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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.43 no.1 Bogotá Jan./June 2016

https://doi.org/10.15446/achsc.v43n1.55069 

DOI: 10.15446/achsc.v43n1.55069

Sexualidades marginalizadas: un acercamiento a la zona de tolerancia en Cali, 1960-1970

Marginalized Sexualities: an Approach to Cali's Red Light District from 1960-1970

Sexualidades marginalizadas: uma aproximação à zona de tolerância em Cali, 1960-1970

DIANA CAROLINA GUTIÉRREZ RAMÍREZ*
Universidad de las Américas
Quito, Ecuador

JOSEPH RODRIGO MEJÍA AMA**
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales —FLACSO—
Quito, Ecuador

* muy_caro@yahoo.es
** mejoro16@hotmail.com

Artículo de investigación.
Recepción: 29 de abril de 2015. Aprobación: 1 de julio de 2015.

Cómo citar este artículo:
Diana Carolina Gutiérrez Ramírez y Joseph Rodrigo Mejía Ama, "Sexualidades marginalizadas: un acercamiento a la zona de tolerancia en Cali, 1960-1970", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 43.1 (2016): 203-231.


Resumen

Interesa al presente artículo la zona de tolerancia como receptáculo de sexualidades marginalizadas en el que pululan prácticas, sujetos e imaginarios anormales, inmorales y transgresores a la norma sexual en la ciudad de Cali, entre 1960 y 1970. A partir de lo anterior se posibilitará un acercamiento al Estado como ejecutor de poder y a la zona como un lugar donde habita, vive y existe la diferencia. Teniendo presentes las dinámicas típicas de este espacio, se prestará atención a la forma como este lugar se convirtió en el sitio idóneo de venta y circulación del mercado pornográfico de la época. Esto con el fin de comprender el surgimiento y popularización de la narrativa pornográfica del escritor caleño Hernán Hoyos. En ese momento se realizará una lectura sobre los imaginarios y lugares comunes que se configuran en la obra de este autor. Por último, se intentará comprender al libro pornográfico, y las realidades que allí se tejen, como elemento configurador de la cultura popular.

Palabras clave: espacio urbano, pornografía, sexualidad, cultura popular, zona de tolerancia, Hernán Hoyos.


Abstract

This article deals with the red light district as an attraction to marginalized sexualities, with an abundance of practices, imaginary abnormal/immoral fellows, offenders of the sexual norms of the city of Cali between the years 1960 and 1970. The foregoing will facilitate an approach to the State as executor of power, and to the district where the difference dwells, lives and exists. Bearing in mind the typical dynamics of this area, special attention will be given to how it became the ideal venue for the sale and circulation of the pornographic market of the time. And understand the rise and widespread fame of Cali's writer Hernán Hoyos' pornographic narrative. At that time, a reading will take place about the imaginary and common places found in the work of the author. Lastly, an effort will be made to comprehend the pornographic book and the situations described therein as a structural element of the popular culture.

Keywords: urban space, pornography, sexuality, popular culture, red district, Hernán Hoyos.


Resumo

Interessa ao presente artigo a zona de tolerância como receptáculo de sexualidades marginalizadas no qual abundam práticas, sujeitos e imaginários anormais, imorais e transgressores da norma sexual na cidade de Cali (Colômbia), entre 1960 e 1970. Isso permitirá uma aproximação ao Estado como executor de poder e à zona como um lugar em que habita, vive e existe a diferença. Levando em consideração as dinâmicas típicas desse espaço, será dada atenção à forma como esse lugar se transformou no lugar idôneo de venda e circulação do mercado pornográfico da época. Com isso, pretende-se compreender o surgimento e a popularização da narrativa pornográfica do escritor natural de Cali Hernán Hoyos. Nesse momento, será realizada uma leitura sobre os imaginários e os lugares comuns que se configuram na obra desse autor. Por último, tentaremos compreender o livro pornográfico, e as realidades que ali são tecidas, como elemento estruturador da cultura popular.

Palavras-chave: espaço urbano, pornografia, sexualidade, cultura popular, zona de tolerância, Hernán Hoyos.


Introducción

En Cali la década de 1960 es de gran relevancia, desde distintos puntos de vista. El auge migratorio y el crecimiento industrial generaron un gran incremento demográfico. Al no contar con la infraestructura suficiente, las poblaciones migrantes habitaron la periferia y el centro de la ciudad. Nunca la ciudad había tenido un periodo de crecimiento tan acelerado. En la década de 1960 y durante los primeros años de la década siguiente se anexaron a la ciudad 2.860 hectáreas en el norte, sur y oriente; el área urbana había pasado entre 1960 y 1970 de 3.493 a 6.353 hectáreas.

Como consecuencia, las costumbres de los migrantes recién llegados a la ciudad se complementaron con el imaginario de los habitantes de los barrios populares. En el marco de esta reconfiguración del habitar, del disfrute, y del vivir, la ciudad experimenta en la época un relajamiento de las costumbres.1 Se trata entonces, desde esta perspectiva, de una "pérdida" de las costumbres cristianas que se habían perpetrado desde finales de la década de 1940, debido al éxodo rural que debilitaba el control de la familia.

Ahora bien, Michel de Certeau en La invención de lo cotidiano postula una aparente certeza: el análisis de la ciudad desde un enfoque panorámico contribuye al emborronamiento y la disipación de las prácticas y usos de la vida cotidiana. Así, Certeau plantea un análisis pormenorizado de las prácticas cotidianas desde los linderos más populares y más focalizados del devenir urbano ya que, según él, "abajo" viven los practicantes de la ciudad; son los caminantes cuyo cuerpo obedece a los trazos gruesos y a los más finos de un "texto" urbano que escriben sin poder leerlo.2 Estos postulados son relevantes para nuestro análisis porque nos permiten comprender la importancia de analizar espacios como la zona de tolerancia, donde confluye ese modus operandi del placer, del disfrute y el goce de la ciudad; esas formas de habitar y vivir sexualidades marginadas.

Otro postulado que guía esta investigación es el de Isaac Joseph, quien entiende la ciudad como un laboratorio de sociabilidad, como un organismo urbano particular, algo hecho de lugares llenos de huecos, como una esponja que capta y rechaza fluidos y que modifica constantemente sus cavidades.3 Precisamente, pensando en las prácticas espaciales y, en evidente oposición a la posibilidad de análisis desde una mirada de conjunto a la ciudad, Martín-Barbero advierte que en la ciudades contemporáneas es necesario revalorar las experiencias de los habitantes y las fisuras que demarcan las calles y las plazas, como también las articulaciones que prevalecen entre la realidad vivida y la experiencia narrada.4 Esto posibilita la comprensión de las nuevas maneras de estar juntos en la sociedad y, al mismo tiempo, evidencia las transformaciones de la sensibilidad que se propician, como bien advierte el autor, por los acelerados procesos de modernización.

Así, el pensamiento de Zygmunt Bauman resulta útil para el establecimiento diferenciado de las zonas de la ciudad. Desde un principio, el autor indica que cada entorno social promueve su propia clase de racionalidad e infunde su propio significado a la idea de una estrategia de vida racional.5 Tal certeza apela no solo a la experiencia y al devenir del individuo en sociedad, sino a la variedad de lugares y sus respectivas nociones de ocupación.

El artículo está divido en dos apartados. En el primero se analiza la zona de tolerancia de Cali como forma de comprender el control del espacio, en el marco de unas sexualidades marginalizadas y unas prácticas que escapaban a los ideales del bien común y a la normal sexual. En concreto, siguiendo a Michel Foucault,6 se analiza el accionar del Estado en tanto institución de saber-poder y cómo desde este se ejercen diversos dispositivos de control. Para ello se utilizan fuentes de periódicos de la ciudad (El País, El Crisol y El Occidente), los cuales funcionaron como el receptáculo de lo planteado por esta institución y como reflejo de la conexión de ella con otras instituciones como la Iglesia Católica, la medicina y la sociedad caleña.7

El segundo apartado se concentra en la zona de tolerancia como lugar de venta y circulación de la incipiente pornografía local: crónicas, revistas y adicionalmente los libros pornográficos del autor caleño Hernán Hoyos. Con esto se pretende valorar la noción de espacio a partir de reflexiones que posibiliten entenderlo como un laboratorio de sociabilidades en el que prevalecen flujos comunicativos que dan significados territorializados a los transeúntes del sector. Sin embargo, y siguiendo con el horizonte reflexivo planteado por Armando Silva, se parte de la idea de que hay dos tipos de espacios por reconocer en el ámbito urbano: uno oficial, diseñado por las instituciones y constituido antes de que el ciudadano lo conciba a su manera; y otro que el autor propone llamar diferencial, que consiste en una manera territorial que se usa e inventa en la medida en que el ciudadano lo nombra o inscribe.8

Con todo, no se pierde de vista que la finalidad en este momento es comprender de qué manera las temáticas del libro pornográfico corresponden a su lugar de venta y primera circulación. Así, de forma panorámica se ubican los puntales característicos de la obra de Hoyos y se señalan los lugares comunes que, poco a poco, van delatando un peculiar sentido de bosquejar la relación de los personajes con su mundo y con su cuerpo. De allí que estas percepciones valorativas, que se dan en el porno regionalista de Hoyos, puedan ser comprendidas a partir de la noción de cultura popular planteada por Mijaíl Bajtín en su esfuerzo por dar luces sobre la obra de François Rabelais. De esta manera se prestará atención a las categorías de abundancia, francachela, exceso sexual y trastrocamiento de la realidad que prevalecen en la obra del autor vallecaucano.

Entre la moral expuesta y un mal necesario: la zona de tolerancia. Cali 1960 a 1970

"Piden Control para la Inmoralidad": 'Continuamente están llegando a la Alcaldía, memoriales suscritos por habitantes de los distintos barrios de la ciudad, por medio de los cuales se quejan de la alarmante ola de inmoralidad que azota aquellos sectores' Expresa en una circular el secretario de gobierno de Cali [...] El funcionario cita a los inspectores todas las disposiciones legales que regulan el funcionamiento de cabarets, casas de lenocinio o establecimientos similares [...] 'No es posible que los menos se impongan a los más; que el interés particular prime sobre el interés público; que todas las familias de un barrio tengan que sacrificar su tranquilidad...'.9

Noticias como esta, publicada el día jueves 7 de enero de 1960, evidencian cómo a la comunidad le alarmaba la "ola de inmoralidad", cómo funcionarios estatales planteaban el cumplimiento de la norma para detener la ola y cómo se hacía un llamado a mantener el bien común. Debe decirse que esta problemática no fue solo propia del momento histórico estudiado, sino que venía de tiempo atrás. Felipe Castañeda en sus estudios sobre la vida nocturna en Cali ha planteado cómo la noche fue habitada por "individuos que no andan en nada bueno", entendidos como vagabundos, proscritos, delincuentes, entre otros.10

El control del espacio, de los sujetos y del cuerpo han sido prácticas constantes históricamente. Responder a una norma sexual, a unos roles específicos asignados a los sujetos masculinos y femeninos,11 mantener un ideal de sociedad y de Estado-nación12 han sido los principales objetivos de dicho control. Sin embargo, diversas prácticas se han constituido como transgresoras y atentatorias del orden social, a pesar de los múltiples intentos por erradicarlas o minimizarlas. Tal es el caso de la prostitución femenina y el consumo de sustancias psicoactivas, por lo que a nivel estatal se han planteado lugares donde son permitidas, consideradas a su vez como "un mal necesario".13

Así, tal como lo han demostrado los estudios de Kim Clark14 para Ecuador y de Horacio Sivori15 para Argentina, en América Latina se establecieron durante el siglo XX las denominadas "zonas de tolerancia", como espacios donde se podían mantener controladas, reguladas y vigiladas prácticas como la prostitución y el consumo de sustancias psicoactivas. Cali no fue la excepción a la existencia de estas zonas, y durante la década de 1950 a 1970 fluctuaron dichos espacios. Algunas veces fueron eliminadas en tanto que atentaban contra la moral y las buenas costumbres, pero luego volvían aparecer como una necesidad, pues las prácticas, en vez de desaparecer, pululaban de nuevo por toda la ciudad.

Cali y la zona de tolerancia

Como la mayoría de lugares de América Latina, la zona de tolerancia en Cali funcionó en el centro de la ciudad. Se ubicaba entre las carreras 8 y 7 entre calles 15 y 20, y colindaba con la creciente zona industrial.

Allí funcionaron un sinnúmero de bares de salsa, boleros y son cubano, los cuales eran complementados con "grilles" donde abundaban prácticas relegadas al espacio privado. Lo comprendido como "zona de tolerancia" era el espacio físico de la ciudad donde se "admitían" oficial y/o socialmente prácticas que escapaban a la norma pero que en muchos casos se habían constituido como "males necesarios" aun cuando la moral estaba "expuesta". Siguiendo esta línea, Gayle Rubin propone que en las sociedades occidentales la sexualidad y los actos sexuales se estructuran bajo un sistema jerárquico de valor sexual:

En la cima de la pirámide erótica están solamente los heterosexuales reproductores casados. Justo debajo están los heterosexuales monógamos no casados y agrupados en parejas [...] Las parejas estables de lesbianas y gays están en el borde de la respetabilidad, pero los homosexuales y lesbianas promiscuos revolotean justo por encima de los grupos situados en el fondo mismo de la pirámide. Las castas sexuales más despreciadas incluyen normalmente a los transexuales, travestís, fetichistas, sadomasoquistas, trabajadores del sexo, tales como los prostitutos, las prostitutas y quienes trabajan como modelos en la pornografía y la más baja de todas, aquellos cuyo erotismo transgrede las fronteras generacionales.16

Así, en el marco de este sistema existe una sexualidad "buena", "normal" y "natural" representada por la heterosexualidad marital, monógama, reproductiva y no comercial. Cualquier práctica, cuerpo o sujeto que rompa esta norma es "malo", por lo que una sexualidad "mala" se relaciona con lo homosexual, promiscuo, no procreador, comercial o fuera del matrimonio.17 Si se piensa en la relación sexualidad-espacio, se ve que la zona de tolerancia funcionó como el lugar de habitar, vivir y recrear todo lo no admitido y lo que escapaba la norma, donde las sexualidades marginalizadas podían existir.

Alejandro Ulloa sitúa el inicio de la zona de tolerancia hacia la década de 1940 con el denominado "Nido del Gavilán", que fue pionero en la inclusión de "coperas" en el centro urbano. Ellas cumplían el trabajo de meseras y prostitutas.18 A pesar de que la zona se ubicaba espacialmente en el imaginario caleño en varias calles, su epicentro fue la calle 17, conocida como el "Hoyo". Si bien es cierto que en la ciudad funcionó paralela a la zona de tolerancia denominada "Zona Negra", ubicada en los alrededores del centro de la ciudad entre las calles 10, 11 y 12 con carrera 10, el auge y el crecimiento de la zona de tolerancia llevó a que la división geoespacial en el imaginario caleño entre estas dos zonas se fuera perdiendo con el pasar de los años.

Esta zona, que para mediados del siglo pasado, abarcaba apenas algunas cuadras a la redonda de la Plaza de Mercado, desde la carrera 10 hasta la 14 y de la calle 15 hasta la 19; para principios de la década de 1960 se extendió por la carrera 8ª hasta el barrio Benjamín Herrera en la calle 25. En el interior de la zona había unos territorios dispuestos para un disfrute en particular;19 otros estaban dirigidos al mercado de la prostitución, sobre todo aquellos ubicados entre las calles 15 y 19, y las carreras 12 y 13.

De este modo, si se hace una cronología del funcionamiento de la zona de tolerancia, se percibe que, entre 1960 y agosto de 1961, bajo el Acuerdo 25 del Consejo Municipal, se erradicó la zona. Posterior a esto, hubo una serie de debates en torno a cómo trabajar la erradicación y control de las prácticas que aquí circulaban, hasta su mayor expresión en el año 1963, época en la que se planteó el Decreto 341 y cuando la policía, la Iglesia católica, la Alcaldía y el Consejo Municipal trabajaron en conjunto por la eliminación de prácticas que a su juicio atentaban contra el bien social. Durante los años 1965 y 1966 se restablecieron unas pequeñas zonas y se constituyó una mayor regulación. Entre 1967 y 1969 se hicieron grandes llamados desde la opinión por la moral y las buenas costumbres, que entonces se veían expuestas. En 1969 finalmente se buscó restablecer la zona de tolerancia puesto que las prácticas habían crecido por toda la zona.

Entre la moral, el control y la regulación

Pensar en la zona de tolerancia es deliberar acerca del poder que tienen las instituciones para regular y controlar la sexualidad, es reflexionar sobre el disciplinamiento de los sujetos y los cuerpos. Resulta apropiado partir desde los postulados de Judith Butler, quien plantea la existencia de una heterosexualidad institucional que "exige y crea la univocidad de cada uno de los términos de género que determinan el límite de las posibilidades de los géneros dentro de un sistema de géneros binario y opuesto".20 En sí, la unidad del género es la consecuencia de una práctica reguladora que intenta uniformizar la identidad de género mediante una heterosexualidad obligatoria.21

Butler plantea la existencia de una matriz heterosexual entendida como "la red de inteligibilidad cultural a través de la cual se naturalizan los cuerpos, género y deseos".22 La autora entiende dicha matriz como un marco regulador de la identidad de género culturalmente construida. Es precisamente por esta matriz que algunos tipos de identidades no pueden existir: "aquellas en las que el género no es consecuente al sexo y otras en las que las prácticas del deseo no son 'consecuencia' ni del sexo ni del género".23 En el caso abordado de la zona de tolerancia, al ser el espacio donde circulaban las prácticas e identidades no admitidas, se constituían en focos de revisión constante por las instituciones de poder y saber.

Foucault propone la existencia de técnicas polimorfas del poder,24 entendidas como el control del deseo cotidiano que van desde el rechazo, el bloqueo o la descalificación, hasta la intensificación para sancionar lo que transgrede la norma sexual. Al mismo tiempo en que ejemplifican cómo la relación entre poder y sexualidad va más allá del control, el rechazo más bien pasa por la incitación de los discursos sobre ella. Estas técnicas podrían ejemplificarse con noticias como la publicada el día miércoles 17 de enero de 1962, titulada "La zona de tolerancia sigue siendo tolerada". Esta decía:

A pesar de que desde hace bastante tiempo se ordenó la desocupación de la zona de tolerancia, aún permanecen abiertos algunos bares y cantinas de mala muerte, refugio de marihuaneros y criminales, nidos de hampones y atracadores que siguen siendo un problema para las autoridades y una amenaza constante para los transeúntes de dicho sector. Como si esto fuera poco, la limpieza de la zona no ha operado, pues solamente unas cuantas casas de mujeres han sido trasladadas a otros lugares. Sería muy conveniente que el Comandante de la Policía se hiciera un recorrido en horas de la madrugada por la zona donde están el Sinaí, Acapulco, El Desquite, Londres, Brisas Marinas, Bar Atlántica, Chaflán y el Golfo para que me comprobara nuestra afirmación. La ciudadanía le reclama, por intermedio nuestro, el cumplimiento de medidas decretadas por el Consejo hace muchos meses.25

Como se ve, el medio de comunicación sirve de intermediario de lo que reclama la ciudadanía caleña y lo que debería hacer la Alcaldía. Se problematiza cómo a pesar de que en 1961 el Concejo Municipal de la ciudad había ordenado la eliminación del barrio "la tolerancia", aún funcionaban lugares donde se atentaba contra la moral. La sociedad aquí tiene un papel relevante al regular y sancionar, pero sobre todo al recordar a la institucionalidad su labor y al indicar cómo debe preservar el bien común.

Al ser una sociedad regulada por una matriz heterosexual, donde se espera la correspondencia de género-sexo-deseo, se comprende el porqué de la sanción, no solo a prácticas como la homosexualidad, sino a otras consideradas como atentatorias contra el orden social. Entrado el año 1962, se elevaron las denuncias que pedían la desaparición de lugares como la zona de tolerancia, ya que eran yacimientos del "hampa". Una noticia publicada el 15 de junio de 1961 se titulaba; "Sobre la moral social tomarán enérgicas medidas en Cali".26 En ella se denunciaban diversos sujetos que atentaban contra la vida, la honra y bienes de la ciudadanía en general, y se debatía sobre la existencia o no de dicha zona. Para el siguiente año, el mismo periódico publicó una noticia en la que se transcribía una carta de los vecinos de la Junta de Acción Comunal del Barrio Sucre. La noticia, titulada "Piden al alcalde actuar en cuanto a la zona de tolerancia",27 manifestaba el llamado que ya desde antes había adelantado la sociedad respecto a la eliminación de la zona.

Posterior a las noticias de 1962, se vivieron los años de mayor control de la zona y eliminación de las prácticas: 1963 es uno de los periodos más relevantes para hablar sobre la problemática. El periódico El Crisol registró noticias como: "La guerra a muerte contra los homosexuales comienza en Cali", donde se expresaban las nuevas acciones que adelantaría la Policía para contrarrestar lo atentatorio. Un fragmento de ella decía:

El capitán Arcila manifestó que él trae un severo control de los bares y cantinas donde operan los homosexuales de conformidad con informaciones privadas que él ha recibido y que espera continuarla en colaboración con los jueces de los permanentes para lo cual ofrece a estos toda la elaboración de la policía [...] Por tanto desde anoche se inició un severo control en bares y cafés de la ciudad para combatir a los homosexuales y a las prostitutas. Cabe anotar sí, que si para erradicar la prostitución el concejo no fijó zona de prostitución sería entonces una campaña sin pisos.28

Esto mismo se expresó con noticias como "Erradicación de prostíbulos a sitios cercanos a colegios y templos", "Guerra a la prostitución en esta ciudad desatan hoy las autoridades municipales" y "Sigue campaña de purificación a homosexuales y prostitutas", en las que se planteaba que los lugares donde se ejerciera la prostitución y/o homosexualidad no podrían estar cerca colegios y mucho menos iglesias, pues alterarían la tranquilidad de la ciudad y la moral, pero sobre todo, serían "un mal ejemplo" para la juventud, la sociedad del futuro caleño.

Ayer a las diez de la mañana se reunieron en el salón de recepciones de la Alcaldía Municipal, por citación del secretario de gobierno encargado, los jueces de los permanentes de Policía para coordinar la campaña contra los homosexuales y las prostitutas, que frecuentan los lugares céntricos con grave peligro para la sociedad.29

El 10 de julio de 1963, bajo el título "Abolido el ejercicio de la prostitución en Cali", se hace público el nuevo decreto 341 de 1963 de la Alcaldía Municipal, mediante el cual "se reglamenta y controla el ejercicio de la prostitución en el municipio de Cali". Con este se abolía la prostitución, el funcionamiento de la zona de tolerancia y se reafirmaba la sanción contra la homosexualidad. El decreto funcionaría hasta mediados de 1969, cuando la misma sociedad aclamó el funcionamiento de la zona como mecanismo de control del "Hampa". De los artículos relevantes en este decreto se encuentran los artículos 1, 2 y 3, los cuales prohíben cualquier espacio, lugar y administradores de locales en los cuales se ejerza la prostitución. Los artículos 8 y 9 hablan sobre los controles médicos para dicha población, y los 11 y 12 establecen la prohibición de cualquier espacio donde la población se pueda distraer (discotecas y clubes). Finalmente, el artículo 13 establece que: "Las normas anteriores también serán aplicadas a personas o lugares que o en donde se ejerza el homosexualismo o sodomía, cualquiera que sea su forma. Dichos lugares quedan total e inmediatamente prohibidos: y la policía será rigurosa en su represión".30

En esto consistía la forma de responder al fenómeno caracterizado por columnistas pertenecientes a casas editoriales de renombre que habían empezado hablar de una "Hecatombe moral". Con esta problemática declarada se pedía iluminación en las calles y la clausura de negocios que en las noches se transformaban para la "inmoralidad". De la misma manera, con el funcionamiento de este decreto se ampliaba el presupuesto para el Consultorio de Enfermedades Trasmisibles, el cual controlaba y regulaba los cuerpos y prácticas como la prostitución a fin de no convertirse en un problema de salud pública. En esta misma línea, representantes estatales como el Juez de Menores se manifestaron el mismo año respecto al estado en el que se encontraba la homosexualidad en la ciudad. Bajo el título "El homosexualismo es tolerado como la prostitución por las autoridades" se hacía una "valerosa denuncia":

Mediante esta probada incuria están convirtiendo a Cali en una ciudad imposible de vivir para levantar los hijos en un ambiente sano y cristiano [...] Para mi ambas actividades son nocivas y peligrosamente antisociales y son formas de degeneración de los pueblos. La primera es al fin y al cabo normal si cabe decirlo, en tanto que la segunda, —el homosexualismo— es totalmente anormal y entraña su práctica, violación expresa de normas éticas y jurídicas.31

Lo particular de esta noticia es cómo en el marco de una jerarquía sexual la prostitución femenina era considera como "normal", pues si bien las mujeres transgreden su roles asignados históricamente, siguen cumpliendo los deseos de los hombres; una labor dentro de su rol en la sociedad. La homosexualidad, por otro lado, era planteada como transgresora y "anormal", pues rompía los roles masculinos, alteraba la hegemonía y violaba las normas sociales. Es decir, a pesar de que la prostitución femenina seguía transgrediendo en tanto llevaba a lo público algo que solo podría suceder en el espacio privado y volvía mercantil una práctica solo procreativa, era en cierto modo aceptada y tolerada pues cumplía un papel; la mujer seguía al devenir, uso y servicio del hombre. Por su parte, el homosexual, no solo transgredía sino que rompía con cualquier expresión de la masculinidad hegemónica y/o ideal. No había ninguna exaltación; por el contrario era negar el "mejor" lugar de enunciación en la sociedad. La virilidad, hombría, fuerza y dominio eran cedidos por una exaltación a lo femenino.

Sin embargo, a pesar de que la constante fue tratar de controlar y erradicar, esta intención no se logró. En una noticia publicada el lunes 19 de 1970, titulada "La Calle 15, zona negra", se evidenciaba cómo las acciones estatales provocaban que las prácticas y sujetos transitaran por toda la ciudad:

La calle 15 en toda su extensión desde la carrera primera hasta la 15 está convertida en 'Zona Negra' debido al traslado que las damiselas y ciertos homosexuales que tenían su sede en el sector de Santa Rosa han resuelto hacia este céntrico concurrido lugar caleño.32

Con noticias como esta se empezó a consolidar dentro de la sociedad caleña, a finales de 1968, la necesidad de restablecer la zona de tolerancia, pues los sujetos y prácticas transgresoras se habían expandido por la ciudad. El periódico El Crisol en 1969 narró detalladamente este proceso bajo la noticia "La moral en Cali":

Fue costumbre de las alcaldías de la ciudad fijar las 'zonas de tolerancia' y se mantuvo por muchos años [...] El hampa, pues, tenía en la zona de tolerancia su refugio seguro y la policía descubría en pocos momentos a los autores de delitos y de infracciones. En el Consejo Municipal resolvieron ponerle fin a esta costumbre, que era ilegal, de fijar esas zonas por la alcaldía [...] Pero ocurre que el problema de la moral y las sanas costumbres se agravó desde entonces. Erradicada la zona de tolerancia los prostíbulos fueron ocupados sitios sanos, sectores que estuvieron siempre libres de tana abominables casas. Las quejas aumentaron, pero la policía no tuvo medios para contener los hechos.33

Con dicha noticia se describía todo lo ocurrido históricamente con la zona de tolerancia: su inicial funcionamiento, su cancelación, su debate entre existir y no existir, y sobre cómo se empieza a debatir para que el Concejo y la Alcaldía tomen cartas en el asunto e intente controlar el problema que se les sale de las manos. ¿Cuál será la solución? ¿Nuevamente, volver a instaurar la zona? Ese cúmulo de quejas y llamados de alerta hizo que se plantearan acciones como las materializadas en 1963. En este sentido, deben situarse las constantes preocupaciones de una manera macro: atentar contra la moral y las buenas costumbres era afectar la matriz y el pensamiento heterosexual, irrumpir contra lo construido normativamente.

Literatura pornográfica, espacio urbano y cultura popular en Cali

La década de 1960 en Cali supuso la incursión, producción y consumo de crónicas, revistas y libros pornográficos. Este nuevo material tuvo un proceso singular de circulación en las librerías de la región. De hecho, se puede establecer un primer momento en que se vendieron económicas (y rudimentarias) crónicas gráficas para adultos. Con el tiempo se exhibieron en quioscos y pequeñas librerías del centro de la ciudad revistas pornográficas exportadas de Venezuela, Panamá y Estados Unidos. Más adelante, fueron los libros pornográficos del escritor caleño Hernán Hoyos los que se publicaron: anécdotas y testimonios de la vida sexual de Cali que se imprimieron en los talleres tipográficos de la región.

La venta de pornografía se limitaba a un espacio determinado de la ciudad: el centro, sus andenes y sus libreros. La cultura popular sexual clandestina también tuvo una geografía propia en la década de 1960. Se trató de la "calle del pecado", de la cantina, del burdel, de la zona de tolerancia ubicada en la parte más oscura del centro de la ciudad. La zona, entendida como espacio condescendiente al comercio sexual, fue un lugar idóneo para la comercialización de este material. Es necesario aclarar que el éxito de la pornografía consistió, en gran parte, en no estar presente en la esfera pública, sino recluida en el mercado clandestino. La aceptación social, sin reticencia, anulaba la transgresión que suponía el propio material pornográfico a la moral y las buenas costumbres. Sin el tabú preexistente, la experiencia pornográfica no consigue su fin. De allí que en un principio el ciudadano común no buscó la pornografía, sino que se vio expuesto a ella de forma involuntaria en sitios específicos como la zona de tolerancia. De hecho, la figuración urbana del porno, entendido para la época como "literatura barata", fue motivo de airados reclamos de los columnistas de la prensa local:

Que están viendo las autoridades? [...] Ahí están esos pasquines malditos regados en aceras destinadas al libre tráfico de peatones y no al libre tráfico de la maldad, de la corrupción, de la lascivia! Cali reclama freno a tanta inmundicia pública, a tanta cartilla pícara, y el alcalde que no suena y los vigilantes que no truenan, tienen aquí mucha franela de donde cortar. [...] por ello las gentes sanas reclaman acción. No hay disculpas! Ni otra disyuntiva!!34

Así como toda mercancía, el libro circulaba y delineaba sus recorridos. Las trayectorias del porno estaban vinculadas con el submundo que se posibilitaba en la zona de tolerancia. Sobre esto hay que decir que el espacio alberga una lógica paradigmática que predispone a que se aprehenda de él de un modo particular. Cada espacio es transmisor de un sentido de uso específico que acusa una manera de ser recorrido y que se entreteje con las experiencias, expectativas y los usos apremiantes que espontáneamente le va imponiendo el transeúnte. De esa manera, y en concordancia con Zygmunt Bauman, puede comprenderse que cada entorno social promueve su propia clase de racionalidad e infunde, asimismo, su propio significado a la idea de una estrategia de vida racional.35

Refiriéndose a los espacios de acceso y difusión de la lectura, Juan David Murillo ha advertido que con la primera generación de tipógrafos e impresores de la ciudad, entre 1892 a 1910, se dio una transformación económica y social que introdujo nuevas dinámicas al mercado posibilitando que la oferta de impresos pasara a ser más diversa.36 En esa línea Luis Alfonso Chavarro, en su estudio sobre la circulación del libro de publicación masiva en la ciudad, determina que hubo ya en la década de 1960 y en grado ascendente un circuito o red del libro que se percibía en el mapa local: quioscos, puestos de revistas y, lo que el autor ha denominado "corredores del Centro", en los que predominó el tipo de literatura popular. También el autor alude a librerías menores en el centro de la ciudad, al lado de la Plaza de Caicedo o cerca a la Gobernación, algunas de más cobertura en la denominada zona del "Cali Viejo".37 Chavarro va más allá y especifica que en estos espacios el tipo de libros que él ha denominado literatura de consolación causa gran impacto en el sector editorial, al ser de fácil venta por su bajo costo y deleitable temática, la cual no dejaba de ofrecer una nueva forma de placer al lector de la época.38 Esta literatura de consolación, aludiendo a la literatura popular que recrea la vida sexual de sus personajes, tomaría un nuevo impulso a partir de las tecnologías topográficas que confluían en el sector.

Devenir pornográfico en Cali

En un primer momento, pequeñas crónicas gráficas, como el pasquín Cementeria, hicieron su aparición. Eran cartillas de pocas páginas dedicadas a ilustrar relatos por medio del dibujo obsceno. La pornografía en estos comics estuvo tan impregnada de comedia, de drama o de relatos policiacos que, a veces, parecía más un asunto de simple entretenimiento que de obscenidad. Conviene tener presente que las cartillas de comics picarescos ocuparon una silla menor al lado de las revistas para adultos ofrecidas en los andenes. Los comics obscenos fueron el pariente pobre de la revista pornográfica. La desaparición (forzada) de las crónicas gráficas fue segura y pronta. Más adelante, revistas como Pimienta, Contacto y Sólo para hombres disfrutaron de un vertiginoso éxito, debido en parte a sus ilustraciones a color y a los 19x27 cm. que doblaban en tamaño a los minúsculos pasquines, que solo ilustraban caricaturas picarescas a color en la carátula, a un costo similar. A comienzos de 1965 las "revistas para caballeros" habían consolidado su paso triunfal como principal producto de entretenimiento sexual. El nuevo deleite de los caleños se aseguraba larga vida en el mercado por los desnudos a todo color en página entera que fueron, cada vez, innovando su presentación. Sin embargo, la circulación de la pornografía en versión impresa estuvo acompañada de la antipatía de la opinión pública local:

Los folletines inmundos deben quemarse en plaza pública y las imprentas que se atreven a editar esas infamias requieren castigo ejemplar [...] Solo así podrá librarse Colombia y particularmente nuestra ciudad de la proterva racha de impudor que se extiende como un pulpo temible por calles, avenidas y barrios caleños. Pruebas?...están al canto: en aceras de la calle 12, puede usted observar a la vista pública folletos con fotografías de mujeres semi-desnudas, desnudas y en poses muy dicientes: y cuáles son los títulos de esos libracos? [...] Algunos como estos: 'Actividades de ciertas empleadas'; 'Tres mujeres contra un marido'; 'Cortico pero sabroso'; 'Amores de tres primos', 'Cuentos verdes y de los otros'; 'La adúltera'; 'Iniciación impúdica' y otras porquerías por el estilo!!39

Los consumidores continuaron comprando las cartillas pornográficas, que no solo no menguaron en su consumo sino que lograron beneficiarse de la mala publicidad que las acompañó durante el transcurso del decenio de 1960. De esta manera, la mala publicidad contribuyó a que este ramo editorial ganara poderío. El expendio y la popularidad del material pornográfico se afianzó notablemente durante esa década y la siguiente. Sin embargo, la resistencia espontánea y pacífica, esta moral relajada que era característica del mundo lector de las clases populares de la Cali de la época, se consolidó definitivamente con los relatos picarescos del escritor caleño Hernán Hoyos.

Cristalización de la cultura popular en la pornografía de la época

Hernán Hoyos, escritor de novelas, cuentos, crónicas y reportajes pornográficos ambientados en Cali, empezó a publicar sus libros en un momento de permisividad social.40 Este relajamiento de los tabúes fue resultado de la incursión de pasquines y revistas pornográficas en el sector librero y de la distensión de los resortes del deseo en una incipiente comunidad lectora de porno. Él, que desde los inicios de la década de 1960 había publicado una serie de relatos de misterio, aventura y humor, empezó su trasegar literario como retratista sexual de la ciudad con el libro Crónica de la vida sexual (1968). Esta publicación fue la primera que se mostraba abiertamente sexual. Más adelante en Ron, ginger y limón (1962) el autor había mostrado claro interés por retratar puntualmente la condición cultural y sexual de sus personajes. Con estas publicaciones, Hoyos se convirtió en el primer escritor en señalar las mutaciones de las dinámicas sexuales de la ciudad. Debe tenerse presente que el autor (escribiendo en la ciudad o fuera de ella, como en el caso de Aventuras de una bogotana, 1975) fue el primer documentalista no oficial que indagó e investigó las conductas sexuales típicas de la población caleña a despecho de la censura religiosa y social de la época. Simón Posada registra este suceso:

En sólo tres días, en Cali vendió 1.000 ejemplares de su primer libro de sexo, Crónica de la vida sexual (1968), para el que entrevistó a treinta personas sobre su vida sexual para hacer una versión colombiana del Informe Kinsey, en el que el biólogo y psicólogo Alfred C. Kinsey recogió datos sobre el comportamiento y costumbres en la cama de 20.000 estadounidenses en 1948.41

Desde estas primeras novelas los textos del autor representaron una ruptura brusca con la literatura de la ciudad: su utilización del lenguaje, la descripción fulgurante del cuerpo, de su forma, de su olor, la descripción del éxtasis ajeno; como también el uso y abuso de las imágenes sexuales. El autor parece enterarse rápidamente de las preferencias del público caleño y publica prontamente (el siguiente año) Casos insólitos de la vida sexual y El bruto y las lesbianas. En el primero, Hoyos recoge una serie de anécdotas urbanas de tipo sexual que lindan, en algunos casos, con la autobiografía. En ambas novelas el apetito carnal de sus personajes se acerca al paroxismo. En las novelas que construye el autor, la historia gira alrededor del encuentro sexual o de la posibilidad de que este se dé. En cada relato sus personajes se diversifican aun más, con lo que las publicaciones de sus novelas aumentaría estrepitosamente.

Los relatos tenían una línea argumental muy marcada: en ellos todos los personajes eran iguales, independientemente de su estatus, y todos, asimismo, disfrutaban del sexo: la colegiala, el alcalde, la enfermera, la Madre Superiora del convento y el empresario. Esto ayudó a pensar en la igualdad sexual de una sociedad que estaba profundamente diferenciada de acuerdo al estatus, a la etnia, a la clase, etc. Durante la década de 1960, la pornografía en su versión literaria incluyó en sus relatos a integrantes de la sociedad que se proclamaban en los diarios locales exentos de participar en la cultura sexual popular. El porno, entonces, logró unificar en una misma fotografía a toda la comunidad caleña. Es decir, el acto sexual relatado en los libros de Hoyos posibilitó el encuentro intercultural e interracial, ya que el deseo compartido y la desnudez socializada colocaban a los personajes en un mismo estrato social, cultural y "racial". Tal cuestión es una de las características más notables del porno: integra a los personajes más variopintos, oriundos de las más diversas clases populares y los estandariza en el acto sexual y, sobre todo, hace pensar que realmente no existe alguna compatibilidad entre ellos.

Resulta apropiado detenerse un momento en este punto. La igualdad del estatus de los personajes también propicia la inversión de los roles, policías son sodomizados por inocentes curas y señoras de alcurnia se tornan sumisas ante las apetencias sexuales de sus mayordomos; tales dinámicas se pueden extrapolar a la figura del carnaval que ha desarrollado Mijaíl Bajtín en su ya clásica obra La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, cuando advierte que la noción del carnaval se caracteriza principalmente por la lógica de las cosas "al revés" y "contradictorias", de las permutaciones constantes de lo alto y lo bajo (la "rueda"), del frente y el revés, y por las diversas formas de parodias, inversiones, degradaciones, profanaciones, coronamientos y derrocamientos bufonescos.42 Se ha tenido muy presente que es pernicioso estudiar la literatura desvinculada de su contexto, sin embargo, como lo ha señalado en constantes ocasiones Bajtín, tampoco se debe encerrar el fenómeno literario en la sola época de su creación, por así decir, en su contemporaneidad. Prevalece, entonces, la intención de penetrar en la profundidad de sentido que puede ofrecer categorías y dinámicas rastreadas de épocas anteriores al de gestación de la obra de Hoyos.43 Si bien es cierto que la noción de carnaval que desarrolla el autor ruso corresponde a un contexto y obra literaria diametralmente diferente al del interés presente, este trueque entre lo alto y lo bajo puede detectarse claramente en varios momentos de la obra de Hoyos.

Siguiendo los horizontes reflexivos de Bajtín, conviene señalar que en la narrativa de Hoyos se destrona y rebaja a personajes que habitualmente tienen prestigio social o cuya imagen está investida de cierta aurea referencial de sobriedad y moderación. Entonces, los guías espirituales, los militares, los docentes y todos los en apariencia incorruptibles se tornan lascivos; hay una atmósfera licenciosa específica, la mayoría de ellos están directamente ligados a lo "bajo" material y corporal, corporalizan y rebajan las cosas, mezclan el cuerpo y el mundo.44 Refiriéndose a las representaciones de la cultura popular, Mijaíl Bajtín señala que hasta los reyes se comportan como el pueblo; el mundo al revés se convierte en la norma.45

La narrativa pornográfica, entendida como una variante de la cultura popular, también resulta ser una parodia del culto religioso, involucrándose en los relatos de Hoyos como una esfera particular de la vida cotidiana de la ciudad. Se trata de una especie de degradación de lo "sublime". Esta noción de "juego" que envuelve el sentido del carnaval y que permite trocar las expectativas que debería tener el lector sobre ciertos personajes, parodiando sus apetencias y lenguaje, se involucran de manera intimista en el relato porque el autor hace uso de sitios reconocibles, referenciales en la ciudad que, de una u otra forma, posibilitan el anclaje de la caída moral de esos personajes con el resorte de los umbrales del deseo que se ensanchan en los imaginarios de la ciudad. En esa línea conviene insistir que su narrativa, como en la lectura carnavalesca de la cultura popular, debe ser leída como un código de transgresión, no solo por las descripciones sexuales sino porque los relatos se enmarcan en un espíritu festivo de celebración comunal. La orgía, la bacanal y el desenfreno hacen parte de las escenas que conforman los relatos pornográficos de Hernán Hoyos. Esta constatación permite pensar que por medio de ese "juego", se logra trastocar los posicionamientos y las expectativas de los actuantes. Entonces, la parodia y el aparente sin sentido se transforman en la vida real de la ciudad que propone el autor en sus relatos. Tal cuestión hace parte de la imaginación propiamente pornográfica; es decir, predomina la relación sexual incondicionada que no está sometida a ninguna premeditación estratégica.46

No es posible descuidar, sin embargo, que el sexo se impone como la segunda vida de la sociedad. Aunque en el relato ocupa un lugar neurálgico, lo cierto es que allí se presenta como la segunda capa que impera en el inframundo de los deseos, basada, a su vez, en el principio de que todas las personas (invariablemente de su posicionamiento social) demandan con la misma intensidad del acto sexual. Esta es la denominada pornoesfera a la que se ha referido constantemente Brian McNair47 y sobre la cual Jorge Fernández (para él, pornotopización) se ha referido como una erotización de la rutina en la que los encuentros esporádicos (el fontanero, la secretaria o el cartero) transforman su en espacios de encuentro sexuales indiscriminados.48 Así, el sexo como rasgo fundamental de todas las interacciones del diario vivir se impone como catalizador por el cual se despliega el entretejido de esa vida cotidiana que se retrata en la narración. Es decir, no solo es evidente que todos los personajes están siempre dispuestos a involucrarse en el acto sexual sino que, de forma contundente, el sexo impregna todas las formas de interacción del devenir cotidiano que se desarrolla en esa versión de la vida que propone Hoyos en su obra.

De hecho Bajtín, refiriéndose a las dinámicas propias de la cultura popular advierte que se da el triunfo de una especie de liberación transitoria, más allá de la órbita de la concepción dominante, la abolición provisional de las relaciones jerárquicas, privilegios, reglas y tabúes; de allí que la abolición de las relaciones jerárquicas posea una significación muy especial.49 Esta liberación transitoria a la que se refiere Bajtín no puede prescindir de las nociones de movimiento y abundancia, que si bien son atributos cardinales del espíritu festivo de la cultura popular, también lo son en la versión pornográfica del autor caleño, ya que la prisa de los encuentros, la movilización exacerbada del cuerpo, el cambio de roles y la infatigable búsqueda de placer, marcan el ritmo de la narrativa y la precocidad (entendida esta como facilidad) de los encuentros sexuales que, con pocos preámbulos, entrevén el afán de narrativizar el cuerpo, de apresurar el acto sexual. Tales afanes permiten constatar que se trata de experiencias ruidosas, del ajetreo habitual, perceptible de olores y sabores que implican, como se advertía anteriormente, estrategias o modus vivendi de los personajes. Se trata de cuerpos que bullen en la ciudad pero que, simultáneamente, no logran aprehenderse a unos espacios concretos debido a la misma vitalidad que les desborda.

Cabe recordar que no se trata de imágenes y descripciones carentes de sentido o huecas de significado, ya que en ellas es posible rastrear el espíritu de festividad referenciado con antelación y que, también supone que la obra de Hoyos esté imbuida del universo de las formas. Parece acertado traer a colación la ponencia realizada por Jorge Fernández Gonzalo en referencia a la obra de Pierre Klossowski y la pornografía del pensamiento, refiriéndose precisamente a las formas corporales y su movimiento constante:

Lo considerado ya no es el cuerpo en cuanto propiedad del yo, sino el cuerpo en cuanto lugar de los impulsos, de su encuentro: producto de los impulsos, el cuerpo se vuelve fortuito: no es a partir de ahí más reversible que reversible, porque no tiene otra historia que la de los impulsos. Estos precisamente van y vienen, y el movimiento circular que describen se significan.50

Esta voluptuosidad desordenada se percibe en constantes ocasiones en la novela El bruto y las lesbianas:

Martina cayó sobre Lucía y comenzó a besarle la boca. Enseguida se irguió y se despojó de la blusa, los pantalones, la ropa interior, hasta dejar enteramente desnudo su cuerpo anguloso y delgado [...] Fuera de sí Martina le chupó los pezones sin detenerse en ello y procedió a librarla de los pantaloncitos. Apareció entonces su sexo cubierto por un bosque de pelo que comenzaba desde el ombligo. Entonces Martina enloquecida se acostó al lado de su amiga en dirección opuesta, le abrió las piernas y comenzó a lamerle la vagina.51

No debe pasarse sin más que Bajtín ha señalado que la abundancia y la universalidad determinan a su vez el carácter alegre y festivo (no cotidiano) de las imágenes referentes a la vida material y corporal. El principio material y corporal, señala Bajtín, es el principio de la fiesta, del banquete de la alegría, de la "buena comida".52 En ese sentido el acto sexual, la bebida y la comida se disponen como dinámicas propias de la vitalidad y la efervescencia, en sincronía con el movimiento que se ha señalado en páginas atrás. Pero tales actos están elevados a estadios amplificados: la bebida se consume en grandes cantidades, las cenas se convierten en francachelas y el acto sexual se transforma rápidamente en orgía.

El filósofo francés Jean Baudrillard ha destacado que quizá el porno no es sino una alegoría, es decir, una activación de signos, un intento de sobre-significación rozando lo "grotesco"; el porno añade lo pintoresco en los detalles anatómicos, señala el autor.53 Entonces, en ese sentido, tanto en la comida como en la presencia del cuerpo, en los relatos de Hoyos hay un exceso que siempre está rozando la hiperrealidad de los eventos. Tal situación se ilustra en estas líneas de El Tumbalocas: "En un comedor con larga mesa, el anfitrión ofreció a Daniel fríjoles con chicarrón, aguacate, cebolla cabezona, ensalada, arroz blanco y arepas redondas".54 Pero, al mismo tiempo, el cuerpo no solo se beneficia de lo aprehendido en su interacción con el mundo sino que se generan sendas expectativas que se posibilitan a expensas de lo que se ha digerido. Tal situación coincide con la reflexión que plantea Bajtín refiriéndose al encuentro del hombre con el mundo que se opera con la boca abierta, el autor explica que en tal escenario el hombre degusta el mundo, siente el gusto del mundo, lo introduce en su cuerpo y lo hace una parte de sí mismo.55

Vale la pena decir que, en diálogo con los rasgos de la festividad en la cultura popular, la absorción de alimentos se presenta de manera triunfante en la obra de Hoyos. Por lo general, el banquete siempre inaugura o clausura un encuentro sexual que se ha deseado o que ha tenido éxito, lo que en definitiva demuestra cómo el hombre engulle el mundo a su antojo y no logra ser devorado por él, como advertía Bajtín. De manera perceptible, entonces, el exceso, la superioridad del cuerpo y sus apetitos, la celebración comunal y la realidad trastocada se potencializan en el porno. Tal situación está en correspondencia con el lugar en el que nació y circuló el porno en Cali: la zona de tolerancia.

Conclusiones

Hablar de la zona de tolerancia solo es posible si se reconoce la existencia de una matriz heterosexual a través de la cual no solo se reprimen las sexualidades marginalizadas sino toda práctica que se escapa a la normativa y al orden social. Dicho esto, debe comprenderse el accionar de las técnicas polimorfas de poder y el control del espacio a fin de disciplinar unos cuerpos, un deseo y unos sujetos que se enmarcan en una jerarquía sexual históricamente construida. Se trata de un espacio donde habían unas rupturas entre lo público y lo privado y una transgresión de los roles e ideales masculinos y femeninos.

El caso caleño es importante para evidenciar la circulación de discursos y el accionar de instituciones de saber-poder. Este permite comprender que las relaciones de poder no solo se dan entre binarios (bueno/malo, dominado/ dominador), sino que hay otras relaciones que de hecho, llevan a rupturas y fragmentaciones, tales como las inmersas en los "males necesarios". Pensar en las transformaciones que tuvo la zona (en funcionar o no, en regular o no) es ver cómo se instauró en un mal necesario, cómo a pesar de los intentos de normalizar, la diferencia existió y ha existido. Es decir, las sexualidades marginalizadas y la pornografía encontraron estrategias y formas de resistencia para habitar, vivir y circular en una sociedad caracterizada por la moral y las buenas costumbres.

En algún momento la presente discusión se concentró en cómo el material pornográfico, las cartillas, las revistas y, sobre todo, los libros de Hernán Hoyos, tuvieron a la zona de tolerancia como su espacio inicial, idóneo y subrepticio de venta y circulación durante los primeros años de la década de 1960. También se hizo referencia a que una de las particularidades de los libros pornográficos de Hoyos es que cumplieron una función estandarizante, ya que en sus contenidos se relativiza e iguala el estatus social de los personajes, por más variopintos que estos sean. Este imaginario permitió destronar y rebajar a roles que socialmente tienen prestigio social o su imagen está investida de cierta aurea referencial de sobriedad. Esta situación posibilitó la denominada caída moral y degradación de lo "sublime" a la que se refiere Bajtín y que logra percibirse en la obra del autor vallecaucano. Tal dinámica cristaliza uno de los rasgos transgresores de este género. Es por ello que se involucra lo "bajo" material y corporal como la realidad presente en los personajes de las historias del autor de interés para este artículo. Todo lo descrito en esta parte de la reflexión gana mayor sentido cuando la sexualidad, puesta en escena en los libros de Hoyos, se refiere a espacios conocidos y reconocibles de la ciudad, lo que permite referenciar una cartografía de los sitios para el disfrute sexual de la comunidad lectora.

Así, en términos generales, el porno impone en su narrativización al sexo como la segunda vida de la sociedad, situación que se intensifica cuando su sitio de venta es precisamente un espacio urbano que es considerado al margen de lo oficial y lo admitido. Entonces, el porno y la zona de tolerancia entrañaban un discurso que es, sobre todo, festividad de la sexualidad y transgresión de lo normativo. En efecto, y siguiendo a Bajtín, la literatura debe establecer un vínculo más estrecho con la cultura, ya que es una parte inseparable de esta; por ello, no se le debe comprender fuera de su contexto.56 Debido a esto último se propone que es inadmisible que la literatura pornográfica que circuló durante las décadas de 1960-1970 en Cali reciba una lectura deferente a la de un producto cultural que, como tal, se eleva a la calidad del termómetro cultural por el cual se logran cristalizar ciertas dinámicas de la cultura popular de la época.


Notas

1 De hecho a nivel cultural Jesús Martín-Barbero sostiene que, "la aparición de las masas en la ciudad a partir de múltiples migraciones [...] transforman la ciudad radicalmente [...] lo urbano significó la muerte del folclore". Jesús Martín-Barbero, "Transformaciones de la experiencia urbana", Oficio de cartógrafo. Travesías latinoamericanas en la cultura (Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica, 2003).
2 Michel de Certeau, "Andares de la ciudad", La invención de lo cotidiano, i. Artes de hacer (México: Universidad Iberoamericana, 1996) 105.
3 Isaac Joseph, "Rostros", El transeúnte y el espacio urbano (Barcelona: Gedisa, 1988) 45.
4 Barbero 275.
5 Zygmunt Bauman, "Espacio/tiempo", Modernidad líquida (México: Fondo de Cultura Económica, 2002) 116.
6 Se sigue a Michel Foucault para hablar del Estado, la Iglesia católica y la medicina como instituciones de saber-poder, es decir, cargadas de un conocimiento validado y legitimado por la sociedad y por las mismas instituciones; cuando esto sucede se cargan de un poder para disciplinar al sujeto y/o individuo. Ver Michel Foucault, Vigilar y castigar (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2003).
7 Se toma la idea de la prensa en tanto receptáculo de instituciones sociales siguiendo lo planteado por David Collins. Ver: David Collins, La prensa y el poder político en Colombia (Cali: Universidad del Valle / cidse, 1981).
8 Armando Silva, Imaginarios urbanos (Bogotá: Tercer Mundo Editores, 2000) 55.
9 "Piden Control para la Inmoralidad", El País [Cali] 7 de ene. de 1960: 7.
10 Felipe Castañeda, "De noche en la ciudad. Estudios de la noche. El caso de la Noche caleña", Revista Historia y Espacio 36 (2011).
11 Ver Kim Clark, "El sexo y la responsabilidad en Quito: prostitución, género y Estado, 1920-1950", Revista Ecuatoriana de Historia, Procesos 16 (2001): 35-59; y Jeffrey Weeks, "The Invention of Sexuality", Sexualities. Critical Concepts in Sociology, vol. ii, ed. Ken Plummer (Nueva York: Routledge, 2002) 7-21.
12 Ver Walter Bustamante, Homofobia y agresiones verbales, La sanción por transgredir la masculinidad hegemónica. Colombia 1936-1980 (Medellín: Editorial Todográficas Ltda., 2008); y Michel Foucault, Historia de la sexualidad. La voluntad de saber, tomo i (México: Siglo XXI Editores, 1982).
13 Se planea la idea de "un mal necesario" pues, tal como lo ha demostrado Felipe Castañeda y como se pudo evidenciar en las fuentes de prensa, a pesar de que la prostitución femenina y el consumo de sustancias psicoactivas eran sancionadas a nivel discursivo y normativo, había un público que consumía, era un mercado que satisfacía ciertas necesidades del momento histórico. Castañeda dirá que la prostitución fue un problema de moral que era atacado y disfrutado. Ver Castañeda 9.
14 Kim Clark 35-59.
15 Horacio Sívori, Locas, chongos y gays. Sociabilidad homosexual masculina durante la década de 1990 (Buenos Aires, Editorial Antropofagia, 2004).
16 Gayle Rubin, "Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad", Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina (Madrid: Revolución, 1989) 18.
17 Rubin 19-22.
18 Alejandro Ulloa, La salsa en Cali (Cali: Universidad del Valle, 1992) 135.
19 En el sector había unas "calles calientes" dispuestas para el ritual de la rumba de todas las noches. Ver Ulloa.
20 Judith Butler, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad (Barcelona: Paidós, 1999) 80.
21 Butler 96.
22 Butler 38.
23 Butler 72.
24 Foucault 19.
25 "La zona de tolerancia sigue siendo tolerada", El Occidente [Cali] 17 de ene. de 1962: 12.
26 "Sobre la moral social tomarán enérgicas medidas en Cali", El Crisol [Cali] 15 de jun. de 1961: 2.
27 "Piden al alcalde actuar en cuanto a la zona de tolerancia", El Crisol [Cali] 8 de mar. de 1962: 3.
28 "La guerra a muerte contra los homosexuales comienza en Cali", El Crisol [Cali] 27 de abr. de 1963: 3.
29 "Sigue campaña de purificación a homosexuales y prostitutas", El Crisol [Cali] 1 de may. de 1963: 2.
30 "Abolido el ejercicio de la prostitución en Cali", El País [Cali] 10 de jul. de 1963: 7.
31 "El homosexualismo es tolerado como la prostitución por las autoridades", El Occidente [Cali] 23 de ene. de 1964: 12.
32 "La calle 15, la zona negra", El País [Cali] 19 de ene. de 1970: 10.
33 "La moral en Cali", El Crisol [Cali] 15 de may. de 1969: 10.
34 "Literatura barata", El Crisol [Cali] 10 de mar. de 1963: 5.
35 Bauman 16.
36 Juan David Murillo, "Libros, lecturas y lectores en Cali. Élite intelectual e imaginarios de modernidad (1892-1910)", Historia de Cali. Cultura, tomo III (Cali: Universidad del Valle, 2012) 55.
37 Luis Alfonso Chavarro, "La circulación del conocimiento a través del libro de publicación masiva y su incidencia socio-cultural en Cali", Tesis en Sociología (Cali: Universidad del Valle, 1992) 39.
38 En esta parte del texto el autor realiza una entrevista al empresario Mario Hincapié de Intermedio Editores, en la que el entrevistado advierte que al consumidor de esta época había que ponerle el material de manera explícita para que fuera por medio de los sentidos que se inclinara por cierto tipo de libros populares que sobreabundaron en estos años. Chavarro 40.
39 'LAHUR'. "Literatura Barata", El Crisol [Cali] 10 de mar. de 1963: 5.
40 Ron, ginger y limón (1962) en la que abordó superfluamente el asunto sexual, Cuentos (1966) una recopilación de relatos de misterio similar a Todos nos condenamos (1968) y Crónica de ultratumba (1969). Luego en 1970 publicó su relato humorístico 008 contra sancocho en el que, a partir de la comedia, rindió homenaje a James Bond, el agente 007 del servicio secreto británico, creado por el novelista británico Ian Fleming (1908-1964).
41 Simón Posada Tamayo, Días de porno. Historia de la vida breve del porno en Colombia (Bogotá: Planeta, 2009) 49.
42 Mijaíl Bajtín, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais (Madrid: Alianza Editorial, 1990) 16.
43 Mijaíl Bajtín, "Literatura, cultura y tiempo histórico", Textos y contextos (La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1985) 288.
44 Mijaíl, "La Cultura..." 280.
45 Umberto Eco, ¡Carnaval! (México: Fondo de Cultura Económica, 1989) 11.
46 De hecho Jordi Claramonte se refiere a la tan a menudo criticada "falta de argumento" en la pornografía que es el más característico componente de la pornotopia: en una ficción pornográfica, basta la llegada del lechero a cualquier hogar respetable para desatar la más feroz de las orgías. Esto hace parte de la puesta en acción de esa imaginación pornográfica que revela la plena posesión de la autonomía de lo erótico y que no somete la relación sexual a ninguna consideración extraña, ni que tiene que recurrir a justificaciones ni tramas para solazarse en ella. Para más información ver: Jordi Claramonte, Lo que puede un cuerpo. Ensayos de estética modal, militarismo y pornografía (Murcia: Cendeac, 2009).
47 Ver para más información: Brian McNair, La cultura del striptease (Barcelona: Editorial Océano, 2004).
48 Jorge Fernández Gonzalo, "Pornografía y fragmentación: cuerpos escindidos, relatos fragmentados", Revista Tales 4 (2011): 192.
49 Bajtín, "La cultura..." 15.
50 Jorge Fernández Gonzalo, "Pierre Klossowski: la pornografía del pensamiento", Cuadernos Materiales. Disponible en: http://www.filosofia.net/materiales/articulos/a_45.html.
51 Hernán Hoyos, El bruto y las lesbianas (Cali: Ediciones Exclusivas, 1971) 48.
52 Bajtín "La cultura..." 24.
53 Jean Baudrillard, La seducción (Madrid: Ediciones Cátedra, 2000) 33.
54 Hernán Hoyos, El Tumbalocas (Cali: Ediciones Exclusivas, 1972) 119.
55 Bajtín "Literatura..." 253.
56 Bajtín "Literatura..." 288.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Periódicos

El País [Cali] 1960-1970.         [ Links ]

El Occidente [Cali] 1962-1964.         [ Links ]

El Crisol [Cali] 1961-1969.         [ Links ]

Documentos impresos y manuscritos

Hoyos, Hernán. El bruto y las lesbianas (Cali: Ediciones Exclusivas, 2000). Hoyos, Hernán. El Tumbalocas (Cali: Ediciones Exclusivas, 1972).         [ Links ]

II. Fuentes secundarias

Bajtín, Mijaíl. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Françoise Rabelais. Madrid: Alianza Editorial, 1990.         [ Links ]

Bajtín, Mijaíl. "Literatura, cultura y tiempo histórico". Textos y contextos. La Habana: Editorial Arte y Literatura, 1985.         [ Links ]

Baudrillard, Jean. La seducción. Madrid: Ediciones Cátedra, 2000.         [ Links ]

Bauman, Zygmunt. "Espacio/tiempo". Modernidad líquida. México: Fondo de Cultura Económica, 2002.         [ Links ]

Bustamante, Walter. Homofobia y agresiones verbales. La sanción por transgredir la masculinidad hegemónica. Colombia 1936-1980. Medellín: Editorial Todográficas Ltda., 2008.         [ Links ]

Butler, Judith. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona: Paidós, 1999.         [ Links ]

Castañeda, Felipe. "De noche en la ciudad. Estudios de la noche. El caso de la Noche caleña". Revista Historia y Espacio 36 (2011).         [ Links ]

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