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Revista Colombiana de Sociología

Print version ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.39 no.1 Bogotá Jan./June 2016

https://doi.org/10.15446/rcs.v39n1.56345 

Sección Temática

Autoanálisis y aphrodisia: entre el disciplinamiento académico y la transgresión*

Self-Analysis and Aphrodisia: between the Academic Discipline and Transgression

Autoanálise e aphrodisia: entre o disciplinamento acadêmico e a transgressão

Jairo Clavijo Poveda** 

Andrés Felipe Ramírez Rodriguez*** 

** Pontificia Universidad Javeriana (PUJ), Bogotá, Colombia. Doctor en Antropología de l'Université de la Sorbonne Nouvelle, Paris III. Profesor Departamento de Antropología, Pontificia Universidad Javeriana (PUJ), Sede Bogotá. Correo electrónico: jairo.clavijo@javeriana.edu.co

*** Pontificia Universidad Javeriana (PUJ), Bogotá, Colombia. Magíster en Antropología, Universidad de los Andes. Profesional, Proyecto de Educación para la Ciudadanía y la Convivencia (PECC), Secretaría de Educación Distrital de Bogotá. Correo electrónico: afr774@hotmail.com


Resumen

Este artículo presenta un desarrollo metodológico autoanalítico que conscientemente buscó alejarse de la ilusión autobiográfica que se manifiesta en muchas autoetnografias, en las que la fuerza de la experiencia, el protagonismo del yo y, de la memoria propia, o anulan cualquier posibilidad crítica. Siguiendo a Pierre Bourdieu y Bernard Lahire, se parte de la identificación del campo académico y de nuestra ubicación en él y, desde esta condición de posibilidad se adelanta la reflexión sobre el autoanálisis y se focaliza posteriormente en el tema de la aphrodisia. El rumbo que tomó la investigación llevó al terreno naturalizado de la formación de la masculinidad. El ejercicio apostó por la objetivación del indiferenciado sociólogo o antropólogo, que suele permanecer anónimo en cuanto sujeto social en el proceso de investigación de "el otro". Se trató aquí de convertirse en "un otro", y de observarse y examinarse con las herramientas sociológicas y antropológicas que utilizamos para estudiar a los demás "otros". Más que una coautoría, este artículo resulta de la complicidad profesor y estudiante-investigador, en un ejercicio en el que esta relación académica cumple un papel fundamental en la regulación del análisis, en el manejo riguroso de los datos y en la escritura. El documento contiene dos partes: en la primera se plantean las cuestiones metodológicas, y en la segunda, el estudiante-investigador pone a prueba las herramientas sobre sí mismo. En este sentido, el primer nivel de la objetivación es el campo académico, desde el cual fue posible pensar la formación de una masculinidad heterodoxa, mediante el distanciamiento a priori de posiciones intelectualistas, ya que podrían terminar convirtiéndose en intelectualocentristas, como advierte el propio Bourdieu. Este marco permitió identificar la formación de la masculinidad particular como un habitus laminado entre diferentes fuerzas sociales, en el cual se desencadena el gusto por la transgresión de los espacios físicos, sociales y corporales como fuente central de la aphrodisia.

Palabras clave: Aphrodisia; autoanálisis; campo académico; habitus laminado; masculinidad

Abstract

This article presents a self-analytical methodological development that consciously sought to move away from the autobiographical illusion that manifests itself in many autoethnographies, in which the strength of the experience, the role of the self, one's own memory, nullify any critical possibility. Following Pierre Bourdieu and Bernard Lahire, the article starts with the identification of the academic field and our location in it; from this condition of possibility it reflects on self-analysis and subsequently focuses on the theme of aphrodisia. The study led to the naturalized terrain of the formation of masculinity.

The exercise opted for the objectification of the indifferent sociologist or anthropologist who usually remains anonymous with regards to the social subject in the process of the study of "the other". Here, it deals with converting to "an other", and to observe and examine oneself with the sociological and anthropological tools that we use to study to the other "others". More than a co-authorship, this article is the result of professor - student researcher interaction, in which this academic relationship plays a fundamental role in the regulation of the analysis, in the rigorous management of data and in the writing. The document contains two parts: in the first methodological issues are looked at, and in second, the student-researcher tests the tools on him/herself. In this sense, the first level of the objectification is the academic field, from which it is possible to think about the formation of a masculinity heterodox, through the distancing a priori of intellectualist positions, since they could end up becoming intellectual-centrists, as Bourdieu himself has warned. This framework identifies the formation of particular masculinity as a habitus layered between different social forces, in which a taste is triggered for the transgression of physical, social, and personal spaces as a central source of the aphrodisia.

Keywords: Aphrodisia; self-analysis; academic field; layered habitus; masculinity

Resumo

Este artigo apresenta um desenvolvimento metodológico autoanalítico que, conscientemente, buscou afastar-se da ilusão autobiográfica que se manifesta em muitas autoetnografias, nas quais a força da experiência, o protagonismo do eu e da memória própria anulam qualquer possibilidade crítica. Seguindo Pierre Bourdieu e Bernard Lahire, parte-se da identificação do campo acadêmico e do nosso posicionamento nele e, sob essa condição de possibilidade, realiza-se a reflexão sobre a autoanálise e focaliza-se, posteriormente, no tema da afrodisia. O rumo que a pesquisa tomou levou ao terreno naturalizado da formação da masculinidade. O exercício apostou pela objetivação do indiferenciado sociólogo ou antropólogo, que costuma permanecer anônimo enquanto sujeito social no processo de pesquisa do "outro". Tratou-se aqui de se converter num "outro" e de se observar e examinar com as ferramentas sociológicas e antropológicas que utilizamos para estudar os demais "outros". Mais do que uma coautoria, este artigo resulta da cumplicidade professor e estudante-pesquisador, num exercício no qual essa relação acadêmica cumpre um papel fundamental na regulação da análise, na gestão rigorosa dos dados e na escrita. Este documento contém duas partes: na primeira, apresentam-se as questões metodológicas e, na segunda, o estudante-pesquisador coloca à prova as ferramentas sobre si mesmo. Nesse sentido, o primeiro nível da objetivação é o campo acadêmico, do qual foi possível pensar a formação de uma masculinidade heterodoxa, mediante o distanciamento a priori de posições intelectualistas já que poderiam terminar convertendo-se em intelectualocentristas, como adverte o próprio Bourdieu. Essa delimitação permitiu identificar a formação da masculinidade particular como um habitus laminado entre diferentes forças sociais, no qual se desencadeia o gosto pela transgressão dos espaços físicos, sociais e corporais como fonte central da aphrodisia.

Palavras-chave: Aphrodisia; autoanálise; campo acadêmico; habitus laminado; masculinidade

Pierre Bourdieu usó la figura médica de la anamnesis para referirse a la conciencia de la aplicación de las herramientas sociológicas a quien las escribe (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 41). Este artículo recoge particularmente reflexiones de método sobre una investigación que atiende a la objetivación del sujeto objetivador. En consecuencia, presentamos un ejercicio de autoanálisis que condujo a uno de los autores de este artículo, el estudiante-investigador, a centrarse en la formación de sus disposiciones masculinas.

En primer lugar expondremos cómo la masculinidad de sí mismo se convierte en un objeto de análisis científico. Si bien una sexualidad no ortodoxa genera cuestionamientos de diferentes niveles, en sí misma no tiene la fuerza para que se constituya en objeto de estudio sociológico; por tanto, se debe explorar cómo se construye el tema y cuáles son las condiciones de posibilidad para que se pueda desarrollar exitosamente en un entorno académico. En este sentido, abordamos inicialmente el ingreso al campo académico de la antropología, desde una perspectiva sociológica y, en segundo lugar, utilizamos el autoanálisis, una metodología propuesta por Pierre Bourdieu (2006) como estrategia principal para objetivar al propio investigador.

La primera condición de un ejercicio de autoanálisis es la intención consciente de apartarse del género autobiográfico (Bourdieu, 2006, p.10). El interés central en este caso fue identificar la construcción de la masculinidad a partir de los contextos sociales, el proceso de adquisición de las disposiciones correspondientes y, las prácticas sociales ligadas al género y a la sexualidad. El autoanálisis invita a no reducir la concepción de la sexualidad al placer privado de la genitalidad, pues obliga a entender la masculinidad como una formación social y pública. Así, tomamos distancia de categorías de análisis genitalizantes y, optamos por la noción de aphrodisia1 (Foucault, 2002, p. 39) para comprender el erotismo en espacios del riesgo y de la transgresión. No se trata entonces de una exaltación del placer con evitación de todo dolor, pues la investigación no buscó convertirse en un ejercicio de hedonismo. Desde el autoanálisis, la masculinidad se explora a través de los contextos sociales de la vida, tomando para ello nociones claves como campo social, habitus, hexis corporal y masculinidad, las cuales guiaron la discusión y la recolección de datos. Gran parte de la información basada en la memoria propia, aunque parecía importante en la vida, terminó siendo irrelevante para el trabajo, pues esta es una consecuencia de apartarse de la ilusión biográfica (Bourdieu, 2011).

Como sugiere Bernard Lahire (2004, p. 43 y ss.), el investigador "no [debe ser] el centro del problema, sino un punto situado (estructurado) en contextos estructurados y estructurantes". De esta manera, se buscó objetivar el habitu masculino centrado en la experiencia de la aphrodisia, y no en prenociones que prescriben, desde las identidades sexuales, categorías como gay, bisexual o género performativo. Siguiendo a Sigifredo Leal (2011, p. 33), priorizamos la necesidad de estudiar las actividades a través de las cuales se persigue el intercambio de placer erótico -señalando el carácter no predeterminado de las acciones asociadas a él- y de entender los actos, los gestos y los contactos que buscan ciertas formas de placer. Es importante señalar que nuestro enfoque no busca deslegitimar o desconocer a las minorías de género o sus reivindicaciones, pero no partimos de las identidades sexuales y de género. Dentro del espectro de los estudios de la sexualidad, la investigación tiene como objetivo distanciarse de prescripciones intelectualistas que "obligan" a las sexualidades no ortodoxas a entrar en categorías de género para poder ser entendidas o estudiadas y, en consecuencia, las restringen o limitan a la relación obligatoria entre sexualidad e identidad.

En el autoanálisis se siguieron fielmente las indicaciones de Bourdieu (2003b, 2006,2011) y Bernard Lahire (2004): primero, identificar "el campo social en el cual uno se hace y contra el que uno se hace", es decir, el campo académico. En otras palabras, "estableciendo las condiciones individuales y colectivas que autorizan a la persona para escribir acerca de su vida" (Lahire, 2004, p. 17) y, en segundo lugar, se objetivó genealógicamente la incorporación de un habitus masculino. Es allí donde aparece la experiencia extrema y transgresora como fuente de la aphrodisia. Para controlar la tentación autobiográfica se trataron los datos siempre en situaciones sociales y se buscó evitar una retórica del yo. Centramos nuestro interés en las fuerzas estructurantes que forjaron unas disposiciones en la formación de la masculinidad. En otras palabras, se trató de comprender "cómo nos hacemos" socialmente. En esta línea, se llevó a cabo una reconstrucción histórica de los contextos sociales de formación del estudiante-investigador, en los campos social y académico, a través del análisis de la estructuración en el colegio, la familia, los amigos y, finalmente, la universidad. Se buscó, entonces, entender las fuerzas sociales que estructuraron la masculinidad y cómo esto se vuelve un tema de análisis y un objeto de estudio. Dicho proceso implicó un trabajo sistemático de recolección, ordenamiento, análisis, constatación y escritura, empleando técnicas como entrevistas, revisión de álbumes de fotos, videos, reconstrucción de historias y momentos, en los que se analizaron experiencias, disposiciones, hexis corporales, espacios ocupados y formas de relación en sociedad.

Autoanálisis y autoetnografía

En el entorno académico de nuestra antropología, el método más empleado para hablar de sí mismo es la autoetnografía. De hecho, examinamos múltiples trabajos de este tipo, pero consideramos que se tornan problemáticos en el momento de hacer un ejercicio de objetivación de la historia propia, por dos razones importantes. La primera, no suelen situar al autor de manera sistemática en campos sociales, lo cual implica que el objeto de objetivación, que es uno mismo, realmente no es objetivado y, parece que la reflexividad obedeciera a la lógica de legitimarse en los datos, por el hecho de hablar de la vida propia. Aunque haya visos de objetivación en algunos trabajos, el problema es la falta de sistematicidad metodológica para controlar el ejercicio. Pensamos que este género es muy propenso a caer en el sentido común académico.

De ahí esta especie de double bind al que todo sociólogo [antropólogo o científico social] se encuentra continuamente expuesto: sin los instrumentos de pensamiento que heredó de su tradición científica, él no es nadie, si acaso, un aficionado; empero, estos mismos instrumentos le exponen al peligro de incurrir en el error, corriendo el riesgo de meramente sustituir la doxa ingenua del sentido común por la doxa del sentido común científico, la cual ofrece, con el nombre de la ciencia, una simple transcripción del discurso propio del sentido común. (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 195)

La segunda, las autoetnografías suelen convertirse en autobiografías del antropólogo, quien se autoriza a hablar de sí bajo el principio de la autoridad del yo. Sin unas herramientas de objetivación, el ejercicio puede desbordarse en alusiones y experiencias personales, y caer en la trampa del yo2. Así las cosas, este tipo de autoetnografías se constituyen en un ejercicio definitivo; sobre ellas no cabe la confrontación crítica dentro de un campo disciplinar, pues la legitimidad del autor se refugia, no en la rigurosidad conceptual o metodológica, sino en la autoridad del yo. Por tanto, lo que se diga de sí mismo termina siendo prácticamente incuestionable. En consecuencia, optamos por el autoanálisis propuesto por Pierre Bourdieu (2006) 3, ya que construir un objeto científico significa, primero y ante todo, romper el vínculo con el sentido común y dudar de sí mismo teniendo en cuenta que el científico social está asediado por las preconstrucciones, al igual que todo el mundo social.

Para evitar ser el objeto de los problemas que se toman por objeto, afirma Bourdieu, es necesario elaborar la historia social de su surgimiento, indispensable para conocerlos y reconocerlos como legítimos, confesables, publicables y oficiales, proceso que ha sido socialmente producido dentro de (y mediante) un trabajo colectivo de construcción de la realidad social.

Bourdieu habla de objetivación participante, y no de observación participante, para designar la objetivación del sujeto de la objetivación, del sujeto analizante, del investigador mismo que se establece como objeto a explorar, no la experiencia vivida del sujeto cognoscente, sino las condiciones sociales de posibilidad (entonces, los efectos y los límites) de esta experiencia y, más precisamente, del acto de objetivación (Bourdieu, 2003b, p. 87).

Teniendo en cuenta este corpus metodológico, el texto autoanalítico debe ser tratado de una manera crítica. Es importante hacerlo un objeto de estudio o un material para el estudio sin cuestionar el mito de la autenticidad.

[...] para que sea pertinente la utilización de textos autobiográfieos como material interpretable, debe sacar informaciones de los contextos extratextuales (escolares, políticos, religiosos, familiares), correspondientes a los diferentes momentos de la trayectoria narrada y también el momento en el que el escritor habla de sí mismo, para comprender a partir de qué presupuestos culturales, de qué categorías históricas de percepción el autor "se dice" y se pone "en escena". (Lahire, 2004, p. 1)

Es relevante tener en cuenta cuáles son las condiciones individuales y colectivas que autorizan a una persona a escribir acerca de su vida. Asimismo, es importante considerar el momento de una trayectoria como el relato de una narración, es decir, considerarlo como un momento clave (y reflexivo) de un recorrido "En definitiva, tratamos de interrogarnos sobre las transformaciones en el relato de la propia vida y de la coherencia que se deriva de ello" (Lahire, 2004, p. 10).

Para controlar el autoanálisis, nos centramos en dos ejes estructural-mente relacionados entre sí. En el primero se llevó a cabo una definición del campo académico desde el cual surge la pregunta de investigación. Se trató de un ejercicio crítico para comprender la forma en que profesor y estudiante-investigador se sitúan en el campo académico, de acuerdo con sus disposiciones históricas y, la manera en la que el habitus académico y el habitus masculino determinaron el interés por el tema y la forma de desarrollarlo. Por lo anterior, fue necesario poner en evidencia las condiciones de posibilidad determinadas por una illusio4 y una collusio5 presentes dentro del campo académico en el cual se adelantó la investigación.

Como sostiene Bourdieu, la fotografía corriente tiene muy poco de actividad improvisada o espontánea. Nada hay, afirma, que esté más sometido a reglas y que resulte más convencional (Bourdieu, 2003a, p. 26). En este sentido, siguiendo a Bourdieu, comprender adecuadamente una fotografía no es solamente recuperar las significaciones que proclama, es también descifrar el excedente de significación que revela, en la medida que participa de la simbólica de una época, de una clase o de un grupo artístico (Bourdieu, 2003a, p. 18).

En el segundo eje se adelantó un proceso minucioso de identificación de las circunstancias que constituyeron el habitus masculino del estudiante-investigador. Se indagaron los signos más relevantes alrededor de la categoría: en espacios extratextuales como el colegio, la familia y la universidad. Por, las razones ya expuestas sobre el autoanálisis, no se podía apostar por la memoria propia, así que se adelantaron entrevistas a miembros de la familia, el colegio y la universidad y, se llevó a cabo un análisis de fotos, revisión de más de quince álbumes familiares organizados en etapas de vida, infancia y adolescencia con amigos, paseos, universidad, relaciones amorosas, entre otros. Esta revisión minuciosa fue muy importante durante el proceso, en la medida que ayudó, por un lado, como ejercicio de memoria en las conversaciones y, por el otro, constituyó un elemento clave a la hora de analizar las estructuras familiares usando la imagen del momento y la interpretación hecha años después6.

También se realizó una recopilación de escritos reseñados por el estudiante-investigador a lo largo de su vida. Se extrajo esta información y se organizó en las unidades analíticas de illusio, collusio, campo, habitus y masculinidad, lo cual permitió la objetivación de los datos de acuerdo con el marco analítico de Bourdieu, que es teóricamente sistemático. Fue necesario realizar varios ejercicios de escritura pasando por fases muy intuitivas hasta textos más objetivados. Mucha información que en un principio parecía vital perdió centralidad y, muchos otros aspectos olvidados o no conscientes se visibilizaron y adquirieron significado por su sentido en la estructuración social de sí mismo. Resultó determinante en este ejercicio el diálogo permanente profesor y estudiante-investigador en torno a los datos y la escritura, ya que también funcionó como un constante regulador de la tentación autobiográfica.

En resumen, la objetivación científica no está completa si no incluye el punto de vista del sujeto que la ópera y los intereses que él puede tener por la objetivación (especialmente cuando él objetiva su propio universo), pero también el inconsciente histórico que él compromete inevitablemente en su trabajo (Bourdieu, 2003b). Partimos de la idea de que se conoce mejor el mundo a medida que uno se conoce mejor; que el conocimiento científico y el conocimiento de uno mismo y de su propio inconsciente social progresan al mismo paso. El ejercicio de la reflexividad debe ser fruto de una prolongada elaboración como instrumento de cientificidad (Bousrdieu, 2006, p. 10 y ss).

Por lo anterior, este ejercicio está sometido a la confrontación crítica, como si se tratara de cualquier otro objeto y, no pretende estar finalizado, pues se sabe cuándo comienza un autoanálisis, pero no cuándo termina, ya que está sujeto a revisiones críticas con el paso del tiempo por el autor y por la comunidad académica a la que está inscrito. En consecuencia, no pretende experiencia" o la vida, sino exponerla en circunstancias e intereses ,g en juego que pueden ser cambiantes; por ello, deben ser explicitados. En el caso aquí tratado, el análisis de la masculinidad emerge como ejercicio de objetivación consciente7, gracias a que se enmarca en los capitales y las dinámicas en juego del campo académico de la antropología local, y en el contexto de la realización de una tesis de maestría disciplinar que fue sometida al juicio de los agentes autorizados del campo encargados de arbitrar los requisitos para obtener un título (el director y los profesores jurados). Esto explica en gran medida el enfoque del estudio, la necesidad de visibilizar la relación académica entre el profesor y el estudiante-investigador, y los efectos de dicha relación en el autoanálisis y en este artículo.

En el campo académico de la antropología local

Comprender, sostiene Bourdieu, significa comprender primero el campo8 con el cual y contra el cual uno se ha ido haciendo. Lo que existe en el mundo social no son solo interacciones o vínculos intersubjetivos entre agentes, sino relaciones objetivas que existen independientemente de la conciencia y de la voluntad individual. Desde el punto de vista metodológico, el campo de las posiciones es inseparable del campo de las tomas de posición (Bourdieu, 1995, p. 70).

Se trata del retorno a la práctica, ámbito de la dialéctica de los productos incorporados de la práctica histórica, de las estructuras y de los habitus.

Por habitus se entiende el sistema de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden ser objetivamente adaptadas a su meta sin suponer el propósito consciente de ciertos fines ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos, objetivamente, "reguladas" y "regulares" sin ser para nada el producto de la obediencia a determinadas reglas y, por todo ello, colectivamente orquestadas sin ser el producto de la acción organizadora de un director de orquesta. (Bourdieu, 2001, p. 85)

Así, los condicionamientos asociados con una clase particular de contextos producen los habitus, que a la postre determinan el lugar que se ocupa dentro del espacio social. Es el habitus el que asegura la presencia activa de las experiencias pasadas que -registradas en cada organismo bajo la forma de esquemas de percepción, de pensamientos y de acción- tienden a garantizar, con más seguridad que todas las reglas formales y todas las normas explícitas, la conformidad de las prácticas y su constancia a través del tiempo. No obstante, el habitus como categoría abstracta no puede verse en sí mismo, solo puede ser evidenciado en la hexis9 corporal y en las prácticas. Por ello, en este trabajo hubo un especial interés por analizar los signos corporales en situaciones socialmente definidas.

Dentro del campo, la illusio alude a intereses específicos que son, a la vez, presupuestos y productos del funcionamiento del corpus históricamente delimitado (Bourdieu, 2000, p. 79). Se refiere al hecho de estar involucrado, de estar atrapado en eljuego y por el juego: "Estar interesado quiere decir aceptar que lo que acontece en un juego social determinado tiene un sentido, que sus apuestas son importantes y dignas de ser emprendidas" (Bourdieu, 2000, p. 80). En otras palabras, "es un interés por objetos cuya existencia y persistencia controlan directa o indirectamente la existencia y la persistencia social, mi identidad y posición social" (Bourdieu, 2001, p. 118). La inmersión del agente en la lógica de un campo supone su ignorancia de las condiciones que le hacen ser lo que es y le impiden por ello verse como es. Esa ilusión, vivida sin haber sido explícitamente aceptada, esos juegos de la selfdeception, que permiten perpetuar la ilusión sobre sí mismo, constituyen el trasfondo de todos los pensamientos y acciones del agente. Cada campo define y activa una forma específica de interés, una illusio como reconocimiento tácito del valor de las apuestas propuestas en el juego y, como dominio práctico de las reglas que lo rigen. De esta manera, la influencia de los grupos poderosamente integrados, cuyo límite (y modelo práctico) es la familia convencional, se debe en gran medida al hecho de que están unidos por una collusio en la illusio, una complicidad fundamental en la fantasmagoría colectiva.

En consecuencia, analizaremos brevemente la llegada al campo de la antropología local, la aparición del interés por el tema y su desarrollo y, lo que significó en la práctica disciplinar el diálogo con la sociología. El campo académico universitario, como cualquier otro campo social, se caracteriza por ser un lugar de lucha por las condiciones, los criterios de pertenencia y las jerarquías legítimas, es decir, aquellas propiedades adquiridas que funcionan como capital para producir los beneficios específicos que el campo provee (Bourdieu, 2008, p. 17 y ss.).

Uno de los autores de este artículo, el estudiante-investigador, entra en contacto con el otro, profesor de Antropología para la dirección de su tesis de maestría en Antropología y, el fin era hacer una etnografía sobre sí mismo, sin una especificidad particular. Se puede decir que había una aproximación temática espontánea que debió transformarse en un estudio sistemático, el cual desembocó en el tema de la masculinidad, pero que bien pudo haber sido cualquier otro tema que cobrara interés analítico. Pero ello, nos llevó a enfrentar la institucionalidad y las ortodoxias metodológicas y teóricas, que constituyen un capital disciplinar, pues se esperaba que tuviéramos un tema definido antes de comenzar el autoanálisis, asunto que, a nuestro juicio, nos ubicaría en un terreno empirista. El tema de la masculinidad, tal como se propone aquí, entra en juego desprovisto de un interés identitario o reivindicativo, pues aparece como producto del análisis de sí mismo.

Aquí se comete la primera infracción a la ortodoxia disciplinar: los agentes autorizados del campo creían que la masculinidad debía ser vista a la luz de los enfoques del género, o que debía desplazarse hacia los estudios culturales. Quizás por tratarse de la suposición de hedonismo, o de no realizar un trabajo de campo ordálico10, con un otro que no es el sí mismo, fue tratado como un tema banal, fruto del egocentrismo, y no fue aceptado originalmente. Segunda infracción: la utilización del método autoanalítico en el reino de las autoetnografías. No solo se consideró el método como "extranjero" y de la sociología, sino que los autores centrales Pierre Bourdieu y Bernard Lahire no eran plenamente (re)conocidos en la ortodoxia antropológica. Tercera infracción: el tesista, con su hexis particular, sus formas de hablar y de tratar a las autoridades académicas, generaba dudas. Encarnaba una histéresis11 en casi todo lugar. Al no manifestar unos signos claros de antropólogo disciplinado, fue tratado como alguien dudoso por sus compañeros, que realmente quería exaltar su exotismo y no se atrevía a estudiar un objeto serio y ortodoxo de la antropología, quizás un otro lejano espacialmente. En este punto defendíamos la necesidad de conocerse autoanalíticamente a sí mismo para poder emprender análisis sobre cualquier otro; creíamos en que el autoanálisis debería ser una obligación moral en los científicos sociales. Nos distanciábamos de una de las trampas del yo, que consiste en creer que uno se conoce sociológicamente a sí mismo, por el solo hecho de ser antropólogo o sociólogo. Pensábamos que no estaba de más tener un doctorado sobre sí mismo, antes que sobre otros y, por lo menos era fundamental tener muy claro el lugar en el campo que se ocupaba y las fuerzas a las que se estaba sujeto.

El primer reto del estudiante-investigador y del director fue demostrar que el tema y el método eran legítimos, pero la demostración tomó meses, desplegando explicaciones minuciosas de los marcos teóricos y del método, hasta que uno de los profesores y agente autorizado del campo reconoció la importancia del trabajo y dio cabida al desarrollo de la propuesta, que en ese momento era heterodoxa. Los límites del campo disciplinar cedieron y se estableció la condición de posibilidad para que la tesis pudiera ser ñ. presentada y sustentada. Se reconoció finalmente el enfoque, los aportes de la investigación, y se otorgó el título que dio la entrada formal al tesista en la disciplina.

No pretendemos presentar estas tres infracciones como heroicas, solo queremos destacar que identificarlas nos permitió ver cómo emergen y funcionan las fuerzas que rigen un campo. Sin la confrontación que provocaron las infracciones, el tema hubiera pasado por natural, y quizás sobre él no se hubiesen desplegado los controles extremos que se ejercen sobre temas, estudiantes y métodos no reconocidos como ortodoxos en un campo del saber. Aunque no se estaba apostando por la entrada a la ortodoxia, el efecto sí fue una ampliación de las fronteras de lo aceptable disciplinarmente, se constituyó un antecedente y, se logró el reconocimiento de los autores de este artículo como agentes dotados de un capital cultural y social legítimo en el campo de la antropología local. Resaltamos en este punto que la ortodoxia no es una característica fija dentro de los campos académicos, es el resultado de las relaciones sociales, de las luchas y de los capitales en juego.

Masculinidad, habitus y transgresión

En este apartado sintetizamos los resultados del autoanálisis y de la investigación misma, que desarrolló el estudiante-investigador en torno a su masculinidad y, sobre esa base nos preguntamos sobre un hecho revelador en su vida: ¿cómo interpretar la búsqueda de la aphrodisia en mujeres trans ubicadas en sitios peligrosos y en escalas sociales bajas? ¿Se puede reducir a un asunto de genitalidad? ¿Toca transitar hacia alguna identidad? ¿O simplemente es una forma de erotismo de muchos hombres que hacen escisiones y negociaciones sobre su masculinidad?

El gusto por la transgresión que se fue estructurando a lo largo de la vida había llevado al estudiante-investigador a la búsqueda de una aphrodisia no convencional. El placer surgía de una totalidad: el entorno espacial y social, el riesgo, la transgresión de clase y el goce que ofrece un cuerpo ambiguo. Se necesitaba de todo lo anterior junto, no podía ser fragmentado. No era un simple gusto por las trans, era el gusto por moverse en una geografía del peligro, donde las trans son el signo más visible de una forma de erotismo particular.

La incorporación de unas disposiciones proclives a la aventura y el gusto por la transgresión se sintetizan en este tipo de erotismo arriesgado. Estamos lejos de una acción racional y, el autoanálisis revela la complejidad de estas prácticas. Todo comenzó por el gusto que generaban la calle y las visitas a las ollas, una barra brava de fútbol12, hablar a gritos, groserías, y a la par un interés por asuntos académicos que trataban temas contraculturales y revolucionarios. Entre escupir en la calle y ponerse las gafas para leer asuntos trascendentales aparece un espacio en medio de disposiciones encontradas, fruto de intereses intelectuales familiares y a la vez, el gusto por espacios peligrosos y experiencias arriesgadas.

La experiencia del colegio tuvo, sin duda, un papel determinante en la formación de las disposiciones, así como la familia, y la posterior experiencia en la calle, que parecen mundos aislados, pero en la práctica funcionan de manera interdependiente y se refuerzan entre sí.

Un esbozo para un autoanálisis no puede no reservar un lugar a la formación de las disposiciones asociadas a la posición de origen, respecto a las cuales, es sabido que, en relación con los espacios sociales dentro de los cuales se actualizan, contribuyen a determinar las prácticas. (Bourdieu, 2001, p. 117)

Transitar por colegios de buena calidad académica hasta finalmente parar en uno muy regular que mostraba otra realidad, con pares problemáticos y expulsados de otros colegios. Deambular por la ciudad con una libreta de apuntes, sentirse atraído por el cambio de vida entre el día y la noche en la ciudad, y curiosear espacios peligrosos consagraron un habitus laminado13, alimentado por fuerzas sociales opuestas, que condujeron a un estado de desfase casi permanente: frente a los antiguos compañeros de colegio, era un "chirri"14, y entre los "chirris", un "gomelo"15; ante la familia, un hombre desordenado, de sexualidad dudosa y, ante las trans, un "monito"16 que evitaba los orgasmos porque practicaba tantra yoga, y luego, ante los pares antropólogos, un alumno dudoso e impertinente que: preguntaba por referencias sobre relaciones sexuales entre antropólogos e informantes. La masculinidad laminada resulta en este caso de la fuerza de unas disposiciones convencionales de "hacerse hombre en una clase social acomodada" y aquellas fuerzas que aparecen como heterodoxas, tales como el gusto por la calle, por lo popular, lo peligroso y, por la ambigüedad sexual.

Admitido en la Universidad Nacional, pero con la presión familiar por la Universidad de los Andes, se decidió por un lugar con capital social £ medio, la Javeriana. Las expectativas frente al futuro en la ciencia política se desvanecían progresivamente, pero "las cosas nunca se dejan por la mitad", retumba el mandato paterno. En ese momento, empezaba un proceso personal muy fuerte en que se debatían la extraña sexualidad, las ambivalencias de clase y el desinterés por todo. Había cedido ante la tentación de una prostituta exuberante que resultó ser una trans, y fue el comienzo por este gusto. Hasta el autoanálisis, se había pensado el tema como un asunto erótico-genital, ahora se entiende que fue una experiencia social y contextual. Pero estas prácticas son transgresoras, no por lo que se hace, sino por lo que desencadenan en el yo. Generan sentimientos constantes de culpa y contaminación, desatan nuevos temores a las ETS, y, finalmente, la angustia de una virilidad puesta de hecho en entredicho.

En medio de la práctica profesional surgió el interés por los estudios sobre fútbol. Aparece una illusio proveniente del campo académico, pero que dentro del juego de las ciencias sociales aún conserva para muchos agentes autorizados la sombra de no ser un tema serio. El desarrollo del trabajo de pregrado llevó a conocernos con el futuro director de la tesis de maestría y coautor de este artículo. Agentes con poder dentro del espacio social daban la posibilidad de explorar el objeto y otorgaban legitimidad a la propuesta, evidenciando lo que Bourdieu llama la collusio dentro del campo académico.

Sin embargo, las primeras entregas del trabajo de pregrado fueron rechazadas hasta que apareció un nuevo jurado, profesor de Ciencia Política, experto en fútbol y política que no consideraba trivial el tema. Con su concepto se abrió el campo y, la ortodoxia cedió. Un cinco como nota en la sustentación ponía en evidencia las dinámicas de los campos académicos. Esta puesta en debate de las estrategias de una parte de los agentes hegemónicos del campo académico sacaba a la luz los mecanismos que tenían en su poder. Asumir el diálogo con una disciplina en competencia en ese momento, la antropología, al parecer significaba perder el control total sobre el objeto de estudio y poner en duda el lugar dentro del campo académico. La llegada a la antropología del estudiante-investigador se debió en gran medida a la decepción con la ciencia política que desencadenó el tratamiento de su trabajo de grado.

Un voluntariado en el barrio Santa Fe17 aparece como experiencia magnífica de trabajo desde la antropología, la literatura y los espacios de escucha con personas que parecían excepcionales a los ojos de un "monito": prostitutas, habitantes de calle, travestis, ladrones. Después, confrontar muchas experiencias ambiguas y pasar por procesos de rehabilitación. La posición entre varias fuerzas continuaba: ahora, las disposiciones de la maestría en Antropología, el gusto por la aphrodisia con las trans y las destrezas adquiridas en la vida de las calles forjaban definitivamente un habitus laminado.

Fruto de la experiencia dual, la masculinidad se forjó entre tensiones y contradicciones. El autoanálisis puso en evidencia una "coincidencia de los opuestos" que sin duda instituyó de forma duradera la relación ambivalente, contradictoria, con la institución escolar, la familia, las mujeres y, con la propia sexualidad. La anamnesis de que habla Bourdieu transcurrió entre recorridos por el barrio Santa Fe, la Universidad de los Andes, la olla de Chapinero y la docencia del Politécnico. En definitiva, identificamos un habituis laminado que se suele expresar en histéresis, pero que se manifiesta también en los estilos de investigación, en los objetos escogidos y en la manera de abordarlos.

Conclusiones: Aphrodisia y transgresión

La opción por el autoanálisis implicó la adopción de una perspectiva epistemológica y sociológica fundada en el principio de no conciencia18 y preocupada por los estragos del pensamiento escolástico. Por lo anterior, la entrada al campo académico de la antropología movilizó capitales y agentes que respondieron con sospechas ante un objeto de estudio no tradicional como es la masculinidad, desde lugares diferentes a las perspectivas de género.

Seguir el método del autoanálisis, en el marco de una tesis donde intervienen al menos dos personas, profesor y estudiante-investigador, genera un tipo de control a la tentación autobiográfica, por el diálogo y la vigilancia epistemológica que genera dicha relación. Bourdieu y Lahire exponen el autoanálisis pero no lo proponen dentro de un contexto de formación de los aprendices de antropología o sociología y, en este marco, la relación académica profesor-estudiante tiene una influencia directa en el método, contra la ilusión biográfica y el control de los resultados.

Gracias al autoanálisis, recurrimos a la noción de aphrodisia por su carácter no prescriptivo y la apertura a la experiencia social del erotismo. Como bien lo sugiere Sigifredo Leal (2011), es útil pensar la masculinidad a través de esta noción porque trasciende la experiencia erótica. Desde este punto de vista, se exploraron los contextos del erotismo, los desplazamientos espaciales, la entrada y los movimientos por el barrio Santa Fe, la exposición al riesgo, los contenidos de los encuentros con las trans, desvinculando todo de a prioris identitarios. Nos concentramos en el estudio de la experiencia misma de la aphrodisia. Tomamos distancia de las preclasificaciones y prescripciones de género, pues funcionan de manera intelectualocéntrica, al trasladar el sentido común al sentido común académico, organizando y etiquetando la sexualidad, antes de contrastarla con la evidencia empírica, tal como lo exponen Oscar Guash (2000) y Sigifredo Leal (2011). Se trató más bien de entender el cultivo del placer rastreando históricamente la interiorización de esquemas y disposiciones.

Según Oscar Guash, la masculinidad está en construcción y tiene un carácter mítico; por lo tanto, se constituye en un referente normativo respecto al cual se articulan los discursos y las prácticas. Esto significa que ningún hombre, aunque quiera, cumple de forma estricta con la masculinidad prescrita en su sociedad (Guash, en Montilla, 2009, p. 75). En este sentido, las identidades adquieren un carácter instrumental pues tienden a fijar las prácticas en casillas sujetas al control social. Sostiene Butler (2001) que cualquier categoría de identidad controla el erotismo, lo describe, lo autoriza y, en mucho menor medida, lo libera.

El erotismo, en este caso, estaba más asociado con la sensación de riesgo que a una aventura meramente genital. Había que (re)conocer a la gente, estar alerta siempre, tener intuición y suspicacia para saber cuándo pararse y cuándo correr, y sobre todo, hacia dónde hacerlo. Como sostiene Linda McDowell (2000, p. 15), el espacio es conflictivo, fluido e inseguro. Lo que define el lugar son las prácticas socio-espaciales, las relaciones de poder y de exclusión. Y este aspecto es relevante, en la medida que configura la sensación de aphrodisia y problematiza las categorías prescriptivas del género. Esto explica por qué para el estudiante-investigador perdía todo interés erótico una trans fuera de estos espacios o geografías del riesgo.

Finalmente, el autoanálisis permitió identificar una masculinidad formada a través de un habitus laminado, el cual es producto de fuerzas sociales enfrentadas a lo largo de la vida. El habitus laminado se constituye en la condición que posibilitó la búsqueda de este tipo de aphrodisia, la cual se inscribía en espacios y situaciones de riesgo y transgresión. Pero debemos señalar que este tipo de habitus no tiene una aserción positiva o grata, ya que se expresa en constantes formas de histéresis. No es agradable, produce rechazos, expone al peligro y, en muchos casos, genera sufrimiento y vergüenza19.

Exponer en público la vida privada, y más si esta no entra en las ortodoxias, cobra su precio frente a la familia, las novias, los amigos y los colegas. Este artículo tiene que reconocer dicho precio al estudiante-investigador, que habla descarnadamente sobre sí. Sin embargo, esto no lo autoriza a hablar a su manera, o de cualquier manera, debe hacerlo a través de un método y de una objetivación que reta al ego y a la autonomía de hablar sobre sí. En este sentido, se podría pensar que la transgresión se funda en la sexualidad no ortodoxa, en los espacios o en la búsqueda de placer no convencional, pero quizás la transgresión más importante consiste en que el estudiante-investigador tuvo que despojarse de su sentido común, que lo llevaba a creer que la experiencia era suficiente para hablar de sí y, debió reinterpretar y exponerse a la objetivación de la propia vida, con renuncia al egoísmo y a la exhibición de una vida heroica. Este artículo se constituye en un punto de la transgresión a la ilusión autobiográfica y a los caprichos del yo, pues nos obligamos a revisar cuidadosamente la investigación, a escribir en conjunto, desde una perspectiva científica y, a utilizar unos cánones de publicación de las ciencias sociales.

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* Este artículo se deriva de la tesis de Maestría en Antropología titulada "Placer por la transgresión y masculinidad: autoanálisis de un antropólogo" de la Universidad de los Andes, presentada en noviembre del 2014.

1Según Foucault, el concepto era usado por los griegos clásicos de manera general como "actos, gestos, [o] contactos que buscan cierta forma de placer [...] en los cuales la atracción ejercida por el placer y la fuerza del deseo que lleva a él constituyen, con el acto mismo de las aphrodisia, una unidad sólida" (2002, p. 39). El valor que se le concede a la noción de aphrodisia, en este sentido, tomando la reflexión de Leal (2011, p. 33), es su utilidad para la reflexión a propósito de la diversidad de formas de interacción erótica.

2Por ejemplo, Ellis y Bochner (2003, p. 209) definen la autoetnografía como un género autobiográfico de escritura e investigación que pone enjuego distintos niveles de conciencia, conectando lo personal con lo cultural. Partiendo de esto, Fetterman (2010, p. 75 y ss.) concibe problemáticas estas acepciones definiendo la autoetnografía como una forma posmoderna de etnografia, en la que el investigador es el centro de la investigación y usa muchas convenciones de la escritura literaria.

3El texto corresponde a una parte de la última lección de Pierre Bourdieu en el Colegio de Francia en diciembre del 2010, que se publicó postumamente por primera vez en alemán, Ein soziologischer Selbstversuch, editorial Suhrkamp, 2002, y posteriormente al francés, Esquisse pour une auto-analyse, editorial Raisons d'Agir, 2004. En español se publicó en 2006, por Editorial Anagrama.

4La illusio como hecho de estar incluido en el juego, de formar parte de él, creer que el juego vale la pena jugarlo (Bourdieu, 2000, p. 151).

5Complicidad de los agentes que se han socializado de manera similar y que tienen intereses comunes y, por lo tanto, necesitan entrar en el juego (Bourdieu, 2001, p. 21).

6Como sostiene Bourdieu, la fotografía corriente tiene muy poco de actividad improvisada o espontanánea. Nada hay, afirma, que esté más sometido a reglas y que resulte más convencional (Bourdieu, 2003a, p. 26). En este sentido, siguiendo a Bourdieu, comprender adecuadamente una fotografía no es solamente recuperar las significaciones que proclama, es también descifrar el excedente de significación que revela, en la medidad que participa de la simbólica de una época, de una clase o de un grupo artístico (Bourdieu, 2003a,p. 18)

7Esta objetivación se refiere a la necesidad de contrarrestar el principio de no conciencia, el cual nos impide hacer evidentes las estructuras y las fuerzas sociales sin una metodología que las haga emerger como dato y, no como anécdota, esto es, enmarcadas en campos sociales. Por ello, no se trata de una pretensión objetivista, sino de un ejercicio controlado de objetivación.

8La noción de campo forma parte, como la de habitus y capital, de los conceptos centrales en el desarrollo autoanalítico. Nociones que, como ya se sostuvo anteriormente, solo pueden ser definidas dentro del sistema que ellas constituyen, jamás en forma aislada. Se trata de una técnica que piensa en términos de relaciones (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 63). "En términos analíticos, un campo puede definirse como una red o configuración de relaciones objetivas entre posiciones" (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 64). Posiciones definidas objetivamente en su existencia y en las determinaciones que imponen a sus ocupantes, agentes, instituciones, por su situación actual y potencial en la estructura de distribución de las diferentes especies de poder (capital), y de paso, por sus relaciones objetivas con las demás posiciones (Bourdieu y Wacquant, 1995, p. 64).

9La hexis es la forma en que el cuerpo de alguien particular actúa, en función de las disposiciones o maneras de hacer que se han incorporado socialmente en el individuo.

10Nos referimos al trabajo de campo como ordalía, es decir, como una prueba ritual dolorosa que demuestra ante la comunidad antropológica la entrada legítima a la disciplina.

11Es una "tendencia a perseverar en su modo de ser", como don Quijote. Las disposiciones que son perdurables y capaces de sobrevivir se mantienen en condiciones en las que no funcionan, no funcionan bien o funcionan en desfase (Bourdieu y Wacquant, 1995, pp. 89-90)

12Sobre este tema, el estudiante-investigador y el director ya habían tenido su primer encuentro hacía unos años, en el marco del trabajo de grado en Ciencia Política que adelantó el estudiante a propósito del interés por el tema, pero también por haber sido parte de una barra brava.

13Sede de tensiones y contradicciones. Esta especie de "coincidencia de los opuestos" ha contribuido, sin duda, a instituir de forma duradera la relación ambivalente, contradictoria, con la institución escolar, compuesta de rebeldía y sumisión, de ruptura y de expectativa, que tal vez constituya el origen de una relación con el propio yo asimismo ambivalente y contradictoria (Bourdieu, 2006, p. 138). Pero este habitus laminado, fruto de una "conciliación de los opuestos" que incita al encuentro entre polos opuestos, nunca se manifiesta, sin duda, con una calidad tan meridiana como en el estilo propio de mi investigación, en el tipo de objetos que me interesan, en la manera que me es propia de abordarlos (Bourdieu, 2006, p. 141).

14Denominación de dejado, mal vestido, mal hablado, cercano a las formas de la calle.

15Un niño rico.

16En Colombia, el término "mono" o "monito" se usa para describir a alguien con cabello rubio, pero en este caso lo usaban para caracterizar a alguien que provenía de una clase social superior y que venía de un barrio elegante.

17El barrio Santa Fe comenzó a acoger el negocio del comercio sexual en la segunda mitad del siglo XX. En el 2001 se convirtió en la primera y más grande zona de tolerancia de Bogotá. En las cerca de veinte manzanas del barrio -ubicadas entre la Avenida Caracas y la carrera 19, y desde la calle 19 hasta la calle 26- se alojan hoy bares, whiskerías, residencias y prostíbulos que comparten el espacio con casas de familia y lugares tradicionales de un barrio.

18Este principio es ampliamente explicado en Bourdieu, Chamboredon y Passeron (2002), Primera Parte: La ruptura.

19Por laminado no entendemos el estar "entre dos cosas", sino, en el mejor sentido francés de la palabra laminé, estar aplastado, atrapado entre dos o más fuerzas. Laminado no es solo sinónimo de contradictorio o ambiguo, pues todos hemos estado en situaciones ambiguas, las cuales no constituyen necesariamente un habitus laminado. La laminación, en el sentido expuesto por Bourdieu, implica desfase, dolor.

Cómo citar este artículo: Clavijo, J. y Ramírez, A. F. (3016). Autoanálisis y aphrodisia: entre el disciplinamiento académico y la transgresión. Rev. Colomb. soc, 39(1),pp. 147-165.

Recibido: 30 de Agosto de 2015; Aprobado: 26 de Diciembre de 2015

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