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Revista Colombiana de Sociología

Print version ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.39 no.1 Bogotá Jan./June 2016

https://doi.org/10.15446/rcs.v39n1.56342 

Sección Temática

Construcción y transformación de masculinidades de Los corteros de caña de azúcar del Valle del Cauca*

Construction and Transformation of Masculinities of the Sugarcane Cutters of the Valle del Cauca

Construção e transformação de masculinidades dos cortadores de cana-de-açúcar do Valle del Cauca (Colômbia)

Betsy Johana Castro Muñoz** 

** Universidad del Valle, Santiago de Cali, Colombia. Trabajadora Social. Estudiante de Maestría en Intervención Social con profundización en Familia de la Universidad del Valle. Vinculada al grupo Sujetos y Acciones Colectivas de la Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la misma institución. Correo electrónico: betsycas04@gmail.com


Resumen

Desde la perspectiva constructivista, la identidad se construye y reconstruye constantemente; es decir, que los seres humanos vamos sumando nuevos conocimientos a nuestra experiencia en el día a día, tejiendo relaciones en la interacción con el otro. En este proceso de aprendizaje y construcción continua tiene lugar no solo la interacción con el otro, sino también con el entorno social y cultural, que, para efectos de este contexto de investigación, se denominan las interacciones íntimas y cotidianas, que van construyendo al individuo como sujeto.

De acuerdo con lo anterior, este artículo expone la construcción de masculinidades hegemónicas como uno de los rasgos de identidad cultural de los corteros de caña de azúcar, que se transforma tras su reubicación por accidente laboral. Esta reubicación laboral se traduce en detener el corte manual de caña y realizar otras labores que estén acordes con sus actuales capacidades físicas. Esta situación no solo tiene impacto en el cambio de labor, sino en sus interacciones íntimas y cotidianas.

Como se presenta a lo largo del documento, la construcción de sus masculinidades está estrechamente asociada con la labor del corte manual de caña y con el contexto social y cultural en el cual tienen lugar su vida y esta labor. En ese sentido, se generan procesos de construcción de rasgos de identidad cultural, atravesados por prácticas masculinizantes que consolidan sus masculinidades hegemónicas.

Tras la recopilación y el análisis de historias de vida, técnica utilizada en esta investigación de corte cualitativo, que parte de la experiencia de vida de los corteros de caña, logramos identificar que estos rasgos se transforman tras el accidente y la reubicación laborales. Sumado a lo anterior, logramos comprender que el sistema económico, como parte de la organización social de este grupo, es uno de los aspectos determinantes para la transformación de dichos rasgos, lo cual deriva en el cambio de dichas prácticas masculinizantes hacia el reconocimiento y el establecimiento de interacciones desde una perspectiva más horizontal con respecto a sus parejas y en general, a su grupo familiar.

Palabras clave: Hegemónico; identidad cultural; masculinidades; rasgos; reubicación laboral

Abstract

From a constructivist perspective, identity is constantly constructed and reconstructed. Human beings continue adding new knowledge to their day to day experience, weaving relationships in the interaction with the other. This process of continuous learning and construction, not only involves the interaction with the other but also the interactions with the social and cultural surroundings, which for the purposes of this study are called E intimate and everyday interactions, eventually shaphing the individual as subject. Accordingly, this article outlines the construction of hegemonic masculinities as one of the features of the cultural identity of the sugarcane cutters, which is transformed after their relocation due to work-related injuries. In this labor relocation, workers stop carrying on the tasks related to the manual cutting of cane and begin doing other new tasks consistent with their current physical capabilities. This situation not only impacts their tasks at work but also their intimate and everyday interactions. As seen throughout the document, the construction of the cutters' masculinities is closely associated with the work of the manual cutting of cane and the social and cultural context of their lives and labor. Of the same token, the whole set of processes that shape the construction of cultural identity traits, are cut through by masculinizing practices aimed at the strengthening of workers' hegemonic masculinities. After the collection and analysis of life stories of the sugarcane cutters used in this qualitative research, we were able to see that these traits are transformed after the work accident and the relocation. In addition to the above, we were able to understand that the economic system, as part of the social organization of this group, is one of the determining aspects for the transformation of these traits, which leads to the change of these masculinizing practices towards the recognition and the establishment of interactions from a more horizontal perspective with respect to the cutters' partners and in general, their family group.

Keywords: Hegemonic; cultural identity; masculinities; traits; labor relocation

Resumo

Sob a perspectiva construtivista, a identidade se constrói e reconstrói constantemente. Isto é, os seres humanos vão somando novos conhecimentos à sua experiência diária, tecendo relações na interação com o outro. Nesse processo de aprendizagem e construção contínua, há não somente a interação com o outro, mas também com o ambiente social e cultural que, para efeitos deste contexto de pesquisa, se denominam as interações íntimas e cotidianas, que vão construindo o indivíduo como sujeito. De acordo com isso, este artigo expõe a construção de masculinidades hegemônicas como um dos traços de identidade cultural dos cortadores de cana-de-açúcar, que se transforma após seu reposicionamento por acidente de trabalho. Isso se traduz em deter o corte manual de cana e realizar outros trabalhos que estejam coerentes com suas atuais capacidades físicas. Essa situação não somente tem impacto na mudança de trabalho, mas também em suas interações íntimas e cotidianas. Gomo se apresenta ao longo deste documento, a construção de suas masculinidades está estreitamente associada com o trabalho do corte manual de cana e com o contexto social e cultural no qual têm lugar sua vida e seu trabalho. Nesse sentido, geram-se processos de construção de traços de identidade cultural atravessados por práticas masculinizantes que consolidam suas masculinidades hegemônicas. Após a recopilação e a análise de histórias de vida, técnica utilizada nesta pesquisa de corte qualitativo, que parte da experiência de vida dos cortadores de cana, conseguimos identificar que esses traços se transformam depois do acidente e do reposicionamento no trabalho. Somado ao anterior, podemos compreender que o sistema econômico, como parte da organização social desse grupo, é um dos aspectos determinantes para a transformação desses traços, o que deriva na mudança dessas práticas masculinizantes ao reconhecimento e estabelecimento de interações sob uma perspectiva mais horizontal com respeito a sua companheira e, em geral, a seu grupo familiar.

Palavras-chave: Hegemônico; identidade cultural; masculinidades; traços; reposicionamento no trabalho

Introducción

Este artículo presenta un avance de los resultados de la investigación "Gambios y permanencias de los rasgos de identidad cultural de los corteros de caña de azúcar. Interacciones íntimas y cotidianas. El caso de los corteros reubicados de un Ingenio del Sector Agroindustrial del Valle del Cauca", en la cual se identifican, desde el reconocimiento de los corteros de caña, los cambios y las permanencias en sus rasgos de identidad cultural tras su reubicación laboral por accidente laboral y, se describen las manifestaciones de dichos cambios y permanencias en sus interacciones íntimas y cotidianas.

El texto se estructura en tres partes: la primera presenta la estrategia metodológica que transversaliza la investigación; seguidamente se contextualizan las claves teóricas que orientan el análisis de los hallazgos expuestos en este documento, que fundamentan el argumento según el cual la masculinidad de los corteros de caña es un asunto hegemónico, sin embargo, como rasgo de identidad tiene posibilidades de cambiar o de permanecer, lo cual está ligado a la historia de vida de los corteros de caña.

Estrategia metodológica

Esta investigación de tipo cualitativo le apuesta a la comprensión de los cambios y las permanencias de los rasgos de identidad cultural que los corteros de caña reubicados identifican en su trayectoria de vida. Se trata de un estudio descriptivo, que facilitó la propuesta de hallazgos, como aporte a la construcción de saberes desde las expresiones socioculturales que se dan en el contexto de lo íntimo y cotidiano1 de los corteros de caña.

La técnica metodológica que permitió recuperar la experiencia de los corteros de caña reubicados y los sentidos que estos le otorgan a la misma, fue la historia de vida, entendida como una serie de narrativas autobiográficas de un mismo sujeto, construidas en diferentes encuentros, que "permiten realizar un rastreo detallado de la trayectoria de vida de una persona" (Kornblit, 2007, p. 16), que en este caso se realizó de manera cronológica.

Estos encuentros tuvieron lugar con cada uno de los participantes, los cuales se seleccionaron por cumplir los criterios determinados a conveniencia, según el tema de investigación. La recolección de la información se realiza hasta la saturación de la misma.

Criterios de selección de participantes:

  • Hombres

  • Gorteros de caña

  • Reubicados laboralmente entre el 2009 y 2013 por accidente laboral

  • Actualmente (en el momento de la investigación) desarrollan una labor acorde con sus nuevas capacidades físicas

  • Su mayor experiencia laboral ha sido el corte manual de caña

  • Vinculados a un ingenio azucarero del Valle del Gauca

La ruta analítica se estructuró centrada en dos momentos, campo (recolección de la información) y teoría (transcripción y reflexión), es decir, que tras cada entrevista la información recolectada se analizaba antes del siguiente encuentro, en aras de tener mayor comprensión de la información y ampliar la perspectiva antes de la nueva reunión.

Según plantea Bertaux (1989, citado en Kornblit, 2007), las historias2 y los relatos de vida como insumos para la investigación social pueden ser usados en tres momentos del proceso investigativo" (p. 17). De las tres fases (exploración, análisis y síntesis) planteadas por estos autores, las historias de vida con que se trabajaron en esta investigación son el fundamento del proceso de análisis, el cual se hace desde el enfoque comprensivo planteado por Bertaux, presentado por Kornblit (2007, p. 22). Basados en este enfoque, se identifican los "hechos que han marcado la experiencia de vida, con respecto a los cuales se plantean en el análisis interrogantes relativos a su significación sociológica" (2007, p. 22), lo que se denomina Indices. Por otra parte, se pone especial atención en los puntos de inflexión, que se refieren a un momento en el cual la historia de vida toma otro rumbo, que desde esta propuesta es el accidente de trabajo; sin embargo, cabe denotar que desde los participantes podría identificarse otro punto de inflexión.

El análisis comprensivo, además de tener en cuenta el escenario planteado por el sujeto, retoma el contexto sociohistórico en el que se da su trayectoria de vida, que guiará la comprensión de la construcción de las masculinidades de los corteros de caña. Según la propuesta de Bertaux, expuesta por Kornblit, "la contextualización socio histórica de los escenarios micro sociales en los que se desenvuelven las vidas personales es uno de los objetivos centrales del análisis comprensivo" (2007, p. 24).

A partir del uso de las historias de vida como técnica de recolección de la información, se da vía a la producción de conocimiento desde la perspectiva de las personas que la vivencian, es decir, desde el propio marco de referencia de los protagonistas de la historia, posibilitando tener una mirada holística de la situación, desde el hablante, desde el contexto planteado por este y desde el contexto indagado por el investigador. Con sus raíces en la fenomenología, la historia de vida permite integrar la experiencia vivida, los significados y la realidad construida en las interacciones sociales. De esta manera, desde la reconstrucción de los acontecimientos vividos se plantea la comprensión y el análisis de la información, que permiten llegar a interpretaciones y significaciones individuales, formas de vida, organización social, entre otros hallazgos que pueden ser clave en la aproximación a los fenómenos sociales, en los que las experiencias personales de los sujetos posibilitarán entender el contexto macro.

En este sentido, las historias de vida permiten poner en conversación los hechos personales con lo local y global en relación con lo político, económico, social y cultural, y desde allí tener una perspectiva amplia e integradora para la producción de conocimiento que contemple lo individual en conexión con lo local.

Por otro lado, vale la pena resaltar que en la intervención, la historia de vida aporta información valiosa para la construcción o el fortalecimiento del proceso. En este caso, los encuentros para la realización de las historias de vida permitieron ir generando reflexiones a través de las diferentes entrevistas llevadas a cabo con los protagonistas de las historias. El ejercicio de narrar, escucharse ellos mismos y ser escuchados otorga otro sentido a sus vivencias. De esta manera lo expresa uno de los participantes frente a la pregunta de cómo se había sentido en el proceso:

Sinceramente bien, no le digo que yo casi no hablo con nadie, yo con la única persona que he charlado hasta una hora es con usted, con nadie más [...] le dan ganas a uno de seguir adelante, uno se despierta de lo que estaba dormido, se siente como unas ganas de seguir luchando, [...] el aire se siente más liviano, como que descarga todo eso que tenía ahí [...] me he sentido relajado porque de mi vida no le he contado a nadies. (Historia de vida de Jacinto Ruales, 06 de junio del 2015, Florida-Valle del Cauca)

En ese sentido, trabajar con historias de vida ha brindado aportes desde la producción de conocimiento y desde la intervención social. En el encuentro con el otro, en el que la narrativa tiene efecto en dos sentidos, el del participante (informante) y el del investigador, generando procesos de reflexividad que llevan a otras cuestiones, como por ejemplo, en relación con las masculinidades y el papel de la mujer en la construcción de las mismas.

Tras el ejercicio de recolección de la información es necesario hacer una revisión de las claves teóricas que orientaron la comprensión de los hallazgos que tuvieron lugar en este encuentro con el otro, centradas en la identidad cultural y las masculinidades hegemónicas como parte de dicha identidad.

Claves teóricas

Construcción de masculinidades y la identidad cultural

Partir de las vivencias de los corteros de caña para comprender los rasgos de identidad cultural de este grupo poblacional, permite entender su transcurrir social y cotidiano, en el que los corteros de caña son el punto de partida y de llegada de esta investigación. En efecto, el enfoque cualitativo fenomenológico lleva a develar la relación dialéctica entre los corteros de caña y su entorno interaccional, a partir de las experiencias vividas y la significación de las mismas.

Con base en la comprensión de dichas experiencias y la significación que hace el otro sobre estas, se busca llegar al entendimiento de la estructura del mundo de la vida como realidad cotidiana, según lo planteado por Schutz y Luckmann (2003), teniendo en cuenta la intersubjetividad que se da en los procesos de interacción en la cotidianeidad, en la que la subjetivación y la significación propias de cada sujeto entran en juego y afectan la subjetivación del ser humano con que coexiste y, que también hace parte del mundo de la vida. Cabe resaltar el papel que da Schutz a la intersubjetividad como aspecto que mantiene a los individuos conectados con los otros en la cotidianeidad, de la misma manera como lo íntimo en el contexto del corte de caña hace parte de las interacciones cotidianas de los corteros.

El límite entre lo íntimo y lo que se socializa en las interacciones cotidianas se traspasa en el continuo diario vivir de los corteros. Estos discursos se construyen en la cotidianeidad, donde la intimidad hace parte de las interacciones diarias, donde entre corteros se construyen y reconstruyen y, la opinión de cada uno cuenta, para reconocer su postura y tomar distancia de la opinión del otro. A continuación, se presenta un ejemplo de un aspecto íntimo que se vuelve cotidiano y del común en las interacciones: "Hay compañeros que dicen: 'No, usted viviendo con la mujer esta, manteniendo hijos ajenos'; no, en el cañal me han dicho de todo, que yo pa' qué tengo esa niña, que vaya y se la dé al papa" (Historia de vida de Marcos Perdomo,31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca).

En consecuencia, el enfoque fenomenológico focaliza las experiencias vividas y la significación que han hecho de las mismas los corteros de caña. Esta interpretación de las acciones de los corteros requiere una perspectiva teórica que oriente el proceso de análisis para su comprensión. Es por ello que, después de transitar la metodología que orientó el proceso investigativo, a continuación se presentan las claves teóricas, escenario de análisis para la comprensión de la construcción de las masculinidades de los corteros, como un rasgo de identidad cultural que se transforma tras su reubicación laboral. Para ello es necesario abordar los conceptos identidad cultural y masculinidades, que se reconocen como hegemónicos, teniendo en cuenta que en el contexto sociohistórico de los corteros de caña, la masculinidad es la base de su construcción individual, social y laboral, que se supone inherente a la labor del corte y se considera de manera "natural" como una característica predominante en estos.

Se recuerda que los debates sobre el concepto de hegemonía surgen con Gramsci, quien lo propone para entender los comportamientos predominantes de los grupos culturales, planteando que la hegemonía coexiste con la violencia y la dominación y que busca ser parte del sentido común de los dominados -lo que se logra tras la aceptación natural de la dominación-; de manera que para que haya aceptación entran a jugar aspectos como la cultura, la religión, el juego, la educación, entre otros. Es importante tener en cuenta que la hegemonía no resulta de un momento concreto, sino de un proceso de prácticas y sucesos históricos de dominación que derivan en prácticas de imposición de la voluntad que se configuran como hegemónicas (Szurmuk y McKee, 2009). De ahí que se considere que la construcción de masculinidades que tienen lugar en el corte de caña se constituye como hegemónica, a partir de un proceso de aceptación "natural" de la condición de subalternidad de los dominados que se genera y refuerza en la dinámica cultural, razón por la cual se inicia revisando la identidad cultural y las masculinidades hegemónicas como aspectos entrelazados en el corte de caña.

Identidad cultural

Para hablar de identidad cultural es fundamental ubicarse en un contexto donde los procesos de globalización han permeado lo cultural, alterando la representación sobre la estabilidad u homogeneidad de la identidad cultural. Es preciso entonces entender la identidad cultural en un contexto que no ha sido ajeno a la pluralización de prácticas culturales, a partir de la convergencia cultural en poblaciones rurales que se fueron industrializando a la par del desarrollo económico. Es decir, que este concepto se aleja de lo esencialista y natural, pues da lugar a la construcción y reconstrucción de prácticas originadas en el encuentro de diferentes grupos culturales en escenarios en transición económica.

El concepto identidad cultural planteado por Stuart Hall, sociólogo y teórico de los estudios culturales, se enmarca en las transformaciones culturales, en los cambios políticos, sociales y económicos en el mundo. Hall cita el libro Culture and Society (1960) de Raymond Williams -uno de los tres libros3 que dieron lugar a los estudios culturales en el periodo de la posguerra-, argumentando que logra "tomar la cultura en serio", puesto que obliga a sus lectores a prestar atención al hecho de que:

Concentrados en la palabra cultura hay asuntos directamente planteados por los grandes cambios históricos que las transformaciones en la industria, la democracia y la clase, cada una a su modo, representan, y frente a las cuales los cambios artísticos resultan respuestas estrechamente relacionadas. (Hall, 1980, p. 58). (Traducción tomada del texto Estudios culturales: dos paradigmas, 1994)

Los anteriores planteamientos permiten comprender que las transformaciones en la identidad cultural responden a aspectos estructurales que han dado lugar a los pluralismos culturales y, que a su vez -enfocándonos en los cambios y permanencias de los rasgos de identidad cultural de los corteros de caña que son reubicados laboralmente tras tener un accidente de trabajo- dan lugar a la transformación de dichos rasgos, pero no de una "sola" identidad cultural, sino de rasgos tomados de varias culturas que se encontraron en los contextos de producción de la caña de azúcar, y que fueron dando lugar a otras prácticas culturales que hoy en día no podrían dar cuenta de un solo grupo cultural, sino de varias poblaciones que adoptaron distintas prácticas, según las necesidades del entorno. Ese encuentro cultural se debe precisamente a un proceso de industrialización nacional, como lo ha planteado Hall en los aspectos mencionados (lo político, lo social y lo económico). Para Hall y Du Gay,

Las identidades nunca se unifican y, en los tiempos de la modernidad tardía, están cada vez más fragmentadas y fracturadas; nunca son singulares, sino construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a menudo cruzados y antagónicos. Están sujetas a una historización radical y en un constante proceso de cambio y transformación. (Hall y Du Gay, 2011, p. 17)

De esta manera, reconoce que ha habido procesos de migración "forzada" y "libre" que han "perturbado el carácter relativamente estable" de las poblaciones y culturas. Desde esta mirada, el proceso de desarrollo de Florida, Pradera y otros municipios del Valle del Cauca -en los que la agroindustria ha transformado las prácticas culturales de manera tajante al proponer un solo tipo de cultivo para una región que era rica en prácticas agrícolas- originó "migraciones libres y forzadas" trayendo consigo la mutación de las identidades culturales. Así, no se podría hablar de una sola identidad cultural, sino de rasgos de identidad cultural con los cuales se encuentran los sujetos en los diferentes escenarios a los que los convoca su cotidianeidad. A través de sus diferentes experiencias, encuentros y desencuentros van construyendo y reconstruyendo dichos rasgos de identidad cultural.

Si bien Hall y Du Gay afirman que "parece invocar un pasado histórico con el cual continúan en correspondencia" (2011, p. 17), en estos espacios de convergencia se hace uso de los recursos culturales para reconstruir dicha identidad cultural:

En realidad las identidades tienen que ver con el uso de la historia, la lengua, la cultura en el proceso de devenir, y no de ser; no "quiénes somos" o "de dónde venimos" sino en qué podríamos convertirnos, cómo nos han representado y cómo atañe ello al modo como podríamos representarnos. Las identidades en consecuencia, se constituyen dentro de la representación y no fuera de ella. (Hall y Du Gay, 2011, p. 17)

En este punto, se agrega que estas se construyen dentro del discurso, y no fuera de él. Estas experiencias en medio de los discursos y las vivencias del otro permiten que ocurran identificaciones con ese otro y, por tanto, que se adopten rasgos que no eran de su cultura, pero que ahora trae a su cotidianeidad sin ser un ejercicio consciente; es más bien un cambio que se va dando día a día y va permeando lo íntimo. En ese intercambio de experiencias se van cohesionando las prácticas culturales y se van transformando las identidades culturales.

Hall y Du Gay (2011) plantean que hay dos formas de definir la identidad cultural; por un lado, "nuestras identidades culturales reflejan las experiencias históricas comunes y los códigos culturales compartidos que ni nos proveen, como 'pueblo', de marcos de referencia y significado estables e inmutables y continuos, que subyacen a las cambiantes divisiones y las vicisitudes de nuestra historia actual (p. 350).

Este planteamiento parece tener rasgos esencialistas, en relación conuna cultura compartida, con un colectivo que tiene una historia y una ancestralidad comunes. En este sentido, se puede decir que la identidad cultural tiene una parte que es inmutable y tiene que ver con su historia reconocida y compartida.

Sin embargo, cabe resaltar que la colonización no deja intactas esa historia y esa esencia de las comunidades. Por otro lado, la segunda forma de pensarnos la identidad cultural reconoce que hay muchos puntos de similitud entre unos y otros; también "hay puntos críticos de diferencia profunda y significativa que constituyen 'eso que realmente somos'; o más bien 'en lo que nos hemos convertido' puesto que la historia ha intervenido en nosotros" (Hall, 2010, p. 351). De esta manera, Hall argumenta que la identidad cultural es un asunto que pertenece tanto al futuro como al pasado: "las identidades culturales vienen de algún lugar, tienen historia. Pero como todo lo que es histórico está sometido a constantes transformaciones" (p. 351). Estas transformaciones, como ya se mencionó, están sujetas a aspectos económicos, políticos y sociales, y, en palabras de Hall, "están sujetas al juego continuo de la historia, la cultura y el poder" (p. 351).

Se establece que la identidad cultural tiene una parte esencial que es su historia; sin embargo esto depende de la relación con esta historia y también, que son ciertas similitudes y diferencias con los otros en relación con esa historia y una serie de prácticas cotidianas, códigos y comportamientos las que fundamentan la identidad de un grupo social. Esta identificación se transforma en el transcurso del tiempo, de acuerdo con las diferentes interrelaciones que se tenga en la trayectoria de vida. Aquí se agrega que este proceso de transformación y de identificación es una decisión. Retornando al planteamiento de Hall:

Las identidades culturales son puntos de identificación, los puntos inestables de identificación o sutura, que son hechos dentro de los discursos de la historia y de la cultura. No son una esencia sino un posicionamiento. Así, siempre hay políticas de identidad, políticas de posición, que no tienen garantía total en una "ley de origen" trascendental y no problemática. (2010, p. 352)

De ahí que se mencionara anteriormente que esa parte esencial "histórica" dependía de la relación con ella, porque siempre estará sujeta a interpretaciones y narraciones que se subjetivan de forma diferente.

Masculinidades hegemónicas

Al reconocer lo esencial y lo versátil en la constitución de los rasgos de identidad cultural, se presta especial atención a uno de ellos que ha sido hegemónico entre los corteros de caña y está ligado a su posicionamiento como sujetos inmersos en una cultura, que entrelaza sus interacciones íntimas y cotidianas atravesadas por su actividad económica, trazadas por sus formas de subsistir y de organizarse en torno a dicha subsistencia.

La masculinidad hegemónica ha sido conceptualizada desde diferentes perspectivas teóricas. Desde el positivismo, por ejemplo, como el comportamiento que se espera de los hombres, porque es natural que los hombres se comporten como "hombres". Por su parte, desde la construcción social se entiende desde las prácticas sociales y, se posiciona en relación con la construcción social de género. Se toma distancia del rol sexual del hombre, del naturalismo, para plantear las expresiones tanto femeninas como masculinas como construcciones que se dan desde lo cultural, lo social y lo histórico. En este caso, se toma la propuesta de Connell, para quien "el género es construido en medio de contextos sociales y culturales que producen múltiples formas de masculinidad, una de las cuales generalmente ejerce hegemonía sobre las otras" (Connell, 2001, p. 156).

Se entiende por masculinidades hegemónicas, el modelo cultural predominante esperado de los hombres, en el cual hay un posicionamiento dominante del hombre sobre la mujer y sobre otros hombres, desde una relación de poder y no sexual. Lo cual no significa que sea un comportamiento aceptado de manera generalizada, pero que hace parte de los rasgos de identidad cultural de la población estudiada.

Para Connell (2001), las prácticas masculinizantes se concentran en ciertos escenarios institucionales. En este caso, el corte de caña, en un espacio en el cual se refuerzan dichas prácticas, que permean y esculpen el subconsciente íntimo y cotidiano de los corteros de caña. Desde estas prácticas se construyen interacciones de poder, jerarquía, superioridad, intimidación y fuerza. Connell, en su artículo "Educando a los muchachos: nuevas investigaciones sobre masculinidad y estrategias de género para las escuelas", del año 2001, analiza cuatro tipos de relaciones que se ven involucradas en el régimen de género de una escuela, y se trae a colación entendiendo la escuela como una institución. Como lo sustenta Connell,

Al igual que las corporaciones, los sitios de trabajo y el Estado, el género está embebido en las disposiciones institucionales mediante las cuales funciona la escuela: divisiones de trabajo, patrones de autoridad y cosas por el estilo. El conjunto de estas disposiciones conforma el régimen de género de una escuela. (Connell, 2001, p. 160)

  1. Relaciones de poder: las cuales se evidencian en los patrones de autoridad, control y supervisión. En el mantenimiento de las relaciones de poder, Connell cita a Shirley Prendergast, quien en un estudio etnográfico realizado en una escuela, en 1996, evidencia cómo en los partidos de fútbol, a través del control en el campo de juego, se fortalece una hegemonía de la masculinidad física y agresiva.

  2. División del trabajo: se relaciona con la asignación de tareas a partir de la fuerza o la elección de vocacionales de acuerdo con el género. Se pone como ejemplo a las mujeres en la "economía doméstica, lenguaje y literatura, y la de hombres en la enseñanza de ciencias, matemáticas y artes industriales" (Connell, 2001, p. 161).

  3. Patrones de emoción: cita a la socióloga Arlie Hochschild, para argumentar que las emociones están inscritas en una trama social que requiere una toma de postura de acuerdo con lo imperante en el contexto, es decir, de acuerdo con las tradiciones y las reglas.

  4. Simbolización: desde la definición de áreas como masculinas o femeninas a través de símbolos.

Los uniformes o las convenciones en el vestir, los baños separados, las formas de dirigirse a otras personas, prácticas como hacer dos filas diferentes para hombres y mujeres, y competencias como "muchachos del salón" contra "muchachas del salón", se encargan de hacer todo el trabajo. Los textos formales pueden reforzar la lección de la cultura popular, la cual define la masculinidad desde sus diferencias con la feminidad. (Connell, 2001, p. 162)

A partir de estas relaciones se van construyendo las prácticas masculinas que hegemonizan comportamientos de hombres en contextos institucionalizados, donde se van definiendo estas prácticas tras la diferencia de los hombres con las mujeres, siendo estas consideradas como inferiores, usándose en ocasiones la comparación para ridiculizar a los hombres. En este sentido, Bermúdez, citando a Connell, señala que hay masculinidades subordinadas que se dan entre hombres:

Las masculinidades subordinadas son aquellas, al decir del autor, confinadas a los ghettos, y que se relacionan fundamentalmente con los hombres gais que suelen ser discriminados por ser considerados "femeninos". Por tanto, la hegemonía masculina se construye en esa relación de dominación sobre las mujeres, así como también sobre masculinidades subordinadas. (Bermúdez, 2013, p. 288)

Como ya se mencionó, estas prácticas se refuerzan en espacios institucionales como la familia, el trabajo, la escuela, la iglesia, entre otros. Espacios donde, como lo afirma Bermúdez, se dan "relaciones de poder, de producción y de vínculos emocionales y/o sexuales son tres ejes fundamentales presentes en la vida y práctica sociales que nos sirven a la hora de analizar la construcción social de las identidades de género" (2013, p. 288).

Es importante resaltar que las masculinidades hegemónicas son un ejercicio en muchos casos inconsciente que se asume por comodidad por parte de algunos hombres, que se benefician de ellas desde el sistema patriarcal, en el cual la subordinación de la mujer les posibilita ciertos beneficios en las diferentes relaciones que se establezcan socialmente. Por lo tanto, renunciar a ella no es una opción, por cuanto no hay conciencia del uso del poder sobre el/la otro/a. Por ejemplo, la valoración que se da al trabajo del hombre fuera de la casa, frente al trabajo doméstico llevado a cabo por las mujeres, no solo establece un tipo de relación jerarquizada, sino de valoración del aporte de cada uno desde su rol.

Construcción de masculinidades: rasgo de la identidad cultural de los corteros de caña de azúcar del Valle del Cauca

La masculinidad de los corteros de caña como un rasgo de identidad cultural se torna hegemónica en un contexto específico como es el corte de caña, espacio de interacción no solo para la subsistencia económica, sino también para la construcción de su cotidianeidad, que los sumerge en una comunidad en la cual se ponen en juego aspectos de sus historias personales y de sus vivencias presentes y, que dan lugar a sus propios rasgos de identidad cultural. Factores como la socialización familiar, la organización económica para la subsistencia y la construcción de sus relaciones afectivas van cimentando la masculinidad, dando un lugar determinante en las interacciones íntimas y cotidianas de los corteros de caña, enmarcadas en un orden de género o régimen de género, que, en palabras de Connell (citado en Bermúdez 2013, p. 285), está compuesto por las relaciones de poder, las relaciones de producción y las relaciones de afecto, emociones y sexualidad social4, que se entrelazan en su modo de vivir y de subsistir.

Socialización familiar en el marco de la organización económica

La forma como se organizan las personas para su supervivencia hace parte de la cultura, como estilo de vida que se comparte en un grupo. En este contexto del corte de caña, las personas no solo comparten este modo, sino también la forma de producción económica, que está relacionada con el contexto agroindustrial en estas poblaciones que han mutado en sus estilos de vida a la par de la industrialización y globalización.

Esta forma de organización surge desde la infancia de algunos corteros de caña en contextos familiares y sociales, donde el trabajo hace parte del proceso de socialización de los niños originando una de las primeras prácticas masculinizantes5 a las que se ven enfrentados en el orden de género, en el que los hombres salen al rebusque y las mujeres cuidan a los hijos.

En el contexto rural, el trabajo infantil es una forma de supervivencia familiar que suma a los ingresos de la canasta familiar, una práctica cultural que se repite de generación en generación, perpetuando la pobreza en estas familias, pues aleja a los niños de la escuela, los expone a riesgos en ambientes dominados por adultos y obstaculiza su socialización en relación con el desarrollo estándar de su ciclo vital. El trabajo en la infancia es un medio de obtener remuneración económica, que permite cubrir las necesidades de la familia; por lo tanto, se vuelve una práctica social de supervivencia desde niños y, una responsabilidad tener que resolver la supervivencia de su familia, frente a la ausencia del padre o la madre. Marcos, uno de los protagonistas de la investigación, no era ajeno a este tipo de práctica, quedebió asumir tras el abandono del padre y, la salida de la madre a trabajar para el sostenimiento de cinco hijos/as. Las carencias económicas se hicieron cada vez más evidentes en su familia, por lo tanto, los acontecimientos en su núcleo lo llevaron a establecer relaciones de poder frente a la producción, ubicándolo en el rol de proveedor económico, proveedor de seguridad para su familia, lo que implica asumir conductas adultas aun siendo niño: "yo estaba en cuarto de primaria y, pues así comencé a pensar que ya tenía que trabajar y ayudar a mi mamá" (Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca).

Desde la infancia, los corteros de caña asumen el trabajo como forma de subsistencia familiar; son llamados a suministrar sustento económico; sin haberse preparado para eso, deben salir a buscar qué hacer para producir dinero, lo que se vuelve una constante en su trayectoria de vida, hasta llegar al corte de caña. En ese momento, ya hay aspectos que han esculpido su identidad cultural como "proveedores", ubicándose en un nivel jerárquico en su núcleo familiar, lo cual va tejiendo y fortaleciendo su creencia de tener derecho sobre el otro que es inferior a él. En este caso, en sus relaciones de pareja se da un binomio relacional de dominante y dominado, en el que el hombre es quien tiene derecho a la vida en lo público, y su pareja está limitada al escenario doméstico.

La masculinidad hegemónica: sentido de poder sobre el otro

La dominación de los hombres sobre las mujeres es un comportamiento que se ha hegemonizado en las relaciones de pareja de los corteros de caña, expresada en prácticas masculinizantes en sus interacciones íntimas y cotidianas, como el hecho de poder salir a divertirse cada fin de semana, a jugar billar y sapo, a visitar bares y consumir alcohol en exceso; además, a ejercer actos de violencia verbal, simbólica y física contra su compañera o sus hijos/as. Por otra parte, salir a trabajar, delegar el cuidado de los hijos/ as a la madre o la abuela, construir, romper y reconstruir sus relaciones de pareja cada que lo desee y, "adueñarse" de la mujer del "mángualo", son expresiones que legitiman el sentido de poder sobre el otro, sea este otro una mujer o un hombre subordinado, que asumen consciente o inconscientemente el papel dominante del hombre "masculino" y "líder" en la relación. Estos comportamientos son asumidos como naturales y de manera inconsciente, pues en su tránsito de vida se socializaron en contextos donde se magnifica lo masculino sobre lo femenino, donde para ofender a otro hombre se le ridiculiza feminizándolo:

Yo pensaba de que ella [...] me pertenecía, de que me llenaba de celos, entonces también la maltrataba, entonces, para ella también era difícil vivir conmigo, yo venía con un mundo de problemas [...] yo no los quería reconocer, yo creía que [...] lo que estaba haciendo lo hacía bien, que lo que yo les hacía a ellos era bien, [...] que ellos tenían que hacer lo que yo dijera, eso era un machismo, que entonces... como sometiéndolos a ellos en todos los sentidos, maltratándolos físicamente, verbalmente, pues eso era lo que a mí me habían enseñado. (Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca)

Como ya lo mencioné, esta relación jerarquizada no solo se vincula a una mujer, sino a otro hombre sobre el cual se tiene poder. Este poder es otorgado desde un reconocimiento natural de la superioridad del otro, donde el dominado se ubica en la sumisión y aceptación de la inferioridad. Esta aceptación pone en juego las interacciones de poder, producción y emoción.

Yo llegaba a la casa todo imponente, queriendo someterlos a ellos. [...] Ella [...] es buena persona, siempre está ahí con uno, soportando todo eso, y ella por el momento que pudo medio hablar conmigo [...] hay veces quería decirme, no, yo... usted es así, es asa, usted es altanero, usted es muy celoso, muy problemático, pero yo... no me decía eso a mí nadies, pues o sea, el único que me cambia es Dios, [...] nadie me puede cambiar, le decía a ella. (Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca)

La dominación aquí presentada solo le reconoce el poder de cambiar su conducta "natural" a un poder reconocido como más grande y superior, a Dios, a quien reconoce como "él", otro hombre. Se puede considerar su cosmovisión como determinante en sus prácticas masculinizantes, desde la que se promulgan divisiones sexuadas de los roles dentro de la familia.

En el corte de caña, las relaciones de poder se evidencian en distintos tipos de relaciones, por ejemplo, en el ejercicio de supervisión y autoridad sobre el otro, jerarquía otorgada por la representatividad sindical, proyección de masculinidad y valentía de afrontar a quienes representan la autoridad. Sumado a ello, el fútbol es una de las prácticas masculinizantes que permite legitimar expresiones de competitividad, agresividad física y verbal y, se otorgan lugares de reconocimiento a quienes sobresalen en estos espacios de interacción. En este sentido, el deporte es un modo de poner en escena sus capacidades y destrezas masculinas y, desde allí se establecen reconocimientos y jerarquías en la relación.

En las relaciones de producción: se logra evidenciar en la organización económica para la supervivencia, en la que el cortero "corta caña", "trabaja" y "produce", mientras que la mujer "cocina", "lava el uniforme", "prepara los hijos/as para la escuela", "cumple con sus deberes maritales", entre otros. En el momento en que estos acuerdos se rompen, los corteros de caña deben buscar "una mujer" que les "madrugue, cocine y lave". Frente a estos acuerdos se construyen muchas de sus relaciones de pareja.

La producción también se simboliza como una práctica masculinizante, en el sentido otorgado a la capacidad de producción, que denota esta capacidad con sobrenombres que aluden a este reconocimiento de superioridad denominándolos "vacas", "sayayi", "máquinas", entre otros.

Dicha capacidad de producción se vincula a la capacidad de producir económicamente, es decir, su poder sobre el aprovisionamiento y manutención de la familia. En torno a esto se tejen vínculos, se construyen las "mangualas"6 para cortar caña.

En las relaciones de afecto y emociones: el establecimiento de relaciones en torno al deseo, a la sexualidad, es determinante en las interacciones de los corteros de caña, quienes establecen y evidencian su virilidad en torno a sus relaciones con las mujeres, en su posibilidad de tener hijos/as, de tener varias mujeres al mismo tiempo, en algunos casos, de quedarse con - la mujer del otro; a estos se les reconoce como los "mochadores" y, esto es motivo de reconocimiento de masculinidad.

Todas estas prácticas son reforzadas en el contexto, donde ser "todo un varón" alude a la fuerza, a la berraquera, a la capacidad de cortar, de "desligarse del yugo marital", de tener novias además de la esposa, de afrontar a quien quiera pasar por encima. De esta manera, se retoma el sentido de las prácticas masculinizantes como resultado de interacciones que se dan en lo cotidiano, que abordan desde lo íntimo para ponerlo en el día a día. Por ejemplo, el machismo7 se constituye como una rasgo de identidad cultural, por cuanto es una práctica compartida entre corteros de caña, que la respaldan en sus conversaciones o burlas hacia el otro cuando no lograba salirse de su hogar para festejar con ellos. En este contexto, los hombres que se quedan en la casa se consideran débiles y sometidos a la mujer. No hay una concepción de familia en la cual todos los integrantes tienen capacidad de agencia, pues esta solo se le reconoce al hombre, con el poder y la autoridad de proveer el sustento de cada día, según como lo considerara conveniente.

Yo vivía en mi mundo de estar con los compañeros de trabajo por allá en cantinas prostituyéndose8 uno, porque como si fuera una mujer también que se prostituye, uno también estando con una y otra mujer, que eso realmente es lo peor, alcoholizándose uno y gastándose realmente uno lo que podía llevar a los hijos, [...] a la mujer en ese tiempo, no le podía dar nada porque... ¿Qué hacía? Yo lo primero que hacía es dar para la remesa, pero hay veces no daba lo suficiente; yo decía: "Sí, yo doy para la remesa", pero no daba lo suficiente; cuando ganaba bien, en vez de dar para otras cosas, no, yo pensaba era en "ahora me voy es a jugar sapo o me voy para tal o cantina o me invitaron para tal fiesta o me voy con los amigos para tal parte", pero nunca les decía: "Bueno, me voy a llevar a mi mujer, a mi hijo", no. (Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca)

En el caso de uno de los protagonistas de las historias de vida, a través del machismo ocultaba su inseguridad y vulnerabilidad y, con sus formas de divertirse trataba de ocultar sus frustraciones. Este hombre sentía remordimiento al reconocer que lo que hacía no estaba bien, era una lucha entre lo que le habían enseñado y los sentimientos generados después del maltrato o la ingesta de alcohol; sus culpas aumentaban cada vez más, pero la fuerza del contexto lo mantenía en el círculo de la prepotencia masculina.

En esos tiempos, no más que todo ella mantenía era en la casa, y yo era el que mantenía en la calle, pues eso, para mí en esos momentos, que creía que estaba haciendo las cosas a mi gusto, y me estaba divirtiendo. pero en mis adentros pensaba yo que todo lo que estaba haciendo no era bueno, [...] llegar uno a la madrugada al otro día con qué cara. Si la mujer me decía "A ¿dónde estabas?", lo que uno hace es responder mal: "Qué le importa, yo soy el que trabajo", pues llega la humillación, [...] yo me sentía pues... en el momento de la alegría me sentía bien, pero al otro día el guayabo, la pensadera de lo que me había gastado, que podía haber hecho algo mejor con esa plata, eso me era difícil, yo no entendía eso, yo decía: "¡Ah!" Cada ocho días que hacía eso, y decía: "Voy a dejar de tomar" [...] pero eso pasaban por ahí quince días, un mes, si a mucho, y ya eso como que me llamaba el trago [...] me iba más que todo eran los fines de semana, los días viernes, era que me daba por eso... y eso me llamaba el alcohol. (Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca)

Estas prácticas -si bien se han naturalizado, como lo evidencia el fragmento anterior-, más que ser resultado de una postura esencialista -donde se hablaría de que estos hombres se comportan así porque es algo inherente a ser hombres-, dan cuenta de construcciones sociales, históricas y políticas que se han tejido en la cotidianeidad de sus interacciones, en las cuales no solo participan los corteros de caña, sino también sus esposas y/o compañeras, sus grupos de pares y todo su contexto interaccional, en el que el discurso dominante sobrepone al hombre sobre la mujer.

Vale la pena preguntarse sobre el nivel de consciencia de las mujeres cuando aceptan estas relaciones de dominación: ¿Cómo contribuyen ellas a la hegemonización de la masculinidad de los corteros? Si bien hay un discurso y unas prácticas dominantes, también hay discursos contrarios, hay capacidades de agencia sin explorar; sin embargo este es un tema que no se profundiza en este documento, pero que permite reflexionar sobre el papel de la mujer en el fortalecimiento del discurso dominante de la masculinización de los corteros de caña. Siguiendo el concepto dehegemonía -que Gramsci propone como resultado de un proceso de continuas formas de dominación y resistencia-, en el contexto del corte de caña, no solo los corteros de caña producen y reproducen prácticas masculinizantes, también las formas de socialización, la herencia cultural, la distribución de las tareas y responsabilidades se constituyen como factores que dirigen la aceptación de las prácticas masculinizantes por parte de los subalternos, en este caso las mujeres. A través de esas prácticas, los valores y las perspectivas sobre el mundo de los dominantes se convierten en el sentido común que se comparte con los dominados.

Todo este proceso de construcción de masculinidad como algo hegemónico va teniendo cambios en el momento en que los corteros de caña se accidentan y, sus capacidades físicas y de producción entran en evaluación médica y social, ya que uno de los aspectos que otorga poder y autoridad en su relación dominante-dominado es el rol de proveedor, el cual se pone en consideración tras la reubicación laboral y los lleva dar otro sentido a su mirada de la mujer como sujeta con capacidad de agencia; y por otro lado, a la significación que se hace del uso de tiempo libre y ocio.

El momento de los cambios y las transformaciones

Reconocimiento de la mujer como la compañera

En este contexto, la compañera del cortero de caña es "mi mujer", término que da cuenta de pautas normativas o acuerdos prescritos en la dinámica de relación, en la que la mujer está circunscrita a lo doméstico y es una posesión de su esposo, quien tiene el control y el poder del manejo del dinero en la familia.

En el momento en que este poder productivo empieza a laquear por los accidentes de trabajo, que les dan un giro económico a las vidas de los corteros de caña, ellos, en su evaluación de posibilidades de producir más dinero, aceptan el aporte que puede hacer su compañera, reconociendo su rol productivo. Es importante aclarar que esta negociación no es un tema general, sino que se va dando en el proceso de aceptación de la reubicación laboral.

El proceso de autorreconocimiento y reconocimiento externo se da lentamente, pues se empiezan a valorar aprendizajes de toda la trayectoria histórica del sujeto/a, que ha sido construida no solo por hombres, sino también por mujeres que aceptaron la relación de dependencia económica y emocional. Mujeres que aceptaron la dominación de un hombre, "su compañero", así como quizá la aceptaron sus madres, sus hermanas y sus vecinas. La aceptación no es algo que nace con ellas, es un rasgo histórico, social y económico.

En una caracterización de la población de corteros de caña reubicados, en la que se trabajó con una muestra de 80 corteros de un grupo de reubicados de 107, realizada en noviembre del 2014, se encontró que 69 corteros de caña se constituían comojefes de hogar, y solo 11 de ellos compartían la responsabilidad económica con hijos y esposas. De estos 80, las tipologías con la mayor representatividad en las familias reconstituidas se dan en 23 familias, 16 extensas o multigeneracionales y 16 nucleares; las demás se distribuyen entre nucleares incompletas, ampliadas, monoparentales, diadas conyugales y unidad doméstica. Esto permite reflexionar sobre la frecuente ruptura de familias y reconstitución de otras y, la dependencia económica que se mantiene en las familias extensas sobre la responsabilidad del cortero, aun cuando sea reubicado. Por otra parte, 54 esposas se dedican a ser amas de casa, 32 de ellas con escolaridad entre 5° de primaria y 11° de secundaria.

Llama la atención cómo en el contexto actual, donde la mujer tiene las posibilidades de estudiar, de controlar su procreación y de exigir sus derechos, se encontraron resultados como el anterior. Se puede concluir que, de acuerdo con los tipos de familia, la masculinidad hegemónica también se relaciona con rasgos de feminidad tradicional, en la que predomina que las mujeres deben ser cuidadoras y se deben sacrificar por su familia. Sin embargo, en este caso, es una postura que tiende a cambiar tras el accidente de trabajo de los corteros, quienes requieren que los ingresos en el hogar aumenten,: "yo no sé cómo es que hace la mujer pero eso lleva de todo, hasta frutas y todo eso, y ella trabaja en sus máquinas, de pronto con eso ella me ayuda, ella no dice nada, pero yo sé" (Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca).

Reconocer a su "mujer" como su "compañera", como una sujeta con capacidades, que le puede ayudar a construir el hogar, tiene cabida frente a demandas económicas y de salud que no son negociables y que parten de la aceptación de su debilidad como hombre, como aprovisionador de la familia, lo que posibilita reconocer, tanto de parte del hombre como de la mujer, la capacidad de aportar, trabajar y aprovisionar.

Esta nueva situación familiar, que atraviesa los rasgos de identidad cultural de los corteros de caña, surge de la necesidad de organización económica dentro de la familia. En este punto, se recuerda la importancia de la economía en esta cultura, que centra su desarrollo en torno a la forma de subsistir y la manutención familiar. En palabras de Comas, "el cambio social se origina por factores externos, que modifican la configuración de las culturas; la economía, como parte del sistema cultural, no origina los cambios, sino que recibe sus repercusiones y ha de adaptarse a ellos" (1996, p. 108). Este cambio social frente a la masculinidad hegemónica no es algo que suceda de la noche a la mañana, ni en todos los casos; sin embargo, en los que tiene lugar, se origina en el reconocimiento de la debilidad del hombre en sus capacidades físicas y, por ende en su capacidad de soportar la manutención de su familia.

Resignificación del ocio

Una de las prácticas masculinizantes que se legitiman desde temprana edad entre hombres es el disfrute del ocio, entendido como la libertad que tiene el ser humano de usar su tiempo libre en actividades de descanso o diversión. En el caso de los corteros de caña, estos espacios los canalizan desde muy jóvenes a la diversión en medio del alcohol, las mujeres y los bares, por lo que no hay cabida para los espacios familiares de recreación y descanso.

La visión que se tiene del ocio en el corte de caña hace parte de una herencia cultural que sigue legitimando y perpetuando las relaciones de poder jerarquizadas en el sistema de clases sociales, que prolonga la pobreza y las relaciones centradas en el machismo. Esta concepción predominante, mas no única entre este grupo poblacional, se rompe en el momento de la reubicación laboral, momento en el que se otorga otro sentido al disfrute del tiempo libre.

A lo largo de la trayectoria vital de los corteros de caña se naturalizan comportamientos y formas de vida que condicionan la dinámica cotidiana; de esta manera empiezan a reproducir las pautas que vivencian durante la infancia: "Yo me miraba atrás cuando llegaba mi papá, todo así borracho, E y entonces yo me miraba cuando era niño [...] y entonces yo me puse a analizar que, 'Bueno, eso estoy haciendo', lo mismo que él hacia" (Historia de vida de Marcos Perdomo,3l de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca). Así, se empieza a relacionar el ocio con el consumo de licor, como una reivindicación de la "hombria" y de su derecho a disfrutar su tiempo libre:

Comencé ya a trabajar, y se ganaba plata, y todo, pero eso es como hay veces los padres le enseñan unas cosas a uno, que es como una herencia, y comencé a tomar trago; ya cuando ganaba plata comencé a tomar trago, por lo menos no compraba las cosas que se necesitaban en el hogar, sino que siempre esperando a ver cómo dar menos para poder gastar más tomando trago, con los amigos nuevos, que, entre comillas, uno consigue en el cañal. (Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca)

Sin dejar de lado su "deber" como proveedores, que le otorga el poder sobre el otro, se empieza una contradicción entre lo que se quiere y lo que el contexto no solo le ha enseñado, sino que le exige. Es así como algunos corteros empiezan el debate entre su familia y su grupo de pares, encontrando finalmente su libertad en sus espacios de ocio, con distractores externos a él que le generan placer, conciliándose con el mismo y con sus amigos corteros, que son parte fundamental en sus interacciones intimas y cotidianas:

Los amigos lo que les daba eran malos consejos a uno: "No, vámonos a tomar", que esto y lo otro, "o es que a vos te manejan, o qué, te tiene amarrado a la cama", entonces, bueno, un mundo de cosas que lo llevan a pensar a uno a ser como una persona machista que uno si tiene Derecho, y la mujer no, y uno si tiene derecho a salir, que uno si tiene derecho a divertirse, y ella no, y ellos, los amigos, siempre induciéndolo a uno a eso, al trago, a vivir la vida alegre. Siempre los fines de semana, uno como trabajador, uno cree que la diversión es salir y decir: "Ve, ¿pa' dónde vamos a ir hoy?", y el uno lo invita al otro y el otro al otro: "Noo, pues vamos a jugar sapo", "Ahh, no, vamos a jugar billar", "Aahh, no, vámonos paa'...para otra parte, para las cantinas", [risa] o pa' donde lo inviten a uno; como hombre que uno a veces es, el cortero también machista, " uno siempre cree que como uno es el que está aportando, uno dice: "Para eso yo traigo la plata, la comida", "Para eso pago el arriendo, los servicios", "entonces tengo derecho a salir", pero uno no piensa, como cortero, que también la familia tiene derecho, uno piensa no más es en divertirse uno. (Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca)

Romper con estos modelos hegemónicos no es un proceso fácil para los corteros de caña; sin embargo no es imposible, pues en el momento del punto de inflexión, es decir, del accidente de trabajo, se da lugar a la transformación de sus interacciones intimas y cotidianas, y se retoma un factor determinante en la identidad cultural, el sistema económico que da lugar a la organización social y familiar. En el momento de la reubicación laboral, los corteros de caña deben replantearse el manejo que hacen de los recursos porque sus ingresos se estandarizan. En este proceso hay un momento determinante para estructurar la transformación, el cual se da justo después de la reubicación, en la que entran en juego tres factores definitivos para la resignificación del ocio: las recomendaciones médicas, la medicación, que limitan el consumo de alcohol; la estandarización o baja de ingresos9 y sus limitaciones físicas. Estos factores dan lugar a la reflexión y posteriormente al cambio, sobre el eje económico como decisivo en la transformación de las interacciones intimas y cotidianas de los corteros de caña reubicados.

Según Dolors Comas (1996), refiriéndose al cambio social, "el papel que se otorga a la economía en este proceso es básico y crucial" (1996, p. 111). Comas, citando a Godelier (1989), expone:

Que no todos los elementos que componen la sociedad (el arte, el parentesco, la religión, el poder, etc.) tienen el mismo peso en la evolución de las sociedades y que dos dominios parecen contener las fuerzas con mayor peso, las cuales no solo hacen cambiar las sociedades, sino que sobre todo hacen cambiar de sociedad: las fuerzas económicas, y las fuerzas políticas. (Godelier, 1989, pp. 14-15)

De ahí que la disminución de ingresos lleve a los corteros a replantearse su organización social y a resignificar el ocio, ya no desde la diversión con el grupo de pares, sino desde la dedicación de su tiempo libre a su formación académica, "porque el oficio de cortero no es el único por hacer", contrario a lo que pensaba antes del accidente, y respecto a la recreación y el descanso con su familia, por ser su red de apoyo en su nueva situación física. Tras el accidente de trabajo se da lugar a la desestructuración del modo de vivir ya la reconstrucción de otras formas de interactuar, en las que se tienen en cuenta ellos mismos como sujetos con otras posibilidades, y la familia. Sin embargo, estos cambios no significan que la identidad cultural desaparezca o cambie en su totalidad, sino que hay transformaciones y permanencias de algunos rasgos.

Sumado a lo anterior, es importante resaltar el papel que tiene la construcción del cuerpo de los corteros de caña en la deconstrucción de sus prácticas masculinizantes y, por lo tanto, en los cambios y las permanencias en los rasgos de identidad cultural de estos, ya que la pérdida de la capacidad E física está en relación directa con el cuerpo, puesto que estos hombres han sido socializados en un contexto donde el cuerpo representa poder, el cual le otorga su sexo masculino. En ese sentido, es el motor principal para su trabajo, su fuerza laboral, especialmente sus manos, con las cuales ha realizado el trabajo durante toda su trayectoria de vida en el contexto rural, donde la fuerza corporal es fundamental en las actividades agrícolas.

Este mismo contexto le da todas las herramientas para construir su masculinidad en relación con su cuerpo, desde su concepción de ser hombre hasta el hecho de ser cortero de caña, en el que lo masculino es sinónimo de fuerza, libertad, autoridad y autonomía. Esta autonomía está ligada al control que tiene sobre su cuerpo, que es suyo y que es propio. Pese a ello, la pérdida de movilidad de una parte de este, a partir de su accidente laboral, le quita dicho control sobre si mismo, sobre aquello que manejaba a su antojo, lo que empieza a reconfigurar desde una situación de no retorno sus rasgos de identidad cultural, que, más allá de la transformación de su cuerpo, están en relación con la significación de este, de su memoria y del control y poder que le otorgaba tras la masculinidad construida, como uno de los rasgos de identidad determinante en su construcción social.

En el corte de caña, uno de los riesgos de accidentarse es la laceración o pérdida de funcionalidad de alguna parte del cuerpo. Este se ha construido en un contexto social y cultural que le otorga gran importancia no solo para llevar a cabo el corte manual de caña, sino para su socialización en sus interacciones intimas y cotidianas; en ese sentido, tanto la reorganización económica como las resignificación de su cuerpo y la aceptación de sus nuevas capacidades físicas dan lugar a la deconstrucción de las prácticas masculinizantes que construyó en su trayectoria de vida, y que lo ponen en un escenario distinto, retador y desconocido. De allí la importancia de prepararnos desde la intervención social para afrontar las nuevas masculinidades que surgen tras situaciones como esta, y que proponen otras formas de relacionarnos y de reconocer al otro.

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Historia de vida de Marcos Perdomo, 31 de marzo de 2015, Florida-Valle del Cauca. [ Links ]

* Este artículo se elaboró en el marco del desarrollo de tesis titulada "Cambios y permanencias de los Rasgos de Identidad Cultural de los corteros de caña de azúcar. Interacciones íntimas y cotidianas. El caso de los corteros reubicados de un Ingenio del Sector Agroindustrial del Valle del Cauca", para optar al título de Magister de Intervención Social con campo de profundización en Familia de la Facultad de Humanidades, Escuela de Trabajo Social y Desarrollo Humano de la Universidad del Valle.

1Se entiende lo íntimo y cotidiano como esas situaciones que ocurren en el diario vivir de los corteros de caña en sus escenarios "íntimos" que se vuelven parte de sus interacciones cotidianas y de manejo público dentro del contexto del corte de caña. En este escenario, un suceso íntimo no se conserva íntimo, se vuelve parte de la cotidianidad y, todos los corteros cercanos opinan sobre él.

2Kornblit (2007, p. 16) hace claridad sobre el modo indistinto en que hará referencia a las historias y los relatos de vida por cuestiones de redacción en su capítulo, sin desconocer la diferencia instrumental de cada uno; por lo tanto, las fases del proceso investigativo aluden también a la historia de vida.

3The Uses of Literacy de Richard Hoggart, y Culture and Society y The Long Revolution de Raymond Williams.

4Estas dimensiones las trae Connell (2001), originalmente propuestas en Connell (1987).

5Se toma de Connell la categoría prácticas masculinizantes para analizar los distintos modos de interacciones que se llevan a cabo en el contexto de los corteros de caña, que se constituyen como agentes de la construcción de masculinidades.

6Manguala es una pareja de corteros que se alían para cortar más caña y ganar tiempo. El mángualo es el compañero de corte. El mángualo se escoge para producir más.

7En este contexto se entiende por machismo el hecho de superponerse sobre la palabra y la voluntad de la mujer.

8Hace alusión a una forma de ser promiscuo o de estar con una y otra mujer.

9Los corteros de caña ganan a destajo, es decir, de acuerdo con lo que cortan; en el grupo investigado, con la reubicación, sus ingresos se estandarizan según el promedio de corte de caña que tengan; mientras la reubicación se reconoce como permanente por parte de la Junta Médica responsable, los ingresos que reciben son básicos, es decir, 1,2 salarios mínimos mensuales vigentes, pues inicialmente su reubicación es temporal, esperando definir si puede volver al corte o se reubica como permanente.

Cómo citar este artículo: Castro, B. J. (2016). Construcción y transformación de masculinidades de los corteros de caña de azúcar del Valle del Cauca. Rev. colomb. soc, 39(1), pp. 79-102.

Recibido: 13 de Octubre de 2015; Aprobado: 29 de Diciembre de 2015

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