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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

versão impressa ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.64 no.177 Bogotá jan./jun. 2022  Epub 12-Out-2022

https://doi.org/10.21500/01201468.5764 

Teología

El talante de los líderes presbiterianos en Colombia*

The character of Presbyterian leaders in Colombia

Luis Eduardo Ramírez Suárez1  **
http://orcid.org/0000-0001-5187-9412

1 Universidad Nacional de Colombia; Medellín; Colombia.


Resumen

El presente artículo explora cómo la Iglesia Presbiteriana en Colombia forjó su propia identidad como iglesia reformada, manteniendo características y adoptando cambios en su identidad y misión. Esta presentación se da mediante una investigación bibliográfica, documental y un análisis en la formación de los actores y las comunidades, sus prácticas, imaginarios y representaciones. Pone especial énfasis en el papel que jugaron los misioneros, la formación del liderazgo local, el talante de la mujer presbiteriana y la expresión regional del presbiterianismo, en la identidad que forjó el presbiterianismo colombiano, en un ambiente de confrontación religiosa y resistencia.

Palabras clave: Protestantismo; Iglesia Presbiteriana; Misionero; Persecución religiosa; Teología de la Liberación

Abstract

This article explores how the Presbyterian Church in Colombia forged its own identity as a Reformed church, maintaining characteristics and adopting changes in its identity and mission. This presentation is given through bibliographic and documentary research and an analysis in the formation of the actors and communities, their practices, imaginaries and representations. It places special emphasis on the role played by missionaries, the formation of local leadership, the character of Presbyterian women and the regional expression of Presbyterianism, in the identity that Colombian Presbyterianism forged, in an environment of religious confrontation and resistance.

Key words: Protestantism; Presbyterian Church; Missionary; Religious persecution; Liberation Theology

Por más de 160 años en Colombia, la Iglesia Presbiteriana ha desempeñado un papel protagónico en el escenario religioso, educativo y social en el país, aportando y siendo permeada por el contexto sociocultural de los lugares donde ha hecho presencia, forjando su propia identidad como iglesia reformada, manteniendo características y adoptando cambios en su identidad y misión. Como es natural los miembros de la Iglesia Presbiteriana comparten muchas características con miembros de otras congregaciones cristianas; sin embargo, existe una «identidad presbiteriana»1 que los distingue de otras denominaciones y de otras tradiciones de fe. Como lo expresa Juan Mackay «primeramente podemos decir que existe en el presbiterianismo una “manera” o sentido de ser, es decir, una herencia clásica cristiana y un genio tan especial que le es característico»2. En este artículo se pretende mostrar los rasgos propios de los líderes presbiterianos en Colombia.

1. El carácter forjado por el presbiterianismo

Como lo expresa Theo Donner, los cambios más decisivos y radicales en el ser humano tienen que ver con las creencias y las convicciones3, para el ser humano religioso, su religión no es meramente un sistema de ideas que proveen una representación particular de su mundo; para él es una realidad imperceptible que lo empodera para enfrentar los devenires adversos de su existencia. Esta religión tiene que ver con la existencia de fuerzas «que lo domina pero que al mismo tiempo lo sostiene y lo eleva sobre sí mismo»4. El ser humano presbiteriano puede entrar en esta categoría de hombre religioso, que es guiado por un propósito de vida y misión, donde su quehacer responde a convicciones innegociables y por eso son portadores de un talante aguerrido y persistente. Ese talante se va a ver reflejado en el liderazgo presbiteriano, lo que se conoce como «carisma»5. Es Max Weber quien introduce el concepto de Dominación Carismática, como devoción afectiva a la persona que es dotada con facultades extracotidianas como: «facultades mágicas, revelaciones o heroísmo, poder intelectual u oratorio»6. En el presbiterianismo se desarrolló desde sus inicios un liderazgo carismático. La combinación de convicción y carisma en el liderazgo permitió el desarrollo una clase de ser humano que resistió el medio hostil donde se establecía el presbiterianismo en Colombia.

La Iglesia Presbiteriana colombiana fue influenciada por diferentes expresiones del presbiterianismo mundial. La vertiente escocesa legó al presbiterianismo dos clases de ministros7: los «evangélicos» que se enfocaron en la vida consagrada, la evangelización, el cuidado de las almas, el encuentro personal con Cristo y en vivir una vida acorde con el mensaje del Evangelio; y los «moderados» que propendían por una fe cristiana que se relacionara con la sociedad, por la búsqueda de un alto nivel intelectual y por la formación de buenos ciudadanos8. Otras expresiones del presbiterianismo que llegaron de los Estados Unidos fueron: los puritanos, los teólogos de Princeton y los culturalistas holandeses9. Las tres expresiones diferían en relación a su concepción de la Escritura. Para los primeros la Biblia brindó la posibilidad de reflexión sobre la realidad espiritual, la conversión y la transformación del ser, pero puso poco énfasis en cómo estas enseñanzas se relacionaron con la vida en la sociedad. Los segundos se acercaron la Biblia para extraer de ellas la teología correcta pero sus estructuras culturales estadounidenses fueron poco evaluadas a través de ella. Los terceros encontraron en la Biblia los principios para influir en la cultura, en la política, la educación y en las demás organizaciones sociales. En el desarrollo de la Iglesia Presbiteriana estadounidense, estas expresiones llegaron a ser complementarias10.

Las diversas expresiones del presbiterianismo fueron traídas a Colombia por los misioneros, lo que permitió que desde un comienzo se propiciara un diálogo, entre lo traído por los misioneros y la comprensión de la Biblia y fe protestante desde la óptica de los colombianos. Los presbiterianos, guiados por el principio de la libre interpretación, expuestos a diversas expresiones del presbiterianismo y obligados a la contextualización de su fe a las realidades del país, emprendieron la tarea de desarrollar su propia identidad y de buscar la unidad en medio de la diversidad. Es claro que para el siglo XX, no solo habían llegado estas expresiones históricas del presbiterianismo, sino también nuevas corrientes teológicas, políticas y filosóficas; tal como expresa Carlos Mondragón: «Esta readaptación de las ideologías que llegaron de Europa o Norteamérica -y que, por supuesto, no son solo religiosas- ha sido una constante en nuestra historia cultural. Doctrinas religiosas (catolicismo, protestantismo, judaísmo), políticas (liberalismo, marxismo, anarquismo) y filosóficas (positivismo, existencialismo), por dar solo algunos ejemplos, fueron en muchos casos releídas y reinterpretadas a la luz de la realidad y la problemática latinoamericana»11.

Hablar del establecimiento y desarrollo de corrientes teológicas, políticas, filosóficas y culturales, entre otras; implica necesariamente hablar sobre los personajes que las interiorizaron y las propagaron. Aunque en este artículo no se pretende hacer una presentación de los personajes de la historia del presbiterianismo del siglo XX en Colombia, sí pretende dar una muestra del desarrollo de las diferentes expresiones del presbiterianismo y sus exponentes. Cabe aclarar que es muy difícil encontrar una expresión pura del presbiterianismo como tal; por lo tanto, la tarea consiste en seguir el rastro a las diferentes expresiones que llegaron a complementarse, y que entraron en diálogo con otras corrientes, ya sean endógenas o exógenas. Es posible evidenciar en la historia de la Iglesia las tensiones que se produjeron cuando se intentó remarcar algún énfasis específico de alguna de estas expresiones12.

No cabe la menor duda que diversidad forma parte integral del protestantismo. Esta realidad ha impuesto a la Iglesia, a través de los años, el compromiso de trabajar por la unidad13:

Los presbiterianos son de todos tipos, edades y procedencia […]. Adoramos en diferentes formas, desde la tradicional a la contemporánea; sostenemos una gran variedad de puntos de vista en asuntos políticos, sociales y teológicos; de hecho a los presbiterianos se les exhorta a emprender diálogos y debates entre sí mismos como un medio para determinar la voluntad de Dios para la humanidad; a pesar de que a veces esto genera tensiones, consideramos que la Iglesia como la comunidad se fortalecen cuando examinamos juntos como denominación temas importantes sobre nuestra fe y nuestras vidas. En otras palabras, nuestra fe está en constante movimiento buscando una relevancia renovada en respuesta a cambios de nuestras realidades […]. Si bien este enfoque parece un poco caótico, hay algo en que los presbiterianos están unidos: la Biblia es por medio del Espíritu Santo, el único y verdadero testigo de Jesucristo en la Iglesia Universal y la Palabra de Dios para nosotros. A través de los años hemos también adoptados credos y confesiones que se encuentran en nuestro Libro de Confesiones, esto nos ayuda a interpretar como vivimos juntos como una comunidad de fe. A la misma vez creemos que solo Dios es Señor de la conciencia, y en ese sentido todos tenemos una relación directa con Dios14.

2. Los misioneros

Los misioneros fueron portadores de lo que estaba pasando en sus países; por ejemplo, su pasión por la evangelización venía de la herencia de los movimientos de avivamiento de inicios del siglo XIX, su hermenéutica estaba marcada por la controversia generada por el liberalismo teológico, y por el alto valor de la libertad promovieron el sistema de gobierno democrático como medio para alcanzar la modernización y el progreso15. El modelo de vida que predicaron la mayoría de los misioneros tenía un sello pietista caracterizado por la experiencia personal de conversión, la devoción, el discipulado y la santificación. Este estilo de vida implicaba prácticas de autoexamen, arrepentimiento diario, oración, lectura de la Biblia y comunión sacramental. Este pietismo fue tolerante sobre cuestiones teológicas no esenciales y promovió un cristianismo activo transformador de la sociedad y la cultura16. La labor de los misioneros marcó el desarrollo del protestantismo en el continente; por tal razón se hace necesario, como sugiere Bastian, un estudio sistemático del papel e influencia desempeñado por ellos17.

La mayoría de los misioneros fueron personas con formación universitaria en áreas como teología, medicina, enfermería, docencia, etc., de escuelas prestigiosas como Princeton, Yale, Harvard, Richmond, entre otras. En el caso de los presbiterianos, muchos provenían de ciudades, de iglesias pudientes con un alto grado de educación; es por eso que los presbiterianos exigieron estudios teológicos formales a sus ministros, en contraste con los pastores bautistas quienes trabajaron como agricultores durante la semana y los domingos ejercieron sus actividades eclesiales18. Como hijos de su época los misioneros estaban convencidos que traían un mensaje civilizador, que su labor era de origen divino y que a su nación, poderosa y portadora de progreso debido a su fe, se le había encomendado liderar el establecimiento del reino de Dios y la verdadera moral a todas las naciones; esto se conoció como el «Destino manifiesto»19. Para cumplir su labor evangelizadora y pregonera de modernización, no solo se dedicaron a predicar la conversión individual sino que establecieron, escuelas, colegios y seminarios, incursionaron en el servicio social fundando organizaciones de misericordia, como lo habían hecho en los Estados Unidos. Adicional a esto, promovieron prácticas de democracia representativa en medio de sus congregaciones y sus centros educativos20.

Si los misioneros presbiterianos, que llegaron en el siglo XIX, establecieron los cimientos de la denominación, luego los que llegaron el siglo XX jugaron un papel importante en la definición de su identidad. En 1910 llegó a Colombia el Rev. Alexander M. Allan, formado en el seno de la Iglesia Presbiteriana de Escocia, su padre fue anciano gobernante y su tío ministro de la iglesia. El Rev. Allan fue un hombre con excelente formación académica e inspirado por las biografías de grandes misioneros. Su pasión por las historias de marineros lo llevó a la búsqueda de aventuras heroicas propias de su generación. El temple de su ministerio se puede ver en reflexión de su trabajo como colportor21 de la Sociedad Bíblica en Nueva Zelanda: «considero esa como una de las más ricas experiencias de toda mi vida, porque me obligaba a relacionarme con toda clase de personas, a orar mucho y a alimentar el alma en la Palabra de Dios. Recomiendo calurosamente el colportaje a los futuros ministros, como modo de conocer la realidad de la vida, y de aprender el divino arte de predicar. Es en tales viajes que uno comprende mejor la vida de Cristo y la de San Pablo, y puede imbuirse de su espíritu misionero»22.

El Rev. Allan llegó al Tolima a principios de 1914 y desde allí realizó una labor ministerial que impactó todo el departamento y la región23. Su trabajo se enfocó en la evangelización de las gentes del campo quienes posteriormente migrarían a la ciudad; estrategia que se mantendría en la Iglesia Presbiteriana por muchos años24. El Rev. Allan dio impulso a la obra editorial con la creación del periódico de publicación mensual El Evangelista Cristiano, que imprimió su primera edición en diciembre 1912; en 1925 se le cambio el nombre por El Evangelista Colombiano en tributo al pequeño boletín que publicaba irregularmente en Medellín el Rev. Juan G. Touzeau en 189125; el periódico tuvo más de 400 números, a lo largo de más de XXX series26. Este fue un acontecimiento de profunda repercusión para la promoción del mensaje protestante; cabe recordar que en el siglo XIX y entrado el siglo XX la prensa era el principal medio de expandir las ideas. Las casas editoriales desde los tiempos del antiguo régimen eran muy escasas, debido a la censura que no permitía la libre imprenta. Entonces una de las formas de circular las ideas se suplía con la impresión de periódicos27. El Rev. Allan supo aprovechar este medio para suplir la carencia de la producción literaria protestante en Colombia, convirtiéndose en un visionario de la comunicación masiva de la fe. Sin embargo, es importante tener en cuenta que desde el tiempo del gobierno del general Santander hasta mediados del siglo XX Colombia tuvo tasas muy altas de analfabetismo, y enfrentó un proceso lento y complicado para contrarrestarlo28. Esto evidencia la importancia de la educación en la labor de los presbiterianos, porque saber leer era un paso indispensable para el crecimiento de su fe, que dependía de entender la Biblia, su norma de fe y conducta; tal fue el valor dado a las Escrituras que a los ministros presbiterianos se les animaba a emprender la tarea de aprender el hebreo y el griego para leerlas en los idiomas originales, griego y hebreo, como parte de su ejercicio hermenéutico29.

Otra de las principales labores del Rev. Allan fue el reconocimiento del territorio, sus gentes, idiosincrasia, necesidades y oportunidades como estrategia eficaz de establecer un protestantismo contextualizado30. Recorrió a lomo de caballo, junto con el Rev. Carlos Chapman de la Unión Misionera, cada rincón del departamento del Tolima, parte de los departamentos del Huila, Cundinamarca, Santander, los alrededores de Barranquilla e incluso algunos lugares de los Llanos Orientales. Esto le permitió en cada pueblo que visitaba entrar en contacto con sus gentes, compartirles la fe protestante y promocionar la lectura de la Biblia31.

Se ha afirmado que el fracaso del establecimiento del régimen liberal radical se dio debido a la no correspondencia entre sus convicciones y su manera de actuar, como lo afirma Ricardo Arias: «Si las convicciones más íntimas de los radicales no coinciden con las leyes que ellos mismos promueven, si como ciudadanos no se atreven a romper con los moldes impuestos por la moral católica, que tan ferozmente combaten como políticos, hay que preguntarse, por consiguiente, si la posición del radicalismo en materia religiosa no resulta bastante ambigua y contradictoria»32. Caso contrario se da entre las convicciones de los protestantes que coinciden con su manera de actuar, esto marcó el carácter del presbiteriano. La coherencia entre enseñanza, convicciones y vida de los misioneros, aun a precio de persecución y muerte, revistió la empresa misionera de autoridad y promovió la formación de nuevo liderazgo con esas mismas características33.

Esta expresión del presbiterianismo representada en el Rev. Allan tenía como características: la pasión evangelizadora, la vivencia de una piedad personal y un alto compromiso de responsabilidad social, en especial con la labor educativa34. El énfasis en el cuidado del alma de esta expresión del presbiterianismo fue de corte puritano, lo que lo hizo un poco diferente del protestantismo que llegó a Colombia con otras de nominaciones que fue de corte pietista35.

Otro misionero de esta expresión evangélica de presbiterianismo fue el Rev. Roberto Lazear, graduado de Wheaton College y Dallas Seminary, llegó a Colombia en 1944, ocupó varios cargos directivos tales como director del Evangelista Colombiano, Secretario ejecutivo de la misión, rector y capellán del Colegio Americano de Bogotá. El Rev. Lazear se caracterizó por su pasión evangelística, su apertura a la renovación carismática, su admiración por la obra de Miguel de Unamuno y amor por el idioma español. Se puede afirmar que el Rev. Lazear fue uno de los misioneros más querido por los evangélicos colombianos, y representaba el ala más evangélica de la Iglesia Presbiteriana36.

Aunque parece un poco extraño hablar de presbiterianos que enfatizan el ministerio del Espíritu Santo, porque tradicionalmente se ha conocido la denominación como apática a las manifestaciones señales o a las expresiones religiosas emotivas; es importante mencionar que la herencia de los avivamientos en el seno del presbiterianismo se remonta al siglo XVIII con Jonathan Edwards, el filósofo estadounidense más importante de su época37. Eso implica que no es del todo cierto que el fenómeno carismático es propio del siglo XX; este imaginario se ha dado debido al interés que ha generado el crecimiento exponencial del pentecostalismo en Colombia en el siglo pasado. En los últimos años se han hecho estudios sobre el protestantismo de corte pentecostal, en especial uno de estos ha considerado que las manifestaciones carismáticas o sobrenaturales no hacen parte de la tradición protestante, pasando por alto la evidencia de esta realidad a lo largo de la historia de la iglesia38.

Para dar más claridad a este punto se presentan algunas inconsistencias históricas en el argumento. El tema relacionado con una visitación especial del Espíritu Santo (bautismo o llenura del Espíritu Santo), milagros, encuentros personales, fervor emotivo en la predicación y cultos, y aun exorcismos, han estado presentes en la iglesia cristiana desde sus inicios. En el caso que se refieren al protestantismo histórico, aunque sí es cierto que los reformadores rechazaron los elementos mágicos de la religiosidad popular, la superstición, el interés exagerado en diablos y demonios, la preocupación por la muerte, y el énfasis en los aspectos externos de la religión, propios de su tiempo39; de ninguna manera se puede afirmar que los Reformadores negaron la existencia de una realidad espiritual. Por el contrario, Lutero expresó de manera contundente cómo la operación o ataques del diablo se dieron en forma directa en su vida40. En relación al tema de la predicación que apela a las emociones y a los cultos expresivos, hay evidencia histórica que dentro del puritanismo esto formó parte de su práctica en el siglo XVIII, en especial en las colonias británicas en Norte América41. Es de suponer que algunas investigaciones recientes sobre estos fenómenos carismáticos y su relación con el protestantismo histórico, hicieron su análisis y comparación con el protestantismo del periodo conocido como Escolasticismo Protestante42, influenciado por los paradigmas de la Ilustración y no desde los postulados de las reformas protestantes del siglo XVI43. El aporte de la Historia Cultural de concebir el pensamiento mágico como «un sistema completo y coherente»44, ayuda a entender el por qué las manifestaciones carismáticas y el hecho milagroso tienen su razón de ser dentro del pensamiento bíblico y las lógicas de la praxis de la iglesia45.

Otro misionero fue el Rev. Lorenzo Emery, egresado del Seminario de Princeton, vino a Colombia por invitación del Rev. Alfonso Lloreda; el Rev. Emery fue formado en una Iglesia Presbiteriana en Nueva York donde su pastor estuvo comprometido con la evangelización y las misiones; por esa razón, muchos de los jóvenes que surgieron en esta Iglesia terminaron siendo misioneros. El Rev. Emery fue un hombre dedicado a la educación, la evangelización y la cultura. Le encantó ir a los barrios, a las veredas y a los pueblos a realizar campañas evangelísticas; después de cada campaña nació una congregación que fue atendida desde Girardot. El Rev. Emery dirigió los Colegios Americanos de Armero y Girardot; en Girardot fortaleció la labor educativa posicionando el Colegio Americano como el mejor de la ciudad; como ingeniero de profesión, dirigió la construcción de templos y colegios en la región. Trabajó mano a mano con el Rev. Aristóbulo Porras, otro reconocido e influyente ministro presbiteriano46.

El Rev. Emery aportó a la formación de jóvenes pastores entre ellos los destacados Rev. Guidoberto Mahecha, primer rector del Seminario Teológico Presbiteriano en Colombia, Rev. Derney Ramos, primer rector de la Corporación Universitaria Reformada y Rev. Álvaro Peña pastor de la Iglesia Presbiteriana de Girardot. Un sueño del Rev. Emery fue el de tener una Iglesia para profesionales en Bogotá47. Su trabajo en la defensa de la Iglesia Protestante lo llevó a ser nombrado, junto con el Rev. James Goff, miembro de la Comisión de Investigaciones sobre Violencia de la Confederación Evangélica de Colombia (CEDEC). El Rev. Emery murió en un trágico accidente de tránsito el 18 de agosto de 197548. Los ministerios de los misioneros Alexander M. Allan, Roberto Lazear y Lorenzo Emery trajeron un fervor evangelístico y un énfasis en la fundación de nuevas iglesias49.

Otra expresión del presbiterianismo, como los describiría Juan Mackay, fueron los «moderados» o «progresistas», entre estos se encontrara el prestigioso misionero, Rev. James Goff, un académico que hizo un estudio monumental para su disertación doctoral sobre la persecución religiosa en Colombia50. La Confederación Evangélica de Colombia (CEDEC), actual CEDECOL, debido a la persecución a la Iglesia Protestante en Colombia, lo nombró como miembro de la Comisión de Investigación51.

3. La persecución hacia los protestantes

La Violencia52 es un periodo en la historia de Colombia que afectó de manera directa a la Iglesia Protestante. Los ataques anti-protestantes comenzaron de manera esporádica en 1946 pero el nivel se incrementó en 1948. También se puede afirmar que 1958 fue el año en que terminó, no tanto porque cesara la persecución sino porque al finalizar este año se comenzaron a dar cambios significativos que propiciaron una nueva realidad política en Colombia. En agosto de 1958 llegó a la presidencia el liberal Alberto Lleras Camargo quien brindó garantías y protección a los protestantes. Otro acontecimiento internacional ocurrió en octubre de 1958, fue elegido Angelo Giuseppe Roncalli, Juan XXIII, como Papa. Este Papa trajo una política de fraternidad y conciliación frente a los protestantes. Las nuevas directrices Vaticanas pronto afectaron al clero colombiano, propiciando un cambio de actitud frente a los protestantes53.

En Colombia el ambiente se había ensombrecido cuando el presidente conservador Laureano Gómez intento hacer una reforma constitucional que pretendía echar para atrás las reformas emprendidas por los liberales y establecer un estado corporativo, fue entonces cuando el bando ospinista y los liberales apoyaron la intervención militar del general Gustavo Rojas Pinilla el 3 de junio de 1953, denominado por Darío Echandía como «golpe de opinión»54. La etapa más fuerte de la Violencia se dio en el periodo de los gobiernos conservadores, entre 1946 y 1953 cuando sucedió el golpe de Estado, esta etapa coincide con el incremento de la persecución protestante55. Por tal motivo tanto los gobiernos conservadores como la Iglesia Católica afirmaron que cualquier violencia que la Iglesia Protestante hubiera experimentado en este periodo no se debió a una persecución religiosa sino a sus insultos a las creencias más valoradas de los colombianos debido a la predicación imprudente e irrespetuosa de los protestantes, y en especial de la intervención en las luchas políticas, identificándose con los liberales, y a su rebelión contra el gobierno conservador, en resumen según ellos estas fueron las verdaderas causas de la mal denominada persecución contra los protestantes. Algunos Jesuitas se encargaron de dibujar a los protestantes como un movimiento divisorio y antipatriota que llevó de forma natural a una persecución. Para los católicos en Colombia no existió persecución hacia los protestantes ya que en el país no hubo una declaración de persecución por una autoridad civil o religiosa56; en contraste para los protestantes si hubo en Colombia persecución religiosa57.

James Goff menciona diferentes formas de persecución contra protestantes: arrestos, torturas, violencia personal, asesinatos, desplazamiento de familias, ataques contra servicios religiosos, iglesias y casas, acusación de comunismo, la negación de derechos personales como matrimonio civil, amenazas, insultos, canticos anti-protestantes, negación de visas, cierre de escuelas y colegios y prohibición del uso de cementerios58. La prohibición de los cementerios y los entierros fue una de las formas más radicales de persecución, porque implicaba la eliminación del otro, una forma de exterminio total que llegaba hasta el punto de intentar borra su memoria, fue una expulsión simbólica de un lugar final de reposo al que todo ser humano tenía derecho, esta fue una práctica propia de la inquisición española. Negar el espacio para la morada final del ser humano fue la lucha simbólica más extrema y radical, y a su vez una forma de advertencia a cualquiera que osara abrazar una nueva fe59.

Gabriel Cabrera muestra que la confrontación entre católicos y protestantes, con las anteriores formas de persecución, fue también notoria en las diferentes regiones y culturas del país donde estos dos credos hicieron presencia. Un ejemplo fue el que se dio en grupos indígenas que se dividieron y tomaron partido con cada una de las facciones: «incluso, la división hizo parte de algunas tensiones o rivalidades internas como sucedió en la aldea Santa Ana en el bajo rio Isana entre los indígenas por disputas de liderazgo en las que la división protestante-católico siguió las propias líneas de las divisiones sociales indígenas y sus rangos»60.

Por otra parte, el discurso católico fue beligerante, e hizo uso de metáforas que peligrosamente propiciaron la confrontación61. Monseñor Miguel Ángel Builes en su intento por diferenciar al liberalismo del catolicismo, hizo uso de metáforas: «términos como “combatir al enemigo”, “campos de lucha”, “batallas”, [sirvieron] para que los fieles antioqueños [hicieran] la operación mental de identificar una serie de diferencias partidistas con una contienda militar»62. Si la metáfora produjo las conexiones lógicas, fue fácil tomar partido por uno de los bandos en el campo de batalla; y si se exigía el sacrifico de derramar hasta la última gota de sangre por la causa, como resultado directo, en este mismo ejercicio mental, también fue lógico considerarse participante activo en esta guerra63.

El ataque directo en contra del liberalismo catalogándolo de malo, y la afirmación que no se podía ser liberal y católico al mismo tiempo, produjo una relación directa entre bueno, católico y conservador; en contraposición, se daba una relación directa entre malo, liberal, comunista, masón o protestante64. Este fue un discurso violento y excluyente con connotaciones religiosas, donde el contrario no podía existir, no tenía derecho a ser ciudadano; si ser colombiano era ser católico, entonces un colombiano no podía ser ni liberal, ni comunista, ni masón, ni protestante.

El discurso de monseñor Builes generó confrontación al hacer uso de expresiones: «Sí; la batalla de estos momentos en todo el mundo y de manera especial en Colombia es la Batalla de la Iglesia contra todos los poderes del infierno coaligados para destruirla; es la batalla de Cristo contra Belial, del bien contra el mal, de la verdad contra el error, de la luz contra las tinieblas»65, y de manera directa monseñor Builes señaló como enemigos directos el comunismo, el liberalismo, la masonería y el protestantismo66. En su discurso, de manera hábil logró hacer la conexión entre liberales y protestantes, entre injerencia estadounidense y protestantes, entre bandoleros y protestantes67.

El obispo Builes llego a catalogar al protestantismo como uno de los males gravísimo para Colombia, entre la embriaguez, la disidencia, el bandolerismo y la división68; lo tildó como la «quinta-columna» cuyo objetivo era la conquista económica y la descatolización de la nación69. Él veía el trabajo educativo de los protestantes una estrategia peligrosa cuyo fin era la toma de los altos cargos de la nación70. Para la Iglesia Católica la labor protestante fue una violación a la Constitución y al Concordato, y el Gobierno estaba obligado a hacerlas cumplir «permitiéndoles solo el ejercicio de sus cultos en privado, pero impidiéndoles, como es su deber, la propaganda exterior de biblias y folletos y la apertura de escuelas y colegios»71.

Por lo anterior, se puede afirmar que no fue infundado por parte de los protestantes hablar de persecución religiosa, ya que la violencia que enfrentaron estaba muy ligada al discurso de algunos prelados y funcionarios del gobierno, tal como lo presentó la investigación de Goff. Las pastorales debían ser leídas en dos domingos a la hora de la misa en todas las iglesias y capillas de las diferentes diócesis. Además, las pastorales y los escritos anti-protestantes fueron difundidos a través de la prensa regional; un ejemplo es el artículo «El protestantismo, su historia y sus errores» por Monseñor M. A Builes publicado en La Defensa, donde advierte de la conquista del protestantismo catalogándolo de infiltración quintacolumnista para llegar tarde o temprano al ideal del Panamericanismo, con el fin de quitar la fe y arrebatar las creencias católicas, destruir la unidad religiosa y poner en peligro la unidad nacional, también advierte del peligro de entregar en manos de gente sencilla y analfabeta Biblias protestantes para crear confusión y erróneas interpretaciones de la fe72.

4. Los presbiterianos y la Teología de la Liberación

El siglo XX en relación al pensamiento teológico es la cumbre de la teología liberal, cultivada en los siglos XVIII y XIX, que proclamaba una nueva teología cristiana: la Teología Liberal Protestante, cuyo objetivo era una reelaboración del pensamiento cristiano a la luz de la cultura, la filosofía y la ciencia moderna, y un redescubrir el verdadero sentido del evangelio, acorde al pensamiento moderno, sin la mediación de la tradición dogmática. En reacción a este movimiento «modernista» surgieron dos movimientos, el primero fue el fundamentalismo, con el trasfondo de la tradición ortodoxa protestante y el sentimiento antimodernista, que consideró la propuesta liberal como una religión completamente diferente de la cristiana. Uno de sus representantes fue el presbiteriano J. Gresham Machen, quién puso énfasis en la doctrina de la inerrancia y verdad literal de la Biblia. El segundo movimiento, vino de Europa llamado «neo-ortodoxia» y representado por los suizos Karl Barth y Emil Brunner, y el estadounidense H. Richard Niebuhr, cuya teología fue una de las más influyentes en el siglo XX73. En América Latina fue el misionero presbiteriano Juan Mackay quién inspiro el estudio del filósofo español Miguel de Unamuno y la teología de Karl Barth74. Por el lado católico, el intento de traer a la Iglesia al mundo moderno, se dio a través de dos eventos, el primero y que más impacto tendría en la Iglesia Cristiana Universal fue el Concilio Vaticano II, el segundo que influenció la pastoral en América Latina fue Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM II) celebrada en Medellín en 196875. Estos también tuvieron su contra parte en algunos prelados, el pontificado de Pablo VI y en especial en el pontificado de Juan Pablo II76.

La herencia teológica que se traía del siglo XIX impactó la labor misionera presbiteriana, ahora en el siglo XX, las nuevas tendencias enriquecerían el quehacer teológico de la Iglesia Presbiteriana, con la participación activa de los colombianos. En el plano político y cultural, América Latina estaba siendo influenciada por las tensiones geopolíticas de la Guerra Fría, el gobierno comunista de Fidel Castro en Cuba (1959), las políticas estadounidenses del presidente Kennedy con el programa «Alianza para el Progreso» (1961), las protestas contra la guerra del Vietnam (1965), la conformación de las guerrillas colombianas FARC (1964-2016) y ELN (1964), los movimientos sociales y universitarios de 1968, y la serie de golpes militares en el continente77, todos estos acontecimientos fueron el terreno fértil para el desarrollo de nuevas tendencias teológicas, en especial la Teología de la Liberación78. Una figura representativa del pensamiento social en el presbiterianismo, pionera en la Teología de la Liberación, fue el misionero Richard Shaull. Él desarrolló su trabajo en Colombia y Brasil e influyó en el debate teológico en el seno de las Iglesias Presbiterianas de esos países79.

El Rev. Richard Shaull jugó un papel importante en el debate fundamentalista- modernista en la Iglesia Presbiteriana de Brasil, debate que permeó las instituciones de educación teológica donde se formaban los teólogos y pastores de la denominación. En especial esta confrontación se vivió en el Seminario Teológico del Sur en Campinas, una de las instituciones teológicas más prestigiosa en la década de 1950 en el continente. Como docente Richard Shaull enseñó que una de las tareas de la teología era promover la reflexión sobre la responsabilidad social y política de la iglesia; esta nueva orientación tuvo acogida en un grupo de estudiantes que se identificaron con la Teología de la Liberación80.

En su labor ministerial en América Latina, el Rev. Shaull realizó un trabajo comprometido con la formación de la juventud, primero con jóvenes colombianos (1941- 1949)81 y luego con jóvenes brasileros (1953-1965) quienes estaban inquietos por una renovación de la iglesia. Shaull desarrolló el significado teológico de la «revolución»; este planteamiento fue fruto de su investigación en la obra del teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer y de su diálogo con el marxismo82. Richard Shaull fue uno de los primeros en articular una teología de la revolución, la cual fue precursora de la Teología de la Liberación83.

Uno de los aportes de la teología de Shaull fue que no solo concibió el pecado como una realidad individual del ser humano sino también como una realidad social que afectaba las instituciones humanas, por lo tanto la labor de la iglesia también incluía denunciar el pecado social y trabajar por el cambio de las estructuras establecidas84. Richard Shaull también se interesó por el estudio del fenómeno del pentecostalismo y el futuro de las iglesias cristianas85.

La Teología de la Liberación representó un desafío para la Iglesia Protestante de corte evangélico que quería hacer reflexión teológica para el contexto latinoamericano pero sin identificarse con una hermenéutica marxista, tal como lo habían hecho algunos de los teólogos de la liberación desde inicios de 195086. Cabe aclarar, que más que un mensaje ideológico o una manera de formular la teología en dialogo y haciendo uso de categorías, conceptos o metodologías propuestas por las Ciencia Sociales, en los cristianos ha existido una genuina preocupación y compromiso por el cuidado del pobre, la cual está profundamente arraigada en el mensaje del Evangelio87.

Dos jóvenes presbiterianos influenciados por el pensamiento de Richard Shaull fueron el teólogo brasilero Rubem Alves y el sociólogo colombiano Orlando Fals Borda88. Orlando Fals Borda reconoció la influencia que ejerció el pensamiento presbiteriano por su formación en la Primera Iglesia Presbiteriana de Barranquilla y sus estudios en el Colegio Americano:

La invitación del Sínodo de la Iglesia Presbiteriana de Colombia para tomar parte en sus plenarias que incluyen la Evaluación del Plan de Misión, es para mí muy honrosa y quiero darles mis más sentidas gracias en mi propio nombre, en el de toda la familia Fals y en el de mi esposa María Cristina. Es también una invaluable y delicada oportunidad para examinar, desde el punto de vista de mi profesión, el estado y prospectiva de la acción eclesial cristiana en un país en crisis como es Colombia hoy. Para el efecto decidí dirigir mis reflexiones a las iglesias y sectas cristianas en general que funcionan entre nosotros, y no sólo a la Iglesia Presbiteriana como podría ser de rigor, no sólo por la invitación sinódica misma, como porque ésta ha sido la iglesia de mis padres y de mi formación personal. Aquí fui bautizado y comulgué, aquí presidí la Escuela Dominical y dirigí coros, donde organicé un Centro Cultural Juvenil que parece fue el primero de su clase en la Costa Atlántica. En esta Iglesia, pues, se formó mi personalidad básica, la que después aprendí a analizar a través de lecturas de antropólogos como Abraham Kardiner y Margaret Mead. Por eso le soy deudor, y deudor agradecido. No creo que hubiera hecho una buena parte de lo que ustedes y diversos colegas hayan podido apreciar en mí ya larga vida, sin haber contado con el báculo de una fe altruista y visionaria que venía inspirada en muchas cosas positivas, alegres, constructivas, como los salmos que mi madre María Borda - la extraordinaria dirigente social de los años 40 en nuestro país - me hizo aprender cuando niño; la lectura de vidas heroicas que estimulaba mi padre Enrique Fals, reconocido escritor y profesor del Colegio Americano por muchos años; el ejemplo de maestros sabios y pulcros del mismo colegio, como Manuel Escorcia, Guillermo Vanderbilt, Juan Libreros Camargo y patricio Orjuela; los sermones críticos de pastores con conciencia sociocultural como Ricardo Shaull, Alvin Schutmaat y James Goff, ya durante mi adolescencia y juventud89.

Orlando Fals Borda fue cofundador con el padre Camilo Torres de la Faculta de Sociología de la Universidad Nacional y decano de la misma (1959-1967), fundó «La ROSCA de Investigación y Acción Social» junto con los pastores presbiterianos Augusto Libreros Illidge y Gonzalo Castillo Cárdenas y el indigenista Víctor Daniel Bonilla90, fue creador del método Investigación Acción Participativa, fue Ministro de Agricultura (1959- 1961) y miembro de la Asamblea Nacional Constituyente (1991)91. El pensamiento protestante influenció su ética social; en especial su participación en la Primera Conferencia Mundial de Iglesia y Sociedad en Ginebra (1966) del Concejo Mundial de Iglesias (CMI)92. Aunque la fe protestante enriqueció su pensamiento, también este recibió resistencia por parte de una facción de su Iglesia, ante la cual tuvo que defender la labor investigativa de La Rosca93.

La Rosca Investigación y Acción Social, fue la iniciativa de un grupo de investigadores, que al igual que Camilo Torres y Orlando Fals Borda tenían la convicción de que «la sociología debe estar comprometida con la acción social»94; uno de los aportes de Fals Borda y de La Rosca fue desarrollar la metodología Investigación-Acción Participativa (IAP), «no solo como técnica de investigación sino como una estrategia de cambio social»95.

El trabajo de Fals Borda demuestra un profundo conocimiento y comprensión de la realidad social lo cual le permitió hacer propuestas innovadoras. En su investigación predominó su cercanía al campesinado y su compromiso por cambiar sus realidades sociales como lo proponía la IAP; en especial cabe resaltar su trabajo con las asociaciones de campesinos de Córdoba bajo la Fundación Rosca de Investigación y Acción Social96.

La Iglesia Presbiteriana en la década de los 60 y 70, igual que pasa en las iglesias más antiguas, mostró una tendencia al formalismo, a una pérdida del entusiasmo y de fervor evangelístico, realidad propia de la primera generación de cristianos. Las nuevas generaciones crearon una cultura o subcultura evangélica nominal. El gran desafío de los líderes fue como mantener el fervor evangelístico en los hijos y los nietos de la primera generación de convertidos. El nominalismo es una tendencia natural que suele darse en las iglesias antiguas, sucedió en la Iglesia Católica, en la Iglesia Presbiteriana, y podrá suceder con las iglesias pentecostales o con muchas iglesias nuevas97.

Las realidades que tuvieron que enfrentar a lo largo del siglo XX los pastores, forjaron el talante del liderazgo presbiteriano; ejemplo son los ministros: Gustavo Villa, Aristóbulo Porras, Aristomeno Porras, Juan Rocha, Rosendo Ayala, Vicente Rodríguez, Juan Pino, Gilberto Vargas, Álvaro Peña, Roberto Argel, Arcesio Cruz, Hernán Mendoza, Dimas Cañón, Edilberto Daza, Misael Acero, Germán Ezequiel Suárez, Jaime Ortiz Hurtado, egresado del Seminario Presbiteriano de Campinas Brasil, rector del Seminario Bíblico de Colombia, Constituyente y Senador de la República; estos ministros son fieles representantes del ala moderada. Ministros y ancianos como Alfonso Lloreda, Javier Zarate, Eugenio Illidge, Augusto Libreros, Gonzalo Castillo, Javier Rodríguez, David Illidge, Derney Ramos, Milton Mejía, Milciades Púa, Elis Barraza, Luis Fernando San Miguel, Isay Pérez, son representantes del ala progresista98. Ambas expresiones de liderazgo presbiteriano representan al ministro presbiteriano, ambas complementan el talante presbiteriano.

5. El talante de la mujer presbiteriana

La Iglesia Presbiteriana colombiana adolece de una historia, escrita desde la óptica de las mujeres, sobre el papel que ellas desempeñaron en el desarrollo de la Iglesia99. En esta sección no se pretende abordar el tema de manera exhaustiva pero sí se quiere presentar una visión panorámica como tributo al liderazgo de las mujeres que han salido del seno de la Iglesia en el transcurso de su historia en Colombia.

La Iglesia Presbiteriana estadounidense en el siglo XIX ya había enviado mujeres como misioneras en la colonización del Oeste de los Estados Unidos100. Esta tradición de mujeres involucradas en las misiones se evidenció en las misioneras que llegaron a Colombia, muchas de ellas de clase media y con formación universitaria101, esto contrastaba con mucha de la realidad colombiana, a excepción de algunas religiosas, pues en el siglo XIX las mujeres fueron uno de los sectores excluidos de la sociedad, esta realidad en el país no cambió en las primeras dos décadas del siglo XX102. El Congreso Misionero de Panamá de 1916 muestra una fuerte presencia femenina en el desarrollo de las misiones en el continente:

En 1916 existían 32 Juntas Misioneras Femeninas, tanto independientes o auxiliares en Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y Alemania, que enviaban y sostenían a misioneros en América Latina y el Caribe. El número de misioneras registrado por la comisión que trabajó en el Congreso de Panamá era de 418 mujeres solteras y viudas, 580 casadas y 1055 mujeres latinoamericanas, que colaboraban con las misioneras o las habían suplantado en sus cargos, habían sido capacitadas y eran sostenidas por las juntas misioneras. El trabajo misionero brindó a las mujeres protestantes una oportunidad que hasta ese momento les había sido negada y de la cual ya gozaban las monjas católicas que eran enviadas por sus congregaciones a los “nuevos” mundos a evangelizar y educar a la población103.

Aunque en los años treinta del siglo XX, con las reformas liberales, se expidieron leyes que favorecieron las mujeres, tales como otorgar el título de bachiller, posibilidad de ingresar a estudios universitarios, derecho a la administración de sus bienes; no se logró el objetivo de concederles la ciudadanía, planteado en el gobierno de Alfonso López Pumarejo. El gobierno de Laureano Gómez, debido a su pensamiento conservador y religioso, no permitió avanzar en el tema del reconocimiento de los derechos políticos y laborales de las mujeres. Fue hasta el gobierno militar de Rojas Pinilla, gracias a la gestión de la Organización Femenina Nacional, que las mujeres tuvieron participación en la Asamblea Nacional Constituyente, donde lideraron el proyecto de ley que les concedía del derecho al voto. Este derecho fue ratificado en el plebiscito de 1957104. Fue en el gobierno de Alfonso López Michelsen (1974-1978) que se adaptó la legislación para favorecer a las mujeres105. Adelantándose al desarrollo político colombiano, en el seno de la Iglesia Presbiteriana, en sus prácticas eclesiales y educativas, se tomaron decisiones de avanzada como el sistema coeducativo o de educación mixta106, el nombramiento de mujeres para desempeñar cargos eclesiásticos y administrativos, la planificación familiar y el control de la natalidad107, estos últimos debido a que para los protestantes el matrimonio no es sacramento y el fin principal de este no es la procreación, y en el último tercio del siglo XX se comenzó la ordenación ministerial de mujeres. Cabe recordar que los presbiterianos apoyaron las políticas de los gobiernos liberales del siglo XIX relacionadas con el divorcio y el matrimonio civil108; todas estas prácticas fueron de avanzada en temas relacionados con los derechos de las mujeres.

En contraste con la agitación política colombiana sobre la participación de las mujeres en el ejercicio público, en la Iglesia Presbiteriana colombiana, desde sus inicios, las mujeres ejercieron un papel protagónico. Sin embargo se debe reconocer que en la historia hubo un descuido al registrar la contribución de ellas en el desarrollo de la Iglesia, aun al registrar sus nombres, muchas veces se limitaron las referencias a ellas como la esposa o la señora de; aunque era la costumbre de la época, no deja de ser una forma de exclusión, olvidando sus figuras y trascendencia en la construcción de la memoria109.

La señora Sharpe y su esposo, quienes llegaron a Colombia en 1858, iniciaron una escuela diurna en español e inglés y en la noche una escuela para artesanos110. En el servicio especial del 25 de noviembre de 1861 en Bogotá fueron recibidas como miembros de la Iglesia la señora Susan Daniels, la señora Harriet Burton y la señora Dobieski, el hecho de que la mayorías de las nuevas miembros fueran mujeres, marcaría la importancia de la figura femenina desde el inicio en el desarrollo de la obra en Colombia111. En 1868 llega la primera mujer soltera de la misión a Colombia, señorita Kate McFarren, con el propósito de iniciar un colegio para señoritas112. En 1879 llega otra misionera para reforzar la obra educativa, señorita Margaret Ramsay113. La señora Touzeau en Medellín, desde su llegada en octubre de 1889, organizó una clase bíblica para niños y antes de cumplir un año de su llegada comenzó una escuela primaria para niños. A esta labor educativa se unió la señorita Ana Duncan quién había enseñado por varios años en el Colegio Americano para señoritas en Barranquilla. Con el crecimiento de la escuela vino también la oposición de las autoridades católicas: «La Sociedad San Vicente de Paúl nombró comités para que fuesen a todos los hogares de los padres que habían matriculado sus hijos en el colegio evangélico, a fin de convencerles que los retiraran. En vista que los argumentos religiosos no daban según parece, los resultados apetecidos, llegaron a prometer libros, ropa y aún dinero a quienes estuviesen dispuestos a recibirlo. Unos pocos aceptaron las ofertas y retiraron a sus niños, pero cuando vieron que las promesas no se cumplían, o se cumplían apenas en parte, tornaron nuevamente al Colegio Americano»114.

En los años 30 del siglo XX, llegó a Girardot la educadora Francisca Hitchcok quien fundó la Escuela Normal que sirvió para la formación de las maestras de los colegios protestantes. En 1953 llegaron a la ciudad los esposos Emery, el trabajo de doña Elena de Emery fue invaluable para la Iglesia y la ciudad115. Con la llegada de los esposos Porras la Iglesia y el Colegio se fortalecieron, la Rvda. Rosina de Porras sirvió incasablemente en la obra evangelística, educativa y social. Doña Rosina y su esposo fundaron un albergue para que niños y niñas del campo pudieran venir a estudiar a la ciudad, este fue dirigido por la Rvda. Rosina de Porras y apoyado durante 12 años por la Sociedad de Damas de la Iglesia Presbiteriana de Girardot. Luego cuando se trasladaron a Ibagué fundaron un nuevo albergue con un programa similar para niños y niñas internos116.

La obra de predicación, de acción educativa y recreativa se incrementó; el evangelio cambiaba y renovaba vidas; el colegio que nunca se ha apartado de la enseñanza de las Sagradas Escrituras, aportaba becas y descuentos; la Iglesia con los aportes foráneos de Ayuda Estudiantil contribuía a elevar el nivel social y económico de las familias, pues los rigores de la violencia político religiosa, trajo creyentes de Iglesias rurales en situaciones críticas. Y así se edificó el Albergue Elena de Emery, para personas de la tercera edad, que con módicas sumas de familiares, eran atendidas con comida, medicina y techo; luego fue el internado para estudiantes de iglesias de pueblos vecinos, quienes por carencia de Centros Educativos en sus lugares, venían y estudiaban en colegios oficiales y el SENA. Todo este trabajo estaba a cargo de un grupo administrativo, cuya directora era la señora Rosina de Porras117.

Otra mujer admirable por su ministerio fue la Rvda. Lilia Benítez de Ramírez, egresada del Seminario Bíblico de Costa Rica, quien pastoreó junto a su esposo, el Rev. Noel Ramírez, iglesias en varias regiones de Colombia. A la muerte de su esposo ella continuo en el pastorado en Barranquilla, dos de sus hijos siguieron los pasos de sus padres en el pastorado Uriel y Lilia María118. Los aportes a la formación de músicos y al desarrollo de ministerios musicales en las iglesias tuvieron la influencia de la señora Eleonora de Lazear119 y la señora Pulina Loew, fundadora junto con su esposo el Rev. Alvin Schutmaat de la Escuela de Música Presbiteriana en Bogotá120. La Rvda. Alicia Winter, una mujer brillante, abogada y teóloga, muy sensible a la pobreza y a las necesidades de los campesinos y a la justicia social, profesora de Antiguo Testamento quien fue la primera mujer que ejerció la rectoría del Seminario Presbiteriano121. Cabe rendir tributo a la labor de la señora Carmen Leal de Gahona, egresada de la Normal Presbiteriana, mujer consagrada al trabajo del Colegio Americano de Girardot, en especial su dedicación a la jornada nocturna para adultos y a la población marginada de la ciudad122.

Se podría seguir listando los nombres y aportes de mujeres en el ministerio pastoral, educativo, administrativo y social en la Iglesia, que evidenciaría el talante de la mujer presbiteriana: Margarita Allan; Isabel Gutiérrez de Urdaneta y Martha Raquel Niño, moderadoras del Sínodo; Alba Arrieta, rectora del Seminario Presbiteriano; Almeida de Vega, Ethel Durier Benítez, Sara Baltodano de Mahecha, Amparo Galindo, Carmen Rivero, Sonia Betancur, Carola de Peña, Zenobia de Daza, María Borda, Priscila Atehortúa, Ruth Aldana, Adelaida Jiménez, Gloria Ulloa, Vilma Yanez, Magally de La Parra, Sara Vanegas y la Rvda. Cecilia Romero, discípula de la Rvda. Rosina Benítez de Porras y egresada del Seminario Bíblico de Colombia, quién ha servido por años a la educación de jóvenes en el Colegio Americano de Girardot y apoyado las iglesias del Presbiterio del Sur.

6. Colombia país de regiones

El análisis sobre la urbanización del país que hizo el Rev. Alexander M. Allan fue acertado, y probó el éxito de su estrategia evangelística y educativa. La estrategia consistió en hacer un trabajo fuerte entre las clases humildes del campo, para que luego, cuando estas poblaciones migraran a las ciudades pudieran tener una adaptación rápida y se incorporaran a las iglesias en las ciudades123.

Como lo afirma Fernán González, desde mediados del siglo XVIII, se evidenció la dificultad de la movilidad social en la rígida estructura social colonial. La movilidad se lograba por la migración a las ciudades o por la colonización de las tierras calientes; precisamente fueron estas zonas donde la Iglesia Católica no tuvo una presencia activa124. En el siglo XIX las familias tuvieron un proceso de aculturación a estas zonas de la periferia sin la presencia del Estado ni de la Iglesia Católica, generando una serie de problemas de toda índole, como lo explica Virginia Gutiérrez de Pineda125. Fueron en estas zonas que los protestantes comenzaron a hacer presencia, con iglesias, centros educativos, brigadas médicas, etc.126. Trabajos de exploración del territorio como el que realizaron los misioneros Alexander M. Allan y Carlos Chapman, permitieron a los protestantes conocer los diferentes contextos regionales, responder a las necesidades de dichas poblaciones, desarrollar tejido social y, pronosticar las profundas transiciones demográficas y las masivas migraciones del campo a la ciudad de la población colombiana. Además de afrontar por medio de la educación y de la doctrina de la igualdad de los seres humanos, el problema social de exclusión, clasificación y jerarquización dado por el discurso discriminatorio de la raza127.

En el siglo XX la población tuvo un crecimiento exponencial y pasó de ser una sociedad rural a una sociedad urbana, se desarrolló todo un proceso de urbanización, hacinamiento, aumento de la pobreza, y diferentes problemáticas sociales, esto agudizado por los fenómenos de desplazamiento que ha sufrido Colombia en el transcurso de las diferentes violencias128. Las mismas ciudades sufrieron profundos cambios es sus procesos de transformación tanto demográficos, urbanísticos, culturales, sociales, intelectuales, políticos y religiosos129.

Tanto en los contextos rurales como urbanos, pudientes y marginales, el presbiterianismo realizó un trabajo ministerial130, que propició cambios a las estructuras políticas, sociales y culturales para la formación de capital humano: «el individuo, entendido como sujeto político, desvinculado, en la mediad de lo posible, dados los múltiples obstáculos que seguían existiendo, de las ataduras tradicionales: corporativismo, redes clientelares, autoritarismo, exclusión, etc.»131. Su meta fue la formación de un individuo acorde con el mundo moderno132. Como diría Burckhardt «y al lado de esto, se yergue, con pleno poder, lo subjetivo: el hombre se convierte en individuo espiritual y como tal se reconoce»133. Un ser humano complejo y pensante que había sido forjado en la idiosincrasia de su región. Esa expresión regional también estará presente en el carácter y la identidad del ser presbiteriano.

Para la formación del ser humano con el talante presbiteriano, fue necesario el trabajo de la Iglesia misionera, que se ha esforzado por hacerse presente en todos los lugares, momentos y esferas de la vida llevando el mensaje transformador de Jesucristo134.

Consideraciones finales

Desde su llagada a Colombia en 1856, la Iglesia Presbiteriana forjó su propia identidad influenciada por las diferentes expresiones exógenas del presbiterianismo que trajeron los misioneros en combinación con los factores endógenos propios de la realidad de colombiana en sus expresiones regionales135. Esta combinación ha sido y sigue siendo un factor dinámico en la formación de la identidad presbiteriana.

La Iglesia Presbiteriana a nivel mundial tiene unos rasgos característicos que le dan su propia identidad, tanto por su teología, su sistema de gobierno, su cosmovisión, su praxis y su relación con el mundo,136 esto es natural en todo grupo social. Sin embargo, es importante tener en cuenta que las Iglesias Presbiterianas nacionales y a su vez las iglesia regionales y locales que las conforman también desarrollaron rasgos característicos de una identidad cultural autóctona, lo cual permite que esta iglesia sea capaz de adaptarse a diferentes contextos y pueda responder a los desafíos que le plantea cada época.

Por lo tanto, aunque existe una identidad presbiteriana en teología, sistema de gobierno y praxis, el presbiterianismo no es homogéneo, sino que es la asociación de una variedad de expresiones y matices que interactúan entre sí formando lo que Juan Mackay llamó «el espíritu presbiteriano»137. Entre los factores que contribuyen a esta variedad de expresiones está la diversidad cultural, pues en cada región el presbiterianismo se contextualizó y adquirió características propias. Otro factor influyente fue la personalidad de los misioneros y líderes regionales, quienes concibieron e interpretaron la realidad desde su propio punto de vista y desde allí enriquecieron la vivencia del presbiterianismo138.

En la formación del liderazgo nacional y de la identidad de la denominación jugaron un papel clave los misioneros quienes trajeron consigo no solo su expresión de fe, sino sus ideales de democracia y progreso, del libre pensar, de valores democráticos y las controversias teológicas de su tiempo. A su vez fueron agentes que promovieron la educación y contribuyeron a la formación de tejido social. Es importante resaltar, a las mujeres presbiterianas, quienes fueron muy activas en el establecimiento y consolidación de la denominación en Colombia, y se destacaron por su labor evangelística, educativa, cultural y de servicio social.

El contexto de confrontación religiosa en el cual la Iglesia Presbiteriana se estableció, llevó a que el presbiterianismo colombiano desarrollara un ser humano aguerrido y convencido de su nueva fe, hasta el punto de poner la vida por ella; esta fue una conversión arraigada en creencias y convicciones, que forjaron un ser radical139. Sumado a esto, la persecución plasmó el carácter guerrerista del ser humano presbiteriano; formó un ser humano de todo tipo y énfasis, desde el progresista hasta el conservador, y desde el culturalista hasta el espiritualista; esta fue una combinación de expresiones marcadas por la identidad presbiteriana140. Hombres y mujeres elocuentes, de carácter recio, convencidos de los valores democráticos, donde su quehacer responde a convicciones innegociables y por eso son portadores de un talante aguerrido y persistente.

Es importante resaltar que, en el campo religioso desde el lado católico, dos acontecimientos marcaron las relaciones entre católicos y protestantes: el primero fue el Concilio Vaticano II que cambió radicalmente el panorama y la relación de la Iglesia Católica con el mundo protestante. El segundo, la Conferencia Episcopal de Medellín 1968 que marcó la pastoral social de la Iglesia y su opción por los pobres, y fomentó el diálogo entre estas vertientes del cristianismo. A su vez, ambos acontecimientos fueron propicios para el desarrollo de la Teología de la Liberación, que tuvo gran influencia sobre el ala progresista de la Iglesia Presbiterana.

La regionalización no fue una deficiencia sino una fortaleza para la Iglesia Presbiteriana colombiana, enriqueció su expresión cultica y su quehacer teológico, eclesial y pastoral. La Iglesia Presbiteriana es un fiel reflejo de la diversidad del pueblo colombiano y la asociación de una variedad de expresiones y matices del presbiterianismo mundial; por lo tanto, la praxis de esta Iglesia la obliga y compromete a vivir el mensaje de unidad del Evangelio en medio de la diversidad.

La teología presbiteriana propugnó por un ser libre pensador sometido a la Biblia como una única norma de fe y conducta. Creó un ser humano con una experiencia profunda de conversión y de convicciones que le llevó a cambios radicales en sus prácticas, costumbres, valores, prejuicios, ceremonias, relaciones, es decir, cambios en sus imaginarios y representaciones que le llevaron a reconstruir y reinterpretar su realidad141, y a forjar su propia identidad como Iglesia Presbiteriana de Colombia.

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*Este trabajo ha sido producto de la investigación para la tesis doctoral en historia en la Universidad Nacional de Colombia - Sede Medellín, que lleva por título: «Una historia de la Iglesia Presbiteriana en Colombia, 1956- 1993», dirigida por el Dr. Gabriel Cabrera Becerra.

1 Juan A. Mackay, El sentido presbiteriano de la vida: lo que significa vivir y adorar como presbiteriano, Trad. Abel Clemente (Englewood: Prentice Hall, S.f.), 63; PCUSA, «Who Are We Presbyterians», Video de Youtube, 17:32, Publicado el 8 julio de 2016, consultado el 10 de junio de 2019, https://www.youtube.com/watch?v=lZJcWNUmvfc.

2Juan A. Mackay, El sentido presbiteriano de la vida: lo que significa vivir y adorar como presbiteriano, 27- 28; Abraham Kuyper, Lectures on Calvinism (Grand Rapids: Eerdmans, 1976), 17: «Thus understood, Calvinism is rooted in a form of religion which was peculiarly its own, and from this specific religious consciousness there was developed first a peculiar theology, them a special church-order, and then a given form for political and social life, for the interpretation of the moral world-order, for the relation between nature and grace, between Christianity and the world, between church and state, and finally for art and science; and amid all these life-utterances it remained always the self-same Calvinism, in so far simultaneously and spontaneously all these developments sprang from its deeps life-principle».

3 Theo Donner, Una nueva forma de pensar. Borradores para una cosmovisión cristiana (Medellín: SBC, 1993), 8-10; José Ortega y Gasset, Historia como sistema (Madrid: Espasa-Calpe, 1971), 10-12. Theo Donner, Posmodernidad y fe: una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado (Barcelona: CLIE, 2012), 18-19.

4 Émile Durkheim, «El porvenir de la religión (1914)», en Breve estudio de la representación del tiempo en la religión y en la magia, Henri Hubert, Trad. Sonia Muñoz (Cali: Archivos del Índice, 2006), 83-84; Theo Donner, Una nueva forma de pensar. Borradores para una cosmovisión cristiana, 13; Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia (Bogotá: CLC, 1956), 492-494, afirma que los misioneros no fueron agentes de un poder extranjero, sino que su labor la ejercieron por sus convicciones religiosas: «Ningún misionero evangélico sale de su patria llevando en la mente la idea de que va a servir a su gobierno o a cierto sistema político. En el fondo de su corazón lo impulsa aquel sentimiento que animaba a Pablo cuando decía: ¡ay de mí si no anunciare el Evangelio!».

5 Max Weber, Sociología de la religión, 2ª edición, Trad. Ariel Navarro (México: Ediciones Coyoacán, 1999), 41: «En las consideraciones ulteriores el término “carisma” será entendido como referencia a una cualidad extraordinaria de una persona, prescindiendo de que ésta sea real, presunta o supuesta. De este modo, la “autoridad carismática” aludirá a un poder sobre los hombres, ya sea primordialmente interna o externo, al cual se subordinan los gobernados en virtud de su fe en la cualidad excepcional de la persona específica. (…) La legitimidad de su mando se funda en la fe y la devoción por lo extraordinario, estimado en la medida en que sobrepasa las cualidades humanas normales, y considerado originalmente como sobrenatural (…). El alimento de esta fe es la “demostración” de la cualidad carismática por medio de milagros, triunfos y otras hazañas, es decir, mediante el bienestar de los gobernados».

6 Max Weber, Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva, Trad. José Medina Echavarría, Juan Roura Farella, Eugenio Ímaz, Eduardo García Maynez y José Ferrater Mora (México: Fondo de Cultura Económica, 1999), 711-712; Bronislaw Bazcko, Los imaginarios sociales (Buenos Aires: Editorial Nueva Visión, 1991), 22-23.

7Juan A. Mackay, El sentido presbiteriano de la vida: lo que significa vivir y adorar como presbiteriano, 180.

8Juan A. Mackay, El sentido presbiteriano de la vida: lo que significa vivir y adorar como presbiteriano, 180- 186; Juan A. Mackay, Las Iglesias Latinoamericanas y el Movimiento Ecuménico (New York: CCAL, 1963), 22.

9 George M. Marsden, «Introduction: Reformed and American», en Reformed Theology in America. A History of its Modern Development, ed. David F. Wells (Grand Rapids: Baker Books, 1997), 1-12; Elizabeth T. Adams, «Divided Nation, Divided Church: The Presbyterian Schism, 1837-1838», Historian 4, Vol. 54 (1992): 683- 696; George M. Marsden, «Introduction: Reformed and American», 9-10; Henry Zwaanastra, «Louis Berkhof», en Reformed Theology in America. A History of its Modern Development, ed. David F. Wells (Grand Rapids: Baker Books, 1997), 135-153.

10 Mark A. Noll, «The Princeton Theology», en Reformed Theology in America. A History of its Modern Development, ed. David F. Wells (Grand Rapids: Baker Books, 1997), 28-30.

11 Carlos Mondragón, Leudar la masa. El pensamiento social de los protestantes en América Latina: 1920- 1950 (Buenos Aires: Kairós, 2005), 10-14; Juan A. Mackay, El sentido presbiteriano de la vida: lo que significa vivir y adorar como presbiteriano, 289-291.

12Mark A. Noll, «The Princeton Theology».

13Juan A. Mackay, El sentido presbiteriano de la vida: lo que significa vivir y adorar como presbiteriano, 289- 291.

14PCUSA, «Who Are We Presbyterians».

15 Jean Pierre Bastian, Protestantismo y modernidad latinoamericana. Historia de unas minorías religiosas activas en América Latina (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1994), 107-108.

16 Roger E. Olson, The Story of Christian Theology. Twenty Centuries of Tradition and Reform (Downers Grove: InterVarsity Press, 1999), 486-490

17Jean Pierre Bastian, Protestantismo y modernidad latinoamericana, 108.

18 Javier Voelkel, entrevistado por Luis Eduardo Ramírez, Medellín, julio 13 de 2015 y agosto 16 de 2017; Javier Augusto Rodríguez Sanín, Hacia una historia del protestantismo en Colombia (Medellín: UPB y Corporación Honorable Presbiterio Central de la Iglesia Presbiteriana de Colombia, 2019), 185-187.

19 Aurora Bosch, Historia de Estados Unidos, 1776-1945 (Barcelona: Crítica, 2010), 131-132, 278-279; Justo L. González, Historia del cristianismo. Desde la Reforma hasta la era inconclusa, Tomo 2 (Miami: Unilit, 1994), 384-388; Tomás de Jesús Gutiérrez Sánchez, «Protestantismo y política en América Latina una interpretación desde las ideologías políticas. Siglo XX» (Tesis doctoral, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 2017), 26.

20Jean Pierre Bastian, Protestantismo y modernidad latinoamericana, 108-112, 124.

21Colportor es la persona que difunde y vende Biblias y otra literatura religiosa. Esta actividad fue esencial en la proclamación de la fe reformada en el mundo.

22 Alexander M. Allan, Recuerdos 1910-1945 (Medellín: Unión, S.f.), III.

23Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 132-144.

24Alexander M. Allan, Recuerdos 1910-1945, v.

25 AIEPM, Libro de actas Primera Convención, Acta 3, Medellín, 22 de julio de 1926, f. 3-4; Juana de Bucana, La Iglesia evangélica en Colombia: una historia (Bogotá: WEC International, 1995), 52-54; Fabio Hernán Carballo, La persecución a los protestantes en Antioquia durante la violencia bipartidista de mediados del siglo XX (Medellín: IDEA, 2013), 40; Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 105- 106, 134.

26Javier Augusto Rodríguez Sanín, Hacia una historia del protestantismo en Colombia, 115: «Este periódico jugó un papel importante para el desarrollo de la obra y servía como tribuna en la lucha por algunos derechos que los protestantes reclamaban, como establecimientos de cementerios laicos, matrimonio civil, libertad de expresión principalmente en el sentido religioso, denuncias de persecución religiosa, etc. Sirvía también como órgano informativo del desarrollo de la obra protestantes, no solo de Colombia sino de América Latina y del mundo entero, también de algunas noticias nacionales e internacionales; y principalmente era el vehículo de una cantidad de artículos religiosos: unos de carácter ético en contra de vicios como el tabaco y el alcoholismo e inculcando la honradez, puntualidad, esfuerzo en el trabajo y estudio; y otros de carácter polémico con respecto a las doctrinas católicas».

27 Diana Luz Ceballos Gómez, «Desde la formación de la República hasta el Radicalismo liberal (1830-1886)», en Historia de Colombia. Todo lo que hay que saber, Luis Enrique Rodríguez Baquero, et al. (Bogotá: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2011), 206: «De ahí que el papel que desempeñó la prensa en el siglo XIX fuera, sin exagerar, fundamental. La prensa era el medio a través del cual se creaba un vínculo con el mundo y se tenía acceso a una parte importante de la cultura. No solo los acontecimientos políticos y noticiosos pasaban por los periódicos, como sucede con frecuencia en nuestros días, sino que aun la música -en forma de partituras que podían ser interpretadas por aficionados, pues todavía no existía el fonógrafo-, la literatura nacional e internacional e incluso los anuncios de nuevos bienes y servicios llegaban por ese medio. La prensa tenía, asimismo, una misión civilizadora muy acorde con la idea del progreso que regía el comportamiento de los sectores dirigentes de esos años».

28 Armado Montenegro y Rafael Rivas, Las piezas del rompecabezas. Desigualdad, pobreza y crecimiento (Bogotá: Taurus, 2005), 151-158; Javier Augusto Rodríguez Sanín, Hacia una historia del protestantismo en Colombia, 184-185.

29 Jaime Jaramillo Uribe, Historia de la pedagogía como historia de la cultura, 2ª edición (Bogotá: Centro de Investigación y Educación Cooperativas - CIEC, 1978), 53-54.

30Diana Luz Ceballos Gómez, «Desde la formación de la República hasta el Radicalismo liberal (1830-1886)», 199 y 201, la práctica del Rev. Allan no distó mucho del propósito de las nuevas repúblicas en conocer los saberes y las representaciones de sus gobernados: «Una porción del interés por estudiar el territorio y las gentes de un país parte de la premisa de que conocer a quiénes y qué se va a gobernar es una buena manera de legitimar una configuración política determinada. En esta línea se inscriben la elaboración de censos y de estadísticas, de geografías y de mapas, las relaciones de viaje y la creación de museos, bibliotecas y eventos para fomentar determinados tipos de productos culturales. Desde la expedición Botánica del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX, este interés por conocer el país se materializó en textos académicos, de crónica y literarios, en relatos de viajeros extranjeros y nacionales, en las instituciones y en el arte. (…) Las geografías, en particular, fueron un elemento clave para el fomento de la integración nacional, ya que buscaron representar a los habitantes de las diferentes regiones como individuos cercanos, identificados con una patria común, unos intereses materiales y unas estrategias de progreso conjuntos. La cartografía, por otra parte, permitía conocer el país, sus pobladores y sus recursos con propósitos prácticos: la transformación del territorio para hallar el camino del progreso; el conocimiento de su espacialidad, con el objeto de realizar una división territorial puesta al servicio de la representación política».

31Alexander M. Allan, Recuerdos 1910-1945, 1- 48; Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 131-154; Juana de Bucana, La Iglesia evangélica en Colombia: una historia, 70-71; F. W. Shillingsburg, La llama que nunca se apaga. Breve historia de la Unión Misionera Evangélica durante sus setenta y cinco años de mantener en alto la llama, 1908-1983 (Cali: Aurora, 1983), 11-16.

32 Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000 (Bogotá: Uniandes, 2003), 43.

33Émile Durkheim, «El porvenir de la religión (1914)», 86: «La experiencia nos enseña, en efecto, que cuando los hombres se reúnen, cuando viven una vida común, de esa misma agrupación brotan fuerzas excepcionalmente intensas que los dominan, los exaltan, que conducen su tono vital a un grado que no conocen en la esfera privada. Bajo el efecto del entusiasmo colectivo, son a veces asaltados por un verdadero delirio que los empuja a realizar actos en los que ellos mismos no se reconocen».

34 Samuel Escobar «¿Qué significa ser evangélico hoy?», Misión 1, Vol. 1 (1982): 15-39.

35Roger E. Olson, The Story of Christian Theology, 499: «Unlike the German Pietists, the New England Puritans did not emphasize feelings and distrusted psychological states. When they asked candidates for church membership about their conversions, they wanted to hear about their contrition, repentance, belief, trust and assurance of forgiveness. And when they asked bout or looked for signs of grace, they did not seek perfection of life. Instead, they wanted to observe earnest dedication to the church, orderly participation in society, solid family life and genuine interest in hearing and studying Scripture».

36Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 145; Javier Voelkel, entrevistado por Luis Eduardo Ramírez; Germán Ezequiel Suárez Núñez, dir., Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá, Príncipe de Paz 150 años (Bogotá: Buena semilla, 2006), 83-86.

37 Martyn Lloyd-Jones, «Jonathan Edwards y la importancia crucial del avivamiento», en Los puritanos. Sus orígenes y sucesores, Trad. David Cánovas Williams (Edimburgo: Estandarte de la Verdad, 2013), 514-515, cita de las Obras de Jonathan Edwards (Vol. 1:47) donde él narra una de sus experiencias carismáticas: «en 1737, mientras cabalgaba internándome en los bosques para mejorar mi salud, y habiéndome apeado de mi caballo en un lugar retirado como era mi costumbre hacer -a fin caminar meditando en las cosas divinas y orando- tuve una extraordinaria visión de la gloria del Hijo de Dios como mediador entre el Creador y los hombres, así como de su gracia y su amor maravillosos, grandiosos, plenos, puros y placenteros, y de su mansa y humilde benevolencia. La gracia que parecía tan dulce y tranquila, también se mostraba más sublime que los cielos. La persona de Cristo resultaba indescriptiblemente atractiva, con una excelencia lo suficientemente grande como para absorber todo pensamiento y comprensión. Esto continuo -según creo- por espacio de una hora aproximadamente, y me mantuvo gran parte del tiempo sumido en un rio de lágrimas y llorando a grandes voces».

38 William Mauricio Beltrán Cely, «Del porqué los Pentecostalismos no son Protestantismos», en Creer y poder hoy, memorias de la cátedra Manuel Ancízar (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2007), 469-485.

39 Jacob Burckhardt, La cultura del renacimiento en Italia, Trad. Ramón de la Serna y Espina (Madrid: EDAF, 1982), 396-424.

40 Theo Donner, Una Introducción a la Historia y Teología de la Reforma (Medellín: Seminario Bíblico de Colombia, 1987), 26-28 y 75; Mark Rogers, «Deliver Us from the Evil One: Martin Luther on Prayer», Themelios 3, Vol. 34 (2009): 335-347.

41Martyn Lloyd-Jones, Los puritanos. Sus orígenes y sucesores, 501-535; Martyn Lloyd-Jones, Los puritanos. Sus orígenes y sucesores, 536-560.

42 Willem J. Van Asselt, «Protestant Scholasticism: Some Methodological Consideration in the Study of Its Development», Nederlands Archief Voor Kerkgeschiedenis 3, Vol. 81 (2001): 265-274; Robert Sleightholme Franks, «The Protestant Scholasticism and the Counter-Reformation», Modern Churchman 5-6, Vol. 22 (1932): 359-372.

43Justo L. González, Historia del cristianismo. Desde la Reforma hasta la era inconclusa, 321-332; Roger E. Olson, The Story of Christian Theology, 518-532.

44 Diana Luz Ceballos Gómez, Simbolismo y saber: el circuito de la cultura (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2018), 15-28.

45Diana Luz Ceballos Gómez, Simbolismo y saber: el circuito de la cultura, 26-27: «todo conocimiento es en ultimas un saber local y pensar cómo se ha concebido, es pensar también en la cultura y en su círculo de producción, pues no todos los sistemas culturales se producen dentro de las mismas lógicas o con los mismos principios de racionalidad, lo que nos deja un método de trabajo; realizar la comprensión de la comprensión, comprender como comprendemos, para así poder englobar los diversos sistemas de interpretación, que es la tarea hermenéutica (Gadamer, Ricoeur, Koselleck), describir (descripción densa), evaluar/interpretar, traducir/entender (Steiner), practicar la crítica, mostrar las lógicas internas», (mayúsculas del original).

46 Hernán J. Meneses, «In memoriam Reverendo Aristóbulo Porras», en Germán Ezequiel Suárez Núñez, dir., Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá, Príncipe de Paz 150 años, 86-89; Arcesio Cruz, «Datos biográficos del Rev. Aristóbulo Porras Parada (1915-1989)», Impacto Presbiteriano 5, Año I (1989): 33; Carmen de Gahona, «Semblanza Iglesia Presbiteriana de Girardot. Monumento del primer centenario de la obra en Colombia», en Germán Ezequiel Suárez Núñez, dir., Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá, Príncipe de Paz 150 años, 60.

47Javier Voelkel, entrevistado por Luis Eduardo Ramírez: «Yo sé que Lorenzo Emery quería que Alfonso Lloreda fuera pastor de una Iglesia Presbiteriana en la avenida 30 al otro lado de la calle de la Universidad Nacional. Porque para él, el Rev. Lloreda era el prototipo de lo que él quería ver en cuanto a ministros presbiterianos. Alguien erudito pero comprometido con la proclamación el Evangelio. Este sería un monumento al evangelio, una Iglesia para que la gente intelectual llegaran a conocer al Señor, con semejante monstruo académico como Alfonso Lloreda, con su PhD de Princeton. Era muy raro en esos días que un evangélico tuviera ese nivel académico».

48Germán Ezequiel Suárez Núñez, dir., Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá, Príncipe de Paz 150 años, 81-82; Carmen de Gahona, «Semblanza Iglesia Presbiteriana de Girardot. Monumento del primer centenario de la obra en Colombia», 59-60; Liberato J. Vega, Perfíl de luces: un tributo a Colombia (Miami: LJV, 1989), 17- 24; Javier Voelkel, entrevistado por Luis Eduardo Ramírez; Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 145.

49 Iglesia Presbiterio del Sur, «Colombia Presbyterian Church in celebration of the 160 years», Video de Youtube, 2:19:27, publicado el 13 de septiembre de 2016, consultada en febrero 2, 2020, https://www.youtube.com/watch?v=py_87ss0VOc.

50Javier Voelkel, entrevistado por Luis Eduardo Ramírez.

51 James E. Goff, The Persecution of Protestant Christians in Colombia, 1948-1958 (Cuernavaca: CIDOC, 1968), 1/10; Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 471-472.

52 Marco Palacios y Frank Stafford, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida. Su historia (Bogotá: Norma, 2002), 631-632: «Esta historia empieza con La Violencia, con mayúscula y bastardillas, que dan cuenta de su especialidad, pues así escrito el vocablo se refiere a una serie de procesos provinciales y locales sucedidos en un período que abarca de 1946 a 1964, aunque descargó su mayor fuerza destructiva entre 1948 y 1953. En estos años se partió en dos el siglo XX colombiano». Ver también el análisis que hace Ricardo Arias Trujillo, Historia de Colombia Contemporánea (1920-2010) (Bogotá: Uniandes 2010), 89: «La Violencia es una denominación vaga, abstracta. Frases repetidas por miles de campesinos, como “la violencia mató mi familia”, “la violencia me quitó la tierra”, “la violencia me hizo huir del campo”, no aludían a nadie en concreto, no se referían a personas que pudiesen ser identificadas; remitían, más bien, a una especie de “fatalidad histórica”, similar a un terremoto o a cualquier otra calamidad provocada por la naturaleza. Por la naturaleza, no por los hombres, no por el entorno social. (…) Lograr que la sociedad hablara no de “guerra civil”, sino de “la violencia” obedecía, por consiguiente, a los intereses ideológicos de aquellos que, una vez finalizado el conflicto, querían, por una parte, borrar toda huella de su responsabilidad y, en segunda medida, presentar ese triste paréntesis como una disrupción pasajera de una historia no violenta»; Christopher Abel, Política, iglesia y partidos en Colombia: 1886-1953, Trad. Mercedes Herzig y Jorge Alberto Restrepo (Bogotá: FAES, 1987), 152-171; William Beltrán, «El evangelicalismo y el movimiento pentecostal en Colombia en el siglo XX», en Historia del cristianismo en Colombia. Corrientes y diversidad, dir. Ana María Bidegain (Bogotá: Taurus, 2004), 456-468.

53James E. Goff, The Persecution of Protestant Christians in Colombia, 1948-1958, 1/10; Rodolfo Ramón de Roux, «La Iglesia colombiana desde 1962», en Historia General de la Iglesia en América Latina, Tomo VII Colombia y Venezuela, coord. Enrique Dussel (Salamanca: Sígueme, 1981), 559-589; Emilio A. Núñez, Teología de la Liberación. Una perspectiva evangélica (San José: Caribe, 1986), 81-82: «De gran importancia es también la enseñanza del Vaticano II tocante a la Iglesia como el Cuerpo de Cristo. (…) pero surge la pregunta en cuanto a cuál es la iglesia, o estructura visible, que expresa la unidad del Cuerpo de Cristo. Tradicionalmente, la respuesta del catolicismo a esta pregunta ha sido que es la Católica Romana. Pero el Vaticano II usa un eufemismo cuando dice: “Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él”. Se ha dicho que el uso de “subsiste” en lugar de “es” representa uno de los cambios más significativos en la eclesiología del catolicismo, puesto que deja “espacio teológico” para otras comunidades eclesiales. El texto conciliar añade que hay la posibilidad de que fuera de la estructura de la Iglesia Católica se encuentren “muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica”. En otras palabras, todo lo bueno y verdadero que existe fuera del catolicismo pertenece a la Iglesia, cuya expresión plena se da solamente en la comunidad católica romana».

54Rodolfo Ramón de Roux, «La Iglesia colombiana desde 1962», 532; Germán Guzmán, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social, Tomo I (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1962), 45.125; Amparo Murillo Posada, «La modernización y las violencias (1930- 1937)», en Historia de Colombia. Todo lo que hay que saber, Luis Enrique Rodríguez Baquero, et al. (Bogotá: Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, 2011), 292-306; Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000, 139-147; Helwar Figueroa y Carlos Tuta, «El corporativismo de mediados del siglo XX en Colombia. Una propuesta de derechas», Grafía 3 (2005): 31-43; Salvador Giner y Manuel Pérez Yruela, La sociedad corporativa (Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1979), 98-110; Thoma J. Williford, Laureano Gómez y los masones 1936-1942 (Bogotá: Planeta, 2005), 73-153.

55Ricardo Arias Trujillo, Historia de Colombia Contemporánea (1920-2010), 91: «Bajo los conservadores, se desató la persecución contra los protestantes. Los “herejes” eran acusados, naturalmente, de negar la supremacía del catolicismo y de difundir sus mentiras en el seno de una población mayoritariamente católica. A sus pecados religiosos, se agregaban sus errores políticos, que se manifestaban en sus simpatías por el Partido Liberal, el cual en ocasiones, había mostrado cierto interés por la libertad religiosa. En medio del fragor de la Violencia, los simpatizantes del protestantismo fueron hostigados y varios de sus templos sufrieron actos vandálicos. La Iglesia católica se defendió de las acusaciones que, junto con los conservadores, la señalaban como instigadora de los ataques contra la comunidad protestante, alegando que tales hostigamientos no tenían relación alguna con cuestiones religiosas. Los casos en que los protestantes habían sido víctimas de la violencia, si es que los había, se inscribían en el conflicto bipartidista: es decir, como los “herejes” apoyaban a los liberales, era apenas lógico que pudieran verse afectados en el marco de las luchas bipartidistas».

56James E. Goff, The Persecution of Protestant Christians in Colombia, 1948-1958, 1/8, 1/9 y 1/16; Eduardo Ospina, Las sectas protestantes en Colombia: breve reseña histórica (Bogotá: Imprenta Nacional, 1953); Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000, 160-185.

57James E. Goff, The Persecution of Protestant Christians in Colombia, 1948-1958, 1/18.

58James E. Goff, The Persecution of Protestant Christians in Colombia, 1948-1958, 4/1- 6/62; Juana de Bucana, La Iglesia evangélica en Colombia: una historia, 130-163; Fabio Hernán Carballo, La persecución a los protestantes en Antioquia durante la violencia bipartidista de mediados del siglo XX, 102-147.

59 Evangelina Sierra Bernardino, Galicia Insumisa. Orígenes, impacto y resistencia del protestantismo gallego hasta 1931 (Barcelona: Clie, 2018), 64-67 y 357-456; James E. Goff, The Persecution of Protestant Christians in Colombia, 1948-1958, 4/43.

60 Gabriel Cabrera, Las Nuevas Tribus y los indígenas de la Amazonia: historia de una presencia protestante (Bogotá: Litocamargo Ltda, 2007), 119; Juan Diego Demera Vargas, «Misiones religiosas y articulaciones étnicas en el resguardo indígena de Guambía», en Globalización y diversidad religiosa en Colombia, comps. Ana María Bidegain y Juan Diego Damera (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005), 363.

61 Ángela Uribe Botero, «¿Puede el uso de metáforas ser peligroso? Sobre las pastorales del monseñor Miguel Ángel Builes», Revista de Estudios Sociales 34 (2009): 114: «Suele ser particular de las ideologías el hecho de que la relación entre el contenido de las creencias profesadas y el adversario es planteada en términos indirectos. En este sentido, el defensor de una ideología, antes que referirse a sus adversarios recurriendo a las características que definen la posición adversa u opositora, prefiere recurrir a mediaciones que cumplen el papel de reducir esa serie de particularidades a una única cosa. El lugar de dichas mediaciones suele estar ocupado por una serie de metáforas, y, en términos generales, esa única cosa suele ser presentada como algo peligroso y, en ocasiones, como la encarnación del mal. Con el propósito de ofrecer motivos para despreciar al enemigo de la fe, del partido o de la raza, los líderes suelen, así, construir complicadas fórmulas metafóricas que, paradójicamente, terminan simplificando las características de dichos enemigos. (…) Para convocar a la guerra contra la infidelidad era preciso, además, apelar a prototipos y a personificaciones que hicieran más fácil a los fieles concebir los motivos del temor, de la indiferencia o del odio. Los herejes se convertían, así, mágicamente, en los enemigos de Dios, en armas satánicas y en caudillos del infierno»; Fabio Hernán Carballo, «Discurso antiprotestante en Miguel Ángel Builes», Revista Grafía 1, Vol. 14 (2017): 9-22; Helwar Hernando Figueroa Salamanca, «Monseñor Miguel Ángel Builes, un político intransigente y escatológico (1925-19509)», Anuario de Historia Regional y de las Fronteras 1, Vol. 21 (2016): 237-259.

62Ángela Uribe Botero, «¿Puede el uso de metáforas ser peligroso? Sobre las pastorales del monseñor Miguel Ángel Builes», 116.

63Ángela Uribe Botero, «¿Puede el uso de metáforas ser peligroso? Sobre las pastorales del monseñor Miguel Ángel Builes», 116-117.

64Ángela Uribe Botero, «¿Puede el uso de metáforas ser peligroso? Sobre las pastorales del monseñor Miguel Ángel Builes», 118; Miguel Ángel Builes, «El liberalismo en acción. Febrero 11 de 1949», en Cartas pastorales, Miguel Ángel Builes (Bogotá: Empresa Nacional de Publicaciones, 1957), 6-71.

65Miguel Ángel Builes, «La batalla de la Iglesia. Mayo 3 de 1949», en Cartas pastorales, 95; Oscar Osorio Jaramillo, Monseñor Builes un profeta de acontecer nacional (Medellín: S.n., 1988), 108-110.

66Miguel Ángel Builes, Cartas pastorales.

67Miguel Ángel Builes, «Neopaganismo, corrupción y sangre. Febrero 11 de 1952», en Cartas pastorales, 196- 209.

68Miguel Ángel Builes, «La corrupción avanza. Febrero 24 de 1953», en Cartas pastorales, 233-237; Miguel Ángel Builes, El protestantismo: su historia y sus errores. Gravísima amenaza para la soberanía de los pueblos latinoamericanos (Santa Rosa de Osos: Tipografía Comercial Medellín, 1952), 1.

69Miguel Ángel Builes, El protestantismo: su historia y sus errores. Gravísima amenaza para la soberanía de los pueblos latinoamericanos, 6.

70Miguel Ángel Builes, El protestantismo: su historia y sus errores. Gravísima amenaza para la soberanía de los pueblos latinoamericanos, 10, como lo advirtiera monseñor Builes sobre la estrategia proselitista de los protestantes: «Abran los ojos nuestros gobernantes y escuchen algo muy trascendental en el orden político y religioso. Son conceptos lanzados en el Congreso protestante de La Habana en 1929: “atraigamos, eduquemos a la juventud, a los futuros ciudadanos; con el tiempo tendremos una influencia bastante grande con los gobernantes. Estos jóvenes llegarán a tener altos puestos, y por lo tanto defenderán con ahínco y tesón la fe que les hemos inculcado en nuestros colegios y en nuestros centros de recreo; ocuparán escaños en las Cámaras y quién sabe si no llegarán a la Magistratura Suprema”».

71Miguel Ángel Builes, «Neopaganismo, corrupción y sangre. Febrero 11 de 1952», 198-199; Eduardo Ospina, Las sectas protestantes en Colombia: breve reseña histórica, 23-28; Miguel Ángel Builes, El protestantismo: su historia y sus errores. Gravísima amenaza para la soberanía de los pueblos latinoamericanos, 52-56.

72 Miguel Ángel Builes, «La batalla de la Iglesia. Mayo 3 de 1949», 115; La Defensa, «El protestantismo, su historia y sus errores por Monseñor Miguel Ángel Builes» (Medellín: noviembre de 1953); La Defensa, «El protestante en Colombia es automáticamente liberal. Además, distribuye en el país propaganda comunista» (Medellín: septiembre 8 de 1953): 1 y 5. La Defensa, «El excelentísimo Sr. Builes rectifica a los periódicos liberales» (Medellín: septiembre 1 de 1950): 1.

73Roger E. Olson, The Story of Christian Theology, 533-589.

74 James H. Moorhead, «The Ecumenical Vision of John A. Mackay», Theology Today 3, Vol. 71 (2014): 276- 291; John Sinclair, «Un perfil de John A. Mackay: Aquel escocés con alma Latina», Vida y Pensamiento 2, Vol. 30 (2010): 29-47; Guidoberto Mahecha, «John Alexander Mackay 1889-1983», Vida y Pensamiento 2, Vol. 30 (2010): 7-28; Benjamín F. Gutiérrez, «La influencia de John Mackay en las iglesias de América Latina y el Caribe. Entrevistas con personas que lo conocieron personalmente», Vida y Pensamiento 2, Vol. 30 (2010): 49-74; John Alexander Mackay, «Bonn 1930 - and after: A Lyrical Tribute to Karl Barth», Theology Today 3, Vol. 13 (1956): 287-294; John Alexander Mackay, «On the Road: Twenty-Fifth Article in the Series How My Mind Has Changed in This Decade», The Christian Century 28, Vol. 56 (1939): 873-875; Karla Ann Koll, «The Theology of John A. Mackay as Preparatio Liberationis», Theology Today 2, Vol. 73 (2016): 105-116.

75 Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et Spes, sobre la Iglesia en el mundo moderno, 4ª edición (Bogotá: Ediciones Paulinas, 1970), 147-246; Concilio Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium, Sobre la sagrada Liturgia, 4ª edición (Bogotá: Ediciones Paulinas, 1970), 111-146. Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae, Sobre la libertad religiosa, 4ª edición (Bogotá: Ediciones Paulinas, 1970), 470-483; Justo L. González, Historia del cristianismo. Desde la Reforma hasta la era inconclusa, 517-519; Victorino Pérez Prieto, «Los orígenes de la Teología de la Liberación en Colombia: Richard Shaull, Camilo Torres, Rafael Ávila, “Golconda”, sacerdotes para América Latina, cristianos por el socialismo y comunidades eclesiales de base», Cuestiones Teológicas 99, Vol. 43 (2016): 80-81. Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000, 191-245.

76Justo L. González, Historia del cristianismo. Desde la Reforma hasta la era inconclusa, 517-520.

77Victorino Pérez Prieto, «Los orígenes de la Teología de la Liberación en Colombia: Richard Shaull, Camilo Torres, Rafael Ávila, “Golconda”, sacerdotes para América Latina, cristianos por el socialismo y comunidades eclesiales de base», 73-108; Jean Pierre Bastian, Protestantismo y modernidad latinoamericana, 219-221; 232- 240; Stephen J. Randall, Aliados y distantes. Las relaciones entre Colombia y Estados Unidos desde la Independencia hasta la guerra contra las drogas (Bogotá: Tercer Mundo, 1992), 263-299; Álvaro Tirado Mejía, Los años sesenta. Una revolución en la cultura (Bogotá: Debate, 2014), 45-87; Fernán E. González González, Poderes enfrentados. Iglesia y estado en Colombia (Santafé de Bogotá: CINEP, 1997), 49-61; Tomás J. Gutiérrez, «De Panamá a Quito: los congresos evangélicos en América Latina. Iglesia, misión e identidad (1916-1992)», Boletín Teológico 59-60, Año 27 (1995): 44-56.

78 Daniel Salinas, Teología con alma latina. El pensamiento evangélico en el siglo XX (Lima: Puma, 2018), 81- 132.

79Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 71 y 169; Richard Shaull, «La Iglesia, crisis y nuevas perspectivas», Vida y Pensamiento 2, Vol. 15 (1995): 8-48; Silas Luiz de Souza, Pensamento social e político no protestantismo brasileiro (São Paulo: Mackenzie, 2005), 211-235; Peter C. Wagner Dir., Latin American Theology. Radical or evangelical? The struggle for the faith in a Young church (Grand Rapids: Eerdmans, 1970), 53-61.

80Souza, Pensamento social, 217-228; Eduardo Galasso Faria, Richard Shaull, renovador do pensamento teológico evangélico no Brasil (Tesis de maestría en Ciencias Religiosas, São Bernardo do Campo, Instituto Metodista de Ensino Superior, 1993), 114-125.

81Galasso, Richard Shaull, 64-66.

82Victorino Pérez Prieto, «Los orígenes de la Teología de la Liberación en Colombia: Richard Shaull, Camilo Torres, Rafael Ávila, “Golconda”, sacerdotes para América Latina, cristianos por el socialismo y comunidades eclesiales de base», 82-86; Galasso, Richard Shaull, 135-153.

83Emilio A. Núñez, Teología de la Liberación. Una perspectiva evangélica, 49-77.

84 Jairo Alfredo Roa Barreto, «Las Iglesia Evangélicas y el Desarrollo Humano en América Latina», en VI Conferencia de ALCADECA, Estilos de vida, interacciones sociales y desarrollo humano (Montevideo: mayo 30 al 1 de junio del 2016); Peter C. Wagner Dir., Latin American Theology. Radical or evangelical? The struggle for the faith in a Young church, 54.

85 Waldo Cesar y Richard Shaull, Pentecostalismo e futuro das igrejas cristãs. Promesas e desafíos (Campinas: Editora Vozes - Editora Sinodal, 1999).

86Theo Donner, Posmodernidad y fe: una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado, 11-12.

87Victorino Pérez Prieto, «Los orígenes de la Teología de la Liberación en Colombia: Richard Shaull, Camilo Torres, Rafael Ávila, “Golconda”, sacerdotes para América Latina, cristianos por el socialismo y comunidades eclesiales de base», 82-83.

88Victorino Pérez Prieto, «Los orígenes de la Teología de la Liberación en Colombia: Richard Shaull, Camilo Torres, Rafael Ávila, “Golconda”, sacerdotes para América Latina, cristianos por el socialismo y comunidades eclesiales de base», 83-87; Lola Cendales, Fernando Torres y Alfonso Torres, «One sows the seed, but it has its own dynamics: an interview with Orlando Fals Borda», International Journal of Action Research 1, Vol. 1 (2005): 9-42. Gonzalo Castillo Cárdenas e Isay Pérez Benavides, La influencia religiosa en la conciencia social de Orlando Fals Borda (Barranquilla: Corporación Universitaria Reformada, 2010), 44-50.

89Orlando Fals Borda, «Desafíos socioeducativos y culturales para las instituciones cristianas», Sínodo de Colombia, Barranquilla, enero 14-16 de 2002, en Gonzalo Castillo Cárdenas e Isay Pérez Benavides, La influencia religiosa en la conciencia social de Orlando Fals Borda, 78-79.

90Lola Cendales, Fernando Torres y Alfonso Torres, «One sows the seed, but it has its own dynamics: an interview with Orlando Fals Borda», 29.

91Gonzalo Castillo Cárdenas e Isay Pérez Benavides, La influencia religiosa en la conciencia social de Orlando Fals Borda, 6-9, 62-66.

92Gonzalo Castillo Cárdenas e Isay Pérez Benavides, La influencia religiosa en la conciencia social de Orlando Fals Borda, 17.

93 Archivo Orlando Fals Borda AOFB, Iglesia Evangélica. Sínodo de la Iglesia Presbiteriana en Colombia, Montería, Biblioteca del Banco de la República, Centro de Documentación Regional de Montería, Archivo Orlando Fals Borda, Caja 13, Carpeta 06, Fol. 4129-4137.

94Gonzalo Castillo Cárdenas e Isay Pérez Benavides, La influencia religiosa en la conciencia social de Orlando Fals Borda, 16; Victorino Pérez Prieto, «Los orígenes de la Teología de la Liberación en Colombia: Richard Shaull, Camilo Torres, Rafael Ávila, “Golconda”, sacerdotes para América Latina, cristianos por el socialismo y comunidades eclesiales de base», 86; Gonzalo Cataño, «Orlando Fals Borda, Sociólogo del compromiso», Espacio Abierto 4, Vol. 17 (2008): 552.

95Gonzalo Castillo Cárdenas e Isay Pérez Benavides, La influencia religiosa en la conciencia social de Orlando Fals Borda, 18-19; Víctor Negrete, «A la memoria del maestro Orlando Fals Borda: bases y desarrollo de la Investigación-Acción Participativa en Córdoba (Colombia)», International Journal of Psychological Research 2, Vol. 1 (2008): 86.

96Víctor Negrete, «A la memoria del maestro Orlando Fals Borda: bases y desarrollo de la Investigación-Acción Participativa en Córdoba (Colombia)», 85-97; Milcíades Vizcaíno G., «De la realidad a la utopía: una incursión por la vida y obra de Orlando Fals Borda», Espacio Abierto 4, Vol. 17 (2008): 573-575; Gonzalo Castillo Cárdenas e Isay Pérez Benavides, La influencia religiosa en la conciencia social de Orlando Fals Borda, 21; Gonzalo Cataño, «Orlando Fals Borda, Sociólogo del compromiso», 561; Lola Cendales, Fernando Torres y Alfonso Torres, «One sows the seed, but it has its own dynamics: an interview with Orlando Fals Borda», 24- 25.

97 Ernst Troeltsch, The Social Teaching of the Christian Churches, Vol. 1, Trad. Olive Wyon (Londres: George Allen and Unwin Ltd, 1949), 331-334, afirma con respecto al tema, que iglesias que han surgido de movimientos de conversión se caracterizan por la pérdida de su fervor original y de un profundo compromiso con sus creencias, estas comunidades se han adaptado a las estructuras sociales existentes hasta el punto determinar y estabilizar el orden social, son inclusivas y han desarrollado una estructura eclesial y sacramental bien definida; sus adeptos provienen de niveles sociales más altos, muchas veces por pertenecer a la segunda generación de los miembros de las sectas. Lo mismo se evidenció en Colombia como lo narró Javier Voelkel, entrevistado por Luis Eduardo Ramírez.

98Javier Voelkel, entrevistado por Luis Eduardo Ramírez: «Algunos de estos pastores fueron influenciados por sus estudios en el exterior en seminarios como el de Matanzas en Cuba, el de Costa Rica, el de Campinas en Brasil y otros en EEUU, instituciones abiertas e influenciadas por lo que llegó a ser la Teología de la Liberación»; Theo Donner, Posmodernidad y fe: una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado, 11.

99Diana Luz Ceballos Gómez, «Desde la formación de la República hasta el Radicalismo liberal (1830-1886)», 213: «Toda construcción de la memoria, como se sabe, individual o colectiva, se hace de manera sesgada. Qué se olvida, qué se recuerda y por qué se olvida y se recuerda en una sociedad es lo que explica, en una buena proporción, su historia narrada».

100PCUSA, «Who Are We Presbyterians»: «en el siglo XIX a medida que la nación se extendía hacia el Oeste, los misioneros presbiterianos encabezaban el proceso, entre ellos se encontraban Narcissa Prentiss Whitman y Eliza Hart Spalding, quienes en 1835 fueran las primeras mujeres blancas que cruzaron la división continental sirviendo en los pueblos de nativos norteamericanos en el Oeste». Ver también Presbyterian Historical Society, «Eliza Hart Spalding Letters», consultada en agosto 7, 2019, https://www.history.pcusa.org/eliza-hart-spalding-letters. The Historical Society Prattsburgh, «Narcissa Prentiss Whitman», consultada en agosto 7, 2019, http://historyofprattsburgh.com/2011/02/narcissa-prentiss-whitman/.

101Jean Pierre Bastian, Protestantismo y modernidad latinoamericana, 112.

102Diana Luz Ceballos Gómez, «Desde la formación de la República hasta el Radicalismo liberal (1830-1886)», 213-214; Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000, 86-95.

103 Norman Rubén Amestoy, «Las mujeres en el protestantismo rioplatense 1870-1930», Franciscanum 157, Vol. 54 (2012): 66-67. https://revistas.usb.edu.co/index.php/Franciscanum/article/view/839.

104 Amparo Murillo Posada, «La modernización y las violencias (1930-1937)», 281-282.

105Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000, 262-267.

106 Pablo Moreno, «La educación protestante durante la modernización de la educación en Colombia 1869- 1928», Cristianismo y Sociedad 107 (1991): 82; Javier Augusto Rodríguez, «Primeros intentos de establecimiento del protestantismo en Colombia», en Ana María Bidegain, dir., Historia del cristianismo en Colombia: corrientes y diversidad (Bogotá: Taurus, 2004), 312; Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 70. En la Iglesia Presbiteriana la participación de la mujer refleja la realidad de la historia colombiana, como lo analiza Magdalena León de Leal Ed., La mujer y el desarrollo en Colombia (Bogotá: ACEP, 1977), 119-121. Sería interesante emprender un estudio de cómo la educación presbiteriana tuvo injerencia en desarrollo de la participación femenina en las diferentes instancias de la sociedad en Colombia.

107 Presbyterian Church (USA). General Assembly, «A Legacy of Choice: Presbyterian Social Witness Policy», Church & Society 2, Vol. 93 (2002): 68-91.

108Miguel Ángel Builes, El protestantismo: su historia y sus errores. Gravísima amenaza para la soberanía de los pueblos latinoamericanos, 21, 36-37; W. Reginald Wheeler y Webster E. Browning, Modern Missions on the Spanish Main. Impressions of Protestant Work in Colombia and Venezuela (Philadelphia: The Westminster Press, 1925), 142-143.

109 Magdala Velásquez Toro, «Introducción», en Las mujeres en la historia de Colombia. Tomo I Mujeres, historia y política, dir. Magdala Velásquez Toro (Santafé de Bogotá: Norma, 1995), XXII: «Por lo tanto, esta aventura del conocimiento histórico nos fuerza a aprender a leer entre líneas las ausencias, los silencios y las censuras que han sacado las mujeres de los registros, de las fuentes primarias y secundarias, desde las cuales desarrollamos nuestro oficio de historiar la vida, y nos reta a aprender la presencia ausente, la invisibilidad histórica de las mujeres».

110Javier Augusto Rodríguez, «Primeros intentos de establecimiento del protestantismo en Colombia», 296.

111Javier Augusto Rodríguez, «Primeros intentos de establecimiento del protestantismo en Colombia», 55.

112Javier Augusto Rodríguez, «Primeros intentos de establecimiento del protestantismo en Colombia», 302; Javier Augusto Rodríguez Sanín, Hacia una historia del protestantismo en Colombia, 69; Carlos Arboleda Mora, Pluralismo, tolerancia y religión en Colombia (Medellín: UPB, 2011), 86; Norman Rubén Amestoy, «Las mujeres en el protestantismo rioplatense 1870-1930», 68-69.

113Javier Augusto Rodríguez, «Primeros intentos de establecimiento del protestantismo en Colombia», 304.

114Francisco Ordóñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia, 102-104; The Fifty-Ninth Annual Report of the Board of Foreign Missions of the Presbyterian Church of the United States of America (New York: Presbyterian Church the USA, 1896), 232-233.

115Carmen de Gahona, «Semblanza Iglesia Presbiteriana de Girardot. Monumento del primer centenario de la obra en Colombia», 58-59: «La Iglesia luego del pastorado, administración y apostolado del Revdo. Emery y su esposa doña Elena, quienes amaron a esta ciudad colaborando en actividades cívicas: Casa de la Cultura, la Liga contra el Cáncer, repito, siguieron su labor de misioneros evangelistas».

116Germán Ezequiel Suárez Núñez, dir., Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá, Príncipe de Paz 150 años, 164-165.

117Carmen de Gahona, «Semblanza Iglesia Presbiteriana de Girardot. Monumento del primer centenario de la obra en Colombia», 60.

118Germán Ezequiel Suárez Núñez, dir., Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá, Príncipe de Paz 150 años, 103.

119 Jorge E. Corzo, «Apreciaciones de un luterano sobre la Iglesia Presbiteriana», en Germán Ezequiel Suárez Núñez, dir., Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá, Príncipe de Paz 150 años, 126.

120Germán Ezequiel Suárez Núñez, dir., Primera Iglesia Presbiteriana de Bogotá, Príncipe de Paz 150 años, 82-86.

121 Javier Voelkel, entrevistado por Luis Eduardo Ramírez; Doris Ramos, entrevistada por Luis Eduardo Ramírez, Medellín, junio11 de 2019.

122Liberato J. Vega, Perfíl de luces: un tributo a Colombia, 29-30.

123Alexander M. Allan, Recuerdos 1910-1945, v.

124Fernán E. González González, Poderes enfrentados. Iglesia y estado en Colombia, 113-118.

125 Virginia Gutiérrez de Pineda, La familia en Colombia. Trasfondo histórico (Medellín: Universidad de Antioquia, 1997), 311-360; ver también la investigación sobre el censo de 1964: Virginia Gutiérrez de Pineda, Estructura, función y cambio de la familia en Colombia (Medellín: Universidad de Antioquia, 1999).

126Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000, 14: «Los principales beneficiados con la educación impartida por las sociedades protestantes fueron sectores sociales descuidados por el Estado (sectores medios y bajos, campesinos, mujeres, niños en edad preescolar). Era un sistema educativo que rechazaba el neotomismo -orden natural, corporativo y jerárquico-, que estaba siendo impulsado por León XIII (…). Se puede decir, siguiendo a este autor [Jean-Pierre Bastián], que “la aportación fundamental de la pedagogía protestante, practicada tanto en los templos como en las escuelas” entre 1860 y 1930, consistió en la “formación de las élites democráticas populares y en la difusión de los valores antioligárquicos”, en la transmisión de una cultura política antiautoritaria cimentada en la conversión del individuo, y, finalmente, en abrir las puertas de la cultura política moderna a los sectores sociales que hasta entonces habían estado excluidos». Ver John Sinclair, «Hacia un protestantismo colombiano y venezolano», en Historia General de la Iglesia en América Latina, Tomo VII Colombia y Venezuela, coord. Enrique Dussel (Salamanca: Sígueme, 1981), 640.

127Ricardo Arias Trujillo, Historia de Colombia Contemporánea (1920-2010), 39-43.

128Marco Palacios y Frank Stafford, Colombia: país fragmentado, sociedad dividida. Su historia, 551-581; Christian Parker, Otra lógica en América Latina, Religión popular y modernización capitalista (México: Fondo de Cultura Económica, 1993), 91-92.

129Ricardo Arias Trujillo, Historia de Colombia Contemporánea (1920-2010), 19-55.

130Javier Augusto Rodríguez, «Primeros intentos de establecimiento del protestantismo en Colombia», 305- 306.

131Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000, 115; Jean Pierre Bastian, Protestantismo y modernidad latinoamericana, 124-125; William Mauricio Beltrán Cely, «Pluralización religiosa y cambio social en Colombia», Theologica Xaveriana 175 (2013): 61-62: «En suma, la modernización, la secularización y la urbanización de la sociedad colombiana trajeron consigo un proceso de apertura al mundo que permitió a la población entrar en contacto con ideas y actores que la Iglesia Católica no está en capacidad de regular ni controlar, y que llegan incluso a cuestionar su legitimidad y liderazgo religioso. Ello se ha traducido en un progresivo debilitamiento de la influencia de la Iglesia Católica sobre la sociedad, y en el deterioro de sus mecanismos de reproducción transgeneracional».

132Ricardo Arias, El episcopado colombiano: intransigencia y laicidad, 1850 - 2000, 57-58: «(…) señala tres características esenciales de ese espíritu moderno, todas ellas relacionadas con la “nueva conciencia que el hombre ha tomado de sí mismo y de sus potencialidades”. En primer lugar, el advenimiento del individuo, que muy rápidamente se convierte en el dueño de su propia conducta y de su capacidad de juzgar; se trata de una verdadera revolución que le permite decir “en conciencia y según su razón lo que debe pensar, hacer y creer”. Como resultado de esa evolución, la conciencia, “en lugar de responder a la voz de una autoridad exterior que le dicta una serie de normas, somete estas últimas a su propio tribunal”. En segundo lugar, la separación que se establece entre lo privado y lo público hace de la religión un asunto puramente personal. Finalmente, el “principio de integración orgánico” sobre el cual reposaban las sociedades tradicionales se derrumba y en su lugar aparece un “principio de estricta separación, que progresivamente conduce a diversas separaciones; entre los tres poderes (…); entre las esferas de lo público y de lo privado, entre el Estado y las Iglesias (…), entre las leyes de la economía y las leyes de la moral, entre la razón y la fe, entre la ciencia y la creencia, etc. El principio de laicidad es el corolario de todo este proceso”. El control que hasta entonces ejercía la Iglesia sobre el mundo se ve cuestionado».

133Jacob Burckhardt, La cultura del renacimiento en Italia, 105.

134Juan A. Mackay, El sentido presbiteriano de la vida: lo que significa vivir y adorar como presbiteriano, 161-162.

135 Ramírez Suárez, Luis Eduardo, «Una historia de la Iglesia Presbiteriana en Colombia, 1993-2013», Ventana Teológica Año 4 (2013): 22-23. https://www.unisbc.edu.co/wp-content/uploads/2020/05/VT05-DIC2013.pdf.

136Abraham Kuyper, Lectures on Calvinism, 17.

137Juan A. Mackay, El sentido presbiteriano de la vida: lo que significa vivir y adorar como presbiteriano, 63; Abraham Kuyper, Lectures on Calvinism, 17.

138 Gabriel Cabrera Becerra, Los poderes en la frontera. Misiones católicas y protestantes, y Estados en el Vaupés colombo-brasileño, 1923-1989 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2015), 16.

139José Ortega y Gasset, Historia como sistema, 10-12; Theo Donner, Posmodernidad y fe: una cosmovisión cristiana para un mundo fragmentado, 18-19.

140George M. Marsden, «Introduction: Reformed and American», 1-12; Mark A. Noll, «The Princeton Theology», 28-30.

141 Diana Luz Ceballos Gómez Ed., Prácticas, territorios y representaciones en Colombia 1849-1960 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2009), 23-28.

Para citar este artículo:Ramírez Suárez, Luis Eduardo. «El talante de los líderes presbiterianos en Colombia». Franciscanum 177, Vol. 64 (2022): 1-36.

**Magister en teología del Seminario Bíblico de Colombia y Doctor en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Rector de la Fundación Universitaria Seminario Bíblico de Colombia, Medellín - Colombia. ORCID 0000-0001-5187-9412. Contacto: rectoria@unisbc.edu.co.

Recibido: 31 de Enero de 2021; Aprobado: 23 de Marzo de 2021

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