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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.40 no.1 Bogotá jan./jun. 2013

 

Juan Carlos Villamizar.
La influencia de la Cepal en Colombia, 1948-1970.
Bogotá: Universidad del Rosario, 2013. 380 páginas.

La introducción del libro es un buen resumen que lleva al lector por los debates y estudios precedentes y cubre una pluralidad de líneas de investigación: todo sobre la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), por supuesto, en Colombia (que no es mucho), en América Latina (que sí lo es) y en Estados Unidos (una bibliografía poco conocida entre nosotros y que ha sido muy bien ordenada y aprovechada en este trabajo). También se incluye un tratamiento crítico y exhaustivo de la evolución del concepto de "comunidad epistémica". El comentario de la bibliografía sobre las relaciones exteriores de Colombia es, por otra parte, tangencial, lo que en el libro se reflejará en un tratamiento de las relaciones de Colombia con Estados Unidos que es intuitivo y acertado, mas no sistemático. Así pues, los dos meollos del libro son, primero, la lectura que de la producción de la Cepal hace un profesional en economía, tanto de los informes cepalinos sobre Colombia como de sus principales estudios generales sobre América Latina; segundo, la evaluación de la competencia de la comunidad de los "economistas colombianos" entre 1948 y 1970. Es decir, una investigación exhaustiva sobre cómo esos documentos económicos fueron ignorados, temidos, banalizados, mal comprendidos, comprendidos apenas por una minoría en el poder estatal y finalmente rechazados por el grueso del establishment (Villamizar utiliza la palabra una vez en su libro), grupo dirigente alineado con el pensamiento económico estadounidense.

De paso, y como corresponde a toda buena historia, en el libro se acumula y ordena todo un arsenal de información sobre quiénes le hicieron qué a quiénes, cuándo, dónde, cómo y por qué. Es decir, información que no puede reducirse a ninguna definición ni a ningún concepto o categoría de la ciencia. En este caso, se trata de quiénes se alinearon obediente e indolentemente con diagnósticos económicos, asesorías extranjeras e instituciones del Sistema Internacional provenientes de los Estados Unidos y diseñadas para atender a los intereses del crecimiento y la hegemonía estadounidenses. En el libro de Villamizar el quién es Alberto Lleras Camargo, descrito como peón de la Organización de Estados Americanos (OEA), de las recomendaciones de Lauchlin Currie y del Banco Mundial. El libro termina con la asimilación postrera del pensamiento cepalino en Colombia durante la década de los sesenta. Postrera, porque el talante cepalino de las reformas incoadas en el gobierno de Carlos Lleras Restrepo fue borrado, junto con las reformas, en el subsecuente de Pastrana Borrero. Es decir, el pensamiento cepalino -recomendaciones de una oficina de la ONU, nada menos- tomó veinte años para ser comprendido y aplicado en Colombia, y cuando lo fue, esto solo sucedió de manera efímera e ineficaz. En las décadas que han seguido hasta hoy, recomendaciones y diagnósticos de menor solidez han sido adoptados por gobiernos colombianos y, desde los años noventa, por todos los países de América Latina. Villamizar cierra su libro, que está escrito en modo de tragedia, con la inaudita adopción de las recomendaciones, se diría que seniles, del último Lauchlin Currie en los gobiernos de Pastrana Borrero, López Michelsen y por la estrella naciente de la política colombiana de esos años, Virgilio Barco.

Desde la tabla de contenido se aprecia que el autor ordenó los resultados de su investigación y planeó su estrategia argumentativa desde lo continental hasta lo local. No desde lo general hasta lo particular, pues el trabajo, como las buenas historias, es un ejercicio de inducción. El libro empieza con una presentación y discusión general sobre la Cepal, desde su origen en la segunda posguerra y en el seno de la recientemente creada Organización de las Naciones Unidas hasta su desempeño en Colombia, pasando por su consolidación en el Cono Sur y sus años gloriosos bajo la dirección de Raúl Prebisch. Villamizar asimila muy bien la historiografía y la amplia tradición de comentario sobre la Cepal, tanto la producida por cepalinos nostálgicos desde la década de los años setenta, como por sus rivales y espectadores desde otras escuelas y latitudes. El lector sigue con emoción la evolución de una comunidad de pensamiento económico compuesta por latinoamericanos, que supo abrirse paso entre la desconfianza y la condescendencia hasta obtener el respeto y la admiración de la comunidad epistémica de los economistas del mundo, pero no en Colombia.

Las fuentes utilizadas en la composición de este libro, presentadas con economía y sin alardes en la introducción, fueron acometidas con enjundia y coraje. Su recolección y estudio supuso una estrategia planeada sin tintas medias ni atajos. El libro es lo que es porque en él se incorporan series enteras de documentos conservados en archivos colombianos, chilenos y estadounidenses. Por esta razón, y porque están bien conducidas analíticamente, sus demostraciones son contundentes y confiables.

El primer capítulo contiene el análisis de varios conceptos claves en el argumento, entre los que se destaca el de "comunidades epistémicas". También se explica y aduce el de "campo de poder", y se discuten otros como "sistema económico mundial", "economía del desarrollo", "relaciones e influencias internacionales" y "papel de los individuos" (en la conformación de comunidades epistémicas). El autor no se contenta con definir el concepto de comunidad epistémica, sino que, como corresponde hacer con verdaderos conceptos -es decir, palabras con capas de significados acumuladas en el tiempo- le sigue su historia: su primera formulación por Haas y Adler en 1993, su redefinición por Marier y las reservas de Toke. Este primer capítulo, además, recoge un balance historiográfico que normalmente se encuentra en la introducción de un trabajo, pero al que Villamizar decidió dar todo el peso de un capítulo. El recuento y comentario de la evolución de los estudios sobre la Cepal es rico y exhaustivo, en lo que se ve un trabajo acucioso de investigación bibliográfica que inscribe a este libro, con pleno derecho y gran utilidad, en el seno en una tradición rica: la de los estudios sobre la Cepal, un tema tratado desde múltiples lugares y centros académicos, tanto en América Latina como en Estados Unidos, y con diversos enfoques económicos e históricos. Villamizar da cuenta de esta pluralidad y riqueza, y sabe asimilarla. Su trabajo es una discusión entablada con toda la tradición latinoamericana y con la estadounidense, lo que hará que este libro tenga interés en Colombia y fuera de ella, y que merezca ser traducido al inglés.

El libro se configura también como una contribución de alcances culturales, más allá de su especialidad en el tema del pensamiento económico y el caso de la Cepal. Esto se anuncia desde el primer capítulo, cuando el autor muestra sensibilidad por obras importantes, hoy poco conocidas, producidas antes del periodo que estudia. Es el caso de Economía y Cultura en la historia de Colombia, de Luis Eduardo Nieto Arteta, en quien Villamizar ve a un pensador económico adelantado a su tiempo, lo que lo llevó a la soledad en el desierto de los abogados "economistas", henchidos de honores y sus inferiores, y finalmente al suicidio. Así pues, el libro de Villamizar es la obra de un especialista -de un economista que sabe leer planes de desarrollo y "técnicas de programación del desarrollo" (título de un estudio antológico de la Cepal)-, pero también es la obra de un historiador con sensibilidad para la cultura, las ideas, la justicia y los problemas más amplios y profundos de una sociedad.

El segundo capítulo es una expedita, útil, ágil y muy bien trabajada historia general y descriptiva de la Cepal. Se constituye por sí mismo como un texto de referencia muy bien documentado sobre la institucionalidad, las personas, las ideas y las principales publicaciones cepalinas. Fundamental en el plan del libro, servirá también como un capítulo de consulta general sobre la Comisión. En el capítulo tercero, "El desarrollo de América Latina, entre la Cepaly los Estados Unidos", se empieza a desplegar la riqueza histórica del libro, más allá de sus definiciones conceptuales y el comentario de sus predecesores. Entran en el libro los intereses creados, los bandos, las personas en los bandos y, en particular, las manipulaciones norteamericanas contra la creación de un organismo de alto nivel, en el seno de la ONU, dedicado a estudiar problemas económicos latinoamericanos con autonomía y control latinoamericanos. Se rasga el velo de hagiografía con que Colombia ha cubierto a su expresidente Alberto Lleras Camargo. En los últimos años de la década de 1940, cuando nacía la Cepal, Lleras era director de la Unión Panamericana (organización anterior a la OEA, y como ella controlada por los Estados Unidos), y desde allí se alineó con la estrategia estadounidense de cerrar el paso a la Cepal. El autor descubre en esta decisión un episodio más en la consuetudinaria actitud supina de las élites colombianas ante los Estados Unidos. Diplomacia difícil de justificar, pues desde la formulación del Respice pollum a principios del siglo XX, las relaciones de Colombia con Estados Unidos parecen estar marcadas por la renuncia de nuestro país al principio fundamental de la reciprocidad. Lleras Camargo, en la senda de sus antecesores, estaba más que satisfecho con la subordinación, algo que -Villamizar lo dice con elocuencia- no ha sido el caso de los demás países latinoamericanos.

Lo mejor de esta crítica fuerte en el libro de Villamizar es que está documentada con riqueza y argumentada con contundencia. En el capítulo cuatro - que se continúa como una unidad con el quinto- Villamizar acomete el tema de la recepción de la Cepal en Colombia. Lo hace con abundancia, pues no se conforma con inventariar silencios, malentendidos y lecturas furtivas de documentos cepalinos entre nuestros primeros economistas, sino que los compara con la recepción en el país de otras corrientes de pensamiento económico. La primera, por supuesto, es la corriente ortodoxa, difundida con bombos y platillos por las universidades de Estados Unidos, sus organismos internacionales, sucesivas misiones económicas, proyectos continentales y foros promovidos por ese país. Son aquí protagonistas el Banco Mundial y el economista canadiense Lauchlin Currie, además de la Alianza para el Progreso (discutida de lleno en el capítulo quinto) y la estrafalaria Operación Colombia, propuesta por Currie en el ocaso de su carrera, cuando se había convertido en un perfecto ganadero colombiano (luego de su inmigración, nacionalización y dotación con hacienda vaquera).

Por otra parte, y aquí es donde, a mi parecer, el libro alcanza su punto más dramático, Villamizar compara la recepción del pensamiento cepalino en la década de 1950 con el informe del grupo francés Economía y Humanismo, liderado por el padre Louis Joseph Lebret. Contratado por el gobierno de facto de Rojas, el "Informe Lebret", como se le conoce, fue entregado a la Junta Militar que sucedió al estratego tunjano, para luego ser archivada, no por la Junta, sino por el establishment colombiano. No así por nuestros primeros intelectuales críticos, el grupo de la revista Mito, primero, y los marxistas católicos más tarde, entre los que se destaca, por supuesto, el cura Camilo Torres Restrepo. Los franceses de Economía y Humanismo permanecieron dos años en el país, levantaron encuestas, viajaron y midieron, para constatar que "las clases altas colombianas son totalmente carentes de responsabilidad social, que la mala distribución del ingreso conducirá a un serio desasosiego social, que el 80% de la población está mal vestida, en malas viviendas, en gran analfabetismo y en incivilizadas y africanas condiciones en algunas partes del país".

Por su parte, el pensamiento de la Cepal, más sofisticado que el de Economía y Humanismo, y menos cómodo para ciertos poderes que los de Currie, el Banco Mundial y la demagogia continental de la Alianza para el Progreso, no fue asimilado en la Colombia de los años cincuenta. La explicación de Villamizar es doble, y en ello radica la riqueza y la significación de su trabajo: por una parte, el establishment colombiano permanecía (y permanece) supino y obediente a las medidas de Estados Unidos para promover un Sistema Internacional controlado a su conveniencia; por otra parte -y esta es la principal hipótesis planteada y demostrada en el libro- el campo epistémico de la economía no se había consolidado en Colombia, y nuestros ministros, planificadores de industrias, editores de revistas de economía y profesores universitarios sencillamente no entendieron las ideas, los métodos ni los resultados de los informes de la Cepal sobre Colombia.

Hubo excepciones: algunos solitarios antes de 1966; Carlos Lleras Restrepo y su equipo de gobierno entre 1966 y 1970. Entre los primeros, se anticipó Luis Eduardo Nieto Arteta, precursor de la comprensión moderna de la historia, la economía y la cultura en el país; Méndez Munévar, joven en los años cincuenta y que luego llegaría a la rectoría de la Universidad Nacional; y el candidato presidencial Lleras Restrepo, a quien Villamizar da crédito, sin dejar de anotar que el político estaba más interesado en la convergencia de fuerzas políticas para su candidatura que en la maduración de un pensamiento coherente sobre el desarrollo de Colombia. En honor a la justicia, cepalinas fueron las ideas que informaron la reforma del estado adelantada por Lleras, cepalina su reforma tributaria y cepalina su ley de reforma agraria. Anti-cepalinos sin duda fueron el Pacto de Chicoral en el gobierno de Pastrana, los devaneos de López Michelsen y Virgilio Barco con el último Currie y anti-cepalinos han sido los aperturistas ortodoxos desde César Gaviria. Hoy en día, Villamizar ha hecho de la Cepal historia, y en ejercicio de su prerrogativa de autor, prefirió cerrar su libro sin ninguna sugerencia para el futuro.

Sergio Mejía
Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia
smejia@uniandes.edu.co