DANIEL ROBERTO VEGA TORRES
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia
Tunja, Colombia
daniel.vega@uptc.edu.co

Como conmemoración a los cuarenta años de la sociología en Colombia, Orlando Fals Borda (1925-2008) describía la particularidad que tuvo la profesionalización de dicha ciencia como un estudio abierto a las "disciplinas hermanas".¹ Como él menciona, la interdisciplinariedad fue constitutiva de la sociología en el país. Sin embargo, desde esta perspectiva, la historia de las ciencias sociales estaría en función de contemplar a las disciplinas modernas como saberes "plenos" en un proceso lineal de desarrollo institucional,² permitiendo formar saberes interdisciplinares como un acto posterior a la formación epistemológica de las mismas. De manera contraria, si la búsqueda de la definición disciplinar entre la historia y la sociología radicó en la delimitación epistemológica, la práctica interdisciplinar de dichas ciencias se da desde el estilo narrativo. El problema de la interdisciplinariedad que aquí se trata no se encuentra enfatizado en el costo-beneficio investigativo que pueda traer esta actividad a las ciencias sociales,³ sino en presentar cómo dicha actividad es constitutiva de un saber reflexivo definido desde los estilos narrativos, en donde la cientificidad es solo una práctica discursiva más entre otras. De igual forma, el ensayo crítico permitió generar una identidad interdisciplinar para la reflexión y análisis de la sociedad colombiana.

Si partiéramos de una comparación entre sociología e historia como actividades cerradas en sus métodos y prácticas institucionalizadas, es decir como disciplinas, solo reiteraríamos lo endógeno de sus actividades científicas y presentaríamos una historia de la ciencia social como el proceso de la palabra al concepto.⁴ De forma contraria, si equiparáramos el conocimiento a su producción y creación social hallaríamos un viso de continuidad y "deslizamiento" que contribuirá a entender los "bordes" que han diferenciado epistemológicamente las disciplinas. Lo que se pretende es no llevar a las ciencias sociales a un antagonismo entre lo nomotético y lo ideográfico, y junto a ello negar la idea de explicar la realidad social mediante "leyes generales trans-históricas" y teorías generales de las ciencias sociales con énfasis en explicaciones desde universales lógicos.⁵ Es decir, dar un giro a la perspectiva positivista por una visión hermenéutica de las ciencias sociales. Esta propuesta ofrece la posibilidad de pensar el saber científico social como una puesta en diálogo de perspectivas que contribuyen a significar y re-significar las realidades sociales, de modo que se vuelva a lo que las constituye propiamente: la narración.

Como saber narrativo la sociología y la historia obtienen una "identificación argumentativa". La narración en las ciencias sociales se presenta en dos modos de explicación social. Como menciona Peter Abell,⁶ se debe diferenciar de una explicación narrativa integrada a la historia y la sociología⁷ de la narrativa como un modo de conocimiento incluido en la acción social de individuos y colectividades.⁸ Si la narración es la constitución del ser social, entonces no solo en la cotidianidad se construye narrativamente la realidad sino que la misma reflexión de la realidad constituye un acto narrativo. Las ciencias sociales carecerían de una diferenciación significativa, pues no se estaría proponiendo una división frente al objeto del conocimiento sino que su punto de partida o principio es la constitución del ser social en su
relación narrativa con el contexto en que vive. Esto permite, por un lado, poner perspectivas en diálogo frente a hechos particulares de la realidad social y, por el otro, comprender que el pensamiento en las ciencias se presenta como narración y en su trama se encuentra su énfasis o sentido dispuesto al lector.

Partir de la sociología histórica como un acto narrativo es tomar conciencia de que la historia de las ciencias sociales no lleva únicamente a la definición de ciencia como una profesionalización del saber. Un recorrido lineal suele definir dicha narración, marcando al discurso positivo como la realización plena de todo conocimiento disciplinar. No obstante, pienso que más que un discurso lineal debe considerarse un conjunto de discursos dispersos⁹ que integran y constituyen los saberes disciplinares.

Tomando como premisa que la ciencia social en el siglo XIX es propiamente una política social, se puede estar de acuerdo con la idea de que la obra de José María Samper (1828-1888), Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las Repúblicas colombianas (hispano-americanas),¹⁰ inicia un largo proceso de literatura crítica social en la República. No obstante, una visión general no puede apartarse del hecho de que también la Iglesia católica tuvo una participación desde el llamado "catolicismo liberal",¹¹ que proyectaba una comprensión de la sociedad desde los fundamentos cristianos y morales. Pues, como mencionaba Manuel María Madiedo (1815-1888), la premisa de una ciencia social es que "el orden social entero reposa sobre ciertas bases del mundo moral".¹²

A fines del siglo XIX, con la influencia de Auguste Comte (1798-1857) y Herbert Spencer (1820-1903), se incluye en el país un contenido académico coherente con el contenido científico social que será difundido especialmente por Rafael Núñez¹³ (1825-1894) y Salvador Camacho Roldan (1827-1900). La actividad ensayística se nutría a manos del primero, esto lo constata su obra Ensayos de crítica social,¹⁴ en donde se narra la situación política y económica de diversos países europeos y de EE. UU. Este trabajo fue realizado durante su estadía en el extranjero. Pero es en 1882, gracias a la intervención de Camacho Roldán,¹⁵ cuando la Universidad Nacional abre el primer curso de sociología en el mundo -que se anticipó en diez años al inaugurado en Chicago-,¹⁶ lo cual permite encaminar una nueva generación de académicos a la reflexión sociológica.

Gracias a esto, en la década de los años veinte del siglo pasado, un grupo de abogados desarrollaron la actividad académica socio-histórica, dando pasos importantes en la formalización de los estudios sociales. La importancia de generar un espacio académico para la discusión y aprendizaje de la sociología fue fundamental para crear una comunidad que produjera y validará la reflexión y crítica social desde centros pedagógicos. En Colombia sobresalen los nombres de Luis Eduardo Nieto Arteta (1913-1956), Antonio García Nossa (1912-1982), Cayetano Betancur (1910-1982), Rafael Bernal Jiménez (1898-1974) y Eduardo Umaña Luna (1931-2008).¹⁷ Esta particularidad, que los abogados fueran quienes promovieran la escritura y las cátedras de sociología, fue una constante en toda Latinoamérica. En Bolivia, encontramos al abogado José Antonio Arze (1904-1955); en Uruguay, a Isaac Gannón (1916-1975); en Argentina, a Alfredo Poviña (1904-1986) y en México, a Lucio Mendieta y Núñez (1895-1988).

La falta de definición disciplinar que se dio en la primera mitad del siglo XX permitía adjudicar representativamente los títulos profesionales de sociólogos e historiadores a diferentes políticos del país, más como una alegoría a su labor intelectual que como un saber institucional y formalizado. Llama la atención el caso de Lucas Caballero Barrera (1869-1942), que en el libro Los problemas de la raza en Colombia aparece con el título profesional de "sociólogo", aunque su formación profesional era el derecho.¹⁸ No obstante, y pese a la necesidad de definir la sociología como un estudio metódico y empírico por parte de algunos abogados, fue en dichos años cuando el ensayo se utilizó como expresión principal de los estudios sociales.

El ensayo era el medio de reflexión por parte de la comunidad de académicos formados en derecho, de allí que el estilo narrativo proviniera de una representación social de la realidad basada en el escrito libre y autónomo de cada escritor. La convergencia que se encuentra entre la formalización de la historia y la sociología, a comienzos del siglo XX en el país, permite observar visos de continuidades y transferencias que no son conflictivas en modo alguno para el desarrollo de la investigación social. Estas prácticas profesionalizadas del saber o disciplinas académicas pueden ser pensadas como una forma de narración. A esto se le podrá objetar que la finalidad de la sociología y la historia está en explicar la realidad social desde aspectos epistemológicos distintos. Empero, dicha "explicación" tiene que figurar en un lenguaje tramado, es decir tiene que ser narrado.¹⁹

Tomemos como punto de partida que la formación histórico-social de una historia del hombre es la que permite pensar la relación de la disciplina histórica con las demás ciencias sociales.²⁰ La historia tuvo que pensarse no como lo homogéneo del relato tradicional en donde el hombre es causalidad y acontecimiento, sino como una lucha por la representación y significación del hombre en cuanto a su ser social. Desde ese punto de vista, la narración como reflexión del ser es parte de la configuración histórica de la realidad social. En este caso particular, el ensayo, entendido como una narración que presenta el punto de vista del autor sobre un tema específico, se constituyó como una forma concreta de expresión académica en el país.

Se puede afirmar, entonces, que es el ensayo el medio por el cual se difunde principalmente el conocimiento social en la primera mitad del siglo XX. Comentaba en 1936 el miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, el doctor Eduardo Guzmán Esponda (1899-1988), que "en el ensayo es donde mejor puede extenderse y jugar quien tenga combinadas cualidades de filósofo, de historiador, de sociólogo, de crítico".²¹ La expresión y reflexión social de dicha época estaba narrada ensayísticamente; podría decirse en este sentido que el "método" era el estilo narrativo. La historia y la sociología no eran sistemáticamente excluyentes sino que dependían del estilo literario que fundamentaba los estudios y reflexiones. En la década de los treinta y cuarenta, la narración política literaria complementaba toda la base sociológica e histórica, lo cual confirma los innumerables textos que se produjeron en el país y en general en Latinoamérica. Ejemplo de ello en Colombia son las obras de Fernando González (1895-1964)²² y Gregorio Sánchez Gómez (1895-1942),²³ entre otros.²⁴

De este periodo se destaca también el nombre del doctor Luis López de Mesa (1884-1967), que con su extensa obra intelectual ha dejado una fuerte impronta en el ensayo sociológico con base en la filosofía histórica. Sus obras están sustentadas en el determinismo social, aspecto que establece una posición teórica y política de sus reflexiones sociológicas. Frente a la relación "interdisciplinar" de las ciencias sociales, este autor propone el cambio de una historia patria a una historia nacional sustentada por el análisis sociológico.²⁵ Pero es en la obra de 1939, disertación sociológica,²⁶ donde presenta en detalle una formulación específica de la disciplina social con miras a la identificación y definición de la misma.

Bajo el problema de la inclusión del análisis sociológico en la historia, se encuentra también la propuesta de Hernando Márquez Arbeláez, que en 1940 describía los vicios de la historia tradicional y su consecuente mantenimiento del statu quo de las clases burguesas del país.²⁷ En el texto de este autor, encontramos unas primeras críticas a la historia tradicional y la propuesta de que, desde la sociología, se inicie una reconstrucción histórica de Colombia. Pero dichas concepciones sociológicas no podían ser un canon ideológico por el cual se circunscribieran y delimitaran los acontecimientos históricos. Según Nieto Arteta, la historia que caía en estos derroteros no comprendía la complejidad y contrariedad de los hechos sociales, lo que permitía obtener una historia igualmente sesgada. ²⁸

Por otro lado, el conflicto político internacional, junto a la intervención de algunos personajes como José Francisco Socarrás (1907-1995), promovió la llegada de inmigrantes europeos y con ellos llegó una forma de producción académica distinta a la reflexión ensayística que se valoraba como reflexión sociológica en el país. Bajo las políticas liberales y las reformas a la educación del país por parte de Alfonso López Pumarejo, se crea la Escuela Normal
Superior de Bogotá en 1935, como una entidad nacida de la Facultad Nacional de Educación, anexa por ese entonces a la Universidad Nacional. Dentro de dicha institución, la sección de ciencias sociales estuvo conformada por diversas áreas como la historia, la geografía, la economía, la etnografía y la sociología, asignaturas dispuestas en un programa curricular de cuatro años.²⁹

Se destacan de aquella época personajes colombianos como Agustín Nieto (1889-1975), el ya mencionado Rafael Bernal Jiménez, Gregorio Hernández de Alba (1904-1973) y Jaime Jaramillo Uribe (1917). También personajes extranjeros como Paul Rivet (1876-1958), Ernesto Gulh (1915-2000) y Justus W. Schottelius (1892-1941), entre otros. Para el caso, los estudios sociales tomaban una forma académica técnica y metodológica con trabajos que, en lugar de ensayos críticos sobre la sociedad, impregnados de algún tinte político o metafísico, se presentan ora como monografías, ora como resultados de estudios académicos generales de las regiones del país. Con la referencia a datos concretos y experimentales dispuestos de forma disciplinar, es decir presentados como una unidad expositiva de temas históricos, sociológicos, antropológicos, estadísticos, y geográficos, se inicia un rumbo investigativo social diferente en el país. En este hecho radica una primera pretensión de ruptura con la usual descripción política de la realidad social.

De forma conjunta, la formación de un discurso científico crea una comunidad académica dispuesta a validar dicha información, de modo que se establece un público lector especializado para las obras históricas y sociológicas. De esta manera, la recepción de una escritura técnica concentra el conocimiento socio-histórico en función de las normas institucionalizadas y de los intereses de pocos grupos académicos dentro de la Escuela Normal Superior, que se encuentran ideológicamente separados del dogma religioso con el que se fundamentaban las diversas universidades del país. Con este proceso de formación de productores y lectores en la actividad científica, se comienza a establecer una separación entre la forma de expresión escrita humanística/subjetiva y la rigurosidad técnica positiva/objetiva. Luego, bajo estos parámetros, la formulación de la sociología y la historia se constituyen como textos sistemáticamente presentados para un público especializado, eso puede constatarse en los trabajos personales de sociología realizados en dicha escuela.

El paso a un discurso positivo en el país se encamina en las aulas de la Escuela Normal Superior de Bogotá. Desde este instituto pedagógico se impulsó una relación fuerte entre escuela y sociedad, problematizando la vida en sociedad como parte del contenido académico, y así se apoyó la inconformidad de la práctica histórica y sociológica heredada del siglo pasado en el país. En 1936, Humberto Melázquez mencionaba que "si las necesidades de la educación son ante todo sociales, es la sociología la que debe determinar los fines a los que la educación debe aspirar".³⁰ El aprendizaje del conocimiento científico mediante rigurosos métodos de descripción y explicación se convirtió en un aspecto investigativo y pedagógico reformador en el país.

Junto a la corriente ensayística que sustentaba la comprensión social del país y la formalización de la academia con la enseñanza del método científico, en 1944 aparece el texto Tabio, estudio de la organización social rural,³¹ que según Orlando Fals Borda es la primera obra sociológica en sentido estricto hecha en el país.³² Iniciada la década del cuarenta, los estudios sobre sociología rural en Latinoamérica estaban en expansión.³³ La llegada de Thomas Lynn Smith (1903-1976) a Colombia propició el comienzo de una ruptura específica que, a gran escala, estaba determinada entre la sociología "humanística" y la sociología "positiva", un conflicto que análogamente, en el ámbito internacional, estaba definido entre los simpatizantes de la Asociación Latinoamericana de Sociología -ALAS- y los de la Asociación Internacional de Sociología -siglas en inglés, ISA-. Con Lynn, el proceso de aplicación de investigaciones empíricas tomó fuerza con el advenimiento de la "sociología urbana y rural" (regionology), que tenía como base una inscripción metódica de la investigación social en el campo, con énfasis en la "ología" y no en el "ismo".³⁴ De allí que, desde los años cuarenta, la escritura sociológica en el país deviniera en escritura científica, cosa que en Latinoamérica se sentía como una necesidad, según lo afirmaba José Medina Echavarría (1903-1977).³⁵ En Colombia, la enseñanza de la sociología empírica se impulsó académicamente con el modelo norteamericano y por ende se practicó como herramienta académica y metodológica desde el exterior de Colombia.

Junto a Lynn Smith, encontramos a Orlando Fals Borda. Aunque reconocido como sociólogo, de este autor es también significativa su labor de historiador, que integra un trabajo investigativo detallado en las zonas rurales del país. Su formación académica en el exterior fue fundamental para el desarrollo de dichas investigaciones.³⁶ Según Gabriel Restrepo,³⁷ es en los comienzos de la sociología, con Fals Borda, donde existe una relación disciplinar "hospitalaria" con otras ciencias, en especial con la historia.³⁸ Sin embargo, como hemos mostrado, la relación interdisciplinar era constitutiva tanto de la institucionalidad académica como de la escritura científico/literaria de la primera mitad del siglo XX.

En el trabajo de Fals Borda, las obras publicadas en la década de los cincuenta son las que sobresalen por su alto acercamiento a las fuentes de archivo. La obra Campesinos de los Andes³⁹ tuvo una importancia central en la investigación social en Colombia. Su éxito fue divulgado por grandes científicos sociales de variada formación como Eric Hobsbawm,⁴⁰ Lynn Smith⁴¹ y Eric Wolf,⁴² entre otros.⁴³ Aunque fue un trabajo para una comunidad científica extranjera, no por ello se anulaba el valor general de la obra para la fundamentación profesional de la sociología en el país. En el texto existe un entramado descriptivo y explicativo de la forma de vida de los habitantes de Saucio que se basa en técnicas etnográficas, históricas y sociológicas. El estudio deslumbra por su esfuerzo documental en fuentes primarias, asunto que el autor justifica de manera anexa en el fragmento que aparece bajo el título "el método y el trabajo de Campo".⁴⁴

Para Diana Obregón Torres, con esta obra se crearía una "ruptura" epistemológica que conduciría a la profesionalización del país. Obviando algunas obras representativas de la época, esta autora destaca lo siguiente:

Hay una nueva manera de mirar, de observar, de describir, de utilizar archivos y documentos. Porque no es un trabajo solamente sociológico. Es también antropológico, lingüístico, histórico. En la medida en que se aplica en profundidad sobre un problema, las fronteras entre las ciencias sociales, siempre artificiales, se borran. Su cientificidad proviene de la confianza en un método de observación y de indagación documental. Es un método que se basta a sí mismo. ⁴⁵

Menciona Fals en Campesinos de los Andes... que "la aparente falta de especialización de esta obra se debe casi completamente a la insuficiencia de investigaciones fundamentales de sociología en Colombia".⁴⁶ A pesar de dicho aspecto, cabe resaltar que la interdisciplinariedad que tanto quiere mostrarse como auténtica en la obra no era un hecho nuevo, pues, por un lado, esta dependía internamente de la tradición sociológica rural promovida en Latinoamérica por Lynn Smith y, por otro, se relacionaba externamente con el estilo narrativo interdisciplinar de los escritos ensayísticos de algunos académicos colombianos de la época.

En obras como Fray Pedro de Aguado, the Forgotten Chronicler of Colombia and Venezuela, publicada en abril de 1955,⁴⁷ y Odyssey of a Sixteenth-Century Document-Fray Pedro de Aguado's "Recopilacion Historial", publicada en mayo de 1955,⁴⁸ no aparece ninguna relación significativa con análisis sociológicos; su trama es especialmente descriptiva, con la descripción de hechos concebidos en forma secuencial y fuerte -ortodoxa- en la escritura histórica documental. Empero, es en su tesis doctoral donde Fals Borda conseguirá representar de forma específica un trabajo propositivo tanto ideológica como investigativamente. Según Juan Friede,⁴⁹ dicha obra fue una contribución de gran importancia para los estudios sociales en Colombia y en Latinoamérica en general. El Hombre y la tierra en Boyacá⁵⁰ es una obra que permite que la relación entre historia y sociología tenga una identificación argumentativa, debido a su énfasis en las fuentes de archivo y al modo de llevar a cabo el análisis social de los documentos. Fals Borda justifica su trabajo de archivo en un texto anexo escrito en 1954 de la siguiente manera:

La observación de campo con frecuencia quedaba con poco significado cuando le faltaba la perspectiva histórica. Por esta razón el autor pasó gran parte de su tiempo en el Archivo Nacional de Colombia, en Bogotá, así como en las notarías de diversos municipios boyacenses. Este esfuerzo tuvo buenos resultados, a pesar del caos encontrado en muchos de los archivos y documentos, puesto que el estudio de la historia natural de las instituciones sociales enriqueció el entendimiento de sus funciones. En esta forma se complementó el sistema de observación del segmento actual de la sociedad con el método histórico evolutivo.⁵¹

En este sentido, el desplazamiento del relato subjetivo se va confinando a los textos anexos. Es decir, la narración subjetiva de los hechos que el ensayo permitía para otros autores va dando paso a la pretensión de objetividad y a la organización metódica del dato y la cantidad. En las primeras obras de Fals Borda, la presentación del trabajo sociológico depende de la valoración del hecho y el dato como base de toda explicación social de la realidad. El estilo narrativo se hace científico en función de la presentación objetiva de los hechos contados de forma lógica, histórica y analítica.

Partimos de la idea de que es en la forma narrativa donde converge la producción de saberes de las ciencias sociales. La insistente pretensión de identidad epistemológica se convierte en un problema de principio sistemático. La búsqueda de un origen disciplinar que opaca el proceso de alteridad narrativa, entendida esta como la pervivencia y coexistencia de varias prácticas reflexivas, es un hecho que llevó a identificar solamente a algunas de ellas como el camino hacia la verdad histórica. La historia hermenéutica de las ciencias sociales es una historia que enfatiza en la diversidad de los estilos narrativos como forma de comprender las implicaciones interdisciplinares de las ciencias, partiendo desde la expresión crítica y reflexiva propia de los autores. De allí que -reiterando lo mencionado por White- no existe una separación tajante entre los modos de hacer y reflexionar sobre la historia y la sociología; la posición que se tome al narrar solo depende de un compromiso moral y estético más que de un énfasis metodológico y epistemológico.⁵²

En este sentido, podemos observar que la interdisciplinariedad puede conducir a una narración o tipos de narración que no son exclusivos de un proceso "exitoso" de explicación social de la realidad. Por ejemplo, aunque el libro El hombre y la tierra en Boyacá de 1957 hubiese sido de gran relevancia metodológica y científica, el tema rural había sido trabajado desde ópticas diferentes con anterioridad en el país. López de Mesa en 1926 ya reflexionaba sobre las implicaciones de vida en el campo y la ciudad. Asegura dicho autor que, para el análisis de la vida social, "la emoción es lo que mejor nos permite interpretar el universo, y no la inteligencia, la voluntad o el instinto".⁵³ Con un énfasis en la descripción anecdótica, la narración acoge síntomas de reflexión y análisis que pueden valorarse como un documento de imagen costumbrista. El trabajo de Antonio García, Geografía económica de Caldas, de 1937, da muestras de un desarrollo de análisis social de la región rural.

En esa misma fecha, también deben mencionarse los trabajos de los estudiantes de la Escuela Normal Superior en la sección de Ciencias Sociales. La región boyacense, frente al caso particular, se analizaba con la monografía de Samuel Camargo,⁵⁴ trabajo donde ya se incluye el análisis histórico, geográfico, antropológico, estadístico y sociológico como un ejercicio práctico del método científico. Finalmente, antes de la intervención del modelo sociológico norteamericano, en Colombia ya se estaba desarrollando un ejercicio investigativo académico de gran valor para la fundamentación del saber disciplinar.

En conclusión, la interdisciplinariedad precede a la profesionalización solo si se parte de la formulación histórica de las ciencias sociales, entendidas estas como prácticas narrativas que permiten la validación del conocimiento por parte de una comunidad académica. De esta manera, se explica cómo el ensayo y el texto científico han sido los principales medios de representación de las ciencias sociales y han sido validados por académicos como el medio de expresión de las mismas. Con lo dicho anteriormente, la interpretación de la realidad desde la racionalidad y la representación metódica científica no es el punto de partida -o de llegada- de la compresión social de la ciencia, sino un camino más.

². Gabriel Restrepo sustenta la "paternalidad" de la ciencia sociológica, desde Orlando Fals Borda, sobre otros saberes. Gabriel Restrepo, "Sociología y nación en la obra pionera de Fals Borda", Revista Colombiana de Sociología 25 (2005): 217.

³. Jerry Jacobs y Scott Frickel, "Interdisciplinarity: A critical assessment", Annual Review of Sociology 35 (2009): 43-65.

⁴. Diana Obregón, "Sociología: de la palabra al concepto (una hipótesis sobre la constitución de la sociología como ciencia en Colombia)", Revista Colombiana de Sociología 5.1 (1987): 71-78.

⁵. Gilberto Giménez, "El debate sobre la prospectiva de las Ciencias Sociales en los umbrales del nuevo milenio", Revista Mexicana de Sociología 65.2 (2003): 394.

⁶. Peter Abell, "Narrative Explanation: An Alternative to Variable-Centered Explanation?", Annual Review of Sociology 30 (2004): 288.

⁷. Para una comprensión de la historia como narración, ver Arthur Coleman Danto, Historia y narración. Ensayos de filosofía analítica de la historia (Barcelona: Paidós, 1989). Hayden White, Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX (México: FCE, 1992), en donde se resalta el valor narrativo y poético de la historia como punto de partida de la comprensión historiográfica. Para una relación entre sociología y narración ver Roberto Franzosi, "Narrative Analysis-Or Why (And How) Sociologists Should be interested in Narrative", Annual Review of Sociology 24 (1998): 517-554, en donde se resalta la importancia de enfatizar la evidencia no como "dato" sino como narración. El sociólogo estará en disposición de tratar la vida social como un acto narrativo de los individuos, al ser reconstruido su contexto social por el investigador lo hará igualmente en forma de análisis narrativo.

⁸. Francesca Polleta et ál., "The Sociology of Storytelling", Annual Review of Sociology 37 (2011): 109-130.

⁹. Michel Foucault, La Arqueología del saber (Buenos Aires: Siglo XXI, 2004) 61-63.

¹⁰. José María Samper, Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las Repúblicas colombianas (hispano-americanas): con un apéndice sobre la orografía y la población de la Confederación Granadina (Bogotá: Editorial Centro, 1945).

¹¹. William Elvis Plata Quesada, "El catolicismo liberal (o liberalismo católico) en Colombia decimonónica", Franciscanum 51.152 (2009).

¹². Manuel María Madiedo, La ciencia social o El socialismo filosófico. Derivación de las grandes armonías morales del cristianismo (Bogotá: Impreso por Nicolás Pontón, 1863) 2.

¹³. Rafael Núñez, "La sociología, los elementos de este estudio. (marzo 4 de 1883)", Cien años de sociología en Colombia 1882-1982 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1982) 23-32.

¹⁴. Rafael Núñez, Ensayos de crítica social (Rouen: Imprimerie de E. Cagniard, 1874).

¹⁵. Salvador Camacho Roldan, "Estudio de la sociología (1882)", Cien años de la sociología en Colombia 1882-1982 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1982) 1-13.

¹⁶. Alejandro Blanco, "La Asociación Latinoamericana de Sociología: una historia de sus primeros congresos", Sociologías 7.14 (2005): 24.

¹⁷. Gabriel Restrepo, Peregrinación en Pos de Omega, sociología y sociedad en Colombia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2002) 87. También se encontraban Gerardo Molina, Jorge Eliécer Gaitán, Diego Montaña Cuéllar y Abel Naranjo Villegas.

¹⁸. Luis López de Mesa, Los problemas de la raza en Colombia (Bogotá: Cultura, 1920) 289.

¹⁹. Paul Ricoeur, Tiempo y Narración I. Configuración del tiempo en el relato histórico (México: Siglo XXI, 2004) 250.

²⁰. Menciona Foucault que solo mediante la configuración de la historia del hombre como saber positivo es como se logra una disposición recíproca entre la historia y las demás ciencias humanas. "Puesto que el hombre histórico es el hombre vivo, que trabaja y habla, todo contenido de la Historia sea cual fuere depende de la psicología, de la sociología o de las ciencias del lenguaje. Pero, a la inversa, puesto que el ser humano se ha convertido en histórico de un cabo a otro, ninguno de los contenidos analizados por las ciencias humanas puede permanecer estable en sí mismo ni escapar al movimiento de la Historia." Michel Foucault, Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas (Buenos Aires: Siglo XXI, 1998) 359.

²¹. Luis López de Mesa, La sociedad contemporánea y otros escritos, pról. Eduardo Guzmán Esponda (Bogotá: Minerva, 1936) 12.

²². Fernando González, "El triunfo Liberal: Ensayo de sociología colombiana", Revista Antioquia (1936). Consultado en: http://www.otraparte.org/ideas/antioquia/antioquia-01.html

²³. Gregorio Sánchez Gómez, Sociología política colombiana (ensayo crítico) (Cali: s.n., 1940).

²⁴. En Colombia también encontramos la obra de Eugenio J. Gómez, Problemas colombianos: sociología e historia (Bogotá: Editorial Santa Fe, 1942). En Venezuela, José Rafael Mendoza fue el fundador de la Sociedad Venezolana de Sociología en 1951. Ver José Rafael Mendoza, Sociología ideológica y moral (Caracas: Editorial Élite, 1938). En Perú, ver Alberto Fuentes Llaguno, Motivos sociológicos, ensayos cortos sobre problemas de la sociología (Arequipa: La Colmena, 1936). En Cuba, ver Alberto Arredondo, El negro en Cuba. Ensayo (La Habana: Alfa, 1939).

²⁵. Luis López de Mesa, Perspectivas culturales (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1949) 111-112.

²⁶. Luis López de Mesa, Disertación sociológica, 1.^a ed. 1939 (Medellín: Bedout, 1970).

²⁷. "Un procedimiento como el que se ha aplicado a la elaboración de la Historia Patria concluye necesariamente en resultados equivocados, pues son anticientíficas sus bases (...) Por tanto, y como conclusión a lo anterior, podemos dejar establecido (...) que muy poco es el servicio de los actuales textos de la historia colombiana para las investigaciones sociológicas, y esta ciencia para garantizarse un porvenir en nuestro medio ha de recurrir a proporcionarse por sí misma los elementos de trabajo". Hernando Márquez Arbeláez, Márgenes de la historia: sociología (Bogotá: ABC, 1940) 26.

²⁸. Luis Eduardo Nieto Arteta, Ensayos históricos y sociológicos, comp. Gonzalo Cataño (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978) 210.

²⁹. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, comp., Programas de Ciencias Sociales Años I, II, II y IV (Bogotá: Escuela Normal Superior, 1937).

³⁰. Humberto Melázquez García, La función social de la escuela colombiana (Bogotá: Escuela Normal Superior, 1936) 5.

³¹. Thomas Lynn Smith, Justo Díaz Rodríguez y Luis Roberto García, Tabio, estudio de la organización social rural (Bogotá: Minerva, 1944).

³². Asociación Colombiana de Sociología, Memoria del Primer Congreso Nacional de Sociología. 8, 9 y 10 Mar. 1963. (Bogotá: Iqueima, 1963) 9.

³³. Thomas Lynn Smith y Oscar Uribe Villegas, "El desarrollo de la sociología rural en Latinoamérica", Revista Mexicana de Sociología 19.1 (1957): 9-14.

³⁴. Thomas Lynn Smith, "Needed Emphases in Southern Sociology", Social Forces 27.2 (1948): 154.

³⁵. José Medina Echavarría, Sociología. Teoría y técnica (México: FCE, 1941) 8.

³⁶. Fals cursó sus estudios secundarios en Barranquilla, y luego viajó a Estados Unidos y estudió literatura inglesa e historia, en la Universidad de Dubuque, donde se graduó en 1947. Posteriormente hizo el magister en sociología en la Universidad de Minnesota, estudios que terminó en 1953, y el doctorado en Sociología Latinoamericana en la Universidad de Florida, en 1955. Gonzalo Cataño, "Orlando Fals Borda, Sociólogo del compromiso", Espacio Abierto 17.4 (2008): 549-567.

³⁷. Gabriel Restrepo, "Sociología en el Umbral de sus años cincuenta", 50 Años del Departamento de Sociología: Dos miradas, ed. Luz Gabriela Arango y Gabriel Restrepo (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009) 55.

³⁸. La importancia de algunas publicaciones históricas del departamento de sociología entre 1959 y 1979 en: Rubiela Varón, "Publicaciones del departamento de Sociología de la Universidad Nacional, 1959-1979", Revista Colombiana de Sociología 1.1 (1979): 155.

³⁹. Orlando Fals Borda, Campesinos de los Andes, Estudio sociológico de Saucio. Serie Monografías sociológicas 7 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1961).

⁴⁰. Eric Hobsbawm, "Peasant Society in the Colombian Andes: A Sociological Study of Saucio, by Orlando Fals-Borda", International Affairs 40.2 (1964): 378-379.

⁴¹. Thomas Lynn Smith, "Peasant Society in the Colombian Andes: A Sociological Study of Saucio by Orlando Fals-Borda", Annals of the American Academy of Political and Social Science 306 (1956): 153-154.

⁴². Eric R. Wolf, "Peasant Society in the Colombian Andes: A Sociological Study of Saucio by Orlando Fals- Borda", American Anthropologist 58.5 (1956): 929-930.

⁴³. Para un análisis detallado de la obra ver: Jaime Eduardo Jaramillo, "Campesinos de los Andes: Estudio pionero de la sociología en Colombia", Revista Colombiana de Sociología 3.1 (1996): 53-82.

⁴⁴. "(...) se prestó atención a los documentos de la localidad que pudieran arrojar luz sobre la organización social de Saucio: escrituras de venta traspaso, testamentos, recibos, contratos. Muchos campesinos me permitieron copiar de sus propios documentos. Pero los archivos municipales y notariales de Chocontá estaban tan desorganizados, que los resultados fueron desconcertantes. Infortunadamente, gran parte de los archivos había sido incendiada en 1770 y en 1840, y no fue posible hallar documentos del periodo inicial de la colonia" Fals Borda, Campesinos 311.

⁴⁵. Obregón 75.

⁴⁶. Fals Borda, Campesinos XX.

⁴⁷. Orlando Fals Borda, "Fray Pedro Aguado, the forgotten chroniker of Colombia and Venezuela", The Americas 11.4 (1955): 539-573.

⁴⁸. Orlando Fals Borda, "Odyssey of a sixteenth-century document: Fray Pedro de Aguado's recopilación historial", Hispanic American Historical Review 35.2 (1955): 203-220.

⁴⁹. Juan Friede, "El Hombre y la Tierra en Boyacá. Bases socio-históricas para una reforma agraria by Orlando Fals-Borda", The Americas 15.2 (1958):196-199.

⁵⁰. Orlando Fals Borda, El hombre y la tierra en Boyacá. Desarrollo histórico de una sociedad minifundista (Bogotá: Tercer Mundo, 1979). También ver el texto publicado ese mismo año Orlando Fals Borda, "Indian Congregations in the New Kingdom of Granada: Land Tenure Aspects, 1595-1850", The Americas 13.4 (1957): 331-351.

⁵¹. Fals Borda, El hombre 197.

⁵². White 11.

⁵³. Luis López de Mesa, Civilización contemporánea (Paris: Agencia Mundial de Librería, 1926) 15.

⁵⁴. Samuel Camargo Uribe, "Boyacá: estudio sociológico", Trabajos Personales Sociología 1, comp. Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia (Bogotá: Escuela Normal Superior, 1937) s.p.