SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.41 número1Educación y asociaciones voluntarias en Colombia 1860-1880. Demandas e iniciativas educativas desde la sociedadBaldomero Sanín Cano y la Revista Nosotros de Buenos Aires (1907-1943). Intercambio y redes culturales e intelectuales índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versión impresa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.41 no.1 Bogotá ene./jun. 2014

https://doi.org/10.15446/achsc.v41n1.44765 

http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v41n1.44765

La escritura de las monjas francesas viajeras en el siglo XIX*

The Writing of French Traveling Nuns in the 19th Century

A escrita das freiras francesas viajantes no século XIX

BEATRIZ CASTRO CARVAJAL
Universidad del Valle
Cali, Colombia
beatriz.castro@correounivalle.edu.co

Artículo de investigación.
Recepción: 7 de octubre de 2013. Aprobación: 20 de enero de 2014.


Resumen

El principal objetivo de este artículo es exponer y caracterizar los escritos -relatos de viajes y "cartas-diarios"- de las religiosas de vida activa, escritos en el tiempo en que iniciaron y expandieron sus misiones en el siglo XIX. Para ello, el artículo se centra en el caso de la congregación religiosa francesa de las Hermanas de la Caridad de la Presentación, cuya primera misión por fuera del continente europeo se llevó a cabo en Colombia, en 1873. El estudio de estas bitácoras nos lleva a descubrir aspectos nuevos de las realidades de las monjas del siglo XIX y a replantear el acercamiento al mundo religioso femenino.

Palabras clave: historia religiosa, historia de la escritura, congregaciones religiosas francesas de vida activa, relatos de viajes, mujeres en el siglo XIX.


Abstract

The main objective of this article is to present and describe the travelogues and "letters-diaries" written by French nuns at the time when they founded and expanded their missions in the 19th century. The article focuses on the case of the French religious congregation of the Sisters of Charity of the Presentation, whose first mission outside Europe was established in Colombia in 1873. The study of these travelogues reveals new aspects of the realities faced by these 19th century nuns that lead us to rethink the feminine religious world.

Keywords: religious history, history of writing, congregations, French nuns, travel chronicles, women in the 19th century.


Resumo

O principal objetivo deste artigo é expor e caracterizar os textos -relatos de viagens e "cartas-diários"- das religiosas de vida ativa, escritos no tempo em que iniciaram e expandiram suas missões no século XIX. Para isso, este artigo se centra no caso da congregação religiosa francesa das Hermanas de la Caridad de la Presentación, cuja primeira missão fora do continente europeu se realizou na Colômbia em 1873. O estudo desses textos nos leva a descobrir aspectos novos das realidades das freiras do século XIX e a repropor a aproximação ao mundo religioso feminino.

Palavras-chave: história religiosa, história da escrita, congregações religiosas francesas de vida ativa, relatos de viagens, mulheres no século XIX.


A principios de mayo de 1873, seis religiosas francesas de la Congregación de la Hermanas de la Caridad de la Presentación -Agustin Marie, Marie Françoise, Emerence, Gaeten, Saint Paul y Paulina- viajaron desde París a Bogotá para cumplir lo acordado en el contrato firmado por la comunidad religiosa y la Junta General de Beneficencia de Cundinamarca: administrar el Hospital de San Juan de Dios de Bogotá, el más grande de Colombia. Esta decisión de la Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Presentación -fundada por Marie Poussepin en 1696 en Sainville, aprobada en 1724, suspendida durante la Revolución francesa y restablecida en la ciudad de Tours en 1809- de iniciar su primera misión por fuera del continente europeo corresponde a un hecho más generalizado del nuevo modelo de órdenes religiosas francesas llamadas congregaciones de vida activa, que se consolidaron durante el siglo XIX.1 Como lo ha señalado el historiador francés Claude Langlois, el otro gran logro de estas comunidades en el siglo XIX fue que "las congregaciones se lanzaron a la conquista del mundo", actividad restringida hasta ese momento a las órdenes religiosas masculinas.2

Las seis Hermanas de la Caridad de las que hablamos escribieron diarios sobre su travesía por el Atlántico y por el río Magdalena, así como sobre el viaje por una de las prolongaciones de la cordillera de los Andes en Colombia que realizaron para llegar a Bogotá. Encontré estos textos originales junto con los diarios escritos por otras hermanas sobre sus viajes en el archivo de la congregación cuando estaba investigando acerca de la relación entre la Iglesia católica y el Estado colombiano en las instituciones de asistencia social en la segunda mitad del siglo XIX. Tuve fácil acceso a estos documentos en la pesquisa de un archivo reservado, como son los de las órdenes religiosas.3 Al leer estos textos, encontré similitudes en los contenidos y el estilo de la escritura de los editados por la historiadora Sol Serrano en el libro Vírgenes viajeras. Diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile 1837-1874, donde se publican, traducidos, los diarios de viaje de cuatro congregaciones religiosas femeninas francesas de vida activa que se instalan en el territorio chileno en el siglo XIX para realizar distintas labores educativas y de asistencia social.4

Estas similitudes ofrecen indicios sobre una práctica de escritura habitual en las religiosas de vida activa que, por su denominación, tienen como principal misión la acción y no la contemplación. Indagar sobre las particularidades, las singularidades, los rasgos distintivos de estas bitácoras femeninas es el propósito central del artículo. Esta aproximación tal vez nos permita dilucidar algunas expectativas de las religiosas que puedan subyacer a estas prácticas, dado que es la fuente más directa para el conocimiento de la vida de las religiosas, siempre tan misteriosa para los que no pertenecemos a ese mundo.

Aunque con respecto a este de tipo de congregación se han estudiado las características del nuevo modelo de comunidad religiosa, el éxito en el reclutamiento de mujeres y sus acciones de asistencia social, no se han analizado sus escritos.5 Indagar en sus textos resulta novedoso por la diferencia con la escritura mística de las monjas de claustro centradas en el recogimiento, la meditación, la abstracción y la autorreflexión, que, por el contrario, sí ha sido motivo de estudio y reflexión.6 Esta escritura tan exaltada y escrutada será el punto de contraste para indagar sobre este otro tipo de registro del mundo religioso femenino y su acción exterior.

De todas maneras, estas formas de escritura como la autobiografía espiritual, los diarios y relatos de viaje hacen parte del amplio rango de géneros que se dio a partir de los siglos XIV y XV en Occidente, y comparten la característica de que la expresión de la experiencia propia de la primera persona está presente. Lo más importante de este hecho, como lo señala James S. Amelang, no fue solamente el incremento cuantitativo de los textos escritos en primera persona, sino la transformación cualitativa que, en cuanto las innovaciones estilísticas y temáticas de estas autobiografías, memorias, diarios, libros de familia, autobiografías espirituales, crónicas personales, relatos de viaje y ficción autobiográfica.7

Dentro del mundo de las religiosas, la escritura de las autobiografías espirituales predominó en los siglos XVI y XVII en las comunidades de claustro, mientras que los diarios de viaje y la correspondencia se van a convertir en las prácticas corrientes, en la medida que las congregaciones de vida activa afianzan sus misiones, sobre todo en territorios distantes y extraños para las religiosas.8

La investigación realizada por Carla Alison Hesse para el caso de Francia sobre los escritos de mujeres desde mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX muestra que, aunque había dificultades para que las mujeres escribieran y publicaran, estas se adaptaron a las contingencias de la familia e hicieron varios libros de distinta índole. Pero los textos de viajes fueron  escasos: solo cinco libros publicados entre los 626 que Hesse logró catalogar por género literario corresponden a ese estilo.9

También parecen ser escasos los libros de viajes por el territorio colombiano escritos por mujeres extranjeras. En la recopilación hecha por José Luis Díaz-Granados sobre los viajeros por Colombia entre 1810 y 1996, tan solo menciona a Angélica Gorodischer, novelista argentina.10 La Academia de Historia de Bogotá, en su colección de viajantes y viajeros, publicó los relatos de la inglesa Rosa Carnegie-Williams, que estuvo con su esposo durante un año en el país (entre 1881 y 1882); en la presentación, se resalta que es la única mujer extranjera memorialista de viajes del siglo XIX.11 Recientemente, la historiadora Jane M. Rausche dio a conocer los libros de tres norteamericanas que vivieron en Colombia con sus esposos y escribieron sus experiencias a principios del siglo XX, desde distintas perspectivas.12 De manera análoga a estas, podemos mencionar el singular libro sobre los sirvientes domésticos escrito por la esposa de un misionero protestante norteamericano.13

La escasez de textos de viajes escritos por mujeres francesas y otras extranjeras sobre sus recorridos por Colombia en siglo XIX hace que estos relatos, escondidos en los anaqueles de los archivos de las congregaciones femeninas y poco divulgados por fuera del mundo religioso, sean relevantes y significativos: la mayoría de mujeres francesas que publicaron tales relatos eran de los sectores más pudientes de la sociedad, mientras que en el caso de las monjas francesas hay una fuerte presencia de hermanas procedentes de sectores populares. Efectivamente, el 46% pertenecía a los grupos medios, contra el 19% de mujeres de origen aristócrata, mientras que el resto, más de un 30%, provenía de familias de pequeños campesinos, artesanos y asalariados, es decir, de orígenes sociales modestos.14 Lo anterior sugiere que las prácticas de la lectura y la escritura fueron, en la mayoría de los casos, aprendidas, reforzadas y mejoradas en la formación religiosa, junto con otros aprendizajes como el conocimiento religioso, la enseñanza, el cuidado de los enfermos y la administración de instituciones de asistencia social, que fue el ethos de formación en estas comunidades de vida activa.

Michel Clanchy plantea que la escritura, para la Iglesia cristiana, ha sido central desde los tiempos medievales en el clero masculino para regularizar y ajustar la institución. Igualmente, fue un poderoso instrumento de gobierno, dado que imponía modelos uniformes a través de la enseñanza y permitía transmitir su doctrina a las gentes escolarizadas por medio de un lenguaje normalizado.15 Conocemos también que la escritura en las órdenes religiosas masculinas ha sido abundante como forma de registro de todas las decisiones, discusiones y actividades, y que cuando las misiones se extendieron en el siglo XVI, la escritura permitió mantener la unidad, no solo de las órdenes, sino también de la Iglesia como institución a través del espacio y el tiempo.16

Habría que resaltar que la experiencia de la escritura en las comunidades religiosas femeninas también fue incorporada siguiendo los parámetros de la Iglesia católica, generalmente con el apoyo de las órdenes religiosas masculinas. Natalie Z. Davis muestra, para el caso de las Ursulinas en 1635, cómo el ejercicio de la lectura y la escritura guiada por los jesuitas era parte esencial de la formación de las religiosas, cuya principal labor era la educación. Los escritos de la Madre Marie Encarnación, estudiados por la historiadora, permiten constatar que leían la Biblia y que escribían, por solicitud de su director, composiciones pedagógicas, como por ejemplo, explicaciones de la fe y exposiciones de El Cantar de los Cantares.17

Para las mujeres que formaron parte de los conventos de claustro o de las congregaciones de la vida activa, esta opción religiosa significó la posibilidad de acercarse a la reflexión y a la observación, lo que les permitía ordenar ideas, pensarlas, confrontarlas, contrastarlas y compararlas, para así conquistar la forma escrita. Es decir, las acercaba no solo al mundo de la alfabetización, sino también al del intelecto, que para muchas otras mujeres de su época era casi inalcanzable. Si las autobiografías espirituales se caracterizan por ser escritos personales inspirados en la fe interior en los que se ensalzaba la experiencia personal, los escritos de las hermanas del siglo XIX estarían más cercanos a las definiciones que se han dado a los diarios y a los relatos de viaje, en los que desempeñó un papel importante la experiencia personal, pero mucho menos la reflexión personal o sobre sí mismas, y cuyas autoras fueron quizás más reticentes a dar datos autobiográficos y abordar su individualidad.18

Las autobiografías espirituales y los relatos de viaje compartían el hecho de que eran solicitados por otros, y no respondían completamente a una decisión personal de escribir. Los sacerdotes confesores recomendaban a las monjas de claustro en los siglos XV y XVI que escribieran en detalle todas sus reflexiones, pensamientos, acciones y sueños como parte de sus rutinas diarias, para luego compartirlos en la confesión. Ellos, como sacerdotes, tenían la obligación y la responsabilidad de escuchar estos textos; pero además, dentro de la jerarquía eclesiástica de esa época, los sacerdotes eran los que tenían la capacidad de analizarlos y, por lo tanto, de dar consejos y orientaciones.19 De esta forma, la práctica de la escritura se incorporó como una rutina de las religiosas para hacer sus confesiones más claras y ordenadas. Escribían cartas codificadas en libretas con sus pensamientos y sus experiencias cotidianas y místicas, formando "cuasi-diarios", pero sin sujetarse a un marco cronológico. Este tipo de escritura de las monjas, para el caso latinoamericano, ha sido estudiado desde distintos ángulos, unos interesados más en la caracterización literaria de los textos; otros, observando más el aporte de las mujeres en una sociedad donde la visibilidad de las mujeres era escasa, y algunos, intentando esclarecer el mundo religioso.20

La solicitud de los reportes de los viajes o de las visitas que debían realizar las hermanas de las congregaciones de vida activa provenía de las madres superiores. Lo que registraban en esos textos eran sus impresiones inmediatas de lo sucedido y vivido con un orden cronológico.21 Si bien las religiosas enviadas a las misiones cumplían la obligación exigida por la comunidad, al mismo tiempo sentían un anhelo sincero de compartir sus experiencias, como lo expresa la madre inglesa Nicholl, de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús: "(...) me prometí escribir para mis Reverendas Madres de Europa, un diario que contenga descripciones, acompañando de algunos esbozos de un viaje a Chile".22 A veces, sus deseos de escribir otro tipo de registro eran motivo de preocupación, dado que la prioridad para estas congregaciones no era la escritura, sino la acción. Incluso, la escritura era vista por algunas congregaciones como un actividad que no tenía lugar en las ocupaciones de este tipo de religiosas, como lo manifiesta explícitamente una hermana de la Caridad de la Presentación en su libro En el país del oro y de las esmeraldas, en un capítulo donde confiesa y justifica su decisión: su anhelo de escribir el libro sobre la historia de la comunidad en Colombia fue consultado a su confesor en 1886 y solo después de recibir su consentimiento, sintió la libertad de realizar esta aspiración.23

Las hermanas escribieron sus reportes en la forma combinada de diarios y de cartas, dos géneros que muchas veces se entremezclaban. Generalmente, una de las hermanas del grupo que viajaba a emprender la nueva misión escribía la "carta-diario", dado que siempre se trataba de establecer una comunidad donde se asentaran. Los escritos tienen entradas por cada día en que podían escribir, generalmente al principio de los textos, que muchas veces se titulaban como diarios de viaje y estaban dirigidos, en su mayoría, a la reverenda madre superiora y a la congregación en general. De todas formas, este tipo de registro escrito tenía la exigencia y el fin de informar a las superioras de la comunidad religiosa sobre la misión encomendada. Según lo que se menciona en las pocas cartas que conocemos de las enviadas por la superiora general en el caso de la Congregación de las Hermanas de la Caridad, parece que algunos de estos escritos eran leídos en voz alta a toda la comunidad religiosa en la casa principal en Tours. Era, por lo tanto, una escritura controlada, depurada y correcta, con un lenguaje sencillo, preciso, claro y poco adornado. Pero lo que más sorprende de estos textos escritos por las hermanas de vida activa es la poca referencia que hay en ellos a cuestiones relacionadas con la fe interior o su experiencia personal, lo que los diferencia completamente de la escritura mística, donde era permanente el diálogo directo con Dios, en retiro y soledad. Pero incluso en los primeros diarios de viaje de monjas que conocemos, pertenecientes a las religiosas de claustro del Convento de las Capuchinas de Madrid que viajan a Lima en 1772 a fundar una nueva casa, aparecen relatos sobre visiones premonitorias y las alabanzas a Dios, aunque las oraciones para encomendarse al Espíritu Santo y la Virgen no tienen la forma ni el estilo de la escritura de la autobiografía mística.24

En las "cartas-diarios" de las hermanas del siglo XIX tampoco se encuentran valoraciones sobre Latinoamérica. La idea sobre América Latina que las hermanas podían tener ya no sería la que crearon los europeos a partir del siglo XVI, llena de mitos y de ficción,25 aunque tal vez sí podía haber algo de ignorancia y prejuicios, como supieron los viajeros colombianos del siglo XIX que llegaban a visitar Europa cuando leyeron escritos sobre el país.26

Si comparamos los contenidos de los textos de algunos viajeros recorrieron Colombia en la época en que llegaron las Hermanas de la Caridad, como el del francés Charles Saffray en 186927 o el del alemán Friedrich von Schenck en 1880,28 es evidente ellas tenían menos información sobre el país, pues en los libros de estos viajeros encontramos referencias sobre Humboldt o Caldas, por ejemplo, o cierta información técnica sobre geografía o vías de comunicación. Tal vez su conocimiento de América Latina procedía más de las otras congregaciones religiosas femeninas francesas que ya tenían misiones en otros países de la región, como se alcanza a evidenciar en el relato del viaje desde Estados Unidos a Chile de la Hermana Mary Mac Nally, de la Sociedad del Sagrado Corazón, cuando advierte que, aun conociendo que de seis Hermanas de la Caridad que habían atravesado el istmo de Panamá, dos cayeron de sus monturas, "una se quebró la cabeza al estrellarse en las rocas y la otra murió antes de llegar al final del viaje", no se interrumpió la travesía de la Reverenda Madre du Rousier.29 También, quizá tenían conocimiento por algunos hechos referidos en Francia; por ejemplo, el relato que aparece en el diario de la comunidad Sagrados Corazones de Jesús y de María, en el que se describe la llegada de la comunidad a Río de Janeiro en septiembre de 1848: "[n]o nos cansamos de contemplar los sitios admirables que se ofrecen a nuestra vista: la multitud de pequeñas montañas cubiertas de árboles, de verdor, de casas. Las rocas que rodean la ensenada representan muy bien la imagen de Luis XVI enterrado".30

En los relatos de viaje se trataba de escribir una pequeña narración diaria durante el tiempo del recorrido, y cuando las circunstancias lo imposibilitaban, se explicaban las razones de los impedimentos para no hacerlo con la frecuencia deseada. Los inconvenientes que limitaban la escritura en la travesía del Atlántico se debieron principalmente a los mareos por el movimiento del barco, sobre todo cuando iniciaba el viaje en el océano; en otros momentos, la falta de tiempo se debía a la intensidad del viaje o al cansancio. Luego, cuando ya estaban instaladas en las misiones, la falta de periodicidad de las cartas para informar sobre la comunidad casi siempre se debió al exceso de trabajo o a las enfermedades. Generalmente, eran informes escritos en el momento; son muy pocos los relatos que se escriben a manera de reminiscencia. Las entradas diarias de los textos a veces se convertían propiamente en cartas. La mayoría de textos no era muy extensos, tienen en promedio dos páginas (en máquina de escribir, una hoja tamaño carta). Según se menciona en algunas cartas, la limitación en la extensión se debía en parte a las dificultades permanentes del correo y al costo del envío. Aprovechaban cualquier persona que viajara a París o a alguna ciudad colombiana para solicitar el favor de llevar la correspondencia, y de esta forma ahorrar el envío, asegurar que llegara al destino deseado y, en algunas ocasiones, escribir más extensamente.

Tanto el estilo como la forma de estas bitácoras religiosas eran bastante similares a los relatos de viaje del siglo XIX. Incluso, algunas hermanas acompañaron sus mensajes con la ilustración en acuarela de la misma forma que los hicieron los viajeros, como una manera de pintar con más fidelidad lo que veían.31 Esto pone de presente que las hermanas de vida activa no estaban tan distantes del mundo de su época: pertenecían a dicha sociedad por fuera de sus comunidades religiosas y sus escritos se asemejaban a la escritura en el mundo secular, a pesar de que respondían a los cánones exigidos por las congregaciones religiosas.

Temáticas similares a los relatos de los viajeros del siglo XIX

Así la forma y el estilo de los "cartas-diarios" de las hermanas eran parecidos a los de los viajeros del siglo XIX, también lo era la mayoría de los contenidos.32 Según James S. Amelang, prácticamente todos los diarios de viaje se centraron en lo extraordinario de los lugares, las cosas y las personas descubiertas, y los autores adoptaron un tono de testigo presencial al combinar descripciones realistas y objetivas con comentarios sobre incidentes extraídos de la participación de los propios autores en los hechos. Se limitaron, por lo general, a narraciones directas en primera persona sobre la búsqueda del dominio de un mundo extraño y muchas veces desconcertante, características que encontramos de forma recurrente en los escritos de las hermanas.33

La descripción de la naturaleza y sus condiciones -como el clima cálido- fue uno de los tópicos más frecuentes y en el que más se extendieron las hermanas. La diferencia consiste en que las religiosas registran la naturaleza desde la sorpresa, la admiración, la sensibilidad y la estética, no desde el conocimiento de la botánica, de la historia natural o la farmacología, como sí lo hicieron algunos viajeros.34 Narraron los distintos momentos del paisaje

que podía mostrar el océano Atlántico, las tormentas con sus olas enormes, el mar calmado junto con la ausencia de viento, los colores extraordinarios de los atardeceres y amaneceres, las aves y peces que lograban divisar, y luego, en tierra firme, el asombro con la vegetación exuberante y la variedad de plantas, flores, frutas y animales diferentes para los casos del Caribe, Colombia y Panamá, y el paisaje árido para Chile.

La Hermana Saint Yriex, de las Hermanas de la Caridad, escribió en 1876 sobre el camino de Nare a Medellín:

En los momentos en que no está uno demasiado preocupado por conservar el equilibrio, puede admirar la hermosura de estas montañas de tan rica vegetación. Imagínese árboles de una altura prodigiosa, artísticamente enlazados unos con otros. Preséntense a las miradas encantadas, flores de toda clase, pájaros de colores brillantes, vuelan de rama en rama y dejan oír sus alegres conciertos. El pájaro mosca y colibrí, rivalizan de ligereza con las magníficas mariposas que, en nubes espesas atraviesan en el sendero escarpado que tenemos que subir. Este espectáculo eleva el alma hacia el creador de tantas maravillas y hace olvidar el calor y el cansancio.35

La misma fascinación sobre la abundancia de la vegetación la relata la Hermana Mary Mac Nally, de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, al referirse a Jamaica en los siguientes términos:

(...) está situada en una latitud en que la naturaleza produce espontáneamente, sin cultivo, los mejores y más escogidos frutos. En el huerto del obispo abundan los naranjos, plátanos, granados, etc., cuyos frutos eran sorprendentemente grandes. Todas las calles de la ciudad de Kingston están bordeadas con estos árboles frutales que a lo lejos, en el campo, forman extensos bosques.

Y más adelante, cuando llegan a Panamá, relata:

La línea férrea pasa de tiempo en tiempo por bóvedas de follaje de altura sorprendente. Las flores que crecen en nuestros invernaderos no pueden rivalizar en belleza con las que la mano de Dios hace crecer sin cultivo y derrama con tanta prodigalidad en este país. Los cactus, sobre todo, son magníficos. Tapizan la selva mientras que otras flores, de un vivo encarnado, que bien tendrán un pie de diámetro, trepan con su rico follaje hasta la cima de los grandes árboles cuyas ramas tocan la tierra y forman naves elevadas.36

Esta admiración por la flora y frutos tropicales la incorporaron en sus casas-conventos. La Hermana Gaetana escribía a la hermana Michael sobre los jardines de la Casa Provincial en Bogotá en 1882:

En todo tiempo flores magníficas, rosas en profusión, todo lo que tenemos allá [Tours] en los jardines crece aquí sin cultivo y la vegetación es tan vigorosa que las plantas tapizan en un santiamén la tierra y se convierten fácilmente en maleza. Las frutas son variadísimas, muy bellas, precedidas ordinariamente por hermosas flores, por lo menos las que no conocemos en Francia.37

Pero además, las hermanas no dejaron de maravillarse por la naturaleza, incluso en situaciones tensas como fue la de un viaje al Amazonas de unas religiosas de las Hermanas de la Caridad que viajaron a colaborar en los hospitales militares del sur instalados durante la guerra colombo-peruana a principios de 1930, como lo señala un especial de Ricardo Sánchez publicado en el periódico El Tiempo, titulado "De Florencia a la Tagua. Religiosas antioqueñas van a afrontar el peligro". En este reportaje se indica que "[l]as religiosas venían encantadas con los paisajes de las orillas y solo cuando empezaron a ver indios y animales raros se sorprendieron ligeramente".38

Otro de los temas recurrentes tiene que ver con las descripciones de los medios de transporte en los que hicieron sus travesías -barcos, vapores, trenes, carrozas, mulas-, al igual que las condiciones de las vías, como también lo reseñaron los viajeros.39 Cuando se trata de la navegación por el Atlántico, las hermanas registraban los nombres de los barcos y detallaban la capacidad y el tamaño, como también los cuartos y los camarotes, los comedores y las comidas que les brindaron, los capitanes, marineros y los pasajeros. Durante el trayecto, reportaban con cierta obsesión la longitud donde se encontraban cada día, la duración de los recorridos y la distancia o cercanía a la zona ecuatorial, tal vez con el objetivo de calcular cuánto tiempo más podía durar su viaje o qué tan lejos estaban de Europa o cerca de su destino.

Se esforzaron más en pormenorizar los detalles de los medios de transporte distintos de los europeos, como las travesías en mula o caballo, probablemente porque para algunas era la primera vez que tenían la experiencia de montar al lomo de estos animales y significó aprenderlo en pocos días bajo la presión de la prontitud del inicio del nuevo trayecto. Por ejemplo, la Hermana Marie Gertrudis, en medio de su descripción de las montañas de los Andes y sus comentarios sobre la humedad, introduce la frase: "[L]as sacudidas de las mulas hacen olvidar la hermosura del paisaje".40

Generalmente, los caminos no eran propiamente carreteras y, además, eran peligrosos por los precipicios en las montañas escarpadas de los Andes, los fangos en las zonas lluviosas del trópico o los pedregales en las partes áridas. La navegación por el río Magdalena, tan ilustrada en los diarios de los viajeros extranjeros y nacionales, también fue narrada por las hermanas, que detallaban los mismos aspectos y subrayaban, sobre todo, las altas temperaturas.41 A veces, parecen un poco exagerados los relatos de sus hazañas en medio de regiones tan agrestes, pero en realidad no distan mucho de las descripciones de los viajeros que hicieron los mismos recorridos en esa época. En ese sentido, los escritos cumplen el objetivo principal de informar del modo más fiel lo vivido a la comunidad religiosa.

Cuando los medios de transporte eran similares a los que se usaban en Europa, como los trenes o carrozas, las descripciones generalmente se hacían mediante comparaciones, tratando de buscar la diferencia o las similitudes con lo conocido, pero también para ayudarles a las lectoras a entender o imaginar lo que estaban describiendo. Estas no son tan extensas ni detalladas como cuando el medio de transporte era desconocido, y eran similares a las exposiciones de los viajeros. Por ejemplo, en la "carta-diario" de la Hermana Paulina a la Reverenda del 26 de mayo de 1873, se describía el viaje en tren de Sabanilla a Barranquilla de la siguiente manera: "Los vagones no son tan cómodos como en Francia; pero la locomotora, aunque calentada con carbón, es muy rápida y a la media hora de nuestra salida, ya estábamos en Barranquilla".42 Igualmente, las hermanas estaban atentas al estado de las vías y de los puentes, así como a sus diseños. En este sentido, había cierta conciencia sobre las dificultades del desarrollo ingenieril en medios agrestes.

Los contenidos también comprenden narraciones precisas, tanto de los sitios de parada durante la travesía, como los de llegada. Muchas de las descripciones de las hermanas no distan de las hechas por los viajeros extranjeros que pasaron por las mismas ciudades, como la que hizo la Hermana Pauline cuando estuvo en Barranquilla en mayo de 1873:

Al volver [de misa] observamos detenidamente la ciudad, a fin de poder hacerle una descripción de ella. Las calles son bastante rectas y las casas, de uno a dos pisos a lo más, y adornadas con balcones. Los edificios son amplios y elevados. Los almacenes muy grandes y con arcadas tan altas, que uno podría entrar por una puerta y salir por la otra, sin tener la necesidad de agacharse. Las muestras están en el interior, porque el sol dañaría las mercancías. El único medio de alumbrado son las bujías, encerradas en una especie de linternas que las preservan del viento. Aquí, como en todas partes, hay pobres y ricos; los pobres son indios o negros que se visten decentes, aunque no aseadamente y viven en casas oscuras y malsanas.43

O como la que hace la Hermana Gatienne cuando hizo la primera visita general en 1882 y realizó una descripción sobre Bogotá y las casas de las personas más pudientes de la ciudad:

Una cosa que me sorprende de la ciudad de Bogotá, es la regularidad de su planificación, debió ser construida al mismo tiempo, no como nuestras grandes ciudades, todas las calles están perfectamente alineadas formando bloques de casas de 100 metros por cada lado. Todas las casas tienen en el interior un patio cuadrado con galerías cubiertas y un jardín en la mitad. Flores en profusión en vasijas elegantes dan a los patios, en las casas burguesas, uno de los aspectos más agradables. Por lo demás, lo confortable reina en todas las casas, traen desde París mobiliarios para todos los salones.44

Otro aspecto común en los diarios de viajes, especialmente en los de la travesía del Atlántico, es la descripción las relaciones que entablaban con las personas con que tenían contacto en los barcos, los pasajeros, marineros y capitanes. El mundo de los trasatlánticos, de los vapores y de los caminos de mula era mayoritariamente masculino: comerciantes, burócratas, estudiantes, aventureros y sacerdotes. En estas travesías, las otras mujeres que se encontraban eran las esposas o hijas de los hombres que viajaban y las demás religiosas que también hacían misión, pero no mucho más que estas. Entre los pasajeros, trataban de relacionarse con los que hablaban español y aprovechar el tiempo largo del viaje para aprender y practicar el idioma; normalmente eran hombres latinoamericanos que por distintas razones viajaban y en pocos casos lo hacían con sus familias. Hay descripciones sobre conversaciones durante las comidas o en las cubiertas, las ayudas recibidas y la amabilidad de las personas. Solo en el viaje de la travesía por Panamá, las hermanas de la comunidad del Sagrado de Corazón de Jesús relatan algunos inconvenientes que tuvieron que sufrir con unos maleantes que, según las religiosas, iban para California en búsqueda de oro.45

Un aspecto que se repite en estos textos es la preocupación por la población en condiciones de pobreza; al fin al cabo, uno de los propósitos de la misión de las congregaciones de vida activa era el servicio a los pobres y desvalidos. La descripción de la hermana de la Caridad de la Presentación, Gertrudis, sobre las famosas tiendas en Bogotá en 1878, es similar a las hechas por los viajeros y por los mismos colombianos:

Los ranchos donde va la Hermana Anthyme a visitar los enfermos, la puerta es tan bajita que es preciso agacharse para entrar, tiene un metro de extensión, la pobre enferma está no acostada, puesto que no da la dimensión de su cuerpo, sino sentada en el puro suelo o en una mala estera. En esta clase de habitación uno comprende que no haya donde cocinar aunque sea poca cosa; se prepara la comida delante de la puerta y el humo entra a la choza de donde no puede salir por falta de ventana. Tiendas más espaciosas que las que acabo de describir las veréis en una única pieza y viviendo hombres, mujeres y niños, cerdos, gallinas, palomas y conejos.46

Al igual, el ojo observador de la Madre de la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, Nicholl, estaba puesto en la vivienda de los necesitados: "Las casas de los pobres tienen un aspecto miserable. Una estaca en cada esquina a las que se adosan unas cañas cubiertas de barro forman un dormitorio sin ventana y con una pequeña abertura que sirve de puerta; se cocina al aire libre, bajo una especie de techumbre de cañas".47

En los escritos de las hermanas también hallamos extensas descripciones de las instituciones de asistencia social y de educación, por ser sus sitios de trabajo y los que tenían obviamente que reportar. Pero es de resaltar que este tipo de lugares tampoco pasaron desapercibidos para los viajeros, dada su importancia. Alusiones a los hospitales, colegios, escuelas y orfanatos en las ciudades más grandes y sobre el hospicio de Bogotá se encuentran en casi todos los viajeros del siglo XIX.48 La diferencia es que las hermanas presentaban esta información con mayor conocimiento y profundidad, detallaban distintos aspectos: las construcciones, los espacios dentro de ellas, las dotaciones, los progresos logrados, las donaciones recibidas, las visitas de políticos y personalidades; pero, sobre todo, informaban del trabajo realizado por las religiosas, el número de personas atendidas y las distintas formas de curarlos, cuidarlos y educarlos, deteniéndose especialmente en los enfermos y los niños.49

Otro tema que comparten los escritos de las hermanas y de los viajeros es la situación política colombiana, sobre todo, las guerras civiles.50 En los escritos de algunos viajeros este tema fue tratado con amplitud, al exponer con detalle la situación de los partidos políticos y sus fracciones, el perfil de los gobernantes y sus contrincantes y las apuestas políticas de las nuevas constituciones; incluso, se atrevieron a ofrecer los posibles pronósticos y los futuros escenarios políticos.51 Aunque las religiosas mencionaban la problemática política con brevedad y con mucha prudencia, no fue un aspecto que pasara desapercibido, y no desconocían, para nada, los acontecimientos políticos.

La Madre Pauline reportó a la Reverenda Madre, desde Bogotá, en agosto 16 de 1876:

La guerra civil y religiosa principió en el Cauca con el fin de obtener, por la razón o la fuerza la libertad de enseñanza religiosa en las clases de gobierno. Se limitó primero a este Estado pero intervino el Gobierno General para defender las leyes y la guerra no tardará en generalizarse. En los alrededores de Bogotá están armados todos los hombres y se organizan para la lucha, cada uno con su partido.

Y al día siguiente vuelve a escribir:

La guerra se declaró en todos los Estados. "Sumergida está la ciudad en su silencio de muerte". No salen los hombres a la calle, los almacenes a medio abrir para poder cerrarlos fácilmente en la primera señal de alarma. Hubo tiros esta mañana en Monserrate (...). Acaba de salir un ejército mandado por el gobierno para someter a los revoltosos; según dicen son muy numerosos y se esconden en las montañas, llegará a ser una guerra de guerrillas que podrá durar muchísimo.52

La Congregación de las Hermanas de la Caridad de la Presentación tuvo siempre claro que su principal misión era ofrecer y cumplir con su trabajo contratado, y por principio no se inmiscuían en la política de los países donde hacían misión. Sin embargo, la guerra civil de 1876 sorprendió a las hermanas que recién llegaban a Medellín y a las primeras que se establecieron en Bogotá, que tan solo llevaban tres años viviendo en la ciudad. Este hecho de confrontación política las hizo tomar la decisión de participar de una forma particular: ofreciendo la atención a los heridos en los enfrentamientos de Bogotá. A partir de esta iniciativa, continuaron prestando sus servicios y lograron introducir la ayuda humanitaria en Colombia con los parámetros que había en Europa en ese momento: la atención igualitaria y neutral a todos los heridos en los combates y a los enfermos sin importar el bando al que pertenecieran. Sobre este tipo de trabajo en las guerras civiles hasta finales del siglo XIX y la Guerra colombo-peruana, las hermanas también dejaron registros escritos, aunque con algunos matices distintos a los mencionados hasta ahora. La mayoría de ellos fueron las "cartas-diarios" enviadas a la Madre Superiora de Tours, en los que relatan sus experiencias. Sin embargo, los textos de la Guerra de los Mil Días (1899-1902) fueron escritos a manera de remembranza, quizá redactados después de un corto tiempo de las vivencias por algunas hermanas que participaron en la actividad de socorro. Estos relatos son diferentes a las "cartas-diarios" que las hermanas escribieron sobre sus viajes por el Atlántico o sus recorridos por el territorio colombiano; son narraciones continuas, no dirigidas a ninguna persona, que tratan en lo posible de ir presentando los hechos ocurridos de forma cronológica y ordenada.53

Los relatos de las hermanas contienen descripciones sobre diferentes aspectos de las llamadas ambulancias -campamentos itinerantes en los campos de batalla para la ayuda humanitaria de heridos y enfermos de los enfrentamientos bélicos- y los hospitales militares, como también detalles de los combates, de las dificultades en los trayectos recorridos y algunas narraciones sobre el mundo rural colombiano y sobre las celebraciones religiosas. Estos relatos coinciden con muchos de los textos sobre las guerras civiles, a partir de los cuales los historiadores han hecho las caracterizaciones y análisis de las mismas, lo que nos permite confiar en su verosimilitud y ratificar el gran propósito de estos escritos: informar.54

Tópicos religiosos

Sería de esperar que en los relatos de las hermanas se detallaran sitios religiosos, las celebraciones de las fiestas religiosas o las prácticas de culto de las poblaciones, por pertenecer a su ámbito católico. Efectivamente, así ocurre, pero no debe olvidarse que ese interés también lo compartieron los viajeros del siglo XIX.

En las bitácoras de las religiosas hay buenas descripciones de las construcciones de las iglesias o de los conventos, de los adornos interiores de los altares, de los sacerdotes o monjas responsables de estos sitios, como también de sus atenciones. En parte, esto se debe al contacto regular de las hermanas con parroquias o casas de las congregaciones ya asentadas, bien sea por su estadía en ellos como sitios de pasada o de llegada. Eran los lugares en los que habitualmente ellas preguntaban, buscaban o les recomendaban para descansar, para pernoctar o para buscar un refugio después de largas jornadas -muchas veces extenuantes-. Los viajeros, por su lado, hacían narraciones sobre todo de la arquitectura de los sitios sagrados, algunas veces expresaban su fascinación por sus tamaños, las decoraciones interiores y las obras de arte religioso. Igualmente, las hermanas relataban la asistencia a los cultos religiosos más habituales como la misa, la confesión o la comunión; el viajero Isaac F. Holton, por su parte, escribió extensas y detalladas descripciones sobre los diferentes ritos católicos, aclarando que él los estudia como observador, no como teólogo.55

En el caso colombiano, las hermanas y los viajeros del siglo XIX compartieron el interés por dejar registro sobre las procesiones de la Semana Santa y la fiesta de Corpus Christi; incluso, varios de ellos hicieron dibujos en acuarela o grabados.56 En la carta de la Hermana Presentación a la Madre M. en 1876, se detuvo a relatar la procesión de Corpus en Bogotá, con muy buen ojo de observadora, al referirse a la ceremonia en los siguientes términos:

¡Qué ceremonia tan imponente! 10 000 hombres cada uno con su cirio en la mano, andaban en silencio. Casi no se ven señoras sino en las ventanas, solo algunas mujeres de pueblo se mezclan con la muchedumbre, pero por lo general no asisten a los oficios. Decorados en las calles con arcos de flores y festones. El empedrado de piedra cubierto con pétalos de rosas.57

Teniendo en cuenta el referente católico, se puede explicar la sorpresa manifestada por las hermanas de Barranquilla al encontrar algunas personas creyentes de ritos no cristianos, como los vemos en los viajeros, pero sin tanto desconcierto. En una carta de 1876 de la Hermana Marie Saint Víctor a la Hermana C., relata:

Existen en Barranquilla costumbres extrañas que se asemejan mucho a las ceremonias paganas y dan la medida de la ignorancia en que está sumergida esta población. Cuando un niño se enferma casi no se preocupan por él; le dan unos glóbulos y lo dejan morir tranquilo. Muerto, es otra cosa. Hasta los más pobres venden todo lo que tienen para proveer los gastos de la fiesta que llaman "velorio". Visten al niño como un santico, hacen un altar y lo ponen en nicho. Se reúnen parientes y amigos y trasnochan cantando, tocando música y tomando café, etc. Acabada la noche llevan al difunto a otro barrio y vuelven a empezar. Dos o tres noches dura esto así, hasta que el pequeño cadáver entra en putrefacción.58

Por otro lado, las hermanas, vestidas con sus hábitos y tocados, no pasaban desapercibidas en ninguna de las regiones donde llegaban, por lo que en Colombia y en muchas partes del mundo, incluida Francia, se les conoció como las cornetas. En las diferentes paradas del viaje desde Francia a Colombia cuando caminaban, se les veía con extrañeza, y los niños se les acercaban a examinarlas y hacerles comentarios. La Hermana Marie Angele escribía en su "carta-diario" del 26 de junio de 1874, al llegar a Barranquilla: "Al fijar nuestra vista en los plátanos y cocoteros, vimos a nuestros negritos trepados en lo más alto de los árboles que nos miraban curiosamente".59 Este hecho se puede explicar, en parte, con la afirmación de Michel de Certeau respecto a una de las características del sacerdote: "(...) el religioso intriga (...). Tiene la figura de la extrañeza ambigua, que designa alternativamente un secreto importante y un pasado caduco. Fascina, como algo oculto, al mismo tiempo que posee la naturaleza de un objeto perimido, como una reliquia de sociedades desaparecidas".60

Asuntos de las congregaciones religiosas y personales

En las bitácoras de las hermanas también aparecen temas reservados a la vida religiosa y personal, que son los que diferencian los textos de las hermanas de los relatos de viajeros de la época, y también de la escritura mística. Hay fragmentos que tienen las características que hemos señalado de los diarios, en el sentido en que relatan la rutina diaria de las hermanas, pero es una rutina con un referente piadoso y devoto; hay otros fragmentos, en los que se registran los sentimientos o los temores, relacionados con la decisión de pertenecer a una comunidad religiosa, por lo que denotan ciertas singularidades.

En los textos se repite con insistencia la necesidad de informar cómo incorporaron durante los viajes las rutinas diarias de las comunidades, a pesar de todos los inconvenientes, cómo los mareos fueron frecuentes durante la travesía del Atlántico u otras incomodidades en los distintos viajes; y cuando no lo lograban, se manifestaban las preocupaciones. La rutina diaria incluía oración mental, la lectura espiritual, recogimiento en el cuarto, rezar el rosario en las tardes en comunidad, asistir a la misa y recibir la comunión. Había otros registros de cuándo se realizaban o no otras rutinas religiosas, como asistir a misa los domingos, las celebraciones de Navidad, las de Semana Santa, las fiestas de la Inmaculada Concepción o de la Ascensión de la Virgen, así como la posibilidad de confesarse. En muchas ocasiones, alcanzaban a realizar todas estas prácticas religiosas porque viajaban también sacerdotes en los barcos, no necesariamente acompañando a las hermanas, sino en calidad de pasajeros; además, en cada parada trataban de buscar un sacerdote o iglesia donde pudieran cumplir con los preceptos religiosos. Pero los relatos sobre estas actividades religiosas se reportan de la misma forma que las otras rutinas, pues son finalmente parte de la vida diaria de las hermanas, con entradas cada día, con un estilo descriptivo y no valorativo, ni con una espiritualidad diferente a la de cualquier otro creyente.

En otras partes de los textos, consideramos que se desvanece la característica principal de los diarios de viaje, es decir, lo impersonal o lo distante; en cambio, parecen aflorar de manera explícita los sentimientos, los temores, los miedos y las reflexiones personales sobre la fe, pero de todos modos expresados en una forma distinta a la escritura mística. Aunque no tenemos conocimiento de los detalles de las decisiones tomadas por las congregaciones de vida activa para seleccionar a las religiosas francesas que vinieron a hacer misión a Latinoamérica, en algunas cartas más personales -que fueron las que mandaron las hermanas que vinieron a la misión en Colombia a las otras hermanas que estaban en Francia, diferentes a las que enviaban a la superiora-, se puede percibir bastante cercanía y seguramente lazos de amistad, y también se alcanzan a manifestar algunas emociones alrededor de la aceptación de la decisión tomada por la congregación para enviarlas a la misión. Por los sentimientos expuestos, suponemos que estas cartas eran privadas, que la circulación era únicamente entre las hermanas y no entre toda la comunidad, y que no se leían a viva voz. En la mayoría de estas cartas había una aceptación de la designación que se les había hecho y, a veces, incluso agradecimiento; sin embargo, en algunas ocasiones manifestaban un poco de reserva por la separación de sus compañeras más cercanas y se expresaba cierta nostalgia por el lugar de origen o del convento en Francia.

Por ejemplo, al final de la carta que la Hermana Marie Gertrudis envía a la reverenda Madre du Calvaire se encuentra la siguiente nota:

Las líneas siguientes están dirigidas a la Hermana Marie Isidore. Querida hermanita: Ya no lloras más, ¿no es cierto? Ánimo, valor, te lo ruego, sin esto yo me iría con un pesar muy grande, aun cuando estoy feliz de hacer la voluntad de Dios mediante el sacrificio, es la primera vez que me cuesta tanto hacerlo.61

Conocemos que fueron decisiones tomadas por los consejos de las comunidades religiosas, y que las hermanas debían aceptar con obediencia porque, además la aceptación de la determinación, se involucraba una demostración de su fe, de su humildad y de su espíritu de servicio y sacrificio. Tal vez fue un elemento fundamental que reforzaba sus vocaciones, pues ir a misión significaba, casi siempre, la probabilidad de no retornar a Francia, como fue el caso de la mayoría de las hermanas francesas que vinieron a Colombia. Según noticias recogidas por la propia congregación en un libro publicado en 1973, en el momento de la celebración del centenario de su llegada al país -La Presentación. Provincia de Bogotá. 1873-1973-, cinco de las primeras seis hermanas que llegaron estuvieron en el país hasta su muerte y solo una regresó a Francia después de haber permanecido nueve años al servicio del Hospital de San Juan de Dios en Bogotá. Si bien las hermanas que eran enviadas a las misiones tenían cierta formación y seguramente eran de confianza para las congregaciones, también es cierto que eran relativamente jóvenes, hecho que seguramente ayudaba a afianzar su destino religioso.62

Dilucidar el ámbito de la fe resultará siempre difícil, pero estos hechos sí nos permiten comprender, en parte, que la conformidad y la aceptación incondicional e incuestionable que exigía la fe constituyeron elementos fundamentales de las misiones de estas congregaciones, como bien lo expresa la Hermana Marie Deschamps en la carta a su superiora de las Hijas de la Caridad, cuando le hacía conocer la necesidad de más religiosas para Chile:

¡Que Nuestro Señor inspire en el corazón de nuestras Hermanas de Francia la vocación para con estos países extranjeros! Después, ayudadas por esta dulce obediencia que usted sabe hacernos disfrutar, ellas vendrán generosamente a nuestro auxilio. Podemos repetirles una vez más, que Nuestro Señor es doblemente bueno y generoso para con el que hace el sacrificio de abandonar su patria y que el exilio voluntario no es sino un viaje en ferrocarril hacia el Cielo! (...) Como vieja misionera, quisiera repetirle cuánta alegría y gratitud me inspira este título.63

Lo mismo se puede constatar cuando relata las actividades diarias de servicio en las misiones:

Por la mañana hasta las 10 hago curaciones y distribuyo limosnas. Luego salgo a visitar a mis enfermos, vengo a almorzar y vuelvo a salir hasta la tarde. Bogotá es muy grande y los pobres enfermos viven casi todos a las afueras de la ciudad. Llego a veces cansada, pero por la noche todo lo repara y la dicha que experimentó alivia la miseria, compensa la fatiga.64

Otro tipo de registro en que se alcanzan a vislumbrar aún más los sentimientos de las religiosas, así como sus temores, tiene que ver con las actividades de ayuda humanitaria, en el caso de las Hermanas de la Caridad durante las guerras civiles colombianas, desde 1876 hasta 1901, en distintas regiones de Colombia y en la guerra colombo-peruana durante 1932 y1933, en la zona selvática del Amazonas.65 Tal vez una de las razones para redactar estas vivencias, además de la exigencia de reportar, haya sido el impacto tan fuerte que causaron estas experiencias a las hermanas, sumado a la demanda de trabajo y a las múltiples incomodidades que tuvieron que soportar. No es de extrañar que algunos apartados de los relatos tengan la perspectiva de las religiosas, pues se trató sin duda de experiencias vividas que les significaron grandes sacrificios y que las llevaron a exponerse en ciertos momentos a peligros extremos, además, que haber sido una tarea que las hermanas asumieron recién llegadas a Colombia.66

Además de informar, estos relatos dejan entrever las distintas emociones de las hermanas, dado que para la Congregación de la Hermanas de la Caridad esta travesía representó la muerte de varias de sus religiosas por enfermedades,67 como también desgaste físico extremo por las jornadas exigentes que no les daban tiempo para el reposo o para comer, y que puso en peligro la salud de varias de ellas.68 Precisamente en estas situaciones extremas, las bitácoras femeninas expresan explícitamente el carácter religioso, en los que se evidencia la confianza en la protección de Dios, a quien tanto se encomendaban; igualmente, son estos los apartes en donde la diferencia con los escritos de viajeros laicos se hace evidente, a pesar de tener tanto en común.

Durante la guerra, debido a la ayuda que prestaron en la atención de las ambulancias, muchas hermanas se vieron privadas de comodidades; lo que en los relatos se resalta como el reto más arduo fue tener que vivir por más tiempo de lo esperado fuera de la comunidad, lo que expresaban como "estar en medio del mundo rodeadas cada instante de hombres",69 es decir, acompañadas y circundadas de médicos y auxiliares, de generales, coroneles, soldados, lo que no les permitía tener sus rutinas habituales de recogimiento. Otra privación que afectó a la comunidad durante las guerras civiles fue estar totalmente incomunicadas entre ellas, como fue el caso de la ambulancia de Manizales en 1877, que provocó la falta de correspondencia entre las ciudades colombianas y de estas con la Casa Principal de Tours. Las únicas que mantuvieron cierta comunicación más o menos frecuente fueron las religiosas que estaban en Barranquilla con la Casa Madre de Tours. Las otras incomodidades vividas, como la carencia de comida, la ausencia de sitios dignos para dormir y los largos viajes por caminos escabrosos y peligrosos no tuvieron la misma dimensión, quizás porque eran experiencias que ya habían tenido que vivir en sus numerosos viajes, o que se consideraban normales en su misión.

Los distintos desafíos de las comunidades religiosas femeninas de vida activa enfrentaron se han explicado como una comprobación o formación de la fe, porque ofrecían a las religiosas la perseverancia, serenidad y fuerza que necesitaban en estas circunstancias, como bien lo han expresado ellas mismas:

Mucho tuvimos que sufrir durante este tiempo, ya por el cansancio del camino o por las dificultades en los hospitales, o también por la escasez de recursos, pero en medio de estas penas y amarguras vivíamos siempre contentas y tranquilas en mayor unión, cumpliendo lo mejor posible nuestra misión, sufriendo con generosidad y alegría para el bien de nuestra querida unidad, Nuestro Señor libre nuestra patria de una guerra semejante a esta; y libre también a nuestras Hermanas de las funestas consecuencia que pueden sobrevenirles, pues desgraciadamente muchas han muerto, víctimas de enfermedades contraídas durante este tiempo, Nuestro Señor las habrá recibido de misericordia y bondad y habrá recompensado sus sacrificios.70

Este aspecto doctrinario, junto al hecho de pertenecer a una comunidad religiosa, sería lo que nos permitiría entender la fortaleza de estas mujeres en las situaciones extremas y, en parte, el sentido de estas congregaciones de vida activa.

A manera de conclusión

Como hemos podido constatar, el principal propósito de la escritura de las congregaciones de vida activa era reportar, a sus casas principales, sobre las distintas actividades de servicio a los pobres realizadas en las diferentes misiones. Las "cartas-diarios" escritas por las hermanas dan cuenta de lo que vivían, pensaban y soñaban en un momento que las comunidades religiosas femeninas francesas se abrieron al mundo y entraron en contacto con distintas sociedades; a diferencia de la escritura mística del siglo XVI, que se practicaba en el retiro y la soledad, en una conversación imaginada con Dios sin intermediarios.

La escritura de las hermanas del siglo XIX se da en un momento de revitalización del catolicismo en Francia, que asume el servicio de los más necesitados como una forma esencial de mostrar el amor a Dios, por lo que se orienta a reportar vívidamente sobre los distintos aspectos de estas sociedades distantes y lejanas; se trataba de describir con la mayor precisión todo lo que se observaba en su permanente contacto con los diferentes grupos sociales: gobernantes, políticos, filántropos, médicos, mujeres caritativas, enfermos, pobres y desvalidos. No hubo excusa, inconveniente o dificultad para escribir estas bitácoras, contrario a lo que ocurrió con la escritura mística, que refleja sobre todo el duelo del final de una forma de vida cristiana, que se orienta hacia los espacios de la utopía, de la ilusión o de las aspiraciones -ante las cuales se cierran las puertas de las responsabilidades sociales- y que se caracteriza por ser nostálgica y melancólica.71

Uno de los aspectos que más sorprende de estas "cartas-diarios" de las religiosas francesas es su semejanza con los escritos de los otros viajeros de la época, la mayoría hombres, en cuanto a su estilo, forma y temática. Sorprenden por el hecho de que ellas pertenecían al mundo de las comunidades religiosas, donde existían fuertes códigos estructurados de vida comunitaria que suponen una diferencia y distancia con el mundo secular. Su escritura, aunque codificada y pensada para una circulación restringida -la congregación-, muestra unos relatos acordes con las formas de expresión escrita de la época, próximos y accesibles al mundo laico, como perceptivos y sensibles de las distintas sociedades donde realizaron misiones. Las bitácoras de las hermanas muestran a unas mujeres convencidas de su fe, satisfechas por sus decisiones de optar una vida religiosa y comprometidas incondicionalmente con sus obligaciones con las comunidades, pero al mismo tiempo, a unas mujeres atrevidas y resueltas a lanzarse a aventuras desconocidas para la mayoría de las mujeres de esa época; diligentes y emprendedoras por la exigencia que su trabajo de servicio permanente demandaba; atraídas y encantadas por aprender otros idiomas; inquietas y asombradas por conocer y comprender otras sociedades con cierta profundidad, a veces, incluso, admirándolas más que sus coterráneos o los viajeros contemporáneos,72 y motivadas y comprometidas por ser parte de estas nuevas realidades a través del trabajo y el servicio.

Son textos que sin duda invitan a buscar un acercamiento distinto al estudio de estas congregaciones, acorde con el planteamiento hecho por la historiadora irlandesa Olwen Hufton cuando señala que la mayoría de las personas, incluso historiadores, piensan que en la historia de las monjas no hay nada interesante; sin embargo, no hay un solo modelo de monjas, sino una infinita diversidad de experiencias que van desde la piedad privada hasta la misión pública y precisamente allí se encuentra su complejidad.73 Y a pesar de que hay múltiples prejuicio alrededor de las monjas, la experiencia de las hermanas en el siglo XIX es variada, más creativa y más extendida geográficamente, como nunca antes en el mundo religioso femenino.74

* Este artículo es resultado del proyecto "La Asistencia Social y La Iglesia Católica en Colombia, 1870-1960. El Caso de las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación", financiado por Colciencias y la Universidad del Valle, 2010.

1. Este nuevo modelo de congregaciones de vida activa, que se inició en Francia en el siglo XVII, no se trata de monjas bajo la vieja y conocida forma de mujeres que hacían votos solemnes, que entraban a la formación en el noviciado y que vivían en los conventos de claustro regidos por una superiora, en casi total aislamiento de la vida social. Las hermanas en este nuevo periodo tomaban "votos simples", se formaban en seminarios y vivían en casas dirigidas por una Hermana Superiora, sin ningún tipo de voto de clausura. Su organización, que dependió de una Madre Superiora con autorización directa de Roma y no del obispo local, les permitió cierta libertad de movimiento por fuera del lugar de fundación y las puso en condición de trabajar en diócesis diferentes a la de la casa matriz, lo que necesariamente facilitó el ingreso en las órdenes de mujeres de diferentes culturas y orígenes sociales diversos, que fueron sumándose al proyecto original, recibiendo la formación requerida, tanto en el plano espiritual como en las actividades de asistencia social que la congregación realizaba. Entre 1808 y 1880, más de 130 000 mujeres se convirtieron en hermanas en Francia. Había siete hermanas por cada mil mujeres; casi el 1% de las mujeres francesas eran religiosas. En su conjunto, el fenómeno que describimos ha sido llamado la feminización del clero francés, lo que quiere decir que, a finales del siglo XIX, de cada cinco religiosos, tres eran mujeres, lo que modificó la proporción que existía a comienzos de ese siglo. Ver Susan O'Brian, "French Nuns in Nineteenth-Century England", Past and Present 154 (1997): 143-180; Michela de Giorgio, "El modelo católico", Historia de las mujeres, t. 4 (El siglo XIX), dir. Georges Duby y Michelle Perrot (Madrid: Taurus, 1993): 183-217.

2. Ver Claude Langlois, Le catholicisme au féminin: les congrégations françaises à supérieure général au XIXe siècle (Paris: Éditions du Cerf, 1984). Como caso excepcional, a las Ursulinas fue a la única comunidad religiosa francesa de claustro que se le permitió hacer misión a Canadá en el siglo XVII, para educar a las mujeres de las comunidades nativas. Natalie Z. Davis, Mujeres de los márgenes. Tres vidas del siglo XVII (Madrid: Cátedra, 1999) 87-176.

3. La Congregación publicó en Bogotá, en 1947, los primeros relatos de los viajes realizados por religiosas entre 1873 y 1875 en un libro titulado Los recuerdos. Aunque no conocemos el número de ejemplares publicados, parece que la circulación fue muy restringida, pues no se encuentra ningún ejemplar en las bibliotecas más importantes del país. El único libro del que tenemos noticias es uno publicado en francés. Ver Marie Saint Gautier, Voyage en Colombie du novembre 1890 a janvier 1892 (Tours: Barbot-Berruer, 1895), que corresponde al viaje de la segunda visita general en 1890 y que parece haber tenido más circulación. Se han recopilado los relatos de los viajes entre 1876 y 1882 traducidos al español, en otro texto titulado Libro de recuerdos, aún sin publicar, y también se conservan los escritos sobre las experiencias de las hermanas en la atención de los heridos en las guerras civiles colombianas del siglo XIX y la guerra colombo-peruana de 1932 y 1933.

4. Los escritos son de las siguientes comunidades religiosas: Sagrados Corazones de Jesús y María (entre 1839 y 1890), Sociedad del Sagrado Corazón (entre 1852 y 1874), Hijas de la Caridad (entre 1854 y 1859) y Buen Pastor (entre 1856 y aproximadamente finales de 1880). Habría que señalar y aclarar que la historiadora Sol Serrano hace una extensa presentación de las congregaciones, pero no hace una reflexión sobre este tipo de escritura. Sol Serrano, ed., Vírgenes viajeras. Diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile, 1837-1874 (Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2000).

5. Además de lo ya citado, ver Jacques Léonard, "Femmes, religion et médicine. Les religieuses qui soignent, en France au XIXe siècle", Annales esc 5 (1977): 887-907; Yvonne Turin, Femmes et religieuses au XIXe siècle: Le Féminisme en religion (Paris: Nouvelle Cité, 1989); Colin Jones, The Charitable Imperative. Hospitals and nursing in Ancien Régime and Revolutionary France (Londres: Routledge, 1989); Ralph Gibson, "Le catholicisme et les femmes en France au XIXe siècle", Revue D'historie de l'eglise de France LXXIX/ 202 (ene.-jul. 1993): 63-93; Olwen Hufton, ¿Whatever Happened to the History of the Nun?, Hayes Robinson Lecture Series n.° 3 (Londres: Royal Holloway-University of London, 1999); Katrin Schultheiss, Bodies and Souls: Politics and the Professionalization of Nursing in France, 1880-1922 (Cambridge: Harvard University Press, 2001); Susan E. Dinan, Women and Poor Relief in Seventeenth-Century France: The Early History of the Daughters of Charity (Burlington: Ashgate, 2006); Sarah Ann Curtis, Civilizing Habits: Women missionaries and Revival of the French Empire, (Oxford: Oxford University Press, 2010); Matthieu Brejon de Lavergnée, Historie des Filles de la Charité XVIIe-XVIIIe siècle. La rue pour cloître (Paris: Fayard, 2011).

6. Ver Michel de Certeau, La fábula mística, siglos XVI-XVII. 1982. (México: Universidad Iberoamericana, 1993); Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz. Las trampas de la fe, (México: Fondo de Cultura Económica, 1982); Elisa Mujica, Sor Francisca Josefa de Castillo (Bogotá: Procultura, 1991); Asunción Lavrin, "La vida femenina como experiencia religiosa: biografía y hagiografía en Hispanoamérica colonial", Colonial Latin American Review 2.1-2 (1993): 27-52; "Espiritualidad en el claustro novohispano del siglo XVII, Colonial American Review 4.2 (1995): 155-179; Ángela Inés Robledo, Jerónima Nava y Saavedra (1669-1727). Autobiografía de una monja venerable (Cali: Universidad del Valle, 1994); Kathryn Joy McKnight, The Mystic of Tunja: The Writings of Madre Castillo, 1671-1742 (Amherst: University of Massachusetts Press, 1997); Kristine Ibsen, Women's Spiritual Autobiography in Colonial Spanish America (Gainesville: University Press of Florida, 1999); Madre Francisca Josefa de la Concepción de Castillo. Su vida (Caracas: Ayacucho, 2007); Beatriz Ferrús Antón y Nuria Girona Fibla eds., Vida de Sor Francisca Josefa del Castillo (Madrid: Centro de Estudios Indianos, 2009).

7. James S. Amelang, El vuelo de Ícaro, La autobiografía popular en la Europa Moderna (Madrid: Siglo XXI, 2003).

8. La rápida expansión de las congregaciones de vida activa francesas abarcó, en Europa: España, Italia, Bélgica, Inglaterra e Irlanda; en América: Estados Unidos, Canadá y casi toda Latinoamérica y el Caribe; en Asia: India, Japón y Oriente Medio, en África, sobre todo, en las colonias de países europeos católicos, y Australia.

9. Carla Alison Hesse, The Other Enlightenment: How French Women Became Modern (Princeton: Princeton University Press, 2001).

10. José Luis Díaz-Granados, Viajeros extranjeros por Colombia (Bogotá: Imprenta Nacional, 1997) 10.

11. Rosa Carnegie-Williams, Un año en los Andes o aventuras de una lady en Bogotá (Bogotá: Academia de Historia de Bogotá / Tercer Mundo Editores, 1990).

12. Jane Mayer Rausch, "Con los ojos de ellas: percepciones de la historia en Colombia 1920-1950, a partir de las narraciones de tres mujeres norteamericanas", Revista Historia y Memoria 3 (2011): 111-128.

13. Maude Newell Williams, Los más pequeños de éstos en Colombia. 1918. (Cali: Archivos del Índice, 2008)

14. Para el caso de las hermanas francesas de la comunidad de las Hermanas de la Caridad solo sabemos las fechas de sus viajes cuando les asignaban una nueva labor en la congregación, su nombre como religiosas y el dato de su fallecimiento y, en algunos casos, su país de origen. Sol Serrano también señala la poca información sobre los orígenes sociales de las religiosas que llegaron a Chile.

15. Ver Michel Clanchy, La cultura escrita, la ley y el poder del Estado (Valencia: Universitat de Valencia, 1999).

16. El ejemplo de los Jesuitas es tal vez el mejor en este sentido. Son múltiples los textos que se han publicado y se han dado a conocer sobre sus trabajos en las misiones en territorios alejados. La carta annua fue uno de los medios de orientar a todos los sacerdotes jesuitas en su quehacer misional. Ver Teófanes Egido, coord., Los jesuitas en España y en el mundo hispánico (Madrid: Fundación Carolina / Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos / Marcial Pons / Ediciones de Historia S. A., 2004).

17. Davis 102.

18. Amelang.

19. Ibsen.

20. Amelang.

21. Característica de los relatos de viaje también señalada por James S. Amelang.

22. Escrito por la madre Nicholl con ocasión del viaje de Santiago a Talca en el que acompañó a la Madre Ana du Rousier a finales de noviembre de 1874. En Serrano 197.

23. En el País del Oro y de las Esmeraldas (Bogotá: Editorial abc, 1960).

24. Sarah E. Owens, ed., Journey of five Capuchin Nuns (Toronto: Centre for Reformation and Renaissance Studies, 2009).

25. Mario Vargas Llosa, Sueño y realidad de América Latina (Barcelona: Arcadia, 2010), primera parte.

26. Frédéric Martínez, El nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900 (Bogotá: Banco de la República / Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001), segunda parte.

27. Charles Saffray, Viaje a Nueva Granada. 1869. (Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1948).

28. Friedrich von Schenck, Viajes por Antioquia en el año 1880 (Bogotá: Banco de la República, 1953).

29. Relación del viaje de Ana du Rousier, desde Estados Unidos a Chile, junto con Mary Mac Nally y Antonietta Pissorno. 9 de agosto a 14 de septiembre de 1853. En Serrano 175.

30. A merced de los vientos. De Picpus a Lima con la Madre Hermasie Paget, 1828-1890. En Serrano 158.

31. Relación del viaje de Ana du Rousier.

32. Habría que señalar que hubo pocos temas recurrentes en los viajeros y ausentes en las hermanas. Estos fueron los relatos sobre las distintas formas de diversión: paseos, tertulias, celebraciones o fiestas. Ambientes ajenos para las religiosas del siglo XIX, espacios donde no participaban o posiblemente no eran convidadas.

33. Amelang.

34. Para un ejemplo, ver Jean Baptiste Boussingault, Memorias 1802-1823 (Bogotá: Biblioteca V Centenario/ Colcultura, 1994) 3 tomos; Isaac F. Holton, La Nueva Granada: veinte meses en los Andes. 1857. (Bogotá: Banco de la República, 1981); M. E. André, América equinoccial (Barcelona: Montaner y Simon Editores, 1884).

35. Carta de Hermana Saint Yriex a Hermana M., Medellín, 8 ago. de 1876. Archivo de la Congregación de las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación (ACHCDP), Bogotá.

36. Relación del viaje de Ana du Rousier 175-196.

37. Carta de Hermana Gatienne a Hermana Michael, Bogotá, 3 jun. de 1882. ACHCDP.

38. El Tiempo [Bogotá] 23 ene. de 1933.

39. Ver, por ejemplo, Carl August Gosselman, Viaje por Colombia: 1825 y 1826 (Bogotá: Banco de la República, 1981); Holton; Miguel María Lisboa, Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador. 1866. (Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1992); Ernest Röthlisberger, El Dorado. 1881. (Bogotá: Biblioteca V Centenario / Colcultura, 1993); Miguel Cané, Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia. 1881-1882 (Bogotá: Biblioteca V centenario / Colcultura, 1992) y M. E. André.

40. Carta Hermana Marie Gertrudis a Madre T., Bogotá, 16 jul. de 1876. ACHCDP.

41. Ver por ejemplo Carl August Gosselman; Isaac H. Holton; Charles Saffray; Friedrich von Schenck; Miguel Cané; Joseph Brown, "Diario de una excursión de Bogotá a Girón por la Provincia de Socorro". Tipos y costumbres de la Nueva Granada, comps. Malcolm Deas, Efraín Sánchez y Aída Martínez. 1834. (Bogotá: Fondo de Cultura Cafetero, 1989), 151-201 y "Recuerdos de un viaje por las Provincias de Noreste de la Nueva Granada". Tipos y costumbres de la Nueva Granada, comps. Malcolm Deas, Efraín Sánchez y Aída Martínez. 1861. (Bogotá: Fondo de Cultura Cafetero, 1989), 214-217.

42. En Los Recuerdos 1973-1874-1875 (Bogotá, 1947) 55.

43. "Carta-diario" de la Hermana Paulina a la Reverenda Madre Du Calvaire, 28 may. de 1873. ACHCDP. Para comparar, ver Holton y Cané.

44. Carta de Hermana Gatienne a Hermana Michael, Bogotá, 3 jun. de 1882. ACHCDP. El resaltar los planos de las ciudades en forma de cuadricula corresponde a la comparación con muchas de las ciudades francesas que no tenían este diseño. Ver las descripciones de Holton, Röthlisberger y André para contrastar.

45. Relación del viaje de Ana du Rousier.

46. Carta de la Hermana Gertrudis a Hermana T. Bogotá, 15 jun. de 1876. ACHCDP. Ver, por ejemplo las descripciones de Mérou García, Impresiones (Madrid: Librería de M. Murillo, 1884); Miguel Samper, La miseria en Bogotá y otros escritos (Bogotá: Universidad Nacional, 1969).

47. Viaje a Chile 1874. Escrito de la Madre Nicholl con ocasión del viaje de Santiago a Talca en el que acompañó a la Madre Ana du Rousier a fines de noviembre de 1874. En Serrano 198.

48. Ver especialmente las referencias a estas instituciones en Holton.

49. Para el caso colombiano, ver en especial el libro de la visita realizada entre 1890 y 1892 por la Hermana Marie Saint Gautier.

50. En los relatos de viaje de las monjas que llegan a Chile el tema político no está presente porque hasta ahora se han publicado los escritos de las travesías para arribar a Chile. solo los del viaje al norte de Chile corresponden a narraciones después de unos años de establecerse en el país.

51. Ver Gosselman, Holton y Lisboa.

52. Carta Madre Paulina a la Reverenda Madre, Bogotá, 16 y 17 ago. de 1876. ACHCDP.

53. Los textos correspondientes a las reminiscencias de la participación en las guerras civiles son diez, cuatro redactadas en francés y las otras seis en español. Son de diferente extensión, de tres a siete páginas, todas escritas a mano. Nueve de ellas nos relatan las experiencias de la parte central y oriental del país -Cundinamarca, Boyacá y Santanderes-, y una sobre la Costa Atlántica. Solo sabemos los nombres de las autores de cuatro narraciones, las demás no se encuentran firmadas. La Hermana Ana Josefina y la Hermana Clementina escribieron sus relatos en español, la primera sobre la acciones de los hospitales itinerantes en Cundinamarca, Boyacá y Santander, y la segunda solo sobre Santander; la Hermana Euphrasia y la Hermana Helena redactaron en francés sobre las actividades del cuidado de los enfermos y heridos, la primera sobre Cundinamarca y la segunda sobre la Guajira.

54. Ver, sobre todo, Álvaro Tirado Mejía, Aspectos sociales de las Guerras Civiles en Colombia (Medellín: Instituto para el Desarrollo de Antioquia / Fábrica de Licores de Antioquia / Beneficencia de Antioquia / Empresas Departamentales de Antioquia, 1995); Gonzalo Sánchez y Ricardo Peñaranda, comps., Pasado y presente de La Violencia en Colombia (Bogotá: Cerec, 1986); Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos (Bogotá: Cerec,, 1991); Gonzalo Sánchez y Mario Aguilera, eds., Memoria de un país en guerra. Los Mil Días: 1899-1902 (Bogotá: Planeta, 2001); Luis Javier Ortiz Mesa et ál., Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902 (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2005).

55. Ver Holton 188, quien además detalla las iglesias, los sacerdotes y las prácticas religiosas de los creyentes.

56. Ver, por ejemplo, las acuarelas de la colección de pinturas de Brown entre 1825 y 1841; Brown. También, las de Auguste Le Moyne entre 1828 y 1841 divulgadas en Donación Carlos Botero-Nora Restrepo. Auguste Le Moyne en Colombia, 1828-1841 (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2003).

57. Carta de la Hermana Presentación a la Reverenda M., 16 jun. de 1876. ACHCDP.

58. Carta de la Hermana Saint Marie Víctor a la Hermana C., Barranquilla, 28 abr. de 1876. ACHCDP.

59. "Carta-diario" de la Hermana Marie Angele a la Reverenda Madre Du Calvaire, 26 jun. de 1874. Los Recuerdos 157.

60. Michel de Certeau La debilidad de creer (Buenos Aires: Katz, 2006) 26.

61. Carta de la Hermana Marie Gertrudis a la Reverenda Madre Du Calvaire, Bogotá, 18 feb. de 1881. ACHCDP.

62. En las notas de pie de página en el libro editado por Sol Serrano, el promedio de edad de las hermanas que enviaron a las misiones en Chile era 20 años.

63. Carta de la Hermana Deschamps a la Hermana Devos, Superiora de la Compañía de las Hijas de la Caridad en París, 27 de mar. de 1859. En Serrano 288.

64. Carta de la Hermana Anthyme a la Hermana T., Bogotá, 18 ene. de 1879. ACHCDP.

65. Para el caso de Chile, solo se tiene información de este tipo de actividad en la Congregación de las Hijas de la Caridad en la población de San Felipe, cercana a Santiago, en 1859 y el reporte es conciso.

66. Las características de estos escritos ya fueron mencionadas: supra, n. 53.

67. Madre San Camilo de la Cruz en Retazos de historia de la Presentación 1896 -1912. ACHCDP, Carpeta ambulancias.

68. Por ejemplo, en la carta de la Hermana Octavia a la Reverenda Madre du Calvaire, Medellín, 13 may. de 1877, relata que Hermana Monique tuvo fiebre tifoidea y la Hermana Evariste dos erisipelas en la ambulancia de Manizales de 1877; en la carta de la Hermana Cecilia María a Nuestra Digna Madre María Inés-Tours, Bogotá, 27 jul. de 1933, informa que la Hermana Marta Rosa llegó enferma de paludismo a Bogotá y en la carta de la Hermana María de los Dolores a la Muy Digna Madre María Inés, Girardot, 19 oct. de 1934, que a la Hermana María Auxiliadora en cierto momento le diagnosticaron beriberi; estas dos últimas religiosas habían estado prestando sus servicios en los hospitales militares temporales del Amazonas. ACHCDP.

69. ACHCDP, Carpeta ambulancias.

70. ACHCDP, Carpeta ambulancias. Aspectos también señalados para otras comunidades religiosas de vida activa en otros países y regiones en la misma época. Ver Bernadette McCauly, Who Shall Take Care of Our Sick? Roman Catholic Sisters and the Development of Catholic Hospitals in New York (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 2005) 20.

71. De Certeau, La fábula mística 34.

72. Ver, por ejemplo, el caso de una monja en Japón a principios del siglo XX. Timothy P. Gaster, "Rewriting History from the Shore: a Spanish Dominican Nun's Encounter with Japan during the First Half of Twentieth Century", Comparative Literature 47.1 (2010): 42-69.

73. Hufton.

74. Ver Olwen Hufton y Frank Tallett, "Communities of Women: the Religious Life, and Public Service in Eighteenth-Century France", Connecting Spheres. Women in the Western World, 1500 to the Present, eds. Marilyn J. Boxer y Jean H. Quataert (Oxford: Oxford University Press, 1987) 75-85.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Archivo

Archivo de la Congregación de las Hermanas de la Caridad Dominicas de la Presentación, Bogotá (achcdp). Sin catalogación.

Fuentes impresas

André, M. E. América equinoccial. Barcelona: Montaner y Simon editores, 1884.         [ Links ]

Boussingault, Jean Baptiste. Memorias 1802-1823. Bogotá: Biblioteca V Centenario / Colcultura 1994. 3 tomos.         [ Links ]

Brown, Joseph. "Diario de una excursión de Bogotá a Girón por la Provincia de Socorro". 1834. Tipos y costumbres de la Nueva Granada. Comps. Malcolm Deas, Efraín Sánchez y Aída Martínez. Bogotá: Fondo de Cultura Cafetero, 1989. 151-201.         [ Links ]

Brown, Joseph. "Recuerdos de un viaje por las Provincias de Noreste de la Nueva Granada" 1861. Tipos y costumbres de la Nueva Granada. Comps. Malcolm Deas, Efraín Sánchez y Aída Martínez. Bogotá: Fondo de Cultura Cafetero, 1989. 214-217.         [ Links ]

Cané, Miguel. Notas de viaje sobre Venezuela y Colombia. 1881-1882. Bogotá: Biblioteca V Centenario / Colcultura, 1992.         [ Links ]

Carnegie-Williams, Rosa. Un año en los Andes o aventuras de una lady en Bogotá. Bogotá: Academia de Historia de Bogotá / Tercer Mundo Editores, 1990.         [ Links ]

Donación Carlos Botero-Nora Restrepo. Auguste Le Moyne en Colombia 1828-1841. Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2003.         [ Links ]

En el País del Oro y de las Esmeraldas. Bogotá: Editorial , 1960.         [ Links ]

García, Mérou. Impresiones. Madrid: Librería de M. Murillo, 1884.         [ Links ]

Gosselman, Carl August. Viaje por Colombia: 1825 y 1826. Bogotá: Banco de la República, 1981.         [ Links ]

Holton, Isaac F. La Nueva Granada: veinte meses en los Andes. 1857. Bogotá: Banco de la República, 1981.         [ Links ]

Lisboa, Miguel María. Relación de un viaje a Venezuela, Nueva Granada y Ecuador-1866. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1992.         [ Links ]

La Presentación. Provincia de Bogotá. 1873-1973. Bogotá, 1973.         [ Links ]

Los Recuerdos 1973-1874-1875. Bogotá: s.d., 1947.         [ Links ]

Röthlisberger, Ernest. El Dorado. 1881. Bogotá: Biblioteca V Centenario / Colcultura, 1993.         [ Links ]

Saffray, Charles. Viaje a Nueva Granada. 1869. Bogotá: Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, 1948.         [ Links ]

Saint Gautier, Marie. Voyage en Colombie du novembre 1890 a janvier 1892. Tours: Barbot-Berruer, 1895.         [ Links ]

Samper, Miguel. La miseria en Bogotá y otros escritos. 1867. Bogotá: Universidad Nacional, 1969.         [ Links ]

Von Schenck, Friedrich. Viajes por Antioquia en el año 1880. Bogotá: Banco de la República, 1953.         [ Links ]

Williams, Maude Newell. Los más pequeños de éstos en Colombia. 1918. Cali: Archivos del Índice, 2008.         [ Links ]

II. Fuentes secundarias

Amelang, James S. El vuelo de Ícaro, La autobiografía popular en la Europa Moderna. Madrid: Siglo XXI, 2003.         [ Links ]

Brejon de Lavergnée, Matthieu. Historie des Filles de la Charité XVIIe-XVIIIe siècle. La rue pour cloître. Paris: Fayard, 2011.         [ Links ]

Clanchy, Michel. La cultura escrita, la ley y el poder del Estado. Valencia: Universitat de Valencia, 1999.         [ Links ]

Curtis, Sarah Ann. Civilizing Habits: Women missionaries and Revival of the French Empire. Oxford: Oxford University Press, 2010.         [ Links ]

Davis, Natalie Z. Mujeres de los márgenes. Tres vidas del siglo XVII. Madrid: Cátedra, 1999.         [ Links ]

De Certeau, Michel. La fábula mística, siglos XVI-XVII. 1982. México: Universidad Iberoamericana, 1993.         [ Links ]

De Certeau, Michel. La debilidad de creer. Buenos Aires: Katz, 2006.         [ Links ]

De Giorgio, Michela. "El modelo católico". Historia de las mujeres. Dir. Georges Duby y Michelle Perrot. Tomo 4 (El siglo XIX), bajo la dirección de Geneviève Fraise y Michelle Perrot, Madrid: Taurus, 1993. 183-217.         [ Links ]

Díaz-Granados, José Luis. Viajeros extranjeros por Colombia. Bogotá: Imprenta Nacional, 1997.         [ Links ]

Dinan, Susan E. Women and Poor Relief in Seventeenth-Century France: The Early History of the Daughters of Charity. Burlington: Ashgate, 2006.         [ Links ]

Egido, Teófanes, coord. Los jesuitas en España y en el mundo hispánico. Madrid: Fundación Carolina / Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos / Marcial Pons / Ediciones de Historia S. A., 2004.         [ Links ]

Ferrús Antón, Beatriz y Girona Fibla, Nuria, eds. Vida de Sor Francisca Josefa del Castillo. Madrid: Centro de Estudios Indianos, 2009.         [ Links ]

Gaster, Timothy P. "Rewriting History from the Shore: a Spanish Dominican Nun's Encounter with Japan during the First Half of Twentieth Century". Comparative Literature 47.1 (2010): 42-69.         [ Links ]

Gibson, Ralph. "Le catholicisme et les femmes en France au XIXe siècle". Revue D'historie de l'eglise de France LXXIX/ 202 (ene.-jul. 1993): 63-93.         [ Links ]

Hesse, Carla Alison. The Other Enlightenment: How French Women Became Modern. Princeton: Princeton University Press, 2001.         [ Links ]

Hufton, Olwen. ¿Whatever Happened to the History of the Nun? Hayes Robinson Lecture Series n.o 3. Londres: Royal Holloway-University of London, 1999.         [ Links ]

Hufton, Olwen y Tallett, Frank. "Communities of Women: the Religious Life, and Public Service in Eighteenth-Century France". Connecting Spheres. Women in the Western World, 1500 to the Present. Eds. Marilyn J. Boxer y Jean H. Quataert. Oxford: Oxford University Press, 1987. 75-85.         [ Links ]

Ibsen, Kristine. Women's Spiritual Autobiography in Colonial Spanish America. Gainesville: University Press of Florida, 1999.         [ Links ]

Ibsen, Kristine. Madre Francisca Josefa de la Concepción de Castillo. Su vida. Caracas: Ayacucho, 2007.         [ Links ]

Jaramillo, Carlos Eduardo. Los guerrilleros del novecientos. Bogotá: Cerec, 1991.         [ Links ]

Jones, Colin. The Charitable Imperative. Hospitals and nursing in Ancien Régime and Revolutionary France. Londres: Routledge, 1989.         [ Links ]

Langlois, Claude. Le catholicisme au féminin: les congrégations françaises à supérieure général au XIXe siècle. Paris: Éditions du Cerf, 1984.         [ Links ]

Lavrin, Asunción. "La vida femenina como experiencia religiosa: biografía y hagiografía en Hispanoamérica colonial". Colonial Latin American Review, 2.1-2 (1993): 27-52.         [ Links ]

Larvin, Asunción. "Espiritualidad en el claustro novohispano del siglo XVII". Colonial American Review 4.2 (1995): 155-179.         [ Links ]

Léonard, Jacques. "Femmes, religion et médicine. Les religieuses qui soignent, en France au XIXe siècle". Annales esc 5 (1977): 887-907.         [ Links ]

Martínez, Frédéric. El nacionalismo cosmopolita. La referencia europea en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900. Bogotá: Banco de la República / Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001.         [ Links ]

McCauly, Bernadette. Who Shall Take Care of Our Sick? Roman Catholic Sisters and the Development of Catholic Hospitals in New York. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 2005.         [ Links ]

McKnight, Kathryn Joy. The Mystic of Tunja: The Writings of Madre Castillo, 1671-1742. Amherst: University of Massachusetts Press, 1997.         [ Links ]

Mujica, Elisa. Sor Francisca Josefa de Castillo. Bogotá: Procultura, 1991.         [ Links ]

O'Brian, Susan. "French Nuns in Nineteenth-Century England". Past and Present 154 (1997): 143-180.         [ Links ]

Ortiz Mesa, Luis Javier et ál. Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902. Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2005.         [ Links ]

Owens, Sarah E., ed. Journey of five Capuchin Nuns. Toronto: Centre for Reformation and Renaissance Studies, 2009.         [ Links ]

Paz, Octavio. Sor Juana Inés de la Cruz. Las trampas de la fe. México: Fondo de Cultura Económica, 1982.         [ Links ]

Rausch, Jane Mayer. "Con los ojos de ellas: percepciones de la historia en Colombia 1920-1950, a partir de las narraciones de tres mujeres norteamericanas". Revista Historia y Memoria 3 (2011): 111-128.         [ Links ]

Robledo, Ángela Inés. Jerónima Nava y Saavedra (1669-1727). Autobiografía de una monja venerable. Cali: Universidad del Valle, 1994.         [ Links ]

Sánchez, Gonzalo y Mario Aguilera, eds. Memoria de un país en guerra. Los Mil Días: 1899-1902. Bogotá: Planeta, 2001.         [ Links ]

Sánchez, Gonzalo y Ricardo Peñaranda, comps. Pasado y presente de La Violencia en Colombia. Bogotá: Cerec, 1986.         [ Links ]

Serrano, Sol, ed. Vírgenes viajeras. Diarios de religiosas francesas en su ruta a Chile, 1837-1874. Santiago: Ediciones Universidad Católica de Chile, 2000.         [ Links ]

Schultheiss, Katrin. Bodies and Souls: Politics and the Professionalization of Nursing in France, 1880-1922, Cambridge: Harvard University Press, 2001.         [ Links ]

Tirado Mejía, Álvaro. Aspectos sociales de las Guerras Civiles en Colombia. Medellín: Instituto para el Desarrollo de Antioquia / Fábrica de Licores de Antioquia / Beneficencia de Antioquia / Empresas Departamentales de Antioquia, 1995.         [ Links ]

Turin, Yvonne. Femmes et religieuses au XIXe siècle: Le Féminisme en religion. Paris: Nouvelle Cité, 1989.         [ Links ]

Vargas Llosa, Mario. Sueño y realidad de América Latina. Barcelona: Arcadia, 2010.         [ Links ]