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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.44 no.1 Bogotá jan./jun. 2017

https://doi.org/10.15446/achsc.v44n1.61239 

DOI: http://dx.doi.org/10.15446/achsc.v44n1.61239

Ana Carolina Pérez Benavides. Nosotros y los otros. Las representaciones de la nación y sus habitantes. Colombia 1880-1910. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2015. 327 páginas.

Entre algunos de los cambios historiográficos más relevantes de las últimas décadas están los que tienen que ver con el problema de la nación y con el uso de las imágenes como fuente histórica. El primero, resultado de una auténtica revolución epistemológica, ha cambiado de manera radical lo que los historiadores sabíamos o creíamos saber respecto a la nación y el hecho nacional: de realidades objetivas de carácter más o menos intemporal, cuyo origen se perdía en la noche de los tiempos, pasamos a concebir las naciones como construcciones imaginarias de origen relativamente reciente. El segundo, consecuencia de una no menos radical mutación teórico-metodológica, ha ampliado nuestro objeto de estudio: el mundo como fue, pero también como fue vivido; perspectiva que convierte los imaginarios colectivos en uno de los ejes de la reflexión histórica.

Se trata, en ambos casos, de revoluciones historiográficas de profundo calado que se han ido abriendo paso, no sin dificultades, entre los escollos de una disciplina fuertemente marcada por la impronta nacionalista, la historia como historia de las naciones, y por los resabios de una especie de objetivismo neopositivista, la historia como reconstrucción del pasado que fue y no del vivido. Dificultades acrecentadas en el caso de la historiografía latinoamericana, suponiendo que el término tenga algún sentido, donde a la hegemonía del discurso nacionalista, en el mundo académico y fuera de él, hay que añadir la pervivencia de una raíz vagamente marxista para la que lo importante siguen siendo los hechos y no sus representaciones, la historia en sí y no para sí.

El libro de Pérez Benavides se sitúa justo en la confluencia de estas dos grandes renovaciones. Tiene como objetivo describir y analizar el proceso de construcción de la nación colombiana entre 1880 y 1910, es decir, en un tiempo histórico concreto, partiendo de las imágenes creadas y difundidas por un periódico (el Papel Periódico Ilustrado), un museo (el Museo Nacional de Colombia) y una orden religiosa (los misioneros capuchinos).

El primer gran acierto de la autora es la delimitación cronológica. Si algo nos ha enseñado la historiografía de las últimas décadas, es el carácter tardío de los procesos de construcción nacional en América Latina y el resto del mundo atlántico. Poco queda ya de aquella obsesión por los orígenes, del mundo prehispánico a la Conquista, que uniformó las historias nacionales del continente durante casi dos siglos. Incluso el aparentemente indiscutible carácter fundacional de las guerras de independencia ha sido cuestionado por una historiografía para la que las naciones no habrían sido la causa de las guerras de independencia, sino su consecuencia. Afirmación provocadora que sería necesario matizar no en el sentido que los resabios nacionalistas nos llevarían a pensar, sino justo en el contrario: las naciones latinoamericanas fueron la consecuencia de las guerras de independencia pero no de manera inmediata, sino varias décadas después de concluidas aquellas. En Hispanoamérica, lo mismo que en el resto del planeta, primero se declaró la soberanía política y después se construyeron las naciones sujeto de ella. Un proceso, el de construcción de las naciones, que, con variaciones cronológicas de unos a otros países, cobraría particular intensidad ya entrada la segunda mitad del siglo XIX, y la elección de principios de la década de los ochenta para el caso colombiano parece bastante apropiada. Culminaría con las celebraciones del Centenario de 1910, verdadero parteaguas de los procesos de construcción nacional en muchos de los Estados nación hispanoamericanos.

También como acierto se puede calificar la articulación del libro no a partir de la cronología, sino de las fuentes iconográficas, la otra gran revolución historiográfica a la que se hacía referencia al principio. El libro tiene tres grandes apartados dedicados, el primero, a las imágenes construidas y difundidas por el Papel Periódico Ilustrado; el segundo, a las coleccionadas y difundidas por el Museo Nacional de Colombia; y el tercero, a las recopiladas, construidas y difundidas por los misioneros capuchinos en los años finales del siglo XIX y primeros del XX.

La primera parte del libro, la dedicada al Papel Periódico Ilustrado, retoma un clásico de la literatura académica de los últimos años: el protagonismo de la prensa ilustrada en la construcción y difusión de un imaginario nacional entre los grupos cultivados de los distintos países del mundo euroamericano. Llama la atención el relativamente tardío desarrollo de este tipo de prensa en varios países latinoamericanos, entre ellos Colombia, no así en otros como México. Un buen referente, sin duda, de los distintos tiempos de los procesos de construcción nacional, con calendarios no necesariamente coincidentes entre unos y otros.

Estaríamos básicamente ante un proceso de construcción nacional dirigido a un público letrado. La nación se construye en el tiempo pero también en el espacio, social y territorial, con cronologías territoriales distintas entre unos y otros territorios y también, para lo que aquí nos interesa, entre unos y otros grupos socioeconómicos. El proceso de construcción nacional decimonónico tuvo como objetivo principal, si no único, a las que podríamos denominar incipientes clases medias, por lo que el uso de una fuente de estas características parece particularmente apropiada. Construcción nacional llevada a cabo mediante la construcción/recreación de una memoria en imágenes del pasado, próceres y hechos históricos, una nación es básicamente la fe en un origen compartido, pero también de la existencia de rasgos propios diferenciados, paisajes nacionales y tipos populares.

El análisis que la autora hace de estas imágenes es extremadamente preciso, tanto por lo que se refiere a su estudio individual como de conjunto, con un trabajo estadístico que permite verlas no como un hecho aislado, sino como parte de un discurso global. Finalmente estamos ante la reconstrucción de imaginarios colectivos, algo muy cercano a la vieja historia de las mentalidades, proceso en los que, nunca se repetirá suficientemente, importa más la reiteración de determinados fenómenos que el hecho aislado. Lo relevante, en definitiva, no sería tanto la aparición de un grabado del salto de Tequendama (como precisa la autora, una de las imágenes más repetidas en el Papel Periódico Ilustrado), sino que el 31% de todos los grabados reproducidos en él sean vistas de paisajes nacionales, reflejo de esa voluntad de construcción de un paisaje nacional.

También como un clásico de la literatura académica reciente puede considerarse el estudio del discurso del museo, sobre todo de los llamados museos nacionales, al que está dedicada la segunda parte del libro. Esta parte resulta muy ambiciosa; en ella se analizan la propia institucionalización del museo como lugar de memoria y la constitución de su acervo, en este caso, con la particularidad de que las imágenes son en muchos casos los objetos mismos y no su representación; pero también las variaciones en los discursos museográficos durante el periodo estudiado, no solo a partir de la organización y distribución de las piezas, sino también de catálogos y guías.

Al igual que en el caso anterior, llama la atención el riguroso estudio estadístico, esta vez a partir del archivo histórico del Museo Nacional, tanto de los objetos en sí (temas, época histórica, etc.) y el predominio de unos u otros en los distintos periodos como su forma de ingreso al museo, compras o donaciones. En este último caso, con un interesante estudio sobre su lugar de origen y las características de los donantes. Sorprende la existencia de donantes provenientes de pequeños municipios de las más apartadas regiones del país. Un curioso ejemplo de cómo la nación no necesariamente se construye siempre desde arriba hacia abajo y desde el centro a la periferia, también puede ser al revés o, en todo caso, en una compleja relación de ida y vuelta. Se completa con un intento de estudio de los motivos de estos donantes, "¿Por qué donar objetos al museo?", al que lo único que cabe reprocharle es que no sea suficientemente concluyente. Un problema posiblemente más de fuentes que de voluntad de la autora.

El apartado más sorprendente es el tercero y último, dedicado a las misiones capuchinas. Sorprendente al menos por dos motivos: uno, porque, a diferencia de lo que ocurre con el caso de los museos y de las revistas ilustradas, se trata de un aspecto apenas tratado por la literatura académica sobre los procesos de construcción nacional; dos, porque las relaciones entre catolicismo y nación resultan particularmente conflictivas y enrevesadas. Sobre el primer aspecto no creo que haya mucho que decir, el libro de Pérez Benavides abre un interesante campo de investigación sobre el papel de las órdenes religiosas en los procesos de nacionalización de grupos indígenas no integrados, o integrados de manera parcial, en el orden de la monarquía primero y en el del Estado nación después, no solo en Colombia, sino en el conjunto de América Latina. Es posible que también sobre las debilidades de los Estados latinoamericanos; que a finales del siglo XIX y principios del xx el Estado colombiano tenga que recurrir a misioneros católicos, no solo para integrar en la nación a grupos indígenas más o menos marginales, sino para afirmar su presencia en territorios de la geografía nacional de los que parece estar por completo ausente, abre muchas e interesante interrogantes, no solo sobre la construcción de la nación, sino también sobre la del Estado, pero obviamente ese problema queda por fuera de los límites del trabajo de Pérez Benavides.

Muchas más preguntas todavía plantea el segundo aspecto, el de las relaciones entre catolicismo y construcción nacional. Unas relaciones en principio conflictivas, en el conjunto de los países católicos, dada la voluntad universalista de esta religión, presente ya en su misma denominación. Tendríamos el escenario perfecto para un enfrentamiento inevitable, si a lo anterior añadimos la voluntad de presencia y regulación de la vida pública del catolicismo, que hizo que las relaciones fueran no solo complicadas con la nación sino también con el Estado, procesos de secularización por medio. Sin embargo, y sin solución de continuidad con lo anterior, el catolicismo se convirtió también desde muy pronto para muchos países católicos, entre ellos la mayoría si no todos los que habían formado parte de la monarquía católica, poco menos que en seña de identidad nacional innegociable, y los diferentes cultos marianos de tipo nacional en muchos de estos países vuelve ociosa cualquier discusión al respecto. Un proceso que para el último cuarto del siglo XIX da la impresión de que estaba a punto de fraguar, o fraguó en muchos casos, una especie de nueva alianza, no del trono y el altar como había defendido el conservadurismo tradicional, sino de la nación y el altar como defendería el nuevo. Es una hipótesis sugerente, que merecería la pena explorar, pero en la que, por supuesto, el libro de Pérez Benavides no entra. Solo constata, lo que no es poco, la contribución de los misioneros católicos en la definición de la nación a lo largo de una amplia frontera interior/exterior que incluiría los Llanos Orientales, la Guajira, la Sierra Nevada, la región del Cauca, el Caquetá y el Putumayo. Una representación de estos territorios mediatizada completamente por los misioneros a través de sus relatos e imágenes fotográficas, uno de los aspectos más novedosos de esta última parte. Así, el libro de Pérez Benavides es, en resumen, interesante por lo que cuenta, pero también por las nuevas vías que abre para futuras investigaciones.

Tomás Pérez Vejo
Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, México
tomas_perez@inah.gob.mx

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