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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. v.38 n.2 Bogotá jul./dez. 2011

 

España en el corazón de los chilenos.
La alianza de intelectuales y la revista Aurora de Chile, 1937-1939

Spain in the Heart of Chileans.
The Alliance of Intellectuals and the Journal
Aurora de Chile, 1937-1939

FABIO MORAGA VALLE
Universidad Nacional Autónoma de México
México D. F., México
fmoraga@colmex.mx

CARLA PEÑALOZA PALMA
Universidad de Chile
Santiago de Chile, Chile
cpenaloza@uchile.cl

Artículo de investigación.
Recepción: 26 de agosto de 2011. Aprobación: 27 de octubre de 2011.


RESUMEN

El trabajo analiza la solidaridad de la sociedad chilena con la España Republicana durante la Guerra Civil Española, que se expresó fundamentalmente a través de la labor de los intelectuales. Nuestra hipótesis es que, pese a la existencia de partidos de izquierda, de creciente importancia, y la tradicional solidaridad con procesos como las revoluciones rusa o mexicana, la preocupación por la República española no fue automática. Por el contrario, esta inquietud debió sortear grandes escollos hasta que se consolidó -gracias al activismo político de grupos intelectuales organizados en torno al liderazgo del poeta Pablo Neruda- con la publicación de la revista Aurora de Chile (1938-1940). Nuestro objetivo es analizar el surgimiento de ese liderazgo, las etapas en que este se desarrolló y las vicisitudes que la propaganda pro republicana enfrentó hasta volverse parte de la cultura política chilena de la época.

Palabras clave: intelectuales, Pablo Neruda, República española, revistas culturales.


ABSTRACT

The article analyzes the solidarity of Chilean society with Republican Spain during the Spanish Civil War, fundamentally expressed through the work of Chilean intellectuals. The hypothesis set forth is that, despite the existence of leftist parties of growing importance and a tradition of solidarity with processes such as the Russian and Mexican Revolutions, concern for the Spanish Republic was not automatic. On the contrary, that support had to overcome significant obstacles before its consolidation with the publication of the journal Aurora de Chile (1938-1940), thanks to the political activism of intellectual groups organized under the leadership of poet Pablo Neruda. The objective of the article is to analyze the emergence of that leadership, the stages of its development, and the resistance encountered by pro-Republican propaganda before becoming part of the Chilean political culture of the time.

Key words: cultural journals, intellectuals, Pablo Neruda, Republican Spain.


"Venid a ver la sangre por las calles":
un congreso bajo las bombas franquistas

EL 4 DE julio de 1937 un grupo de intelectuales de diversos países se reunió en Valencia y en Madrid para celebrar el Segundo Congreso Internacional de Escritores. No era otro congreso más; en el ambiente cultural había un enorme desasosiego, la Guerra Civil Española había estallado un año antes y el nazismo y el fascismo avanzaban por el mundo occidental sin cortapisas. Venían de todo el mundo solidario con la República española; habían sorteado rencillas personales y políticas, dificultades diplomáticas en sus países de origen, geografías y bombardeos franquistas.

Estaban allí los nuevos y consagrados escritores del español, que se unieron a francófonos, anglófonos e incluso indios. Así llegaron Nicolás Guillén, André Malraux, Octavio Paz, Louis Aragón, Juan Marinello, Ernest Hemingway, Vicente Huidobro, Waldo Frank, Alberto Romero, Ilya Ehremburg, Carlos Pellicer y muchos otros. Pero, más que juntarse y disfrutar de largas disquisiciones, celebrar y autocelebrarse, acordar publicaciones, conseguir trabajo en embajadas, conferencias bien pagadas en universidades de prestigio o asistir a largas noches de vino y literatura, acordaron formar alianzas de intelectuales para combatir las balas con letras y la guerra con poesía.1 Habían sido contactados por un poeta pequeño, gordo y encorvado, que leía sus escritos con voz gangosa y estentórea, nacido en un lejano pueblo del sur del mundo, era Pablo Neruda. Durante meses, había enviado invitaciones a cada uno, organizado cada sección del evento, traspasado voluntades y sectarismos políticos, hasta convocar a los representantes de las letras de treinta países. Un año antes había publicado un poema, que se distribuía en las trincheras republicanas, y que hablaba de los niños de España mutilados por las bombas franquistas: "Venid a ver la sangre por las calles".

Días después, formada la sección española de esta organización internacional, publicaron su primer manifiesto:

Contra este monstruoso estallido del fascismo, que tan espantosa evidencia ha logrado ahora es España, nosotros, escritores, artistas, investigadores científicos, hombres de actividad intelectual, en suma, agrupados para defender la cultura en todos sus valores nacionales y universales de tradición y creación constante, declaramos nuestra unión total, nuestra identificación plena y activa con el pueblo, que ahora lucha gloriosamente al lado del Gobierno del Frente Popular, defendiendo los verdaderos valores de la inteligencia al defender nuestra libertad y dignidad humana, como siempre hizo, abriendo heroicamente paso, con su independencia, a la verdadera continuidad de nuestra cultura, que fue popular siempre, y a todas las posibilidades creadoras de España en el porvenir.2

Pese a su importancia, no sabemos mucho de la influencia de la Guerra Civil Española en la cultura política e intelectual chilena. En más de algún trabajo académico, literario o en las memorias de algún escritor se ha dejado constancia de la existencia del Winnipeg, un barco legendario en el que Pablo Neruda llevó a ese país a un puñado de españoles republicanos como refugiados políticos, además se señala su poema "España en el corazón", unido a los de García Lorca y César Vallejo, como uno de los más trágicos y hermosos sobre los horrores de la guerra. Empero, esta pequeña ola migratoria parece no haber tenido la importancia que tuvo en países como Cuba, Argentina o México, donde dejaron una huella cultural de relevancia indiscutida.3

Un escaso número de investigaciones han tratado tanto las relaciones diplomáticas entre Chile y España durante la década de 1930, como las vicisitudes de los refugiados en su nuevo destino.4 Para un grupo de escritores y poetas, que dieron brillo a la opaca relación entre diplomacia y política sirviendo en sus embajadas, se unía la sempiterna necesidad de encontrar un trabajo bien remunerado, que además les permitiera los contactos políticos, sociales, académicos y editoriales tan necesarios en sus carreras intelectuales. Ese fue el camino entre Santiago y Madrid que recorrieron figuras como Augusto D'Halmar, Gabriela Mistral y Pablo Neruda.5

En este artículo vamos a analizar la solidaridad de la sociedad chilena con la España Republicana durante la Guerra Civil Española, solidaridad que se expresó gracias a un particular tipo de ciudadano: el intelectual; conformado por escritores, periodistas y artistas, y pocas veces por militantes de partidos. Nuestra hipótesis es que, pese a la existencia de partidos de izquierda, que en esta época aumentaron su popularidad y fuerza electoral, y la presencia de una nutrida y aguerrida militancia que solidarizaba con procesos como las revoluciones rusa o mexicana, la preocupación por la República española no fue automática ni expedita. Al contrario, debió sortear varios escollos hasta que se instaló fundamentalmente gracias al activismo político de grupos intelectuales organizados en torno al liderazgo de Neruda que se consolidó con la publicación de la revista Aurora de Chile (1938-1940). Nuestro objetivo es analizar el surgimiento de ese liderazgo, las etapas en que se desarrolló y las vicisitudes que la propaganda pro republicana enfrentó hasta volverse parte de la cultura política chilena. Concluiremos con un balance sobre este particular aporte de los intelectuales al conocimiento de una guerra lejana y un exilio que, pese a su importancia en ese momento, no parecen haber calado tanto como en otras sociedades latinoamericanas.

Una guerra lejana y un país de exilios

Durante la década que estamos estudiando España vivió un inédito proceso político conocido como la "Segunda República" (14 de abril de 1931 al 1.o de abril de 1939), en el que intentó dejar atrás el sistema monárquico que la dirigía en el siglo XV, cuando finalizara la Reconquista del territorio nacional, invadido durante siete siglos por los musulmanes.6 Después de las elecciones municipales de abril de 1931 -ganadas por diversos partidarios republicanos, pese al fraude electoral de los monarquistas-, el rey Alfonso XIII se exilió. En aquellas ciudades donde sus partidarios fueron mayoría, se proclamó la República dando paso a un gobierno provisional que después desembocó en la promulgación de una nueva Constitución y en el gobierno de Niceto Alcalá-Zamora (1931-1936) y del Frente Popular presidido por Manuel Azaña (1936-1939). En líneas muy gruesas, la República inició un enorme proceso de modernización de una nación que permanecía en una etapa premoderna: la monarquía no había impulsado el desarrollo industrial, cerca del 45% de su población vivía en el campo y el 30% de ella era analfabeta.7 El proceso estuvo acompañado de una fuerte polarización social y política, y de enfrentamientos en varios niveles: era un choque entre una sociedad tradicional y otra moderna; entre la monarquía y la República, entre clericalismo y anticlericalismo, entre fascismo y democracia, entre las provincias y la capital; incluso en el interior de las fuerzas políticas el campo estuvo dividido por disputas ideológicas, políticas y hasta militares entre distintas fracciones, pero sobre todo en la izquierda. Para el historiador británico Eric Hobsbawm, España "encarnaba las cuestiones políticas fundamentales de la época: por un lado la democracia y la revolución social (...) por otro, la alianza de una contrarrevolución o reacción, inspirada por una Iglesia católica que rechazaba todo cuanto había ocurrido en el mundo desde Martín Lutero".8

Pocas guerras contemporáneas han sido tan románticamente relatadas como la Guerra Civil Española. Canciones, libros, películas, poemas, dramas, han sido fruto del desvelo de escritores como el estadounidense Ernest Hemingway o el galo André Malraux, fotógrafos como el húngaro Robert Capa, cineastas como Sam Wood y poetas como el mismo Neruda y el trágicamente desaparecido Federico García Lorca. Sin embargo, tanto la República como la Guerra Civil no fueron rápidamente recibidas por la sociedad chilena; antes, el ideario republicano debió pasar filtros políticos, culturales e ideológicos.9

Exceptuando México, durante la década de 1930 Chile tenía dos características difíciles de encontrar en otros países del continente: un régimen democrático y una política no explícita de apertura frente a los exiliados. Refugiados políticos de varios países del continente habían llegado en busca de la tranquilidad que no tenían en su tierra de origen: peruanos apristas, comunistas y de otras organizaciones, que huían de la represión política de las dictaduras de Sánchez Cerro (1930-1933) y de Óscar Benavides (1933-1939); bolivianos apristas e izquierdistas de distintas organizaciones; venezolanos que huían del régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez (1908-1935); además de colombianos y ecuatorianos. Todos conformaron un variado contingente de sudamericanos que contribuyó a cambiar el etnocéntrico ambiente intelectual local.

Por la calle Ahumada, a las doce del día, se escuchaban piropos en todos los idiomas. En los microbuses, los trolebuses y los tranvías, conversaciones en todas las lenguas. De este Santiago agitado y cosmopolita salieron varios presidentes de la República de diversos países del mundo: Betancourt, López Michelsen, Siles Suazo, Velasco Ibarra, Bonilla, Paz Estensoro (...).10

La segunda presidencia de Arturo Alessandri (1932-1938) fue un gobierno de derecha, que practicó sistemáticamente la represión a sindicatos y partidos de izquierda; sin embargo, frente a la persecución de ciudadanos extranjeros por los conflictos internos en países latinoamericanos, tuvo una política de puertas abiertas. El mismo presidente había sufrido el exilio, incluso durante su primer mandato (1920-1925) pasó un año fuera del país alejado por la oposición de los militares; después, durante la presidencia de Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), se exilió en París durante otros cuatro años. Probablemente, como lo ha relatado Luis Alberto Sánchez, esta situación personal haya influido en la aceptación de los refugiados latinoamericanos, "(...) aquí en Chile no admitimos ensañamiento contra los proscritos" -habría dicho el presidente-.11

Hasta 1934 la izquierda chilena estaba inmersa en un difícil proceso de reconstrucción después de la dictadura de Ibáñez y enfrascada en una lucha frontal contra el gobierno y las milicias fascistas por el control de la calle y los espacios públicos. En rápido ascenso electoral, el debate político e ideológico era monopolizado por los textos de origen alemán y ruso, de Marx, Engels, Lenin y Trotsky; las excepciones estaban compuestas por algunos textos latinoamericanos como Defensa del marxismo, de José Carlos Mariátegui. En los cursos de formación ideológica de los militantes del Partido Socialista fueron importantes los intelectuales y políticos españoles Pablo Iglesias y Luis Araquistáin, militantes del Partido Socialista Obrero Español -PSOE-, aunque no sabemos qué textos se leían de ellos (probablemente El ocaso de un régimen, 1930).12 Mientras que para los trotskistas de Izquierda Comunista fue clave la revista Comunismo, de Andrés Nin y Andrade, así como los Siete ensayos de Mariátegui; Óscar Waiss, militante de esa organización, era agente en Chile de la revista Leviatán (1934-1936) de Araquistáin.13

Pese a este estrecho arco de lecturas teóricas y a la novedad que representaba, los principales partidos de la izquierda chilena no habían reaccionado al experimento republicano español, debido fundamentalmente al "confuso" inicio del proceso republicano y porque la izquierda chilena estaba más preocupada de los problemas internos, que de los procesos foráneos. Una vez derrotado el régimen de Ibáñez y con espacio político para su constitución, ni el Partido Comunista -PC-, ni el Socialista -PS-, incluyeron en sus programas, declaraciones de principios y documentos oficiales posicionamientos sobre el fin de la monarquía española.14 Esto hasta agosto de 1935, cuando el VII Congreso de la Tercera Internacional Comunista, Comintern, aprobara como política oficial formar Frentes Populares con el objeto de parar el fascismo. La decisión constituyó un enorme viraje en su política, que hasta el momento había privilegiado la lucha contra la burguesía a través de su consigna "clase contra clase" que negaba alianzas con partidos que la representaran. El PC respondió disciplinadamente y se aprestó para dar la batalla por la formación de un Frente Popular en Chile.15 Pero lo que fue aceptado y aplicado disciplinadamente por los comunistas, fue resistido por los socialistas, ya que un sector de ellos desconfiaba de la revitalización del anarquizado y dividido Partido Radical que significaría la constitución de la alianza: "El Frente Popular unía a partidos políticos representantes de clases distintas y antagónicas, por lo cual era imposible concebir una acción armónica y vigorosa en defensa de las aspiraciones populares".16 Ante sus dubitaciones, el dirigente comunista peruano avecindado en Chile, Eudocio Ravines, motejaba ya de "unitarios" ya de "divisionistas" a los dirigentes socialistas a través del periódico Frente Popular.17 Pese a esto, el III Congreso General del PS aprobó su adhesión al Frente Popular debido a la "necesidad de ampliar el Block de Izquierdas con el objeto de incorporar la mayor suma de fuerzas en la lucha democrática en contra de la reacción y del fascismo".18

Pero esta adscripción, sacada con fórceps, no garantizaba que el experimento español tuviera simpatías automáticas entre la militancia de la izquierda chilena, menos aún de la sociedad. ¿Quiénes fueron los propagandistas de la "buena nueva" española y la necesidad de parar el fascismo en tierras peninsulares?

Todo se precipitó a partir de que el Frente Popular español ganara las elecciones presidenciales en 1936 y con ello pusiera en marcha una de las experiencias políticas más trágicas y simbólicas del siglo XX. Si damos crédito a los testigos externos, los efectos ideológicos del estallido de la Guerra Civil, seis meses después del triunfo electoral, fueron inmediatos. El aprista exiliado en Chile, Luis Alberto Sánchez, relató así el impacto cultural entre los intelectuales chilenos:

No creo que ninguna ciudad, incluyendo a Buenos Aires y La Habana, donde habían [sic] gruesos sectores hispánicos, se conmoviera tanto como Santiago. Al comienzo reinó la perplejidad. En dos semanas, como si invisibles y ubicuas teas atizaran aquel tremendo incendio, la sociedad chilena, especialmente los grupos intelectuales, se dividieron en dos bandos irreconciliables (...) Santiago se convirtió en un vasto y tenso observatorio. Los mapas de guerra, las consignas de los partidos, las canciones de combate de España se trasladaban a Chile. En menos de seis meses, la guerra ideológica había sustituido a la influencia política y literaria.19

Más que los partidos, fueron los intelectuales chilenos, muchos de ellos inorgánicos, cuando no refractarios a la militancia, quienes asumieron la bandera republicana. Pero antes que escritores, pintores y académicos -divididos por celos profesionales, egocentrismos y querellas cotidianas- se reunieran en una organización y editaran una revista, debían alinearse tras una figura, uno de ellos que tuviera el suficiente ascendiente como para superar sus diferencias. Debía surgir un liderazgo.

La larga gestación de un liderazgo intelectual

La obra de Neruda en revistas literarias y culturales no fue siempre protagónica, como su trabajo creativo y la formación de un verdadero culto a su persona. En 1921 había llegado a estudiar en Santiago, desde el austral Temuco, a la Universidad de Chile y se insertó en la revista Claridad, el periódico de la Federación de Estudiantes surgida en octubre del año anterior. Allí publicó sus primeros poemas y trabajos en prosa (cerca de 160 colaboraciones), fue parte del grupo y compartió la ideología pacifista, antibelicista y el anarquismo intelectual de los discípulos chilenos de Henry Barbusse y Anatole France, los creadores de Clarté en la Francia posterior a la Primera Guerra Mundial.20 Pero su círculo íntimo fue un pequeño grupo compuesto por aspirantes a escritores que se caracterizaron por usar capa y sombrero alón. Neruda usaba una capa de ferroviario que le regalara su padre:

Al año todos los del grupo disponían de ambas prendas y tal vez fue esta uniformidad lo que motivara el nombre de 'Banda de Neruda'. Eran Gerardo Seguel, Norberto Pinilla, Joaquín Cifuentes Sepúlveda, Tomás Lago, Alberto Rojas Giménez, Carlos Préndez Saldías y Alberto Romero: "Lo característico de la banda -sostuvo el escritor González Vera- fue cierta similitud de orientación social y el anhelo muy fuerte de crear una literatura con otro horizonte y nuevos recursos".21

Pero fue en España donde el protagonismo innato de Neruda adquirió nuevos bríos. En Confieso que he vivido, sus memorias escritas en la agonía de su existencia en su querida casa de Isla Negra, reseñó su participación en la efímera Caballo verde, creada en Madrid en los prolegómenos de la guerra y cuyo último número, la sexta entrega, se perdió cuando comenzaban los bombardeos en esa capital, el 19 de julio de 1936.22 El primer número de esta revista estrictamente poética, que unía a los vates de afanes republicanos e izquierdistas, incluyó trabajos de García Lorca, Vicente Aleixandre, Ricardo E. Molinari, Robert Desnos, Miguel Hernández, Arturo Serrano Plaja, Leopoldo Panero y Raúl González Tuñón. La edición sencilla, de escasas páginas, tenía una cubierta adornada con letras de color verde y rojo e ilustrada con dibujos cubistas de José Caballero; como director firmaba Neruda y como editores Concha Méndez y Manuel Altolaguirre. Un primer texto, al parecer escrito por los editores, expresaba que cultivarían: "Una poesía impura como un traje, como un cuerpo, con manchas de nutrición, y actitudes vergonzosas, con arrugas, observaciones, sueños, vigilia, profecías, declaraciones de amor y de odio, bestias, sacudidas, idilios, creencias políticas, negaciones, dudas, afirmaciones, impuestos".23

Pero el peripatético y activo Neruda extrañamente no dejó mucha información sobre otra revista, la que lo consagraría en su faceta política y que en sus memorias nombró apenas de pasada: "Fui director de la revista Aurora de Chile. Toda la artillería literaria (no teníamos otra) se disparaba contra los nazis que iban tragando país tras país".24 Nada más.

Un barco con refugiados

En el momento del estallido de la Guerra Civil miles de ciudadanos españoles y extranjeros buscaron refugio en las embajadas acreditadas en Madrid. Entonces se encontraba a cargo de la legación chilena el radical Aurelio Núñez Morgado, quien cifró en 1.800 las personas que acudieron por refugio.25 La mayoría eran nacionalistas que buscaban huir de la ciudad, estaba en manos republicanas; esto generó un serio incidente diplomático entre la Embajada y el gobierno español, además de estallar una confrontación ideológica en el Senado chileno. Esta situación era amparada por Agustín Edwards, representante de Chile ante la Sociedad de Naciones, quien sabía que muchos de los refugiados ejercían acciones de espionaje contra el gobierno republicano y él mismo era "notoria y apasionadamente afecto a la causa nacionalista". Como resultado de las tensiones que crecieron con el gobierno español, Núñez Morgado tuvo que abandonar la legación y fue reemplazado por Carlos Morla Lynch, aristócrata diplomático de larga carrera.26

En este contexto se planteó la candidatura de España a un asiento no permanente en el Consejo de la Liga de Naciones, candidatura que Chile condicionó a la solución del problema de los refugiados, pero el presidente del gobierno, Juan Negrín, se negó. La situación llevó a una cuasi ruptura entre el gobierno republicano y el chileno. El diputado radical Fernando Maira protestó el 2 de febrero de 1938 ante la Cámara por la actitud de Chile, que había decretado el cierre de los consulados en territorio republicano. En el momento de la caída de Madrid en manos franquistas 17 españoles republicanos se asilaron en la Embajada chilena. Los que no encontraron refugio en ninguna legación cruzaron los Pirineos hacia la Francia libre, gobernada por el Frente Popular local. Solo entonces sobrevino la ruptura de relaciones entre Chile y España, pues el nuevo gobierno se negó a visar los salvoconductos republicanos y la Embajada mantuvo su irrestricta defensa del derecho de asilo. Las relaciones se restablecieron tres meses más tarde.

Con el triunfo del Frente Popular chileno, el radical Pedro Aguirre Cerda llegó a La Moneda en diciembre de 1938. Pese a que era tarde -el destino de la guerra ya estaba zanjado- el gobierno republicano en un último gesto político envío, a la asunción del mando en Chile, una Embajada integrada por Indalecio Prieto, Ángel Ossorio y Gallardo y el general Emilio Herrera, que fue calurosamente recibida por la militancia frentepopulista.27 El nuevo presidente nombró al radical Abraham Ortega Aguayo ministro de Relaciones Exteriores y Comercio, cargo que mantuvo hasta 1940.28

La llegada de exiliados republicanos a Chile no fue una labor expedita. La militancia frentepopulista exigía a su gobierno hacerse cargo del problema de los miles de refugiados en Francia y el presidente tenía en sus manos un servicio diplomático adverso, construido y controlado por la derecha. No habría ocurrido si en ese momento Neruda, quien se encontraba convaleciente en su casa de Isla Negra, no hubiera activado sus contactos políticos con el PC local y se acercara al presidente Aguirre Cerda para conseguir que lo designara "cónsul encargado de inmigración española" (el poeta era funcionario diplomático desde 1926); fue por su iniciativa que este se convenció de la necesidad de abrir la puerta al exilio republicano. El mandatario radical le habría dicho "tráigame millares de españoles", pero con la condición de que solo se aceptarían ciudadanos útiles para la industria, la minería y la agricultura y se exceptuarían tajantemente a intelectuales, políticos y excombatientes: era la fórmula política del gobierno, que ocupó como justificación la necesidad de mano de obra para la reconstrucción y la revitalización de la industria pesquera, generada por el terremoto de 1939.29 Pese al espaldarazo, una de las mayores dificultades que este cónsul especial encontró fue la actitud de sus colegas diplomáticos. Una vez en París, se le dio la peor oficina en un cuarto piso y se averió el ascensor, para dificultar a los expatriados -muchos de ellos heridos de guerra y mutilados- la posibilidad de solicitar asilo.30

Pero además, la labor de Neruda estaba atenazada por dificultades que sobrepasaban los sabotajes diplomáticos y las suspicacias que pudiera despertar tanto en el tibio gobierno chileno, como en el dividido gobierno republicano en el exilio:

(...) sus movimientos eran vigilados por los servicios de información que el régimen franquista tenía desplegados en Francia. También en el entorno del Gobierno Republicano en el exilio era vista con desconfianza por algunos, sobre todo por los dirigentes críticos con la influencia que los comunistas venían ejerciendo desde los últimos meses de la guerra en el Gobierno de Juan Negrín. Rafael Alberti había introducido al cónsul chileno en aquellos círculos y Neruda entendió que la operación debía organizarla en colaboración con el SERE, el organismo que, a su entender, representaba mejor a la legitimidad institucional, y no con la JARE de Indalecio Prieto, quien, sin negarle buenas intenciones, en su opinión estaba dividiendo peligrosamente un esfuerzo muy necesitado del respaldo de todos.31

Más allá de estas dificultades, nadie pudo sustraerse a las mezquindades de la guerra, ni el bando de los vencidos, ni quienes les ayudaban. Neruda no estuvo ausente de la polémica y subió al Winnipeg solo a los fugitivos comunistas, excluyendo a anarquistas y trotskistas; se ha calculado que solo el 0,9% del total no eran militantes comunistas ya que Neruda rechazó al 86% de los refugiados ácratas.32 Esto ha servido para ensayar verdaderos asesinatos de la calidad literaria y moral del vate chileno.33

La actitud de Neruda se debía a los excesos revolucionarios de los anarquistas -incluso contra sus propios correligionarios-, a la desorganización durante la guerra y a la falta de colaboración en el frente de batalla que habrían tenido los ácratas:

Esta atmósfera de turbación ideológica y de destrucción gratuita me dio mucho que pensar. Supe las hazañas de un anarquista austriaco, viejo y miope, de largas melenas rubias, que se había especializado en "paseos". Había formado una brigada que bautizó "Amanecer" porque actuaba a la salida del sol.

-¿No ha sentido usted alguna vez dolor de cabeza? -le preguntaba a la víctima-.

- Sí claro, alguna vez.

-Pues yo le voy a dar un buen analgésico -le decía el anarquista austriaco- encañonándole la frente con su revólver y disparándole un balazo.34

Esta situación lo habría impulsado a elegir una trinchera: "Los comunistas eran la única fuerza organizada que creaba un ejército para enfrentarlo a los italianos, a los alemanes, a los moros y a los falangistas". Frente a ello, Neruda declaró en forma confidencial: "Por ejemplo, yo me he negado a la entrada de anarquistas, México los recibía hasta hace poco y ahora no sabe qué hacer".35

En el peor sitio de la Embajada, aislado y hostigado por sus colegas, Neruda se empeñó en elegir cuidadosamente a los refugiados entrevistando a los candidatos, tasando sus cualidades y credenciales profesionales y políticas. Mientras, en fluido contacto con el gobierno republicano en el exilio, gestionó el arriendo de un barco para transportar la mayor cantidad de cargamento humano posible. El cónsul estaba en plena labor cuando una carta desde Chile, escrita por el mismísimo Aguirre Cerda, le exoneraba de su labor. Solo la presión política del PC chileno -que habría amenazado con retirar el apoyo al gobierno- logró destrabar la situación y finalizar el éxodo.36 En Panamá el barco en que se devolvía el poeta y la nave de los refugiados se encontraron. Habían pasado el peligroso Atlántico y sorteado incólumes los submarinos alemanes. El Winnipeg recaló en Valparaíso el 3 de septiembre de 1939 con 2.201 exiliados.37 Después del desembarco, el ministro Ortega tomó el bastón y asumió la defensa de los republicanos asilados en la Embajada de Chile y tuvo una participación decisiva -obstaculizada por la consabida oposición de conservadores y fascistas- en el programa de asilo de los republicanos españoles.

Una alianza de intelectuales antifascistas

La llegada del Winnipeg con un cargamento humano, pequeño comparado con el que llegó a México, fue suficiente para transformar al menos algunas comidas y esquinas del centro de Santiago:

Chile, país alegre pero tradicional, experimentó un cambio inmediato. Las calles se llenaron de humo de tabaco grueso, de alegres piropos, de pintorescas chanzas, de pullas, de bulliciosas conversaciones de acera a acera y de cafés, paradores y fondas. Las esquinas, antes ordenadas, se volvieron apostaderos de galanes y comentadores. Se hicieron populares el cocido, la paella, la merluza, la fabada, los calamares, las anguilas, el gazpacho, el chocolate espeso, los churros, las tortillas con pimiento, los garbanzos, la "ropa vieja", los turrones de Alicante, la manzanilla, el jerez, las tapas y el café a toda hora.38

Más allá de las transformaciones de la sociabilidad local y de algunas cuadras de la capital, la imagen de la romántica guerra, reforzada por el selecto grupo de refugiados, impulsó a los intelectuales locales a la expresión más militante. Tanto la alianza como la revista que fundaron fueron parte de una campaña iniciada por los intelectuales en 1936, en la cual convergieron argentinos, peruanos, uruguayos y chilenos que no reconocían mayormente fronteras políticas ni partidos.39 Pero para los últimos también implicó una evolución política que, como hemos visto, pertenecían a los viejos círculos de estudiantes liberales de izquierda o al anarquismo intelectual.

Neruda llegó a Santiago con su esposa, Delia del Carril, la Hormiguita, y con la pareja formada por el escritor argentino Raúl González Tuñón y Amparo Momm, sus compañeros de Caballo verde. Delia era una refinada aristócrata argentina y fiel militante comunista. Tuñón también fue comunista "convicto y confeso" y aunque tuvo serias diferencias por sus ideas estéticas, que mantuvo en contra de la opinión oficial del comunismo bonaerense, permaneció fiel a su partido. Ambos influyeron decisivamente para que el autor de "España en el corazón" diera el paso hacia la militancia, aunque durante unos 15 años se conformó con participar libremente en el movimiento comunista internacional y no reconoció filas en el PC chileno sino hasta 1945.40 A su arribo Neruda desenfundó su artillería, inesperada para algunos, declarando su fe por la España republicana cerrando con un rotundo: "No pasarán".

De la inicial "banda" hubo varios que lo siguieron en esta nueva etapa caracterizada por la lucha antifascista: Tomás Lago y Gerardo Seguel (que lo seguiría al comunismo); a los que se unieron los exredactores de Claridad Isaías Cabezón y el Chico Figueroa, Acario Cotapos (el firmante del manifiesto español). Otros fueron Diego Muñoz, Blanca Mac Facssie, María Luisa Bombal y hermanas, Juan Emar (Álvaro Yáñez), Gabriela Rivadeneyra, Arturo Aldunate Philips, Julio Barrenechea (expresidente de la FECH en 1930), Juvencio Valle, Nicanor Parra, Óscar Castro, Rubén Azócar, María Valencia, Rosamel del Valle, Ángel Cruchaga Santa María y su esposa, Julio Ortiz de Zárate, el maestro Armando Carvajal; a su entusiasmo propagandista incluso se unieron diplomáticos extranjeros como Alfonso Hernández Cata.41

El imparable dúo Neruda-González Tuñón no se conformó con la pléyade de seguidores que los rodeaban, los escándalos con los escritores enemigos del poeta chileno, o las conferencias, recitales literarios y tertulias organizadas o espontáneas que duraban hasta el amanecer. Se debía llevar a cabo lo que había dispuesto el Congreso de Valencia y se dedicaron a convocar a la provinciana intelectualidad chilena para organizar la alianza antifascista ordenada por el heroico evento.

La "sección chilena" de la Alianza de Intelectuales por la Defensa de la Cultura se fundó en Santiago el 7 de noviembre de 1937, en el vigésimo aniversario de la Revolución de Octubre y a un año de la defensa de Madrid. El manifiesto inicial fue firmado por cerca de 150 intelectuales chilenos y extranjeros residentes en Chile, de diversas disciplinas artísticas y académicas, en un acto público en el Salón de Honor de la Universidad de Chile. Como presidente fue designado el poeta que presidía a un sinnúmero de editores, pintores, artistas, periodistas y académicos. En el núcleo fundador estuvieron además escritores como Andrés Sabella, Óscar Castro, Alberto Romero, Juvencio Valle, Ángel Cruchaga, Humberto Díaz-Casanueva, Judith Weiner, Francisco Coloane, Gerardo Seguel; académicos como Luis David Cruz Ocampo, Gabriel Amunátegui y Guillermo Labarca; políticos social-cristianos como Bernardo Leighton, Sergio Larraín, etc., lo que conformaba un arco que iba desde comunistas hasta liberales.42 También se le unieron intelectuales extranjeros, con quienes no se hizo distinción: Luis Alberto Sánchez, Manuel Bedoya, Alejandro Lipschutz, Eleazar Huerta, Manuel Seoane y Pareja Diez Canseco.43

La vicepresidencia fue ejercida por Alberto Romero, "escritor sincero, realista y opaco";44 empleado sempiterno del Banco Hipotecario, trabajo que compartía con otro escritor: Préndez Saldías. Romero también había participado en el Congreso de Escritores de Valencia. Compartían la dirección Roberto Aldunate, miembro del PEN Club y redactor de El Mercurio, "hombre discreto e inteligente".45 La Alianza ocupó como sede una vieja casona en la calle Santo Domingo, en el centro de Santiago, tuvo extensión nacional y sedes en varias ciudades del país como Valparaíso, Viña del Mar, Temuco, Rancagua y Linares. En la Ciudad Jardín su presidente era el cuentista Victoriano Lillo; a Linares concurrió a fundarla el peruano Sánchez, donde al parecer la presidió Carlos Sepúlveda Leyton, fervoroso frentepopulista. 46

Una revista antifascista

La máxima realización de la Alianza fue Aurora de Chile, que se editó entre el 1.o de agosto de 1938 -con un primer número de ocho páginas- y diciembre de 1940 -cuando cerró sus prensas con el número 20-. Su línea editorial se centró en la denuncia del fascismo como responsable de la guerra:

Continúa, reaparece esta Aurora. Es el espíritu de la independencia que reaparece, que continúa, que quiere rehacer su espaciosa labor de libertad, es una nueva época chilena parecida a la época de la primera Aurora. Parecida época nocturna, las tinieblas se agrupan para ahogar la vida de la patria, y en un mundo más despiadado, más descarado por la violación de todo fundamento moral y acostumbrado al crimen fascista de cada día, sentimos más cruelmente amenazada a nuestra patria, desde fuera y desde dentro. Un pueblo desesperado y abandonado, una clase feudal de gobernantes aliados claramente a la corrupción y a la violencia totalitaria, el comercio chileno y parte rica del territorio entregado a un país europeo culpable de los mayores crímenes contra la humanidad, y culpable de sus más grandes dolores actuales, en fin, una nueva noche colonial palpitante de terrible fermento. Y para contra esta oscura noche, nuestra nueva, clara "Aurora de Chile".47

Con este manifiesto la revista pretendía tejer un puente con la historia del país. El nombre no era azaroso, era el mismo del primer periódico impreso en Chile, en un año crítico para el desarrollo de la independencia de Chile del imperio español: 1813. Es más, la numeración continuó en la que dejara de imprimirse la original Aurora de fray Camilo Henríquez (número 1, tomo 3). De esta manera homologaban la actual lucha internacional contra el fascismo con la lucha contra el Imperio Español en la década de 1810. Por ello no fue incongruente que otra de sus líneas editoriales fuera apoyar la campaña por el abanderado del Frente Popular local.

Una de las iniciativas se dirigió a combatir el cerco informativo de la prensa de derecha y su constante campaña de desinformación contra la solidaridad que se tejía en el mundo intelectual en torno a la España republicana. En febrero de 1938 el oficialista diario El Mercurio, de Santiago, publicó una nota donde se sostenía que los intelectuales Paul Éluard, Tristán Tzara y Jacques Maritain habían firmado un manifiesto que, publicado en la revista Occident, órgano de un franquista residente en París, apoyaba la lucha contra la República. Aurora, publicó en sus páginas una carta firmada por Tzara, enviada al director del diario chileno, donde desmentía haber firmado dicho manifiesto como asimismo la participación de Éluard y Maritain:

Desmiento categóricamente la información mal intencionada, publicada en El Mercurio de 1° de febrero de este año, en la que se me atribuye haber firmado un manifiesto favorable a los rebeldes españoles, dando vuelta a mi casaca como un vulgar Franco, el cual, después de haber prestado juramento a la República extranjera. no. No he suscrito declaración de ninguna especie en el periódico "Occident", órgano del cabecilla rebelde en París, y le ruego que tenga la bondad de publicar, fielmente, esta rectificación para evitar la poco honrosa idea que pudieran adquirir sobre mí las personas que me favorecen con su amistad en esa República.48

Pero El Mercurio no tuvo la deferencia de publicar el desmentido. Tzara y Éluard, junto a Breton, Barbusse y France formaban parte de los grupos de vanguardia artística parisinos; tenían antiguos lazos de fraternidad artística y política con grupos similares que militaban en la izquierda chilena, primero con Huidobro y después con Neruda, en especial -como hemos visto- con los editores de Claridad.49 A muchos de ellos los unían largas simpatías políticas, en la década de 1920 con el anarquismo intelectual y pacifista de la posguerra y en la siguiente habían evolucionado hacia la Internacional Comunista. Solo Maritain salía de este esquema, el filósofo católico estaba más relacionado con intelectuales y políticos que compartían sus creencias como Gabriela Mistral y el socialcristiano Eduardo Frei.50

Pero la Alianza, a través de Aurora, no solo se preocupó de la lucha contra el fascismo internacional, también desarrolló campañas destinadas a combatir su avance en Chile. El siguiente número duplicó sus páginas de 8 a 16; la organización intelectual arremetió por la causa de los republicanos españoles y contra las simpatías por el nazismo y la figura del Führer que crecían en Chile -especialmente en el sur, de reciente colonización alemana-. Ante una donación de libros, que el embajador alemán hiciera a la Biblioteca Nacional, sobre la "cultura neoalemana", los aliancistas respondieron organizando una colecta entre los lectores de Aurora, de "los verdaderos libros alemanes de la verdadera cultura alemana", prohibidos por Hitler. La contracampaña incluyó desde amenazas de muerte para el judío Neruda, hasta paquetes que contenían excrementos. Sin embargo, llegaron obras de Thomas Mann, Heinrich Heine, Anna Seghers, Einstein, Arnold Zweig, que completaron aproximadamente 500 volúmenes. Pero cuando los fueron a entregar, la centenaria Biblioteca tenía sus puertas cerradas con candado. Los aliancistas no se desanimaron y organizaron un desfile de escritores que, presididos de los retratos del pastor Niemöller y de Karl von Ossietzky, entró en el Salón de Honor de la Universidad de Chile en el momento en que Miguel Cruchaga Tocornal, ministro de Relaciones Exteriores, presidía una ceremonia. Allí entregaron, pública y solemnemente, los paquetes que debieron ser aceptados por la Biblioteca.51

El llamado a la acción política no estuvo ausente de las páginas de la revista que los obligaba a definirse frente a la coyuntura; por ejemplo, en el número citado anteriormente, se publicó un manifiesto que fue firmado por cerca de dos mil intelectuales. Con lenguaje mesurado -fuera del tradicional de la lucha política- llamaban a la unidad de "las fuerzas progresistas" y anunciaban:

Al pronunciarnos por la candidatura del Frente Popular, representativa del más generoso ideal colectivo, y al hacer un llamado a favor de ellas a todos los hombres de acción cultural, hacemos también un voto ferviente porque todas las fuerzas progresistas de Chile, depositarias de la noble misión de restablecer el gobierno del pueblo y para el pueblo, se unan en la próxima contienda, den ejemplo de disciplina, de buena organización, y de comprensión de sus deberes.52

Con esta declaración, un grupo de estos intelectuales completaba una evolución desde el anarquismo intelectual de la década de 1920, a un frentepopulismo característico del lugar particular que ocupaban en la cultura chilena.

Una nota triste, entre las muchas desazones que implicaba la guerra, la constituyó la muerte de Vallejo, quien había fallecido en París pobre y enfermo:

Cumplimos el penoso deber de comunicaros una dolorosa nueva. Nuestro amigo César Vallejo, el gran poeta peruano, acaba de morir en París. En estos graves momentos de la historia nuestro secretariado quiere rendir este piadoso homenaje a aquel que torturado por los trágicos acontecimientos de España, no pudo resistir tanto dolor. Nuestra asociación, hoy de luto, quiere participar en el gran duelo de las letras hispanoamericanas.

Firmaban la esquela Louis Aragón, Jean Richard Bloch, André Chanson, André Malraux en representación de la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Neruda le dedicó un breve pero sentido homenaje: "Lo de España ya te iba royendo el alma. Esa alma tan roída por tu propio espíritu, tan despojada, tan herida por tu propia necesidad ascética. Lo de España ha sido el taladro de cada día para tu inmensa virtud".53 Para sus compañeros de letras, la trágica muerte del malogrado poeta tenía una sola razón: tristeza por España.

Otro de los hechos trágicos que se sumó al tono de la revista fue el terremoto de 1939 que azotó la ciudad de Chillán en el sur de Chile. Aurora se puso a favor del gobierno e inició una campaña en la que organizaba actos públicos para ir en ayuda de las víctimas y comenzar la reconstrucción.54

Las campañas de Aurora de Chile se dirigieron contra el avance del fascismo como movimiento internacional donde quiera que se estuviera reproduciendo. Así los temas que abordaron no solo fueron los de la España republicana y su lucha contra el franquismo, también lo combatieron en Chile y en ese afán el grupo intelectual que la cimentaba se acercó a la labor de los partidos en su lucha por sacar a la derecha del poder político en Chile; en definitiva, los hechos los llevaron a reconocer trincheras a través de la formación de una nueva militancia: un "frentepopulismo intelectual".

Conclusiones

Más allá de lo efímero de la vida de Aurora de Chile y de su fuerte activismo a favor de la España republicana y contra el fascismo en general, la influencia del exilio español en Chile parece haber durado solo unos pocos años: los de la llegada y el primer impacto de Winnipeg y su selectos pasajeros. Sus descendientes se dispersaron por el esmirriado ancho y generoso largo del país y se asimilaron a la cultura local. Tampoco las organizaciones del exilio republicano parecen haber durado más de algunas décadas: las del ciclo vital de sus animadores.

A la hora de hacer un balance comparativo, el exilio republicano en Chile fue poco trascendente comparado con la importancia cualitativa que tuvieron los exilios en Cuba, Argentina y, sobre todo, en México. Con toda seguridad el carácter popular del grupo humano llevado a Chile fue lo que contribuyó más fuertemente a que este fuera un exilio silencioso y de poca repercusión política y cultural. A ello contribuyó además la prohibición expresa de aceptar a intelectuales, políticos y excombatientes; los que lograron atravesar el cerco diplomático fueron las excepciones. Muy diferente al exilio caracterizado por el protagonismo de los intelectuales que hicieron un periplo individual por su cercanía, hacia La Habana o a Buenos Aires, atraídos por su estimulante vida cultural y su fuerte industria editorial. También fue diferente a ese masivo exilio republicano en México, protagonizado por una larga complicidad cultivada entre los intelectuales de la vieja y la nueva España, la cual permitió la formación de organizaciones que canalizaron esa ola migratoria hasta convertirlos en fundadores o reforzadores de instituciones culturales y académicas.

A lo anterior contribuyó además la fuerza de la lucha política local de una izquierda que epopéyicamente triunfaba en una batalla en la que Francia y España habían fracasado rotundamente. Por ello algunos refugiados españoles se integraron a la lucha política local desde el anonimato del militante de base, no del protagónico y estentóreo papel del intelectual exiliado, característico de otros países. Resulta paradójico que algunos pasajeros del Winnipeg hayan partido a un nuevo exilio tras el golpe militar de 1973 y hayan retornado a Chile y no a España tras la muerte de Franco.

La Alianza de Intelectuales chilena sobrevivió poco tiempo más que Aurora de Chile, la que, pese a su fugacidad, contribuyó a cimentar una cultura política de la izquierda local que combinaba la lucha electoral dentro de un sistema democrático, la cual derivó en un "frentepopulismo intelectual" de la militancia de sus redactores. Tras toda esta organización y el devenir político de una generación de intelectuales chilenos, que militaron en los partidos de izquierda, se destacó el protagonismo de Pablo Neruda, quien consolidó con la Alianza y Aurora de Chile un liderazgo intelectual y político largamente forjado desde sus años de juventud.


1 Luis Mario Schneider y Manuel Aznar Soler, II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas (1937), vol. 1. Inteligencia y Guerra Civil Española, vol. 2: Pensamiento literario y compromiso antifascista de la inteligencia española republicana (Barcelona: Laia B, 1978). Ver también Fernando Vizcaíno, Biografía política de Octavio Paz. O la razón ardiente (Málaga: Algazara, 1993) 67-70.

2 "Manifiesto de la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura", La Voz [Madrid] 30 jul. 1936: 3. Firmaron este manifiesto mayoritariamente escritores, intelectuales y artistas españoles, entre los que destacamos a Ramón Gómez de la Serna, Rafael Dieste, Concha Albornoz, Luis Cerñuda y Manuel Altolaguirre, a la filósofa María Zambrano y al cineasta Luis Buñuel, con excepciones extranjeras como la pintora argentina Delia del Carril, escritores, como el peruano Armando Bazán, el chileno Acario Cotapos, y la ausencia notoria de Neruda.

3 La historiografía sobre el exilio español en México es amplia y en constante renovación. Por citar solo los trabajos principales: Clara Lida et ál., La Casa de España en México (México: El Colegio de México, 1988); Francisco Caudet, El exilio republicano español en México, las revistas literarias, 1939-1971 (Madrid: Fundación Banco Exterior, 1992); Fernando Serrano Magallón, La inteligencia peregrina. Legado de los intelectuales del exilio español en México (México: Academia Mexicana de la Lengua, 2006); y Sandra García Fez, La identidad nacional de los colegios del exilio republicano español en la ciudad de México, 1939-1950 (Valencia: G. F. Sandra, 2010).

4 Para el primero de los casos ver Blanca Esther Buldain Jaca, "Las difíciles relaciones con Chile en la inmediata posguerra civil", Historia Contemporánea 2 (1989): 89-111. Para el periplo de los refugiados: Leopoldo Castedo, Contramemorias de un transterrado (Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica, 1997) y Encarnación Lemus López, "Identidad e identidades de los republicanos españoles de Chile", Ayer 47 (2002), y de la misma autora, "El exilio republicano español en Chile", Pan, trabajo y hogar. El exilio republicano español en América Latina, ed. Dolores Pla Brugat (México: Instituto Nacional de Migración, 2007) 227-292.

5 Edmundo Olivares Briones, Pablo Neruda: los caminos del mundo. Tras las huellas del poeta itinerante II , 1933-1939 (Santiago de Chile: LOM, 2001), 95.

6 Por "Primera República Española" (1873-1874) se entiende al régimen político que se desarrolló en España a partir de la proclamación de las Cortes el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874. Fue un bienio corto, violento y de fuerte inestabilidad política, gobernado por cuatro presidentes y caracterizado por la división política del bando republicano entre federalistas y unitarios.

7 Tres fueron las principales reformas que emprendieron los gobiernos de la República: reforma agraria, reforma del Ejército y los estatutos de autonomías para las nacionalidades históricas: catalanes, vascos, gallegos y andaluces.

8 Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX, 1914-1991 (Barcelona: Crítica, 2010) 162.

9 Tanto la novela From Whom the Bell Tolls (Por quién doblan las campanas) (1940) de Ernest Hemingway, como su realización en el cine tres años después, bajo la dirección de Sam Wood, contribuyeron a la leyenda de la Guerra Civil Española y la lucha republicana contra el franquismo, aunque con un equívoco signo político, puesto que en sus argumentos estaban implícitas las divergencias y luchas intestinas entre los distintos grupos del bando republicano.

10 Luis Alberto Sánchez, Visto y vivido en Chile. Bitácora chilena: 1930-1970 (Lima: Editoriales Unidas, 1975) 87.

11 Sánchez 87. Sin embargo, Chile había acordado en la VII Conferencia Panamericana, celebrada en La Habana en 1928, respetar y hacer efectivo el territorio de las embajadas, lo que constituyó una innovación en el derecho internacional. Encarnación Lemus López, "El exilio republicano..." 231.

12 Julio César Jobet, El Partido Socialista (Santiago de Chile: Ediciones PLA, 1971) 123-124.

13 Óscar Waiss, Chile vivo, Memorias de un socialista, 1928-1970 (Madrid: Unigraft, 1985) 45 y 61. Probablemente este contacto, aunque fuese meramente epistolar, con un intelectual del PSOE influyó en el trotskismo ecléctico de Waiss, quien junto a un importante sector del Partido Comunista disidente se uniera en 1936 al Partido Socialista local. También ayuda a explicar la rápida aceptación del ideario frentepopulista español y la solidaridad con la Guerra Civil. Un análisis reciente del proceso partidario de formación del Frente Popular en: Pedro Milos, Frente Popular. Su configuración en Chile: 1935-1938 (Santiago de Chile: LOM, 2008).

14 Salvo Teitelboim las memorias de los militantes comunistas no hacen referencia, en el primer lustro de la década, a la España Republicana, ni en el segundo al exilio español o al Winnipeg. Por otra parte, en su "Declaración de principios" de abril de 1933, el PS declaraba ser antifascista y contrario a esta ideología por su "terrorismo antiobrero, su apoyo al gran capital, su espíritu militarista y belicoso. Y su combate lo lleva tanto en el plano teórico y político, en lo ideológico, como en la acción callejera, en la lucha directa y organizada". Pero en ninguno de los 14 puntos del documento había una referencia al proceso republicano español como la había al socialismo soviético y a la experiencia indoamericanista del APRA; tampoco Waiss entrega mayores datos en sus memorias. Ver Volodia Teitelboim, Neruda (Santiago de Chile: Editorial Sudamericana, 2003); Luis Corvalán, De lo vivido y lo peleado. Memorias (Santiago de Chile: LOM, 1997); Jobet 115-117 y Waiss.

15 Junto a Francia y España, Chile fue uno de los tres países en que la fórmula del Frente Popular se constituyó y llegó al poder. Si bien los comunistas entraron convencidos y los socialistas demostraron desconfianza, fueron los radicales los más vacilantes en dar el paso.

16 Jobet 125.

17 Frente Popular fue el periódico fundado por Jorge Jiles (el Sabio Jiles, exdirigente estudiantil de la década de 1920) por el cual el PC publicitó su cambio de línea política desde 1936.

18 Jobet 125-126. El Block de Izquierdas era la alianza parlamentaria y electoral entre el Partido Socialista, la Izquierda Comunista, el Partido Radical-Socialista y el Partido Democrático, formado el 5 de diciembre de 1934.

19 Sánchez 98.

20 Una teorización sobre este particular tipo de anarquismo en: Fabio Moraga Valle, "Muchachos casi silvestres". La Federación de Estudiantes y el movimiento estudiantil chileno, 1906-1936 (Santiago de Chile: Ediciones de la Universidad de Chile, 2007) 297-298.

21 José Santos González Vera, Cuando era Muchacho (Santiago de Chile: Nascimento, 1951) 519-521.

22 Pablo Neruda, Confieso que he vivido. Memorias (Barcelona: Seix Barral, 1974) 166-169.

23 "Sobre una poesía sin pureza", Caballo verde para poesía 1 (Madrid, oct. 1935): 1.

24 Neruda 195.

25 Ricardo Donoso, Alessandri agitador y demoledor. Cincuenta años de historia política de Chile, vol. 2 (México: FCE, 1954) 342. El número de refugiados antirrepublicanos fue extraordinariamente alto, pues además estaba ejerciendo interinamente las representaciones de Guatemala y El Salvador.

26 Donoso 346 y 347.

27 Donoso 348.

28 Jaime Ferrer Mir, Los españoles del Winnipeg (Santiago de Chile: Cal Soga, 1989).

29 Lo que se puede concluir del excelente trabajo ya citado de Lemus López, "El exilio republicano...".

30 Neruda 198. Hay discordancias en quién habría sido el que consiguió el carguero francés para transportar a los exiliados; Neruda sostiene que fue el "Gobierno Republicano en exilio" el que adquirió el barco y lo transformó "para aumentar su capacidad de pasaje"; Isabel Piper sostiene que habría sido "fletado con la ayuda solidaria de organismos de izquierda en Chile, Uruguay, Argentina, de las organizaciones gubernamentales de la República en el exilio y de la generosa contribución cuáquera"; Neruda 205; Isabel Piper et ál., Winnipeg: El exilio circular (Santiago de Chile: Programa Domeyko Sociedad y Equidad, 2010) 5.

31 Diego Carcedo, Neruda el barco de la esperanza (Madrid: Ediciones Temas de Hoy, 2006) 119. Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles -SERE-, creado por el gobierno republicano en el exilio (París), encabezado por Juan Negrín. La Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles -JARE- fue creada por la "Diputación permanente de las cortes" (representantes de la legitimidad del poder legislativo) en una sesión con la ausencia de comunistas y nacionalistas vascos como un organismo paralelo, liderado por Indalecio Prieto.

32 Investigaciones recientes han aportado datos y testimonios de lo que antes se creía un infundio de los enemigos de Neruda o de la propaganda anticomunista. Las conclusiones son lapidarias. Ver David Schidlowsky, Las furias y las penas. Pablo Neruda y su tiempo (Berlín: Wissenschaftlicher Verlag, 2003); Adam Feinstein, A Passion for Life (London: Bloomsbury, 2004). José Peirats, La CNT en la revolución española (París: Ediciones Ruedo Ibérico, 1971). Un análisis del total de exilio republicano en Chile, que sobrepasa en un tercio a los pasajeros del Winnipeg, y suma poco más de 3.000 ciudadanos españoles, en Lemus López, "El exilio republicano..." 265-268.

33 Para un columnista del periódico conservador The Weekly Standard: "Neruda jugó el papel de un Schindler al revés. Usando su estatus de diplomático, se aseguró de que los pasaportes para abordar el Winnipeg fueran para refugiados que compartían sus políticas y sus creencias, que eran las de José Stalin. Los refugiados rechazados fueron condenados al encarcelamiento o la muerte en Francia, los que dentro de un año cayeron en las manos de los ejércitos de Hitler" (La traducción es nuestra). Ver Steven Schwartz, "Bad Poet, Bad Man", The Weekly Standard 9.43 (26 de julio de 2004). Consultada en http://www.weeklystandard.com/Content/Public/Articles/000/000/004/328fipbb.asp?page=2.

34 Neruda 192.

35 "Neruda a Calvo", [correspondencia 38/1], París, 19 de junio de 193. Archivo de la Fundación Pablo Neruda en la casa-museo La Chascona. Citado en Lemus López, "El exilio republicano..." 244.

36 Neruda 204-205.

37 La cantidad de pasajeros difiere según las fuentes. El listado más certero es el de Ferrer Mir, quien da esta cifra "con toda seguridad, incompleta"; mientras que Piper habla de 2.050 exiliados: 1.160 hombres, 540 mujeres y 350 niños. Por su parte, el carguero francés no tuvo mayor suerte: fue hundido por los torpedos de un submarino nazi el 22 de octubre de 1942, en el mar del Norte, durante un viaje entre Inglaterra y Canadá al servicio de los aliados. Piper et ál. 7. Ver Ferrer Mir 115-145.

38 Sánchez 134.

39 Sánchez 104.

40 Teitelboim 188. Es conocido que Neruda se hizo comunista en España, situación en que la Hormiguita y González Tuñón fueron centrales. Aunque, cuando llegó a Chile en 1931, una delegación de la Federación Juvenil Comunista lo fue a visitar a la casa que compartía con la Pareja González-Momm en la calle Irarrázaval, en Santiago. Ver Corvalán 36.

41 Sánchez 104.

42 Teitelboim 197. El testimonio de Sánchez y el estudio de Teitelboim en las listas de miembros de la Alianza de Intelectuales no coinciden totalmente y solo se repiten algunos nombres.

43 Sánchez 116.

44 Sánchez 111.

45 Alberto Romero (1896-1981) publicó una decena de libros entre 1918 y 1938, año en que detuvo su labor creativa; también fue autor de dos libros de crónicas: Alberto Romero, Buenos Aires espiritual (Crónicas) (Santiago de Chile: Imprenta fiscal de la Penitenciaría, 1921) y España está un poco mal (Santiago de Chile: Ercilla, 1938). Fue presidente de la Sociedad de Escritores de Chile -SECH-, el PEN Club y la Comisión Chilena de Cooperación Intelectual; miembro de la Academia Chilena de la Lengua y gestor de la creación del Premio Nacional de Literatura que, paradójicamente, nunca le fue concedido. Sánchez 111-112.

46 Sánchez 112.

47 Aurora de Chile 1 (Santiago de Chile, 1.0 ago. 1938). Aunque el manifiesto inicial no lleva firma, algunos investigadores se lo han atribuido a Neruda por su estilo y línea política. Ver Olivares Briones 509.

48 "La mentira de cada día", Aurora de Chile 1 (Santiago de Chile, 1.0 ago. 1938): 4.

49 Moraga Valle 294; Mark Polizzoti, Revolución en la mente. La vida de André Breton (México: FCE, 2009).

50 Eduardo Frei, Memorias (1911-1934) y correspondencia con Gabriela Mistral y Jacques Maritain (Santiago de Chile: Planeta, 1989).

51 Editorial, Aurora de Chile 2 (Santiago de Chile, 15 ago. 1938): 1. El incidente fue comentado, con distintos matices en: Neruda 196 y Olivares Briones 512.

52 "Ante las elecciones presidenciales los intelectuales definen su actitud", Aurora de Chile 2 (Santiago de Chile, 15 ago. 1938): 2-3.

53 "Muerte de César Vallejo. Carta de la Asociación Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura de París", Aurora de Chile 1 (Santiago de Chile, 1.o ago. 1938): 5.

54 Aurora de Chile 8 (Santiago de Chile, 4 nov. 1939): 1-2.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Prensa

Aurora de Chile [Santiago de Chile] 1938-1939.

Caballo verde para poesía [Madrid] 1935.

La Voz [Madrid] 1936.

II. Fuentes secundarias

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