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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.39 no.2 Bogotá July/Dec. 2012

 

RESEÑA

Óscar Calvo Isaza y Mayra Parra Salazar.
Medellín (Rojo) 1968. Protesta social, secularización y vida urbana
en las jornadas de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano.

Medellín: Planeta / Alcaldía de Medellín, 2012. 172 páginas.


El libro, en términos generales, aborda el contexto social, cultural y político en el que se realizó la II Conferencia General de Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia. Esta conferencia, que se celebró entre el 26 de agosto y el 6 de septiembre de 1968, reunió a invitados, comitivas, periodistas y numerosos turistas de todo el mundo. Como exponen los autores, la Conferencia constituye un acontecimiento de indudable importancia tanto para la historia política latinoamericana, como para la historia eclesiástica y para la historia de la ciudad pese a lo cual, en nuestro medio, ha sido tratada tangencialmente por pocas personas, como Javier Darío Restrepo, Hernán Parada y Clara Aramburo. La obra es de carácter historiográfico, pero logra incorporar aspectos narrativos de la memoria biográfica colectiva y de la crónica. Es decir, contiene el rigor argumentativo de un texto académico, pero está expuesto de una manera sencilla, clara, que además resulta agradable visualmente, al alcance tanto del público especializado como de lectores interesados en una época convulsa y conflictiva para Medellín y para buena parte del mundo occidental.

1968 representa el año central de esta historia y la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano es el acontecimiento que evoca el libro. pero Ambos, sin embargo, son solo pretextos para abordar diversas cuestiones que convergieron de una manera compleja y conflictiva en la Medellín de finales de los años sesenta y principios de los setenta. En lo que se refiere a la Iglesia católica, los autores abordan (capítulos 1 y 3) una de las transformaciones contemporáneas más llamativas de esta institución transnacional, relacionada con la técnica de evangelización por medio de las misiones y su impacto en América Latina. Exponen que, desde la finalización de la Segunda Guerra Mundial, el apostolado sacerdotal se fue desplazando del trabajo con obreros y sindicatos, a los que esperaban "salvar" del nacionalsocialismo y del comunismo, a una labor asistencial y "caritativa" con pobladores urbanos pobres. Al poner en evidencia el papel político de la labor apostólica promovida por misiones como el Programa Católico de Cooperación Interamericana o Voluntarios del Papa para América Latina, los autores identifican el surgimiento de "innovaciones" en el servicio social, el desarrollo de la comunidad y el liderazgo pastoral como el Centro Intercultural de Documentación (Cindoc) en Cuernavaca, México. Estas experiencias, según los autores, propiciaron una mayor descentralización de la actividad misional, la ampliación del contacto directo con las comunidades, un vínculo más orgánico de sectores del clero con grupos urbanos marginados del "desarrollo", así como una mayor autonomía de sacerdotes radicalizados en su apostolado por los pobres. Entre ellos, resaltan el Movimiento de Sacerdotes para el Mundo de Argentina (1968-1973) la Iglesia Joven y Cristianos por el Socialismo en Chile (1968-1973), Sacerdotes para el Pueblo de México (1973-1975) y Golconda en Colombia (1968-1969).

En este panorama en que se describe a una Iglesia católica para nada monolítica u homogénea, los autores van señalando (capítulos 2, 6, 7 y 8) la labor de sacerdotes que en Medellín fueron desarrollando su ejerció pastoral en los términos de los mandatos de una iglesia más comprometida con los pobres, ocupada de realizar los principios de justicia en la tierra. Así, identifican a estos sacerdotes, rastrean sus trayectorias de vida, sus opciones evangélicas, sus luchas en defensa de los pobres urbanos y la manera como la jerarquía y las autoridades civiles trataron de neutralizar su acción. Se trata de sacerdotes inconformes, algunos educados en el exterior, que por su actividad pastoral fueron adquiriendo una actitud autónoma con respecto de la jerarquía eclesiástica. Entre ellos, se destacan Vicente Mejía Espinoza, párroco del Socorro, del barrio Caribe y de Yolombó; Gabriel Díaz, párroco de Santo Domingo y de San Antonio de Prado; Federico Carrasquilla, párroco del barrio Popular; o la acción de sacerdotes como Oscar Vélez e Ismael Mejía Benjumea, que trabajaban con los obreros, o la de Wilfer Angel Tamayo, Jorge Giraldo y Tulio Vélez Maya. Algunos de ellos firmaron el manifiesto de Golconda, ese movimiento que en 1968 sacudió a la jerarquía eclesiástica, a los feligreses más conformes y a sectores de una sociedad atemorizados por la acción política autónoma en Colombia.

Mientras se reconstruyen estas biografías pastorales, los autores muestran el escenario urbano en el que los sacerdotes concentraron su acción, es decir, en los asentamientos que fueron emergiendo en la ciudad desde los años sesenta, habitados por personas pobres que huían de la violencia o de las penurias económicas del campo y que, por el tipo de viviendas que construyeron, se les denominó "tugurianos". El libro muestra cómo, en esa especie de archipiélago de la pobreza -que para 1965 representaba el 23% de la población de Medellín (unas 183.000 personas)-, los sacerdotes mencionados fueron desplegando su acción, al lado y en contra de urbanizadores piratas y de funcionarios municipales que diseñaban planes oficiales para dotar de vivienda a una pocas personas y dentro de unos parámetros excluyentes regidos por valoraciones morales y prejuicios culturales, tal como sucedió con Casitas de la Providencia, o con el barrio piloto de acción comunal, Villa del Socorro. Los programas oficiales de "erradicación de tugurios", que se aceleraron en los días previos a la celebración de la Conferencia, no tuvieron el impacto que requería un problema de enorme magnitud, puesto que solo lograba ayudar a unas pocas familias; los demás eran desalojados. Sin embargo, algunos lograron evitar el desplazamiento gracias a la férrea defensa de los sacerdotes Mejía, Díaz y Giraldo. La acción sacerdotal fue especialmente notoria en la zona nororiental, en inmediaciones e intersticios de Campo Valdez, Berlín, Aranjuez, y en los que se fueron denominando como Popular, Santo Domingo, La Salle, Villa Guadalupe, Carambolas, Santa Cruz, Moscú, Germania, La Francia.

Al partir del debate que trata de establecer los alcances de ese movimiento social, cultural y político que sacudió al mundo occidental a finales de los años sesenta y setenta (¿revolución del sistema o en el sistema?), el libro describe (capítulo 3) cómo la Medellín de finales de esos años fue sacudida no solo por la acción de estos curas, sino también por jóvenes, por corrientes artísticas, por monjas rebeldes, por sindicatos, por editoriales académicas, por periódicos clandestinos, por movimientos políticos alternativos como el Frente Unido que lideraba Camilo Torres y por personas sindicadas de ser agitadores, quienes, en conjunto, fueron configurando un escenario crecientemente secularizado y propicio para la protesta, para la crítica social y para el ejercicio autónomo de la política.

Con este trasfondo social, cultural y político se llevó a cabo la visita del papa Pablo VI a Colombia y la II Conferencia del Celam. Los autores exponen (capítulos 4 y 5) cuestiones generales, así como detalles de la logística que se puso en marcha con este acontecimiento, a partir del cual las autoridades civiles y religiosas querían mostrar "la mejor imagen de Colombia" al mundo. Además de relatar los detalles específicos de la II Conferencia, los autores muestran (capítulo 6) la manera como a la "puesta en escena" diseñada oficialmente se le fueron agregando actores, libretos, mensajes y actividades no previstos en ese diseño oficial. Por ejemplo, la filtración a la prensa de un documento preliminar de la Conferencia titulado "Misión de la Iglesia en América Latina", que, como afirman los autores, generó una inmensa polémica porque "(...) planteaba de manera franca la miseria, la exclusión y la dependencia como problemas comunes de América Latina, analizaba los cambios que experimentaba la región aparejados a la urbanización, masificación y secularización de la sociedad, y formulaba un programa de reformas para construir una nueva Iglesia, desprendida de la riqueza y comprometida con los pobres" (p. 94).

De manera simultánea a los actos oficiales de la II Conferencia, irrumpieron los sindicatos autónomos, los denominados "tugurianos", los sacerdotes que los defendían, los líderes sociales y universitarios, los cuales realizaron misas campales, ayunos en solidaridad con los hambrientos, asambleas populares, marchas por las calles de la ciudad y visitas sin éxito a los obispos alojados en el Seminario. En las discusiones que tuvieron lugar en estas reuniones se denunciaron las injusticias a las que estaban sometidos amplios sectores de la sociedad y, además, se debatió acerca del papel de la violencia en el cambio social y político, debates en los que emergieron las voces de los protagonistas de este libro, algunas clamaban por una acción no violenta. De hecho, una de las imágenes del libro (imagen 1) corresponde a un Cristo de ladrillo, el Cristo de los 49 pesos, que presidió el Congreso de No Violencia realizado en Santo Domingo Savio en 1968.

El soporte documental y el rigor de los autores para sustentar sus argumentos le confieren objetividad y validez al texto. Es llamativa la actualidad y pertinencia de la bibliografía empleada en la investigación, que permite situar el tema en un contexto mucho más amplio que trasciende las fronteras locales y nacionales, es decir, que ubica las circunstancias que rodearon la II Conferencia de los obispos de América Latina en el conjunto de cambios sociales, culturales y políticos que experimentó el mundo occidental por esos años. Además, la investigación se apoya en diversas fuentes documentales primarias que ponen en evidencia el interés de los autores por complementar y contrastar los datos, tomados, por ejemplo, del Archivo General de la Nación, del Archivo Histórico de Antioquia, del Archivo Histórico de Medellín, de archivos particulares (Vicente Mejía y Gabriel Díaz, entre otros), de archivos fotográficos y en entrevistas a personajes centrales de esta historia. Cabe notar que algunos datos son obtenidos de los informes de inteligencia que suministraban los agentes secretos de organismos de seguridad que hacían seguimientos a los sacerdotes, a los líderes sindicales y estudiantiles, así como a personas sindicadas de tener vínculos con los grupos guerrilleros.

Por otro lado, quiero resaltar el papel de las 53 imágenes que acompañan el texto escrito y que ponen en evidencia el interés de los autores por exponer el tema a partir de diversos lenguajes. Los planos y las fotografías cumplen, además de la función de "ilustrar", la tarea de contar de otro modo aspectos de esta historia de Medellín y, en su conjunto, constituyen un valor agregado del libro, que apunta a la recuperación y divulgación del patrimonio fotográfico de la ciudad.

El texto tiene un valor más general que consiste en una invitación para reflexionar sinceramente sobre las continuidades y los cambios de la ciudad en el campo social, político y cultural. Los planteamientos de los autores no son complacientes con las imágenes idílicas del pasado de Medellín y muestran el origen de algunas de las "rasgaduras" que todavía se proyectan en el presente de la ciudad. Pero esos planteamientos bien documentados que ahondan en las diferencias, en las desigualdades y en los conflictos, también muestran las posibilidades de avanzar hacia el reconocimiento de una ciudad diversa, pluralista y abierta a las discusiones argumentadas fundadas en un conocimiento profundo de nuestros problemas. El hecho de que la investigación que sirvió de base al libro haya obtenido apoyo oficial de la Alcaldía de Medellín es una muestra de este avance y debe comprometerla a continuar en el esfuerzo de promover la investigación histórica sobre la ciudad.

El libro es como la fotografía que ilustra su portada: una imagen de un instante crucial de la liturgia de la Iglesia en un lugar atípico al que asisten personas expectantes, rodeadas por dos camiones que contienen residuos de una ciudad, de la que solo aparece como trasfondo una de sus laderas. Es decir, describe un momento de una historia compleja, en en que convergen de manera extraña una institución central en la vida antioqueña y actores que protagonizaron el poblamiento de áreas espaciales apenas integradas al resto de la ciudad. En este sentido, el texto deja preguntas abiertas acerca de la Iglesia en Medellín, de aquellos actores, de las prácticas, de las relaciones y de las diferencias que allí fueron emergiendo, las cuales deben tratar de resolverse para entender la naturaleza y el origen de algunos de nuestros conflictos.


JUAN CARLOS VÉLEZ RENDÓN
Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia
velez.rendon@udea.edu.co