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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versión impresa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.40 no.1 Bogotá ene./jun. 2013

 

Germán Rodrigo Mejía Pavony.
La ciudad de los conquistadores. 1536-1604.
Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2012. 372 páginas.

Como cada cierto tiempo -al menos desde 1570, según el mismo Germán Mejía lo sugiere en su nuevo libro-, quienes se han interesado por el pasado de Bogotá han sentado sus ojos en el comienzo de la ciudad. Desde variadas ópticas, la fundación de la capital ha sido un tema recurrente. Por eso, volver a estudiarlo no deja de tener dificultades. Cuando Georges Duby* estudió la batalla de Bouvines (24 de julio de 1214), se encontró con un problema similar: regresar no solo a lo que era denominado como la historia del acontecimiento, sino permitirse una narración diferente de un tema que contaba con tanta tinta en su haber. No es casual, entonces, que el profesor Mejía se imponga como una de sus principales tareas en esta nueva obra, la de narrar el "inicio de Bogotá". Y narrar implica, como él mismo lo considera, intentar otras explicaciones al cómo y al por qué cobró vida la ciudad desde el momento en el que 91 españoles y un número indeterminado de indios, "hicieron de esta tierra su lugar permanente de residencia" (p. 17). Será necesario esperar que el Centro Editorial de la Pontificia Universidad Javeriana cumpla su promesa, la de que esta obra sea la primera de una serie denominada "Historia de Bogotá", con la cual se pretende observar a la capital desde sus orígenes hasta el presente, y ver así, otras reflexiones sobre las formas de habitar la capital del país.

En la obra resulta evidente, desde el título mismo, que de cierta forma el mayor peso en la construcción de la ciudad en sus diferentes aspectos, recayó en los "conquistadores". Ya que son ellos, en el argumento de Mejía, quienes, en el marco de una significativa hibridación, le dieron una particularidad a la ciudad indiana, que el autor denomina la "ciudad de los conquistadores". En semejante construcción -mental y física- "se consolidó el nuevo mundo" (p. 358), que según se observa en el libro, no significó otra cosa que renovadas formas de habitar, tanto dependientes de las formas físicas instauradas por un grupo de europeos como -probablemente con mayor ahínco- en la gestación de comunidad urbana. Siguiendo cierta forma de escritura, de la que cuando menos ya nos viene familiarizando desde "Los años del cambio",** y que de alguna forma nos recuerda la indicación de Fernand Braudel de que ciudad no existe sin territorio, el autor considera necesario, para poder comprender la puesta en marcha de la construcción urbana, la lectura del proceso de exploración y conquista, ya que ello resulta fundamental en la constitución de un territorio.

Diríamos que la idea expresada por su prologuista, Manuel Lucena Giraldo, se nota en la primera parte -"La ciudad en ciernes"-, la de una cierta "premonición" respecto de la fundación de Bogotá. A lo largo de los seis capítulos que componen este apartado, el autor desarrolla la idea de que "si conquistar significó expoliar, colonizar implicó poblar" (p. 58) y a su vez este poblar implicó la constitución de un territorio que requirió para su existencia de la ciudad. Efectivamente, como lo muestra en la segunda parte -"La ciudad principal"-, ese proceso de dominación territorial, expresado en el dominio de espacios y gentes, terminó por hacer de Santafé la ciudad principal del germinal Nuevo Reino de Granada. Mejía muestra en este apartado que son precisamente las acciones de los conquistadores las que permiten el paso de un caserío a una urbe con una jurisdicción que controlaban, y que se diferenciaba de la construida de forma previa por los muiscas. De allí, la reiteración de que Santafé haya sido en su "comienzo" una "ciudad de conquistadores", al ser el resultado de la derrota del Bogotá y los diferentes caciques que le acompañaban.

Pero el poder concentrado por la naciente ciudad no fue suficiente para poder dar albergue a la civitas, primero, y luego a la polis. Se hizo, entonces, necesaria su materialización "desde la nada" (p. 200). Aunque esta expresión resulta discutible, no existe el espacio para adentrarse en ella, que por demás, repite la idea de los conquistadores de que debieron empezar desde cero, más tarde reiterada por la "historiografía tradicional". Aunque lo cierto, en el escenario de la obra, es que la gestación de la "forma urbana" no tenía precedentes. Y fue, por ejemplo, con la construcción de iglesias, la delimitación de solares y manzanas como se ordenaba el plano y aparecía un paisaje urbano particular. Pero además, esa "ciudad construida" -como se titula justamente la tercera parte- sirvió para "ordenar" la sociedad a partir de la construcción de equipamiento urbano y la segregación social con la zonificación en parroquias y, más tarde, en barrios, como nos lo muestra Mejía.

Civitas y polis se expresaron en la idea de que "habitar la ciudad era vivir en policía" (p. 280), ya que la construcción de una comunidad urbana implicó el seguimiento de ciertas normas enmarcadas por el orden, la moralidad y la religión. Precisamente, desde esta perspectiva se estudia la vida de los urbanitas de Santafé, en la cuarta y última parte del libro -"La ciudad habitada"-, en donde las trasgresiones resultan un común denominador. El conjunto del establecimiento de un "orden", implicó, según Mejía, el control y regulación de las prácticas urbanas, desde las concernientes a las "actividades productivas", pasando por las características de la arquitectura, hasta la vida religiosa, los juegos y las fiestas.

En su conjunto, este recorrido le permite a Mejía mostrar de qué manera un concepto como el de "ciudad" es inestable y, junto con ello, la necesidad de considerarse con mucho cuidado, debido principalmente a las singularidades que se presentan, como resulta ser el caso de la ciudad indiana y a su vez, una de sus formas, la "ciudad de los conquistadores".

Félix Raúl Martínez Cleves
Universidad del Tolima, Ibagué, Colombia
frmartinez@ut.edu.co


* Georges Duby. El domingo de Bouvines: 24 de julio de 1214 (Madrid: Alianza, 1988).
** German Mejía. Los años del cambio: historia urbana de Bogotá. 1820-1910 (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2000).