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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.42 no.1 Bogotá jan./jun. 2015

https://doi.org/10.15446/achsc.v42n1.51347 

http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v42n1.51347

El paro cívico de octubre de 1993 en Ciudad Bolívar (Bogotá): la formación de un campo de protesta urbana

The Civic Strike of October 1993 in Ciudad Bolivar, Bogota: The Formation of a Field of Urban Protest

A greve cívica de outubro de 1993 na Ciudad Bolívar, Bogotá: a formação de um campo de protesto urbano

JYMY ALEXANDER FORERO HIDALGO*
Universidad del Tolima, Ibagué, Colombia
FRANK MOLANO CAMARGO**
Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá, Colombia

* agora67jym@hotmail.com .
** agora67jym@hotmail.com.

Artículo de investigación.

Recepción: 28 de septiembre de 2014. Aprobación: 16 de diciembre de 2014.

Cómo citar este artículo.

Jymy Alexander Forero Hidalgo y Frank Molano Camargo, "El paro cívico de octubre de 1993 en Ciudad Bolívar (Bogotá): la formación de un campo de protesta urbana", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 42.1 (2015): 115-143.


Resumen

Se analiza el desarrollo del paro cívico comunal de Ciudad Bolívar, Bogotá, realizado el 11 de octubre de 1993. Se explica cómo, tras el agotamiento de otros repertorios de acción política comunitaria, la acción colectiva posibilitó la constitución de un campo de protesta urbana que configuró las relaciones entre las comunidades de la localidad y el Estado a partir de la confrontación social. Para esto, se acudió a fuentes de prensa, archivos personales, documentos oficiales y entrevistas a líderes comunitarios de la localidad que participaron en la protesta. Se aborda de manera particular el proceso de construcción de liderazgos populares, ya que fueron los dirigentes comunitarios quienes hicieron una lectura del contexto social y político, lograron convocar a amplios sectores de la población y consiguieron que la protesta concluyera en una negociación exitosa con el Estado.

Palabras clave: paro cívico, protesta social urbana, campo de protesta, localidad de Ciudad Bolívar, Bogotá.


Abstract

This investigation analyzes the development of the communal civic strike in Ciudad Bolivar, Bogota, on October 11, 1993. It explains how after other options for community political action had been exhausted, collective action enabled the creation of a field of urban protest that reconfigured the relationships between local communities and the state, which are based on social confrontation. To this end, this study uses press sources, personal archives, official documents and interviews with local community leaders who participated in the protest. The process of building popular leadership roles is specifically addressed; in particular, it was community leaders who read the social and political context, managed to summon large sections of the population, and concluded the protest with a successful negotiation with the state.

Keywords: civic strike, urban social protest, field of protest, Ciudad Bolívar locality, Bogota.


Resumo

Analisa-se o desenvolvimento da greve cívica comunal da Ciudad Bolívar, realizada no dia 11 de outubro de 1993. Explica-se como, após o esgotamento de outros repertórios de ação política comunitária, a ação coletiva possibilitou a constituição de um campo de protesto urbano que configurou as relações entre as comunidades da localidade e o Estado a partir do confronto social. Para isso, recorreu-se a fontes de imprensa, arquivos pessoais, documentos oficiais e entrevistas a líderes comunitários dessa região que participaram do protesto. Aborda-se, particularmente, o processo de construção de lideranças populares já que foram os dirigentes comunitários os que fizeram uma leitura do contexto social e político, conseguiram convocar amplos setores da população e fizeram com que o protesto fosse concluído numa negociação bem-sucedida com o Estado.

Palavras-chave: greve cívica, protesto social urbano, campo de protesto, Ciudad Bolívar, Bogotá.


Introducción

El lunes 11 de octubre de 1993, a las 4 de la mañana, desde diferentes sectores de la localidad de Ciudad Bolívar en Bogotá, el estruendo de cohetes y voladores anunció el inicio de la hora cero del paro cívico local. Centenares de habitantes y líderes comunitarios bajaron de las montañas para bloquear las principales vías de acceso y salida de la localidad, e iniciaron de esta manera una larga y tensa jornada de protesta urbana, que culminó con un triunfo popular materializado en compromisos que el Estado debería cumplir. ¿Qué condiciones sociohistóricas confluyeron en el éxito de dicha protesta? ¿Qué factores de orden político y cultural estaban presentes en las razones y prácticas de los organizadores y participantes en la jornada? Estas son las preguntas que se quieren discutir en el presente escrito.

Para esto se han planteado tres asuntos centrales que estructuran el artículo. En primer lugar, se desarrollan reflexiones de orden teórico sobre la protesta urbana. En segunda instancia, se presenta el análisis de la manera en que se fue creando en Ciudad Bolívar un campo de protesta que permitió una ruptura con los canales convencionales de intermediación y representación ante la administración distrital, que llevaría a entender que esa acción de hecho (el paro cívico) resultaría más efectiva para tramitar y visibilizar sus puntos de vista y reclamaciones sobre los problemas de la localidad. Por último, se hace una descripción del proceso del paro, que no se restringe a un recuento de los momentos de la jornada del 11 de octubre de 1993, sino que, por el contrario, se sitúa en un continuo de tiempo, en un antes y un después.

El paro cívico popular y la protesta urbana como problemas de la teoría social

Las protestas urbanas, como el paro cívico de 1993, hacen parte de aquellas contiendas que, de manera genérica, el sociólogo Henri Lefebvre denominó "la lucha por el derecho a la ciudad". En su análisis, las dinámicas de desarrollo urbano de tipo capitalista hacen de la ciudad un espacio para la inversión de capital, el cual es afectado por cíclicos procesos de destrucción y reconstrucción urbana, los mismos que tensionan los derechos que se atribuyen a los ciudadanos acerca de su participación en las decisiones sobre la vida en la ciudad y sobre la ciudad misma.1

Quienes participaron en la preparación y realización de la protesta popular urbana de octubre de 1993 decidieron denominarla "paro cívico local", apelando a un conjunto de prácticas colectivas reiterativas y sistemáticas de inconformismo y movilización social, presentes en diferentes espacios de la geografía nacional en las dos décadas anteriores.2

Protestas sociales similares se presentaron en América Latina a medida que avanzaban las políticas de ajuste estructural, que dificultaban el ejercicio del derecho a la ciudad de las cada vez más grandes poblaciones urbanas del continente, en un periodo que va desde el caracazo, de febrero de 1989 en Venezuela hasta el argentinazo, de diciembre de 2001 en Buenos Aires.

De manera simultánea, la teoría sobre la protesta social urbana en América Latina ha constituido un campo de análisis interdisciplinario en el que, desde diferentes perspectivas, se busca dar cuenta de esta realidad histórico-social, que va más allá de las explicaciones lineales que oscilan entre dos ecuaciones contrapuestas: pobreza + desempleo = protesta o masa como tabula rasa + agitador externo = protesta. La categoría de protesta social permite mirar la relación entre los sujetos sociales, sus innovaciones, adopciones y renuncias, a la vez que la interacción de los contendores y el campo de negociación que se forma.3

Javier Auyero construye una categoría para comprender las formas históricas de la protesta popular: el campo de protesta, entendido como el conjunto de mecanismos, trayectorias, interacciones, fuerzas y procesos específicos que se crean en la acción colectiva y que se tensionan por marcos estructurales que rigen la dinámica de las disputas en una sociedad.4 El concepto de campo de protesta sitúa esta dinámica colectiva por fuera de los sesgos economicistas o subjetivistas y permite explicar cómo, en un determinado momento histórico, la gente decide desbordar los marcos convencionales de acción e intermediación política e irrumpir en el escenario urbano, poniendo en juego la energía social5 acumulada en un determinado periodo, como una nueva forma de hacer política.

En Colombia, Mauricio Archila ha propuesto considerar, para la comprensión de la protesta social, el marco de la acción colectiva como dimensión generadora de la realidad social, en un espacio relacionalmente estructurado, en el que, al mismo tiempo, los aspectos de la cultura, heredada y construida, confieren a los actores sociales identidad y diferencia frente a otros actores sociales.6

En este sentido, es importante analizar los elementos que configuran la ideología y la cultura de la protesta presentes en el paro cívico de Ciudad Bolívar, referidas a aquellos factores simbólicos que producen un "nosotros" en lucha. El historiador George Rudé, al estudiar contextos precapitalistas,7 propone dos fuentes fundamentales de la ideología de la protesta: una "inherente" a los sectores populares, basada en la matriz de la experiencia directa, la tradición oral y la memoria colectiva, generadora de ideas justicieras, igualitarias, solidarias y colectivistas; y otra fuente que proviene de una matriz distinta, las ideas "derivadas" de aquellos sistemas estructurados de pensamiento político o social. Para el tiempo del paro cívico, los discursos de la teología de la liberación, representativos de las corrientes políticas presentes en el territorio de la localidad, o el lenguaje de la participación, la democracia y los derechos humanos, que surgen antes, durante y después del proceso de la Constitución de 1991, configuraron la base de dichas ideas derivadas.

En consecuencia, en este trabajo se define el paro cívico urbano como un tipo de protesta urbana, relacionada con otras manifestaciones de inconformismo en la ciudad, como las huelgas, los derechos de petición, los plantones, las tomas de instalaciones estatales, las marchas, etc., que logra paralizar un sector de la ciudad o la ciudad entera, genera una ruptura de la cotidianidad y convierte las calles en el espacio privilegiado de la acción política colectiva. Un paro cívico emerge de las dinámicas del campo de protesta, allí los sujetos sociales articulan las demandas y la red de conflictos de una amplia y diversa variedad de sectores y clases sociales urbanas (de ahí la idea de lo cívico), que logran anudar sus problemáticas y convocar acciones colectivas.

El paro cívico, una forma de protesta urbana como lo propuso Medófilo Medina, se inscribe en un contexto ampliado de condiciones nacionales e internacionales, que vincula las problemáticas específicamente urbanas con las tendencias del orden político y económico más general, trascendiendo lo puramente coyuntural y local.8

Este tipo de protesta urbana no aparece como simple reacción espasmódica ante las condiciones impuestas por los sectores hegemónicos, tales como las alzas o deficiencia en la prestación de los servicios públicos, la restricción de la participación o la represión y criminalización contra sectores populares urbanos; por el contrario, el paro cívico anuda los marcos políticoscognitivos-afectivos y las prácticas sociales de los sujetos en tensión, con lo cual genera una alteración y suspensión de todas o casi todas las actividades cotidianas de la gente, haciendo de la movilización y la beligerancia social el vehículo colectivo que unifica las voces y define los adversarios.

La constitución de un campo de protesta en la localidad Ciudad Bolívar de Bogotá, Colombia

En este apartado se analiza la configuración histórica de un campo de protesta en esta localidad a inicios de la década de 1990, que es definido como la estructuración social y la generación de mecanismos, rutinas sociales y lenguajes que están en la raíz de los reclamos colectivos que los habitantes de este espacio urbano pusieron en juego para mediar, confrontar y recomponer las imposiciones y exclusiones propias de un contexto más global, que diversos actores estatales, empresariales y policiales habían diseñado.

Dinámicas de poblamiento y constitución de liderazgos comunales

La localidad de Ciudad Bolívar fue creada como Alcaldía Menor en 1983, año de la conmemoración del bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar.

El Programa Ciudad Bolívar hizo parte de las políticas planteadas por el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) en materia de desarrollo económico y social, las cuales fueron impulsadas en Bogotá por la alcaldía de Augusto Ramírez Ocampo. Siguiendo una representación sobre el sur urbano como espacio para la vivienda de los pobres, cuya labor es aportar mano de obra barata, el eje principal del proyecto fue la construcción de 10.610 soluciones de vivienda en forma de lotes con servicios y cinco mil préstamos individuales para autoconstrucción y mejoramiento de vivienda sin cuota inicial. El financiamiento de este programa lo hizo el Banco Interamericano de Desarrollo -BID- mediante crédito; esa misma entidad propuso las directrices básicas. No obstante, este programa no materializó sus propósitos y no aportó elementos clave para una planificación coherente de las dinámicas urbanas.9

Este proyecto de intervención estatal fue duramente discutido por los líderes comunitarios de la recién creada localidad, quienes, organizados en Asojuntas, cuestionaron que el Proyecto Ciudad Bolívar no se fundamentaba en una mirada amplia e integral sobre la complejidad de los fenómenos sociales, de modo que no promovía la mejora de la calidad de vida de los habitantes de este territorio, puesto que no contemplaba la inclusión de plazas de mercado, de una central de abastos para acceder a la alimentación, ni el establecimiento de terminales de transporte para mejorar la comunicación de la localidad; asimismo el proyecto no asumía estrategias para proteger el ambiente, ya que la gente de Ciudad Bolívar tenía que sufrir inundaciones por el desbordamiento de los ríos y quebradas que recorren el territorio, y debía construir sus viviendas en zonas de riesgo.

El plan agenciado por el Estado tampoco contemplaba políticas de empleo, educación, salud, recreación y mucho menos consideraba que las comunidades podían participar en la fiscalización del proyecto. Estas reclamaciones, claramente expresadas en cartas y actas de reunión, constituían el punto de vista de quienes, a pesar de vivir y haber construido esta parte de la ciudad, eran excluidos de las decisiones sobre el territorio, así que la pugna por el derecho a la ciudad habría de estar presente en los años siguientes.10 Además, este episodio de reclamación de Asojuntas, en el tiempo de creación de la nueva localidad, hacía parte de un conjunto de prácticas y aprendizajes sociales de contestación, que los líderes comunitarios y habitantes de la localidad incorporaron en las décadas de construcción de barrios, la lucha por su legalización y por el acceso a servicios públicos.11

El proceso urbanístico de Ciudad Bolívar fue resultado de tres ciclos de poblamiento popular.12 El primero se inició a mediados de 1940, cuando se cruzaron los proyectos urbanísticos públicos y privados, formales e informales, y las relaciones de integración entre las centralidades urbanas y la periferia sur, así como, y tal vez de manera preponderante, la energía social acumulada, transmitida y potenciada por las miles de familias marginadas y migrantes que llegaron a esta parte de la ciudad como secuela de la pobreza en el campo y de la violencia sociopolítica en varias regiones del país, del mismo modo que de las gentes expulsadas de la propia ciudad en busca de vivienda propia.

Durante los años setenta y comienzos de los años ochenta se presentó un segundo ciclo de poblamiento, con dos modalidades distintas: desplazados rurales por la violencia y migraciones internas urbanas.13 De manera más pronunciada, esta fase de poblamiento se relacionó con la crisis urbana que se expresó tanto en pequeñas poblaciones y ciudades intermedias como en las grandes agrupaciones urbanas de Colombia y de la mayoría de países de América Latina, donde la concentración espacial de la mano de obra, propia de los procesos de industrialización y urbanización, correspondía a los cambios y transformaciones económicas y sociales producto del avance del tipo de capitalismo desarrollado en la región.

En este ciclo, estuvo de un lado el proceso de urbanización planificado y legal de barrios como La Candelaria, Sierra Morena, Arborizadora Alta y Baja, La Coruña y Madelena; de otro lado y simultáneamente, hacia la parte más alta de la localidad, con las consabidas dificultades para la implementación de servicios públicos, se presenció un proceso de urbanización no planificada e ilegal, caracterizado por la venta pirata de lotes e invasiones. Este proceso de urbanización fue similar en varios de los barrios populares de Bogotá, así lo documentó Alfonso Torres cuando investigó la transformación de los pobladores rurales hacia la vida urbana.14

En la década de 1990 se inició el tercer ciclo de poblamiento, caracterizado por migraciones provenientes de zonas donde se presenta con mayor fuerza el conflicto armado: Antioquia, Chocó, Cesar, Risaralda, Arauca, Caquetá, entre otras. En los tres ciclos, el fenómeno de la migración y el desplazamiento han sido una constante que dinamiza el crecimiento poblacional de la localidad.15 En el primer ciclo se contabilizaron 50.000 habitantes; luego, en el segundo, se quintuplicó la población a 250 000 y en el tercer ciclo (en 1997) se alcanzó un número de 418 609 pobladores.16

De manera paralela a los ciclos de poblamiento urbano, se generó un rico proceso de organización popular en Ciudad Bolívar, consolidado en sus inicios para resolver los problemas básicos que encontraron los pobladores al llegar al territorio, principalmente construir vivienda, acceder al agua a partir de los recursos disponibles en la naturaleza habitada. Este esfuerzo comunitario no solo fue herencia de las tradiciones campesinas de los nuevos habitantes urbanos, sino también una invención popular del sujeto urbano que aprendió a conocer los mecanismos existentes en la ciudad para relacionarse con la complejidad de la modernidad urbana.

Las formas organizativas comunales se institucionalizaron en Colombia en 1958, mediante una ley que crea la Acción Comunal. Así que las "juntas de vecinos" o las "juntas de mejoras" existentes en los barrios se transformaron en agentes comunitarios para la consecución de los servicios públicos, de modo que la falta de estos últimos se convirtió en el factor para unir a la comunidad. A partir de 1969, con la creación del Departamento Administrativo de Acción Comunal -DAAC-, se incrementó el control clientelista de las Juntas Administradoras Locales -JAL-, pues se definió que su financiamiento dependía de los auxilios parlamentarios, que fueron abolidos con la Constitución de 1991. Según un estudio realizado en 1990, el 21 % de las juntas comunales de Bogotá se financiaban con auxilios parlamentarios.17

En esta compleja relación con las estructuras clientelares de la política bipartidista, los líderes comunales aprendieron a combinar el trámite de los auxilios parlamentarios, el trabajo autogestionario, las colectas, los bazares y la reivindicación social para buscar soluciones de vivienda, servicios públicos, incluyendo el transporte y otros aspectos relacionados con la educación y la salud. A medida que estos problemas se iban resolviendo aparecían otros, como los temas de escrituración, legalización de barrios, recreación y comunicaciones.18

Esta dinámica organizativa se alimentó con nuevos actores sociales que buscaban interlocutores distintos a los comunales o, por lo menos, no tan comprometidos con las redes clientelistas en que se inscribían las juntas comunales. De una parte, la comunidad jesuita desarrolló intensos procesos de organización comunitaria, a partir de la Fundación Social y el Centro de Investigación y Educación Popular -CINEP-. La Fundación Social inició su presencia en el barrio Jerusalén-Bellavista, en noviembre de 1987, y promovió la escuela de líderes Simón Rodríguez y la organización de madres comunitarias Asociación de Madres Comunitarias de Colombia (AMCOLOMBIA), el Colectivo Celodije, cuya sede, construida en el barrio Jerusalén desde el año 1987, sirvió de centro de reunión y formación de cientos de líderes comunales y juveniles de la localidad. Por su, parte el CINEP impulsó una serie de talleres zonales de planeación, que permitieron dar una nueva mirada programática a la localidad y orientar un trabajo de formación de líderes comunales. La comunidad menonita (perteneciente a las comunidades anabaptistas), a través de la Fundación Mencoldes, participó igualmente en procesos de formación de madres comunitarias y líderes juveniles.19

Al lado de estas fundaciones, existió el trabajo político de las organizaciones de izquierda, armadas y no armadas. En la localidad se presentaron campamentos del Movimiento 19 de Abril -M-19- a mediados de la década de 1980, además había presencia del Ejército de Liberación Nacional -ELN-, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -FARC- y el Ejército Popular de Liberación -EPL-, junto con otros proyectos políticos de izquierda no armados, quienes desde sus concepciones políticas buscaron tener bases sociales locales. Toda esta nueva energía social para formar otros liderazgos atrajo personas de la localidad que se identificaron con lenguajes de cambio social, justicia, participación y respeto a los derechos humanos.20

La nueva generación de líderes no se limitó a operar desde sus grupos comunitarios, sino que en algunos casos decidió ocupar los cargos de dirección en las juntas de acción comunal de los barrios de la localidad, lo que generó tensiones y conflictos con los liderazgos tradicionales. El caso más paradigmático de esta conflictividad local, atravesada por las luchas políticas con los partidos tradicionales que aspiraban a mantener el control de los espacios comunales, es el de Evaristo Bernate.

Evaristo Bernate, en la década de 1970, hizo parte de las experiencias de educación popular generadas desde corrientes de la teología de la liberación, impulsadas por el religioso salesiano Mario Peresson, quien era integrante del Instituto Pastoral para América Latina -IPAL-. En compañía de otros estudiantes salesianos, decide radicarse en 1984 en uno de los sectores de reciente creación en la localidad, el barrio Potosí, en el asentamiento poblacional de Jerusalén, que había sido implementado por "urbanizadores piratas", quienes vendían lotes a la gente que luego tenía que enfrentar las continuas amenazas de desalojo por parte de la policía. Su propuesta de trabajo de educación y organización popular se orientó desde el proyecto educativo, que todavía existe, del Instituto Cerros del Sur -ICES-. El trabajo educativo con niños y adultos estrechó los lazos con la comunidad y Bernate se convirtió en un activista social que denunciaba los malos manejos de los líderes locales, por lo que su labor fue estigmatizada como "trabajo guerrillero".21

Evaristo Bernate fue elegido como parte de la Junta de Acción Comunal -JAC- para el periodo 1987-1991, y desde este rol promovió la articulación de los liderazgos comunales del sector de Jerusalén, lo cual constituyó la Asociación de Juntas de Acción Comunal de Jerusalén -JERUCOM-. Esta situación incrementó los señalamientos contra el Instituto Cerros del Sur -ICES- y contra el mismo Bernate, las tensiones se exasperaron y Bernate es asesinado el 11 de mayo de 1991. El escritor uruguayo Raúl Zibechi, quien investigó el proceso de organización popular en el barrio Potosí y el papel que jugó Evaristo Bernate, sostiene que su asesinato estuvo asociado a la posición que logró en la dirección comunitaria local, en donde estaba desplazando las formas tradicionales y clientelistas de representación.22

La dinámica organizativa lograda por JERUCOM y los aprendizajes incorporados permitieron a los líderes comunales procesar el golpe recibido y mantener la iniciativa organizativa. A mediados de 1991 se conformó la coordinadora de organizaciones populares denominada Unidad Cívica, compuesta por 65 organizaciones de base de la localidad.23

Este torrente organizativo se encontró con una nueva oportunidad política, generada en el cambio de las reglas de juego frente a la participación ciudadana introducida por la Constitución Política de 1991. Así que, luego de debates y acuerdos, se decidió participar en la disputa política por el control de la recién constituida Junta Administradora Local, con la expectativa de convertir este espacio en el eje de la interlocución con la administración distrital y tramitación de las demandas comunitarias.24 La jornada electoral se cumplió en el mes de marzo de 1992, pero los resultados fueron desfavorables para los nuevos procesos organizativos. El control de los espacios políticos locales permaneció cooptado por los partidos tradicionales y sus bases sociales.

Replanteando los repertorios de acción y valorando las limitaciones encontradas en los espacios institucionales creados con la descentralización administrativa, en julio de 1992 la Unidad Cívica presentó un pliego de peticiones a la administración del alcalde mayor Jaime Castro, en la que hacía evidente la situación de los pobladores de la localidad y solicitaba la intervención del Estado en los temas más sensibles de la localidad. El 30 de julio de 1992, se rompieron las negociaciones entre la coordinadora y la administración distrital, a raíz del asesinato de un grupo de jóvenes en uno de los populosos barrios de la localidad.25 Los jóvenes eran otro sujeto social que empezaba a ganar presencia local, pero las miradas sobre su papel no eran del todo condescendientes.

Los procesos organizativos juveniles

Los jóvenes populares urbanos se visibilizaron en la década de 1970 alrededor de grupos juveniles (o "parches") que aprovecharon los pocos espacios de sociabilidad cultural y deportiva que tenía la localidad, por eso las esquinas y los espacios vacíos fueron el principal punto de encuentro. A finales de la década de 1980 se gestaron las primeras organizaciones de jóvenes en Ciudad Bolívar a partir de iniciativas culturales, comunicacionales y de defensa de los derechos humanos, aparecieron procesos como el Comité Juvenil Arabia, El Club Deportivo Juvenil San Francisco, El Comité Juvenil Nueva Argentina, Semillas Creativas, la Escuela de Liderazgo Simón Rodríguez, Asojuvenil y Juana de Arco.26

El discurso de la participación, de los derechos humanos y de la democracia, que circulaba en esta coyuntura histórica, dotó a los jóvenes organizados de gestos y lenguajes desafiantes y contestatarios. Una líder de la localidad que participó en los procesos juveniles de comienzos de la década de 1990 evidencia esas tendencias:

A los jóvenes siempre nos detenían en la calle, nos requisaban, nos mandaban contra las paredes, por eso fue tan importante aprendernos la Constitución, empezábamos a gritar que teníamos derechos y que no podían hacer ciertas cosas, por ejemplo las niñas que andábamos en ese tiempo con los pelados siempre decíamos, si no hay una mujer policía, no nos requise, de malas y armábamos la de Troya. También aprendimos a coordinarnos con el alcalde local y hasta con la policía para avisarles que íbamos a hacer tal o cual actividad, eso permite bajar mucho ruido frente al tema contra los jóvenes.27

A los ojos de las autoridades estatales y de los gremios económicos, los jóvenes de Ciudad Bolívar constituían una zona gris, asociada a prácticas delictivas y transgresoras. De ahí que, para canalizar lo que se creía que era la principal causa de criminalidad juvenil (narcotráfico, sicariato y delincuencia), producto de un imaginario dominante y conservador sobre una presunta naturaleza improductiva y ociosa de la población juvenil, se diseñaron dos estrategias institucionales de intervención hacia la población juvenil, una de corte economicista y otra de orden policial y represiva.

En noviembre de 1991 se creó el Consejo Distrital de Juventudes, que implementó en Bogotá, en el año 1992, la Consejería para la Juventud, la Mujer y la Infancia, con financiamiento del Programa de Servicios Sociales del Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas -UNICEF- para gestar proyectos productivos que integraran socialmente a los jóvenes, los transformaran en empresarios incipientes y desactivaran los niveles de conflictividad asociados al mundo juvenil.

Los proyectos productivos partían del supuesto del joven popular como desempleado, desconociendo sus espacios lúdicos, de ocio y socialización, por eso no cumplieron con los objetivos propuestos. Esto fue entendido por algunos de los participantes en dichos proyectos:

Al principio fue mucha la emoción, pensábamos tener una microempresa para tener dinero y financiar nuestros proyectos con los pelaos. Me acuerdo que un amigo decía "yo sé hacer cucos y brasileros y pantanosillos" (sic) y pues hicimos el proyecto y nos dieron la máquina filetiadora... pero lo que resultó era que estábamos clavados trabajando, ya no teníamos tiempo para ir a paseos. Yo siempre lo digo, muchos de los jóvenes de la localidad nos formamos a partir de los paseos, llegaba un bus y decíamos bueno nos vamos para Tocaima, para Mesitas y nos íbamos 4 o 5 buses, discutíamos, nos metíamos a la piscina... pero eso se acaba con la microempresa y sentíamos que nos estábamos aislando... nosotros tomamos la decisión de renunciar.28

Los desafíos de los jóvenes a las políticas que buscaban enmarcarlos exacerbó su estigmatización. En primer lugar la alcaldía procedió en 1992 a aumentar el pie de fuerza policial en la localidad y, con esto, los abusos hacia la población juvenil.29

El 25 de julio de 1992, en el barrio Juan Pablo II, fueron asesinados 12 jóvenes por un grupo paramilitar que se desplazó desde el Magdalena Medio para ejecutar la masacre con encubrimiento policial, según testimonios de pobladores de la localidad. En el diagnóstico, entregado al alcalde Jaime Castro por parte de las organizaciones populares de la localidad el 16 de julio junto con el pliego de peticiones, se señaló que entre 1990 y 1991 más de 300 jóvenes habían sido asesinados sin que se adelantaran investigaciones al respecto.30

El asesinato de jóvenes fue uno de los detonantes que llevó a las organizaciones juveniles de Ciudad Bolívar a articularse con los nuevos liderazgos comunales y a buscar otros mecanismos de presión para dar soluciones a sus problemáticas. En 1993, ya Ciudad Bolívar se había convertido en un campo de protesta.

El paro cívico local de octubre de 1993

En este apartado se presentan las dinámicas, aprendizajes y momentos de desarrollo del paro cívico local, como un proceso que, si bien tiene su punto álgido en octubre de 1993, está precedido de aprendizajes y repertorios de inconformidad gestados en el campo de protesta.

Rutinas de movilización, cultura de la protesta, propaganda e ideología popular en los preparativos del paro cívico

Al comenzar la década de 1990, se entrecruzaron dos dinámicas nacionales: el inicio del orden neoliberal y los debates de apertura democrática expresados en cierta medida en la Asamblea Nacional Constituyente. Estas condiciones fueron leídas por los sectores organizados de Ciudad Bolívar como un momento de oportunidades para avanzar en sus apuestas organizativas y renovar los liderazgos comunitarios.

El tipo de presencia del Estado, a partir de redes clientelistas y una débil construcción de urbanización moderna, expresada en la poca cobertura de la infraestructura social, reemplazada por estigmatización, criminalización y militarización de la localidad, fue llevando a los pobladores y a los dirigentes hacia otras dinámicas de acción colectiva. De hecho, durante 1993, año del paro en Ciudad Bolívar, dos paros nacionales tuvieron lugar junto con una jornada nacional de protesta, paros regionales, una veintena de paros y huelgas de trabajadores públicos y privados,31 y al menos 3 paros en distintas localidades de Bogotá.32

Desde el año 1990, en Ciudad Bolívar se empezó a contemplar la necesidad de unificar la localidad en cuanto a sus exigencias, sus demandas sociales y a los liderazgos sociales dispersos en cada sector, por lo cual el paro cívico fue una idea movilizadora que también tenía como objetivo obligar a la administración distrital a dar respuesta a las exigencias de la comunidad.33 Sin embargo, fueron varias las acciones y mecanismos utilizados por las comunidades y sus expresiones organizadas para hacerle frente a las problemáticas locales, antes de recurrir a las acciones del paro cívico. En julio de 1992 y luego en septiembre 4 del mismo año, la coordinadora de organizaciones populares convocó a la comunidad a radicar un pliego de peticiones denominado "Pliego por la vida digna en Ciudad Bolívar", ante la administración del entonces alcalde mayor Jaime Castro, pliego que hacía evidente la situación de los pobladores de la localidad y solicitaba la intervención del Estado en los temas más sensibles, sin encontrar ninguna respuesta diferente a la estigmatización y señalamientos de sus líderes.

En el año 1992 se presenció el fenómeno climático conocido como El Niño, ante el cual el gobierno del presidente Gaviria (1990-1994) propuso un conjunto de restricciones, como la denominada "hora Gaviria" o "apagón", lo que afectaba a la gente de la localidad. En torno a esta problemática se generó un movimiento que reivindicaba "que nos devuelvan la hora". El 22 de mayo se realizó la primera marcha de antorchas en Ciudad Bolívar sobre la avenida Boyacá, en la salida de Meissen, en demanda de la suspensión del apagón para la localidad, tal como lo anota uno de sus promotores: "Movilizaron más de 15.000 personas, fue interesante el proceso porque los días previos y el mismo día en las calles estaba armando sus antorchas, ese fue un aspecto que también llegó allí al paro, con todos esos fenómenos desde el Estado".34

Durante los años 1991 a 1993, los principales temas de discusión en la localidad eran cuatro, el de servicios públicos (acceso y costos), el de vías, la propuesta gubernamental de cambio del cocinol a la pipeta de gas y la situación de derechos humanos de los jóvenes, los asesinatos y la falta de oportunidades en educación y trabajo.35 Los tres primeros eran liderados, en lo esencial, por el movimiento comunal, el cuarto, de mayor resonancia para el movimiento juvenil, marcó su entrada a la coordinadora.

Por lo significativo del asesinato y persecución a jóvenes, el 12 de septiembre de 1993 la coordinadora, junto con las autoridades locales y distritales organizaron el foro por los derechos humanos y el respeto a la vida "Para que la vida siga siendo Joven", a raíz de la dramática situación de vulneración de derechos en la localidad,36 luego del asesinato del joven Roison Mora Rubiano en la avenida Boyacá, sector Meissen por parte del Ejército Nacional.

(...) el 22 de junio de 1993, en Santafé de Bogotá, Harol Alberto Garcés, Jimmy Roberto Mora Rubiano y Roison Mora Rubiano, jugaban a tirarse piedras en el camino de regreso de su trabajo. Cuando pasaban por el puente de la Avenida Boyacá con Avenida El Tunal, una de las piedras golpeó el techo de un autobús que circulaba por debajo del puente. El vehículo transportaba personal del Comando del Ejército Nacional.

El sargento Mayor Luis Ferney Bonilla Rincón y el Sargento Segundo, José Mena Serna bajaron del vehículo y emprendieron la persecución de los jóvenes. Cuando los tuvieron aproximadamente a 200 metros de distancia dispararon sobre ellos. Como consecuencia de los disparos, Roison Mora Rubiano fue herido de gravedad y finalmente falleció en el Hospital de Meissen.37

En este marco, todo un proceso de reuniones por sectores, talleres y asambleas barriales apoyaron la organización del paro y posibilitaron la participación y discusión sobre las necesidades de los habitantes, lo que dio lugar a la constitución de comités pro-paro por barrios, por zonas, y sectores con cobertura en toda la localidad, asimismo esta situación contribuyó a la construcción colectiva del programa local y a la difusión amplia -incluso a través de los altoparlantes de las Juntas de Acción Comunal para que fuera conocido y apropiado ampliamente; aquí se puso en juego el aprendizaje de las estrategias de educación popular en que se habían formado los líderes comunitarios-.

Uno de los boletines que circulaba difundiendo las problemáticas de la localidad se titulaba "Todos los sectores de la zona 19 unidos en un gran acuerdo: Paro Cívico Zonal contra las 7 plagas", utilizando alegorías bíblicas, producto de la ideología derivada difundida por los proyectos de la teología de la liberación y como vehículo de comunicación con los imaginarios católicos de las mayorías populares: "como el pueblo de Egipto, recibimos el castigo por seguir creyendo y votando por una clase política corrompida. Es el castigo por no creer en nosotros mismos. Siete plagas atacan a Ciudad Bolívar".38

Las 7 plagas hacían referencia a: 1. "Un gobierno en tinieblas", cuestionando los malos manejos del sector eléctrico que habían llevado al racionamiento energético, 2. "Abandono de vías y transporte", 3. "No hay inversión social", 4. "Ali Babá Caicedo y sus 40 ladrones", cuestionando la corrupción en la Alcaldía Mayor, 5. "La politiquería que todo lo devora se quedó con la Junta Administradora Local", debatiendo el control clientelista de las promesas de descentralización y democracia participativa, 6. "Apertura Económica, reforma laboral y privatizaciones", referente al inicio del modelo neoliberal en el país, y 7. "En Nuestros barrios crece el hambre, el desempleo y el costo de vida".

Otro de los volantes que circuló días antes del paro muestra elementos del sistema de ideas derivadas con que se alimentó la ideología de la protesta, referentes a la democracia participativa y al derecho a la ciudad, como mejoramiento de la calidad de vida de las personas y la posibilidad de decidir sobre las transformaciones vistas como necesarias:

Durante años hemos esperado de los diferentes gobiernos la decisión de brindar a Ciudad Bolívar el progreso y bienestar a que tenemos derecho. Pero solo vemos la burla de una clase política que solo nos ve como botín electoral. Cientos de miles de cartas, memoriales, pliegos y demás sin solución. Por eso hoy las gentes de la zona 19 nos unimos. Vamos a buscar vías más efectivas, caminos para alcanzar verdaderas soluciones. Hoy tenemos la Unidad de Organizaciones Cívicas y Comunales. Hoy pensamos con nuestra propia cabeza.39

Se trató de un inmenso consumo de energía social para vincular a la gente en los distintos momentos del paro, en la construcción del pliego, luego en la difusión y apropiación para defenderlo, apelando al repertorio de las organizaciones populares para afianzar la necesidad de la organización y la lucha como condición para la conquista de sus derechos, proceso en el que las juntas de acción comunal jugaron un papel destacado, al igual que las diferentes organizaciones sociales y políticas presentes en aquel momento.

El paro: la movilización, el pliego, la negociación y los compromisos

Como consecuencia de esta dinámica que se ha venido analizando, el 11 octubre de 1993 se organizó el paro cívico de Ciudad Bolívar, que se mantuvo hasta el establecimiento de la mesa de negociación entre representantes de las organizaciones y representantes de la administración distrital. El paro fue una respuesta ante elementos estructurales y coyunturales de la vida de los pobladores locales, y en particular ante el alto costo de los impuestos y servicios públicos, producto de la modificación de la estratificación de al menos 100 barrios de Ciudad Bolívar, producido por la puesta en marcha del nuevo Estatuto Orgánico de Bogotá y del empréstito Bogotá IV, tutelado por el Banco Mundial,40 la determinación de la administración Castro de suspender el servicio de cocinol por gas propano sin existir aún las redes de gas natural domiciliario, la no dotación de servicios públicos y sociales para los barrios marginados, el agravamiento de la situación de derechos humanos y, por consiguiente, el deterioro en las condiciones de vida.41

El lunes 11 de octubre desde las 4:00 a.m. hombres y mujeres bajaron de sus barrios y se tomaron las principales vías de la localidad: la autopista Sur, la avenida Boyacá a la altura de Meissen y la avenida Gaitán Cortes a la entrada de Candelaria la Nueva. Según participantes en la protesta, se habían establecido acuerdos, claves y señales para dar inicio al paro:

(...) frente al pacto que se hizo de cuál iba a ser la señal, eso se definió en una reunión en el (colegio) Rodrigo Lara, que la hora iba a ser las 4 de la mañana y la señal eran los voladores y eso fue muy llamativo... toda la localidad se llena de voladores a las 4 de la mañana y esa fue la señal para que la gente empezase a bajar a sus puntos.42

Pese a los intentos de la administración distrital por disuadir la realización del paro, primero con el señalamiento hacia el movimiento cívico, acusándolo de no tener apoyo de la población y de estar infiltrado por elementos e intereses subversivos, y luego ordenando la militarización de la zona desde el sábado 9 de octubre al tiempo que se buscaba desorientar por los medios de comunicación nacionales y distritales sobre la no realización del paro.43

Hacia la localidad se movilizaron unidades militares de combate, especializadas en la lucha contrainsurgente y tanque artillados.44 El periódico Voz señaló que:

Tal despliegue militar tuvo sus consecuencias: cuatro jóvenes fueron detenidos en las horas de la mañana y en el transcurso del día fueron golpeados varios vecinos. Las unidades de Policía hicieron varios disparos al aire y montaron operativos de provocación contra el paro.45

La participación en la jornada fue masiva, no sólo del movimiento comunal y juvenil, sino también de los pobladores que no lograron salir de la localidad a sus trabajos y que se fueron sumando gradualmente. Numerosas mujeres de la localidad organizadas en torno a los hogares vecinales y a las madres comunitarias contribuyeron en las diferentes tareas de tipo político, organizativo y logístico:

Es importante valorar a las mujeres que estuvieron de frente participando... Carmenza y Martha una señora que después falleció de cáncer, Vidalina que era jardinera en el Tesoro, Blanca Sierra, que era liberal y con un megáfono salió a agitar la gente, la misma Betty Melo que estuvo ahí, como en todo el proceso, Carmenza, una paisa que era del sector de Jerusalén que la asesinaron después, supuestamente en un atraco la ahorcaron... ahí también estuvo Martha Mosquera... las dos hermanas que hablamos, peladas y mujeres que estuvieron al frente.46

Luego de 13 horas de bloqueo con troncos, llantas y barricadas y con una amplia participación social, el gobierno distrital propuso la instalación de la mesa de negociación en el salón comunal de Candelaria II Sector. La comisión negociadora estaba conformada por los secretarios de gobierno, de salud, de obras públicas, de educación, de tránsito y transporte junto con directores de distintas entidades del distrito, como representantes de la administración y por el lado de la comunidad asistieron 12 dirigentes populares,47 representantes de las madres comunitarias, los comunales, los procesos juveniles y las organizaciones sociales para tratar y acordar los temas en disputa:

(...) en ese primer momento tan pronto ingresa la comisión, todos los que estábamos afuera la apoyábamos gritando la consigna, ¡ánimo comisión que no se les afloje el corazón! Sobre las tres de la mañana, los que estaban por parte del Estado manifiestan que la gente los estaba reteniendo en contra de su voluntad, querían presionar a la comisión, pero al final pues salen, ahí está como negociador del Estado, Germán Arias, otro tipo no recuerdo el nombre era uno de los duros de negociación del Estado, ahí llegaron los ediles y pretendieron ingresar como parte de la comunidad a negociar.48

Como se ha mencionado, el pliego de reivindicaciones, tanto políticas como sociales y ambientales, incluía distintas demandas, desde el rechazo a la política de privatización neoliberal de bienes del Estado, pasando por el no reclutamiento de los jóvenes para el servicio militar, la creación de veedurías populares, dejar a Ciudad Bolívar en estrato uno por 10 años, hasta una solicitud de control en materia ambiental de las curtiembres de San Benito, el control a la explotación y manejo de canteras, areneras, ladrilleras, la solicitud de seguridad social y bonificación para los dirigentes comunales, entre muchas otras.49

Los acuerdos se fueron logrando de manera progresiva, conforme avanzaban las negociaciones. Para el levamiento del bloqueo, se acordó esa misma noche del lunes el mantenimiento del estrato uno para la liquidación de las tarifas de servicios públicos, la designación de una comisión de funcionarios de las empresas de servicios públicos, en especial del acueducto, que durante un mes atenderían los reclamos pendientes de la comunidad, agilizar la entrega de 15.000 nuevas líneas telefónicas y desarrollar una campaña por la recuperación del alumbrado público.50 Las otras demandas relacionadas con cocinol, educación, salud, vías, transporte y derechos humanos fueron motivo de discusión en una mesa negociadora que discutió durante más de una semana.

Hacia el miércoles 27 de octubre fue firmada en la Alcaldía Mayor el acta de compromiso entre los negociadores, constituida por 14 páginas y 240 ítems de los 18 puntos de acuerdo, en la cual se ratificaban las conquistas ya alcanzadas,51 y además se incluían compromisos de la mayor relevancia en materia social y cultural, relacionados con poner en marcha la apertura de dos carreras técnicas universitarias, la compra de terrenos para su construcción, donde se establecería la sede en la localidad, y la escogencia, de igual modo, por parte de los jóvenes, de unos terrenos donde se construiría la casa de la juventud.52 Otros de los logros que demandaba el movimiento cívico-popular fueron alcanzados mediante compromisos concretos con respecto a la construcción y mantenimiento de la malla vial, legalización de barrios, difusión del programa de madres comunitarias, ampliación de cobertura y centros de salud, derechos humanos, medio ambiente y presupuesto local. Por último, uno de los puntos más difíciles de la negociación fue el tema del restablecimiento de los cupos de cocinol retirados a la localidad por cuanto la administración distrital argumentaba que ese tema era competencia de Ecopetrol y del Ministerio de Minas; pese a esto, la negociación fue favorable a la comunidad y Ecopetrol se comprometió a restituir 11.400 cupos.53

El papel del Estado: de la mirada contrainsurgente a la negociación y "cumplimento de acuerdos"

Si bien el paro cívico fue exitoso y mostró la contundencia de la acción colectiva en un campo de protesta en desarrollo, a largo plazo este campo de protesta se desestructuró y dio origen a un momento social distinto, en el que los diferentes sujetos sociales e institucionales redefinieron sus formas de interrelación y pugna.

El Estado desplegó formas para desactivar el inconformismo social y posponer el cumplimiento de los acuerdos. En los años siguientes al paro de 1993 algunos de los participantes en el paro sufrieron retaliaciones, amenazas, desplazamientos y nuevos asesinatos, como fue el caso de Jairo Lazo, Marco Forique y Carmenza.54 Otros líderes comunales fueron cooptados, se vincularon a los programas creados para resolver las demandas y, una vez allí, algunos mantuvieron sus relaciones con las dinámicas organizativas populares y otros simplemente se distanciaron de estas.

Una de las formas de cooptación se dio alrededor de una propuesta surgida desde la comunidad en torno a la conformación de una empresa comunitaria de servicios públicos que operó por un corto tiempo, con participación de la Empresa Distrital de Servicios Públicos -EDIS-, y se denominó Corpoaseo. Esta empresa vinculó jóvenes y líderes comunales que habían estado muy activos en la preparación y realización del paro, pero tal vinculación se hizo en función de favoritismos económicos y políticos, hábilmente aprovechados por el alcalde local de entonces, Orlando González Payares, quien buscaba desarticular el movimiento popular agrupado en la Unidad Cívica.55

El alcalde Payares, bien avión, les dice a los de la comisión negociadora que ustedes van hacer socios de Corpoaseo y les da un carné que los acredita como socios, los demás tenían que pagar, 10 mil pesos costaba la afiliación, total que en ese contexto todos terminábamos siendo socios, el hombre salió por allá al extranjero y consiguió billete y montó una empresa que luego se la vendió a Aseo Total.56

La inauguración de Corpoaseo en abril de 1994 fue celebrada como un importante avance para el mejoramiento de la localidad, aunque se quiso establecer que no era una de las conquistas del paro. El periódico El Tiempo registró la noticia en estos términos:

El mes arranca para Ciudad Bolívar con una ilusión. Este domingo, primero de mayo a partir de las diez de la mañana en el colegio Guillermo Cano, se constituirá la primera empresa comunitaria recolectora de basuras del Distrito, que llevará el nombre de Corpoaseo. La iniciativa de hacer por sí mismos lo que las autoridades distritales, en este caso la Edis, no fueron capaces, surgió del alcalde de esta localidad Orlando Gonzáles Pallares, de la Junta Administradora Local, de la Veeduría de Ciudad Bolívar, del comité pro corporación Corpoaseo, de las Juntas de Acción Comunal y de los habitantes en general.57

En fin, lo que vino después fue una reconfiguración de las fuerzas y tensiones sociales. De una parte, diversas estrategias colectivas comunitarias para mantener el carácter activo de la energía social producida y, de otra, estrategias institucionales para canalizar tal energía y los liderazgos locales hacia dinámicas de menor conflictividad, que en términos generales ha sido la situación vivida en esta localidad desde octubre de 1993, momento en que se vivió el más importante movimiento de protesta urbana vivida en esta parte de la ciudad en las últimas décadas.

Conclusiones

La experiencia del paro cívico de Ciudad Bolívar aporta al debate de las ciencias sociales y de la historia sobre las condiciones en que se produce la protesta urbana, como un fenómeno social que interpela las claves de construcción de ciudad y en donde lo urbano no aparece como un contexto o telón de fondo, sino como un espacio de disputa que limita, posibilita y transforma a los sujetos urbanos en lucha, a la vez que es transformado por estos.

Como se ha advertido, el paro cívico de 1993 no surgió como simple reacción espasmódica ante las condiciones de dominación de los sectores hegemónicos urbanos, sino que se dio como resultado de un proceso de gestación de distintas formas de acción colectiva que configuraron un campo de protesta, como un espacio organizativo vigoroso y diverso que convocó amplios sectores sociales y políticos de la localidad, anudados por decisiones, afectos, costumbres y lenguajes compartidos, que hicieron visible el movimiento popular urbano como sujeto con posibilidades de ejercer el derecho a la ciudad, como forma de participación en la construcción de otros modos de construir y decidir en y desde la ciudad.

Un campo de protesta no es una condición estacionaria, se cristaliza y condensa en un momento histórico en el que la energía social comunitaria coincide en un plano de beligerancia y contestación, pero igualmente se desestructura y origina otras formas de interacción y reivindicación social, a la vez que reestructura nuevas dinámicas que canalizan la energía social producida.

En el éxito del paro, como forma de acción política colectiva, operaron, por un lado, la ideología "inherente" a los sectores populares, basada en su experiencia directa, la tradición cultural, ideas y sentimientos de justicia popular, solidaridad, unión y privilegio por lo colectivo, reciprocidad, espiritualidad religiosa, y, por otro lado, la ideología "derivada" como sistema de pensamiento político-social instalado en las prácticas y discursos provenientes de décadas precedentes al paro cívico, así como del momento que vivía el país en torno a la participación política, la autonomía y la soberanía popular, la liberación nacional, la emancipación social, los derechos humanos, entre otros. Estas ideas no aparecen como instancias separadas, sino como mixtura de creencias compartidas y prácticas puestas en juego, en las que no es posible diferenciar estrictamente lo inherente de lo derivado.

Para el movimiento popular y para el estudio de las tensiones urbanas, este proceso dejó valiosos aprendizajes: la importancia de la vinculación amplia de los pobladores a las distintas tareas y fases de un proceso que se logra con criterios de democracia, confianza, respeto por todas las opiniones y mecanismos de difusión que de forma clara y rápida circulen entre la gente, potenciando los acuerdos y construcciones colectivas. Se trata de formas de hacer política desde la acción colectiva, que logran articular lo social con lo político, esto es, vincular de modo creativo la lucha social con la política y esto se genera porque en territorios como Ciudad Bolívar confluyeron y, se podría afirmar, que aún confluyen conflictos, tradiciones y energía social que vincula en la inconformidad colectiva la reivindicación por el derecho a la ciudad. Adicionalmente, este proceso de unidad partía de reconocer la movilización popular como el eje central de la construcción y propugnaba por distintos niveles de coordinación, donde la prioridad fue construir acuerdos en consenso y con legitimidad en el respaldo popular.


Pie de Página

1 Henri Lefebvre, El derecho a la ciudad (Barcelona: Editorial Península, 1969) 123-140.
2 En Colombia existe una amplia bibliografía sobre este tipo de acción colectiva. Véase Mauricio Archila Neira, Idas y venidas. Vueltas y revueltas. Protesta social en Colombia 1958-1990 (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia / Centro de Investigación y Educación Popular, 2005); Santiago Camargo y Javier Giraldo, "Paros y movimientos cívicos en Colombia", Controversia 128 (1985); Jaime Carrillo Bedoya, Los paros cívicos en Colombia (Bogotá: Editorial Oveja Negra, 1981); Medófilo Medina, La Protesta urbana en Colombia en el siglo veinte (Bogotá: Ediciones Aurora, 1984).
3 Javier Auyero, La protesta. Retratos de la beligerancia popular en la Argentina democrática (Buenos Aires: Libros del Rojas / Universidad de Buenos Aires, 2002).
4 "(...) debemos centrar nuestra atención en el campo de protesta -definido como el ensamble de mecanismos y procesos que se hallan en la raíz de la formulación de reclamos colectivos- como mediador entre las fuerzas globales y las ‘explosiones' locales (...) [el campo] refracta como un prisma los determinantes externos en términos de su propia lógica". Auyero 15.
5 Este concepto explica la capacidad generada por la gente organizada para transformar los retos y adversidades en condiciones favorables colectivamente. Véase Albert O. Hirschman "The Principle of Conservation and Mutation of Social Energy", Direct to the Poor: Grassroots Development in Latin America, eds. Sheldon Annis y Peter Hakim (Colorado: Boulder, Rienner, 1988) 7-14.
6 Mauricio Archila, "Poderes y contestación (reseña teórico-metodológica)", Controversia 173 (1998): 32.
7 George Rudé, Revuelta popular y conciencia de clase (Barcelona: Editorial Crítica, 1981).
8 Medina 16.
9 Véase José Salazar Ferro, "Bogotá: los planes y sus proyectos 1940-2000", Dearquitectura 01 (2007): 4-15. Una de las quejas de los líderes comunales radicaba en la sobrevaloración de los lotes vendidos para el proyecto. La alcaldía de Ramírez Ocampo compró, por 1.000 millones de pesos, 164 hectáreas que tenían un oneroso valor de $1.640.000 el metro cuadrado, al empresario Salomón Finvarb, que, como otros grandes patronos, poseía lotes de engorde a la espera de proyectos urbanísticos públicos o privados para incrementar la renta del suelo urbano. Gloria Vallejo, "Hoy, dos mil familias reciben vivienda en Ciudad Bolívar", El Tiempo [Bogotá] 15 de dic. de 1990: 2b.
10 Beltrina Corte y Camilo González, El caso de Ciudad Bolívar. Planeación urbana y participación popular en Bogotá (Bogotá: Cinep, 1989) 69.
11 El historiador Alfonso Torres, en sus trabajos sobre las organizaciones populares y las luchas urbanas, ha dado cuenta de las dinámicas asociativas locales que conforman su identidad y acción política a través de la organización y la movilización. Alfonso Torres Carrillo, Identidad y política de la acción colectiva. Organizaciones populares y luchas urbanas en Bogotá 1980-2000 (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2007).
12 Jymy Forero, "Surgimiento y consolidación de uribismo en Ciudad Bolívar. Un análisis histórico: 2002-2007", Tesis de Maestría en Historia, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2011, 28.
13 Arturo Alape, La hoguera de las ilusiones (Bogotá: Editorial Planeta, 1995) 17.
14 Alfonso Torres Carrillo, La ciudad en la sombra, barrios y luchas populares en Bogotá, 1950-1977 (Bogotá, CINEP, 1993) 11.
15 Forero 27-28.
16 Alcaldía Local de Ciudad Bolívar, Acuerdo local número 003 de 2004 por el cual se adopta el plan de desarrollo económico, social y de obras públicas para la localidad 19 de Ciudad Bolívar 2005-2008, "Una localidad al alcance de la niñez". Disponible en: http://www.veeduriadistrital.gov.co/es/grupo/g283/ATT1174481991-2.pdf
17 Voltaire de Jesús Ciro Restrepo, "Movimiento comunal en Santa fe de Bogotá". Tesis de pregrado en Economía, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1993.
18 Entrevista a Cristina Rivera, madre comunitaria del Barrio Vargas Vila. Bogotá, diciembre de 2009.
19 Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario. Bogotá, septiembre de 2013.
20 María Isabel González Terreros, Escuela-comunidad historia de la organización comunitaria en Potosí Jerusalén (Bogotá: Ediciones Desde Abajo, 2004) 32.
21 González 32
22 Raúl Zibechi, América Latina: periferias urbanas, territorios en resistencia (Bogotá: Ediciones Desde Abajo, 2008) 180.
23 González 40.
24 Alfonso Torres Carrillo, "Experiencias organizativas urbanas y constitución de sujetos sociales", Aportes 40 (1994): 76.
25 "Masacre al sur de Bogotá: 11 muertos", El Tiempo [Bogotá] 27 de jul. de 1992: 1d.
26 Elizabeth Perdomo Leyton, "Diagnóstico local de arte, cultura y patrimonio", Documento de trabajo. Localidad de Ciudad Bolívar (Bogotá: Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, 2011).
27 Entrevista a Judith Suarez, líder juvenil. Bogotá, septiembre de 2013.
28 Entrevista a Judith Suarez, líder juvenil.
29 Noticias sobre detenciones masivas circulaban en la prensa de la época. "Ciudad Bolívar: 53 capturas en una semana" El Tiempo [Bogotá] 10 de ago. de 1992, "Bandas juveniles azotan a Bogotá" El Tiempo [Bogotá] 30 de jun. de 1994.
30 José Navia, "Ciudad Bolívar: Cara..." El Tiempo [Bogotá] 20 sep. de 1992: 1d.
31 "Se caldea el ambiente social. Marcha la Protesta", Voz. La Verdad del Pueblo [Bogotá] semana 11-17 de feb. de 1993; "Repudio nacional al neoliberalismo", Voz. La Verdad del Pueblo [Bogotá] semana 15-31 de mar. de 1993; "¿Quién dijo miedo?", Voz. La Verdad del Pueblo [Bogotá] semana 15-31 de mar. de 1993; "El conflicto social y los trabajadores. Autoritarismo vs Movilización", Voz. La Verdad del Pueblo [Bogotá] semana 27 de may. al 2 de jun. de 1993.
32 "Tanques contra el Pueblo", Voz. La Verdad del Pueblo [Bogotá] semana 24-30 de jun. de 1993; "Se extiende protesta social en Bogotá", Voz. La Verdad del Pueblo [Bogotá] nov. 25 de 1993.
33 Entrevista a Judith Suarez, líder juvenil.
34 Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario.
35 Un líder comunitario explica la problemática: "Desde el gobierno se plantea que es más costoso y muy inseguro el cocinol, que hay que remplazarlo por el gas de cilindro, el propano, eso acá en la localidad no pega, primero porque todo el trabajo que hace un compañero de la Unión Sindical Obrera sobre las implicaciones de costos e incluso de seguridad y se lanza la propuesta de ‘no cocinol, sí el gas natural domiciliario', que para ese momento estaba siendo desperdiciado y además quemado y que por acá cruzaron los tubos de gas". Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario. Bogotá, 4 de septiembre 2013.
36 "Silencio Oficial e Impunidad ante la Violencia", Voz. La Verdad del Pueblo [Bogotá] semana 13-20 de sep. de 1993.
37 Véase Relación fáctica descrita en el Informe n.º 45/99 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Caso n.º 11525 Colombia.
38 "Boletín Urgente", Unidad Cívico Comunal, Ciudad Bolívar, s.f.
39 "Ciudad Bolívar exige respuestas, inversión y obras", Volante de difusión, oct. de 1993.
40 Manuel Cepeda, "El Paro en Ciudad Bolívar y el Banco Mundial", Voz. La Verdad del pueblo [Bogotá] semana 21-28 de oct. de 1993.
41 Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario. Véase también "Hoy Paro en Ciudad Bolívar", El Tiempo [Bogotá] 11 oct. de 1993: 3e.
42 Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario.
43 "Tensión en Ciudad Bolívar", La Prensa [Bogotá] 11 de oct. de 1993, 9; "militarizan Ciudad Bolívar", El Tiempo [Bogotá] 9 de oct. de 1993: 1c.
44 "Se desplazaron tropas de la Escuela de Caballería de la XIII Brigada del Ejército", El Tiempo [Bogotá] oct. 12 de 1993: 1c
45 "A Ciudad Bolívar se le acabó la paciencia", Voz. La verdad del pueblo [Bogotá] Semana 14-21 de oct. de 1993.
46 Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario.
47 Dentro de los representantes se encontraban: Arquímedes Poveda, Antonio Mocanda, Gloria Narváez, Martha Mosquera, Hernando Rojas, Rubén Darío Silva, Betty Melo, Manuel Murcia, Mihuel González, Ángel Lozano, Leonidas Ospina, Jairo Oliveros y Jaime Valencia.
48 Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario.
49 Pliego local "Por el derecho a vivir en condiciones más dignas", Bogotá, 1993. Ver también: "Desmovilizado el paro de Ciudad Bolívar", El Tiempo [Bogotá] oct. 12 de 1993: 1c.
50 "Puntos de Acuerdo", El Tiempo [Bogotá] oct. 12 de 1993: 1c.
51 "Se firma el acta de compromiso de Ciudad Bolívar", El Espectador [Bogotá] 27 de oc. de 1993; "Ciudad Bolívar espera que los compromisos no se boten a la basura", La Prensa [Bogotá] 28 de oct. de 1993: 6.
52 "El convenio de Ciudad Bolívar se firma el martes", El Espectador [Bogotá] 16 de oct. de 1993; "Puntos de Acuerdo", El Tiempo [Bogotá] 17 de oct. de 1993: 1c.
53 Comisión negociadora de seguimiento. Acta de ratificación de los acuerdos del 27 de octubre de 1993 con la localidad de Ciudad Bolívar. Mayo 11 de 1994.
54 Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario.
55 Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario.
56 Entrevista a Judith Suarez, líder juvenil.
57 "Corpoaseo: un nuevo proyecto comunitario" El Tiempo [Bogotá] 30 de abr. de 1994: 1c.
58 Los nombres de las personas entrevistadas son reales, no se usan seudónimos en esta investigación por cuanto nos proponemos hacer un reconocimiento y visibilizar con sus propias voces a algunos de los protagonistas sociales y políticos, a sus procesos organizativos y a sus luchas, que ayer como hoy continúan construyendo alternativas democráticas para la localidad de Ciudad Bolívar.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes Primarias

Publicaciones periódicas

Periódicos

El Espectador [Bogotá] 1993.         [ Links ]

El Tiempo [Bogotá] 1990-1994.         [ Links ]

La Prensa [Bogotá] 1993.         [ Links ]

Voz. La verdad del pueblo [Bogotá] 1993.         [ Links ]

Documentos impresos y manuscritos

Alcaldía Local de Ciudad Bolívar. Acuerdo local número 003 de 2004 por el cual se adopta el plan de desarrollo económico, social y de obras públicas para la localidad 19 de Ciudad Bolívar 2005-2008, "Una localidad al alcance de la niñez". Disponible en: http://www.veeduriadistrital.gov.co/es/grupo/g283/ATT1174481991-2.pdf.         [ Links ]

"Boletín Urgente", Unidad Cívico Comunal, Ciudad Bolívar, s.f. "Ciudad Bolívar exige respuestas, inversión y obras", Volante de difusión. Octubre de 1993.         [ Links ]

Comisión negociadora de seguimiento. Acta de ratificación de los acuerdos del 27 de octubre de 1993 con la localidad de Ciudad Bolívar. Mayo 11 de 1994.         [ Links ]

Relación fáctica descrita en el Informe n.º 45/99 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Caso n.º 11525 Colombia.         [ Links ]

Entrevistas58

Entrevista a Cristina Rivera, madre comunitaria del Barrio Vargas Vila. Bogotá, diciembre de 2009.         [ Links ]

Entrevista a Judith Suarez, líder juvenil. Bogotá, septiembre de 2013.         [ Links ]

Entrevista a Pedro Pablo, líder comunitario. Bogotá, septiembre de 2013.         [ Links ]

II. Fuentes Primarias

Alape, Arturo. La hoguera de las ilusiones. Bogotá: Editorial Planeta, 1995.         [ Links ]

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