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Revista Colombiana de Sociología

Print version ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.42 no.2 Bogotá July/Dec. 2019

https://doi.org/10.15446/rcs.v42n2.57867 

Sección Temática

Sociología en provincia. Los programas de la Universidad del Valle (Cali, Colombia)*

Sociology in the province. The Universidad del Valle programs (Cali, Colombia)

Sociologia na província. Os programas da Universidad del Valle (Cali, Colômbia)

Alberto Valencia Gutiérrez** 

** Doctor en Sociología, École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), Francia. Profesor titular de la Universidad del Valle y Coordinador de la Maestría y Doctorado en Sociología, desde el año 2017, Santiago de Cali, Colombia Integrante del grupo de investigación Sociedad, Historia y Cultura de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle. Correo electrónico: alberto.valencia@correounivalle.edu.co-ORClD: http://orcid. org/0000-0002-9685-4099


Resumen

El Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle fue creado en el año 1969 y en 1980 puso en marcha el programa de Sociología, alrededor del cual se conformó un grupo de científicos sociales que ha marcado una pauta fundamental en el desarrollo de esta disciplina en el país. El artículo describe desde una perspectiva sociológica el contexto de creación de esta unidad académica y su proyecto de formación de sociólogos, en medio de las transformaciones de los años sesenta y setenta que marcaron derroteros para la organización de las ciencias sociales en Colombia. También, se explica el origen académico y la trayectoria del grupo de profesores que la conformaron: los pilares de su concepción de la sociología y el tipo de aprendizaje que impulsaron, a partir de la idea de que la sociología se define como un oficio basado en la investigación y como un debate en el que concurren diferentes perspectivas y orientaciones tanto en el plano teórico como en el metodológico. La dinámica de trabajo de este grupo de profesores condujo a la creación de la Maestría en Sociología en 1991 y del Doctorado en Sociología en 2016.

El artículo muestra igualmente la manera como se asume críticamente el desarrollo de otros programas de sociología con especial énfasis en el de la Universidad Nacional de Colombia, creado veinte años antes, y las llamadas universidades pontificias. Con este artículo se trata de contribuir a lo que ha sido la historia de la sociología en Colombia, desde sus comienzos en los años sesenta. Este texto es resultado de la experiencia de su autor como miembro del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle durante todo el periodo que comprende el estudio. Se trata, pues, de una investigación participativa basada en fuentes primarias, como entrevistas no estructuradas.

Descriptores: Colombia, formación profesional, sociología, trayectoria académica.

Palabras clave: enseñanza de la sociología; grupos profesorales; historia de la sociología; métodos de investigación; prácticas académicas; teoría sociológica

Abstract

The Department of Social Sciences of the Universidad del Valle was created in 1969 and in 1980, it launched a Sociology program, which rallied a group of social scientists that have been fundamental for the development of this discipline in the country. From a sociological perspective, the article describes the context in which this academic unit was created and its project for forming sociologists, amidst the transformations of the 1960s and 70s, which opened paths for the organization of the social sciences in Colombia. It also explains the academic background and trajectory of the group of professors that made up the faculty: the pillars of their conception of sociology and the type of learning they fostered, based on the idea that sociology is a profession defined by research and by a debate in which different perspectives and orientations converge, at both the theoretical and the methodological levels. The work dynamics of this group of professors led to the creation of the Master in Sociology in 1991 and the PhD in Sociology in 2016.

The article also shows how the development of other sociology programs is assumed critically, in particular that of the Universidad Nacional de Colombia created twenty years earlier, and of the so-called pontifical universities. The objective of this paper is to contribute to the history of sociology in Colombia, from its beginnings in the 1960s. The text is the result of the author's experience as member of the Department of Social Sciences of the Universidad del Valle during the entire period covered by the study. It is, thus, a participatory research project based on primary sources such as non-structured interviews.

Descriptors: academic trajectory, Colombia, professional education, sociology.

Keywords: academic practices; groups of professors; history of sociology; research methods; sociological theory; teaching of sociology

Resumo

O Departamento de Ciências Sociais da Universidad del Valle foi criado em 1969 e, em 1980, começou a oferecer um programa de Sociologia ao redor do qual foi conformado um grupo de cientistas sociais que deixou uma marca fundamental no desenvolvimento dessa disciplina no país. Este artigo descreve, a partir de uma perspectiva sociológica, o contexto de criação dessa unidade acadêmica e seu projeto de formação de sociólogos, em meio às transformações dos anos 1960 e 1970, que marcaram os caminhos para a organização das ciências sociais na Colômbia. Além disso, explica a origem acadêmica e a trajetória do grupo de professores que a conformaram: os pilares de sua concepção da Sociologia e do tipo de aprendizagem que impulsionaram, a partir da ideia de que a Sociologia é definida como um ofício baseado na pesquisa e como um debate no qual concorrem diferentes perspectivas e orientações tanto no plano teórico quanto no metodológico. A dinâmica de trabalho desse grupo de professores conduziu à criação do mestrado em Sociologia, em 1991, e a do doutorado em Sociologia em 2016.

Este artigo mostra, ainda, como foi assumido criticamente o desenvolvimento de outros programas de Sociologia, com ênfase, especialmente, no da Universidad Nacional de Colombia, criado 20 anos antes, e as chamadas "universidades pontifícias". Com este artigo, pretende-se contribuir para a história da Sociologia na Colômbia, desde seu começo nos anos 1960. Este texto é resultado da experiência de seu autor como membro do Departamento de Ciências Sociais da Universidad del Valle durante o período que compreende o estudo. Trata-se, portanto, de uma pesquisa participativa baseada em fontes primárias, como entrevistas não estruturadas.

Descritores: Colômbia, formação profissional, sociologia, trajetória acadêmica.

Palavras-chave: ensino da sociologia; grupos de professores; história da sociologia; métodos de pesquisa; práticas acadêmicas; teoria sociológica

Los inicios y el contexto de creación

Los programas académicos de pregrado, maestría y doctorado en sociología, cuyos orígenes vamos a esbozar en las siguientes líneas, hacen parte del Departamento de Ciencias Sociales, de la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle, institución fundada en 1946. Esta unidad académica fue creada el 25 dejulio de 1958 con el nombre de Facultad de Ciencias Económicas, como respuesta a los grandes retos económicos y sociales que planteaba la zona suroccidental de Colombia (Roldán, 2013, pp. 27-43).

El año 1958 fue crucial en la historia colombiana. La Violencia de los años cincuenta estaba llegando a su final y se ponía en marcha el pacto político del Frente Nacional (acuerdo de convivencia entre los partidos Liberal y Conservador, basado en la alternación y la paridad en el poder), como cierre simbólico de una época que, en un breve lapso de doce años, había dejado más de 200000 muertos (Oquist, 1978, pp. 57-65). Así las cosas, los primeros años de la Facultad coincidieron con la larga convalecencia del conflicto más agudo que había vivido Colombia en toda su historia. Su terminación había despertado optimismo con respecto a las posibilidades de desarrollo y progreso que se abrían para el país en ese momento. Las élites regionales estaban motivadas por la nueva situación y por la euforia de la paz. La Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) había sido creada en 1954 y la aparición cuatro años después de un programa universitario de economía en sus tres vertientes (general, industrial y agrícola) era la expresión de la mentalidad de un sector empresarial que quería comprometerse a fondo con el desarrollo regional (CVC, 2004, pp. 63-67).

Los años sesenta constituyeron, a su vez, un periodo de revolución en todos los órdenes de la vida social y política, no solo en el plano internacional sino también nacional; en palabras del historiador Eric J. Hobsbawm, se trataba de "la transformación social mayor y más intensa, más rápida y universal" (1995, p. 323) que se hubiera producido en la historia de la humanidad, gestada en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial: la inversión radical de la proporción campo-ciudad, la decadencia de la clase trabajadora industrial, el crecimiento exponencial de las ciudades; el progreso de la alfabetización y la escolaridad; los cambios en las relaciones entre los jóvenes y los adultos; la organización de la familia; la posición de la mujer en el ámbito laboral y familiar; el papel de la Iglesia en el control social; la revolución sexual, atizada por el uso de los anticonceptivos y el control de las enfermedades venéreas; pero sobre todo la irrupción definitiva de los jóvenes como una fuerza social y cultural de nuevo tipo, que desde entonces no fue posible desconocer (Hobsbawm, 1995, pp. 322-345).

Esta gran "revolución silenciosa", que asume la forma de un proceso de modernización y secularización, tuvo implicaciones en la vida política y social colombiana en todos los órdenes, sus signos se expresaron en los cambios de la posición de la Iglesia católica, en la irrupción de nuevas formas de control de la natalidad, en las transformaciones culturales en la vida cotidiana; en el cambio de las relaciones del país con la comunidad internacional; en el desarrollo de nuevas formas artísticas en la pintura, el teatro y la literatura; y en la construcción o recuperación de múltiples identidades sociales que anteriormente no se habían podido expresar, como los indígenas, las mujeres, los negros y, sobre todo los estudiantes, entre muchos otros aspectos. Como parte de este proceso irrumpen en Colombia las ciencias sociales, en su versión moderna: la sociología -con la fundación de la Facultad de Sociología en la Universidad Nacional de Colombia, en 1959-, la economía, la "nueva historia" de Colombia, el debate alrededor del marxismo, la antropología, entre otras (Tirado, 2014).

El 1.° de enero de 1959, la Revolución cubana expandió la idea de un gran cambio revolucionario en regiones atrasadas de América Latina, como resultado, durante la década del sesenta comenzaron a aparecer guerrillas en la mayor parte de los países del subcontinente (Prieto, 2007). La idea era que una revolución social y política, similar a la que había ocurrido en Cuba, era inminente. Al mismo tiempo, el gobierno de los Estados Unidos y varias instituciones norteamericanas se empeñaron en crear en nuestros países organizaciones tendientes a intervenir en los conflictos sociales para canalizarlos por una vía diferente. Apareció así la llamada Alianza para el Progreso, que se dedicó a impulsar programas de reforma agraria, de libre comercio entre los países comprometidos, de modernización de la infraestructura de comunicaciones, de acceso a la vivienda y la educación, de erradicación del analfabetismo y, en general, de promoción de gobiernos democráticos, como un intento de poner freno a la "ola revolucionaria", que permitiera "mejorar la vida de todos los habitantes del continente" y, sobre todo, afianzar e integrar al campesino a la sociedad global (Tirado, 2014, pp. 62-71).

Por lo tanto, la creación de un programa de economía en la Universidad del Valle estaba en sintonía con los procesos que se dieron en los sesenta. Durante su primera época, el programa estuvo inspirado por el modelo norteamericano, desde el diseño físico y arquitectónico del campus que se construye en los predios de la sede Meléndez, hasta el apoyo significativo que recibió de las fundaciones Ford y Rockefeller. Muy fiel a su inspiración, durante esta primera época la Facultad estaba conformada por un departamento de economía, uno de sociología y uno de administración, más adelante, se incluyó un departamento de ciencia política (Roldán, 2013, p. 73). Esta estructura evidencia la importancia que este tipo de disciplinas tenía en la sociedad norteamericana, en ese momento.

El Departamento de Sociología de aquella época es una manifestación ejemplar de lo que representaba la sociología naciente en el país de los años sesenta, impulsada por organismos internacionales, y apoyada por fundaciones norteamericanas, que buscaban formar "técnicos sociales" que participaran en procesos de reforma social. Sin embargo, hacia finales de la década el área de la sociología recibió las mismas críticas que señalaban a otros programas académicos similares en el país, por orientarse a favor de procesos globales de cambio social de carácter radical.

En 1968 se produjo en París la gran movilización de estudiantes universitarios, originada en una universidad de la periferia, que arrastró a varios millones de franceses a un levantamiento colectivo sin precedentes, que produjo la huelga general más grande de la historia de Francia y que llegó incluso a obligar al gobierno del general De Gaulle a presentar su renuncia (Touraine, 1968). El movimiento, como dicen algunos, no tuvo mayores resultados tangibles, pero se considera como la culminación o el símbolo de una década de la historia reciente (los años sesenta del siglo pasado), en la que se produjo una de las más eficaces y profundas revoluciones que haya conocido la historia humana (González, 2018, pp. 241-248). El movimiento de mayo de 1968 tuvo repercusiones en otros países, sobre todo en México donde se produjo la conocida masacre de Tlatelolco en la Plaza de las Tres Culturas (Aguayo, 2018).

En Colombia las repercusiones de la movilización estudiantil se dieron en 1971. La chispa que "incendió la pradera", como decían los maoístas de entonces, comenzó en febrero de 1971, precisamente en los claustros de la sede de San Fernando de la Universidad del Valle. El 26 de este mes el Ejército disparó contra una manifestación de estudiantes y asesinó a varios de ellos, entre quienes se encontraba Edgar Mejía Vargas, conocido como "Jalisco" (Ordóñez, 2011). El periódico El País reportó 8 muertos y 47 heridos (El País, 1991, 26 de febrero, p. 1).

La situación se extendió a la mayoría de las universidades públicas del país y en abril el Gobierno nacional decidió cerrarlas paulatinamente. Los estudiantes solicitaban la eliminación de los representantes del sector privado y de la Iglesia en los consejos superiores de las universidades e, incluso, la supresión de estos organismos; rechazaban la injerencia de entidades internacionales en su funcionamiento (fundaciones Ford y Rockefeller, Banco Interamericano de Desarrollo, entre otras); proponían un incremento del presupuesto de educación que fuera al menos equivalente al 15 % del total del presupuesto nacional y aspiraban a participar en la gestión directiva de sus universidades mediante un sistema de cogobierno. El número de estudiantes afectados por la interrupción de los estudios en todo el país fue aproximadamente del 50 %, para un total de 110 000, que incluye algunas de las universidades privadas1.

En 1972 se inauguró una nueva época en las universidades colombianas, en general, y en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad del Valle, en particular -cabe resaltar que desde 1966 había cambiado el nombre por el de División de Ciencias Sociales y Económicas-. En los antiguos departamentos que la conformaban solo sobrevivió un pequeño grupo de profesores, ya que muchos fueron expulsados. En consecuencia, ingresaron nuevos docentes al Departamento de Ciencias Sociales, que desde 1969 había unificado los departamentos de Ciencia Política y Sociología. La idea de crear una denominación genérica se relacionó con el hecho de que en la Facultad existían profesionales de diferente orientación académica y era necesario crear un espacio que los abarcara a todos. Las clases se reinauguraron en enero de 1973, al mismo tiempo que se abrieron las puertas del nuevo campus de Meléndez, que había sido sede de los vi Juegos Panamericanos de 1971. En 1982 la División de Ciencias Sociales y Económicas se transformó en Facultad (Roldán, 2013, p. 112).

Durante los años setenta el Departamento de Ciencias Sociales se dedicó a colaborar con el Programa de Economía y a ofrecer "cursos de servicios" a otros programas de la Universidad, no solo de ciencias sociales. Los estudiantes de economía tenían una oferta de cursos de formación sociológica básica (Introducción a las ciencias sociales, Historia de las ideas políticas y Teoría sociológica), cursos de metodología y una buena oferta de electivas en sociología. El resultado fue que los estudiantes graduados salían con formación sociológica hasta el punto de que dos años más de estudios habrían sido suficientes para otorgarles un título de sociólogo. Durante esos años igualmente se comenzó a preparar la propuesta de creación de un Programa de Sociología autónomo, aún con la oposición de muchos sectores, ya que después del auge de los años sesenta, la crisis estudiantil de 1971 había tenido efectos sobre los programas de sociología del país y había propiciado el cierre de muchos de ellos (Cataño, 1981, p. 75).

La llegada a la presidencia de Alfonso López Michelsen en 1974, primer presidente elegido en el libre ejercicio electoral, después de terminados los 16 años de la alternación del Frente Nacional, cuando ya había pasado el fervor de la crisis y había amainado la represión contra profesores y estudiantes, jugó un papel fundamental en la creación de este programa, por la apertura democrática que este gobierno representó a pesar todos sus desaciertos (Pécaut, 1988, pp. 247-312). Como forma de paliar la crisis universitaria, el Gobierno, por iniciativa del presidente, quien se declaraba como un liberal de izquierda, optó por la elección de rectores con simpatías por la izquierda en las principales universidades del país, a los que se les dio la denominación de "rectores marxistas", para hacer contraste con los llamados "rectores policía", como los había denominado el movimiento estudiantil de los años anteriores. El más sonado de este grupo de rectores fue el abogado penalista Luis Carlos Pérez en la Universidad Nacional.

En este contexto fue nombrado como rector Álvaro Escobar Navia en la Universidad del Valle, un hombre proveniente de una familia de gran reconocimiento social en la región, pero que era al mismo tiempo un intelectual con orientación de izquierda, adquirida durante su paso por la Universidad Santiago de Cali donde había estudiado derecho en los años sesenta, en una época en la que apenas comenzaba la politización de la Universidad. Escobar representaba una combinación afortunada entre la oligarquía local y la intelectual de izquierda, en un momento en que esa clase de "mezcla" era muy provechosa para una Universidad que tenía el monopolio de la educación superior en la región. Su estilo de gestión era muy novedoso con respecto al convencionalismo de los rectores anteriores, como lo demostró al no sentir reparo ni temor de despojarse de los "hábitos de rector", es decir, el saco y la corbata, y remangarse la camisa para enfrentarse solo, al aire libre, a una asamblea estudiantil, manejada por estudiantes altamente politizados (Ordóñez, 2007, p. 130).

El proyecto de los "rectores marxistas" fracasó en la mayoría de las universidades colombianas, al verse enfrentados a contradicciones entre sus convicciones de izquierda y el manejo de unas instituciones que les exigían tomar decisiones drásticas, para garantizar el orden interno. Pero esto no ocurrió en Cali, Álvaro Escobar le dio forma a la Universidad después de la gran crisis de 1971. Durante los años de su administración, en el periodo comprendido entre 1974 y 1978, ingresó una buena parte de los profesores que marcarían el progreso de la vida universitaria durante los siguientes veinte años, hasta la gran crisis institucional de 1998; además, se crearon nuevos programas de estudio, se nombraron profesores y se organizó un ambiente de discusión y debate, en el marco de una gran apertura democrática (Ordóñez, 2007, pp. 181-220).

Con la llegada a la rectoría de la Universidad del Valle de Álvaro Escobar en 1974 se abrió una nueva posibilidad para el desarrollo del Departamento de Ciencias Sociales. Durante los años setenta la Universidad se encontraba bastante politizada y existía un gran debate entre grupos políticos de muy diversa orientación alrededor del tema de la caracterización de la sociedad colombiana y del tipo de revolución que debía impulsarse. En este marco, la gran preocupación del Rector era que los estudiantes no pasaran al acto, es decir, que las tendencias anarquistas, que consideraban que ya todo estaba discutido y lo importante era actuar, no tuvieran arraigo y se promoviera, en contrapartida, una reflexión seria sobre los temas relacionados con la revolución y la sociedad colombiana. Esto inhibiría la acción y serviría como salvaguarda para proteger a la Universidad de las protestas y de las pedreas estudiantiles, que podían traer como consecuencia un cierre definitivo de la institución2.

Álvaro Escobar encomendó a los profesores del Departamento de Ciencias Sociales convertir los "cursos de servicios" (Introducción a las ciencias sociales y Sociología económica y política de Colombia) en espacios de formación intelectual de los estudiantes, que sirvieran de base para la reflexión y para la construcción de una acción política en términos positivos y no destructivos. La idea, por ejemplo, era enseñarles marxismo con toda la seriedad del caso para que se dieran cuenta de que el problema era más complejo de lo que parecía a primera vista y que ante este no tenía mucho sentido "tirar piedras" en la carretera Panamericana -la arteria principal de entrada a la Universidad-. El Departamento asumió la responsabilidad, a pesar de la dificultad que representaba enseñar marxismo en una universidad tan politizada. Álvaro Escobar murió en diciembre de 1978, en pleno ejercicio de sus funciones, antes de cumplir cuarenta años.

La creación del programa de sociología de la Universidad del Valle

La segunda actividad que el Departamento de Ciencias Sociales desarrolló durante la administración de Álvaro Escobar Navia fue precisamente la creación del programa de estudios de sociología, entre 1975 y 1977, aprovechando las excelentes condiciones de apertura que existían en la Universidad del Valle. La universidad pública, en general, representaba en ese momento un extraordinario espacio de independencia y de libertad intelectual. No existía ningún tipo de imposición para dedicarse a un tema en especial, cada cual orientaba su trabajo de acuerdo con sus intereses y sus enfoques particulares y podía escoger la orientación política o ideológica que quisiera, sin ningún tipo de restricción o de persecución. A pesar de que los profesores eran empleados públicos, cada uno en cierta medida era su propio jefe. El alto grado de democratización que alcanzó la Universidad en ese momento se debe al inmenso peso que adquirió la participación de los profesores en la vida universitaria y en las decisiones colectivas a través de sus diversos comités.

El pequeño grupo que conformaba el Departamento de Ciencias Sociales, con la colaboración de profesores de otras facultades o externos, se dedicó durante varios años a discutir de manera minuciosa los que debían ser los parámetros de un nuevo programa de sociología en una universidad del suroccidente colombiano. A las reuniones invitaron a especialistas nacionales sobre diversos temas relacionados con la estructura curricular del programa como es el caso, por ejemplo, de Tomás Ducay, uno de los fundadores del programa de sociología de la Universidad Nacional de Colombia; del sociólogo Orlando Fals Borda (Rojas, 2014); o de Guillermo Briones (1995), un chileno especialista en metodología de investigación sociológica. Cada uno de ellos debía leer el proyecto del programa y ofrecer un comentario vinculado con sus orientaciones particulares para ser discutido con el conjunto de los profesores en largas reuniones. De todo este intenso trabajo resultó un texto llamado "Documento de Calima", por el nombre del lugar donde se llevó a cabo la última reunión de discusión3. El programa con todos sus detalles estuvo listo en el mes de mayo de 1977, y a comienzos del segundo semestre de este año se puso en marcha el proceso de aprobación dentro de la Universidad y en el Ministerio de Educación Nacional.

En el momento de su creación era el trigésimo programa que se creaba en el país: tres habían sido creados a finales de 1950; cinco en la década de 1960 y cinco en 1970. Existían cinco programas de estudio en Bogotá, cuatro programas en Medellín, dos en Barranquilla y uno en Bucaramanga. Como dato curioso hay que observar que era el tercer programa que se abría en la universidad pública después de los de la Universidad Nacional de Colombia y la de Antioquia. Los diez programas restantes pertenecían a universidades privadas, religiosas o laicas. En 1971 se habían cerrado los programas de la Pontificia Universidad Javeriana y de La Salle en Bogotá (Cataño, 1981, pp. 51-81).

El proyecto de la Universidad del Valle pretendía recoger lo que había sido la experiencia de los programas de sociología a nivel nacional. Un análisis de sus características debe comenzar por el estudio de la formación académica del grupo que lo diseñó, y del tipo de formación sociológica que habían recibido en sus universidades de origen, dado que su estructura curricular pretendía ser una especie de síntesis de programas anteriores, un intento de recuperar sus aspectos positivos y desechar los negativos, una especie de Aufhebung (superar conservar), de acuerdo con la expresión alemana propia de la filosofía hegeliana. En el grupo había personas que provenían de la Universidad Nacional de Colombia (Álvaro Camacho, Gilberto Aristizábal y Fernando Urrea), de la Pontificia Universidad Javeriana (Álvaro Guzmán) e incluso de universidades del exterior (Charles Collins, María de Restrepo, Judith de Campos y Francisco Martín), entre otros profesores. En el trasfondo del proceso de creación del programa de sociología se encontraban las experiencias anteriores, pero en especial, lo ocurrido en la Universidad Nacional de Colombia durante las décadas de 1960 y 1970, y lo que se podía observar en las universidades pontificias, desde el momento en que irrumpió la sociología académica institucional, con la creación de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia en 1959 (Camacho, 2014, pp. 73-95).

El programa de sociología de la Universidad Nacional de Colombia pasó por dos etapas desde su creación (Restrepo, 2002, pp. 179-188). La primera, entre 1959 y 1969 aproximadamente, estuvo marcada por la figura del sociólogo Fals Borda y otras personas que compartían con él una formación similar, como Virginia Gutiérrez, Roberto Pineda, Tomas Ducay e, incluso, Camilo Torres, quien se integró al grupo a pesar de su formación europea en Lovaina (Jaramillo, 2017, pp. 115-186). Como comenta el sociólogo Gonzalo Cataño (1981, pp. 51-81), la enseñanza de la sociología durante sus primeros diez años estuvo enfocada en la sociología empírica fundamentalmente, especialmente en lo que tiene que ver con la intervención social. El propósito entonces era formar investigadores en ciencias sociales, capacitados para intervenir en el cambio social en todos los niveles y desarrollar estrategias de planificación social. El cambio social no se entendía como una transformación global de la sociedad, sino como transformaciones puntuales, "ajustes funcionales", si hablamos en el lenguaje de la época. La importancia de la investigación iba de la mano entonces con el aprendizaje de las técnicas metodológicas modernas.

Este tipo de concepción de la sociología y del oficio del sociólogo estaba estrechamente vinculado con las políticas gubernamentales que en ese momento se estaban impulsando desde el Estado para la solución de los problemas sociales. La promulgación de la Ley 135 de Reforma Agraria del 13 de diciembre de 1961, que crea el Instituto Colombiano de Reforma Agraria (Incora), los institutos descentralizados, las oficinas de planeación y los programas de vivienda urbana, entre otros, permitió que estos espacios institucionales favorecieran el ingreso de los sociólogos a la vida laboral.

A partir de 1969 la generación de Fals Borda fue sustituida por la del profesor Darío Mesa en el Departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia (Jaramillo, 2017, p. 97). Durante esta segunda época predominaron las tendencias teóricas sobre las empíricas; se introdujo el estudio de los autores clásicos como parte fundamental de la formación de los estudiantes; se dio una inmensa importancia a los fundamentos filosóficos de la sociología en grandes autores como Kant y Hegel y al estudio de los fundamentos epistemológicos de las ciencias sociales. Los sociólogos que se formaban en esta nueva orientación salían convertidos en buenos teóricos, en intelectuales más que en investigadores, hasta el punto de que la formación del sociólogo se parecía más a la formación de un filósofo que a la de un investigador social. De esa manera, la reforma del currículum dejó de lado metodologías empíricas concretas o aspectos prácticos de la profesión.

El cambio de una época a otra estuvo mediado por las grandes movilizaciones estudiantiles del momento, que se oponían a la penetración del llamado imperialismo en la educación y buscaban expulsar de las universidades a las grandes organizaciones extranjeras y acabar con los auxilios internacionales que se recibían, en aras de una universidad más comprometida con los intereses nacionales. Durante esta nueva época se transformó radicalmente la noción de cambio social. Ya no se trataba de producir pequeñas modificaciones en comunidades locales, sino en buscar reformas estructurales en aspectos como la tenencia de la tierra o la distribución del poder. El funcionalismo pasó a un segundo plano, el rechazo de la sociología norteamericana prevaleció y el marxismo, como una teoría o una ideología política orientada a transformar el mundo, se convirtió entonces en una concepción intelectual que daba respuesta a los problemas estructurales del cambio social. El sociólogo se convirtió entonces en un ideólogo, provisto de grandes herramientas teóricas, o en un militante comprometido con la revolución.

Esta situación implicaba que el sociólogo se debatía entre dos identidades distintas: por una parte, la del sociólogo como un trabajador empírico, orientado a intervenir de manera puntual en procesos sociales, al servicio de instituciones gubernamentales que trabajaban en procesos específicos de transformación social, en pequeñas comunidades, sobre todo rurales; y, por otra, el sociólogo como un revolucionario, cuyo principal deber era crear las condiciones de una revolución social y comprometerse en una transformación global de la sociedad.

En contraste con la experiencia de la Universidad Nacional de Colombia se encontraba la enseñanza de la sociología en las universidades privadas, en particular, en las universidades pontificias, donde se enseñaba la sociología de manera dogmática, como una especie de cuerpo teórico definitivamente establecido, conformado por un patrimonio conceptual que se había acumulado a través de los años y que se podía transmitir a los estudiantes como adquisiciones irreversibles de la disciplina, exentas de toda discusión. Todo ello bajo un modelo positivista de la ciencia marcado por la influencia del funcionalismo norteamericano.

Por su parte, el programa de sociología de la Universidad del Valle rechazó la concepción dogmática de la disciplina y de su enseñanza, propia de las universidades pontificias, pero al mismo tiempo se estructuró siguiendo algunas tendencias que se conocían en la Universidad Nacional de Colombia. Es decir, intentó superar algunos elementos, pero conservó otros que resultaban positivos, sin caer en parejas de oposiciones excluyentes como, por ejemplo, teoría o trabajo empírico, teoría o investigación, marxismo o funcionalismo, estudios sociales totales o estudios sociales parciales, estudios teóricos o estudios empíricos.

Los pilares de la concepción de la sociología

Con base en la evaluación de las experiencias anteriores, se estableció una serie de ideas básicas en la concepción de la sociología. La primera de ellas fue que esta disciplina debía entenderse como un debate. Esta idea era una manera de contraponerse a la forma como se enseñaba la sociología en las universidades pontificias, pero también a la concepción dogmática que sostenían tanto los marxistas como los funcionalistas de la época. Los funcionalistas consideraban que por fuera de esta consideración no había una sociología que mereciera ese nombre y, por esto, el marxismo era clara y rotundamente dejado de lado, tal como había hecho Parsons en La estructura de la acción social (1968), texto en el que intentó hacer una síntesis entre Pareto, Marshal, Weber y Durkheim, y excluye por completo a Marx. Los marxistas, por el contrario, consideraban que el marxismo se confundía con la sociología y nada tenía razón de ser por fuera de la conceptualización que proponía el marxismo. El ambiente de los años setenta propiciaba en los sociólogos una actitud excluyente frente a estas dos corrientes hegemónicas: o se era marxista o se era funcionalista, pero no se podía ser ambas cosas al mismo tiempo porque eran incompatibles.

Al afirmar que la sociología era un debate se establecía la idea de que tanto el marxismo como el funcionalismo eran perspectivas legítimas. La solución estaba en construir una organización curricular que diera cabida a ambas tendencias. Fue así como se optó por enseñar la teoría utilizando tres estrategias: las escuelas sociológicas en cursos de carácter general (sociología del orden, teorías modernas y teorías contemporáneas); los autores clásicos de la sociología, entre quienes se escogía a Marx, Weber y Durkheim; y las categorías sociológicas. Estas últimas no eran otra cosa que espacios simbólicos de carácter general, que definían problemas transversales de la teoría sociológica, para cuya solución competían diversos autores y escuelas. Inicialmente se pensó que esas grandes categorías eran estructura social, clases sociales, cultura, cambio social y Estado. Con el tiempo estas categorías se fueron mejorando y se convirtieron en "conceptos pareados": acción y estructura social, poder y dominación, representaciones e ideologías, clases sociales e identidades colectivas, individuación y subjetivación. Independientemente de si son estas o no las categorías teóricas fundamentales de la sociología, es importante rescatar la propuesta de enseñar la teoría en términos de categorías transversales de carácter general.

La idea de que la sociología era un debate también se expresaba en el terreno de las metodologías. En primer lugar, la concepción de la sociología que organizó el programa de pregrado de la Universidad del Valle en sus comienzos fue contra la idea del metodólogo como un especialista en métodos, pero que nunca ha hecho investigación. La clave de la enseñanza de la metodología está en la formulación de un problema de investigación y en su desarrollo, porque es a partir de ese problema que tienen sentido las teorías y las metodologías. Parafraseando a Wright Mills en La imaginación sociológica, se podría decir que cada investigador debe ser su propio teórico y su propio metodólogo (Mills, 1975, p. 136). El seguimiento estricto de un método no es garantía de un resultado afortunado en la investigación.

La concepción de la sociología como debate también tenía que ver con el rechazo a la creencia en que existe un método científico único, construida a partir de una serie de etapas progresivas y con base en reglas precisas de desarrollo. La premisa, por el contrario, fue que no existe un método científico sino diversas aproximaciones a un objeto y que la investigación no se desarrolla en términos progresivos de etapas. Por ese motivo, en lugar de hablar del "método científico" se habló de estrategias de investigación; y en vez de considerar la diferencia entre metodologías cuantitativas y cualitativas, se plantearon diferentes diseños de investigación (Camacho, 2014, pp. 103-106). Incluso, se consideró que la sociología no se define por un método en particular, como ocurría con el sondeo y la encuesta en la sociología norteamericana de 1930 a 1960. Por el contrario, la sociología es el resultado de una contraposición de diseños diversos provenientes de diferentes disciplinas: el diseño de agregados, proveniente de la economía y la demografía; el diseño etnográfico, que aporta la antropología; el diseño documental, propio de la historia; y el diseño de sondeo originado en los estudios sociológicos.

La segunda idea que configuró la concepción de la sociología es que es un oficio definido por el trabajo de investigación y por la construcción de problemas de investigación. El sociólogo más que un intelectual era un profesional de las ciencias sociales. La propuesta, entonces, era formar sociólogos que supieran hacer sociología y no simplemente que "conocieran los resultados de la sociología", a través de una enseñanza libresca. La formación de intelectuales pasaba a un segundo plano con respecto a la formación de investigadores.

La tercera idea, consecuencia de las dos anteriores, es que para enseñar a "hacer sociología" era preciso establecer una combinación adecuada entre una sólida formación teórica y una sólida formación en metodología, bajo el supuesto que el trabajo de investigación es posible en la medida en que estos dos componentes establezcan alguna forma de complementariedad.

La metodología no podía aislarse de la teoría y convertirse en una especialidad cerrada y autónoma; e, igualmente, la teoría no podía ser enseñada por fuera de la referencia a problemas concretos de investigación, como si fuera un fin en sí misma. Bajo la directriz de Wright Mills, gran inspirador de este programa, se consideraba que los datos empíricos sin teoría son ciegos y la teoría es vacía sin datos empíricos (Mills, 1975, p. 83).

La cuarta idea que inspiró originalmente el programa de sociología consistió en considerar que la formación del sociólogo debe ser integral, en el sentido de que esta es una disciplina entre otras en el marco de las ciencias sociales; así la posibilidad de afianzar efectivamente la premisa de que la sociología era un debate iba de la mano con el propósito de mostrar cómo se había desarrollado en contraposición con otras disciplinas de las ciencias sociales y, en particular, con la economía política. Para ello era necesario conocer los grandes desarrollos históricos que determinaron la aparición de las ciencias contemporáneas.

Este criterio de la integralidad en la formación del sociólogo implicaba entonces la introducción de una serie de cursos formativos. El área de historia comprendía cuatro cursos: Transición del feudalismo al capitalismo, Revolución industrial, Expansión del capitalismo y Capitalismo y socialismo, es decir, se trataba de presentar la historia del mundo desde la Edad Media hasta la época contemporánea. El área de Colombia estaba conformada por cuatro cursos: Historia de Colombia I, II y III y Geografía económica de Colombia. El área de economía comprendía cursos como Teoría económica clásica, Teoría económica marxista I (tomo I de El capital) y II (tomo III de El capital), y Teoría económica neoclásica moderna.

Finalmente, como concesión a las tendencias intelectuales de los años setenta, se incluía hacia el final de la carrera un curso de Epistemología de las ciencias sociales, que proponía una reflexión global sobre el desarrollo histórico de estas disciplinas. Sin olvidar que en los primeros semestres se daba una enorme importancia a la enseñanza de la filosofía de Kant y Hegel, como matriz filosófica fundamental en la que se dibujaban los modelos de las ciencias sociales posteriores (Valencia, 2004). A pesar de que la concepción del programa no consideraba el desarrollo de la teoría como un fin en sí mismo, era indudable que ese primer proyecto intelectual estaba cargado de una dosis de intelectualismo propio de la época.

La primera gran reforma del plan de estudios, que se llevó a cabo en 1984, mantuvo en cinco años la duración de la carrera e incrementó la formación integral de los estudiantes, con la introducción de cursos de microeconomía y macroeconomía, Historia contemporánea I y II, Historia de América Latina, Demografía y teorías de la población, Teorías del crecimiento económico y del desarrollo, Antropología y Psicoanálisis.

Como se puede observar, la construcción del programa estaba orientada a rescatar los aspectos positivos de la tradición de la enseñanza de la sociología en Colombia, pero, al mismo tiempo, a dejar de lado otros. En contra del carácter dogmático de las universidades pontificias, o del dogmatismo que exhibían los marxistas y los funcionalistas, se trataba de establecer espacios de confrontación. En contra de la idea de aislar la metodología de los problemas de investigación, se trataba de poner en el primer plano los problemas de investigación en la definición de las metodologías. La primera época de la Facultad de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia dejó como herencia la idea del sociólogo como un investigador empírico, que podía intervenir en problemas puntuales y contribuir de manera decisiva al cambio social sin necesidad de comprometerse con una transformación global de la sociedad. La segunda época puso de presente la importancia de la teoría y de su vinculación con la investigación. Así mismo, a partir de esta época se planteó que era necesario formar a los estudiantes en el conocimiento minucioso de los clásicos de la sociología, bajo la idea de que esta, a diferencia de las ciencias naturales, es una disciplina que se construye en un diálogo permanente con los modelos clásicos de la disciplina. No en vano se observa que los grandes teóricos, en los momentos de crisis, hacen un llamado a regresar a los clásicos, como la fuente primordial del desarrollo de la disciplina (Parsons, 1968; Giddens, 1977).

El programa de sociología fue finalmente aprobado por el Ministerio de Educación Nacional, pero hubo grandes dificultades para lograr ese objetivo dado que en esa época el estereotipo del sociólogo, que circulaba en la opinión pública, no era el de un profesional vinculado con procesos puntuales de transformación social, sino el de un revolucionario comprometido con un cambio radical de la sociedad. Desde diferentes lugares se recibieron críticas elaboradas a partir de la idea de que no se podía crear en la Universidad del Valle un programa de estudios para formar subversivos y revolucionarios.

Una vez aprobado el programa se puso en funcionamiento el primer semestre de 1980 con un buen grupo de estudiantes y una planta de profesores que se había ampliado significativamente entre 1976 y 1979. Los profesores que conformaban el grupo asumieron el documento del programa como una especie de proyecto intelectual de carácter personal para aprender sociología. Se podría decir que lo que estaba consignado en la estructura curricular, más que algo que se quería enseñar porque se sabía, era simplemente el proyecto de lo que se quería aprender. Y así se puso en marcha un gran proceso de aprendizaje, no solo de los estudiantes sino de los profesores.

El grupo de profesores

El grupo de profesores que conformaba el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle se consolidó en los últimos años de la década de 1970 y en los primeros años de la década de 1980. El elemento aglutinador central era precisamente el desarrollo de un programa de sociología asumido con la más absoluta responsabilidad y al cual se le dedicaban todos los cuidados. Se ponía empeño en discutir los programas de los cursos en las reuniones de Departamento, que se realizaban religiosamente cada quince días; cada cierto tiempo el grupo de profesores se internaba durante varios días en algún lugar cercano de Cali (Silvia, Coconucos, Yanaconas, Farallones) para llevar a cabo un "retiro espiritual", consistente en la discusión minuciosa del desarrollo del programa, de los cursos, de los criterios pedagógicos y de todo lo que fuera necesario para su implementación. Estos encuentros periódicos de los profesores se han mantenido desde los inicios del Departamento hasta el presente.

Una de las normas implícitas del programa es que ninguno de los profesores se podía "casar" de manera exclusiva con un curso, sino que todos debían rotar por las áreas, tanto teóricas como metodológicas, con muy pocas excepciones. Esto hacía posible que el grupo completo de profesores se comprometiera con la totalidad del programa. Además, durante varios años, y aprovechando una coyuntura favorable de la Universidad, se optó por el sistema de dictar "cursos compartidos" entre varios profesores, en los que se asumía una responsabilidad con todo el contenido de la materia y con la asistencia a las clases de los compañeros. Esto hizo posible que se diera una gran comunicación intelectual entre todos los miembros del grupo, se conocieran entre sí y compartieran inquietudes intelectuales.

La mayoría de los profesores era responsable de un proyecto de investigación, que se concebía como un apoyo fundamental para el ejercicio de la docencia. El Departamento de Ciencias Sociales, en los últimos cuarenta años, ha consolidado un acervo de investigaciones en los más diversos campos: narcotráfico, violencia, migraciones, problemas rurales, trabajo informal, la cuestión indígena, salud y enfermedad, la cultura vista en perspectiva histórica, locura y sociedad, acción comunal, participación ciudadana, grupos armados, negritudes, paz, estudios de coyuntura económica y social, familia, trabajo, género, juicios políticos, antropología del Estado, sexualidad, representaciones sociales, infancia, acción colectiva, problemas urbanos, memoria, perspectivas sociodemográficas, historias de vida, parentesco, modernidad y subjetividades, entre otros4.

Muchos estudiantes se vincularon con el trabajo de sus profesores y completaron así su formación intelectual. Para acentuar el compromiso de los estudiantes con el trabajo de investigación durante los primeros años se programaban jornadas de observación sociológica, que consistían en visitas de los estudiantes a lugares de la ciudad en donde desarrollaban un trabajo espontáneo de investigación: galerías, parques públicos, instituciones, calles, etc. Todo ello era un indicativo del inmenso cuidado que se ponía en la formación de los estudiantes.

Como una actividad académica complementaria pero fundamental, cada ocho días, a las diez de la mañana, primero los martes y luego los viernes, se programaba una conferencia sobre algún tema relacionado con la investigación sociológica, para que los estudiantes asistieran como parte de sus prácticas extracurriculares. Estas conferencias eran dictadas tanto por profesores de la Facultad como por profesores invitados. Este tipo de práctica aún se mantiene.

Una actividad complementaria, pero fundamental del grupo de trabajo que ponía en marcha el programa de Sociología, fue la organización de los llamados Coloquios de Sociología, que se realizaban cada dos o tres años y a los que se invitaban sociólogos o profesionales de las ciencias sociales, en general, para que presentaran los resultados de sus investigaciones. El primero de estos encuentros se realizó en 1981 con un carácter relativamente informal, alrededor del tema de "Hacer sociología en Colombia" (CIDSE, 1982). A esta reunión asistieron pocas personas y el pequeño grupo de estudiantes que en ese momento cursaba la carrera.

Desde entonces hasta hoy se han realizado trece coloquios con temáticas específicas, invitados nacionales e internacionales, y la asistencia de un gran público universitario. Ante la ausencia de congresos nacionales de sociología, estos coloquios se convirtieron en el principal encuentro de sociólogos a nivel nacional. Cada que se realiza un coloquio se encarga a un profesor del departamento su coordinación y la edición del libro de las memorias. La valoración de los resultados y de los logros obtenidos hasta el momento queda en manos de las personas que han pasado por estos claustros.

Como dato importante, se señala que en octubre de 1985 se graduó Noemí Barona de Infante, como primera socióloga egresada del programa. Desde entonces hasta el 2018 el programa ha pasado por múltiples reformas, en las que siempre se ha mantenido en "núcleo duro" de la enseñanza de las teorías y de las metodologías y la concepción de la sociología como un oficio, orientado a la investigación empírica. Hasta el momento se han graduado más de 450 sociólogos.

La ampliación hacia nuevos programas de maestría y doctorado

A finales de los años ochenta y comienzos de los noventa comenzó el "boom" de las maestrías en Colombia. Hasta ese momento, con algunas excepciones notables, las universidades se consagraban a ofrecer estudios de pregrado, con una duración promedio de cinco años. La Maestría en Sociología, creada en 1991 por el Departamento de Ciencias Sociales, se encuentra hoy en la promoción número quince y ha graduado 149 estudiantes, provenientes de las más diversas disciplinas. El programa ha obtenido la acreditación de alta calidad y ha dado respuesta a una demanda regional por estudios sociológicos, que se ha mantenido constante durante los últimos 27 años. La pretensión del programa ha sido siempre contribuir a la formación de investigadores en un nivel intermedio entre pregrado y doctorado.

En la misma óptica expansiva, y ante el éxito de los dos programas anteriores, el Departamento de Ciencias Sociales puso en marcha a partir del 2016 un Doctorado en Sociología, el primero en Colombia. En el segundo semestre del 2018 ya estaba en curso la segunda cohorte y siete estudiantes se encontraban en proceso de tesis. Ambos programas son el resultado de la experiencia de trabajo de los profesores que crearon el programa de pregrado y cuyos fundamentos han sido expuestos en las líneas anteriores. El "núcleo duro" de la enseñanza de las teorías y de las metodologías, que se puso en práctica durante varias décadas en el pregrado, permanece, al igual que la concepción del sociólogo como un investigador empírico.

El grupo de trabajo que se conformó a finales de los setenta ha sufrido grandes procesos de transformación en su composición, hasta el punto de que en la planta actual de profesores solo subsisten tres personas de aquella época. Lo sorprendente, a pesar de los grandes cambios, es que muchas de las prácticas que se crearon durante la fundación aún sobreviven, como la periodicidad de las reuniones de Departamento, las prácticas curriculares de los viernes, los Coloquios de Sociología, los "retiros espirituales" y la importancia de la investigación en las metodologías de los cursos. Así mismo, se conservan cierto ethos del compromiso con el trabajo universitario y la mayor parte de los principios con que se creó el programa. El Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle, con sus programas de pregrado, maestría y doctorado, es hoy en día uno de los principales puntos de creación e irradiación de la sociología en Colombia.

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* Este artículo hace parte de la investigación "Historia de los programas de sociología de la Universidad del Valle", desarrollada por el autor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle, Cali, Colombia. Agradezco a todos los protagonistas de esta historia por la colaboración brindada para su elaboración.

1Los principales documentos relacionados con este movimiento se encuen tran recopilados en FEUV (1972) y Crisis universitaria colombiana (1971).

2Esta información fue obtenida en entrevistas con los profesores Álvaro Cama cho, Álvaro Guzmán y otros protagonistas de estas reuniones.

3Los documentos relacionados con la creación del Programa de Estudios de So ciología se encuentran en los archivos del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Valle, sin una catalogación específica, y pueden ser fácilmente consultados.

Cómo citar: Valencia, A. (2019). Sociología en provincia. Los programas de la Universidad del Valle (Cali, Colombia). Revista Colombiana de Sociología, 42(2), 47-66. Doi: https://doi.org/10.15446/rcs.v42n2.57867

Recibido: 30 de Noviembre de 2018; Aprobado: 01 de Abril de 2019

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