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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.43 no.1 Bogotá jan./jun. 2016

https://doi.org/10.15446/achsc.v43n1.55068 

DOI: 10.15446/achsc.v43n1.55068

Nos debemos a la tierra.
El Campesino y la creación de una voz para el campo, 1958-1962
*

We Owe Ourselves to the Land. El Campesino and the Creation of a Voice for the Fields, 1958-1962

Devemo-nos à terra. El Campesino e a criação de uma voz para o campo, 1958-1962

MARÍA JOSÉ ACEVEDO RUÍZ**
SORAYA MAITE YIE GARZÓN***
Pontificia Universidad Javeriana
Bogotá, Colombia

* Este artículo es producto del proyecto "Implicaciones políticas de las representaciones hechas por intelectuales sobre el campesinado en el periódico El Campesino en los inicios del Frente Nacional (1958-1962)" desarrollado por los profesores del Departamento de Antropología de la Pontificia Universidad Javeriana (PUJ) Mauricio Caviedes y Soraya Maite Yie Garzón con la valiosa colaboración de María José Acevedo Ruíz, Natalia Acuña y Jaime Gutiérrez, estudiantes de ese departamento. El proyecto fue financiado por la Vicerrectoría de Investigación de esa misma universidad durante el año 2013, con el código id PPTA 5113.
** mariacevedo_28@hotmail.com
*** maiteyie@yahoo.com, syie@javeriana.edu.co

Artículo de investigación.
Recepción: 24 de marzo de 2015. Aprobación: 17 de agosto de 2015.

Cómo citar este artículo:
María José Acevedo Ruíz y Soraya Maite Yie Garzón, "Nos debemos a la tierra. El Campesino y la creación de una voz para el campo, 1958-1962", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 43.1 (2016): 165-201.


Resumen

El artículo analiza los lenguajes y contenidos del semanario El Campesino, con el fin de establecer la forma como se materializó el esfuerzo de un sector de la elite política y eclesial del país en el comportamiento político de la población rural colombiana al inicio del Frente Nacional (1958-1962). Argumentamos que tal esfuerzo implicó: primero, interpelar a diferentes individuos como miembros del "campesinado colombiano", procurando moldear la voz de este sector como un sujeto político particular; segundo, difundir una narrativa según la cual los distintos sectores de la nación están vinculados entre sí a través de una cadena de deudas morales; y, tercero, hacer de los campesinos objeto de una triple interpelación (como cristianos, ciudadanos colombianos y productores agrícolas).

Palabras clave: hegemonía, esfera pública, Frente Nacional, El Campesino, campesinos, interpelación.


Abstract

In this paper we analyze the language and contents of the weekly publication, El Campesino, in order to establish how the efforts by the political and ecclesiastical elites of the country influenced the political behavior of the Colombian rural population at the beginning of the National Front (1958-1962). We argue that said effort implied: first, to appeal to different individuals as members of the "Colombian peasant population", in an attempt to mold the voice of this sector as a particular political subject; second, disseminate the narrative according to which the different sectors of the country are interconnected through a chain of moral debts; and, third, make the peasants the object of a triple interpellation (as Christians, Colombian citizens and farmers).

Keywords: hegemony, public sphere, National Front, El Campesino, peasants, interpellation.


Resumo

O artigo analisa as linguagens e os conteúdos do semanário El Campesino, com o objetivo de estabelecer a forma como se materializou o esforço de um setor da elite política e eclesial do país no comportamento político da população rural colombiana no início da Frente Nacional (1958-1962). Argumentamos que esse esforço implicou: primeiro, interpelar a diferentes indivíduos como membros do "campesinato colombiano" procurando moldar a voz desse setor como um sujeito político particular; segundo, difundir uma narrativa segundo a qual os diferentes setores da nação estão vinculados entre si por meio de uma cadeia de dívidas morais; terceiro, fazer dos camponeses objeto de uma tripla interpelação (como cristãos, cidadãos colombianos e produtores agrícolas).

Palavras-chave: hegemonia, esfera pública, Frente Nacional, El Campesino, camponeses, interpelação.


Desde ahora debéis decir a la patria: todos los días en nuestro campo y con nuestros cultivos os haremos más rica. Qué más puede decir un hombre, ¿Existe otra obligación que amar a dios?'¿Hay otro deber que educar a los hijos para dios y para la patria?1

El 29 de Junio de 1958 salió al público el primer número del semanario El Campesino, uno de los periódicos de mayor influencia entre la población rural colombiana durante el Frente Nacional. Durante sus cuatro primeros años de circulación, se convirtió en una plataforma para la circulación de discursos dirigidos a y en nombre de los campesinos colombianos en un diálogo escenificado con otros sectores de la nación.

Al hacer las veces de esfera pública (se propone), el semanario participó del esfuerzo no necesariamente efectivo de importantes sectores de la iglesia católica y las élites políticas del país por darle forma al campesinado como un sujeto político singular de nación, además de servir como medio de regulación indirecta del comportamiento de los habitantes económicamente menos privilegiados de áreas rurales concebidos, en su conjunto, como población. Fue en esta medida un medio de construcción de hegemonía, entendiendo por dicho concepto un proceso de articulación ideológica, de carácter inestable y contestado, que incide sobre las formas de lucha y las prácticas cotidianas de diferentes sectores sociales.2

Partiendo de allí, en este artículo se analiza cómo, en los contenidos y lenguajes usados en el semanario a inicios del Frente Nacional (1958-1962), se expresó el esfuerzo por orientar el comportamiento político de la población rural, pero sin pretender hacer afirmaciones sobre su efectividad. Al respecto, se plantea que tal esfuerzo estuvo acompañado de: a) la creación de una plataforma mediática a través de la cual interpelar a distintos individuos como miembros de un sector específico de la nación "los campesinos" y tratar de fijar los términos, la dirección y el tono de sus demandas; b) movilizar una narrativa según la cual ellos y otros sectores de la nación colombiana aparecen vinculados entre sí a través de una cadena de deudas, ligadas, a su vez, a unas anteriores mantenidas con la tierra, la patria y dios; y, c) hacer de los campesinos objeto de una triple interpelación: como ciudadanos, trabajadores agrícolas y cristianos mediante el entrelazamiento de los discursos patriótico, desarrollista y católico. En lo que sigue, se presenta el contexto de surgimiento del semanario, para seguidamente exponer las implicaciones de cada uno de los tres puntos expuestos, y cerrar con una breve reflexión sobre los vínculos entre esfera pública, representación y constitución de sujetos políticos.

El Campesino en los inicios del Frente Nacional (1958-1962)

En 1949, se creó Acción Cultural Popular —ACPO—, una fundación de origen católico que adelantó un ambicioso programa de educación a distancia para adultos campesinos denominado "Educación Fundamental Integral", basado en un sistema combinado de medios y en un programa de formación a líderes campesinos. La fundación, dirigida por el sacerdote José J. Salcedo, surgió de las primeras "escuelas radiofónicas" creadas en 1947 en Sutantenza (Boyacá), pequeñas agrupaciones de adultos campesinos que estudiaban los cursos en formación básica impartidos desde la emisora Radio Sutantenza bajo la orientación de auxiliares campesinos. Durante sus primeros diez años, la ACPO amplió su cobertura a muchas partes del territorio nacional, creó los Institutos Campesinos para la formación de líderes, incorporó nuevos recursos a su labor (cartillas y libros), y estableció alianzas con un amplio sector del clero y el estado, recibiendo apoyo financiero estatal,3 de fundaciones católicas extranjeras y de la unesco.4

En la época en que empezó a circular El Campesino confluyeron dos procesos decisivos para el país: el comienzo del Frente Nacional y la firma de la Alianza para el Progreso. El Frente Nacional (1958-1974) es el periodo surgido de una alianza entre las élites del Partido Liberal y el Partido Conservador, cuyos enfrentamientos en la década anterior tuvieron un especial impacto sobre el orden social y económico en el campo colombiano. Las élites de los dos partidos acordaron turnarse la presidencia por cuatro periodos consecutivos, distribuirse el poder institucional en partes iguales, siendo esos dos partidos las únicas fuerzas con acceso al poder político. Aquellas veían con preocupación su pérdida de liderazgo ante la influencia de otras corrientes políticas, incluidas aquellas más cercanas a la izquierda, y los estragos dejados por la violencia bipartidista sobre la seguridad del país en áreas rurales.5 A su vez, procesos recientes de industrialización, urbanización y apertura de mercados para productos agropecuarios en el exterior, favorecieron el interés por aumentar la productividad del campo colombiano y detener el éxodo de campesinos hacia las ciudades.6

Por su parte, el gobierno estadounidense había volcado su interés en el campo latinoamericano, en el que veía un prometedor escenario para la apertura de nuevos mercados. Firmemente apoyada por el presidente Lleras Camargo (1958-1962), la Alianza para el Progreso7 se presentó como una oportunidad para garantizar los intereses económicos de los EE.UU. en la región y asegurar su hegemonía política y cultural en el contexto de la Guerra Fría.8 Tales circunstancias favorecieron la creación de varias instituciones y programas dirigidos al campo y a los campesinos colombianos. Entre estos se destacan: el Plan Nacional de Reforma Agraria (Ley 135 de 1961), el Programa de Acción Comunal y diversos programas para el mejoramiento de la vivienda, la educación y la salud de población rural. Todos estos contaron con el apoyo de la ACPO, la cual realizó una amplia labor propagandística a través de sus diferentes medios, incluido el semanario.

De acuerdo con un paradigma muy extendido en el periodo,9 los dirigentes de la ACPO interpretaron los problemas sociales que afectaban al campo colombiano como síntomas de su "subdesarrollo". También afirmaron que este tenía origen en la mentalidad de la población rural, antes que en la estructura de relaciones sociales existentes.10 Contraponiéndose a una vía revolucionaria de superación del atraso, plantearon la necesidad de capacitar al campesino adulto para transformarlo en agente de su propio desarrollo y del campo colombiano.11

Convertido en uno de los periódicos más consultados por la población rural al inicio del Frente Nacional, El Campesino fue un medio de expresión y experimentación de las visiones de sus dirigentes sobre el campo, los campesinos y el desarrollo. Entre 1958 y 1963, con tan solo cuatro años de funcionamiento, pasó de 29.800 a 80.563 números semanales distribuidos por una amplia área del territorio nacional, espacialmente en los departamentos de la zona Andina y la costa Atlántica.12 En las áreas rurales del país, los periódicos eran repartidos luego de la misa dominical por auxiliares campesinos bajo supervisión de los párrocos, sirviéndose de una red de distribución organizada por los propios campesinos.13 Aunque se trataba de un medio impreso, se estimulaba su lectura en voz alta para que sus contenidos pudieran ser conocidos por campesinos analfabetas. Aunque el semanario tenía su público principal en la población campesina ligada a las escuelas radiofónicas, por sus contenidos, suponemos que también tenía entre sus lectores a varias personalidades locales: párrocos, alcaldes, concejales, jueces, maestros, agrónomos, etc., así como a altas jerarquías de la iglesia católica y del estado.

En ese mismo periodo (1958-1962), el semanario incluyó informes noticiosos locales, nacionales e internacionales en materia política y económica, reflexiones de índole política y religiosa presentadas en la sección editorial, exposiciones de nuevas técnicas de cultivo y oferta de servicios estatales, y distintas campañas de "mejoramiento de los niveles de vida" de la población rural. Tales contenidos fueron desplegados a través de una amplia variedad de géneros (informes noticiosos, artículos de reflexión, crónicas, reportajes, sermones, cartas, poemas, entre otros), incluyendo curiosas combinaciones de géneros provenientes del ámbito periodístico y religioso.

En relación con sus autores, los artículos del semanario parecían provenir de una pluralidad de personajes, incluyendo miembros del clero, sectores urbanos cultos, élites políticas, campesinos e, incluso, entidades superiores como la tierra, dios o la patria. Cuando el origen de los autores no era enunciado, el uso de un cierto tipo de lenguaje lo sugería. Contrario a lo ocurrido cuando su presunto autor era de origen urbano, cuando se trataba de un campesino se incluían referencias a las rutinas cotidianas y al entorno familiar campesino; se imitaba la jerga estereotipada de algunas zonas rurales del país (principalmente, la del altiplano cundiboyacense); y prevalecían aquellos géneros con los cuales, se suponía, sus habitantes estaban más familiarizados,14 o aquellos que llevaban a la escritura rasgos del habla oral.15

Sin duda, rasgos estilísticos como los descritos revelan un esfuerzo por aproximar el semanario a sus principales destinatarios, de modo que ellos se sintieran representados y escuchados en el juego de voces que discurrían entre sus páginas. Por lo que se sabe, El Campesino contó con un equipo de corresponsales, redactores y directores,16 integrado por varios sacerdotes y científicos sociales con formación en filosofía, pedagogía y sociología.17 Los estudios realizados dentro de la Dirección de Sociología de la fundación,18 las experiencias de su personal en el trabajo dentro de áreas rurales y el intenso intercambio epistolar con párrocos, auxiliares e integrantes de las escuelas radiofónicas, debieron darle forma a aquel esfuerzo.

Una voz de y para los campesinos

En la portada del primer número de El Campesino, apareció una fotografía en blanco y negro de varios hombres campesinos, dos de los cuales miraban al frente. Bajo la imagen, se leía: "El Campesino. Un semanario al servicio y a la defensa de los campesinos de Colombia" (figura 1). Así, desde su inicio, el periódico fue proyectado como interlocutor y vocero de un sector político al que se pretendió crear en cuanto tal mediante sus actos discursivos. Al asumir esa doble voz, fue un medio para que individuos sin necesario contacto directo fueran interpelados19 como integrantes de un mismo sector social: el "campesinado colombiano", a su vez perteneciente a conglomerado social más amplio: la "nación colombiana", pero también un instrumento para intentar fijar los términos en que aquellos a quienes les hablaban podían a su vez hablar como "nuevos sujetos" de la esfera pública nacional.

Un ejemplo de cómo se sustentó la autoridad del periódico para hablar no solo hacia sino también desde una identidad campesina es la carta publicada en el primer número con el título: "Carta de un campesino a Colombia".20Firmada por José Pascasio Martínez, la carta inicia afirmando que el periódico se había fundado para servir de vocero de las clases campesinas, especialmente de los campesinos pobres conformados por los pequeños agricultores, trabajadores rurales y jornaleros sin propiedad que formaban las cuatro quintas partes de la población rural. Seguidamente, Martínez pasa a exponer los motivos de su misiva. Los directores del semanario (habría escrito) desearon que alguien como él, un "labrador pobre y sin letras" escribiera su primera página. Se aclara así que fueron otros quienes establecieron que él actuara como vocero de los labradores pobres y es agregada la carencia de letras a la lista de atributos de dicho sector. Continua aclarando que él está ahí para hablar en nombre de sus compañeros de trabajo a "todos los señores nobles colombianos", para expresarles "su sentir como hijos también, aunque humildes, de su amada patria".

Vale detenerse en lo que esta carta implicó. El mismo número en que se inauguró el semanario, presentándolo como un periódico dirigido a la población campesina, incluye (como entrada) la carta de un hombre que habla no solo en nombre propio, sino en representación de un sector que lo trasciende: los "campesinos pobres y sin letras". Así, el momento en que se estaría creando una voz para el campo aparece una segunda voz, la del campo, encarnada en este caso en la carta de Pascasio Martínez. De este modo, los campesinos son ubicados no solo como destinatarios y referentes de la discursividad que tomó forma en las páginas del semanario, sino también como sujetos de la misma. Parafraseando a Hall,21 podría afirmarse que, a través de los discursos que circularon en El Campesino, aquellos que se reconocieron como sus principales destinatarios (como campesinos) fueron convocados como sus autores; como los sujetos esenciales de la ideología movilizada a través suyo.

Para aclarar los contenidos de esa ideología,22 es preciso volver al contenido de la carta. Esta fue titulada "Carta de un campesino a Colombia", pero pronto se aclara que Pascasio Martínez se dirige particularmente a "todos los señores nobles colombianos". Así, desde el inicio, se marca un contraste entre el lugar social desde donde se habla y aquel hacia el cual se dirige. Mientras el autor de la misiva es un "agricultor pobre y sin letras", aquellos a quienes se dirige ocupan la alta jerarquía social del país. Para contrastar esas posiciones se usan términos como "humilde" y "noble" que tienen una doble connotación: sirven para designar tanto posiciones objetivas en una estructura social como la calidad moral de aquellos que la ocupan.

Adicionalmente, el autor define el lugar desde el cual habla en relación con la fuente de su propio saber. Pascasio Martínez habla sobre "su sentir", no sobre «su pensar», definiendo desde el principio la autoridad de su voz en su experiencia directa y no en un saber abstracto fruto de la actividad intelectual. No obstante, luego de subrayar la distancia estructural entre los dos polos de la comunicación, alude a un vínculo de hermandad entre ellos. Como sus interlocutores, los campesinos son "hijos, aunque humildes, de la misma patria", concluye en el segundo párrafo.

Lo primero que cabe subrayar es que la Colombia a la que "un campesino" dirige su carta no es (al menos en primer plano) la de sus iguales. Su presunto autor no le habla a los otros sectores pobres o iletrados de la nación. Interpela a quienes ocupaban las posiciones más altas de la sociedad colombiana, lo que no fue una excepción dentro del semanario. Los artículos publicados en nombre de campesinos se dirigen usualmente a dos grupos de personas: quienes se reconocen bajo esa misma categoría y quienes ocupan posiciones más altas dentro de la estructura social. Para referirse a los primeros, se usan expresiones como "agricultores", "cultivadores", "labriegos", "hombres del campo", "habitantes del campo", "campesinos pobres", "comunidad campesina", "masa campesina", "obreros del campo", "pueblo campesino", expresiones que aluden a un vínculo productivo con la tierra, a una relación con el campo como entorno vital, a la precariedad de sus condiciones de vida y su existencia como una colectividad conformada por quienes ocupan un posición inferior en la estructura política y social de la nación. Por su parte, los segundos son interpelados mediantes expresiones como "clases dirigentes", "dirigentes políticos", "autoridades", "hombres de la ciudad", "ciudadanos cultos", "los profesionales", "los que tienen diploma", "ricos", "los que tienen tierras y ganado" que refieren hombres citadinos que gozaban de amplios capitales políticos, económicos o culturales, o de la combinación de todos ellos.

Para entender la importancia de que la comunicación de los campesinos ocurriera dentro del semanario en un sentido vertical, vale volver al contexto de su aparición. Como se mencionó, este estuvo marcado por el inicio del Frente Nacional y la posterior puesta en marcha de la Alianza Para el Progreso. Entre los objetivos de ambos proyectos estaba detener el avance de las corrientes revolucionarias en el país, especialmente entre el sector rural.23

La ACPO no fue ajena a tal esfuerzo.24 En varios artículos del semanario, sus directores expresaron su apoyo a las políticas de Lleras Camargo en materia rural25 y a las reformas impulsadas por EE.UU. a través de la Alianza en el contexto de la Guerra Fría, así como su rechazo a una solución de carácter socialista a la desigualdad y el subdesarrollo de la región. Por ejemplo, en un artículo publicado en marzo de 1962 se hacía un detallado reporte de los avances de la Alianza en el campo colombiano. Allí se declaraba que:

La Alianza para el Progreso, al basarse en ese principio del propio esfuerzo, garantiza la libertad democrática y permite alcanzar al mismo tiempo el objetivo de la libertad con pan. [...] El sistema americano de cooperación para la libertad es el que debe ser defendido frente al sistema comunista de opresión individual y colectiva.26

Más allá, el semanario desarrolló una intensa campaña de promoción de las políticas de desarrollo rural adelantadas en ese periodo, en especial de la política de reforma agraria27 y de la formación de juntas de acción veredal, contando con una sesión destinada para este último propósito: "Las crónicas de Cerro Grande". También fue el espacio de una intensa campaña anticomunista y de difusión de su propia versión del discurso desarrollista según la cual la transformación de las condiciones de vida de los campesinos pasaba por la transformación de su mentalidad. Ejemplo de ello es el artículo titulado "Para realizar una reforma agraria integral necesitamos primero una reforma mental", cuyo contenido es el siguiente:

    1. Porque el comunismo se ha aprovechado de la mala situación actual para crear el descontento y fomentar el odio hacia los de arriba, hacia las clases dirigentes.

    2. Porque no es por sectarismo político, por el odio, la rapiña, el robo, la destrucción, etc. sino por la justicia como se solucionan los problemas de los pobres.

    3. Porque la solución de los problemas sociales no se realiza únicamente desde arriba, sino que es necesario iniciar también desde abajo la obra de mejoramiento popular.

    4. Porque si el pueblo no cambia la mentalidad comunista, socialista y revolucionaria que el comunismo le ha infundido, por una mentalidad de justicia y de cristianismo, será conducido a la esclavitud de la dictadura totalitaria marxista.

    5. Porque mientras el pueblo no se convenza de la necesidad de salir de la ignorancia por medio de la educación y el estudio, vivirá en la pobreza y será esclavizado fácilmente por todos los dictadores.28

La orientación vertical asumida por los diálogos de los campesinos en el semanario puede entenderse como parte de los esfuerzos de las elites políticas y eclesiásticas del país por asegurar su liderazgo sobre la población rural. Según se dijo, El Campesino cumplió un papel mediador entre individuos que ocupaban posiciones estructurales similares, en diálogo con las cuales cada uno de ellos pudiera reconocerse como siendo parte de un mismo grupo, el de los "agricultores pobres y sin letras". En este sentido, se le dio un importante papel en la conformación del campesinado como sujeto político. Pero esa voz colectiva, representada en la carta de Pascasio Martínez, fluía en un sentido vertical y no horizontal, dirigiéndose a aquellos sectores que ocupan las posiciones diametralmente opuestas en la estructura social. Así, la función mediadora que el semanario El Campesino pretendió jugar entre individuos "iguales" no puede comprenderse sin atender a la función mediadora que, a su vez, pretendió cumplir entre sectores "desiguales".

Al respecto, vale señalar que las disputas por la hegemonía no pasan solo por fijar los términos bajo los cuales se habla desde ciertas posiciones de sujeto, en este caso, la posición de sujeto campesino, sino también por definir la dirección en que esa voz puede fluir. La lucha contra una posible hegemonía de la izquierda parece pasar aquí por tratar de limitar las posibilidades de diálogo horizontal entre las posiciones más bajas de una formación social y por posibilitar, en cambio, un diálogo vertical entre estos y algunos sectores de la élite. Una muestra de ello es el siguiente cartel en el cual la mirada de un anciano campesino se cierra sobre las páginas del semanario, objeto que, por fuera de la de él, solo soporta las miradas del presidente Lleras Camargo y varios de sus ministros (figura 2).

Pero la situación parece invertirse cuando se habla de los sectores localizados en las posiciones más altas. En este caso, el diálogo transcurre sin interferencia. En el semanario eran usuales los artículos dirigidos a las clases dirigentes del país donde se hablaba sobre los campesinos, pero manteniendo a este último por fuera del diálogo. Muestra de ello son varias notas editoriales y a otro tipo de textos donde se llamaba a "hombres ilustres", "personalidades cultas", "políticos" o a "la comunidad nacional" para discutir qué hacer con los campesinos y sus problemas,29 o a actuar en favor de los mismos. "El campesino todavía es un elemento cívicamente sin ningún desarrollo, que necesita de la protección de las clases más aventajadas. Es deber de los ciudadanos cultos hacer que salga del estado primitivo en que se encuentra",30 se afirmaba, por ejemplo, en uno de los artículos del semanario.

Al usar un habla más "culta" en aquellos artículos dirigidos a los no campesinos, el lenguaje mismo sirvió para marcar la frontera entre las élites ilustradas con capacidad de decisión y los agricultores "pobres y sin letras" relegados a los márgenes del orden político. Estos últimos eran ubicados en la orilla de una discusión de la que eran objeto. Los otros hablaban y discutían sobre ellos en su presencia, pero haciendo como si no estuvieran o no entendieran. El mensaje no podía ser más contradictorio. Por un lado, el semanario se mostraba como un canal de comunicación entre el pueblo y las élites, prometiendo aproximar (a través de la letra) a agricultores humildes y nobles señores. No obstante, también les recordaba a los primeros que, pese a ello, no podían confundirse con quienes dirigían los destinos del país, que no hablaban como ellos y, que en esa medida, su lugar en la política seguía siendo un lugar subordinado.

Las deudas sagradas de y con los campesinos

¿Qué hace posible el diálogo entre los dos polos de esa estructura jerárquica? En la carta citada, lo que justifica que los "humildes campesinos" se dirijan a los "nobles señores" es una declaración de identidad entre las partes. Al final del segundo párrafo, Pascasio Martínez les recuerda a sus interlocutores que ellos también son hijos de la misma amada patria. La apelación a esta en el lugar de un tercero, de la que ambas partes descienden y a la que ambas partes aman, permite crear una relación de equivalencia entre opuestos que, a su vez, le da sentido a su diálogo. No obstante, la hermandad de origen y afectos de los humildes y los nobles, si bien posibilita el diálogo entre ellos, no cuestiona la desigualdad de su relación. Ese vínculo de hermandad que trasciende la oposición fundada en sus posiciones estructurales, alcanza para permitir el habla, pero no para trastocar el lugar desde el que cada quien puede hacerlo. "Agricultores humildes" y "señores nobles" pueden hablar entre ellos, pero sin pretender modificar el orden existente, como de hecho ocurre con toda democracia formal. De este modo, el semanario hace las veces de esfera pública de una nación cuya existencia depende de la ratificación simultánea de la igualdad y la desigualdad de miembros.

Tal función articuladora de la patria está presente en el mismo nombre del autor de la carta. En efecto, Pascasio Martínez es el nombre con el cual es conocido un joven soldado patriota de origen campesino a quien se le atribuye haber apresado en Batalla de Boyacá al coronel Barreiro, comandante de las tropas realistas, pese a que este le había ofrecido algunas onzas de oro a cambio de su libertad.31 En 1880, ya de edad avanzada, fue condecorado en agradecimiento por sus servicios a la patria y su retrato integrado al álbum de notabilidades colombianas de José J. Pérez.32 Se convirtió así en uno de los pocos héroes de origen popular presentes en la narrativa oficial sobre la gestación de la república y su nombre en símbolo de lealtad y honradez. La elección de Pascasio Martínez como autor de la carta no es, por lo tanto, una casualidad. Independientemente de si se trata o no de un autor ficticio, su nombre está allí para evocar el precioso aporte de los campesinos a la gestación de la nación.

Y así, hablando a nombre de los campesinos tengo que decir que nosotros hemos heredado de nuestros antepasados, y lo conservamos, el amor a Dios y a la patria y el respeto por nuestras tradiciones, y el sentido de honradez y el cariño por el trabajo y el amor a la tierra. De esto dan testimonio, nuestra fe religiosa, que expresada a más no poder con nuestra piedad y asistencia devota al templo en los días de precepto, aún a costa de sacrificios como les pasa a algunos que deben recorrer dos a tres horas de camino para asistir a la santa misa; nuestros hogares, sencillos y humildes, pero constituidos conforme a la Santa Madre Iglesia, donde formamos a nuestros hijos en el temor a Dios, el amor al trabajo y el respecto a los demás; nuestro acatamiento a las autoridades y nuestra contribución al estado pagando puntualmente los impuestos, mandando nuestros hijos al cuartel, y cuando llega el caso, empuñando las armas en defensa de la patria.

Y esto no de ahora, sino desde los principios república, y aún antes, porque si bien se mira, los campesinos como los más antiguos y los más numerosos y también los más sufridos y esforzados de este país somos los que hemos llevado el mayor peso en todas las contiendas de la libertad. Mi bisabuelo, José Pascasio Martínez, pobre y humilde labrador, dejo allá en Cerinza hogar y sementera para asentar como soldado en el ejército libertador y luchar con las armas en los molinos de Bonza, en el Pantano de Vargas y en el Puente de Boyacá. Por cierto, que allí fue él quien cogió como prisionero al coronel Barreiro, jefe de las tropas realistas y no lo soltó aunque este lo halagaba con una bolsa llena de morrocotas.

Después de la guerra mi bisabuelo volvió a sus humildes trabajos y sus hijos vivieron y murieron pobres y necesitados. A cambio de dinero mi abuelo nos dejó a sus descendientes el ejemplo del cumplimiento del deber. Ejemplos como este (que no sabemos porque no se registran en los textos de historia patria) se podrían citar por miles en las filas de los trabajadores del campo.33

Como puede verse, el vínculo entre el autor de la carta y el héroe no se construye solo a través de la homonimia, sino también a través de la filiación. Esta última aparece como garantía de la identidad moral (y no simplemente nominal) entre ellos. De hecho, en el primer párrafo del fragmento citado, su autor aparece afirmando que los campesinos han heredado un conjunto de atributos de sus ancestros, entre los que sobresalen el "amor a Dios y a la patria" expresado en los sacrificios constantes soportados en función de ambos objetos. Así, el amor a la patria es puesto en el mismo plano que el amor a dios y asume la misma forma para expresarse: el sacrificio. Al fin y al cabo, la relación que "agricultores humildes" y "nobles señores" tienen con ambos objetos es una relación de filiación, se dice que son hijos de la patria del mismo modo en que puede afirmarse que todos son hijos de dios. Dios y la patria son, de hecho, dos posiciones desde los cuales los lectores del semanario son usualmente interpelados. Como resultado, la patria se insinúa como un objeto de adoración religiosa y las cargas cotidianas e históricas de los campesinos en expresión de su adoración hacia ella. En otra epístola publicada en el semanario, un padre campesino les dice a sus hijos:

El hombre tiene que engendrar hijos para el cielo y para la patria. Y yo sé que los campesinos podemos ofrecer a Dios y a Colombia hijos sanos. Los míos nacieron en este campo. Los llevé hasta el momento cuando comenzaron a caminar y les dije: 'estos cerros, este cielo, estos cultivos, vosotros y yo somos criaturas de Dios'. Luego les mostré en un día de fiesta nacional la bandera tricolor y les dije: Ese amarillo es la riqueza de Colombia, ese azul es el cielo que nos cubre y los que nos rodean, esa sangre es el rojo de quienes hicieron a Colombia; la sangre de nuestras venas debe estar pronta a juntarse con esa de la bandera. Si la patria os reclama para defenderse, debéis decir: 'Vamos ya'. Pero antes que todo ella nos pide que aumentemos su color amarillo, símbolo de su bienestar. Desde ahora debéis decir a la patria: todos los días en nuestro campo y con nuestros cultivos os haremos más rica. Qué más puede decir un hombre, ¿Existe otra obligación que amar a dios?'¿Hay otro deber que educar a los hijos para dios y para la patria?34

En la carta de Pascasio Martínez, el recuerdo del héroe campesino sirve para vincular al sector campesino con las gestas patrióticas, pero también para señalar que sus sacrificios no se han visto reconocidos. Su pretendido autor les recuerda a los "nobles señores" que las hazañas de su bisabuelo no aparecen registradas en los textos de historia patria y que los suyos siguen siendo pobres y necesitados. La carta prosigue con una expresión del sentimiento de dolor de los suyos ante su propia situación: "Por eso no deja de dolernos la triste situación en que nos encontramos", afirma. Esta es continuada con una lista de sus necesidades que (no por casualidad) se corresponde con el paquete de programas ofertados por el estado colombiano para el desarrollo del campo: tierra y escuela, seguida de infraestructura vial, insumos agrícolas y asistencia médica. Finalmente, el autor les reclama a sus interlocutores que los problemas de los campesinos son tratados con "indiferencia", "menosprecio" y "frialdad", pese a ser los miembros de la familia colombiana que llevan el peso más duro. Así, les recuerda su deuda pendiente con los campesinos "pobres e iletrados". Él está allí para recordar esa deuda, basado en la autoridad que la da su homonimia, su filiación y su identidad moral con el humilde héroe.

Pero las élites del país no son las únicas interpeladas. De forma oblicua, los campesinos son llamados a seguir el ejemplo del héroe agricultor: mostrarse dispuestos a asumir mayores faenas y privaciones que otros sectores sociales del país para cumplir su deber con la patria. De hecho, esta no es la única vez en que en el periodo contemplado (1958-1962) aparecen publicados textos en nombre de algún campesino en que el autor reivindica la gran capacidad de entrega y aguante de los campesinos, así como su profundo amor a la tierra, a la patria y a dios. En uno de los artículos aparece una descripción detallada del talante moral de los campesinos colombianos donde el autor también resulta ser un campesino. Entre sus atributos positivos destaca: "ser creadores silenciosos de la riqueza nacional", "resistir a toda clase de calamidades", "ser fuertes de alma y cuerpo", "pacientes", "resignados", "creyentes", "pacíficos", "tradicionales", "sencillos", "humildes", "prácticos" y "leales a la patria y a dios".35 Este tipo de autoevaluaciones solían usarse tanto para justificar las demandas de reconocimiento y atención de los campesinos, así como para indicarles el camino a seguir. La posibilidad de convertirse en sujetos de una demanda dirigida hacia otros ocurre a condición de hacerse ellos mismos destinatarios de nuevas demandas. Aunque los campesinos muestren que han cumplido cabalmente con sus obligaciones, sus deudas nunca aparecen saldadas. La continuidad entre los dos Pascasios Martínez (el héroe y el autor) es una forma de recordar la deuda que los "nobles señores" tendrían con los campesinos, pero también de renovar la que estos tendrían con dios y la patria.

Pero la deuda que los nobles señores de la patria tendrían con los campesinos no es, al menos en un primer plano, una deuda material sino moral. De acuerdo con la forma que toman sus voces en el semanario, lo que los campesinos reclamarían no es el pago en especie por los servicios prestados (y mucho menos la redistribución de la riqueza), sino el reconocimiento de los sacrificios asumidos a través de una actitud de franco interés por los problemas que los aquejan. Darles solución es una forma de saldar la deuda, pero solo en la medida en que ello reflejaría el interés de los nobles señores hacia sus hermanos más humildes. La apelación constante a los sentimientos de dolor no es un ingrediente insignificante, rasgo que, dicho sea de paso, está presente en varias cartas publicadas a nombre de los campesinos. Pascasio Martínez (autor) habría escrito que los suyos no sufren tanto por los pesos de la carga, sino por el menosprecio que reciben de sus hermanos más nobles. Él dice:

Dentro de la familia colombiana somos los que llevamos el trabajo más duro, pero esto no nos arredra; estamos acostumbrados a las duras faenas y a las privaciones. Lo que si nos duele (y al decir esto no creemos que ofendemos a nadie) es la indiferencia cuando no el menosprecio con el que se nos mira y la frialdad con que se trata nuestros problemas.36

Axel Honnet argumentó que muchas demandas por la redistribución de bienes incluyen también demandas por el reconocimiento. Los sujetos reclamarían no solo la satisfacción de sus necesidades materiales, sino también el reconocimiento de su lugar social expresado en el interés del otro por la satisfacción de esas necesidades.37 Independientemente de si se adopta o no esta postura analítica, lo cierto es que, en el semanario, los campesinos se muestran más aquejados por su desconocimiento como agentes sociales dignos de aprecio, que por la ausencia de bienes materiales para responder a sus necesidades. Así, la legitimidad de las sus demandas materiales aparece subordina a sus demandas de reconocimiento.

Más allá de estas cuestiones, lo que interesa destacar de esta apelación constante a los sentimientos es que localiza el vínculo social que conforma una comunidad política en una deuda moral y no en una transacción económica pactada entre sujetos racionales. Lo que se reclama a los nobles señores es su indiferencia, menosprecio y frialdad ante los campesinos, esto es, la debilidad de su vínculo afectivo con ellos, y no tan solo la resolución de sus problemas. Pascasio Martínez apela a los sentimientos y valores de los nobles señores, y no a sus intereses. Se remite al pasado como fuente de emociones y no al futuro como prospección de posibles ganancias y riesgos. De hecho, en la carta bajo su nombre, es el pasado lo que le da sentido a las peticiones de los campesinos, de modo que estas van más allá de la simple demanda para tomar la forma de un reclamo. Aunque ambos implican una petición, solo el último involucra un juicio sobre su destinatario. El reclamo implica la aceptación de una obligación preexistente que le abre las puertas a un juicio por incumplimiento. Para ponerlo en otros términos, Pascasio Martínez no solo dice "necesitamos", dice "nos deben lo que [como campesinos] necesitamos".

Pero adicionalmente, la deuda que mantendrían los nobles señores con los campesinos no resulta de una transacción directa entre ambas partes. En la carta, los sacrificios del héroe campesino no son presentados como trabajos por adelantado a los nobles señores a cambio de su futura protección, sino como actos de amor a dios y a la patria.38 De este modo, estos últimos cumplen el lugar del tercero que sirve de fuente última de las obligaciones de uno sectores sociales a otros.

Lo anterior se entiende mejor en relación con la tierra. En algunos artículos del semanario, la tierra es presentada como un don supremo que dios y la patria le brindan a los seres humanos, así como el medio a través del cual estos le expresan su amor a los primeros. Con frecuencia, a los campesinos se les recuerda lo que habrían recibido de la tierra: su sustento, su familia, su propia constitución física y moral. Al mismo tiempo, son permanentemente convocados a entregarse a las labores de la tierra, devolviéndole aquello que ella les ha entregado y cumpliendo con la misión encomendada por sus sagrados progenitores (la patria y dios). En una carta titulada: "Serás fiel al Campo. Esto dice un padre a su hijo que está en el cuartel",39 un campesino de edad mayor le recordaría a su hijo todo lo que él ha recibido del campo para luego exhortarlo a regresar a él. En otra carta, la tierra, dotada de voz propia, le recuerda a la mujer campesina lo que ha recibido de ella, le agradece por no abandonarla y le promete no abandonarla ella: "Soy la tierra que te vio nacer, en la que te hiciste mujer, en la que has encontrado amores, vida y trabajo. Nunca me has abandonado, y yo tampoco, nunca te abandonare" (figura 3).40

Los campesinos no son los únicos que tienen una deuda con la tierra. Otros sectores de la nación son llamados a entregarse a ella. Y como a los campesinos, también se les recuerda lo que la tierra les ha dado, solo que en este caso no se apela tanto a sus efectos sobre su bienestar personal, sino sobre el bienestar más amplio de la nación. Por ejemplo, se afirma que la tierra es la "fuente de riqueza material de la nación" y el ámbito en el cual los "beneficios del progreso se purifican para volver a la ciudad fortalecidos".41 Pero en el caso de estos otros sectores, el modo de responder a su deuda no es dedicarse a las labores del campo, sino participar en una campaña de extensión de los beneficios del progreso al campo bajo lo que denominan "el espíritu rural".

El 'espíritu rural' consiste en un gran amor a la tierra como madre fecunda de la Humanidad; en una estrecha y constante relación del hombre con la naturaleza; en un sentido de continua preocupación por los suelos que nos sustentan, de abierta simpatía hacia quienes la trabajan, de intensa afición hacia los campos.42

De este modo, todos están, a su manera, en deuda con y a través de la tierra y, por intermediación de ella, con la patria y con dios. Pero el modo de responder a esa deuda varía dependiendo del lugar de cada quien en la estructura social. Así, a cada sector le es asignada una obligación específica que se constituye en la condición de futuros reclamos. El sentido de las acciones no depende únicamente de su potencial utilidad sino de que, mediante ellas, las personas y las cosas cumplan con su respectiva misión.

La clase campesina tiene la misión de hacer producir la tierra y de mantener, sin interrupción, el potencial demográfico que sostiene y salvaguardia la vida de la nación. Pero esta función no podrá cumplirse si las otras clases sociales no dan al hombre del aro [sic] la posibilidad de cambio y crédito que requiere la explotación del suelo; si las clases campesinas no pueden orientar hacia otros ambientes sociales el excedente de su natalidad; y si en fin, el campesino está imposibilitado para cambiar algunos de sus productos por otros bienes superiores de salud, de justicia, de cultura que han de proporcionarle quienes tienen a su vez una misión de este género en el conjunto social: los médicos, los magistrados, los educadores.43

Lo que aquí interesa resaltar es la necesidad de responder a esa deuda, o a la misión encomendada a cada uno, lo que vincula a los diferentes sectores sociales de la nación. La consecuencia de ello es que el bienestar de los campesinos no resulta un fin en sí mismo, sino un medio a través del cual otros sectores sociales cumplen con sus obligaciones. Los miembros del cuerpo social están vinculados a otros a través de cadena de deudas que va de aquellos que se encuentran localizados en posiciones de privilegio a aquellas que no lo están. Los dirigentes se deben al pueblo, los ricos a los pobres, los ilustrados a analfabetas, los habitantes de ciudades y pueblos a los de las zonas rurales, los que realizan actividades intelectuales a los que realizan actividades manuales... y así.

No hay, por lo tanto, una narrativa en la cual la comunidad política resulta de un pacto social entre iguales, sino del vínculo moral bajo la forma de una deuda contraída con un tercer elemento: la tierra. De hecho, en un artículo que promovía la colonización de tierras baldías, se insistía en que el fracaso de muchas empresas colonizadoras en el país era el resultado de su carencia de "conciencia comunitaria". Para explicar lo que esta conciencia implicaba, se ponía como ejemplo la colonización española, presentada como la empresa de su tipo de mayor éxito en el territorio de la patria y como el proceso que dio origen a la nación. Se decía:

Allí, en unión de propósitos, sentimientos y facilidades en los medios de vida, campesinos y dirigentes luchaban no solo por el lucro o por la producción, ya que sin comercio esto era inútil; la lucha consistía en la vinculación del hombre a la tierra.44

Así, lo que hacía de tal empresa ejemplo de "conciencia comunitaria" es que sus protagonistas buscaban vincularse a la tierra. Es este vínculo, entonces, la condición del éxito de cualquier empresa agrícola y, más allá, de la existencia misma de la nación (figura 4).

La múltiple llamada al campesino

Es evidente el uso de la retórica cristiana en el semanario. Muchas imágenes, expresiones, narrativas y géneros discursivos utilizados en el periodo tienen origen católico, de modo que sus lectores pudieron sentirse no muy distantes de lo que podían escuchar en las misas dominicales de su parroquia. Más allá, El Campesino ayudó a movilizar los valores y creencias católicos en un momento en que la iglesia católica veía amenazada su hegemonía sobre los sectores rurales, entre otros factores, por el avance del comunismo en la región. Incluso, algunas secciones del semanario estaban dirigidas a difundir los preceptos de la religión católica, permitiendo que el evangelio y los sermones del párroco se propagaran más allá de las puertas del templo.45 Además, el semanario ayudó a la difusión de la doctrina social de la iglesia, lo que se evidenció en las posturas que se fijaron en el mismo frente a temas como el comunismo, el desarrollo, la democracia, la propiedad privada y las clases sociales.46

Pero la retórica cristiana no solo sirvió para movilizar un discurso católico. Como se evidencia en la carta atribuida a Pascasio Martínez, un discurso patriótico con tintes cívicos y nacionalistas también fue movilizado a través suyo. Allí, la patria aparece como objeto de una adoración semejante a dios. Adicionalmente, como se ve en los ejemplos del segmento anterior, lo que enlaza a los diferentes sectores de la nación colombiana entre sí y define su lugar dentro de ella no es su propia voluntad, sino la voluntad divina que le antecede. Al respeto, cabe recordar que la doctrina social de la iglesia no negaba la existencia de las clases sociales, pero estas se interpretaron no tanto como el fruto de relaciones estructurales marcadas por la desigualdad, sino como la expresión de una voluntad divina que se encarna en el orden social. Según dicha doctrina, las clases sociales debían tener una relación de complementariedad y mutuo apoyo, y no de oposición y confrontación que pongan en amenaza el orden social.47 De hecho, el ejercicio de la ciudadanía no se comprendió por fuera de las funciones que habrían sido asignadas a cada sector por la voluntad divina. En el caso de los campesinos, incluso los objetos que hoy concebimos desde el lenguaje de los derechos (la educación, la salud, la participación política, etc.) solían presentarse como deberes cuyo cumplimiento era requerido en su calidad de hijos de dios y de la patria. Así, por ejemplo, en una nota del 21 de diciembre del año de 1961, se decía:

Quieres saber si eres un buen campesino: el buen campesino sabe que su vida en el campo es la voluntad de dios; procura ser útil a su vecinos; ve en su parroquia la gran familia de Cristo, y en su municipio el mejor lugar para ayudar a la patria; cuida su tierra; mejora su vivienda porque en ella habitan hijos de dios y servidores de la patria; procura instruirse más cada día.48

Al mismo tiempo, la retórica católica ayudó a movilizar el discurso del desarrollo que (dicho sea de paso) bebe de ella desde su mismo origen.49 Como se dijo, El Campesino surgió en un momento crucial de las relaciones de Colombia y otros países Latinoamericanos con el gobierno de EE.UU, como lo fue la gestación de la Alianza para el Progreso. Si bien sería equivocado afirmar que con ella nació el discurso del desarrollo,50 es innegable que influyó de manera significativa en su difusión.51 Como se dijo, la ACPO apoyó muchos de los propósitos de la Alianza e, incluso, pudo haber influido en su formulación.52 Como sea, existieron muchas coincidencias entre el modelo de desarrollo rural que promovía la ACPO y el de la Alianza. En ambos casos se promovió la tecnificación de la agricultura, el aumento de la productividad, el mejoramiento de los "niveles de vida" de la poblaciónrural, y la adopción generalizada de la educación y los valores culturales modernos.53

Más allá, los modos esperados de "ser" campesino establecidos en el semanario respondían al ideal de sujeto que reclamaba el desarrollo: un sujeto activo y con ganas de superarse. Ese ideal se anudó a una narrativa según la cual la búsqueda del desarrollo se presentó como una forma de buscar el perfeccionamiento del hombre, como vía para su redención y salvación.54 Todos los sectores estaban impelidos a participar de esa gran empresa en favor del desarrollo, que implicaba una forma de cumplimiento del deber con la patria y con dios. El mensaje enviado a los campesinos fue que, como hijos de dios, debían buscar, por todos los medios, su propio mejoramiento y el de su entorno. Para ello, debían iniciar un proceso de instrucción que cualificara su trabajo y aumentara su producción mediante el uso de la técnica.

La profesión agrícola es el cumplimiento de una misión sagrada que consiste en obrar el bien para la elevación de sí mismos y de los demás, como una contribución de los agricultores a la civilización humana.

Porque los agricultores han sido llamados a este estado de vida por un especial designio de dios y porque también los trabajos rurales son un aporte a la civilización y al bien de los demás hombres. Cada hombre del campo debe tener en gran estima su vocación a la agricultura y debe procurar ejercer este oficio con el interés de conseguir su bienestar temporal y ayudar al bien de los demás y a la civilización de Colombia.

[...] Todo hombre del campo debe estar bien instruido para ser buen agricultor, buen ciudadano y buen cristiano.55

La convergencia señalada entre el discurso católico, patriótico y desarrollista bajo la envoltura de la retórica cristiana se expresó en las otras formas de interpelación de las que fueron objeto los principales destinatarios del semanario. A lo largo del semanario, quienes son interpelados como campesinos lo son también como cristianos, como ciudadanos colombianos y como trabajadores agrícolas. De este modo, un mismo individuo era objeto de múltiples interpelaciones, cuyos encadenamientos, vale aclarar, no son estables. Por ejemplo, un campesino podía ser interpelado a la vez como cristiano y patriota, poniendo las dos funciones en el mismo nivel. O, podía ser llamado a dedicarse a las labores de la tierra para ser un buen trabajador y, de este modo, un buen ciudadano colombiano y, por esta vía, un buen cristiano, formando así una cadena jerárquica entre las diferentes formas de interpelación. En este caso, su condición de discípulo de dios aseguraba su actuación como ciudadano colombiano y esta como trabajador. También podía ocurrir en el orden inverso, de modo que el actuar como cristiano aparecía como una forma de ser buen colombiano, convirtiendo el catolicismo en componente de la nacionalidad (y no a la inversa). Así, en otro artículo sobre los deberes contraídos por los colombianos, se afirmaba: "El ser colombiano nos obliga a ser buenos trabajadores, buenos ciudadanos y buenos católicos".56

Cualquiera que sea el caso, una consecuencia es que, si bien el discurso católico aparece como un puente a través del cual movilizar otros discursos, estos terminan fortaleciendo al primero. El discurso cristiano, el patriota y desarrollista se fortalecen entre sí mediante su convergencia en un solo llamado. Si se retorna al asunto de la deuda moral, una consecuencia importante es que el mismo acto es reclamado por múltiples sujetos; una misma deuda reclamada por múltiples acreedores. Hay aquí un ejemplo de sobredeterminación, en el sentido en que el objeto de la demanda, se inscribe al mismo tiempo dentro de varias cadenas de significación.57 Desconocer el llamado se hacía entonces más costoso por un principio económico. Si un campesino, por ejemplo, hacía lo que le decían debía hacer: trabajar la tierra, instruirse, organizarse, etc. cumplía simultáneamente como cristiano, ciudadano colombiano y trabajador rural, respondiendo, a su manera, a lo que el discurso católico, patriótico y desarrollistas le reclamaban. Pero si, por el contrario, faltaba a su deuda, su peso moral se multiplicaba. Por tanto, el campesino debía ser al mismo tiempo (y necesariamente) buen cristiano, buen trabajador y buen patriota.

Esfera pública, representación y la conformación de sujetos políticos

El Campesino (según se argumentó) hizo las veces de esfera pública. Esto en la medida que fue presentado como un espacio de circulación de discursos dirigidos a y en nombre de los campesinos colombianos en un diálogo escenificado con otros sectores de la nación. Esta última, por su parte, fue presentada como la gran familia colombiana, conformada por una comunidad de escribientes/lectores que ocupaban determinadas posiciones, hablaban en ciertas direcciones y haciendo uso de determinados lenguajes. Tal imagen, no solo naturalizó las relaciones existentes, también buscó recrear esas relaciones y a los sujetos ligados a través de ellas.

Nancy Fraser señala que la esfera pública constituye un espacio de interacción discursiva en torno a asuntos de interés común.58 Pero, a diferencia de Habermas, no considera que allí se suspendan las relaciones de desigualdad entre los interlocutores, sino que constituye un ámbito de su reproducción.59 Una manera en que esto ocurre es a través de la regulación de las interacciones discursivas en su interior, gobernadas por protocolos de estilo y decoro ligados a ciertas concepciones de neutralidad, objetividad y racionalidad que son, en sí mismos, formas de producir distinción. Según Fraser, tales protocolos sirven para marginar de forma velada a determinados sectores sociales e impedir que participen como iguales.60 Pero no todas las esferas públicas imponen un único protocolo de comunicación. También pueden imponerse diferentes protocolos a aquellos que son admitidos, los cuales resaltan las marcas de su lugar social en vez de pretender neutralizarlas. Al menos esto es lo que ocurría con El Campesino, algunos hablan desde el palco y otros desde el gallinero, y su propia habla llevaba las marcas de esos lugares como condición para ser escuchada.

Pero la aparente polifonía del semanario no es un correlato de su carácter incluyente. Aunque El Campesino fue representado como una puerta de entrada a un sector usualmente marginado de la esfera pública oficial colombiana, fue a condición de tratar de imponer a quienes se identificaban como "campesinos" un modo aceptable de hablar de acuerdo con la voz asignada en sus páginas a quienes quedaban cubiertos por esa categoría. En esta medida, más que un simple medio de expresión de una voz campesina, funcionó como un recurso para intentar producirla a través de un ejercicio de representación.

A quienes se reconocieron como "campesinos" se les dijo que podían hablar, pero que su voz debía fluir hacia arriba (y no hacia los lados), movilizando cierto tipo de demandas englobadas bajo la noción de "desarrollo integral" (educación, inversión en infraestructura, asistencia técnica, créditos, acceso a la tierra no ocupada, etc.). Se les informó que podían hacer demandas, pero bajo la forma de un humilde reclamo y no bajo la de una exigencia, y que aquella tenían su fundamento, no en un pacto social entre iguales, sino en la deuda que cada quien tenían con su propia fuente superior de existencia: la tierra, la patria y dios. Deuda que solo podía ser saldada mediante la intermediación de otros miembros del cuerpo social. Se les dijo: "pueden hablar", pero siempre y cuando no pretendieran desplazarse del "humilde" pero "importante" lugar que dios y la patria les había asignado. Esto es, siempre y cuando atendieran al llamado simultaneo a ser buenos trabajadores, buenos ciudadanos y buenos cristianos.

Refiriéndose al lugar de la representación en la política, Laclau afirmó que esta es el terreno de constitución de las identidades políticas y no simplemente la expresión de una voluntad anterior.61 Esta esta medida, al pretender hablar en nombre de los campesinos de Colombia, el semanario pretendió definir la configuración del campesinado como un sector político singular de la nación. No obstante, como el mismo Laclau sugiere, la eficacia de cualquier ejercicio de representación descansa en un proceso de identificación,62 proceso que, cabe señalar, no está garantizado. Este depende de un trabajo de articulación ideológica a través del discurso. Así, lo que tenemos es un intento de reorganización y reorientación de elementos preexistentes en un nuevo discurso, en una nueva voz. Una invención supeditada a una distorsión.

En consecuencia, si bien sería un error afirmar que la voz dada a los campesinos en el semanario es una extensión de quienes fueron cobijados por esa categoría, también lo sería asumir que se trata de una voz totalmente falseada. Aunque en el semanario abundan los ejemplos de nombres y voces evidentemente ficticios, en la mayoría de los casos, su carácter real o ficcional resulta indiscernible, como ocurre con la carta de Pascasio Martínez. Pero incluso en los casos en que el autor es evidentemente ficticio, la construcción del personaje y su voz no surgió de la nada. Como se dijo, El Campesino se alimentó de las experiencias de trabajo e investigación de sacerdotes, pedagogos y sociólogos con población campesina, cuyos imaginarios sobre el mundo rural ayudaron a darle una tonalidad más o menos reconocible a las voces campesinas.

Pero no solo la voz hecha a nombre de los campesinos fue elaborada de modo tal que tuviera resonancias dentro de un público campesino. Muchos textos del semanario no tienen un autor visible, pero la voz que habla lo hace desde formas que para muchos podrían resultar próximas, reconocibles. Así, quienes accedían a sus contenidos eran interpelados desde un lugar inscrito en el horizonte de experiencias de los mismos campesinos. Esto ocurría con la voz del párroco. Esta no solo estaba presente en los textos a nombre de miembros del clero, sino también en muchos otros casos. De este modo, su voz podía confundirse con la del semanario y las de quienes parecían hablar a través suyo. Como el párroco, dicha voz anónima les recordaba a quienes eran interpelados como campesinos que la fuente de su existencia (sea la tierra, sea dios o sea la patria) les demanda sacrificios y les promete que estos serán finalmente recompensados.

Al fin podemos decir que ha llegado al disperso campesinado colombiano la buena nueva de la civilización y que se le está demostrando que Colombia se preocupa por él. La voz de la patria le habla a través de su receptor y del semanario y ha dejado de ser un simple pedazo de paisaje. Surgió al fin un sistema para satisfacer las necesidades del pueblo agricultor, portador de la educación fundamental, máximo esfuerzo que los gobiernos contemporáneos hacen en un mundo desvertebrado por la marcha vertiginosa de la ciencia y el progreso. Monseñor Salcedo abordó el problema y encontró la solución local sin saber que abriría el camino por el que seguirían números países subdesarrollados. Ayudado por la onda que penetra a todas partes, extendió su acción caritativa hasta los más apartados riñones. No trajo al campesino pobre hasta él, sino que fue hasta su choza rústica para impartirle educación, para liberarlo de sus dolores y del frío del olvido en que la indiferencia colectiva lo había situado.63

La cita anterior, finalmente, permite señalar una última cuestión. Todo proceso de interpelación está tanto política como culturalmente mediado, y su efectividad depende de ese proceso de mediación. Esto implica también asumir que, pese a los buenos oficios de sus editores, los discursos que circularon en el semanario no fueron sin más incorporados. Cualquier afirmación seria al respecto implica mover la atención más allá de las márgenes del semanario, lo que desborda los objetivos de este artículo y el alcance de nuestra investigación al respecto. No obstante, los primeros pasos en esa dirección, expresados en un grupo de entrevistas hechas en los dos últimos años a líderes campesinos ligados a la distribución del semanario en diferentes municipios de la zona andina de Nariño durante la década de 1960 y 1970, han mostrado que, para muchos de ellos, la ACPO constituye un hito en su proceso de formación como líderes sociales, mientras que El Campesino los estimuló a adoptar nuevas prácticas organizativas, productivas y de cuidado, tanto del cuerpo como de la vivienda.

Sin embargo, esas mismas entrevistas también enseñan que todas las reivindicaciones formuladas en nombre de una identidad campesina por esos mismos líderes, no han respondido en el largo plazo a las orientaciones del semanario. Vinculados posteriormente a diferentes organizaciones campesinas presentes en la región, también han contestado algunos elementos de los discursos desarrollistas, cristiano e patriótico que atravesaron el semanario. Esto se explica tanto por los límites de este periódico para asumir una representación efectiva de la voz campesina, como por el hecho de que, durante y después del periodo estudiado, su conformación de esa voz ha sido un terreno de amplias disputas que han involucrado a diferentes actores sociales, incluidos quienes se han reconocido como campesinos. Sin duda, varias investigaciones en curso sobre El Campesino y los procesos de organización campesina en los últimos 50 años ayudaran a evaluar el alcance de nuestras reflexiones.


Notas

1 "El único orgullo de mi vida", El Campesino [Bogotá] 21 dic. 1961: 6.
2 Sobre las fuentes de este concepto, ver: Antonio Gramsci, Los cuadernos de la Cárcel, vol. iv (México: Ediciones Era, 1986) 232 y ss. Para una mirada de la hegemonía como articulación ideológica, ver: Chantal Mouffe, "Hegemonía e ideología en Gramscí", Antonio Gramscí y la realidad colombiana, ed. Hernán Suárez (Bogotá: Foro Nacional por Colombia, 1991) 167-225. Sobre la hegemonía como regulación de las formas y lenguajes de lucha ver también: William Roseberry, "Hegemonía y lenguaje contencioso", Aspectos cotidianos de la formación del estado. La revolución y la negociación del mando en el México moderno, eds. Gilbert M. y Daniel Nugent Joseph (México: Era, 2002) 213-226. Finalmente, con respecto a la dimensión orgánica de la hegemonía, ver: Kate Creham, Gramsci, cultura y antropología(Barcelona: Bellaterra, 2004) 149-181; y Álvaro Bianchi, O laboratório de Gramsci: filosofia, história y política (São Paulo: Alameda, 2008) 123-170.
3 La ACPO recibió financiación estatal entre 1954 y 1974 para el sostenimiento de Institutos Campesinos y la producción de materiales pedagógicos e programas radiales. Hernando Bernal Alarcón, ACPO, Radio Sutatenza. De la realidad a la utopía (Bogotá: Fundación Cultural Javeriana, 2005) 46.
4 Sobre los orígenes de la ACPO, ver: Bernal, ACPO 43 y ss.; Juan Braun, Comunicación, educación no formal y desarrollo nacional: las radio escuelas colombianas (Bogotá: Editorial Andes, 1976); Stefan Musto, Los medios de comunicación social al servicio del desarrollo rural: análisis de eficiencia de Acción Cultural Popular-Radio Sutatenza (Bogotá: Editorial Andes, 1971).
5 Silvia Rivera Cusicanqui, Política e ideología en el movimiento campesino colombiano, el caso de la ANUC (Bogotá: CINEP, 1982) 30 y ss.; y Gonzalo Sánchez, "Rehabilitación y violencia bajo el Frente Nacional", Análisis Político 4 (1988): 26-53.
6 León Zamocs, "Transformaciones agrarias y luchas campesinas en Colombia: Un balance retrospectivo (1950-1990)", Análisis político (1992): 43.
7 La Alianza para el Progreso fue un pacto establecido en Punta del Este (1961) entre el gobierno de los EE.UU, y los países latinoamericanos, exceptuando Cuba, en que estos se comprometían a realizar reformas políticas, económicas y sociales a cambio de ayuda técnica y financiera estadounidense.
8 Absalón Machado, "La Reforma Agraria en la Alianza para el Progreso", Seminario Internacional 50 años de la Alianza para el Progreso en Colombia, Bogotá, 7, 8 y 9 de sep. de 2011 y Marcela Rojas, "La Alianza para el Progreso de Colombia", Análisis Político 70 (2010): 91-124.
9 Sobre el discurso del desarrollo y su influencia en Colombia, ver los trabajos de Arturo Escobar, La invención del Tercer Mundo construcción y deconstrucción del desarrollo (Bogotá: Editorial Norma, 1998) y "La invención del desarrollo en Colombia", Lecturas de Economía 20 (1986): 9-35; y el de Juan Carlos Restrepo, "El desarrollo en Colombia: historia de una hegemonía discursiva", Revista Lasallista de Investigación 1.1 (2004): 27-36.
10 Así fue expresado en el "libro azul", donde los sacerdotes y sociólogos François Houtart y Gustavo Pérez fijaron los lineamientos filosóficos de la ACPO. Francois Houtart y Gustavo Pérez, Acción Cultural Popular sus principios y medios de acción (Bogotá: CINEP, 1960) 37.
11 Houtart y Pérez 37.
12 José Arturo Rojas, "El Campesino: Un semanario al servicio y a la defensa de los campesinos de Colombia", Boletín Cultural y Bibliográfico 46.82 (2012): 134.
13 Bernal, ACPO 28.
14 Un ejemplo es el género epistolar, cuyo uso fue promovido por la misma ACPO a través del intercambio de un alto volumen de cartas con integrantes de las escuelas radiofónicas. Sobre el tema, ver: Aura Hurtado, "La cultura escrita en las sociedades campesinas: la experiencia de Radio Sutatenza en el suroccidente colombiano", Boletín Cultural y Bibliográfico XLVI. 82 (2012) 69-128; y J.A. Rojas 142.
15 Esto ocurrió, por ejemplo, dentro de la sesión "La crónicas de Cerro Grande".
16 Bernal, ACPO 29.
17 Entrevista a Hernando Bernal Alarcón sobre el surgimiento del semanario El Campesino realizada por María José Acevedo y Soraya Maite Yie Garzón, Bogotá, 18 de mar. del 2013.
18 La ACPO contó con una Dirección de Sociología encargada de hacer investigaciones sobre las sociedades rurales y el impacto de la ACPO. Bernal "Entrevista".
19 Se apela aquí a la noción althusseriana de "actos de interpelación ideológica", la cual bebe de la teoría lacaniana. Según esta, es en el proceso de identificación con el significante donde se gesta una nueva instancia psíquica, un nuevo sujeto. Juan David Nasio, Enseñanza de siete conceptos cruciales de psicoanalisis (Barcelona: Gedisa, 1996) 138. Siguiendo un esquema similar, Althusser planteó que nacemos a la vida como sujetos en el momento mismo en que nos reconocemos como un objeto de un llamado. Luis Althusser, Ideología y aparatos ideológicos del estado (Buenos Aires: Nueva Visión, 2003) 52. Esto implicaría, como expone Stuart Hall, que los discursos ideológicos mismos constituyen a cada quien como sujeto del discurso. Todos están, dice él, "llamados o convocados por las ideologías como sus autores, [como] su sujeto esencial" Stuart Hall, Sin garantías: trayectorias y problemáticas en los estudios culturales (Popayán: Envión Editores / Instituto de Estudios Peruanos / Instituto Pensar / Universidad Andina Simón Bolívar, 2010) 205. Al final del texto se ubica una reflexión sobre los alcances de tales procesos de identificación/reconocimiento.
20 José Pascasio Martínez, "Carta de un campesino a Colombia", El Campesino [Bogotá] 29 de jun. de 1958: 3.
21 Hall 205.
22 Al hablar de "ideología" no apelamos a su definición como "falsa conciencia" o como "reflejo de las condiciones materiales de existencia". Hacemos referencia a una concepción alternativa presente en los escritos de Gramsci donde esta asume un carácter orgánico (esto es, productivo), material y, por tanto, no diferenciable más que en un plano analítico de la estructura de relaciones sociales de producción e intercambio. Al respecto, ver las obras ya citadas de Crehan y Biachi.
23 Absalón Machado, La reforma agraria: una deuda social y política (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia / Centro de Investigaciones para el Desarrollo —CID—, 2009)
24 De hecho, recibió apoyo financiero del gobierno y de agencias de cooperación norteamericana como la aid, de la onu y de bancas multilaterales de desarrollo como el bid y el Banco Mundial, instituciones ligadas con la implementación de políticas de desarrollo rural. José Eduardo Rueda Enciso, "Acción Cultural Popular. Sutatenza, Boyacá", Revista Credencial Historia 118 (1999).
25 Así fue expresado, por ejemplo, en el discurso del padre José Ramón Sabogal durante la visita del presidente Lleras Camargo a Sutatenza. "La visita del Sr. Presidente a Sutatenza. Discursos del Reverendo Padre José Ramón Sabogal", El Campesino [Bogotá] 1 de mar. De 1959: 10-11.
26 "El pueblo es el ejecutor de la Alianza para el Progreso", El Campesino [Bogotá] 18 de mar. de 1962: 14.
27 Rojas.
28 "Para realizar una reforma agraria integral necesitamos primero una reforma de la mente", El Campesino [Bogotá] 9 de jul. de 1961: 6.
29 Ver, por ejemplo, el artículo "Ante la gravedad del problema rural colombiano, ninguna persona, ninguna clase social puede ser indiferente", El Campesino [Bogotá] 3 de sep. de 1961: 6.
30 El Campesino, [Bogotá] 21 de jun. de 1959: 9.
31 Jesús M. Henao y Gerardo Arrubla, Historia de Colombia para la enseñanza secundaria, tomo II (Bogotá: Librería Colombiana, 1920) 384.
32 Amada Carolina Pérez, " La Independencia como gesta heroica en el continuo histórico nacional. La densidad de una representación. Colombia, 1880 - 1909", Las historias de un grito. Doscientos años de ser colombianos (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, 2010) 97.
33 "Carta de un campesino..." 4.
34 "El único orgullo de mi vida", El Campesino [Bogotá] 21 de dic. de 1961: 6.
35 "Cara y sello de los campesinos", El Campesino [Bogotá] 9 de nov. de 1958: 6.
36 "Carta de un campesino..." 4.
37 Para una discusión sobre el tema ver Axel Honnet, La lucha por el reconocimiento: por una gramática moral de los conflictos sociales (Barcelona: Crítica, 1997) y Axel Honnet y Nancy Fraser. Redistribution or Recognition? A Political-Philosophical Exchange (Nueva York, Londres: Verso, 2003).
38 Por ejemplo, no se cuenta que fue Bolívar quien le propuso al joven campesino vincularse al ejército patriota, lo que habría sido oportunidad para recordar las promesas que las élites criollas independentistas les hicieron al pueblo para convencerlo de participar en la guerra, y así ubicar el origen de la deuda en una especie de alianza entre sectores sociales, en un contrato, que aparezca entonces como fundamento de la comunidad política.
39 "Serás fiel al Campo", El Campesino [Bogotá] 13 de jul. de 1958: 3.
40 "Mujer: el campo te habla", El Campesino [Bogotá] 8 de mar. de 1959: 8, 9.
41 José Aragón Montejo, "El espíritu rural", El Campesino [Bogotá] 3 de ago. de 1958: 3.
42 Aragón 3.
43 "Restauración social del campesinado", El Campesino [Bogotá] 4 de ene. de 1959: 3.
44 "Imposible la colonización sin una conciencia comunitaria", El Campesino [Bogotá] 10 de ago. 1958: 3. Destacado agregado.
45 La tercera página era usualmente destinada a este fin, la cual solía incluir un fragmento comentado del evangelio, el sermón, una parte denominada "mediaciones campesinas" y otra "Durante la semana piensa" ligada a la promoción de las creencias y valores católicos.
46 Para un análisis detallado ver: María José Acevedo, "La alfabetización como base para la transformación campesina: Funciones atribuidas a la alfabetización en relación con la transformación del campesino en el proyecto emprendido por Acción Cultural Popular, 1958-1962", Trabajo de grado en Antropología (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2014).
47 Jean-Yves Calvez, La enseñanza social de la iglesia: la economía, el hombre y la sociedad (Barcelona: Herder, 1991) 223.
48 El Campesino [Bogotá] 21 de dic. de 1961: 11
49 Escobar 54.
50 De hecho, en los años siguientes a la II Guerra Mundial surgió una nueva rama de la ciencia económica conocida como "economía del desarrollo", que promovía la generación de cambios estructurales con un alto grado de intervención estatal. Su impacto se hizo explícito con la llegada de las misiones económicas que visitaron al país para formular un programa general de desarrollo: la Misión del birf (194950); la Misión de la cepal (1954-57) y la Misión de Economía y Humanismo del sacerdote dominico y sociólogo francés Luis Joseph Lebret (1954-58). Esta última, en particular, tuvo gran influencia sobre la ACPO, lo que se hizo explícito en varios artículos del semanario. Acevedo 15.
51 Escobar 176.
52 Bernal, "Entrevista...".
53 Para el caso de la Alianza para el Progreso, ver: M. Rojas, "La Alianza..." 94-96.
54 Acevedo 57.
55 "Los agricultores no son inferiores a los demás", El Campesino [Bogotá] 17 de sep. de 1961: 19.
56 "Qué bueno ser colombiano", El Campesino [Bogotá] 24 de sep. 1961: 19.
57 Hall 218.
58 Nancy Fraser, Justicia interrupta: reflexiones críticas desde la posición postsocialista (Bogotá: Siglo de Hombres / Universidad de los Andes, 1997) 97.
59 Fraser 100.
60 Fraser 109.
61 Ernesto Laclau, La razón populista (México: Fondo de cultura Económica, 2006) 199.
62 Laclau 201 y ss.
63 "Fe democrática y convicción religiosa defienden a Colombia", El Campesino [Bogotá] 23 de abr. de 1961: 19.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Publicaciones periódicas

Periódicos.

El Campesino [Bogotá] 1958-1962.         [ Links ]

Entrevistas

Entrevista a Hernando Bernal Alarcón sobre el surgimiento del semanario El Campesino, realizada por María José Acevedo y Soraya Maite Yie Garzón, Bogotá, 18 de mar. del 2013.         [ Links ]

II. Fuentes secundarias

Acevedo, María José. "La alfabetización como base para la transformación campesina: Funciones atribuidas a la alfabetización en relación con la transformación del campesino en el proyecto emprendido por Acción Cultural Popular, 1958-1962". Trabajo de grado en Antropología, Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2014.         [ Links ]

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