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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.41 no.1 Bogotá Jan./June 2014

https://doi.org/10.15446/achsc.v41n1.44857 

http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v41n1.44857

"La verdad yace en el fondo de un pozo oscuro". Reflexiones sobre la construcción del socialismo en el siglo XX

"Truth Lies at the Bottom of a Dark Well". Reflections on the Construction of Socialism in the 20th Century

"A verdade jaz no fundo de um poço escuro". Reflexões sobre a construção do socialismo no século XX

 

EDGAR ANDRÉS CARO PERALTA
Universidad Nacional Abierta y a Distancia
Bogotá, Colombia
eacarop@unal.edu.co

ALDO FERNANDO GARCÍA PARRA
Universidad Nacional de Colombia
Bogotá, Colombia
alfgarciapa@unal.edu.co

Artículo de reflexión.
Recepción: 25 de febrero de 2013. Aprobación: 23 de septiembre de 2013.


Resumen

Este artículo presenta algunas discusiones historiográficas alrededor de la historia del socialismo en la URSS, en particular, la historia concebida como propaganda, algunas problemáticas polémicas como la noción de totalitarismo y la hambruna ucraniana. A partir de la caracterización de cada uno de estos problemas, se realiza un contraste con algunos trabajos historiográficos que permiten develar la complejidad del fenómeno y las limitaciones de estos marcos analíticos basados en la pretensión de una historia normativa. Este trabajo muestra la necesidad de abandonar las posiciones de trinchera que, desde distintos bandos del espectro político (la derecha, los liberales, la izquierda tradicional) y algunas corrientes historiográficas, se han adoptado usualmente en los estudios sobre el socialismo.

Palabras clave: socialismo, veredictos históricos, verdad, totalitarismo, hambruna ucraniana.


Abstract

The article presents some of the historiographical discussions regarding the history of socialism in the USSR, particularly the conception of history as propaganda, some controversial issues concerning the notion of totalitarianism, and the Ukrainian famine. After describing each one of these issues, the article goes on to compare some historiographical studies that reveal the complexity of the phenomenon and the limitations of analytical frameworks based on the claim to a normative history. The paper shows the need to abandon the radicalized positions that have usually been adopted in studies on socialism from both extremes of the political spectrum (the right, liberals, the traditional left), and some trends in historiography.

Keywords: socialism, historical verdicts, truth, totalitarianism, Ukrainian famine.


Resumo

Este artigo apresenta algumas discussões historiográficas sobre a história do socialismo na URSS, em particular, a história concebida como propaganda, algumas problemáticas polêmicas como a noção de totalitarismo e a fome ucraniana. A partir da caracterização de cada um desses problemas, realiza-se um contraste com alguns trabalhos historiográficos que permitem revelar a complexidade do fenômeno e as limitações desses referenciais analíticos baseados nas posições de trincheira que, de diferentes bandos do espectro político (a direita, os liberais, a esquerda tradicional) e algumas correntes historiográficas, vêm sendo adotados usualmente nos estudos sobre o socialismo.

Palavras-chave: socialismo, veredictos históricos, verdade, totalitarismo, fome ucraniana.


Introducción

Los debates alrededor de la historia del socialismo han cobrado renovada importancia desde la década de 1990, tras la desintegración de la Unión Soviética y del bloque de países de su órbita económica, política y militar. Este interés no se ha limitado a la que fuera la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, sino también ha incluido a China, que al iniciar el siglo XXI ha ocupado un papel preponderante en la economía mundial.1 En buena parte, el interés en esta experiencia se ha alimentado por el hecho de que el colapso del bloque soviético permitió que se abrieran a los académicos locales y de Occidente los archivos oficiales, antes restringidos en el contexto de la Guerra Fría, lo que derivó a su vez en un nuevo auge de distintas corrientes de "sovietólogos". Sin embargo, la desclasificación de los archivos fue solo uno de los componentes que dieron paso a esta amplia gama de estudios y estudiosos de la historia de la Revolución rusa y de todo el proceso soviético. Los estudios históricos al respecto cobraron así un nuevo sentido. Como señala Jorge Saborido, los historiadores accedieron a una perspectiva más amplia de la Revolución rusa que les permitió entenderla en una dimensión de larga duración, abarcando su origen, consolidación y declive.2 Por otro lado, permitió que algunos investigadores se acercaran  a la historia desde una óptica que no se ajustaba a las presiones políticas coyunturales, es decir, la historia ya no tenía que responder esencialmente a las necesidades apremiantes de propaganda de la Guerra Fría. Este nuevo marco brindó a los investigadores un margen más amplio para escoger sus temas de investigación,3 lo que no significó que los intentos de responder a algunas preguntas sobre el por qué y el cómo de la revolución y de la construcción del socialismo estuvieran ausentes de luchas ideológicas y políticas, así algunos historiadores pretendieran ponerse al margen de este debate.

De esta manera, distintas corrientes historiográficas, ligadas a visiones conservadoras, liberales y algunas de izquierda, buscaron juzgar, satanizar o comprender el desarrollo y declive de la construcción del socialismo. Con la apertura de los archivos, las visiones más conservadoras buscaban reafirmar mitos y visiones unilaterales construidas desde la década de los treinta: el gran terror de la época estalinista, las hambrunas, los campos de concentración, entre otras. Por su parte, algunas visiones liberales consideraron, a partir de la noción de lucha de clases, que la explicación de la Revolución y de la política de Estado, eran insuficientes, y optaron por explicar el proceso histórico a partir de la capacidad de acción autónoma de los líderes, caracterizando el papel de diferentes sectores del pueblo como subordinado a la acción de un(os) individuo(s). Por otro lado, las corrientes de izquierda, ligadas a las concepciones "revisionistas" históricas y de la historia "desde abajo", buscaron comprender la participación de la gente del común en el proceso revolucionario, no como obra y acción de la manipulación "desde arriba", sino como producto de la acción consciente y voluntaria de las personas que se involucraban de manera clara en las transformaciones que prometía la revolución socialista. Sin embargo, los intentos en esa dirección no pudieron separarse de los prejuicios existentes sobre algunas etapas de la revolución, particularmente del periodo estalinista. En realidad, la apertura de los archivos no siempre significó un cambio de mentalidad o de enfoque para abordar la historia del socialismo, pues no necesariamente trajo consigo una interpretación crítica sobre las fuentes ni sobre el proceso histórico de la revolución y sus principales aspectos cardinales.

A pesar de la dimensión de este debate y el surgimiento de nuevos elementos interpretativos, el ambiente académico colombiano se ha mantenido al margen, ya sea porque no se le ha dado la importancia requerida o porque son aceptados de manera acrítica algunos veredictos sobre la historia del socialismo. La ausencia de debate se da a pesar de la influencia de las revoluciones socialistas en distintos ámbitos, desde las formas organizativas populares, hasta en los planos académico y político.4 La importancia de esta discusión en el país radica, hay que reiterarlo, en la influencia directa que tuvieron las revoluciones en el devenir de nuestras sociedades, pues como lo advierte el historiador británico Eric Hobsbawm, "la Revolución rusa tiene en realidad dos historias entretejidas: su efecto en Rusia y su efecto en el mundo",5 además de que "la historia del siglo XX no puede comprenderse sin la revolución rusa y sus repercusiones directas e indirectas".6 Ciertamente, el carácter ecuménico de la Revolución rusa y de la Revolución china cambió la fisionomía política del país y la región en importantes periodos del siglo pasado, y sigue teniendo repercusiones indirectas en la actualidad.7

En la línea de contribuir a superar esta falencia que nutre o deja pasar un amplio abanico de visiones y veredictos que son asumidos desde concepciones apriorísticas, superficiales y carentes de rigurosidad, este articulo busca señalar algunos elementos que permitan plantear y abrir un debate inicial sobre algunas discusiones historiográficas con respecto a lo que fue la historia del socialismo en la URSS y sus implicaciones en la historia actual. Para este objetivo, partiremos del análisis de alguna literatura representativa de las corrientes historiográficas más importantes, que nos permitan problematizar y criticar visiones que pretenden ajustar, como en un lecho de Procusto, las realidades de las revoluciones socialistas a las necesidades propagandísticas propias de la Guerra Fría.

Para el desarrollo de esta discusión, el artículo se estructurará en tres partes. En la primera, se desarrollarán de manera sucinta algunos aspectos de orden metodológico que nos permitirán caracterizar algunas visiones unilaterales que han predominado a la hora de hacer la historia del socialismo y que distan del objetivo de la disciplina histórica. En la segunda, se problematizará la forma en que han sido abordados algunos elementos controvertidos en torno a esto, centrándonos en: a) la prevalencia de un régimen totalitario, entendido como aquel que busca y alcanza a controlar todas las esferas, incluso la más personal, en el que no puede haber lugar para iniciativas personales ni inclinaciones individuales que no sean manipuladas por un Estado que no es solamente una dictadura de partido, sino uno que el partido mismo personifica en un dirigente infalible, y b) la administración de los recursos económicos por parte de un Estado que restringía el abastecimiento de alimentos para el control de la población con potencial de oposición al régimen, y que resultó en el asesinato de millones de personas. Esta situación es conocida en la literatura política como las hambrunas, de las cuales analizaremos aquí, en particular, la ucraniana. La importancia de problematizar estos dos aspectos radica en que las conclusiones que se han derivado de ellos han dado pie a la construcción de veredictos sobre el conjunto del proyecto político del socialismo. En la última parte del artículo se presentarán, a guisa de conclusión, algunas reflexiones sobre la necesidad de abandonar las posiciones que pretenden simplificar y demonizar el proceso histórico de construcción en el socialismo del siglo XX, y que desconocen lo contradictorio y complejo de este hecho histórico; así entonces, se daría paso a análisis más ponderados en los que desaparezcan los ecos de la Guerra Fría.

Las batallas por la historia del socialismo en una dimensión amplia

Aunque los estudios sobre la Unión Soviética despertaron especial interés desde finales de los años treinta, como producto de la inminente confrontación bélica en la Segunda Guerra Mundial, el clima de la Guerra Fría amplió su importancia. En este contexto, la historia del socialismo estuvo ligada y al servicio de las controversias de tipo ideológico y político que marcaron el siglo XX. Estas controversias no siempre se dieron en el marco de la búsqueda de la comprensión histórica, ya que naufragó más en el ámbito de los juicios apriorísticos. Un análisis de las corrientes historiográficas que surgieron desde la década de los treinta permite evidenciar una tendencia en esta dirección.8

La historia que se forjó en el marco de la Guerra Fría estuvo ligada, la mayoría de las veces, a la confrontación política y su utilización propagandística. La instrumentalización de la historia y de los historiadores, fue uno de los rasgos que caracterizaron el ambiente académico de este periodo. Los bandos en confrontación confundieron la propaganda con el análisis histórico y diluyeron las líneas que separan una de la otra aproximación, lo que implicó el abandono de los aspectos científicos de la disciplina histórica. Sin embargo, el derrumbe del bloque soviético constituyó una especie de consenso académico (en Occidente y más allá) alrededor de algunas posturas sobre la historia de la URSS basados en algunos dictámenes creados por propagandistas que sirvieron a las agencias de servicio secreto o de seguridad de los Estados Unidos -EE.UU.- e Inglaterra. Esta concepción ha sido reforzada por la visión postmoderna en la historiografía soviética que, como señala el historiador Jorge Saborido:

[H]a contribuido al surgimiento de un clima cultural que favorece la aceptación de las posturas liberales. Esto es así debido a que de un lenguaje supuestamente liberado de sus raíces sociales, se pasó con demasiada facilidad a un terreno en el que se repudiaban los hallazgos mismos del análisis de lo social.9

No solo la desclasificación de los archivos de la URSS ha ofrecido elementos para explorar nuevos aspectos del socialismo; también la de documentos oficiales de los Estados Unidos ha permitido entender la configuración de las ciencias sociales y la relación del binomio academia-gobierno. Un elemento derivado de esta situación, concerniente a la investigación científica en general, consistió en esta estuvo ligada y condicionada en un grado sumo por la financiación del Departamento de Defensa, la Central de Inteligencia Americana -CIA- y otras organizaciones defensoras de las agendas conservadoras en EE.UU. Así fueron impulsados los estudios sobre Asia, América Latina y particularmente sobre Rusia. Historiadores y académicos como Arthur Schelesinger, Walt Rostow y George Kennan trabajaron directamente para el gobierno en cargos importantes, con funciones de asesoría. Kennan es un caso típico de lo anterior, ya que sus conocimientos históricos marcarían las líneas de la política norteamericana hacia la URSS. La misma labor fue desempeñada por Richard Pippes, otro sovietólogo, asesor en la administración Reagan. Josep Fontana nos brinda una visión de esto en los siguientes términos:

El caso más evidente de esta conexión entre historia y política es posiblemente el de los sovietólogos o kremlinólogos, como se los llama, un campo que tuvo un crecimiento espectacular después del lanzamiento del primer satélite soviético, gracias a las ayudas que se destinaron a investigar la historia rusa, pero que estaban sometidos a controles estrictos: el Centro de Investigación Rusa de la Universidad de Harvard, por ejemplo, tenía convenio con el fbi.10

Los ecos de la Guerra Fría persisten no solo en términos de las versiones y los consensos que se constituyeron alrededor de la historia de la URSS, sino en la herencia de una estructura metodológica que, utilizando una noción bachelardiana, se ha constituido en un "obstáculo epistemológico" a la hora de desarrollar el proceso de investigación histórica; objetiva y rigurosa, obstáculo que la ha desplazado por enfoques rígidos, prejuiciados y apriorísticos que tergiversaron, mintieron o aumentaron sin ninguna base hechos derivados de decisiones políticas o concepciones erróneas de algunos de los dirigentes en la Unión Soviética.

Aunque algunos de los "obstáculos epistemológicos" que se describirán de manera esquemática a continuación puedan ser válidos para cualquier tipo de historia, tienen un particular peso sobre la historia del socialismo, en razón de las implicaciones políticas e ideológicas marcadas por este tipo de historia y la dificultad que implica para algunos historiadores salirse de enfoques interpretativos tradicionales que impiden ver desde otras perspectivas los problemas asociados al socialismo, verbi gratia, el problema del estalinismo y el trotskismo, ya que los defensores de una y otra corriente construyen una historia normativa que cierra el debate y la posibilidad de una interpretación distinta sobre estos fenómenos. Dicho esto, se pueden caracterizar algunos de estos obstáculos de la siguiente forma:

La historia contrafáctica

Aunque ningún historiador que estudie la historia del socialismo se reivindica como parte de esta escuela, que está más cercana a la historia económica y la cliometría, el enfoque es similar, ya que se hace una historia que no parte de la realidad histórica, sino de consideraciones imaginarias o ficticias, que ha llevado a estudiar la URSS "fijándose en su carácter antidemocrático lo que suponía hacer una lista interminable de sus rasgos no democráticos, y ocuparse de lo que no era el país en lugar de analizar lo que era".11

Un enfoque unilateral acerca de los líderes

Este enfoca toma a los líderes y a sus gobiernos como los actores principales. Es pertinente indicar que en el devenir de la disciplina histórica se han desarrollado modelos de lo que debe ser la historia, centrados en la acción de los héroes, las grandes personalidades y los individuos. La fundamentación de esta visión de la historia se hace explicita en Thomas Carlyle cuando afirma: "[A] mi modo de ver la Historia Universal, la realizada por el hombre, aquí abajo es, en el fondo, la historia de los grandes hombres que entre nosotros laboraron".12

Este enfoque está presente en los estudios sobre el socialismo, en tanto algunas interpretaciones históricas, al centrar el papel en los líderes, han sucumbido ante los argumentos maniqueístas que, por un lado, afirman que los fenómenos históricos se pueden explicar a partir de la voluntad de un individuo (Lenin, Stalin, Mao), como los demiurgos de las religiones que todo lo controlan y lo determinan,13 y por el otro, demonizan la actuación de estos dirigentes14. Algunos intentos de escribir la historia en la Unión Soviética no estuvieron del todo ajenos de la visión arriba descrita. El breve curso de la historia del Partido Soviético, publicado en 1938, constituyó un intento en esta dirección, ya que, por una parte, intentaba formular el triunfo de la revolución bolchevique como un dictamen de las leyes históricas del desenvolvimiento de la sociedad y, por otro lado, se centraba en el papel desarrollado por algunos dirigentes como Lenin o Stalin, mientras censuraba a otros como Trotsky, Bujarin, etc. o simplemente los omitía de las historia por considerados "traidores". De tal manera que la historia antibolchevique, centrada en los individuos, tiene elementos en común -aunque sus objetivos difieran en la esencia- con la historia "bolchevizada" de la década de los treinta, que se fue afianzando en algunos sectores de izquierda, como un canon interpretativo de la Revolución rusa, y que impidió, a su vez, que se superara el paradigma centrado en los héroes descrito por Carlyle.

El ahistoricismo

Este enfoque pasa por alto el contexto histórico en el que se desarrolló la construcción del socialismo y cómo en este proceso se involucraron las personas y las distintas clases sociales. En un sentido más amplio, el ahistoricismo es uno de los errores más frecuentes y, según Moshe Lewin, el más grave de todos, porque "ninguna acción humana se produce en la nada, no es un deus ex machina". Al respecto, la tendencia historiográfica liberal ha tratado de caracterizar la revolución bolchevique como la toma del poder por individuos fanáticos, sedientos de poder político, lo que impide entender el contexto económico, social y político que le dio origen. Por ejemplo, en el periodo 1916-1917:

Lenin no perseguía la destrucción de un sistema próspero, sino todo lo contrario. Al igual que millones de personas, vivía en un mundo que estaba al borde del colapso y en una Rusia que se desintegraba, y pasó a la acción sin tener garantías de que no perecería antes incluso de enfrentarse a las catástrofes que se sucedían o se avecinaban.15

El reduccionismo

El dogmatismo (haciendo honor al dictum según el cual que "los dogmáticos son perezosos") redunda en el reduccionismo, en el sentido en que sus explicaciones son tan seductoras y a la vez tan deficientes para tratar las complejidades, es decir, existe un patrón de análisis que sugiere respuestas simples a problemas complejos que da como resultado la explicación mono-causal. Al respecto, es importante señalar, parafraseando a Steve Rose, que el "reduccionismo como ideología" se refiere a la tendencia que insiste en la ventaja de la explicación reduccionista sobre cualquier otra; a tratar de explicar aspectos muy complejos de la conducta y organización social animal -principalmente la humana- en términos de un precipicio reduccionista que comienza con un problema social y termina en la voluntad de un individuo.16 La argumentación tautológica de este tipo de enfoque es la siguiente: hubo hambrunas en la década de 1930 en Rusia, en ese periodo Stalin dirigía el Estado soviético, por tanto, Stalin fue el causante de las hambrunas y el culpable de las muertes derivadas de esto.17

Las "verdades políticas" y la construcción de la verdad. La estructura de la explicación histórica, su fundamento, la lógica de los nexos causales en las investigaciones históricas, el enfoque epistemológico hacia los hechos -cómo se adquieren esos conocimientos, la naturaleza de la verdad y cómo conocerla- son cuestiones cardinales para comprender cualquier acontecimiento histórico. Aunque estos elementos sean centrales, la tradición heredada de la Guerra Fría ha desdeñado estos aspectos, y en ella han pesado más las denominadas "verdades políticas". En este sentido, se ha manifestado un enfoque utilitarista en la historia, que fabrica verdades con fines propagandísticos para justificar acciones políticas.18 La construcción de la verdad o las verdades construidas con fines políticos constituyen un efecto de las visiones ideologizantes que han predominado. El viejo aforismo que señala que "en la guerra, la verdad es la primera baja" da un matiz distintivo a los debates históricos sobre el socialismo. La justificación o la deslegitimación de proyectos políticos se basan, en gran medida, en las lecturas que de la historia se hagan. La constitución de regímenes de verdad hace que las interpretaciones que se hagan por fuera de ese "régimen" sean consideradas heréticas.19 Otra versión de las verdades políticas bastante extendida y con influencia nefasta en los movimientos revolucionarios ha sido la llamada "verdad de clase", que se refiere al punto de vista de que la verdad -especial, pero no solamente en el ámbito de las ciencias sociales- es específica y relativa a las diferentes clases sociales, enfoque que deriva en el flojo concepto de que "la burguesía tiene su verdad y el proletariado tiene la suya".

Por otro lado, en la línea de criticar este tipo de enfoques erróneos, algunos partidos comunistas vienen asumiendo otra concepción acerca de la historia buscando:

[R]omper más cabalmente con el instrumentalismo, con las nociones de hacer de la realidad un "instrumento" de nuestros objetivos, de distorsionarla con nuestros fines, y con la "verdad política". La dinámica de "verdades vergonzosas" nos puede hacer avanzar; puede suscitar fermento que nos estimule a captar la realidad.20

Vale la pena aclarar que no se está abogando por un modelo heroico de la ciencia caracterizado por enraizar la objetividad en una presunta experimentación avalorativa, más emparentada con el positivismo, donde el historiador asumiría una perspectiva neutral y despojaría de cualquier prejuicio, actuando, en palabras de Karl Popper, como una "conciencia recipiente".

Asumir la búsqueda de la verdad de manera activa implica una relación dinámica entre el sujeto y el objeto de conocimiento. Como lo señalan Appleby, Hunt y Jacob:

 [N]uestra versión de objetividad, admite la imposibilidad de una investigación neutral y acepta que el saber, incluso el saber científico, involucra una controversia permanente entre investigadores. Pero aceptar esto no vulnera la viabilidad de sistemas estables de conocimiento -que pueden ser comunicados, completados y probados-; solo se requiere de un nuevo entendimiento de la objetividad.21

La autoridad como factor para determinar la corroboración de hechos

Según esta postura, la autoridad de quien emite el juicio se toma como criterio definitorio para determinar qué es verdad y que no, la conocida como falacia ad vericundiem. Una variante de esta posición es el criterio erróneo de "verdad por consenso", es decir, repetir un juicio por aceptación de la mayoría, lo que en algunos casos hace que se inflen las cifras sobre hechos particulares, como la hambruna en Ucrania de comienzos de los años treinta o la hambruna en China a finales de los cincuenta, casos en donde se usaron aproximaciones estadísticas carentes de todo criterio científico que desdeñan la rigurosidad en la investigación de los hechos históricos por la supuesta dificultad de acceder a las fuentes22.

La "falsa conciencia"

Por último, están las visiones ideologizantes, que podrían reflejar lo que señala Marx en La ideología alemana como "falsa conciencia". En cierto sentido, podríamos afirmar que, tanto las posiciones que censuran y denuestan de la revolución como las que la defienden desde una posición atrincherada, la ideologización del debate conduce necesariamente a la distorsión de la realidad.23 La ideologización, además, ha estado emparentada con un método que pretende partir de conclusiones y verdades apriorísticas para ajustar sus investigaciones a las conclusiones que se han formulado de manera previa. En muchos casos, se procede metodológicamente como el abogado24 que parte de algunas conclusiones y, a posteriori, busca evidencias para defenderlas, y no como científicos sociales o historiadores que se empeñan en buscar primero evidencias y luego sacar algunas conclusiones, evitando que se conviertan en una camisa de fuerza que impida ver el hecho histórico con dinamismo o que durante el proceso de investigación se puedan encontrar con cosas inesperadas que conduzcan a un nuevo enfoque.

La construcción de mitos: totalitarismo y hambrunas

Como se ha señalado, el periodo de la Guerra Fría tuvo un ámbito importante de confrontación en la propaganda que, desde la prensa y la academia, se difundía para contrarrestar la influencia de cada uno de los bandos. Algunos de los consensos creados alrededor de la historia de la URSS luego de la caída del bloque soviético se fueron constituyendo como lugares comunes a la hora de caracterizar los Estados socialistas. El neologismo denominado 'totalitarismo' ha sido uno de estos patrones de análisis que resurgió como un paradigma luego de los sucesos de 1989-1991. Tal y como lo señala Enzo Traverso, "la disolución de la URSS y el desmantelamiento del pacto de Varsovia han renovado el debate. El totalitarismo se convirtió en una clave de lectura del siglo XX y en un instrumento de legitimación de Occidente victorioso".25 En esta misma línea de argumentación Bob Avakian expresa que:

(...) el concepto de totalitarismo no solo carece de validez científica, tampoco es únicamente un delirio democrático-burgués: es un arma del arsenal ideológico del imperialismo occidental. (...) también ha servido para embellecer y distraer la atención de la naturaleza criminal de las mismas democracias imperialistas occidentales. Este es el contenido real y el papel político de la teoría del "totalitarismo".26

Sin embargo, el término 'totalitarismo' ha estado presente en el discurso político desde las primeras décadas del siglo XX. Inicialmente, estuvo ligado a las posturas antifascistas de algunos sectores progresistas y de la izquierda de Italia y Alemania que veían en el ascenso del duce y del Führer una manifestación clara del Stato totalitario y del Totale Staat, este último un rechazo a la "revolución conservadora" del nazismo. De esta manera, el uso del término alcanza una gran difusión entre 1933 y 1947; además, en el espectro de la cultura antifascista en el exilio, algunos sectores de izquierda ampliaron su uso para designar algunas características del estalinismo. No obstante, durante la Guerra Fría el término es resignificado de manera negativa desde una perspectiva anticomunista, y su uso se constituye en un arma para designar los enemigos del "mundo libre". La idea de totalitarismo se ha constituido en un aspecto central de lo que denomina Traverso "la cultura política del exilio", de manera que, por ejemplo, los disidentes exiliados de Europa del Este en Francia encontraron en Archipiélago Gulag de Aleksandr Solzhenitsyn un arma política en la lucha contra el estalinismo.27

En la filosofía política, el término se ha constituido en la piedra angular de algunas versiones de comparativismo histórico. Los aspectos centrales de la teoría de Hannah Arendt se encuentran en esta dirección. Para ella, las manifestaciones arquetípicas de totalitarismo son la Alemania nazi y la Rusia estalinista, cuya caracterización desborda cualquier posibilidad de entender las formas de gobierno que fueron descubiertas de manera temprana por los griegos. Por eso, la noción que más se ajusta a esta "nueva realidad histórica" será la de 'totalitarismo', entendido como el Estado total que implica que la división entre el Estado y la sociedad privada (o el mundo de los individuos) se elimina. El gobierno totalitario desecha las leyes positivas para reemplazarlas por el terror total:

[E]l terror se convierte en total cuando se torna independiente de toda oposición; domina de forma suprema cuando ya nadie se alza en su camino. Si la legalidad es la esencia del Gobierno no tiránico y la ilegalidad es la esencia de la tiranía, entonces el terror es la esencia de la dominación totalitaria.28

Aunque la noción de 'totalitarismo' se ha aceptado como una suerte de patrón de análisis a la hora de caracterizar los sistemas socialistas y de equipararlos con el nazismo sin ninguna distinción, se han dado algunas críticas teóricas que buscan romper con esta visión. Algunos autores como Robert Tucker argumentan que la noción de totalitarismo borra las diferencias entre las variantes comunistas y fascistas. En lugar de la noción de 'totalitarismo', utiliza la de "régimen-movimiento" con tres variedades distintas: el comunismo, el fascista y el nacionalista.29 Por su parte, Enzo Traverso advierte que es necesario señalar las diferencias y los móviles de cada uno de estos regímenes, ya que la mera descripción de sus formas exteriores ignora su contenido social, su evolución y sus objetivos. Aquí es preciso señalar algunas de las diferencias que establece Traverso entre estalinismo y el nazismo:

(...) uno nacido de la revolución, el otro arribado al poder por la vía electoral, aprovechando los cálculos errados de las elites tradicionales (...); uno fundado sobre una economía colectivizada, instaurada gracias a la expropiación de las viejas clases dominantes; el otro surgido sobre las bases del capitalismo, respaldado por la elites tradicionales y por los grandes monopolios industriales (...); uno abanderado de una filosofía emancipadora, universalista y humanista (...), el otro orgulloso de su Weltanschauung (ideología) nacionalista, biológica y racial.30

Es preciso resaltar, siguiendo a Horacio Crespo, que el concepto de totalitarismo ha sido la principal herramienta que ha esgrimido la politología occidental caracterizar las sociedades construidas por la práctica del poder de los partidos comunistas, en particular la Unión Soviética en el periodo estalinista y China durante el maoísmo.31 De igual forma, algunos teóricos radicales como Slavoj Zizek consideran que el concepto de totalitarismo es un subterfugio que, "en lugar de permitirnos pensar y obligarnos a adquirir una nueva visión de la realidad histórica que describe, nos descarga del deber de pensar e, incluso, nos impide activamente que pensemos".32

La complejidad de estudio sobre el socialismo no puede ser nublado por el totalitarismo como patrón de análisis, como tampoco por el negacionismo, que pretende ocultar las contradicciones reales de estos procesos históricos. La problematización del régimen de Stalin que supera los lugares comunes y las comparaciones superficiales ha estado presente en la historiografía actual sobre el socialismo. Aquí mencionaremos solo dos enfoques que nos permitirán analizar esto: en primer lugar, los estudios elaborados por Arch Getty que, desde una postura antiestalinista han señalado la necesidad de superar el patrón totalitario, pues "nadie cree ya que la historia del periodo de Stalin sea sinónimo de su personalidad o de sus supuestos deseos".33 Dentro de la obra de Getty se encuentran dos libros importantes sobre este problema: Los orígenes de las grandes purgas y La lógica del terror: Stalin y la autodestrucción de los bolcheviques 1932-1939, y aunque la distancia temporal evidencia los cambios de posturas y de enfoque interpretativo, ambos contribuyen a entender que pasaba en el régimen soviético durante la compleja década del treinta.

En los dos libros, el autor complejiza el fenómeno del terror en la década de 1930 en la Unión Soviética, señalando que el partido de Stalin, lejos de ser la máquina totalitaria que lo controlaba todo, era en cambio una organización todavía relativamente pequeña, basada en el proletariado, presente sobre todo en las ciudades, y que enfrentaba grandes dificultades en dirigir la construcción socialista en el país. Los archivos de la región occidental muestran que en muchas zonas había solo un miembro del partido en promedio por cada dos granjas colectivas.34 En este mismo sentido, el autor recalca que los miembros de la "Nomenclatura" no tenían control total sobre los dirigentes locales del partido, algunos de los cuales se tomaban atribuciones que ponían en peligro la relación del partido con la bases. Estos dirigentes locales se servían de la lucha contra el trotskismo para resolver contradicciones con otros miembros que les eran incómodos.35

Otro elemento que puede ayudar a criticar la supuesta omnipotencia de Stalin es el estudio de las denominadas "purgas". El término 'purga' (en ruso, chistka, limpieza) se aplicó originalmente a los periódicos o movimientos lanzados por el partido soviético, el primero de los cuales tuvo lugar en 1921. El objetivo de la chistka, según Getty, era "depurar" el partido, expulsando a no merecían militar en él, entre los que se encontraban los considerados como elementos hostiles de clases contrarias, impostores, violadores de la disciplina del partido, degenerados morales, arribistas y egoístas. La chistka fue concebida como parte de un movimiento que tenía como blanco la burocracia y buscaba involucrar a las masas. Estas "reuniones de purga" se caracterizaban por una vigorosa y desinhibida crítica a los funcionarios del partido, tanto por los militantes como por obreros no miembros.36 Sin embargo, las guerras civiles contrarrevolucionarias y la Segunda Guerra Mundial, hicieron que los bolcheviques se vieran forzados a adoptar otros métodos de dirección y otra forma de resolver las contradicciones con los elementos disidentes: "La guerra había obligado a los bolcheviques a adoptar una suerte de disciplina militar que premiaba la obediencia, la estricta unidad del partido y la mentalidad combativa".37 De igual manera, Sheila Fitzpatrick señala que:

[L]os bolcheviques hicieron su primera experiencia de gobierno en el contexto de la guerra civil e indudablemente esto modeló en muchos aspectos importantes el desarrollo ulterior del partido (...) los comunistas que habían servido en el ejército rojo llevaron la jerga militar al lenguaje de la política partidaria.38

Esto llevó a que se militarizara la cultura política revolucionaria del movimiento bolchevique, "[d]ejando un legado que incluía la disposición a ampliar la coerción, el gobierno por medio de decretos, la administración centralizada y la justicia sumaria".39

Así, la complejidad de estos años estuvo marcada por una intensificación de la lucha de clases a nivel interno y por la posibilidad real de una nueva conflagración mundial, que derivó en que se tomaran medidas desproporcionadas que respondían a métodos erróneos y a una interpretación mecánica del marxismo que no correspondían a la meta por la que se estaba luchando.

El segundo de estos enfoques señala la crítica a la concepción sobre la ideología como el adoctrinamiento sistemático del pueblo en la que los individuos la asumen de manera forzada, de la cual el historiador norteamericano Jochen Hellbeck40 ha mostrado recientemente una nueva revaloración. A través del análisis de los diarios personales escritos por ciudadanos soviéticos comunes y corrientes en la época de Stalin, nos brinda una visión acerca de las actitudes del pueblo hacia el régimen soviético en la década del treinta. Hellbeck pone de manifiesto que, pese a la represión que se estaba llevando a cabo en la Unión Soviética, existía una preocupación y motivación muy fuerte de las personas por involucrarse con la revolución y con la historia que estaban viviendo. Por otro lado, sostiene que estos diarios ayudaron a observar la dimensión moral del proyecto socialista:

[V]eíamos el lado político y creíamos que la mayoría de los ciudadanos soviéticos tenía una actitud cínica hacia las grandes metas de la revolución. Y ahora estos documentos revelan cuán involucrados se sentían con su comunidad global y con escribir la historia mundial.41

Estos hechos contradicen las premisas básicas de la teoría del totalitarismo, una de las cuales plantea la dominación total, que aspira a organizar la infinita pluralidad y la diferenciación de los seres humanos como si la Humanidad fuese justamente un individuo.

Las hambrunas y la construcción del holocausto soviético

Uno de los temas más recurrentes en la historiografía sobre la Unión Soviética ha sido el de la hambruna ucraniana entre 1932 y 1933. Aunque existe abundante literatura y nuevas investigaciones han proliferado desde la década del noventa, las interpretaciones sobre la hambruna ucraniana más difundidas han estado asociadas al revisionismo histórico conservador, que parte de una explicación política que las concibe como la determinación deliberada de la dirigencia soviética contra el pueblo ucraniano con el objetivo de diezmar su oposición política.42 Esta explicación ha servido de fundamento para el denominado "mito del Holodomor". El investigador Mario Sousa ha rastreado el origen de este mito y ha podido establecer que su propagación inició en la gran prensa norteamericana de William Hearst:43

[U]na de las primeras campañas de la prensa de William Hearst en contra de la URSS fue la de los supuestos millones de muertos, víctimas del hambre en Ucrania. La campaña se inició el 18 de febrero de 1935 en el periódico Chicago American con un titular en la primera página: "Seis millones de muertos por el hambre en la Unión Soviética". Utilizando material llegado desde Alemania nazi, el magnate de la prensa y simpatizante del nazismo William Hearst, comenzó a publicar historias fantásticas sobre un genocidio provocado por los bolcheviques con el resultado de millones de muertos por el hambre en Ucrania.44

Por otro lado y siguiendo la línea de argumentación con la que trabaja Hearst, se encuentra a Robert Conquest, quien trató el problema de la hambruna ucraniana.45 En su libro de 1969, El gran terror, Conquest señala que el número de muertos por el hambre en la URSS entre los años 1932 y 1933

fue de cinco a seis millones de personas, la mitad de estas en Ucrania. Pero durante la campaña anticomunista de Reagan en 1983, Conquest extendió los años del hambre hasta 1937 y los muertos a ¡catorce millones!

Tras la caída del bloque soviético, se ha profundizado la campaña de la hambruna ucraniana y los intentos por caracterizarla como genocidio u holocausto no han sido pocos. El esclarecedor estudio de Jeff Coplon46 ha mostrado cómo se ha configurado esta campaña, desde la publicación del libro de Conquest The Harvest of Sorrow: Soviet Collectivization and the Terror Famine, un intento que desde la "faminología" se construyó para argumentar que la hambruna ucraniana fue utilizada como un arma de guerra y control político por Stalin hacia el pueblo ucraniano y que se extendió en la región de Tierra Negra y la Rusia central.47 Además del libro, la película La cosecha de la desesperación contribuyó a respaldar la idea del holocausto soviético, a través de imágenes que buscaban darle sustento empírico a esta teoría. El problema con el material que utilizó la película fue la mezcla de fotografías de diferentes hechos; ante tal error, Marco Carynnyk, uno de los creadores de la película, reconoció que "[e]l comité de investigación estaba más interesado en objetivos propagandísticos que en la investigación histórica".48 De manera más precisa, en su libro El fraude, la hambruna y el fascismo Douglas Tottle declaró que el 90%" de las fotografías de archivo de la película habían sido tomadas de la hambruna de 1921-1922 en el Volga, cuando millones de personas murieron en la guerra por el hambre en el momento en que 14 ejércitos extranjeros invadieron la URSS durante la guerra civil de 1918 a 1921.49

Aquí, sin embargo, no se pretende asumir una posición negacionista, en el sentido de desconocer los gulag, las purgas o las hambrunas. Aunque efectivamente existió una hambruna a comienzos de la década del treinta, la construcción del holocausto soviético no tiene fundamento, ya que, como lo señala Alexander Dallin, padre de la moderna sovietología, "no hay ninguna evidencia de que [la hambruna] fuera intencionalmente dirigida contra los ucranianos". El problema de la hambruna no se puede entender fuera de las condiciones sociales y económicas por las cuales estaba atravesando la Unión Soviética en este periodo. Hiroaki Kuromiya50 ha analizado las condiciones objetivas que existían en el momento de terminar la Nueva Política Económica -NEP- y de lanzar las campañas de industrialización y colectivización. Describe que las tensiones internacionales se incrementaron, y que los líderes soviéticos se preocuparon cada vez más por la posibilidad de una nueva intervención imperialista.

Es decir que, al entrar en la década de 1930, la Unión Soviética pasaba por una situación económica contradictoria. Las ciudades habían sufrido de escasez de alimentos desde 1928. El grano se necesitaba desesperadamente para la exportación y el capital extranjero, tanto para abastecer de combustible al primer Plan Quinquenal como para contrarrestar la creciente amenaza de guerra que se extendía desde Alemania. De igual manera, un fuerte proceso de lucha de clases que tuvo lugar en el campo; en ella, los kulaks (campesinos ricos) acapararon el grano para esperar mejores precios de venta y evitar cumplir con las cuotas exigidas por el estado.51 Todo esto causó inestabilidad en la producción agrícola y, en algunas regiones, la falta de productos alimenticios. La escasez de comida debilitaba a las personas y contribuía a aumentar las victimas de epidemias infecciosas. Este tipo de epidemias era, tristemente, un acontecimiento común en el mundo por aquella época. Entre 1918 y 1920, una epidemia conocida como la gripe española causó millones de muertos en los EE.UU., mientras que veinte millones murieron en Europa; y sin embargo, nadie acusó a esos gobiernos de matar a sus ciudadanos.

Es importante indicar que las hambrunas han sido un problema recurrente en la historia de la humanidad y que sus causas están asociadas a distintos factores, tanto artificiales como naturales, entre los cuales se encuentran sequías, malas cosechas y las epidemias, combinadas con factores políticos. En particular, durante el siglo XX las hambrunas fueron una constante instaurada a través de la denominada "guerra económica", en la que el recurso al hambre y la muerte por inanición fueron parte de la relación instituida por las potencias occidentales con los enemigos considerados como "bárbaros". Aquí se puede señalar el caso de la hambruna producida por el gobierno británico en el periodo de Winston Churchill, que entre 1943 y 1944 provocó tres millones de muertos en Bengala.52 Vale la pena indicar que ha sido un problema constante en las discusiones políticas sobre estos temas relativizar el fenómeno, justificándolo a partir de la acción del contrario con la lógica "ellos también lo hicieron", lo que impide entender el problema de las hambrunas, y en particular la hambruna ucraniana, como un fenómeno histórico cuyas causas están lejos de ser una acción deliberada, como se ha señalado arriba.

De estos complejos temas se desprenden varias aristas. El objetivo no es agotar la discusión, sino hacer un llamado a la búsqueda de nuevos marcos de análisis que estén fundamentados en el principio de "comprender antes de juzgar" y que, a su vez, permitan historizar el fenómeno, ya no desde marcos normativos que tradicionalmente han hecho del estudio del socialismo una historia con punto final y no una historia por hacer.

Conclusiones

A lo largo del artículo intentaron puntualizar algunos elementos que permitieran plantear y abrir un debate inicial alrededor de algunas discusiones historiográficas con respecto a la historia del socialismo en la URSS y China, centrados en los análisis sobre la Unión Soviética. Se señalaron algunos de los problemas metodológicos que consideramos principales al abordar la historia del socialismo y que son una herencia metodológica de las pugnas ligadas a los intereses políticos y propagandísticos del periodo de la Guerra Fría y que hoy se constituyen como "obstáculos epistemológicos" para la investigación histórica. Se analizaron dos problemas polémicos: la teoría del totalitarismo y la hambruna ucraniana, centrales en la medida en que algunas de las conclusiones derivadas de estos dos hechos han dado pie a la construcción de veredictos sobre el conjunto del proyecto político socialista.

Es necesario señalar que para abordar la historia del socialismo se requiere abandonar las posiciones de trinchera adoptadas por distintos sectores del espectro político en sus estudios sobre el tema. Como lo advierte correctamente Jorge Saborido:

[L]a misma cambiante realidad conducirá con rapidez -de hecho esto ya está ocurriendo- a que se reduzcan al mínimo los abordajes atravesados por los juicios "a priori" para ceder paso a análisis más ponderados, en los que desaparezcan los ecos de la Guerra Fría y se torne posible la elaboración de explicaciones alejadas de la "demonización" a priori de una experiencia en la que creyeron con fuerza millones de personas de varias generaciones.53

Por último, hay que señalar que la importancia de este debate en el país radica en la influencia directa e indirecta que tuvieron las revoluciones socialistas del siglo XX. Pero también, las discusiones actuales que se adelantan en el país, concernientes al tipo de sociedad que se debe construir, requieren hacer un balance de los intentos por construir sociedades con una racionalidad diametralmente opuesta al capitalismo.


1. Este artículo abordará principalmente algunas discusiones historiográficas en torno a la historia de la Unión Soviética. Los debates sobre la China socialista son parte de una investigación más amplia que está en desarrollo; sin embargo, el lector encontrará algunas referencias marginales sobre esto en el desarrollo del documento.

2. Si bien este artículo no tiene por objetivo abordar las discusiones sobre la periodización de la historia de la URSS o de las revoluciones en general, como lo hiciera en su momento Sheila Fitzpatrick en la introducción a la tercera edición de su conocida obra The Russian Revolution, es necesario señalar los errores de método, presentes incluso entre académicos actuales de renombre (entre otros Slavoj Zizek), que no hacen una distinción entre la URSS bajo Lenin y Stalin y la URSS bajo Jruschov y después. Una distinción que se puede señalar de manera preliminar es el criterio de la ganancia como elemento rector de la economía que empezó a imperar bajo Jruschov dando cabida al proceso de restauración capitalista. Para ampliar este análisis, ver Fikriat Tabeev, et ál., Planificación del socialismo (Barcelona: oikos-tau ediciones, 1968). Así mismo son evidentes las ausencias de distinciones entre la China bajo Mao y la China bajo Teng Siao-ping. Por otro lado, la noción de "socialismo real" (o de "socialismo tal como se dio en la realidad") que fue construida por algunos sectores de la izquierda de marcado pragmatismo y que responde a la idea de que una cosa es la visión del proyecto comunista y otra la que "resulta", padece del  grave problema de desconocer o ignorar que en las revoluciones se enfrentan distintas concepciones con distintas metas y que el triunfo de una u otra de estas concepciones hace que el rumbo de la revolución pueda incluso llevar a la restauración del orden anterior. Sin ir muy lejos, desde la misma década de 1950, al iniciarse la construcción del socialismo en China, Mao Tsetung, quien dirigió la revolución China y el proceso de construcción socialista hasta mediados de los años setenta, no solo inició una serie de importantes críticas al modelo soviético de construcción del socialismo, sino que también argumentó, de manera notoria desde los años sesenta, contra la concepción de la desaparición de las clases y la lucha de clases en el socialismo, concepción que llevaba a la extendida visión entre la mayoría en el movimiento comunista mundial de que era inconcebible que se restaurara el capitalismo en una sociedad en que se estaba construyendo el socialismo.

El análisis de la corriente maoísta desde hace más de medio siglo señala el inicio del fin del periodo socialista en la URSS tras el XX Congreso del pcus a comienzos de 1956, con la consolidación de Jruschov en el poder del Estado, quedando el "socialismo" como un cascarón en las instituciones. Para ampliar esta discusión, consultar el debate entre las dos posiciones enfrentadas en The Soviet Unión. Socialist or Social-Imperialist, 2 vols. (Chicago: RCP Publications, 1983). Si bien el innegable cambio rotundo de la situación en el periodo 1989-1991 no permite que se sostenga la idea de la imposibilidad de la restauración (la idea de que "la rueda de la historia no da marcha atrás") el dogmatismo -desde ambas orillas del espectro ideológico- sigue haciendo estragos y no permite ver tras las apariencias los verdaderos cambios de rumbo en las revoluciones, como el de la Unión Soviética en los años cincuenta y China en los años setenta.

3. Jorge Saborido, "La historiografía anglosajona sobre la revolución Rusa: una visión del último medio siglo", Hispania LXIII/3 215 (2003): 1089.

4. Pocas obras se encuentran en nuestro medio sobre este tema. En los últimos años, dos obras desde distintos ángulos han tratado de abordar este problema: Klaus Meschkat y José María Rojas, Liquidando el pasado la izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética (Bogotá: Taurus / Fescol, 2009); y el reciente libro de Hugo Fazio, Rusia y China. De la similitud comunista a la divergencia poscomunista: contraste de experiencias (Bogotá: Universidad de los Andes, 2012). Además del artículo de Marco Palacios, "Construcción socialista o restauración burguesa en la perspectiva de la revolución cultural China", Revista de Estudios Sociales 7 (2001): 9-25

5. Eric Hobsbawm, "¿Podemos escribir la historia de la Revolución rusa?", Sobre la historia (Barcelona: Crítica, 1998) 251.

6. Eric Hobsbawm, Historia del siglo XX (1914-1991) (Barcelona: Crítica) 90.

7. Algunos investigadores han señalado que la incidencia mundial que tuvo la Revolución rusa en la primera mitad del siglo XX se asemeja a la que adquirió la Revolución china en la segunda mitad del siglo pasado en los movimientos de liberación nacional y otras guerras revolucionarias que tuvieron como escenario principal los países del tercer mundo. Los ecos de la Revolución china han estado presentes, también, en las últimas dos décadas, en particular en algunos movimientos revolucionarios en el sur de Asia, como en Nepal y la India. En el primero, fue notoria la actuación del Partido Comunista de Nepal (maoísta) y la guerra que libró durante más de diez años contra la monarquía en este país. En la India, el movimiento Naxalbari ha sido considerado por el Estado indio como su enemigo número uno, por el control que han ejercido en importantes distritos en la región oriental de este país.

8. Jorge Saborido presenta una visión panorámica de dichas corrientes a la luz del balance historiográfico sobre el papel de Stalin y su relación con Lenin en: Jorge Saborido "¿Stalin contra Lenin o Stalin junto a Lenin? Una aproximación a los debates historiográficos sobre la experiencia estalinista", Historia Contemporánea 29 (2004): 805-838.

9. Saborido, "La historiografía..." 1093. Destacado agregado. Hay que advertir sin embargo, que la crítica a los enfoques postmodernos no significa que se niegue la importancia de profundizar en los aspectos culturales en la historia del socialismo, elementos fundamentales para entender como los individuos asumen la transformación de las estructuras sociales y económicas.

10. Josep Fontana, "Las guerras de la historia", La historia de los hombres (Barcelona: Crítica, 2001) 261.

11. Vale indicar que no siempre la historia que responde a la pregunta "¿y si...?" puede considerase como un obstáculo, ya que puede conducir a reflexiones sugestivas de cómo afrontar los problemas similares en contextos distintos. Hobsbawm, "¿Podemos escribir la historia..." 242.

12. Thomas Carlyle, Los héroes. El culto de los héroes y lo heroico en la historia (Madrid: Aguilar, 1959) 30.

13. Historiadores anti-estalinistas han revaluado esta visión, entre estos los historiadores Getty Arch J, Naumov Oleg, la lógica del terror: Stalin y la autodestrucción de los bolcheviques 1932-1939 (Barcelona: Crítica, 2001). Estos autores señalan que "nadie cree ya que la historia del periodo de Stalin sea sinónimo de su personalidad o de sus supuestos deseos. (...) El totalitarismo se ha convertido más en tema de análisis historiográfico que en un credo obligatorio o en un patrón de análisis". Por otro lado Alexander Rabinovitch muestra que la Revolución de octubre no fue un golpe militar liderado por Lenin y un pequeño grupo de fanáticos, sino que fue la realización de un partido político, con fuerte apoyo popular. Alexander Rabinowitch, Los bolcheviques en el poder: El primer año del gobierno bolchevique en Petrogrado (Indiana University Press, 2007).

14. Lewin al respecto advierte: "la tendencia a 'demonizar' a Stalin cargando sobre sus espaldas, y sobre las de su régimen, un número de víctimas desproporcionado y ridículo e imposible de verificar y en el que se mezclan las víctimas del terror con la decisiones políticas y económicas". Moshe Lewin, El siglo soviético. ¿Qué sucedió realmente en la Unión Soviética? (Barcelona: Crítica, 2005).

15. Lewin 14.

16. Steve Rose, "La pobreza del reduccionismo", Trayectorias de vida, biología, libertad y determinismo. (Barcelona: Granica, 2001). 297.

17. El argumento puede parecer ridículo, pero se encuentra de manera recurrente en la historia que es de "consumo" cotidiano. Desafortunadamente este tipo de enfoque erróneo de confundir correlaciones con relación causa-efecto es frecuente en la prensa diaria al anunciar (aparentes) descubrimientos científicos.

18. La reciente historia mundial es un reflejo de esto, para ampliar el análisis sobre las verdades políticas en la actualidad ver Geoffrey Regan, Guerras, políticos y mentiras. Cómo nos engañan manipulando el pasado y el presente (Barcelona: Crítica, 2006).

19. Es necesario profundizar la forma en se manifestaron también en los Estados socialistas algunas versiones de la historia oficial que respondían más a una necesidad de ajustar la realidad a fines políticos que a mostrar lo contradictorio de estos procesos históricos.

20. Bob Avakian, Observations on Art and Culture, Science and Philosophy (Chicago: Insight Press, 2005) 78; Ver también: Hobsbawm, "Partidismo..." 133-147

21. Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob, La verdad sobre la historia (Santiago de Chile: Editorial Andrés Bello, 1994) 237.

22. Un claro ejemplo se ve en el mismo Eric Hobsbawn, en su análisis sobre la cifra de los muertos en la Unión Soviética dice: "La mera supresión del censo de 1937 plantea dificultades casi insalvables. Sea como fuere, en todos los cálculos la cantidad de víctimas directas e indirectas debe medirse en cifras de ocho, más que de siete, dígitos. En estas circunstancias, no importa demasiado que optemos por una estimación 'conservadora', más cerca de los 10 que de los 20 millones, o por una cifra mayor: ninguna puede ser otra cosa que una vergüenza sin paliativos y sin justificación posible". Hobsbawn, Historia del siglo 392.

23. Sin embargo, esto no significa que veamos la ideología como algo negativo centrada en el pensamiento único de la clase dominante. También es posible entender la ideología como una concepción del mundo de resistencia y lucha contra la ideología hegemónica.

24. Pere Estupinya, Piensa como un científico, no como abogado. Consultado en: www.elladrondecerebros.com.

25. Enzo Traverso, El totalitarismo historia de un debate. (Buenos Aires: Eudeba, 2001) 161. Para ampliar este debate se puede ver además Enzo Traverso, La historia como campo de batalla. Interpretar las violencias del siglo XX (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2012).

26. Bob Avakian, Democracy, Can't We Do Better Than That? (Chicago: Banner Press, 1986) 203.

27. Esta obra y la novela de George Orwell 1984 (Barcelona: Ediciones Destino, 2009), constituyen dos obras del género literario en la línea de la instrumentalización del término por parte de los anticomunistas defensores del "mundo libre".

28. Hannah Arendt, "Ideología y terror: una nueva forma de gobierno", Los orígenes del totalitarismo. (Barcelona: Planeta d'Agostini, 1994) 688.

29. Horacio Crespo, "Para una historiografía del comunismo. Algunas observaciones de método". El comunismo otras miradas desde América Latina. coords. Elvira Concheiro, Massimo Modonesi y Horacio Crespo (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2007) 77.

30. Enzo Traverso, El totalitarismo 144. El historiador italiano Doménico Losurdo ha trabajado ampliamente algunos de los problemas de la noción de totalitarismo y sus repercusiones directas en la demonización de Stalin, al respecto, se puede consultar Doménico Losurdo, Stalin: historia y crítica de una leyenda negra (Barcelona: El Viejo Topo, 2008).

31. Crespo 71.

32. Slavoj Zizek, ¿Quién dijo totalitarismo?, cinco intervenciones sobre el (mal) uso de una noción (Valencia: Pretextos, 2002) 13. Zizek en otros escritos señala que "La sabiduría común de los liberales tiene una respuesta: (...) el 'totalitarismo' de izquierda y el de derecha coinciden en su rechazo de la democracia y, hoy en día especialmente, en su falta de mutua adaptación a las nuevas tendencias de la economía global". Zizek, Bienvenidos al desierto de lo real (Madrid: Akal, 2005). La teoría del totalitarismo se ha constituido en una especie de artículo de fe en la vida intelectual "occidental" y ha pasado virtualmente sin ser desafiada. Tal vez las dos obras más influyentes que hay sobre el tema del totalitarismo son la ya mencionada obra de George Orwell 1984, y la de Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo (Madrid: Taurus, 1998). Ver Avakian, Democracy, Can´t We, una valiosa crítica al concepto de totalitarismo.

33. J. Arch Getty y Naumov Oleg, La lógica del terror...10.

34. J. Arch Getty, Los orígenes de las grandes purgas (Cambridge, MA: Cambridge University Press, 1985).

35. J. Arch Getty y Naumov Oleg, La lógica del terror...11.

36. Una de las críticas que se le puede hacer al libro de Getty y Naumov es su desconocimiento de fuentes importantes en lo que respecta a las "purgas", como el libro de Anna Louise Strong, La era Stalin. Esta obra sigue siendo una de las más importantes fuentes no soviéticas. De otro lado, en el enfoque analítico de Getty se dejan por fuera las clases sociales lo que no le permite entender la complejidad de la lucha de la clases, el desconocer este aspecto lo lleva a recoger factores secundarios mientras ignora la esencia del asunto. Enfoca las contradicciones en términos de "el centro y la periferia" o entre "moderados y radicales", ¡pero deja de lado el conflicto entre el proletariado y la burguesía!

37. Getty, La lógica 50. Al respecto, la historiadora Sheila Fitzpatrick afirma que el estado psicológico de emergencia bélica comenzó con la gran alarma de guerra de 1927, momento en que se difundió ampliamente la creencia de que una nueva intervención militar de los países capitalistas era inminente. Sheila Fitzpatrick, La Revolución Rusa. (Argentina: Siglo XXI Editores, 2005); Sheila Fitzpatrick, "New Perspectives on Stalinism", Russian Review 45. 4 (1986) 357-373.

38. Fitzpatrick, La Revolución 94.

39. Fitzpatrick, La Revolución 95.

40. Jochen Hellbeck, Revolution on My Mind: Writing a Diary Under Stalin, (Harvard University Press, 2006).

41. Jan Culík. Entrevista a Jochen Hellbeck. Britskélisty, 11 ago. 2006. De igual manera, este aspecto de convicción y sentimiento de deseo por cambiar el mundo y ser parte de la historia se encuentra incluso en obras anticomunistas como la de Orlando Figes. En el libro Los que susurran relata la historia de un intelectual que pese a ser encarcelado en momentos de represión política en la década de 1930, le susurra al oído a su hija antes de ser llevado a prisión diciéndole "Pequeña, mi amada hija, la historia comete errores, pero recuerda: iniciamos algo grande. Sé una buena joven comunista". Orlando Figes, Los que susurran, la represión en la Rusia de Stalin (Barcelona: Edhasa, 2009) 355-357.

42. Para el análisis de la hambruna desde una dimensión amplia a partir de la nueva documentación disponible ver R.W. Davies y Stephen Wheatcroft, The Years of Hunger: Soviet Agriculture, 1931-33 (New York: Palgrave Macmillan, 2004). Aquí se refuta la tesis de la intencionalidad de la hambruna ucraniana, sin embargo, presenta algunos problemas al concebir la colectivización como la segunda servidumbre. De igual manera algunos estudios sobre el déficit real en la producción de grano y los factores naturales de la hambruna se encuentran en: Mark B. Tauger "Natural Disaster and Human Actions in the Soviet Famine of 1931-1933", The Carl Beck Papers in Russian & East European Studies 1506 (jun., 2001).

43. William Randholph Hearst era un multimillonario norteamericano que ayudó a los nazis en la guerra psicológica contra la URSS. En la década de 1940, Hearst era propietario de 25 periódicos, 24 semanarios, 12 emisoras de radio, 2 agencias de noticias, un servicio informativo para el cine, la empresa cinematográfica Cosmopolitan y mucho más. La prensa de Hearst vendía ¡13 millones de ejemplares! Tenía cerca de ¡40 millones de lectores al día! ¡Casi un tercio de la población adulta en EE.UU. leía diariamente la prensa de Hearst! De igual manera fue conocido como "el padre" de la prensa amarilla y sensacionalista. Una de las características de la "prensa amarilla" es escribir mentiras y crueldades arregladas como verdades.

44. Mario Sousa, Millones de muertos: De Hitler y Hearst a Conquest y Solzjenitsyn. (15 de marzo de 1998).

45. Robert Conquest ha sido el verdadero "padre" de casi todos los mitos y mentiras sobre la URSS difundidas después de la Segunda Guerra Mundial, aunque para algunos poco informados Conquest pasa como historiador, en realidad fue agente del Departamento de desinformación Information Research Departament -ird- de la policía secreta inglesa. El "trabajo" de este agente era escribir las llamadas "historias negras" de la URSS, historias falsas consideradas como hechos verídicos para ser distribuidas a los periodistas y a otras personas con influencia en la opinión pública. Sin embargo, más que cuestionar a Conquest por su labor en las ird, criticamos su falta de rigor al abordar la historia y de consagrar sus libros a la invención de mitos y cifras de muertos a sus omisiones premeditadas y descontextualizadas, es decir, hacer pasar sus desvaríos por investigaciones históricas.

46. Jeff Coplon, "En busca de un holocausto soviético". "Una hambruna de 55 años alimenta a la Derecha, Village Voice" [Nueva York] 12 ene. de 1988.

47. Otros intentos de fundamentar esto se encuentran en Courtois Stéphane, El libro negro del comunismo. (Barcelona: Planeta-Espasa) 1998.

48. Coplon 8-9.

49. Recientemente, la prensa ucraniana ha documentado el uso político de algunas fotografías, por ejemplo, el año 2009 en una exposición realizada en Sebastopol en conmemoración a los muertos del "holocausto ucraniano" fueron utilizadas cuatro fotos que retrataban los impactos de la Gran Depresión en EE.UU., algunas de ellas tomadas por la fotoperiodista Dorothea Lange. Ver "Nueva región-Crimea".

50. Hiroaki Kuromiya, Stalin's Industrial Revolution: Politics and Workers, 1928-1932 (Cambridge: Cambridge University Press, 1990).

51. Lynne Viola relata en su libro, The Best Sons of the Fatherland: Workers in the Vanguard of Soviet Collectivization (Oxford: Oxford University Press, 1987), la existencia de una fuerte conciencia por parte de los obreros por ayudar en el proceso de colectivización del campo, a tal punto que 25 000 obreros fueron enviados al campo como una fuerza de lucha en la colectivización. Viola muestra como "Los 25 000" conscientemente asumieron su tarea de llevarle los conocimientos y conciencia avanzados del proletariado a las masas campesinas que vivían en las condiciones atrasadas del campo, se consideraban defensores de la cultura y de la conciencia revolucionarias, en franca lucha contra el analfabetismo, la embriaguez, la falta de disciplina y en general portadores de la noticia de la revolución soviética a zonas hasta ahora no había penetrado la revolución.

52. Losurdo, Stalin: historia y crítica 332; Madhusree Mukerjee, Churchill's Secret War: The British Empire and the Ravaging of India During World War II (New York: Basic Books, 2010).

53. Saborido, "La historiografía..." 1095.


OBRAS CITADAS

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