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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.42 no.1 Bogotá jan./jun. 2015

https://doi.org/10.15446/achsc.v42n.51340 

http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v42n.51340

Editorial

Como resultado de la convocatoria Tema Libre, el número que tiene el lector en sus manos recoge diversos aportes sin una orientación temática única, como pudiera esperarse de un número monográfico. Sin embargo, para sorpresa de su editor, después de editar los trabajos reunidos, fue posible rescatar algunos conectores en medio de su heterogeneidad. Con el fin de resaltar estos enlaces, se ofrece una lectura en desorden, es decir, en contravía al orden de aparición que de forma más clara se refleja en su índice. Así el lector tal vez pueda sensibilizarse ante la lectura de su contenido desde dos perspectivas: en orden de aparición, según una secuencia cronológica y regional (Colombia y América Latina); la segunda en desorden según el editorial, para permitir una lectura transversal.

Sergio Mejía brinda en su artículo "Egoísmo de tres cuartillos" un análisis de las anomalías en el abasto de carnes de Santafé de Bogotá (1798 y 1817). Ante las órdenes del virrey Mendieta para regular el mercado de carne, los hacendados las contradecían. De hecho, lograron imponer su voluntad ante el virrey, lo que genera toda clase de reflexiones sobre la debilidad del Estado colonial, no solo por las diferentes tensiones políticas, sino especialmente por el egoísmo como engranaje de una "expectativa de la ideología liberal", hecho que ilustra el candente cuestionamiento del concepto del bien común. Este trabajo, un estudio de caso, nos permite ofrecer una reflexión general para el número, porque nos invita a pensar la tensión social, económica y política que genera la constante pugna, con uniones y desuniones, entre los ideales propria utilitas-publica utilitas.

El anterior aporte también nos sensibiliza ante los espacios de agencia y resistencia de los hacendados, y con ello genera preguntas similares, aunque en relación con grupos menos privilegiados. A lo largo del número nos topamos con tres contribuciones sobre indígenas, en las que encontramos respuestas contrastadas porque oscilan entre espacios de participación, pero también de sujeción. En el artículo de Marcela Quiroga se estudia la configuración de los pueblos indígenas de la provincia de Páez (gobernación de Popayán) durante los siglos XVII y XVIII; en el trabajo de Santiago Cabrera se reconstruye la forma como los indígenas fueron representados en la prensa ecuatoriana, específicamente a raíz del quinto centenario del Descubrimiento de América; además contamos con el estudio de Carmen Cerón, en el cual se discute cómo los amerindios y los europeos se representan en los manuales escolares colombianos de historia sobre América, entre 1975-1990. En el primer artículo se rescata una especie de agencia de los Páez, sus estrategias y protagonismo a la hora de configurar los resguardos, incluso ampliando sus territorios a través de nuevas titulaciones. En el segundo y el tercero se evidencia cómo, a través de la imagen y la educación, en sus diferentes contextos históricos se valora como inferior al indígena. Dicha discriminación se materializa, por un lado, mediante el cuestionamiento de sus reivindicaciones políticas y, por el otro, a través de la memoria y la educación, con todo su arsenal de planteamientos evolucionistas y difusionistas, al definir al indio como "atrasado".

Tierra, memoria y educación se trazan como espacios históricos susceptibles de análisis, en los cuales se negocian las relaciones de poder, desde arriba y abajo. ¿Tal vez se trate, en otras palabras, de procesos históricos que emanan, en medio de sus complejidades y singularidades, del intento de imponer la utilidad propia bajo el manto de la utilidad común?

Desde otra perspectiva, el número recoge investigaciones sobre otros grupos que ha sido históricamente relegados al margen de la sociedad, esta vez no sobre indígenas, sino sobre grupos categorizados como "populares". El trabajo elaborado en coautoría por Carolina Figueroa, Benjamín Silva y Luis Castro analiza la relación que construye la prensa católica entre el obrero y la institución eclesiástica en Chile, durante 1911-1926. La Iglesia se convierte en un interesante defensor de sus derechos en aras de un balance entre capital, trabajo y religiosidad. Por su parte, Luis Pérez discute cómo desde la radio se intentó civilizar, educar y moralizar a la población, en la frontera colombo-venezolana a mediados del siglo XX. El aporte de Jymy Forero y Frank Molano sobre el Paro Cívico Comunal de Ciudad Bolívar en Bogotá (1993) investiga la acción colectiva como campo de protesta urbana, en un barrio considerado por muchos como un espacio de transgresión. El artículo describe cómo se genera un movimiento cívico-popular, a raíz de la precariedad social, económica y educativa del sector, pero, sobre todo, por la muerte. Como resultado, se logró una negociación exitosa con el Estado, aunque con seguridad insuficiente, produjo ciertas mejoras.

A estas alturas y al seguir esta lectura, el número se decanta hacía la investigación sobre grupos al margen de la sociedad: indígenas, obreros y ciudadanía popular. Aunque también se han tenido en cuenta reflexiones sobre los hacendados, que discuten el fraccionamiento entre elites y el Estado colonial. En esta línea, se incluye un trabajo sobre el conservadurismo en Ecuador a finales del siglo XIX. Carlos Espinosa y Cristóbal Aljovín nos invitan a dejar de lado las diferencias, supuestamente nítidas, entre el conservadurismo y el liberalismo, incluso entre el conservadurismo y los sectores populares. De la mano con una historia de los conceptos, estos autores ofrecen un análisis sobre la "libertad" y la "civilización católica", que incluye el imaginario de una "sociedad perfecta". Lo que llama la atención es que aun cuando los indígenas eran reacios al proyecto conservador (rebelión de Daqulema 1871), el conservadurismo tuvo apoyo de los sectores populares y diferencias matizadas con conceptos liberales: ¿se trató realmente de un "narcicismo de las pequeñas diferencias"?

El número cierra con un debate, que resulta siempre sano para la reflexión en nuestra disciplina. En tensión con el ensayo que me permito abreviar como "Una prisión historiográfica" de Germán Colmenares, Isidro Vanegas cuestiona la importancia de la Historia de la Revolución de José Manuel Restrepo. Se afirma que la obra de Restrepo no gozó, entre los publicistas del siglo XIX, de la autoridad que se le adjudicaba y, por lo tanto, su obra nunca operó como un punto de partida para fraguar mitos sobre la patria. El autor busca generar así una reflexión sobre "la revolución fundacional de la nación colombiana", lo que constituye una interesante invitación a diluir uno de los tantos sócalos historiográficos de la nación.

Como cualquier número de tema libre, su variedad nos hace reflexionar sobre diversos aspectos que son imposibles de tematizar en una nota editorial. Pero tal vez algunos de ellos estén dirigidos a propiciar el tratamiento de la categoría de lo anómalo y a analizar procesos históricos desde el margen, evitando reproducir la imagen de antagonismos nítidos; de modo que se buscaría con ello entender las complejas circulaciones entre lo subyugado y lo dominante, es decir, entre lo que se considera como opuestos. En medio de todo lo anterior, también nos topamos con el manto retórico sobre "el bien común", en medio del interés propio. Y de cierre, un cuestionamiento de nuestros puntos de partida.

Concluyo esta presentación con un reconocimiento triple. Agradezco a los colegas del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, que me postularon para la dirección del Anuario. Sobre todo, mis más sinceros reconocimientos a Mauricio Archila, quien después de editar por siete años un total de 15 números, incentivó y apoyó lo que, en el anterior editorial, denominó como "relevo generacional". Por último, mis gracias a Cristian Salamanca Arévalo y Daniel H. Trujillo, asistentes editoriales, quienes, con su importante apoyo, también lideran las nuevas peripecias del Anuario. El objetivo será trabajar sobre lo construido, gracias a las labores de los directores-editores del pasado, y avanzar hacia nuevos derroteros, en un intento por conciliar la pluralidad de corrientes historiográficas.

MAX S. HERING TORRES

DIRECTOR Y EDITOR

Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura