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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.44 no.2 Bogotá July/Dec. 2017

https://doi.org/10.15446/achsc.v44n2.64018 

Doi: 10.15446/achsc.v44n2.64018

El campo es leña seca lista para arder. La Liga Marxista Leninista de Colombia, 1971-1982*

The Countryside is Dry Firewood Ready to Burn. The Colombian Marxist-Leninist League, 1971-1982

O campo é lenha seca pronta para acender. A Liga Marxista Leninista da Colômbia, 1971-1982

FRANK MOLANO CAMARGO**
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
Bogotá, Colombia

* Este título es una adaptación de la frase de Mao Tse-Tung, "Toda China está llena de leña seca, que arderá pronto en una gran llamarada" de su texto Una sola chispa puede incendiar la pradera (1930).
**fmolanoc@udistrital.edu.co

Artículo de investigación
Recepción: 1 de agosto del 2016. Aprobación: 6 de diciembre del 2016.

Cómo citar este artículo
Frank Molano Camargo, El campo es leña seca lista para arder. La Liga Marxista Leninista de Colombia, 1971-1982, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 44.2 (2017): 137-170.


RESUMEN

Este artículo presenta una historia de la Liga Marxista Leninista de Colombia, organización maoísta que existió en la década de 1970 y que estuvo fuertemente vinculada, dentro de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), a las luchas por la tierra en varias regiones del país. Se busca contribuir al estudio de la izquierda maoísta colombiana, discutiendo las lecturas que han responsabilizado al maoísmo de la crisis de la ANUC a mediados de la década de 1970 y poniendo en evidencia el aporte de la Liga a la formación de liderazgos campesinos revolucionarios. A su vez se destacan las dificultades y limitaciones que sus protagonistas tuvieron para dar continuidad a su proyecto organizativo. Para esta investigación, se acudió principalmente a las memorias de sobrevivientes de la Liga y, de manera secundaria, a la documentación de prensa y la literatura de contexto histórico.

Palabras clave: (Autor) ANUC, izquierda, maoísmo; (Thesaurus) campesinos, comunismo, reforma agraria.


ABSTRACT

The article provides a history of the Marxist-Leninist League of Colombia, a Maoist organization active during the 1970s and strongly linked to the struggle for land in different regions of the country, as part of the National Association of Peasant Smallholders (Asociación Nacional de Usuarios Campesinos-ANUC). By discussing the readings that blame Maoism for the crisis of ANUC in the mid-1970s and highlighting the contribution of the League to the formation of revolutionary peasant leaders, the article seeks to contribute to the study of the Colombian Maoist left. The paper also points out the difficulties and limitations faced by the protagonists in the attempt to grant continuity to their organizational project. The main sources used for the research were the memoirs of surviving League members, with press documents and literature on the historical context serving as secondary sources.

Keywords: (Author) ANUC, left, Maoism; (Thesaurus) agrarian reform, communism, peasants.


RESUMO

Este artigo apresenta uma história da Liga Marxista Leninista da Colômbia, organização maoísta que existiu na década de 1970 e que esteve fortemente vinculada, dentro da Associação Nacional de Usuários Camponeses (ANUC), às lutas por terra em várias regiões do país. Procura-se contribuir para o estudo da esquerda maoísta colombiana discutindo as leituras que vêm responsabilizando o maoísmo pela crise da ANUC a meados da década de 1970 e evidenciando a contribuição da Liga para a formação de lideranças camponesas revolucionárias. Ao mesmo tempo, destacam-se as dificuldades e as limitações que seus protagonistas tiveram para dar continuidade a seu projeto organizacional. Para esta pesquisa, recorreu-se, principalmente, às memórias de sobreviventes da Liga e, de maneira secundária, à documentação de imprensa e da literatura de contexto histórico.

Palavras-chave: (Autor) ANUC, esquerda, maoísmo; (Thesaurus) camponeses, comunismo, reforma agrária.


Presentación

En 1998 me encontré en Colón, Alto Putumayo, con Medardo Chindoy, quien había sido militante maoísta campesino en la década de 1970. Quería entrevistarlo sobre su trayectoria en la Liga Marxista Leninista (ML). Me condujo a un cultivo dentro de su pequeña finca y allí abrió una caleta en la que guardaba, desde 1982, folletos, periódicos y documentos de la Liga que me permitió leer, pero no llevar, ya que los guardaba con celo por encargo de los dirigentes que le dieron esa tarea. Me llamó la atención la mística con la que casi durante 20 años había conservado los documentos. Esa misma actitud la encontré en los campesinos de Morroa que entrevisté casi 15 años después, e incluso me contaron que sus viviendas estaban adornadas con imágenes de Mao Tse-Tung, pero todo esto debió ser quemado para no ser objeto de la represión paramilitar. Sin embargo, sus memorias estaban impregnadas de la mística adquirida en sus trayectorias en el maoísmo. El surgimiento de estas actitudes, como marcas indelebles dejadas por una organización política, me llevó a iniciar una investigación sobre las organizaciones maoístas que redacté como mi tesis de maestría en historia, la cual ha sido reescrita varias veces, con nueva información, pero aún no he publicado. Este artículo hace parte de esa indagación que durante 20 años he adelantado sobre el maoísmo en Colombia.

La Liga se fundó en noviembre de 1971 y se diluyó en 1982. A pesar de lo breve de su trayectoria como organización política de izquierda, la Liga se relaciona con factores clave de la historia de los movimientos sociales y la izquierda colombiana en la década de 1970: el auge del movimiento campesino de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) y la apropiación de las corrientes internacionales del marxismo por parte de cuadros urbanos y líderes campesinos. La Liga fue una organización estrechamente vinculada en lo organizativo, ideológico y cultural con el mundo rural, y jugó un papel determinante en la formación de dirigentes campesinos que confluyeron en la ANUC, al lado y en disputa con el Partido Comunista de Colombia Marxista-Leninista (PC-ML), la Organización Revolucionaria del Pueblo (ORP) y el trabajo de investigación-acción de Orlando Fals Borda, conocido como La Rosca de investigación y acción social. La Liga asumió que la protesta campesina se inscribía en la revolución agraria y antiimperialista, así como también en los movimientos de liberación nacional, cuyos referentes internacionales eran China, Camboya y Vietnam.

La Liga hizo parte de lo que en la década de 1970 se denominó el campo ML,1 conformado por las organizaciones que asumieron, de acuerdo con sus propias lecturas e intereses, las tesis de Mao Tse-Tung sobre la revolución antifeudal y antiimperialista, sumándose a la experiencia internacional socialista que, hasta la mitad del siglo XX, tenía como referente dominante a la Unión Soviética. Al respecto, Samir Amin planteó que la experiencia maoísta contribuyó a cuestionar los postulados hegemónicos de la experiencia histórica soviética y a redimensionar, a mediados del siglo XX, los desafíos de la estrategia socialista ante la expansión global del capitalismo, en un mundo en el que aparecían nuevos centros y periferias.2

Las organizaciones políticas maoístas deben ser estudiadas tanto en ese marco internacional de tensiones como desde un enfoque nacional de relaciones con las luchas sociales y la política del Estado, estableciendo sus propias posibilidades y capacidades para actuar en escenarios complejos. La Liga, en relación con otras organizaciones de izquierda, ha tenido una escasa presencia en la historiografía y las ciencias sociales colombianas; no obstante, sus referencias centrales la asocian con la ANUC. Para el Grupo de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, el papel de organizaciones políticas de izquierda fue nefasto, en cuanto que sus luchas intestinas y la ideologización de sus prácticas contribuyeron a la crisis del movimiento campesino.3 Los autores del Grupo recogen el planteamiento que en la década de 1980 hicieran tanto Silvia Rivera como León Zamosc,4 quienes concluyeron como negativo el papel jugado por las organizaciones maoístas en la ANUC, cuya pretensión fue instrumentalizar a los campesinos y colocar sus organizaciones al servicio de sus respectivos interés. En el trabajo del Grupo de Memoria Histórica se habla imprecisamente de una Liga socialista o "Línea Morroa",5 pero no se aporta mayores elementos para su análisis. Otro trabajo que menciona a la Liga es el del historiador Mauricio Archila, en su estudio sobre el maoísmo en Colombia, quien reconoce la presencia de la organización en el movimiento campesino y su capacidad de disputa en el seno de la ANUC y hace un aporte a la visibilización del maoísmo en la historiografía sobre la izquierda colombiana. No obstante, Archila tiende a simplificar el papel del maoísmo en las diferentes agrupaciones, ya que encuentra como común denominador la incapacidad de lectura de realidad, debido al dogmatismo (la enfermedad juvenil), y así desconoce que, pese a esta condición, el marco ideológico y político del maoísmo brindó herramientas de análisis para la acción política y el análisis de la realidad a unos actores concretos, y no siempre de manera errada o descontextualizada.6

La historia de organizaciones revolucionarias como la Liga no puede ser asumida como la narración residual del movimiento campesino o como la historia de la instrumentalización de lo social por lo político, sino como un proceso paradójico y conflictivo en que sujetos históricos pugnaron por viabilizar sus proyectos políticos. En este sentido, es útil la sugerencia que el historiador Pierre Rosanvallon hace para el estudio de lo político, entendido como la comprensión de la manera en que un grupo social construye sus respuestas a lo que percibe o puede percibir como los retos y problemas que debe afrontar. Las organizaciones políticas y los sujetos que las encarnan no pueden entenderse como si estuvieran sobredeterminados por la estructura o por la ideología, sino que como sostiene Rosanvallon, actúan en un campo de lo posible a través del campo de lo pensable y representado.7

Igualmente, conviene asumir el análisis de la compleja relación entre ideología y acción colectiva y la manera como se concretó este vínculo en una organización política particular. Aquí resulta clave lo propuesto por Leopoldo Múnera para el estudio del nexo entre izquierda y organización campesina, al reconocer que es en las conflictividades, inconsistencias y vacilaciones donde las organizaciones políticas pueden dejar de ser valoradas como objetos estructurantes de lo social que, con discursos ajenos, se imponen arbitrariamente sobre sujetos sociohistóricos pasivos y apolíticos. Por el contrario, se trata de analizar el juego de fuerzas en el que se generaron las dinámicas de la lucha campesina y sus identidades y cómo resultaron las alianzas y diálogos entre el movimiento campesino y las organizaciones de izquierda,8 en cuanto que lo social no puede verse como masa de sujetos pasivos, como meros instrumentos de voluntades exteriores.

En consecuencia, este artículo analiza la experiencia histórica de una organización maoísta, la Liga, el papel de los cuadros urbanos y de los campesinos revolucionarios en su constitución, su relación con la movilización agraria y con el tejido social construido en las zonas en las que hizo presencia y finalmente las condiciones que jugaron en su disolución organizativa, así como el legado que dejó entre sectores del campesinado y la izquierda colombiana. En este trabajo, los entrevistados, a lo largo de dos décadas, han considerado y solicitado que sus voces y nombres aparezcan públicamente como historia viva y parte del escenario público de la memoria colectiva.

Los orígenes: entre las armas y el trabajo campesino de masas

Como ya se ha indicado, la Liga se fundó en noviembre de 1971 en una zona rural de Morroa, municipio del recién creado Departamento de Sucre (1966). Esta organización tuvo una composición social y un liderazgo principalmente campesino, aunque fueron claves los cuadros políticos de origen urbano, algunos provenientes del PC-ML. En la jerga del PC-ML se asoció la Liga a la denominada "Aldea de los tres traidores",9 encabezada por Carlos Arias, Aumerle de la Vega y Carlos Builes, quienes fueron expulsados por sus críticas al militarismo y al alzamiento armado de 1965, aunque ninguno de ellos posteriormente hizo parte de la nueva organización.

Para la izquierda latinoamericana, las décadas de 1960 y 1970 estuvieron signadas por el debate sobre el ejercicio de la lucha armada como vía para la toma del poder.10 Entre los maoístas este tema fue un asunto central de la construcción de su identidad política. La Liga surgió como crítica al foquismo del PC-ML, lo que no significaba una renuncia o condena de la vía armada, sino que construyó un enfoque distinto sobre el lugar de la lucha campesina de masas y su relación con el ejercicio de la guerra. A diferencia del MOIR,11 que tempranamente condenó la lucha armada, la Liga asumió una lectura del tiempo político inscrito en la teoría maoísta y vietnamita de la guerra popular, un proceso social que permitía acumular recursos para transformar las condiciones asimétricas entre adversarios y convertir lo débil en fuerte y lo fuerte en débil. De ahí que para la Liga el momento de la guerra era el resultado de una dinámica de acumulación de luchas y estallidos de inconformidad social, y no el inicio o factor detonante del proceso revolucionario. Por eso su centro de gravedad fue el trabajo político, principalmente entre el campesinado y en menor medida con estudiantes, maestros y otros trabajadores urbanos.

Uno de los fundadores de la Liga, José Aristizabal, previamente integrante del PC-ML, recuenta cómo su propia trayectoria personal se tejió en esa perspectiva.

Nosotros creíamos que el eje de la transformación social era el campesinado. No negábamos el papel de la clase obrera, pero ante el auge del movimiento campesino eso del papel del campesinado se consolidó mucho. Entonces mucha gente que quería cambiar este país […] unos se fueron para la guerrilla, nosotros nos fuimos a trabajar con los campesinos. La Liga nació en crítica al foquismo del EPL y a otros foquismos. Algunos cuadros venían del PC-ML y criticaron el alzamiento en el Alto Sinú y San Jorge; y nacimos en crítica al foquismo porque la revolución, como se decía entonces, se quería comenzar por la parte final. La experiencia internacional que estudiamos mostraba que las revoluciones surgían de experiencias sociales que en algunos casos estallaban en guerras populares. Nosotros pensábamos en las insurrecciones sociales, regionales, en ciertas regiones del país. Promovíamos que fuera la misma gente, el campesinado unido con otros sectores sociales se levantaran en armas, pero que fuera la misma gente la que decidiera levantarse. Coherente con esto yo dejé la universidad a mediados de la década de 1960 y el trabajo y me fui a Urabá a trabajar con los obreros de Apartadó. Ahí se da mi salida del PC-ML y después, cuando comienza el auge del movimiento campesino en Urrao, yo me fui como jornalero agrícola a una zona entre Urrao, Betulia y Caicedonia, en un corregimiento […] Altamira. Allí estuve varios años con los campesinos en zona de caña, a tal punto que allí me eligieron en un comité veredal, de secretario de la Asociación Municipal de Usuarios y ahí en esa zona del soroeste de Antioquia había un cura, Ignacio Betancur, que hacía trabajo campesino. Juntamos los trabajos y yo fui presidente de la ANUC Antioquia. Después llegué a la Junta nacional en el Congreso de Sincelejo en el 72.12

Esta versión de Aristizábal, que es la de un cuadro revolucionario de origen urbano que se vinculó al campesinado, debe contrastarse con la de los campesinos revolucionarios pertenecientes a la Liga, entre otras razones, porque existe la tendencia a analizar las organizaciones políticas revolucionarias como si estuvieran conformadas y dirigidas unidireccionalmente por intelectuales urbanos que llevan la política a las zonas rurales, la ilustración urbana que ilumina la oscuridad rural. Este punto de vista desconoce la existencia de campesinos intelectuales que interpelan y dialogan con los cuadros urbanos. Este fue el caso de varios campesinos que integraron la Liga, como José Padilla Ramos, quien desde la década de 1950 militó en el Partido Comunista, posteriormente participó en la fundación de la Liga y actualmente sigue aportando a la ANUC Sucre.

Yo comencé a hablar de política desde que tenía 14 años (1953), y eso de acuerdo a las ideas que oía del papá mío […] desde pelado entendí que había que luchar por la defensa de los demás. Cuando tenía 15 años aparecieron por esta zona de Sincelejo las ideas del Partido Comunista […] con el papá mío, las hermanas mías, la mamá mía, íbamos a reuniones a escuchar los que venían de Bogotá, de Medellín, intelectuales de la universidad, que venían a dictar clase. Ahí fuimos aprendiendo, y me entusiasmó eso; y ya no era el que oía, sino el que ayudaba, como el evangélico, a predicar la revolución, el cambio. Yo empecé en la Juventud Comunista. Nos orientaron que nos metiéramos camuflados a través de la política del MRL, en las juventudes del MRL de Alfonso López Michelsen. Fui presidente de la juventud del MRL de aquí de Bolívar; todavía esto era Bolívar.

Luego vino la pelea entre los rusos y los chinos y la división del PC. Yo estuve en la conferencia regional del Atlántico, en el año 60; tenía un año la revolución cubana. Allí estaba Pedro Vásquez, que vino delegado del Magdalena. Los del Atlántico, todos eran pro-Soviéticos y los del Magdalena eran pro-Chinos. Yo iba con De la Vega, que era de Cartagena, por el regional de Bolívar, y todos apoyamos la causa de Pedro Vásquez. Cuando estudié la ley de la contradicción de Mao Tse-Tung ya me di cuenta [de] que los rusos proclamaban la lucha pacífica y que Mao proponía la liberación a través de la guerra y con el movimiento de masas. Pero desde ese momento había una falla, los de Pedro Vásquez, que impulsaban la guerra, decían que las células del PC eran como las tetas de los machos […] no servían pa'na. Que las células se tenían que convertir en comandos militares, pero a mí me parecía que hacía falta el trabajo de masas. Por eso cuando se rompió el PC, los de Sincelejo, menos De la Vega, no quedamos ni a un lado ni al otro, pero eso sí, leyendo las tesis filosóficas de Mao. Pero estábamos aislados, Vicente Carrascal, Atilano y yo nos hacíamos pasar como célula, pero no del PCC-ML ni del PC. Por eso conseguí un contacto con uno de Cartagena. Ellos sabían dónde yo vivía y me vinieron a visitar un día y me contaron del trabajo independiente que estaban desarrollando en Colombia varios grupos.

De esas reuniones se acordó que llegarían a Morroa varios cuadros de otras regiones, unos que habían ido a la China. A nosotros nos interesó la relación con ellos porque nosotros estábamos aislados, estábamos solos. Entonces los grupos que conformamos la Liga fueron [sic.] el de Antioquia, el de Sucre, el de Magdalena y el del Atlántico, y ahí se discutía si era partido o era grupo o era qué al final de cuentas. Al fin y al cabo, se acordó que, como eran grupos de allá y de acá, se llamara Liga.13

En el sur de Colombia, otro campesino de Colón-Putumayo, quien también fue dirigente agrario de la ANUC y de la Liga, relató cómo se vinculó políticamente con los maoístas a partir de las relaciones de amistad y colaboración con estudiantes y egresados de la Universidad de Nariño que se habían acercado para apoyar las luchas de campesinos e indígenas en el Alto Putumayo.

Yo siempre fui inquieto. Me gustaba trabajar, pero me gustaba leer y preguntar; era preguntón. Me metí en las peleas con el INCORA y en eso llegaron unos estudiantes de la Universidad de Nariño. Venían a hacer un diagnóstico de la situación de los campesinos. Se mostraron muy interesados en nuestros problemas. A mí me gustó mucho ver [a] esos jóvenes de la ciudad escuchando a un pobre campesino. Yo les decía doctores […] y ellos me decían que no los llamara así, que todos éramos iguales, que les dijera compañeros. Poco a poco nos fuimos cogiendo confianza. Uno de ellos se gradúo de abogado y se vino a vivir al Sibundoy. Empezamos a hacer reuniones a escondidas, con otros campesinos. Nosotros le decíamos que él que era abogado, nos defendiera ante los terratenientes, que entonces era la comunidad capuchina. Pero él planteó que primero nos organizáramos, luego peleáramos y nosotros mismos fuéramos quienes enfrentáramos a los enemigos. Que él nos ayudaba dándonos educación y ya cuando la lucha estuviera fuerte, él buscaba ayudas legales y nos defendía. Así se organizaron las Cooperativas de la ANUC y así empezó la ANUC, o mejor, la Liga, que aquí era lo mismo.14

Tanto Medardo como José Padilla expresan, para el caso de los campesinos revolucionarios, lo que Eric Hobsbawm y Joan Scott analizaron sobre los zapateros intelectuales de la Revolución francesa. En ambos casos, los zapateros políticos y los campesinos rebeldes de la Liga compartían ciertas características: rechazo de las jerarquías, valoración de la autonomía y tendencia a formar su propio criterio.15 En el relato de su vida, José Padilla recuerda que cuando joven, aunque le tocaba trabajar de jornalero,

no me gustaba la opresión, de mis hermanos algunos eran más trabajadores que otros, de los ocho que fuimos, algunos no fuimos buenos trabajadores, porque nos dedicábamos a hablar más que trabajar, entonces […] yo creo que de ahí surgió la idea de uno dedicarse al trabajo revolucionario, al cambio.16

Estos campesinos rebeldes fueron fundamentales para el proyecto político revolucionario de la Liga. Aunque sería necesario un trabajo de campo más riguroso, siguiendo los análisis de Silvia Rivera, se puede decir que estos liderazgos de campesinos revolucionarios en Sucre y en el Alto Putumayo surgieron en zonas de latifundio tradicional, en las que la lucha por la tierra significaba también un "cuestionamiento de las relaciones de producción servil en las haciendas, y tenía una fuente de legitimidad basada en una memoria histórica más profunda".17

Tras la ruptura con el PC-ML los militantes de la Liga se reagruparon junto con los campesinos rebeldes, los disidentes del PC-ML y otros jóvenes atraídos por los vientos de cambio que brotaron de las luchas campesinas. Estaban empeñados en crear una nueva organización política revolucionaria que no fuera guerrillera ni puramente electoral y, sobre todo, que estuviera fuertemente vinculada a las luchas campesinas. Entre 1969 y 1971, año de la fundación de la Liga, se establecieron relaciones entre los grupos ML de Magdalena, Sucre, Santander, Cundinamarca y Nariño, al tiempo que se elaboraron documentos de análisis de la situación nacional y del papel del campo y el campesinado en la transformación revolucionaria de la sociedad. El 14 de noviembre de 1971, en su IV Conferencia Nacional, los grupos ML de Colombia se unificaron en una organización centralizada que empezó a llamarse Liga Marxista Leninista de Colombia, cuyo objetivo fue el trabajo de masas en sectores campesinos para construir el partido de la revolución y preparar la guerra popular prolongada.

Una vez constituida la nueva organización, se produjo un relato oficial sobre su propio origen.

Con la mayor difusión del marxismo-leninismo pensamiento Mao Tse-Tung en nuestro país, a raíz de la Gran Revolución Cultural Proletaria en China, con el cuestionamiento de la práctica extremo-izquierdista y el desarrollo de la lucha de clases tomó impulso en 1967 dentro del PC-ML) una lucha entre las posiciones revolucionarias y el extremo izquierdismo, acerca de los problemas fundamentales de la revolución de Nueva Democracia colombiana, tales como el carácter de la sociedad y la revolución, la guerra popular y el Partido. Esta corriente proletaria estaba representada principalmente en los sectores de la base, que iniciaron la lucha ideológica contra las concepciones erróneas; pero quienes se pusieron al frente de ella, en un principio, no fueron los marxistas-leninistas, sino varios elementos dirigentes que también tenían contradicciones con la dirección izquierdista, pero desde una posición oportunista de derecha. Estos elementos, Aumerle de la Vega, Carlos Arias y Jaime Builes, quienes precipitaron el fraccionamiento en enero de 1968, rápidamente fueron desenmascarados y repudiados por la nueva corriente ante su marcada inconsecuencia revolucionaria. Así surgieron en medio de estas luchas, los grupos ML de Antioquia, Magdalena, Sucre y Atlántico.18

Esta versión oficial cristalizó una historia de experiencias diversas, fragmentarias y personales, y sirvió como idea fuerza para legitimar entre los integrantes un pasado común y una diferenciación con otras organizaciones. La Liga se organizó con una estructura partidaria de corte leninista, con células clandestinas, dirección nacional y un secretariado que centralizaba las decisiones políticas. La figura de Liga, como lo afirmaban varios de sus integrantes, indicaba su conformación regional diversa, de gentes de aquí y de allá, con una mística por el trabajo político y una férrea decisión de hacer del campo colombiano el escenario de la transformación revolucionaria.

El campo, escenario de luchas revolucionarias

El maoísmo como corriente internacional difundió en las décadas de 1960 y 1970 el discurso de la revolución agraria y antiimperialista, la prueba de este argumento era refrendada con la existencia de los movimientos de liberación nacional de la segunda mitad del siglo XX en Asia (China, Corea, Vietnam, Camboya, India, entre otros). Los líderes chinos, a pesar de exaltar el papel dirigente de la clase obrera, proponían una visión del campesinado y de las zonas rurales, en lugar de las ciudades y las fábricas, como los escenarios privilegiados de la lucha revolucionaria.19 Lin Piao, uno de los responsables de la Revolución Cultural china, llamaba a una lucha mundial del campo contra la ciudad:

Ganaremos todo el globo terrestre de este modo. Si Norteamérica y Europa occidental pueden ser considerados como "la ciudad", Asia, África y Latinoamérica representarían sus "zonas rurales". Después de la Segunda Guerra Mundial, el movimiento revolucionario del proletariado en los países capitalistas de Norteamérica y Europa, por diversas razones, ha perdido el rumbo, mientras que los movimientos revolucionarios de los pueblos de Asia, África y Latinoamérica han conocido un vigoroso desarrollo. En cierto sentido, la revolución del mundo contemporáneo es un cerco de las ciudades por los campos.20

Al comenzar la década de 1970 las luchas por la tierra movilizaron a miles de indígenas y campesinos en Colombia, quienes impusieron dos reformas agrarias desde abajo. Los campesinos de los departamentos de Córdoba y Sucre recuperaron más de cien mil hectáreas de tierra, solo en Sucre sesenta mil;21 en las montañas del Cauca, los indígenas, orientados por el Comité Regional Indígena del Cauca (CRIC), recuperaron algo más de trece mil hectáreas de tierra en poder de los terratenientes.22 Sobre la tierra recuperada los campesinos e indígenas construyeron tejidos sociales, culturales e identidades en lucha, alimentados por la politización revolucionaria de la que participaron diferentes sectores de izquierda e iglesias de base.

Esta condición de agitación agraria fortaleció el punto de vista maoísta sobre la primacía del campo en la lucha revolucionaria y afianzó la convicción de hacer del campo el escenario privilegiado de la transformación social. Esta primacía del campo ha sido interpretada por los críticos del maoísmo como un profundo odio hacia la modernidad (urbana, culta, industrial).23 No obstante, si bien existieron experiencias históricas que extremaron y radicalizaron esta visión, por ejemplo, el campesinismo de los Khmers Rojos en Camboya, quienes pretendieron construir forzadamente un orden social sin lo que a su juicio eran las fuentes de la reproducción burguesa: las ciudades y los intelectuales,24 la relación campo-ciudad y el peso de lo campesino asignado por los maoístas no podrían interpretarse ligeramente como irracionalidad antimoderna, sino como la búsqueda de una vía no capitalista de transformación de la sociedad en contextos históricos y culturales específicos. Esto, en cuanto que implica un análisis reduccionista de los campesinos rebeldes y sus organizaciones, no permite interrogar la narrativa dominante de la modernidad capitalista, en la que la ciudad modernizada salva al campo atrasado.

Para los dirigentes de la Liga, el trabajo organizativo entre el campesinado tenía como finalidad la preparación de la guerra popular, como vía para construir el socialismo. La guerra popular era un proceso resultante de diferentes formas de lucha, tal como se sostenía en uno de los documentos fundamentales de la organización.

Los medios legales, semilegales o ilegales de agitación y propaganda, educar gradualmente al calor de la movilización de las masas al sector avanzado de los campesinos, en el odio a la clase terrateniente feudal, en la necesidad de la lucha armada revolucionaria, del ejército revolucionario y del poder democrático popular. Luego hay que crear dentro de los campesinos avanzados las organizaciones revolucionarias clandestinas capaces de transformarse en grupos armados para iniciar la guerra popular, cuando el fragor de la lucha contra la propiedad y la autoridad feudal hagan entender plenamente a dichos campesinos avanzados la necesidad y la justeza de la guerra revolucionaria, y les permita arrastrar tras de sí, hacia la participación en la nueva forma de lucha, al grueso de los campesinos pobres y los jornaleros.25

José Aristizábal reconoce que, a pesar del carácter dogmático en que se leyó el maoísmo, existieron esfuerzos por dar cuenta de la realidad de las zonas agrarias para dimensionar el alcance de la lucha propuesta por la Liga.

Eso surge del estudio de la revolución china. Los cuadros que formamos la Liga nos formamos en el estudio de la revolución china y vietnamita. Las tesis de Mao Tse-Tung, mucho estudio y curso, que para alguna gente era adoctrinamiento […] y se hizo un análisis de la realidad del país, que creó era acertado, en medio de muchas polémicas con otros sectores políticos. Entonces afirmamos que había mucho peso de relaciones precapitalistas en la mayoría de las zonas rurales del país. Conocimos a fondo el campo. Algunos profesionales, sobre todo médicos, ingenieros y otros que estábamos haciendo carreras universitarias éramos estudiosos de la realidad del país, la conocíamos. Criticamos mucho a compañeros que venían de influencia del trotskismo, tuvimos polémicas fuertes con Orlando Fals Borda, porque había el Ingenio Berástegui, entre Cereté […] él decía que la producción del ingenio hacia capitalista todas las relaciones de Sucre, Córdoba y Bolívar […] con todo el afecto y respeto a la amistad que tuvimos con Orlando, él estaba equivocado […] Igual esas consignas de Tierra sin patrono […] Cuando la realidad después de la violencia […] no hubo reforma agraria, la Ley de 1961, no se cumplió en nada. Luego las leyes de aparcería echaron a campesinos. Nosotros encontramos a campesinos en una situación, sobre todo en esas sabanas de Sucre que quedaban sin tierra, ni siquiera en aparcería, sin tierra y sin trabajo. ¿Y qué empresas había en esa época? Nosotros creíamos que el eje de la transformación social era el campesinado. No negábamos el papel de la clase obrera. Pero ante el auge del movimiento campesino, eso del papel del campesinado se consolidó mucho.26

El repertorio cultural de la época llevó a privilegiar una posibilidad de lectura exegética del marxismo y de los textos de Mao, desde los cuales la Liga caracterizó, en sus documentos oficiales, la formación social colombiana como semifeudal y neocolonial, considerando que solo una revolución agraria posibilitaría la derrota del feudalismo y un proyecto de modernización no capitalista, visión acentuada por la presencia principal de la Liga en zonas agrarias con relaciones sociales no capitalistas, por ejemplo, Sucre y Putumayo. Según la Liga

se da pues una sociedad en transición en que de un lado se han desarrollado algunos gérmenes de capitalismo, pero que, dada la dependencia, no ha llegado a ser la forma predominante de producción. Es decir, el nuestro es un país atrasado en el que encontramos una industria capitalista inicial de bienes de consumo, y a la vez hallamos que las relaciones de tipo feudal, en general, iniciaron su descomposición, pero no lograron transformarse en verdaderas relaciones capitalistas, quedándose estancado dicho proceso en una etapa de transición, o sea, el semifeudalismo. Esto es bien palpable, en particular, analizando el vasto sector agrario, que es la base sobre la que descansa la economía colombiana.27

No obstante, para los campesinos rebeldes los textos de Mao constituyeron una de las fuentes formativas más clarificadoras para cualificar su actuar político. El líder campesino de Morroa, José Matildo Flores, quien llegó a ser dirigente regional de la Liga, recuenta cómo, mediante un proceso formativo de autoeducación y relacionamiento político con otros jóvenes de su región, se convirtió en militante maoísta.

En el lapso de mi juventud pues fui un joven con muchas inquietudes. Con decirle que me empieza a interesar el marxismo como filosofía. Entonces, entraban libros de Mao, que no había libre comercio, pero entraban clandestinamente, entonces empecé a estudiar citas de Mao y de Lenin, de Stalin, cantidad de material […] entonces me empecé a comparar lo que me decían en la teoría con la práctica. Cuando vine a entender eso, parece que empecé a tener una visión de cómo era el mundo, y qué mundo quería yo. Entonces, sin que nadie me metiera, yo pienso que con una determinación voluntaria, resulté marxista. Por ejemplo, hay una cita que decía que las contradicciones de clases, de los campesinos, los obreros. Entonces yo me ponía a meditar de que yo soy un campesino, entonces la lucha mía es contra el terrateniente que nos privatiza al derecho al trabajo, ahí empecé yo a tener verdaderos conocimientos. Por eso entendí que Colombia era feudal neoconial. Llegué a esa conclusión porque yo me recuerdo así del departamento de Sucre, que todavía era Bolívar, aquí mandaban los Martelos, eran personas adineradas y ya estaba prohibido comprar tierras porque las tierras eran casi todas de ellos, entonces nos dimos cuenta verdaderamente de que el poder de la tierra estaba concentrado en unas pocas familias, y la gran mayoría, como mi familia, estábamos [sic.] a la orilla del camino, o sea, en los pueblitos sin derecho al trabajo. Por eso había que romper el poder del feudalismo; algo duro pero no imposible. En el caserío donde yo fui criado, de los que habitábamos nadie tenía más que el otro, y empezamos a decirle a la gente: nos organizamos y podemos conseguir dónde trabajar. Primero en la Acción Comunal, con tómbolas, rifas, bailes para hacer fondos, pero nos dimos cuenta que esa no era la vía; la misma práctica nos mostró el camino. Entonces, empezamos ya a replantearnos que hay que luchar es por la tierra. Antes de la ANUC, en el año 69 se dio la primera lucha por la tierra aquí en Morroa, en Tumbavaca, que nosotros le cambiamos el nombre por uno más bonito, Brisas del Mar, que así se sigue llamado, porque veíamos el mar y era nuestra la tierra.28

La Liga le dio posibilidad de acción política y agencia a estos campesinos rebeldes, al reconocer, potenciar y viabilizar sus capacidades. No gratuitamente en las sabanas de Sucre y en Montes de María se consolidó la denominada Línea Sincelejo de la ANUC, a la que la Liga, el PC-ML, Orlando Fals Borda y otras corrientes contribuyeron.

La tormenta desatada por el movimiento campesino

La Liga organizó su trabajó en el campo, construyó células clandestinas y voceros públicos que agitaban y participaban en las luchas campesinas. Estar en el campo se convirtió en un imperativo irrenunciable. Doumer Mamian, dirigente de la Liga en Nariño, recuenta las diferentes maneras de garantizar que la militancia se trasladara a las zonas rurales. Aunque no solo la mística y el sacrificio fueron los elementos característicos, estos jugaron un papel fundamental en ese cometido.

La necesidad de vincularse más orgánicamente al campo hace que la organización busque que su militancia se traslade al campo. Además del traslado voluntario, existían mecanismos de sanción por faltas a los estatutos, que producían traslados inmediatos, así que algunos miembros de la Liga se trasladan al Valle del Sibundoy en el alto Putumayo, en donde entran en contacto con las comunidades campesinas e indígenas. Los líderes campesinos venían luchando contra el despotismo de los gamonales y de la comunidad capuchina, una de las mayores terratenientes. Así mismo, enfrentaban el proyecto de Reforma Agraria del INCORA, que sin solucionar el problema de tierras, organizaba Empresas Comunitarias, que terminaban endeudando al campesinado. Así que en varias veredas que tenían empresas comunitarias se inicia la lucha contra la Reforma Agraria, centrada en la expulsión del INCORA y la autonomía para las empresas comunitarias. En ese momento llega la Liga y puede dirigir al campesinado en tomas de tierras y luchas populares contra el INCORA, a la vez que ganar influencia y generar organización.

A pesar de la resistencia de los colonos hacia los indígenas, la Liga logra enfocar el trabajo contra blancos muy precisos: los terratenientes (incluida la comunidad capuchina), los gamonales y el INCORA, lo que permitió desarrollar su trabajo político y las invasiones de tierras.29

En varias regiones se buscó atraer jóvenes urbanos para llevarlos al trabajo campesino. En 1970, los grupos ML con influencia en Medellín y Bogotá crearon una fuerza juvenil-estudiantil "Juventud ML", con presencia en la Universidad de Antioquia y en la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, que adicionalmente hacia trabajo cultural de apoyo a las luchas campesinas en barrios populares. Este fue el caso del colectivo El Azadón en Medellín,30 del que hizo parte Mario Agudelo, otro militante de la Liga y luego del EPL, quien anecdóticamente describe el persistente trabajo de convencimiento sobre el papel del campo en la revolución.

Hay que recordar que hasta organizaciones como el MOIR, que no aceptaban la validez de la lucha armada, planteaba como el escenario principal de lucha el campo, impulsaba la política de los Pies Descalzos, mediante la cual buscaba que sus cuadros políticos de la ciudad se trasladaran para el campo. En la Liga también había una mentalidad campesina, al punto de plantear que Colombia era un país semifeudal, y por ello nuestra revolución era agraria. Entonces, usted se imagina este cuadro mío: ¡leyendo los boletines del EPL, leyendo el periódico de la Liga y escuchándole la carreta a Nelson Cifuentes, que se iba a la casa a tomar guaro conmigo a hablarme del campo día y noche!31

La ANUC posibilitó que organizaciones como la Liga tuvieran presencia en zonas rurales. Inicialmente la ANUC fue una organización estatal creada por Lleras Restrepo para generar una suerte de "colchón social" en el campo colombiano, una clase media rural que evitara el alzamiento campesino; sin embargo, los conflictos con el Estado la convirtieron en un movimiento social autónomo y radical. La estructura organizativa posibilitó la presencia de organizaciones políticas en sus diferentes niveles. En la base estaba el Comité Veredal, luego la Junta Municipal, seguía la Junta Departamental y, por último, la Junta Nacional. En la Junta Nacional se hallaba el Comité Ejecutivo. Más adelante, el Comité Ejecutivo creó organismos adjuntos como el Comité Nacional de Educación, la Secretaría de Asuntos Indígenas, la Secretaría de Obreros Agrícolas y la Secretaría de Movimientos Populares.

La Liga, aunque tuvo participación en el Comité Ejecutivo, orientó su trabajo hacia los comités veredales, lo que dio lugar a que ganara una amplia base social y forjara rápidamente un nuevo grupo de dirigentes campesinos muy receptivos a la propuesta revolucionaria. En sus memorias, el líder agrario sucreño Jesús María Pérez sostiene que inicialmente varios sectores campesinos se oponían a las medidas de hecho y esperaban seguir los trámites propuestos por el Gobierno. No obstante, otros líderes insistieron y lograron establecer la toma de tierras. Ya en los primeros años de existencia, la ANUC contaba con una dirección radicalizada, aunque en conflicto con los sectores moderados. Entre los sectores radicales aparecieron dos vertientes, cada una con una consigna distinta: "tierra p'al que la trabaja", apoyada por los maoístas, y "tierra sin patronos", apoyada por los trotskistas.32

En el caso de Sucre, la fuerza de la protesta campesina estuvo antecedida por un intenso trabajo organizativo que por iniciativa propia desarrollaron jóvenes campesinos como José Padilla.

Cuando vino ese movimiento del programa agrario, nosotros teníamos un terreno abonado por debajo. Toda la juventud que estaba de [157] la edad mía y menos que yo se levantó, y yo tenía el espíritu y peleaba y hablaba a las masas […] en Morroa hubo mucho líder en toda la pelea cuando ese movimiento por la tierra […] y yo digo que era producto del trabajo que nosotros veníamos realizando desde más de veinte años, porque cuando apareció el programa de Alianza para el Progreso, ya había terreno abonado. La gente del PC-ML no se vinculó al trabajo de masas que desarrollaba el plan de gobierno de aquí de Colombia, que era el mismo plan de gobierno de los norteamericanos de esa época, este […] Kennedy, y no se vincularon porque eso era gringo, pero nosotros no éramos del PC-ML ni nada, pero nos vinculamos y aparecieron las acciones comunales, las juntas cívicas, aparecieron la asociación de usuarios, aparecieron […] varias organizaciones. Y nosotros en todo eso estábamos metidos, desarrollando el trabajo. Cuando vino todo el movimiento de pelea, pues había un terreno abonado, pero que ya no habían [sic.] casi militantes de célula porque nosotros quedamos aislados. Por eso nos metimos a la Liga.33

El predominio de los maoístas en las instancias de dirección de la ANUC se dio en un momento en que el movimiento campesino había roto con los apoyos institucionales propuestos por Lleras Restrepo (1966-1970) y enfrentaba la arremetida del gobierno conservador de Pastrana Borrero (1970-1974), que usaba el pretexto de la "infiltración comunista" para reprimir la protesta campesina e incumplir los compromisos y promesas de la reforma agraria'34 Los dirigentes campesinos encontraron en las organizaciones maoístas un aliado importante, más decidido y presente en la vida cotidiana. El II Congreso de 1972 marcó el inicio de un nuevo periodo orientado por los maoístas. Así lo afirman líderes campesinos como Froylán Rivera, dirigente campesino de Sucre:

Los del Bloque Socialista aparecían como asesores. Tenían menos posibilidades de influir en las masas. Eran profesionales, trabajaban en Bogotá. Su influencia se ejercía principalmente sobre el ejecutivo. El ML trasladó gente al campo. Fueron a vivir a las veredas. Ganaron dirigentes de masas, líderes campesinos de las zonas mismas.35

La relación entre los campesinos y la política maoísta no solo se puede explicar por razones pragmáticas (la búsqueda de aliados políticos temporales), sino también por factores culturales ligados a los idearios campesinos de lucha por la reforma agraria como sinónimo de justicia social y nueva sociedad. En su trabajo sobre la historia campesina, Fals Borda documentó cómo los campesinos incorporaron en su cotidianidad los idearios revolucionarios, evidenciados en actos como el llamado a lista en las reuniones campesinas. "El pase de lista es heroico y constituye un reflejo de la condición agitacional prerrevolucionaria que vivimos todos: Ho-chi-min Jiménez, Mao Pérez, Camilo Ernesto Flórez, Tania Salgado, Lenin Fernández, Enver Cárdenas, Vladimir Suárez".36

En la ANUC, la Liga impulsó, junto con otras organizaciones maoístas, la lucha contra la consigna del Bloque Socialista "¡Tierra sin patrón!", propuesta en agosto de 1971 en la Junta Nacional. Según esta consigna, las relaciones capitalistas eran el aspecto principal del problema agrario y los campesinos pobres eran en realidad "proletarios", por lo que había que destruir el capitalismo y no abrirle paso por la vía campesina. En contraposición, los maoístas pugnaron por la consigna "¡Tierra p'al que la trabaja!", que se refrendó en el II Congreso realizado en Sincelejo el 20 de julio de 1972, evento en el que se consolidó la denominada Línea Sincelejo, es decir, la corriente maoísta de la ANUC. El periodo de 1972 a 1974 fue de radicalización y confrontación con el Estado y los terratenientes y también de lucha entre corrientes políticas. Para diferenciarse, cada agrupación buscó formas de agitación que no develaran, de ser el caso, las estructuras clandestinas. José Aristizabal recuerda que, además de la consigna de "¡Tierra p'al que la trabaja!" que diferenciaba a los maoístas de otras corrientes, la Liga impulsó sus propias consignas.

En las asambleas había un estribillo, se gritaba "¿cuál es la revolución que se necesita en Colombia?" y la base organizada respondía "la revolución de Nueva Democracia […] ¿Quién es el guía? […] el proletariado […] ¿Quién es la fuerza principal? […] el campesinado". Claro, estas consignas marcaban diferencias políticas, el PC-ML quería llevar gente para el Alto Sinú para la guerra, que era, según ellos, la forma superior de lucha. Nosotros persistíamos en la organización y el aumento de la conciencia. De eso viene la división y la subdivisión de los grupos y del movimiento campesino.37

Hasta el III Congreso de la ANUC, realizado en Bogotá del 31 de agosto al 4 de septiembre de 1974, la Liga defendió el respeto entre todas las organizaciones políticas que participaban en la lucha campesina:

Para nosotros, el respeto mutuo quiere decir, respetar la línea política y organizativa de las demás organizaciones, pudiéndose discutir hasta la saciedad los diferentes planteamientos pero en un plano de respeto y fraternidad, ojalá confrontando con los resultados de la práctica que nos dirán la última palabra.38

El III Congreso se dio en un momento político en el que el gobierno de Alfonso López Michelsen desarrollaba el programa de Desarrollo Rural Integrado (DRI) con el propósito de disminuir el inconformismo rural, con el apoyo financiero internacional del Banco Mundial. Su implementación buscaba neutralizar a los sectores campesinos, que, como lo señala José Aristizabal, "pasaron de ser muy consecuentes en la lucha por la tierra, a acomodarse en la medida en que mejoraron en algo su nivel de ingreso".39

En ese ambiente, la Liga y el PC-ML cuestionaron la búsqueda de financiación con organizaciones no gubernamentales internacionales que La Rosca de Fals Borda, propuso para apoyar la ANUC, equiparando todo apoyo internacional a "dineros imperialistas". La revista Alternativa documentó el estado de ánimo que caracterizó el III Congreso.

El problema de la ayuda económica externa al movimiento campesino se constituyó en tema candente del Congreso. Una parte de la delegación de Córdoba (10 de los 300 delegados que vinieron) sostuvo que tal ayuda se ejercía mediante "dineros imperialistas", cuyo fin era el apaciguar la lucha y corromper a los dirigentes. La gran mayoría de esa delegación sostuvo lo contrario, impugnando enfáticamente el hecho de que diversas personas fueran calificadas como agentes del imperialismo, cuando el trabajo de esas personas en la práctica demostraba su honestidad revolucionaria y su apoyo específico a los luchadores del campo. También recalcó que toda organización tiene derecho a recibir apoyo financiero, siempre y cuando quien o quienes brinden el apoyo no exijan ningún tipo de condiciones, y mientras sea la organización misma la que controle el destino y uso del dinero. Esta posición recibió el respaldo de 21 de las delegaciones del Congreso. Antioquia y Guajira registraron su desacuerdo y otras 3 delegaciones se dividieron al respecto.40

La división en la Línea Sincelejo empezó a agudizarse luego de este congreso y continuó prolongándose hasta que en el IV Congreso, realizado en Tomala, La Mojana (Sucre), en febrero de 1977, cuando se produjo la ruptura definitiva de la Liga y del PC-ML con la dirección de la ANUC, que había constituido una nueva organización maoísta conocida como la ORP y se expresaba públicamente como el Movimiento Nacional Democrático Popular (MNDP), que proponía un programa de lucha contra los terratenientes, la burguesía, el imperialismo y el hegemonismo soviético.41

Tanto la represión estatal y terrateniente, que siguió leyendo la movilización campesina como amenaza comunista a la que había que suprimir, como las pugnas entre las organizaciones políticas por la dirección de la ANUC contribuyeron al debilitamiento de esta organización campesina y a que en las décadas de 1980 y 1990 se diera el proceso de despojo de las tierras respaldado por el poder paramilitar o, como la ha denominado el Grupo de Memoria Histórica, "Reforma agraria en reversa".42 La retórica sobre una amenaza comunista camuflada en la protesta rural más que real fue imaginada y sirvió para reprimir al movimiento y como excusa para ocultar la problemática agraria y campesina, dándole a la movilización un tratamiento de orden público antisubversivo.

Organizar el campo como poder popular

En las tierras recuperadas por la ANUC los campesinos organizaron un fuerte tejido asociativo, económico y político. Se conformó una propuesta de organización de las mujeres luchadoras, de los niños y jóvenes, se politizaron los festivales culturales, como el Festival del Pito atravesao en Morroa o los eventos del folclor vallenato con la línea de protesta de Máximo Jiménez. La Liga fue especialmente incisiva contra las corralejas, por considerarlas uno de los símbolos dpoder terrateniente sobre los campesinos, así como ejerció un control moral y disciplinario sobre el consumo de alcohol y la violencia contra las mujeres en el seno de las familias organizadas, que no fue del todo acatado. La ANUC y las organizaciones políticas promovieron la organización y politización de las mujeres, e incluso de los niños. En marzo de 1974 se realizó en Ovejas (Sucre) el Encuentro Nacional de Mujeres Campesinas, al que asistieron casi medio centenar de delegadas de diferentes lugares del país, muchas de ellas forjadas en las luchas por la tierra.43

Además, el control de la tierra permitió mejorar aspectos materiales de vida del campesinado y explorar formas colectivas de producción. A propósito, José Aristizabal afirma que:

En una buena parte de Sucre, Córdoba y Bolívar se recuperaron más de cien mil hectáreas de tierra […] entre los años 70 al 76, tierra en manos del campesinado […] El INCORA era intermediario. Compró algunas tierras y las parceló para mitigar la lucha, una parte pequeña. La mayoría de tierras quedó en interregno entre el terrateniente que buscaba negociar con el INCORA, pero la mayoría estaba siendo usufructuada por el campesinado.

En el caso de la Liga, se hacía una rotación de los cultivos para beneficio familiar, por un tiempo, y un trabajo comunitario, para hacer caminos, ranchos. Pero la Liga no tuvo la capacidad de organizar esa producción. Yo recuerdo que hicimos un censo de las toneladas de maíz, ñame, ajonjolí […] que se producían; era grande. La gente vivía un espíritu comunitario, producía con apoyo mutuo, individualmente, en empresas comunitarias. Pero a la hora de comercializar, cada campesino montaba en su burrito el producido y lo iba a comercializar. No pudimos cooperativizar esa producción. Si se hubiera cooperativizado, el movimiento campesino hubiera cogido una fuerza muy grande, como lo hicieron los Sin Tierra en Brasil.44

La fuerza de la Liga radicó en el trabajo organizativo y la politización del campesinado, un fuerte capital social acumulado, más que capital económico. Un militante de base de la Liga recuerda que esta organización contó con

el conocimiento y la capacidad en nosotros los campesinos, porque en la época muchos campesinos creíamos que esto era el mundo de los terratenientes, la tierra, todo. Porque esas tierras de ellos fueron tierras que también las quitaron, de otra manera, pero las quitaron, metían terrorismo para desplazar al campesino […] ahí las tierras fueron quedando en manos de los terratenientes, pero nosotros nos dimos cuenta que el mundo no era como nos lo hacían creer, que podíamos cambiarlo, con la lucha organizada. En la zona los compañeros que ayudaban a orientar el movimiento eran los cuadros de la Liga. En la época había campesinos que planteaban que no se pude hacer tal cosa y la Liga planteaba que sí, que sí se puede. Hacíamos cosas que nunca pensamos hacerlas. Por ejemplo, construir un pozo artesano porque no había agua en el momento en la región. Ellos decían vamos a hacer un pozo, lo que hoy se llama un pozo profundo, y ahí el comité se abastecía de agua y creaba un comité de agua […] Y es verdad, todo en la vida se puede.45

Para entender la fortaleza política y social del campesinado organizado en la tierra recuperada, es importante tener en cuenta la acción política de los campesinos rebeldes y de los cuadros revolucionarios. En Sucre, ante la ausencia de universidad, el colegio Antonio Lenis de Sincelejo sirvió como cantera de jóvenes maoístas. Al comenzar la década de 1960 varios sectores sociales exigieron al Gobierno del departamento de Bolívar la creación de una institución educativa para los jóvenes de la región, ya que ellos debían viajar hasta Cartagena para formarse. En 1963 se fundó el colegio Antonio Lenis, del que algunos activistas del PC-ML, de la Liga y de la teología de la liberación fueron profesores. Esta institución pronto se convirtió en un importante escenario cultural y político de la izquierda y del movimiento campesino. José Aristizábal recuerda el papel crucial del Lenis:

El Lenis era un colegio público donde llegan los campesinos. La diferencia entre lo rural y lo urbano en Sucre en esos años era muy poca. Eso hizo muy fácil el trabajo político de profesores y estudiantes. En el Lenis se hizo una buena parte del II Congreso, pero además de apoyo logístico, el Lenis fue un baluarte. Allí surgieron cuadros de la Liga y del pc-ml entre profesores y estudiantes.46

Además, en el Lenis se organizaban las jornadas culturales como festividades políticas, la "semana china" en octubre, el Primero de Mayo, en las que participaban campesinos y habitantes de la pequeña ciudad. Los estudiantes organizaron en 1967 la invasión del barrio Camilo Torres en Sincelejo, en homenaje al sacerdote caído. En una conversación sostenida con exdirigentes ML en Sincelejo, comentaban que lo que puede explicar estas libertades y aceptación social del activismo de izquierda en los jóvenes del colegio era la necesidad de promover cuadros políticos regionales para el naciente departamento de Sucre, creado en 1966, así que "se toleraba el activismo de izquierda, se promovía que de esos jóvenes activos salieran los dirigentes del departamento".47

Los comités veredales, el activismo cultural y político del estudiantado, así como los cursos de formación política de dirigentes campesinos hicieron de las zonas rurales unos baluartes revolucionarios en los que la Liga apostó a construir otro orden social. Es importante advertir que los militantes de la Liga y de otras organizaciones maoístas no pudieron juzgar adecuadamente el significado pleno de estas nuevas formas de poder popular, en la medida en que sus planteamientos estratégicos valoraban tamaños esfuerzos como características de la lucha gremial, mientras que, desde su punto de vista, lo verdaderamente importante era la toma del poder, luego de la guerra revolucionaria.

Debates internos, disolución, nuevas trayectorias

Para dar representación a los diferentes liderazgos regionales, la Liga se dotó de una dirección colectiva, una dirección nacional que eligió un Secretariado y un Secretario General, Arturo Acero, quien en los primeros años garantizó la unidad y respeto entre las diversas posiciones que surgían en la organización. Arturo Aceró había sido integrante del PC-ML, del que se retiró con el fin de contribuir en la creación de la Liga, para lo cual se trasladó de Santa Marta a Morroa. A partir de 1975, Acero quiso reproducir el esquema de los partidos maoístas con liderato unipersonal, lo que produjo inconformidad y debates en la Liga. José Padilla recuerda que "Pacho [Arturo Acero] manejó a su antojo el Secretariado. No me dejó llegar a ser parte de ese organismo. No sé qué se traía".48 Ante la crisis de la ANUC, a la cual la Liga consideraba el movimiento que llevaría a la insurrección armada, Acero propuso el abandono del abstencionismo y el acercamiento al po y a la Unión Nacional de Oposición (UNO), para impulsar la lucha electoral y hacer presencia de masas en otros movimientos sociales, mientras que el sector de Aristizábal abogó por el abstencionismo y por la línea de preparar insurrecciones. Sin embargo, Acero impuso su criterio y a finales de 1975 decidió que la Liga participara en elecciones, argumentando que era necesaria usar esta forma de lucha para "elevar la conciencia política de las masas", a pesar de que "la participación revolucionaria en las elecciones y en las instituciones del despotismo oligárquico mantengan el control político del sistema electoral".49 Sin embargo, no se llegó a ningún acuerdo electoral con la UNO y para las elecciones de Mitaca de 1976, la Liga propuso la constitución del Frente Democrático Nacional como expresión pública, lo que le reportó una ampliación de su propaganda política y la conquista de seis curules en los consejos de los municipios de Sucre y Putumayo.

Los debates y las rivalidades entre dirigentes se volvieron antagónicos. Aristizábal cuestionaba varios asuntos, entre otros, el hecho de que Acero, siendo Secretario General, pasara por encima del centralismo democrático, llevando la organización a una desviación de derecha al concentrar el trabajo político en las elecciones, debilitando de paso el papel de la Liga en el movimiento campesino:

al concentrarse toda su atención y esfuerzos en la participación electoral, la Liga relegó la atención del movimiento campesino a un lugar muy secundario y comenzó a verlo desde la óptica y los requerimientos de esa participación […] Y así mismo, relegó su atención a las formas de lucha ilegales y revolucionarias: relajó su impulso a la luchas por la tierra y la libertad.50

En el Pleno de la Dirección Nacional de julio de 1977, el sector liderado por Aristizábal decidió expulsar a Arturo Acero y a su base social, acusándolos de oportunistas y electoreros.51 A su vez, el grupo a Acero expulsó a los otros integrantes del Secretariado Nacional. Cada sector mantuvo el nombre de Liga y continuó sacando el periódico Nueva Democracia.

Entre 1977 y 1982 las dos facciones se enfrentaron y produjeron el debilitamiento del proyecto político inicial, hasta que finalmente los dirigentes de las respectivas fracciones resolvieron tomar opciones políticas diferentes. El sector encabezado por Aristizábal se unió con otras organizaciones políticas y en 1983 adoptó el nombre de Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)-Patria Libre, que combinó el trabajo político campesino y la autodefensa ante los ataques de bandas armadas al servicio de los terratenientes. Ante los demás movimientos insurgentes se presentó, según sus protagonistas, como una guerrilla defensiva y "sabanera" respaldada y compuesta por sectores campesinos de los Montes de María y del pie de monte de la serranía de San Lucas, exenta de la disciplina militar de la guerrilla tradicional e influenciada por la estructura y el sistema familiar de las sabanas costeñas, lo que le permitió resistir por un tiempo la ofensiva terrateniente. En 1987, el MIR-Patria Libre se unificó con el ELN en la Unión Camilista-ELN, hasta su retiro de esa guerrilla en 1994 como Corriente de Renovación Socialista.52 El grupo de Arturo Acero combinó la táctica electoral con expresiones de autodefensa campesina. En 1980 se unió a Unión Proletaria, una organización maoísta con base en Bogotá, pero luego de la muerte de Acero en 1982, dejó de tener presencia en Sucre.53 Los activistas de este sector dieron origen en 1984 al Grupo Comunista Revolucionario con presencia en Bogotá y Medellín. Otro sector de la Liga de Antioquia ingresó al EPL y algunos militantes se articularon a labores de investigación y acción social en las nacientes ONG. En Putumayo, varios líderes agrarios ingresaron al Nuevo Liberalismo.

Las bases campesinas transitaron por varias experiencias, la lucha guerrillera, electoral y de resistencia campesina. Para muchos de los campesinos, la ruptura fue vivida como una profunda decepción, la cual debió ser tramitada en medio de la revancha paramilitar contra el campesinado. Manuel Puche comenta su experiencia ambivalente en la Liga:

Fue por un lado buena porque uno gana unos conocimientos; también la parte organizativa, aprender a organizar. Todavía lo conservo. Estamos reconstruyendo el movimiento. Pero con el tiempo eso se volvió nada, cada uno cogió por su lado. Esto se acabó por las contradicciones ideológicas. Incluso entre los mismos cuadros de la Liga se amenazaban y perseguían, hubo hasta machetiados.54

También, José Matildo Flores recuerda con nostalgia y esperanza su propia experiencia:

En esa época era difícil porque a veces tenía uno que explicarle a la compañera que estos sacrificios de la revolución había que hacerlos y que cuando triunfara la revolución vendría la recompensa, y a veces me pongo a pensar toda esa vaina y si sirvió para algo […] pero no lloro […] porque yo me metí en esto consciente […] pero lo que a mí más me golpeó es que se haya acabado la Liga, que se haya acabado la organización partidaria, me golpeó, no voy a decir que no me golpeó, pero uno tiene que sobreponerse porque hay una tesis que llama que el acero se tiempla es en la candela.55

El proyecto organizativo de la Liga no logró su continuidad, pero gran parte de quienes la integraron dieron origen a otros procesos políticos. Particularmente, resulta interesante la persistencia en la las luchas agrarias de militantes campesinos como Medardo Chindoy en Putumayo, José Matildo Flores, José Padilla y Julio Manuel Puche en Sucre, vinculados a diferentes organizaciones campesinas que en la actualidad exigen restitución de tierras y reparación integral luego de décadas de conflicto armado en la región, cabría indagar cómo reconstruyeron sus apuestas personales y políticas vitales, la manera en que balancean sus trayectorias organizativas y las razones que hacen que persistan en el activismo político y social, lo que contribuiría a profundizar en el papel de la experiencia militante inicial en la Liga como vía de la constitución de la subjetividad política.

Conclusión

La Liga fue una organización revolucionaria maoísta con una fuerte presencia en las luchas agrarias de la década de 1970, que surgió como alianza política de campesinos rebeldes y cuadros políticos urbanos. Su historia estuvo asociada con el devenir del sector más radical de la ANUC, que produjo una de las más importantes reformas agrarias desde abajo en América Latina. Fue una organización crítica del foquismo, que, sin renunciar al principio de la lucha armada, privilegió la organización y educación de dirigentes y bases campesinas para la lucha por la tierra y la creación de formas de poder popular en las tierras recuperadas. A pesar de haber tenido una fuerte presencia en el movimiento campesino, su disolución en 1982 estuvo relacionada con la crisis política de la ANUC y sobre todo con la dificultad para encontrar soluciones duraderas y eficaces para hacer frente a los retos que la dinámica de la lucha agraria y la política del Estado (criminalización, represión y cooptación) impusieron al campesinado. Prisioneros de esquemas políticos sectarios, los dirigentes de la Liga se sumieron en el laberinto de la contienda interna y el fraccionamiento. Sin embargo, su legado no puede reducirse a una lección moralizante sobre los fracasos y la incapacidad de la izquierda. Su gran aporte fue contribuir a darle rostro a un núcleo significativo de campesinos rebeldes capaces de desafiar el orden rural de gamonales y terratenientes y resistir a la arremetida paramilitar. La Liga se fraccionó y dio origen a nuevos proyectos políticos y sociales; la dirigencia campesina que no fue masacrada continúa aún en la lucha agraria y en la política de izquierda.


Notas

1 Frank Molano, "El imaginario maoísta (1965-1982). Como mentalidad revolucionaria en la izquierda Colombiana", tesis de maestría en Historia (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2004).
2 Ver: Samir Amin, Por la Quinta Internacional (Barcelona: El Viejo Topo, 2007) 28-29. Un análisis crítico de la experiencia maoísta en China y sus implicaciones internacionales es realizado por Pierre Rousset, "China in the XXth Century-A Critical Evaluation of Maoism in the Revolution: Contribution and Limitations", Europe Solidaire Sans Frontières. Web. 2012. Disponible en: http://www.europe-solidaire.org/spip.php?article29004.
3 Gonzalo Sánchez, coord. La tierra en disputa. Memorias de despojo y resistencia campesina en la costa Caribe (1960-2010) (Bogotá: CNRR Grupo de Memoria Histórica / Ediciones Semana, 2010).
4 Los trabajos sobre la ANUC que en la década de 1980 realizaron estos dos autores significaron un valioso y documentado aporte al estudio de la lucha campesina y de la organización gremial; sin embargo, al analizar la relación entre lo social y lo político, y particularmente el papel político de las organizaciones maoístas, escinden esas dos dimensiones al plantear que su acción en el seno del campesinado fue la generadora de la crisis interna y de la represión estatal, en cuanto pretendieron imponer sus propias agendas en la dinámica gremial y social de la ANUC, restando así agencia al movimiento social. Esta conclusión desconoce que los maoístas no fueron ajenos o externos a la práctica de la lucha campesina. Ver: Silvia Rivera, Política e ideología en el movimiento campesino colombiano. El caso de la ANUC (Bogotá: UNRISD / CINEP, 1982); León Zamocs, Los usuarios campesinos y las luchas por la tierra en los años setenta (Bogotá: CINEP, 1984).
5 Sánchez 222.
6 Mauricio Archila, "El maoísmo en Colombia: la enfermedad juvenil del marxismo-leninismo", Controversia 190 (2008): 148-195.
7 Pierre Rosanvallon, Por una historia conceptual de lo político (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2003) 46.
8 Leopoldo Múnera, Rupturas y continuidades. Poder y movimiento popular en Colombia 1968-1988 (Bogotá: IEPRI / CEREC, 1998) 294.
9 Álvaro Villarraga y Nelson Plazas, Para reconstruir los sueños. Una historia del EPL (Bogotá: Fundación para el desarrollo social, la democracia y la paz, 1994).
10 Un balance historiográfico al respecto se encuentra en: Verónica Oikión Solano, Eduardo Rey Tristán y Martín López Ávalos, eds. El estudio de las luchas revolucionarias en América Latina (1959-1996): estado de la cuestión (Michoacán: El Colegio de Michoacán, 2013).
11 Ver: Miguel Ángel Urrego, "El Movimiento Obrero, Estudiantil y Campesino (MOEC), el abandono del foquismo y los debates sobre la violencia revolucionaria en Colombia (1959-1969)", Violencia y sociedad. Un hito en la historia de las izquierdas en América Latina, eds. Verónica Oikión Solano y Miguel Ángel Urrego (Morelia: IIHUMSNH / El Colegio de Michoacán, 2010).
12 José Aristizábal [dirigente de la Liga] entrevista personal (Bogotá: jun. 2016).
13 José de la Cruz Padilla Ramos [líder agrario de Sucre y dirigente de la Liga] entrevista personal (Morroa: feb. 2012).
14 Medardo Chindoy [líder campesino de Colón (Putumayo) y dirigente regional de la Liga], entrevista personal (Sibundoy: sep. 1998).
15 Eric Hobsbawm y Joan Scott, "Zapateros políticos", Gente poco corriente. Resistencia rebelión y jazz, Eric Hobsbawm (Barcelona: Crítica, 1998) 46.
16 Padilla.
17 Rivera 75.
18 Nueva Democracia [Bogotá] nov. 1976: 3.
19 Varias insurrecciones campesinas en el siglo XX y comienzos del siglo XXI tuvieron liderazgo maoísta; por ejemplo, el movimiento Naxalita en India, la insurgencia de Sendero Luminoso en Perú y la guerra en Nepal. Ver: Richard Bownas, "The Nepalese Maoist Movement in Comparative Perspective: Learning from the History of Naxalism in India", Himalaya, the Journal of the Association for Nepal and Himalayan Studies 23.1 (2003): 31-38. Disponible en: http://digitalcommons.macalester.edu/himalaya/vol23/iss1/8.
20 Lin Piao, Viva el triunfo de la guerra popular (Pekín: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1969) 3.
21 Orlando Fals Borda, Historia doble de la Costa, t. 4 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia / Banco de la República / El Áncora Editores, 2002) 168 B.
22 Luis Carlos Castillo, Etnicidady nación. El desafío de la diversidad en Colombia (Cali: Universidad del Valle, 2007) 117.
23 Juan José Sebreli, El asedio a la modernidad. Crítica del relativismo cultural (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1991) 75-91.
24 Mark Aguirre, Camboya: el legado de los Jemeres Rojos (Barcelona: El Viejo Topo, 2009).
25 Liga Marxista Leninista de Colombia, Estrategia y Táctica de la Revolución de Nueva Democracia colombiana (Colombia: Mimeo, s.f.) 74.
26 Aristizábal.
27 Liga Marxista Leninista de Colombia 3.
28 José Matildo Flores [líder agrario de Sucre y dirigente regional de la Liga], entrevista personal (Morroa: dic. 2009).
29 Doumer Mamian [dirigente nacional de la Liga ML], entrevista personal (Pasto: dic. 1995).
30 Mario Agudelo, Qué pasa en Cuba que Fidel no se afeita. De las armas a la esperanza. Un diálogo con Jaime Jaramillo Panesso (Medellín: Fondo Editorial ITM, 2005) 19.
31 Agudelo 28-29.
32 Jesús María Pérez, Luchas campesinas y reforma agraria. Memorias de un dirigente de la ANUC en la costa caribe (Bogotá: Punto Aparte Ediciones, 2010) 45.
33 Padilla.
34 Estos titulares del periódico El Tiempo ilustran la estigmatización de la lucha campesina: "Contra la anarquía, estado de sitio", El Tiempo [Bogotá] feb. 28, 1971: 16; "El comunismo y los usuarios", El Tiempo [Bogotá] feb. 10, 1972: 4.
35 Múnera 296.
36 Fals Borda 172 a.
37 Aristizábal.
38 "Contra el sectarismo", Nueva Democracia [Bogotá] jun. 8, 1973: 4.
39 Aristizábal.
40 "III Congreso de la ANUC", Alternativa [Bogotá] sep. 16, 1974: 5-6.
41 Cristina Escobar, Trayectoria de la ANUC (Bogotá: CINEP, 1983) 114.
42 Sánchez 129-133.
43 Pérez 140.
44 Aristizábal.
45 Julio Manuel Puche [militante de base de la Liga], entrevista personal (Sincelejo: jun. 2016).
46 Aristizábal.
47 Conversación sostenida con exdirigentes del PC-ML de Sucre Sincelejo (Sincelejo: may. 2012).
48 Padilla.
49 "Tesis sobre la participación electoral y parlamentaria del revolucionarismo", Nueva Democracia [Bogotá] ene. 22, 1976: 4.
50 "Algunas lecciones de la participación de la Liga en la farsa electoral de 1976", Nueva Democracia [Bogotá] ene. 25, 1978: 2.
51 "Resolución sobre Emiliano Tare y Arturo Acero", Nueva Democracia [Bogotá] jul. 23, 1977: 9.
52 La historia de este proceso y el carácter militar del MIR-Patria Libre es abordado en el trabajo de Andrés Restrepo y Marly Contreras, Flor de abril. La cus de las armas a la lucha política legal (Bogotá: Corporación Nuevo Arco Iris, 2000).
53 La muerte de Arturo Acero, el secretario de la Liga es un episodio oscuro, sobre el cual los entrevistados dan versiones diferentes, para unos fue ejecutado por el ELN; para otros, fue asesinado en una de sus acciones de robo de ganado.
54 Puche.
55 Flores.


OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Publicaciones periódicas

Revistas

Nueva Democracia (Bogotá) 1973-1978.         [ Links ]

Alternativa (Bogotá) 1974.         [ Links ]

Periódicos

El Tiempo [Bogotá] 1972.         [ Links ]

Documentos impresos y manuscritos

Liga Marxista Leninista de Colombia. Estrategia y táctica de la revolución de Nueva Democracia colombiana. Colombia: Mimeo, s.f.         [ Links ]

Entrevistas

Aristizabal, José. Dirigente de la Liga. Entrevista personal. Bogotá: jun. 2016.         [ Links ]

Chindoy, Medardo. Líder campesino de Colón (Putumayo) y dirigente regional de la Liga. Entrevista personal. Sibundoy: sep. 1998.         [ Links ]

Conversación sostenida con exdirigentes del PC-ML de Sucre. Sincelejo: may. 2012.         [ Links ]

Flores, José Matildo. Líder agrario de Sucre y dirigente regional de la Liga. Entrevista personal. Morroa: dic. 2009.         [ Links ]

Mamian, Doumer. Dirigente nacional de la Liga. Entrevista personal. Pasto: dic. 1995.         [ Links ]

Padilla Ramos, José de la Cruz. Líder agrario de Sucre y dirigente de la Liga. Entrevista personal. Morroa: feb. 2012.         [ Links ]

Puche, Julio Manuel. Militante de base de la Liga. Entrevista personal. Sincelejo: jun. 2016.         [ Links ]

II. Fuentes secundarias

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