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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.39 no.1 Bogotá jan./jun. 2012

 

RESEÑAS

Centro de Investigación Libertaria y Educación Popular, editor.
Pasado y presente del anarquismo y el anarcosindicalismo en Colombia.

Buenos Aires: Libro de Anarres, 2011. 208 páginas.


Esta publicación es realizada por tres organizaciones libertarias: Libros Anarres y Terramar Ediciones de Argentina y el CILEP de Colombia. Constituye explícitamente una revisión histórica del pasado, mediante la consulta de fuentes inexploradas y la revisión crítica de las tradicionales, para analizar el presente y pensar el futuro del anarquismo colombiano.

La lectura histórica del anarquismo y el anarcosindicalismo entre 1924 y 1930, que realizan Mauricio Flórez Pinzón y, parcialmente, Diego Paredes Goicochea, tiene como apoyo la investigación pionera de Alfredo Gómez-Muller, la cual tiene un título similar aunque más ambicioso (Anarquismo y anarcosindicalismo en América Latina. Colombia, Brasil, Argentina y México). Pero esta nueva lectura tiene el propósito de ir más allá de la de Gómez-Muller. Para ello de sirve del trabajo y la consulta del Archivo General de la Nación (Fondo Ministerio de Gobierno y prensa anarquista del periodo); de la valiosa información contenida en el libro Liquidando el pasado: la izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética, elaborado por Klaus Meschkat y José María Rojas; de la poca bibliografía relacionada con el tema producida en los últimos años, como los textos de Juan Carlos Gamboa y Amadeo Clavijo, María Tila Uribe, Oscar Vargas, Luz Ángela Núñez, Judith White o Mario Aguilera; y del diálogo fecundo con dos obras que son referencia obligada para estudiar la acción social y política de la izquierda y los movimientos populares en la primera parte del siglo XX: los volúmenes de Gente muy rebelde, escritos por Renán Vega Cantor, Ideal democrático y revuelta popular de Mario Aguilera y Renán Vega, y Cultura e identidad obrera: Colombia 1910-1945, escrito por Mauricio Archila Neira.

La mirada histórica interesada y comprometida de Mauricio Flórez y Diego Paredes está signada, como debe ser, por el rigor historiográfico y por la pasión de descubrir nuevos hechos o rectificar versiones consideradas como incontrovertibles. Con esto ayudan a desvelar una corriente política de acción y pensamiento doblemente oculta: por la historia oficial de los partidos tradicionales y por la historia oficial de la izquierda partidista.

Mauricio Flórez nos ayuda a construir una imagen más clara del anarquismo y el anarcosindicalismo en Colombia mediante el seguimiento de las acciones individuales y colectivas de algunos libertarios peregrinos, como el peruano Nicolás Gutarra, que entre 1921 y 1924 ayudó a fundar e hizo parte de la Liga de Inquilinos de Barranquilla. Esta organización animó durante esos años una intensa acción contenciosa a favor de los sectores populares y alrededor de los problemas de vivienda en la capital del joven departamento del Atlántico. Gutarra dejó testimonios claros de su lucha internacionalista, reflejados en arengas anarquistas pronunciadas en plena hegemonía conservadora (p. 53).

El relato de Flórez también nos invita a seguir, en 1925, la "huelga de los champanes" (esas pequeñas naves que viajaban por el Magdalena timoneadas por trabajadores mal pagados y peor tratados), de la mano de un libertario griego, Evangelista Priftis, que lucho hombro a hombro con los ribereños, los activistas y los líderes revolucionarios de diferentes corrientes políticas. También los periplos del italiano Filipo Colombo y del español Juan García, que entre 1925 y 1927 contribuyeron a la fundación del grupo y el periódico Pensamiento y Voluntad, a la organización del Tercer Congreso Obrero en 1926, y a la animación del debate que rodeó la creación del Partido Socialista Revolucionario -PSR-. Ambos intentaron advertir sobre la deriva autoritaria de la organización obrera y de la izquierda colombiana, mediante textos, como los transcritos por Flórez, que reflejan su desconfianza frente a organizaciones políticas o sociales con estructuras de poder verticales y excluyentes (p. 94).

Las trayectorias individuales y colectivas reconstruidas en el libro ayudan a ir completando el mapa del anarquismo y el anarcosindicalismo en el país en la década de los años veinte del siglo pasado. La Federación Obrera del Litoral Atlántico -FOLA-, la Unión Sindical -US-, Antorcha Libertaria, el Grupo Libertario de Santa Marta o la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena -USTM-, para mencionar sólo las experiencias más notorias, evidencian de nuevo la importancia del anarquismo y el anarcosindicalismo en la formación del movimiento obrero colombiano. Sin embargo, quizás lo más relevante de los textos de Flórez es la manera como resalta el protagonismo de los libertarios en los Congresos Obreros y los esfuerzos de Torres Giraldo por ocultar la importancia organizativa de la Federación Obrera Colombiana -FOC-. A esta organización, caracterizada por sus tendencias libertarias, manifiestas durante el Segundo Congreso Obrero, Torres la intentó refundir en la Confederación Obrera Nacional -CON-. La CON fue creada en 1926 durante el Tercer Congreso Obrero, que tuvo inicialmente como eje a la Federación Obrera Departamental del Valle del Cauca, dirigida por el mismo Torres Giraldo. Estos mecanismos de invisibilización del anarquismo dentro de la historia del movimiento obrero fueron combinados con otros tendientes a diluir la responsabilidad de líderes comunistas, como Alberto Castrillón, en el fracaso de la huelga de las bananeras de 1928 y en el abandono de los manifestantes a su propia suerte.

En conclusión, Mauricio Flórez aporta elementos muy importantes para la comprensión del anarquismo y el anarcosindicalismo de la década del veinte del siglo pasado en Colombia. No obstante, la lectura de sus tres artículos deja un extraño sabor analítico derivado del tratamiento de este movimiento el libertario con herramientas que están muy atadas al determinismo económico de una parte de la historiografía social colombiana. El marco de todo el trabajo es definido a partir de estadísticas sobre la composición de la fuerza laboral y sobre la transformación productiva de la economía colombiana. Por el contrario, las menciones al sistema político y de poder, a las formas de construcción de la legitimidad o de utilización de la fuerza, a los cambios en la composición de los partidos políticos y de sus discursos articuladores, a la relación simbólica entre las elites y los sectores populares, o a la construcción de sentidos sociales y societales en la época, es absolutamente marginal.

Sin el estudio de estos elementos es muy difícil comprender la acogida que tuvo el anarquismo y el anarcosindicalismo en estos años y su crisis posterior. La evolución del partido liberal después de la derrota en la Guerra de los Mil Días, la efectiva hegemonía de los conservadores o los procesos de autonomía que se iniciaron con las guerrillas liberales a finales del siglo pueden resultar claves para entender a movimientos sociales y políticos que no fueron simplemente el producto de las relaciones de poder o de las mutaciones en el plano de las relaciones económicas de producción.

Diego Paredes emprende en su ensayo una cruzada que está mucho más delimitada que la de Mauricio Flórez. Frente a la tesis de Isidro Vanegas y Renán Vega Cantor sobre la existencia, en los años veinte del siglo pasado, de un socialismo mestizo que -intentaba fundir diversas tradiciones nacionales y fusionar de una manera ecléctica variadas amalgamas ideológicas y políticas, entre las cuales sobresalía cono elemento aglutinador el radicalismo liberal- (p. 118, nota 5), Paredes asume la tarea de demostrar que el anarquismo y el anarcosindicalismo se diferenciaron ideológicamente, sin ambigüedades, de otras corrientes socialistas. Al anclarse en las luchas sociales y en los procesos colectivos antiautoritarios rompieron definitivamente con el individualismo liberal.

El seguimiento que hace de los periódicos Voz Popular (órgano de difusión de Antorcha Libertaria) y Pensamiento y Voluntad, ponen de manifiesto las distancias y rupturas ideológicas entre el anarquismo colombiano y el liberalismo. La pedagogía racionalista, la acción directa, la federación y la autogestión como principios organizativos, la interrelación entre lo individual y lo colectivo, el rechazo de la propiedad privada de los medios de producción social, o la crítica radical al Estado y a los partidos políticos, son los ejes de los artículos publicados en estos dos periódicos que señalan un abismo ideológico con los postulados liberales.

No obstante, también resulta evidente en el texto que estos artículos fueron escritos para crear esa diferenciación en un ambiente cultural donde la radicalización del liberalismo todavía se confundía con el socialismo, y que la claridad de los líderes no correspondía exactamente con la percepción de las bases de las organizaciones. Las herencias del movimiento artesano aún no habían sido superadas totalmente. Tal constatación no implica aceptar la tesis de un -socialismo mestizo-, de naturaleza espuria. Es una invitación a rastrear los procesos mediante los cuales se intentaba construir un pensamiento propio a partir de diferentes herencias emancipatorias, proceso que fue cortado por el triunfo de un socialismo autoritario de corte dogmático.

Paredes tiene razón en intentar diferenciar el anarquismo del liberalismo radicalizado, pero se olvida de que aquel se construye sobre la radicalización, en la lucha social y colectiva, de los valores de la revolución francesa. Esta no fue simplemente un fenómeno político liberal o burgués, sino la confluencia de diferentes tendencias políticas en un movimiento de emancipación social que quedó atrapado en sus reivindicaciones políticas jurídica.

Los ensayos sobre el presente y el futuro del anarquismo en Colombia pueden ser los que generen más polémica dentro del mundo libertario. Luís Alfredo Burbano, del CEDINS y el Instituto Nacional Sindical, hace un recuento de los problemas actuales del sindicalismo colombiano, atrapado entre formas organizativas subordinadas al capital y formas organizativas propias del socialismo autoritario, específicamente del leninista. Frente a la crisis sindical, propone repensar las propuestas del anarcosindicalismo en lo concerniente a la organización federal y desde abajo, la rotación de los cargos directivos, el método asambleario, las funciones organizativas y pedagógicas en lugar de burocráticas, la rendición de cuentas, la revocatoria del mandato, la acción directa sin mediaciones partidistas, la lucha antipatriarcal, el ecologismo social, la autogestión y la democracia radical. Asimismo, intenta situar estas alternativas frente al mundo contemporáneo del trabajo y a los cambios en términos de flexibilización y desterritorialización de este. Su escrito, en sí mismo, permite afirmar que, más allá de la estigmatización, en el anarcosindicalismo hay un conjunto de alternativas, olvidadas y rechazadas por los cultores de la forma-Estado y la forma-partido, que podrían ofrecer salidas a las encrucijadas en las que se encuentra las organizaciones sindicales colombianas.

Sin embargo, el ensayo permanece centrado en el sindicato como forma por excelencia de organización de los sectores populares y de los trabajadores. Pero en los últimos años hemos asistidos a una multiplicidad de formas barriales, comunales, étnicas, de género, juveniles, estudiantiles, agrarias que nos inducen a pensar que la única alternativa sensata y libertaria del sindicalismo es la de abrirse, sin pretensiones vanguardistas, hacia una federación o un rizoma de organizaciones populares que permita articular procesos sociales integrales y no fragmentados, como existen en la actualidad.

En el último ensayo del libro, el CILEP decide tratar un tema ideológicamente espinoso: la relación entre el anarquismo y el poder popular. Dentro del movimiento ácrata, siempre han estado al acecho los detractores del -poder- que, en uso de su "poder", están dispuestos a depurar a los que hablan del -poder- como parte del proyecto libertario.

El Estado, la explotación, Dios, la propiedad privada, el domino patriarcal, el genocidio o el autoritarismo han sido, tradicionalmente dentro del anarquismo, sinónimos del poder. Por consiguiente, han convertido la relación entre este concepto y el de anarquismo en una perfecta aporía. No obstante, como lo
recuerda el CILEP, contemporáneamente el poder no solo es sinónimo de opresión y dominación, sino de capacidad y organización. Incluso es considerado como parte consustancial del actuar colectivamente.

Probablemente fue el mismo anarquismo el que facilitó que Dios, el Estado y la propiedad privada se apropiaran de la sinonimia con el poder, al reconocerle su monopolio al Leviatán monoteísta. Pero en la historia ácrata, experiencias como las de la Machnovtchina, la Guerra Civil española o el movimiento patagónico tuvieron que enfrentarse irremediablemente a la necesidad de construir un poder alterno para enfrentar la fuerza militar y política de sus adversarios. No solo porque el poder no se reduce a sus connotaciones negativas sino, como lo afirma el CILEP, porque la concepción antropológica pre-freudiana del anarquismo clásico, que supone la existencia de una naturaleza humana bondadosa que sería revelada por las transformaciones sociales libertarias, choca con las pulsiones de muerte. Estas están en la base de los sinónimos negativos del poder. De modo que, sin caer en afirmaciones contraevidentes, no pueden ser atribuidas a todos los tipos de sociedad con excepción de la anarquista.

Como lo recuerdan Landauer y Fals Borda, toda utopía, incluida la libertaria, tiende a convertirse socialmente en topia para poder realizarse. En tal camino se requiere del poder para contrarrestar la fuerza de sus enemigos. En consecuencia, el problema político no radicaría en la ontología del poder, sino en su fenomenología, en las características emancipadoras o domesticadoras que adquiera dentro de las prácticas sociales. Desde luego, el artículo del CILEP, y estas pequeñas reflexiones, constituyen una herejía para quienes consideran el anarquismo como una teoría y una praxis de la impotencia social que, paradójicamente, se transmuta cotidianamente en la dictadura individual o grupal de sus predicadores.

El libro que hoy presentamos nos invita a superar la aporía, pero para tal efecto es necesario renunciar a la pureza religiosa de los hombres y las mujeres atrapados en la ilusión de la bondad natural.


LEOPOLDO MÚNERA RUIZ
Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá
lamunerar@unal.edu.co