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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.44 no.1 Bogotá Jan./June 2017

https://doi.org/10.15446/achsc.v44n1.61231 

doi: http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v44n1.61231

Políticas culturales: la producción historiográfica sobre América Latina en la primera mitad del siglo XX*

Cultural Politics: the Historiographical Production on Latin America in the First Half of the 20th Century

Políticas culturais: a produção historiográfica sobre a América Latina na primeira metade do século XX

HERNANDO PULIDO LONDOÑO**
Universidad de los Andes
Bogotá, Colombia

* Agradezco a los profesores Ricardo Arias y Catalina Muñoz del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes por su estímulo y comentarios durante la redacción de este texto, así como las observaciones críticas de los pares anónimos.
** hernando.pulido@gmail.com

Artículo de reflexión
Recepción: 20 de enero del 2016. Aprobación: 22 de junio del 2016.

Cómo citar este artículo
Hernando Pulido Londoño, "Políticas culturales: la producción historiográfica sobre América Latina en la primera mitad del siglo xx", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 44.1 (2017): 363-391.


Resumen

Se explora la noción de "política cultural" en una producción historiográfica reciente sobre América Latina de la primera mitad del siglo XX. El texto propone cuatro pasos argumentativos: primero, considera los vínculos conceptuales entre "política" y "cultura"; segundo, destaca los actores, instituciones y procesos que constituyen los objetos de investigación histórica; tercero, examina algunas discusiones historiográficas relevantes; y, por último, aborda conceptos complementarios como "hegemonía", "nación" e "identidad", junto con las fuentes y posturas metodológicas sobresalientes. La literatura estudiada indaga las relaciones históricas entre política y cultura para un periodo de intensa urbanización, industrialización y masificación de las sociedades latinoamericanas, en el cual los vínculos entre las "culturas nacionales", proyectos políticos y conflictos sociales fueron relevantes.

Palabras clave: (Autor) siglo xx; (Thesaurus) cultura, historiografía, política cultural, América Latina, identidad cultural, nación.


Abstract

The author explores the notion of cultural politics in recent historiographical production on Latin America in the first half of the 20th century. The text proposes four argumentative steps: first, it considers the conceptual bonds between "politics" and "culture"; second, it highlights the actors, institutions and processes that constitute the objects of historical investigation; third, it examines some relevant historiographical discussions; and, finally, it addresses complementary concepts such as "hegemony", "nation" and "identity", along with the outstanding sources and methodological positions. The literature studied explores the historical relationships between politics and culture during a period of intense urbanization, industrialization and massification of Latin American societies, in which the links between "national cultures", political projects and social conflicts were relevant.

Keywords: (Author) 20th century; (Thesaurus) culture, historiography, cultural politics, Latin America, cultural identity, nation.


Resumo

Explora-se a noção de "política cultural" numa produção historiográfica recente sobre a América Latina da primeira metade do século XX. O texto propõe quatro passos argumentativos: primeiro, considera os vínculos conceituais entre "política" e "cultura"; segundo, destaca os atores, instituições e processos que constituem os objetos de pesquisa histórica; terceiro, examina algumas discussões historiográficas relevantes; e, por último, aborda conceitos complementários como "hegemonia", "nação" e" identidade", junto com as fontes e posturas metodológicas que se sobressaem. A literatura estudada indaga sobre as relações históricas entre política e cultura para um período de intensa urbanização, industrialização e massificação das sociedades latino-americanas, no qual os vínculos entre as "culturas nacionais", projetos políticos e conflitos sociais foram relevantes.

Palavras-chave: (Autor) século XX; (Thesaurus) cultura, historiografia, política cultural, América Latina, identidade cultura, nação.


Introducción

Este texto explora la noción analítica de "política cultural" en una producción académica reciente dedicada a Latinoamérica en la primera mitad del siglo XX. Cabe recordar la importancia de dicho contexto histórico: durante este periodo la región atestiguó procesos inéditos de industrialización, urbanización y masificación que transformaron en forma indeleble su estructura sociopolítica y cultural con un cuño modernizador en sus proyectos nacionales. En ese marco, instituciones estatales, asociaciones privadas, industrias culturales, sectores populares y grupos dirigentes acudieron a diversas expresiones de la cultura para legitimar aspiraciones económicas, programas políticos, visiones de nación, ciudadanía y expresiones de identidad. Estas acciones culturales, adelantadas por múltiples actores, no siempre tuvieron intereses coincidentes e incluso fueron un medio para expresar tensiones y conflictos profundos. De esta manera, el tema de las políticas culturales está relacionado con una preocupación fundamental: el papel histórico de la cultura en las contiendas y negociaciones en torno a la distribución social del poder. ¿Cómo ha sido abordada esta preocupación desde el análisis histórico? ¿De qué formas los estudios sobre América Latina reflejan las transformaciones historiográficas contemporáneas que ponen el acento sobre la "cultura"?1

La producción académica que pretendo examinar precisa la importancia de dicho contexto histórico y ayuda a avanzar sobre las preguntas señaladas. Esta literatura representa los intereses más prominentes de los investigadores y tiende a centrarse en el México revolucionario (1910-1917, el conflicto armado, seguido de su etapa institucional, 1920-1940), el primer régimen de Getúlio Vargas en Brasil (1930-1945), el de Juan Domingo Perón en Argentina (1946-1955) y la República Liberal en Colombia (1930-1945), e incluye otros países como Chile, Bolivia y Cuba. Estos estudios interesan porque son una muestra de las estrategias metodológicas y conceptuales de la historiografía sobre políticas culturales, de las discusiones académicas que la animan y de la elección de objetos de reflexión histórica relacionados con la cultura y la política latinoamericanas.2 Cubren un periodo histórico de debate constante sobre los componentes de las "culturas nacionales", entendidas estas como aglutinadoras de sociedades diversas, conflictivas y desiguales (ejercicio que también cometió graves exclusiones), así como de los medios para conservarlas y difundirlas, inquietudes todas persistentes en lo restante del siglo XX.

Esta propuesta está estructurada en cuatro partes. Primero, analizaré los vínculos conceptuales entre "política" y "cultura", que se nutren de los debates teórico-metodológicos contemporáneos sobre poder, historia y las visiones antropológicas y sociológicas de la cultura. Segundo, identificaré las principales instituciones, actores y procesos históricos que sirven como objetos de investigación sobresalientes. Tercero, destacaré las discusiones historiográficas más notables y, por último, abordaré los conceptos complementarios de "hegemonía", "nación" e "identidad", como también las fuentes históricas y las posturas metodológicas destacadas. Sin pretender sobredimensionar el campo de la cultura en los estudios históricos, este artículo pretende mostrar el valor analítico de las investigaciones sobre política cultural y su potencial para enriquecer el conocimiento sobre América Latina.

El vínculo analítico entre política y cultura

La noción de "política cultural" se refiere a dos niveles relacionados. En primera instancia, de manera amplia, a las negociaciones y disputas que en el terreno de la significación social inciden en la distribución del poder. En segunda instancia, en términos más restringidos, a las acciones culturales adelantadas por actores institucionales, especialmente del Estado, a través de programas públicos. El vínculo analítico entre política y cultura indicaría, por una parte, la gestión estatal de la actividad cultural, realizada en forma recurrente mediante alianzas entre la institucionalidad pública, intereses privados e industrias culturales (cultural policy).3 Por otra parte, señalaría a la cultura como un campo de fuerzas más dilatado, en el cual ocurren las controversias históricas sobre el sentido y apropiación de lo público, los debates acerca de las prácticas y significados sociales, así como las demandas ciudadanas que pueden alterar los balances históricos de poder (cultural politics). Por ejemplo, la definición de George Yúdice y Toby Miller subraya los aspectos burocráticos de una política cultural entendida como los soportes institucionales que canalizan tanto la creatividad estética como los estilos colectivos de vida.4 En el otro extremo se hallaría una concepción como la de Sonia Álvarez, Evelina Dagnino y Arturo Escobar, elaborada durante el auge de los "nuevos" movimientos sociales latinoamericanos en las décadas de 1980-1990, en la que definieron a la política cultural como el proceso que se despliega cuando entran en conflicto conjuntos de actores sociales que encarnan diferentes significados y prácticas culturales, cuestionan la legitimidad de los lazos sociales de desigualdad y proponen la lucha por su transformación.5

En este apartado voy a referirme sobre todo a ese primer nivel de la "política cultural" (en el que la cultura funge como campo amplio de contienda y negociación social del poder y lo público) porque es allí donde se ha concentrado buena parte de los debates teóricos e historiográficos recientes, su presencia como marco de referencia privilegiado en la producción histórica a analizar y por cuanto ha tendido a cobijar aquellos procesos situados en el nivel analítico más burocrático e institucional.

Desde este punto de vista, la "política cultural" está arraigada en una idea antropológica de cultura que supera la identificación de lo "cultural" con la literatura y las bellas artes. Es desde aquí que la "cultura" señala las prácticas significativas y los mundos simbólicos que dotan de sentido y concreción a la vida social. Esta ampliación de la "cultura", en su faceta simbólica y significante, tuvo que ver con el impacto en las ciencias sociales y humanas de los trabajos de Clifford Geertz, Victor Turner y Claude Lévi-Strauss, y en su componente de práctica con los aportes de Pierre Bourdieu.6 La "política" también ha expandido sus contornos para adoptar el examen de actitudes, valores, creencias, tradiciones y ritos que disponen a una sociedad para ciertas acciones y elecciones políticas (aspectos a los que hace alusión la "cultura política", el concepto mellizo de la política cultural).7 Dicha expansión ha estado acompañada por un cambio en el que la acción política no es protagonizada únicamente por los dirigentes y las élites. La política también puede ser indagada reconstruyendo las acciones y puntos de vista de los sectores marginados y populares.8

Los límites conceptuales entre "cultura" y "política" tienden a difuminarse en la noción de "política cultural": las acciones culturales forman parte de las confrontaciones políticas de la sociedad civil, las instituciones estatales, los partidos políticos, las asociaciones laicas o religiosas, de los intelectuales, las industrias culturales, las comunidades de base y los movimientos sociales. Más aún, las políticas culturales tienen el potencial simultáneo de producir y legitimar jerarquías y diferenciaciones sociales, así como de organizar dichas distinciones en configuraciones históricas inestables y disputadas.9

Estos cambios conceptuales tuvieron relación con el "giro cultural" experimentado por las ciencias sociales desde las décadas de 1960 y 1970. La consolidación de una historia cultural diversa en enfoques y metodologías estuvo relacionada con un marxismo atento a la cultura como factor de transformación social (Gramsci, Thompson, Williams); con los estudios culturales, interesados en las culturas populares y de masas, así como en la raza, la etnicidad y el género (Hall); la incidencia de la teoría antropológica en la disciplina histórica (especialmente el interpretativismo de Geertz) y los trabajos de Bakhtin, Elias, Foucault, Bourdieu y de Certau, además de las teorías feministas y poscoloniales.10

En América Latina la noción se adoptó y sufrió transformaciones importantes. Entre las décadas de 1960 y 1980 se destacó una aproximación a la política cultural desde una perspectiva burocrática y administrativa, en la que la cooperación cultural entre los Estados fue un objetivo central.11 Esta visión de las políticas culturales, animada por declaraciones y conferencias regionales promovidas por la unesco, definió a la cultura como componente del desarrollo y cuestionó la supuesta homogeneidad cultural de los Estados nación latinoamericanos. No obstante, mientras se ponía de presente la especificidad cultural de las naciones, la cooperación entre Estados tuvo la intención de conseguir cierta uniformización de la política pública regional.12 Hacia fines de la década de 1980 un grupo de investigadores reunidos alrededor del Grupo de Trabajo en Políticas Culturales del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) reaccionó críticamente frente a esa literatura burocrática, administrativa y descriptiva. Sérgio Miceli en Brasil, Alberto Ciria y Juan Pablo Tedesco en Argentina, José Joaquín Brunner en Chile y Guillermo Bonfil Batalla y Néstor García Canclini en México fueron algunos nombres que encabezaron el cuestionamiento de una política cultural pensada únicamente desde el Estado. En la introducción a un texto colectivo de 1987, clave para la comprensión crítica de las políticas culturales en América Latina, García Canclini definió las políticas culturales como

el conjunto de intervenciones realizadas por el Estado, las instituciones civiles y los grupos comunitarios organizados a fin de orientar el desarrollo simbólico, satisfacer las necesidades culturales de la población y obtener consenso para un tipo de orden o transformación social.13

El propio García Canclini procuró explicar las razones de este cambio. Las incertidumbres creadas por la crisis socioeconómica que afectó a buena parte de los países latinoamericanos en la década de 1980 y la reacción de los "nuevos movimientos sociales", calificados así por su distanciamiento respecto del ideal revolucionario marxista, fueron dos factores históricos que influyeron en la revisión de los enfoques sobre políticas culturales y los supuestos que los sustentaban.14 Según el antropólogo argentino, el desgaste de los modelos económicos productivistas y de la concepción lineal de la historia abrió el paso a las preguntas por las bases culturales de la producción y el poder. A ello se añadió el creciente interés por comprender las dictaduras latinoamericanas (de las cuales muchos investigadores fueron víctimas) y el papel de la cultura en su legitimación y en los procesos democratizadores posteriores.15 Por su parte, otros intelectuales, como José Joaquín Brunner, señalaron el agotamiento de las teorías de la dependencia y ciertos aspectos del marxismo ortodoxo (la idealización del proletariado como la clase predestinada a liderar cualquier transformación social o la consideración de la superestructura como "falsa conciencia"), debido a su incapacidad para dar cuenta de las transformaciones que constituyeron un campo cultural latinoamericano con rasgos novedosos en las postrimerías del siglo xx: crecientes conexiones transnacionales, potentes mediaciones ejercidas por las industrias culturales y su impacto inédito en la construcción social de la realidad (identidades, percepciones, modelamiento de sensaciones, entre otros).16

A mi modo de ver, la diversidad de objetos y manifestaciones que puede cubrir el vínculo analítico entre política y cultura acarrea el riesgo de una dispersión en la atención histórica. Ello exige a los investigadores trazar límites y determinar acentos analíticos que pueden alterar su comprensión conceptual y metodológica, otorgando incluso cierta polisemia a su idea de "política cultural". Además, dicha multiplicidad demanda una atención cuidadosa a los significados históricos asociados a las ideas de "cultura" y "política", so pena de recaer en anacronismos y malinterpretaciones. Entender esas elecciones y limitaciones hace necesario un análisis historiográfico.

América Latina, historiografía y política cultural

En este apartado seguiré tres líneas de análisis: 1) las instituciones, actores sociales y procesos estudiados desde la perspectiva de las políticas culturales; 2) las principales discusiones historiográficas, referidas a las interpretaciones históricas que pueden ser enriquecidas o transformadas mediante el análisis convergente de la cultura y la política; y 3) los principales conceptos complementarios, específicamente las nociones de hegemonía, nación e identidad, así como las fuentes privilegiadas y los abordajes metodológicos destacados.

Instituciones, actores sociales y procesos

Los estudios históricos sobre políticas culturales en América Latina durante la primera mitad del siglo xx tienden a centrar su atención en las relaciones entre los distintos actores e instituciones que constituyeron el campo de la cultura como un terreno de disputa y negociación. Primero, los Estados latinoamericanos fueron grandes animadores de las políticas culturales durante la primera mitad del siglo XX. Países como México, Argentina, Brasil y Colombia formularon proyectos culturales estatales con el fin de alcanzar ideales de progreso y modernización y unificar sus naciones sobre supuestas bases culturales comunes. Sin embargo, los proyectos y realizaciones estatales no resultaron siempre de una coordinación armónica entre las instituciones oficiales, los burócratas e intelectuales involucrados en su formulación y ejecución. Tampoco fueron recibidos en forma pasiva por los sectores populares, los cuales fueron su objetivo privilegiado. También recibieron presiones de las industrias culturales (radio, prensa, cine y luego la televisión) o de una institución tan fuerte en América Latina como la Iglesia católica.

Por ejemplo, Mariano Ben Plotkin, en Mañana es San Perón. A Cultural History of Perón's Argentina, mostró que el liderazgo carismático del régimen Juan Domingo Perón (1946-1955) no fue producto una imposición estatal unilateral, sino que requirió el complejo diseño de mecanismos culturales mediadores para promover movilizaciones sociales y consensos políticos favorables al régimen.17 Plotkin expone que una estrategia global usada por el régimen peronista fue la conquista del espacio simbólico de la sociedad argentina para realzar su imaginería política y expulsar visiones alternativas de la nación y su historia. Mediante el estudio histórico de símbolos y rituales del peronismo contenidos por la prensa, las intervenciones públicas de Perón y sus asociados, los textos escolares, las prácticas de las instituciones de asistencia y caridad que integraron a los niños a través del deporte y a las mujeres mediante asociaciones de apoyo mutuo, Plotkin muestra que el peronismo contó con la participación activa o la tolerancia de una población que había sido marginada por gobiernos anteriores.

En un sentido semejante, la investigación de Daryle Williams, Culture Wars in Brazil: The First Vargas Regime, 1930-1945, también adopta una mirada desde el Estado brasileño y sus políticas culturales, pero esta erosiona la imagen monolítica de dicha institución al mostrar los desencuentros entre sus organismos gubernamentales y sectores burocráticos e intelectuales.18 Williams estudia los conflictos culturales del primer régimen de Getúlio Vargas que surgieron entre diversos actores sociales como burócratas, artistas, intelectuales, críticos y ciudadanos, quienes compitieron entre sí y con el Estado respecto al contenido y significado de la cultura nacional brasileña. Estas "guerras culturales" animaron los procesos de construcción estatal, con la creación de instituciones culturales específicas y la elaboración de un canon cultural nacionalista. Tres tipos de conflictos merecen ser mencionados. Primero, los de tipo institucional y burocrático, ilustrados por la constante competencia entre el Ministerio de Educación, creación del periodo, y el Ministerio de Justicia, encargado de la propaganda y la censura, labor ejercida luego por el Departamento de Imprensa y Propaganda. Segundo, los de tipo intelectual y artístico, ligados a las discusiones sobre el reclutamiento estatal de trabajadores de la cultura, quienes se plegaron hasta cierto punto al proyecto cultural nacionalista. Tercero, los conflictos resultantes de la aplicación misma de las políticas culturales, situación ilustrada, por ejemplo, en las fricciones respecto a la preservación del patrimonio inmueble (tombamento).19

La creación de instituciones destinadas a la formulación y ejecución de políticas culturales es un proceso destacado en esta literatura. Esta línea de análisis está presente en el estudio de Rick A. López, Crafting Mexico. Intellectuals, Artisans, and the State after Revolution.20 López reconstruye la política cultural posrevolucionaria en México a partir de las concepciones y acciones culturales contradictorias del Estado, la burocracia cultural y los intelectuales referidas a la revalorización del "arte popular", específicamente las artesanías, medio para reivindicar el componente indígena de la nación en cuanto fuente auténtica de la "mexicanidad". Esta recuperación del acervo indígena fue una iniciativa de intelectuales y académicos preocupados por la división de la sociedad mexicana posrevolucionaria. Entre las décadas de 1920 y 1930 intelectuales nacionalistas mexicanos como José Vasconcelos, Manuel Gamio, Doctor Atl o Roberto Montenegro y extranjeros como Frances Toor, Stuart Chase, Pedro Henríquez Ureña, Frederick Davis y Anita Brenner, entre otros, crearon a partir de expresiones artísticas fragmentadas un canon unificado del arte popular mexicano. Para ello recurrieron a viajes de exploración, representaciones musicales y teatrales, exposiciones y la creación de revistas especializadas. Solo cuando este tipo de iniciativas logró cierta resonancia, el Estado mexicano forjó alianzas eventuales con dichos intelectuales para crear instituciones destinadas a identificar y proteger las expresiones culturales insignia de la mexicanidad.21

Cuando se adopta una mirada histórica sobre las políticas culturales desde el Estado y sus proyectos, ¿es posible incluir algún tipo de análisis respecto a las dinámicas de recepción por parte de los sectores sociales que son su objetivo? En los estudios reunidos por Renán Silva en República Liberal, intelectuales y cultura popular, dedicados a investigar la política cultural colombiana de la denominada República Liberal (1930-1945), se encuentra un examen histórico de las Bibliotecas Aldeanas. Esta fue una iniciativa del Ministerio de Educación establecida en 1935 y llevada a cabo por la Biblioteca Nacional de Colombia con el fin de dotar a los municipios del país de bibliotecas básicas no vinculadas necesariamente con los medios escolares.22 Silva reconstruye la formulación y realización administrativa del proyecto y el contenido de las colecciones de libros que se enviaban por petición de los municipios (obras del pensamiento colombiano y luego de carácter más técnico). Un aporte de esta indagación consiste en reconstruir cómo fueron recibidas estas bibliotecas en puntos dispares de la geografía colombiana y adaptadas (en algunos casos rechazadas) según sus trayectorias históricas y políticas. El autor logra mostrar la multiplicidad de voces y prácticas de los sectores populares que desde distintos lugares del país solicitaban libros, organizaban pequeñas bibliotecas públicas y manifestaban sus preferencias de lectura, presionando a las instituciones estatales para incrementar sus esfuerzos respecto a esta política del libro y la lectura.

Otro ejemplo de este tipo de enfoques es el trabajo de Mary Kay Vaughan, titulado Cultural Politics in Revolution. Teachers, Peasants, and Schools in Mexico, 1930-1940, que estudia para el periodo revolucionario mexicano 1930-1940 la recepción, negociación y resistencia a las políticas educativas de la Secretaría de Educación Educativa (sep) en contextos regionales y locales ubicados en los Estados de Sonora y Puebla.23 Las comunidades indígenas y campesinas de estas regiones reaccionaron de manera muy diferente, de acuerdo con sus trayectorias históricas y culturales propias, a una política educativa que pretendía crear ciudadanos virtuosos, productivos e higienizados, alejados de la superstición y la religión, dispuestos a realizar el credo científico-técnico que modernizaría a México. Las comunidades de Sonora y Puebla poseían diversas trayectorias de relación con el Estado, de exposición al liberalismo del siglo XIX y acercamiento a la Iglesia, de contacto con la escasa educación durante el Porfiriato y relación con las dinámicas económicas y políticas modernizantes de ese periodo. Además, en una misma región existían diferentes condiciones internas de dominación política, religiosa y étnica que se articularon con el proceso revolucionario y determinaron la aceptación o resistencia de la política educativa.24 De esta manera, una contribución clave de esta historiografía es la inclusión de los grupos sociales que fueron objetivo de políticas estatales de cultura. Por este camino, se cuestiona la pasividad de los sectores populares y se matiza el alcance de los grupos dirigentes. Por ejemplo, el texto pionero de Alan Knight, "Popular Culture and the Revolutionary State in Mexico, 1910-1940", compone un fresco social de la participación de los sectores populares en la Revolución mexicana, resaltando sus itinerarios históricos, políticos y regionales, el papel contradictorio de la Iglesia y el Estado, y la función central de las fiestas y rituales civiles en la socialización de los valores agraristas, nacionalistas y anticlericales de la causa revolucionaria.25

Los intelectuales han recibido una atención especial de esta historiografía. Su papel se problematiza por sus relaciones conflictivas con el objeto principal de intervención de las políticas culturales: las "culturas populares", una categoría erudita y académica, no necesariamente aceptada o conocida por los sujetos que ha pretendido denominar.26 Al respecto, el artículo de Alan Knight, "Los intelectuales en la Revolución mexicana", es significativo porque reconoce como intelectuales a individuos que durante la agitación de la Revolución mexicana lo fueron por derecho propio en la región y la localidad, diferentes de los grandes nombres académicos y artísticos que desde el poder central diseñaron las políticas de propaganda e ingeniería social y educativa de las décadas de 1920 y 1930. Para Knight, los abogados de pueblo, los maestros, los sacerdotes afectos a las políticas revolucionarias, los líderes indígenas y obreros fueron también intelectuales, quienes, en contacto directo con las masas sublevadas y echando mano de conocimientos eruditos o legales limitados, lograron dar cierta dirección a las reivindicaciones de campesinos, obreros e indígenas e incidir en la reapropiación de las políticas culturales estatales.27

¿Cómo tomaron forma las relaciones conflictivas entre los intelectuales y los sectores populares, cuyas expresiones culturales los primeros quisieron definir como cimiento de las naciones latinoamericanas? En su estudio "República Liberal y cultura popular en Colombia", Renán Silva estudió una etapa de las políticas culturales reformistas lideradas por los liberales en Colombia que cubrió de 1940 a 1948, la cual estuvo dedicada al conocimiento de las culturas nacionales definidas como "populares". Dicha etapa privilegió la valoración de las culturas vernáculas a través del filtro del "folclor" y las raigambres culturales campesinas. Para Silva, fue importante el esfuerzo de intelectuales liberales como Darío Achury Valenzuela y Germán Arciniegas por ampliar el alcance de la cultura para acoger expresiones culturales de los sectores populares. No obstante, esta visión folclorizante estuvo contagiada por una actitud paternalista que definió a dichas manifestaciones culturales como entidades esenciales e inmóviles por cuanto debían representar el fundamento primigenio de la nacionalidad colombiana.28

En su artículo "'A Mission of Enormous Transcendence': The Cultural Politics of Music during Colombia's Liberal Republic, 1930-1946", Catalina Muñoz confirma los malentendidos entre los intelectuales y las culturas populares en la Colombia de la República Liberal.29 La autora vuelve a encontrar aquella actitud paternalista, ahora entre los intelectuales interesados en la música popular colombiana. Este hecho es confirmado por la actividad del compositor Antonio María Valencia desde la dirección del Conservatorio de Cali, institución que él mismo ayudó a fundar. Valencia mantuvo una posición ambigua frente a las músicas populares. Mientras criticó la falta de "sentido y acción social" de una institución como el Conservatorio Nacional, debido a sus actitudes elitistas, sostuvo que las masas populares debían ser culturizadas ampliando su acceso a la "música culta". Entretanto, las músicas populares, a pesar de constituir, en opinión de Valencia, la raíz de la nacionalidad, fueron consideradas por él como "materiales crudos" que tendrían que ser forjados mediante el canon musical europeo. Además, Muñoz halla un conjunto de jerarquizaciones regionales diseñadas por los intelectuales liberales desde la centralidad del poder en Bogotá. A través de la Encuesta Folclórica Nacional de 1942 los expertos y burócratas de la cultura quisieron comprobar la existencia de unas regiones culturales esenciales y bien limitadas, pero fueron sorprendidos por corrientes culturales interregionales y transnacionales.30

Reconstruir las experiencias de sectores marginados sobre los efectos de las políticas culturales es un verdadero reto de investigación. Un esfuerzo por construir una "narrativa alternativa" de las políticas culturales posrevolucionarias en México lo constituye la segunda línea de argumentación del libro de Rick A. López, Crafting Mexico. Como contraste de la primera parte de su investigación, este historiador se enfoca también en los efectos locales de las acciones culturales estatales, centrándose en la población de Olinalá, ubicada en el estado de Guerrero, uno de los más pobres y marginados de México. Las artesanías lacadas producidas en esa localidad fueron concebidas por la política cultural posrevolucionaria como una expresión auténtica de la mexicanidad. No obstante, durante las décadas de 1940 y 1950, esa perspectiva quedó sumida en un dilema que la dividió entre la conservación y protección de esta tradición artesanal y las iniciativas para comercializarla. López muestra cómo las políticas comercializadoras, en su afán por generar ganancias efectivas, restaron calidad a la artesanía olinalteca, estimularon a intermediarios que endeudaban a los "laqueros", reforzaron a las elites regionales, pero también propiciaron cambios adaptativos que posibilitaron a los productores pervivir.31

Otro elemento que examinan los estudios históricos sobre políticas culturales es el papel de las industrias culturales y los medios de comunicación contemporáneos. A este respecto, la música es uno de los objetos privilegiados por los historiadores. Para Colombia, la investigación de Peter Wade, Música, Raza y Nación. Música tropical en Colombia, estudia la acción de la industria fonográfica durante las décadas de 1930 y 1950 en la difusión de músicas regionales caribeñas, asociadas con poblaciones afrodescendientes o mestizas, y su transformación en emblemas de la "colombianidad". Estas mismas industrias fonográficas, apoyadas por la radio, difundieron ritmos musicales extranjeros (mariachis, tango o jazz) que vincularon a regiones y localidades colombianas en redes de intercambio cultural transnacional.32 No obstante, las transformaciones culturales motivadas por la radio y la industria fonográfica no estuvieron exentas de rechazos, especialmente por parte de intelectuales nacionalistas y miembros de las élites, preocupados por el supuesto influjo negativo del acervo cultural africano y la polución del canon centralista y mestizo-blanco de la música andina.

En Brasil esos temores se centraron también en la radio y la industria fonográfica por su presunta influencia perturbadora sobre las músicas populares y campesinas. Los ensayos historiográficos de José Geraldo, Marcos Napolitano y María Clara Wasserman muestran las oposiciones creadas por los intelectuales entre las décadas de 1920 y 1930, quienes intentaron limitar estrictamente la música urbana, expuesta a los ritmos extranjeros y la comercialización, y las músicas negras y rurales, vistas como expresión de la autenticidad brasileña.33 Intelectuales como Mário de Andrade y Renato de Almeida, adoptando una perspectiva folclorizante, definieron ritmos como el maxixe, el choro, el lundú y la samba do morro como expresiones fidedignas de la brasilidade, posición secundada por periodistas influyentes como Francisco Guimarães (Vagalume). No obstante, desde la década de 1940, ante el avance de las músicas urbanas, intelectuales vinculados al periodismo y la crítica cultural como Alexandre Gonçalves Pinto, Orestes Barbosa, Mariza Lira, Edigar de Alencar, Jota Efegê y Lúcio Rangel utilizaron criterios folclóricos, académicos e historiográficos para intentar reivindicar a las músicas urbanas. Dentro de este grupo fue notable la labor de Henrique Foréis Domingues "Almirante", periodista radial, quien en sus programas musicales emitidos entre 1938 y 1958 llevó a cabo una ingente labor de investigación, recopilación y difusión de la música popular brasileña, estableciendo una suerte de canon nacionalista de gran aceptación pública.

Precisamente, el uso educativo de las industrias culturales y su papel en la socialización de valores concordantes o en conflicto con los proyectos culturales nacionalistas de los Estados latinoamericanos son un aspecto que destaca la investigación histórica sobre política cultural. En "Ondas nacionales. A propósito de la creación de la Radiodifusora Nacional de Colombia", Renán Silva investiga el establecimiento desde 1940 de la emblemática emisora oficial colombiana. A través de sus programas educativos e informativos, esta emisora quiso integrar regiones y localidades en un marco nacional y transnacional, socializando contenidos educativos, así como valores morales, cívicos y políticos.34

Una función semejante de socialización de valores nacionalistas la cumplieron en la sociedad mexicana posrevolucionaria las historietas, publicaciones gráficas de amplio consumo y difusión. En Bad Language, Naked Ladies, & Other Threats to the Nation. A Political History of Comic Books in Mexico, Anne Rubenstein examinó la socialización de valores morales, imágenes de feminidad y masculinidad y de relaciones entre el campo y la ciudad a través de las historietas producidas en México entre 1930 y 1970. Los cómics mexicanos, publicados principalmente por editoriales privadas, también recurrieron a la desnudez, las insinuaciones sexuales y el lenguaje coloquial para atraer lectores. Los mensajes moralmente ambiguos de las historietas fueron vistos con desconfianza por ligas de decencia y asociaciones conservadoras y religiosas. Dadas sus frecuentes quejas, motivaron la creación en la década de 1940 de una entidad estatal de control y censura, La Comisión Calificadora. Rubenstein expone las estrategias editoriales y políticas de los empresarios para esquivar la censura y también las indecisiones en el interior de la propia Comisión Calificadora para evaluar los materiales gráficos.35

Estos estudios indican además que el campo cultural puede estar influido por acciones sociales que provienen de ámbitos históricos diferentes. Es decir, que la cultura no es una suerte de territorio cerrado, que se reproduce y cambia únicamente por sus propios impulsos. Por ejemplo, una decisión en apariencia puramente económica puede tener efectos importantes sobre las prácticas e imaginarios culturales de una sociedad, sin que ello implique que la cultura sea un mero reflejo de la economía o la política. Esto lo muestra Wendy Waters en "Remapping Identities: Road Construction and Nation Building in Postrevolutionary Mexico", artículo que estudia el impacto cultural que tuvo en México la construcción sistemática de carreteras pavimentadas entre 1925 y 1940. Además de activar económicamente e integrar políticamente a regiones aisladas, las carreteras incluyeron a vastas poblaciones en los ideales de una nación mexicana moderna y dispuesta para el progreso. Este hecho motivó cambios comunitarios al conectar localidades entre sí, con los grandes mercados regionales y con redes transnacionales al abrirse las puertas del turismo. Sin embargo, este proyecto estatal de carreteras fue recibido de distintas maneras en el ámbito local: con entusiasmo por parte de localidades ansiosas por comerciar sus productos o integrar a sus trabajadores en mercados laborales estacionales o con recelo por elites locales que vieron su dominio económico y político amenazado.36

En un sentido semejante, el texto de Catalina Muñoz, "Redefiniendo la memoria nacional: debates en torno a la conservación arquitectónica en Bogotá, 1930-1946", investiga las controversias desatadas entre políticos, intelectuales y miembros de la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá y la Academia de Historia como producto de las obras de modernización urbanística de Bogotá abanderadas por los gobiernos de la República Liberal en Colombia. Las obras de restauración del Teatro Colón en 1936 o la orden de demolición del Convento de Santo Domingo en el mismo año produjeron airadas críticas de individuos identificados con el Partido Conservador, quienes vieron en estas obras una amenaza al legado hispánico y la memoria nacional. Sin embargo, Muñoz demuestra que estas obras de modernización urbanística ya habían sido adelantadas anteriormente cuando los conservadores se hallaban en el poder antes de 1930 y que las reacciones hostiles de algunos de ellos disimularon ese hecho en medio de su oposición política.37

Como se ha visto, la elección de instituciones, actores sociales y procesos en clave político-cultural ilumina realidades inesperadas en la historia latinoamericana. No obstante, como mostraré, los objetos de investigación suelen ser seleccionados por los estudiosos en relación con debates historiográficos destacables.

Discusiones historiográficas

Los casos de México, Brasil y Colombia pueden servir para exponer algunas de las discusiones que acompañan a las indagaciones sobre política cultural. Para estos países esta historiografía ha pretendido suscitar un cambio importante en el conocimiento y representación predominante sobre procesos nacionales como la Revolución mexicana, el régimen de Getúlio Vargas o el reformismo social de la República Liberal.

Los enfoques históricos referidos a las políticas culturales revolucionarias responden en cierta medida a reacciones críticas contra la corriente revisionista de la Revolución mexicana.38 Dicha corriente ofreció una interpretación desmitificadora de ese proceso, al sostener la supuesta manipulación de las masas populares por parte del Estado mexicano, los caudillos locales, las clases burguesas nacionales y el partido político hegemónico en ese país, el pri (entre 1928-1938, Partido Nacional Revolucionario, y desde 1946, Partido Revolucionario Institucional). Esta corriente historiográfica fue estimulada por la represión estatal del movimiento estudiantil mexicano en 1968, el predominio político sin opciones del pri y las señales de crisis socioeconómica desde 1970. Los trabajos de Jean Meyer, David Brading, Roger Hansen, Arnaldo Córdova, Ramón Eduardo Ruíz, Romana Falcón y Dudley Ankerson se cuentan entre los principales exponentes.39

La investigación posrevisionista, adelantada principalmente por extranjeros a finales del siglo XX, cuestionó la imagen todopoderosa del Estado y las élites locales y nacionales que deslizó la corriente revisionista. Procuró rescatar el papel de las comunidades de base en el proceso revolucionario y proponer una interpretación matizada de sus relaciones con el Estado y la sociedad nacional mexicana. Se cuentan aquí los trabajos ya mencionados de Alan Knight, Mary Kay Vaughan, Gilbert Joseph, Anne Rubenstein o Rick A. López.40 No obstante, las pesquisas posrevisionistas no constituyen una ruptura con tradiciones académicas previas. Como menciona Mary Kay Vaughan en su ensayo "Cultural Approaches to Peasant Politics in the Mexican Revolution", los trabajos que recuperan la participación popular en la Revolución mexicana y añaden complejidad a las interacciones políticas y culturales entre Estado, partidos políticos, regiones y localidades, del mismo modo abrevan en la historiografía regional y las etnografías históricas sobre comunidades campesinas mexicanas.41

Para Brasil, el trabajo de Daryle Williams sobre las "guerras culturales" durante el primer régimen de Getúlio Vargas quiso plantear una discusión con dos consensos sobre la cultura y la política de ese periodo. Primero, los relatos triunfalistas del movimiento modernista brasileño (Wilson Martin, Jõao Luiz Lafetá); segundo, la imagen heroica de unos modernistas que resistieron al régimen o trabajaron bajo la represión. Williams aprovechó las indagaciones de Simon Schwartzmann y Sérgio Miceli que probaron la cooptación varguista de intelectuales y artistas modernistas mediante el patronazgo y el clientelismo.42 Desde la historia de las músicas populares brasileñas surgen discusiones complementarias. En Hello, Hello Brazil. Popular Music in the Making of Modern Brazil, Bryan McCann investiga la música popular brasileña y su importancia en la afirmación de la nacionalidad durante el régimen varguista. En este nacionalismo musical participaron la radio y las casas fonográficas en medio de una sociedad dividida por clase y raza, y ahogada por el autoritarismo del Estado Novo. En contraste con Williams, aquí se aborda la política cultural privilegiando la participación de los sectores populares y las clases medias que usaron la música como un elemento democratizador. En este sentido, McCann conecta la cultura y la política "desde abajo", pero se distancia de los académicos folkloristas brasileños de las décadas de 1940 y 1950 con su énfasis en individualidades creativas.43

La República Liberal y en general la historia de Colombia ofrecen un campo fértil para los enfoques que buscan explorar la política cultural. En "El valor del análisis cultural para la historiografía de las décadas del treinta y cuarenta en Colombia: estado del arte y nuevas direcciones", Catalina Muñoz y María del Carmen Suescún Pozas cuestionan las representaciones históricas sobre la República Liberal que la han limitado a la crisis económica e institucional, los esfuerzos reformistas fallidos, la polarización política y la gestación de la violencia bipartidista de mitad de siglo XX. Las autoras proponen superar las historias partidistas (Rafael Azula Barrera, Gustavo Samper Bernal) y matizar las perspectivas estructuralistas (Jesús Antonio Bejarano, Daniel Pécaut, Charles Bergquist, Richard Stoller) y la historia política formal (Gerardo Molina, James Henderson, César Ayala, Medófilo Medina). Muñoz y Suescún plantean extender el análisis histórico a las realizaciones concretas y las lógicas de los programas estatales, la participación de los sectores intelectuales, artísticos y populares en la negociación del poder, los cambiantes roles de género o las interacciones entre los marcos de significaciones seculares y religiosos, entre otras posibilidades.44

Conceptos complementarios: hegemonía, nación e identidades. Fuentes y posturas metodológicas

Además de los conceptos de cultura y de política, estas investigaciones recurren a categorías complementarias en sus análisis históricos. Entre estas herramientas conceptuales destacan las nociones de hegemonía, nación e identidades. Estas últimas pueden ser étnicas, de género, clase o nacionales.

El concepto de "hegemonía", tomado de Antonio Gramsci, así como de las interpretaciones de Stuart Hall o Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, es usado para comprender los consensos político-culturales de la región, inestables y necesitados de legitimación, así como sus formas de negociación o resistencia.45 La idea de hegemonía cultural es fundamental en la investigación posrevisionista de la Revolución mexicana, porque ayuda a recobrar la acción cultural de los sectores populares, ampliar las modalidades de intelectualidad y examinar la acción socializadora de las industrias culturales. Los trabajos de Mary Kay Vaughan, Alan Knight, Gilbert Joseph, Anne Rubesntein y Eric Zolov reformulan el concepto gramsciano para indicar que los proyectos culturales hegemónicos no pueden entenderse solo "desde arriba", sino que es necesario incluir a las comunidades de base como sujetos activos en la construcción conflictiva de una hegemonía cultural o de discursos contrahegemónicos.46 Un uso más clásico de este concepto está en el trabajo de Patrick Barr-Melej, Reforming Chile. Cultural Politics, Nationalism, and the Rise of the Middle Class, que estudia la reforma cultural nacionalista adelantada por intelectuales, educadores y políticos de las nacientes clases medias chilenas entre las décadas de 1890 y 1940.47 Según Barr-Melej, este proyecto cultural hegemónico de clase media, antes que socavar a una oligarquía decadente, buscó suprimir el radicalismo obrero chileno mediante un consenso nacionalista y fortalecer el liderazgo de dichos estratos medios.

Otra idea definitiva es la de "nación". En general los investigadores procuran superar las perspectivas esencialistas y atemporales o evitan recaer en aquellas que ven en la nación una maquinación de las clases dirigentes. En su trabajo sobre la música tropical en Colombia, Peter Wade cuestiona las definiciones de Ernest Gellner y Eric Hobsbawm, debido a su concepción homogeneizadora de la nación. Sin negar que los procesos de construcción nacional integran y homogenizan, Wade insiste en la producción de diversidades y jerarquías sobre las cuales los discursos nacionalistas y las clases dirigentes pretenden ubicarse hegemónicamente. El proceso de integración de las músicas tropicales colombianas también reprodujo líneas de división e identificación racial, de género y clase y una imagen jerarquizada de las regiones colombianas.48 En su estudio sobre la educación revolucionaria en México, Vaughan cuestiona la noción de nación de Benedict Anderson, no tanto por definirla como "comunidad imaginada", sino porque privilegia en ella a las clases burguesas y sus medios de comunicación. En cambio, en México, dada la destrucción del Estado porfirista y la fragmentación nacional causadas por el proceso revolucionario, la reconstrucción de la nación mexicana exigió la interacción de múltiples sectores sociopolíticos y no la mera imposición de un discurso nacionalista monolítico de élite.49

Un uso alternativo de la idea de nación consiste en matizarla como nacionalización o integración nacional de elementos culturales heteróclitos. En Nationalizing Blackness. Afrocubanismo and Artistic Revolution in Havana. 1920-1940, Robin Moore investiga la integración de expresiones culturales mulatas y africanas en los discursos nacionalistas cubanos, especialmente musicales, para cimentar la cubanidad. Aunque esta nacionalización fue propuesta por intelectuales y artistas del movimiento afrocubanista como Alejo Carpentier o Eliseo Grenet, la radio y las grabaciones musicales nacionalizaron ritmos como el son, despreciados por su origen africano y popular. Existieron músicos y artistas que fueron mediadores entre las músicas populares y su estilización para el consumo de las élites. Sin embargo, las líneas de división racial y de clase no fueron diluidas por dicha nacionalización. Muchos ritmos musicales y expresiones culturales negras y populares permanecieron en los márgenes de una sociedad cubana que atravesaba una fuerte crisis política y de identidad azuzada por los abusos del gobierno de Gerardo Machado (1924-1933).50

El concepto de "identidad" es utilizado fructíferamente para entender cómo las identidades nacionales, de clase, etnia o género (con sus pertenencias, cosmovisiones y prácticas culturales) son determinantes en la recepción y negociación de políticas culturales. También para comprender los modos como las políticas culturales pueden propiciar modificaciones de esas distintas identidades socioculturales. Esto lo ilustra Gabrielle Kuenzli en su artículo "Acting Inca: The Parameters of National Belonging in Early Twentieth-Century Bolivia", en el cual analiza el disimulo de la identidad étnica aimara en la conformación de la nacionalidad boliviana a principios del siglo XX. Como producto de los conflictos bélicos entre conservadores y liberales entre 1898 y 1899, en los cuales resultaron victoriosos los últimos, el centro de poder político y demográfico pasó de Sucre y las planicies bolivianas a La Paz y las tierras altas. En La Paz, la población mayoritaria era de la etnia aimara, la cual colaboró activamente con el triunfo liberal. Presionados para crear un nuevo consenso nacional, los liberales desconocieron la alianza con los aimaras y fundamentaron la nacionalidad en el pasado inca. Esto para rebatir a la oposición conservadora que difundió imágenes raciales negativas con el propósito de desprestigiar al liberalismo. Las comunidades aimara disimularon su identidad étnica en los intercambios políticos y destacaron su lealtad al liberalismo y su proyecto nacional. Este hecho tomó forma localmente en el teatro inca, las representaciones teatrales vernáculas de la conquista y caída del Imperio inca controladas por grupos aimara prestigiosos.51

Para México, Jeffrey Pilcher muestra en ¡Que vivan los tamales! Food and the Making of Mexican Identity la conformación de la nacionalidad mexicana a través de mediaciones culturales entre las clases populares y medias, quienes constituyeron un canon de la gastronomía nacional en un esfuerzo de afirmación plagado de conflictos y estereotipos sobre lo popular. Pilcher estudia procesos interconectados que coadyuvaron a cristalizar la identidad nacional: la redacción de recetarios que incluyeron como aceptables comidas regionales y las asumieron en una gastronomía nacional; la relación ambigua de las clases dirigentes con la comida popular, concurriendo a hurtadillas a los puestos callejeros mientras celebraban banquetes con comidas europeas; los intentos del Estado mexicano por reemplazar las tortillas de maíz por pan e higienizar las costumbres gastronómicas y la mezclas con gastronomías transnacionales.52

¿Qué fuentes y posturas metodológicas pueden destacarse de las investigaciones históricas sobre políticas culturales? El interés por la cultura evidencia un incremento notable en el tipo de fuentes históricas utilizadas. Catálogos y fotografías de exposiciones y museos, obras arquitectónicas, pinturas, dibujos, revistas y cómics, objetos artesanales, muestras gastronómicas y recetarios, grabaciones musicales y programas de radio, entrevistas, cancioneros o textos escolares complementan la documentación escrita estatal y privada, materiales que en ocasiones son imprescindibles para la reconstrucción de un proceso histórico. Como mencionan Joseph, Rubenstein y Zolov en Fragments of a Golden Age, el análisis histórico del periodo dorado de la nacionalidad y la cultura popular mexicana, comprendido entre las décadas de 1940 y 1960, ha requerido el procesamiento de materiales empíricos heterodoxos de la cultura popular masiva (telenovelas, películas, músicas o revistas ilustradas, entre otros), pues sencillamente muchos archivos estatales de la época siguen siendo confidenciales. No obstante, la presencia de documentación escrita puede ser igualmente un factor determinante en la apertura de un frente de trabajo historiográfico. Según relata Daryle Williams, solamente hasta 1979, con el proceso de liberalización política en Brasil denominado abertura, fue posible el acceso a fuentes primarias sobre el régimen de Vargas y así entender su actividad cultural a través del Ministerio de Educación, hecho que incentivó el trabajo histórico relacionado con la cultura y política de este periodo.53

El trabajo de archivo, fundamental en el oficio histórico, ha sido complementado en varias investigaciones con otras técnicas: la etnografía, las entrevistas, historias de vida o el análisis del discurso escrito y audiovisual. Junto con ellas, el procesamiento y valoración de datos estadísticos, económicos y demográficos siguen siendo técnicas clave de análisis e interpretación. Así mismo, se destaca la combinación analítica de los procesos político-culturales "desde arriba" (top-down) con una mirada "desde abajo", desde los sectores populares y las comunidades de base (bottom-up), aunque los historiadores pueden elegir enfatizar en alguno de estos niveles. La perspectiva espacial también es iluminadora. Los estudios pueden optar entre hacer pesquisas que permanecen en el nivel local o que pueden incluir a las regiones, la nación y las interacciones transnacionales.

Conclusión

Las investigaciones analizadas logran recobrar las redes de relaciones y las tensiones sociales que configuraron el campo de lo político-cultural para el contexto latinoamericano de primera mitad del siglo XX. Estas pesquisas cuestionan especialmente las concepciones monolíticas de los Estados por cuanto fueron los gestores culturales por excelencia de la época. Dentro de la misma institucionalidad oficial, sus miembros disputaron por visiones distintas de la "cultura nacional" en su puja por el predominio político. Sin embargo, los actores no-estatales cobran merecida importancia: los sectores populares solicitaron, negociaron o resistieron las acciones oficiales o privadas en cultura. Las industrias culturales de masas, variados intereses privados y hasta las élites locales cooperaron o coadyuvaron a modificar las acciones y regulaciones estatales que afectaron sus propias iniciativas.

Además, estos estudios señalan las ambigüedades de los proyectos culturales nacionalistas latinoamericanos. Intelectuales, burócratas, políticos y empresarios interpretaron sus "culturas nacionales" mediante perspectivas folclorizantes y populistas teñidas de paternalismo. Al mismo tiempo quisieron acercar sus países a una "cultura universal" difundiendo las manifestaciones de la literatura y las artes plásticas identificadas con el canon europeo o mediante las pretendidas bondades del mercado de bienes culturales. En los intersticios de esas ambigüedades se generaron malentendidos y exclusiones, aunque también márgenes limitados pero significativos de antagonismo y creatividad social que modularon la realización concreta de cualquier programa o acción cultural del periodo.

Admitir desde la disciplina histórica a la "cultura" como campo donde son definidos equilibrios de poder y construir objetos de estudio acordes a partir de actores, procesos e instituciones desdeñados han sido esfuerzos relacionados con debates conceptuales e historiográficos trasnacionales y contextos recientes de democratización continental. Las posibilidades analíticas de las perspectivas político-culturales son estimulantes para enriquecer el conocimiento sobre Latinoamérica. Ello exige controles teórico-metodológicos para evitar la dispersión, dada la amplitud de fenómenos históricos que puede cobijar la política cultural, evitar una sobreestimación de sus alcances explicativos y establecer conexiones con los hallazgos imprescindibles de otras corrientes historiográficas sobre la región.


Notas

1 Sobre este interrogante: Emilia Viotti da Costa, "New Publics, New Politics, New Histories: From Economic Reductionism to Cultural Reductionism-in Search of Dialectics", Reclaiming the Political in Latin American History. Essays from the North, ed. Gilbert Joseph (Durham: Duke University Press, 2001) 17-31.
2 Ver: Antoine Prost, Doce lecciones sobre la historia (Madrid: Frónesis / Cátedra Universitat de Valencia, 2001) 90-111, 134-151 y 175-192. También: Renán Silva, A la sombra de Clío. Diez ensayos sobre historia e historiografía (Medellín: La Carreta Histórica, 2007) 43-74.
3 Kevin V. Mulcahy, "Cultural Policy: Definitions and Theoretical Approaches", The Journal of Arts Management, Law, and Society 35.4 (2006): 319-330.
4 George Yúdice y Toby Miller, Política cultural (Barcelona: Editorial Gedisa, 2004) 11.
5 Arturo Escobar, Sonia E. Álvarez y Evelina Dagnino, "Introducción: lo cultural y lo político en los movimientos sociales latinoamericanos", Política cultural y cultura política. Una nueva mirada sobre los movimientos sociales latinoamericanos, eds. Arturo Escobar, Sonia E. Álvarez y Evelina Dagnino (Bogotá: Taurus / ICANH, 2001) 23-26.
6 William Sewell, "The Concept(s) of Culture", Beyond the Cultural Turn, eds. Lynn Hunt y Victoria Bonell (California: University of California Press, 1994) 35-61.
7 Ronald P. Formisano, "The Concept of Political Culture", The Journal of Interdisciplinary History 31.3 (2001): 393-426.
8 Steve J. Stern, "Between Tragedy and Promise: The Politics of Writing Latin American History in the Late Twentieth Century", Reclaiming the Political in Latin American History. Essays from the North, ed. Gilbert Joseph (Durham: Duke University Press, 2001) 32-77.
9 Pierre Bourdieu, La distinción: criterios y bases sociales del gusto (Madrid: Taurus, 2006) 9-38.
10 Peter Burke, What is Cultural History? (Cambridge: Polity Press, 2004) 20-62.
11 Néstor García Canclini, "Introducción. Políticas culturales y crisis de desarrollo: un balance latinoamericano", Políticas culturales en América Latina, ed. Néstor García Canclini (México: Grijalbo, 1987) 26.
12 UNESCO, "Las políticas culturales". 2006. Web. Disponible en: http://www.unesco.org/bpi/pdf/memobpi47_culturalpolicies_es.pdf.
13 García Canclini 18-22 y 26.
14 Jean Cohen, "Strategy or Identity: New Theoretical Paradigms and Contemporary Social Movements", Social Research. An International Quarterly of the Social Sciences 4.52 (1985): 663-778.
15 García Canclini 22-28.
16 José Joaquín Brunner, "La cultura como objeto de políticas", Un espejo trizado. Ensayos sobre cultura y políticas culturales, José Joaquín Brunner (Chile: flacso, 1988) 391-406.
17 Mariano Ben Plotkin, Mañana es San Perón. A Cultural History of Perón's Argentina (Wilmington: Scholarly Resources, 2003).
18 Daryle Williams, Culture Wars in Brazil: The First Vargas Regime, 1930-1945 (Durham: Duke University Press, 2001).
19 Williams 74-134.
20 Rick A. López, Crafting Mexico. Intellectuals, Artisans, and the State after Revolution (Durham: Duke University Press, 2010).
21 López 29-150.
22 Renán Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular (Medellín: La Carreta Editores, 2002) 53-121.
23 Mary Kay Vaughan, Cultural Politics in Revolution. Teachers, Peasants, and Schools in Mexico, 1930-1940 (Tucson: The University of Arizona Press, 1997).
24 Vaughan, Cultural Politics 137-188.
25 Alan Knight, "Popular Culture and the Revolutionary State in Mexico, 1910-1940", Hispanic American Historical Review 74.3 (1994): 393-444.
26 Sobre la categoría: Roger Chartier, "'Cultura popular': retorno a un concepto historiográfico", Manuscrits 12 (1994): 43-62.
27 Alan Knight, "Los intelectuales en la Revolución mexicana", Revista Mexicana de Sociología 51.2 (1989): 25-65.
28 Silva, República Liberal 227-272.
29 Catalina Muñoz, "'A Mission of Enormous Transcendence': The Cultural Politics of Music during Colombia's Liberal Republic, 1930-1946", Hispanic American Historical Review 94.1 (2014): 77-105.
30 Muñoz, "'A Mission" 23-30. La Encuesta Folclórica Nacional de 1942 es estudiada en: Silva, República Liberal 193-225.
31 López 197-287.
32 Peter Wade, Música, raza y nación. Música tropical en Colombia (Bogotá: Vicepresidencia de la República / dnp / Plan Caribe, 2002) 31-39 y 139-238.
33 José Geraldo, "Historia e historiadores da música popular no Brasil", Latin American Music Review 28.2 (2007): 271-299; Marcos Napolitano y María Clara Wasserman, "Desde que o samba é samba: a questão das origens no debate historiográfico sobre a música popular brasileira", Revista Brasileira de História 20.39 (2000): 167-189.
34 Silva, República Liberal 25-52.
35 Anne Rubenstein, Bad Language, Naked Ladies, & Other Threats to the Nation. A Political History of Comic Books in Mexico (Durham: Duke University Press, 1998).
36 Wendy Waters, "Remapping Identities: Road Construction and Nation Building in Postrevolutionary Mexico", The Eagle and the Virgin. Nation and Cultural Revolution in Mexico, 1920-1940, eds. Mary Kay Vaughan y Stephen E. Lewis (Durham: Duke University Press, 2006) 221-242.
37 Catalina Muñoz, "Redefiniendo la memoria nacional: debates en torno a la conservación arquitectónica en Bogotá, 1930-1946", Historia Crítica 40 (2010): 21-43.
38 Alan Knight, "Interpretaciones recientes de la Revolución mexicana", Secuencia 13 (1989): 23-43.
39 Gilbert Joseph y Daniel Nugent, "Popular Culture and State Formation in Revolutionary Mexico", Everyday Forms of State Formation. Revolution and Negotiation of Rule in Modern Mexico, eds. Gilbert Joseph y Daniel Nugent (Durham: Duke University Press, 1994) 7.
40 Hay también trabajos dedicados al periodo posrevolucionario posterior a Lázaro Cárdenas: Gilbert Joseph, Anne Rubenstein y Eric Zolov, Fragments of a Golden Age. The Politics of Culture in Mexico since 1940 (Durham: Duke University Press, 2001).
41 Mary Kay Vaughan, "Cultural Approaches to Peasant Politics in the Mexican Revolution", Hispanic American Historical Review 79.2 (1999): 270-271.
42 Williams 17-19.
43 Bryan McCann, Hello, Hello Brazil. Popular Music in the Making of Modern Brazil (Durham: Duke University Press, 2004) 1-17.
44 Catalina Muñoz y María del Carmen Suescún Pozas, "El valor del análisis cultural para la historiografía de las décadas del treinta y cuarenta en Colombia: estado del arte y nuevas direcciones", Historia Crítica 41 (2011): 12-27.
45 Stuart Hall, "Gramci's Relevance for the Study of Race and Ethnicity", Stuart Hall: Critical Dialogues in Cultural Studies, eds. David Morley y Kuan-Hsing Chen (New York: Routledge, 1996) 411-441; Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia (México: Fondo de Cultura Económica, 2006).
46 Vaughan, Cultural Politics 21-24 y "Cultural Approaches" 295-296; Knight, "Popular Culture" 416; Gilbert Joseph, Anne Rubenstein y Eric Zolov, "Assembling the Fragments: Writing a Cultural History of Mexico since 1940", Fragments of a Golden Age. The Politics of Culture in Mexico since 1940, eds. Gilbert Joseph, Anne Rubenstein y Eric Zolov (Durham: Duke University Press, 2001) 14-19.
47 Patrick Barr-Melej, Reforming Chile. Cultural Politics, Nationalism, and the Rise of the Middle Class (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2001).
48 Wade 2-31.
49 Vaughan, Cultural Politics 8-9.
50 Robin Moore, Nationalizing Blackness. Afrocubanismo and Artistic Revolution in Havana. 1920-1940 (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1997).
51 Gabrielle Kuenzli, "Acting Inca: The Parameters of National Belonging in Early Twentieth-Century Bolivia", Hispanic American Historical Review 90.2 (2010): 247-281.
52 Jeffrey Pilcher, ¡Que vivan los tamales!Food and the Making of Mexican Identity (Nuevo México: University of New Mexico Press, 1998).
53 Joseph, Rubenstein y Zolov 14; Williams 18.


Obras citadas

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