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Revista Colombiana de Sociología

Print version ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.43 no.1 Bogotá Jan./June 2020  Epub Apr 27, 2020

https://doi.org/10.15446/rcs.v43n1.74168 

Sección General

Los tiempos de la mercancía: las lógicas temporales del capitalismo*

The times of commodities: the temporal logics of Capitalism

Os tempos da mercadoria: as lógicas temporais do capitalismo

Javier Cristiano** 

** Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet). Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, Argentina. Doctor en Sociología, Universidad Complutense de Madrid. Investigador independiente del Conicet. Coordinador del Programa de Teoría Social Contemporánea y Profesor Titular Regular, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Correo electrónico: javier.cristiano.m@gmail.com-ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5731-7260


Resumen

Desde hace un par de décadas ha proliferado en las ciencias sociales un amplio discurso crítico sobre el modo en que se usa y se experimenta el tiempo. Sobre todo con el desarrollo de las tecnologías digitales y su tendencia a alterar las formas anteriores de experiencia y relación con el mundo, ha vuelto al centro de la escena un tema clásico de la sociología, el de la construcción social de la realidad temporal, en perspectivas variadas cuyo tono dominante, sin embargo, es de preocupación y de crítica. La intuición es que algo importante y grave está ocurriendo con el tiempo, una suerte de alteración esencial que se expresa en malestares como el estrés, la sensación generalizada de apremio, el apuro patologizante o las relaciones artificiales con el pasado y el futuro. Este artículo busca contribuir al debate desde una perspectiva poco frecuente, a pesar de ser clásica, a saber: las relaciones que unen al capitalismo con una construcción social del tiempo específica y no aleatoria. Con este fin, se apela a Marx en la hipótesis de que su descubrimiento de la lógica del valor y la mercancía encierra todavía una preciosa clarificación de los hilos sutiles que unen capital y tiempo social. Este texto, al apoyarse tanto en el pensamiento de Marx como en algunos autores recientes que han renovado su lectura, distingue en concreto siete lógicas temporales del capitalismo: la expropiación, la aceleración, la racionalización, la obsolescencia, la futurización, la fragmentación y la alienación, precisando en cada caso su significado y las razones por las que se desprenden de la lógica sustantiva del capital. Con ello se ofrece una herramienta para conectar el difuso malestar temporal que experimentan millones de personas en nuestras sociedades, con una crítica clásica y fundamental del capitalismo.

Descriptores: capitalismo, marxismo, sociología del cambio, tiempo.

Palabras clave: alienación; capital; futuro; mercancía; pasado; tiempo social

Abstract

Starting a couple of decades ago, a broad critical discourse regarding the manner in which time is used and experienced has proliferated in the social sciences. In particular, the development of digital technologies and their tendency to alter previous forms of experience and relation to the world has returned to the center of attention a classical theme of sociology: the social construction of temporal reality, from diverse perspectives that, nevertheless, share a tone of concern and critique. The intutition is that something important and serious is happening with time, a sort of essential alteration expressed in discomforts, such as stress, a generalized sense of urgency, a pathologizing pressure, or the artifical relations with the past and the future. The article seeks to contribute to the debate from a classical, yet not very frequent perspective: the relations between capitalism and a specific, non-random social construction of time. To that effect, it returns to Marx, with the hypothesis that his discovery of the logic of value and the commodity still contains a valuable clarification of the subtle links between capital and social time. The article, based on the thought of Marx and on his renewed reading by some recent authors, identifies seven temporal logics of capitalism: expropriation, acceleration, rationalization, obsolescence, futurization, fragmentation, and alienation, and specifies their meaning and the reasons why they derive form the substantive logic of capital. Thus, we provide a tool that links the widespread temporal malaise suffered by millions of people in our societies to a classical and fundamental critique of capitalism.

Descriptors: capitalism, Marxism, sociology of change, time.

Keywords: alienation; capital; commodities; future; past; social time

Resumo

Há algumas décadas, vem proliferando, nas Ciências Sociais, um amplo discurso crítico sobre o modo em que é usado e experimentado o tempo. Com o desenvolvimento das tecnologias digitais e sua tendência em alterar as formas anteriores de experiência e relação com o mundo, principalmente, um tema clássico da Sociologia voltou ao centro do debate: o da construção social da realidade temporal, em perspectivas variadas cujo tom dominante, contudo, é de preocupação e de crítica. Intui-se que alguma coisa importante e grave está acontecendo com o tempo, um tipo de alteração essencial que é expressa em mal-estares como o estresse, a sensação generalizada de pressa, a pressa patológica ou as relações artificiais com o passado e com o futuro. Este artigo pretende contribuir para o debate sob uma perspectiva pouco frequente, apesar de ser clássica: as relações que unem o capitalismo com uma construção social do tempo específica, e não aleatória. Com esse propósito, apela-se a Marx na hipótese de que seu descobrimento da lógica do valor e da mercadoria detém, ainda, um precioso esclarecimento dos fios sutis que unem capital e tempo social. Este texto, ao se apoiar tanto no pensamento de Marx quanto no de alguns autores recentes que têm renovado sua leitura, diferencia em concreto sete lógicas temporais do capitalismo: expropriação, aceleração, racionalização, obsolência, futurização, fragmentação e alienação, tornando exatos, em cada caso, seu significado e as razões pelas quais se desprendem da lógica substantiva do capital. Com isso, é oferecida uma ferramenta para conectar o difuso mal-estar temporal que milhões de pessoas experimentam em nossas sociedades, com uma crítica clássica e fundamental do capitalismo.

Descritores: capitalismo, marxismo, sociologia da mudança, tempo.

Palavras-chave: alienação; capital; futuro; mercadoria; passado; tempo social

Introducción

En este trabajo nos proponemos elaborar un cuadro de relaciones básicas entre capitalismo y temporalidad social. Hablamos de relaciones básicas en el sentido de aquello que es distintivo del capitalismo como forma de organización social, y de sus consecuencias lógicas respecto a la organización social del tiempo. Esto quiere decir que no hablamos de una forma específica del capitalismo, como puede ser la fordista, neoliberal u otras, sino del capitalismo como tal, y tampoco hablamos de lo que sucede hoy o ayer con relación al tiempo, sino de aquello que el capitalismo tiende a hacer con el tiempo de manera lógicamente necesaria. Se trata, por lo tanto, de un análisis abstracto y formal, que por supuesto tiene interés para investigaciones históricas particulares, pero que no trasciende el nivel estructural.

La lectura de lo que en esencia es el capitalismo remite directamente a Marx, pues fue él quien en su obra madura, en particular en El capital y los Grundrisse, emprendió la investigación de esa lógica sustantiva. Es nuestra decisión concentrar la atención en Marx, apoyándonos en algunos autores que lo han releído últimamente compartiendo esa búsqueda de lo fundamental1. Esto no implica hacer juicios de valor sobre posturas alternativas, pero sí sobre las potencialidades políticas del análisis. Nuestro supuesto es que la cuestión del tiempo, que ha estado desde el principio en el corazón del análisis de Marx, ha recibido poca atención2, y que puede retomarse hoy en vistas de alimentar el impulso crítico de la teoría social. En otras palabras, lo que el capitalismo hace con el tiempo (con nuestro tiempo y con nuestra experiencia del tiempo) puede ser punto de apoyo de la crítica social en la actualidad.

La tesis de este artículo es que existen siete lógicas temporales en el capitalismo: la expropiación, la aceleración, la racionalización, la obsolescencia, la futurización, la fragmentación y la alienación. Seguramente no son las únicas y obviamente están relacionadas entre sí. La propuesta consiste en precisar en qué consiste cada una y establecer en cada caso por qué y cómo se desprenden de la lógica esencial del capital.

Expropiación

La expropiación del tiempo se puede definir como la cara temporal de la explotación. Significa que un rasgo central de la lógica del capital es la expropiación del tiempo ajeno, independientemente de las formas organizativas, las justificaciones morales y la mayor o menor evidencia del proceso para los actores.

Para entender lo que esto significa tenemos que partir del punto del que parte Marx (1973), la mercancía como "forma celular" (p. 6) de la sociedad capitalista. Toda mercancía tiene valor de uso y valor de cambio, cualidades específicas por las que satisface necesidades, por un lado, y cantidades relativas en las que puede intercambiarse por otras mercancías, por otro. A la pregunta de cómo se determina el valor de cambio, Marx responde con la tesis del "tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de un valor de uso" (p. 48); esto significa que, en función de las formas organizativas y tecnológicas alcanzadas en un momento dado, esa mercancía se puede producir en determinado tiempo promedio. Si entonces resulta que diez kilos de arroz son intercambiables por una camisa, es porque el tiempo medio necesario para producir una camisa es diez veces mayor que el del kilo de arroz.

Desde este punto de partida, se puede decir que lo que se intercambia, bajo la apariencia del intercambio de objetos, es en realidad gasto de tiempo. De este modo se vuelve estrictamente cierta la afirmación de Benjamín Franklin de que el tiempo es dinero, solo que no por las razones que esgrimía Franklin: el tiempo es dinero porque el valor depende del tiempo y porque el dinero es la representación del valor. Lo que expresa el consejo de Franklin es la intuición de sentido común que mueve al proceso y que este alimenta: la idea de que el tiempo es valioso, "tiene" un valor.

Esta es la base sobre la que se edifica luego la relación salarial, que consiste en la entrega de tiempo a cambio de dinero. Lo que hace el trabajador que vende fuerza de trabajo es alquilar su uso por un determinado periodo, relación que Marx denuncia como injusta en la medida en que no se paga todo el tiempo que se usa. Hay un tiempo de trabajo necesario, que equivale al tiempo de producción de las mercancías que el trabajador consume, y un tiempo de trabajo excedente, que crea valor para el capitalista. Esa parte excedente es la que puede traducirse como expropiación del tiempo, pues en la medida en que no se paga y permanece oculta en la relación salarial, es tiempo enajenado sin contraprestación, robo de tiempo ajeno.

La expropiación del tiempo repercute sobre otros muchos aspectos de la lógica del capital, siendo uno de los más importantes el de la reproducción de la fuerza de trabajo, en el que el tiempo supuestamente libre es en realidad indirectamente productivo. El trabajador debe usar tiempo para adquirir las destrezas que ofrece al mercado; debe usar tiempo para descansar, sin hacer otra cosa más que descansar; el trabajador, y más frecuentemente su mujer, deben dedicar tiempo a tareas de cuidado que también integran la reproducción de la fuerza de trabajo. En consecuencia, la lógica de la expropiación se expande mucho más allá de la relación entre capital y trabajo hasta incluir la disciplina horaria de los niños, la autoexplotación de los trabajadores "autónomos" (soy yo mismo quien hago las veces de sujeto y objeto del robo de mi tiempo) y en general las tensiones entre lo que vale termianndio como "mi tiempo" y lo que me es arrebatado desde el exterior. También incluye, en su forma más desarrollada, la mercantilización de la fuerza de trabajo para la realización de tareas reproductivas (servicio doméstico).

Como en las lógicas que veremos a continuación, en la expropiación se pueden identificar una serie de luchas políticas asociadas. Las más evidentes son las referidas a la delimitación de la jornada de trabajo, que tienen su continuidad en las luchas por los tiempos de descanso, la edad jubilatoria y similares. Pero también giran en torno a este eje las luchas de las mujeres por el reparto equitativo de las tareas de cuidado o las luchas por la delimitación del tiempo de trabajo y de no trabajo (algunos sindicatos pelean desde hace tiempo por el derecho de los trabajadores a no estar disponibles online todo el tiempo). En la medida en que la expropiación del tiempo es coextensiva al capitalismo, estas luchas se pueden analizar como situadas en una línea de fractura entre lo interno y lo externo, lo efectivamente crítico y lo que en última instancia es asimilado a la lógica del capital.

Aceleración

Cuando al análisis anterior agregamos la competencia entre capitalistas, aparece la segunda lógica temporal: la aceleración. Significa que cada capitalista individual está obligado a producir en el tiempo social medio necesario, pero también tiene incentivos para producir en menos tiempo y así aventajar a sus competidores. De este modo, se inicia una carrera por reducir el tiempo de producción, cuyo efecto tendencial es la aceleración generalizada del proceso económico. Veamos esto con el detalle que permiten los principales conceptos de Marx3.

La producción capitalista se puede resumir para Marx en la fórmula [D - M [FT (cv) + MP (CF)] - M'--D'], que significa: un capitalista pone en circulación dinero (D), para comprar dos mercancías (M): fuerza de trabajo (FT), llamada también capital variable (CV), y medios de producción (MP), llamados también capital fijo (CF), con los que produce una nueva mercancía (M') que se vende para recuperar más dinero que el inicialmente adelantado (D'). El interés del capitalista es por supuesto que el tiempo del proceso sea lo más breve posible, porque eso implica que engrosará el capital más rápidamente. El primer paso para eso es reducir el tiempo de trabajo que insume la producción, para lo cual tiene que disciplinar temporalmente a la fuerza laboral, primero, y luego reemplazar trabajo por maquinarias. En términos técnicos esto significa reemplazar capital variable (cv) por capital fijo (CF), o como también dice Marx, trabajo vivo por trabajo muerto. Marx da el ejemplo del reemplazo del telar manual por el telar a vapor, que implica una reducción de las horas por persona para producir la misma cantidad de tela. Mientras dura esa ventaja, el capitalista innovador tiene ganancias extraordinarias, que empiezan a reducirse cuando los otros adoptan la tecnología. Lo que ocurre como efecto sistémico es un desplazamiento descendente del tiempo social medio necesario, que implica una reducción generalizada del valor de la mercancía y el inicio de una nueva vuelta de la carrera.

Pero esto es solo una parte del proceso. El capitalista también necesita que los otros pasos del ciclo se coordinen sin pérdida de tiempo. David Harvey recuerda al respecto una notable frase de Marx, según la cual el ideal del capitalista es que el proceso completo ocurra "a la misma velocidad del pensamiento" (Marx, citado en Harvey, 1991, p. 95). Esta es la razón de que haya una permanente revolución de la comunicación y los transportes en el capitalismo, la cual implica una generalizada reducción de los tiempos, ya no del trabajo vivo, sino de la circulación y el consumo. De hecho, la aceleración del consumo es parte del mismo movimiento, pues se necesita que sea rápido para volver a vender lo antes posible.

Tan esencial es la relación del capitalismo con la aceleración que las crisis del sistema pueden interpretarse como falta de velocidad. También Harvey recuerda la definición marxiana de la crisis como "un valor que está descansando" (1991, p. 200), pues hay crisis cuando en alguna de sus fases el capital detiene su movimiento: como capital que no encuentra opciones de inversión, como fuerza de trabajo (FT) desempleada, como mercancías producidas que no se venden (M'), como capacidad instalada que no se usa (MP). El sentido común recoge esta idea es expresiones como "paro", "estancamiento" y en algunos casos también "desaceleración".

El tema de la crisis plantea un aspecto clave del vínculo entre capital y tiempo, del que solo dejamos constancia porque excede con mucho nuestros objetivos. En la explicación clásica de las crisis periódicas, estas ocurren precisamente por la tendencia de los capitalistas individuales a innovar técnicamente. Para cada uno por separado es una ventaja, pero el efecto agregado es la reducción de la torta de valor a distribuir. Marx llamó a este fenómeno "caída tendencial de la tasa de ganancia", que implica la paradoja de un incremento de los bienes materiales producidos con una reducción del valor que representan. En términos de la lógica temporal, esto implica algo que metafóricamente puede describirse como aceleración ciega hacia el abismo, pues se acortan los tiempos de trabajo para obtener ganancias que dependen del tiempo de trabajo. Los autores del grupo Krisis (Kurz, 2016; Jappe, 2016), lo mismo que Moishe Postone (2006) y otros, han puesto este tema en el centro del debate actual sobre el destino del capitalismo.

Así como decíamos que importantes luchas sociales tienen que ver con la expropiación del tiempo, es posible identificar otras que surgen de las tensiones producidas por la aceleración social. La más evidente es la resistencia de los trabajadores a las formas extremas de explotación, que habitualmente implican la velocidad, y también frente al descarte tecnológico de la mano de obra. Malestares culturales como el que expresa el movimiento slow no se traducen siempre en activismos políticos, pero sí evidencian las motivaciones que pueden producirlos. Los llamados decrecentistas han relacionado expresamente su tesis de la necesidad de una reducción del crecimiento con los efectos perversos de la aceleración social. Y David Harvey, en un decálogo de orientaciones básicas que tendría que asumir la crítica anticapitalista en la actualidad, ubica a la desaceleración como un horizonte a perseguir en todos los planos de la vida colectiva (Harvey, 2014, p. 286).

Racionalización

Puesto que el tiempo es valioso, su uso racional se convierte, en el capitalismo, en un asunto de inédita importancia histórica. El tema es ampliamente conocido a partir de Weber más que de Marx, pero puede postularse aquí una confluencia clara entre ambos. Más allá de la discusión acerca de lo que surgió primero, si la racionalización o el capitalismo, o qué depende de qué, es evidente que existe una indeterdependencia y que esta alcanza al uso del tiempo.

En términos de definición, que el tiempo se racionalice significa principalmente tres cosas. Primero, que se convierte en un medio adecuado para el fin esencial de la valorización: como acabamos de ver, usar bien el tiempo es condición necesaria para producir valor. Segundo, el ahorro de tiempo es también un fin, la reducción de la duración de los procesos, la eliminación de los tiempos muertos, hasta el punto de que los medios para alcanzarlo virtualmente describen la historia del capitalismo: el taylorismo, la cinta de montaje, las cadenas de valor o los sistemas de entrega just in time y, conceptualmente, la búsqueda de plusvalía relativa en reemplazo de la absoluta. Tercero, hay una racionalidad temporal de la toma de decisiones: como ha destacado Elster (1996, p. 34) el tiempo para reunir y analizar información también tiene un óptimo, fuera del cual la decisión deja de ser racional. Esta racionalización del tiempo tiene como protagonista primario al capitalista, pero alcanza tendencialmente a todos, como muestra lo que decíamos antes sobre la reproducción: hay una racionalización del tiempo de descanso, de la educación, de la vida doméstica. Con notable anticipación, Marx incluso advirtió sobre la conversión del trabajador en un pequeño inversor, considerando al préstamo como una de las "formas secundarias de la explotación"(Marx, 1973, vol. VIII, p. 785).

La racionalización del tiempo se refiere a la conducta individual, pero también a la organizacional. Continuando con los planteamientos de Weber, puede hablarse de una burocratización del tiempo, que abarca procesos históricos como la unificación de los calendarios, el establecimiento de la hora mundial y el diseño de numerosas instituciones especiales de sincronización de la división del trabajo social. El capitalismo sigue una tendencia anárquica frente a la regulación, como veremos en seguida, pero resulta imposible sin reglas temporales abstractas que coordinen sus procesos -recuérdese al respecto el pánico informático del 2000-.

Que el tiempo se racionalice también significa que el tiempo se pueda medir, lo que supone la idea del tiempo como uniforme, continuo, vacío y homogéneo. Postone (2006, pp. 171-185) ha argumentado convincentemente que, lejos de ser un a priori transcultural, ese tiempo "newtoniano" también surgió con el desenvolvimiento histórico de la sociedad de la mercancía (posición compartida por Elias, 1989); más allá de lo opinable de esto en términos históricos, es evidente por un lado que el capitalismo requiere un tiempo racionalizable y, por otro, que no todo tiempo lo es.

Las tensiones y conflictos que surgen de la racionalización son numerosos y han sido ampliamente recogidos en el arte contemporáneo. La defensa de morales no instrumentales del tiempo4 y de la actitud artística como culto de un tiempo vivencial profundo5, han acompañado a variadas expresiones de la música o la literatura. Pero también pueden identificarse luchas sociales específicas que tienen a la racionalización como eje, ocasionalmente la racionalización como tal, y más frecuentemente una racionalización a favor o en contra del interés de distintas clases y actores del mundo capitalista6.

Obsolescencia

La relación del capitalismo con la obsolescencia es directamente proporcional a la que tiene con el cambio y la innovación. Como ha indicado Herman Lübbe (2013, p. 161), a mayor tasa de cambio menor extensión del pasado, en el sentido de que es más corto el pasado que podemos mirar sin ver algo extraño a nosotros. La palabra obsoleto es adecuada para describir este fenómeno, pues lo obsoleto no es simplemente lo que está en el pasado, sino aquello que en el presente se ha vuelto inútil. La obsolescencia tiene estrechas relaciones con la memoria, las cuales sería menester analizar, pero en todo caso no se confunden: la memoria es el pasado todavía vivo, mientras que lo obsoleto es lo que el presente ha descartado.

Marx captó en una frase de gran actualidad la conexión general del capitalismo con la obsolescencia:

El capital [...] pasa también por encima de las barreras y prejuicios nacionales, así como sobre la divinización de la naturaleza; liquida la satisfacción tradicional, encerrada dentro de determinados límites y pagada de sí misma, de las necesidades existentes y de la reproducción del viejo modo de vida. Opera destructivamente contra todo esto, es constantemente revolucionario, derriba todas las barreras que obstaculizan el desarrollo de las fuerzas productivas, la ampliación de las necesidades, la diversidad de la producción y la explotación e intercambio de las fuerzas naturales y espirituales. (Marx, 1972, p. 362)

Allí donde el capitalismo impone su lógica produce esta erosión de las formas de vida y organización, ya se trate de los nuevos escenarios del capital (China) o de los ámbitos ya asimilados, que se adaptan constantemente a la revolución de las fuerzas productivas. Esto supone una gigantesca máquina de descarte cultural que abarca valores, instituciones, creencias, instrumentos, habilidades y modos de relación, y que incluye al propio tiempo y a sus imaginarios asociados, como acabamos de ver en relación al tiempo racionalizado.

En un plano más específico, que puede remitirse a la fórmula analizada en el apartado 2 de este artículo, hay toda una cadena de obsolescencias que el capital fomenta en su despliegue "normal". Una de las más importantes es la de las cualificaciones, que el cambio tecnológico y organizativo reordena permanentemente. Marx analizó este fenómeno en términos de "nivelación de los trabajos" (1973, tomo I, vol. II, p. 512), aludiendo a la pérdida de valor de las habilidades artesanales a medida que avanzaba la gran industria. Para él era una pérdida no solo cultural sino política, pues reforzaba la debilidad de los trabajadores frente al capital. La evolución posterior ha complejizado el fenómeno, pero es indudable que la vida útil de las capacidades no ha dejado de reducirse.

Continuando con la fórmula, también se vuelven obsoletas las técnicas productivas (MP/CF), debido a lo que Marx llamaba "desgaste moral" de la máquina (1973, t. i, vol. ii, pp. 492-493), las formas de organizar el trabajo y la producción, las formas de inversión, ahorro y crédito, obviamente los productos (nuevos nichos de mercado, producciones a escala y demanda) y como consecuencia también las pautas y las modalidades de consumo. Marx también destacó con gran anticipación la tendencia del capitalismo a fabricar consumos nuevos como parte de sus necesidades de realización, algo que en la actualidad tiene un punto culminante en la "obsolescencia planificada" de los productos, idea de la ingeniería comercial que hace explícita una de las relaciones más importantes del capitalismo con la temporalidad.

El pasado descartado puede volver, y de hecho vuelve, cuando se convierte en mercancía. El fenómeno es de vieja data, pero ha adquirido una dimensión inédita con las tecnologías digitales que permiten la puesta en circulación del pasado perdido como valor de uso emocional. Algo de ese fenómeno puede interpretarse como respuesta al malestar subjetivo que produce la obsolescencia, que en otros planos se expresa en acción política más directa y configura el campo de conflictos de esta lógica temporal. Una parte de las luchas por la memoria puede situarse en este marco, pues lo que se busca es evitar la obsolescencia de hechos y acontecimientos que se busca hacer funcionalmente descartables. Esto vale para las memorias políticas y más ampliamente para las culturales, artísticas, arquitectónicas y organizativas que pueden agruparse como "conservación". Las luchas sociales y sindicales conectadas con la descualificación pueden situarse en el mismo plano. Y como en el caso anterior, un campo importante de la expresividad artística recoge y replica los efectos humanos de la caída generalizada en el olvido7.

Futurización

El término futurización fue empleado por Niklas Luhmann (1992, p. 172) para referirse a la tendencia de la modernidad a abrir su horizonte temporal, presentando al futuro como indeterminado en relación al presente y al pasado. Que el capitalismo realiza esa indeterminación en el plano económico, y en consecuencia tendencialmente en los otros, es algo que se desprende de su funcionamiento básico, por lo que puede decirse que la futurización es su quinta lógica temporal.

La incertidumbre es uno de los prerrequisitos que el capitalismo requiere para su existencia. Sobre todo, el trabajo "formalmente libre", que surge de la expropiación de los trabajadores de sus medios de producción, implica que el destino material de cada trabajador dependa de condiciones que no puede controlar. Pero también el capitalista, con su dinero acumulado y su voluntad de valorizarlo, se encuentra en una situación parecida a la del apostador, solo que no es el azar sino la acción indeterminada de otros lo que define su suerte. No todos padecen la misma incertidumbre, obviamente, pero el riesgo es la regla sistémica.

Una vez instalada, la lógica del capital despliega futurización en muchas otras direcciones. Por ejemplo, el tiempo social medio necesario no es una magnitud fija, sino que se modifica constantemente (Heinrich, 2008, p. 71), lo que implica que solo la venta tendrá la última palabra sobre la inversión. El cambio tecnológico es una constante, pero resulta imposible prever su curso efectivo y consecuencias, como lo muestra el ejemplo de la revolución microelectrónica. El valor de las cualificaciones del trabajo va en la misma dirección. Y muy especialmente el capital financiero, que Marx describió como estructuralmente necesario para el capitalismo, pero a su vez como fuente autónoma de nuevos tipos de incertidumbre (1973, t. III, vol. VII, cap. XXV). Todo el campo temático de la crisis se refiere también a la futurización, pues se puede saber que habrá crisis, pero no cuándo, de qué magnitud, con qué duración y con qué reparto de costos específico.

Al igual que el pasado, el futuro se presentifica a veces como mercancía, solo que aquí no se trata de un valor de uso emocional (aunque también lo sea8) sino sobre todo de la venta de certidumbres. En el plano económico, la ilustración principal es el interés que devuelve un depósito. Lo que hace el banco es convertir el dinero en préstamo para que un capitalista lo utilice en un proceso de valorización, del que sale el interés del banco y del depositante original. En términos temporales esto supone una promesa de plusvalía futura, que el banco garantiza en el trato con el capitalista. Fuera de lo económico, el capitalismo es rico en representaciones del futuro que contienen emocionalmente, o justifican moral y políticamente, su inédita apertura del futuro. La ideología del progreso es lo más conocido, y el realce moral de la actitud de riesgo -por ejemplo actualmente con el "emprendedorismo"-, va en la misma dirección.

Como es lógico, también hay luchas políticas asociadas al control del futuro. El fenómeno entero de la seguridad social se ubica en este plano, pues en su esencia el capitalismo no asegura nada a nadie, y menos a los desfavorecidos por su lógica. De ahí que hayan sido necesarias inmensas luchas sociales para arrebatar al Estado y a los capitalistas la garantía de derechos primordiales. La actual embestida neoliberal contra esos derechos expresa la esencia misma del capital en su relación con el futuro.

Fragmentación

Las cinco anteriores son lógicas homogeneizantes, tendencias que el capitalismo impone a gran escala a todos sus actores. Pero la estructura social que el mismo capitalismo promueve no es homogénea, por lo que el modo en que las tendencias lo atraviesan supone una diversificación de experiencias temporales. Hablar de fragmentación es por lo tanto hablar de la refracción que las distintas posiciones ejercen sobre las tendencias, este es un análisis más empírico que teórico, pero también forma parte de sus lógicas temporales básicas.

Por ejemplo, la tendencia del capital a la aceleración tiene su contracara en los desempleados estructurales, que lejos del vértigo de la producción padecen el tiempo detenido de la exclusión. En el capitalismo clásico, la posición de las mujeres implica a la vez una asimilación de la aceleración, la racionalización y la expropiación del tiempo, pero también un cierto resguardo privado frente a esas tendencias. Los jóvenes precarizados de la fase actual del capitalismo combinan la aceleración de la producción, cuando consiguen trabajo, con el detenimiento cíclico del desempleo; su relación con el futuro incierto no es la misma que la de los mayores a punto de jubilarse que dudan del sistema de pensiones. Las distintas ramas de la producción son más o menos permeables a la aceleración, dependiendo de lo extenso de su ciclo de rotación. Los trabajadores tienen grados variables de protección sindical frente a los dictados de la velocidad, la expropiación o la obsolescencia. En la medida en que la lógica del capital tiene una expresión geográfica, que distribuye de manera desigual costos y beneficios, creando un espacio a imagen de sus necesidades (Harvey, 2007, pp. 255-434), lo mismo puede decirse como correlato temporal de ese proceso: hay una geografía temporal del capital que es heterogénea y que se superpone aproximadamente con la geografía de integrados y excluidos, ganadores y perdedores.

Aunque lejos de Marx y del marxismo, Lipovetsky (2006) propuso dos nociones que resultan pertinentes para el análisis de la fragmentación, la de contradicción temporal y la de cronorreflexión. Con la primera se refirió a la tendencia de la modernidad tardía a diversificar las temporalidades, promoviendo el desajuste y la descoordinación. Si bien su análisis no se refiere al capitalismo, otro tanto puede decirse de él, evocando la idea marxiana de que la contradicción es omnipresente y que la anarquía y la desregulación son parte de su naturaleza. La fragmentación implica contradicción de al menos algunos de esos tiempos, como lo muestran los ejemplos anteriores. La cronorreflexión se refiere a la exigencia consiguiente de que los actores gestionen los tiempos sistémicamente anárquicos. Sería esta una versión temporal de la "resolución biográfica de las contradicciones sistémicas" de Beck, pues aquí lo contradictorio son los tiempos y sus imposiciones, y son los actores los que tienen que armonizarlos para volver coherente su biografía y hacer posible su vida práctica.

En la medida en que todo esto implica sufrimiento, también hay luchas políticas de la fragmentación y, al mismo tiempo, esta es obstáculo para la organización política. Sobre esto último basta recordar la contradicción entre los trabajadores activos y los desempleados. En cuando a lo otro, viejas y nuevas reivindicaciones tienen que ver con la intervención del Estado en la gestión de la contradicción temporal (jardines en los lugares de trabajo, horas de capacitación pagas). El movimiento llamado "buen vivir", incorporado a la Constitución de la República de Ecuador, hace expresa mención a la gestión del tiempo como responsabilidad del Estado y no solo de los individuos. Los malestares de la contradicción temporal son posiblemente los más visibles en la superficie de la vida diaria, y por ende la puerta de acceso más directo a las tensiones temporales del capital.

Alienación

Más que una lógica específica, en este caso se trata de una dimensión de las lógicas anteriores. El término alienación, multifacético en Marx, hace referencia en lo esencial a tres cosas. Primero, al hecho de que un fenómeno colectivo emerge de las acciones más allá de la voluntad y la intención de las personas. Segundo, lo emergente es vivido como segunda naturaleza, una realidad ajena a los individuos y dotada de vida propia, como las tormentas o los accidentes geográficos. Tercero, eso que aparece como exterior se impone como dominación, no de unas personas sobre otras, sino de los imperativos sistémicos sobre las personas. Las tres cosas caracterizan a las lógicas temporales que acabamos de exponer, y juntas configuran la idea de la alienación temporal como cara específica de la alienación capitalista.

Con respecto a lo primero, es evidente que el orden temporal del capital no es producto de un diseño deliberado. Tanto es así que Marx describió el orden del valor como una mistificación, no solo para el proletariado sino para el capitalista, e incluso más para este último. La organización capitalista del tiempo es por lo tanto un orden no decidido y no tematizado, por lo menos no en sus razones de fondo. Taylor escribió su obra sobre la ciencia de la organización sin sospechar la teoría del valor, que es la razón de las exigencias a las que da respuesta. La necesidad de hacerlo siempre más rápido se sostiene por la intuición de los capitalistas de que están en una carrera, pero su razón última tampoco es para ellos evidente. El obrero que imagina el porvenir de sus hijos calculando los años que tendrá que sostenerlos mientras estudien, el joven que acorta la duración de su carrera para ir más rápido al trabajo, o el directivo de escuela que se empeña en cambiar sus planes de estudio para adaptarlos al mercado, todos actúan, empleando la imagen de Marx, frente a una suerte de fantasma producido por ellos mismos.

La espontaneidad con que se asumen las lógicas temporales es un indicio de su naturalización, tanto mayor cuanto mayor es la penetración de las relaciones capitalistas. Una vez puestos en movimiento, procesos como la aceleración y la racionalización ya no aparecen como hechos históricos, sino como coextensivos a la vida social, lo mismo que el imaginario del tiempo como una propiedad que puede venderse o invertirse. El arraigo progresivo de estas naturalizaciones es sin duda un capítulo importante de la historia cultural del capital.

Que esto implica dominación significa que el margen de decisión al respecto se reduce al mínimo. En los términos de Postone (2006),

se desarrolla una especie de sistema objetivo por encima y en contra de los individuos que determina de manera creciente los objetivos y los medios de la actividad humana, [un sistema que] hace que sean las necesidades propias, más que la amenaza del ejercicio de la fuerza u otras sanciones sociales, lo que aparece como origen de esa necesidad. (pp. 137, 139)

La relación de esta dominación abstracta con la dominación concreta de unos grupos sobre otros es un tema esencial en términos políticos. Pero lo cierto es que, una vez puestas en marcha las lógicas temporales, estas quedan al margen de la decisión de todos los grupos en pugna.

En la medida en que todo lo anterior se desprende de la lógica de la mercancía, se puede agregar que, cuanto más penetre esa lógica, más se acentuarán sus formas temporales, y también, en consecuencia, la alienación temporal. Marx describió al capital como un proceso automotriz que, al ver en todo una mercancía, no descansa hasta colonizar por completo la vida social. Desde el siglo XIX hasta el presente, muchos autores han analizado las consecuencias de esa expansión sobre el arte, la cultura, la vida política, la creación científica y más recientemente la vida misma en todas sus formas. Esta voracidad trae aparejada una generalización de las lógicas temporales que analizamos, las cuales se desprenden de los procesos económicos y alcanzan masivamente a la vida social. El mundo que más cerca tenemos, el académico y universitario, ofrece de ello inquietantes ejemplos9.

Conclusión

Aunque sea brevemente, para terminar, quiero retomar la cuestión planteada al principio, acerca de la importancia de este análisis para la teoría crítica. Si aceptamos la idea corriente de crítica, como una teorización que apunta a su encarnación práctica en vistas de la emancipación, la conexión del malestar temporal con una de las críticas fundamentales del capitalismo es de por sí una apuesta significativa. Además, si a esto agregamos la importancia que ha adquirido el marxismo en la lectura de la crisis planetaria del capitalismo, y la proliferación de críticas temporales de la modernidad tardía -por lo general disociadas del universo clásico del marxismo-, tenemos un abanico de razones para pensar que el desarrollo más amplio de estas ideas puede ser una empresa razonable.

De cualquier modo, el primer paso para eso es circunscribir la validez de nuestro enfoque. Nos limitamos a extraer consecuencias lógicas que, en materia temporal, tiene el análisis de Marx, sin aludir -salvo ocasionalmente y como ejemplo- a las formas que adquieren en el capitalismo actual. Una hipótesis fuerte al respecto es que el capitalismo flexible de nuestros días, lejos de mitigar esas tendencias estructurales, las ha agudizado, llevándolas a un nuevo orden de realización. Sin embargo, la elaboración de esta hipótesis requiere el concurso de otros autores y otras líneas de investigación. Tampoco nos hemos aproximado a los muchos autores que en el siglo XX y en la actualidad han intentado completar el análisis de El capital, un campo discursivo del cual podrían extraerse otras relaciones entre capitalismo y tiempo social. Y por supuesto que estas tendencias generales deberían ser analizadas empíricamente en sus realizaciones locales e históricas particulares. Para todas estas tareas, el análisis que propusimos es un punto de partida necesario, si se acepta la premisa de que la lógica de la mercancía es la anatomía esencial del capitalismo.

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* Este artículo es resultado del proyecto de investigación "La producción estructural de la experiencia del tiempo: el vínculo entre capitalismo y aceleración social", financiado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicet) de la República Argentina.

1 Los autores son Postone, Harvey, Kurz, Jappe y Heinrich; los textos se irán citando a lo largo del artículo.

2Las obras de Harvey (1991) y especialmente de Postone (2006) son excepciones en ese sentido, pues ambas han exaltado la importancia del tiempo en el corpus marxiano (véase el resumen crítico de Castree, 2009). Los trabajos de Fischbach (2009), Tombazos (2014), Jameson (2013), Heydebrand (2003) y Briales (2016) abordan aspectos puntuales de la dimensión temporal en Marx y pueden considerarse indicos de un interés creciente en el tema. Los textos de Agger (1989), Hassan (2009) y Glezos (2012) estudian aspectos temporales del capitalismo actual, aunque con referencias menos sistemáticas a Marx.

3El principal análisis sociológico de la aceleración social se debe a Harmut Rosa, quien también consideró al capitalismo como uno de sus principales motores. Véase Rosa (2013, pp. 161-174)

4"Deja ya de mirar el reloj / Nadie ha muerto / Por ir sin dormir / Una noche al currelo" (Joaquín Sabina, "Y si amanece por fin").

5"La rebelión consiste en mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos" (Alejandra Pizarnik, Árbol de Diana).

6"Los patronos enseñaron a la primera generación de obreros industriales la importancia del tiempo; la segunda generación formó comités de jornada corta en el movimiento por las diez horas; la tercera hizo huelgas para conseguir horas extras y jornada y media. Habían aceptado las categorías de sus patronos y aprendido a luchar con ellas. Habían aprendido la lección de que el tiempo es oro demasiado bien" (Thompson, 1991, p. 437).

7"Este hombre [Esta persona] trabajó / ¿Quién escribirá su historia?" (Juan Carlos Baglieto, "El témpano").

8La aplicación FaceApp, que nos muestra cuando viejos a partir de una foto actual, es una de esas novedades tecnológicas que trastocan, en silencio y sin intención aparente, la estructura misma de la experiencia antropológica.

9Sobre los efectos de la velocidad y la racionalización del tiempo en la producción científica e intelectual, véase por ejemplo los trabajos de Noonan (2015) y Vostal (2015)

Cómo citar: Cristiano, J. (2020). Los tiempos de la mercancía: las lógicas temporales del capitalismo. Revista Colombiana de Sociología, 43 (1), 261-277.

Recibido: 03 de Septiembre de 2018; Aprobado: 03 de Enero de 2019

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