SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.63 issue176The Teaching-learning of theology: Normative Transformation, Identity, and ChallengeReseña author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.63 no.176 Bogotá July/Dec. 2021  Epub Nov 13, 2021

https://doi.org/10.21500/01201468.5486 

Reseña

Reseña

Juan David Almeyda Sarmiento1  *
http://orcid.org/0000-0002-6463-6388

1Universidad Industrial de Santander; Bucaramanga; Colombia.


Este libro de Han, publicado en el 2017, pero traducido al español dos años después, contiene una reflexión filosófica que busca encarar, desde la singular experiencia del cuidado, la dinámica sistémico-totalitaria del tecnoautoritarismo digital que, desde la perspectiva del autor, ejerce un control y un dominio al sujeto contemporáneo. Su Lob der Erde no es una mera experiencia particular que se pierde en las arenas de la cotidianidad humana, el ejercicio de amabilidad (Freundlichkeit) que tiene lugar en este libro es una reflexión filosófica que tiene como centro el cuidado del / hacia el otro. El jardín (Garten) es un lugar de recogimiento y paz, mas no un lugar de aislamiento y separatidad, en este sentido, las reflexiones del autor tienen como antecedentes las meditaciones de Heidegger sobre Hebel, especialmente en lo que corresponde a la idea de serenidad (Gelassenheit), concepto que posibilita un nuevo tipo de arraigo y apertura al misterio1. El tipo particular de entendimiento respecto a lo ético que surge desde el Garten haniano busca ese nuevo arraigo en el mundo dentro de una realidad tecnificada y digitalizada, la cual Heidegger vivió en su etapa primaria (primitiva, incluso). De ahí que para Han sea fundamental un retorno al nomos, a la experiencia de lo terrenal como fuerza gravitacional que permite una relocalización del ser, el cual se encuentra atornillado y difuminado en el cielo, olvidando que para florecer debe de practicarse el cuidado desde la tierra:

Es más natural y beneficioso para todos permanecer en la tierra y mirar hacia el cielo que atornillarnos al cielo y, sin alcanzarlo, flotar en el aire frío, vacío y puro. Somos plantas que -nos guste admitirlo o no- tenemos que brotar con las raíces de la tierra para poder florecer y dar fruto en el éter2.

Así como el jardín de Heidegger inicia y termina en el Ehnreid en un silencio capaz de inducir a la sencillez del camino una fuerza inagotable en la cual es posible morar un espacio particular de origen: «Con el último toque [de la vieja campana], el silencio se hace más silencio»3, del mismo modo el jardín de Han, menos abierto al horizonte y más ubicado en el jardín trasero del día a día, aunque no por ello menos ambicioso en el ejercicio de profundidad en el silencio, pretende conseguir repensar las condiciones del arraigamiento humano dentro del mundo desfactificado del ciberespacio: «El trabajo de jardinería ha sido para mí una meditación silenciosa, un demorarme en el silencio. Ese trabajo hacía que el tiempo se detuviera y se volviera fragante»4. Este arraigo funciona como un ejercicio botánico- filosófico que tiene por resultado el proyecto de una teoría del cuidado y de la amabilidad con el mundo, todo esto en una práctica fenoménico-existencial de lo que implica el cultivo de un jardín.

Antes de continuar, es menester hablar de la división de la experiencia de jardinería haniana. El Loa se puede dividir en tres momentos; primero, una introducción conceptual que se ocupa de trabajar qué implica un retorno a la tierra, qué hay detrás del tiempo distinto dentro del jardín y qué, propiamente dicho, es este último. En un segundo momento, el libro toma un recorrido por doce plantas que servirán de base botánica para un reflexionar existencial sobre el cómo entenderse por medio de un cuidado y detenimiento en lo más propiamente humano, la tierra y lo que de ella surge. Finalmente, un diario del jardinero ocupa la sección final del libro, en la cual Han retoma algunas de sus más importantes anotaciones respecto de los tres años que cuidó de su jardín.

Bi-Won (jardín secreto) es el nombre que Han le asigna a su jardín. Pero la particularidad del trabajo botánico del autor radica en intentar cultivar plantas que florecen, en su mayoría, en invierno, de modo que su jardín sea un jardín de invierno (Wintergarten) en el cual convergen muerte y resurrección, es una cámara lúcida en la cual: «lo esencial (…) consiste en encontrarse todo fuera, sin intimidad, y -no obstante- más inaccesible y misteriosa que el pensamiento del fuero interno; sin significación, pero apelando a la profundidad de todo sentido posible»5, por lo que su jardín destaca por ser como los sueños de Adorno, los cuales lo despiertan al retratar la muerte6, en ese sentido es un jardín invernal de ensueño. La conceptualización respecto a qué es el jardín lo lleva a ubicarlo en una experiencia límite entre la muerte y la vida, en un ciclo de lenta demora de dar el cuidado para demorarse en la cercanía-lejanía con la existencia en su forma más directa, de allí que el tiempo sea un tiempo- en-el-jardín en el que: «cada planta tiene su propio tiempo específico. En el jardín se entrecruzan muchos tiempos específicos»7.

Y es en este en medio de, resultado del tiempo distinto en el jardín y del estar incrustado en este último, que surge un tipo especial de vínculo, propiamente, un vínculo amoroso que brota de una redención propia al cuidar de. La flor que nace redime, en su carencia ontológica, al ser que las cultiva. El trabajo en el jardín no implica un rendimiento, acaba con la lógica del homo digitalis para dar lugar a un homo hortus poseedor de una fragancia aromática en su propia relación con el tiempo. Pero, qué implica todo el juego detrás de la experiencia de Han en el jardín, propiamente, lo que el autor quiere figurar es un modo en el que el ser humano puede conectarse con los demás a partir de un ejercicio del cuidar aquello que le es más propio y próximo, como lo es la tierra misma. Siguiendo su proyecto de despsicologización, para este ejercicio quiere desarmar el yo para dar lugar a un yo-sin-yo, a un nombre propio que sea lo que es sin un plano psicologizante que sea objeto de dominio sistémico.

En sus obras anteriores, Han se sentó a delimitar puntualmente qué es la sociedad del rendimiento y cómo pensar prácticas emancipadoras que garanticen una verdadera libertad y no la fantasmagoría que el neoliberalismo digital quiere imponer como realidad. En este ensayo, aunque no es un manuscrito filosófico per se, sino una bitácora botánica de enfoque fenoménico-existencial, Han quiere poner su teoría en un plano más próximo para el lector. Ya no existe todo un aparato que marque las pautas de qué es lo que se debe hacer, sino que todo se lleva a cabo en una delicada tarea de cultivar, respetar, amar y alabar al otro. Ese otro que aquí se experimenta bien puede ser una planta, pero, siguiendo a Hebel, no está lejos de ser una persona: «Desde que trabajo en el jardín me acompaña una extraña sensación, una sensación que antes no conocía (...) Es una sensación de la tierra, que me hace dichoso (...) Regresar a la tierra significa, por tanto, regresar a la dicha»8. Toda la primera parte se ocupa de reflexionar sobre esas puntualizaciones filosóficas que son requeridas para tener una rosa de los vientos para comprender el lugar de cada una de las plantas que componen la segunda parte y el diario que cierra el Loa. El ejercicio conceptual implica pensar cómo el jardín es un lugar y un tiempo distinto, el cual tiene dentro de sí la capacidad de resistirse a los procesos de rendimiento y aceleración propios del mundo economizado contemporáneo. Por tanto, se puede entender que Han está delimitando las pautas para una práctica de resistencia cotidiana contra el empobrecimiento del ser bajo la fuerza profana del puro trabajo.

Una vez Han acaba con esta primera parte expuesta anteriormente, la cual es requisito para ubicar la obra en un contexto, pasa a dar lugar a una detallada experiencia sobre las plantas que se dispone a cultivar en su jardín: Cerezos en flor, Acónitos de invierno, Avellanas de bruja, Forsitia blanca, Anémonas, Camelias, Flor de Sauce, Azafranes, Hostas, Narcisos de otoño y Victoria amazónica. Cada momento constituye un título dentro del índice, el cual desarrolla una reflexión botánico-existencial al respecto de cómo cada planta constituye una singularidad en sí misma que no se ata al tiempo del otro, sino a su propio tiempo; cada una de ellas es una temporalidad singular que se demora en sí misma. El cuidado, el amor, el respeto y la alabanza por el otro son cualidades que destacan del homo hortus, el ethos del jardín, que es intrínseco al actuar del ser humano en cohabitación con el su jardín, se forja precisamente en ese trabajo de jardinería donde la existencia y los fenómenos de la vida coexisten para dar lugar a una responsabilidad basada en la Freundlichkeit, por lo que el otro se convierte en una atravesarme en el que la dicha constituye parte del vínculo social que coloca el ser y el tiempo dentro del mundo. El ethos al que refiere Han, y que desarrolla desde el cuidado de las distintas plantas y flores que cuida, ama, respeta y alaba es una amabilidad del jardín (Gartenfreundlichkeit) en el que la fatiga y el desgaste, que acaba con lo narrativo que vincula a los seres humanos entre ellos y con la tierra que pisan, desaparecen para dar lugar a un tipo especial de descanso unificador, el cual, por demás, se relaciona con ese cansancio cósmico que surge del trabajo en el jardín y que retoma esa tesis de Peter Handke sobre la que Han ha profundizado en el pasado: «¡Pero ahora, antes de irnos-a-la-calle, una última imagen del cansancio! (...) Es al mismo tiempo mi última imagen de la Humanidad: reconciliada en sus últimos momentos, los últimos de verdad, en un cansancio cósmico»9. En este sentido, el trabajo del Loa retoma el esfuerzo de Han por hacer un retorno a, propiamente, un retorno a los vínculos humanos narrativos, los cuales han desaparecido debido a la positividad y la aceleración que la sociedad del rendimiento instaura con su homo digitalis.

Esto último es algo que se puede notar tanto en la primera parte como en la última sección, la correspondiente al diario de un jardinero. En esta parte final, Han detalla lo que implica para un ser vaciado de yo, despsicologizado, el esfuerzo por cuidar del jardín, con las hipótesis, los procesos, los métodos y los resultados que intervienen a la hora de pasar por todo este trabajo de cuidado, amor, respeto y alabanza hacia lo otro, que, en la misma medida que es objeto de mi actuar, atraviesa mi propia constitución en tanto que ser en el mundo. Por lo tanto, el Bi-Wo que el autor dura tres años en cultivar forma parte de una experiencia fundacional, estructurante y constitutiva de un ser que se piensa más allá del yo psicológico, no es un mero espacio de refugio, de protección, sino que implica algo más, la experiencia de dejarse configurar por el cuidado al otro hace que surja un ethos especial que permite una resistencia al homo digitalis que domina psicopolíticamente al individuo10. Por lo tanto, para quienes deseen ver una faceta más personal del autor, a la vez que ver las bases de lo que es una propuesta de resistencia frente al dominio sobre lo cotidiano, específicamente a la intimidad de lo psicológico, que ejerce el sistema capitalista, el Loa es un libro que debe ser leído, puesto que demuestra la versatilidad de un autor que salta entre lo experimental y el apego a la tradición filosófica; no obstante, si no se ha profundizado antes en el pensamiento de este autor, es preferible que esos autores que carecen de un bagaje en el vocabulario de Han transiten primero por esas obras antes de entrar a este libro.

Bibliografía

Adorno, T. Sueños. Traducido por A. Brotons. Madrid: Akal, 2008. [ Links ]

Barthes, R. La cámara lúcida. Notas sobre fotografía. Traducido por J. Sala. Barcelona: Paidós, 2006. [ Links ]

Handke, P. Ensayo sobre el cansancio. Traducido por E. Barjau. Madrid: Alianza, 1990. [ Links ]

Hebel, J. Werke. Zurich: Atlantis Verlag, 1900. [ Links ]

Heidegger, M. Serenidad. Traducido por I. Zummermann. Barcelona: Serbal, 2002. [ Links ]

Heidegger, M. Caminos de campo. Traducido por C. Rubies. Barcelona: Herder, 2003. [ Links ]

Han, Byung-Chul. Loa a la tierra. Un viaje al jardín. Traducido por A. Ciria. Barcelona: Herder, 2019. [ Links ]

1 Martín Heidegger, Serenidad, trad. I. Zummermann (Barcelona: Serbal, 2002), 30.

2 Johann Hebel, Werke (Zurich: Atlantis Verlag, 1900), 512.

3 Martin Heidegger, Caminos de campo, trad. C. Rubies (Barcelona: Herder, 2003), 45.

4Byung-Chul Han, Loa a la tierra. Un viaje al jardín, trad. A. Ciria (Barcelona: Herder, 2019), 11.

5 Roland Barthes, La cámara lúcida. Notas sobre fotografía, trad. J. Sala (Barcelona: Paidós, 2006), 160.

6 Theodor Adorno, Sueños, trad. A. Brotons (Madrid: Akal, 2008), 7.

7Byung-Chul Han, Loa a la tierra. Un viaje al jardín, 25.

8Byung-Chul Han, Loa a la tierra. Un viaje al jardín, 34.

9 Peter Handke, Ensayo sobre el cansancio, trad. E. Barjau (Madrid: Alianza, 1990), 84.

10En este sentido, el jardín secreto de Han se parece al Lugar Silencio de Handke, el cual es un espacio y tiempo narrativos donde el ser puede habitar en el mundo desde una especie de punto no aditivo.

*Filósofo de la Universidad Industrial de Santander (UIS), maestrante en filosofía y profesor de cátedra en la misma universidad. Desempeña como investigador independiente para el Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CPDH)-Santander. Integrante del Nodo Santander de la Red de Educación y Desarrollo Humano - REDH, del CINDE. Líneas de investigación en filosofía política, literatura y ética. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6463-6388. Contacto: juanalmeyda96@gmail.com.

Creative Commons License Este es un artículo publicado en acceso abierto bajo una licencia Creative Commons