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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.63 no.175 Bogotá Jan./June 2021  Epub Apr 27, 2021

https://doi.org/10.21500/01201468.5224 

Teología

San Basilio, relato de Dios para la Iglesia*

Saint Basil, a story of God for the Church

Orlando Solano Pinzón1  **
http://orcid.org/0000-0003-4446-626X

1Pontificia Universidad Javeriana; Bogotá; Colombia.


Resumen

El escrito busca argumentar la postulación de san Basilio como un relato de Dios para la Iglesia de todos los tiempos. Se recoge información de las obras del mismo personaje y de aquellos que compartieron con él, además, se apela a comentarios de especialistas que se destacan por el conocimiento del personaje y sus obras. La exposición aborda la experiencia familiar, algunos hechos significativos de su proceso formativo, su incursión en la vida monacal, su ejercicio pastoral como presbítero y obispo de Cesarea, y el carácter contextual de sus escritos.

Palabras clave: San Basilio; Patrología; Padres de la Iglesia; relato de Dios; iglesia

Abstract

This document is intended to argue the postulation of St. Basil as a story of God for the Church of all times. It compiles information on the works of the same character and those who shared with him, and also appeals to comments from specialists who stand out for their knowledge of the character and his works. The exhibition deals with the family experience, some significant facts of his formative process, his incursion into monastic life, his pastoral exercise as a priest and bishop of Caesarea, and the contextual character of his writings.

Key words: Saint Basil; Patrology; Fathers of the Church; Story of God; Church

Introducción

El título del presente escrito se inspira en el título que el teólogo Edward Schillebeeckx dio a una de sus obras al nominarla: Los hombres relato de Dios. En el prólogo de dicha obra explica el motivo que le llevó a darle dicho nombre, en los siguientes términos: «Dicen que un niño dijo una vez: “Los hombres son las palabras con las que Dios cuenta su historia”. Esa frase infantil es el tema de este libro»1. Para efectos de nuestra reflexión, esa frase infantil permite comprender mejor la intención de evidenciar la comunión que Basilio se esforzó por mantener siempre con Dios, de manera que permita a quien se acerque a este escrito releer y recrear sus propios relatos y experiencias cotidianas de espiritualidad y comunión con Dios.

Con el ánimo de dar cuenta de la intención antes mencionada, se dará inicio con la referencia a su experiencia familiar, posteriormente se evocarán algunos hechos significativos de su proceso formativo, su incursión en la vida monacal, su ejercicio pastoral como presbítero y obispo de Cesarea, y el carácter contextual de sus escritos.

1. Cuando la educación familiar y profesional se orientan a la búsqueda de la verdad

Por línea paterna, Basilio descendía de una familia de antigua raigambre cristiana originaria del Ponto, que había sufrido la persecución por confesar la fe2. Su abuela Macrina había conocido a los discípulos de Gregorio «el taumaturgo», reconocido como apóstol de la fe cristiana en el Ponto, quien había sido el fundador de la Iglesia de Neocesarea3. Por línea materna, descendía de una familia de Capadocia que destacaba en la vida militar y civil. Sus padres eran Emelia y Basilio, este último ejercía como rétor o maestro de retórica (del lat. rhetor) en Casarea4. Esta breve descripción familiar da cuenta de la antigüedad de la fe cristiana de sus antepasados, que ciertamente influyó en la vida de nuestro personaje en cuestión5.

En el seno de esta familia, Basilio nació hacia el año 329, fue el segundo hijo, un niño enfermizo, situación que lo acompañará la mayor parte de su vida, criado en un ambiente campestre de la región del Ponto6. Gain destaca el ambiente difícil que rodeó a Basilio, en términos de vivir en una región montañosa del Asia Menor sin acceso directo al mar; la inclemencia de las estaciones que, en tiempos de invierno, al no tener acceso al mar, agudizaba el desabastecimiento de alimentos y el foco de hambruna; a lo anterior, se sumaban las comunicaciones precarias, los mensajeros negligentes, la inseguridad general y la preocupación por la información7.

Durante su infancia, Basilio recibió de parte de su madre Emelia y de su abuela Macrina, una enseñanza sobre la fe cristiana que va a ser muy significativa y determinante en su vida. El culto a Cristo era tradicional en la familia desde hacía varias generaciones, y muchos de sus miembros habían tenido que sufrir el destierro, el despojo y los malos tratamientos por negarse a ofrecer incienso a los ídolos8. Como señala Pérez de Úrbel,

todas estas cosas las oyó por primera vez el pequeño Basilio de labios de su abuela Macrina, con quien pasó sus primeros años en una propiedad que tenía no lejos de las playas del Ponto. Ella misma había sido una de las heroínas de la persecución, que se abatió sobre la Iglesia en los comienzos de siglo9.

En efecto, los primeros gérmenes de la vida cristiana los recibió Basilio de labios de su abuela, mujer intrépida, cuyas virtudes eran de todos conocidas y admiradas en la provincia del Ponto, y a esta primera educación, según Pérez de Úrbel, «debemos atribuir en gran parte el celo, la doctrina, la actividad, la intrepidez heroica y la prudencia del futuro campeón de la fe»10.

Su madre y su abuela sentaron las bases de una experiencia que lejos de perderse con el tiempo, se fue consolidando y sirviendo de criterio de discernimiento frente a los diferentes retos que fueron haciéndose presente en su vida. Sobre este particular afirma el propio Basilio:

La enseñanza sobre Dios que había recibido de mi madre bendita y mi abuela Macrina cuando era niño, la he mantenido con mayor convicción. Al llegar a la madurez de la razón, no cambié mis opiniones de una a otra, sino que cumplí los principios que me entregaron mis padres. Así como la semilla cuando crece es primero pequeña y luego se hace más grande, pero siempre conserva su identidad, no se modifica, sino que se perfecciona gradualmente en crecimiento, por lo que creo que la misma doctrina ha crecido en mi caso a través de etapas que avanzan gradualmente. Lo que tengo ahora no ha reemplazado a lo que tenía al principio11.

Así como su madre y su abuela lo iniciaron en la fe, su padre Basilio lo hará en las letras, dada la profesión como rétor que desempañaba en Cesarea. La búsqueda de la verdad, propia de la vida filosófica de la época, se gestó en Basilio desde el seno de su familia y continuó posteriormente en una estancia con el famoso rétor Libanio y en los centros de educación más importantes de la época, Constantinopla y Atenas. De la primera saldrá a relucir la capacidad presente en Basilio para la retórica, que será reconocida y alabada por su maestro Libanio. Es oportuno recordar que la educación antigua era fuertemente retórica en la intención y en el contenido. Y, como señala Meredith, «su objetivo principal, aunque de ninguna manera exclusivo, era producir oradores efectivos»12.

En el epistolario de Basilio, particularmente las cartas 341 y 345 que dirige Libanio a Basilio, en la primera, el maestro le da el calificativo de boca de oro13; y en la segunda, el maestro se expresa en los siguientes términos: «Soy el mismo hombre que siempre corría cuando aparecías, y que escuchaba con gran alegría la corriente de tu elocuencia; regocijándome de escucharte; con dificultad para arrancarme»14.

Durante la estadía en Atenas, Basilio entablará amistad con Gregorio de Nacianzo, con quien consolidará una gran amistad. Este gusto por la amistad, por buscar ser un gran amigo, será una constante en Basilio, aunque ello le acarreará algunas desilusiones15. Particularmente, Gregorio en el discurso 43 dedicado a Basilio da cuenta de esa experiencia de amistad vivida con Basilio en los siguientes términos:

Nos habíamos encontrado en Atenas, como el curso de un río que, naciendo en una misma patria, se divide luego hacia diversas regiones (a donde habíamos ido por el afán de aprender) y de nuevo, de común acuerdo, por disposición divina, vuelve a reunirse (…) Por entonces, no sólo admiraba yo a mi grande y querido Basilio, por la seriedad de sus costumbres y por la madurez y prudencia de sus palabras, sino que inducía también yo mismo a los demás que no lo conocían a que le tuviesen esta misma admiración. Los que conocían su fama y lo habían oído ya lo admiraban. ¿Qué consecuencias tuvo esto? Que él era casi el único que destacaba entre todos los que habían venido a Atenas para estudiar, y que alcanzó honores superiores a los que correspondían a su condición de mero discípulo. Éste fue el principio de nuestra amistad, el pequeño fuego que empezó a unirnos; de este modo, se estableció un mutuo afecto entre nosotros16.

No sólo las dotes de elocuencia y oratoria de Basilio despertaban interés en sus contemporáneos y compañeros de estudios más cercanos. Basilio mostró igualmente una sensibilidad especial en su periodo formativo, en términos de sus relaciones fraternales. Siguiendo este discurso 43 de Gregorio de Nacianzo, resulta evidente que la amistad entre ellos partía de una mutua admiración y estima, del compartir espacios de vida y camaradería, de los intereses compartidos por el estudio de la filosofía, de sus aspiraciones en el ámbito de la cultura y de la afición por el estudio. A partir de estos intereses compartidos surgió, más que una competencia propensa a la envidia o a la emulación entre ellos, un genuino reconocimiento y respeto por el otro. Tan profunda era la experiencia del compartir que el propio Gregorio lo describe con la imagen de dos cuerpos que comparten un alma común. Esta identificación significaba el alcanzar un estado pleno y profundo de verdadera amistad, de convivencia y comunicación de una identidad, de unas búsquedas, unos intereses, unos anhelos y esperanzas futuras:

Era como si los dos cuerpos tuvieran un alma en común. Pues si bien no hay que dar crédito a los que afirman que todas las cosas están en todas partes, en nuestro caso sí podía afirmarse que estábamos el uno en el otro (…) Idéntica era nuestra actividad y nuestra afición: aspirar a la virtud, vivir con la esperanza de las cosas futuras y tratar de comportarnos de tal manera que, aun antes de que llegase el momento de salir de esta vida, pudiese decirse que ya habíamos salido de ella. Con estos pensamientos dirigíamos nuestra vida y todas nuestras acciones, esforzándonos en seguir el camino de los mandamientos divinos y estimulándonos el uno al otro a la práctica de la virtud; y, si no pareciese una arrogancia el decirlo, diría que éramos el uno para el otro la norma y regla para discernir el bien del mal.

Y, así como hay algunos que tienen un sobrenombre, ya sea heredado de sus padres, ya sea adquirido por méritos personales, para nosotros el mayor título de gloria era el ser cristianos y ser con tal nombre reconocidos17.

Basilio y Gregorio, además de compartir los estudios, a los cuales prestaban gran dedicación, compartían las mismas convicciones de fe, razón por la cual, dentro de su deseo de búsqueda de la verdad, al no encontrar en la filosofía pagana argumentos convincentes, Moreschini señala que «buscaron en los círculos cristianos las respuestas a los problemas causados por las circunstancias de la vida pagana o laica; se sentían insatisfechos con la vida en Atenas y consideraban que su cristianismo era más importante»18.

Por esta razón, nunca se les veía en los teatros ni en los convites ni en las fiestas populares. Como señala Pérez de Úrbel,

mientras los demás se entregaban a los juegos ruidosos y atrevidos, ellos, con un grupo selecto de amigos, leían las obras maestras de la literatura o discutían los problemas propuestos en el aula bajo las mismas alamedas, en que antiguamente habían paseado Sócrates y Platón, Nicias y Alcibiades19.

Gregorio de Nacianzo en el elogio a Basilio, al evocar su experiencia de estudios en Atenas, afirma: «Sólo conocíamos dos caminos: el primero, el más amado, el que nos conducía a la Iglesia y a sus doctores; -el otro, menos elevado, pero codiciado también, el que nos llevaba a la escuela y a sus maestros»20. El punto de conexión entre sus convicciones cristianas y los autores griegos era la búsqueda de la virtud, que estaba en el centro de sus decisiones cotidianas. Máxime cuando en el medio era claro que quien buscaba la virtud buscaba a Dios, quien es la plenitud de la virtud.

2. Un monje que inaugura una nueva experiencia de consagración

Al regreso de sus estudios a su tierra natal, tras su paso por Constantinopla y Atenas, se dedica durante algún tiempo a la labor de rétor en Cesarea y a colaborar en la formación de sus hermanos debido a la muerte de su padre. Habiendo sido iniciado en la fe cristiana desde su temprana infancia, aún no había recibido el bautismo, dado que en la época no era común el bautismo de niños. Su hermana Macrina fue la encargada de animarlo a dar el paso definitivo y consagrar su vida a la fe cristiana.

Pero adicional a ello, una calamidad familiar terminó siendo el acontecimiento que permitió a Basilio darle un giro a su vida. La muerte de su hermano Naucracio hizo que Basilio dejara su labor de maestro de retórica en Cesarea y volviera al seno de su familia a consolar a los suyos. Ya había vivido la pérdida de su padre y ahora la de su hermano, que había generado sufrimiento en su familia. Este cuadro de muerte y de dolor le impresionaron tanto que, como señala Pérez de Úrbel, «aquel mismo año resolvió pedir el bautismo, que había aplazado hasta entonces, según la costumbre antigua, y entregarse con la avidez propia de su voluntad enérgica a la práctica de la perfección cristiana»21.

Durante más de un año (356-357) se dedicó a peregrinar por las regiones de Palestina y Egipto, hablando con los monjes del desierto más renombrados, observando, sintonizando su espíritu con los ejemplos más conmovedores y recogiendo tesoros de doctrina y de experiencia, que luego serían enriquecidos con las aportaciones de su brillante inteligencia. Según Pérez de Úrbel,

a principio del 358, una larga enfermedad le detiene en Alejandría, llena entonces del nombre de Antonio, el iniciador del anacoretismo, a quien acaban de enterrar sus discípulos. La nostalgia de su tierra le entristece, y ni todos los esplendores de la capital de Egipto pueden hacerle olvidar su ciudad de Cesárea, la metrópoli de todos los bienes del Asia, como la llama en una carta que por esta época escribe a un maestro de Atenas22.

Esta experiencia fuerte de conversión vivida por Basilio que le llevó a replantear su vida es narrada en la pluma del mismo personaje, en la carta 223 dirigida a Eustacio de Sebaste, de la siguiente manera:

Mucho tiempo había pasado en la vanidad y había desperdiciado casi toda mi juventud en el trabajo vano que sufrí al adquirir la sabiduría que Dios había hecho necedad. Entonces, una vez, como un hombre despertado de un sueño profundo, volví mis ojos a la maravillosa luz de la verdad del Evangelio, y percibí la inutilidad de la sabiduría de los príncipes de este mundo, que no sirve para nada. Lloré muchas lágrimas por mi miserable vida y oré para que se me concediera orientación para admitirme a las doctrinas de la verdadera religión. Primero que nada, me propuse hacer algunos arreglos de mis caminos, pervertidos durante mucho tiempo por mi intimidad con hombres malvados. Luego leí el Evangelio y vi que un gran medio para alcanzar la perfección era vender los bienes de uno, compartirlos con los pobres, renunciar a todos los cuidados de esta vida y la negativa a permitir que el alma se convierta por cualquier simpatía a las cosas de la tierra. Y oré para que pudiera encontrar a alguno de los hermanos que habían elegido esta forma de vida, para que con él pudiera cruzar la vida corta y estrecha con problemas. Y muchos los encontré en Alejandría, y muchos en el resto de Egipto, y otros en Palestina, en Coele Siria y en Mesopotamia. Admiré su continencia en la vida y su resistencia en el trabajo; me sorprendió su persistencia en la oración y su triunfo sobre el sueño; sometidos por ninguna necesidad natural, manteniendo el propósito de sus almas alto y libre, en hambre, en sed, en frío, en desnudez, nunca cedieron al cuerpo; nunca estuvieron dispuestos a desperdiciar atención en ello; siempre, como si vivieran en una carne que no era de ellos, demostraron de hecho lo que es quedarse un rato en esta vida, y tener la ciudadanía y el hogar en el cielo. Todo esto conmovió mi admiración. Llamé bienaventuradas las vidas de estos hombres, ya que, de hecho, hicieron ver que llevan en su cuerpo la muerte de Jesús. Y recé para que yo también, en lo que a mí se refiere, pudiera imitarlos23.

El anterior relato nos permite comprender, entre otras cosas, el origen de la experiencia monástica cenobítica en la región de Siria, y la importancia de tener referentes que puedan ayudar a encauzar los anhelos más profundos del corazón e inspirar modos de existencia donde lo esencial sea ser fiel a la acción de Espíritu que nos habita. Este acto de consagración de la vida, como señala Moreschini, era visto como un «signo de radicalidad al interior de la comunidad cristiana e igualmente, el producto de la vida familiar»24.

En efecto, después de regresar de su experiencia de compartir con los monjes del desierto, Basilio, toma lo que le ha correspondido en herencia tras la muerte de su padre, y siguiendo el ejemplo de otros cristianos que le precedieron, distribuye la mayor parte de esta herencia entre los pobres, dejando apenas una pequeña parte para atender sus necesidades básicas. Esta actitud no tiene motivación diferente a la de querer vivir de acuerdo con los evangelios (Lucas 9:23-24, Mateo 10:38-39, Marcos 8:34-37)

Acto seguido, se va a vivir al borde del rio Iris, en una de las propiedades de la familia. Muy seguramente en el lugar donde en su infancia había compartido con su abuela Macrina y donde, según Pérez de Úrbel, «su hermana y su madre practicaban ya la vida monástica en compañía de otras mujeres piadosas»25. Allí empezará a dar cuerpo a una experiencia de vida consagrada que se irá consolidando cada vez más.

En el compartir con los monjes, solían leer juntos los libros sagrados y los glosaban, contemplando a los santos personajes de la Biblia, como estatuas vivientes e imágenes animadas, que vivían en medio de ellos. Según Pérez de Urbel, «la oración alternaba con el estudio. No se imponía un silencio absoluto, pero tampoco se hablaba inútilmente; se recomendaba mucho reflexionar antes de hablar y disciplinar hasta el tono de la voz»26.

Con cierta frecuencia, Basilio reunía a sus compañeros, en torno suyo, los instruía, resolvía sus dudas, les relataba las cosas extraordinarias que había visto en sus peregrinaciones por las celdas de los anacoretas y les guiaba por los caminos de la perfección. Nada del mundo que fuese noble, bueno y bello era extraño a la vida monacal; la misma cultura pagana podía penetrar en el claustro, tanto cuanto alimentara la vida virtuosa. Según Pérez de Úrbel, «así nacieron sus “Reglas Mayores y Menores”, suma de catequesis monacal, que señalan' una etapa esencial en el desarrollo de la vida cenobítica»27.

En esta nueva experiencia, lo central para Basilio es la convicción de que es la Santa Trinidad, la fuente y el referente de su obrar. Sobre este particular afirma:

pongo mi confianza en Dios mediante Cristo, como está escrito: no que seamos capaces por nosotros mismos de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios; que Él, que entonces hizo capaces a aquellos, también ahora nos [haga capaces] a nosotros de llegar a ser -en vuestro beneficio- servidores de la Nueva Alianza, no la de la letra sino la del Espíritu28.

Esta centralidad trinitaria, propia de quien es consciente de haber nacido en el bautismo a una vida nueva, está íntimamente unida a la referencia permanente a la Sagrada Escritura, pues para el cristiano, el lugar principal para conocer a Dios remite al texto revelado, en el cual, como señala Scazzoso, destacarán en Basilio la referencia a «las figuras de José, Job, Daniel, David, Moisés, como profetas y anticipadores de Cristo. Quienes, con el ejemplo de su vida, dan a quien aprende a leer [las Escrituras], las riquezas que son antiguas y, al mismo tiempo, siempre nuevas»29.

En la comprensión de Basilio sobre las Sagradas Escrituras, destaca la idea, según Scazzoso, de que «Cristo es el alma de las Escrituras, y el que crea la síntesis de los dos Testamentos; por lo tanto, para penetrar en las Escrituras, necesitamos poseer el espíritu de Cristo, clave para el conocimiento indispensable e insustituible»30. Lo anterior debido a que su convicción, según Spidlik, era que: «Las Escrituras son la voz de Dios a las cuales el cristiano debe someterse sin reserva»31.

Más aún, su más íntima inclinación en su meditación de las Escrituras era, según Moreschini «unir los aspectos morales con los aspectos sociales y prácticos del cristianismo. Su actividad y su retórica pretendían despertar en su audiencia el deseo de crecimiento espiritual y moral»32. A la base de la intencionalidad antes descrita, el modelo que Basilio busca imitar se asemeja al asumido antes por Pacomio, esto es, según Moreschini,

a la iglesia más antigua de Jerusalén, la que se presenta en los Hechos de los Apóstoles, es decir, la de perfecta hermandad cristiana. El término adelphotes, «hermandad», aparece muy a menudo en sus escritos, marcado por una fuerte huella social. La comunidad, según Basilio, no es un medio que permita a cada uno de sus miembros llevar una vida personal, sino que es el fin al que tiende la acción de todos33.

En el proceso de gestación de la experiencia monacal cenobítica adelantada por Basilio, se unió su amigo Gregorio de Nacianzo, con quien compartió el ideal de vida caracterizado por las practicas diarias de la salmodia comunitaria, el trabajo manual acompañado de oración secreta, el canto de himnos, la lectura y meditación de la Escritura y la oración personal34.

Además, con este amigo adelantó un trabajo importante de recuperación del legado de Orígenes de Alejandría, que dio lugar a una obra publicada alrededor del 358 con el título de Filocalia35. Según Pérez de Úrbel, con temperamentos diferentes, el uno más austero y el otro más apacible; el uno más orientado hacia las enseñanzas de la ciencia, y el otro más atraído por los encantos de la poesía, «ambos eran igualmente fervorosos en la oración, igualmente puros en sus costumbres, igualmente entusiastas de las letras, de los poetas clásicos, de la elocuencia»36.

3. Un pastor consagrado a Dios y al servicio de los más necesitados

La dedicación exclusiva a llevar adelante esta experiencia monástica no va a durar mucho tiempo, pues con un perfil como el que hasta el momento se ha descrito, no podía pasar desapercibido. Por esta razón, muy pronto fue convocado por Dianius, obispo de Cesarea, como su consejero para abordar el tema candente del arrianismo. La posibilidad de seguir con dedicación exclusiva en el monasterio será cada vez menor, pues muy pronto será ordenado diácono (360) y posteriormente presbítero (362). Al quedar libre la sede de Cesarea por la muerte del titular, será ordenado obispo (370), labor a la que dedicará la totalidad de su tiempo.

Es oportuno señalar, que el papel que cumplió Basilio en esta nueva etapa de su vida, se comprende mejor al entender la función preponderante que adquirió la figura del obispo al interior de la Iglesia y de la sociedad37. Ramón Teja, un especialista en la historia y la literatura antigua, señala que el mundo greco-romano dio lugar a una variedad de figuras que dinamizaron la civilización antigua, entre ellas, al político, al sacerdote, al jurista, al filósofo, al rétor, etc. Entre estas figuras no es posible parangonar al obispo, aunque en el plano social asuma un poco de cada una de ellas38.

Ahora bien, la influencia del obispo en la sociedad del Imperio romano tardío es evidente y entre otros factores es consecuencia tanto de la política religiosa de los emperadores cristianos, como del acceso al episcopado de una larga serie de personajes que, por su status social, su riqueza familiar, su formación cultural estaban llamados de por sí a dirigir la sociedad de su tiempo. Lo anterior explica, según Teja,

el que la mayoría de los obispos orientales procediesen de las aristocracias urbanas representadas por los rangos curiales y que su acceso a la carrera eclesiástica se presentase para ellos como la posibilidad de conservar y reforzar el papel político y la influencia social que en la vida civil encontraba la competencia siempre creciente de las estructuras estatales a través del poder reforzado de los funcionarios39.

En correspondencia con lo anterior es posible afirmar que el poder episcopal se colocó, tanto a nivel ideológico como a nivel operativo, al mismo nivel del poder político40. Este prototipo de obispo que se consolidó en la Capadocia del siglo IV permite comprender mejor las razones que llevaron a Basilio, una vez elegido Obispo de la sede metropolitana de Cesarea en el 370 y dado el conflicto que había con los obispos afectos al arrianismo41, a ordenar como obispos a su hermano Gregorio, a su amigo Gregorio de Nacianzo y a Anfiloquio de Iconio. Estos personajes, debido a su vasta formación y elocuencia42 podían ayudarle, tanto en su defensa de la fe proclamada en Nicea que había heredado de San Atanasio, como con la política eclesiástica que había iniciado tras su elección, para afianzar la unidad de la Iglesia43.

Si bien Basilio proviene de un medio social aristócrata, es su experiencia de fe la que determina la particularidad de su modo de asumir el ejercicio del episcopado y de comprender las funciones emanadas de este ejercicio, lo que significa un modo particular de comprender y apropiarse de este ministerio, al punto que Gribomont al referirse al obispo de Cesarea usa la expresión: «aristócrata revolucionario»44. Son muchos los ejemplos a los que se pudiera hacer alusión para dar cuenta del talante de Basilio en su ejercicio como obispo, pero por razones de espacio es oportuno mencionar tres.

El primero tiene que ver con su celo apostólico en función de salvaguardar la verdad de la fe recibida de la Tradición que remite directamente a los Apóstoles. El concilio de Nicea había definido que el Hijo es consubstancial con el Padre, corrigiendo la pretensión arriana que concebía al Hijo como una criatura. Pero dicho concilio no explicó debidamente el alcance de lo definido, por lo cual, los años posteriores a Nicea estuvieron dedicados a profundizar y explicar el sentido de la expresión definida por dicho Concilio. La labor de Basilio será vital en este ejercicio de aclaración, que no será fácil, pues el arrianismo sabía sacar provecho de la influencia de los emperadores que eran afectos a sus ideas, para extender su dominio sobre las sedes episcopales. Frente a esta coyuntura, Basilio afirma:

Nuestras angustias son notorias, aunque las dejamos sin contar, porque ahora su sonido se ha extendido a todo el mundo. Las doctrinas de los Padres son despreciadas; las tradiciones apostólicas se ponen en nada; las ideas de los innovadores están de moda en las Iglesias; ahora los hombres son más bien inventores de sistemas astutos que teólogos; la sabiduría de este mundo gana los premios más altos y ha rechazado la gloria de la cruz45.

En la carta 243 dirigida por Basilio a los obispos de Italia y de la Galia, da cuenta de la confusión que ha traído a las Iglesias la herejía arriana, en los siguientes términos:

No estamos peleando por el bien de la riqueza o gloria o cualquier ventaja temporal. Estamos en la arena para luchar por nuestra herencia común, por el tesoro de la fe sana, derivada de nuestros Padres (…) Los pilares y fundamento de la verdad han sido sacudidos con violencia. Nosotros, cuya insignificancia nos ha permitido pasar desapercibidos, estamos privados del derecho de libertad de expresión. Entren en la lucha, por el bien de la gente. No piensen solo en que estén amarrados en un refugio seguro, donde la gracia de Dios les da refugio de la tempestad de los vientos de la maldad. Extiendan una mano de ayuda a las iglesias que están siendo azotadas por la tormenta, no sea que, si se las abandona, sufran un completo naufragio de la fe. Laméntense por nosotros, puesto que el Unigénito está siendo blasfemado, y no hay nada que ofrezca contradicción. El Espíritu Santo está siendo puesto en vano y el que puede denunciar el error ha sido enviado al exilio. El politeísmo ha prevalecido. Nuestros oponentes poseen un gran Dios y un pequeño Dios. “Hijo” ya no es un nombre de la naturaleza, pero es considerado como un título de algún tipo de honor. El Espíritu Santo no se considera como parte de la Santísima Trinidad, ni como una participación en la Naturaleza divina y bendecida, sino como algún tipo del número de seres creados, y unido al Padre y al Hijo, por pura casualidad y según la ocasión (…) Los oídos de los simples están siendo desviados, y ahora se han acostumbrado a la impiedad herética. Los párvulos de la Iglesia están siendo educados en las doctrinas de la iniquidad. ¿Qué van a hacer?46.

Un segundo elemento que está en continuidad con el anterior tiene que ver con la inquebrantable fe que ha logrado madurar y la fortaleza de carácter, cuando es necesario defender las convicciones de fe. El caso más emblemático en la vida de Basilio es el encuentro con el prefecto romano llamado Modesto, quien siguiendo las orientaciones del emperador Valente, favorable al arrianismo, buscaba amedrentar a los obispos defensores de la fe de Nicea, para que acogieran las ideas arrianas. Tenemos dos testimonios de este encuentro, el primero lo ofrece el historiador Sozomen en los siguientes términos:

el prefecto mandó llamar a Basilio y le ordenó que aceptara los sentimientos religiosos del emperador, amenazándolo de muerte en caso de incumplimiento. Basilio respondió que sería una gran ganancia para él y la concesión del más alto favor ser liberado lo más rápido posible de la esclavitud del cuerpo. El prefecto le dio el resto del día y la noche que se avecinaba para deliberar, y le aconsejó que no se precipitara imprudentemente en un peligro evidente, sino que debía venir al día siguiente y declarar su opinión. «No necesito deliberar», contestó Basilio. Mi determinación será la misma mañana que hoy; porque como soy una criatura, nunca se me puede inducir a adorar lo que es similar a mí y adorarlo como Dios; ni me conformaré a tu religión, ni a la del emperador. Si bien su distinción puede ser grande, y aunque tiene el honor de gobernar una parte no despreciable del imperio, no debería, por estas razones, tratar de complacer a los hombres y, al mismo tiempo, menospreciar esa fe divina que ni los bienes, ni el exilio, ni la condena a muerte me impulsarán a traicionar. Las aflicciones de esta naturaleza nunca han excitado en mi mente una punzada de dolor. Poseo nada más que una capa y unos pocos libros. Moro en la tierra como viajero. El cuerpo a través de su debilidad tendría la mejor sensación y tortura después del primer golpe47.

El otro testimonio lo ofrece su amigo Gregorio de Nacianzo en el panegírico que escribe con ocasión de la muerte del obispo de Cesarea. Después de que el prefecto ha increpado a Basilio para que acepte las pretensiones del Emperador y ante la actitud de rechazo por parte éste, el relato de Gregorio continúa en los siguientes términos:

Luego, presa de la agitación, el prefecto movido por la ira se levanta de su asiento y toma un tono más agresivo: ¡Qué! Le dijo: ¿No temes mi poder?

- ¿Qué me puede pasar? ¿Qué podría sufrir?

Uno de los muchos tormentos que están en mi poder.

- ¿Cuáles son ellos? déjame saber - Confiscación, exilio, tortura, muerte. «Si tienes otro»", dijo, puedes amenazarme; porque no hay nada a lo que le tema. Y él le dijo: ¿Cómo? ¿Qué es lo que dices?

La confiscación de bienes no alcanza a quien nada tiene, a no ser que necesites acaso mis trapos y andrajos y los pocos libros que son toda mi vida. En cuanto al destierro, yo no lo conozco, porque no estoy ligado a ningún lugar: esta tierra donde vivo ahora no la considero mía, y el mundo entero, adonde puedo ser desterrado, lo considero mío, mejor dicho, todo él de Dios, cuyo habitante y peregrino soy. ¿Qué daño pueden hacerme las torturas, si no tengo cuerpo, a no ser que te refieras al primer golpe? Sólo de estas cosas eres tú dueño. Pero la muerte sería un beneficio para mí, porque me llevaría más pronto a Dios, para quien vivo y a quien sirvo y para quien he muerto ya en gran parte y hacia quien me apresuro desde hace tiempo.

Estupefacto ante estas palabras, Modesto replicó: Hasta ahora nadie me ha hablado a mí de esta manera y con tanta libertad de palabra. A lo que respondió Basilio: Quizás tampoco has tropezado nunca con un obispo hasta ahora. Cuando lo que está en juego y en peligro es Dios, todas las demás cosas se tienen por nada y a El sólo atendemos. Fuego, espadas, bestias e instrumentos que desgarran la carne son para nosotros más bien causa de deleite que de consternación. Aflígenos con esas torturas, amenaza, pon por obra todo cuanto se te ocurra, disfruta con tu poder. Que el emperador oiga también esto: de todas formas, no nos convencerás ni nos ganarás para la impía doctrina [arrianismo], aunque nos amenaces con los más crueles tormentos48.

Un tercer elemento tiene que ver con la protección de los pobres, los débiles y sus compatriotas desarmados. Como se mencionó en un apartado anterior, la influencia de su familia fue determinante en el proceso de gestación y consolidación de su fe, así como de la sensibilidad frente al clamor de los pobres y necesitados. En su infancia estuvo muy presente el testimonio de solidaridad y hospitalidad de sus padres y sus abuelos frente a las personas necesitadas49.

Por esta razón, no en vano desde el inicio de su experiencia monástica y posteriormente desde su función como obispo, se esforzó por promover la sensibilidad social, tanto entre los superiores de los monasterios, como entre los obispos. Esta preocupación por lo social se hizo concreta de muchas maneras: desde el desprendimiento de los propios bienes, la defensa de personas vulnerables, la organización de grandes obras de caridad como hospitales, escuelas, hostales, distribución de alimentos a los pobres, que despertaron la envidia de las autoridades imperiales. Según Allard, el gobernador estaba asustado, veía en el obispo un rival50; las construcciones dedicadas a la caridad se encontraban a las afueras de la ciudad, dando la sensación de una ciudad paralela, a la que Gregorio de Nacianzo dio el apelativo de «ciudad nueva» y a la cual el pueblo designó con la palabra Basiliada, nombre con el que fue nominada hasta el siglo V51.

En cuanto a la actitud de desprendimiento frente a las cosas materiales, se destaca la distribución que hizo de la herencia recibida tras la muerte de su padre, ya antes aludida. Posteriormente, en una de las épocas de sequía a la que siguió otra de hambre, Basilio hizo uso de todos los bienes que le había heredado su madre Emelia, los vendió y distribuyó el producto entre los más necesitados. Esta sensibilidad social se entiende en Basilio desde su comprensión según la cual el mundo en su multiplicidad, ritmo y orden no tiene otro objetivo, según Spidlik, «que ser un “recuerdo” de nuestro contacto con Dios. Si la mente humana fue creada para recordar a Dios, las cosas materiales, a su vez, tienen la intención de evocar esa memoria. Esa es su verdadera naturaleza»52.

Desde esta comprensión se pueden entender mejor las expresiones de Basilio que aborda en la homilía sobre el dicho del Evangelio de Lucas: «derribaré mis depósitos y construiré otros más grandes» (Lc 12,8), en relación con el tema de la pobreza:

El pan que tienes en exceso no te pertenece sino al hambriento; la ropa que guardas en tus armarios pertenece solo a los desnudos; los zapatos que se pudren en tus armarios pertenecen a los descalzos; el dinero que tienes almacenado en tus bodegas pertenece a tu hermano que lo necesita53.

En efecto, la riqueza no constituye un bien por sí misma, sino que, como afirma Karayannopoulos, «la utilidad proviene solamente del hecho de que un buen uso de la misma, puede brindar alivio a quienes la tienen»54. Además, Basilio es muy consciente de que la observancia de las leyes y los preceptos no puede ser una última meta para el hombre, que está llamado a conocer a Dios. Como señala Spidlik, «la moral es, por lo tanto, para él una condición y un medio eficaz que conduce a la memoria continua de Dios, de la Providencia y, en consecuencia, del diálogo con el Padre en el Espíritu que restaura la adopción filial»55.

Al hablar del compromiso de Basilio con los pobres y necesitados, conviene hacer un comentario frente al tipo de actitud que asumió en relación con el tema de la esclavitud. Basilio como casi todo el pensamiento cristiano en el asunto de la esclavitud, está bajo la influencia de Pablo, de sumisión a las autoridades56. Sin embargo, él también concibe que la institución de la esclavitud es anormal en el orden natural de las cosas. Al respecto, afirma Karayannopoulos:

En la sociedad humana, él enfatiza, nadie es esclavo de su propia naturaleza y agrega que la esclavitud, en muchos casos, constituye una desviación del estado natural del hombre, sin embargo, él acepta que algunas veces la divina providencia permite la esclavitud para que los peores puedan ser educados; de acuerdo a la sabia y misteriosa providencia los niños malos fueron condenados a servir a los más sabios y mejores. La consolación para los esclavos viene del hecho que todos los hombres son iguales en la presencia de Dios y todos ellos son sus sirvientes, incluso si uno es llamado señor y el otro esclavo, tanto como el hecho que el yugo del esclavo hace que quien lo sufre y soporta sin ira, sea digno del Reino de los Cielos57.

Según Teja, «Basilio fue una de las personalidades de la antigüedad que más se preocuparon por los problemas sociales y políticos de su tiempo»58. Pero el tema de la esclavitud no será central para él, debido a la agudeza del problema de la pobreza y del hambre presente en la región. La esclavitud era parte de la cultura y en el ambiente de Basilio, los esclavos servían en las casas de los aristócratas y, según Teja, estaban dedicados a

oficios altamente especializados, bien orientados al servicio doméstico, bien a la administración de la hacienda y la casa de sus señores como notarios, contables, etc. La vida de la mayor parte de estos esclavos se desarrollaba en estrecho contacto con el dueño, se generaban estrechas afectividades entre ellos y era frecuente incluso que participasen en la herencia de sus señores59.

Esta forma de esclavitud hacía que estos esclavos tuvieran unas condiciones de vida más favorables, en comparación con una buena masa de la población a quienes Basilio califica como pobres y hacia quienes se orientaron principalmente sus preocupaciones sociales. Más aún, en palabras de Teja:

En una época como esta, en que los lazos de dependencia personal jugaban un papel social de primera importancia, era preferible el patrocinio de un poderoso, a una pobreza con la aureola de libertad. Esta protección la tenían asegurada los esclavos pues sus condiciones de vida dependían fundamentalmente del poder económico y social de sus dueños. Por el contrario, los pobres tenían que buscarla en la caridad de los ricos ο de la Iglesia. Estas circunstancias explican suficientemente la escasa preocupación social por los esclavos, no solo por parte de Basilio, sino por toda la Iglesia en general al final del mundo antiguo y después en la época medieval60.

4. Carácter contextual de sus escritos

Basilio es admirable en todos sus escritos por el estilo original, adecuado y, en general, político y panegírico. Como buen rétor, enfatiza el método lingüístico de la persuasión, y al hacer uso magistral de su capacidad retórica, sus palabras fluyen con gran naturalidad, brillantez y dulzura. Como señala Racine, «En la mayoría de sus obras, cita abundantemente la Biblia, como se nota cuando se mira el índice de las Escrituras de cada una de las obras de Basilio»61. Además, establece una regla según la cual los términos teológicos deben ajustarse a las Escrituras y se debe evitar la creación de nuevos términos. Según Racine,

Uno puede distinguir dos formas de usar la Biblia en la disputa contra Eunomio y en la obra dedicada al Espíritu Santo. O bien Basilio cita las Escrituras simplemente para ilustrar su discurso o él la usa para verificar la validez de su propio discurso62.

En el caso de Basilio como de la mayor parte de los Padres de la Iglesia, la actividad literaria estaba dedicada a responder a problemas concretos que agitaban la vida de las comunidades. A continuación, evocaremos algunos ejemplos que permiten validar la afirmación anterior.

El primero de ellos tiene que ver con el debate contra el arrianismo, cuyos postulados lesionaban profundamente la regla de la fe, pues no sólo negaban la divinidad del Hijo, sino también la divinidad del Espíritu Santo. El problema no era sólo teológico, sino también social y político debido a la influencia que, en el contexto de Basilio, tenían los emperadores proarrianos para favorecer los intereses de este grupo. Al ser elegido como obispo de Cesarea en el año 370, Basilio dedicó sus esfuerzos en función de contrarrestar el avance que había logrado el arrianismo hasta el momento.

Como señala Simonetti, se rodeó de un grupo de personas cualificadas por su formación a las que ordenó como obispos, entre las cuales se encuentran: sus hermanos Gregorio y Pedro y sus amigos Gregorio de Nacianzo, Anfiloquio y Evagrio Póntico, entre otros. Con ellos afrontó el debate teológico y los hostigamientos de corte social y político de las autoridades imperiales63. En lo que respecta al debate teológico, dedicará un escrito a controvertir los postulados del pro arriano Eunomio, quien asociaba la supremacía de Dios y la monarquía política como principio incuestionable del poder imperial, más aún, según Moreschini, este personaje afirmaba que,

entre las numerosas denominaciones de Dios, la de «no generado» constituye su carácter esencial y distintivo, de modo que el Hijo, al no ser tal como generado, no solo es inferior al Padre, sino que también es diferente de él. Por su esencia y naturaleza, además de distinguirse por su hipóstasis64.

Basilio consciente del alcance de los postulados de Eunomio, no vacilará en elaborar un escrito en procura de desmontar sus argumentos y salvaguardar la ortodoxia definida en el concilio de Nicea. Dentro de la argumentación que desarrolla el Obispo de Cesarea, Moreschini destaca que

retoma la doctrina tradicional platónica y cristiana, afirmando que el hombre no puede conocer a Dios en su naturaleza, sino solo a través de sus obras en el mundo, para lo cual el término «no generado» no puede dar cuenta de la esencia de la divinidad65.

En este contexto de polémica, Basilio no desaprovechará ninguna oportunidad para buscar salvaguardar la fe. Para ello apelará a su habilidad retórica, elogiando el testimonio de los mártires, quienes permanecieron fieles en su fe a pesar de la adversidad y la muerte. Este ejercicio dará cuerpo a las homilías compuestas en honor de los mártires, que han llegado a nosotros con el nombre de «Panegíricos a los mártires». A través de estas homilías Basilio invita a los creyentes que han acogido la definición de Nicea, a emular las virtudes de quienes dieron su vida por Jesucristo. En este caso, a pesar de las presiones de los arrianos, no sólo con sus argumentos tendenciosos, sino también con las amenazas de confiscaciones, destierros o afectación de la propia vida.

En la homilía dedicada al mártir Gordio quien, gracias a su testimonio, muchos cristianos se sintieron animados a confesar la fe en Cristo, Basilio afirma que

las personas se regocijan en una alegría espiritual, incluso simplemente recordando el excelente comportamiento de los justos, ya que, por lo que escuchan, llevan a la emulación e imitación de lo bueno (…) Por tanto, cuando contamos la vida de quienes se han distinguido en el fervor religioso, a través de los siervos glorificamos ante todo a Dios, luego celebramos a los justos al ser testigos de lo que sabemos y así alegramos a las personas ofreciéndoles cosas bellas para escuchar66.

En el mismo contexto de polémica, pero ya no en relación con la divinidad del Hijo, sino con la defensa de la divinidad del Espíritu, Basilio, a petición de su amigo Anfiloquio de Iconio, escribe una de las primeras obras en la historia del cristianismo dedicadas al Espíritu Santo. Como señala Meredith, «la creencia y la actitud de Basilio hacia el Espíritu Santo estaban estrechamente vinculadas a sus propias convicciones espirituales acerca de cómo debemos acercarnos a Dios»67. En el proemio de la obra, él mismo describe el origen del problema:

Estando yo orando recientemente con el pueblo, porque efectuaba la doxología a Dios Padre en ambas formas: unas veces con el Hijo y con el Espíritu Santo, y otras por medio del Hijo en el Espíritu Santo, algunos de los presentes nos denunciaron, diciendo que habíamos utilizado vocablos extraños y a la vez contradictorios entre sí. Tú en cambio, sobre todo para serles útiles a ellos, pero también, incluso si están ya totalmente sin remedio, por la seguridad de quienes hayan de frecuentarlos, nos pediste que divulgáramos alguna enseñanza bien clara acerca del valor contenido en estas sílabas68.

Otro ejemplo del carácter contextual de sus escritos puede evidenciarse en el discurso a los jóvenes, en el cual señala el criterio para que los jóvenes, como él en su momento, que deben ir a estudiar en un contexto cultural pagano puedan sacar algún provecho para la piedad. En ese ambiente la educación pública era considerada como indispensable para formar un hombre distinguido, apto para las funciones municipales o políticas como para los deberes sociales. En este mismo sentido, la disposición al diálogo con la cultura era un requerimiento que se imponía dada la necesidad de hacer inteligible la fe en un ambiente cultural griego.

Conviene recordar que Basilio, además de conocer las indicaciones de Orígenes, quien invitaba a sus estudiantes a sacar provecho de la cultura en favor de hacer inteligible la fe, había vivido una experiencia fuerte de relación con la cultura pagana durante sus estudios en Atenas y Constantinopla. Por esta razón, no desconocía los peligros de la literatura clásica en el plano moral y sabía aprovechar los escritos de los autores paganos a los cuales confería sólo un valor propedéutico a la fe cristiana69.

Como buen maestro, Basilio elabora un escrito a manera de mensaje a los jóvenes en el cual les aconseja cómo leer a los clásicos, a continuación, referimos algunos apartes:

Mirad, se cuenta que el gran Moisés, cuya fama de sabio entre todos los hombres es enorme, ejercitó también su inteligencia con las enseñanzas de los egipcios y así avanzó hasta la contemplación del Ser. Y de forma similar a este, pero en época posterior, el sabio Daniel dicen que, después de aprender en Babilonia la sabiduría de los caldeos, se aplicó luego a las enseñanzas divinas (…) Pero aceptaremos, eso sí, aquellas obras suyas en las que ensalzaron la virtud o condenaron el vicio70.

Del texto antes señalado queda evidente la referencia directa a la virtud como fundamento y criterio de discernimiento, tanto para entrar en diálogo con la cultura pagana, como para el ejercicio de interpretación alegórica.

Un ejemplo adicional tiene que ver con el epistolario, que según Moreschini constituye un documento de primer orden para conocer a Basilio y su círculo de amigos y enemigos, y porque permite tener una idea de la situación social, política y religiosa de Capadocia71. Según Gain, son 330 cartas que gozan de reconocimiento como propias y 35 cartas inauténticas o apócrifas72. Los ejemplos del epistolario ya han sido plasmados a lo largo del presente escrito.

Conclusión

Después de la exposición desarrollada y ante el testimonio de una vida entregada, es oportuno señalar que el final de la vida de Basilio estuvo marcado por una noticia reconfortante. Con la muerte del emperador Valente a finales del 378, el dominio ejercido por los arrianos durante cuarenta y siete años había llegado a su fin. Pero como señala Allard,

Cuando estas felices noticias vinieron a él, el obispo de Cesarea ya estaba en su lecho de muerte. Aunque solo tenía cuarenta y nueve años, el trabajo, la educación, la enfermedad, las dificultades, lo habían convertido en un anciano. Se sentía cerca de su fin73.

En la conmemoración del primer año de su muerte, su hermano Gregorio de Nisa elaboró un elogio de Basilio, con el cual buscaba presentarlo a la comunidad como santo, «como verdadero ministro del espíritu, como genuino soldado de Cristo, como heraldo del mensaje salvador, como luchador y abanderado de la libertad en favor de Cristo. Únicamente el tiempo le da un segundo lugar tras los apóstoles»74.

En dicho elogio, después de la presentación de Basilio como santo, el interés de Gregorio se centra en mostrar a la comunidad la forma de honrar, no sólo a su hermano, sino a todos los santos que la Iglesia reconoce y celebra. Al respecto, el argumento del Niseno es claro: «La alabanza que se ofrece con las obras es más estimable que el discurso»75. Por este motivo, quien alaba la entrega a Dios realizada por el santo, debe entregarse de igual manera a Dios, quien alaba el cambio de vivir terreno por otro celestial, debe hacer lo mismo76.

Al iniciar la exposición la intencionalidad que se establecía era buscar presentar a Basilio como relato de Dios para la Iglesia, tanto de su tiempo, como de nuestro tiempo. Nos corresponde a nosotros, cristianos de este tiempo, recuperar, releer y reinterpretar al Basilio amante de la verdad, monje, pastor, teólogo y obispo, de manera que podamos validar su aporte y testimonio en pro de hacer presente a Dios en nuestra iglesia y en el mundo de hoy. Sin duda, en Basilio encontramos la figura de un Padre de la Iglesia a través de cuyas obras, testimonio y experiencia de vida, Dios sigue autocomunicándose y revelándose a la Iglesia. Ahora bien, por los énfasis que ha tenido la presente exposición, conviene reconocer con Fedwick, que «su fidelidad tanto a la verdad como a la caridad debe guiarnos hoy para hacer un juicio sereno de los acontecimientos pasados y, sobre todo, para llevar adelante nuestros propios esfuerzos para restaurar la plena comunión entre los cristianos»77.

Para finalizar, evoquemos nuevamente las palabras de Gregorio en el elogio que hace de Basilio:

Por lo tanto, nosotros, que presumimos de tener a Basilio por maestro, debemos mostrar con nuestra propia vida que somos sus discípulos, convertidos en aquello mismo que le hizo grande y renombrado ante Dios y ante los hombres, en Cristo Jesús, Nuestro Señor, al cual la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén78.

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1 Edward Schillebeeckx, Los hombres relato de Dios (Salamanca: Sígueme, 1994), 11.

2No en vano Ramos señala que «el siglo IV, como ninguno antes ni ninguno después, es el siglo de la búsqueda de Dios». Enrique Ángel Ramos Jurado, «Paideia griega y fe cristiana en Sinesio de Cirene», Habis 23 (1992): 251.

3 Véase, Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande (Brescia: Morcelliana, 2005), 10. Philip Rousseau, Basil of Caesarea (Berkeley: University of California Press, 1998), 4.

4 Ramón Trevijano Etchevarria, Patrología (Madrid: BAC, 1994), 206.

5Véase, Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 9.

6Véase carta 16, Saint Basil, The Letters, Vol. 1 (Washington: The Catholic University of America Press, 1951), 49-50.

7 Véase, Benoît Gain, L’Église de Cappadoce au IVe siècle d’après la correspondance de Basile de Cèsarèe (330 - 379) (Roma: Pontificium Institutum Orientale, 1985), 1-30.

8Philip Rousseau, Basil of Caesarea, 6.

9 Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande (Madrid: Héroes de Caridad (Acción Católica), 1942), 17.

10Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande, 18.

11 Saint Basil, The Letters, Vol. 2 (Washington: The Catholic University of America Press, 1955), 130. Todas las traducciones del presente artículo son nuestras.

12 Anthony Meredith, The Cappadocians (New York: Vladimir's Seminary Press Crestwood, 2000), 7.

13Saint Basil, The Letters, Vol. 2, 325.

14Saint Basil, The Letters, Vol. 2, 327.

15Un caso particular es el referido a la amistad que había entablado con Eustasio de Sebaste, a quien admiró por su esfuerzo en la búsqueda de la virtud, pero de quien se distanció debido a su negativa de aceptar la divinidad del Espíritu Santo. Basilio no podía concebir que un hombre que en la virtud era inquebrantable, pudiera variar en la doctrina. Véase, Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 26. Philip Rousseau, Basil of Caesarea, 174.

16 Grégoire de Nazianze, Discours 42-43 (Paris: Du Cerf, 1992), 43, 16-17.

17Grégoire de Nazianze, Discours 42-43, 43, 20-21.

18Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 14.

19Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande, 25.

20Grégoire de Nazianze, Discours 42-43, 43, 21.

21Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande, 29.

22Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande, 30.

23Saint Basil, The Letters, Vol. 2, 127, 128.

24Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 9.

25Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande, 31.

26Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande, 33.

27Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande, 34.

28 Basilio de Cesarea, Reglas morales (Madrid: Ciudad Nueva, 2015), 55.

29 Piero Scazzoso, «San Basilio e la Sacra Scrittura», Aevum 47 (1973): 210.

30Piero Scazzoso, «San Basilio e la Sacra Scrittura»: 212.

31 Thomas Spidlik, «L’idéal du monachisme basilien», en Basil of Caesarea: christian, humanist, ascetic. A Sixteen-Hundredth Anniversary Symposium (361-374), ed. Paul Jonathan Fedwick (Toronto: Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1979), 363.

32Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 61.

33Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 74.

34 Véase, Garcia M. Colombás, El monacato primitivo (Madrid: BAC, 2004), 187.

35Véase, Anthony Meredith, The Cappadocians,10.

36Justo Pérez de Úrbel, San Basilio el grande, 24.

37Según Claudio Moreschini, «Nella sua struttura istituzionale Ia gerarchia ecclesiastica, a partire dal IV secolo, rispecchio quella della amministrazione municipale ed imperiale. Ogni città aveva un vescovo e le “province” della Chiesa generalmente corrispondevano alle province dell'Impero; le città piu importanti erano di solito anche le sedi metropolitane e i vescovi spesso si incontravano in concili provinciali. Anche le consuetudini dei Padri Cappadoci nella amministrazione della loro Chiesa (ad esempio per la successione episcopale) non furono diverse da quelle della prassi della societa pagana. Nel procurarsi gli uffici statali, lo instrumento più idoneo era il patronato fornito dai parenti, dagli amici e dai legami con altri magistrati, talvolta con lo stesso imperatore: queste esigenze potevano influire anche sull' elezione del vescovo. Nella scelta dei sacerdoti i Cappadoci più di una volta proclamano di non lasciarsi influenzare da motivi esterni: l'esempio da seguire era, secondo loro, quello di Gregorio il Taumaturgo». Claudio Moreschini, I Padri Cappadoci, storia, letteratura, teología (Roma: Cittá Nuova, 2008), 16.

38 Véase, Ramón Teja, Emperadores, obispos, monjes y mujeres, protagonistas del cristianismo antiguo (Madrid: Trotta, 1999), 75.

39Ramón Teja, Emperadores, obispos, monjes y mujeres, protagonistas del cristianismo antiguo, 75-76.

40Véase, Ramón Teja, Emperadores, obispos, monjes y mujeres, protagonistas del cristianismo antiguo, 78.

41Según José Fernández Urbina, «el arrianismo tuvo en vilo a la Iglesia y al imperio durante casi todo el siglo IV, particularmente en las provincias orientales por motivos de hondo calado teológico que les llevaba a rechazar el trinitarismo niceno al identificarse con los postulados subordinacionistas que consideraban al Hijo inferior en mayor o menor grado al Dios Padre. Dicho movimiento tendría luego una larga pervivencia en los reinos germánicos». José Fernández Urbina, «Constantino y el triunfo del cristianismo en el Imperio Romano, (329-397)», en Historia del Cristianismo. El mundo Antiguo, eds. Manuel Sotomayor y José Fernández Urbina (Madrid: Trotta, 2003), 350-352.

42Según Blázquez, «la elocuencia era entonces la enseñanza más necesaria para triunfar en la vida eclesiástica y en la civil (…) todas las ciudades de origen antiguo, no reciente, tienen algo de que enorgullecerse, por leyendas o por lo que se puede ver en ellas. Cesarea se distingue por la elocuencia, como seña de identidad cultural, que se opone a la fuerza de las armas o a la violencia de los espectáculos teatrales». José María Blázquez, «La Academia de Atenas como foco de formación humanística para paganos y cristianos: Los casos de Juliano, Basilio y Gregorio Nacianceno», Gerión 19 (2001): 609. Para Quasten, los padres capadocios «reúnen en sus personas, juntamente con una excelente preparación teológica, una gran cultura helenística, brillante elocuencia y dominio del estilo, todo ello aprendido en escuelas y academias antiguas». Johannes Quasten, Patrología II (Madrid: BAC, 1973), 3.

43Véase, Ramón Teja, Emperadores, obispos, monjes y mujeres, protagonistas del cristianismo antiguo, 87. Johannes Quasten, Patrología II, 227, 262, 282.

44 Jean Gribomont, «Un aristocrate révolutionnaire, évêque et moine», Augustinianum 17 (1977): 179-191.

45Saint Basil, The Letters, Vol. 1, 199, 200.

46Saint Basil, The Letters, Vol. 2, 188,189.

47 Hermias Sozomen, Historia eclesiástica, Libro VI Capítulo 16, consultada en septiembre 29, 2019, http://ecmarsh.com/fathers/npnf2/NPNF2-02/Npnf2-02-24.htm#P3974_1746195

48 Grégoire de Nazianze, Discours funèbres en l'honneur de son frère césaire et de basile de césarée, 161-163, consultada en septiembre 29, 2019, https://archive.org/details/discoursfunbre00greg/page/n10

49Véase, Grégoire de Nazianze, Discours funèbres en l'honneur de son frère césaire et de basile de césarée, 75.

50Véase, Paul Allard, Saint Basil (París: Librairie Victor Lecoffre, 1903), 111.

51Según el Nuovo Dizionario Patristico, la Basiliada tenía como objetivo «accogliere e curare i lebbrosi, i feriti, i maláti, i poveri, i pellegrini. La città, che prese il nome da Basilio, si presenta come attuazione dei principi evangelicí di poverta e di apertura caritatevole a chi e nel bisogno, poverta e apertura che nascono come esigenza intrínseca dall' essere seguací e imitatori di Gesii. Cristo. La città di Basilio esercíto un'ampia attrattiva sulla gente tanto che gradualmente la città antica fu abbandonata e la città-ospizio di s. Basilio mantenne il nome di «città nuova» ancora dopo un secolo». Maria Grazia Bianco, «Basiliade», en Nuovo Dizionario Patrístico e di Antichità Cristiane, Vol. I, Di Berardino, Angelo, Dir. (Genova: Marietti Editrice, 2006), 720-721.

52Thomas Spidlik, «L’idéal du monachisme basilien», 372 -373.

53 Basilio di Cesarea, «Omelia sul detto del Vangelo di Luca: “Abbatterò i miei magazzini e ne edificherò dei più grandi” (Lc. 12,8)», en Basilio di Cesarea, Omelie sull’Esamerone e di argomento vario, ed. Francesco Trisoglio (Milano: Bompiani, 2017), 577.

54 Ioannes Karayannopoulos, «Saint Basil’s social activity: Principles and praxis», en Basil of Caesarea: christian, humanist, ascetic. A Sixteen-Hundredth Anniversary Symposium (361-374), ed. Paul Jonathan Fedwick (Toronto: Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1979), 386-387.

55Thomas Spidlik, «L’idéal du monachisme basilien», 373.

56 Véase, Ramón Teja, «San Basilio y la esclavitud: teoría y praxis», en Basil of Caesarea: christian, humanist, ascetic. A Sixteen-Hundredth Anniversary Symposium (361-374), ed. Paul Jonathan Fedwick (Toronto: Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1979), 396-398.

57Ioannes Karayannopoulos, «Saint Basil’s social activity: Principles and praxis», 385-386.

58Ramón Teja, «San Basilio y la esclavitud: teoría y praxis», 394.

59Ramón Teja, «San Basilio y la esclavitud: teoría y praxis», 401-402.

60Ramón Teja, «San Basilio y la esclavitud: teoría y praxis», 402.

61 Jean-François Racine, The text of Matthew in the writings of Basil of Caesarea (Atlanta: Society of Biblical Literature, 2004), 19.

62Jean-François Racine, The text of Matthew in the writings of Basil of Caesarea, 21.

63 Véase, Manlio Simonetti, La crisi ariana nel IV secolo (Roma: Institutum Patristicum, 1975), 401-434.

64Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 45.

65Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 46.

66 Basilio di Cesarea, «Omelia sull martir Gordio», en Omelie sull’Esamerone e di argomento vario (Milano: Bompiani, 2017), 917.

67Anthony Meredith, The Cappadocians, 33.

68 Basilio de Cesarea, El Espíritu Santo (Madrid: Ciudad Nueva, 1996), (I, 3) 106.

69 Véase, Gonzalo Balderas Vega, Jesús, cristianismo y cultura en la Antigüedad y en la Edad Media (México: Universidad Iberoamericana, 2007), 186.

70 Basilio de Cesarea, A los jóvenes: cómo sacar provecho de la literatura griega (Madrid: Ciudad Nueva, 2011), III, 3,4; IV, 7.

71Véase, Claudio Moreschini, Introduzione a Basilio il Grande, 9.

72Véase, Benoît Gain, L’Église de Cappadoce au IVe siècle d’après la correspondance de Basile de Cèsarèe (330 - 379), 32.

73Paul Allard, Saint Basil, 149.

74 Gregorio de Nisa, Vida de Macrina. Elogio de Basilio (Madrid: Ciudad Nueva, 1995), 122.

75Gregorio de Nisa, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, 160.

76Véase, Gregorio de Nisa, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, 161.

77 Paul Jonathan Fedwick, Ed., Basil of Caesarea: christian, humanist, ascetic. A Sixteen-Hundredth Anniversary Symposium (Toronto: Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 1979), XIII.

78Gregorio de Nisa, Vida de Macrina. Elogio de Basilio, 162.

*Artículo fruto de investigación en docencia en el curso de patrología impartido en la Facultad de Teología, de la Pontificia Universidad Javeriana.

**Doctor en Teología, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Docente de tiempo completo de la Facultad de Teología de la misma universidad; miembro del grupo de investigación Academia. Contacto: o.solano@javeriana.edu.co. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4446-626X

Para citar este artículo: Solano Pinzón, Orlando. «San Basilio, relato de Dios para la Iglesia». Franciscanum 175, Vol. 63 (2021): 1-22.

Recibido: 14 de Junio de 2020; Aprobado: 28 de Junio de 2020

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