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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.39 no.1 Bogotá jan./jun. 2012

 

RESEÑAS

Edgar Collazos.
El Demonio en la Proa, segunda edición.

Bogotá: Ediciones B, 2011. 200 páginas.


Es una novela de piratería, de las mejores, y como tal hay que leerla. También como novela de aventuras en estas tierras, en época de pillaje y libertad, cuando todo se estremeció para volver a fundar un continente imaginado, esta vez como liberación: la tarea de la independencia con armas e ideas.

Si en 1492 volvió América a ser fundada por el Imperio Español sobre el despojo y la gran mortandad de espléndidas civilizaciones, con la independencia se vuelve a fundar el continente con una guerra atroz, a muerte, con un desangre de energías y vidas humanas, además de bienes y viviendas. Como un pacto doloroso que chorrea sangre por doquier, la independencia de España fue una hoguera donde se fermentó la idea de libertad como sustancia en toda la sociedad, irrenunciable y defendida a dentelladas de los ataques de los expropiadores.

Desde entonces, y para siempre, el imaginario de la independencia será el de la libertad, y con ello la República y sus pretensiones democráticas. Para, de nuevo y siempre, ser trampeada como la lucha secular entre el bien y el mal en que los malos ganan y los buenos son vencidos y humillados en el olvido.

En estos territorios de la libertad, que son los de la independencia, están los piratas, y de los peores, que existieron como historia y leyenda. No solo está Luis Aury, quien luchó a favor de Bolívar y este lo repudió. Fueron legión, en un capítulo tardío de la historia fantástica de la piratería, como un epílogo a las hazañas de corsarios, bucaneros y filibusteros doscientos años antes. Estuvieron acompañados de aventureros, contrabandistas, sacerdotes sacrílegos, héroes de las guerras europeas, buscadores y jugadores; de su cortejo popular de gentes de toda condición, donde las putas y las mujeres son sujeto colectivo con sus historias propias; de sus cronistas piratas, como Buck Dampiere; de sus alquimistas y científicos.

La Flor del Vallano, el burdel de Cali famoso en toda la región, es una institución socio-erótica de gran importancia. Sitio de liberación de almas y cuerpos, lugar de conspiraciones de todo orden, casa de citas para los contrabandos del amor y el desfogue, donde también la dignidad tiene su sitio como hogar. Porque, ¿quién es Pompeya, la Madamme, sino una gran mujer que oficiaba para esos pecados pero, al igual, para la independencia y los luchadores populares? No es un burdel de la pobrería, sino de la belleza, La Flor del Vallano, donde el desfile de la condición humana es variopinto. Allí se destaca el escritor bohemio y cosmopolita, el Barón de Faublas.

La otra institución, la que concentra la parodia de la vida, es el Circo, con sus espectáculos en la pequeña capa rota, envejecida por el trajín de la trashumancia. Es un circo de pobres. Sin embargo, en su picaresca, logra exhibir el atractivo del embaucamiento, la magia, y la risa colectiva. Unifica a patricios y plebeyos, al pueblo en vilo que es el Cali de entonces. Y allí está el gran histrión, el enano Marchena, que dirige toda la actividad circense y a quien veremos combatiendo en las filas de los ejércitos libertadores.

Esta historia, de la novela de Edgar Collazos, comienza con la llegada de un buque pirata a Buenaventura, con un grupo de piratas al mando de Mr. Brown. Son piratas de verdad, de los peores. Ya está capturada la imaginación del lector en los territorios de la fábula, de la narración que lo lleva por los recuadros de la fantasía, de una literatura telúrica y marinera. La geografía es descubierta, de trecho en trecho, en la saga hacia el interior profundo, de la mano de Cieza de León, por el Darién que narró luminosamente Jorge Isaacs.

Y entonces aparece Cali, en un revival de sus primeros balbuceos. Su fundación, durante la conquista de Belalcázar y Muñoz, es la imposición sobre los libres y las gentes de tribus, cacicazgos y señoríos. A Buenaventura volverán, y de allí al Caribe, a la cueva mágica de Old Providence, en el eterno retorno de la piratería. La historia de los piratas, sus aventuras, su novela de picaresca, es la construcción de otra sociedad y cultura como contrapoderes. Con sus palenques, mestizajes y africanías, el biopoder de lo erótico de las magníficas negras es la presencia múltiple de África.

A la mirada de América por Europa hay que hacer el contrapunteo de África, para mirarnos en nuestros ancestros de negros e indios. Lo que El Demonio en la Proa logra es el mundo al revés: contar la verdad literaria con las artes de la poética y la narrativa. En esta novela son las virtudes del encanto, el andar, la nostalgia, la precisión, los aires de libertad, en el lenguaje que Edgar Collazos hace suyo como barroco americano, moderno y perenne.

Esta novela es una microhistoria que va de lo local, con su concentración de vidas y peripecias, a lo vallecaucano y nacional. Las cuerdas del capitalismo marinero y de la independencia, no solo de Colombia sino del continente, son suceso cosmopolita.

Lograr que las guerras contra España pasen y se concentren en Cali, con sus pasiones y estulticias, con sus rangos sociales simulados, es oficiar en los exigentes altares de la imaginación histórica y literaria. Con esta novela, El Demonio en la Proa, Cali tiene por fin su fundación mítica. Para compartir a muchos, ojalá a todos, un pasado ilusorio, y tener entonces un saber verdadero: el de la historia.


RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL
Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá
rsangel49@gmail.com