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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.41 no.2 Bogotá July/Dec. 2014

https://doi.org/10.15446/achsc.v41n2.48782 

http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v41n2.48782

Misiones protestantes en Colombia 1930-1946. Geografía y política de la expansión evangélico-pentecostal*

Protestant Missions in Colombia (1930-1946). Geography and Politics of the Evangelical-Pentecostal Expansion

Missões protestantes na Colômbia (1930-1946). Geografia e política da expansão evangélico-pentecostal

JEIMAN DAVID LÓPEZ AMAYA**
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales —Flacso— Quito, Ecuador

*Este artículo es resultado del apoyo de Vicedecanatura de Investigación y Extensión de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, en su modalidad Convocatoria de apoyo a tesis de posgrado. Proyecto: "Historia del pentecostalismo en Colombia 1930-1960, los años de configuración en Colombia". Código Hermes 11400. Fecha de aprobación 11 de marzo de 2010.
**jdlopezam@gmail.com

Artículo de investigación.
Recepción: 18 de febrero de 2014. Aprobación: 27 de julio de 2014.

Cómo citar este artículo.
López Amaya, Jeiman David. "Misiones protestantes en Colombia 1930-1946. Geografía y política de la expansión evangélicopentecostal". Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 41.2 (2014): 65 – 103.


Resumen

La actual diversidad del campo religioso en América Latina y sus efectos en la cultura política democrática motivan la elaboración de un estudio histórico del protestantismo, precisamente en una región donde se vislumbra una hegemonía de la Iglesia católica, así como la existencia de vínculos entre esta y las diferentes elites políticas. Por medio de los expedientes de visas otorgadas a los misioneros protestantes en Colombia y de algunos de sus escritos personales, se realiza un análisis del crecimiento del protestantismo (evangélico y pentecostal) durante la República Liberal (1930-1946) en Colombia. Dos líneas explicativas sirven de guía: por un lado, la geografía de la expansión protestante y, por el otro, la percepción política de los misioneros que hicieron parte de dicha expansión.

Palabras clave: misiones protestantes, misiones evangélicas, misiones pentecostales, República Liberal, Colombia.


Abstract

The current diversity of the religious field in Latina America and its effects on democratic political culture justify the historical study of Protestantism in a region where the Catholic Church is hegemonic and its ties to the various political elites are clear. The article analyzes the growth of Protestantism (Evangelical and Pentecostal) during the period of the Liberal Republic (1930-1946) in Colombia, on the basis of the records of Colombian visas granted to Protestant missionaries and of some of their personal writings. Two lines of explanations serve as a guide: on the one hand, the geography of Protestant expansion, and on the other the political perception of the missionaries involved in that expansion.

Keywords: Protestant missions, Evangelical missions, Pentecostal missions, Liberal Republic, Colombia.


Resumo

A atual diversidade do campo religioso na América Latina e seus efeitos na cultura política democrática motivam a elaboração de um estudo histórico do protestantismo, justamente numa região onde se vislumbra uma hegemonia da Igreja Católica, bem como a existência de vínculos entre esta e as diferentes elites políticas. Por meio dos expedientes de vistos outorgados aos missionários protestantes na Colômbia e de alguns escritos pessoais, realizase uma análise do crescimento do protestantismo (evangélico e pentecostal) durante a República Liberal (1930-1946) na Colômbia. Duas linhas explicativas servem de guia: por um lado, a geografia da expansão protestante; por outro, a percepção política dos missionários que fizeram parte dessa expansão.

Palavras-chave: missões protestantes, missões evangélicas, missões pentecostais, República Liberal, Colômbia.


Introducción

El periodo histórico de 1930-1946 ha sido denominado, en la historiografía política de Colombia, la República Liberal, debido a la continuidad que tuvo el Partido Liberal en el poder político durante dieciséis años (cuatro periodos de gobierno), lo que significó una disputa con el periodo de "hegemonía conservadora", de cuarenta y cuatro años (1886-1930) ininterrumpidos en el poder. El aporte del presente artículo puede situarse en el estudio de las relaciones de la religión con la historia política. No obstante, el análisis de una minoría religiosa "disidente", como la protestante, tanto en términos políticos como religiosos, puede prestarse para profundizar en la comprensión del aporte religioso a la cultura política, en este caso, en el periodo de la República Liberal. Al respecto, como lo afirma Rubén Sierra Mejía, se debe tener en cuenta

[que] dicho periodo se distinguió de los regímenes anteriores y posteriores por prestarle una atención especial a la cultura y los problemas sociales del país en la primera mitad del siglo XX. En este ámbito las cuestiones sobre campesinos y obreros, así como aquellas relacionadas con la religión y la educación se vuelven importantes para entender la particularidad del período en términos culturales y sociales.1

En este sentido, el estudio del hecho religioso se convierte en un aporte importante, más aún cuando se pretende diversificar el campo de estudios de la religión en su relación histórica con la política (como lo busca este artículo), ya que la producción historiográfica sobre el periodo de la República Liberal (lo mismo que para otros periodos de la historia de Colombia) ha estado, en gran parte, supeditado al estudio de la relación entre la Iglesia católica y el contexto político nacional.2

Así mismo, aunque la presencia de los grupos protestantes (evangélicos y pentecostales) constituyera en aquellos años una minoría religiosa, actualmente dicho movimiento religioso adquiere un gran significado cualitativo en dos sentidos: primero, en términos de su crecimiento numérico y los efectos que esto trae sobre la diversificación del campo religioso. En esta línea, los estudios de William Mauricio Beltrán le otorgan una importancia sociológica a este objeto de estudio;3 Y segundo, este fenómeno tiene gran relevancia en términos políticos, ya que los movimientos evangélicos y pentecostales constituyen, en el escenario de la contienda política, una fuerza emergente, denominada "los políticos cristianos", aunque todavía no muestre signos deestructuración. En ese sentido, el estudio de Álvaro Cepeda van Houten revela la importancia de estos movimientos para el análisis político contemporáneo.4

No obstante, cuando se indaga en la historia de los movimientos protestantes, sobre todo en su fase "misional", se constata cierta marginalidad, en términos del crecimiento numérico. De acuerdo con los estudios de la historiadora evangélica Juana Bucana, se destaca que, para el periodo de la República Liberal, el crecimiento del protestantismo fue "lento y con oposición [al del catolicismo]".5 Al respecto, Bucana destaca la presencia de aproximadamente de 20 agencias misioneras; sin embargo, no da cuenta de la expansión geográfica de estas agencias, como tampoco del número de adeptos protestantes en el ámbito nacional para el periodo de estudio. Sin embargo, si se toma en cuenta el trabajo sociológico de Benjamín Haddox, se destaca que las cifras del crecimiento protestante para el año 1938 era del 0.02 % de la población nacional.6 Esta cifra contrasta con el 0.28 % de la población nacional adherida al protestantismo para el año 1960, década en que se evidencia un interés académico por el estudio del crecimiento protestante en América Latina. Con todo, se puede ver que, durante la República Liberal, el crecimiento protestante no era de mucho interés, dado su porcentaje marginal en una población considerada nominalmente católica. Sin embargo, no es posible afirmar lo mismo cuando se comprende el crecimiento del protestantismo desde la perspectiva de su presencia a lo largo y ancho del territorio nacional.

En este artículo se tiene en cuenta el análisis del crecimiento protestante desde la perspectiva de su presencia nacional. En este sentido, la aproximación a una geografía protestante será el objeto de la primera parte de este texto. Tal punto de vista implicará un análisis de la expansión geográfica del protestantismo, más que un análisis de su crecimiento numérico, como se muestra en los enfoques actuales sobre el protestantismo en América Latina.7 De la misma manera, tal enfoque conllevará un análisis de lo religioso desde la territorialidad. Siendo el catolicismo una religión territorial (diócesis, parroquias y territorios misionales), la expansión protestante durante el periodo de estudio pudo representar una sociogénesis de la recomposición del espacio religioso, y todo lo que ello tendría implicaciones políticas en el marco de la rivalidad bipartidista que caracterizó la historia política de Colombia.

Del mismo modo, en términos políticos, se ha resaltado la afinidad entre liberales y protestantes, con mayor intensidad en el liberalismo radical del siglo XIX, y mayor moderación en las reformas liberales de la primera mitad del siglo XX. En este sentido, Pablo Moreno, historiador del protestantismo en Colombia, argumenta que el nuevo contexto político, característico de las administraciones de la República Liberal, a través de las diferentes reformas que buscaban establecer un régimen de laicidad en la estructura política administrativa del Estado, generaron condiciones favorables para la llegada masiva de misiones protestantes. Moreno también destaca que durante este periodo las relaciones entre liberalismo y protestantismo no eran orgánicas, ya que las misiones protestantes que arribaron tenían un interés propiamente religioso y no tanto de reforma social y política, como sí lo tenían las misiones protestantes del siglo XIX.8 No obstante, a pesar de haber condiciones políticas favorables, esto no se tradujo necesariamente en una apertura social y cultural hacia el protestantismo. Dada la hegemonía de la Iglesia católica, la confrontación entre protestantismo y catolicismo persistió, incluso con más intensidad. De ahí el carácter anticatólico del protestantismo y el carácter antiprotestante del catolicismo.

A pesar de las observaciones históricas desarrolladas por Moreno, es importante señalar que, en virtud del estudio regional que desarrolló en el suroccidente colombiano, este mismo autor deja abierto el debate para la comprensión de la expansión protestante en su sentido amplio.9 Como se muestra en la segunda parte de este artículo, se trata entonces de comprender el hecho histórico protestante, no solamente en la vertiente "evangélica", sino también en la "pentecostal", en las coordenadas de la política nacional e internacional, sobre todo en referencia a las relaciones entre Estados Unidos y Colombia, con el fin de tener un cuadro ampliado de la expansión protestante en la República Liberal. En otras palabras, se trata de relacionar las fuerzas endógenas y exógenas para explicar ¿por qué el protestantismo, incluso al ser una expresión religiosa foránea (mediada por misiones provenientes de Norteamérica), tuvo una expansión significativa en un país hegemónicamente católico? ¿Qué dinámicas de expansión desarrollaron las misiones protestantes? ¿Cómo fue su proceso de expansión en el espacio nacional, en especial por parte de las misiones de corte pentecostal? ¿Quiénes y cuáles fueron las misiones protestantes que experimentaron su mayor expansión durante el periodo de estudio y por qué?

Por lo pronto, la tesis central que se sostiene es que la expansión misionera protestante se debió al desarrollo de una lógica de cooperación para la implantación de un proyecto nacional de "Iglesia Protestante Nacional", fundamentado en un espíritu de vocación mesiánica, con el cual los misioneros interpretaban la realidad política del país en términos de condiciones favorables. Dicha lógica de cooperación determinaría la manera como las distintas agencias misioneras protestantes, tanto evangélicas y como pentecostales, se distribuirían en los territorios del país para el desarrollo de sus actividades religiosas, en la medida que existían condiciones políticas favorables tanto a nivel nacional como internacional, las cuales fueron percibidas por las agencias protestantes como una estructura de oportunidad para el envío masivo de misioneros a Colombia.

Así mismo, es importante desarrollar algunas observaciones sobre la definición del objeto de análisis. Existen varias tipologías del protestantismo y sus variantes en su definición sociológica. Un ejemplo de ello es la tipificación que hace Jean Pierre Bastian, basado en el proceso sociohistórico del protestantismo en su larga duración. Al respecto, hace una distinción entre el protestantismo histórico y el pentecostalismo en América Latina. Afirma que el protestantismo histórico

[…] tomó raíz desde la segunda mitad del siglo XIX e interesaron [sic.] a minorías liberales quienes trataban de combatir el monopolio de la Iglesia católica y los regímenes oligárquicos. En cambio los pentecostalismos son una mutación religiosa del protestantismo que tomó en tierras latinoamericanas las características de una religión popular fundada en la emoción.10

Para el estudio del protestantismo en Colombia, la obra de Moreno, señalada anteriormente, sigue la tipología de José Míguez Bonino, que tiene en cuenta el criterio teológico en combinación con el sociohistórico, para lo cual aplica la metáfora-concepto de rostros del protestantismo, con el fin de hacer referencia tanto a una identidad (matriz) única con diferentes expresiones (énfasis).11 Para el periodo de estudio, Moreno afirma que la tipología evangélico fue el rostro dominante del protestantismo. A pesar de ello, deja de lado la comprensión del rostro pentecostal en dicha historia. Con base en lo anterior, también es un propósito de este artículo indagar la presencia de la expresión pentecostal, situándola dentro del mismo proceso histórico que el nivel misional, en el cual, tanto misioneros evangélicos como pentecostales, a pesar de que incorporaron diferentes énfasis en sus prácticas misionales, compartieron un mismo ethos misionero protestante, como se argumentará más adelante.

Visto así, este artículo sigue dos líneas explicativas: la geografía de la expansión de las misiones protestantes y su percepción política, con el fin de aportar algunos elementos interpretativos sobre la expansión protestante en el territorio nacional y enriquecer los estudios actuales sobre religión y política en Colombia.

La documentación en que se basa este análisis, es decir, los gráficos y figuras (mapas) que aparecen en el artículo, proviene, principalmente, de la indexación y catalogación realizada por el autor en un trabajo anterior sobre trescientos setenta y seis expedientes de visa otorgada a los misioneros protestantes durante las administraciones de la República Liberal. Las visas reposan en el Archivo General de la Nación —AGN—, en el fondo Ministerio de Relaciones Exteriores, así como en escritos personales sobre el trabajo de campo de los misioneros, que eran publicados en revistas religiosas en los Estados Unidos.12

La expansión misionera en la geografía nacional

Las misiones pentecostales y evangélicas que llegaron a Colombia durante el periodo de la República Liberal inicialmente trabajaron de forma cooperada con otras denominaciones protestantes que habían llegado al país antes de 1930. En el convenio de misiones de 1929, conocido como el Pacto de caballeros, celebrado en la ciudad de Popayán, se había dispuesto una lógica de cooperación entre las diferentes agencias misioneras, sin importar el énfasis doctrinal de cada una, con el fin de crear una presencia nacional.13 Las misiones que tuvieron mayor participación en el convenio de misiones, evidentemente, fueron aquellas que ya estaban establecidas antes de 1930.14

Las nuevas agencias misioneras, que llegaron al país en los años treinta y cuarenta, se acomodarían al convenio de misiones. Hacia 1929, el país contaba con cuatro agencias misioneras de origen norteamericano, mientras que, para finales de 1946, se encontraban operando cerca de veinte agencias. De manera que, durante el período de la República Liberal, se puede evidenciar el mayor auge de las misiones protestantes en el país.

En el convenio de misiones de 1929 se había llevado a la práctica la necesidad de una racionalización del territorio, para intensificar la evangelización protestante a través de la invitación de nuevas agencias misioneras. Este ideario ya había sido dispuesto en 1916, a través de una consulta internacional denominada Congreso de Cooperación LatinoamericanoCCLA—, celebrado en Panamá en 1916, en el cual estaba la representación de todos las agencias misioneras protestantes con presencia en América Latina. Posteriormente, en el mismo año, se llevaría a cabo el Congreso Regional de Barranquilla, en donde las agencias misioneras presentes en Colombia y Venezuela establecerían un plan de acción para llevar a cabo las conclusiones del CCLA de Panamá, ya que Colombia había sido considerado un campo de misión protestante prioritario en Suramérica. De ahí que fuera denominado el vecino olvidado.15

En el concierto de las misiones protestantes durante la República Liberal, las misiones de la vertiente pentecostal fueron minoritarias en relación con las misiones de corte evangélico. Si se tiene en cuenta la tendencia del crecimiento de la presencia misionera pentecostal en relación con la presencia misionera evangélica (como aparece en la figura 1), podríamos afirmar que la proporción por cuatrienios entre ambas fue de uno a tres. Por cada agencia misionera pentecostal que operaba en el país, existían tres agencias misioneras de evangélicas. Lo mismo aplica para la proporción del número de misioneros; de acuerdo con la figura 2, la relación era de 1 a 5.

La proporción minoritaria de la presencia misionera pentecostal con respecto a la evangélica se debió, en parte, a la precariedad con la cual se desarrollaba. Mientras que las agencias misioneras evangélicas contaban con grandes recursos, provenientes de sus corporaciones privadas conformadas para la cooperación misionera, las misiones pentecostales respondían más a los intereses personales de los misioneros, quienes, guiados por un espíritu mesiánico, consideraban que la misión no requería de grandes recursos y estructuras de envío, sino, más bien, de la probidad carismática de la vocación personal. De ahí que el carácter de las misiones pentecostales fuera más personalista que corporativista. Este hecho implicaba, para el misionero pentecostal, la necesidad de establecer relaciones horizontales y de reciprocidad con la población local, lo que facilitó, a su vez, el proceso de enculturación de una misión religiosa considerada foránea en un país católico.

Al mismo tiempo, la inserción de la misión pentecostal también participaba de las redes de cooperación entre las diferentes agencias misioneras, como lo estipulaba el convenio de misiones mencionado anteriormente. El pentecostalismo norteamericano, por ser una corriente protestante relativamente reciente respecto del protestantismo evangélico, apenas incursionó en los campos misioneros hacia los años treinta. Solo fue hasta la segunda mitad del siglo XX que las misiones pentecostales experimentarían mayores índices de crecimiento dentro del subcampo religioso protestante. De ahí la difusión de estudios que buscaban prestar especial atención a esta vertiente protestante. En el caso de Colombia, llama la atención la circulación de artículos relacionados con el fenómeno pentecostal y su influencia en los círculos católicos.16

Una vez las agencias misioneras pentecostales y evangélicas llegaban al país, establecían un centro de operaciones, denominado estación o centro misionero, desde el cual se desarrollaban actividades de exploración del campo de misión. El campo de acción generalmente coincidía con la jurisdicción de un departamento no ocupado por otra agencia misionera, conforme lo estipulaba el convenio de misiones protestantes ya señalado. En este caso, las dinámicas de expansión seguían lógicas de cooperación entre las agencias misioneras, lo que implicaba desarrollar actividades misioneras complementarias para cubrir un territorio asignado. Esto trajo como resultado que cada agencia misionera se especializara en el desarrollo de la misión en el nivel regional, el cual estaba articulado, al mismo tiempo, en un nivel nacional bajo la idea de conformar una Iglesia Nacional Protestante, que sirviera como contrapeso a la hegemonía de la Iglesia católica en el país. Esto, a su vez, creo entonces las condiciones para que las misiones, tanto evangélicas como pentecostales, fueran parte de un mismo ethos misionero, en el cual las diferencias en los énfasis doctrinales, acentuadas en su país de origen, no fue un impedimento para desarrollar un proyecto nacional en Colombia.

Si te tiene en cuenta el cuatrienio de 1930 a 1934, puede observarse que la agencia misionera de mayor presencia en Colombia fue la Misión Presbiteriana —PC—. La mayoría de agencias misioneras registradas durante el primer cuatrienio de1930-1934 (véase figuras 3 y 4) ya gozaban de presencia en el país antes de 1930, colocando una mayor atención sobre los centros urbanos de mayor población, ya que estos eran considerados unos puntos estratégicos para la coordinación y expansión a los centros rurales periféricos. La PC, cuya presencia en el país data desde el siglo XIX, llegó a tener siete estaciones en las principales ciudades del país (Bogotá, Barranquilla, Medellín, Bucaramanga), así como tres en zonas de escala comercial importantes (Girardot, Ibagué y Cereté), lo cual la convirtió en la misión mayoritaria de la expansión protestante.

Sin embargo, hubo otras misiones que llegaron a otros centros urbanos del país como La Unión Misionera Evangélica —UME—, que arribó en 1908 para establecerse en la ciudad Cali; la misión Alianza Escandinava — SAM— que entró al país por la frontera colombo-venezolana en 1918, para establecerse en Cúcuta; la misión Presbiteriana de Cumberland —PCC—, que llegó al país en 1927, producto de una disidencia de la Conferencia General de la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos, y se estableció Cali; y la misión Alianza Cristiana y Misionera —ACM—, que había entrado al país por la frontera colombo-ecuatoriana en 1922, para establecerse en la ciudad de Armenia (que en aquel entonces pertenecía al Departamento de Caldas). Entre las nuevas agencias misioneras llegadas durante el mismo cuatrienio (1930-1934), se encontraron las siguientes: la misión Alianza Mundial de Evangelización —WEC—, La Misión Adventista —AM—, las misiones pentecostales de Berchtold, patrocinadas por las Asambleas Pentecostales de Jesucristo con de Canadá —PASJC—, y, por último, la Misión Wegner —AG—, que posteriormente se afiliaría al Concilio General de las Asambleas de Dios en los Estados Unidos.

De acuerdo con la documentación revisada, se constata en varios casos la transferencia de campos de misión por parte de otras denominaciones protestantes evangélicas, que no contaban con misioneros residentes que dieran continuidad al trabajo de campo a las nuevas misiones pentecostales que llegaban. Esto no solamente sucedió con las misiones pentecostales, sino también con la mayoría de agencias misioneras que llegaron luego de 1930. Tal fue el caso de la Misión Wegner —AG— en Sogamoso, cuyo campo de misión fue cedido por la Misión Presbiteriana —MP—. En el caso de la misión pentecostal Anderson-Martin, su llegada a Bucaramanga se debió a la invitación de la Misión Presbiteriana para complementar los trabajos misioneros en la zona, dada la rápida expansión urbana de la ciudad en las décadas 1930 y 1940. De esta forma, en una primera etapa, el asentamiento de las agencias misioneras pentecostales seguía la lógica de cooperación misionera, regulada por el convenio territorial de misiones protestantes. Posteriormente, hacia los años cuarenta, la expansión de algunas misiones pentecostales rompería con la lógica de cooperación, al desarrollar redes propias de crecimiento y expansión que, con el tiempo, rápidamente entrarían en competencia con otras agencias misioneras.

Para el cuatrienio de 1934-1938 se sumaron dos agencias misioneras a las nueve agencias ya presentes en el país (véase figuras 5 y 6); estas fueron: la Misión Evangélica Luterana -LC-, cuyo epicentro fue el municipio de Soatá (Departamento de Boyacá) —este lugar había sido un punto de predicación (campo de evangelización sin misionero residente) cedido por la Misión Presbiteriana, dentro del convenio de misiones protestantes—, y una Misión pentecostal auspiciada por la fraternidad pentecostal Open Bible Standard Conference —OBSC— con sede en Estados Unidos. Esta se estableció en el municipio de Garagoa (Departamento de Boyacá). También en este caso el campo de misión fue cedida por la Misión Presbiteriana.

Durante el cuatrienio de 1934-1938, la agencia misionera que tuvo una mayor expansión en el territorio nacional fue la Misión Worldwide Evangelization Crusade —WEC—, que pasó de dos a cuatro centros misioneros en relación con el cuatrienio anterior. Para este tiempo, la WEC tenía presencia en Fusagasugá, Zipaquirá, Chiquinquirá y Bogotá. Del mismo modo, la Misión Alianza Escandinava —SAM— pasó de dos a tres estaciones, en relación con el cuatrienio anterior, y tenía presencia en Cúcuta, Salazar y Ocaña. En ambos casos, se observa una expansión dentro de una región específica, lo que da cuenta de una racionalización regional del territorio nacional. La misión pentecostal liderada por Berchtold —PAJC—, señalada anteriormente, abriría una nueva estación en el cuatrienio 1934-1938, inicialmente en Málaga (Departamento del Santander), pero posteriormente sería trasladada por razones de intolerancia religiosa hacia la ciudad de Bucaramanga. La Misión Presbiteriana se mantuvo estable, e igualmente la misión pentecostal Wegner —AG—, que mantuvo sus centros misioneros en Sogamoso, Departamento de Boyacá.

El cuatrienio de 1938 a 1942 fue el periodo en que más llegaron misioneros protestantes al territorio nacional. Este hecho se tradujo también en un apertura de nuevos centros o estaciones misioneras, llamadas agencias en otras partes del territorio nacional (véanse figuras 7 y 8). Una de las razones por las cuales se dio esta expansión se debió a la percepción que tuvieron las agencias misioneras de un ambiente político favorable entre Estados Unidos y Colombia, como se explicará en el siguiente apartado. Por lo pronto, llama la atención que durante este cuatrienio la expansión fuera liderada por la agencia Alianza Cristiana y Misionera —ACM—, que pasó de una estación a siete y logró así una presencia que desbordaba la frontera regional: Caldas (Armenia y Manizales), Cauca (Popayán), Boyacá (Yopal, región del Casanare), Huila (Gigante y Campoalegre), Nariño (Ipiales). De igual forma, la Misión Alianza Escandinava —SAM— sumó dos estaciones nuevas a las tres con las que contaba en el periodo anterior, en Pamplona y Donjuana, municipios de Norte de Santander, y concentró así su presencia en la región del Norte del Santander.

Durante el mismo periodo, llegaron cinco nuevas agencias misioneras evangelicales y una pentecostal. Entre las agencias misioneras evangélicas que arribaron por primera vez al país se encontraban la Misión Latinoamericana —LAM—, con presencia en la ciudad de Cartagena y Sincelejo (perteneciente a la jurisdicción de Bolívar en aquel entonces); La Misión Bautista —BC—, conocida en inglés como Foreing Mission Board of Southern Baptist Convention of Richmond, con una estación en la ciudad de Barranquilla; La misión Conferencia Menonita —CM—, conocida en inglés como Conference of Mennonites of North America, con una estación en Agua de Dios (Cundinamarca); La Misión Wesleyana —WMM—, denominada en inglés como Wesleyan Methodist Missionary Society de Lansin, con una estación en la ciudad de Medellín, y la misión Unión Evangélica Suramericana —EUSA—, denominada en inglés Evangelical Union of South America, con una estación misionera en la ciudad de Santa Marta.

Entre las misiones pentecostales, llegó la Misión del Evangelio Cuadrangular —FGC—, conocida como Foursquare Gospel Church, la cual se asentaría en la ciudad de Bucaramanga, con lo cual de esta su epicentro de actividades misioneras. En general, las misiones pentecostales aumentaron levemente. La Misión Berchtold —ASJC— se mantuvo estable, en tanto que las misiones AG y OBSC pasaron de una a dos estaciones para el presente cuatrienio. Las nuevas estaciones o centros misioneros se ubicaron, respectivamente, en los municipios de Marroquín y El Secreto, ambas zonas pertenecientes a la región del Casanare, que en aquel entonces hacía parte de la jurisdicción del Departamento de Boyacá.

Para el último cuatrienio de 1942 a 1946, la presencia misionera protestante se mantuvo relativamente estable (véanse figuras 9 y 10). La Misión Alianza Cristiana y Misionera —ACM— siguió liderando la expansión con once estaciones, al sumar cuatro nuevas en comparación con el cuatrienio anterior. Las nuevas estaciones se encontraban ubicadas en los municipios de Florencia (Caquetá), Neiva (Huila), Puerto Lequizamo (Putumayo) y Santander (Cauca). De esta forma, la ACM se convertiría en la misión protestante de mayor presencia en el territorio nacional y tomaría como epicentro la región cafetera de Caldas y se extendería hacia zonas de frontera y de conflicto, como el Putumayo y los Llanos Orientales. La expansión de la ACM, a diferencia de las demás agencias misioneras, fue proporcional al número de misioneros enviados por la agencia de Estados Unidos a Colombia, lo que hacía notar un relativo éxito en el territorio nacional.

Durante el mismo cuatrienio (1942–1946) las misiones pentecostales siguieron experimentando una leve expansión (véanse gráfico 6 y figura 4). Al final del periodo, la misión PAJC terminaría con tres estaciones en Salazar (Santander), Bucaramanga y Barranquilla; la misión Wegner, que para esta época ya estaba afiliada a las Asambleas de Dios en los Estados Unidos —AG—, tenía presencia en Sogamoso (su epicentro de actividades) y, en la región del Casanare, en Marroquín y Yopal. Durante el periodo de estudio, su expansión se concentró en el departamento de Boyacá. La misión OBSC mantendría su epicentro en el municipio de El Secreto, en la región del Casanare, departamento de Boyacá.

En términos generales, se puede afirmar que durante el periodo de la República Liberal el número de agencias misioneras se duplicó, ya que pasó de nueve al comienzo del primer cuatrienio (1930-1934), a veinte agencias en el último cuatrienio (1940-1946). El periodo de mayor arribo de misioneros protestantes (evangélicos y pentecostales) se situó entre 1938 y 1942, durante el gobierno de Eduardo Santos. Aquí es importante tener en cuenta que durante estos años de gobierno, las relaciones de Colombia con los Estados Unidos fueron más estrechas, dada la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, aspecto que se desarrollará en la siguiente sección.

Así mismo, se observa que, en la geografía de la presencia misionera protestante en el país para el periodo de estudio (véanse figuras 11 y 12), la mayoría de las agencias misioneras evangélicas se asentaron en el cinturón cafetero del interior del país, una región conformada por los departamentos de Antioquia, Caldas y Valle del Cauca. Esta región, en la primera mitad del siglo XX, era considerada como la zona de mayor desarrollo económico, vinculado con la producción, transporte y exportación del café. La apertura del canal de Panamá, en 1916, y la reactivación del comercio por el Pacífico jalonaron el desarrollo agroexportador desde la banda occidental del río Magdalena hacia el puerto de Buenaventura, con cual se articularon zonas productoras, como Antioquia y Caldas, con zonas de puerto, como el Valle del Cauca.

Para el primer cuatrienio (1930-1934), el departamento con mayor presencia de agencias misioneras fue el Valle del Cauca (véase figura 5). Esto era debido a la situación estratégica de Cali como ciudad próxima al puerto del Pacífico, razón por la cual cobró una importancia económica para el desarrollo industrial del país. Las misiones que se asentaron en esta ciudad no fueron ajenas a esta situación. No obstante, al cerrar el periodo de la Republica Liberal, la importancia de Cali sería desplazada, en el último cuatrienio, por la de Boyacá (incluida la región del Casanare para la época), que llegó a tener once estaciones misioneras entre 1942 y 1946 (véase figura 6).

Sin embargo, es importante señalar que la región de Cundinamarca cobró importancia para la geografía misionera debido a la centralidad administrativa de Bogotá, que en aquel momento hacía parte de la jurisdicción del departamento. Esta ciudad no hizo parte del convenio de misiones protestante, por lo tanto dicha región no estuvo supeditada a la coordinación de alguna agencia particular, sino que, por el contrario, dada su importancia gubernamental, varias agencias establecieron en ella sus centros administrativos. Esto facilitaba el proceso de entrada y salida de misioneros en el país ante las entidades del Estado. Del mismo modo, esta disposición también facilitó que la red de municipios aledaños a la capital de la República sirviera como foco de expansión de la actividad misionera. La agencia que más concentró sus actividades en los municipios de Cundinamarca fue la misión Cruzada Evangélica Mundial —WCM—.

Paradójicamente, la costa norte colombiana no cobró gran importancia para la expansión misionera durante el periodo de estudio, ya que desde el siglo XIX se había considerado la costa Caribe como una región monopolizada por la Misión Presbiteriana, por lo que luego, durante la República Liberal, la prioridad fueron las regiones andinas del interior del país. Sin embargo, debido a la crisis financiera de esta agencia, comenzó a considerarse la necesidad de que otras entraran a operar en la región, con el fin de complementar el trabajo misionero protestante. Lo mismo ocurriría con los llamados Territorios Nacionales, extensos geográficamente pero poco habitados, que, sin embargo, comenzaron a ser considerados prioritarios hacia la década del cuarenta, sobre todo para aquellas agencias misioneras cuyo campo de evangelización se enfocaban en los grupos indígenas. Tal fue el caso de la Misión Indígena Suramericana —SAIM—, conocida en inglés como South America Indians Missions, que concentró sus actividades misioneras entre los grupos wayú de la península de la Guajira. De igual manera, la WEC establecería una estación misionera entre los indígenas cubeos, en el Vaupés. Posteriormente, la misión Alianza Cristiana y Misionera —ACM— se estableció en zonas de coloniaje del Putumayo, Caquetá, Vaupés y la región del Casanare.

En relación con las misiones pentecostales (véanse figuras 13 y 14), se podría afirmar que dos departamentos sirvieron como campos de misión: Santander y Boyacá. En el caso del primero, el epicentro de actividades misioneras fue la ciudad de Bucaramanga, que para la época experimentaba un ciclo de expansión urbana producto de la migración del campo a la ciudad. En Bucaramanga se asentaron las misiones de las Asambleas Pentecostales de Jesucristo —PAJC— y la misión Evangelio Cuadrangular —FGC—, en tanto que la primera tuvo un asentamiento espontáneo siguiendo redes de compadrazgo, la segunda llegó a este territorio con el fin de complementar el trabajo de evangelización en nuevas zonas de expansión urbana por invitación de la Misión Presbiteriana, que ya contaba con presencia en este sitio desde comienzos de siglo XX.17

En el Departamento de Boyacá se asentaron las misiones pentecostales de la Misión Wegner o Asambleas de Dios -AG- y la Misión de la Biblia Abierta -OBSC-. En el caso del primero, el epicentro fue la ciudad de Sogamoso, importante municipio industrial de orientación política liberal. La Misión Wegner, que posteriormente se afiliaría a la Concilio General de las Asambleas de Dios en Estados Unidos, llegó por invitación expresa de la Misión Presbiteriana, que contaba con un punto de predicación (campo de misión sin misionero residente), que sería cedido a la misión Wegner, de acuerdo con el convenio de misiones. En el caso de la misión de la Biblia Abierta, inicialmente se asentó en el municipio de Garagoa, igualmente por invitación de la Misión Presbiteriana. Sin embargo, luego de recibir varias invitaciones por lugareños de la municipalidad de El Secreto, en la región del Casanare, se asentó en este último lugar y estableció una estación misionera con enfoque educativo y evangelístico.

Llama la atención que las misiones pentecostales, a diferencia de las evangélicas, se ubicaran en aquellas regiones de la banda oriental del río Magdalena, como Santander y Boyacá. Dado que el mayor desarrollo socioeconómico del país se orientaba hacia los puertos de exportación en el Caribe (Barranquilla) y el Pacífico (Buenaventura), las regiones de Santander y Boyacá perdieron importancia económica con respecto al desarrollo agroexportador cafetero e industrial de otras regiones donde la conectividad con los puertos de exportación era mayor, como por ejemplo la región del Valle del Cauca, Antioquia, Cundinamarca y la Costa Caribe. De modo que las misiones pentecostales se asentaron en regiones consideradas, en cierto sentido, periféricas en relación con el desarrollo socioeconómico nacional. Sin embargo, para los misioneros pentecostales estas regiones eran campos oportunos para la misión, debido a la ausencia permanente de sacerdotes católicos, sobre todo en las zonas rurales de difícil acceso. Lo mismo sucedía en los nuevos barrios periféricos de los centros urbanos en crecimiento, como Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y Bucaramanga. Caso contrario sucedía con los misioneros evangélicos, quienes estaban más inclinados a entrar en contacto con grupos intelectuales y gentes de clase media en las regiones de gran desarrollo económico.

Se podría afirmar que el proyecto de la expansión protestante en el territorio nacional, como también el desarrollo de actividades de evangelización, estuvo jalonado por las agencias protestantes de tendencia evangélica. Las misiones pentecostales fueron minoritarias en relación con el desarrollo del programa de evangelización protestante, que se concentraba especialmente en dos departamentos: Boyacá y Santander. Sin embargo, a pesar de ser minoritarias, las actividades pentecostales fueron concebidas como complementarias dentro del programa de evangelización nacional protestante, ya que su presencia se concentraba en aquellos territorios de difícil ocupación, bien fuera por estar aislados del desarrollo económico o por ser considerados socialmente hostiles a la evangelización protestante.

En promedio, la estaciones misioneras pentecostales solamente representaba el 15 % del total de los centros misioneros protestantes que operaban en el país durante el periodo de 1930 a 1946. La distribución de los centros misioneros pentecostales, en relación con el total de los centros misioneros protestantes evangélicos, por cuatrienio fue así: entre 1930-1934 era del 12 %; entre 1934-1938, del 17 %; entre 1938-1942, del 15 %, y entre 1942-1946, del 14 %. La presencia minoritaria de las misiones pentecostales en el territorio nacional obedecía, en muchos casos, al hecho de la escasez de personal misionero, recursos materiales y financieros. Inicialmente, las empresas misioneras respondían a programas o proyectos personales, basados en el carisma del misionero, y no contaban con el amparo de la estructura denominacional de Norteamérica, salvo cuando las empresas misioneras pentecostales comenzaron a ser afiliadas a denominaciones pentecostales en los Estados Unidos y Canadá, como lo hicieron las Asambleas de Dios y las Asambleas Pentecostales de Jesucristo, respectivamente hacia la década del cuarenta.

De cualquier forma, se podría afirmar que la presencia de las actividades misioneras protestantes durante su mayor auge se dio en la región andina. Esto se debió a que en esta región se concentraban la mayor población y el mayor desarrollo económico del territorio nacional. Las regiones del interior, que antes estaban desconectadas entre sí durante el siglo XIX, se vieron comunicadas a raíz del empuje de la modernización, los programas económicos de los gobiernos desde los años veinte y de la República Liberal, así como por la construcción de vías ferroviarias, pero, más aún, de carreteras. Así, las garantías ofrecidas por los gobiernos liberales (desarrollo económico agroexportador e industrial y la modernización en obras públicas, entre otras) fueron aprovechadas por las agencias misioneras como factores favorables para su llegada, establecimiento y expansión en el territorio nacional. De ahí la importancia de considerar la percepción de los misioneros sobre el contexto político durante la República Liberal como un factor que reforzaba las lógicas de la expansión protestante en Colombia.

El contexto político como oportunidad para la expansión misionera

La década del treinta marcaría un punto de inflexión histórico en el hemisferio americano. Por un lado, la crisis económica desatada por la caída de la bolsa de New York en los Estados Unidos en 1929 afectó el comercio internacional y la tasa de cambio de los países de América Latina, la denominada Gran Depresión se extendió hasta 1932. Por otro lado, en el ámbito de las relaciones internacionales, debido al ascenso del régimen nazi y la amenaza de los intereses norteamericanos, la política exterior de los Estados Unidos hacia América Latina se volcó hacia relaciones de buena vecindad.

Entre tanto, en el ámbito nacional, además de sentirse los efectos de la coyuntura internacional, en el país se dio un cambio en el régimen político. Dado que en Colombia la jerarquía católica fue la gran electora entre los años de 1914 a 1930, su orientación electoral para las elecciones de 1929 fue decisiva para el ascenso del partido liberal al poder. En esta época, la jerarquía católica mostraba una división interna en relación con el apoyo al candidato conservador. La contienda quedó entre el candidato conservador nacionalista, Alfredo Vásquez Cobo, apoyado por el obispo de Medellín, y el candidato del conservatismo histórico, Guillermo Valencia, candidato de la oficialidad, apadrinado por el arzobispo de Bogotá Ismael Perdomo, quien después de haber sucedido al arzobispo Bernardo Herrera Restrepo tras su muerte, tenía una apreciación política muy distinta del arzobispo de Medellín, favorito en la jerarquía eclesiástica. Con este antecedente, la división en el interior del alto clero fue proyectada también en el campo electoral.18 Ante un clero dividido, la base electoral del conservatismo mostró grandes fisuras que sirvieron para que en 1930 llegara al poder el partido liberal con la candidatura de Enrique Olaya Herrera, con lo cual se instauró un periodo de hegemonía liberal que llegaría hasta el año de 1946, cuando una división en interior del partido liberal, provocada por la disputa entre Gaitán y Turbay, permitió el regreso del partido conservador al poder.

El cambio de régimen político en Colombia en 1930 y el advenimiento de la crisis económica mundial, causada por la Gran Depresión en los Estados Unidos, no generó cambios sustanciales en la aceptación de las relaciones necesarias entre Estados Unidos y Colombia. Por el contrario, durante el gobierno de Enrique Olaya Herrera, las relaciones se estrecharon aún más (Olaya Herrera fue Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno del General Holguín, aun cuando era simpatizante de la doctrina del Respice Polum). El historiador David Bushnell afirma que "Enrique Olaya Herrera cifraba sus esperanzas para la recuperación económica en la colaboración norteamericana, tanto oficial como privada".19

Posteriormente, y a pesar del primer gobierno de Alfonso López y su política de la Revolución en Marcha que inspiraba un nacionalismo económico, las relaciones con los Estados Unidos se mantuvieron. Pero el gobierno que las llevó al punto máximo de cordialidad fue el del presidente Eduardo Santos. Varias circunstancias habrían provocado tal cercanía. Por un lado, Estados Unidos transitaba de una política de intervencionismo, denominada el Gran Garrote, hacia una política de buena vecindad, dada la necesidad de sumar el apoyo de los países latinoamericanos en la lucha contra el fascismo y la consecuente Segunda Guerra Mundial.

Las relaciones de cordialidad entre el gobierno Roosevelt y Santos significaron para Colombia la inserción garantizada del café colombiano en el mercado estadounidense con tasas arancelarias preferenciales, en tanto para que Estados Unidos significó el apoyo decidido de Colombia en materia de cooperación militar, con el fin de garantizar la seguridad hemisférica. De todas maneras, las relaciones no estuvieron marcadas por una simetría de intereses. Como lo afirma Palacios y Safford: "En términos de comercio e inversiones, Estados Unidos era esencial para Colombia, aunque Colombia fuera marginal para Estados Unidos".20

Las relaciones de cordialidad entre Colombia y Estados Unidos fueron también compartidas y asimiladas por los misioneros protestantes residentes en el país. Así lo rememora el misionero presbiteriano Alexander Allan, en su escrito autobiográfico de 1946 sobre las actividades misioneras desarrolladas en el país, y quien dejaba ver sus simpatías por el entonces candidato a la presidencia Enrique Olaya Herrera y su esfuerzo por establecer relaciones cordiales con los Estados Unidos.21

Así mismo, los aspectos religiosos y culturales de los Estados Unidos causaban desconfianza entre los no simpatizantes de la política del Buen Vecino impulsada por Washington. Sobre esta base se sustentaba el antinorteamericanismo de algunos prolíficos políticos de la época, como Laureano Gómez. Para este dirigente, había una diferencia insalvable entre la América Latina y la América Anglosajona. Para Gómez, la América Anglosajona no solo era protestante, sino materialista de corazón, mientras que América Latina era católica y más sensible a las cosas del espíritu. Esta percepción, también era compartida por algunos militantes liberales, como Juan Lozano y Lozano, director de la prensa La Razón. Así, todos los opositores al americanismo de los Estados Unidos compartían una tesis muy recurrente: el antagonismo insalvable entre dos espiritualidades, el materialismo norteamericano en contraposición a la espiritualidad latinoamericana.22 Con todo, lo que se quiere argumentar es que, a pesar de las simpatías entre las élites por una relación cercana con los Estados Unidos, su admiración no llegaba hasta el punto de querer adoptar también su espíritu protestante; por lo tanto, dicha cercanía se volvió un asunto meramente económico, aunque para Estados Unidos Colombia representaba un lugar estratégico para su posicionamiento ideológico en América Latina.

Al término de la llamada República Liberal, en 1946, las relaciones de cordialidad entre Colombia y Estados Unidos se mantuvieron. Con el posicionamiento de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, y muy a pesar del retorno al poder del partido Conservador, con Mariano Ospina Pérez (1946-1950), y de la influencia del pensamiento conservador de Laureano Gómez, considerado simpatizante del nacionalsocialismo, las élites políticas y empresariales ya habían aceptado plenamente la relación asimétrica con la potencia del Norte.

En el ámbito de las misiones protestantes en Colombia, los misioneros aprovecharían el ambiente de cercanía entre Colombia y los Estados Unidos, así como también la llegada al poder de los gobiernos liberales, como una estructura de oportunidad política para reivindicar la causa protestante en el país. En el caso de las misiones pentecostales, a pesar de que su participación en el proyecto nacional de expansión protestante fuera minoritaria y marginal, la percepción de los misioneros pentecostales, hacia finales de la década del treinta, fue de optimismo. Desde su visión religiosa espiritualista, consideraban que la realidad material y espiritual en el país estaba cambiando, lo que identificaron como un estado de revival (avivamiento) espiritual a la par con el proceso de cambio político, cultural y social del país, lo que generaba un momento favorable para la evangelización. Así lo atestigua un artículo titulado "Gospel en Colombia", publicado en la revista Pentecostal Evangel, de difusión pentecostal en los Estados Unidos:

Durante los pasados siete años [1930-1937] el número de misioneros extranjeros en la República de Colombia ha crecido de 59 a 160, las causas son las siguientes: 1. retorno del partido liberal, 2. un conocimiento eficiente de las condiciones actuales y las vastas oportunidades, 3. mejores medios de transporte en los lugares que antes eran inaccesibles, 4. muchas de las organizaciones allí son misiones de fe , las cuales, durante los últimos años, han sido capaces de incrementar sus actividades considerablemente. La gran necesidad del presente es el entrenamiento de un ministerio nacional, ambos laicos y ordenados.23.

Sin embargo, a pesar del optimismo generado por el cambio político durante el periodo de 1930-1946, había una prevención de los misioneros hacia Colombia por ser el único país en América del Sur que mantenía un Concordato con la Iglesia católica, lo cual hacía que la confrontación con esta fuera mayor que en otros países. Esta es una de las razones por las cuales el protestantismo en Colombia se desarrolló como una forma de anticatolicismo.24 La percepción optimista de los misioneros respecto del periodo político de estudio contrastaba con la realidad regional y local, donde se desarrollaban sobre todo las misiones pentecostales. En el caso de la misión pentecostal de Sogamoso (Boyacá), los misioneros hacían referencia constantemente en sus cartas a las vicisitudes que tenían que afrontar en sus viajes por el territorio, debido a la escasez de vías de comunicación y a la hostilidad del medio geográfico.25

Al término de la República Liberal, la modernización del país en vías de comunicación todavía tardaba en llegar, sobre todo hacia la región de los Llanos Orientales. En otro artículo, publicado en la revista Evangel Pentecostal de 1944, luego de una década de actividad misionera, los misioneros de la estación de Sogamoso hacían referencia a los grandes costos que requería extender la misión hacia los Llanos Orientales, debido al clima de guerra, la escasez de vías de comunicación para el acceso a esta región, la existencia de enfermedades tropicales y la escasez de alimentos.26

A pesar de las vicisitudes señaladas por los misioneros, la expansión pentecostal en aquellas regiones periféricas gozaba del beneplácito del gobierno local, sobre todo por la obra educativa que realizaban allí los misioneros protestantes.27 De igual forma, el nivel del gobierno nacional también mostraba su aprobación, sobre todo en la expedición de visas a misioneros protestantes provenientes de Estados Unidos durante el periodo de estudio. Sin embargo, ante el avance generalizado de las misiones protestantes, especialmente durante la década del cuarenta, la jerarquía católica comenzaría a prender sus alarmas, liderando una campaña de antiprotestantismo a nivel nacional e internacional.28

Para la jerarquía católica, las misiones protestantes eran percibidas como una religión extranjera e invasora, cuya misión tenía un carácter proselitista, ya que buscaba descatolizar a los fieles y convertirlos en adeptos de lo que llamaban la herejía. Del mismo modo, los métodos utilizados por los protestantes causaban alarma entre el clero católico, ya que empleaban propaganda pública a través de la prensa, radio, escuelas y colegios, con lo cual promovían una enseñanza anticatólica y lesionaban el sentimiento religioso, de ahí que el protestantismo fuera considerado como un movimiento religioso que trastornaba el orden público. Para la jerarquía católica, "los autores de la propaganda protestante son enemigos no solo de la religión sino de la patria".29 Desde este punto de vista, para el catolicismo clerical, la campaña de expansión protestante debía ser frenada por el gobierno nacional, bajo el argumento legal de la defensa del orden público, de la unidad nacional y de la Iglesia, tal como lo estipulaba la Constitución y el Concordato. Al mismo tiempo, también se exigía a la Iglesia el deber de ejercer una campaña antiprotestante de forma organizada, en nombre de la defensa de la unidad religiosa. Para esto, la Conferencia Episcopal de 1944 ordenó la conformación de comités antiprotestantes.30

De acuerdo con Ricardo Arias, el catolicismo integrista e intransigente del periodo de la República Liberal identificaba la colombianidad con la catolicidad, razón por la cual la campaña antiprotestante se justificaba como una defensa de la patria, que era uno de los valores sobre los cuales el catolicismo integrista identificaba a la sociedad colombiana, al lado de los de Dios, familia y propiedad. De manera que "si el comunismo [asociado con el liberalismo de la época] atenta contra los valores cristianos, los herejes [protestantes] ponen en peligro la unidad nacional de un pueblo católico".31 Llama la atención que la identificación entre colombianidad y catolicidad también fuera defendida por ciertos sectores del liberalismo. Al respecto, Arias afirma que "Durante la segunda administración de López, El Espectador, a pesar de ser un periódico liberal, no duda en cuestionar al protestantismo, aduciendo, al igual que los jerarcas, que el catolicismo es la base de la colombianidad".32 Lo que da a entender que la política laicista adelantada durante el régimen liberal no derivaba necesariamente en anticatolicismo, sino, más bien, buscaba prevenir la politización del clero católico y, por ende, la inclinación de la balanza de fuerzas políticas que este pudiera ejercer en la contienda electoral.

Lo cierto es que, a pesar de toda la campaña antiprotestante desatada durante los años cuarenta, las mediaciones del arzobispo Ismael Perdomo y la Embajada de los Estados Unidos tampoco pudieron frenar la oleada de misiones protestantes en el país. Pese a que la realidad protestante amenazaba las relaciones de buena vecindad entre Estados Unidos y Colombia, el Departamento de Estado optó por la neutralidad en materia religiosa. En vista de que la campaña antiprotestante del catolicismo clerical ponía en desprestigio al gobierno liberal, al aparecer como permisivo, el oficialismo liberal realizó mediaciones con la embajada de Estados Unidos para desalentar la actividad misionera, las cuales, no obstante, resultaron infructuosas, ya que los misioneros protestantes no tenían un interlocutor con el cual se pudiera desarrollar una negociación.33 Habría que esperar al cierre de la década del cuarenta, cuando las misiones protestantes, en el contexto político de la Violencia, tomarían un nuevo curso.

A modo de conclusión

Hasta aquí, es importante recalcar que las dinámicas de expansión de las misiones protestantes, tanto evangelicales como pentecostales, se desarrollaron bajo una lógica de cooperación dentro de un proyecto nacional que buscaba consolidar la idea de una Iglesia protestante contrahegemónica en relación con la Iglesia católica. Este argumento trae como consecuencia la necesidad de analizar dicho fenómeno dentro de una visión nacional que trascienda las historias regionales o denominacionales de la expansión protestante en Colombia.

Así mismo, la lógica de cooperación de la expansión misionera en todo el territorio nacional tuvo por lo menos dos condiciones. En primer lugar, una racionalización del territorio para la actividad misionera, en el cual cada agencia misionera focalizaría su campo de acción dentro de una región o departamento específico. Y en segundo lugar, una percepción, por parte de los misioneros protestantes, de una política favorable tanto en el nivel nacional (la hegemonía liberal) como en el de la política exterior entre Estados Unidos y Colombia (las relaciones de buena vecindad). Dicho condicionamiento no implicó, necesariamente, afirmar que la expansión misionera fuera promovida expresamente por la política nacional liberal o la política exterior de Estados Unidos, sino, más bien, que las condiciones políticas fueron percibidas como favorables por los misioneros protestantes y, por lo tanto, aprovechadas por la empresa misionera protestante.

Con lo anterior se evidencia, entonces, una autonomía relativa de la actividad misionera protestante respecto de los factores ideológicos y políticos que marcaron la época, en virtud de un interés propiamente religioso, el cual contrastó con la percepción de la oficialidad católica, que identificaba una correspondencia entre los factores religiosos y políticos dentro de la realidad nacional, lo que generó, a su vez, un espacio de conflictividad. A futuro habría que analizar la permanencia o no del proyecto nacional protestante en el periodo posterior de la Violencia y las imbricaciones entre el conflicto religioso católico-protestante y el conflicto político conservador liberal, para comprender por qué el protestantismo logró consolidarse, pese al clima de hostilidad religiosa.


Pie de página

1 Rubén Sierra Mejía, Republica Liberal: sociedad y cultura (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009) 12.
2 Medófilo Medina, "Historiografía política del siglo XX", La Historia al final del Milenio. Ensayos de historiografía colombiana y latinoamericana, ed. Bernardo Tovar Zambrano (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1995) 435.
3 William Mauricio Beltrán, Fragmentación y descomposición del campo religioso en Bogotá, un acercamiento a la descripción del pluralismo religioso en la ciudad (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004); William Mauricio Beltrán, Del monopolio católico a la explosión pentecostal: pluralización religiosa, secularización y cambio social en Colombia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2013).
4 Álvaro Cepeda van Houten, Clientelismo y fe. Dinámicas políticas del pentecostalismo en Colombia (Bogotá: Bonaventuriana, 2004).
5 Juana Bucana, La iglesia evangelica en Colombia (Bogotá: WEC, 1995) 99.
6 Benjamín Haddox, Sociedad y religión. Estudio de las instituciones religiosas colombianas (Bogotá: Tercer mundo, 1965) 42-43.
7 Un ejemplo representativo del enfoque del crecimiento protestante se encuentra en David Stoll, ¿América Latina se vuelve protestante?: las políticas del crecimiento evangélico (Cayambe: Abya/Yala, 1990).
8 Pablo Moreno, Por momentos hacia… por momentos hacia adelante. Una historia del protestantismo en Colombia, 1825-1945 (Cali: Bonaventuriana, 2010).
9 Para una crítica de la obra de Pablo Moreno, véase Jeiman David López, "Reseña. Por momentos hacia atrás... por momentos hacia adelante. Una historia del protestantismo en Colombia, 1825-1945 de Pablo Moreno", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 38. 2 (2011): 309-313.
10 Jean Pierre Bastian, "De los protestantismos históricos a los pentecostalismos latinoamericanos. Un análisis de la mutación", Revista de Ciencias Sociales 106 (2006): 38-54.
11 De acuerdo con la tipología de José Míguez Bonino, los diferentes "rostro del protestantismo" son liberal, evangélico, pentecostal y étnico. Con respecto a la diferencia entre el evangélico y pentecostal, este autor señala el criterio de la matriz cultural. Por ejemplo, mientras que el "rostro evangélico" está asociado con las misiones de origen norteamericano, el "rostro pentecostal" se asocia al carácter "criollo" o "popular" del protestantismo. Y aunque ambos "rostros" comparten el mismo interés religioso, como la "conversión al evangelio", los métodos difieren. En el caso del primero, se apela a una exposición "racional" del mensaje religioso, mientras que en el segundo se apela a una eficacia de la emoción, mediante prácticas carismáticas, tales como la sanidad divina y hablar en otras lenguas, principalmente. Véase José Míguez Bonino, Rostros del protestantismo latinoamericano (Buenos Aires: Nueva Creación 1995).
12 Para acceder a la catalogación de los expedientes de visa, véase Jeiman David López, "Revival en la República Liberal. Historia de las creencias y prácticas de las misiones pentecostales en el contexto nacional, 1930-1946", tesis de Maestría en Historia, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2011, 232-242.
13 Bucana 117.
14 Francisco Ordoñez, Historia del cristianismo evangélico en Colombia (Medellín: Tipografía Unión, 1956) 121-123.
15 Para un comprensión de la relación entre el Congreso de Cooperación Latinoamericano de 1916 y el desarrollo de las misiones protestantes en Colombia, véase Regional Conferences in Latin America (New York: The Missions Education Movement, 1917) 283-300 y López, "Revival en la República…" 52-63 y 84-98.
16 Enrique Bierman, "El movimiento pentecostal", Revista Javeriana 79.392 (1973): 158-64; Enrique Bierman, "El movimiento pentecostal católico", Revista Javeriana 80.396 (1973): 449-68.
17 Iglesia Evangélica Cuadrangular, Revista conmemorativa 1943-1981 (Bucaramanga: Publicación oficial, 1983) 17.
18 Marco Palacios y Frank Safford, Colombia. País fragmentado, sociedad dividida. Su historia (Bogotá: Norma, 2002) 536.
19 David Bushnell, "De panamá a Corea. Una trayectoria controvertida: Las relaciones colombo-norteamericanas", Pensamiento y Acción 1.6 (1978): 6
20 Palacios y Safford 520.
21 Alexander Allan, Recuerdos, El Protestantismo en Colombia, 1910-1945 (Medellín: Tipografía Unión, 1946) 47-48.
22 David Bushnell, Eduardo Santos y la política del Buen Vecino, 1938-1942 (Bogotá: El Ancora Editores, 1984) 40.
23 "Gospel in Colombia", Evangel Pentecostal, 1. 1248 (1938): 7.
24 Anna Reiff, "Pioneering in Colombia", Latter Rain Evangel 26. 8 (1934): 22.
25 Anna Reifff, "Out Going Missionaries", Latter Rain Evangel 30. 4 (1939): 9.
26 Adah Wegner, "The Challenge of Colombia", Evangel Pentecostal, 1. 1571 (1944):10.
27 Por ejemplo, para el caso del grupo de misioneras que vinieron a apoyar la Misión Wegner en Sogamoso, en 1937, en el expediente de una de las misioneras, llamada Bulah Matteson, aparece una carta expedida por el alcalde de Sogamoso, dirigida al Ministro de Relaciones Exteriores, en donde se da cuenta del buen funcionamiento de la Misión Evangélica en ese municipio, de la escuela primaria, y se señala que no tienen problema con la fundación de la secundaria, así como con la llegada de tres profesoras provenientes de Estados Unidos. Archivo General de la Nación (AGN), Bogotá, Sección República, Fondo Visas, rollo 17, caja 17, carpeta 99-104, folio 105, 1937.
28 Juan Álvarez, "El avance protestante y la jerarquía hispanoamericana", Revista Javeriana 23.113 (1945):141.
29 Uldarico Urrutia, "Los protestantes ante la Constitución", Revista Javeriana, 23.111(1945): 20.
30 Conferencias Episcopales de Colombia, vol I (Bogotá: Ed. El Catolicismo, 19561961)162.
31 Ricardo Arias, El episcopado colombiano. Intransigencia y laicidad, 1850-2000 (Bogotá: CESO / Uniandes / ICANH, 2003) 160.
32 Arias, 164.
33 Sobre las mediaciones relacionadas con la cuestión protestante entre el gobierno nacional, el Episcopado colombiano y la Embajada de Estados Unidos en Bogotá, véase Christopher Abel, "Misiones protestantes en un Estado católico: Colombia en los años cuarenta y cincuenta", Análisis Político, 1.50 (enero-abril 2004): 3-19.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Archivos

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