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Franciscanum. Revista de las Ciencias del Espíritu

Print version ISSN 0120-1468

Franciscanum vol.65 no.180 Bogotá July/Dec. 2023  Epub Feb 12, 2024

https://doi.org/10.21500/01201468.6217 

TEOLOGÍA

En torno a «Il più santo tra gli italiani, il più italiano tra i santi». Una mirada desde el exterior de Italia y algunos datos adicionales sobre la crónica de una histórica frase sobre Francisco de Asís

Around «Il più santo tra gli Italiani, il più Italian tra i santi». A look from outside Italy and some additional data on the chronicle of a historical phrase about Francis of Assisi

1Universidad Simón Bolívar; Caracas; Venezuela.

2Instituto «Tamga» de Estudios Urbanos; Proyecto El Universo de la Mujer Tártara; Kazán, República de Tartaristán; Federación Rusa.


Resumen

La frase con la que a veces se ha llamado a Francisco de Asís «il più santo tra gli italiani, il più italiano tra i santi» puede causar sorpresa desde fuera de Italia por su afirmación demasiado exclusiva de una nacionalidad. Algunas sugestiones que surgen de la lectura de unas líneas de Jorge Luis Borges orientan un posible sentido de interpretación sobre la representación subjetiva de ideales patrióticos. Además de ello, tomando como base la investigación de Felice Accrocca para determinar el origen de la frase, se observa cómo la segunda parte de esta se encuentra por primera vez en la obra de Vincenzo Gioberti (1843); con ella se buscaba elogiar las cualidades del Santo que caracterizarían un emblema patriótico para la unificación de la Italia. Se completa la breve crónica histórica que expone Accrocca con las vicisitudes de la frase eslogan, en cuanto a su uso ideológico y político, incluyendo la manipulación de la figura del Santo. Sin embargo, la necesidad de precisar otros elementos ausentes en el trabajo de Accrocca lleva al examen de algunos textos con argumentaciones sobre la identificación del amor al prójimo con el amor a la patria. Se indica asimismo cómo la frase inicial se convirtió en memorable retruécano en un discurso de Geremia Brunelli (1882). Finalmente, la proclamación de Francisco de Asís como Patrono de Italia (1939) busca recuperar el sentido de los valores que el Santo ejemplifica más allá de la exaltación patriótica y aun en contraposición con una exacerbación de esta.

Palabras clave: Iglesia; Francisco de Asís; Italia; Nacionalismo; Santo

Abstract

The phrase with which Francis of Assisi has sometimes been called «il più santo tra gli italiani, il più italiano tra i santi» may cause surprise from outside Italy for its too exclusive affirmation of a nationality. Some suggestions that arise from the reading of some lines by Jorge Luis Borges guide a possible sense of interpretation on the subjective representation of patriotic ideals. In addition to that, based on the investigation of Felice Accrocca in order to determine the origin of the phrase, it is observed how the second part of this is found for the first time in the work of Vincenzo Gioberti (1843); with that phrase it sought to praise the qualities of the Saint that could characterize a patriotic emblem for the unification of Italy. The brief historical chronicle exposed by Accrocca is completed with the vicissitudes of the phrase slogan, in terms of its ideological and political use, including the manipulation of the figure of the Saint. However, the need to specify other elements absent in Accrocca’s work leads to the examination of some texts with arguments about the identification of love of neighbor with love of homeland. It further indicates how the initial phrase became a memorable pun in a speech by Geremia Brunelli (1882). Finally, the proclamation of Francis of Assisi as Patron Saint of Italy (1939) seeks to recover the meaning of the values ​​that the Saint exemplifies beyond patriotic exaltation and even in opposition to an exacerbation of it.

Keywords: Church; Francis of Assisi; Italy; Nationalism; Saints

Una introducción con sugestiones borgeanas

Nadie es la patria. Ni siquiera los simbolos (…)

La patria, amigos, es un acto perpetuo (…)

Nadie es la patria, pero todos lo somos

Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante,

ese límpido fuego misterioso.

Jorge Luis Borges,

«Oda escrita en 1966», vv. 10, 21, 37-391

por la patria, sentida en los jazmines

o en una vieja espada,

por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema

Jorge Luis Borges,

«Otro poema de los dones», vv. 68-702

No deja de suscitar discusiones y análisis más o menos detallados e incluso polémicos en el muy móvil contexto del tercer milenio de nuestra era, el abordar los conceptos de patria o asimismo de nacionalidades, con las semejanzas y diferencias tenues o evidentes que pueden existir entre estos vocablos. Sin duda, ambos términos refieren a un especial y entrañable sentido de pertenencia y vinculación raigal con un espacio o territorio, a veces con implicaciones de vivencias comprometidas en la manifestación de una lealtad, y quizás, simultáneamente, a la alusión a un particular y característico compartir de una lengua o un idioma, de comunidades asociadas a lugares e historias; a legados de ancestros y padres; a memorias, imaginarios y anhelos; a sentires, sabores y expresiones materiales e intangibles en el modo de vida que configura una cultura y aun las llamadas tradiciones. Los exilios voluntarios de individuos aislados en apuestas aventureras o salidas forzadas de un país, las mayores y auténticas diásporas debido a circunstancias calamitosas, así como la conciencia asumida de una singularidad cultural que se resiste a que su diferencia distintiva sea ignorada y, aún más, diluida en una superficial homogeneidad gregarista, llevan a la consideración detenida de los sentidos de patria y la identidad de lo que supondría una nacionalidad. Mas no es este el sitio para extenderse en el alcance de las disquisiciones semánticas sobre estas palabras y sus implicaciones. Los versos de Borges que leemos en los epígrafes tal vez sean suficientes por el momento para el interés de estas páginas, al relacionar el sentido de patria con un saber y con una percepción íntima -en ocasiones sentida casi como cicatriz anímica que descubre su forma, como «ese límpido fuego misterioso»- que puden nacer, por ejemplo, de la mirada atenta a un objeto emblemático o de la captación acaso inesperada de un olor único, o tal vez de un sabor o de un sonido o de un acento que despierta evocaciones significativas: una conciencia, una identificación espiritual y un saberse indisociable a un terruño que es el hogar más propio. Pero en la obra del escritor argentino encontramos también otras líneas que permiten interrogar o meditar algo más sobre este concepto hacia ese ámbito subjetivo tan revelador. En el relato Ulrica, texto que invita a diversos y sugerentes derroteros de interpretación, un profesor colombiano y una enigmática mujer nórdica se conocen en una posada de la ciudad de York, entablan una conversación y casi de inmediato una intensa relación que luego tendrá como colofón su encuentro amoroso y quizás mistérico al día siguiente. Se lee en un fragmento de ese diálogo que inicia la mujer de nombre Ulrica:

Me preguntó de un modo pensativo:

-¿Qué es ser colombiano?

-No sé -le respondí-. Es un acto de fe.

-Como ser noruega -asintió.3

Resulta llamativa y curiosa esta manifestación de imposibilidad para intentar explicar la propia y distintiva nacionalidad y asimismo la sutil formulación de una única respuesta -común en ambos personajes-, un irreductible e intransferible postulado individual, la natural opción por una convicción y una creencia íntima, acaso sin pensarla o concebida como una certeza instantánea, que indefectiblemente se transmuta en ser y vida: un acto de fe. De allí las problemáticas consideraciones sobre definiciones en torno a las percepciones sobre la nacionalidad que exigen participar de análogas visiones y sentires que alcanzan lo afectivo y la dimensión espiritual. Las aproximaciones desde afuera a elementos emblemáticos y figuras representativas de una patria tendrán que indagar en la afinidad amplia de este cierto pero inasible espacio de fe, con la conciencia de que siempre adolecerán de limitaciones. Asimismo, ese acto de fe que es indisociable al sentir anímico puede verse afectado y aun configurado o condicionado por los diversos aspectos de un ambiente social e histórico, con sus tensiones políticas y vaivenes ideológicos que tendrán una respuesta compartida y perceptible en una comunidad nacional a través de los hechos y las manifestaciones concretas, pero su innegable reflejo en la íntima convicción que pertenece al ámbito de lo individual exige una atención interrogante sobre certezas y aun dudas o confusos caminos que a veces no pueden expresarse verbalmente. Quizás ese sendero apenas dibujado en preguntas pueda perfilar un bosquejo hacia una visión de ese complejo panorama interior.

Siguiendo en parte este sentido, para un investigador no nacido en Italia, pero especialmente interesado desde el presente en la figura histórica del original santo ecuménico llamado con celebración y afecto il Poverello d’Assisi -el Pobrecito de Asís-, y que lee por primera vez la frase sobre San Francisco «il più santo tra gli italiani, il più italiano tra i santi» («el más santo entre los italianos, el más italiano entre los santos»), escrita de esta forma o con pequeñas variantes4, puede parecer sorprendente por su afirmación quizás demasiado exclusiva de la nacionalidad de un santo de la Iglesia Católica que en verdad ofrece una simpatía de mayor universalidad. San Francisco es apreciado y admirado en diversas latitudes y también por distintas culturas, precisamente por su elección de vida tan extrema como fascinante, así como con un signo y un carácter tan auténticos, que ante la mirada de la mayoría resplandece genuinamente a través de la generosidad, la fraternidad y la búsqueda de la verdadera paz, ideal humano ampliamente compartido. Entonces, ¿por qué reservar esta excepcional figura histórica a los límites de un país y de una cultura, no obstante, su riquísima herencia que se extiende más allá de los límites de un territorio particular? Claro que el legítimo orgullo de una nación debido al singular fulgor de uno de sus hijos es digno de ser celebrado con toda justicia, una actitud que no es para nada reprobable. Sin embargo, el interrogante que se suscita a partir de semejante declaración que enfatiza la nacionalidad hiperbolizada como la característica que se aspira a resaltar, se reitera de algún modo en el cuestionamiento que realizan algunos autores italianos que buscan indagar, con una perspectiva diferente y crítica, aquello que podría explicar en principio el uso histórico de la frase y su destino. Puede verse así lo que apunta Giuseppe Buffon en su artículo «Molto più che solo italiano»5 sobre el libro San Francesco d’Italia. Santità e identità nazionale6, volumen al cuidado de Tommaso Caliò y Roberto Rusconi que recopila distintos trabajos de investigadores que exploran diversos aspectos en torno a la figura del Poverello y su representación patriótica nacional durante el tiempo entre las dos guerras mundiales, acercamientos que abarcan los diversos campos de la historiografía, el arte, el cine, la radio en Italia y su eco también en otros países europeos:

La sola lectura del título del volumen (…) plantea algunas preguntas. ¿Es legítimo hablar de una reivindicación nacional del santo de Asís? ¿En qué términos sería oportuno hacerlo? ¿Qué elementos de su personalidad orientarían este proceso que daría lugar a la apropiación? De ser así, ¿a qué propósitos apuntaría tal operación y en qué áreas debería llevarse a cabo?7

Y Buffon concluye su análisis del libro asomando en forma sintética la intención de esta exclusiva apropiación que respondió a las necesidades de una tensa época de la historia de la nación italiana, la cual buscaba una consolidación a través de los medios disponibles y convenientes que mayormente suelen mover la identificación anímica:

Francisco de Italia: una reivindicación nacional del santo, después de todo, ni siquiera era necesaria. (…) La designación de un Francisco nacional es sin duda el resultado de una construcción historiográfica e ideológica. Sin embargo, como fue una operación exitosa, no parece necesitar más reclamos particulares; en efecto, brindando esa base de univocidad o equivocidad que se convirtió en la palanca para una conciliación entre frentes diferentes y opuestos, llegó a producir una hibridación que continúa hasta el día de hoy como un peligroso y afortunado «equívoco».8

No es el objetivo de las presentes páginas ahondar acerca de la historia de Italia durante el complejo período de la formación y consolidación nacional a partir de la segunda mitad del siglo XIX, y particularmente sobre el tiempo de entreguerras, el surgimiento del fascismo y los aspectos del nacionalismo católico, y además, por así decirlo, cómo funcionó o tal vez cómo se construyó o se hizo uso de la figura del Santo de Asís en la presentación o la justificación de posiciones que concentraban una idea de nación. El volumen Francesco d’Italia ofrece dedicados trabajos con mayor detalle y pertinencia sobre esta cuestión, la misma que ha generado una extensa bibliografía por parte de la investigación historiográfica más especializada9. La intención de estas líneas apenas busca precisar ciertos datos y en lo posible comentar algunos aspectos del origen y crónica de la frase «il più santo tra gli italiani, il più italiano tra i santi».

La célebre expresión devenida en eslogan, con su formulación que enfatiza la nacionalidad, no hace sino referir en un ingenioso retruécano la celebración por las maravillas de Francisco de Asís y su recordada gesta centrada en la península itálica durante el primer cuarto del siglo XIII; con ello, la imagen del Santo umbro se convierte en especial símbolo patriótico de una Italia reunificada desde 1870. Quizás sea oportuno recordar que algunos puntos de vista han querido afirmar el hecho de que determinados personajes -incluso algunos que no han nacido en el territorio particular de una nación-, así como sus obras, pueden ser elegidos como herencia legítima, lo que no sería nada extraño en el campo de la cultura occidental de abundantes intercambios e influencias, elecciones, «préstamos cambiantes» -como diría Mariano Picón-Salas-10, y hasta renuncias. Definir lo que es nacional, o la pura y exacta tradición nacional, no sólo es problemático, sino muy probablemente imposible y en verdad limitado y aun inútil. Pero no es este tampoco el lugar para la discusión sobre la tradición y la cultura, y cómo en ellas existen y viven un conjunto de legados reconocidos y aceptados, a veces incluso impuestos o hasta apoyados y finalmente elegidos por otros «ambientes externos» que se transforman en su curso alejándose de la fuente original.

Volviendo a la frase en cuestión con la declaración sobre «il più italiano tra i santi», nuevamente Borges presenta un interesante fragmento en su conferencia «El libro» que puede servir de contraste para guiar a una perspectiva que permita apreciar algunas implicaciones y quizás relaciones en torno a esta expresión. Discúlpese lo extenso de esta cita que habla sobre escritores nacionales:

Es curioso -no creo que esto haya sido observado hasta ahora- que los países hayan elegido individuos que no se parecen demasiado a ellos. Uno piensa, por ejemplo, que Inglaterra hubiera elegido al doctor Johnson como representante; pero no, Inglaterra ha elegido a Shakespeare, y Shakespeare es -digámoslo así- el menos inglés de los escritores ingleses. Lo típico de Inglaterra es el understatement, es el decir un poco menos de las cosas. En cambio, Shakespeare tendía a la hipérbole en la metáfora, y no nos sorprendería nada que Shakespeare hubiera sido italiano o judío, por ejemplo.

Otro caso es el de Alemania; un país admirable, tan fácilmente fanático, elige precisamente a un hombre tolerante, que no es fanático, y a quien no le importa demasiado el concepto de patria; elige a Goethe. Alemania está representada por Goethe.

En Francia no se ha elegido un autor, pero se tiende a Hugo. Desde luego, siento una gran admiración por Hugo, pero Hugo no es típicamente francés. Hugo es extranjero en Francia; Hugo, con esas grandes decoraciones, con esas vastas metáforas, no es típico de Francia.

Otro caso aún más curioso es el de España. España podría haber sido representada por Lope, por Calderón, por Quevedo. Pues no. España está representada por Miguel de Cervantes. Cervantes es un hombre contemporáneo de la Inquisición, pero es tolerante, es un hombre que no tiene ni las virtudes ni los vicios españoles.

Es como si cada país pensara que tiene que ser representado por alguien distinto, por alguien que puede ser, un poco, una suerte de remedio, una suerte de triaca, una suerte de contraveneno de sus defectos. Nosotros hubiéramos podido elegir el Facundo de Sarmiento, que es nuestro libro, pero no; nosotros, con nuestra historia militar, nuestra historia de espada, hemos elegido como libro la crónica de un desertor, hemos elegido el Martín Fierro, que si bien merece ser elegido como libro, ¿como pensar que nuestra historia está representada por un desertor de la conquista del desierto? Sin embargo, es así; como si cada país sintiera esa necesidad.11

Esta perspicaz curiosidad de Borges ofrece una interesante mirada con algo de su humor. Es claro que probablemente algún lector no concuerde con lo señalado en estos comentarios sobre los escritores nacionales y vea discutible incluso su selección y argumentos. Sin embargo, quizás puedan distinguirse en esta exposición borgeana cuatro elementos para tener presente en la presente indagación. En primer lugar, la visión del escritor representativo de un país no sigue una línea institucional de la forma política gubernamental más o menos general y dominante en una nación, por decirlo de algún modo, pero sí una vía alternativa que abre la posibilidad de ser diferente, o quizás de ser mejor, acaso también con mayor afinidad y más cerca del sentido y deseo de lo que se considera casa. En otras palabras, no es lo mismo el escritor oficial de un estado que el más amado como un hijo, quien en su momento también puede verse representativamente como el modelo más conspicuo de la lengua; quizás, con los años y con la tradición, ambas figuras puedan identificarse, pero ese sentimiento interior de afecto, de deseos más íntimos, y la posibilidad de «leerse» en él, y por supuesto, en la lengua materna, es fundamental. El ejemplo de Cervantes -que en su caso especial por Don Quijote de la Mancha con su singular aventura caballeresca en un tiempo contrario a este espíritu- y el del argentino José Hernández -con su Martín Fierro- son claros en este sentido, al seguir la historia de sus personajes como una afirmación de la búsqueda de la libertad y del ser, a pesar de todo lo que se les oponga en el camino. De cualquier forma, son los diferentes, los disidentes.

Si bien el ser diferente a la tendencia general del país es un aspecto, el segundo lo constituye el sentido de la tolerancia como característica del escritor. La amplitud del alma de Cervantes, y también de la de Goethe -con su espíritu cosmopolita- parece acoger distintas visiones como ciudadano de un mundo más grande, pero que no excluye el amor por la propia tierra.

La tercera característica es esa atipicidad en la forma de su escritura que no permite una clasificación obvia, pero que parece generar una impresión diferente en el país. Es una especie de alegre sorpresa que se sepa con certeza mirar a Shakespeare y a Víctor Hugo como extranjeros en su tierra, donde el público lector espera buscar con cada autor y con la expresión particular de su escritura un universo que siempre se hace más grande dentro de los límites de cada nación. Parece una paradoja que aquella escritura como la de un extranjero invite a sus compatriotas a sentirse siempre como en su propia casa, a veces como en una primera mirada al hogar.

Finalmente, Borges describe lo que llama el antídoto. Lo diferente, la apertura tolerante, la atipicidad confluyen en la idea de una necesidad que al mismo tiempo es una toma conciencia de las propias limitaciones y defectos, y también la elección de una figura diferente que permita aspirar o construir un remedio ideal contra aquello que no se desea que permanezca en uno y quizás esboce la oportunidad de ser más y mejor.

¿Pueden percibirse estos cuatro elementos en la designación de Francisco de Asís como el santo más italiano? ¿Qué podría significar y qué finalidad podría tener este título nacional? Es conveniente ver un poco de historia con la revisión de algunos datos.

1. Crónica breve de una frase. Algunos elementos y comentarios sobre la caracterización de un sentimiento de patria

Hace unos años, el 2 de octubre de 2012, con motivo de la celebración anual en torno al Poverello de Asís, en la sala Zuccari del Palacio Giustiniani del Senado de la República en Roma, el historiador del franciscanismo medieval y Arzobispo de Benevento, Felice Accrocca, en un estudio especial «encargado por los frailes del Sacro Convento de Asís», mostró el origen de la frase «il più santo tra gli italiani, il più italiano tra i santi», y que con mucha frecuencia ha sido vinculada con la declaración eclesial de Francisco de Asís como patrono de Italia en 1939, y también relacionada impropiamente con los discursos del Papa Pío XII y hasta del Duce Mussolini:

En realidad, la frase, al menos en la primera parte (sic), es mucho más antigua de lo que se cree: se debe precisamente a Vincenzo Gioberti, quien lo acuñó en su obra más célebre, De la primacía moral y civil de los italianos.

Gioberti se esforzó por definir las características del genio nacional tal como se había producido gracias también a la importante influencia del papado, al que estaba indisolublemente ligado el destino de Italia. A sus ojos, Italia se presentaba, así, como una nación güelfa cuya reunificación pasaba por el restablecimiento del poder del Papa que, bajo su presidencia, debería reunir a los estados italianos en un nuevo sistema federativo. En páginas vibrantes, aunque a veces convulsas y caóticas, Gioberti esboza la primacía de los italianos con respecto a la acción (parte I) y con respecto al pensamiento (parte II). Al exaltar la sabiduría y también la grandeza humana de los santos cristianos con respecto a la sabiduría y grandeza pagana, escribió: «¡Qué común sencillez, pero hermosa y grande, de afectos y obras, en Francisco de Asís, que es el más amable, el más poético y el más italiano de nuestros santos!».12

Accrocca comenta, además, que Gioberti, con estos elogios al Santo que concluye con la célebre frase, «une así la persona de Francisco al genio italiano, del cual el Assisiate se convierte, en el contexto de la santidad, en la máxima expresión».13

La frase sobre San Francisco probablemente fue escrita por Gioberti hacia 1842, si seguimos la fecha de la dedicatoria a Silvio Pellico que precede a Del primato morale e civile degli italiani, cuya primera edición es de 184314. La fortuna en el recuerdo posterior de la afirmación concentrada en «il più italiano de’ nostri santi!» resulta curiosa al leer el fragmento de donde surge y en el que no hay limitación de adjetivos potenciados con el adverbio «più» (más), al calificar las cualidades y a las virtudes humanas excelsas de diversos santos de orígenes y naciones distintas entre las que se incluye a Italia: el «più intrepido e costante» «difensor degli oppressi» y «dei diritti ecclesiastici» como Thomas Becket (inglés); Juan Crisóstomo (bizantino) «creatore di un’eloquenza patetica e soave»; el Papa Gregorio VII y el Cardenal Carlos Borromeo (italianos) como máximos «riformatori» de la Iglesia; el «potentissimo» «agitatore di popoli a difesa del giusto e del santo» Bernardo de Claraval (francés); «l’umiltà decorosa» y la «squisita e moltiforme sapienza» con su «ingegno divino» que esplenden en Agustín (bereber-romano); la «dolce moderazione ed equabilità di animo e di vita» en Felipe Neri (italiano) y Francesco de Sales (francés); la ternura y energía incansable en las acciones maravillosas sin exhibicionismo de Juan de Dios (portugués-español), Juan de Mata y Vicente de Paúl (franceses); la «magnanimità di spiriti», «audacia concetti» y «prudenza di esecuzione» en Domingo de Guzmán, en Ignacio de Loyola (españoles), «e nel più illustre de’ suoi discepoli»15. La experiencia de vida en el tiempo que le tocó vivir a cada uno de estos santos y la expresión particular de su ser y de su obrar se concretan, sin duda, en sus virtudes ejemplares. Por eso parece clara la caracterización de Francisco de Asís como «il più amabile», por su singular espíritu de fraternidad que se extiende por igual -¡y universalmente!- a todos los hombres, mujeres y seres creados, con su trato excepcional lleno de amor, bondad y con genuina y atenta cortesía, que es «propiedad de Dios», como dirá el Santo de acuerdo a la tradición16. De igual forma se puede convenir con la designación del «più poetico», pensando en cómo se llamaba a sí mismo el «giullare di Dio»17, y sobre todo por haber compuesto, para celebrar y loar al Señor y su inmenso amor, el Cantico di fratello Sole, la primera composición poética en lengua vulgar (umbro) realizada por un autor conocido en la literatura italiana. ¿Pero por qué la afirmación definitiva, por decirlo de algún modo, del «più italiano»? ¿La opción por la escritura en la lengua popular lo hace tan cercano a un sentido de italianidad? Y, retomando un poco a Borges, ¿la apertura universal y amorosa, esa singular amabilidad lo convierte en lo que es propiamente italiano? Aunque se desee, la expresión como corolario no parece deducirse de inmediato, ni siquiera como una consecuencia necesaria de las consideraciones anteriores, sino solo por el afecto. Quizás este sentimiento de cariño y simpatía sea una herencia de muchos años en la península, pues, como dato curioso, en el siglo XV, San Bernardino de Siena en uno de sus sermones llamaba «italiano» a San Francisco de Asís: «Franciscus Italicus est huic patronus»18, lo que ya había sido advertido en 1926 por el padre Nazario Rosati al apuntar cómo el predicador y misionero franciscano se había adelantado a Gioberti con esta designación19.

Después de fijar el inicio de la formación de la frase con Gioberti, Accrocca en su artículo, al hablar de la visión en torno al Santo durante el siglo XIX, alude a la compleja situación de fe y fervor patriótico de los católicos italianos durante el Risorgimento y el clima posterior de la reunificación, extendiéndose hasta la celebración del séptimo centenario del nacimiento de Francisco de Asís en 1882. Justamente ese año especial resulta clave en una renovación de la visión del Santo y asimismo su conexión con una italianidad. Así Accrocca refiere que, con motivo de la importante fecha festiva, Fray Ludovico da Casoria escribe distintas cartas de exhortación a la caridad para organizar durante el 4 de octubre, el día dedicado al Santo, un banquete para los pobres de las diversas ciudades italianas en honor al Poverello, y en el texto de una de sus misivas, con data del 3 de agosto, se aprecia una evidente referencia a la expresión de Gioberti -aunque sin citarlo-, alusión puntual que establece una conveniente necesidad de vinculación entre los dos adjetivos potenciados, el que califica su característica virtud de amabilidad y el que indica la nacionalidad: «S. Francesco, che pure detto il santo il più amabile e il più italiano»20. Sin duda, la efeméride natalicia del Santo en siglo XIX es un momento crucial para que la expresión pueda adquirir la forma como la conocemos hoy. De hecho, con la celebración, se propicia la publicación de varios estudios históricos, con la posterior revisión crítica de las primeras biografías y la llamada Cuestión franciscana, más precisamente con la edición de Vie de saint François de Paul Sabatier en 1894. Ciertamente, además de los nuevos cursos de investigación, la polémica respuesta italiana en relación con este trabajo realizado fuera de las fronteras de la península, y, por lo tanto, considerado como una interpretación «extranjera», no se hizo esperar con la afirmación de la defensa de una «primacía de los estudiosos italianos» a través de un discurso patriótico de Michele Faloci Pulignani en Foligno el 3 de octubre de 190221. Para Accrocca, los señalamientos de Pulignani tienen una influencia decisiva en el artículo «Per san Francesco d’Assisi» de Enrico Filiziani publicado poco tiempo después en el periódico católico La Vera Roma, el 18 de enero de 1903: «¡Que nadie se atreva a tocar con indigno y vil pincel una de las obras maestras de la gracia! Que San Francisco permanezca, tal como la realidad nos lo presenta, el más santo de los italianos, el más italiano de los santos»22. La apropiación patriótica -y también antiprotestante-, por así decirlo, del Santo parece más que evidente en esas vehementes líneas con el pequeño cambio en las preposiciones de la frase y con ello, afirma Accrocca, la expresión adquiere definitivamente «su forma completa con la que se transmitiría en el futuro»23. En esta sección de su artículo, Accrocca concluye aquí la crónica en que la expresión sobre la italianidad del Santo llega a los primeros años del siglo XX, y así sintetiza la caracterización de los tres períodos de formación de la frase eslogan tal como lo conocemos:

Nacido como una invitación a redescubrir la grandeza italiana, utilizado más tarde para reafirmar el derecho de los católicos a la ciudadanía, ahora fue anunciado contra un estudioso que reveló la molestia causada por el hecho de que un extranjero no católico se hubiera aventurado a estudiar un santo católico e italiano como nunca antes. «Sé italiano» (Gioberti); «Nosotros también somos italianos» (polémica posterior al Risorgimento); «Manos fuera del santo italiano» (polémica antisabatieriana): el triple eslogan puede resumir eficazmente el desarrollo ideal que esta definición se proponía transmitir al gran público.24

Sin duda, la publicación de la frase en el artículo periodístico de Filiziani determinó su circulación y su divulgación más amplia en los diversos ambientes. Pero si bien es necesario reconocer la valiosa información presentada por Accrocca y la interesantísima hipótesis conclusiva sobre los sentidos ideológicos en torno a la figura de San Francisco, desde otra perspectiva resulta necesaria la incorporación de otros datos pertenecientes a algunos textos del siglo XIX que le darían un mayor y preciso alcance a aquella investigación.

Parece claro que el factor central para la configuración definitiva de la frase en su fórmula de retruécano es anterior al inicio del siglo XX y está más relacionado con la segunda fase que Accrocca llama «controversia post-Risorgimento», es decir, con la reafirmación del patriotismo italiano en la que los católicos quieren ser incluidos en la activa vida pública nacional con todo derecho, quizás con ese intento que aspira a fusionar el amor por Iglesia y amor a la patria italiana representado en la imagen del Santo de Asís, lo que ya se aprecia particularmente en los textos de Gioberti y que continúa con variada manifestación hasta el séptimo centenario del Poverello. Llama la atención cómo elementos de ese espíritu pueden observarse en al menos dos publicaciones con fechas históricas claves para la formación de la nación italiana, a pesar de las graves tensiones durante la Cuestión Romana, en el conflicto entre la Santa Sede y el Estado unitario a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Así se aprecia en forma patente al leer el libro de autor anónimo, que presume poder «representar lo mejor de la opinión universal», La Chiesa e l’Italia, y que fue dedicado «a Pío IX, a Napoleón III, a Víctor Manuel, al Parlamento italiano», solo un año después de la instauración del Reino de Italia: «Si el precepto del amor a Dios se encarna principalmente en la Iglesia, el precepto del amor al prójimo se encarna principalmente en la patria...»25.

Y esta afirmación parece vincularse con tantos artículos que son recogidos durante la próxima década en la revista jesuita quincenal La civiltà cattolica, publicación en la que puede percibirse la defensa del mundo católico contra los ataques del liberalismo que se concentra en la actitud del anticlericalismo (los liberales llaman a los católicos «clericales», un «epíteto oprobioso», y «con este nombre se refieren precisamente a los amantes de la Iglesia»26), particularmente en la visión de la patria italiana: para los liberales «como bien supremo y absoluto»27, para los católicos, indudablemente un bien, pero como derivación filial del amor de Dios y al prójimo. «L’amore della Chiesa e l’amore della patria», texto sin firma incluido en esta revista en 1875, explica en forma ejemplar y detallada esta posición, la conciliación de los dos amores. El artículo aparece luego de la «breccia di Porta Pia» y la disolución de los Estados Pontificios, y a solo un año de la reiterativa declaración Non expedit de Pío IX -esta vez desde la Sagrada Penitenciaría en una comunicación a los obispos italianos-, en la que se insta a los católicos a no participar en la vida pública del Reino de Italia, porque eso sería un reconocimiento de ese estado nacional, después de la «usurpación», y de sus leyes expresas y extremadamente laicistas:

Entonces, el amor a la Iglesia y el amor a la patria no solo no son opuestos, sino sumamente concordantes, y de tal manera que uno y otro se acercan. Forman una síntesis indisoluble. (…)

El amor a la Iglesia y a la patria no solo no son opuestos, sino que están tan íntimamente ligados, que uno y otro se encierran; porque no se puede amar a la Iglesia sin cumplir sus preceptos, entre los cuales ciertamente está el amor a la patria; ni se puede amar a la patria, sin querer primero el más alto de los bienes, que es ser hija dilecta de la Iglesia.

El amor de la Iglesia se identifica con el amor mismo de Dios; ya que la Iglesia es el cuerpo de Cristo, y Cristo es su cabeza. El amor a la patria es una extensión del amor doméstico. Por tanto, es claro que este segundo está subordinado al primero, así como todo otro amor está subordinado a él, incluso el del propio padre, y aun el de uno mismo.28

Esta constante y esencial corriente de pensamiento y de afecto que trata de hacer posible la experiencia simultánea de ser católico y de ser patriota italiano, puede completarse con algunos datos que lamentablemente Accrocca no incluye en su trabajo investigativo, quizás por la exigencia de la brevedad de la publicación. Así, entre ellos, podemos recuperar aquello que ya había sido indicado con pertinencia por Tomasso Caliò en su ensayo «Santi d’Italia» cuando hace alusión a una expresión de Francesco Prudenzano en 1857, antes de la unificación italiana, y que nos parece que no puede pasar sin observación en la línea cronológica de la construcción de la frase objeto de nuestro estudio29. Prudenzano, en su libro Francesco d’Assisi e il suo secolo considerato in relazione con la politica, cogli svolgimenti del pensiero e colla civiltà, llamó al Poverello «l’Apostolo della civiltà»30 -de la paz, el amor y la fraternidad- y también el «più grande e più popolare Santo Italiano»31. Y en su texto de elogio a Francisco que busca mostrar la impronta y la influencia de la obra del Santo de Asís y de sus discípulos en el curso histórico de la ciencia, la filosofía, el arte y la literatura de la civilización, el autor también agrega otra interesante exhortación: «¡Piensa, pues, oh pueblo italiano, cómo de la sabiduría de tus padres y del apostolado de Francisco de Asís vino al mundo tu civilización!»32. Llama la atención que este propósito del libro de Prudenzano tiene un eco particular -quizás no expresamente intencional, pero sí como una coincidencia que revela lo constante en una visión similar de estas convicciones- en la Carta Encíclica Auspicato concessum que el 17 de septiembre de 1882 León XIII dedica a San Francisco de Asís y a la Tercera Orcen Franciscana y su necesaria acción en el mundo, documento que Accrocca también registra en su investigación histórica sobre la frase. Conviene citar un fragmento de la encíclica del Sumo Pontífice, también terciario franciscano, y en el que se destacan los aportes y beneficios del Poverello en la civilización y en la aspiración a una sociedad mejor y posible:

Pero más que cualquier otro país, Italia está en deuda con Francisco, y siendo aquella particularmente el teatro de sus virtudes, experimentó sus efectos benéficos más que nunca.

En verdad, en tiempos de opresión y de prepotencia, extendió constantemente su diestra al débil y al oprimido; y, rico en la suprema pobreza, nunca dejó de aliviar la indigencia de los demás, olvidando la suya.

En sus labios la naciente lengua italiana conoció sus primeras expresiones; en sus cantos populares expresó esa fuerza de caridad y poesía que la posteridad culta no consideró indigna de admiración. Pensando en Francisco, el genio italiano más calificado obtuvo su motivo de inspiración, tanto, que grandes artistas compitieron en componer sus obras con pinturas, esculturas y tallas. Alighieri encontró en Francisco material para sus versos más fuertes y gráciles; Cimabue y Giotto por sus inmortales composiciones, dignas de las luces de Parrasio; ilustres arquitectos de grandes obras como la tumba del Poverello o la Iglesia de Santa María de los Ángeles, que ha sido testigo de muchos milagros. A estos santuarios acuden peregrinos de todas partes para honrar al Assisiate, padre de los pobres, a quien, al despojarse de todos los bienes terrenales, afluyeron por la misericordia divina abundantes dones celestiales.

Por tanto, es claro que bastó este hombre para colmar de innumerables beneficios a la sociedad religiosa y civil. Pero ya que su espíritu esencialmente cristiano se adapta maravillosamente a las necesidades de todos los tiempos y lugares, no hay que dudar de que las instituciones de Francisco volverán a ser provechosas incluso en nuestra época.33

De nuevo la celebración del séptimo centenario del nacimiento del Santo se presenta como el hecho crucial. Pero, a diferencia de la exposición de Accrocca que encuentra a comienzos del siglo XX la formulación íntegra de la expresión «il più santo fra gli Italiani, il più italiano fra i santi», precisamente en aquel año de 1882, casi dos décadas antes del artículo de Filiziani, y justo un mes después de la promulgación de la encíclica de León XIII, se publica un discurso en el que aparece por primera vez -al menos en lo que la presente investigación ha logrado alcanzar-, la famosa frase sobre Francisco en su forma ya completa, aunque con una pequeña variante que hace pensar en la posible originalidad de una nueva formulación. El discurso fue pronunciado en la Chiesa Nuova de la ciudad natal del Santo con el título La Gioventù di S. Francesco d’Assisi, y su autor fue Geremia Brunelli, sacerdote, poeta, profesor de Bellas Letras y Maestro de Retórica en el Seminario de Perugia, y director fundador en 1876 del periódico semanal Il paese; coincidentemente ambos institutos eran muy queridos por el Cardenal Vincenzo Gioacchino Pecci durante su obispado perusino antes de convertirse en el Papa León. El texto de Brunelli parte de la confirmación del carácter universal del Santo para concentrarse en el particular patriotismo italiano:

...y Francisco de Asís, el santo de la paz y de la caridad, es recordado con cariño por los hijos del cisma y la herejía e incluso por las lenguas del judío y del musulmán. Pero no me acuséis de audaz temeridad en todo si, invitado por estos buenos padres, accediera a hablar hoy, al final de la fiesta del centenario en Asís, de Francisco, el más santo entre los italianos y el más italiano entre los santos, y aquí, en este mismo sitio, donde fue concebido y nació, donde creció de niño y se educó de adolescente, y donde permaneció hasta concluir su juventud...34

Surge la pregunta sobre por qué Brunelli, el profesor-editor que probablemente estaría atento a hacer citas textuales en forma correcta, no utiliza comillas o cursivas para los caracteres de la frase en cuestión -a pesar de las pequeñas variantes señaladas- y tampoco aluda a Gioberti -aunque sí lo hace en las páginas siguientes, pero por razones distintas- y no vincula la expresión con el autor de la obra Del primato morale e civile degli Italiani. ¿Ello significa, quizás, que la frase había llegado a ser una suerte de lugar común ya en aquel tiempo? ¿O el dicho de Gioberti, convertido en una conocida expresión especial, se amplió como quiasmo en sus dos partes en secuencia como un juego de palabras para el recuerdo? El hecho es que, al momento de escribir este artículo, todavía la frase no ha sido encontrada con su formulación ya completa en ningún documento anterior a aquel texto de Brunelli. ¿Acaso podemos pensar que este asume la expresión de Gioberti ya conocida, y en su gusto de poeta elaboró ​​por primera vez, con las mismas palabras de elogio al Santo, un retruécano con su efecto retórico dentro del discurso que pronunció ante los jóvenes?

Por otra parte, es interesante que Brunelli, antes de escribir la frase, menciona diversas religiones y credos, incluso aquellas diferentes y a veces «antagonistas» al catolicismo -por decirlo de algún modo-, pero que aprecian a Francisco y celebran su extraordinaria forma de vida admirable en distintos ambientes. De este modo, el profesor del Seminario de Perugia continúa sin vacilar en reafirmar el patriotismo del Santo y su construcción de la civilidad con adjetivos en superlativos de quien para él es «el más popular y el verdadero resucitador de la democracia cristiana; el principal artífice de la época gloriosa de los municipios; el primer poeta italiano y el más digno de reconocimiento en la literatura y las artes italianas»35. En su indubitable afirmación patriótica, no ve obstáculos en referir la justa visión de otros grupos de fe, también cristianos pero que no son católicos, lo que contrasta con la apropiación patriótica antiprotestante de la frase que observa Accrocca para los años iniciales del siglo XX. Mas continuemos con el discurso dirigido a los jóvenes italianos que asisten a la fiesta del Santo, en el que se intenta exaltar el sentido de la patria y su conexión con la religión católica con alusiones directas a Vincenzo Gioberti y Tullio Dandolo:

El hijo del mercader de Asís fue, incluso en los peligros, amante de la patria, de las armas, de las batallas; ¿pero yo no sé, oh jóvenes italianos, a qué os invito a realizar esta ofrenda, si os recomiendo que también busquéis vuestro honor y el de vuestra sangre, si os predico el amor por esta sagrada tierra italiana, nuestra dulcísima y gloriosa patria? Si amáis la patria, amáis esta gran madre de héroes, amáis su grandeza, su libertad, su independencia, y si queréis os digo también, su unidad; pero amadla como la amó el ardiente hijo de Pietro Bernardone, es decir, en su verdadera grandeza que es la de la Religión de sus antepasados (…)

Os recuerdo, oh jóvenes, esperanzas de la patria, que Italia nunca podrá levantarse y mantenerse en la verdadera grandeza si no existe una forma en esa religión Católica que la ha hecho grande y maestra de civilización para los pueblos.

Cada uno lleva escrito en la frente nuestra verdadera Tau, concebida por Dandolo: -Ante todo soy católico e italiano-. Y como mártir, ante el tirano que le preguntó por su nombre, fue intrépido en repetir: -Mi nombre es cristiano, mi apellido es católico-; de modo similar, cada uno de nosotros con la cara abierta no se avergüence de gritar: mi nombre es italiano, mi apellido es católico.

Vincenzo Gioberti dijo lo mismo cuando sentenció: que -si otros pueden ser católicos sin ser italianos; no se puede ser perfecto italiano por todos lados sin ser católico; ni gozar merecidamente del primer título sin participar del esplendor del segundo-. ¡Oh, qué bello amar así, oh señores, a la Fe y a la Patria y empuñar las armas por ambas-; tan verdaderamente una es inseparable de la otra, si es verdad que la Patria es nuestro prójimo, y la Fe es nuestro Dios, de modo que diligit Deum diligat et fratrem suum. Francisco así lo entendió desde el alba de sus días, y por eso para él la defensa de su tierra era la defensa de la Fe...36

Brunelli sin duda se encuentra en la tradición que identifica en un primer término el amor a la patria con el amor al prójimo. Pero en aquello que podría relacionarse aún más con el fervor entusiasta por el nacionalismo italiano, Brunelli busca interpretar, acaso convalidar linealmente desde la futura y reconocida santidad del Poverello, los hechos juveniles de Francisco y su participación en eventos o sucesos que recoge la historia antes de su conversión, y así los considera, de acuerdo al contexto medieval del espíritu guerrero de los siglos XII y XIII, como la expresión de un patriotismo ejemplar que nace de una genuina fe: los conflictos en su ciudad entre los boni homines y los homines populi -maiori y minori, nobleza y «pueblo»- que integrarán el Comune, así como entre las ciudades vecinas y rivales de Asís y Perugia en la tensión y enfrentamiento entre el Papado y el Imperio, junto con el recurrente movimiento de las Cruzadas. Quizás ingenuamente teñido y sesgado por la pasión por su tierra, sobre todo considerando la elección de vida de Francisco tras su fallida aventura caballeresca en Spoleto, este pensamiento indudablemente está en sintonía con la ola de convicción sobre la patria nacional y su vínculo con la religión que los escritores precedentes han explicado con detalle, cuyas ideas entran en el siglo siguiente para formar parte también de los argumentos de defensa patriótica en el ambiente prebélico e incluso en pleno conflicto de la guerra internacional.

La convicción patriótica asociada al Santo de Asís es exactamente lo que también veremos durante los años de la Gran Guerra en un franciscano apasionado que tendrá un importante poder comunicativo en el uso de los medios durante la primera mitad del siglo XX. Algo más de tres décadas después del discurso de Brunelli, el Padre Vittorino Facchinetti, OFM -futuro Obispo titular de Nicio y Vicario Apostólico de Tripolitania (1936)-, publica en 1916 -aunque sin escribir de modo expreso su nombre como autor- el libro dedicado a la vida de Francisco de Asís Il patriottismo del cavaliere umbro (studio storico)37, un sugestivo título que desea subrayar precisamente el amor del Santo por la patria vinculándola con la atractiva y admirable imagen del guerrero combatiente a caballo. Alude, así, a una figura inspiradora de plenitud humana en los gestos y actos, que se fija como heroica cuando comienza su empresa de aspiración caballeresca en la salida hacia la Puglia; y aunque esta aventura luego quedará inconclusa y frustrada, Facchinetti, en forma parecida a Brunelli, la matiza y aun la valida a la luz del ulterior camino de conversión y santidad del hijo de Pietro Bernardone.

Apenas al iniciar esta obra, Facchinetti dice sobre Francisco que ha sido definido como «il più santo fra gli italiani, il più italiano fra i santi»38, e inmediatamente añade una nota al pie de página mostrando desde aquel momento el problema de identificación del autor de la célebre frase que ya entonces empieza a convertirse en un misterio a indagar, lo cual es interesante cuando miramos cómo, casi cien años después, se había mantenido una situación similar en la investigación sobre el tema. Señala el sacerdote escritor y futuro comunicador radiofónico: «Creo que esta frase histórica es de Cesare Cantù, pero no se puede excluir la posibilidad de que sea de Dandolo, de Gioberti o de cualquier otro. No importa cuánta investigación haya hecho, no he alcanzado a precisar su paternidad»39. Facchinetti reiterará su interrogante en otro ensayo que se publicará diez años después con motivo de la celebración del séptimo centenario de la muerte del Santo, pero esta vez incluirá a Niccolò Tommaseo entre los posibles autores40. Facchinetti relaciona la famosa frase con el Neogüelfismo y también con el pensamiento católico de los años posteriores al Risorgimento, porque la italianidad y, por tanto, la conexión de un sentido patriótico con la figura de San Francisco son congruentes con las ideas elaboradas por los escritores de entonces, lo que ya hemos visto en particular con Gioberti. Pero debemos hacer notar que Facchinetti no solo se refiere a la última parte de la frase, «il più italiano fra i santi», sino precisamente a la expresión completa con el retruécano, lo que podemos contrastar con la cita del artículo de Enrico Filiziani en 1903 que hace Accrocca41. De hecho, en el trabajo que escribe Nazario Rosati para el mismo volumen colectivo que festeja el séptimo centenario en 1926, puede intuirse de algún modo cómo solo se tendría noción de la expresión de Gioberti concentrada en llamar «italiano» a San Francisco42, lo que podría sugerir que Facchinetti estuviera principalmente pendiente del origen del quiasmo y su juego de palabras. La frase histórica integrada en sus dos partes, con una impronta similar a la que leemos por primera vez en el discurso de Brunelli en la celebración del séptimo centenario del santo, es la que ha quedado en la memoria.

Naturalmente, Facchinetti hace ciertas referencias a la Gran Guerra, contemporánea a la redacción de esta obra, y también realiza algunas alusiones a la patria, con un espíritu nacionalista e incluso quizás militar, tratando de ver a Francesco como una forma representativa de ella, como un caballero umbro saliendo a la aventura. Así escribe: «¡Verdadero y genuino patriotismo!... Y ante todo debemos estar convencidos, queridos lectores, que este patriotismo, o amor a la patria, nos es impuesto como un deber sagrado por la naturaleza y por la religión»43. Y estas afirmaciones no dejan de suscitar algunas preguntas: ¿Cómo un fraile menor, seguidor de la forma de vida de Francisco, el santo fundador de las tres órdenes heraldos de la paz y la fraternidad, ve con tanto ardor este sentido del servicio traducido en verdadera lucha o defensa de la patria? ¿Cómo combinar las dos posiciones? En las primeras biografías del Santo escritas en el siglo XIII, la palabra patria es esencialmente asociada al amor y al deseo de Francisco por la «patria celeste»44, y apenas hay una mención específica sobre las futuras acciones en su terruño natal, Asís, solo después del retorno de Spoleto, y antes de su cambio definitivo de vida, cuando «declaraba que ya no le importaba descender a la Puglia, sino realizar nobles y grandes empresas en su patria»45. Pero Facchinetti insiste en su visión de Francisco y su donación apasionada a cada evento de su vida, y en forma específica a la patria: antes en la vida en el Comune de Asís que lo llevó a comprometerse en batallas, después y definitivamente como seguidor de Jesucristo en la práctica de la predicación del amor fraterno a través de la vida y la palabra, y que luego una tradición contempla con la imaginación metafórica o simbólica de la milicia de Cristo. «Amó a su patria, siempre, y la sirvió con el mismo entusiasmo, en tiempo de guerra y en tiempo de paz»46, concluye el sacerdote escritor. Tal vez el autor fue capturado por la fascinación de la imagen de Francisco útil para escribir sus ideas sobre el amor a la patria que siempre debe expresarse como una suerte de batalla, incluso en el caso de la singular aventura de Francisco que lo llevó a la santidad en el seguimiento amoroso de Jesús, en la pobreza y en el cultivo de la fraternidad con todos los seres humanos y con la Creación entera; una idea en la que Facchinetti de nuevo insistirá durante la celebración del séptimo centenario de la muerte Poverello: «Será con otras armas, en otra milicia, por otro ideal, que él combatirá, pero continuará siempre en su buena batalla por la redención y la salvación de su país»47. No es extraña al pensamiento esta concepción generalizada de ver el continuo esfuerzo en la fidelidad del camino como una lucha en la que se superan obstáculos y oposiciones; a veces como un encuentro para vencer la propia debilidad y los enemigos íntimos del alma que aspira a la perfección. En esta lógica afectiva, de la lucha como la definición de una empresa de vida que se manifiesta también en la defensa del ámbito interno del alma, sus valores y sus afectos, se extiende en la defensa de la patria como un amor especial al prójimo representado en el país: su tierra, sus habitantes, aquello que se cree su territorio. El espíritu heroico que implica fidelidad en los valores, se traduce con frecuencia en la expresión concreta de la acción por la patria, un paso más cercano al guerrero, sea metafórico, simbólico o real.

Como podemos ver, la crónica de casi tres cuartos de siglo sobre los autores que con loas y encomios han buscado celebrar la italianidad de San Francisco de Asís y cómo él puede ser un elemento de definición y a la vez aglutinador de los intereses de un pueblo o de un país, se ha ido transformando con la suma de diversas visiones. Así, hemos realizado un recorrido con documentos históricos que va desde el punto de partida en torno a las virtudes descritas por Gioberti sobre la amabilidad y la calidad sublime de la civilidad que se pueden apreciar en la figura del Poverello de Asís, hasta la concreción, quizás demasiado reducida, de la representación del patriotismo y de sus límites, e incluso del nacionalismo extremo. El estudio de Accrocca apunta específicamente este aspecto en la alusión al itinerario de guerra de Gabriele D'Annunzio que registra en sus Taccuini de 1917, un año después de la publicación del librito de Facchinetti Il patriottismo del cavaliere umbro. En la noche del día del Santo, entre el 4 y el 5 de octubre, escribe el poeta y militar italiano una arenga guerrera «franciscana» a sus compañeros de la incursión aérea sobre las Bocche di Cattaro (Bocas de Kotor):

Es la noche de San Francisco, del más italiano entre los santos, del más santo entre los italianos. El Seráfico es el santo patrón de las «travesías de ultramar». Partiendo de Ancona para ir a Tierra Santa, él de hecho trazó en el mar la línea de nuestra ruta celestial. Pero yo os digo que esta noche hará de su capucha un ala y la extenderá con su cordón.48

Un par de años más tarde, D’Annunzio utiliza de nuevo la frase en un exaltado discurso nacionalista que dirige a un numeroso público romano desde la terraza del Campidoglio en Roma49, y en su arenga reclama Fiume (actual Rijeka) y Dalmacia como territorios italianos. Tres meses después el escritor militar guía la Impresa di Fiume, la expedición de 2.500 legionarios ex combatientes italianos nacionalistas voluntarios para anexar al Reino de Italia la ciudad adriática de la península balcánica. Finalmente, Accrocca observa con pertinencia este hecho y así afirma: «Francisco se ve constreñido así a dar un paso más, es decir, a convertirse en instrumento para la exaltación de un nacionalismo incluso rudo»50. Y el historiador arzobispo añade cómo la frase al modo de D’Annunzio se extendió aún más con la celebración del séptimo centenario de la muerte del Santo, y cómo ello era un tema recurrente en la retórica fascista, un hecho lamentable que el papado quiso prevenir como un grave peligro:

Por supuesto, más que cualquier otra cosa, para difundir esta nueva clave de lectura de la italianísima santidad de Francisco debió incidir el gran discurso que D'Annunzio pronunció en el Campidoglio (…)

En los años siguientes, esta referencia retornó de manera casi obsesiva, para mirar al Santo de Asís como el símbolo del renacimiento italiano, a pesar de la advertencia temperante de Pío XI: el 30 de abril de 1926, en efecto, con motivo de la recurrencia ocho (sic) veces centenaria de la muerte de Francisco, el pontífice publicó la encíclica Rite expiatis, en la que advertía de los riesgos de una lectura nacionalista. La advertencia fue clara, viniendo de un Papa del que ciertamente no se puede decir que le faltase claridad. Pero estaba destinada en permanecer en buena parte ignorada, tanto dentro como fuera de la Iglesia.51

Accrocca menciona, como prueba de esa corriente que fusionaba a los aires fascistas y se hacía oídos sordos a las advertencias del Papa, dos libros publicados en 1926, escritos por religiosos, y cuyos títulos son elocuentes en este sentido: Il patriottismo di frate Francesco de monseñor Aristide D’Alessandro, OFS y sacerdote diocesano, y Francesco d’Assisi il più italiano del Santi de Ginepro da Pompeiana, OFM cap.52

Epílogo

En uno de sus cuentos, con una frase no exenta de ironía, Borges califica al patriotismo como «la menos perspicaz de las pasiones»53. Por supuesto, la ingeniosa expresión asociada a la anécdota y su evidente crítica no es el aspecto central en el contexto de ese relato y tampoco aparece como un ataque preciso destinado a algún personaje, sino que se formula en una conveniente y congraciadora estrategia de acercamiento. Sin embargo, la precisión y la claridad de esta especie de caracterización de ese sentimiento permiten observar un inquietante tono colorido como movimiento del alma. El patriotismo, si bien puede partir de un afecto genuino y también justo por el país de nacimiento o pertenencia, en el exceso de amor la mirada puede nublarse y, al mismo tiempo, la razón, en una escogida estrechez, escapa o tiende a eludir cualquier tipo de consideración que pueda menoscabar la intensidad del sentimiento dirigido hacia la patria, una forma de afectiva devoción que se presenta como indiscutible y necesaria. Esta falta de objetividad y a la vez de simplificación de ese sentir que borra cualquier tipo de actitud atenta e ignora todo tipo de límites de la diferencia o de la singularidad, y que es propia de la emoción exaltada de un nacionalismo patriótico, puede verse de forma manifiesta en el citado discurso de D’Annunzio, en el que la figura ejemplar del Santo de Asís es adulterada y la visión de su vida se diluye en una única formulación que concentra la intención en inspirar un sentido de una mayor italianidad. ¿Qué significación alcanza en la realidad y qué puede implicar en los hechos, cuando se comprende y se es consciente de esa ausencia de perspicacia que Borges apunta? Aquel fuerte grito «A noi!», poderoso eslogan de identificación e imposición que se encuentra con frecuencia en las encendidas proclamas de D’Annunzio y Mussolini, así como en las consecuentes respuestas de sus partidarios, nada tiene que ver con la dulce figura plena de humildad y cortesía del Poverello como el heraldo de Dios y seguidor de Jesucristo, y con el desapropio y la fraternidad que Francisco enseñaba a sus frailes y contemporáneos. De esta forma, los efectos terribles asociados al nacionalismo exacerbado que alimentó la ideología fascista son signos de una preocupación que todavía concierne a todos. El Papa Pío XI, con la encíclica promulgada en 1926 con motivo del séptimo centenario del Tránsito de Francisco a la patria celeste, buscaba advertir los mismos peligros, pero en un ambiente nacional y político en el que la visión centrada sobre el vértigo de la exaltación patriótica apenas alcanzaba a distinguir las sombras, especialmente cuando la intensidad de las palabras empujó o arrastró a la realización de acciones sin contención. También el discurso de su sucesor en la cátedra de San Pedro, Eugenio Pacelli, insistió en prevenir los desvíos del patriotismo extremo, en particular cuando este tiene como consecuencia la expansión guerrera. Escribe Pío XII pocos días antes del comienzo oficial de la Segunda Guerra Mundial:

Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra. (…) Y se sentirán grandes -de verdadera grandeza- si imponiendo silencio a las voces de la pasión, tanto colectiva como privada, y dejando a la razón su imperio, habrán ahorrado la sangre de los hermanos y la ruina de la patria.54

Pero tornando a la célebre frase, puede observarse que, debido al efecto sugestivo de su forma de retruécano memorable para el sentimiento patriótico, se convirtió en un lugar común que era continuamente evocado en cada evento relacionado con la celebración del Poverello, casi como una suerte de hallazgo de un epíteto de definición55. Esto incluso condujo, en la visión algo uniforme sobre la época, a las atribuciones erróneas también asociadas a los textos y declaraciones del Papa Pacelli, atribuciones repetidas de modo inercial y con frecuencia por no pocos autores hasta el presente, ya sea con un sentido gentil o, por el contrario, con una mirada prejuiciada. En este sentido, completando así la interesante crónica de su artículo, con justicia y atención histórica Accrocca concluye:

No es cierto cuando se afirma corrientemente que Pío XII habría definido a Francisco como «el más italiano de los Santos, el más Santo de los italianos», ya que Pío XII nunca hizo suya la expresión que tanto había estado en boga en años anteriores56.

Asimismo, vemos cómo cuando el 18 de junio de 1939 se declaró y constituyó a San Francisco de Asís junto a Santa Catalina de Siena como Patronos Primarios de Italia, tampoco se hizo mención a esta frase que, sin duda, no tendría justificación, sobre todo porque el Breve pontificio está dedicado en forma igual a las dos figuras santas, y la intención y su sentido integral busca atender la recuperación del recuerdo de específicas virtudes de Francisco de Asís y Catalina de Siena en el manifiesto ambiente prebélico, semejante en muchos aspectos a la «turbolenta età» que cada uno de ellos vivió en su contexto. Con precisión, Pío XII advierte en su documento que «el cuidado solícito de la Iglesia universal que nos ha sido confiado por el divino Redentor, nos impulsa siempre a procurar cuanto más sea posible para el bien de todos los fieles esparcidos por la tierra»57. Pero además establece:

el hecho de que la Cátedra de San Pedro se encuentre en Roma, también lleva la atención particular al pueblo italiano y así subraya la devoción justa a estos dos santos como guardianes y defensores, y para invocar su patrocinio (…) italianos ambos dos, en tiempos extraordinariamente difíciles, ilustraron, mientras vivieron, con nítido fulgor de obras y virtudes y beneficiaron abundantemente a esta patria suya y nuestra, en todos los siglos madre de santos58.

Para completar esta dedicación, la frase sobre la máxima italianidad del Poverello tampoco se encuentra en el discurso que poco menos de un año después Pío XII pronuncia en la Iglesia de Santa María sopra Minerva para la memoria de San Francisco y Santa Catalina como los dos Primarios Patronos Celestes de Italia. De nuevo el Papa recuerda e insiste que el patrocinio de ambos santos toma su base en la inspiración de los valores que predicaron y vivieron ejemplarmente en la práctica del Evangelio: la concordia, la continua búsqueda de reconciliación interna y también internacional, «de la caridad que difunde la paz y el bien entre los hombres y en las familias», y de la vida civil, que son verdaderamente «victoria y triunfo de la verdad en la justicia y en la caridad de los hermanos y de los pueblos»59; son los valores que los italianos deberían propiciar y seguir. ¿Este hecho no nos recuerda de alguna manera la reflexión de Borges sobre «el antídoto», «el remedio ideal» en el que se convierte la figura de un escritor nacional?

Después de esta historia de la frase inicial de Vincenzo Gioberti sobre Francisco -«il più italiano de’ nostri santi!»- que se encuentra en la argumentación en torno «al primato degli italiani» respecto a la moral y a la civilidad , y observar su evolución para definir y defender la patria italiana, pasando por el memorable retruécano de Geremia Brunelli, con sus diversas vicisitudes, sus variantes y también con las desviaciones que han constreñido y manipulado la figura del Santo en la exacerbación nacionalista del tiempo del fascismo, llegamos finalmente a la declaración como patrono de Italia que busca recuperar el sentido de los valores que el Poverello ejemplifica, en contraposición con la exaltación patriótica. La otra parte de la frase, «il più santo tra gli italiani», finalmente, y quizás a partir de entonces, podría leerse como una clave más exacta, como una aspiración a una meta que por ser universal es también italiana. Pensando en el texto de Borges a propósito de los escritores nacionales, y los cuatro elementos que podrían caracterizar esta definición, en el contraste con el ciego y sordo sentimiento nacionalista y sus peligros, la imagen de alegre humildad del fraternal Francisco se presenta más diáfana con su atipicidad; como el diferente que hace ver una vez más, una mirada que en sí misma es una novedad; como el disidente que se opone con su tolerancia a toda corriente que solo quiere imponerse sin pensar y considerar razones; como el verdadero constructor de civilidad, como el verdadero antídoto de toda actitud que, sin buscar expresamente el concepto de patria y sus banderas, lo descubre en el horizonte de lo mejor y de lo posible del ser humano. Parafraseando a Borges un par de veces más, y adaptándolo específicamente a esta meditación, los hechos de la vida pródiga del especialísimo amor de San Francisco de Asís «ya escribieron el poema»60, uno más generoso y universal: en su Italia recorrida (y también en el mundo que lo sigue), hacia el Este, «el Oeste, el Norte y el Sur / se han desplegado -y son también la patria- las calles; / ojalá en los versos que» trazó «estén esas banderas»61.

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Vauchez, André. Francesco d’Assisi. Turín: Giulio Einaudi editore, 2010. [ Links ]

1Jorge Luis Borges, «Otro poema de los dones», en El otro, el mismo (Buenos Aires: Emecé, 1970), 205.

2Jorge Luis Borges, «Oda escrita en 1966», en El otro, el mismo, 207-208.

3Jorge Luis Borges, «Ulrica», en El libro de Arena (Buenos Aires: Ultramar-Emecé, 1975), 27.

4Así, puede encontrarse esta frase, aunque un poco distinta en el libro de André Vauchez Francesco d’Assisi cuando el autor hace referencia a su uso como expresión nacionalista del poeta Gabriele D’Annunzio: «il più italiano dei santi e il più santo degli italiani» (Turín: Giulio Einaudi editore, 2010), 257.

5Giuseppe Buffon, «Molto più che solo italiano. Perché S. Francesco non può essere confinato esclusivamente nel ruolo di emblema dell’identità nazionale», L’Osservatore Romano, 6-7 junio (2011), 4.

6Tommaso Caliò y Roberto Rusconi (ed.), San Francesco d’Italia. Santità e identità nazionale (Roma: Viella, 2011).

7«La lettura del solo titolo del volume () suscita qualche interrogativo. È legittimo parlare di una rivendicazione nazionale del santo di Assisi? In che termini sarebbe opportuno farlo? A quali elementi della sua personalità si rivolgerebbe tale processo, che risulterebbe di appropriazione? Un’operazione del genere, eventualmente, a quali finalità tenderebbe e in quali ambiti dovrebbe svolgersi?». Giuseppe Buffon, «Molto più che solo italiano. Perché S. Francesco non può essere confinato esclusivamente nel ruolo di emblema dell’identità nazionale», 4. Traducción propia.

8«Francesco d’Italia: una rivendicazione nazionale del santo, in fondo, non era nemmeno necessaria. (…) La designazione di Francesco nazionale è indubbiamente frutto di una costruzione storiografica e ideologica. Risultando però una operazione ben riuscita, sembra non abbisognasse di ulteriori particolari rivendicazioni; essa, fornendo anzi quella base di univocità o equivocità, che divenne la leva per una conciliazione tra fronti diversi e opposti, giunse a produrre una ibridazione che perdura fino ad oggi quale pericoloso e fortunato “equivoco”». Giuseppe Buffon, «Molto più che solo italiano. Perché S. Francesco non può essere confinato esclusivamente nel ruolo di emblema dell’identità nazionale», 4. Traducción propia.

9Entre la variada y rica bibliografía más reciente sobre estos aspectos históricos religiosos, políticos y culturales en torno a San Francisco de Asís y su vinculación con algunos sentidos de lo nacional, además del ya mencionado San Francesco d’Italia, puede acudirse especialmente a los siguientes trabajos: Daniele Menozzi, «“Il più italiano dei santi, il più santo degli italiani”: la nazionalizzazione di san Francesco tra le due guerre», en Cattolicesimo, nazione e nazionalismo, ed. Daniele Menozzi (Pisa: Edizioni della Normale, 2015), 87-110); Daniele Menozzi, «Santi d’Italia: dal Risorgimento alla Repubblica», en L’Italia e i santi. Agiografie, riti e devozioni nella costruzione dell’identità nazionale, ed. Tommaso Caliò y Daniele Menozzi (Roma: Istituto della Enciclopedia Italiana, 2017), 577-601; Daniele Menozzi, «La nazionalizzazione di san Francesco tra cattolicesimo e religioni politiche», en Francesco da Assisi. Storia, arte, mito, ed. Marina Benedetti y Tomaso Subini (Roma: Carocci editore, 2019), 113-125; y Gianluca della Maggiore, «“Il più italiano dei santi”. Il mito di Francesco nel cinema dell’età liberale e fascista», en Francesco da Assisi. Storia, arte, mito, ed. Marina Benedetti y Tomaso Subini (Roma: Carocci editore, 2019), 127-140. Con respecto al período posterior a la Segunda Guerra Mundial hasta una fecha más cercana con la consideración de diversas tensiones e intereses intenacionales y nacionales, el panorama se completa con el artículo de Matteo Caponi, «San Francesco visto da Assisi: Patrono dell'italianità santo ecumenico, icona pacifista», en Rivista di storia del cristianesimo vol. 14, Nº 2 (2017): 291-314. Igualmente resulta conveniente revisar la páginas relativas al tema en el libro de Sandra Migliore, Mistica povertà: riscritture francescane tra Otto e Novecento (Roma: Istituto storico dei cappuccini, 2001), así como la selección que realiza la misma autora en Francesco d'Assisi tra due secoli, 1882-1926. Sussidio bibliografico (Quaderni di Bibliografía Franciscana, Nº 2. Roma: Istituto Storico dei Cappuccini, 2000).

10«La cultura de un país es la suma no solo de las creaciones originales sino de los préstamos cambiantes que cada pueblo -aun el más modesto- debió realizar para configurar su historia». Mariano Picón-Salas, «Para uno nuevos Perfiles venezolanos», en Suma de Venezuela (Caracas: Monte Ávila Editores, C.A., 1988), 191.

11Jorge Luis Borges, «El libro», en Borges oral (Buenos Aires: Emecé Editores / Editorial de Belgrano, 1979), 19-21.

12«In realtà, lo stilema, almeno per la prima parte (sic), è molto più antico di quanto si crede: si deve infatti a Vincenzo Gioberti, che lo coniò nell’opera sua più famosa, Del primato morale e civile degli italiani. // Gioberti si sforzava di definire i caratteri del genio nazionalecome era venuto configurandosi grazie anche all’influsso significativo del papato, al destino del quale era indissolubilmente legato quello d’Italia. Ai suoi occhi, l’Italia appariva così una nazione guelfa la cui riunificazione passava attraverso il ristabilimento della potestà pontificia che, sotto la propria presidenza, avrebbe dovuto raccogliere gli Stati italiani in un nuovo sistema federativo. In pagine vibranti, anche se convulse e a tratti caotiche, Gioberti tratteggiò il primato degli italiani rispetto all’azione (parte I) e rispetto al pensiero (parte II). Nell’esaltare la sapienza e la grandezza anche umana dei santi cristiani rispetto alla sapienza e alla grandezza pagane, egli scrisse: “che semplicità popolana, ma pur bella e grande, di affetti e di opere, in Francesco d’Assisi, che è il più amabile, il più poetico e il più italiano de’ nostri santi!”». Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!», Review San Francesco Patrono d’Italia, Número 10 (2012): 39-40. Traducción propia. También el artículo de Accrocca fue publicado con algunas variantes y correcciones bajo el título «Non solo il più Italiano ma anche il più poetico dei santi» L’Osservatore Romano, octubre 3 (2012): 4. Este texto se encuentra igualmente recogido bajo el título «È di Vincenzo Gioberti la celebre definizione di Francesco d’Assisi “Non solo il più Italiano ma anche il più poetico dei Santi”», Acta Ordinis Fratrum Minorum, junio (2013): 147-149. Accrocca precisa además la referencia donde encuentra la frase en Del primato morale e civile degli italiani: la primera edición hecha en Lausana en 1846 a partir de la segunda publicada en Bruselas, en el tomo II, pp. 360-361. Finalmente, nuestra anotación sic solo busca señalar el orden de la expresión elegida por Accrocca en este lugar de su texto.

13«congiunge così la persona di Francesco al genio italiano, del quale l’Assisiate diviene, nell’ambito della santità, la massima espressione». Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 40 a. Traducción propia.

14Vincenzo Gioberti, Del primato morale e civile degli italiani, tomo I (Bruselas: Dalle Stampe di Meline, Cans & Compagnia, 1843), VII.

15Vincenzo Gioberti, Del primato morale e civile degli italiani, tomo I, 369.

16«Le Fonti Francescane. I Fioretti di San Francesco, XXXVII (FF1871)», Provincia Serafica dei Frati Minori dell’Umbriae della Custodia di Sardegna, consultada en noviembre 20, 2022, https://www.assisiofm.it/uploads/221-Fioretti%20di%20san%20Francesco.pdf.

17«Le Fonti Francescane. Leggenda perugina (Compilazione di Assisi), 43 (FF1592)», Provincia Serafica dei Frati Minori dell’Umbriae della Custodia di Sardegna, consultada en noviembre 20, 2022, https://www.assisiofm.it/allegati/220-Compilatio%20Assisiensis.pdf.

18Sancti Bernardini Senensis. Tomo Tertius (Venecia: In Æedibus Andreæ Poletti, 1745), 446 b.

19Nazario Rosati, «La Toscana Serafica. Memorie e glorie serafiche di Toscana», en L’Italia francescana nel settimo centenario della morte di S. Francesco. 1226-1926, Santa María de los Ángeles: Tipografía Porziuncola, 1927, 113: «San Francesco venne chiamato l’Italiano “Italicus” prima che da Vincenzo Gioberti, da S. Bernardino Albizzeschi».

20Citado por Felice Accrocca en «Francesco, il più italiano dei santi!»: 40 b.

21Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 42 a.

22«Nessuno ardisca di toccare con indegno e vile pennello uno dei capolavori della grazia! San Francesco resti, quale ce lo presenta la realtà, il più santo fra gli Italiani, il più Italiano fra i santi». Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!: 42 a. Traducción propia.

23Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 42 b.

24«Nato come invito a riscoprire la grandezza italica, in seguito utilizzato per ribadire il diritto dei cattolici a una cittadinanza, veniva ora sbandierato contro uno studioso al quale si palesava il fastidio arrecato dal fatto che uno straniero non cattolico si fosse azzardato a studiare un santo cattolico e italiano quant’altri mai. “Siate italiani” (Gioberti); “Anche noi siamo italiani” (polemica post-risorgimentale); “Giù le mani dal santo italiano” (polemica antisabatieriana): il triplice slogan può riassumere efficacemente lo sviluppo ideale che tale definizione se proponeva di veicolare al grande pubblico». Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 42 b. Traducción propia.

25«Se il precetto dell’amor di Dio precipuamente s’incarna nella Chiesa, il precetto dell’amor del prossimo precipuamente s’incarna nella patria…». Anónimo, La Chiesa e l'Italia. A Pio IX, a Napoleone III, a Vittorio Emanuele, al Parlamento italiano (Palermo: Tipografía Bernardo Virzi, 1862), 17. Traducción propia. Resulta interesante leer in extenso el fragmento de las páginas 16-17. Mantenemos la ortografía del texto original: «Noi amiam la Chiesa, noi amiam l’Italia, e l’una e l’altra amiamo di santissimo amore; perché e 1’una e l’altra Iddio ci volle consentire per Madre nell’ altissima sua benignità: la Chiesa per la vita e gl’interessi eterni, l’Italia per la vita e gl’interessi del tempo; la Chiesa per intendere e per rivolgere le cose del tempo ai supremi fini della eternità , l’Italia bellissima com’e cade servirci di scala ad ascendere per la immagine e per l’affetto della patria terrena alla immagine e all’affetto della patria celeste. L’amore che abbiamo per la Chiesa è senza dubbio di più nobile qualità che l’amore che nei abbiam per l’Italia; come l’amore che abbiam per Iddio è di ben più nobile qualità che ’amore che nei abbiam per il prossimo. Ma, siccome Iddio che si rivela nella Chiesa e per la Chiesa, non seppe intimare all’uomo il precetto dell’amor suo, senza compenetrarlo in certa cotal guisa nell'amore del prossimo, il quale della maniera più prossima, più continua e complessiva rivelasi nella Patria e per la Patria, cosi noi non sappiam concepire amor della Chiesa che ci rappresenti Iddio, senz’amore della Patria nostra l’Italia che ci rappresenti il prossimo; in guisaché, se il precetto dell’amor di Dio precipuamente s’incarna nella Chiesa, il precetto dell’amor del prossimo precipuamente s’incarna nella patria: e cosi è che nei dichiarandovi di amar la Chiesa e l’Italia di santissimo amore, non intendiamo far altro se non confessare avanti al Capo della Chiesa, che è in ordine al precetto dal quale pendono la legge ci profeti che crediamo di potere affermare, in tutta tranquillità di coscienza, che del più sacro amore amiam la Chiesa ed amiam l’Italia ; e che quindi, finché non cada questo fondamento da’ nostri cuori, non è possibile che in noi l’amor dell’Italia si travolga in odio e a detrimento della Chiesa: il nostro è amore di armonia e non di discordia, amore di fecondità e non di sterilità e di miserie, amore che vuole il bene per tutti, il male per nessuno».

26Anónimo, «L’amore della Chiesa e l’amore della patria», La civiltà cattolica. Cuaderno 608, volumen VIII (1875): 144 y 145.

27Anónimo, «L’amore della Chiesa e l’amore della patria»: 149

28«L’amor dunque della Chiesa e l’amor della patria, non solo non sono opposti tra loro, ma sommamente concordi, e tali che a vicenda s’inchiudono. Essi formano una sintesi indissolubile. (…) //L’amor della Chiesa e della patria non solo non sono opposti, ma sì strettamente congiunti, che s’inchiudono a vicenda; perocché non si può amare la Chiesa senza compirne i precetti, tra’ quali è certamente l’amor della patria; nè può amarsi la patria, senza volerle in primo luogo il sommo dei beni, qual è l’esser figlia di letta della Chiesa. // L’amor della Chiesa s’immedesima coll’amore stesso di Dio; giacché la Chiesa è il corpo di Cristo, e Cristo n’ è il capo. L’amor della patria è un’estensione dell’amore domestico. Quindi è chiaro che questo secondo è subordinato al primo, come gli è subordinato ogni altro amore, anche quello del proprio padre, e fin di sé stesso». Anónimo, «L’amore della Chiesa e l’amore della patria»: 147 y 154.

29Tomasso Caliò, «Santi d’Italia» en Cristiani d’Italia, ed. Alberto Melloni (Roma: Istituto della Enciclopedia Italiana, 2011), 405-421. Disponible en la página web Istituto Treccani. Cultura italiana. «Santi d’Italia». Consultada en enero 2, 2018, http://www.treccani.it/enciclopedia/santi-d-italia_%28Cristiani-d%27Italia%29/.

30Francesco Prudenzano, Francesco d’Assisi e il suo secolo considerato in relazione con la politica, cogli svolgimenti del pensiero e colla civiltà (Nápoles: Tipografía de Federico Vitale, 1857), 54 y 222. Los mismos conceptos pueden leerse en la página que dedica a Monseñor Luigi Filippi y en la nota de la página 209.

31Francesco Prudenzano, Francesco d’Assisi e il suo secolo considerato in relazione con la politica, cogli svolgimenti del pensiero e colla civiltà, 222. Así escribe en el apéndice dedicado a su comentario «storico, morale ed estetico» sobre el Canto XI del Paradiso en la Commedia de Dante Alighieri, y con que casi cierra su libro.

32«Pensa adunque, o popolo italiano, come dalla sapienza dei tuoi padri, e dall’apostolato di Francesco d’Assisi venne al mondo la tua civiltà!». Francesco Prudenzano, Francesco d’Assisi e il suo secolo considerato in relazione con la politica, cogli svolgimenti del pensiero e colla civiltà, 127. Traducción propia. La obra elogiosa de Prudenzano a San Francisco de Asís también resulta interesante no solo por los vínculos que establece con un sentido ideal de civilización italiana y europea, sino también por la referencia a dos importantes historiadores italianos que han dedicado su atención especial al Poverello en más de una ocasión: Cesare Cantù y Tullio Dandolo, los mismos nombres que igualmente son asociados como autores posibles de la frase «il più santo fra gli italiani, il più italiano fra i santi» (ver más adelante los señalamientos sobre la obra del Padre Vittorino Facchinetti). Es conveniente añadir, como un dato curioso, que Prudenzano, cuando hace alusión a ambos autores mencionados en su libro, escribe fragmentos enteros textuales de algunas de sus obras, quizás de un modo ingenuo (?), y sin indicar expresamente la fuente y sin usar comillas. Así, por ejemplo, porciones de las páginas 96 hasta la 104, y también la 107 del texto de Prudenzano pueden leerse en Ezelino da Romano de Cantù (primera edición de Turín: Tipografía Ferero Franco, 1852, 74-87), y las páginas 122-125 en S. Francesco di Assisi e due suoi discepoli de Dandolo (Milán: Coi Tipi della Dita Boniardi-Pogliani, 1847, 54-59).

33«Ma più di ogni altro paese va debitrice a Francesco l’Italia, la quale, come fu particolarmente teatro delle sue virtù, così ne sperimentò più che mai i benèfici effetti. // In verità, in tempi di oppressioni e di prepotenze, egli stendeva costantemente la destra al debole e all’oppresso: e, ricco nella suprema povertà, non omise mai di alleviare l’indigenza altrui, dimentico della propria. // Sul suo labbro la nascente lingua italiana conobbe le prime espressioni; nei suoi cantici popolari espresse quella forza di carità e di poesia che la dotta posterità non ritenne indegni di ammirazione. Pensando a Francesco, il genio italiano più qualificato trasse motivo d’ispirazione, tanto che sommi artisti gareggiarono nel fissare le sue opere con pitture, sculture ed intagli. L’Alighieri trovò in Francesco materia per i suoi versi più forti e leggiadri; Cimabue e Giotto per le loro composizioni immortali, degne delle luci del Parrasio; illustri architetti per grandiose opere quali il sepolcro del Poverello o la Chiesa di Maria degli Angeli, che è stata testimone di tanti miracoli. A questi santuari vengono pellegrini da ogni parte ad onorare l’Assisiate padre dei poveri, al quale, come si spogliò di tutti i beni terreni, affluirono per divina misericordia copiosi doni celesti. //Pertanto è chiaro che bastò quest’uomo a ricolmare d’innumerevoli benefici la società religiosa e la civile. Ma siccome quel suo spirito essenzialmente cristiano si porge a meraviglia ai bisogni di tutti i tempi e di tutti i luoghi, non è da mettere in dubbio che le istituzioni di Francesco siano per tornare profittevoli anche nell’età nostra». «Auspicato Concessum. Lettera Enciclica di Sua Santità Leone PP. XIII», La Santa Sede, consultada: febrero 16, 2018, http://w2.vatican.va/content/leo-xiii/it/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_17091882_auspicato-concessum.html. Traducción propia.

34«…e Francesco d’Assisi, il santo della pace e della carità, è ricordato con affetto dai figli dello scisma e della eresia e perfino dalle lingue del giudeo e del musulmano. Ma non mi tacciate tutta volta di audace temerità, se, invitato da questi buoni Padri accettai di parlavi oggi, allo spirare della festa centenaria in Assisi, di Francesco, il più santo fra gli italiani e il più italiano fra’ santi, e qui, in questo sito medesimo, dove fu concepito e nacque, dove crebbe infante e si educò adolescente, e dove soggiornò fino a giovinezza compiuta…». Geremia Brunelli, «La Gioventù di S. Francesco d’Assisi. Discorso (17 de octubre de 1882)», en Franciscalia. Prose e versi (Pistoia: I Fratelli Bracali, 1883), 8. Traducción propia. Un comentario especial dedicado a este libro de Brunelli y que también hace referencia al hallazgo de la «felice frase» «il più santo fra gli italiani e il più italiano fra’ santi» como salida de la pluma del profesor perugino, se encuentra en la revista mensual La Rassegna italiana, volumen 4 (1883): 145-147.

35«il più popolare e il vero risuscitatore della democrazia cristiana; l’autore principale della gloriosa età de’ Comuni; il primo poeta d’Italia e il più benemerito delle lettere ed arti italiani». Geremia Brunelli, «A cortese lettore», en Franciscalia. Prose e versi, 4. Traducción propia.

36«Il figliuolo del mercante assisano fu ne’ pericoli, amante della patria, delle armi, delle battaglie; ma e non so io, o giovani italiani, che v’invito a nozze se vi raccomando di cercare anche voi l’onor vostro e del vostro sangue, se vi prèdico l’amore a questa sacra terra italiana, patria nostra dolcissima e gloriosa? Si amate la patria, amate questa gran madre d’eroi, amate la sua grandezza, la sua libertà, la sua indipendenza, e se volete vi dirò pure, la sua unità; ma amatela come l’amò l’ardente figliuolo di Pietro Bernardone, cioè nella su vera grandezza che è quella delle Religione degli avi (...) //Vi ricordi, o giovani, speranze della patria, che l’Italia non potrà giammai salire e mantenersi in grandezza vera se una e forma non isterà in quella religione Cattolica che l’ha fatta grande e maestra di civiltà alle genti. // Porti ciascuno scritto in fronte il vero nostro Tau, ideato dal Dandolo -Anzitutto son cattolico ed italiano. -E come martire, dinanzi al tiranno che gli chiedeva il nome, ebbe intrepido a ripetere - il mio nome è cristiano, il mio cognome è cattolico; - somigliantemente ciascun di noi a viso aperto non vergogni gridare; il mio nome è italiano, il mio cognome è cattolico. - // Vincenzo Gioberti disse il medesimo quando sentenziò: che -se altri può essere cattolico senza essere italiano; non si può essere perfetto italiano da ogni parte senza essere cattolico; né godere meritamente del primo titolo senza partecipare allo splendore del secondo.- Oh, che bell’amare così, o signori, e Fede e Patria ed impugnare le armi per ambedue; tanto veramente l’una è inseparabile dall’altra, se è vero che la Patria è il prossimo nostro, e la Fede è nostro Iddio, cosicchè qui diligit Deum diligat et fratrem suum (1 Juan 4, 21b). Francesco così l’intese fin dall’alba de’ suoi giorni, e per ciò a lui la difesa della sua terra era la difesa della sua Fede...» «La Gioventù di S. Francesco d’Assisi», en Franciscalia. Prose e versi, 50-51 y 52-53. Traducción propia, así como la inclusión del paréntesis que señala la cita evangélica. También puede observarse en el fragmento la alusión a la Tau como firma y signo especial de identificación con un lema, pero que también refiere implícitamente al símbolo de San Francisco y de sus órdenes, que al mismo tiempo corresponde al símbolo de la cruz de Cristo y la redención.

37Il patriottismo del cavaliere umbro (studio storico) (Milán: Casa editrice Ambrosiana, 1916). El volumen, que no indica el autor, tiene unas palabras de introducción de Johannes Jørgensen. Sabemos que es una obra de Vittorino Facchinetti, OFM, al consultar Miscellanea francescana di storia, di lettere, di arti, fascículo I, volumen 18, (1917): 38. El mismo Facchinetti en su libro explica en la página IV el motivo de la ausencia de su nombre en la portada: «non ha creduto dare molta pubblicità» porque lo consideraba «pro manuscripto».

38Vittorino Facchinetti, Il patriottismo del cavaliere umbro (studio storico), 1.

39«Questa storica frase credo che sia di Cesare Cantù, ma non è esclusa la possibilità che sia del Dandolo, del Gioberti, o di qualche altro. Per quante ricerche abbia fatto, non sono riuscito a precisarne la paternità». Vittorino Facchinetti, Il patriottismo del cavaliere umbro (studio storico), 1. Traducción propia. Los caracteres en cursiva son del texto.

40Vittorino Facchinetti, «S. Francesco e l’Italia» en L’Italia francescana nel settimo centenario della morte di S. Francesco. 1226-1926, 382.

41Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 42 a.

42Nazario Rosati, «La Toscana Serafica. Memorie e glorie serafiche di Toscana», en L’Italia francescana nel settimo centenario della morte di S. Francesco. 1226-1926, 113. Ver nota 19.

43«Vero e proprio patriottismo!... Ed anzitutto dobbiamo essere convinti, amici lettori, che codesto patriottismo, o l’amor di patria, ci è imposto come un sacro dovere dalla natura e dalla religione». Vittorino Facchinetti, Il patriottismo del cavaliere umbro, 31. Traducción propia.

44Cf. «Le Fonti Francescane. San Bonaventura da Bagnoregio, Leggenda maggiore, I, 4 (FF1033) y V, 2 (FF1088)», Provincia Serafica dei Frati Minori dell’Umbriae della Custodia di Sardegna, consultada en noviembre 20, 2022, https://www.assisiofm.it/uploads/218-Leggenda%20maggiore.pdf; «Le Fonti Francescane. Tomasso da Celano, Vita seconda di San Francesco d’Assisi, capítulo LXI, 95 (FF682)», Provincia Serafica dei Frati Minori dell’Umbriae della Custodia di Sardegna, consultada en noviembre 20, 2022, https://www.assisiofm.it/uploads/217-Vita%20seconda%20di%20san%20Francesco.pdf.

45«E dichiarava che non gl'importava più scendere in Puglia, ma di compiere nobili e grandi imprese in patria». «Le Fonti Francescane. Leggenda dei tre compagni, V, 13 (FF1410)», Provincia Serafica dei Frati Minori dell’Umbriae della Custodia di Sardegna, consultada en noviembre 20, 2022, https://www.assisiofm.it/uploads/219-Leggenda%20dei%20tre%20compagni.pdf. Traducción propia. También en «Le Fonti Francescane. Tomasso da Celano, Vita prima di San Francesco d’Assisi, capítulo III, 7 (FF331)», Provincia Serafica dei Frati Minori dell’Umbriae della Custodia di Sardegna, consultada en noviembre 20, 2022, https://www.assisiofm.it/uploads/216-Vita%20prima%20di%20san%20Francesco.pdf: «Diceva di rinunciare a partire per le Puglie, ma allo scopo di compiere magnanime imprese nella sua patria».

46«L’ha amato la sua patria, sempre, e l’ha servito con lo stesso entusiasmo, in tempo di guerra e in tempo di pace». Vittorino Facchinetti, Il patriottismo del cavaliere umbro, 120. Esta misma convicción de Facchinetti también se observa de un modo implícito en el voluminoso estudio San Francesco d’Assisi nella storia, nella leggenda, nell’arte (Milán: Casa Editrice S. Lega Eucaristica, 1921), 18: «Sono ancora i primi biografi del nostro Santo che raccontano come il futuro cantore della serafica letizia attingere nella sua fede in Dio e nel suo amore verso la patria tanta forza d’eroismo…». Como un dato adicional, igualmente encontramos en esta obra la célebre frase asociada con Francisco cuando el autor señala la necesidad para entonces de una biografía en lengua italiana: «E allora perchè non tentare la prova e scrivere una nuova vita del “più Santo fra gli italiani e del più italiano fra i Santi”, che sia dovuta alla penna di un italiano e per di un francescano, meglio d’ogni altro -almeno così dovrebbe essere- indicato a comprenderne lo spirito e l’ideale?” (página XV).

47«Sarà con altre armi, in un’altra milizia, per un’ altro ideale, ch’egli, il Cavaliere di Cristo, combatterà, ma continuerà sempre nella sua buona battaglia per la redenzione e la salvezza del suo paese». Vittorino Facchinetti, «S. Francesco e l’Italia» en L’Italia francescana nel settimo centenario della morte di S. Francesco. 1226-1926, 385. Traducción propia.

48«È la sera di San Francesco: del più italiano fra i Santi, del più santo fra gli italiani. Il Serafico è il patrono dei “passaggi d’oltremare”. Partendosi d’Ancona per andare in Terra Santa, egli tagliò infatti nel mare la linea della nostra rotta celeste. Ma io vi dico che stanotte egli farà del suo cappuccio un’ala e la tenderà col suo cordiglio». Citado por Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 42 b. Traducción propia.

49Gabriele D’Annunzio, «Dalla ringhiera del Campidoglio. VI Maggio MCMXIX», en Contro uno e contro tutti (Roma: La Fionda, 1919), 84. Este volumen será incluido luego en Il sudore di sangue. Dalla frode di Versaglia alla marcia di Ronchi. XXIV aprile-XI settembre MCMXIX (Roma: La Fionda,1930).

50«Francesco è costretto in tal modo a un altro passaggio, a divenire cioè strumento per l’esaltazione di un nazionalismo anche rude». Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 42 b. Traducción propia.

51«Certo, più di ogni altra cosa, a diffondere questa nuova chiave di lettura dell’italianissima santità di Francesco dovette incidere il grande discorso che D’Annunzio tenne in Campidoglio (…) // Negli anni seguenti, tale riferimento ritornò in maniera quasi ossessiva, per guardare al Santo di Assisi come al simbolo della rinascita italica, nonostante il monito temperante di Pio XI: il 30 aprile 1926, infatti, a motivo della ricorrenza otto (sic) volte centenaria della morte di Francesco, il pontefice pubblicò l’enciclica Rite expiatis, nella quale metteva in guardia di rischi di una lettura nazionalista. Il monito era chiaro, proveniente da un Papa che certo non si poteva dire difettasse di chiarezza. Ma era destinato a rimanere in buona parte inascoltato, sia dentro sia fuori la Chiesa». Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 42 b-44. Traducción propia. Con respecto a la anotación sic, en la versión del artículo en L’Osservatore romano se lee la variante «settimo centenario» que corrige el gazapo. Leamos algunos fragmentos de la Carta Encíclica Rite expiatis del Sumo Pontífice Pío XI, donde se afirma claramente la necesidad de corregir esta visión sesgada sobre Francisco y los equívocos que pueden surgir de la frase sobre su italianidad, lo que se intuye tácitamente en aquellas líneas: “(…) In tale opera, rifuggendo da quell’immaginaria figura che del Santo volentieri si formano i fautori degli errori moderni o i seguaci del lusso e delle delicatezze mondane, cercheranno di proporre alla fedele imitazione dei cristiani quell’ideale di santità che egli in sé ritrasse derivandolo dalla purezza e dalla semplicità della dottrina evangelica. Nostro desiderio dunque è che le feste religiose e civili, le conferenze e i discorsi sacri che si terranno in questo centenario mirino a che si celebri con manifestazioni di vera pietà il Serafico Patriarca, senza farne un uomo né totalmente diverso né soltanto dissimile da come lo formarono i doni di natura e di grazia, dei quali si servì mirabilmente per raggiungere egli stesso e per rendere agevole ai prossimi la più alta perfezione. Che se altri temerariamente paragona tra di loro i celesti eroi della santità, destinati dallo Spirito Santo chi a questa, chi a quella missione presso gli uomini —e tali paragoni, frutto per lo più di passioni partigiane, non riescono di nessun vantaggio e sono ingiuriosi verso Dio, autore della santità— tuttavia sembra potersi affermare non esservi mai stato alcuno in cui brillassero più vive e più somiglianti l’immagine di Gesù Cristo e la forma evangelica di vita che in Francesco. (…) Inoltre, a cantare l’Assisiate sorse, come abbiamo veduto, un lodatore che non ha pari, Dante Alighieri, e dopo di lui non mancarono altri che illustrarono le lettere in Italia e altrove, esaltando la grandezza del Santo. (…) Altri ne esaltano l’amor di patria, perché a lui deve l’Italia nostra, che vanta il fortunato onore d’avergli dati i natali, una fonte di benefizi più copiosa che qualsiasi altro paese. Altri infine lo celebrano per quella sua veramente singolare comunanza di amore, che tutti gli uomini unisce. Tutto ciò è vero, ma è il meno, e da doversi intendere in retto senso: poiché chi si fermasse a ciò come alla cosa più importante, o volesse torcerne il senso a giustificare la propria morbidezza, a scusare le proprie false opinioni, a sostenere qualche suo pregiudizio, è certo che guasterebbe la genuina immagine di Francesco. Infatti, da quella universalità di virtù eroiche delle quali abbiamo fatto breve cenno, da quell’austerità di vita e predicazione di penitenza, da quella molteplice e faticosa azione per il risanamento della società, risalta in tutta la sua interezza la figura di Francesco, proposto non tanto all’ammirazione, quanto all’imitazione del popolo cristiano. (…) Quanto al resto, che cosa proibisce agli italiani di gloriarsi dell’Italiano, il quale nella stessa liturgia è chiamato «luce della Patria»? Che cosa impedisce ai fautori del popolo di predicare quella che fu la carità di Francesco verso tutti gli uomini, specialmente poveri? Ma gli uni si guardino per lo smoderato amore verso la propria nazione, di vantarlo quasi segno e vessillo di questo acceso amore nazionale, rimpicciolendo il «campione cattolico»; gli altri si guardino dal gabellarlo per un precursore e patrono di errori, dal che egli era lontano, quant’altri mai. D’altra parte tutti quelli che non senza qualche affetto di pietà prendono gusto a queste lodi minori dell’Assisiate e si affaticano con fervore a promuoverne le feste centenarie, piacesse al cielo che come sono degni del nostro encomio, così dalla stessa fausta ricorrenza traessero forte stimolo a esaminare più sottilmente l’immagine genuina di questo grandissimo imitatore di Cristo, e ad aspirare ai migliori carismi. (…) Infatti —per usare le parole di Leone XIII— «bisogna ben persuadersi che gli onori che si preparano a San Francesco torneranno particolarmente accetti a lui, cui sono indirizzati, se riusciranno fruttuosi a chi li rende. Ora, il più sostanziale e non passeggero profitto consiste in questo: che gli uomini prendano qualche tratto di somiglianza dalla sovrana virtù di colui che ammirano, e procurino di rendersi migliori imitandolo». «Lettera enciclica Rite Expiatis del Sommo Pontefice Pio XI», La Santa Sede, consultada: agosto 2, 2018, https://w2.vatican.va/content/pius-xi/it/encyclicals/documents/hf_p-xi_enc_19260430_rite-expiatis.html.

52Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 44 a. El libro de Aristide D’Alessandro fue publicado en Padua (Tip. Seminario), y el de Ginepro da Pompeiana en San Remo (Tip. Edit. G. B. Biancheri).

53Jorge Luis Borges, «La forma de la espada», en Ficciones (Madrid: Alianza Editorial /Emecé Editores: 1981), 134.

54«Nulla è perduto con la pace. Tutto può esserlo con la guerra. (…) E si sentiranno grandi -della vera grandezza- se imponendo silenzio alle voci della passione, sia collettiva che privata, e lasciando alla ragione il suo impero, avranno risparmiato il sangue dei fratelli e alla patria rovine». «Radiomessaggio di Sua Santità Pio XII rivolto ai governanti ed ai popoli nell'imminente pericolo della guerra. Giovedì, 24 de agosto de 1939», La Santa Sede, consultada: agosto 14, 2018, http://w2.vatican.va/content/pius-xii/it/speeches/1939/documents/hf_p-xii_spe_19390824_ora-grave.html. Traducción propia.

55Paradójicamente, si seguimos el sentido etimológico de la palabra definición, podemos ver que se trata de un establecimiento de límites.

56«Non è vero quando si afferma correntemente e cioè che Pio XII avrebbe definito Francesco come «il più italiano dei Santi, il più Santo degli italiani», poiché Pio XII non fece mai suo lo stilema che pure era stato tanto in voga negli anni precedenti». Felice Accrocca, «Francesco, il più italiano dei santi!»: 44 a.

57«La sollecita cura della Chiesa universale che Ci è stata commessa dal divino Redentore ci spinge sempre a procurare quanto più ci è possibile il bene di tutti i fedeli sparsi per tutta la terra». «Pio XII. Breve Pontificio con cui il Santo Padre proclama San Francesco d'Assisi e Santa Caterina da Siena Patroni Primari d’Italia», La Santa Sede, consultada: agosto 10, 2018, http://w2.vatican.va/content/pius-xii/it/briefs/documents/hf_p-xii_brief_19390618_patroni-italia.html. Traducción propia.

58«il fatto di trovarsi la Cattedra di San Pietro in Roma, anche porta l’attenzione particolare al popolo italiano e così sottolinea la devozione giusta a questi due santi come i custodi e i difensori, e invocare il suo patrocinio (…) italiani ambedue, in tempi straordinariamente difficili, illustrarono, mentre vivevano, con nitido fulgore di opere e di virtù e beneficarono abbondantemente questa loro e nostra Patria, in ogni tempo madre di santi». «Pio XII. Breve Pontificio con cui il Santo Padre proclama San Francesco d'Assisi e Santa Caterina da Siena Patroni Primari d’Italia», La Santa Sede, consultada: agosto 10, 2018, http://w2.vatican.va/content/pius-xii/it/briefs/documents/hf_p-xii_brief_19390618_patroni-italia.html.

59«della carità diffusiva di pace e di bene fra gli uomini e nelle famiglie» (…) «vittoria e trionfo della verità nella giustizia e nella carità dei fratelli e dei popoli». «Discorso di Sua Santità Pio XII sui Patroni d’Italia Santa Caterina da Siena e San Francesco d’Assisi», La Santa Sede, consultada: agosto 10, 2018, http://w2.vatican.va/content/pius-xii/it/speeches/1940/documents/hf_p-xii_spe_19400505_ammirevole-spettacolo.html. Traducción propia.

60Jorge Luis Borges, «Otro poema de los dones», en El otro, el mismo, 205.

61Jorge Luis Borges, «Las calles», en Fervor de Buenos Aires (Buenos Aires: Emecé, 1970), 15.

Para citar este artículo: Álvarez, Cristian y Dusaeva, Enzhe «En torno a «Il più santo tra gli italiani, il più italiano tra i santi». Una mirada desde el exterior de Italia y algunos datos adicionales sobre la crónica de una histórica frase sobre Francisco de Asís». Franciscanum 180, Vol. 65 (2023): 1-48.

*Urbanista, Magíster en Literatuta Latinoamericana y Doctor en Letras, por la Universidad Simón Bolívar (USB). Profesor Titular del Departamento de Lengua y Literatura en la USB. En la misma universidad se desempeñó en distintos momentos como Decano de Estudios Generales, Jefe del Departamento de Lengua y Literatura, Coordinador fundador de la Licenciatura en Estudios y Artes Liberales y Director de la Editorial Equinoccio. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-4869-6911. Contacto: calvarez@usb.ve.

**Historiadora y profesora de Historia por la Universidad Federal de Kazán (región del Volga) y Doctora en Historia por la Universidad Humanitaria Estatal Rusa (Moscú) y el Instituto de Culturas Europeas. Postdoctorado en la Universidad de Bolonia. Obtuvo la beca de Algarysh y la beca europea Erasmus para estudiar la memoria cultural de Italia durante dos años. Candidata de Ciencias en Estudios Culturales. Productora de site-specific performaces. Fue profesora asociada en el Instituto de Relaciones Internacionales, Historia y Estudios Orientales de la Universidad Federal de Kazán. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-8302-5454 . Contacto: edusaeva@gmail.com.

Recibido: 03 de Diciembre de 2022; Aprobado: 05 de Julio de 2023

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