pues algo ajeno a la misma esencia divina»41, ya que la Trinidad se manifiesta como unidad plena en la diversidad de cada una de las personas, lo que también sucede con la familia 42.

Es por eso que la vida familiar se puede interpretar en clave Trinitaria, puesto que los padres al procrear, cuidar y educar a sus hijos están asumiendo el rol creador del Padre43. Al mismo tiempo, por medio del matrimonio, en cuanto signo del amor entre Cristo y la iglesia, se hace presente el amor donativo y redentor44, y cuando crece en amor se convierte en templo donde habita el Espíritu Santo45.

Así pues, en razón del matrimonio, el Papa retoma la doctrina clásica paulina de la relación entre el amor esponsal y el amor entre Cristo y la Iglesia46. En ella se afirma la dinámica pascual, es decir, quien ve a un matrimonio está viendo el amor crístico que ama más allá de la muerte. Ahora bien, Francisco subraya que ningún ser humano puede llegar hasta tal perfección de amor, por lo que hay que considerar este signo como una imperfecta analogía47, lo cual aparece como una gran novedad en la teología del matrimonio. Entonces, el Papa va a plantear que ciertamente la gracia posibilita esta entrega radical, pero siempre hay que tener presente que actúa desde la precariedad y no desde la impecabilidad. Interpretar el texto paulino desde esta óptica muestra que Francisco opta por una espiritualidad desde abajo48, despojando a la concepción teológica del matrimonio de esencialismos y heteronomías, que no permiten dar cuenta de la situación familiar concreta49.

Específicamente, desde lo cristológico, la comunión matrimonial se fundamenta en la Encarnación ya que Cristo asume el amor humano, lo purifica, lo lleva a plenitud y dona a los esposos, con su Espíritu, la capacidad de vivir el amor, impregnando toda la vida del matrimonio y la familia de fe, esperanza y caridad50. A su vez, no se debe olvidar que, justamente, el misterio de la Encarnación se da en el seno de una familia, la Sagrada Familia de Nazareth; de allí que el Papa afirme que el secreto de Nazaret está «lleno de perfume a familia»51.

Además, la familia es un signo cristológico por excelencia, porque en la Cruz y en la Resurrección cada cónyuge se hace una sola carne y se ofrece a sí mismo para compartir con el otro hasta el final de sus vidas52. Así, el matrimonio y la familia acogen el misterio pascual desde los dolores y las angustias, donde abrazar la cruz del Señor permite sobrellevar los peores momentos y transformar las dificultades y sufrimientos en una ofrenda de amor. Por otra parte, distintos momentos de alegría de la vida familiar, el descanso o la fiesta y la vivencia de la intimidad conyugal se experimentan como una participación en la vida plena de la Resurrección de Cristo53.

Ahora bien, la habitación del amor divino en la familia se concreta a través del sacramento del matrimonio, donde los esposos reciben la gracia que se nutre justamente del misterio de la Encarnación y la Pascua54. El Papa Francisco, señala que «el sacramento del matrimonio no es una convención social, un rito vacío o el mero signo externo de un compromiso. El sacramento es un don para la santificación y la salvación de los esposos»55. De este modo, al representar, aunque sea de modo imperfecto, la relación entre Cristo y la Iglesia, el Papa va a subrayar que siendo el matrimonio una vocación que responde a un llamado específico necesita de un discernimiento vocacional56.

Es por este motivo que el itinerario de preparación responde al hecho de que, a través del sacramento del matrimonio, los esposos se consagran a Cristo y están convocados a formar una verdadera iglesia doméstica57. Así, el Papa Francisco continúa con la línea del Concilio Vaticano II cuando designa a la familia con el nombre de Iglesia doméstica, principalmente para designar el hecho de que es lugar donde se traspasa la fe a los hijos, de allí su dimensión fundamental de educadora de la fe58. En esta iglesia doméstica, los padres realizan una verdadera iniciación en el anuncio del kerigma, la vida de oración, de escucha de la palabra y vida sacramental59. En este sentido, lo más novedoso es que cuando el Papa utiliza el concepto de iglesia doméstica no lo hace con la pretensión de clericalizar la familia, sino que lo realiza desde una clave trinitaria, en cuanto que la iglesia se pueda comprender a sí misma desde la iglesia doméstica, porque la familia es ícono de la Trinidad, lo cual arroja una clave eclesiológica interesante para comprender la totalidad del misterio de la iglesia60.

2. La moral del matrimonio y la familia en Amoris Laetitia

En el siguiente apartado se hará una aproximación a la moral del matrimonio y la familia, ya que el tema moral es de vital importancia en la espiritualidad, pues la praxis que surge desde la fe puede orientarse desde abajo, es decir, reconociendo la propia precariedad o bien desde arriba, en cuanto aspiración humana a ser mejor y superarse. En este último sentido, el ideal a alcanzar se articula por medio de los cuestionamientos sobre lo que tiene que hacer un cristiano. Por tanto, para la espiritualidad desde arriba es muy importante hacerse la pregunta moral61.

Ciertamente, la espiritualidad desde arriba tiene sus aspectos positivos ya que despliega la energía de un ideal entusiasmante, como sería la moral cristiana; además, es necesario considerar que la espiritualidad de abajo parte del hombre como imagen de Dios y, por tanto, se fundamenta desde arriba; sin embargo, el problema de la espiritualidad desde arriba radica en que se acentúa el propio esfuerzo y se basa en ideales abstractos que poca relación tienen con la realidad humana62.

Ahora bien, la pregunta por la articulación de la moral matrimonial y familiar es una preocupación del Papa Francisco, pues afirma que frente a las distintas problemáticas, la Iglesia no puede quedar satisfecha solamente aplicando leyes morales a casos particulares «como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas»63. Es aquí donde se da la paradoja entre una espiritualidad desde abajo y una espiritualidad desde arriba porque está, por una parte, la realidad precaria que muchas veces tiene un matrimonio y una familia y, por otra, la enseñanza moral de la Iglesia, que pide responder a las directrices que traza el Magisterio. La dificultad radica en lo expresado por el mismo Pontífice en cuanto que «durante mucho tiempo creímos que con solo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas»64.

Dentro de los temas que más expectativas causaba en círculos eclesiales y extraeclesiales eran aquellos que se referían a los temas de moral conyugal. La pregunta es si habría alguna novedad principalmente en razón de la Enseñanza de la Humanae vitae, la cual recurrentemente se levanta como testeador de toda verdadera renovación65.

Si se revisa lo que Francisco va a afirmar sobre la enseñanza de Pablo VI, se podría evidenciar que mantiene una postura tradicional sobre el tema, aunque dice que hay que redescubrir la Humanae vitae, principalmente, valorando la relación intrínseca que debe existir entre lo procreativo y lo unitivo66. El Papa va a dar algunas orientaciones con respecto al tema de la planificación familiar, donde se va a referir a que la vida siempre es un don y, en este sentido, advierte que los Padres sinodales han señalado que se está difundiendo una mentalidad que reduce la generación de la vida a una variable de los proyectos individuales o de los cónyuges solamente 67, sin tomar en cuenta los deberes con Dios, consigo mismo, la familia y la sociedad68.

Para tomar decisiones con respecto al tema de la paternidad, es necesario un diálogo consensual entre los esposos, el respeto de los tiempos y la consideración de la dignidad de cada uno de ellos69. Este diálogo presupone la formación de la conciencia para poder discernir. Al respecto el Papa retoma las enseñanzas del Concilio Vaticano II cuando señala en la Gaudium et Spes que la conciencia es «el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella»70. Recoger la moral desde la conciencia es interesante y arriesgado, sobre todo porque sigue siendo una problemática a nivel de los fundamentos de la moral, donde el Magisterio ha sostenido que la conciencia tiene la función de aplicar la ley dada por Dios a cada caso particular, de modo que la conciencia no crea la ley sino que la reconoce, constituyéndose en norma subjetiva de moralidad71. Esta postura se opone a la función creativa de la conciencia72, donde prevalece una conciencia subjetiva individual, lo que Juan Pablo II va a alertar, señalando que siempre debe haber una búsqueda necesaria de la verdad y el bien73. Sin embargo, el Papa Francisco establecerá un criterio interesante al afirmar que:

Tenemos dificultad para presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas74.

El texto de Amoris Laetitia parece optar por lo que algunos teólogos morales han llamado la dimensión hermenéutica de la conciencia, en cuanto vía alternativa a la conciencia obediente, la cual corre el peligro de desconfiar de la capacidad humana de buscar la verdad y renunciar al discernimiento, dejando el paso a una heteronomía deshumanizante. Más bien, el Papa opta por una función de la conciencia donde los fieles desarrollan su propio discernimiento, pudiendo resolver sus problemáticas particulares en un proceso intersubjetivo75. No obstante, y he aquí una posible paradoja dentro del mismo planteamiento moral, el Papa confirma la enseñanza tradicional de la Iglesia en cuanto a promover el uso de los métodos basados en los «ritmos naturales de fecundidad»76. Estos métodos, reafirma el Papa citando al Catecismo, siguen siendo los únicos que «respetan el cuerpo de los esposos, fomentan el afecto entre ellos y favorecen la educación de una libertad auténtica»77. Podría plantearse una tensión desde una visión hermenéutica de la conciencia, al ser los esposos quienes disciernan sobre el método que consideren mejor, resguardando el respeto a sus cuerpos y siendo responsables con los hijos que pueden venir y aquellos que ya custodian78. Al respecto, el Papa Francisco va a argumentar, citando a Juan Pablo II, que la paternidad responsable no es «procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos tienen de usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable, teniendo en cuenta tanto las realidades sociales y demográficas, como su propia situación y sus deseos legítimos»79. Ciertamente, la enseñanza de Francisco, con respecto al discernimiento de la paternidad, descarta de plano aquellos métodos micro-abortivos, pues de hecho el valor de una vida humana es inalienable desde el momento que se gesta el niño en el seno de su madre y en todas las etapas de la vida pues, por ese motivo, se ha llamado a la familia santuario de la vida80.

Otro tema de moral familiar sobre el cual se pronuncia el Papa es el de los divorciados. Para ello recurre a las enseñanzas de Jesús cuando reafirma la unión indisoluble del matrimonio, pero no como un yugo sino como un don, donde la condescendencia divina acompaña en el camino a los esposos a través de la cruz81. De allí que la enseñanza magisterial considera que toda ruptura del vínculo matrimonial va contra la voluntad de Dios, sin embargo, es consciente de la fragilidad de sus hijos82. Es por esto que el Papa acentúa el tema del dolor que se sufre ante esa situación, sobre todo de la parte que ha sufrido injustamente el abandono83. Estas situaciones necesitan de un atento discernimiento y un acompañamiento, sobre todo en lo que se refiere al perdón de la injusticia recibida. Por eso señala la necesidad de establecer una pastoral de mediación a través de centros de escucha, los que es necesario instaurar en las diócesis84.

Ahora bien, con respecto al tema de las personas divorciadas que viven en una nueva unión o aquellas que conviven sin hacer explícito su consentimiento ni civilmente ni sacramentalmente, el Papa opta por la clave de la misericordia, y es por este motivo que expresa que son parte de la Iglesia y que no están excomulgadas porque están integradas a la comunión eclesial85. Entonces, el Papa opta por valorar los elementos positivos que se pueden dar en todos los casos de uniones que no se enmarcan dentro de la concepción del matrimonio cristiano86. Recuerda lo planteado por Juan Pablo II con respecto a la ley de la gradualidad87, en cuanto que el ser humano conoce, ama y realiza el bien moral según las diversas etapas de su crecimiento, ya que hay un avance gradual en la voluntad de Dios expresada en la ley posibilitada por la gracia88.

Por otra parte, hay que señalar que el mismo Papa afirma la necesidad de evitar todo lenguaje y actitud de discriminación; sin embargo, frente a todas las relaciones que no están acorde con la enseñanza de la Iglesia no se les denomina de otra forma que no sea «irregulares». La misión de la iglesia, en este sentido, es «revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayudarles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para ellos, siempre posible con la fuerza del Espíritu Santo»89. Entonces, se plantea la necesidad de discernir bien cada una de las situaciones y revisar las exclusiones litúrgicas, pastorales, educativas e institucionales90. Asimismo, el Papa señala que no se entregará una nueva normativa general de tipo canónica aplicable a todos los casos91.

Francisco optará más bien por confiar el discernimiento a los pastores que no pueden sentirse satisfechos aplicando leyes a las situaciones irregulares92, sin considerar las dimensiones psicológicas, históricas, biológicas, entre otras. En este sentido, el Papa invita a los sacerdotes a que,

sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día, dando lugar a «la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible». Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino93.

En este párrafo de Amoris Laetitia se puede apreciar la tensión en la propuesta del Papa Francisco, ya que su deseo es plantear una moral cuyo enfoque es de una espiritualidad desde abajo, complementada con una sana espiritualidad desde arriba. Lo que rechaza es una presentación de la moral rígida y carente de misericordia, donde el acento esté más bien en una espiritualidad desde arriba mal aspectada que persiga ideales sin reconocimiento de la fragilidad94.

A su vez, junto al discernimiento de los pastores, el Papa va a confiar en el discernimiento de los fieles, por lo que sostiene la necesidad de que la Iglesia tome en cuenta el discernimiento en conciencia de las personas involucradas y que esto debe ser mejor incorporado en la praxis de la Iglesia, sobre todo en lo que se refiere a algunas situaciones que no realizan objetivamente la concepción cristiana del matrimonio95. Ahora bien, el problema es cómo se articulan estos dos tipos de discernimientos, tanto del pastor como de la persona que se encuentra en situaciones complejas. Francisco entrega como criterio la necesidad de la responsabilidad y la discreción de ambas partes, con un pastor que discierna el caso y que evite la apariencia de una doble moral eclesial96.

3. Paradoja de una espiritualidad desde abajo y una moral desde arriba en Amoris Laetitia

En el primer apartado se desarrolló la espiritualidad de la familia con base a la afirmación «la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino»97. A través de las expresiones vertidas por el Papa se puede apreciar que hay una valoración a la vida cotidiana del matrimonio y a la familia, sin temor a sus debilidades y precariedades. De hecho, Francisco, en la conclusión de Amoris Laetitia, señala que «ninguna familia es una realidad celestial»98, pues ella se va configurando a través del tiempo en el camino del amor, renunciando al perfeccionismo de la impecabilidad en las relaciones interpersonales. Pareciera ser que en el camino de reflexión Magisterial nunca se había subrayado tanto la espiritualidad familiar desde abajo, donde justamente las dificultades y los pecados son parte del camino que conducen a Dios. También, es importante la valoración que se hace de otras uniones que no comparten la visión cristiana del matrimonio, para lo cual el Papa utiliza la teología de las semillas del Verbo afirmando que:

Podemos decir que «toda persona que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer el mal -una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante- encontrará gratitud y estima, no importando el pueblo, o la religión o la región a la que pertenezca»99.

En este sentido, se podría afirmar que el Papa valora un sistema de creencia que conlleva a una praxis esponsal y familiar aunque no esté de acuerdo con la enseñanza de la fe cristiana. Sin embargo, también realiza una lectura ad intra eclesial, donde sostiene que la Iglesia debe mirar «con amor a quienes participan en su vida de modo imperfecto»100, acompañándolos al sacramento del matrimonio. Es decir, como señala al final de la Exhortación, invita a que las familias no se desesperen por sus límites, pero que tampoco renuncien a buscar la plenitud de amor y de comunión que se ha prometido101. Entonces, si bien se podría intuir en estas palabras finales una tensión entre una espiritualidad desde abajo y desde arriba, también es cierto que una espiritualidad desde abajo no prescinde de la espiritualidad desde arriba, pues ejerce una función positiva proponiendo ideales para ser vividos; el problema se produce cuando esos ideales hacen perder contacto con la realidad102.

Parece ser, entonces, que en Amoris Laetitia se presenta una propuesta de una espiritualidad preferentemente desde abajo, la duda es qué sucede con la moral del matrimonio y la familia si también se plantea desde abajo, o bien, se construye desde el ideal que prescinde de la realidad103.

La autocrítica que hace el Papa es que durante mucho tiempo se creía que bastaba con insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales para ayudar a las familias104, lo cual responde principalmente a una visión de cristiandad donde se asumía que todas las personas se adherían a la fe y, por tanto, a los pronunciamientos del Magisterio105. Sin embargo, actualmente en una sociedad secularizada, la enseñanza magisterial se sitúa en una etapa superior en la que suelen estar las personas en el camino de la fe, ya que en el mejor de los casos se encuentran los fieles en una etapa de apertura al anuncio del evangelio y en otras se está en la fase kerigmática, para luego pasar a la iniciación106. Solo después de años de camino se podría decir que los fieles empiezan a descubrir la enseñanza magisterial como eco actualizado de las enseñanzas del Maestro; de allí la importancia de la propuesta de la ley de la gradualidad. Además, hay que tomar en cuenta que nuestra época ha hecho un giro hacia la autonomía en el plano moral. Por lo tanto, más que permanecer en una etapa paternalista, donde se le concedía autoridad a una instancia superior para la toma de decisiones, como en su momento fue la Iglesia o el Estado, hoy cada persona toma decisiones dentro de su propio marco de creencias107.

En este sentido, como se señalaba en el segundo apartado del artículo, el Papa va a acentuar una moral de la conciencia hermenéutica, dándole un amplio espacio al discernimiento de los esposos y la familia ante los diversos dilemas morales, en comunión con una enseñanza magisterial que busca conservar la verdad del Evangelio con respecto a la moral familiar. Por tanto, el nudo crítico se da al plantear una moral desde abajo o desde arriba. Como se señalaba, no se trata de prescindir del ideal, sino que el ideal no pierda contacto con la realidad. Es aquí donde la teología moral, siguiendo las orientaciones del Papa, debería dejar que se incorporen a su reflexión consideraciones contextuales108. Esto permitiría incorporar los cambios de paradigmas sustantivos que se han dado en la historia de la humanidad, como la posibilidad de separación entre gesto sexual y procreación, la distinción entre anticoncepción y micro-aborto, la inserción de la mujer en la sociedad109, la crítica y abandono de una estructura patriarcal110, entre otros.

De esta manera, se podría afirmar que el Papa Francisco busca optar por una moral desde abajo, pero no siempre logra articularla en la narrativa de Amoris Laetitia con una moral desde arriba, que tiene su principal exposición en el derecho canónico en temas relativos al divorcio y en la prescripción moral sobre los métodos anticonceptivos de la Humane Vitae. Entonces, la paradoja está en que sin cambiar la doctrina pretende entregar un nuevo enfoque a la moral familiar, poniendo de relieve el espacio de la conciencia y el discernimiento de los cónyuges, pero siempre en vista de alcanzar el ideal que propone el Magisterio. Es por eso que señala:

Si bien es verdad que hay que cuidar la integridad de la enseñanza moral de la Iglesia, siempre se debe poner especial cuidado en destacar y alentar los valores más altos y centrales del Evangelio, particularmente el primado de la caridad como respuesta a la iniciativa gratuita del amor de Dios111.

De esta manera, el Papa Francisco subsana el no llegar al ideal, entendiendo que hay fieles que tienen dificultades para vivir plenamente la ley divina, entonces, les invita a recorrer la via caritatis, donde el amor se constituye como la primera ley de los cristianos112. Si bien es cierto que el Papa no se pronuncia sobre cambios en la enseñanza moral magisterial, sí entrega algunas directrices que debería tener en cuenta la teología moral, ya que si se puede sostener la jerarquización en las verdades de fe, del mismo modo se podría afirmar la jerarquía en el plano de las costumbres donde el amor se consideraría como la praxis fundamental113.

Conclusión

El Papa Francisco inicia la Exhortación señalando que los sínodos mostraron que ante las complejidades de los temas familiares y matrimoniales es necesario «seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales»114. En esa libertad es que se analizó la carta desde la clave hermenéutica de la espiritualidad desde abajo y la espiritualidad desde arriba, con el propósito de descubrir líneas de reflexión que deben seguir profundizándose, para que así el Magisterio y la Iglesia en general puedan hacer un mejor servicio a la familia, según la misma expresión del Papa, con los pies en la tierra115, tomando en cuenta los cambios culturales, los distintos contextos y las realidades particulares.

En este sentido, cuidar el lenguaje116 parece realmente importante. Conceptos como situaciones irregulares117 o participación imperfecta en la vida de la Iglesia118 deberían dar lugar a expresiones que ayuden a no segmentar las realidades familiares, como si hubiera algunas de primera categoría y otras de segunda, ya que en una realidad familiar compleja los sufrimientos de la cotidianidad pueden constituirse en caminos de redención cuyo fruto es la salvación en tanto fin último del ser humano.

Otras expresiones referidas a la vida sexual del matrimonio, como «acto genital de los esposos»119, se contradicen a otras locuciones muy interesantes, como «lenguaje interpersonal»120. Estas formas distintas de presentar el tema dejan entrever la sospecha de que todavía no se valorar el gesto sexual como un don de Dios que ayuda al crecimiento del amor de los esposos, lo cual también favorecería la armonía del hogar, beneficiando a los hijos, otros miembros de la familia y, en definitiva, a la Iglesia y la sociedad.

A su vez, presentar el matrimonio como ideal exigente del evangelio121 hace ver que es algo inalcanzable y que la propuesta evangélica está en orden al esfuerzo y no a la gracia. Desde una espiritualidad desde abajo se podría contra argumentar que el Evangelio no es una exigencia, sino una invitación y salvación, por lo que la moral que emana de la enseñanza evangélica es una invitación al seguimiento del Maestro, en tanto experiencia liberadora122. En este sentido, reflexionar la espiritualidad del matrimonio y la familia desde una espiritualidad desde abajo es una tarea interesante que deja Amoris Laetitia, en tanto valorar las precariedades de la familia, no como un fracaso, sino como una posibilidad que actúe la fuerza de Dios, teniendo presente que «llevamos este tesoro en recipientes de barro para que aparezca que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no de nosotros»123.

Finalmente, para la teología moral, específicamente relacionada con el matrimonio y la familia, es posible replantearse diversos temas a través de algunos ejes esbozados en Amoris Laetitia, como son la conciencia hermenéutica y el discernimiento en clave de autonomía. Esto implica que la Exhortación trasciende el hecho de ser una reflexión sobre la alegría del amor en la familia y se levanta como una renovada teología moral, desde la cual es posible construir una moral renovada y liberadora.

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1Las preguntas previas que levantó el Sínodo de los Obispos permitieron la participación activa del Pueblo de Dios sobre distintas problemáticas del matrimonio y la familia. Cf. Sínodo de los Obispos, xiv Asamblea General Ordinaria. La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo. Lineamenta. (Ciudad del Vaticano, 2014), consultada en enero 23, 2017, http://www.vatican.va/roman_curia/synod/documents/rc_synod_doc_20141209_lineamenta-xiv-assembly_sp.html

2Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia (Santiago: San Pablo, 2016), 2; 4. Sínodo de los Obispos, La vocación y la misión de la familia en la iglesia y en el mundo contemporáneo (Madrid: bac, 2016), 3

3Con respecto a la participación de laicos y matrimonios, cf. «Los laicos toman la palabra en el Sínodo de los obispos, 10 de octubre 2014», Religión digital, consultada en enero 25, 2017, http://www. periodistadigital.com/religion/vaticano/2014/10/10/los-laicos-toman-la-palabra-en-el-sinodode-obispos-religion-iglesia-vaticano-divorciados-genetica.shtml. Interesante es la experiencia relatada por la teóloga María Mazzini, académica de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Argentina, cf. «Auditora del Sínodo: un regalo no puede darse en una bolsa de supermercado, 22 de octubre 2015», Zenit, consultada en enero 30, 2017, https://es.zenit.org/articles/ auditora-del-sinodo-un-regalo-no-puede-darse-en-una-bolsa-de-supermercado/.

4Cf. Walter Kasper, El Evangelio de la familia (Bogotá: San Pablo, 2014), 35-44.

5Con respecto a plantearse nuevas preguntas y cuestionarse la praxis sexual tradicional es interesante el tema planteado por el profesor Costadoat con respecto a «La razonabilidad de la sexualidad atea». Cf. Jorge Costadoat, Francisco, Papa. Señal de grandes cambios (Santiago: San Pablo, 2014), 106- 112.

6A modo de ejemplo sobre el impacto de Amoris Laetitia se puede aludir a la controversia planteada sobre el tema de la continuidad y discontinuidad con el Magisterio de Juan Pablo II. Ver Carta: Walter Brandmüller, Raymond Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner, Clarificar. Dudas no resueltas de «Amoris laetitia» Una apelación, Roma, 19 de septiembre de 2016, consultada en marzo 10, 2017, https://www.infocatolica.com/?t=ic&cod=27756. Posturas de continuidad con el Magisterio subrayando nuevas perspectivas, se puede ver en la entrevista dada por el Cardenal Christoph Schönborn, arzobispo de Viena quien señala que Amoris Laetitia es verdadero magisterio de sana doctrina. Cf. Antonio Spadaro, «Conversazione con il Cardinale Schönborn sull´ Amoris Laetitia», La Civiltà Cattolica 3986, Vol. 3 (2016): 130-152. Además, es interesante la recopilación de comentarios de teólogos latinoamericano presentados en la Revista Medellín. Cf. Cebitepal, «Amoris Laetitia. Comentarios Pastorales Latinoamericanos», Revista Medellín 165, Vol. 42 (2016): 245-398.

7Al respecto se puede consultar Jorge Aros y Lorena Basualto, «Aporte a la teología de la familia. Lectura eclesiológica de la Iglesia doméstica», Veritas 30 (2014): 163-186.

8Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 6.

9SS Francisco, Amoris Laetitia, 36.

10Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona (Madrid: Narcea, 2002). Ciertamente estos autores no aplican su concepción de espiritualidad específicamnete al matrimonio y la familia, sino más bien es una categoría de análisis para discernir la paradoja de Amoris Laetitia en cuanto al concepto de matrimonio y familia con la praxis moral.

11Cf. Concilio Vaticano II, Apostolicam Actuositatem (Madrid: bac, 2000), 4

12Al respecto Karl Rahner señala que se puede observar en la teología mística cristiana dos posturas opuestas, por una parte aquella que exacerba el carácter extraordinario y elitista de los fenómenos místicos y por otra aquella que presenta la mística como experiencia de Dios en lo cotidiano. Karl Rahner, Experiencia del Espíritu (Madrid: Narcea, 1978), 48-53.

13SS Francisco, Amoris Laetitia, 315.

14Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 1

15Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 2

16Nicolás de Cusa, La visión de Dios (Pamplona: eunsa, 2007), 25

17Cf. Lorena Basualto, «La contemplación del rostro como camino místico en De visione Dei de Nicolás de Cusa», Teología y Vida 3, Vol. 54 (2013): 461-486.

18SS Francisco, Amoris Laetitia, 316.

19SS Francisco, Amoris Laetitia, 315

20Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 316

21SS Francisco, Amoris Laetitia, 316

221Jn 4,12.

23SS Francisco, Amoris Laetitia, 316

24Cf. Mt 28, 20; SS Francisco, Amoris Laetitia, 319.

25Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 320. El Papa Francisco desarrolla un itinerario del amor a partir del comentario al Himno de la caridad de San Pablo en clave matrimonial y familiar, cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 90-119

26Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 142

27Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 151

28Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 152. El Papa Francisco señala en este punto que dentro de la historia de un matrimonio ciertamente se producen cambios corporales y cambios en el deseo sexual, sin embargo los cónyuges van redescubriendo distintas expresiones de amor, cuyo núcleo central es el deseo de pertenencia. De allí que el Papa señale: «No podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad». SS Francisco, Amoris Laetitia, 163.

29Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 2

30SS Francisco, Amoris Laetitia, 321

31En esta espera del niño, Francisco también va a valorar la maternidad como camino hacia el encuentro con Dios, de esta forma se refiere al tema: «A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo. Ocúpate de lo que haya que hacer o preparar, pero sin obsesionarte, y alaba como María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su sierva” (Lc 1,46-48). Vive ese sereno entusiasmo en medio de tus molestias, y ruega al Señor que cuide tu alegría para que puedas transmitirla a tu niño». SS Francisco, Amoris Laetitia, 171

32SS Francisco, Amoris Laetitia, 148.

33Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 172.

34Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 194.

35SS Francisco, Amoris Laetitia, 321.

36Cf. SS Francisco, Discurso Encuentro con las Familias. Viaje Apostólico a Sri Lanka y Filipinas, 16 de enero 2015, consultada en marzo 18, 2017, https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2015/january/documents/papa-francesco_20150116_srilanka-filippine-incontro-famiglie.html

37La familia nuclear, se abre al mismo tiempo a la familia ampliada donde también están presentes los abuelos, otros parientes, incluso vecinos y otras familias amigas. Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 187; 196.

38SS Francisco, Amoris Laetitia, 315.

39Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 11.

40Juan Pablo II, Homilía pronunciada en el Seminario Palafoxiano de Puebla el 28 de enero 1979 durante la Eucaristía celebrada en los campos deportivos con la participación de todos los miembros de la Conferencia y gran concurso del Pueblo de Dios (Santiago: cech, 1979), 2.

41SS Francisco, Amoris Laetitia, 11.

42Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 161.

43Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 29.

44Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 11.

45Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 29.

46Cf. Ef 5, 33.

47Al respecto señala Francisco: «Aunque “la analogía entre la pareja marido-mujer y Cristo-Iglesia” es una “analogía imperfecta”, invita a invocar al Señor para que derrame su propio amor en los límites de las relaciones conyugales». SS Francisco, Amoris Laetitia, 73.

48Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 37.

49SS Francisco, Amoris Laetitia, 36.

50Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 67.

51SS Francisco, Amoris Laetitia, 65.

52Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 161.

53Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 317.

54Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 74.

55SS Francisco, Amoris Laetitia, 72.

56Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 72. El Papa Francisco entrega directrices al respecto Cf. Amoris Laetitia 205-216. En este sentido se continúan las directrices de Familiaris Consortio en cuanto a las fases de la preparación al sacramento del matrimonio. Cf. Juan Pablo II, Familiaris Consortio (Santiago: San Pablo, 1981), 66.

57Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 67.

58Cf. Concilio Vaticano II, Lumen Gentium (Madrid: bac, 2000), 11.

59Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 86; 227.

60Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 67. Al respecto la Iglesia doméstica es vista como una posibilidad de renovación de la iglesia institución, cf. Benjamín Bravo, David Díaz, Antonio Espinoza, Jesús Flores, Dante Jiménez y Toribio Tapia, La Iglesia de casa. De la conservación a la misión (Navarra: Verbo divino, 2010), 157-159.

61Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 8.

62Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 14-16.

63SS Francisco, Amoris Laetitia, 305.

64SS Francisco, Amoris Laetitia, 37.

65Hans Küng, ¿Tiene salvación la Iglesia? (Madrid: Trotta, 2013), 117.

66Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 68.

67Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 82.

68Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 68

69Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 222.

70Cf. Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes (Madrid: bac, 2000), 11.

71Cf. Juan Pablo II, Veritatis Splendor (Santiago: San Pablo, 1993), 59.

72El tema de la conciencia creativa, es contrastada por Veritatis Splendor, aunque sigue siendo una de las cuestiones más compleja de todas las referidas al estatuto de la conciencia moral. Cf. Pablo Concha, El intrinsece malum en la discusión teológico-moral del posconcilio. La Veritatis splendor y la ética de la autonomía teónoma. (Santiago: Anales de la Facultad de Teología, 2014), 104.

73Cf. Juan Pablo II, Veritatis Splendor, 4; 32; 55-56.

74SS Francisco, Amoris Laetitia, 37.

75Cf. José Luis Martínez y José Manuel Caamaño, Moral Fundamental. Bases teológicas del discernimiento ético (Maliaño: Sal Terrae, 2014), 451-453.

76SS Francisco, Amoris Laetitia, 222.

77Catecismo de la Iglesia Católica (Barcelona: Asociación de editores del Catecismo, 1993), 2370.

78Juan Pablo II, Carta de su santidad Juan Pablo II a la secretaría general de la conferencia internacional de la onu sobre la población y el desarrollo, 1994, n. 5, consultada en febrero 17, 2017, http://www.vatican.va/content/john-paul-ii/es/letters/1994/documents/hf_jp-ii_let_19940318_cairo-population-sadik.html.

79SS Francisco, Amoris Laetitia, 167.

80Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 83.

81Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 62. Hay que reconocer que «hay casos donde la separación es inevitable. A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de sustraer al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad y la indiferencia». Pero «debe considerarse como un remedio extremo, después de que cualquier intento razonable haya sido inútil». SS Francisco, Amoris Laetitia, 241.

82Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 291.

83«Un fracaso familiar se vuelve mucho más traumático y doloroso cuando hay pobreza, porque hay muchos menos recursos para reorientar la existencia. Una persona pobre que pierde el ámbito de la tutela de la familia queda doblemente expuesta al abandono y a todo tipo de riesgos para su integridad». SS Francisco, Amoris Laetitia, 242.

84Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 242.

85Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 243.

86Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 292.

87Cf. Juan Pablo II, Familiaris Consortio, 34.

88Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 295.

89Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 297.

90Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 299.

91Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 300.

92Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 305.

93SS Francisco, Amoris Laetitia, 308.

94La Conferencia Episcopal de Chile, en cuanto recepción de Amoris Letitia en este punto, declara: «proponemos tener un diálogo profundo y respetuoso en que podamos mostrar el valor de nuestro ideal de familia, y al mismo tiempo seamos capaces de tener en cuenta los numerosos casos particulares y difíciles que generalmente son los que más apoyo necesitan». cech, Chile un hogar para todos (Santiago: cech, 2017), 22.

95Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 303.

96Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 300.

97SS Francisco, Amoris Laetitia, 315.

98SS Francisco, Amoris Laetitia, 325.

99SS Francisco, Amoris Laetitia, 77.

100SS Francisco, Amoris Laetitia, 78.

101Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 325.

102Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 3-4.

103Cf. Anselm Grün y Meinrad Dufner, Una espiritualidad desde abajo. El diálogo con Dios desde el fondo de la persona, 1.

104SS Francisco, Amoris Laetitia, 37.

105Cf. Olegario Gonzalez de Cardedal, Ciudadanía y cristianía (Madrid: Encuentro, 2016), 124-125.

106Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 207.

107Cf. José Manuel Caamaño, Autonomía moral. El ser y la identidad de la teología moral (Madrid: San Pablo, 2013), 39.

108Al respecto Francisco señala: «Es verdad que las normas generales presentan un bien que nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que, precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma. Ello no solo daría lugar a una casuística insoportable, sino que pondría en riesgo los valores que se deben preservar con especial cuidado». SS Francisco, Amoris Laetitia, 304.

109Al respecto señala el Papa Francisco: «El debilitamiento de la presencia materna con sus cualidades femeninas es un riesgo grave para nuestra tierra. Valoro el feminismo cuando no pretende la uniformidad ni la negación de la maternidad. Porque la grandeza de la mujer implica todos los derechos que emanan de su inalienable dignidad humana, pero también de su genio femenino, indispensable para la sociedad». SS Francisco, Amoris Laetitia, 173.

110Este tema lo critica el Papa cuando señala: «La historia lleva las huellas de los excesos de las culturas patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase (…) Hay quienes consideran que muchos problemas actuales han ocurrido a partir de la emancipación de la mujer. Pero este argumento no es válido, “es una falsedad, no es verdad. Es una forma de machismo”. La idéntica dignidad entre el varón y la mujer nos mueve a alegrarnos de que se superen viejas formas de discriminación, y de que en el seno de las familias se desarrolle un ejercicio de reciprocidad». SS Francisco, Amoris Laetitia, 54.

111SS Francisco, Amoris Laetitia, 311.

112Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 311.

113Con respecto a la centralidad del amor, Joseph Ratzinger comenta la Parábola del Juicio final de Mt 25 en los siguientes términos: «Según esta parábola, el juez del mundo no pregunta las teorías que un hombre ha tenido sobre Dios y sobre el mundo. No pregunta por los conocimientos dogmáticos, sino por el amor. Este basta para salvar al hombre. El que ama es cristiano». Joseph Ratzinger, Ser cristiano (Salamanca: Sígueme, 1967), 43.

114SS Francisco, Amoris Laetitia, 2.

115Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 6.

116Al respecto concordamos con aquello que señalan Martínez y Caamaño en cuanto a la conveniencia del cambio de lenguaje en el Magisterio en cuanto pasar de un discurso normativo a uno de la promesa. Cf. José Luis Martínez y José Manuel Caamaño, Moral Fundamental. Bases teológicas del discernimiento ético, 450.

117Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 297; 305.

118Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 78.

119SS Francisco, Amoris Laetitia, 80.

120Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 151.

121Cf. SS Francisco, Amoris Laetitia, 38.

122Cf. Juan Pablo II, Veritatis Splendor, 1.

1232 Cor 4,7.

*El artículo surge de la ponencia presentada en el iv Encuentro de la Red de Teólogos y Teólogas, cebitepal del 27 al 29 de julio 2016.

**Magister en Teología Dogmática, Pontificia Universidad Católica de Chile. Académica de la Escuela de Ciencias Religiosas y Plan de Formación Integral, Universidad Católica Silva Henríquez, Santiago de Chile. Contacto: lbasualtop@ucsh.cl.

Para citar este artículo: Basualto Porra, Lorena. «La tensión entre una espiritualidad desde abajo y una espiritualidad desde arriba. Paradojas de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia ».

Recibido: 03 de Agosto de 2017; Aprobado: 10 de Noviembre de 2017

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