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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.43 no.2 Bogotá July/Dec. 2016

https://doi.org/10.15446/achsc.v43n2.59089 

http://dx.doi,org/10.15446/achsc.v43n2.59089

Muriel Laurent, Rubén Egea y Alberto Vega

El antagonista. Una historia de contrabando y color. Novela gráfica. Bogotá: Universidad de los Andes, 2013. 116 páginas

Este libro constituye un acierto importante, en cuanto reconstruye gráficamente un caso histórico ubicado en los fondos del Archivo General de la Nación en Colombia. A lo largo de más de cien páginas, la profesora Muriel Laurent y su equipo de dibujantes proponen un recorrido muy interesante y entretenido por los aconteceres y avatares vividos por burócratas y contrabandistas en inmediaciones del Río Magdalena. Esta obra hace parte del dispositivo que busca la difusión de la investigación que la profesora Laurent viene trabajando hace varios años y que tiene en el libro Contrabando en Colombia en el siglo XIX. Prácticas y discursos de resistencia y reproducción su principal exponente.

El libro comprende dos capítulos que transcurren entre 1821 y 1824. Ambos tienen como protagonista al teniente coronel Remigio Márquez, quien fue comisionado de rentas en la ciudad de Santa Cruz de Mompox y senador de la república por el departamento del Magdalena. En el primer caso se ve involucrado Antonio Nariño y Ortega, comerciante de Bogotá e hijo del prócer Antonio Nariño y Álvarez. El segundo capítulo versa sobre las acusaciones que le llueven a Márquez por cuenta del ejercicio de su cargo en Mompox y su demora para asistir a las sesiones de la Cámara de Representantes de 1823 en Bogotá, como resultado del padecimiento de fiebres o calenturas, enfermedades tropicales que eran y siguen siendo tan comunes en la región. Sin embargo, el mayor embate del cual es víctima el senador Márquez es la conspiración que teje la burocracia y la milicia de Mompox en su contra, que buscaba desacreditarlo ante el Gobierno central para diezmar su acción legal frente a los contrabandistas que ingresaban productos cuyo destino eran mercados internos como el de Bogotá.

El lector descubrirá, a lo largo de esta exquisita novela gráfica, la conspiración que se tejió en contra del senador Márquez. El texto nos habla de cómo la corrupción que ronda los pasillos de los órganos administrativos tiene un trasfondo histórico de vieja data que vincula a los diferentes estamentos que se benefician económicamente con prácticas ilegales. Este hecho parece tener una profunda base idiosincrática.

La profesora Laurent ha blindado su trabajo para que no surjan comentarios o dudas sobre su seriedad investigativa. Para ello, emplea tres recursos (en orden de aparición): 1) un texto de gran rigor académico que brinda las "coordenadas" suficientes para la ubicación histórica del lector; 2) un epílogo que desenreda el litigio y que mantiene el suspenso para no estropear el desenlace de toda la trama; y 3) una juiciosa relación de fuentes de información donde aparecen los documentos de archivo que sirvieron para reconstruir el caso. Es en este último apartado donde nos damos cuenta de que la novela histórica obedece no a la imaginación espontánea o creativa de sus autores, sino que implica un prolongado y juicioso trabajo de documentación. Aquí, la historia se construye a partir de las formas como un conjunto de individuos produce explicaciones y definiciones para justificar una serie de acciones.

"Analizar el mundo desde un caso" implica, en palabras de la historiadora Natalia León Soler, abrir las puertas para que la microhistoria adquiera sentido. ¿Qué sería del libro El queso y los gusanos sin el caso del molinero Domenico Scandella, más conocido como Menocchio? Es en la trama misma de las acusaciones y de los descargos donde se rompe aquel discurso histórico en blanco y negro, donde los buenos son cada vez más buenos, y los malos, lo peor. Como bien lo advierte la profesora Laurent en esta novela gráfica, citando a Georges Duby, no se trata tanto de "contar" sino de "mostrar" los diferentes aspectos que ayudan a brindar una idea de los personajes y su contexto. El caso (o la trama) brinda la estructura suficiente para que por medio del dibujo se logre expresar el conocimiento acerca de las posiciones que adoptan los actores sociales, así como de los cambios de posición, los vacíos o los silencios en los que incurren los entes de gobierno.

Muriel Laurent escogió la novela gráfica como medio de expresión y difusión de su pesquisa porque solo un recurso tan eficiente y plástico como el dibujo le permitía mostrar, de manera homogénea, el escenario de los hechos donde se producen los avatares de un caso. Si bien la fotografía sirve, en un primer momento, como recurso para captar imágenes de los lugares, es a través del dibujo que se hace el ensamble pictórico, tinglado que le permite al lector sumergirse dentro de una secuencia de la cual no despierta sino hasta el final de la narración. Es en medio de ese laberinto donde el lector se encuentra, y tanto dibujo como caso constituyen el hilo que ayudará a Teseo a desenmarañar semejante enredo que es la vida misma.

La microhistoria es un método importante y preciado por la historiografía contemporánea porque nos recuerda lo compleja que es la red de hechos y acontecimientos constitutivos de la vida cotidiana. En El antagonista, una historia de contrabando y color, el caso se arma de manera sutil y contundente, pues poco a poco el lector se da cuenta cómo el autor lo ubica en el centro de un conflicto poblado por actores sociales que tienen nombre propio, cargo administrativo y rango social. Es en medio de este ciclorama que el lector está listo para hacer parte de una experiencia donde es imposible marginarse de la fascinación estética, aquella en la que se siente el deseo por resolver el caso.

Es a través de un alto grado de acción sobre el sujeto-lector que las novelas gráficas, así como el cinematógrafo o los dispositivos de realidad virtual, logran que el sujeto se involucre de manera vivencial con el conocimiento histórico. Estamos por esta vía ante un recurso más eficiente, por lo menos desde la perspectiva didáctica, pues a través de él se puede superar la distancia que produce la historia de los grandes volúmenes, esa que en las aulas llamamos "de ladrillo". Son las novelas gráficas las que están llamadas a convocar a los grandes públicos, aquellos que han sido marginados de la historia misma, al ser condenados al rincón de los lectores pasivos.

Otro aspecto importante se logra con el género de la novela histórica. Se trata del trabajo de producción donde la interacción entre las diferentes disciplinas permite la concreción de un producto editorial con altas especificaciones técnicas e intelectuales. En este caso, el libro está hecho a seis manos pensantes. Las primeras dos corresponden a la profesora Muriel Laurent; Rubén Egea hizo la adaptación a una historia que se pudiera ver en imágenes gráficas; y Alberto Vega concretó, a través del dibujo y el color, la intención de mostrar los diferentes escenarios con sus personajes. Esta forma de trabajo en equipo permite romper la dictadura que impone la voz del historiador como agente orquestador de los hechos del pasado. En las novelas gráficas existe una dialéctica donde participan diferentes saberes, buscando proporcionar los medios para que el lector se ubique en un contexto determinado y piense en las posibilidades que la historia brinda. Ese tipo de trabajo colectivo tiene un gran reto, evitar que la ficción se apodere de la imaginación de quienes participan en el proceso. Es por ello que el trabajo del historiador, en estos equipos, es insistir en que la obra mantenga un parámetro de fidelidad respecto a las pruebas documentales, incluidas en ellas los diferentes testimonios y fuentes de registro de información que contribuyen a la construcción de un conjunto de imágenes mentales, con las cuales es posible llegar a reconstruir el caso.

La novela gráfica tiene en los cuadros expositivos un recurso que permite construir diferentes narrativas. En el libro de Muriel Laurent predomina la idea de mostrar paisajes urbanos donde es posible identificar los edificios más representativos de un lugar. Luego se procede a mostrar un mapa regional donde pueden ser identificados los lugares aledaños, los caminos o recorridos por los que se mueve el personaje principal. En este caso la narración sigue al protagonista produciendo así una pequeña biografía que se ve complementada por hechos corográficos, donde las descripciones del contexto se conjugan con las acciones. El libro es rico en proporcionar cuadros explicativos en los que aparecen cuantificadas las mercancías incautadas, pero además suministra imágenes alusivas a la correspondencia que enviaban los personajes. En este último aspecto, habita la voz de seres de carne y hueso que formalizan o hacen uso convencional de expresiones para colar entre ellas sus deseos, anhelos y frustraciones. Asimismo, aparecen avisos de la prensa regional y nacional donde las noticias se cuentan en tono editorial y nos hablan de las maneras como el público accedía a información dirigida a una "comunidad imaginada" de lectores. Hay muchas imágenes donde la información política se combina con dibujos descriptivos de los lugares y proporciona una serie de paisajes que miran tanto hacia afuera (a la ribera, a los champanes, al campo) como hacia adentro de la ciudad. En estos últimos los encuadres se vuelven más descriptivos, pues logran conformar a los personajes que hacen parte de la trama. En medio de todo ello, se van haciendo retratos que conjugan y combinan miradas con saberes. Es en esa colisión magnífica que radica el placer de sumergirse en el ámbito tropical del Río Magdalena, ese trayecto que hay entre Santa Marta o Cartagena y Mompox, o entre esta última ciudad y Honda o Bogotá. Cada lugar con su clima, vegetación y gentes; cuadros suficientes para hacer la exposición de unos hechos donde subyace el fantasma de la intriga en contra del senador Remigio Márquez. Parecería entonces que Mompox fue un lugar apropiado para tejer conspiraciones, por lo menos así lo demuestra este libro, además de la ya clásica perteneciente a la literatura garcíamarquiana y cuyo título todos conocemos: Crónica de una muerte anunciada.

Finalmente, cabe advertir que en Colombia la novela gráfica no ha sido escaza. A finales del siglo XX tuvo una génesis en la narrativa del comic de resistencia cultural, como el que se publicaba en la revista bogotana acme. Allí, ilustradores bajo seudónimos como Leocomix, Caramelot, Quiló, Nigio o Jarape luchaban para poder contar historias breves, todas exentas de contenido histórico, pero con el deseo de mostrar rincones o situaciones urbanas, cercanas al medio que las veía nacer. Luego, el argentino Daniel Rabanal empezó a tomar fotografías del barrio La Candelaria en el centro de la ciudad e incluyó a su personaje "El Gato" en medio de una escenografía que era creíble y reconocible, asociada con el paisaje de una ciudad que buscaba ganarse un espacio en términos estéticos, artísticos y culturales.

En el siglo XXI vemos los resultados más contundentes en el ámbito de la novela gráfica hecha en Bogotá. La editorial Rey-Naranjo ha podido ganar un espacio que capitalizó la experiencia de los dibujantes de comics de finales del siglo XX , con ello logró superar el nihilismo de la generación post-punk para abrirse a las condiciones comerciales del mundo editorial contemporáneo. En ese sentido su director, John Naranjo Castillo, ha concebido una estrategia donde textos de autores extranjeros fueron llevados al papel con maestría, como en el caso de Javier Mariscal y Fernando Trueba en la novela gráfica Chico & Rita, pero existen muchos más libros, entre los que se destaca la obra Gabo. A todos estos productos editoriales, que sin duda son de excelente calidad, les falta aquello que la profesora Muriel Laurent quiso destacar en su trabajo: explicitar las fuentes de información que son la base del trabajo histórico; mostrarlas es correr el velo para que el aire de la noche ingrese a refrescarnos la mente contando otra historia, aquella que habla de cómo se hace la Historia misma.

RICARDO G. RIVADENEIRA VELÁSQUEZ
Universidad Nacional de Colombia, Colombia
rgrivadeneirav@unal.edu.co

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