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Revista Colombiana de Sociología

Print version ISSN 0120-159X

Rev. colomb. soc. vol.44 no.1 Bogotá Jan./June 2021  Epub Nov 22, 2021

https://doi.org/10.15446/rcs.v44n1.77201 

Reseña

Comprender la democracia, de D. Innerarity

* Universitat Autónoma de Barcelona, Barcelona, España. Doctorando en filosofía en la Universitat Autònoma de Barcelona. España. Correo electrónico: genis.plana@te-cam.pus.uab.cat - ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4248-7470

Barcelona, Gedisa, 2018, 91 páginas,


Con Comprender la democracia, el filósofo Daniel Innerarity inicia la colección de Editorial Gedisa denominada Más Democracia. No se trata de un asunto menor, pues más democracia pareciera ser el reclamo que cada vez más voces pronuncian a causa de la pérdida de calidad que sufren unas democracias, las cuales, no obstante, siguen gozando de amplio predicamento. Entonces, cabría preguntarse si acaso no es incoherente la petición de más democracia como contraposición a la vacuidad de nuestras actuales democracias. ¿Será la democracia el remedio para revertir el deterioro de la democracia? Innerarity no tiene ninguna duda al respecto, y la argumentación de su convencimiento es la tarea a la que está encomendado este libro.

El autor parte de la consideración de que una política democrática requiere una sociedad democrática susceptible de ejercer control efectivo sobre el poder político. En este sentido es que el sujeto de la democracia no podría ser otro que "el ciudadano informado que participa racionalmente en la vida política, capaz de emitir juicios y realizar aportaciones a los procesos políticos" (Innerarity, 2018, p. 55). Por lo que esta observación nos pone sobre aviso respecto a la importancia que asume la opinión pública para el necesario funcionamiento de una democracia, pues la incomprensión de asuntos complejos -por ejemplo, el funcionamiento del sistema financiero o las implicaciones de la robotización en el ámbito laboral- impide la conformación de una opinión pública cuyos juicos no sean injustificados o, en todo caso, fácilmente instrumentalizados por parte de terceros.

Según Innerarity, la inteligibilidad de la política se diluye en aquellos espacios donde la racionalidad limitada de las personas es incapaz de procesar la información y, de esta manera, generar conocimiento. Se trata de una situación que actualmente se encontraría propiciada por la sobrecarga de información. Ante una proliferación ingente y acelerada de datos y mensajes, el ciudadano se muestra incapaz de jerarquizar y organizar la información como parte de una sistematización coherente que permita la generación de conocimiento. Por consiguiente, la explosión informativa producida a causa de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación tiene por efecto la desorientación del ciudadano y, en última instancia, su despolitización.

Pero el autor no queda paralizado por un desánimo que pudiera llevarle a una conclusión pesimista con respecto a las posibilidades de la democracia, por el contrario, considera que este exceso de información puede ser contrarrestado mediante una reducción cuantitativa, basada en la selectividad de la información, y una reducción cualitativa, relacionada con la articulación de la información dentro de una cadena de sentido.

Una vez afirmado lo anterior, ha sido apuntado que el ciudadano competente, aquel del cual depende la democracia, es un ciudadano formado e informado y, por lo tanto, capacitado para participar activamente en los asuntos públicos. También se ha dicho que, por paradójico que a primera vista pareciera, actualmente la mayor dificultad que se le presenta a una opinión pública informada no es el déficit de información, sino, bien por el contrario, el exceso de información. Sin embargo, la incomprensión de la política no solo viene dada por la superabundancia de informaciones y perspectivas, ya que la complejidad es una característica consustancial a los sistemas políticos contemporáneos.

Innerarity toma de Habermas el término inabarcabilidad para designar las sociedades cuya complejidad impide la ilegibilidad y comprensión inmediata de los problemas públicos. La inserción de la política en ámbitos supranacionales, así como las múltiples interacciones que se producen entre diferentes operadores políticos, contribuye a que se difuminen los espacios de referencia dentro de los cuales se lleva a cabo la acción política y, de igual manera, se desdibuje la responsabilidad de los actores políticos. A medida que los procesos de decisión política participan de diversos sistemas -cada cual con sus lógicas particulares-, la disposición y capacidad de la ciudadanía para intervenir sobre los asuntos públicos se revela ampliamente dificultosa.

En este orden de ideas, deberíamos preguntarnos cuál es la forma de desarrollar un juicio coherente y racional sobre los asuntos públicos como paso previo para poder realizar un control sobre el poder. A fin de encontrar una solución que permita que la ciudadanía adquiera la capacitación política necesaria para desarrollar su cometido democrático de observación y crítica, Innerarity plantea tres posibles remedios, los cuales se relacionan con: 1) la formación del juicio individual, 2) las estrategias de simplificación, y 3) el recurso a los expertos.

Con respecto al primer punto, el autor considera que la competencia política no es necesariamente resultado de una educación específica sobre contenidos políticos que, por otro lado, requiere una considerable cantidad de tiempo y recursos cognitivos. Por el contrario, para disponer de un juicio cívico resulta suficiente con disponer de una visión general que permita la comprensión de la lógica de la política, esto es, la toma de conciencia de su naturaleza contingente y conflictiva. De este modo, el saber de la política no se encuentra en la acumulación de información o en la habilidad cognitiva, sino en una serie de disposiciones necesarias para tratar los asuntos políticos, entre las cuales se encontrarían el compromiso, la actitud crítica, la capacidad de diálogo, la amplitud de perspectiva y la sensibilidad con respecto a las cuestiones públicas.

En relación con el segundo punto, las estrategias de simplificación, el autor observa que, si bien son necesarios ciertos procedimientos heurísticos que permitan una búsqueda selectiva de información que evite la continua postergación de la decisión, estas estrategias pragmáticas no resultan óptimas. Ello se debe a que la simplificación de la información política es posible a causa de esquematismos que pueden reproducir los estereotipos y prejuicios establecidos, así como otros sesgos cognitivos en los que se personalizan los asuntos y se moralizan los problemas. Por consiguiente, el pragmatismo, que en cierta medida es necesario para afrontar la información política, no debería rechazar su inherente complejidad.

Otra posible solución a la desorientación política consistiría en la delegación de las decisiones a los expertos. Sin llegar a suspender definitivamente el juicio propio ni, por consiguiente, cancelar la legitimidad democrática, la función de los expertos sería proporcionar un vínculo que conecte la limitada experiencia de los ciudadanos sobre los asuntos políticos con la complejidad del sistema político y económico. Sin embargo, aunque resulte persuasivo recurrir a las élites del conocimiento, su criterio no siempre resulta útil para compensar el déficit de conocimiento de los ciudadanos. Por un lado, no existe una unanimidad en la opinión de los expertos, pues suele haber amplio desacuerdo entre ellos, y, por otro, sus opiniones no son infalibles ni su saber incontestable. De igual manera, no son pocos los casos en que científicos y especialistas, en lugar de reducir la complejidad de los procesos políticos, acaban por acentuarla. A la postre, la delegación y la representación no ofrecen ninguna garantía en sistemas políticos ampliamente imponderables y contingentes.

Se debe a la ausencia de una apuesta por incrementar la democracia que ninguna de las tres opciones a las que nos acabamos de referir sirve para solucionar la falta de inteligibilidad de un sistema político crecientemente complejo. Aunque sea pertinente la formación personal de los ciudadanos, pues incrementa las capacidades políticas del electorado, por sí sola esta es insuficiente, y lo es porque los sistemas políticos no son el resultado de la agregación de propiedades individuales. Por el contrario, Innerarity considera que la complejidad de la política únicamente puede ser resuelta mediante mecanismos de organización social que potencien las capacidades cooperativas de la población y propicien procesos de aprendizaje colectivos. De modo que la solución al problema de la adquisición de competencias políticas pasa por enfatizar las formas de interacción que permitan compartir las facultades políticas de cada cual.

Puesto que el funcionamiento democrático de los sistemas políticos no depende tanto de las capacidades de los individuos como sí de los dispositivos institucionales que articulan la inteligencia colectiva, Innerarity concluye advirtiendo del sobre el error que supone pensar que la condición de posibilidad de la democracia se encuentra en la adquisición de competencias políticas, ya que, de modo opuesto, "la adquisición de esas propiedades, cognitivas y cívicas, no es plenamente realizable más que en el contexto de una experiencia de vida democrática común" (p. 80). En resumidas cuentas, Innerarity se muestra convencido de que la ininteligibilidad de la política por parte de la ciudadanía no es, como una lectura apresurada nos podría hacer pensar, un problema cognitivo inherente a las facultades mentales de cada cual, sino el resultado de un problema político que puede ser corregido.

Precisamente, la democracia debería ser aquel régimen que permite articular una mayor complejidad, pues permite que aquellos asuntos que antes no se sometían a discusión ahora sean expuestos a cuestionamiento público. En palabras del autor, una democracia "estimula la controversia, aumenta el número de interlocutores, no excluye por principio la crítica [y] permite la configuración de alternativas" (p. 43). Al concebir una democracia donde sea posible la confrontación, su postura se situaría entre aquellos desarrollos teóricos recientes que, compartiendo la perspectiva de Chantal Mouffe (2016), se alejan del consensualismo inocuo a fin de pensar la práctica democrática como la actividad por medio de la cual sostener proyectos políticos contrapuestos (Franzé, 2014).

De modo que, en la medida en que amplía el campo de lo políticamente discutible, resulta inevitable que la democracia genere incertidumbre y complejidad. Incluso podríamos considerar, siguiendo a Claude Lefort (2004), que la democracia no sería posible sin asumir la incertidumbre que comporta la indeterminación de los fundamentos de la institucionalidad social. No obstante, aunque incertidumbre y complejidad se expresen por medio de la concurrencia, la competición o la contingencia, a los mismos procedimientos democráticos les compete regularlas.

Referencias

Franzé, J. (coord.). (2014). Democracia: ¿Consenso o conflicto? Agonismo y teoría deliberativa en la política contemporánea. Madrid: La Catarata. [ Links ]

Lefort, C. (2004). La incertidumbre democrática. Ensayos sobre lo político. Barcelona: Antrhopos. [ Links ]

Innerarity, D. (2018). Comprender la democracia. Barcelona: Gedisa. [ Links ]

Mouffe, C. (2016). La paradoja democrática. El peligro del consenso en la política contemporánea. Barcelona: Gedisa . [ Links ]

Cómo citar esta reseña: Plana, G. (2021). Comprender la democracia, de D. Innerarity. Revista Colombiana de Sociología, 44 (1), 365-369.

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