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Revista Colombiana de Sociología

Print version ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.41  supl.1 Bogotá Dec. 2018

https://doi.org/10.15446/rcs.v41n1supl.67341 

Reseñas

Las formas del olvido, de M. Augé Barcelona, Gedisa, 1998, 107 páginas

Jorge Alberto López-Guzmán* 

* Magíster en Gobierno γ Políticas públicas de la Universidad del Cauca, Popayan, Colombia. Investigador de la misma institución. Correo electrónico: lopezg@unicauca.edu.co-ORCID: 0000-0001-8538-4004


En Las formas del olvido, el antropólogo francés Marc Augé reflexiona sobre el papel del olvido en la vivencia del presente y en la construcción de la memoria colectiva de las sociedades. El libro se propone como un tratado sobre la utilización del tiempo en cuatro capítulos. Los tres primeros ofrecen lecciones con las propuestas del autor y el último condensa gran parte de las ideas ya expuestas, a modo de conclusión.

La primera lección se vincula con el psicoanálisis y busca explicar la relación entre recuerdo y olvido. La segunda tiene como base el diálogo posible entre antropólogos y filósofos e intenta responder a la tesis de que todo se vive como un relato. La tercera gira en torno de las tres figuras del olvido: el retorno, el suspenso y el reinicio, a partir de ejemplos provenientes de la novelística clásica. Metodológicamente, Augé se basa en sus propias experiencias de recuerdos mediante observaciones directas o la literatura etnológica. En consecuencia, este trabajo no parte de las experiencias del otro (objeto de estudio tradicional de la antropología), sino que presenta un giro reflexivo, en el que es el investigador quien se indaga a sí mismo.

El primer capítulo, "La memoria y el olvido", plantea que a través del pensamiento se generan trampas que manipulan los sentidos y el intelecto, y que en la cotidianidad se liberan del encierro de la mente, por accidente. En estos momentos de libertad del pensamiento, el antropólogo aprende palabras nuevas de las sociedades estudiadas o en las que se encuentra cotidianamente, sin embargo, también puede llegar a manifestarse etnocentrismo, al reducir el pensamiento del otro a categorías homogeneizantes o tradicionales.

Como resultado, se da una resignificación del pensamiento (de la persona o comunidad estudiada) y al mismo tiempo se desencializan las palabras de su origen sociocultural. No obstante, está en la percepción del investigador reconocer la importancia de los sistemas de representación lingüística no hegemónica y traducirlos y transcribirlos adecuadamente, conservando el significado original que las personas le han dado.

En consecuencia, traducir palabras como olvido, memoria y recuerdo, entre otras mencionadas por Augé, conlleva una complejidad lingüística cuando se intentan concebir en lenguas distintas a las hegemónicas, ya que cuando se trata de definir estas palabras por fuera de su contexto primigenio, adquieren otros sentidos, de acuerdo con quien las interprete y el argumento con el que se interpreten.

Así, la memoria, el olvido y el recuerdo son fundamentales en la construcción del pensamiento y la memoria colectiva de las sociedades, por ende, las formas de olvidar o resguardar las vivencias en la vida cotidiana, ya sea individual o colectiva, se convierten en las historias y narraciones de las personas a través del tiempo, y es en este contexto, en el que el antropólogo ha intentado dar respuesta al pensamiento del otro.

En este sentido, los recuerdos son decisiones conscientes que determinan la historicidad de los pueblos y lo que debería saberse del otro (lo que los pueblos o comunidades quieren que se sepa de ellos y sus prácticas).

En el segundo capítulo, "La vida como relato", Augé plantea la relación entre la realidad y la ficción a partir de un análisis hermenêutico realizado por especialistas de las ciencias sociales y humanas, en el que los antropólogos hacen de la realidad de los otros una ficción que no vivirían, pero que sí estudiarían. En otras palabras, se expone que el observador se deja seducir por contextos que desbordan la realidad verosímil de la cual se han rodeado, lo que conlleva concebir la vida de otras personas como ficción, susceptible de contar como relato.

De esta forma, el trabajo de campo se convierte en exótico cuando se hace en lugares como África, la Amazonía y Oceanía, geografías alejadas de la realidad del investigador, donde se encuentra con personajes extraños a la cotidianidad del cientista social (dioses, espíritus, hechiceros, brujas), lo que termina permeando de alguna manera su realidad en su forma de sentir o de ser cotidianamente. En sí, el trabajo de campo es, desde la mirada de Augé, un instrumento que en mayor o menor medida trastoca las condiciones materiales, vivenciales y psicológicas del observador.

En el tercer capítulo, "Las tres figuras del olvido", el autor expone en un primer momento el retorno como forma del olvido, cuyo objetivo es recuperar un pasado perdido, mediante el olvido del presente. La segunda figura es el suspenso, que pretende recuperar el presente y olvidar el futuro y la relación de este último con el retorno del pasado. Finalmente, se encuentra la figura del comienzo o recomienzo, en el que se busca recuperar el futuro a través del olvido del pasado.

Augé explica que en muchas de sus visitas a África percibió estas tres figuras del olvido, en este sentido, estas pueden llegar a brindar identidad sexual, estatus sociopolítico, entre otros. Para quien las vive, por ejemplo a través de un ritual de iniciación, se manifiestan las figuras que finalmente vislumbrarán el olvido en la vida de las personas, pero también forjarán un nuevo comienzo, a partir del presente vivido y el pasado olvidado.

En el cuarto y último capítulo, "Un deber de olvido", se explica el papel de la memoria histórica como deber, en el que la mayoría de personas que no han sido testigos directos o víctimas de acontecimientos de dicha memoria quieran recordar. Como el caso de los supervivientes del Holocausto, por más que quieran imaginar o sentir un acontecimiento es imposible sentirse víctima. Es así como Augé manifiesta que el deber de la memoria se basa en dos aspectos: el recuerdo y la vigilancia (esta es una herramienta para actualizar los recursos y vincularse a un presente mejor). De esta forma, la memoria y el olvido son necesarios para determinar una ocupación del tiempo vivido y de las situaciones que se quieren resguardar o eliminar.

En consecuencia, el texto de Marc Augé es una reflexión acerca de la construcción de la memoria colectiva e individual de las sociedades, en la que el olvido se convierte en un instrumento para volver al presente, ya sea en un instante o una manifestación histórica, como se presenta en muchas culturas a través de sus mitos, leyendas, ritos o prácticas. "Es necesario olvidar para estar presente, olvidar para no morir, olvidar para permanecer siempre fieles" (p. 104), manifiesta el final del libro, en el que se vislumbran las formas del olvido en la construcción social e ideológica de la cotidianidad de las personas, en la que la memoria colectiva de las sociedades es una forma de ejemplificar lo que se quiere que sepamos de cada uno de nosotros. En el caso del antropólogo, lo que los observados o la llamada "otredad" quieren que percibamos e interpretemos cuando realizamos trabajo de campo en lugares donde no hemos estado y muchas de las dinámicas socioculturales nos resultan nuevas.

Los planteamientos de Augé son herramientas relevantes para aquellos que estudian la tradición oral y la memoria colectiva de las sociedades. Sin embargo, el punto de vista del autor es susceptible de críticas, ya que argumenta que el olvido es algo consciente de las sociedades para afrontar el presente y olvidar su pasado, pero es importante tener en cuenta que muchas sociedades olvidan inconscientemente debido a las secuelas que puede generar un evento histórico traumático como una guerra o un genocidio.

El texto permite dimensionar la investigación y los métodos desde una lógica participativa y constructora, en este caso de memoria colectiva y resiliencia social, que concibe la etnografía como un instrumento cotidiano de las sociedades, más que un método de investigación. Si se toma el ejemplo de Colombia, este enfoque se aplicaría a personas que han vivido eventos traumáticos, grupos indígenas, afrodescendientes o campesinos que han sido víctimas de los grupos paramilitares o de los guerrilleros.

En consecuencia, el antropólogo, desde esta visión de construcción de memoria y olvido, invitaría a transformar la realidad a través de las conmociones de los pobladores y, finalmente, podría brindar posibilidades de reparar simbólicamente a los afectados mediante sus historias, en las que se tomaría la decisión de olvidar eventos nocivos y recuperar recuerdos favorables para las personas que han sido víctimas. No obstante, también se podría hacer lo mismo con los victimarios que en el actual posconflicto se encuentran en un proceso de resocialización.

El texto Las formas del olvido de Marc Augé permite dimensionar las dinámicas de las sociedades a través de la toma de decisiones sobre lo que se quiere recordar y lo que se desea olvidar, que en muchas ocasiones el investigador no llegará a saber. De igual forma, es un texto pertinente para entender la capacidad de la investigación a través de la utilización de la etnografía no solo como un método, sino como una herramienta capaz de transformar la historia de las personas.

Lo expuesto por Augé es valioso para el contexto colombiano, pues las formas del olvido pueden ser aportes de la academia o de los investigadores sociales a la resiliencia de las víctimas del conflicto armado, en un intento por no invisibilizar las historias sobre las masacres, atentados o acciones de las insurgencias, sino que permita la reconstrucción de la memoria colectiva desde las mismas personas y no desde una visión institucional.

Cómo citar esta reseña: López-Guzmán, J. A. (2018). Las formas del olvido, de M. Augé (Reseña de libro). Rev. Colomb. Soc. γ Sigma, 41(Suplemento), 207-210

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