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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. v.38 n.1 Bogotá jan./jun. 2011

 

RESEÑAS

Madre Francisca Josefa de la Concepción de Castillo.
Su vida. Edición, prólogo y bibliografía de Ángela Inés Robledo; cronología de María Eugenia Hernández.
Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, República Bolivariana de Venezuela, 2007. 315 páginas.


Este libro forma parte de la Colección Clásica de la Biblioteca Ayacucho, entre cuyos proyectos culturales figura situar al alcance de las nuevas generaciones de lectores y especialistas latinoamericanos y caribeños, autores y textos del lapso comprendido entre la época prehispana y el presente. La publicación de estos textos, según los editores, busca, además del conocimiento, el disfrute y la contribución a la construcción de la integración latinoamericana.

Los cincuenta y cinco capítulos que componen Mi vida, escritos por Francisca Josefa del Castillo entre 1713 y 1724 en el Real Convento de Santa Clara de la ciudad de Tunja, por mandato de padre Diego de Tapia, confesor de la autora (pp. 55-277), constituyen una invitación a la inmersión en un mundo no imaginado en las sociedades contemporáneas: el de aquellos tiempos distantes de la sociedad barroca latinoamericana. Mi vida, si bien a juicio de Beatriz Ferrus no dicen nada o casi nada como el resto de la literatura conventual femenina (p. XIII), recrea experiencias cruciales de un curso de vida, que ofrecen otras oportunidades de examinar distintas variaciones sobre un mismo tema desde la perspectiva de la escritura femenina, la historia de las mujeres, así como también permiten asomarse a los lazos de parentesco, al mundo de los afectos familiares, a las relaciones de poder en la cotidianeidad de la vida conventual.

Las experiencias de una temprana vocación durante una niñez protegida por el amor del padre y la madre, y cautivada por la insistente invitación a la dedicación a Dios por parte de sus confesores, es un material de gran interés para el estudio de los afectos y las tensiones entre el sujeto y su mundo. El ingreso al convento, a los 18 años de edad, en contradicción con las expectativas familiares, es la solución de continuidad de la disyuntiva entre el matrimonio y el convento por la que debieron optar algunas herederas acaudaladas de aquellos tiempos. El paralelismo entre la vida conventual y la clausura revela la escisión entre dos mundos: el de afuera, que reclama a la profesa por medio de las voces de sus parientes, y el de adentro, decisión que Francisca defendió tenazmente con su ascetismo y misticismo. El universo de tensiones suscitadas en la comunidad religiosa muestra la complejidad de las relaciones de poder en un conglomerado femenino. Los intensos sufrimientos corporales y espirituales derivados de sus elaboraciones íntimas sobre el omnipresente dolor ocasionado tanto por las enfermedades como por los tormentos autoinfligidos a modo de expiación invitan a imaginar aquella representación de la prisión del cuerpo. La dedicación a la escritura, una elección que trascendió.

Esta nueva publicación de un texto que ocupa en lugar en la historia de la literatura colombiana es producto de un cuidadoso trabajo de edición a cargo de Ángela Inés Robledo Palomeque, profesora del Departamento de Literatura de la Universidad Nacional de Colombia (pp. IX a LXV), quien ofrece otras interpretaciones sobre la experiencia vital y la escritura de la madre Francisca. Ángela Robledo, junto con otras especialistas, ha participado del descubrimiento de los ejercicios escriturales de las religiosas, escondidos detrás del nombre de sus confesores; desde el campo de la escritura femenina y, en particular, de la literatura conventual de la época de la Colonia en Hispanoamérica, reitera bajo uno de los subtítulos del prólogo, "el encierro que enloquece, el convento que permite la escritura" (p. XV), de qué forma ciertas mujeres, durante la Colonia, encontraron en esa experiencia contradictoria de la reclusión una oportunidad de dedicación a la escritura, con sus implicaciones en la construcción de la subjetividad.

En el prólogo se advierte el lugar asignado a la obra en la literatura colombiana por autores como Vergara y Vergara, y Darío Achury Valenzuela, quienes, junto con otros, sitúan a la madre Josefa del Castillo entre los escritores que han construido la historia de la literatura colombiana. La profesora Robledo indaga en el personaje y su autobiografía, desde la especificidad del ser mujer, y no como había sido considerada: uno de los escritores coloniales de la Nueva Granada. El recorrido de la obra en las distintas biografías de Francisca Josefa del Castillo, publicadas en diferentes momentos muestra el trasegar de los manuscritos, los cuales lograron sobrevivir gracias al esmero de los descendientes, sobre lo cual testifica la correspondencia incluida en el libro.

Robledo sitúa Su vida en los contextos del barroco americano, construido con las especificidades que lo configuraron: la Contrarreforma en el territorio ocupado por las huestes militares y religiosas castellanas; las redefiniciones del género respecto a la cultura medieval durante las exploraciones geográficas del Imperio español; la conquista y la colonización, y las peculiaridades de la religiosidad en el ambiente de diversidad que se fue edificando. Subraya, además, las redefiniciones de lo femenino y de las masculinidades. Lo femenino en el mundo conquistador hispano es desplazado al mundo de las sombras y el silencio, al hermetismo, y es representado en el culto a la virginidad.

Ángela Inés Robledo logra presentar una síntesis de los mundos de la madre Francisca, constituidos por su inscripción en una familia de élite, aristócrata, devota, letrada e influyente en su medio, y por la particular construcción de una subjetividad que desde muy temprano asume la subalternidad, definida en sus relaciones con sus confesores: varones, letrados, emblemas de la autoridad espiritual. Robledo anticipa la respuesta al interrogante sobre las fuentes que inspiraron la escritura de la Madre Francisca, ya que menciona los claroscuros de la rica iconografía barroca, que representan la imaginería de la muerte y el sufrimiento, así como también los destellos que iluminan parcelas de las tinieblas, plasmados en las obras de los pintores coloniales que encontraron un ambiente favorable a su oficio en la Tunja colonial, una ciudad de gran religiosidad. Las escenas religiosas de una copiosa literatura, la oración y la prédica nutrieron también la escritura de la Madre Francisca.

El libro incluye al final, una cronología elaborada por María Eugenia Hernández, material de gran utilidad por cuanto organiza los tiempos del curso de vida de la Madre Francisca Josefa del Castillo en su mundo.


MARÍA HIMELDA RAMÍREZ
Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá
mhramirezr@unal.edu.co

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