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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.44 no.1 Bogotá Jan./June 2017

https://doi.org/10.15446/achsc.v44n1.61206 

doi: http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v44n1.61206

Jaramillo Uribe: el sociólogo, el historiador

Jaramillo Uribe: Sociologist, Historian

Jaramillo Uribe: o sociólogo, o historiador

FERNANDO CUBIDES CIPAGAUTA*
Universidad Nacional de Colombia
Bogotá, Colombia

* fncubidesc@unal.edu.co

Artículo de reflexión
Recepción: 21 de febrero del 2016. Aprobación: 25 de mayo del 2016.

Cómo citar este artículo
Fernando Cubides Cipagauta, "Jaramillo Uribe: el sociólogo, el historiador", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 44.1 (2017): 35-47.


Resumen

Al tomar como referente principal los 32 ensayos compilados en el libro De la sociología a la historia, se examinan los traslapes, las afinidades y la complementariedad entre las dos disciplinas en la trayectoria de Jaime Jaramillo Uribe como investigador, maestro, pionero de la investigación histórica con carácter profesional y divulgador. Para ello se acude a la información biográfica que el propio Jaramillo aporta tanto en sus Memorias intelectuales como en varios de los ensayos y en la entrevista con la concluye De la sociología a la historia. Se procura hacer extensivo y aplicable este análisis a otras publicaciones suyas, así como al conjunto de su trayectoria.

Palabras clave: (Autor) metodología, interdisciplinariedad, formación; (Thesaurus) sociología, historia, comprensión.


Abstract

Using 32 essays compiled from the book De la sociología a la historia (From Sociology to History) as main references, this article examines the overlaps, affinities, and complementarities between the two disciplines in the trajectory of Jaime Jaramillo Uribe as researcher, teacher, pioneer in professional historical research and disseminator. This is based on the biographic information that Jaramillo himself contributes both in Memoriasintelectuales (Intellectual Memoirs) as in various essays and the interview in De la sociología a la historia. The objective is to extend and apply this analysis to his other publications as well as to the whole of his career.

Keywords: (Author) methodology, interdisciplinarity, training; (Thesaurus) sociology, history, comprehension.


Resumo

Ao ter como referência principal os 32 ensaios compilados no livro De la sociología a la historia, estudam-se as sobreposições, as afinidades e a complementariedade entre as duas disciplinas na trajetória de Jaime Jaramillo Uribe como pesquisador, mestre, pioneiro da pesquisa histórica com caráter profissional e divulgador. Para isso, recorre-se à informação biográfica que o próprio Jaramillo apresenta tanto em suas Memorias intelectuales quanto em vários de seus ensaios e na entrevista com a qual conclui De la sociología a la historia. Pretende-se fazer esta análise extensiva e aplicável a outras publicações dele, bem como ao conjunto de sua trajetória.

Palavras-chave: (Autor) metodologia, interdisciplinaridade, formação; (Thesaurus) sociologia, história, compreensão.


El título De la sociología a la historia es uno de los aciertos de esta obra de Jaramillo, y la trayectoria que señala es comprobable con múltiples evidencias que se hallan no solo a lo largo de los 32 escritos que compila el editor, sino también en las Memorias intelectuales del propio Jaramillo Uribe, así como en las entrevistas y en aquellos de sus escritos en que se permite referencias autobiográficas y que dan cuenta de las oscilaciones que tuvo al comienzo de su recorrido en cuanto a formación profesional. Pero además la sociología no solo fue la primera disciplina a la que se inclinó en su formación académica, sino que permaneció como ruido de fondo en el conjunto de su obra, y los trazos de un conocimiento preciso, en sus fuentes originales, de al menos cuatro de los autores que los sociólogos consideramos hacen parte del legado clásico: Marx, Durkheim, Simmel y Weber se pueden hallar en la totalidad de sus escritos como historiador. Para el caso de esta compilación, la labor arqueológica de Gonzalo Cataño, conspicuo sociólogo, contertulio y conocedor directo de la vida y obra de Jaramillo Uribe, lo lleva a rescatar, junto con escritos de juventud, escritos de ocasión, prólogos y discursos conmemorativos, textos en verdad muy disímiles pero que tienen en común referencias directas a la sociología o algunos de sus clásicos. No se queda corto el compilador, quien, gracias a una labor arqueológica, incluye en De la sociología a la historia todos los escritos de Jaramillo Uribe que tengan relación con la sociología por tenue o mediatizada que sea. Es tal su generosidad y laxitud no obstante, que hacia el final, en los varios escritos de ocasión que incluye el compilador, la definición de sociología con que empieza se nos diluye.

A pesar de que Jaramillo se define como historiador y contribuye como ninguno a acotar el carácter especializado del oficio en Colombia, mantuvo la proximidad con la sociología, pues entre otras cosas esa vecindad e interlocución directa en lo que ha tenido de fértil la pudo constatar ya en los inicios de su formación europea al contacto vivo y directo con los discípulos de la Escuela de los Annales.1 Por cierto, debió aprobar sin ambages el título de la compilación que aquí reseñamos, pues el ejercicio de trascender las fronteras y demarcaciones disciplinarias parecía gustarle, como podernos deducir de otro título que él mismo escogiera para uno de sus ensayos: "Entre la historia y la filosofía".

Y de la lectura detallada de esta compilación se infiere con nitidez que nuestro autor, cuando no se había aclimatado aún en nuestro medio, asumió con propiedad la labor de difusor, divulgador de autores y temas propios de la sociología. Siendo varios de ellos escritos de circunstancias o conmemorativos, como el que le dedica al centenario de la muerte de Comte, si adopta en ellos el tono de divulgador, lo hace exento de diletantismo, procura ahondar en la cuestión, examinar sus implicaciones y, en cuanto al estilo, tiene el mérito de eludir la proliferación de adjetivos, la rimbombancia, el tono sentencioso y todas aquellas características atribuibles a la manía profesoral.

Una de las claves para entender lo recíproco de esa influencia la hallamos en esa singular institución que fue la Escuela Normal Superior: su atmósfera y el papel de los emigrados europeos que recibió, grupo reducido pero de gran peso específico. Sobre la Normal Superior se han hecho muy buenos trabajos, justipreciando su influencia en la modernización del proceso educativo. Tanto en estas páginas como en las de sus Memorias intelectuales, dicha influencia se detalla, se expone en el plano individual, como una referencia precisa. En dichos textos se destaca lo que para el historiador en formación significaron las enseñanzas de Rudolf Hommes (senior), de Gerhart Masur, el contacto con Paul Rivet, con José María Ots Capdequí y con José Medina Echavarría (el primer traductor de Weber, y quien ofreciera una serie de exposiciones sobre el sociólogo alemán que fueron iluminadoras para varios de sus alumnos, Jaramillo entre ellos,2 quien por lo demás ofrece varias pistas sobre su asimilación de la obra de Weber, el seguimiento que hizo a sus ediciones en alemán y al interés creciente en su obra).3 Aprovechamos para destacar la importancia que tuvo el hecho de que un clásico como Weber fuera traducido al español, antes de que a cualquier otro idioma, gracias a la traducción del emigrado español Medina Echavarría, pero a instancias de los mexicanos, a su visión y a su capacidad editorial.

Comprobamos, por ejemplo, cómo Jaramillo muy temprano se aleja del determinismo causal, opta con criterio por la categorización que distingue a las ciencias de la naturaleza de las ciencias de la cultura y, por lo tanto, procura entender el alcance de estas en términos de "comprender", "interpretar", y lo ofrece como postulado sintético a la hora de condensar su mensaje a los nuevos historiadores: "la concepción de la causalidad deber ser más flexible", acota Jaramillo,4 y elude por ende la pretensión de "explicar" causalmente y de modo mecánico los hechos y procesos históricos, es decir, mediante una relación unívoca causa-efecto. Es perceptible cómo, en sus propias fuentes y en el idioma original, Jaramillo se empapa del debate intelectual acerca de los métodos de las ciencias de la cultura, entendidos como diversos de los de las ciencias de la naturaleza; asimila y trasplanta el debate neokantiano a nuestro medio, de un modo metódico, ejemplificante. A lo largo de su obra, las piezas de ese debate se pueden encontrar y, dada su temática, sus ecos son explícitos en los ensayos que conforman este volumen.5 De ahí que ese asunto cardinal (el de la causalidad), el debate al respecto y el grado de determinismo con que lo solían entender y aplicar los positivistas de todas las tendencias son asimilados y dilucidados por Jaramillo en todas sus implicaciones, como se puede corroborar en casi todos los ensayos que componen este volumen, así como en las referencias autobiográficas dispersas en los ensayos compilados, y sobre todo en la entrevista con la que concluye el libro, hecha por el historiador norteamericano Frank Safford.

Lo que Jaramillo lleva a cabo para nuestro medio, con sus ensayos y su magisterio, de un modo pedagógico y comprensible a los profanos, es la fundamentación, en el plano metodológico, de la índole del conocimiento histórico. Y prueba de que se trata de una postura fundamental es que no la hallamos tan solo en el ensayo relacionado de manera más explícita con este asunto (cuyo título es claro: "Causalidad, explicación y comprensión en la investigación histórica"), sino que la encontramos en toda su obra, cuando quiera que formula definiciones sobre el conocimiento histórico, ya sea en la forma de lecciones explícitas para sus discípulos, o todas las veces que en el curso de su obra se plantea el asunto.

Jaramillo demuestra también conocer a fondo otro debate central, una discusión abierta todavía a estas alturas: el papel de las creencias religiosas en la génesis del capitalismo y de la sociedad moderna. La "guerra de los cien años" acerca de la hipótesis weberiana6 la rastreó hasta donde pudo, y otras tantas pistas hallamos acerca de la dinámica enunciada, como cuando define las virtudes del historiador en sus textos más didácticos o cuando las exalta al hacer el obituario de un alumno como Germán Colmenares. Este último es un escrito de circunstancias, claro, pero que le da la oportunidad de volver sobre las definiciones metodológicas de base en la formación rigurosa del historiador de oficio y, a propósito del desaparecido, proyectar dichas cualidades hacia quienes se están formando.

En las pautas que ofrece a los historiadores, Jaramillo Uribe define a la sociología como "ciencia auxiliar" de la investigación histórica, lo cual no significa una minusvaloración de su aporte (en reciprocidad, los sociólogos hacemos lo propio con el saber histórico: a una de las líneas de investigación que remontamos hasta Tocqueville, nada menos, la denominamos "sociología histórica" y aun hay una tendencia de la sociología considerada "historicista"). Las referencias de los mencionados clásicos que Jaramillo va incluyendo en sus textos son siempre pertinentes, del todo oportunas, no por prurito de erudición. Su formación en varios de los autores que el canon sociológico considera clásicos, a saber Marx, Durkheim, Weber, Simmel, se muestra sólida; solidez que se puede constatar en toda su obra y no solo en el conjunto de ensayos compilados en De la sociología a la historia.

Durante la etapa francesa de su formación Jaramillo tomó contacto directo con sociólogos contemporáneos, y uno de los ensayos que aparece en la compilación reseñada es una exposición de una de las posturas metodológicas representada por el sociólogo francés Georges Gurtvitch, quien se empeñaba entonces en compendiar un Traité de sociologie, plan que se llevó a cabo y que se publicó en dos extensos volúmenes por la editorial Presses Universitaires de France (1958 y 1960, fechas de la primera edición del primer y segundo tomo respectivamente). Habría que decir que poco queda vigente de este esfuerzo de Gurtvitch, pero de los componentes que integra Jaramillo se interesa en aquel que mayor sensibilidad empírica conlleva: "El estudio de las formas sociales microscópicas", y aun cuando la matematización y diagramación de las formas de sociabilidad y de interacción individual a esa escala no fue fructífera en su empeño práctico, y puede decirse que está sobrepasada, conceptualmente nos remite a las contribuciones de Simmel, de especial vigencia hoy por hoy.

Y viene muy a propósito (podría decirse incluso que es uno de los dividendos netos que obtiene de su familiaridad con la sociología y, en particular, con la obra de Weber que conoció tan temprano) ese modo suyo de entender los requisitos del "comprender" como distinto del "explicar causalmente". Esta es la fundamental definición weberiana de la sociología como comprensiva7, con todos sus supuestos y todas sus implicaciones, que demuestra haber sido asimilada y adoptada muy temprano por Jaramillo y que, del mismo modo, se puede rastrear a lo largo de su obra. La comprensión como propósito cognitivo, los requisitos del comprender e interpretar se repiten a lo largo de estos ensayos como términos clave. Puede decirse que Jaramillo siempre rehúye el determinismo, en sus diversas variantes, por mucho trasfondo filosófico que haya en algunas de ellas. Es posible que quienes hayan sido sus alumnos y discípulos directos puedan dar pruebas más detalladas. Con todo, las que se encuentran en estos ensayos son representativas y elocuentes al respecto.

En torno a la gran cuestión de la colonización antioqueña se pueden ejemplificar los dividendos de una complementariedad entre la historia y la sociología: desde los pioneros, James Parsons (geógrafo e historiador, la primera edición de su obra Antioqueño Colonization in Western Colombia apareció en 1949)8 y Ospina Vásquez (historiador y economista, cuya primera edición de Industria y protección en Colombia es de 1955),9 quienes sentaron las bases y formularon, con énfasis diversos, las líneas generales del proceso y pautas interpretativas a ser corroboradas, se ha ido desbrozando el terreno, acopiando la documentación y las evidencias que contribuyen a un genuina interpretación de lo que podríamos denominar, parafraseando al propio Jaramillo, "la personalidad histórica" de Antioquia como región social y cultural, sus singularidades, los rasgos diferenciales que le son propios, sin que podamos considerar, no obstante, que se trate de una cuestión resuelta. Yendo a lo que a todas luces es su periodo favorito, la Colonia, Jaramillo nos proporciona una muestra de ecuanimidad, sutileza y de ponderación adecuada de los distintos factores en juego. Ni exaltación acrítica de rasgos que se consideren exclusivos o que remitan a características étnicas diferenciales (ni de lejos hablar de raza, en lo que abunda una cierta "antioqueñología"), ni elucubración ingeniosa a partir de evidencias anecdóticas o folclóricas; ni leyenda rosa ni leyenda negra, sino un estudio a profundidad, periodización con criterio, acopio documental exhaustivo y, superando la idea de que se trata de algo excepcional o único, un análisis de los casos nacionales afines, como Chile o Brasil, para mediante una comparación metódica poner a prueba la consistencia de lo que se ha formulado de modo hipotético como interpretación. Sin embargo, Jaramillo realiza su investigación sin dejar de reconocer lo fértil de las orientaciones introducidas por los pioneros, que, para una interpretación cabal (es decir, una interpretación que dé cuenta de todos los componentes del proceso, de su interacción), se requiere más investigación todavía y el aporte de diversas disciplinas.10

Otro gran asunto en que se hace patente lo fértil de la sumatoria de diversas destrezas analíticas es el del mestizaje. Por muy debatido a lo largo y ancho de Latinoamérica, con especial fervor desde la Independencia, amén de la retórica patria, desbrozarlo, precisarlo en sus componentes, requiere, además de un reexamen de los registros demográficos y una reconstrucción de sus magnitudes, volver a interrogar las evidencias, hacer a un lado la sabiduría convencional que la espesa retórica ha consagrado y abrir la interlocución entre enfoques, combinar destrezas y estar apercibido para captar los matices y variaciones existentes entre uno y otro país, así como entre una y otra región dentro de un mismo país.

Es significativo que cuantas veces Jaramillo se permite rememoraciones de su formación o recapitulaciones de su obra, de la trayectoria que denota y cuando se refiere a la sociología de manera específica, sopesando, ponderando sus varios momentos, se remite en el más evocativo de los tonos a la Escuela Normal Superior, al ambiente que allí se configuró con la presencia de ese grupo de emigrados, al fermento intelectual que se producía a su contacto. Y aun cuando se ocupe de historiadores de profesión, como el caso del ya mencionado Ots Capdequí, de lo ingente de la documentación que asimilaron y procesaron, detecta a la vez la contribución que significó su recurso a categorías provenientes de la sociología: por qué, por ejemplo, los latinoamericanos tendemos a asociar la burocracia con el papeleo y los trámites innecesarios, por qué se ha convertido en una mala palabra entre nosotros, cómo se configuró el aparato administrativo de la metrópoli, cuál era su lógica:

Monarquía y burocracia habían llegado a constituir en tierras de Castilla una verdadera superestructura nacional con el aniquilamiento inexorable de las viejas libertades de todos los pueblos de la Península. Su inmenso poder político se proyectó también de manera no contrarrestable sobre estos inmensos territorios de las Indias Occidentales.11

De allí las "recíprocas fiscalizaciones" entre diversos órganos, "el exceso de celo", la "meticulosidad excesiva", la superposición de instancias de control; en suma, "fue la desconfianza la causa determinante de la política española colonial", concluye Ots, y esa pauta histórica requiere a su vez discernir la lógica del aparato administrativo, el grado de racionalidad de su modo de operar y, para eso, de nuevo habremos de recurrir, cómo no, a Weber. Ots, que participó de ese ambiente formativo de la Escuela Normal, conoce a Weber y lo emplea en tal dirección. Jaramillo lo reconoce y aplica la lección.

Y, como hemos sostenido, aún en aquellos de sus trabajos que pueden considerarse exclusivamente históricos, más todavía, historiográficos, como en algunos de sus Ensayos sobre historia social colombiana,12 es palpable la impronta de su primera formación como sociólogo y de las influencias que recibiera de sociólogos como Medina Echavarría: esto es evidente en el modo de caracterizar los tipos sociales en formación al ritmo del poblamiento, en la manera de entender el proceso de diferenciación social, de describir y analizar las actitudes de los distintos grupos y su búsqueda de status. Por lo demás, al ejercer su magisterio de modo puntual, en la forma de breves consejos, de conceptos precisos y, para el caso, mediante referencias a los clásicos de la sociología, que siempre son muy atinadas y oportunas, exentas de diletantismo, resulta más incisivo.

Otro rasgo destacable, y que se infiere de la lectura de sus obras, y en particular de sus textos autobiográficos, allí donde hace un balance de su propia formación, es la amplitud de miras, el criterio con el que contó a la hora de planear y coordinar las labores de obras colectivas, con todo lo que implica. Es decir, garantizar la interlocución entre autores (individualidades, en ocasiones muy celosas de su autoría, de su impronta personal, etc.), enfoques y formaciones diversas que participan de una obra en común. Tanto el Manual de historia de Colcultura (1978-1979), como los tomos a su cargo en la Nueva historia de Colombia (1989) son ejemplos de esa aptitud. Y tal vez sea atribuible a lo que conoció de modo directo en epicentros intelectuales de Europa, tanto en su contacto con los herederos del legado de la Escuela de los Annales como en su breve experiencia en la universidad alemana, en los años de la posguerra en los que intenta reconstruirse.

Sus observaciones sobre las publicaciones académicas merecen una consideración aparte y en un periodo en el que predomina aún la cultura oral, en que son muy escasas y discontinuas las publicaciones académicas, Jaramillo no solo se propone fundar una revista especializada, publicar en ella con criterio e imprimir ese criterio en sus discípulos de modo concreto en los números que llega a dirigir, sino que, de modo retrospectivo, tanto en sus Memorias intelectuales como en las entrevistas en que hace su propio balance como investigador y rememora su actividad, subraya la importancia de la publicación impresa y define lo imperioso de su necesidad para las universidades. Su experiencia europea se lo enseñó muy temprano, su conocimiento de los casos mexicano y argentino y de sus respectivas industrias editoriales asociadas a la vida académica se lo corroboran y, al recapitular su tránsito por la Universidad Nacional, cita ejemplos significativos de esfuerzos inconclusos, de posibilidades perdidas (en verdad, al repasar el catálogo de publicaciones de la Universidad Nacional se encuentra uno con un rosario de oportunidades perdidas: tras las primeras publicaciones de Ots Capdequí, del propio Jaramillo Uribe, de primicias como el luminoso ensayo de Levi-Strauss titulado "Raza e Historia",13 la universidad no volvió a publicarlos).

El de Ots Capdequí es un caso muy cercano a Jaramillo; a él se refiere en detalle y de manera elogiosa en sus memorias intelectuales, y en esta colección de ensayos le dedica un obituario. Se trata, pues, de un ejemplo palpable, a la vista. Ots innovó de lleno los estudios históricos del período colonial: mientras que sus libros sobre el siglo XVIII español en América,14 publicados por la Universidad Nacional, contaron con escasa difusión, la versión resumida, un compendio sin el ambicioso soporte documental de aquellos, publicado en buena hora por el Fondo de Cultura Económica con un título sumario: El Estado español en las Indias, encuentra en cambio por fin la difusión que se merece en esta y en otras latitudes y cuenta con sucesivas reediciones desde su aparición en México, en 1941.

En suma, de la obra de Jaramillo Uribe se puede aseverar que, sin que sea extensa y a pesar de contener algunos textos perecederos, no hay duda de que la mayoría de las páginas que la conforman siguen siendo esenciales.


Notas

1 Como actitud, como postura, la hallamos del modo más transparente en Fernand Braudel: "En el plano de la historia de larga duración, historia y sociología no es que se respalden (sería quedarse corto): se confunden". "Historia y Sociología", La historia y las ciencias sociales (Madrid: Alianza Editorial, 1974) 125.
2 Jaime Jaramillo Uribe, Memorias intelectuales (Bogotá: Universidad de los Andes, 2007) 71.
3 Refiriéndose a las exposiciones de Medina Echavarría, a su carácter seminal para nuestro medio, Jaramillo afirma: "De allí proviene mi entusiasmo por las obras de Weber, y a los pocos años empecé a ver cómo podría sacarle un mayor fruto en los proyectos intelectuales que tenía en mente". Jaime Jaramillo Uribe, De la sociología a la historia (Bogotá: Universidad de los Andes, 1991) 159.
4 Jaramillo Uribe, De la sociología 135.
5 En una nota de la página 135 del libro reseñado expone de modo muy sintético los términos del debate, su trasfondo, sus implicaciones y la secuencia de autores que en él participan: Rickert-Dilthey-Windelband y, en fin, el propio Weber. Y queda claro al lector todo lo que este debate implica para una definición más rigurosa de la naturaleza y los alcances del conocimiento histórico.
6 En este punto parafraseo el título de la voluminosa obra que el especialista mexicano Francisco Gil Villegas le dedicó a esa pormenorizada pesquisa: Max Weber y la guerra académica de los cien años. La polémica en torno a La ética protestante y el Espíritu del capitalismo, 1905-2012 (México: Fondo de Cultura Económica, 2013).
7 "Debe entenderse por sociología una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social, para de esa manera explicarla en sus desarrollo y efectos". Max Weber, Economía y sociedad, t. I (México: Fondo de Cultura Económica, 1941) 5.
8 James Parsons, Antioqueño Colonization in Western Colombia (Ann Arbor: University of Michigan, 1949).
9 Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia (Medellín: E.S.F., 1955).
10 Precisamente, en un balance sobre lo alcanzado por la historia regional en el caso antioqueño, sin reticencias, lamenta "la ausencia de un sociólogo". Jaime Jaramillo Uribe, "Visión panorámica de los estudios históricos de Antioquia", De la sociología a la historia 174.
11 José María Ots Capdequí, El Estado español en las Indias Occidentales (México: Fondo de Cultura Económica, 1975) 49.
12 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos sobre historia social colombiana (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1968).
13 Claude Levi-Strauss, "Raza e Historia", Separata de la Revista de la Universidad Nacional 8 (1971): 68-108.
14 José María Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII español en América (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1946); Instituciones de gobierno del Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1950).


Obras citadas

Braudel, Fernand. "Historia y sociología". La historia y las ciencias sociales. Madrid: Alianza Editorial, 1974. 107-128.         [ Links ]

Gil Villegas, Francisco. Max Weber y la guerra académica de los cien años. La polémica en torno a La ética protestante y el Espíritu del capitalismo, 1905-2012. México: Fondo de Cultura Económica, 2013.         [ Links ]

Jaramillo Uribe, Jaime. Ensayos sobre historia social colombiana. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1968.         [ Links ]

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