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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.38 no.2 Bogotá July/Dec. 2011

 

Trazos y trozos sobre el uso y abuso de la
Guerra Civil Española en Colombia

Bits and Pieces Regarding the Use and Abuse of the
Spanish Civil war in Colombia

CÉSAR AUGUSTO AYALA DIAGO
Universidad Nacional de Colombia
Bogotá, Colombia
caayalad@unal.edu.co

Artículo de investigación.
Recepción: 2 de agosto de 2011. Aprobación: 29 de septiembre de 2011.


RESUMEN

Se trata de un avance sobre una ansiada investigación acerca del impacto de la Guerra Civil Española en Colombia. Se plantean aquí varias hipótesis de trabajo, entre ellas que el triunfo de los nacionalistas en España fortaleció entre los colombianos el ideario hispano y la conciencia fascista. Que el alma colombiana estaba preparada para asimilar y adherir al conflicto español como suyo propio. Que los idearios hispánicos y fascistas continuaron desarrollándose en Colombia después de finalizada la Guerra Civil Española y después de la Segunda Guerra Mundial sin ninguna depuración; y finalmente, que los fascistas se introdujeron en el sistema político colombiano a través de las puertas giratorias de las instituciones del Estado.

Palabras clave: comunismo, fascismo, Guerra Civil Española, Hispanidad, Partido Conservador.


ABSTRACT

The article is an advance of a long-awaited research study on the impact of the Spanish Civil war in Colombia. Some of the working hypotheses presented are the following: that the victory of the Spanish nationalists strengthened Hispanic ideology, and fascist consciousness among Colombians; that the Colombian soul was ready to assimilate and appropriate the Spanish conflict as if it were its own; that unpurged Hispanic and fascist ideologies continued to develop in Colombia after the Civil War and World War II ended; and, finally, that the fascists penetrated the Colombian political system through the revolving doors of State institutions.

Key words: communism, Conservative Party, fascism, Hispanic heritage, Spanish Civil War.


La sorpresa del inicio

GRANDES TEMBLORES DE tierra sacudieron al departamento de Nariño durante los días que empezaba la Guerra Civil Española. Prácticamente la ciudad de Túquerres desapareció. En la medida en que Colombia superaba el impacto del violento terremoto fue concediéndole atención al que sucedía sin parar en la Península Ibérica. Se esperaba que como el terremoto del sur de Colombia, el de España amainara pronto. Nadie sospechaba que la guerra que había estallado en la Madre Patria pudiera prolongarse tanto. Más bien se le creía un amague, un encontrón de esos que estaban justamente viviendo los colombianos entre liberales y conservadores; pensaban que a lo mejor se trataba de una masacre a la colombiana o de los aspavientos de una cacareada y fallida conspiración conservadora. El aire de crispación en que vivía Colombia: el liberalismo en el poder y los conservadores en la oposición, la violencia de los unos contra los otros, las reformas sociales que adelantaba el primero y la persecución que acusaban los segundos, propició todo el ambiente para que los acontecimientos españoles penetraran con profundidad en la cotidianidad de la política nacional.

El comienzo de la Guerra Civil Española opacó en Colombia las fiestas del aniversario 126 del grito de Independencia. No fue, esta vez, una conmemoración llamativa y convocante. El transcurrir de los años de la Guerra Civil Española (1936-1939) se leyeron en clave colombiana, con los códigos propios de nuestros conflictos. El cubrimiento se transmitía en cifras bipartidistas, cada nota periodística estaba redactada para que los colombianos fortalecieran sus odios y se abrieran a sus anchas las diferencias entre liberales y conservadores. Los primeros hicieron de la experiencia republicana su cantera inspiradora y los segundos se arrojaron sin diferencia en defensa de los monarquistas. A mayor radicalidad del conflicto español mayor vértigo en la guerra que en Colombia empezaba a denominarse eufemísticamente con el nombre de violencia. Unos y otros, muchos de ellos, llamaron a una guerra emulados en los excesos del fratricidio español. Jamás se pareció la historia de Colombia a un juego paródico de ribetes tan macabros. La conflagración española no expresaba mayor influencia entre los españoles que vivían en Colombia, más bien pocos en comparación con otros países de América Latina. Lo interesante es que la guerra tocó de trascendental manera a los colombianos a través de sus parcialidades políticas. A medida que se recrudecía el conflicto en España, ocurría una exacerbación de la política en Colombia.

Curiosas las cosas, porque el transcurrir de la guerra española cobijó en Colombia a dos gobiernos liberales. Ninguno de los dos caracterizado por los excesos frente a las partes en conflicto, ambos prudentes. Es justamente la naturaleza del bipartidismo colombiano lo que hace difícil que la Guerra Civil Española revierta en guerra civil colombiana. López Pumarejo no creía estar gobernando mal, contaba con el apoyo incondicional de los comunistas, de los liberales de izquierda y de las asociaciones obreras. El conservatismo no estaba en condiciones de una sublevación, aunque amagaba. La no posibilidad real de una guerra abierta produjo sí la guerra por escrito entre liberales y conservadores que corría paralela con la violencia interpartidista. Ambos gobiernos liberales denostaron del Frente Popular. Hubo tolerancia con él en la administración de López mientras el gobernante lo necesitó para la legitimación de sus reformas, pero el gobierno no asumió nunca un respaldo, como lo hacían creer los periódicos conservadores.

Avatares historiográficos

Es posible que hagan falta trabajos monográficos sobre los asuntos de la guerra española y su influencia en Colombia. Realmente la historiografía nacional al respecto es poca, inexistente la segunda. Más trabajos, es posible también, redundarían en más de lo mismo. Hay un consenso generalizado al afirmar lugares comunes. Como siempre sucede en Colombia, la historiografía liberal, e incluso la socializante, pareciera ya haberlo dicho todo. En perspectiva, es como si el historiador no tuviera nada nuevo para decir, bien porque ya esté dicho por un intelectual protagonista como Gerardo Molina, bien porque el historiador liberal Álvaro Tirado Mejía haya abundado en su inculpación y juicio a los conservadores.

He aquí las tesis que han hecho carrera. Dice el maestro Molina, socialista y liberal de la época: "El alzamiento de Franco contra las autoridades legítimas de la república, auspiciado y dirigido por Hitler y Mussolini, servía para delimitar el campo intelectual y sentimental en que nos movíamos. El franquismo y el anti-franquismo fueron las etiquetas que definieron en esa época a las dos familias políticas colombianas".1 A su vez, el historiador liberal Álvaro Tirado Mejía manifiesta: "Es muy probable que ningún otro acontecimiento internacional haya tenido tanta repercusión en la política del interior del país como la guerra de España (...) Desde un comienzo las fuerzas se polarizaron acá, siendo corriente que los liberales se pusieran del lado de la República y las autoridades legítimas, y los conservadores lo hicieran de lado del faccioso Franco".2 Posturas ambas propias de sus respectivas ideologías, inherentes a la legitimación del proceder liberal que se proponen en sus obras.

David Bushnell hizo una interesante aproximación para satisfacción de la repetición:

Cuando comenzó la Guerra Civil Española, absorbió inmediatamente y retuvo una gran parte de los colombianos cultos, especialmente en las ciudades. La medida en que el campesinado tradicional se dio siquiera cuenta de ella es imposible de estimar, pero un colombiano al cual llegaran regularmente los medios de comunicación de masa podía difícilmente ignorar lo que estaba ocurriendo en la madre patria. La Guerra Civil Española no desapareció de la primera página de El Tiempo, hasta el 5 de diciembre de 1936 cuando fue temporalmente desplazada por la combinación de la conferencia de paz de Buenos Aires y la crisis por la abdicación en Gran Bretaña. Desde el 18 de julio hasta el fin del año ocupó en promedio todo o parte de cuatro y medio columnas de primera página por día. En El Siglo el periódico de Laureano Gómez que fue el principal órgano nacional de la oposición conservadora, prevaleció una situación semejante. En la medida en que estaba más preocupado que El Tiempo en publicar calamidades domésticas y abusos oficiales, la primera página de El Siglo estaba más o menos completamente copada por asuntos colombianos pero el cubrimiento diario promedio en primera página para la Guerra Civil para sus comienzos hasta diciembre 31 fue casi idénticos: 4 columnas. Fuera de Bogotá, El Colombiano de Medellín en la primera semana de agosto, tuvo que pedir excusas a sus lectores por un deterioro en su presentación, observando que la circulación había aumentado hasta tal punto -en razón del interés por los eventos españoles- que se habían agotado sus existencias de tinta importada y la habían tenido que sustituir por un producto doméstico de inferior calidad.3

Se le olvidó a Bushnell que no solo de grandes medios se alimentaba la gente de entonces. Había medios pequeños y medianos, imprentas pequeñas y medias; incluso eclesiásticos, al servicio de la transmisión de la guerra; hojas volantes, pastorales por montones. Ya había electricidad, emergía el micrófono. El parlante empezaba a colocarse en postes de las plazas de mercado para que todo el mundo oyera los sermones de las misas, los discursos de los políticos vivando el retorno de la monarquía al poder en la Madre Patria. La voz, la palabra, su reproducción, la paráfrasis, el rumor, el susto, el chisme, el mensaje, lo que dijo el padre, el monseñor, el profesor, el papa, Emilio Mola o Francisco Franco, etc., iba de boca en boca. Y sobre todo: la radio. Que empezaba a ser oída con la misma intensidad de quienes la utilizaban no solo para hablar por hablar. Nunca se habló por la radio tan en serio como en sus primeros años. Eran realmente los hombres serios quienes la usaban y la abusaban: la gente de poder, pero en la oposición. No se trató pues de una cuestión de letrados simplemente, sino realmente de una cuestión de cobertura nacional, de envolvimiento nacional.

Así planteadas las cosas, definidas como aparecen, la Guerra Civil Española sería un fenómeno histórico acabado para la historiografía colombiana, pues aunque existen nuevas publicaciones al respecto, nada nuevo se dice distinto a la recreación de los acontecimientos.4 Hay recreación factual en los nuevos textos, pero poca hermenéutica. No es directamente proporcional el impacto de la guerra a lo que hemos escrito sobre él. Debe ser que no hemos revelado ese negativo fotográfico.

Como en España, la historiografía colombiana de la guerra, en particular la conservadora, empieza y se sostiene por la legitimación de la contrarrevolución. Pensándolo más despacio, el impacto del conflicto español entre los colombianos de entonces no debiera impresionar a los investigadores. De la guerra, liberales y conservadores no hacen más que el uso y el abuso; unos y otros la utilizan para sus propios fines. A ambos, la Guerra Civil Española les llega como anillo al dedo. Una de las razones que explica la debilidad historiográfica estriba en la constatación de haber calado, de haber encajado en la horma del calzado político colombiano. Ahora, si le diéramos al concepto historiografía un vuelco moderno y metiéramos en él las huellas de la Guerra Civil Española entre nosotros, nos encontraríamos frente a una vastedad considerable: artículos de prensa, imágenes, mensajes permanentes, fotografías, rastros, ecos, permanencias y, sobre todo, nuestro comportamiento.

Momentos de esencialismo o el inevitable contexto. El embrujo fascista

El grupo Jerarquía, expresión del fascismo antioqueño

El viernes 31 de mayo de 1935 El Colombiano anunció en primera página que en lo sucesivo la segunda sección de la edición de los sábados estaría a cargo del grupo Jerarquía. La sección llevaría el mismo nombre. El domingo anterior, día de elecciones para Cámara, en las cuales no participó el Partido Conservador, había salido un artículo-manifiesto de su ideólogo José Mejía Mejía:

Es un grupo homogéneo que habrá de actuar sin pestañeos, derramando su acción política en las masas reaccionarias hastiadas de república liberal. El partido necesita conservar su derecha, canalizar las fuerzas populares en un sentido de reacción, sin dudas ni cavilaciones mentales. Las corrientes disociadoras marchan nocturnamente hacia la descomposición de todos los valores que nosotros consideramos básicos en la edificación de un orden tradicionalista y católico. El grupo Jerarquía aspira a cuajar en las masas del partido un sistema emocional contrarrevolucionario, una confirmación anímica antiliberal y un pensamiento anticomunista. Un pueblo godo y católico no puede seguir masticando heterodoxia demoliberal falsamente trajeada con el plumaje de las libertades públicas. La democracia liberal ha querido embotar los cánones católicos sobre la libertad humana y sobre las prerrogativas individuales. El liberalismo no es otra cosa que una versión política del luteranismo concupiscente. Los orígenes de la democracia liberal no hay que buscarlos en las girondas del ochenta y nueve sino en las costras áridas de la Reforma. "JERARQUÍA" es brigada de choque y patrulla de asalto. No podemos enmohecernos en la contemplación ni oxidarnos en la molicie de los viejos hábitos políticos del partido. En la palpitación espiritual de esta hora, ser godo y católico significa una llamada heroica. El grupo "JERARQUÍA" fundará una manera de pensar y de actuar contrarrevolucionaria. Las derechas representan en el mundo de hoy la expresión reaccionaria contra todas las formas socializantes e individualistas que siguen la línea programática Ginebra-Moscú. Las derechas tienen su faro en Roma, única verdad y respuesta a la esterilidad contemporánea. El catolicismo atalaya todos los horizontes espirituales de la época. Las derechas restauran en el mundo moderno la concepción católica y religiosa de la vida, ley y jerarquía ordenadoras. Reacción y derechas incrustan en la aridez materialista de la sociedad contemporánea el precepto evangélico y la norma católica de la vivencia humana.5

En efecto, el sábado 1.o de junio de 1935 salió el suplemento "Jerarquía", bajo la responsabilidad de Gilberto Alzate Avendaño, Tulio González, José Mejía Mejía y Juan Zuleta Ferrer. Dos fotografías: una de Laureano Gómez en el extremo superior izquierdo, y otra en el derecho: la del general Pedro J. Berrío. Las dos fotografías daban a entender que el grupo formaba parte del Partido Conservador y que no aspiraba a una opción disidente.

Los artículos que se publicaban en "Jerarquía" iban en la dirección de explicar, enfatizar y profundizar los principios doctrinarios que debían caracterizar al conservatismo en la nueva etapa que vivía. Juan Zuleta Ferrer, otro de los ideólogos, decía:

Pretendemos dar a las palabras, a los términos, un sentido renovado, profundo, más ontológico. El antiguo simbolismo de la historia se hunde y la humanidad necesita de un simbolismo nuevo, que sepa expresar lo que pasa en los fondos de la conciencia. Necesitamos fórmulas más audaces, más crueles, para enfrentarnos al liberalismo que se descompone con sus prejuicios individualistas, su imperialismo económico, la concupiscencia desenfrenada de su vida pública, su ateísmo, su lucha brutal de clases y su soberano desdén por el alma.6

"Jerarquía" le daba contenidos y explicaciones a los que podían considerarse componentes distintivos pero negativos de la derecha.7 Se autodenominaban reaccionarios:

Con este vocablo queremos significar la voluntad de retroceder a buscar fuentes emocionales en un pasado remoto -anotaba Zuleta Ferrer- en el espíritu que vitalizó nuestra democracia cuando estaban todavía frescos los primeros laureles que cosechó la libertad, cuando una tensión de fuerzas humanas fortalecía la débil estructura de la república naciente. Las generaciones que nos precedieron nada han hecho para salvaguardar las antiguas y eternas realidades que plasmó el espíritu de Bolívar sobre la dura cerviz de un continente subyugado.8

Y a diferencia de los Leopardos, el grupo Jerarquía no estaba ahora tan embebido en los paradigmas de la derecha francesa. Las organizaciones juveniles de derecha que intervenían en España: La Falange, los requetés carlistas, los mendigozales y las J.A.P. son ilustradas con profusión. De esta intrépida experiencia copiaron los estilos.

Queremos infundir a toda costa en nuestras masas voluntad de dominio, coraje, ímpetu, fe. Solo la fe tiene virtud suficiente para movilizar las muchedumbres. Necesitamos crear una mística para desalojar al liberalismo de la cultura, de la política, del espíritu. Hay que encontrar una nueva estrategia, una fórmula activa que abra el camino de la lucha a una avalancha de hombres jóvenes, llenos de entusiasmo y ávidos de preponderancia en la vida.9

Era el pensamiento fascista mediterráneo el que les seducía, se van constituyendo como una organización de ese estilo de manera paralela con el nacionalismo español. Por eso no es casual su definición de La Falange: "La integran mozalbetes impávidos que entreveran el curso universitario con los mítines de la plaza. Son un naciente fascismo hispano, todavía en periodo caótico, bajo el comando de J. A. Primo de Rivera".10 Se trataba en realidad de un discurso más alinderado con el fascismo italiano, más definido. Barrés y Maurrás se diluyen, apenas son perceptibles.

A medida que avanzaba el tiempo iba quedando clara la naturaleza del grupo. Junto a la presencia reiterativa de los artículos de José Mejía Mejía irrumpen los temas religioso-eclesiásticos escritos directamente por representantes del clero, en particular de sacerdotes jesuitas. Empieza a presentarse una intertextualidad coherente entre los textos que produce el clero que son interpelados de inmediato por el ideólogo de Jerarquía. A la altura del 15 de junio puede Mejía Mejía escribir: "Ni democracia liberal ni colectivismo económico: catolicismo total es la síntesis conservadora de nuestro siglo".11 Al lado de esta declaración empiezan a aparecer artículos de Georges Goyau: "Catolicismo social y socialismo", por ejemplo, donde el autor explica paso a paso el problema obrero y las soluciones que propone la Iglesia a partir de la encíclica Rerum Novarum. Goyau hace una radiografía de las conclusiones a las que había llegado en ella León XIII y encuentra que reposan en los textos sagrados y en la evolución misma de los intérpretes de la Iglesia.12

En la edición de julio 6 de 1935 hay un artículo sobre la doctrina social de la Iglesia de monseñor Juan Manuel González Arbeláez. Es interesante el contenido del texto por cuanto desde la Iglesia colombiana se adopta y se explica el corporativismo como salida a los problemas nacionales: "(...) Pío IX propugna la organización de la sociedad sobre la base de corporaciones profesionales que busquen la armonía social necesaria. Las personas de una misma profesión están ligadas por una similitud de fines que faciliten mejor su comprensión espiritual. La unión de los diversos gremios constituye la corporación que concilia el interés no ya de un solo gremio sino el de todos".13 Concluía el sacerdote que "el único socialismo posible es el corporativismo, lo demás es subversión del orden y anarquía social".14 José Mejía Mejía aprovecha el sentido del artículo de González Arbeláez para acotar: "El manifiesto comunista fue un himno de Guerra, en tanto que la Rerum Novarum o la Quadragesimo Anno son para el mundo su mejor carta constitucional".15 Y así sucesivamente Jerarquía va incorporando al clero en el suplemento. En la edición del 20 de julio "Jerarquía" abre con el artículo "Algo sobre Corporativismo", del sacerdote jesuita José M. Uribe. El interés del grupo aquí es mostrar que la Iglesia católica está no solo interesada en resolver los problemas sociales sino que además tiene teoría para ello. Así mismo se hace eco en "Jerarquía" del libro del padre Félix Henao Botero La cuestión social, y Mejía Mejía aprovecha para decir lo suyo: "La mirada de nuestro tiempo está sobre Roma que es la respuesta postrera a las fatigas desordenadas de un siglo (...) La cuestión social es un ensayo pertrechado, un ancho examen que despeja doctrinas, matices y laderas filosóficas fijando sin mudeces la concepción romano-católica del mundo".16 "Jerarquía" privilegió el catolicismo como salida y como síntesis. Se reproduce y se comenta la proposición de la convención conservadora de 1932 en Antioquia, donde se adoptó oficialmente la doctrina social católica como parte constitutiva de los programas conservadores. Las argumentaciones estarán sustentadas en adelante en Georges Goyau: "La justicia social no ha de ser una espontánea secuela del acontecer, sino producto de las ásperas voluntades humanas. No se la encuentra y recoge, hay que buscarla y conquistarla".17

Todo este proceso en el que está involucrado el grupo Jerarquía está motivado por el ambiente de reforma que vive el país. Es resultado de la presión que sentía este grupo de intelectuales ante la avalancha de idearios liberal-populares que salen a flote en los años treinta bajo el estímulo de la Revolución en Marcha. Están en circulación movimientos del espíritu del unirismo que aspiran a una radicalización de la República liberal y que se expresan en múltiples órganos periodísticos: Unirismo en Bogotá; Alma Libre en el Socorro, Santander; El Radical en Chiquinquirá, Boyacá, y que dirigía desde 1928 Julio Roberto Salazar Ferro; Horizontes en Campoalegre, Huila; Crisol en Medellín; El Crisol en Ibagué; El Crisol en Cali; Pluma Libre en Pereira; El Socialista en Barranquilla; El Compañero en Bogotá, entre otros. El socialismo que había marcado la pauta en el planteamiento del problema social y en la movilización de las masas en los años veinte sede el espacio al espectro liberal. Desde allí se va a expresar parte del socialismo que no transita hacia el comunismo, que se constituye como partido en julio de 1930. José Mejía Mejía intuye este proceso, identifica a los hombres socialistas en el liberalismo que está representado en el Congreso y contra él descarga todo el peso de sus diatribas periodísticas de la época de "Jerarquía".

Pero las presiones no solo venían del contexto nacional. En junio de 1935 Colombia reconoce a la Unión Soviética dando inicio a las relaciones comerciales entre los dos países. El gobierno de Lázaro Cárdenas en México radicaliza la reforma agraria y los ecos de la Guerra de los Cristeros retumban no solo en ese país sino también en Colombia. La prensa conservadora pondrá amplificadores a cualquier movimiento religioso de ese país: "El Pueblo de Méjico solicita completa libertad religiosa. El movimiento católico tomó ayer una fuerza incontenible. La multitud recorrió las calles gritando vivas a Cristo Rey".18 Estos eran titulares ubicados estratégicamente para que sirvieran en Colombia de prevención.

La Acción Nacional Derechista -AND-, expresión del fascismo bogotano

Después de terminada la convención conservadora que aprobó la abstención electoral el 11 de abril de 1935, el Centro de Acción Conservadora -CAC-, recientemente creado en Bogotá por la juventud conservadora, deliberó ampliamente y se impuso organizar el partido durante la abstención total. El País había dado la noticia en los siguientes términos: "Bajo la tutela de los jefes supremos de nuestra causa, se constituyó ayer tarde el organismo de juventud derechista que ha de encauzar las actividades de la nueva generación conservadora en frente de la república liberal y de las izquierdas socializantes".19 Daba a entender el periodista que los jefes supremos conciliaban con la iniciativa.

Más adelante se avanza en la legitimación del grupo.

El CAC inicia su vida frente al signo de la violencia anárquica que prepara la quiebra de nuestras instituciones y la ruina de la unidad nacional. Su posición en el estadio de nuestra política queda pues definida por la presencia de factores disolventes que desde el día en que ascendió al poder el partido liberal conspiran contra la estabilidad social y preparan para Colombia el madero de tormento en que ha sido sacrificado el pueblo católico de México.20

Su mesa directiva estaba integrada por Manuel Mosquera Garcés, presidente; Gerardo Valencia, vicepresidente, y Francisco Fandiño Silva, secretario.21 En esta ocasión Augusto Ramírez Moreno pronunció un elogiado discurso. El leopardismo estaba en la cima de la popularidad,22 y los nexos y las redes nacionales de la juventud de la derecha se estrechaban.

Hemos resuelto constituirnos en centro de acción doctrinaria y política (...) Constituimos, los jóvenes conservadores, la vanguardia de las derechas colombianas, moral, económica y políticamente amenazadas por la revolución. Somos católicos, conservadores, nacionalistas y reaccionarios. Católicos porque creemos, y porque dentro de un clima ético del catolicismo hemos nacido a la cultura y al mundo, cuando los nuestros, no hace mucho tiempo, habían modelado un país que no se sonrojaba de mirar hacia Roma, universal madre de los pueblos. Conservadores, porque fueron los de este nombre quienes supieron imponer al respeto de los extraviados el hecho católico colombiano, hoy inexpugnable, y porque fueron también ellos los mantenedores del ideal bolivariano, realista y autoritario, que trajo orden y progreso a nuestra humanidad criolla, urgida de frenos antes que de motores históricos. Nacionalistas, porque defendemos lo que las minorías antecesoras modificaron para bien del pueblo en un siglo de tanteos dramáticos mirando hacia nosotros mismos antes que al horizonte extranjero, y porque sabemos que en la trayectoria sociológica indoamericana nos corresponde un lugar directivo y primordial que no podremos cumplir sin antes haber delineado la contextura altanera de Colombia. Reaccionarios, porque utilizamos toda nuestra fuerza para corresponder a la violencia de la revolución, en un regreso al fanatismo necesario para las grandes empresas del tiempo. Somos herederos de Angosturas. Los nietos del 86. Los enemigos de Marx, el contrafuerte de la avalancha revolucionaria, la reacción hacia el poder. He aquí nuestro lema. Con él llamamos a la tropa de las reservas vivas de la nación en peligro.23

En el documento -que estaba firmado por Mosquera Garcés, Valencia y Fandiño Silva- los derechistas se propusieron como objetivo central la organización del partido durante la decretada abstención total. Las presiones de la nueva situación en la que el conservatismo se marginaba de la participación electoral llevaron al CAC a convertirse en una organización más sólida y definida: Acción Nacional Derechista -AND-. Con ese nombre empezó a aparecer desde el 20 de abril de 1935 en las páginas de El País, periódico que brindó su apoyo a la nueva iniciativa de la juventud derechista del centro de Colombia.24 La AND nombró nueva directiva, en la que alternaban cargos y responsabilidades Manuel Mosquera, Gerardo Valencia, Gabriel Carreño, Azula Barrera, Martínez Capella, Eduardo Carranza. No se trataba de un movimiento político independiente del conservatismo, al contrario, se organizaba para dinamizarlo. Era una necesidad del mismo partido, o mejor: ambas partes se necesitaban. La AND utilizó por ello toda la infraestructura que el partido tenía en Bogotá y en la región.

Sin embargo, las tensiones entre el tradicionalismo conservador y la nueva propuesta nacionalista afloraron en todo momento. La gran prensa liberal también ejerció fuerte presión descalificando la actividad de la AND, lo que se reflejaba en el interior del conservatismo. Presentar a la AND como un partido nuevo, distinto al conservatismo fue una estrategia de los adversarios internos y externos que melló en la marcha y propósitos de la nueva agrupación. A tal punto que el 6 de junio de 1935 la AND se vio obligada a emitir una resolución en la que declaraba que en ningún instante el movimiento había tenido "el propósito de insurgencia contra las supremas directivas conservadoras, y menos aún contra las doctrinas que ha sustentado el Partido Conservador Colombiano a través de su historia".25

En tal sentido el punto tercero de la resolución declaraba disuelta la AND y reiteraba la fe en la doctrina que había "animado nuestras actividades políticas".26 En adelante la plana mayor de AND siguió su trabajo ideológico desde el interior del Partido Conservador que de buen agrado le comunicó al país que la AND había puesto sus estatutos a órdenes del Directorio Nacional "para que los revise y modifique, y ha expresado su voluntad de obedecer a la disciplina conservadora".27

Al poco andar volvieron por las suyas y continuaron llamándose representantes de la derecha, acción derechista, hasta que volvieron con su razón social Acción Nacional Derechista. Les había parecido que el gandhismo que predicaba Gómez y su crítica a los paradigmas del fascismo hecha en su reciente libro El cuadrilátero28 iban a contrapelo de la realidad.

El 6 de noviembre de 1935 salió a la luz pública Derechas, el periódico de la AND, que fue celebrado por toda la sensibilidad derechista del país entero. Por supuesto se trató de un avance cualitativo de la AND. El semanario contó con la participación intelectual de un amplio número de colaboradores dispersos anteriormente en los medios conservadores. El que apareciera un periódico central del derechismo en Bogotá anunciaba preponderancia de los nacionalistas bogotanos sobre los demás, en particular sobre los líderes antioqueños.

Más adelante, cuando la Guerra Civil Española estaba en pleno apogeo apareció en Bogotá, el 19 de diciembre de 1936, el periódico El Fascista, dirigido por Simón Pérez y Soto. Ejercía como jefe de redacción Abraham Gallegos Salazar y como gerente Benjamín Rubio R. El periódico traía un subtítulo: Por la unión político-económica católica (figura 4). Se trataba de la representación del fascismo antioqueño de corte de Jerarquía en Bogotá. De hecho, emulando a Haz Godo, la agrupación fascista antioqueña, El Fascista era el órgano de expresión de Haz de Fuego, grupo que intervenía en Bogotá. El Fascista, de ahí su nombre, se dedicó a la promulgación abierta y sin vacilaciones de esa doctrina.

Desde su primer número el periódico dedica atención a la Guerra Civil Española, conmemora los cinco meses de empezado el conflicto y destaca la muerte de religiosos asesinados por milicianos republicanos y aprovecha la oportunidad para caerle al gobierno colombiano. La información sobre los desmanes de los republicanos se presenta con todos los detalles y se culminan las notas periodísticas así: "Tal es el manejo del gran aliado de Colombia: la república roja española, que, a Dios gracias, ya está dando las últimas boqueadas".29 De la misma manera como se consideraba la República española, iguales términos le caían a la de Colombia: "Rige hoy los destinos de la nacionalidad colombiana un gobierno ignominioso, un régimen depravado que violando todo sentimiento patrio, toda idea noble, todo principio de equidad y de justicia implanta un sectarismo absurdo que nominalmente se llama izquierdismo y efectivamente comunista".30

El papel de la revista La Tradición

Fue ese el ambiente en el que salieron a la luz La Tradición y El Siglo. La revista apareció en Medellín el 16 de mayo de 1935 y el periódico en Bogotá en febrero de 1936. ¿Por qué esta revista? ¿Qué la motivó? La aparición de La Tradición estuvo ligada no solo a la sonora presencia de la juventud fascista en el país, sino también a los efectos que estaba produciendo en el interior del Partido Conservador. En la lucha entre las derechas de la montaña, e incluso entre las derechas de Bogotá medió La Tradición. Su director, Gonzalo Restrepo Jaramillo, era la persona indicada para su dirección: prestante dirigente y empresario, republicano por sangre y convicción, por ser sobrino de Carlos E. Restrepo e hijo de Nicanor Restrepo. Daba la impresión de que La Tradición era la vocera de los fascistas antioqueños, pero no, allí estaban, en un principio. Restrepo Jaramillo los toleraba, les publicaba, los soportaba. Justamente la revista se creó como tarea de partido para neutralizarlos y salvaguardar la doctrina partidaria.

El mismo Partido Conservador se veía obligado a contener el fascismo. Laureano Gómez dedicó gran energía para apartar a los fascistas. En una carta a Restrepo Jaramillo le decía:

Aquí tuvimos la ligera molestia de los derechistas, movimiento, a mi parecer basado en el abuso del entusiasmo de los jóvenes. Unos pocos constituyeron una rosca impúdica, y pretendieron que los otros jóvenes los siguieran en una estúpida propaganda en Pro de la violencia y de los métodos fascistas. El arreglo aquí fue radical y definitivo. Como trataron de llevar el contagio a Medellín, por medio de El Colombiano, es bueno que allá se informen de cerca.31

Le acompañaban en tal empresa Aquilino Villegas, en Caldas, Gonzalo Restrepo Jaramillo en Antioquia y Abel Carbonell en Barranquilla. Eran confesos republicanos. Aquilino era figura consagrada del partido, escribía a diario, in extenso, desde La Defensa fustigando y dando látigo a los jóvenes conservadores que se emulaban en Mussolini y Hitler, peroraba por la radio, y desde donde se le presentara la oportunidad. Lo mismo hacía Carbonell.

Era, se debe reafirmar, que el conservatismo estaba plagado de fascismo, sobre todo en sus jóvenes militantes. Al punto que el máximo jefe del partido, Laureano Gómez se vio obligado a publicar a finales del año 1935 un folleto de sugestivo título, El cuadrilátero, que en el mismo año de su publicación tuvo cuatro ediciones. En él ofreció un análisis crítico y condenatorio de la vida y obra de Mussolini, Hitler y Stalin, mientras que valoró en positivo la del Mahatma Gandhi. Gómez se inspiraba en Gandhi para justificar y legitimar la estrategia de la abstención conservadora. Para hacer aparecer al conservatismo pacífico y perseguido, oponer Gandhi a los paradigmas del totalitarismo de izquierda y de derecha lo cubría a él y a su partido de un aura divina, de mártir. De paso, el oportuno texto desautorizaba las voces de los jóvenes rebeldes fascistas de su partido. Empero, el espectro del fenómeno de Gandhi en la India recibe un uso político, una emulación curiosa porque se trataba de condiciones en extremo distintas. Pero ahí estaba el fenómeno para irradiar influencia. De ahí surgió la inspiración, la propuesta del conservatismo para su estrategia de abstención en Colombia.32 La prensa de todos los matices, es bueno advertirlo, informaba permanentemente sobre las vicisitudes de Gandhi, así que el colombiano lector estaba informado al respecto. Pero era un remedo la imitación de Gandhi; pudo ser apenas una inspiración que el mismo proceso histórico que vivía el país con sus protagonistas y sus intenciones se encargó de desvirtuar y hacer que la abstención total tomara rumbos distintos a los de la India. Los inspirados en el apóstol indio no advirtieron la naturaleza de su convocatoria, que era incluyente y totalizadora. El Satyagraha de Gandhi era una estrategia para liberar al país no de una dominación virtual, hipotética y amenazante, sino de una dominación colonial real. Colombia no era la India.

Sin embargo, nada detenía el ímpetu de los jóvenes fascistas. Finalmente la revista La Tradición terminó siendo la expresión de Acción Nacionalista Popular, de los fascistas; pero mientras tanto, Restrepo Jaramillo había logrado apaciguarles sus ímpetus a través del conflicto español, ante el cual todos eran sensibles. La evolución de la revista se fue percibiendo en las tres carátulas que tuvo en el total de sus 45 números.

En noviembre de 1935 el gobierno presentó al Congreso su proyecto de nueva reforma constitucional. La prensa conservadora del país publicó el texto del proyecto íntegramente. Sobre el gobierno cayó, entonces, un alud de replicas expresadas en editoriales, columnas de opinión y contrapropaganda. La propuesta del gobierno radicalizó la discusión: "Derecha o Izquierda", fue el editorial de Augusto Ramírez Moreno en La Patria. Para el "Leopardo" el gobierno se había decidido irreversiblemente por la izquierda.33

Finalizaba el año 1935, el del auge del fascismo en el mundo entero. El jerárquico José Mejía Mejía elevó su voz de entusiasmo por el lanzamiento de Derechas:

Las nuevas voluntades que se congregan bajo el vocabulario de Dios y Patria son gente que han liquidado el trino para ingresar sin melindres en la política -escribió en su columna Rúbrica-. Derechas establece la restauración de Bolívar. La angustia presente emana de todas las claudicaciones espirituales, cometidas en homenaje a las democracias césar augusto ayala diago tropicales. Volver la mirada a Bolívar es pensar en autoridad, jerarquía y disciplina frente a la anarquía, el caos y la francachela de las democracias liberales. La misión de las nuevas gentes conservadoras está definida en la hora responsable que vivimos. La revolución francesa que todavía parece nutrir nuestros credos políticos fue simplemente la premisa de la revolución rusa. 1789 y 1917 son fechas disímiles en la superficie pero afines en el subsuelo. La nueva generación conservadora tiene necesariamente que ser antiliberal y anticomunista. Nuestra concepción católica de la vida es una visión totalitaria del mundo. Derechas será el enunciado de esta política heraclida que no mira el presente sino que ataca el porvenir. Nuestro destino no es de hoy. Ingrata misión la de los hombres nuevos, escribió un día Jiménez Caballero capitán de derechas europeas (...).34

La Guerra Civil Española como catalizadora de las ideologías conservadoras en Colombia.
La preparación mental y espiritual de los colombianos. La hispanidad: divisor de aguas

No obstante la Independencia nacional, Colombia continuó dependiendo mentalmente de España. Olas de restauración ideológica se vivieron en los años posteriores a 1819. Empero, el mayor esfuerzo estuvo en la primera mitad del siglo XX. La inevitable adscripción política de la mayoría de los colombianos en uno de los dos partidos tradicionales favoreció la continuidad de la influencia ideológica española entre nosotros. Aunque en ambos partidos el universo de la cultura española estaba presente, fueron los conservadores quienes se proclamaron defensores y propulsores de la hispanidad. Hubo intelectuales liberales hispanófilos, opacados, casi siempre, por el vanguardismo conservador.

Difícil tarea la de construir una nueva identidad nacional apelando a los valores del victimario, la de luchar contra España para retornar a ella, la de odiarla para volver a amarla. La cuestión española planteada por José María Vergara y Vergara y Manuel Murillo Toro sobre los pros y los contras de la tradición católico-española en nuestra identidad nacional había calado hondo. Venía del siglo XIX, desde 1867 no desaparece del escenario de la discusión política entre los colombianos. Fue sin duda José María Vergara y Vergara el primero en defender los constituyentes positivos de la hispanidad, y Manuel Murillo Toro el primero en acarrearle nuestros males. La hispanidad fue entonces o desde entonces un divisor de aguas entre los dos partidos tradicionales. Ganando la contienda los nacionales españoles, se reforzará y se proyectará la hispanidad por los entresijos del siglo XX colombiano. En los años cincuenta la confrontación entre defensores y detractores estará más intensa todavía que en el siglo anterior. Literatura a favor y en contra saldrá a la luz.35

Abortados fueron los esfuerzos que unos y otros, liberales y conservadores hicieron para erigir una identidad propia. En el grupo Bachué que abrió esa posibilidad, hubo jóvenes liberales y conservadores. Regresar a lo hispánico significó una derrota en la búsqueda del ansiado protonacionalismo indígena. Por ello, Colombia fue caracterizándose entre los países latinoamericanos como aquel con suelo mejor abonado para el renacimiento de la hispanidad como elemento fundamental de la identidad nacional. Todavía en 1930, gozaba Colombia de la fama de tener el mejor español del continente. Ciudades había de glorioso pasado español: Popayán, Cartagena, Tunja, Mompox, Santafé de Antioquia y la mismísima Bogotá. Manizales se reinventaba como un empinado lugar de montada tradición hispánica. Su élite se esforzaba por mostrar sus orígenes peninsulares. Cuna de gramáticos y poetas encumbrados en el poder que administraban el país. Aparecían las cosas como si la lucha por el monopolio de la dominación no pasara por la lucha de las razas, la lucha de clases o por la dominación, sino por la división entre hispanistas y contrahispanistas.

Poco a poco el discurrir de Colombia hacía girar nuestros procesos históricos sobre el eje de los acontecimientos españoles. Los colombianos de 1898 padecieron la tragedia española; y cada uno de sus episodios, lo mismo históricos que culturales, se importaba a Colombia con la pasión de las cuestiones propias. Asunto de los colombianos fue el gobierno derechista de Miguel Primo de Rivera. Los escritores e intelectuales de allá eran nuestros también. Cuando empezaron los cánticos de la reinvención hispana del nuevo siglo, Colombia fue quizás el país mejor preparado para la recepción de la renovada ideología. En una especie de juego paródico fue girando el diario acontecer. Sin que hubiese Francos, Molas o Sanjurjos en el Ejército colombiano, los conservadores lo deseaban y ansiaban parecido al español.

La instrumental polarización de la historia contemporánea haciendo pasar su devenir por el meridiano de la revolución rusa de 1917 tuvo en Colombia una perfecta adecuación. Era como si nuestra modernidad fuese eso: una postura frente a los vaivenes de la historia universal. Fue un hecho que a la revolución socialista había que oponer el fascismo. No importaba que la primera no existiera en Colombia y que en el país no hubiese condiciones materiales para la expresión del fascismo. Ya en 1924 los leopardos habían irrumpido con manifiesto abordo enarbolando las banderas de la ideología fascista que llamaban a librar a Colombia de la barbarie asiática.36

Bendiciones sagradas al anticomunismo y las fuentes del discurso conservador sobre la Guerra Civil Española

Remotos son los orígenes del establecimiento en Colombia de una cultura clerical católica. Basta con examinar los próximos. Las ciudades principales del país contaron con medios cuyo fin era garantizar la preservación del orden conservador, sobre todo su parte esencial: la catolicidad entre los habitantes no solo de los cascos urbanos sino de todas las regiones. Circulaban grandes, medianos y pequeños periódicos bien directamente financiados por el clero, bien por la iniciativa de los laicos católicos más o tan beligerantes como los clérigos. En 1919 circulaba en Bucaramanga La Palabra Católica, que traía una curiosa definición: "Órgano de los intereses de la Legión de la Buena Prensa. Publicación semanal bajo la dirección del

Vicario Foráneo de San Miguel".37 En el mismo año circulaba en San Gil el semanario conservador La Defensa. Ya antes de la Revolución Rusa de 1917 circulaban en Medellín El Obrero Católico y La Defensa. El periódico El Debate, que dirigía en Bogotá Silvio Villegas, difundía desde 1928 la ideología del Vaticano haciendo énfasis en el rompimiento con Maurras y en la promulgación de los principios del hispanismo. Para los mismos fines, El Colombiano de Medellín había surgido en 1912, La Patria de Manizales en 1921 y Diario del Pacífico, en Cali en 1925. Curiosamente moderno, el periódico traía para los años veinte los ecos del antiliberalismo colombiano de todos los tiempos. Fortifica las coordenadas de futuras luchas ideológicas. Cuando estas llegan para producir el fenómeno de la violencia de mediados de siglo, los dispositivos están debidamente aceitados. Pasado y presente se juntan para seguir señalando al adversario que es necesario mantener. El advenimiento de la República liberal en Colombia, que va a coincidir con la irrupción de la República española y con la Guerra Civil Española, disparará en el país la aparición de prensa conservadora hispanista: Claridad, en Popayán bajo la dirección de Guillermo León Valencia. La guerra la transmitían los conservadores por todos sus medios. La Iglesia volcó hacia la difusión de la cotidianidad de los acontecimientos todo su potencial. Lo mismo sus periódicos que sus folletos, hojas volantes, sus sermones, sus pastorales y guías para una y otra homilía. Los órganos católicos se confundían entre lo laico y lo confesional tal como ocurría con El Pueblo de Medellín, que creado en la plena República liberal aspiraba a convertirse en el principal diario católico del país. Fundamentaba tal necesidad recalcando los horrores que los republicanos cometían en el curso de la guerra española. El Pueblo de Medellín surgido en 1934 contaba con la dirección de José López Henao.

Así, la Iglesia y sus órganos de expresión por su lado; lo mismo que el Partido Conservador, por el suyo, todos a una, hicieron de la Guerra Civil Española el dispositivo preferido para catapultar el anticomunismo bastante abonado en Colombia. Al inicio de la guerra los colombianos ya eran susceptibles al terror comunista. Una amplísima y poderosa batería de periódicos se dedicó a ello. Ya la historiografía tradicional ha señalado los más importantes de la gran prensa: El Siglo y El Colombiano. He aquí un cuadro más completo:

La prensa conservadora colombiana crece vertiginosamente en el año del inicio de la Guerra Civil Española: 30,7% en comparación con los años previos y con los años del transcurso de la contienda. El crecimiento da continuidad al embrujo fascista que viene de atrás del año 35. Es muy sonora la prensa fascista en Medellín, sin embargo hubo más publicaciones de este tipo en Bogotá: 28,2%. Pero como se ve en el cuadro la difusión del fascismo y con ella la adhesión a la España nacionalista estaba por doquier: Diario del Pacífico en Cali, La Patria en Manizales, El Derecho en Pasto, Claridad en Popayán, La Defensa, El Pueblo y El Obrero Católico en Medellín. A estos agregamos los órganos abiertamente fascistas: Derechas, de Bogotá, El Clarín, expresión de la agrupación Haz Godo de Medellín. En esta misma ciudad salía Colombia Nacionalista. Pero no solo se trató de periódicos, también hubo revistas académicas: las de las universidades Javeriana en Bogotá y Católica Bolivariana en Medellín. Revistas intelectuales como La Tradición, editada en Medellín por Gonzalo Restrepo Jaramillo, y La Revista Colombiana de Laureano Gómez y José de la Vega. Medios que funcionaban como redes a través de las cuales se expresaban los intelectuales colombianos sensibilizados con las ideologías de la derecha mundial. Como si fuera poco, la Iglesia publicaba sus pastorales ideológicas en folletos que se repartían en todas las parroquias del país. Cuando surgió la radio no faltaron programas y emisoras abiertamente católicos: La Hora Católica que se retransmitía por las radio estaciones con cubrimiento nacional.

La Guerra Civil Española constató el peso y la fuerza que tenía Europa para que toda la historia universal girase en torno suyo. Se seguía en Colombia paso a paso los sucesos internacionales con más difusión que los nacionales. La prensa daba más cuenta de lo que pasaba afuera que de lo que aconteciera en el interior. Es muy posible que mucha información de los regímenes totalitarios tuviera un carácter secreto y hasta clandestino, pero también había información amplia que se manejaba abiertamente, por ejemplo los informes de las reuniones de la Internacional Comunista (Komintern), que había tenido su último Congreso en Moscú en 1935. Fue el Séptimo Congreso que advirtió de la peligrosidad de la escalada internacional del fascismo y recomendó la organización de los frentes populares para resistir su advenimiento al poder en todo el mundo. Tempranamente el sacerdote jesuita J. Félix Restrepo ilustró a los lectores conservadores sobre las actividades de la Komintern. Reveló los contenidos del informe rendido por Jorge Dimitrov en el 7.o Congreso. Con base en lo acordado por los comunistas en ese evento, Restrepo indicó el peligro para Colombia: "Gracias al frente popular los comunistas españoles, gloriosos y llenos de audacia se sienten en vísperas de asaltar el poder y de implantar en la noble España la dictadura roja. ¿Triunfará en Colombia el Frente Popular? ¿Y celebrará su triunfo como lo está celebrando en España?".38

Los ideólogos de la Komintern exponían abiertamente sus planes y sobre ello obraron los adversarios anticomunistas de todo el mundo. Se sabía más de los proyectos del comunismo internacional que sobre los del nazismo y del fascismo; aquellos públicos, estos privados. Era la época de la irrupción de la propaganda de nuevo estilo, la que hoy conocemos: la gran propaganda dirigida a seducir, a fuerza de la repetición, el colorido y la intensidad, la mente de la población. De eso se quejaba la Iglesia católica colombiana: "El estado soviético hace propaganda en todo sentido y en una extensión hasta ahora no conocida, haciendo uso de todos los medios disponibles, como la prensa, radio, cinema, teatro, transparentes, letreros, libros de colegio, novelas y manifestaciones. Ya el abecedario de los chicos es propaganda, como las paradas militares del primero de mayo y las canciones de la tropa".39 Sin embargo la Iglesia no solo hacía lo mismo, sino que propagaba la importancia de su propia prensa. La propaganda soviética era criticada y censurada, en cambio para la nazi había tolerancia, eco y grandes titulares. He aquí un ejemplo:

El señor Goebbels, ministro de propaganda del Reich, pronunció un sensacionalísimo discurso ante el congreso nazista que ha despertado especial interés en todos los círculos y ha causado enorme sensación. El ministro de propaganda manifestó que el bolchevismo debe ser eliminado si Europa quiere sobrevivir, pues de lo contrario es imposible todo acto de conciliación. El señor Goebbels calificó al bolchevismo como una locura criminal y patológica, concebida y desarrollada por los judíos para concluir con la civilización europea y establecer el dominio mundial e internacional de su raza.40

Las informaciones conservadoras de la guerra presentaban todos los acontecimientos referentes al gobierno republicano español como una obra de la Unión Soviética. No les concedían ningún grado de autonomía a los líderes de la República. Los cambios en el gabinete o la alternación de la cabeza ejecutiva del gobierno también lo eran. En esa estrategia de comunicación las nominaciones tenían también la procedencia de las fuentes conservadoras en donde bebía. El Frente Popular en Colombia era lo mismo que el de España y el de Francia. Los conservadores no hacían diferencia. No reparaban en el hecho de su inexistencia real legitimada en algún acuerdo entre comunistas y liberales, y menos entre aquellos y el gobierno de López, que no contaba con nadie en su gabinete por fuera del liberalismo. En la realidad, el Frente Popular era una ilusión de los comunistas, una exageración de los conservadores y un oportunismo del gobierno liberal. Ya en 1933 los fascistas estaban representados, entre los más protagónicos, por Carlos Vesga Duarte y Daniel Valois Arce, que demandaban la apropiación directa del fascismo como inspiración y método de lucha, y además proponían la creación de un nuevo partido. Valois había dedicado justamente su tesis de grado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional al tema del fascismo.41 Sus contradictores en cambio se aferraban a las encíclicas papales y al programa conservador de 1931 y se expresaban en la voz de Rafael Azula Barrera y Manuel Mosquera Garcés. La convención juvenil que se había desarrollado en 1933 terminó dividida en dos bandos. El sector tradicionalista que logró el liderazgo de la reunión expidió una declaración de principios en la que promulgaba al catolicismo como la doctrina que se debía seguir incluso como alternativa al fascismo. Es decir, lo descartaba de plano. Solo coincidía con los jóvenes antioqueños en la beligerancia que debía caracterizar al partido:

El partido conservador no puede permanecer en una resistencia pasiva ante los problemas sociales que agitan con inusitada inquietud el alma colectiva en todos los países del orbe. Cruzados de una doctrina espiritualista que en las urgencias públicas debe ser cordial y no tósigo, antorcha y no tea, para aplicar una frase lapidaria de Núñez, nuestra misión adquiere proporciones heroicas toda vez que tiende a provocar en estas desoladas regiones, que tanto eco prestan a locuras ultramarinas, un nuevo renacimiento cristiano sobre las ruinas de la civilización que agoniza.42

Fue justamente El Obrero Católico, órgano oficial de la Acción Católica surgido en Medellín a mediados de los años veinte, uno de los principales dispositivos puestos al servicio de la defensa de la derecha española. Es por demás interesante seguir los acontecimientos de la Guerra Civil Española desde Antioquia, el departamento, quizá, de mayor influencia tanto de la Iglesia como del Partido Conservador. Se vivía en Colombia, a partir de 1930, el proceso por el cual el país cambiaba su rostro electoral. De haber sido un país mayoritariamente conservador se pasaba dramáticamente a ser un país de electorado liberal. La resistencia a este proceso que enarbolaba la República liberal va simultánea con el proceso de la guerra. Su desenlace será puesto al servicio de la resistencia conservadora a la liberalización del electorado nacional. La resistencia conservadora a la República liberal contó con la importación del vocabulario, de los conceptos y también de los héroes del nacionalismo español. El fascismo, casi todo, aportó también la ética y la estética, los paradigmas y las consignas, dispositivos con los que se contó en Colombia para que se expresase la política.

El Obrero Católico había consagrado todas sus energías a paliar la influencia de los socialismos de corte soviético desde los años de 1920, convirtiéndose en fabricador de la contraideología y de la contrapropaganda socialista en Colombia. Para los años de la Guerra Civil Española El Obrero Católico está preparado para hacer de su curso una cruzada, con salvador incorporado: Francisco Franco, tal cual como estaban siendo las cosas en España. Acompañaba en las intenciones de El Obrero Católico, el periódico La Defensa, también de amplia trayectoria. Había surgido en 1919 y en el año de 1936 estaba dirigido por Horacio Tobar.

El hecho de haberse dado el comienzo de la guerra en 1936, año segundo de la llamada Revolución en Marcha, que es el de la posible radicalización de las reformas, hizo que el impacto de los acontecimientos peninsulares fuera mayor. A partir del 18 de julio de 1936, cuando empieza la guerra, la transmisión de la cotidianidad del conflicto se hará en los códigos del proceso histórico colombiano. Es justamente el año 1936 el de la promulgación de la Ley de Tierras, el de la reforma constitucional, el del comienzo de la profunda crisis ideológica de la Universidad de Antioquia y su desenlace en la creación de la Universidad Católica Bolivariana, el del gobierno municipal de Jorge Eliécer Gaitán, el del ministerio de Educación de Darío Echandía; el de la célebre manifestación del Primero de Mayo en la que el presidente de la República coincidió en el balcón del Palacio de Nariño con los líderes comunistas saludando a los manifestantes. Es decir, no fue un año cualquiera el de 1936. Sobre todo fue el de los cincuenta años de la Constitución de 1886, para el cual los conservadores organizaron enormes manifestaciones conmemorativas en Manizales y en Medellín. En tales rituales se puso de manifiesto la medición de las fuerzas. El imaginario español rondó la concelebración. Para entonces la política era la guerra, la continuación de la guerra. El otro era el enemigo y había que destruirlo. En la década de los treinta el espíritu de la guerra está latente, forma parte de los discursos, está subyacente. Es una guerra lo que se vive, las campañas electorales son sus batallas, sobre las plazas públicas, sobre las calles, van quedando regados los muertos. Es el producto de una cultura que divide a los colombianos en liberales y conservadores. Ambos pretenden la destrucción, la exclusión, la eliminación del otro. Ambas subculturas aspiran a un país donde no esté el otro. Justamente el protagonismo de los jóvenes derechistas se debe a un vacío de liderazgo carismático en el envejecido y desvencijado conservatismo que pierde las elecciones en 1930. Los jóvenes no reconocen a los viejos jefes de la colectividad que habían llevado el partido a la derrota y los viejos a su vez no tienen ya ni la fuerza ni la autoridad ni la legitimidad para influir sobre ellos. Y quien hereda la autoridad, Laureano Gómez, a sus 48 años, en 1936, no posee el talento para manejar el ímpetu de la juventud del partido. No cree en ellos, no pondera, es implacable, no obstante las muestras de adhesión que los jóvenes le demostraron en la visita que hiciera el jefe del partido a Manizales en los actos conmemorativos de los cincuenta años de la Constitución de 1886.

Para ese entonces Laureano ya es el monstruo, el hombre tempestad. Aquilino Villegas, que era su equivalente en Manizales, no tenía los excesos de Laureano pero era también implacable con los jóvenes. Quienes les hacían guiños -el general Berrío, el poeta Guillermo Valencia, por ejemplo- estaban cansados y demasiado viejos para afrontar la lucha. Pero antes del analizado 1936 estaba 1935, el del embrujo fascista en Colombia.43

Allá, en el maravilloso mundo intelectual, político y militar de la derecha española, los fascistas colombianos encuentran la clave para que su fascismo inaceptable, incluso en el seno conservador, mute y pueda transmitirse con menor resistencia. El fascismo que va esgrimiéndose en vocablos peninsulares, se digiere mejor. La Iglesia había condenado La Acción Francesa, había denostado de Maurras. Había que apartarse del fascismo francés tan popular en Colombia en la década anterior. Así fue mejor referirse a José Antonio Primo de Rivera que a los paradigmas nacionalistas franceses. Era mejor oír decir España que Alemania. Era mejor escuchar sobre los paradigmas de la derecha española y su implicación en los fascismos italiano y alemán para que los superiores del partido, pro-España nacionalista, le bajaran la intensidad a la persecución. Así, dejaron que José Antonio, como se le conocía, explicara él mismo el fascismo y su protagonista principal:

El hombre es el sistema; y esta es una de las profundas verdades humanas que ha vuelto a poner el fascismo. Todo el siglo XIX se gastó en idear máquinas de buen gobierno. Tanto vale como proponerse dar con la máquina de pensar o de amar. Ninguna cosa auténtica eterna y difícil, como es el gobernar, se ha podido hacer a máquina; siempre ha tenido que recurrirse a última hora a aquello que, desde el origen del mundo, es el único aparato capaz de dirigir hombres: el hombre, es decir, el jefe, el héroe. Los enemigos del fascismo perciben esa verdad por el revés y hacen de ella argumento de atar. Sí, reconocen, Italia ha ganado con el fascismo, pero ¿y cuando muera Mussolini? Creen dar con ello un golpe decisivo al sistema, como si hubiera sistema alguno que tuviese garantizada la eternidad. Y, sin embargo, es lo más probable que -cuando muera Mussolini- sobrevenga para Italia un momento de inquietud; pero un momento solo, el sistema producirá -con alumbramiento más o menos laborioso- otro jefe. Y este jefe volverá a encarnar el sistema para muchos años. Más el (Duce conductor) seguirá la fe de su pueblo, en comunicación de hombre a hombres, en esta forma de comunicación elemental, humana y eterna que ha dejado su rastro en todos los caminos de la Historia (...) Y he visto de cerca a Mussolini (...) ¿qué aparato de gobernar, qué sistemas de pesos y balanza, consejos y asambleas, puede reemplazar a esa imagen del Héroe hecho padre, que vigila junto a una lucecita perenne el afán y el descanso de su pueblo?44

Se trató de la particularidad de la época. Los sistemas totalitarios tendían a la universalidad, a dominar en todo el mundo, en todos los pueblos, a llegar a las mentes de todas las personas como etapa previa a la dominación material. En donde tenía ascendencia italiana, Mussolini puso aguda atención, lo mismo hacía Hitler. Stalin, que no contaba con población rusa en América Latina, redobló sus mecanismos ideológicos. En Colombia no existía población italiana ni alemana suficiente para ampararse en ella; en cambio, de españoles, de esa cultura lo teníamos casi todo. No había comunismo de masas propiamente dicho, y en la identificación de liberalismo y comunismo el país llevaba casi un siglo. La guerra, componente tan esencial en la edificación de la ideología fascista, formaba parte de la conciencia histórica de los colombianos. La ambición universal de los totalitarismos, sus políticas para que ello fuera posible, consiguieron que el transcurrir de todos los días girase sobre sus ejes. Y como el totalitarismo de derecha tenía más fuerza por reunir una amalgama de fascismos genéricos, incluyendo a la Iglesia en el caso colombiano, pues terminó ganando la pelea, de manera también muy colombiana.

En santos de su devoción se convirtieron los mártires españoles José Calvo Sotelo y José Antonio Primo de Rivera. El primero sacrificado en julio y el segundo en noviembre de 1936. Sus frenéticas vidas, sus humanidades físicas y su sacrificio constituían justamente el héroe ansiado en Colombia por los conservadores. Calvo Sotelo era el paradigma del hombre de Estado, del político curtido y vertical, desafiante y audaz. José Antonio, muerto en la flor de su edad, significaba para los jóvenes nacionalistas colombianos la mayor fuente de inspiración. Aún en los ya remotos años setenta su esfinge puebla páginas enteras de periódicos, revistas y libros de los conservadores.

Muerte tras muerte de los héroes de la España nacionalista fueron conmemorados por los conservadores colombianos. A rendición de tributos al panteón civil se fue sumando hasta prevalecer el panteón militar. Desde Sanjurjo, Mola, desaparecidos en el proceso de la guerra hasta el reino vivo del generalísimo Francisco Franco.

El reflejo del asesinato de Calvo Sotelo fue inmediato entre los conservadores colombianos. El Tiempo lamentó el in suceso e insinuó que el camino de la República española era equivocado y no digno de imitar. La prensa conservadora saludó la confesión del diario liberal pero advirtió:

Colombia sigue rutas idénticas a las muy abominables que recorre la república española. El asesinato político atroz también es planta aclimatada en nuestro país sin que se apliquen correctivos para evitar la repetición de esa clase de crímenes (...) El gobierno de Colombia tampoco ha sabido ser lo suficientemente fuerte para contener a las masas, empujadas ahora por un instinto de acometividad ciega y feroz, que no conduce sino al crimen, y que solo ven en la destrucción por la destrucción un programa que satisfaga a sus pasiones inferiores (...) No podemos pasar inadvertida por la similitud que existe entre el gobierno en España de don Manuel de Azaña y el gobierno en Colombia de don Alfonso López (...) Que la lección de la madre España aproveche al gobierno de Colombia y sirva de norte a los rectores espirituales de la comunidad política que tienen la responsabilidad total en el futuro de la república.45

En temprano editorial de La Patria titulado "En defensa de la hispanidad" se establecieron las fuentes del discurso conservador para la transmisión de los acontecimientos de la Guerra Civil Española:

Los muertos también retoñan y son la semilla fecunda de nuevos amaneceres. El lábaro de la revolución española es la carne desgarrada de José Calvo Sotelo. Emocionados, como si se tratara de episodios nacionales, seguimos todas las peripecias de la revolución en la península, ya que los legionarios de Marruecos luchan por la defensa de la civilización, común patrimonio de todos los pueblos. Desgraciadamente hemos llegado a una encrucijada de la historia donde no parecen posibles sino los gobiernos de izquierda o de derecha, dos terribles formas de dictadura (...) Cuando un país llega al estado de disolución a donde había llegado Italia, empujado por la anarquía liberal, viene fatalmente la única terapéutica posible: el fascismo, tan antiguo como el mundo romano. La reacción aristocrática de Sila es un movimiento del mismo sentido que la revolución mussoliniana. La situación presente de España que se caracteriza por una falta absoluta de respeto a la propiedad y a la vida, no podrá remediarla sino la restauración monárquica o una dictadura de derechas. Todo lo demás es el caos (...) Gentes de derecha: la muerte de Calvo Sotelo ha sido para nosotros, más que un presagio y más que un epílogo, una recia confirmación: todo lo dicho y lo pensado respecto a las democracias del presente queda super demostrado. Gentes de estudio: la trágica desaparición del jurista, del hombre de ciencia, nos lo presenta víctima de su lucha por el triunfo de la justicia. En cuanto a las derechas de España creemos que han sido galardonadas con un mártir pero enlutadas por la caída de un jefe, cuya acción valerosa y convincente había ganado más gentes y cobrado más victorias que la contemporizadora jefatura vacilante de Gil Robles (...) Las derechas de España marchan al compás de un rencor justificado a restablecer el imperio de la cultura derruido como el de los borbones por la flamante república, y tendrán ya como símbolo esta plegaria por la memoria del jefe, entonada por la falange española, autora de la actual reacción espiritual: ¡¡Su sangre salve a España!!46

Los jóvenes conservadores de Caldas, que se expresaban con página propia, "Ortodoxia", en el periódico La Patria dedicaron la edición de turno a la muerte de Calvo Sotelo:

El mundo entero se halla pendiente de la contienda que se desarrolla sobre el tablero de la península. Unos cargan a favor del gobierno comunista y bolchevique, otros quizás los más, siguen emocionados el avance de las fuerzas revolucionarias. Es un duelo de vida o muerte. Si triunfa el populacho enceguecido por los agentes de Moscú una ola de sangre sepultará a España en el abismo de la anarquía; si la victoria favorece a los de la derecha, volverá la nacionalidad a los caminos de gloria y pujanza. La partida está para terminar: Solo Dios en sus sabios designios sabe qué le convendrá mejor a la que ha sido su servidora muy fiel. A nosotros corresponde sacar ejemplo de lo que han hecho los patriotas españoles (...) Todas las tendencias que tengan por fin la desmoralización, el ateísmo, el recusamiento de los valores espiritualistas, la negación de todo la destrucción de las instituciones nacidas de aquellos principios, se cobijan bajo la bandera del frente popular. "Odio, negación y destrucción", podría ser la leyenda gravable sobre el escudo del frente popular y en el que campearía una "Furia" vestida de rojo portando el cuchillo de la intransigencia sectaria.47

Una conspiración inspirada por el general conservador Amadeo Rodríguez había sido develada al promediar el mes de junio de 1936. Los dirigentes conservadores Primitivo Crespo, del Valle, y Arcesio López, de Popayán, fueron arrestados. El primero, director de Diario del Pacífico, que acababa de intervenir por los micrófonos de La Voz de Colombia, fue deportado inmediatamente a Cali. Dos ciudadanos más -el mayor Quintiliano Campuzano y el coronel Gonzalo Medina- fueron retenidos en el Valle. El 27 de junio de 1936, Amadeo Rodríguez fue puesto en libertad condicional. En noviembre se produjo la absolución completa. El 5 de julio la ciudad de Cali vivió un día de intensa actividad política. Primitivo Crespo, Arcesio López, Quintiliano Campuzano y Gonzalo Medina consiguieron salir de la cárcel. Ante un nutrido grupo de conservadores que les vivaba en la calle, Crespo improvisó: "Sólo tengo que decir una cosa a este grupo de amigos que me hace el honor de recibirme: que tiene que jurar restaurar al partido conservador en el poder".48 El desagravio a los ilustres ofendidos se convirtió en una gran fiesta regional programada para el 25 de julio en el Circo Granada de Cali y el Club Belalcázar. A las 4 de la tarde, cuando la brisa caía sobre la ciudad, una multitud agolpada en los alrededores de la casa de Primitivo Crespo, inició una imponente procesión hacia el lugar de la concentración. Encabezaba la marcha un pendón azul en manos de un grupo de distinguidas damas. La manifestación fue saludada frenéticamente por la multitud que les aguardaba en las graderías del circo. Crespo, que tenía un hermano combatiendo al lado de Franco en España, proclamó la necesidad de armar los espíritus hacia la reconquista de la nacionalidad y puso de ejemplo la acción española. A la fiesta popular siguió un banquete en el Club Belalcázar que continuó la celebración con nuevos discursos. Silvio Villegas habló ante una multitud agolpada en la Plaza de Caicedo frente al mencionado club social. Desde un balcón a donde salieron los héroes conservadores a saludar, el leopardo hizo un elogio de la contrarrevolución española que había vengado el asesinato de Calvo Sotelo mientras que en Colombia los conservadores no habían sido capaces de vengar sus muertos.49 En la popular Iglesia de Santa Rosa en Cali se llevó a cabo un Te Deum por el triunfo de las armas nacionalistas españolas que Diario del Pacífico justificó: "Ese triunfo del general Franco significa la victoria de la civilización cristiana sobre la barbarie".50

Conclusiones

1. La irrupción de la Guerra Civil Española y con ella sus temas y problemáticas paliaron cualquier tipo de roces entre sensibilidades. Así, cuando se inició el conflicto en España, Colombia estaba preparada espiritualmente para hacer de ella la suya propia. Nada se improvisaba, el alma colombiana estaba lista. Un ambiente enrarecido acompañaba el diario acontecer. El fascismo y el comunismo operaban con los altoparlantes de sus propios medios de comunicación. El comunismo apoyaba a ciegas al gobierno liberal y el fascismo llevaba una lucha feroz para inyectarle esa doctrina al Partido Conservador. La guerra permitirá a través de su interpretación facilitar el flujo del conflicto interpartidista de los colombianos. Gracias a la conflagración en España el fascismo colombiano, de corte alemán o italiano, mucho más italiano que alemán, se transvasó al nacionalismo español como estrategia para incrustarse plenamente en el conservatismo.

2. El triunfo de los nacionalistas en España fortaleció entre los colombianos el ideario hispano y la conciencia fascista. ¿Qué se hicieron los fascistas colombianos? ¡Que fueron tantos! ¿Adónde fueron a parar con sus ideas? Idearios que se transmitieron en órganos de expresión propios y ajenos; en columnas periodísticas, en imágenes, en rituales pomposos, en sermones y en pastorales de altos dignatarios de la Iglesia, en revistas académicas universitarias; todo un arsenal de municiones que algunos consideran perdidos, superados, guardados, refundidos; como cosas del pasado. Pues no. El fascismo colombiano evolucionó. Tuvo evidente presencia desde su origen en los años de 1920, creció paralelamente al totalitarismo europeo y prosperó conforme avanzó el país a la década siguiente. Como el europeo, el nuestro tuvo los arrestos y los ímpetus que la nueva doctrina exigía. No tuvo necesidad de continuar su brega por fuera de la estructura bipartidista del poder en Colombia. Con los fascistas gobernó Mariano Ospina Pérez: Manuel Mosquera Garcés, su ministro de Educación. En el de Rojas Pinilla los hubo por montones, menos en el de Laureano, es natural. Sin embargo también los hubo: Joaquín Estrada Monsalve y Rafael Azula Barrera como sus ministros de Educación. Remozados, rejuvenecidos, los fascistas colombianos fueron arte y parte de la plana mayor de los gobiernos liberales y conservadores del Frente Nacional. Abel Naranjo Villegas, uno de los ideólogos de la revista La Tradición de los años de la Guerra Civil Española, fue ministro de Educación de Alberto Lleras Camargo en 1959.

En los años de 1960 el hispanismo dejará de ser patrimonio del pensamiento conservador y pasará a idearios liberales: La Nueva Prensa, la Línea Dura del MRL y el Movimiento Democrático Nacional -MDN-, y confluirá en el anapismo colombiano, la variante acabada del populismo colombiano. Y estuvieron también los fascistas en el pos-Frente Nacional: Cornelio Reyes, ministro de Gobierno en la administración de Alfonso López Michelsen. Los demás se fueron incrustando en las estructuras del Estado colombiano: ministerios, universidades, gobernaciones, alcaldías, etc. No solo su audacia les permitió sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial, fue ante todo el triunfo y la permanencia del franquismo español y del salazarismo portugués en el poder hasta décadas postrimeras del siglo XX. Pero también les favoreció el triunfo de las corrientes conservadoras adentro del Partido Liberal, y su conversión en un partido más de centro derecha que de centro izquierda.

3. Los idearios hispánicos y fascistas continúan en Colombia después de finalizada la Guerra Civil Española y después de la Segunda Guerra Mundial sin ninguna depuración. Los periódicos conservadores que ya los tenían continuaron sosteniéndolos, pero se crearon más y más (ver tabla 2).

4. Pocos fascistas colombianos terminaron sus vidas de forma trágica. No hubo Calvos Sotelos, ni Primos de Rivera asesinados por la izquierda; la mayoría de los fascistas colombianos murieron de viejos, pensionados por los servicios prestados a la patria. Lo cierto es que con el panteón de los héroes de la derecha española, los nacionalistas colombianos completaron el proceso de fabricación de héroes que habían iniciado en los tempranos años de 1920. No creo que los fascistas colombianos hayan recibido de los gobiernos nacionalistas peninsulares insumos materiales que los ataran al franquismo y al salazarismo, en cambio los vemos llenos de gozo desempeñándose en los años posteriores a la Guerra Civil Española en cargos diplomáticos altos y bajos. En Portugal y en España se desempeñaron: Lucio Pabón Núñez, en el primero; Guillermo León Valencia y Gilberto Alzate Avendaño en el segundo. No es casual por ende que a Pabón le acomodasen el apodo del Pequeño Salazar. Y en los cargos de menor rango de las embajadas también estuvieron: Francisco Fandiño Silva, en la embajada de Argentina, primero y en la de Suiza, después, para poner tan solo un ejemplo.

5. Fascismo y fascistas, su marcha y su penetración en la estructura del poder político en Colombia, he aquí un macrotema para avanzar en la historiografía nacional. Desvendar esa cuestión nos explicaría la comprensión de la Colombia conservadora y autoritaria que heredaron los colombianos de otrora a los de ahora. El impacto, el seguimiento y el cubrimiento, lo mismo que la hermenéutica de la Guerra Civil Española no pasó en vano entre los colombianos. Sirvió para hacernos más conservadores, más católicos y, de hecho, más intolerantes. El triunfo de los nacionalistas españoles obligó a los gobiernos liberales a aplazar e incluso a descartar el proceso de laicización de la sociedad colombiana. En ese propósito, los conservadores y la Iglesia colombiana pusieron a disposición de la guerra todos sus medios de comunicación. Uso y abuso estuvieron de cuerpo presente. El ideario hispánico y el fascismo formaron parte incluso de las ideologías de los movimientos populistas de los narcotraficantes Carlos Lehder en el Movimiento Cívico Nacional y Pablo Escobar en Medellín sin Tugurios.

6. Sin embargo, el hispanismo y el fascismo no se detuvieron en la herencia. De ellos emanaron y evolucionaron propuestas que profundizaron la discusión del problema social en Colombia y que contribuyeron, ¡quién lo creyera!, a la confección de la democracia en el país. Por ejemplo, en enero de 1933 en el municipio boyacense de Ramiriquí empezó a circular El Pueblo, órgano de la Acción Popular Nacionalista, con el visto bueno de las altas jerarquías eclesiásticas. Traía como eslogan unas palabras del papa Pío XI: "La Acción social está fuera y por encima de los partidos". Se trataba de un órgano con claras intenciones políticas. Desde la primera edición se expuso el programa de la agrupación, que abogaba por transformaciones democráticas. ¡Cosas de la dialéctica de la historia!


1 Gerardo Molina, Las ideas liberales en Colombia. Tomo 3: De 1935 a la iniciación del Frente Nacional (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1979) 114.

2 Álvaro Tirado Mejía, Aspectos políticos del primer gobierno de Alfonso López Pumarejo, 1934-1938 (Bogotá: Planeta, 1995) 345.

3 Tirado Mejía 346-347.

4 José Ángel Hernández García, La Guerra Civil Española y Colombia: influencia del principal conflicto de entreguerras en Colombia (Bogotá: Universidad de la Sabana, 2006).

5 El Colombiano [Medellín] 26 may. 1935: 3.

6 El Colombiano [Medellín] 26 may. 1935: 3.

7 Los componentes que distinguen a la derecha fueron magistralmente expuestos por Émile Michel Cioran, Ensayo sobre el pensamiento reaccionario (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 1985), a propósito del pensamiento de Joseph de Maistre.

8 El Colombiano [Medellín] 26 may. 1935: 3.

9 El Colombiano [Medellín] 26 may. 1935: 3.

10 El Colombiano [Medellín] 15 jun. 1935: 1.

11 Sección II, El Colombiano [Medellín] 15 jun. 1935: 1.

12 Sección II, El Colombiano [Medellín] 13 jul. 1935: 1.

13 Sección II, El Colombiano [Medellín] 6 jul. 1935: 1.

14 Sección II, El Colombiano [Medellín] 6 jul. 1935: 1.

15 Sección II, El Colombiano [Medellín] 6 jul. 1935: 1.

16 Sección II, El Colombiano [Medellín] 20 jul. 1935: 1.

17 Sección II, El Colombiano [Medellín] 15 jun. 1935: 1.

18 El Colombiano [Medellín] 17 jun. 1935: 1.

19 El País [Bogotá] 12 abr. 1935: 5.

20 El País [Bogotá] 12 abr. 1935: 5.

21 El País [Bogotá] 14 abr. 1935: 1 y 5.

22 El Colombiano [Medellín] 12 abr. 1935: 1. Está en circulación la novela Los Leopardos, de Augusto Ramírez Moreno, la cual goza de crítica favorable. En octubre de 1935 Eliseo Arango ejercía como rector de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional; Silvio Villegas era de nuevo director de La Patria.

23 El País [Bogotá] 17 abr. 1935: 1 y 5.

24 En este periódico los derechistas contaron con una sección denominada El Tablero de las Derechas, amén de contar con la difusión de sus actividades a través de entrevistas y publicación de artículos.

25 El País [Bogotá] 7 jun. 1935: 1.

26 El País [Bogotá] 7 jun. 1935: 1.

27 El País [Bogotá] 7 jun. 1935: 3.

28 Ver Laureano Gómez, El cuadrilátero (Bogotá: Editorial Centro, 1935).

29 El Fascista [Bogotá] 19 dic. 1936: 2.

30 El Fascista [Bogotá] 19 dic. 1936: 4.

31 "Carta de Laureano Gómez a Gonzalo Restrepo Jaramillo", Tocaima, 10 de junio de 1935. Biblioteca Universidad de Antioquia, Archivo de Gonzalo Restrepo Jaramillo.

32 Laureano Gómez, "Gandhi", Revista Colombiana 12 (15 sep. 1933): 353-364.

33 La Patria [Manizales] 3 nov. 1935: 3.

34 El Colombiano [Medellín] 12 dic. 1935: 5.

35 Hugo La Torre Cabal, La hispanidad (Bogotá: Editorial Kelly, 1950); Hugo Velasco, El retorno a la hispanidad (Bogotá: Instituto de Cultura Hispánica, 1953).

36 Silvio Villegas, No hay enemigos a la derecha. Materiales para una teoría nacionalista (Manizales: Editorial Arturo Zapata, 1937).

37 La Palabra Católica [Bucaramanga] 4 ene. 1919: 1.

38 La Patria [Manizales] 22 jul. 1936: 4.

39 El Obrero Católico [Medellín] 16 may. 1937: 1.

40 La Defensa [Medellín] 10 sep. 1936: 1.

41 Daniel Valois Arce, Espiritualismo y fascismo (Bogotá: Tipografía Voto Nacional, 1935).

42 El País [Bogotá] 21 jun. 1934: 3.

43 Ver César Augusto Ayala Diago, El porvenir del pasado: Gilberto Alzate Avendaño, sensibilidad leoparda y democracia. La derecha colombiana de los años treinta (Bogotá: Fundación Gilberto Alzate Avendaño / Gobernación de Caldas / Universidad Nacional de Colombia, 2007).

44 Derechas [Bogotá] 13 mar. 1936: 4.

45 La Defensa [Medellín] 15 jul. 1936: 3.

46 La Patria [Manizales] 20 jul. 1936: 2.

47 "Ortodoxia", La Patria [Manizales] 29 jul. 1936: 2.

48 El Siglo [Bogotá] 6 jul. 1936: 1.

49 El Siglo [Bogotá] 6 jul. 1936: 1. Justamente acababa de ocurrir un acontecimiento entristecedor para la sensibilidad nacionalista. El 13 de julio de 1936 José Calvo Sotelo fue asesinado por un grupo socialista de la guardia de asalto. Calvo se había residenciado en París ante el advenimiento en España del Frente Popular y de allí, bajo la influencia de la derecha francesa, construyó un discurso de derecha que los nacionalistas colombianos emularon. El asesinato de Sotelo, que revelaba la profundidad del conflicto español, produjo un sentimiento de orfandad en la comunidad nacionalista que lo tenía como uno de sus principales inspiradores.

50 Diario del Pacífico [Cali] 10 nov. 1936: 5. El Colombiano en un editorial de fin de año consignó: "La sangre, la lengua, la religión y la historia nos unen a España, y por eso debemos estar pendientes de la Península y de sus experiencias". El Colombiano [Medellín] 21 nov. 1936: 3.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Archivos

Gómez, Laureano. Carta de a Gonzalo Restrepo Jaramillo. Tocaima, 10 de junio de 1935. Archivo de Gonzalo Restrepo Jaramillo, Biblioteca Universidad de Antioquia, Medellín.

Folleto "La fiesta de la raza en Cali", octubre 12 de 1938, 21.

Prensa

Derechas [Bogotá] 1936.        [ Links ]

Diario del Pacífico [Cali] 1936.         [ Links ]

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Patria Nueva [Cartagena] 1939.         [ Links ]

II. Fuentes secundarias

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