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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.39 no.2 Bogotá jul./dez. 2012

 

OBITUARIO

Eric Hobsbawm (1917-2012)

SERGIO MORENO RUBIO
Universidad Nacional de Colombia
Bogotá, Colombia


REFLEXIONAR SOBRE LA VASTA TRAYECTORIA Eric Hobsbawm suscita siembre múltiples provocaciones: es una invitación a la deliberación teórica, epistemológica, metodológica y política sobre la escritura de la Historia. Es, asimismo, una interpelación a la presencia más radical de su oficio como historiador y a las explicaciones que propuso sobre los problemas históricos. Ese no es un ejercicio novedoso; cuenta con importantes indagaciones1 que han permitido la elaboración de balances preliminares de una riquísima producción intelectual basada en el estudio de temas tan diversos como la Revolución Francesa, la Revolución Industrial, el nacionalismo, el bandidismo social, el jazz, los orígenes de la clase trabajadora y los asuntos disciplinares. Aunque de manera desigual y diferenciada las investigaciones citadas parecen coincidir en un asunto fundamental: para la historia social resulta imprescindible discutir sobre el legado de Hobsbawm y resaltar su experiencia vital, su práctica intelectual y su compromiso político. Probablemente así hubiese querido ser recordado. La presente semblanza es una modesta contribución en ese sentido.

La práctica historiográfica como compromiso: por una historia total y desde abajo

Eric Hobsbawm nació en Alejandría, Egipto, en 1917, pero se educó en Viena y posteriormente en Berlín, donde lo sorprendió la llegada de Hitler al gobierno en 1933. Dada su estirpe judía, tuvo que emprender el exilio. Esa impronta sería determinante en la definición de sus intereses teórico-políticos y en su aproximación al marxismo. Cuando ingresó al King's College de Cambridge para estudiar Historia, ya cuestionaba el nazismo, el fascismo, el imperialismo y toda clase de fundamentalismos nacionalistas y étnicos. Perteneció a una élite intelectual denominada "Los Apóstoles de Cambridge", un grupo de debate que se reunía periódicamente para discutir cuestiones filosóficas, históricas y antropológicas. A finales de la década de 1940, fue designado como profesor de Historia en el Birkbeck College de la Universidad de Londres y, en 1978, ingresó a la Academia Británica.

Hobsbawm se caracterizó por su compromiso militante. En 1931 hizo parte de los Socialist Schoolboys y, desde 1936, perteneció al Partido Comunista de Gran Bretaña (PCGB). Allí trabajó en el Grupo de Historiadores entre 1946 y 1956. Pertenecer al PCGB no le impidió asumir posiciones críticas ante las directrices partidistas, especialmente aquellas que pretendían replicar los principios cientificistas, burocráticos y modernizantes de la ortodoxia soviética. Hobsbawm permaneció en el partido a pesar de varias situaciones críticas: el impasse de 1956 -desatado por disputas internas en torno a la percepción desigual que varios de sus integrantes tenían frente a la incursión soviética en Hungría-, la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la desintegración de la Unión Soviética dos años después. El balance que hizo de esos acontecimientos en una de sus obras más importantes fue consecuente con su identidad y permanencia en el partido: "el fracaso del socialismo soviético no empaña la posibilidad de otros tipos de socialismo".2 Como comunista continuaba viendo posibilidades alternativas para la izquierda en momentos de exacerbación de las tesis que aseguraban el "fin de la historia", coyuntura en la que también se pronosticaba el triunfo de la fórmula "democracia liberal/libre mercado" y se hacían más fuertes las presiones de los sectores que copaban la derecha del espectro político.

Hobsbawm tuvo el mérito de intentar hilvanar las aproximaciones teóricas con los rigurosos análisis de contextos sociohistóricos específicos, lo que permitió que tomara distancia de los presupuestos conceptuales que pudiesen oscurecer la riqueza de los hechos analizados. Su producción intelectual estuvo marcada por uno de los principios contenidos en el manifiesto del Partido Comunista -aquel que vindicaba la lucha de clases-, pero erradicó cualquier vestigio mecanicista o determinista.

La "experiencia social de clase" había permanecido oscurecida en la historiografía predominante, y Hobsbawm la rescató como apuesta política y fundamento de la "historia desde abajo". Ese sería el trasfondo intelectual y la procedencia en la que se sitúan los historiadores que defenderían el proyecto marxista. Sin plantear una ruptura radical con el carácter empírico de la disciplina, se separó progresivamente del evolucionismo y el determinismo. Hobsbawm concibió su adscripción al materialismo histórico como una lucha contra el fascismo y como un compromiso ético-político con los sectores sociales y populares excluidos y subordinados. El análisis de Hobsbawm desborda una preocupación por las formas organizativas bajo estructuras partidistas o sindicales; su aproximación se basa en un entendimiento amplio de la clase trabajadora organizada y no organizada (pero siempre marginada) que contribuyó en la proyección y apuntalamiento de la historia social. Obras como Labour's Turning Point: Extracts from Contemporary Sources (1948), Labouring Men: Studies in the History of Labour (1964) y Workers: Worlds of Labor (1985) adoptan esa matriz heurística y metodológica.

La totalidad, el entendimiento de "sociedades enteras", también hizo parte de sus preocupaciones. En cuatro volúmenes, Hobsbawm propuso una periodización muy particular de la historia contemporánea de Europa desde 1789 hasta 1991. En The Age of Revolution: Europe 1789-1848 (1962) examinó las transformaciones sociopolíticas derivadas del proceso que llevó a la transición del Antiguo Régimen hacia la Europa burguesa; The Age of Capital, 1848-1875 (1975) estuvo dedicado a la emergencia del capitalismo industrial y el dominio de la burguesía; The Age of Empire (1987) tenía como horizonte heurístico el auge del imperialismo y las disputas entre las potencias europeas; y, finalmente, en The Age of Extremes: the Short Twentieth Century, 1914-1991 (1994) elaboró la tesis de un "siglo XX corto" enmarcado entre dos dislocaciones fundamentales de la historia europea: la Primera Guerra Mundial y la debacle del llamado "socialismo real". Hobsbawm demostró en esa tetralogía una extraordinaria capacidad de síntesis y una cuestión decisiva: la política, la economía, la cultura y la moral no podían comprenderse de manera autónoma y aislada; era necesario encontrar las relaciones dialécticas entre cada uno de esos campos, porque la historia deviene como totalidad compleja y contradictoria.

La tetralogía fue celebrada, pero también muy criticada, porque las demarcaciones que orientaban su periodización no resultaban generalizables. Acontecimientos fundamentales de la Historia Universal no se amoldaban fácilmente a los criterios elaborados para leer e interpretar la historia europea. Sin unos repertorios de análisis adecuados a contextos sociohistóricos específicos, no podía restituirse el lugar que le correspondía a las guerras de liberación en América Latina durante el siglo XIX, a la Revolución Mexicana (1910-1917), los procesos de independencia de la India (1947), la Revolución China (1949), la Revolución Cubana (1959), la guerra de Vietnam (1960-1975), entre muchos otros.

Hobsbawm fue acusado de eurocentrismo, crítica de la que ya habían sido objeto obras como Primitive Rebels: Studies in Archaic Forms of Social Movement in the 19th and 20th Centuries (1959) y Bandits (1969), en las cuales las luchas campesinas del mundo colonial fueron caracterizadas como "prepolíticas". Sus aparentes rasgos "improvisados, arcaicos y espontáneos" así parecían demostrarlo en opinión de Hobsbawm. Empero, representantes de los estudios subalternos desecharon esa interpretación, sesgada por los parámetros ideológicos del mundo occidental, porque era incapaz de revelar el carácter decididamente político de los movimientos campesinos.

Las críticas hicieron visible la complejidad para conjugar los niveles de análisis seleccionados por Hobsbawm, es decir, la preferencia heurística por la reivindicación de "los de abajo" y el esfuerzo por una comprensión amplia y diversa de "sociedades enteras" producto de grandes síntesis históricas. El diálogo interdisciplinar y la historia total desde abajo constituyeron, sin lugar a dudas, los principales aportes de Hobsbawm a la renovación de la historiografía. No obstante, para algunos sectores intelectuales ese proyecto no estaba exento de problemas asociados a la visión eurocéntrica: se basaba en una defensa a ultranza de la razón crítica, la ilustración y la modernidad, máximas de lo que Hobsbawm bautizó como la "política para una izquierda racional".

Y Marx, una vez más... Por una renovación de la historia social y de la historiografía marxista

Las transformaciones de la historiografía posterior a 1945 le deben al marxismo el interés de dar cuenta de la acción humana, de rescatar y reivindicar las luchas y aspiraciones de los sectores populares excluidos de la "historia oficial", en particular la de los trabajadores y campesinos. Hobsbawm fue enfático en la importancia de revisitar a Marx. Sin embargo, siempre discrepó de las corrientes ortodoxas del marxismo, acusadas por él como "vulgares", en especial por el economicismo, al hacer de la metáfora base/superestructura una panacea para la interpretación, la apelación al dogmatismo para explicar la dinámica de la lucha de clases y por atribuirle a la historia un sesgo teleológico bajo el supuesto desarrollo lineal del capitalismo (conducente a la industrialización como destino económico/tecnológico). Es por eso que algunos comentaristas, con temeraria ligereza, suelen asociarlo con el llamado "marxismo revisionista europeo". En realidad, Hobsbawm hizo parte de una corriente heterodoxa que asumió una distancia crítica frente a las tendencias historicistas alemanas, las teórico-racionalistas francesas y las ortodoxas-revolucionarias soviéticas. Emprendió una ininterrumpida labor de transformación de la historiografía marxista desde el campo de la historia social al combinar las aproximaciones teóricas con un dedicado trabajo de archivo y fuentes primarias.

La apuesta de Hobsbawm se orientó por la intención de demostrar que la Historia, en tanto disciplina, está comprometida con un proyecto intelectual coherente. Fue así como reivindicó la dimensión inevitablemente política de la historia derivada de sus "usos" particulares, tanto analíticos como retóricos. Al reconocer sus deudas teórico-metodológicas con la concepción materialista de la historia, libró combates particulares contra el relativismo cultural, el postmodernismo, el nacionalismo, el positivismo, las tradiciones asociadas a los nombres de Edward Gibbon y Leopold Von Ranke, entre otros. Past and Present, revista fundada en la década de 1950 por un grupo de importantes intelectuales marxistas (E. P. Thompson, Christopher Hill, George Rudé, Rodney Hilton y el mismo Hobsbawm), fue el escenario de muchas de esas polémicas.

Hobsbawm nos enseñó a rechazar las aproximaciones impresionistas que asociaban al materialismo histórico con un supuesto "determinismo económico". Para él, Marx contribuyó en la renovación de la historiografía moderna al darle un nuevo sentido a la noción de conflicto en la Historia, a partir de la consideración de la lucha de clases. Los aportes de Marx para la historia radicaron en la dislocación epistemológica derivada de la crítica al positivismo y la comprensión de la sociedad como sistema de relaciones humanas que atienden a dos principios fundamentales: la causalidad, o el encadenamiento causal, y el conflicto/contradicción. Estos elementos constituirán la base de toda una tradición historiográfica marxista que ha insistido en la historicidad de las estructuras sociales, en la explicación de la dinámica del cambio, tradición crítica con los modelos cientificistas, mecanicistas, evolucionistas, ahistóricos y antihistóricos.

De acuerdo con Hobsbawm, la lectura histórica de Marx integra las dimensiones económicas, sociales y políticas, hilvana las relaciones sociales de (re)producción y las fuerzas materiales de producción. El espectro de Marx continuó resonando en la producción intelectual de Hobsbawm mediante el pensamiento dialéctico y la concepción materialista de la historia. Fue así como emprendió una empresa triple: i) la necesaria superación economicista y antihistórica del análisis de clase. La categoría de clase debía comprenderse como proceso y como relación en su dimensión conflictiva o de lucha; ii) la resolución de las dificultades asociadas a la lógica base/superestructura que tanto les costó a los marxistas ortodoxos y que desdibujaba el papel de la praxis social en el cambio histórico; y iii) la importancia de examinar históricamente las transformaciones del capitalismo.

Este último elemento resulta de mayor importancia en la actual coyuntura. Hobsbawm demostró que Marx desenmascaró el funcionamiento de la dinámica global del capitalismo como forma de "destrucción creativa" y su mecanismo de crecimiento como reproducción de contradicciones internas tendientes a crisis periódicas de sobreacumulación. Si asumimos entonces que el proceso económico y político del (neo)liberalismo ha encontrado sus límites al despuntar del nuevo siglo, tendríamos que hacer eco a un aserto indiscutible contenido en su última publicación, titulada How to change the world: Tales of Marx and Marxism 1840-2011 (2011): "Una vez más, ha llegado la hora de tomarse en serio a Marx".

Hobsbawm nos enseñó, al evocar a Marx, que la exhortación de cambiar el mundo persiste más allá de cualquier deceso. He ahí su legado. Hobsbawm, con mérito propio, se ha ganado el título de historiador imprescindible para pensar (y actuar en) el siglo XXI. Aunque su vida se apagó el primer día de octubre de 2012 en el hospital Royal Free de Londres, su prolífica obra continuará iluminando nuestro quehacer como historiadores e historiadoras y, de seguro, seguirá leyéndose con admiración y como fuente de inspiración.


1. Ver, solo a título de ejemplo, Raphael Samuel y Gareth Stedman Jones, eds., Culture, Ideology, and Politics: Essays for Eric Hobsbawm (London: Routledge & Kegan Paul. 1982). Harvey J. Kaye, "Eric Hobsbawm: on Workers, Peasants and World History", The British Marxist Historians. An Introductory Analysis, Harvey J. Kaye (Oxford: Polity Press, 1984). Marisa Gallego, Eric Hobsbawm y la historia crítica del siglo XX (Madrid: Campo de Ideas, 2005). Pat Thane, Geoffrey Crossick and Roderick Floud, eds., The Power of the Past: Essays for Eric Hobsbawm (Cambridge: Cambridge University Press, 2009). Y Gregory Elliott, Hobsbawm: History and Politics (London: Pluto Press. 2010).

2. Eric Hobsbawm, The Age of Extremes: The Short Twentieth Century, 1914-1991 (London / New York: Michael Joseph / Viking Penguin, 1994).