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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.43 no.1 Bogotá Jan./June 2016

https://doi.org/10.15446/achsc.v43n1.55071 

DOI: 10.15446/achsc.v43n1.55071

Fantasmas de rojo y azul. Los saqueos de las tropas chilenas en la guerra del Pacífico

Red and Blue Ghosts: The Looting of Chilean Troops during the Pacific war

Fantasmas de vermelho e azul. Os saques das tropas chilenas na Guerra do Pacífico

PATRICIO RIVERA OLGUÍN*
Universidad de Tarapacá
Arica, Chile

* patricioriveraolguin@gmail.com

Artículo de investigación.
Recepción: 1 de octubre de 2014. Aprobación: 3 de marzo de 2015.

Cómo citar este artículo:
Patricio Rivera Olguín, "Fantasmas de rojo y azul. Los saqueos de las tropas chilenas en la guerra del Pacífico", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 43.1 (2016): 263-293.


Resumen

La guerra del pacifico (1879-1884) se destaca como uno de los conflictos bélicos más feroces de América Latina, el cual dejó un triste y amargo recuerdo en quienes fueron vencidos (Perú y Bolivia) y una aureola de triunfo y gloria en quienes vencieron (Chile). Sin embargo, existen numerosos hechos y pasajes omitidos por la historia tradicional del conflicto y que se refieren a los numerosos saqueos cometidos por las tropas chilenas, principalmente en ciudades y pueblos del Perú. Esta investigación presenta datos que verifican la existencia de estos hechos y se aproxima a la explicación de ellos, a través de la revisión de los registros dejados por los protagonistas del conflicto, en un intento de reconstruir la historia de la guerra, desde una perspectiva social.

Palabras clave: Guerra del Pacífico, pillaje, cotidianidad en la guerra, tropas chilenas, Chile, informes.


Abstract

The Pacific war (1879-1884) stands out as one of the fiercest conflicts in Latin America. It left a sad and bitter memory for the defeated (Peru and Bolivia), and a sense of triumph and glory on the part of the winner (Chile). However, there are also events that took place during the conflict that are ignored in the traditional history of the war, specifically, the numerous lootings by Chilean troops mostly in Peruvian cities and towns. This research contains data that verify these events and try to find an explanation through the review of the records left by those who took part in the conflict, in an effort to rebuild the history of the war from a social perspective.

Keywords: Pacific war, looting, daily life in war, Chilean troops, Chile, reports.


Resumo

A Guerra do Pacífico (1879-1884) destaca-se como um dos conflitos bélicos mais ferozes da América Latina, o qual deixou uma triste e amarga lembrança em quem foi vencido (Peru e Bolívia) e uma auréola de triunfo e glória em quem venceu (Chile). No entanto, existem numerosos fatos e passagens omitidos pela história tradicional do conflito e que se referem aos numerosos saques cometidos pelas tropas chilenas, principalmente em cidades e povoados do Peru. Esta pesquisa apresenta dados que verificam a existência desses fatos e aproxima-se da explicação deles por meio da revisão dos registros deixados pelos protagonistas do conflito, numa tentativa de reconstruir a história da guerra a partir de uma perspectiva social.

Palavras-chave: Guerra do Pacífico, pilhagem, cotidianidade na guerra, tropas chilenas, Chile, relatórios.


Introducción

Hacia principios de 1879, el continente se ve estremecido por uno de los conflictos más feroces que haya afectado la paz americana. Este enfrentamiento bélico llevó a la guerra a tres países (Bolivia, Chile y Perú) por la posesión de territorios marcados por la riqueza de un mineral infinitamente apreciado en la época: el salitre (o nitrato de sodio), utilizado principalmente como fertilizante y posteriormente en la industria bélica moderna.1

El conflicto, llamado Guerra del Pacífico (1879-1883), modificó el territorio de los tres países. Así, Perú perdió gran parte de su región sur: Arica, Tarapacá; y Bolivia quedó inhabilitada de acceso al mar, dado que cedió a Chile su litoralidad con la región de Antofagasta. Este conflicto se incuba desde 1840 y desde aquella época, hasta 1866 y 1874, generó distintos periodos de negociación y tensión entre Bolivia y Chile, que percibían la importancia económica de la región, la cual no estaba exactamente delimitada por los países respectivos debido a la poca definición de las fronteras contenidas en el uti possidettis. En 1879, la tensión sobrepasó la negociación escrita en el Tratado de 1874, dando comienzo a una de las más largas y dramáticas guerras vistas en América.

Este conflicto generó una serie de hechos que se contraponen a la humanidad y a las leyes de la guerra, y es precisamente sobre estos aspectos que existe un aura nebulosa, oculta y hasta folklórica2 de los sucesos ocurridos en las batallas y ciudades peruanas. Los centros urbanos experimentaron saqueos y pillajes desde el comienzo de las operaciones terrestres; rasgo permanente de las guerras de expansión o conquista de clara relevancia social y que ha estado asociado a las guerras desde la antigüedad.3 En este caso, el pillaje fue ejecutado por las tropas chilenas en busca de botín de guerra. Los soldados lo veían como recompensa legítima a sus esfuerzos guerreros. Ahora, esta conducta colectiva de los chilenos se convierte en un patrón común en todas las ciudades y pueblos que se encontraban cerca de los campos de batalla.

Los distintos hechos ocurridos durante la guerra no han sido del todo registrados, principalmente porque la historia del conflicto ha tenido un sesgo militar. Sin embargo, existen sucesos poco esclarecidos que son parte de la memoria colectiva de los pueblos protagonistas de conflicto4 y que hacen énfasis en los hechos bélicos. Esta situación puede explicar el resentimiento peruano-boliviano hacia Chile y el chauvinismo5 de este último hacia sus antiguos enemigos, ejemplificado en fechas simbólicas, regiones fronterizas, formación de las fuerzas armadas o discriminación nacionalista.

La Guerra de 1879 y su estudio

La guerra, como fenómeno de estudio social, muestra una serie de rasgos que pertenecen a los sujetos involucrados como protagonistas.6 En el caso de Chile, el fervor popular del conflicto está impreso en las cartas, memorias, relatos orales o reportes periodísticos de la época, señalando un interesante punto de estudio historiográfico al conflicto. En las fuentes se encontró un atisbo de la mentalidad de los actores, un "territorio histórico"7 susceptible de ser explorado. Desde esta perspectiva, la guerra aparece como una fuente rica de recursos para investigar y analizar las vivencias del soldado común y corriente; enganchado, de origen humilde y religioso; aventurero y patriota; campesino y minero; encarnado etnográficamente como el "roto", personaje típico del bajo pueblo;8 mestizo y popular, caracterizado satíricamente como el "pillo",9 que es componente social de la mayoría de las tropas chilenas.

En la última década, destacados historiadores peruanos y chilenos10 han investigado la temática desde la perspectiva de la historia cultural. Este es el caso de Carmen Mac Evoy,11 José Chaupis,12 Carlos Donoso13 y Daniel Parodi.14 Sin embargo, la temática en sí no ha sido desarrollada con profundidad. Al respecto, el historiador Milton Godoy señala:

En términos del análisis histórico del problema, tanto la historiografía peruana como la chilena crearon sus propias versiones en el contexto temporal del desarrollo mismo del conflicto. En Perú, quien construye la versión de la guerra que ha tenido mayor impacto es Mariano Paz-Soldán, manifestando en su publicación de 1884 un sólido antichilenismo que encuentra la justificación de la guerra en el expansionismo de ese país, cuestión que, a juicio de Joseph Dager, se mantiene hasta hoy en la historiografía peruana, aunque despojada de su ardor inicial.15

Marco metodológico: los saqueos en la guerra de 1879

La propuesta metodológica se basa en un análisis del fenómeno social de los saqueos ejecutados por las tropas chilenas a partir fuentes bibliográficas chilenas y peruanas. Dada la mínima cobertura histórica a los sucesos de este tipo, sobre todo cuando están relacionados a los eventos posteriores a las batallas, se consultaron estas fuentes, pues tenían la información necesaria para revelar hechos omitidos e invisibles al trabajo historiográfico actual.

El historiador Milton Godoy expresa sobre ello que:

[...] en el caso chileno los textos acerca de la conducta de las tropas y la apropiación de bienes particulares y públicos durante la ocupación de Lima es, cuando no desconocido, silenciado, soslayado y en una minoría de los casos totalmente negado.16

En este sentido, estos sucesos cobran notable validez en sus análisis, particularmente cuando existen diferentes versiones, como la del historiador chileno Sergio Villalobos, que cuestiona los saqueos.17 La recolección de las fuentes y su triangulación permitió obtener análisis que arrojaron una causal de los saqueos que permite explicar los sucesos acaecidos. Los registros de los saqueos comienzan de forma paralela a las batallas en territorio peruano. Las fuentes consultadas revelan algunos factores que explican el origen de estas conductas de pillaje y la búsqueda de botín de guerra que estarían relacionadas con la falta de alimentación de las tropas, el enganche forzoso, el fragor de la batalla, la tecnología bélica (uso de minas eléctricas) y la búsqueda de alcohol. Ahora, estos saqueos generalmente afectaron a los propietarios de bienes, públicos o privados, y estuvieron acompañados de desorden y dispersión de las tropas, muerte, robos, incendios y violaciones, presentándose en forma continuada en ciudades y puertos que fueron escenarios de combates como Pisagua (noviembre de 1879), Tacna (mayo de 1880), Arica (junio de 1880) y Chorrillos (enero de 1881). Numerosos villorrios, pequeños balnearios y pueblos, como Barranco y Surco, también fueron afectados por el pillaje.

El saqueo y la construcción del chileno feroz

En la guerra de 1879 aparecen algunas de las imágenes míticas del ejército chileno que persisten hasta la actualidad en el imaginario de la población. Una de estas imágenes es la del soldado feroz, invencible en batalla,18 que en la guerra de 1879 se consagró como mito en los combates que registró la historia y la tradición militar chilena. Esta ferocidad imprimió un sello de "oratoria bélica hacia el enemigo"19 que no solo se manifestó en el bando chileno, sino también en el peruano y en el boliviano. En el caso chileno, la ferocidad, como elemento guerrero, se relacionó en ocasiones con la efectividad en el combate del enemigo. Esto fue una respuesta al uso de ciertos artefactos bélicos modernos por parte del ejército peruano tales como minas eléctricas, las cuales generaban una reacción negativa en el soldado chileno, pues veía estos "polvorazos" como una forma deshonorosa de combatir al no ver la cara del su enemigo. Frente al uso de este tipo de artefactos, el soldado actuaba con furia hacia su enemigo y generalmente no daba clemencia en el combate. Un soldado chileno relata su visión de la batalla de Pisagua en una carta, citada por Vicuña Mackenna:

Viendo la traición de los cholos les principio a tirar bombas de incendio y se declaro el fuego llano no hubo más cuartel, algunos soldados querían rendirse a los soldados chilenos, pero no los dejábamos vivos; perdone tatita i se les arrodillaban pero nosotros tas bala, agarra infame.20

En el caso de Pisagua, que es el primer combate terrestre peruano, la ferocidad no solo fue con los soldados aliados, sino también con el pueblo, el cual sufrió severos daños como resultado del combate. Un soldado chileno señala: "El puerto, pocas casas habían todavía como ese puerto lo incendiaron todo de la dentrada que hicieron los chilenos en Octubre el año 79 que ai fue la primera batalla mas cruel y más encarnizada que hubo".21

Estas encarnizadas escenas de guerra, registradas en la impronta de los protagonistas del conflicto, delatan el cariz de exterminio que tomó la guerra y que en ocasiones era exacerbado por la prensa; muestra de ello es la nota de un corresponsal de El Mercurio, citada por Vicuña Mackenna:

No hay cuartel!! La sangre. Las minas, corvo i todos son pasados a cuchillo. Nadie escapa. El suelo humea con los cálidos torrentes. Se forman pantanos de sangre. Se acabo la ridícula caballerosidad. Contra las minas, los corvos. Sépalo en Lima.22

Esta impresión guerrera es elocuente y claramente influenció la mentalidad de la población chilena sobre el enemigo. El pueblo, como narraban los diarios de Santiago, se convertía en objeto de exterminio, justificando así los temores de la población peruana hacia los chilenos. Desde una perspectiva de la historia de las mentalidades, es posible que estos temores se mantuvieran en el tiempo y en el inconsciente colectivo23 como una especie de espectros de miedo o fantasmas de la población peruana, perpetuándose desde la época de la guerra hasta nuestros días a través de la memoria colectiva y la tradición oral. Un ejemplo de esto se encuentra en el folclore de la sierra peruana, en una danza llamada "La madjada",24 donde se representa la lucha contra los chilenos en la ocupación del Perú. En este baile los soldados chilenos son asociados al mal y la oscuridad. El temor al pillaje se registra en cada episodio de la guerra y no es del todo injustificado, pues la mayoría de las localidades peruanas cercanas a los sitios de batalla sufrieron los rigores del saqueo, como lo demuestra un testigo residente en el extranjero en un informe a su consulado que da cuenta de los saqueos en Arica, una vez concluido el combate:

Después de que fueron capturadas las posiciones fortificadas se dirigió el victorioso ejercito a la ciudad, donde comenzó el saqueo y la destrucción de la misma, continuando todo el dia lunes, la noche y el dia siguiente.25 Esta información corresponde a un telegrama dirigido al ministro de relaciones exteriores de Chile en la época, don Melquiades Valderrama, firmado por el capitán de mar alemán Deinhard, quien además advierte sobre el pillaje a la población extranjera que reside en la ciudad:

Este saqueo no solo se extendió a la propiedad peruana, sino afecto también a bienes neutrales de las casas alemanas, solamente quedo sin tocar la de un señor Dauslberg (solo la casa privada) ya que allí habían puesto su cuartel el General chileno Baquedano. Tas las otras casas fueron quemadas.26

Al parecer, los efectos destructivos del pillaje fueron nocivos para la ciudad y tal como ocurre en el resto de los episodios del conflicto, la población extranjera también hizo parte de este temor al chileno. Para varios historiadores chilenos, e incluso para protagonistas de las batallas, los saqueos fueron una respuesta a la utilización de artefactos bélicos como las minas. Respecto a estas en particular, existen varios relatos de sus efectos en la moral de combate de las tropas chilenas que para algunos investigadores de los hechos de Arica, como el historiador militar Roberto Arancibia Clavel, serían una explicación de lo ocurrido:

Arica sufrió los efectos de la euforia de los soldados, después del triunfo los que pudieron ser controlados después de algunos desmanes por los jefes y oficiales. Se saquearon algunas casas y se produjeron fusilamientos la única explicación para estos hechos pudo ser el impulso propio de los soldados excitados y enfurecidos por el estallido de minas y la muerte de sus compañeros.27

La atención hacia las minas eléctricas como elemento catalizador de violencia y ferocidad también es señalada por los jefes y oficiales de las tropas chilenas que observan en estos artefactos bélicos una posible explicación a la conducta destructiva mostrada por los soldados chilenos durante las batallas. El coronel José Antonio Gutiérrez, comandante del regimiento 3° de línea, comenta respecto al clima bélico que tomaría la batalla de Arica si acaso se usaran las controvertidas minas eléctricas:

Que si recibimos orden de tomar la plaza a viva fuerza, la tomamos pero que si hacen uso de dinamita, por más esfuerzos que hagamos será imposible hacer prisioneros porque el furor del soldado en esos momentos no se podrá contener.28

La aseveración del coronel Gutiérrez respecto al comportamiento de sus hombres ilustra el cariz que tomaban las batallas en la guerra y sobre todo el efecto que causaba en las tropas la utilización de las minas eléctricas. Estas, al ser detonadas, dejaban graves heridas en los soldados atacantes, sin estos siquiera vieran quien los atacaba. Ahora, la reacción del soldado frente a las minas era tremendamente destructiva, llevándolo posiblemente a arremeter también contra las propiedades de su enemigo, tal como ocurrió en Arica: "Recién al tercer dia disminuyeron los actos inhumanos y, entonces, finamente fueron fusilados algunos de los más contumaces saqueadores".29

Esta información, que corresponde a un telegrama al ministro Valderrama, señala fusilamientos de soldados como castigo a los actos de pillaje. Sin embargo, no existen fuentes militares que confirmen tal represión. El historiador militar Roberto Arancibia Clavel no señala castigos a los saqueos ocurridos en Arica, pero observa la llegada de regimientos destinados a cumplir un control en la ciudad ocupada:

Para mejor garantizar el orden público y la tranquilidad, Baquedano hizo regresar a Tacna los regimientos que tomaran parte en el combate del 7, quedando en la ciudad y en los valles unidades de los regimientos de caballería "Granaderos a caballo" y "Carabineros de Yungay", un regimiento de artillería y una sección de zapadores.30

Este traslado obedece a una política de control interno del mando chileno sobre sus tropas. Al parecer, los desórdenes fueron sofocados y se prefirió mantener el orden y la tranquilidad con el envío de regimientos selectos. Es interesante hacer notar que serían estos mismos regimientos los que entrarían a Lima después de las batallas de Chorrillos y Miraflores. Las minas eléctricas en las batallas de la guerra del Pacifico se utilizaron principalmente en la defensa de fortificaciones. Arica, sobre todo, poseía fuertes en su morro. Sin embargo, estos artefactos no solo fueron utilizados allí, sino también en la defensa de Lima, produciendo el mismo efecto en las tropas chilenas. Esta situación la señala el historiador chileno Diego Barros Arana, respecto a la batalla de chorrillos:

El enemigo había sembrado de bombas automáticas aquella parte del campamento, i sus explosiones hicieron daños considerables a los soldados chilenos, pero estas hostilidades no produjeron otro resultado que exaltar su ardor, i estimularlos a continuar la persecución de los fugitivos con mayor encarnizamiento.31

La batalla de Chorrillos ha pasado a la historia como uno de los combates más sangrientos de la guerra de 1879 y a la vez, escenario de los mayores saqueos registrados en el conflicto. Tanto los saqueos como el combate mismo terminaron por destruir una localidad que en la época era un bello balneario de la aristocracia limeña. El soldado Hipólito Gutiérrez describe así la batalla: "Como a la una hubo ataque bien grande en chorrillos. Ai murieron bastantes chilenos era la causa que adentro de las casas nos tiraban a traición".32 Destaca aquí la palabra traición, que para los soldados chilenos era un término que describía una acción deshonrosa en la batalla. Este mismo descriptor fue usado también para el uso de las minas. Estas técnicas de combate, exaltaban el ardor de la batalla y la hacían más feroz:

Por otra parte, los soldados chilenos, enfurecidos por aquellas hostilidades, no querían hacer nada para contener el fuego, i aun aparecían empeñados en que concluyese su obra de destrucción. La población de Chorrillos ardió toda la tarde i toda la noche rojiza luz del incendio alumbraba hasta la mañana siguiente.33

A la visión del historiador Barros Arana, se suma la de Wilhelm Eck dahl, quien señala que la acción bélica llevó a la destrucción y al saqueo de Chorrillos:

Este combate, en gran parte individual i cuerpo a cuerpo en las calles, plazas i casas de Chorrillos, resistió el carácter cruel que es común a esta clase de combates. No se pedía ni se daba cuartel. La responsabilidad de los excesos que por ambos lados se cometieron cae sin duda sobre el que eligió la población para campo de batalla, es decir, el comando peruano.34

Este fragor del combate narrado por Eckdahl es reforzado por un testimonio del capitán chileno Francisco Machuca, que escribe en su historia de guerra el efecto de las minas en el combate:

Los umbrales están minados y las chapas, al ser forzadas, dan fuego, merced a un mecanismo especial, a poderosos torpedos. Sotomayor ordena el asalto, cuando algunos edificios empiezan a arder por efecto de las granadas. No se pide ni se da cuartel.35

El empleo de las minas fue un aliciente de ferocidad en los soldados, quienes, en un estado febril de ataque, destruyeron todo a su paso: "Irritados los asaltantes al ver caer a sus compañeros, mutilados por la dinamita y furiosos por no apagar su fuego, incendian los primeros pisos".36 El efecto de las minas es notorio en la disposición del combate las tropas chilenas. Son artefactos que producen dolor, rabia y ferocidad bélica incontrolable en las tropas, y que durante el combate mismo estas se dediquen a saquear el pueblo, tal como señala el capitán Francisco Machuca: "No causa ninguna maravilla de que las casas que escaparon a las bombas y del furor de los vencedores, fueran saqueadas y destruidas por soldados ciegos de venganza".37

Según los relatos, la ferocidad mostrada por las tropas chilenas se debe al uso de artefactos tecnológicos como minas eléctricas. Estas chocan con la impronta tradicional del soldado chileno, que ve en esta forma de guerra moderna una traición a la guerra por parte del enemigo. Con ello la violencia se cataliza y busca destruir todo lo que el enemigo represente.

Comida como botín de guerra

Para el ejército en guerra el tema del suministro de alimentos siempre ha sido una preocupación, especialmente si las operaciones se realizan en territorio enemigo, como en el caso de Chile en la guerra de 1879. La logística, en este sentido, jugó un rol importante en el éxito de las campañas militares de la época.38 Este éxito, sin embargo, no siempre estuvo acompañado de una dieta abundante para los combatientes, que a menudo tuvieron que subsistir con suministros reducidos, tal como señala en su diario un combatiente de la época: "algo de necesidades pasábamos porque no llegaban víveres porque estaban a bordo y estaba lejos, con combates la pasábamos".39

Este soldado registra en su diario una típica privación de guerra, como es la comida. La escasez se hace mayor en caso de que las tropas se encuentren lejos de los centros de abastecimiento, situación que, en el caso de los soldados chilenos, se agravaba a medida que se alejaban de la costa, pues la mayoría de los suministros eran enviados por mar. De esta forma, los soldados solo recibían su ración de combate, la cual era escasa, particularmente si este duraba varias horas o días. Esta ración era llamada "fierro" y se entregaba antes de la batalla. Según los registros de la época, constaba de charqui, bizcocho, cebollas, harina asada y pimienta.40 Al ser insuficiente, no resultó extraño que algunos soldados merodearan las ciudades o pueblos cercanos a sus campamentos o campos de batalla en busca de alimento. Al respecto, un oficial chileno relata en su diario de campaña ciertas incursiones de soldados a las casas de las ciudades peruanas de Tacna: "Los que han logrado bajar al pueblo y vuelven llenos de provisiones tales como frascos de licor, cigarrillos, se apresuran a rodear a los heridos para participarlos con ellos".41 Al parecer, los productos traídos en las incursiones a las casas de Tacna eran básicos. Sin embargo, también se aprecia el tabaco y la bebida que servían para relajar y premiar a la vez a los soldados. Un oficial chileno relata:

También a nosotros nos tocado alguna parte, pues los asistentes nos han brindado por el resultado de sus expediciones y gracias a las pocas monedas que han hecho el viaje por el desierto, se han procurado botellas de cerveza, algunos fiambres y un queso especial que hacen las delicias de nuestros paladares no acostumbrados a tales regalos.42

En esta impresión, perteneciente a un teniente chileno, se muestra cómo parte de la tropa también era partícipe de la obtención de alimentos, acción que se repetiría durante todas las campañas hasta la llegada a Lima, debido a que las provisiones de las tropas generalmente escaseaban. El escritor chileno Vicuña Mackenna señala al respecto:

[...] en menos de tres días todo aquel fértil campo quedo talado de cañas de azúcar i menestros de camotes i de asnos. Tan solo el regimiento de Chillan se comió siete de los últimos. La provisión suministrada al soldado, a la vez, escasa, por que las recuas de mulas, apenas transportaban lo que 26 mil hombres consumían al día.43

La carencia logística crónica en la manutención de los soldados en campaña era daba pie a que los merodeadores chilenos buscaran comida e intentaran procurarse alimentos de cualquier forma, llegando a saquear algunas propiedades peruanas:

En la tarde del día de la batalla, la 1a división Amengual i una parte de la 1a Escuadrón de los carabineros de Yungai, ocuparon Tacna, donde tuvieron ocasión de mantener el orden y proteger las vidas i propiedades de los habitantes de la ciudad, contra cierto número de merodeadores del ejército chileno, escapados del campamento en la pampa.44

El historiador militar Wilhelm Eckdahl muestra una preocupación por mantener el orden en la ocupación de Tacna, no solo en términos de control de la ciudad enemiga, sino también de la disciplina de las tropas, las cuales acampaban fuera de ella. Llama la atención que siempre se utilizaron ciertos regimientos para mantener el orden en las ciudades ocupadas que se destacaban por su disciplina y rigidez, como el "Buin", "Zapadores", o la artillería y la caballería, los cuales no mostraban índices de dispersión después de las batallas como la mayoría de otros regimientos. La observación de Eckdalh se complementa con la del historiador conservador chileno F.

A. Encina, quien señala:

Amengual y Bulnes entraron a Tacna poco antes de las 5 p.m. lograron el orden en el centro del pueblo; pero no pudieron impedir que los maleantes peruanos; parte de los fugitivos de Tacna y grupos de soldados chilenos desprendidos de sus cuerpos, durante la noche saquearan los arrabales.45

Encina agregó dos nuevos adjetivos a los saqueadores: maleantes y fugitivos, ambos de origen peruano. La situación posiblemente fue similar a lo sucedido en Chorrillos o Lima. Sin embargo, su opinión es dudosa, dado que la ocupación y control chileno empezaron el mismo día que la batalla (26 de mayo 1880), a partir de la tarde, y continuó en el transcurso del día con la entrada de varios regimientos. Es por ello que resulta incierta la presencia de fugitivos peruanos eludiendo el control militar chileno de la población, el cual fue impuesto de inmediato, según señala un oficial chileno: "Se arregló convenientemente todo cuanto fue preciso i necesario para el buen orden de la administración, respeto i confianza de los habitantes".46 Esta observación fue entregada por un protagonista de la batalla después de la ocupación de la ciudad, la cual se planificó con el fin de otorgar tranquilidad a la población, que temía bastante a los chilenos:

Después de todo el ejército quedo en la más completa tranquilidad i asegurado el orden i vigilancia en la ciudad por buena policía principiaron a tranquilizarse las familias i empezaron a abrir sus salones a la amistad de algunos jefes chilenos.47

La intranquilidad que relata Urquierta en la población fue notoria en las familias tacneñas, pues se tenían múltiples noticias de los desórdenes de las tropas chilenas en anteriores episodios como Pisagua y Mollendo.48 Esto generaba un temor colectivo hacia los feroces combatientes. Pero no solo era la población peruana que temía, sino también los residentes extranjeros (principalmente los comerciantes), que se mostraban inquietos por sus competencias. Sobre este temor un testigo señala:

Siendo mi esposo un comerciante extranjero, teníamos casi la seguridad de que sería respetada pesar de saberse que teníamos almacenada una regular cantidad de comestibles, sobre todo chalona que fue llevada en previsión de bloqueo yo les hubiera dado sin vacilar cuanto tenia para no ser molestada.49

Esta visión de una vecina extranjera en Tacna es determinante para apreciar la imagen de las tropas chilenas durante la guerra. Los merodea-dores generalmente actuaban en grupos y se manifestaban en casi todos los lugares cercanos a los sitios de batalla, como en el pueblo de Barranco en 1881, en vísperas de la batalla de Miraflores y en las cercanías de Lima. Al respecto, un testigo apunta lo siguiente:

Luego recibió orden del comandante Bustamante de ir al pueblo [de Barrancos] en busca de cualquier clase de víveres para el regimiento. Lleve algunos solados y fui buscando de casa en casa alguna cosa de comer. En el primer edificio que encontré abierto entre, era un despacho, pero con cajones vacios, solo quedaba un poco de harina y mucha sal.50

La falta de alimento llevó a buscar comida en cualquier lugar; a tal escala que produjo dispersión en las tropas. El soldado chileno Hipólito Gutiérrez describe esta situación en su diario de campaña, después de la batalla de Chorrillos: "El puerto toda la noche ardiendo y los solados para allá y para acá, muchos de uno y otros cuerpos andaban todos revueltos haciendo y buscando que comer, porque todo el día no habían comido alguna cosa".51Respecto a la misma batalla de Chorrillos, la más cruenta y escenario del mayor saqueo de la historia del a guerra, un corresponsal del periódico La Patria señala también la falta de alimento para las tropas vencedoras:

En medio de esa claridad sangrienta varios soldados chilenos, escapados de sus cuerpos recorrían las calles, y se oían tiros y mas tiros y mas tiros de rifle sin interrupción. No habían comido en todo el día y sin duda habían salido impedidos por el deseo, a buscar algo de comer.52

Siguiendo el tema del hambre, un observador francés que acompañaba al ejército chileno, describe su impresión:

[...] las tropas no habían comida nada desde la víspera, si no era mas que bizcocho y de charqui. Una noche sin sueño, después de un largo camino sobra la arena, seguido de un día de combate en terreno difícil, bajo un sol de los trópicos, había abatido a las fuerzas.53

A la luz de las fuentes se puede observar que las tropas chilenas no tenían todas las provisiones necesarias para una campaña en territorio hostil, teniendo que sufrir los rigores del hambre. Al parecer, la comida era considerada un botín que se lograba con el triunfo en la batalla, según se desprende de la visión entregada por Pedro Pablo Figueroa, oficial chileno: "Un soldado dijo al Coronel Duble Almeida, cómo mi coronel, nos decía ahí que íbamos a almorzar en Chorrillos y ahora vamos a comer".54

Esta observación muestra en toda magnitud la falta de alimentos en las tropas chilenas. Tal vez el mando chileno no previó la logística necesaria para suplir esta carencia y, si lo hizo, estimó que fuera el propio enemigo quien entregara el alimento a sus tropas. Esto señala una conducta de constante exploración de víveres, lo cual, en varias ocasiones, llevó a cometer pillaje en las casas y pueblos que se ubicaban cerca de los campos de batalla o campamentos chilenos. En este sentido, la falta de comida y su racionamiento, provoca una carestía en las tropas y aumenta la necesidad básica de comer y de satisfacción. Esto se expresa en la apropiación de alimento, que es visto como botín, de modo que legitima la acción de saquear. Esta acción se da en territorio enemigo y es una agencia individual que va más allá de la guerra, que entrega el Estado a través del uniforme al individuo que se convierte en soldado.

El alcohol, botín de los saqueos

En el estudio de la conducta de las tropas chilenas durante la guerra del pacifico, cabe destacar que muchos de los soldados que componían el ejército eran adictos a las bebidas alcohólicas. Esto se mostró claramente en el pillaje de la propiedad peruana debido a que numerosas fuentes señalan una constante búsqueda de alcohol una vez terminados los combates. En ocasiones estas pesquisas e ingestión de bebidas alcohólicas tuvieron éxito y provocaron disturbios entre las mismas tropas, hasta el punto en que estas debieron ser reprimidas con fuerza. Los mayores desordenes de pillaje etílico se desarrollaron en todas las ciudades y pueblos afectados por la guerra, entre los que se destacan los poblados de Chorrillos, Miraflores y sus alrededores, principalmente por las características de sus localidades y por la abundancia de bienes que existía en lugares como las bodegas y despensas de las casas que guardaban bebidas alcohólicas, consideradas como un botín apreciable para los saqueadores.

La búsqueda de alcohol como botín de guerra es señalada repetidas veces por las crónicas, relatos y memorias de los actores participes en la guerra. El pillaje en el pueblo de Chorrillos y sus alrededores se destaca por su magnitud. De estos hechos existen innumerables registros:

Después del combate los soldados regresan al campamento con jarros caramañolas y botellas todas llenas de pisco o vino con todo eso la algaraza que se formo entre los soldados fue cundindo a medida que iban pasando larguísimos tragos de exquisito pisco, de modo que al entrar el sol la rosca era tremenda y general.55

La descripción que entrega este oficial chileno muestra la dinámica de acción seguida por las tropas chilenas una vez concluidos los combates. Esto implicaba la búsqueda e ingestión de bebidas alcohólicas, que en este caso era vino y pisco, claro botín de guerra, tomado al enemigo. Este oficial agrega una descripción de los desórdenes protagonizados por los soldados, lo que muestra cómo la indisciplina de las tropas alcanzó ribetes bastantes violentos, llegando a enfrentamiento entre las propias filas: "En el pueblo la borrachera subió de punto. Los soldados mataban, saqueaban y bebían a discreción. Gruesas y gigantes columnas de humo se elevan hasta las nubes produciendo horrorosos incendios en medio de todos los cuerpos ebrios y de victoria".56

La destrucción de Chorrillos no solo fue resultado de la batalla, sino también del pillaje y el desorden de soldados ebrios que continuaron la destrucción de la localidad. Un oficial chileno, testigo de los sucesos relata:

Los soldados vencedores, encontraron abundancia de licores, se embriagaron e su mayor parte. Al día siguiente a las comisiones que buscaban faltas se les hacia costoso llevarlos a sus cuarteles: cometieron excesos hasta el punto de matarse unos con otros, i por puro gusto descargaban sus fusiles por doquier hiriendo a muchos sin culpa, tocándole solo por facilidad.57

Según la descripción de Urquieta, el grado de desórdenes y violencia entre las tropas fue mayúsculo y respondió a los efectos del alcohol. La situación alcanzó niveles que llegaron a causar bajas al bando chileno. En torno a estos sucesos el historiador Wilhelm Eckdahl, señala:

Desgraciadamente, la noche del 13 al 14, no transcurrió sin que hubiera desorden que lamentar. Muchos soldados entraron a la población, sin permiso y cargando armas, i derribaron a culatazos las puertas de los despachos que se espedía licor. Como era lógico, pronto se suscitaron riñas sangrientas entre los grupos de soldados ebrios.58

Entre los soldados sucedieron disputas de la más variada índole debido al alcohol, el caos y el descontrol. El oficial Justo Abel Rosales, observa lo siguiente:

Una gallina era llevada por un soldado, era quitada a balazos por otro. La negativa de un trago de licor producía igual resultado. Todas las cuestiones la solucionaban la bala o bayoneta. Un cabo de nuestra banda pidió un trago de vino a un soldado naval, este no quiso darle y sin más que esto, el cabo lo mato de un balazo y tomo el vino. Varios solados encontraron unas niñas peruanas, según creo y se encerró con ellas a remoler en una casa, al son de un piano tocado por esas callosas manos chilenas. En la puerta de la calle pusieron centinela armado de rifle y bien amunicionado. Al que pretendía entrar, bala con él.59

Los detalles que señala Rosales son dramáticos y dan cuenta de la magnitud del descontrol vivido por el ejército chileno en una parte importante de sus tropas. Incluso se llegó a pensar que los tiros hechos por los soldados ebrios era un nuevo combate. Al respecto, un oficial del regimiento chileno 3° de línea comenta:

Si el combate con las fuerzas enemigas había terminado, en Chorrillos seguían tan nutrido o mas que antes el fuego de fusilera sin saberse a quien se disparaban, era parte de nuestra tropa que embriagada del triunfo y de los exquisitos licores que ese mismo triunfo les proporcionaba en Chorrillos, hacíanse fuego entre sí mismos, o disparaban, por el gusto de hacerlo sobre el primero que pasaba al alcance de su vista. Esto hacia sumamente peligrosa la entrada al pueblo i más de uno perdió la vida en el después de haber salvado del horrendo combate.60

Por los numerosos relatos cotejados, esta jornada bélica del día 13 de enero de 1880 fue totalmente agria y penosa para el pueblo de Chorrillos. Otro testigo presencial de los hechos, el soldado chileno Hipólito Gutiérrez, apunta lo siguiente en su diario de campaña:

En Chorrillos se mataron muchos chilenos, unos con otros solos que andaban haciendo lo que querían y al otro día salieron comisiones a buscar a todos los soldados que andaban solos sin orden, y se encontró muchos más muertos que los que habían quedando ese otro día antes y era que se habían muerto unos con otros en la noche.61

Los hechos de Chorrillos tuvieron cobertura noticiosa en Chile. Los informes de la prensa concuerdan con las versiones de los protagonistas de la batalla y reafirman la ebriedad de algunos solados y los actos de saqueos que se produjeron:

A fuerza de verídico, no debo pasar por alto la noche del 13. A pesar de las glorias del estupendo triunfo alcanzado en una batalla sangrienta que duro el día, la noche fue para nosotros intranquila, por las consecuencias de algunos desordenes en el pueblo. En este se hallaban deshabitados de moradores pacíficos como ya dije, y convertido en un verdadero cuartel enemigo. En el pueblo existían muchos depósitos de licor; y esto fue la causa que produjo el mal que me he referido. Se embriagaron algunos soldados y desconociéndose unos con otros, se mataron varios entre si. Fue necesario enviar fuertes patrullas a recoger a los dispersos que quedaban aun en la población, y así pudo evitarse la propagación del mal.62

En varias de las fuentes consultadas se aprecia el envío de patrullas de recogida para los soldados dispersos. Esta medida de orden, sin embargo, no siempre se manifestó de forma pacífica. Muchos soldados ofrecieron resistencia a estas acciones debido a su estado de intemperancia. La observación de los desórdenes de Chorrillos no solo viene de fuentes chilenas, sino también de algunos testigos extranjeros, como el teniente de marina norteamericana Theodorus Manson: "El ejército chileno se concentro en Chorrillos y empezó a cundir la desmoralización, tal vez por la gran cantidad de alcohol consumido en el saqueo de la ciudad".63

Según Manson, el alcohol provocó cierta desmoralización en las filas chilenas. El oficial seguramente se refiere a la disposición de combate que tuvo el ejército en Miraflores, dos días después de Chorrillos. La batalla que no fue del todo óptima para las tropas chilenas, sino más bien riesgosa. Tal vez la fatiga, la dispersión, la falta de alimentación y la resaca en los soldados tuvieron alguna incidencia en los resultados del día 13 en Chorrillos. El balneario sería luego saqueado. El intelectual Benjamín Vicuña Mackenna señala sobre este evento: "La embriaguez del alcohol en pos de la sangre calcinada, grupos de soldados de todos los cuerpos que habían tomado parte del asalto se entregaban, al caer la noche a brutal orjia, arranque de nuevos i más dolorosos sacrificios".64 La visión de Vicuña Mackenna tiene un marcado matiz literario-poético, aunque recoge los hechos ocurridos e intenta buscarles una explicación principalmente en el consumo de bebidas alcohólicas por parte de las tropas chilenas:

Los jefes chilenos echaron lamentablemente un olvido en aquel día una propensión inesistible de la sangre araucana que prevalecía al menos en dos tercios en las filas: porque es sabido que cuando los aborijenes celebraban sus orjias de placer o de victoria, sus mujeres invariablemente esconden las armas de los guerreros, porque saben que una vez turbada la razón, se acometen i se matan implacablemente entre sí. Ese olvido fatal, que en consecuencia a cargo del general en jefe, del jefe de Estado Mayor i de todos los comandantes de cuerpos que consistieron en dejar las armas a su jente cuando la batalla en todas partes había terminado.65

Vicuña Mackenna hace alusión al elemento étnico de las tropas chilenas, en este caso el mapuche. Su visión y su explicación de los hechos están influenciadas por la impronta de la dicotomía de civilización y barbarie, postulada por el intelectual argentino Faustino Sarmiento. Para Vicuña Mackenna, el comportamiento de las tropas responde a un recelo étnico, donde los soldados son vistos como salvajes o bárbaros que deben ser cuidados o desarmados para evitar que cometan desórdenes una vez concluido el combate.

Los desórdenes, por su parte, terminaron en retrasos en el alistamiento de las tropas. Las patrullas a menudo se vieron en la necesidad de actuar durante un día completo para recomponer el orden de las tropas; esto sin contar las bajas66 producto de la lucha fratricida llevada a cabo por los propios soldados chilenos. Un oficial francés presente en el lugar señala:

Este día, los regimientos estuvieron lejos de presentar la misma cohesión que le trece. La llanura estaba cubierta de elementos aislados juntándose pero sin apresurarse y con sus cuerpos, ya en fuego. Vimos a muchos de ellos, descansando detrás de los arbustos al abrigo de las balas y del sol.67

A la par que se desarrollaban los saqueos, las tropas empezaban a dispersarse por el campo de batalla y sus alrededores con el fin de entregarse al pillaje de las propiedades y bienes existentes. Respecto a la búsqueda de alcohol, el citado oficial francés, Le León, señala un acontecimiento en Miraflores: "Muchos buscaban bebidas en las tiendas de los oficiales, abandonadas precipitadamente. La presencia de soldados ebrios y armados, a veces indiscretos, nos hacia apresurar nuestras cabalgatas fatigadas para acercarnos a la zona de acción".68

Por las descripciones de Le León, varios soldados chilenos continuaban la fatigosa jornada saqueadora y ejercían el pillaje en el mismo campamento. La conducta de estos soldados parecía ser un poco ordenada y el citado autor reconoce evadir el paso a estos hombres. El mando chileno decidió evitar los sucesos de descontrol de sus subordinados en Chorrillos y para ello ordenó prender fuego a los lugares que fueran objeto de saqueos. Esto con el fin de soslayar los desmanes. En torno al incendio del balneario de Barranco, Vicuña Mackenna señala: "Una hora después, jinetes chilenos a las ordenes de un oficial reconocían la abandonada i pintoresca población y le prendían fuego por los cuatro costados. Era una solución terrible, pero evitable del coronel Lagos".69 Esta medida se aplicó también al pueblo de Miraflores y fue ejecutada nuevamente por el enérgico coronel Pedro Lagos:

A la 4:30 de la tarde, Fuenzalida, reforzado por Barbosa, penetro en Miraflores y aniquilo las fuerzas peruanas que defendían el balneario. Los soldados empezaron como en Chorrillos, a descerrajar las puertas de las despachos, y para impedir que se embriaguen Lagos le pego fuego.70

Estas medidas, sin embargo, no evitaron el pillaje, pues antes de que comenzara el incendio de la localidad, los soldados ya se encontraban en pleno saqueo:

Concluido el combate, comienza el inevitable saqueo. El pueblo de Mira flores, también fue saqueado como Chorrillos y Barranco. Nuestros soldados llegaron ese día, cargados de caballos, libros, trajes de paño y muchas otras cosas. Los músicos de la banda se proporcionaron buenos trajes de paño negro de un almacén que encontraron abierto.71

A pesar de los rudos esfuerzos desplegados, los saqueos de las localidades que protegían Lima no se pudieron evitar debido a que estas fueron vistas como un botín de guerra para muchos soldados chilenos, que vieron allí su recompensa al aislamiento y la presión del combate. El alcohol es una bebida de sosiego y de jolgorio, ante la sobrevivencia del combate, del triunfo mismo; por tanto, se celebran la vida y la victoria al mismo tiempo. El alcohol, transgrede el orden impuesto e iguala a las tropas. Los rangos desparecen y las disputas se solucionan con violencia. Esto último explica los enfrentamientos entre las misma tropas chilenas.

El botín de guerra y los enganchados de 1879

Desde la antigüedad se ha contemplado el botín de guerra como una forma de recompensa a los soldados. En el caso de la guerra de 1879, el deseo de combatir fue manifiesto en el pueblo chileno, especialmente después de la gesta heroica del capitán Prat y sus hombres en Iquique. Sin embargo, una vez pasado cierto tiempo desde el inicio de las hostilidades, y a medida que aumentaban la expectativas militares de triunfo y también las bajas, se necesitaron más hombres para los planes de conquista de la capital y de la sierra peruana. Así, comienza la historia poco conocida del reclutamiento de soldados para la guerra, que en muchos casos (y a diferencia de lo que popularmente se cree) no querían luchar y fueron obligados a unirse en el ejército con promesas de gloria, muerte y en ocasiones de botín: "debo decir que la perspectiva de la toma de Lima, después de obtenido el botín es lo que animaba a servir en el ejército a aquellos que han sido conducidos contra su voluntad".72

Estas observaciones corresponden al Cónsul de Brasil en Chile, Baran D. Avril, ilustrando el clima que se vivía en las ciudades por el reclutamiento forzoso o "enganche" de ciudadanos para su ingreso a los cuarteles. Dentro de los reclutas destaca la presencia de vagabundos y convictos, que podrían explicar los informes del Cónsul brasileño. Sobre esta realidad, Benjamín Vicuña Mackenna señala: "La organización de batallones por provincias i por departamentos puede salvar i hacer la grandeza de Chile, i no la leva o el enganche de gente perdida como se está haciendo hoi".73 Este sistema de reclutamiento no discriminaba ni seleccionaba a los futuros combatientes, sino que privilegiaba la cantidad de hombres que fuera posible enrolar en las filas del ejército. El mismo Vicuña Mackenna observa la situación:

Desde ayer tiene orden el capitán don Luis Sánchez para enganchar desde quinientos hasta mil hombres, con un enganche de 14 pesos por soldado, con mas una prima de 50 centavos al que consigue sacar de las chicherías o casas de juego a los nuevos soldados vencedores.74

El método de enganche descrito por Vicuña Mackenna era obligatorio y sus métodos ignoraban cualquier deseo de enrolamiento voluntario. Era un deber forzoso, lo que resultaba en inquietud, temor y rechazo de un sector de la población frente al hecho de ir a la guerra. El enganche poseía además una estructura definida de funcionamiento. Había un enganchador de hombres que seguramente trabaja con algunos ayudantes, remuneración por recluta asimilado y toda un área de búsqueda de los futuros soldados. Los cónsules extranjeros en Chile señalan sobre esta situación:

La ciudad de Santiago esta preocupada. Los reclutadores esperan a los obreros a la salida de las fabricas y obligan a quienes ellos desean. Muchos hombres no se atreven a salir ya a la calle, otros pasan la noche en las fabricas a donde se hacen llevar a la comida sucede lo mismo en los campos.75

Según estos informes, en Santiago se desarrollaba una verdadera cacería de reclutas, llevando al escenario de operaciones a hombres que simplemente no deseaban luchar. Los parroquianos de chicherías, ramadas y garitos de juego se destacan en este método, pues en muchas ocasiones fueron a parar a los regimientos como soldados enrolados para la guerra. Muchos de ellos seguramente fueron actores de los pillajes registrados durante el conflicto. Un antecedente es proporcionado por el comandante chileno Duble Almeida, que relata en su diario de compaña lo siguiente en una fecha cercana a la batalla de Tacna:

El ministro de la Guerra, Rafael Sotomayor, quien vestía de simple paisano se acerco a un grupo sin ser reconocido. Había tirados boca abajo en el suelo como una docena de soldados alrededor de un plano de la cuidad de Lima, en otra línea otro grupo de soldados de rodillas y mas afuera, una multitud de pie uno de los soldados daba explicaciones a los demás respecto del plano que tenían en el suelo. Probablemente era uno de los expulsados del territorio peruano al comienzo de las hostilidades, y con seguridad conocían bien a Lima, a juzgar por las explicaciones de la ciudad que daba a sus compañeros esta es la plaza Exposición -decía-; este, el palacio de la Exposición; se sigue por esta calle y llegara a la plaza de Armas ; aquí está la catedral; aquí vive el gobierno; la casa es vieja, mejor es la Moneda; aquí están los portales; aquí hay una joyería grandaza ¿Onde?, observa uno de los que están de pie. Aquí, aquIII. Hacele una cruz oh, para saber donde esta, replica otro.76

Esta observación ilustra el interés manifestado de algunos soldados chilenos en los bienes o posesiones del enemigo, así como el ánimo optimista que poseía la tropa para emprender la aventura bélica que avecinaba y que traía además la oportunidad de saquear bienes que involucraran algún valor, como la joyería limeña que comenta el grupo de soldados. Los deseos de botín estaban presentes en la tropa chilena, que consideraba el saqueo como un premio a los esfuerzos de la guerra. En este sentido, el capitán chileno Francisco Machuca, reafirma esta convicción:

Como seria de extrañar que después de privaciones de una larga campaña de aquellos arenosos desiertos y después de una gloriosa victoria, las tropas chilenas no sipieran aprovechar de las despensas bien surtidas de esa voluptuosa cuidad ciudad y mas pagara con excesos el tributo a baco, hasta comprometer la proverbial disciplina del ejercito.77

Para este oficial chileno, el saqueo adquiere una legitimidad que es dada por la guerra, en particular por los esfuerzos que desplegaron las tropas durante la campaña. Ahora, esta legitimidad también la tiene la tropa. Un soldado chileno, anota en su diario:

Y los bajamos para la ciudad de Tacna, que se veía mas cercana como una legua y muchos cuerpos mas y tras iban dentrano al pueblo tiros y mas tiros y nosotros tambien íbamos a dentrar y dentrando íbamos cuando nos volvieron para atrás "Que rabia nosotros! Cuando nos había dicho mi general que si ganábamos alusión ai nos daba saqueo de Tacna.78

Muchos soldados e incluso oficiales coincidieron con las posturas tácitas de las guerras de conquista, legitimaron los saqueos y los aplicaron en pueblos, campos de batalla y ciudades, convirtiéndolos así en una práctica común de apropiación en tiempos de guerra y momentos de estallido social. La reacción a estos hechos ha sido tratada de forma muy particular por parte de algunos oficiales chilenos de la época y la historiografía oficial del conflicto. Ambas partes tienden a negar los sucesos y a señalarlos como una versión revanchista y poco veraz. Un testigo de guerra, Alberto del Solar, señala:

Y sin embargo, mas tarde he visto, en periódicos y panfletos peruanos que por desgracia han encontrado fácil acceso y aun reproducciones en el extranjero, consignado todo género de calumnias mezquinas con tendencia a afear la conducta de nuestro ejército en aquellas circunstancias y en los que siguieron después de la toma de la ciudad de Tacna y entrada triunfal en Lima.79

Otro famoso escritor y corresponsal en la guerra, Daniel Riquelme, también se suma a negar cualquier tipo de acusación de saqueos por parte de las tropas chilenas: "Y para que se vea de la profundidad que cava la gratitud de estas gentes, no hay más que ver que antes que vuelvan la espalda nuestras tropas, comienza la gritería de ladrones y asesinos".80

Ambos autores, protagonistas del conflicto y defensores absolutos de las tropas chilenas, hacen alusión al comportamiento del pueblo y la prensa peruana en su reacción frente al saqueo, negando su existencia y acusando las imputaciones como faltas de honor militar. Sin embargo, se debe considerar que los dos apuntan a la glorificación del soldado chileno en sus impresiones de la guerra y contribuyen con esto a la construcción de un ideal guerrero permanente y mitificado en la mentalidad del ejército y en la sociedad chilena.

La historiografía peruana ha señalado desde la época misma del conflicto la existencia del pillaje.81 Sin embargo, resulta interesante considerar que el recuerdo de estos hechos que dejaron huella perdura en la memoria colectiva de la población peruana y se encuentra incluso en los textos escolares.82

Los testimonios orales también pasaron a las siguientes generaciones. Este es el caso de Abraham Quinteros, chileno hijo de un veterano de la batalla de la ciudad de Arica, que relata aquello que protagonizó su padre respecto a los saqueos: "Como acá a los soldados chilenos le dieron libre, se pusieron a tomar y a celebrar porque habían ganado la guerra".83

El sistema de enganches, y su recluta forzosa, se hacen sin distinción. Por ello, el uniforme iguala a los voluntarios a los obligados de combatir. Estos enganches se hacen en lugares donde todo tipo de categorías sociales conviven. Cuando la batalla termina y comienza la dispersión, esta libera al que es obligado a ser soldado y se rompe la verticalidad. Esa misma liberación lo desata de la disciplina y la obediencia y activa el saqueo y el pillaje como forma de transgresión al orden.

De forma parecida, pero con distintas nacionalidades y tiempos, los recuerdos han permanecido en la población y se reproducen adosados al conocimiento popular. Los hechos históricos que han sido registrados, tanto en forma oral como escrita, obedecen a una página distinta, trágica, dramática y distante en el tiempo como es la guerra, pero cercana en el recuerdo chauvinista y revanchista que surge en la remembranza mitificada de gestas que deberían ser investigadas y analizadas con mayor profundidad.


Notas

1 Entorno a la problemática económica de la guerra del salitre o del Pacífico, ver los partes historiográficos de: Heraclio Bonilla, Un siglo a la deriva: ensayos sobre el Perú, Bolivia y la Guerra (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1980); y Hernán Ramírez Necochea, Balmaceda y la contrarrevolución de 1891 (Santiago: Editorial Zig-Zag, 1979).
2 Román Robles, "La resistencia campesina y el folklore", La guerra del Pacífico (Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1984); y Juan Uribe Echavarría, Poesía Popular: participación de las privincias: 1879 (Santiago: Ediciones Universitarias, 1979).
3 "Durante su estancia en la provincia, Galba exterminó entre ocho y treinta mil lusitanos, según la fuente que escojamos, tras haber ofrecido un armisticio a tres de sus tribus y proceder luego, ya inermes, a masacrarlas. Tras la matanza, los lusitanos supervivientes se congregaron bajo el liderazgo de un caudillo, Viriato, y guerrearon con Roma durante siete años. La acusación del tribuno Libón se refería por tanto, a la traición del pretor, que además había actuado contra interpositam fidem, de parte de los indígenas, añadiéndose una sospecha de peculado, por cuanto de las tres partes en que Galba dividió el botín, la de los soldados se juzgó muy insuficiente. Otra noticia habla de lusitanos esclavizados y vendidos en Galias." En: J. Muñiz Coello, "El proceso de Galba, las quaestiones y la justicia ordinaria (Roma, siglos II/I a. C)", L'Antiquité Classique 73 (2004): 109-126. Disponible en: http://www.jstor.org/stable/41666531.
4 Sergio González Miranda, et al., "Ligas patrióticas", Revista de Investigaciones científicas y tecnológicas 2 (1993).
5 Hernán Vidal, Mitología Militar Chilena: Surrealismo Desde El Superego (Minneapolis: Institute for the Study of Ideologies and Literature, 1989).
6 En las pocas investigaciones referidas a saqueos y batallas, es interesante revisar el caso del saqueo de Badajoz (España) por las tropas británicas. Ver: José Gregorio Cayuela Fernández, "La mirada del inglés. historia y vivencias sociales de los combatientes británicos en España y Portugal (1808-1814)", Historia Social 72 (2012): 23-47. Disponible en: http://www.jstor.org/stable/23229903.
7 Philippe Aries, "La historia de las mentalidades", La nueva historia, eds. Jacques Le Goff, et al. (Bilbao: Mensajero, 1980).
8 Jeffrey L. Klaiber, "Los 'cholos' y los 'rotos': actitudes raciales durante la Guerra del Pacifico", Histórica II (1979).
9 Cristian Báez, et al., "Cuyanos y Pillos en el límite", Revista de Estudios Trasandinos iv (2000).
10 Gabriel Cid y Alejandro San Francisco, eds., Nación y nacionalismo en Chile, siglo XIX (Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2009).
11 Carmen Mc Evoy, Retórica y ritual en la guerra del Pacífico. Armas de persuasión masiva (Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2010).
12 José Chaupis, et al., La guerra del Pacífico (Lima: Fondo Editorial unmsm, 2011).
13 Carlos Donoso y Gonzalo Serrano, Chile y la Guerra del pacífico (Santiago: Editorial Andrés Bello, 2010).
14 Daniel Parodi Revoredo y Sergio Gonzáles Miranda, comps., Historias que nos unen: 21 relatos para la integración de Chile y Perú (Lima: pucp Fondo Editorial, 2014); Daniel Parodi Revoredo, Lo que piensan (dicen) de nosotros. La Guerra del Pacífico en la historiografía y textos escolares chilenos (Lima: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, 2010); Daniel Parodi Revoredo, La laguna de los villanos. Bolivia, Arequipa y Lizardo Montero en la guerra del Pacífico (1881-1883) (Lima: pucp Fondo Editorial, 2001).
15 Milton Godoy Orellana, "Ha traído hasta nosotros desde territorio enemigo, el alud de la guerra: confiscación de maquinarias y apropiación de bienes culturales durante la ocupación de Lima, 1881-1883", Historia 44.ii (2011). Disponible en: http://revistahistoria.uc.cl/estudios/4916/.
16 Godoy Orellana.
17 Sergio Villalobos Rivera, Chile y Perú, la historia nos une y nos separa 1535-1883 (Santiago: Editorial Universitaria, 2002).
18 El lema del Ejército de Chile es "Siempre Vencedor, jamás Vencido". Disponible en: http://www.ejercitodechile.cl.
19 Mc Evoy 27.
20 Benjamín Vicuña Mackenna, Historia de la campaña de Lima (Santiago: Rafael Jover, 1881) 1044.
21 Hipólito Gutiérrez, Crónica de un soldado de la Guerra del Pacifico (Santiago: Editorial Universitaria, 1976) 178.
22 Vicuña Mackenna 1044.
23 Aries.
24 Nelson Manriquez, Las guerrillas indígenas en la Guerra con Chile: campesinado y Nación (Lima: Centro de Investigación y Capacitación, 1981).
25 Informes Inéditos de Diplomáticos Extranjeros en la Guerra del Pacífico (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1980) 58.
26 Informes Inéditos 58.
27 Roberto Arancibia Clavel, Breve Historia Militar de Arica (Santiago: Biblioteca militar, 1991) 219.
28 Vicuña Mackenna 1138.
29 Informes Inéditos 58.
30 Arancibia Clavel 286.
31 Diego Barros Arana, Historia de la gran guerra del pacifico (Santiago: Librería Central de Servat, 1881) 249.
32 Hipólito Gutiérrez, Crónica de un soldado de la Guerra del Pacifico (Santiago: Editorial Universitaria, 1976) 216.
33 Diego Barros Arana 254.
34 Wilhelm Ekdahl, Historia Militar de la Guerra del Pacifico entre Chile, Perú y Bolivia (Santiago: Ministerio de Guerra, 1919) 156.
35 Francisco Machuca, Las cuatro campañas de la guerra del Pacífico (Valparaíso: Editorial Victoria, 1962) 362.
36 Machuca 362.
37 Machuca 368.
38 Arturo Sepúlveda Rojas, Así vivieron y vencieron 1879 y 1884 (Santiago: Impresos Esparta y Cía. Ldta., 1979).
39 Gutiérrez 207.
40 M. Le León, Recuerdos de una misión en el ejército chileno. Batallas Chorrillos y Miraflores (Buenos Aires: Editorial Francisco de Aguirre, 1969).
41 Alberto del Solar, Diario de Campaña (Santiago: Editorial Universitaria, 1967) 156.
42 Del Solar 156.
43 Vicuña Mackenna 867.
44 Ekdahl 376.
45 Francisco Antonio Encina, Historia de Chile (Santiago: Editorial Nacimiento, 1952) 213.
46 Antonio Urquieta, Recuerdos de la vida de campaña de la Guerra del Pacífico (Santiago, s.e., 1907) 20.
47 Urquieta 20.
48 El Comercio [Lima] 1879.
49 Sara Neuhaus Ledgard, Recuerdos de la batalla de Campo Alianza y de la ocupación de Tacna en la guerra del 79 (Tacna: 1938).
50 Justo Abel Rosales, Mi vida en Campaña (Santiago: s. e., 1979).
51 Gutiérrez 207.
52 La Patria [Arica] 1881.
53 Le León 122.
54 Pedro Pablo Figueroa, El problema de nuestras fronteras del norte, Tacna y Arica (Santiago: Editorial Barcelona, 1900) 116.
55 Rosales 220.
56 Rosales 220.
57 Urquieta 182.
58 Ekdahl 157.
59 Rosales 220.
60 Evaristo Sáez, Hojas sueltas de mi diario de campaña o reminiscente de la Guerra del Pacifico (Santiago: Editorial Americana, 1883) 21.
61 Gutiérrez 217.
62 La Patria [Arica] 1881.
63 Theodorus B. Mason, Guerra en el Pacifico Sur (Buenos Aires: Editorial Francisco de Aguirre, 1971).
64 Vicuña Mackenna 1019.
65 Vicuña Mackenna 1019.
66 El número de bajas es variable. Algunos autores informan entre 50 y 200 muertos por los disturbios en el saqueo de Chorrillos.
67 Le León 140.
68 Le León 140.
69 Vicuña Mackenna 1066.
70 Encina 353.
71 Rosales 221.
72 Informes Inéditos 279.
73 Vicuña Mackenna 670.
74 Vicuña Mackenna 671.
75 Informes Inéditos 277.
76 Encina.
77 Machuca 368.
78 Gutiérrez 196.
79 Del Solar 113.
80 Daniel Riquelme, Bajo la tienda. Recuerdos de la campaña a Perú i Bolivia (Santiago: Editorial Universo, 1910) 63.
81 Margarita Guerra Martiniere, La ocupación de Lima (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1991); Mariano Felipe Paz Soldan, Narración Histórica de la Guerra de Chile contra Perú y Bolivia (Lima: Editorial Milla Batres, 1979). Varios autores, La guerra del Pacifico (Lima: Ediciones Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1979).
82 Parodi Revoredo, Lo que piensan.
83 La estrella de Arica [Arica] 18 de abril de 1995.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Archivos

Archivo Departamental de Tacna (ADT), Tacna, Chile.         [ Links ]

Publicaciones periódicas

Periódicos

El Comercio [Lima] 1879.         [ Links ]

La Patria [Arica] 1881.         [ Links ]

La estrella de Arica [Arica] 1995.         [ Links ]

Documentos impresos y manuscritos

Manuscritos

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Decretos y documentos oficiales

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