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Revista Colombiana de Sociología

versão impressa ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.41 no.2 Bogotá jul./dez. 2018

 

Nota del Editor

Movimientos para la justicia alimentaria, resistencias y economías alimentarias alternativas: articulando los discursos y los espacios de resistencia y cambio en contextos alimentarios culturalmente diversos

SARA ELOÍSA DEL CASTILLO MATAMOROS* 

PATRICIA STELLA JARAMILLO GUERRA** 

* Departamento de Nutrición y Alimentación Humana

** Departamento de Sociología Universidad Nacional de Colombia


Con el presente número nos acercamos al umbral de los cuarenta años de publicaciones ininterrumpidas de una revista que se ha convertido en referente para la sociología en Colombia. Se han vinculado al Comité Editorial varios programas de sociología del país y, esperamos que, en las efemérides de las cuatro décadas, en el 2019, participen los dieciséis departamentos y facultades vigentes de la disciplina en el país.

Coincidentemente, el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia cumple sesenta años de existencia el próximo año y, para dicha conmemoración, estamos convocando, junto con la Red Colombiana de Facultades y Departamentos de Sociología (Recfades), al XIII Congreso Nacional de Sociología, que se realizará en Bogotá entre el 10 y el 12 de junio del 2020, bajo el lema "Sesenta años de la sociología en Colombia: tensiones y cambio social en el contexto latinoamericano".

La presente edición de la Revista Colombiana de Sociología reúne algunas investigaciones que registran las resistencias locales a la creciente homogenización de las prácticas y los discursos alimentarios, especialmente desde las comunidades, con propuestas de mercados campesinos y concepciones agroecológicas, pero también con movimientos de consumidores y análisis críticos de las políticas públicas alimentarias.

Los lectores podrán notar que en los escritos predomina una interdisciplinariedad que conjuga la sociología, la psicología social, la economía, la antropología y los estudios culturales y que también se destaca una importante recursividad metodológica, especialmente de carácter cualitativo. Todo ello enmarcado en un vibrante debate, como el que nos proponen a continuación nuestras dos editoras invitadas.

JUAN CARLOS CELIS OSPINA

Director/Editor RCS

Nota de las editoras invitadas

En el 2008 se calculaba que había más de mil millones de personas con hambre en el mundo, cifra que daba cuenta de la crisis mundial de alimentos, que también se reflejaba en las diversas rebeliones alrededor del planeta que demandaban justicia alimentaria, pues esta crisis se considera un problema político de concentración de riqueza derivado de situaciones cíclicas del capitalismo. Adicionalmente, la primera década del siglo XXI se caracterizó por su intensa producción y altos beneficios para las corporaciones alimentarias. Así mismo, a la par con estos rendimientos agroindustriales, la intensidad de la producción de combustibles fósiles y otras actividades industriales han generado impactos ambientales que son considerados como otra de las grandes problemáticas contemporáneas, sumada a las crisis económica y política.

En relación con las crisis mencionadas, el 21 de julio del 2017 luego de la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para la Agenda 2030, el Relator Especial para el Derecho a la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en su informe al Secretario General para la Asamblea General expresó que

[...] El cambio climático, la gestión sostenible de los recursos y la seguridad alimentaria ahora se consideran ampliamente inter-dependientes y se encuentran entre los desafíos más urgentes de la política mundial. El cambio climático ya está teniendo un impacto perjudicial significativo en aproximadamente mil millones de pobres del mundo.

Las personas y las comunidades que viven en situaciones de vulnerabilidad y en riesgo de discriminación debido a la situación geográfica, la pobreza, el género, la edad, el estado indígena o de minorías y la discapacidad a menudo se ven desproporcionadamente afectados. He visitado algunas de estas comunidades y lugares, y he visto lo gravemente afectados que están como resultado del cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos. (ONU-FAO, 2018,12 de abril)

En esta perspectiva, es de la mayor importancia considerar el impacto negativo del cambio climático en la agricultura, en cuanto que las prácticas agrícolas y los sistemas alimentarios contemporáneos afectan el medio ambiente, con consecuencias sociales y ambientales en la salud. Por esta vía se quebranta el derecho a la alimentación, con impactos desproporcionados para varios grupos poblacionales, que son más vulnerables a sus efectos nocivos. En términos generales, la ONU calcula que la amenaza aquejará "un gran número de personas, con 600 millones de personas adicionales potencialmente sujetas a desnutrición para 2030" (ONU-FAO, 20l8,12 de abril).

En este contexto, se ubica el problema alimentario como referente de una complejidad analítica, dado que depende de múltiples dimensiones. Entre diversas perspectivas de análisis, se evidencia su relación directa con el acceso al agua y a condiciones adecuadas de producción de alimentos. Igualmente, se refieren los impactos de la contaminación y, en consecuencia, la responsabilidad de las acciones de grupos humanos, industriales y financieros, que causan verdaderos desastres ecológicos, con efectos insospechados en las condiciones de vida de las personas.

Las prácticas de alimentación y nutrición son el resultado de complejas interacciones o relaciones de orden bioquímico, termodinámico, metabólico, pero también psicológico y, sobre todo, social y cultural. La biología actúa como un imperativo ("hay que alimentarse"), pero la manera y el tipo de alimentos los define la cultura o los determina la sociedad. La alimentación humana no es un simple acto de nutrición o de consumo de nutrientes, es una construcción social dotada de múltiples significaciones, muchas veces independientes de las propiedades físicas o químicas de los alimentos, a las cuales, sin embargo, suelen acompañar valoraciones o propiedades fundadas en la tradición cultural (Gracia-Arnaiz, 2002).

Es así como las prácticas alimentarias y nutricionales se expresan de diversas maneras: por las dinámicas socioculturales en los macro y micro espacios territoriales, también tienen configuraciones diferenciales asociadas a los momentos de la vida de las personas, que en el conjunto de lo que sucede para una población definen comportamientos frente a la alimentación y la nutrición que repercuten en su calidad de vida y en su salud. En un abordaje con este enfoque se presentan a continuación algunas de las prácticas de alimentación y nutrición más importantes en los diferentes momentos del curso de vida o que son transversales a la experiencia de una persona, colectivo o población (Contreras y Gracia-Arnaiz, 2005).

En ese mismo sentido, se plantea la necesidad de reconocer que el primer territorio es el cuerpo humano y la cultura alimentaria un valor por rescatar de manera urgente para proteger las múltiples identidades alimentarias. El ámbito cultural determina el número de comidas por día, las porciones y el contenido nutricional; así como nuestro comportamiento frente a los alimentos, la manera de seleccionarlos y consumirlos, etc. (Contreras y Gracia-Arnaiz, 2005).

A partir de la lógica convencional, la comprensión de los problemas supone reducirlos a sus consecuencias (en este caso, la mortalidad, la desnutrición, la discapacidad, el abandono) y tratarlos de manera aislada y fragmentada o, lo que es lo mismo, de manera deficitaria o insuficiente, incluso cuando se trata de brindar una adecuada y completa atención a las personas y grupos que los padecen. Comprender sin simplificar tiene sentido cuando la tarea es contribuir a la superación de las causas básicas que han hecho persistentes los problemas nutricionales y alimentarios. Por lo tanto, no abarcar la perspectiva ético-política de una situación alimentaria y nutricional no deseable para la población, hoy por hoy es inadmisible.

La superación de estas limitaciones constituye un desafío y requiere considerar por lo menos cinco elementos que han enmarcado históricamente los movimientos de resistencia que abogan por la justicia alimentaria (Wilkins, 2005):

El alimento se constituye como una necesidad fundamental de toda sociedad, la alimentación es un hecho social y político en toda su dimensión.

La importancia de la alimentación es social y económica, porque se emplean recursos económicos, energía y tiempo significativos en producir los alimentos, procurárselos a toda la población que los requiere y consumirlos; además, estos impactan en las poblaciones que los pueden o no aprovechar.

La alimentación constituye una de las principales áreas de regulación pública, pues en torno a esta se generan importantes conflictos de intereses entre diferentes eslabones y actores de la cadena agroalimentaria que tratan de configurar los regímenes y modelos alimentarios.

La alimentación es uno de los derechos más afectados por los procesos de globalización. El mercado de alimentos está mundializado y el sistema agroalimentario está dominado cada vez más por macrocorporaciones, lo que genera la necesidad de fomentar acciones colectivas para acceder a información veraz que permita a los ciudadanos ejercer con fundamento sus elecciones alimentarias, visibilizar el propio sistema agroalimentario y hacerlo sostenible desde una política pública.

Los sistemas alimentarios tienen profundas implicaciones ambientales que devienen de los comportamientos alimentarios y de los sistemas productivos, por ello, no solo afectan a las personas, sino a los ecosistemas que incluyen animales, plantas, recursos hídricos y medioambientales, en general. Esas acciones afectan, en su conjunto, no solo la vida de los otros, sino que generan o profundizan desigualdades e inequidades.

Aun cuando en las últimas décadas se han registrado progresos en diversas dimensiones del desarrollo social, los desafíos latentes en materia de superación de la pobreza obligan a reforzar y complementar las políticas y programas sociales con el propósito de consolidar los logros alcanzados. En un contexto económico, social y político complejo, es indispensable emplear los recursos disponibles de la mejor manera posible para garantizar que los programas sociales lleguen efectivamente a quienes más los necesitan.

En este escenario diversos autores establecen que la crisis alimentaria tiene "un curioso origen circular", por una parte, el cambio climático daña millones de hectáreas de producción de alimentos al año, ya sea por sequía, helada, derrumbe o inundación. Por otra parte, la ampliación de la frontera cultivable para la agroindustria con emisión intensiva de dióxido de carbono por uso de fuegos es una de las principales causas del calentamiento global que ocasiona el cambio climático.

Como parte de este círculo, entre la agroindustria y el calentamiento global, está el consumismo de alimentos demasiado transformados por la ingeniería química, tanto que ya no existe libertad de elección. Apenas se puede saber qué está comiendo el agricultor que produce su propia comida, y aún él sospecha de la contaminación de su tierra, su agua y su aire porque los biocidas viajan con el viento, por las corrientes de los ríos, se mezclan con el polen, y su historia no termina en los frutos, ni tampoco en nuestros cuerpos cuando los comemos, sino que se siguen transformando, no sabemos si en algo bueno o en qué otros tóxicos, durante su trayecto circular cada vez más cargado de "cidas": pesticidas, insecticidas, plaguicidas, herbicidas y ahora modificaciones genéticas que nos quitan la certeza y el control de la salud (Fernández, 2014,7 de agosto).

En el mismo sentido, en una publicación reciente Holt Giménez (2013) cuestiona el modelo alimentario corporativo debido a que ha homogenizado el sistema alimentario en el mundo y establece sus principios como "ambientalmente destructivo, financieramente volátil y socialmente injusto". Desde esta perspectiva, el autor argumenta la responsabilidad de las grandes corporaciones con respecto a la crisis alimentaria global y cuestiona el papel de gobiernos e instituciones multilaterales, en cuanto que sus propuestas reinciden en las mismas problemáticas y, en consecuencia, el resultado de sus programas agudiza la crisis que intentan resolver. Tristemente, las soluciones que proponen gobiernos e instituciones internacionales continúan y recrudecen el modelo de producción problemático, al impulsar nuevas o viejas tecnologías destructivas, desarrollar aún más el mercado global y mantener el poder de las corporaciones sin ningún tipo de regulación. Es decir, promueven todos los elementos que han caracterizado la crisis alimentaria mundial. Por esto, es necesario visualizar y proponer soluciones reales, desde las personas más afectadas por la pobreza y el hambre generadas por el régimen alimentario corporativo.

En este sentido, el presente número, más que una crítica, es una ventana al pensamiento y a la acción de los movimientos sociales que luchan para que los sistemas alimentarios sean controlados democráticamente. Trata del surgimiento de alianzas para la transformación de nuestros sistemas alimentarios.

¿Cómo podemos convertir el movimiento de consumidores y productores por una alimentación sana y producida y distribuida de forma equitativa y sostenible en una fuerza política transformadora? ¿Qué podemos hacer para que este movimiento no sea una moda pasajera, o se contente solo con algunas reformas débiles o con un conjunto de proyectos de alimentación y agricultura aislados? Las y los activistas agrícolas, alimentarios y laborales que han aportado sus textos representan un amplio y diverso espectro de las luchas que se están desarrollando a lo largo y ancho del planeta. Sus reflexiones son adecuadas para diseñar el camino para recuperar nuestro derecho a una alimentación sana y suficiente, sobre la que podamos decidir, es decir, para defender nuestra soberanía alimentaria.

Este movimiento reclama que la articulación se acelere para vencer las enfermedades derivadas de la contaminación de los alimentos y, principalmente, imponerse sobre la agroindustria que por avanzar arrolladoramente hacia la modernidad se ha convertido en una enfermedad social.

Uno de los ejemplos de esta lucha es el Foro Mundial por la Soberanía Alimentaria, uno de los movimientos alimentarios más grandes y globalizados. En el Foro de febrero del 2007 en Sélingué (Malí) hubo importantes resultados. Allí se dieron cita más de quinientas organizaciones de más de ochenta países, entre quienes se encontraban organizaciones de campesinos y campesinas, pescadores artesanales, pueblos indígenas, agricultores familiares, pueblos sin tierra, mujeres, pastores, migrantes, trabajadores rurales, jóvenes, consumidores, movimientos ecologistas y movimientos urbanos. Todos ellos rindieron homenaje a Nyéléni, la legendaria campesina maliense que cultivó y alimentó a su gente.

La revista Semillas recopiló apartes de la declaración de los participantes del Foro, quienes resaltaron la necesidad de luchar contra el sistema neoliberal, específicamente, contra las instituciones financieras internacionales, la Organización Mundial del Comercio, los acuerdos de libre comercio y las corporaciones transnacionales, así como contra los organismos genéticamente modificados y el dumping de alimentos por debajo de su precio de coste de producción (Grupo Semillas, 2007, jubo).

Con una metodología rigurosa en la que trabajaron simultáneamente siete grupos en torno a siete ejes temáticos, se concluyó que a pesar del ataque del modelo de producción, incluidas aquí las semillas transgénicas pertenecientes a las multinacionales, los métodos de producción agroecológicos son mucho más productivos y sostenibles que la agricultura industrial. De hecho, una de las luchas que se plantearon y que se está dando hace muchos años está dirigida a la soberanía alimentaria como escenario de implementación del conocimiento y de los sistemas de producción indígenas, que constituyen un elemento principal para fortalecer los sistemas alimentarios locales bajo el mando de las comunidades locales.

De esta manera, la soberanía alimentaria aporta la esperanza y el poder para conservar, recuperar y desarrollar el conocimiento y la capacidad de las comunidades para producir alimentos. Igualmente, como quedó consagrado en la declaración final del Foro:

La soberanía alimentaria nos ofrece una estrategia para resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo y el régimen alimentario actual, y para encauzar los sistemas alimentarios, agrícolas, pastoriles y de pesca para que pasen a estar gestionados por los productores y productoras locales. (Grupo Semillas, 2007, julio)

En las discusiones sobre el modelo de producción y las tecnologías contemporáneas se manifestó el rotundo rechazo de los agricultores al uso de los cultivos y alimentos modificados genéticamente y a los modelos de producción que estén basados en este tipo de tecnologías. Así mismo, las organizaciones presentes se reunieron por regiones durante el último día para establecer una agenda y estrategias de trabajo que permitan fortalecer e implementar actividades basadas en el concepto de soberanía alimentaria que fue también ampliamente discutido y ajustado.

En este contexto, considerando las diferentes aristas que supone abordar el problema alimentario, así como las apuestas de los movimientos sociales en lucha por el derecho a la alimentación y la soberanía alimentaria, es claro que los efectos nocivos de la industria de alimentos en la vida de las personas lleva consigo la búsqueda de alternativas desde los movimientos de consumidores, en función de alimentos naturales y dietas balanceadas. Precisamente, durante la década de los noventa, los consumidores del hemisferio norte han generado propuestas de comercio justo y producción "limpia", es decir, demandan de manera significativa una agricultura sin compuestos químicos y están dispuestos a pagar el costo adicional que requiere este tipo de producción, denominada también agroecología, o agricultura ecológica.

Los artículos reunidos en la sección temática muestran, desde diversas latitudes, experiencias alternativas de producción, distribución, comercio justo y consumo responsable de alimentos, consideradas formas de reivindicar la soberanía alimentaria de las poblaciones. Los artículos aquí seleccionados parten de elaboraciones académicas, tales como, estudios, investigaciones y reflexiones, que buscan posicionar un debate que ha tenido poca resonancia, pero que se hace cada vez más importante en la actualidad: los movimientos sociales defensores del derecho a la alimentación y la lucha por la soberanía alimentaria, que busca la equidad y la justicia alimentaria.

El lector podrá encontrar, por ejemplo, dos artículos iniciales, el primero desde Suramérica, titulado "Construcción de alternativas alimentarias en cuatro provincias de Argentina", y el segundo desde Centroamérica, "Economía alimentaria y política social: un análisis de relación e influencia en la selva de Chiapas (México)". Ambos representan la resistencia que los colectivos de campesinos e indígenas desarrollan desde contextos adversos, que inclusive cohabitan con políticas nacionales contrarias y, sin embargo, constituyen emblemas para superar el hambre de las poblaciones y lograr alternativas alimentarias que desafinan el statu quo.

A continuación, se incluyen dos textos que resignifican el ser campesino y reivindican el rol de los campesinos para las personas que habitan las ciudades, en particular, y para la población, en general, más allá del sentido como "esa mano que nos alimenta". El primer artículo, "'Yo compro campesino': una aproximación a las representaciones sociales de los consumidores de los mercados campesinos", es una exploración de las representaciones sociales sobre los mercados campesinos como estrategia de distribución alternativa cada vez más organizada y fuerte en Bogotá y otras ciudades de Colombia. De manera similar, la experiencia que relata el segundo artículo en la ciudad de Cali, "Acción colectiva y asociación de heterogeneidades en mercados agroecológicos campesinos: Asoproorgánicos (Cali, Colombia)", muestra el caso de los mercados agroecológicos y destaca la asociación de heterogeneidades materiales, espaciales, temporales y de poder.

Los tres textos finales reflejan la intención del presente volumen de la Revista al articular nuevos discursos que invocan la resistencia y el cambio de conceptos. El artículo "The compromised, colonized discourse of alternative food" deja una reflexión sobre cómo, a pesar de las conquistas logradas por los movimientos alternativos de alimentos, estos permanecen en lo marginal, siendo esta una realidad para profundizar desde diferentes contextos y disciplinas, que permitan construir alternativas al respecto. A su turno, el artículo "Peligro en el plato: rumores y leyendas urbanas del tema alimentario en Internet" describe la realidad paralela de lo que es para todos lo que se informa, difunde y comparte en la Internet, que permite acceder más fácilmente a lo alternativo y lo diverso, pero también a la información sobre los riesgos que se corren con los consumos alimentarios no adecuados. Estos últimos nos hacen consumidores caóticos, más que ciudadanos alimentarios responsables. El último artículo, "Estudio sobre el Programa Operativo de Reparto de Alimentos de la Unión Europea en la región de Murcia (España)", expone la situación de un territorio de España (Murcia), donde no parece posible que se presenten manifestaciones de exclusión e injusticias alimentarias. Justamente, los bancos de alimentos, desde alternativas más institucionales, construyen opciones para paliar la insatisfacción de necesidades de miles de personas. No obstante, estas alternativas son discutibles para muchos y deben ser analizadas para saber qué tanto se pueden aplicar en todos los contextos y qué tanto perpetúan los problemas de fondo, por no remitir a cambios estructurales y quedarse en soluciones superficiales, a pesar de que parezcan inclusivas y bien intencionadas.

Como reflexión de cierre, planteamos que la alimentación está íntimamente relacionada con la identidad de los pueblos, las comunidades y las familias. En ese sentido, constituye un escenario central de la vida cotidiana en el cual se puede leer la permanente tensión entre lo global y lo local, propia de este tiempo. Se trata de una mirada sincrónica que permite reconocer que la identidad y la gastronomía son dinámicas y proceden de las negociaciones culturales que los sujetos realizan entre las múltiples influencias que reciben en un mundo globalizado. El elemento de la ciudadanía democrática parecería quedar garantizado con este enfoque, en la medida en que se considera que uno de los derechos esenciales para ejercerla es justamente el derecho a una alimentación segura y saludable. Igualmente, el enfoque de derechos enfatiza el papel institucional del Estado como aquel en el que predominan el ejercicio y la circulación del poder político (Bertrán, 2017).

Referencias

Bertrán, M. (2017). Domesticar la globalización: alimentación y cultura en la urbanización de una zona rural en México. Anales de Antropología,51(2), 133-130. doi: https://doi.0rg/10.1016/j.antr0.3017.05.003Links ]

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Fernández, K. (2014, 7 de agosto). Nuevos movimientos alimentarios. Periódico Digital Erbol . Consultado el 13 de junio del 2018 en Consultado el 13 de junio del 2018 en http://www.erbol.com.bo/opinion/soberania_alimentaria/nuevos_movimientos_alimentarios . [ Links ]

Gracia-Arnaiz, M. (2003). Somos lo que comemos . Barcelona: Ariel. [ Links ]

Holt Giménez, E. (2013). ¡Movimientos alimentarios unidos! Estrategias para transformar nuestros sistemas alimentarios . Madrid: Icaria. [ Links ]

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